Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
EL ENCUADREi
INTRODUCCION
La utilización de grupos suele asociarse al exceso de demanda, cuando no existen los recursos
suficientes para ofrecer una atención individualizada. Con frecuencia se le considera
fundamentalmente un recurso cuantitativo para atender un mayor número de pacientes, dentro
del tiempo y los medios limitados de que se dispone.
Pero, si bien esto puede ser muchas veces una realidad a tomar en cuenta, el trabajo en grupo
ofrece, une serie de ventajas más allá de su rentabilidad económica.
El poder terapéutico del grupo proviene de la importancia que tienen las interacciones
interpersonales en nuestro desarrollo psicológico: de hecho, la personalidad de cada uno se ha
ido definiendo fundamentalmente como producto de la interacción con otros seres humanos
significativos.
El escenario grupal, como lo puntualizan Sophia Vinogradov e Irvin Yalom(1), proporciona a los
pacientes una gama amplia y variada de relaciones, al interior de las cueles cada uno va
aprendiendo a tomar contacto y reconocer sus propios gustos, aversiones, afinidades, diferencias,
envidias, inhibiciones, agresión, miedo, deseo, atracción y competitividad: “bajo un cuidadoso
liderazgo terapéutico, los miembros dan y reciben feedback sobre el significado y el efecto de las
diversas interacciones que tienen lugar entre ellos”.
Otro aspecto muy valioso que resalta Eulalia Torras de Bea( 2 ), es que “la oportunidad de
expresarse, ser escuchado y escuchar, darse a conocer y conocer, contribuye a disminuir el
sentimiento de estar solo, de anormalidad, de ser un bicho raro al que le pasan cosas que no
suceden a nadie mas: mitiga sentimientos de culpa y facilita acercarse con empatía a las
emociones de los demás y con menos ansiedad a las propias”.
Una última ventaja del trabajo en grupo que merece un comentario, es la diversidad de ideas,
opiniones, costumbres, teorías, culturas, etc. Que alberga, y que cuestionan y enriquecen el
1
VINOGRADOV, Sophia y YALOM, Irvin. Guía breve de psicoterapia de grupo. Ed. Paidós,
Barcelona, 1996.
2
TORRAS DE SEA, Eulalia. Grupos de hijos y de padres en psiquiatría infantil psicoanalítica. Ed.
Paidós, Barcelona, 1996.
bagaje de cada uno: “el grupo estimula a ampliar puntos de vista en la medida en que cuestiona,
promueve interrogantes y ayuda a que se reconsideren las teorías y dogmas”. (T. de Bea)
EL ENCUADRE
El tema del encuadre, tema eminentemente técnico, pone especialmente de relieve la
importancia del estudio de la técnica para, a partir de ahí, poder cada uno construir su estilo y su
“ser analítico”, en otras palabras: su identidad como terapeuta. Es a partir de una comprensión
del sentido que los diferentes elementos del encuadre tienen, que cada terapeuta podrá
establecer los márgenes para incorporar un estilo propio que le sea natural, sosteniendo aquellas
constantes que derivan de necesidades técnicas indispensables para que se desarrolle la labor
analítica.
Mientras estamos dentro del campo de la psicoterapia individual, el margen para las variaciones
técnicas y el establecimiento del encuadre es mucho menor: la situación está más estandarizada.
Pero en la medida en que vamos entrando al vasto campo de lo que Se ha denominado
“psicoanálisis aplicado” (para aludir al conjunto abierto y siempre en desarrollo de las prácticas
concretas a partir del método original de Freud), nos encontramos con diversas posiciones,
estilos, tipos de encuadre, técnicas y concepciones diferentes del trabajo, etc. Sin embargo,
reconoceremos siempre, para llamarlo psicoanalítico, una esencia en común, que tiene que ver
con el interés por los fenómenos inconscientes y sus manifestaciones, y el compromiso de
orientar toda intervención nuestra en función al objetivo del trabajo analítico, supeditando (o
intentando hacerlo) todo otro deseo en relación a los pacientes, al deseo de analizar”.
El inconsciente permanentemente está produciendo efectos de los que las personas, también
permanentemente, se están defendiendo. Lo específico del encuadre analítico, es que va a
configurar un campo, regido por reglas precisas, que va a permitir que estos efectos del
inconsciente puedan ser analizados y comprendidos. “En tal situación -como señala Didier
Anzieu(4)- dos seres semejantes por su aparato psíquico (el terapeuta y el paciente) ocupan
posiciones diferentes”.
El encuadre, así, define una relación “distinta y particular entre terapeuta y paciente, una
relación no convencional y asimétrica”, a decir de Horacio Etcheqoyen(5), quien nos recuerda
que es justamente el encuadre lo único que justifica que podamos discriminar transferencia de
contratransferencia, por cuanto ordena los fenómenos: “si no fuera así, hablaríamos solamente
de transferencia o de transferencias recíprocas...porque el encuadre se instituye para que existan
3 BLEGER, Laura y PASIK, Néstor. Psicoanálisis grupal. Cuándo, cómo, por qué. Ed. Tekné,
1997.
4 ANZIEU, Didier. El grupo y el inconsciente. Lo imaginario grupal. Ed. Biblioteca Nueva, Madrid,
1993.
5 ANZIEU, Didier. El grupo y el inconsciente. Lo imaginario grupal. Ed. Biblioteca Nueva, Madrid,
1993.
Como se ve, el tema del encuadre, llevándolo ahora sí al terreno grupal, tiene que ver con la
posibilidad de crear las condiciones para que el fenómeno grupal se despliegue y para poder
encontrarnos con el inconsciente en un contexto en que nos sea posible analizarlo y entenderlo.
Las reglas de la situación analítica, deben ser enunciadas por el terapeuta desde el principio, y
observadas por él mismo. Además, como nos recuerda Anzieu, al igual que los demás elementos
de la situación analítica, las reglas son también objeto de las catexias y contracatexias defensivas,
cuyo análisis va a ser precisamente parte importante del proceso. Es ésta una de las
especificidades del valor y el sentido del encuadre en el trabajo psicoanalítico.
La labor del terapeuta no es vigilar el cumplimiento de las normas como un censor, sino tratar de
comprender y de interpretar las faltas contra esas normas o las dificultades para poner las en
práctica. El esclarecimiento de estas situaciones, generalmente ofrece la posibilidad de
interpretar ciertos aspectos individuales y/o grupales que son objeto de fuertes resistencias. En
palabras de Etcheqoyen: “el analista va a enfrentar el incumplimiento no con una actitud
normativa (y menos punitiva) sino con su específica cualidad de comprensión”.
Bleger y Pasik han desagregado en cuatro, las reglas fundamentales propuestas al grupo:
1) Regla de no omisión: los participantes podrán hablar entre sí de lo que deseen, no
habiendo temas vedados ni privilegiados (correlato de la asociación libre).
2) Regla de abstinencia: los miembros del grupo se abstendrán de realizar otro tipo de
actividades en conjunto o tener relaciones sociales fuera del ámbito terapéutico (parejas
sexuales, sociedades comerciales).
3) Regla de restitución: es importante comunicar en la sesión los intercambios que ocurren
fuera de ella y que conciernen al grupo: esta regla intenta integrar ciertos aspectos de la
vida grupal que puedan quedar escindidos o disociados.
4) El secreto profesional que: en sentido estricto, rige sólo para el terapeuta; pero uno de
los compromisos fundamentales de los miembros de un grupo es mantener reserva sobre
el contenido de las sesiones con las personas extrañas a la experiencia.
Un grupo cerrado, es aquel que tiene un número predeterminado de sesiones, y se inicia con un
número fijo de miembros y no acepta la incorporación de más luego de la primera sesión.
Los grupos abiertos son más flexibles en relación a los miembros y a la estructura. Algunos
permiten una fluctuación del número de miembros mientras que otros tratan de mantener un
tamaño constante reemplazando a los que van saliendo.
Los grupos abiertos suelen tener un conjunto más amplio de metas terapéuticas y, por lo general
se reúnen indefinidamente, y aunque algunos miembros vayan dejando el grupo y otros nuevos
se incorporen, el grupo tiene vida propia.
Algunos ejemplos:
Bleger y Pasik, comentan su preferencia por utilizar almohadones en el piso, sin determinar
lugares fijos ni para los miembros del grupo ni para los terapeutas: “sentarse en el piso sostienen
produce un efecto regresivo (filogenéticamente evocando imágenes tribales, y
ontogenéticamente favoreciendo la emergencia de vivencias infantiles) y propicia un encuentro
con otros que se diferencia de los contactos sociales habituales”. Se analizan la fijeza o
plasticidad en los lugares que se ocupan, el acercamiento o la distancia, etc.
6
GROTJAHN, Martín. El arte y la técnica de la Psicoterapia de Grupo. Ed. Paidós, Buenos Aires,
1979.
En relación al tiempo de duración de la sesión grupal, la mayoría de autores encuentra que debe
durar alrededor de una hora y media o dos.
Lo recomendado es no menos de 1 hora, y lo más usual es que tenga 1 hora 15 minutos o 1 hora y
media.
Este tiempo más prolongado en relación al encuadre clásico de una sesión individual, tiene que
ver no sólo con el número de participantes (en el sentido de ofrecer un mayor espacio para que
puedan intervenir), sino sobre todo con el tiempo de movimiento del grupo, el ritmo grupal, es
decir; el tiempo que necesita el grupo para entrar en trabajo.
Grotjahn hablaba de la primera media hora dé la sesión grupal como un “tiempo de preparación
y de adopción de posiciones para que se despeje, el campo y puedan generarse en él la respuesta,
la interacción y la intromisión”.
Vinogradov y Yalom observan que normalmente toma de 20 a 30 minutos para lo que ellos
llaman que el grupo “caldee”, y luego al menos 60 minutos pare trabajar en los temas más
importantes de la sesión.
5.- TAMAÑO.-
El tamaño del grupo va a depender nuevamente de los objetivos que éste se trace, así como de lo
que Vinogradov y Yalom han llamado los “factores terapéuticos” que se deseen fomentar (estos
autores citan, como ejemplo, Alcohólicos Anónimos, donde la inspiración y la orientación
directa para cambiar el comportamiento es la base, y operan hasta con 80 miembros).
Las experiencias reportan que un grupo muy chico, no facilita compartir mutuamente sus
experiencias: los pacientes tienden a interactuar uno por uno con el terapeuta mas que a hacerla
entre ellos. Del otro lado, un grupo demasiado grande no ofrece el tiempo suficiente para poder
analizar y comprender las interacciones de cada uno de los miembros.
La mayoría de los autores coincide con la inclinación de Bleger y Pasik por la utilidad de la
heterogeneidad en la composición del grupo, especialmente en el caso de la psicoterapia
psicoanalítica grupal. Dicen ellos: “la heterogeneidad en edades, sexos, sintomatología y
Pero existen también grupos que Se van a apoyar precisamente sobre la homogeneidad de algún
aspecto -probablemente conflictivo- de sus miembros, para servir de soporte y ayuda el grupo a
cada cual. Es el caso de los grupos especializados, donde los pacientes son homogéneos en un
área problemática importante (por ejemplo, pacientes con cáncer, diabéticos, con algún trastorno
alimenticio, que han perdido el empleo, etc.) y pueden ser heterogéneo s en cuanto a lo que se
acaba de denominar “fuerza subjetiva”. Sin embargo, aún en estos casos, el terapeuta deberá
intentar que haya la mayor homogeneidad posible al conformar el grupo.
Imaginan como ejemplo estos mismos autores, el caso de un grupo de adictos que estuviera
trabajando a un buen ritmo y altamente motivados, donde la inclusión de alguno que se esté
recuperando de una reciente psicosis por el uso de cocaína, podría perjudicar la labor del grupo.
0 el papel desestabilizador que, en un tranquilo grupo de pacientes psiquiátricos crónicos,
podría tener la inclusión de un maníaco que les comienza a exigir demasiado con excesiva
rapidez.
En todo caso, el criterio más importante para la composición de cualquier grupo es la capacidad
de sus miembros para realizar la tarea grupal, así como la motivación para el tratamiento (y el
compromiso de asistir a las sesiones y permanecer durante toda la sesión), y que sus áreas
problemáticas sean compatibles con los objetivos del grupo.
Igualmente, hay una serie de autores que consideren importante tener intervenciones en el
grupo, especialmente en los inicios del proceso, que ayuden a bajar los niveles de angustia
(fundamentalmente para que las resistencias al trabajo grupal no crezcan excesivamente), en
tanto otros terapeutas grupales encuentran muy importante y valioso ese clima inicial de
abstinencia en sus actitudes, precisamente para propiciar la emergencia de ansiedades cuya
interpretación consideran muy útil desde el inicio.
Algunas cosas que los terapeutas que se inclinan por controlar el nivel de ansiedad inicial
consideran importante hacer, es: dar une explicación sobre el proceso, describir qué tipo de
comportamiento se espera de los pacientes en el grupo, prever algunos de los problemas, el
desaliento y la frustración que pueden encontrarse en las primeras sesiones, etc.
Para quienes optan por este punto de vista estas intervenciones tempranas aportan a un proceso
de desmitificación y establecimiento de una alianza terapéutica, que aumentará el compromiso
con el grupo aún antes de la primera sesión.
Para estos autores, los pacientes sienten ya una gran ansiedad primaria, y no se debe añadir una
ansiedad secundaria lanzándolos a una situación ambigua e intrínsecamente amenazadora.
8.- COTERAPIA.-
La mayoría de los terapeutas de grupo prefieren trabajar en coterapia, modalidad bajo la cual
ambos terapeutas se apoyan y complementan mutuamente: “A medida que comparten puntos
de vista y analizan' intuiciones conjuntamente, se amplía la gama de observaciones y el poder
terapéutico de cada uno de ellos” (Vinogradov y Yalom).
Los miembros del grupo normalmente tendrán fantasías sobre la relación que existe entre los
coterapeutas, sobre todo en relación al equilibrio de poder (¿quién dirige realmente el grupo?) y
con cuestiones de sexualidad (¿mantiene una relación sexual fuera del grupo?). Estos temas son,
importantes y deben ser abordados abiertamente en el grupo, lo cual muchas veces ofrece la
oportunidad de explorar y comprender aspectos inconscientes del grupo que no están pudiendo
aparecer de manera más directa.
Las consideraciones finales que estos mismos autores plantean en este tema tienen que ver con
los “problemas en la coterapia”, los cuales, en su opinión provienen básicamente de problemas
existentes en la misma relación de coterapia: “si los coterapeutas se sienten recíprocamente
incómodos, o son cerrados y competitivos, o si se encuentran en profundo desacuerdo sobre el
estilo y la estrategia, su grupo no podrá trabajar eficazmente”. Es importante tomar en cuenta al
elegir un coterapeuta que éste difiera lo suficiente en el estilo personal (como para ser
complementario) pero que tenga una orientación teórica similar, y existan afinidades personales
cómodas y estables.
Añaden que cuando el grupo es dirigido por dos personas con niveles de experiencia muy
distintos, ambos deben ser maduros y carecer de prejuicios, y sentirse cómodos recíprocamente
y en sus papeles de profesor y alumno al interior de la pareja terapéutica.
Es importante tener en cuenta que la escisión es un fenómeno frecuente en los grupos dirigidos
por coterapeutas, y algunos pacientes son muy perspicaces frente a las tensiones en la pareja de
coterapeutas.
Otras veces se ha visto que, en situaciones de crisis, algunos pacientes necesitan cierta
continencia que la frecuencia grupal no puede brindar.
En todos los casos cuidamos la regla de restitución, ayudando al paciente para que incorpore al
material grupal lo surgido en las sesiones individuales.
10.- PAGO.-
Respecto a la manera en que se va a establecer el aspecto de los honorarios, existen posibilidades.
Algunos terapeutas fijan un monto por la hora terapéutica y el grupo se hace cargo en partes
iguales de esta cantidad. Este sistema es más viable cuando se trata de un grupo cerrado, o por lo
menos que inicia el proceso al mismo tiempo (este es, por ejemplo, el sistema más usado para el
pago de honorarios en los grupos de estudio o de supervisión). Pero en los grupos abiertos,
Puede ocurrir también que los miembros del grupo paguen montos diferenciados y parece ser
un hecho que esa es una realidad en los grupos de terapia, por lo menos actualmente. Es ésta sin
duda una situación que no es la idea, y que genera sus propios efectos, que no deben ser
eludidos y quedar escindidos del proceso grupal. Si esta situación ocurre en el grupo, hay que
poder hablarlo a su interior. Es importante tener en cuenta que genera sentimientos diferentes en
todos los involucrados: tanto en los que están pagando menos como en aquellos que pagan más
y por supuesto en el o los terapeutas, quienes deberán también estar atentos a los efectos de esta
situación que han considerado válida admitir, en su contratransferencia.
Vinogradov y Yalom advierten cómo muchas veces a los terapeutas les resulta difícil enfrentar
estos temas por temor a que una posición firme ahuyentará definitivamente a los pacientes que
se muestran ambivalentes con el grupo. Pero cuando el terapeuta no aborda los problemas de
composición grupal, el resultado final es que, precisamente, atenta contra la cohesión del grupo.
Torras de Bea llama la atención sobre el hecho de que muchos grupos que comenzaron bien,
fueron “malográndose” precisamente porque se fue transigiendo con los problemas de
puntualidad y asistencia: “Cuando el grupo comienza a desmembrarse, los que asisten nunca
saben a quien encontraron y cunde la desorientación, el sentimiento de fracaso, el desánimo y
esto aumenta las deserciones. Sin embargo, no se trata de una posición superyoica, sino de una
herramienta de trabajo…” Es por eso que aconsejan evitar expresiones como “no faltar”, “ser
puntuales” (que evocan la idea de “portarse bien”), más aún porque al comienzo los grupos se
mueven con parámetros superyólicos y regresivos y los proyectan en el terapeuta (tratando de
inducirlo a un rol paternalista, de superyó, para depender regresivamente de él, recibiendo
normas y aprobación).
Cuando uno o algunos de los miembros de un grupo que tiene ya un cierto proceso, comienzan a
asistir irregularmente o desaparecen, el grupo se llena de dudas y preocupación, y el terapeuta
se verá en la necesidad de decidir la conducta más correcta para atender a todos, pues lo que
hacemos con uno de los miembros del grupo va a repercutir en todos los demás. Si los intentos
por facilitar que vuelvan a integrarse (poniéndonos en contacto por teléfono, tratando de
ayudarlos a encontrar alternativas, soluciones) no dan frutos, lo indicado es buscar una
alternativa que vaya más acorde con las necesidades y circunstancias del paciente. Para ese
miembro y para el grupo, es muy importante que este cambio no sea sentido como un castigo,
una expulsión o abandono, aunque sepamos que en cierta medida eso será inevitable. Pero, al
igual que en cualquier otra circunstancia que atañe al grupo, estos sentimientos podrán ir siendo
mitigados y elaborados verbalizándolos y pudiendo compartirlos en el grupo. Debemos saber
que la partida de un compañero, tendrá algún tipo de efecto necesariamente en el grupo, por lo
que es importante estar atentos a las reacciones y manifestaciones de esta situación en los demás
miembros del grupo. Estas reacciones pueden surgir como sentimientos de rivalidad,
identificación, rivalidad, triunfo, etc. Vinogradov y Yalom encuentran que generalmente en estos
casos, hay una fuerte reacción del grupo que sigue cierto patrón de un alivio inicial y luego gran
ansiedad por sentimientos de abandono y rechazo.
Frente a un grupo donde la asistencia de sus miembros comienza a hacerse tan irregular, que
nunca se sabe cuántos serán ni quiénes vendrán, y después de trabajar esto en el grupo de la
manera habitual sin resultado, un terapeuta podría decidir por ejemplo una terminación
adelantada o medidas parecidas, mientras que otro puede llegar a la conclusión de que ese
grupo es así, que hay que aceptarlo, contar con esto y trabajar con los que asisten ... Y ambas
decisiones pueden ser acertadas. Así como, por ejemplo, frente a la reducción significativa del
número de participantes, un grupo cerrado podría convertirse en abierto o semi-abierto, o
continuar trabajando con ese número reducido, o considerar también la terminación del mismo.
En cualquier caso, lo importante es intentar tener claro las razones por las que estamos
inclinándonos en uno y otro sentido.
12.- ALTAS.-
Hay básicamente dos criterios para el alta: un criterio de alta individual, donde se va
considerando que, dentro del grupo, los pacientes, de acuerdo a sus posibilidades, vayan
terminando sus procesos individuales. Otra línea de trabajo, pone la mirada sobre el grupo en su
conjunto y la evolución que como tal ha ido logrando, y es en función a esto que se da de alta al
grupo en su conjunto.
En el caso del criterio de alta individual, que es quizá el más frecuente, el terapeuta deberá estar
atento -como en todo otro aspecto que concierne al proceso grupal, en realidad- a los efectos que
el alta de uno o más compañeros tienen sobre aquellos que permanecen en el grupo (y las
fantasías que pueden despertar en ellos su necesidad de permanecer en él por mayor tiempo).
(i) FUENTE:
- María Teresa Jiménez; Conferencia del II Curso Formativo: Entendimiento y Conducción de Grupos de
Psicoterapia Psicoanalítica. Asociación Peruana de Psicoterapia de Grupo. Lima Junio 2001.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS:
- VINOGRADOV, Sophia y YALOM, Irvin. Guía breve de psicoterapia de grupo. Ed. Paidós, Barcelona,
1996.
- TORRAS DE BEA, Eulalia. Grupos de hijos y de padres en psiquiatría infantil psicoanalítica. Ed. Paidós,
Barcelona, 1996.
- BLEGER, Laura y PASIK, Néstor. Psicoanálisis grupal. Cuándo, cómo, por qué. Ed. Tekné, 1997.
- ANZIEU, Didier. El grupo y el inconsciente. Lo imaginario grupal. Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 1993.
- ETCHEGOYEN, H. Los fundamentos de la técnica psicoanalítico. Amorrortu editores, Buenos Aires, 1986.
- GROTJAHN, Martín. El arte y la técnica de la Psicoterapia de Grupo. Ed. Paidós, Buenos Aires, 1979.