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Introducción a la LÓGICA

Irving M. Copi Universidad de Hawái

Carl Cohen Universidad de Michigan

2 los usos del lenguaje


De hecho, no es la menor de las tareas del lógico la de indicar las trampas que tiende el
lenguaje al pensador.

— GOTTLOB FREGE

...la trama y urdimbre de todo pensamiento y de toda investigación son los símbolos; y la vida
del pensamiento y de la ciencia es la vida indiferente a los símbolos; así, es equivocado decir
que un buen lenguaje es importante para pensar bien, ya que es la esencia misma del buen
pensamiento.

— CHARLES SANDERS PEIRCE

El uso cuidadoso y correcto del lenguaje es una ayuda poderosa para el pensamiento correcto,
poner en palabras con precisión lo que queremos decir requiere que nosotros mismos lo
aclaremos en nuestra mente.

— WILLIAM IAN BEARDMORE BEVERIDGE

2.1 Tres funciones básicas del lenguaje


El lenguaje es un instrumento tan sutil y complicado que, a menudo, perdemos de vista la
multiplicidad de sus usos. Pero hay un peligro real en nuestra tendencia a simplificar
demasiado. Quienes adoptan una visión demasiado estrecha de los usos legítimos del lenguaje
encuentran que las palabras constantemente son "des perdí- ciadas" —por ejemplo, en
formulismos sociales Así, la queja: "Siempre me pregunta cómo estoy. ¡Qué hipócrita! ¡A él no
le interesa en absoluto cómo estoy!" Comentarios como ese reflejan una escasa comprensión
de los fines con los que se usa el lenguaje. Esto también se puede ver en la deplorable
conducta de aquellas personas fastidiosas que, cuando se les pregunta cómo están, proceden
de hecho a describir su estado de salud. Pero las personas usualmente no conversan en las
fiestas para instruirse mutuamente. Por regla general, "¿Cómo estás?" es un saludo amistoso,
no la petición de un reporte médico.

El filósofo George Berkeley señalaba hace tiempo en su Tratado sobre los principios del
conocimiento ilumino que:

...la comunicación de ideas... no es el propósito fundamental y único del lenguaje, como


comúnmente se supone. Hay otros fines, como hacer surgir alguna pasión, impulsar o detener
la realización de una acción, poner la mente en una disposición particular; a estos propósitos
se subordina frecuentemente el de la comunicación de ideas y en ocasiones está por completo
ausente, cuando tales fines se pueden obtener sin apelar a él, lo cual pienso que no es
infrecuente en el uso familiar del lenguaje.

Los filósofos más recientes se han explayado en la variedad de usos que pueden darse al
lenguaje. En sus Investigaciones filosóficas, Ludwig Wittgenstein insistió correctamente en que
hay "incontables tipos diferentes de usos de lo que llamamos 'símbolos', 'palabras', 'oraciones'
". Entre los ejemplos que menciona están el de dar órdenes, describir la apariencia de un
objeto o dar sus medidas, describir un suceso, especular acerca de un suceso, elaborar y poner
a prueba hipótesis, presentar los resultados de un experimento en tablas y diagramas, contar
un chiste, hacer juegos de palabras, resolver un problema de aritmética práctica, traducir de
un lenguaje a otro, preguntar, agradecer, maldecir, felicitar y rezar. Algún orden ha de
imponerse en esa vertiginosa variedad de usos del lenguaje dividiéndolos en tres categorías
generales: la informativa, la expresiva y la directiva. Esta triple división es, de hecho, una
simplificación, quizás una sobre simplificación, pero muchos autores dedicados a la lógica y al
lenguaje la han encontrado muy útil. El primero de estos usos del lenguaje es comunicar
información. Ordinariamente, esto se logra mediante la formulación y afirmación (o negación)
de proposiciones. El lenguaje usado para afirmar o negar proposiciones, o para presentar
argumentos, se dice que sirve a la función informativa. Aquí usamos la palabra "información"
para incluir la desinformación o la mala información; proposiciones falsas lo mismo que
verdaderas, argumentos correctos e incorrectos. El discurso informativo se usa para describir
el mundo y para razonar acerca de él. No importa si los hechos que se alegan son importantes
o no, si son generales o particulares, en todo caso, el lenguaje se usa para describirlos o
reportarlos, esto es, se usa informativamente. Del mismo modo que la ciencia nos proporciona
los ejemplos más claros de discurso informativo, así, la poesía lírica nos muestra los mejo- res
ejemplos del lenguaje que sirve a una función expresiva.

Las siguientes líneas de Quevedo:

Es hielo abrasador, es fuego helado, es herida, que duele y no se siente, es un soñado bien, un
mal presente, es un breve descanso muy cansado.

desde luego no intentan informarnos de hechos o teorías concernientes al mundo. Aquí, el


poeta no está interesado en el conocimiento, sino en los sentimientos y actitudes. El pasaje no
ha sido escrito para describir información, sino para expresar ciertas emociones que el poeta
siente y para evocar sentimientos similares en el lector. El lenguaje sirve a la función expresiva
siempre que se usa para expresar o inducir sentimiento- tos o emociones. Aquí hemos estado
usando el término "expresar" en una forma un poco más limitada de lo usual. Es
perfectamente natural hablar de expresar un sentimiento, una emoción o una actitud. Pero
uno habla también, de manera habitual, de expresar una opinión, una creencia o una
convicción. Para evitar confundir las funciones informativa y expresiva del lenguaje,
hablaremos más bien de enunciar o declarar una opinión o una creencia, y reservaremos el
término "expresar" en este capítulo, para referirnos a la revelación o comunicación de
sentimientos, emociones y actitudes. No todo el lenguaje expresivo es poético. Expresamos
pesar diciendo "¡Qué barbaridad!" o "¡Lo siento!", y entusiasmo gritando "¡Ah!" o "¡Chispas!"
El amante expresa su delicada pasión murmurando "¡Querida!", o algunas palabras íntimas de
cariño. El poeta expresa emociones intensas y concentradas en un soneto o en alguna otra
forma poética. Un sentimiento fervoroso de reverencia y admiración ante la vastedad y
misterio del universo se puede expresar recitando el Padre Nuestro o el salmo treinta y tres de
David. Todos estos usos del lenguaje no intentan comunicar información, sino expresar
emociones, sentimientos o actitudes. El discurso expresivo como tal no es verdadero ni falso.
Aplicar sólo los criterios de verdad o falsedad, corrección o incorrección al discurso expresivo,
como un poema lírico, es confundir las cosas y perder mucho de su valor. Aquella persona que
no disfruta al escuchar el soneto Primera hojeada al Homero de Chapman, de Keats, cuando se
entera de que fue Balboa y no Cortés quien descubrió el Océano Pacífico no es buena lectora
de poesía. El propósito del poema no es enseriar historia. Por supuesto, algunos poemas
tienen un contenido informativo que puede constituir un ingrediente importante en su efecto
total. Algunos poemas, en palabras de un gran poeta, pueden ser una "crítica de la vida". Pero
tales poemas son más que meramente expresivos, tal como usamos aquí el término. Tal poesía
se puede decir que tiene un "uso mixto" o que sirve a una función múltiple. Esta noción se
tratará posteriormente en la siguiente sección. La expresión se puede analizar en dos
componentes. Cuando uno maldice en solitario, o escribe poemas que no quiere mostrar a
nadie, o reza en soledad, el lenguaje usado funciona para expresar los sentimientos del
hablante o del escritor, pero no intenta evocar una actitud similar en cualquier otra persona.
Por otra parte, cuando un orador trata de hacer que otros compartan su entusiasmo, cuando
un amante usa el lenguaje poético para cortejar, cuando la muchedumbre arenga a su equipo
favorito, el lenguaje utilizado no solamente expresa los sentimientos de sus hablantes, sino
que trata de evocar sentimientos similares en sus oyentes. Entonces, el discurso expresivo se
utiliza para expresar los sentimientos del hablante, o para tratar de evocar ciertos
sentimientos en los oyentes. Por supuesto, pueden suceder ambas cosas a la vez.

El lenguaje obedece a la función directiva cuando intenta ocasionar (o evitar) que se realicen
ciertas acciones. Los ejemplos más claros son las órdenes y las peticiones. Cuando un padre le
dice a su hijo que se lave las manos antes de comer, la intención no consiste en comunicar una
información o en expresar o evocar una emoción en particular. El lenguaje intenta, en este
caso, obtener resultados, ocasionar la acción del tipo previsto. Cuando el asistente a una obra
de teatro dice a la encargada de la taquilla "Dos, por favor", el lenguaje se usa de nuevo en
forma directiva para producir una acción. La diferencia entre órdenes y peticiones puede ser
sutil, porque casi cualquier orden puede convertirse en una petición si se usa el tono adecuado
de voz o seria la expresión "por favor". Una pregunta se puede clasificar también como un
discurso directivo cuando, como sucede ordinariamente, se pide respuesta a ella. En su forma
crudamente imperativa, el discurso directivo no es verdadero ni falso. Una orden como "Cierra
la ventana" no puede ser verdadera ni falsa en un sentido literal. Podemos estar en
desacuerdo acerca de si se debe obedecer o no una orden, pero nunca podremos discutir si
una orden es verdadera o falsa, porque esos términos simplemente no se aplican a ella. Sin
embargo, las órdenes y peticiones tienen otras características —razonabilidad o corrección,
irracionabilidad o incorrección— que en cierta forma son análogas a la verdad o falsedad del
discurso informativo. Vimos, en la sección 1.2, que se pueden dar razones para que se realice
una acción, y cuando la orden es acompañada de un enunciado de aquellas razones, se tiene
un argumento. Por ejemplo:

Maneje con precaución. Recuerde que los cementerios están Llenos de ciudadanos
respetuosos de la ley que tenían el derecho de paso.'

Al considerar un discurso de este tipo como un argumento, reconocemos la orden que


contiene como una proposición en la cual se dice que sus destinatarios deben o están
obligados a realizar determinada acción. Al explorar estos puntos, algunos escritores han
desarrollado una "lógica de las órdenes", pero su estudio va más allá de los alcances de este
libro.2

lAnn Landers, "You Could Be Dead ffight", columna de agencia, agosto 26, 1988. 2E1 lector
interesado puede consultar a Nicholas Rescher, The Logic of Commands, Routledge Kegan
Paul, Ltd., Londres, 1966, como introducción a este tema.

2.2 El discurso que sirve a varias funciones a la vez


Los ejemplos de discurso informativo, expresivo y directivo presentados en la sección anterior
son especímenes químicamente puros, por así decirlo. Esta triple división de los tipos de
comunicación es esclarecedora y valiosa, pero no se puede aplicar de manera mecánica,
porque casi cualquier comunicación ordinaria ejemplificará probablemente, en mayor o menor
medida, los tres usos del lenguaje. Así, un poema, que ante todo puede corresponder al
discurso expresivo, es posible que tenga una moraleja y, así, en efecto dirigir al lector o al
oyente hacia un determinado comportamiento. Wordsworth escribió:

El mundo es demasiado para nosotros: tarde o temprano, regalando y gastando, acabamos


con nuestros poderes; poco vemos en la naturaleza que sea nuestro.

Y, por supuesto, un poema puede contener también cierta dosis de información. Por otra
parte, aunque un sermón pueda ser ante todo directivo, ya que busca inducir ciertas acciones
entre los miembros de una congregación (sea para que abandonen su comportamiento
perverso o para que den dinero a la iglesia), puede expresar y evocar sentimientos, sirviendo
así a la función expresiva, y puede incluir también alguna información, tal como glosas de los
Evangelios. Y un tratado científico, que en esencia es informativo, puede expresar algo del
propio entusiasmo del escritor, y también, aunque sea en forma implícita, llevar al lector a
verificar por su parte la conclusión del autor. La mayoría de los usos ordinarios del lenguaje
son mixtos. Cuando el lenguaje sirve a funciones mixtas o múltiples, el hablante necesita
escapar a las posibles confusiones. Fuera del contexto de las relaciones formales y claras —
padre e hijo, empleador y empleado-- uno no puede emitir tan sólo una orden y sentarse a
esperar que sea obedecida; las órdenes torpes producen con frecuencia resentimiento o
conflicto y fracasan por sí mismas. Así, las órdenes deben ser en alguna medida indirectas. Por
regla general, para ocasionar la acción que deseamos, no utilizamos en forma llana un
imperativo, por lo común se necesita un método más sutil para producir el resultado deseado.
Con frecuencia, las acciones tienen causas muy complejas. La motivación es más bien campo
de estudio del psicólogo que del lógico, pero es de conocimiento común que las acciones
involucran en general lo que el actor desea y lo que cree. Las personas que tienen hambre y
desean comida no pondrán lo que tienen frente a ellos en su boca a menos de que crean que
es comida. Si no tienen duda de que es comida, no la probarán a menos de que quieran comer
algo. Los deseos son un tipo especial de lo que hemos llamado actitudes o sentimientos, y las
creencias comúnmente están influenciadas por la información recibida. Por lo tanto, en
ocasiones tenemos éxito en propi- ciar que otros Lleven a cabo determinadas acciones,
evocándoles las actitudes apropiadas y en ocasiones dándoles información que afecta sus
creencias pertinentes.

Supongamos que nuestro interés consiste en inducir a los oyentes a colaborar con alguna
organización filantrópica. Suponiendo que los oyen- tes sean de actitud caritativa, uno puede
estimularlos a la acción informándolos de las buenas obras que ha Llevado a cabo esa
organización, de los buenos resultados que su contribución ayudará a lograr. Nuestro lenguaje
es directivo, su propósito es ocasionar la acción. Pero una orden lisa y llana seguramente no
logrará, en este caso, el mismo éxito que la información sólida. Supongamos, por otra parte,
que los oyentes ya están de antemano persuadidos de que la organización en cuestión logra
bue- nos resultados. De nuevo, una simple petición para que colaboren estará destinada a
fracasar, pero uno puede tener éxito si propicia o canaliza lo bastante bien sus sentimientos o
emociones favorables. En este caso, uno logra sus fines recurriendo al discurso expresivo,

haciendo una "apelación a la acción". Así, una vez más, nuestro lenguaje tiene en forma
natural usos mixtos y funciona bien por igual en el ámbito expresivo y directivo. Supongamos,
por último, que uno está buscando una donación de personas que no tienen una actitud
caritativa ni creen que la organización filantrópica en cuestión sirva a un propósito benéfico.
Entonces, uno debe usar el lenguaje tanto expresivo como informativo, y el lenguaje usado,
que anima a la acción, servirá, al mismo tiempo, a las tres funciones, no de manera accidental
sino deliberada, y esencialmente como herramienta necesaria para la comunicación exitosa.
Otro uso mixto importante e interesante se llama, con frecuencia, ceremonial. En esta
categoría se incluyen muchos tipos diferentes de frases, que van desde las palabras triviales de
agradecimiento hasta el portentoso lenguaje de los documentos oficiales y los ritos venerables
que se realizan en los días santos en los lugares de culto. El discurso ceremonial siempre se
puede reconocer más como una mezcla de discurso expresivo y directivo, que como un tipo
independiente único. Por ejemplo, los agradecimientos ceremoniales en las reuniones sociales
expresan y evocan la buena voluntad y la sociabilidad. Para algunos hablantes, puede servir
también al propósito directivo de provocar que los oyentes actúen de determinadas formas,
como patrocinar el negocio del hablante, ofrecerle empleo o extenderle una invitación a
comer. En el otro extremo, el lenguaje impresionante de la ceremonia matrimonial intenta, a
la vez, resaltar la solemnidad de la ocasión (su función expresiva) y ocasionar que la novia y el
novio comiencen a actuar en sus nuevos papeles de esposos apreciando la seriedad que éstos
revisten (su función directiva). Con frecuencia, no se reconoce en forma explícita el lenguaje
ceremonial. Así, John Kenneth Galbraith en La sociedad opulenta escribe:

En alguna medida, la articulación de la sabiduría convencional es un rito religioso. Es un acto


de afirmación como leer en voz alta las Escrituras o ir a la iglesia. El ejecutivo que escucha
durante un almuerzo de negocios un discurso acerca de las virtudes de la libre empresa, ya
está convencido de antemano, lo mismo que sus compañeros; todos ellos están seguros de sus
convicciones. De hecho, el ejecutivo puede estar tentado a no prestar la poca atención que se
requiere para escuchar el discurso. Pero, de hecho, participa en el ritual. Se halla presente,
presta atención y aplaude, con lo cual, puede compartir el sentimiento de que el sistema
económico es un poco más seguro. Los eruditos que se reúnen en una asamblea, a menudo
oyen cosas que ya se habían dicho antes. No se trata de un rito prescindible, porque su
propósito no es comunicar conocimiento sino beatificar el aprendizaje mismo.

Hay aun otro uso del lenguaje, algo afín al ceremonial, que encaja de modo menos preciso en
nuestra triple división de las funciones del lenguaje. Cuando a uno le pide un amigo que lo vea
a determinada hora y en cierto lugar, y uno responde "Muy bien, allá nos vemos", esas
palabras hacen más que informar de la propia actitud o predecir nuestros actos; tienen la
función de establecer la promesa misma. De parecida manera, al fin de la ceremonia
matrimonial, cuando el ministro religioso o el juez dice "Los declaro marido y mujer", aunque
sus palabras sólo parecen describir lo que el hablante está haciendo, su emisión, en este
contexto, constituye el acto mismo que se está describiendo. Éstos son ejemplos de usos
realizativos del lenguaje. Una emisión realizativa es aquella en la cual, cuando se hace en las
circunstancias apropiadas, se realiza el acto mismo que parece describir o informar. Parece
existir una clase de "verbos realizativos" —verbos que denotan una acción que se realiza en
forma característica, en circunstancias apropiadas, usando el verbo en primera persona. Otros
ejemplos son: te felicito por...; me disculpo por...; sugiero que...; bautizo este barco...; acepto
su ofrecimiento de...; etcétera. El funcionamiento de los verbos realizativos no es una
amalgama de las tres funciones principales que hemos distinguido antes, pero se halla ligado
de diversas formas a las circunstancias en las que es emitido.3
'Las nociones de emisiones y verbos realizativos las introdujo por vez primera el finado
profesor John Austin de la Universidad de Oxford; véase su Cómo hacer cosas con palabras,
Oxford University Press, Londres, Oxford, 1962.

2.3 Las formas del discurso


Muchas veces se define una oración como la unidad del lenguaje que expresa un pensamiento
completo. En los libros de texto de gramática comúnmente se divide a las oraciones en cuatro
categorías, pero estas cuatro categorías gramaticales no coinciden con las de afirmaciones,
preguntas, órdenes y exclamaciones. Podemos estar tentados a identificar la forma con la
función y pensar que las oraciones declarativas y el discurso informativo coinciden entre sí, del
mismo modo que las oraciones exclamativas serían útiles sólo para el discurso expresivo. 0
podemos pensar que el discurso directivo consiste exclusivamente de oraciones imperativas (o
reconocer a las preguntas como peticiones de una respuesta o interrogativas. Si fuesen
posibles tales identificaciones simples, mucho se simplificaría el problema de la comunicación
porque entonces seríamos capaces de conocer la función pretendida de un determina- do
pasaje simplemente por su forma, la cual podemos saber por inspección directa. Pero quienes
identifican la forma con la función no son lectores sensibles, porque aquella identificación
conduce a menudo a malentender lo que se dice y a "equivocar el punto" de mucho de lo que
se dice. Es un error creer que todo lo que tiene la forma de una oración declarativa es un
discurso informativo que debe valorarse en caso de ser verdadero y rechazarse si fuese falso.
"Pasé un rato magnífico en la fiesta" es una oración declarativa, pero su función no es
informativa en absoluto, sino más bien ceremonial o expresiva, expresando un sentimiento de
aprecio y amistad. Muchos poemas y plegarias están en forma de oraciones declarativas, pese
al hecho de que sus funciones no son informativas. Considerarlas tan sólo como informativas y
evaluarlas como verdaderas o falsas, sería colocarnos fuera de la posibilidad de acceder a
valiosas experiencias estéticas y religiosas. Por su parte, muchas órdenes y requerimientos se
enuncian —tal vez en forma más amable — por medio de oraciones declarativas. La oración
declarativa "Me gustaría tomar un poco de café", no será interpretada por el mesero
simplemente como un informe acerca de hechos psicológicos del hablante, sino como un
requerimiento de efectuar una acción muy precisa. Si fuésemos a juzgar siempre la verdad o
falsedad de oraciones declarativas como "Apreciaría que me ayudara usted con esto" o
"Espero que pueda reunirse usted conmigo después de la clase en la biblioteca", y nos
limitásemos a registrarlas como información recibida, pronto nos quedaríamos sin amigos.
Estos ejemplos bastan para mostrar que la forma declarativa no es una indicación segura de la
función informativa. Las oraciones declarativas se prestan para formular cualquier clase de
discurso.

Lo mismo sucede con las otras formas de oraciones. La oración interrogativa "¿Se da usted
cuenta de que vamos con retraso?" no es necesariamente una petición de información, sino
más bien un reclamo para apresurarse. La oración interrogativa "¿No es verdad que Rusia y
Alemania firmaron un pacto en 1939, que condujo a la Segunda Guerra Mundial?" puede no
ser una pregunta en absoluto, sino una forma oblicua de comunicar información o un intento
de expresar y evocar un sentimiento de hostilidad contra Rusia, que funciona
informativamente en primer lugar y expresivamente en segundo lugar. Hasta un imperativo
gramatical, como sucede al principio de los documentos oficiales con la frase "Habitantes de...
sabed..." puede no ser una orden, sino un discurso informativo en el cual se afirma y un
discurso expresivo por el que este uso del lenguaje evoca los sentimientos apropiados de
solemnidad. Pese a su afinidad con lo expresivo, una oración exclamativa puede servir a una
función muy diferente. La exclamación "¡Dios mío, es tarde!", pue- de funcionar, dependiendo
del contexto, como una exhortación a apresurarse. Y la exclamación "¡Qué bello paisaje!"
emitida ante un cliente potencial puede servir más bien a la función directiva que expresiva.
Gran parte del discurso intenta servir a dos o posiblemente a las tres funciones del lenguaje al
mismo tiempo. En tales casos, cada aspecto o función de un pasaje dado está sujeto a sus
propios criterios. Un pasaje que tiene una función informativa puede tener ese aspecto
evaluado como verdadero o falso. El mismo pasaje que sirve a una función directiva puede
tener el aspecto en cuestión valuado como propio o impropio, correcto o equivocado. Y si hay
también una función expresiva en el pasaje, ese componente puede ser evaluado como
sincero o no sincero, como valioso o no. Para evaluar un determinado pasaje en forma
apropiada, se requiere conocimiento de la función o funciones del lenguaje a las que intenta
servir. La verdad y falsedad y las nociones relacionadas de corrección e incorrección de
argumentos son más importantes en el estudio de la lógica que las otras que se han
mencionado. Por tanto, como estudiantes de lógica, debemos ser capaces de distinguir el
discurso que funciona informativamente del que no funciona así. Y debemos ser capaces de
discriminar la función informativa en un pasaje determinado de otras funciones a las que
puede servir ese mismo pasaje. La estructura gramatical de un pasaje a menudo indica su
función, pero no hay una conexión necesaria entre la función y su forma gramatical. No hay
una relación estricta entre la función y su contenido — en el sentido de lo que puede parecer
afirmado por el pasaje. Esto se muestra claramente en un ejemplo del libro de Bloomfield, en
su capítulo sobre "significado":

Un niño malhumorado, a la hora de dormir, dice: Tengo hambre, y su madre, que conoce sus
caprichos, le responde metiéndolo en la cama. Éste es un ejemplo de lenguaje desplazado.

El discurso del niño es directivo aun cuando no tiene éxito en lograr la meta propuesta.
Cuando nos referimos a la función de un pasaje, generalmente queremos indicar la función
que pretende cumplir. La cual, por desgracia, no siempre es fácil de determinar. Cuando se cita
un pasaje aislado, frecuentemente es difícil preguntar qué función del lenguaje corresponde
de manera fundamental al pasaje. La razón de esta dificultad es que el contexto es
extremadamente útil para determinar la respuesta a esa pregunta. Lo que por sí mismo es
imperativo o llanamente informativo, puede en su contexto real funcionar expresivamente,
como parte de un todo mayor cuyo efecto poético se deriva de la ordenación de todas sus
partes. Por ejemplo, en forma aislada:

Ven a la ventana.

es un imperativo que sirve a una función directiva, y

El mar está en calma esta noche.

es una oración declarativa que sirve a una función informativa. Pero ambos forman parte del
poema Dover Beach de Matthew Arnold, y en ese contexto sirven a la función expresiva del
poema. También es importante distinguir entre la proposición que formula una oración y algún
hecho acerca del hablante para el cual la emisión de esa oración constituye una evidencia.
Cuando una persona dice "Está lloviendo", la proposición afirmada versa sobre el clima, no
sobre el hablante. Sin embargo, el hecho de hacer la aseveración es evidencia de que el
hablante cree que está lloviendo, lo cual es un hecho acerca del hablante. También puede
suceder que las personas hagan enunciados que versan de manera ostensible sobre sus
creencias y que no tienen la finalidad de dar información acerca de ellos mismos, sino son una
forma de decir algo más. Decir "Creo que el oro no debe ser usado como un patrón monetario"
por regla general no es un reporte psicológico o autobiográfico acerca de las creencias del
hablante, sino tan sólo una forma de aseverar o recomendar que el oro no debería ser usado
de esa manera. De parecida manera, cuando un hablante emite una orden, es razonable inferir
que quiere que se haga algo; de hecho, bajo ciertas circunstancias, afirmar que uno tiene un
deseo específico es, en efecto, dar una orden o hacer una petición. Una exclamación de alegría
pone en evidencia que el hablante está alegre, aun cuando no haga afirmación alguna acerca
de ello. Pero afirmar, como un reporte psicológico, que el hablante está alegre es afirmar una
proposición, algo muy diferente de exclamar algo alegremente. En la sección 1.4, se discutió el
problema de identificar argumentos. La diferencia entre un argumento y una explicación se
hizo notar, y se enfatizó que su diferencia depende de las intenciones del hablante o escritor.
Podemos observar ahora un poco más profundamente ese asunto.

Consideremos la siguiente carta al editor, publicada en el periódico The Honolulu Advertiser el


6 de marzo de 1984, p. A-9:

Me opongo a la idea de rezar en las escuelas públicas. En primer lugar, todos los padres tienen
amplias oportunidades de rezar en sus hogares, si lo desean hacer. También, son libres de
enviar a sus hijos a la escuela religiosa de su elección. Es cuestionable que pudiera elaborarse
una plegaria aceptable para todos los grupos religiosos de nuestra comunidad y, en cualquier
caso, no es una función propia del Estado elaborar plegarias para uso obligatorio de sus
ciudadanos. Sería igualmente inapropiado Si las escuelas dominicales intentaran enseñar la
lectura, escritura y aritmética. Las escuelas públicas y las escuelas religiosas fueron disertadas
con un propósito específico en mente y cada una de ellas debería confinarse a su propia área.
Nuestra Constitución sabiamente ha declarado que no debe haber conexión entre Iglesia y
Estado. A fin de garantizar la libertad de cada persona, dejemos las cosas así.

La carta comienza con el enunciado "Me opongo a la idea de rezar en las escuelas públicas".
Pero esto no es un simple reporte autobiográfico de aquello que el escritor apoya o contra lo
que se opone, como sería el caso si hubiera sido entrevistado como una figura pública cuyos
gustos y antipatías son materia de interés popular, o como si su perfil psicológico fuese un
tema a investigar por un científico social. Si esto fuera así, el resto de la carta se dedicaría a
explicar la oposición del escritor a rezar en las escuelas. En lugar de ello, el enunciado inicial es
la forma del escritor de decir que es una mala idea rezar en nuestras escuelas públicas. Podría
decirse lo mismo de los diversos juicios que siguen a la primera oración, como "no es una
función propia del Estado..."; "igualmente inapropiado sería..."; "cada una de las escuelas
debería confinarse a su propia área" y la exhortación final "dejemos las cosas así". La carta no
es una explicación de la oposición del escritor a rezar en las escuelas. Es un argumento que
trata de persuadir a sus lectores de que rezar en las escuelas es algo inconveniente. Su
intención no es explicar sus propios sentimientos, sino persuadir a otros para que los
compartan. Esto no implica acusar al escritor de cualquier tipo de engaño o subterfugio. Su
lenguaje es por completo apropiado. La primera oración de su carta es un método
perfectamente legítimo para anunciar la conclusión del extenso argumento que contiene su
carta. En los subsecuentes capítulos, desarrollaremos ciertas técnicas lógicas que se pueden
aplicar mecánicamente para probar la validez de un argumento, pero no hay una técnica
mecánica para reconocer la presencia de un argumento. No hay un método mecánico para
distinguir el lenguaje informativo y argumentativo del lenguaje que sirve a otras funciones.
Esto requiere de cuidado y demanda de una sensibilidad para la flexibilidad del lenguaje y la
multiplicidad de sus usos.

EJERCICIOS
I. ¿A qué funciones del lenguaje es más probable que pretenda servir cada uno de los
siguientes pasajes? * 1. El honorable caballero me ha acusado del atroz crimen de ser joven,
como si fuera una falta a la decencia. No intentaré paliarlo o negarlo, pero me conformo yo
mismo con desear ser uno de esos locos que pretenden ser jóvenes y no uno de aquellos que
son ignorantes a pesar de sus arios. — WILLIAM PITT, discurso en la Cámara de los Comunes
Los jueces no saben cómo rehabilitar criminales —porque nadie lo sabe. — ANDREW VON
HIRSCH, Haciendo justicia: la elección del castigo Cuando comienza la labranza, le siguen otras
artes. Los granjeros, por lo tanto, son los fundadores de la civilización humana.

— DANIEL WEBSTER, "Sobre la agricultura" 4. Lo único necesario para el triunfo del rnal es que
los hombres de buena voluntad no hagan nada.

— EDMUND BURKE, carta a William Smith * 5. Ellos no tienen abogados, porque los consideran
como un género de personas cuya profesión consiste en confundir las cosas.

— SIR THOMAS MOORE, Utopía El placer es un fin real y legítimo, pero si cualquiera dice que
es la única cosa en la que los hombres están interesados, incita a la vieja y legítima réplica de
que muchos de los placeres de que ahora disfrutamos serían imposibles si los hombres no
hubiesen deseado otras cosas. Si los hombres han hallado placer en la caza de la zorra, es
solamente porque pudieron olvidar la caza del placer y dedicarse a la caza de la zorra.

— BRAND BLANSHARD, La naturaleza del pensamiento Los malos trabajadores, que forman la
mayoría de los operarios en muchas ramas de la industria, son decididamente de la opinión de
que los malos trabajadores deben recibir los mismos salarios que los buenos. — JOHN STUART
MILL, Sobre la libertad 8. La guerra es la mayor plaga que puede afligir a la humanidad;
destruye la religión. Destruye los estados, destruye las familias. Cualquier flagelo es preferible
a ella. — MARTÍN LUTERO, Table Talk

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