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Guía para terapeutas y consejeros familiares

1.Discapacidades físicas y sensoriales. Alberto Espina / Asunción Ortego

2.Vocabulario básico de orientación y terapia familiar. José A.Ríos (coord.)

3.Familia, evaluación e intervención. Silvia López / Valentín Escudero

4.La transmisión de modelos familiares. Adriana Wagner (coord.)

5.La adopción: situación y desafíos de futuro. Jesús García Alba (coord.)

6.Los ciclos vitales de la familia y la pareja. José A.Ríos

7.Psicoterapia de parejas. Pedro Jaen / Miguel Garrido

8.Terapia familiar breve. José L.Rodríguez-Arias / María Venero

9.La pareja: modelos de relación y estilos de terapia. José A.Ríos

10.Un modelo de intervención sistémica en la escuela. Ma del Pilar Berzosa

11.Instrumentos de evaluación familiar manual. Equipo EIF

12.Intervención psicoeducativa con familias. Félix Loizaga (coord.)

13.La relación familia-escuela. Silvia López

14.Manual de evaluación familiar y de pareja. Alberto Espina

Alberto Espina
Guía para terapeutas y consejeros familiares
Introducción

Capítulo 1

EL ECOSISTEMA

1. El contexto ecológico

2. Individuo

Bibliografía

Capítulo 2

EL MODELO SISTÉMICO

1. Teoría de la Comunicación Humana

2. Teoría General de los Sistemas

3. Teoría de los Grupos

4. Teoría de los Tipos Lógicos

5. La evolución del modelo sistémico. De la primera cibernética al


construccionismo social

6. La segunda cibernética

7. El construccionismo social

Bibliografía

Capítulo 3
TEORÍAS SOBRE EL DESARROLLO Y LA FAMILIA SURGIDAS
DESDE EL PSICOANÁLISIS Y LA ETOLOGÍA QUE HAN INFLUIDO
EN LA TERAPIA FAMILIAR SISTÉMICA

1. Las relaciones primitivas desde el modelo psicoanalítico

2. Las fases del desarrollo psicológico según Mahler

3. Teoría del apego

4. Pautas parentales de crianza

5. La transmisión generacional en las familias

Bibliografía

Capítulo 4

LAS EMOCIONES

1. Alexitimia

2. Empatía

3. Emoción expresada (EE)

4. El terapeuta y las emociones

Bibliografía

Capítulo 5

LA PAREJA

1. Sobre la elección de pareja

2. El amor
3. El enamoramiento

4. Tipos de amor

S.La sexualidad en la pareja

Bibliografía

Capítulo 6

ESTRÉS Y APOYO SOCIAL

Bibliografía

Capítulo 7

EL DUELO

1. Manifestaciones del duelo normal

2. Duelo y familia

Bibliografía

Capítulo 8

TRASTORNOS DE LA PERSONALIDAD Y PSICOPATOLÓGICOS

1. Personalidad y trastornos de personalidad

2. Psicopatología

Bibliografía

Capítulo 9

EL GENOGRAMA
1. Formato del genograma

2. Tipos de genogramas

3. Pautas que observar en el genograma

Bibliografía

Capítulo 10

LA ESCULTURA COMO TÉCNICA DIAGNÓSTICA

1. Tipos de escultura

2. Técnicas psicodramáticas utilizadas en el proceso de la escultura

3. Análisis de la escultura

Bibliografía

Capítulo 11

GUÍA PARA LA EVALUACIÓN FAMILIAR

1. Evaluacion de la demanda

2. Analisis de las primeras entrevistas con la pareja o familia

3. Evaluacion de la familia o pareja

4. Planificacion terapéutica

S.Intervenciones del terapeuta

6. Evaluacion de los resultados

7. Desarrollo de la guía de evaluación familiar


8. Análisis de las primeras entrevistas con la pareja o familia

9. Evaluación de la familia o pareja

Bibliografía

Capítulo 12

ESCALAS DIAGNÓSTICAS

1. Escalas de evaluación clínica para el modelo circunflejo de los sistemas


maritales y familiares (CRS)

2. Escala de evaluación del ajuste didáctico

3. Valoración de las pautas parentales de crianza

4. Valoración de la alexitimia

5. Valoración de sintomatología psiquiátrica

6. Evaluaciónde la autoestima

7. Escala para evaluar el cambio

8. Técnicas usadas en terapia familiar y de pareja

Bibliografía
Este manual es fruto del desarrollo que he ido haciendo desde que comencé a
formar terapeutas de familia y pareja, allá por 1985. En su inicio eran unos
apuntes que pretendían facilitar la enseñanza, ofreciendo esquemas para
poder evaluar a las familias y parejas. Posteriormente, en 1993, lo amplié
como material del Máster de Terapia Familiar y de Pareja de la Universidad
del País Vasco que dirigí hasta venir a vivir a Málaga en 2003.

A lo largo de todos estos años he ido añadiendo y quitando cosas con


vistas a ofrecer a los alumnos una guía que permita tener en cuenta y evaluar
los diferentes aspectos del ecosistema que considero importantes para ayudar
a las familias y parejas que nos consultan. He incluido al individuo, pues las
familias están constituidas por personas con su propia idiosincrasia, al igual
que a otros contextos que conforman el ecosistema.

He incluido temas sobre la familia que he ido trabajando en


investigaciones y artículos teóricos, intentado sintetizar en un libro lo que me
parece, hoy en día, que se debe tener en cuenta y conocer para hacer terapia
familiar y de pareja desde una perspectiva integradora (ecosistémica), para
poder hacer una terapia cortada a la medida de la familia/pareja, lejos de los
re duccionismos que a veces marcan las escuelas en su lucha por ser la única
y mejor.

No he hecho referencia a instrumentos de medida que se muestran en dos


excelentes libros de esta colección y a los que remito al lector:

-Equipo EIF (2008). Manual de instrumentos de evaluación familiar.


Madrid. Editorial CCS.

-López, S. y Escudero, S. (2003). Familia, evaluación e intervención.


Madrid. Editorial CCS.

Así mismo, remito al lector a otro libro de esta colección que ofrece un
diccionario actualizado de términos utilizados en la terapia familiar y es de
gran ayuda para no perderse entre tanta terminología:

-Ríos, J. A. (2003). Vocabulario básico de orientación y terapia familiar.


Madrid. Editorial CCS.

También puede ser de gran utilidad para complementar este manual, otro
libro de este último autor:

-Ríos, J. A. (1992). Manual de orientación y terapia familiar. Madrid.


Instituto de Ciencias del Hombre.

A diferencia de los libros de la colección, he ubicado la bibliografía


después de cada capítulo para facilitar su acceso en cada tema particular.

Seguro que me he dejado muchas cosas y que he puesto otras que pueden
parecer innecesarias, pero lo escribo hoy. Mañana quizá mi visión cambie y
vea desde otras perspectivas, pero en este manual recojo lo que me ha servido
para ayudar a alumnos y familias, a unos a aprender y a otros a mejorar su
vida.

Espero que te sirva de ayuda para poder ayudar mejor.

Alberto Espina

Centro de Psicoterapia y Estudio de la Familia de Málaga


www.centrodepsicoterapia.es
En este capítulo vamos a describir brevemente conceptos y teorías referidos a
la familia y al ecosistema que creemos necesarios para una adecuada
evaluación.

1. EL CONTEXTO ECOLÓGICO

El contexto ecológico es el medio en el que se juegan las relaciones y está


formado por diferentes sistemas abiertos. Los sistemas abiertos son aquellos
que intercambian información con su medio, el cual constituye su universo.
Los miembros que lo integran pueden formar parte del medio de otro sistema.
El ambiente ecológico está compuesto por (Bronfembrenner, 1979):

•Microsistema. La interacción es directa e incluye patrones de


actividades, roles y relaciones interpersonales. Por ejemplo, la
guardería para el niño.

•Mesosistema. Sistema de microsistemas, que incluye las interrelaciones


de dos o más entornos en los que la persona participa activamente.
Aquí se ubicaría la familia.

•Exosistema. Sistemas que influyen en el entorno en el que vive una


persona pero en el que no participa activamente. Un ejemplo sería el
trabajo de uno de los padres.

•Macrosistema. Cultura, subcultura, sistema de creencias e ideología que


da coherencia a un sistema de menor orden.

Los problemas y relaciones deben ser «leídos» en su contexto personal y


social; para ello, el estudio del ecosistema en el cual surgen y se desarrollan
es de capital importancia para hacer una evaluación que permita diseñar una
intervención «cortada a la medida». En la figura 1 se pueden ver los sistemas
que componen el ecosistema mediados por el factor tiempo.
FIGURA 1

EL CONTEXTO ECOLÓGICO

La evaluación de un sistema incluye todos estos niveles, concretados en el


individuo, la familia nuclear, la familia extensa, el contexto comunitario, la
subcultura y la cultura. En la intervención terapéutica se crea un sistema
temporal, el sistema terapéutico, que brinda apoyo afectivo e instrumental, ya
sea éste un acompañamiento más o menos largo en el tiempo o una
intervención en un momento de crisis.

Para cada sistema existen técnicas de evaluación pertenecientes a


diferentes modelos teóricos y disciplinas. En la evaluación se debe localizar
el sistema-clave disfuncional y los sistemas disfuncionales secundarios,
observar si existen sistemas que inciden negativamente en el sistema-clave, el
momento evolutivo, los factores estresantes y la red social de apoyo, todo lo
cual permite el abordaje de los sistemas implicados, estableciendo un orden
de prioridades y una estrategia de intervención.

A lo largo de este manual vamos a ir describiendo los diferentes sistemas


y las implicaciones que tiene su estudio para la evaluación y planificación de
la intervención. Ahora vamos a referirnos brevemente al contexto ecológico y
a los diferentes niveles que hay que tener en cuenta al evaluar a un individuo.

En el individuo, Slaikeu (1984), propone diferentes áreas para evaluar:


Conductual, Afectiva, Somática, Interpersonal y Cognitiva, todo lo cual
constituye el perfil CASIC de la personalidad. El estudio de estas áreas
permite realizar una evaluación global de la persona, que sirva de referencia
para diseñar una intervención específica en la que no dejemos de lado algún
elemento sobre el cual intervenir y en el que apoyarnos.

El individuo está inmerso en un contexto amplio en el que los diferentes


sistemas que lo componen influyen y son influidos por él, de manera que en
la evaluación exploraremos en detalle el ecosistema y las relaciones entre los
diferentes sistemas. La familia nuclear y la extensa. Desde el modelo
sistémico, la familia es conceptualizada como un sistema interaccional
insertado en un contexto interdependiente. La familia posee una estructura
organizativa compuesta por subsistemas, entre los que existen unos límites
más o menos claros y una jerarquía que rige la vida familiar y el reparto de
roles y funciones. Dentro de esa estructura tienen lugar una serie de procesos,
regidos por diferentes estilos comunicacionales, asociados a la vida
emocional e instrumental de la familia y que determinan el grado de rigidez o
flexibilidad del sistema.

Dentro del contexto comunitario, el sistema socioprofesional y escolar


pueden ser el sistema-clave disfuncional y directa o indirectamente debemos
intervenir en ellos, otras veces pueden ser fuentes de apoyo o estrés. Por
ejemplo, un cambio de trabajo, escalafón, colegio, conflictos institucionales,
etc. El sistema jurídico está implicado en casos de divorcio, adopción,
criminalidad..., y la definición de la posición del terapeuta con sus objetivos
debe ser prioritaria para evitar disparidad de criterios que atasquen la
resolución del problema. Los seguros públicos o privados también pueden
formar parte del contexto terapéutico; por ejemplo, cuando el paciente está
obteniendo una baja o pensión de invalidez por el trastorno y las ventajas que
ello suponen se convierten en un freno a la resolución del mismo. Las
instituciones asistenciales pueden ser un punto de apoyo o generar más estrés.
El derivante es posible que favorezca el cambio o, por el contrario, tal vez
jugar un rol homeostático al estar atrapado en el juego familiar (Selvini,
1986). Las instituciones hospitalarias o ambulatorias pueden colaborar en el
tratamiento o producirse rivalidades que dificulten el cambio. Carl y Jurkovic
(1983) hablan del «triángulo entre agencias» para referirse a situaciones
triangulares que implican a una familia y a dos sistemas de servicios; este
conflicto entre agencias surge después de que haya aparecido un conflicto
entre una agencia y su cliente, de manera que la otra agencia sirve para diluir
el estrés. En estos casos es frecuente que los terapeutas atribuyan las
dificultades a la familia en lugar de abordar el problema entre las agencias
implicadas.

Respecto a la subcultura (clase social, religión, raza) y la cultura (medio,


país), destacar que el terapeuta estará atento a los valores del sistema en el
que interviene para respetarlos y acomodarse a ellos, evitando que sus
propios valores distorsionen la percepción del contexto en el cual interviene.

Vamos a ir viendo cada sistema para describir aspectos que deben ser
tenidos en cuenta a la hora de realizar una evaluación que permita una
intervención adecuada.

2. INDIVIDUO

La personalidad CASIC (Slaikeu, 1984) permite tener en cuenta los


diferentes niveles de la persona y es de gran utilidad para una evaluación
ecosistémica.

•(C) Subsistema conductual. Se refiere a las actividades manifiestas. Se


evalúan los excesos y deficiencias, capacidad o incapacidad en
particular; se analizan los antecedentes y las consecuencias de las
conductas clave.

•(A) Subsistema afectivo. Se refiere a los sentimientos hacia cualquier


aspecto de la vida en general o respecto de un suceso traumático. Se
evalúan la congruencia social, si se expresan o no y si son apropiados a
las circunstancias.

•(S) Subsistema somático. Se refiere a todas las sensaciones corporales.


Se evalúan las correlaciones entre la angustia psicológica y/o
problemas físicos y los problemas que un estado de crisis ha agravado.

•(1) Subsistema interpersonal. Se refiere a la cantidad y calidad de


relaciones sociales. Se evalúan la resolución del conflicto, el modo de
relación interpersonal o el papel asumido con las diversas personas.

•(C) Subsistema cognitivo. Se refiere a los procesos mentales. Se evalúan


metas vitales, pensamientos recurrentes, racionalización,
sobregeneralización, pensamiento irracional o pensamiento psicótico.

TABLA 1

NIVELES DE LA PERSONALIDAD CASIC


•Conducta. Se exploran los hábitos de vida: alimentación, sueño, vida
sexual, ejercicio, trabajo... Las formas de afrontamiento del estrés, uso
de substancias, el manejo de la agresividad, auto y heteroagresividad,
ocio y tiempo libre. El modelo conductual, con las teorías del
condicionamiento clásico, operante y el aprendizaje social, aporta una
guía útil para evaluar observacionalmente la conducta, mientas que los
modelos psicoanalítico y fenomenológico-existencial se adentran en las
motivaciones conscientes e inconscientes que generan las conductas.

•Afecto. Las emociones condicionan en gran medida las relaciones, el


bienestar y la salud. Detectar los estados emocionales será tarea del
terapeuta. Las emociones le ofrecerán las claves de las relaciones, y su
adecuado manejo le permitirá realizar una buena acomodación
empática que ayudará a construir el sistema terapéutico.

En primer lugar, detectar las seis emociones básicas: alegría, tristeza,


ira, miedo, asco y sorpresa, para adentrase en la complejidad de los
estados emocionales y sentimientos. Es importante ver qué emociones
se muestran y cuáles se ocultan, muchas veces, detrás de otra emoción,
por ejemplo, la ira que oculta el miedo o la tristeza. La adecuación o no
de las emociones al contexto relacional y las incongruencias entre los
lenguajes digital y analógico serán objeto de especial atención. El
modelo psicoanalítico y la corriente fenomenológica-existencial se han
adentrado en el mundo emocional desmarañando la complejidad de las
vivencias y relaciones emocionales. (Ver apartado sobre las
emociones.)

•Soma (cuerpo). A la hora de valorar el estado somático deberemos


conocer las enfermedades somáticas que padezcan los sujetos que nos
demandan ayuda y su familia. Es muy frecuente que la familia padezca
algún grado de estrés, lo cual puede descompensar enfermedades
previas, por ejemplo, hipertensión arterial. El terapeuta debe interesarse
por la salud física de la fami lia, pues de esa forma recoge una
información valiosa que puede o no estar asociada al problema y,
además, realiza una buena acomodación interesándose por ellos. La
derivación al médico se impone en muchos casos. No está de más que
el terapeuta recabe información sobre las enfermedades que pueda
padecer algún miembro de la familia para ver qué consecuencias puede
producir el estrés en ellas y cuáles son los hábitos de vida saludables.
En los trastornos de la conducta alimentaria es de obligado
cumplimiento.

Es importante conocer cuáles son los mecanismos de adaptación del


organismo ante situaciones estresantes, para entender consecuencias
somáticas y para explicar a la familia los fenómenos que están
ocurriendo en ellos, lo cual resulta tranquilizador. (Ver apartado sobre
estrés y apoyo social.)

•Relaciones interpersonales. Las relaciones familiares, con amigos,


vecinos, compañeros de trabajo..., nos hablarán de fuentes de apoyo y
estrés. Los estilos de afrontamiento y los modos relacionales, influidos
por el contexto y los tipos de personalidad, construidos en las
relaciones tempranas, serán objeto de estudio en este apartado. Para
evaluar el contexto relacional seguiremos los modelos teóricos
aplicados a los mismos: familia, pareja, instituciones... Nos referiremos
a las relaciones interpersonales más adelante.

•Cognición. El sistema de creencias, filosofía de la vida, valores y mitos,


heredados de las relaciones familiares, fantasías y sueños actuales,
imágenes mentales del pasado o futuro, autoimagen, propósitos de la
vida y razones de su validez, distorsiones cognitivas, creencias
irracionales, actitud general hacia la vida...

El sistema familiar de creencias, valores y mitos ha sido desarrollado a


través de generaciones y ha ido construyendo su historia dentro del medio
cultural en el que está insertado. Esta historia incluye la percepción que tiene
la familia de la realidad interna y externa e influirá en su adaptabilidad al
medio.

Pattison (1973, 1977) plantea la siguiente tabla para delimitar las


diferentes zonas del ecosistema y los tipos de intervención adecuados para
cada una.

TABLA 2
ZONAS PSICOSOCIALES

Bibliografía
Bronfembrenner, V. (1979). La ecología del desarrollo humano. Buenos
Aires. Paidós.

Carl, D. y Jurkovic, G. J. (1983). «Triángulo entre agencias: problemas en las


relaciones agencia-familia». Family Process, 22, 441-451.

Pattison, A. (1973). «Social systems pychotherapy». American Journal of


Psychotherapy, 27, 296-309.

-(1977). «Clinical social systems interventions». Psychiatry, 38, (4), 25-32.

Selvini, M. (1986). «Verso un modelo generale dei giochi psicotici nella


familia». Terapia familiare, 21, 5-21.

Slaikeu, K. A. (1984). Intervención en crisis. México. El Manual Moderno.


Sin pretender describir en profundidad cada teoría, pues no es el objeto de
este manual, vamos a revisar brevemente las diferentes teorías que han
influido en el desarrollo del modelo sistémico. Este modelo surge a partir de
la Teoría General de los Sistemas y la Pragmática de la Comunicación
Humana, pero se le van sumando teorías, hasta resultar difícil saber cuál es la
base teórica del modelo o cuántos submodelos se engloban en el modelo
sistémico (ver tabla 3).

TABLA 3

TEORÍAS INCLUIDAS EN EL MODELO SISTÉMICO

1. TEORÍA DE LA COMUNICACIÓN HUMANA

Watzlawick, Beavin y Jackson publicaron en 1967 el libro Pragmática de la


comunicación humana, el cual supuso un cambio radical en la forma de ver
los problemas humanos. Uno de los conceptos fundamentales de este trabajo
es la descripción sobre la comunicación humana recogida en los Axiomas
exploratorios. Watzlawick et al. (1967) señalan que algunas propiedades de la
comunicación encierran consecuencias interpersonales básicas:

1. La imposibilidad de no comunicar

«No es posible no comunicarse.»

Afirman que toda conducta es comunicación, la cual es, en definitiva, un


conjunto de modos de conducta (verbal, tonal...) entendido como un sistema
de elementos comunicativos. No existe no-conducta, por tanto, no existe no-
comunicación (las palabras, los silencios... tienen el valor de mensajes y estos
influyen sobre los demás). El problema de la intencionalidad o no de la
comunicación no tiene que ver con la existencia o no de ésta. Una
consecuencia clínica de este axioma es que el síntoma es conducta, luego
comunica algo, es un mensaje en un contexto relacional.

Beavin (1993) sugiere corregirla secuencia lógica del axioma. Respecto a


«toda conducta en una situación interaccional es comunicación», propone «en
una situación interaccional, toda conducta es comunicación». En cuanto a
«uno no puede no comunicar» dice que en tal situación «alguna conducta es
comunicación». Señala que este axioma fue aplicado a «decir nada diciendo
algo», cuando no se puede hablar claramente, y propone cambiar el término
«descalificación» por el de «equivocación».

2. Comunicación digital y analógica

«Los seres humanos se comunican tanto digital como analógicamente.


El lenguaje digital cuenta con una sintaxis lógica sumamente compleja
y poderosa, pero carece de una semántica adecuada en el campo de la
relación; mientras que el lenguaje analógico posee la semántica, pero
no la sintaxis adecuada para la definición inequívoca de la naturaleza
de las relaciones» (Watzlawick et al., 1967).

La comunicación digital está caracterizada como binaria, palabra, aspecto de


contenido, lógica, compleja y versátil. La comunicación analógica utiliza
magnitudes positivas discretas, análogas a los datos, con semejanzas
autoexplicativas (ideograma, gesto, no-verbal...); es más simple, arcaica y
menos versátil. Está asociada al nivel connativo: postura, gesto, expresión
facial, inflexión de la voz, la secuencia, el ritmo, la cadencia de las palabras
mismas, el contexto.

Beavin (1993) cuestiona la afirmación de que es imposible negar


analógicamente y la división de la comunicación en: a) comunicación verbal
= codificación digital = información de contenido y b) comunicación no
verbal = codificación analógica = información relacional, la cual implicaba la
existencia de canales separados verbales y no verbales.

3. Los niveles de contenido y relaciones de la comunicación

«Toda comunicación tiene un aspecto de contenido y un aspecto


relacional tales que el segundo clasifica al primero y es, por ende, una
metacomunicación» (Watzlawick et al., 1967).

Toda comunicación implica un compromiso y define una relación, transmite


información e impone conductas. En la comunicación existen dos niveles: a)
Referencial-informativo (contenido) y b) connativo (relación).

El análisis de las conexiones entre ambos aspectos ha sido referido en la


teoría cibernética como: información (datos) e información sobre la
información (cómo utilizar los datos). En la Teoría sobre la Comunicación
Humana, estas co nexiones se traducen en que el aspecto referencia)
transmite datos y el conativo cómo deben entenderse. Este último aspecto es,
por tanto, una metacomunicación.

La metacomunicación adecuada es indispensable para la percepción del


self y del otro.
4. La puntuación de la secuencia de los hechos

«La naturaleza de una relación depende de la puntuación de las


secuencias de comunicación entre los comunicantes» (Watzlawick et
al., 1967).

Los intercambios - interacciones entre comunicantes - constituyen una cadena


de vínculos triádicos superpuestos, cada uno de los cuales es comparable a la
secuencia estímulo-respuestarefuerzo. La puntuación de la comunicación
(secuencia comunicacional) organiza los hechos de la conducta; compartimos
muchas convenciones de puntuación que sirven para reconocer secuencias de
interacciones comunes e importantes. La falta de acuerdo en la manera de
puntuar es causa de conflicto en las relaciones. Por otro lado, la naturaleza de
éstas depende de la puntuación de las secuencias de comunicación entre los
comunicantes. La puntuación de la secuencia de los hechos sigue una lógica
lineal (causa-efecto), por ejemplo, «estoy callado porque el otro no calla»: mi
conducta sería consecuencia de la del otro, el cual puede argumentar lo
contrario. Esto lleva a una atribución de responsabilidad y culpa («el otro
tiene la culpa de que yo actúe así»). Frente a esta visión se ubica la causalidad
circular, según la cual cada uno influye en y es influido por el otro.

5. Interacción simétrica y complementaria

«Todos los intercambios interaccionales son simétricos o


complementarios según se basen en la igualdad o en la diferencia»
(Watzlawick et al., 1967).

En la interacción simétrica los participantes tienden a igualar su conducta


recíproca independientemente de si el área es la bondad o la maldad, la fuerza
o la debilidad. En la inte racción complementaria, la conducta de uno de los
participantes complementa la del otro, constituyéndose un tipo distinto de
gestalt. En la relación complementaria uno de los participantes ocupa la
posición superior o primaria y el otro la posición inferior o secundaria.

La simetría o desconfirmación están asociadas a la definición del self del


otro. Si ambos se aceptan como interlocutores y se está de acuerdo con lo que
comunican, se trata de simetría basada en la confirmación. Si se aceptan
como interlocutores pero rechazan la propuesta del otro, sería una simetría
basada en el rechazo, que puede llevar a una escalada simétrica en la que
cada uno intenta imponerse al otro. Si uno no valora al otro como interlocutor
nos encontramos con una relación complementaria en la que el de la posición
superior desconfirma al que ocupa la posición inferior. Generalmente, el
miembro sintomático ocupa la posición inferior y puede ser definido como
tonto, loco o inútil.

Características del doble vinculo

•Contexto: relación intensa que posee gran valor para la supervivencia


física o psíquica. (Situaciones: familia, enfermedad, dependencia
económica, cautiverio, amistad, amor, lealtad ideológica, tradición,
influencia de las normas sociales, relación terapéutica.)

•Mensaje: afirma algo - afirma algo sobre su propia afirmación - ambas


afirmaciones son mutuamente excluyentes:

-Instrucción o mensaje primario en el que hay una amenaza de castigo


si no se cumple una orden.

-Instrucción secundaria que contradice a la primera en un nivel más


abstracto; también lleva amenaza de castigo. Suele ser no verbal
pero también puede ser verbal (por ejemplo, negando la instrucción
primaria).

-Instrucción terciaria que impide a la víctima escapar del campo, bien


con amenazas o con promesas de amor.

•Respuesta: imposibilidad de evadirse del marco establecido por el


mensaje: metacomunicando o retrayéndose. Si se percibe correctamente
el doble vínculo, se genera la culpa o el castigo.

•Patogenicidad: si es duradero y crónico. El doble vínculo impone una


conducta paradójica que perpetúa el patrón de comunicación
doblevinculante.

Aunque estos conceptos prendieron rápidamente en los terapeutas de


familia, Beavin (1993) afirmó que lo que más le preocupaba de la publicación
de 1967 (Watzlawick, Beavin y Jackson) no era la imprecisión y exceso de
generalización de los planteamientos propuestos en esta obra, sino la
expansión especulativa de estos conceptos y la ausencia de investigación
experimental sobre los principios y fenómenos de la comunicación. Nos
encontramos una vez más con el choque entre el entusiasmo de los clínicos
por una teoría y la ausencia de investigación experimental.

Básicamente, en la comunicación debemos tener en cuenta cuatro


elementos:

-Emisor, la persona que está emitiendo, comunicando algo.

-Receptor, la persona que recibe el mensaje.

-Mensaje, qué transmitimos y cómo se emite.

-Contexto, en el que tiene lugar la comunicación.

2. TEORÍA GENERAL DE LOS SISTEMAS

Los trabajos de Von Bertalanffy (1968, 1978, 1979, 1980) y de Ashby (1956)
sobre los sistemas fueron aplicados al estudio de la familia viéndola como un
sistema abierto, es decir, que intercambia información con el medio. La teoría
sistémica permite comprender la naturaleza de los sistemas interaccionales: el
isomorfismo entre los sistemas físicos, organismos y sociedades, sin que ello
signifique que son lo mismo.

Von Bertalanffy (1968) definió los sistemas como «creaciones que


constan de elementos entrelazados», propuso que el sis tema es más que la
suma de sus partes y se centró en la observación de los patrones de
interacción dentro de un sistema más que en sus partes aisladas. El sistema es
definido como el «conjunto de objetos, así como las relaciones entre los
objetos y entre sus atributos» (Hall y Fagen, 1956): los objetos son los
componentes o partes del sistema, los atributos son las propiedades de los
objetos, en el caso de la interacción: conductas comunicacionales, y las
relaciones, lo que mantiene unido el sistema.

Los sistemas interaccionales serán de dos o más comunicantes en el


proceso o en el nivel de definir la naturaleza de su interacción. El tiempo es
una variable muy importante y debe ser una unidad integral. El medio es el
conjunto de todos los objetos cuyos atributos, al cambiar, afectan al sistema y
también a aquellos objetos cuyos atributos son modificados por la conducta
del sistema. Desde la definición de «medio» y de «sistema» puede derivarse
que cualquier sistema es posible dividirlo en subsistemas (los objetos
pertenecientes a uno pueden considerarse parte del medio de otro sistema).
Los sistemas pueden ser abiertos (intercambian con el medio) o cerrados (no
existe importación o exportación de energía). Los individuos que se
comunican se estudian en sus relaciones horizontales y verticales con otras
personas y otros sistemas.

Propiedades de los sistemas abiertos

Totalidad: cada una de las partes de un sistema está relacionada de tal modo
con los otros, que un cambio en una de ellas provoca un cambio en todas las
demás y en el sistema total.

La no-sumatividad: como corolario de esta propiedad, proporciona una


guía negativa para la definición del sistema. Se hace necesario dejar las partes
de lado en beneficio de la gestalt u organización o cualidad emergente que
surge de la interacción de dos o más elementos. En cierta medida, contradice
esta propiedad el hablar de comunicaciones unilaterales, o dicho de otro
modo, puntuar de modo privilegiado ciertas interrelaciones.

En los sistemas existe la tendencia a la segregación o mecanización


progresiva (Hall y Fagen, 1956; Von Bertalanffy, 1980). Consiste en que las
partes del sistema van evolucionando hacia una mayor independencia, bien
por el decaimiento del conjunto, bien por su crecimiento, produciéndose una
separación creciente entre subsistemas y una diferenciación de funciones. Un
sistema centralizado es aquel en que un elemento o subsistema juega un papel
predominante en su funcionamiento. El elemento central actúa como
disipador (Von Bertalanffy, 1980; Hall y Fagen, 1956), de manera que un
pequeño cambio en él repercute de forma muy considerable en todo el
sistema.

Retroalimentación: frente a la estéril elección entre sistemas deterministas


y sistemas causales teleológicos, está el descubrimiento de la
retroalimentación (por la cibernética): la relación circular altamente compleja
constituye un fenómeno muy distinto de las nociones causales más simples y
ortodoxas, pero no menos científico. La retroalimentación es un proceso por
el cual el sistema regula sus respuestas ante los estímulos que afectan a sus
estructuras y funciones, creándose de esta forma un equilibrio dinámico.

La naturaleza específica de este proceso de retroalimentación es de mayor


interés que el origen y el resultado. La teoría «lineal» de causa y efecto no es
válida en los sistemas abiertos en los cuales la causalidad es circular. «A»
influye en «B» y es influido a su vez por «B».

Las retroalimentaciones pueden ser:

1.Negativas: cuando neutralizan la información nueva llegada al sistema,


favoreciendo el «no-cambio», la homeostasis (Jackson, 1957, 1965).

2.Positivas: cuando aumentan la desviación provocando el cambio, la


morfogénesis (Hoffman, 1981).

Equifinalidad: en un sistema circular y automodificador, los resultados no


están determinados tanto por las condiciones iniciales como por la naturaleza
del proceso o los parámetros del sistema. Si esto es así, no solamente
condiciones iniciales distintas pueden llevar a un mismo final, sino que
diferentes resultados pueden ser producidos por las mismas causas. El
sistema constituye su mejor explicación y el estudio de su organización actual
es la metodología adecuada.

Los sistemas biológicos son abiertos, con tendencia al orden y a la


estructuración, mientras que los sistemas cerrados tienden a un equilibrio
estático llevando a la muerte. Los sistemas abiertos intercambian información
con el medio consiguiendo un aumento del orden y una diferenciación
progresiva de las partes, llegando a un estado uniforme. El primer principio
de la termodinámica nos habla de la conservación de la energía. El aumento
de entropía lleva al desorden, mientras que la disminución (negentropía) lleva
al orden.

Existen diferentes tipos de sistema según su reacción al cambio: rígido


(morfoestático, busca la estabilidad), caótico (morfogenético, busca el
cambio, es inestable), intermedio (equilibrio) y pendular (fases rígidas y
caóticas).

Sistemas interaccionales estables

Un sistema es estable respecto a algunas de sus variables si éstas tienden a


permanecer dentro de límites definidos. Relaciones estables son aquellas que
son importantes para los participantes y son duraderas (familia, amistades...).
¿Por qué se mantiene una relación dada, sobre todo teniendo en cuenta que en
algunas la patología y el sufrimiento perduran? Podría haber factores
identificables intrínsecos al proceso de la comunicación, a parte de la
motivación y el simple hábito, que sirven para vincular y perpetuar la
relación.

Efecto limitador de la comunicación: en una secuencia comunicacional,


todo intercambio de mensajes disminuye el número de movimientos
siguientes posibles. El contexto, más o menos restrictivo, siempre determina
hasta cierto punto las contingencias, pero además, los mensajes manifiestos
intercambiados se vuelven parte del contexto interpersonal. También limita el
vis-a-vis la definición de una relación como complementaria, o el hecho de
imponer una puntuación particular; es decir, según este concepto de
comunicación, no sólo resulta afectado el emisor, sino también la relación
(incluido el receptor).

Reglas de la relación: en toda comunicación los participantes se ofrecen


entre sí definiciones de la relación, que pueden confirmar, rechazar o
modificar las del otro; la familia es un sistema gobernado por reglas.

La familia como sistema

•Totalidad: la conducta de cada individuo está regida por la de los otros y


depende de ella. Por ejemplo, a veces un paciente mejora y se produce
una crisis en otro de los miembros de la familia.

.No-sumatividad: el análisis de una familia no es la suma de los análisis


individuales de sus miembros. Muchas de las cualidades individuales
de los miembros, en particular la conducta sintomática, son de hecho
inherentes al sistema; por ejemplo, la conducta o control dual, los
síntomas del paciente parecen proteger al cónyuge.

•Retroalimentación: el sistema actúa sobre las entradas (acciones de los


miembros o del medio) al sistema familiar y las modifica. Debe
examinarse la naturaleza del sistema y sus mecanismos de
retroalimentación, así como la naturaleza de la entrada. La homeostasis
producida por la retroalimentación negativa puede manifestarse a través
de las conductas alteradas del paciente, lo cual bloquea su
emancipación para que el sistema no cambie (Haley, 1980).

•Calibración y funciones escalonadas: calibración es el intervalo


soportado por la homeostasis y las funciones escalonadas, los
intercambios de calibración que permiten lograr efectos más
adaptativos. Por ejemplo, a lo largo del ciclo vital la familia va
adaptándose a los cambios internos (edad de los hijos), calibrándose
con nuevas reglas de una manera escalonada.

Desde el punto de vista sistémico (Von Bertalanffy, 1968) y de la segunda


cibernética (Maruyama, 1963), los sistemas que intercambian información
con el medio tienen tendencias que llevan a la estabilidad (homeostasis) y al
cambio (morfogénesis). El sistema se encuentra en una situación de equilibrio
homeostático. Pero estresores internos (momento evolutivo) y/o externos
(acontecimientos vitales estresantes) introducen un exceso de información en
el sistema y quiebran su equilibrio. Frente a ello, se ponen en marcha
retroalimentaciones negativas para intentar neutralizar la información nueva y
recuperar el equilibrio (homeostasis), pero si resultan ineficaces se activan
retroalimentaciones positivas, la capacidad morfogenética, para buscar
alternativas y poder adaptarse a esa nueva situación. Puede que esos
mecanismos sean eficaces y se neutralice el impacto encontrando un nuevo
equilibrio; en este caso, la crisis ayudará al crecimiento y desarrollo del
sistema. Pero si las propuestas de cambio no son eficaces, nos encontramos
con que las soluciones intentadas de un modo anárquico y masivo van
desorganizando cada vez más al sistema.

El exceso de morfogénesis provoca lo que Maruyama (1963) llama la,


Desviación de la Amplificación, que puede llevar al caos, pues de un sistema
que estaba funcionando de un modo predecible en un medio controlado, se
pasa a un sistema tensionado en el que cada vez se intentan más soluciones
para resolver la situación problemática y esa hiperactividad impide la
consecución de un mínimo equilibrio necesario.

Prigogine (1980) habla de la «termodinámica del no-equilibrio» según la


cual los sistemas se organizan en un área de estabilidad o estado estacionario,
en el cual sufren continuas oscilaciones o fluctuaciones que hacen que esté
siempre en movimiento. Si estas fluctuaciones son amplias pueden llevar al
sistema a una fase crítica llamada «bifurcación» a partir de la cual el sistema
puede evolucionar hacia otros estados estacionarios imprevisibles. Este
equilibrio dinámico entre retroalimentaciones positivas y negativas permite al
sistema evolucionar, pues cada estado estacionario no es idéntico a sí mismo
y por ello se puede hablar de una «retroalimentación evolutiva».

El modelo sistémico ha sido criticado por algunos autores (Gurman, 1983;


Jacobson, 1985) por no utilizar el méto do científico para evaluar sus
resultados, mientras que autores sistémicos dudan de la utilidad de
instrumentos «lineales» para medir una realidad «circular» (Keeney, 1983,
1994; Schawartzman, 1984).

3. TEORÍA DE LOS GRUPOS

Galois (1852) escribió unos postulados básicos concernientes a las relaciones


entre elementos y totalidades. Según su teoría, un grupo tiene las siguientes
propiedades:

1.Está compuesto por miembros que poseen un denominador común y


cualquier combinación entre ellos da un miembro del grupo; por
ejemplo, los números. Esta propiedad del grupo permite cambios
dentro del grupo, pero impide situarse fuera del sistema a cualquier
miembro del mismo.

2.Se pueden combinar miembros en distinto orden y el resultado de la


combinación es igual.

3.Un grupo contiene un miembro de identidad tal que su combinación con


cualquier otro miembro da este otro miembro, lo que significa que
mantiene la identidad de dicho otro miembro; por ejemplo, una suma
de 0. Lo esencial es que un miembro pueda actuar sin provocar
cambios.

4.Cada miembro tiene un recíproco u opuesto, de manera que la


combinación de cualquier miembro con el opuesto da lugar al miembro
de identidad; por ejemplo, 5 + (-5) = 0. Esta combinación da lugar a un
acentuado cambio, pero el resultado es un miembro del grupo.

Esta teoría proporciona una base para pensar acerca de la clase de


cambios que pueden tener lugar en un sistema que permanece invariable.

4. TEORÍA DE LOS TIPOS LÓGICOS


Desarrollada por Withehead y Russel (1910), postula que «cualquier cosa que
comprenda o abarque a todos los miembros de una colección, no tiene que ser
un miembro de la misma»; por ejemplo, humanidad-hombre. Existe una
diferencia primordial entre miembro y clase; una clase no puede ser miembro
de sí misma; por ejemplo, si queremos hablar acerca de un lenguaje,
necesitaremos un metalenguaje para expresar su propia estructura.

De la Teoría de los Tipos Lógicos se derivan dos conclusiones:

1.Los niveles lógicos deben ser estrictamente separados a fin de evitar


paradojas y confusiones; por ejemplo, lenguaje metafórico y literal.

2.Pasar de un nivel al inmediatamente superior (es decir, de un miembro a


la clase) supone una variación, una transformación de la mayor
importancia teórica y práctica, pues proporciona un camino que
conduce fuera del sistema.

Esta teoría permite considerar la relación entre miembro y clase y la


metamorfosis que representan las mutaciones de un nivel lógico al
inmediatamente superior. Si se confunden los tipos lógicos en la
comunicación humana, tienen lugar las paradojas. Por ejemplo, si decimos a
alguien de una forma imperativa «sé espontáneo», le estamos diciendo que
haga algo involuntario (la espontaneidad), voluntariamente (obedecer nuestra
orden). En las funciones biológicas (sexualidad, sueño) es frecuente que
paradojas del tipo «tengo que dormir», «tengo que excitarme sexualmente»,
provoquen disfunciones al querer imponer voluntariamente una respuesta
(tipo lógico) en un campo (tipo lógico) en el que toda respuesta es
involuntaria.

Los tipos lógicos dieron pie para que Bateson (1972) hablara de dos tipos
de aprendizaje: protoaprendizaje y deuteroaprendizaje o «aprender a
aprender». Más tarde distinguió el aprendizaje cero (la mera recepción de
información), aprendizaje I (cambios en el aprendizaje cero: se corresponde
con la noción de aprendizaje de la psicología experimental), aprendizaje II
(cambios en el aprendizaje 1, deuteroaprendizaje), aprendizaje III (cambio
del aprendizaje II, muy difíciles de conseguir) y aprendizaje IV (que se daría
sólo a nivel filogenético) (Bateson, 1960, 1979).

Miembros del Mental Research Institute de Palo Alto (MRI) (Watzlawick,


Weakland y Fish, 1976; Watzlawick et al. 1974; Fish et al. 1982) han
utilizado estas dos teorías para explicar tipos de cambios que se pueden dar
en un sistema:

•El «cambio 1»: tiene lugar dentro de un determinado sistema que en sí


permanece inmodificado.

•El «cambio 2»: su aparición cambia el sistema mismo.

Por ejemplo, una persona que tiene una pesadilla puede hacer muchas
cosas dentro del sueño: correr, gritar, luchar..., pero la pesadilla sigue. Esto es
un «cambio 1», cambios dentro del sistema. Pero si esta persona despierta,
cambia de estado, realiza un «cambio 2». «El "cambio 2" es introducido en el
sistema desde el exterior y, por tanto, no es algo familiar o inteligible en
términos de las vicisitudes del "cambio 1". Visto desde fuera del sistema
supone un cambio de las premisas (las reglas de combinación en términos de
la teoría de los grupos) que rigen el sistema como totalidad» (Watzlawick et
al., 1974).

Watzlawick et al. (1974) plantean que la idea de una jerarquía en los


niveles de abstracción aplicada a la comunicación humana lleva a la paradoja
de la autorreflexibilidad, ya que el comunicar algo sobre la comunicación es
en sí mismo una comunicación, aunque se le llame metacomunicación.

Von Foester (1981) cuestionó la Teoría de los Tipos Lógicos de Russell,


señalando que el observador participa en lo que observa, por lo que sus
enunciados son autorreferenciales y, por consiguiente, están cargados de
paradojas. Keeney (1994), poniendo el ejemplo del cretense que afirma
«todos los cretenses mienten», señaló que «las observaciones del observador
pueden incluir su propio proceso de observación». En el ejemplo, si se
incluye en los cretenses (nivel lógico), miente al decir esa frase, si se pone
fuera, como observador de los cretenses, no miente.

5. LA EVOLUCIÓN DEL MODELO SISTÉMICO. DE LA PRIMERA


CIBERNÉTICA AL CONSTRUCCIONISMO SOCIAL

Las principales aportaciones del modelo sistémico, llamado también enfoque


comunicacional, recurrente, ecosistémico, evolutivo, ecológico (Bateson,
Jackson, Haley, Weakland, 1956: Bateson, 1972, 1979 y 1993), fueron:

.El pensamiento circular.

•La consideración del individuo como un sistema abierto. La unidad de


supervivencia es el individuo más el ambiente con el que interactúa.

.El intercambio que se produce entre el individuo y su contexto es un


intercambio de información, lo cual implica circularidad. Los
comportamientos sintomáticos son comportamientos comunicativos
apropiados y congruentes con las modalidades comunicativas del
contexto relacional dentro del cual se manifiestan.

•La mente no es totalmente identificable con el individuo, sino que se


extiende a vías y mensajes que conectan al individuo y el ambiente,
dada su inseparable correlación. El organismo no se adapta a un
ambiente dado, sino que individuo y ambiente coevolucionan.

Era un modelo basado en la primera cibernética, centrado en la


autocorrección y la homeostasis, más que en la potencialidad evolutiva. De
esta manera, se perdía la dimensión tiempo. El sistema no tenía historia. Sólo
les interesaba el presente, el aquí y ahora. Se centraron en la pragmática de
las interacciones observables, y apenas en la semántica de las
comunicaciones, entendiendo como semántica los procesos a través de los
cuales los individuos perciben, categorizan e interpretan las conductas
propias y ajenas.

6. LA SEGUNDA CIBERNÉTICA
El modelo sistémico tradicional se basaba en la primera cibernética,
limitándose a examinar la relación entre lo que entra en un sistema y lo que
sale de él, dejando de lado los procesos que acontecían en el interior del
sistema, como si de una «caja negra» se tratara. Según este planteamiento, el
observador se mantiene fuera del fenómeno observado, dando la sensación de
que es capaz de manipular y controlar unilateralmente el sistema que está
observando. La cibernética se centraba, en sus inicios, en el concepto de
retroalimentación negativa como mecanismo clave para el mantenimiento de
la estabilidad del sistema (homeostasis).

Desde la primera cibernética la mente es vista como «caja negra» y los


terapeutas se centran en los patrones de interacción familiar con el objeto de
describir y explicar la psicopatología con términos que transcendieran al
individuo, tales como homeostasis, mitos y reglas. Watzlawick, Beavin y
Jackson (1967) conceptualizan los problemas en términos de relaciones,
funciones y parámetros del sistema.

Posteriormente evolucionó hacia la llamada cibernética de segundo orden


o cibernética de la cibernética (Von Foerster, 1981; Maturana, 1970, 1988,
1996, 1997; Maturana y Varela 1986, 1990), que permite abordar los
procesos complejos característicos de los sistemas dotados de
autoorganización y de lenguaje, los llamados «Sistemas que Observan».
Maruyama (1963) añadió los procesos de retroalimentación positiva
(morfogénesis), de manera que los procesos de estabilidad y cambio se
sucederían para mantener la estabilidad y permitir los cambios necesarios
para su adaptación al medio.

El paso de la cibernética de primer orden a la de segundo orden, o


cibernética de la cibernética (Von Foerster, 1991), supone que los sistemas
observados no son independientes del observador. El observador forma parte
del sistema que observa, contribuyendo a construir la realidad que observa.
En este planteamiento se habla de autor-referencia y autonomía, y se centra
en el rol del observador que construye la realidad observada (Keeney, 1983,
1993). El observador entra a formar parte del sistema que observa en el
momento mismo en que empieza a observarlo, produciéndose una
«circularidad constructiva» entre observador y sistema observado. Este paso
ha supuesto dos importantes consecuencias (Onnis, 1991):

•De un lado, la caída de los mitos de la neutralidad (de la separación


sistema observador-sistema observado) y de la posibilidad de alcanzar
un conocimiento objetivo de la realidad (entendido como verdad
absoluta).

•De otra parte, la renuncia del terapeuta a la pretensión de controlar el


proceso terapéutico y a prever las salidas.

Prigogine (1980), Prigogine y Stengers (1984), Prigogine y Nicolis


(1982), con sus estudios sobre la termodinámica del no-equilibrio,
reintroducen la dimensión tiempo en el sistema: la «flecha del tiempo» indica
la dirección evolutiva del sistema y su irreversibilidad. Para Prigogine, el
equilibrio de un sistema es siempre dinámico. Si por algún motivo las
fluctuaciones internas o externas a las que está permanentemente expuesto el
sistema, se amplifican suficientemente, harán que el sistema entre en fase
crítica, más allá de la cual puede dirigirse a un cambio de estado, hacia
direcciones y salidas que son impredecibles a priori. Esta tendencia evolutiva
se mantiene por una continua interacción circular de feedbacks negativos y
positivos (feedback evolutivo) que garantizan la posibilidad de desarrollo del
sistema.

7. EL CONSTRUCCIONISMO SOCIAL

En un intento por integrar la posición interaccional y el constructivismo (que


recupera al individuo con sus procesos mentales), aparece el
construccionismo social (Schaffer, 1977) afir mando que muchas funciones
consideradas intrapersonales, se llevan a cabo dentro de un contexto
interpersonal, y que de este contexto derivan su significado funcional. Los
procesos cognitivos y emocionales, con las modalidades particulares de cada
individuo, se construyen, deconstruyen y reconstruyen en la interacción
social.
El construccionismo social ha calado en el modelo sistémico
desarrollando nuevos abordajes (Simon, Stierlin y Wynne, 1985; Onnis,
1991; Ugazio, 1991; Hoffman, 1990, 1996; Goolishian, 1990). El foco de
atención se ha desplazado de lo interaccional observable aquí y ahora, a:

-La articulación entre individuo y familia, y entre psiquismo y relaciones.

-A la relación entre comportamiento interactivo observable y aspectos no


observables de la interacción, como son: intenciones, constructos
semánticos, premisas, emociones, lealtades, el significado que la
familia atribuye al síntoma y a las interacciones, etc.

-A la recuperación del pasado, en cuanto historia susceptible de


rescribirse y a la recuperación de las proyecciones de futuro, en cuanto
expresiones del modo con que decodificamos actualmente la realidad.

Al integrarse el terapeuta, como observador, en el campo de observación,


adopta una posición de mayor cercanía, y sustituye las técnicas de tipo
«instructivo» o «prescriptivo» por otras basadas en el diálogo, de forma que
pueda crearse un nuevo contexto conversacional que permita co-crear una
realidad diferente de significados y de patrones de comportamiento. Según
Goolishian y Anderson (1987), las conversaciones crean los problemas y los
implicados son los que conversan sobre el tema. La función del terapeuta es
la de perturbar, la de introducir en el sistema elementos de mayor
complejidad, a través de su interacción con la familia y de las hipótesis que
propone, para ampliar la visión unívoca y estereotipada que el sistema tiene
de su propia realidad, de modo que pueda reconsiderar elegir y poner en
marcha proce sos evolutivos capaces de generar nuevas premisas y patrones
de comportamiento que resulten más adaptativos, dejando que sea el propio
sistema quien tome la dirección y cree la forma del proceso de cambio
(Keeney, 1983).

Desde ahí se va construyendo una epistemología de la complejidad


(Bocchi y Ceruti, 1985; Ceruti, 1986; Morin, 1977; Prigogine, 1986;
Prigogine y Stengers, 1984; Prigogine y Nicolis, 1982), que implica el
reconocimiento de una pluralidad de modelos de interpretación de lo real, con
la conciencia de que ninguno de éstos puede proponerse como modelo
«omnicomprensivo».

En resumen, a partir de las diferentes teorías se han ido formando las


escuelas de terapia sistémica.

Desde la teoría de la comunicación humana (Watzlawick, Beavin y


Jackson, 1967), se afirma que la conducta transmite información. El síntoma,
al ser una conducta, adquiere las características de mensaje a través del cual
transmitimos algo; el síntoma es comunicación. La conducta es un mensaje
en un contexto relacional y las interacciones se rigen por la causalidad
circular, según la cual cada uno influye y es influido por los demás.

Desde la Teoría General de los Sistemas (Von Bertalanffy, 1968), la


familia es vista como un todo, un grupo, diferente a la suma de los individuos
que lo forman, que tiene sus propias leyes. En ese contexto existe un
estructura formada por subsistemas (Minuchin, 1974): parental, conyugal y
fraterno, entre los que puede haber límites claros, difusos o rígidos y que
estará regulado por una jerarquía que puede ser autoritaria, democrática o «de
dejar hacer» (Haley, 1976).

En relación con los procesos que tienen lugar en el sistema, la Teoría de


los Tipos Lógicos (Withehead y Russel, 1910) permite conceptuar los niveles
relacionales, mientras que la Teoría de los Grupos elaborada por Galois se
aplica a los cambios que se producen en el sistema sin que el sistema cambie
de modo de funcionar. Con la cibernética de primer orden (Maruyama, 1963)
se plantea que los sistemas tienen tenden cias al equilibrio (morfostasis) y al
cambio (morfogénesis) y con la cibernética de segundo orden (Maturana,
1970; Maturana y Varela, 1972; Von Foerster, 1981, 1984, 1985, 1991) se
desarrolla el concepto de los sistemas auto observantes, los cuales pueden
analizar su propia información y generar cambios. El constructivismo, según
el cual los constructos cognitivos conforman un esquema desde el que se
construye la realidad tal y como planteó Kelly, también ha sido recogido en
las terapias sistémicas, así como el construccionismo social, según el cual las
ideas conceptos y memorias surgen del intercambio social y son mediados
por el lenguaje, de manera que, a través de la conversación con la gente
cercana, el individuo desarrolla el sentido de identidad. El desarrollo
evolutivo del sistema, a lo largo del ciclo vital, será tenido en cuenta como un
factor contextual más.

Según se centren en unos u otros aspectos, las terapias sistémicas se


agrupan en tres modelos de intervención (Sluzky, 1983): el estructural, el
procesual y el centrado en «visiones del mundo». El modelo estructural
describe las características de la familia «normal» y estudia las disfunciones,
atribuyendo a las mismas la patología. La terapia irá dirigida a corregir las
disfunciones relacionales, especialmente de límites y jerarquía, esperando que
la patología desaparezca al funcionar adecuadamente la familia. El terapeuta
será directivo reajustando límites, otorgando el poder, etc., ya sea en la sesión
(Minuchin) o fuera de ella (Haley). En este modelo tenemos la escuela
estructural (Minuchin, 1974) y la estratégica (Haley, 1976, 1980; Madanes,
1981).

Desde el modelo procesual los problemas son vistos como conductas


repetitivas que se encuentran ancladas en patrones interpersonales,
centrándose especialmente en la puntuación de la secuencia de los hechos y
en las reglas que determinan los roles. Las intervenciones se centrarán en las
pautas recursivas que contienen la conducta problemática, esperando que al
desaparecer ésta, la familia recupere alternativas perdidas cuando se formó el
patrón disfuncional. Para ello se utilizan las prescripciones de síntomas y
conductas, predicción de la recaída, reencuadramiento etc. La escuela del
MRI sigue este planteamiento (Watzlawick, Fisch, Weakland).

El modelo de visiones del mundo se basa en que la construcción de la


realidad está anclada en la naturaleza dialéctica de la relación entre las
visiones del mundo, percepciones, cogniciones y la comunicación, todo lo
cual determina las reglas interpersonales. Desde esta perspectiva los
síntomas, estilo e historia de la familia están engarzados en un todo común.
El terapeuta cambiará fragmentos específicos de su «realidad» que sirven de
soporte a los patrones interaccionales asociados a los problemas, por medio
de la connotación positiva y el ofrecimiento de «realidades alternativas». En
este modelo, las familias de origen cobran un especial significado (White,
Hoffman, Sluzki). (Ver tabla 4.)

TABLA 4

MODELOS DE TERAPIAS SISTÉMICAS


Ante esta multiplicidad de niveles en juego, las clásicas relaciones de
oposición dicotómicas de origen cartesiano del tipo «o/o» (intrapsíquico o
relacional; mundo interno o mundo externo; individual o familiar; terapia de
primer orden o terapia de segundo orden, etc.) han sido sustituidas por una
lógica complementaria del tipo «y/y» (intrapsíquico y relacional; mundo
interno y mundo externo; individual y familiar; terapia de primer orden y
terapia de segundo orden, etc.). En esta nueva concepción, el enfoque
sistémico sigue siendo útil ya que permite correlacionar circularmente
diversos niveles de realidad, cada uno de los cuales puede presentar
especificidades propias y exigir por ello, instrumentos específicos de
interpretación (diferentes posiciones de observación) y de intervención
(Onnis, 1991; Anderson y Goolisbian, 1988).

En este manual de evaluación vamos a recoger métodos e instrumentos


válidos desde las diferentes posiciones descritas, con vistas a que terapeutas
de diferentes modelos puedan enriquecer la visión de una realidad compleja
como es la de las relaciones humanas.

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En este apartado vamos a describir brevemente algunas teorías surgidas desde
el psicoanálisis que han influido poderosamente en la terapia familiar, dado
que muchos de los teóricos de la terapia familiar sistémica venían de este
modelo.

1. LAS RELACIONES PRIMITIVAS DESDE EL MODELO


PSICOANALÍTICO

1.1. Las relaciones objetales

Klein (1952) desarrolló una teoría de las relaciones objetales basada en el


término «posición», el cual implica un tipo de relación de objeto en el que
surgen ansiedades específicas y unos mecanismos de defensa del «yo» para
protegerse de esas ansiedades. En los primeros días de vida tiene lugar la
posición confusional: el bebé no puede organizar la experiencia, porque
todavía no tiene un «yo» suficientemente desarrollado, lo cual le crea una
ansiedad confusional.

Pasados los primeros días de vida se desarrolla la posición


esquizoparanoide, de «esquizo» (división) y «paranoide» (persecución), en la
que se divide la realidad en bueno y malo. Para intentar ordenar la confusión,
el niño divide la experiencia en cosas que son gratificantes y cosas que son
frustrantes (ella hablaba de pecho bueno y de pecho malo). En la medida en
que gratifica, el pecho es amado y sentido como «bueno», y en la medida que
es fuente de frustración, es odiado y sentido como «malo» (Klein, 1952).

Hacia los seis meses de vida el niño comienza a entrar en la posición


depresiva. Va integrando la experiencia, percibiendo que la madre a veces
gratifica y a veces frustra. Cuando se odia, se siente culpa, y ello impulsa a
reparar. Si el «yo» no se siente capaz de reparar, recurre a negar el daño
hecho, la realidad misma, que el objeto era bueno, lo cual se da en las
reacciones maníacas como forma de negar la culpa y la pérdida irreparable
(Klein, 1952).

Mediante la construcción de representaciones de los objetos (imagos) y de


sí mismo, el ser humano desarrolla un modelo internalizado de relaciones
humanas. Así, hablaremos de la «familia interna» para referirnos a las
relaciones que mantienen las representaciones de los familiares que
guardamos en nuestro mundo interno; Klein (1952) hablaba de los
«ciudadanos del mundo interno».

En terapia ayudaremos a las familias a contrastar los objetos reales con


los internalizados para lograr un diálogo a dos niveles, interno y externo, en
el que se aborden las expectativas frustradas, los conflictos, e iniciar el
proceso de la reconciliación. Ayudamos a diferenciar al otro de la imagen que
tengo de él, y a diferenciar al sujeto del objeto, es decir, favorecemos la
diferenciación que permite la autonomía. En las relaciones familiares vamos
a observar estos modos de funcionamiento como dinámica grupal; por
ejemplo, familias evacuativas en las que el exterior es vivido como malo y no
se responsabilizan de sus actos, o familias introyectivas en las que la culpa
tiñe todas las relaciones. También encontraremos individuos esquizoides y
depresivos, no sólo dependiendo de su personalidad, sino del rol que se les
atribuya. El conocer el concepto de «posición» nos permitirá comprender la
visión del mundo, cómo entienden y perciben la realidad, e intervenir desde
ese conocimiento.

Además de la escisión (dividir al objeto), la proyección (echar fuera lo no


deseado) y la introyección (meter dentro cosas del exterior), otros
mecanismos de defensa primitivos que adquieren gran importancia en estos
estadios del desarrollo, son la idealización, la negación, las identificaciones
proyectiva e introyectiva.

a)Idealización. Según Klein (1952), ante una madre vivida como


demasiado frustrante y/o peligrosa, el niño prefiere pensar que es
maravillosa. La idealización sirve, pues, para protegerse de la
persecución y la frustración. La idealización oculta, bajo la apariencia
de una relación maravillosa, un conflicto muy profundo.

b)La negación y la confusión. La negación lleva a no aceptar una realidad


no deseada y puede provocar, junto con la proyección, la confusión
como defensa. Este fenómeno se suele dar en la primera fase del duelo,
cuando la realidad de la pérdida es tan dolorosa que no se puede
aceptar y la confusión es una salida al no poder entender ni «ver» nada.

1.2. La comunicación en las relaciones primitivas

Bion (1963a, 1963b, 1967) desarrolló un modelo de la comunicación que se


da entre el bebé y la madre basado en las identificaciones proyectiva e
introyectiva.

El niño vive experiencias dolorosas percibidas como aniquilantes; su


frágil «yo» se quiebra al no poder metabolizar la experiencia y aparece una
angustia de muerte. Si aparece la madre, le deposita, mediante la
identificación proyectiva (Klein, 1946), esa parte suya que está horrorizada
por el do lor mortal (terror sin nombre). Si la madre recoge esta parte del niño
que percibe la angustia de muerte, siente el sufrimiento y le devuelve
tranquilidad, calma al bebé transmitiéndole una sensación de calidez, de
apoyo, de cuidado. Para Bion, la madre está haciendo ahí de «continente»
(identificación introyectiva, base de la empatía). El niño le ha echado
«contenidos» desagradables, le ha echado todo lo que está sufriendo y esta
madre recoge todo ese sufrimiento, lo transforma en calma, en
apaciguamiento, el bebé introyecta un dolor apaciguado y una madre
continente que fortalece su «yo». Este sería el modo más primitivo de
comunicación, aceptar una parte del otro y sentir lo que él siente; poner una
parte de nosotros en el otro para que la contenga y nos ayude.

Un concepto fundamental en el desarrollo evolutivo, es que la psique del


ser humano y sus emociones se van modulando, construyendo, a través de la
interacción con el otro. Es decir, en la medida en que el niño empieza a
relacionarse con el otro, está aprendiendo unos modelos de vínculo que le
ayudan a estructurar su mente. De manera que lo intrapsíquico, la
personalidad, se construye en la interacción. El niño, a través de esta relación
en la que encuentra un continente, va aprendiendo a ser continente de sí
mismo y a pensar sobre la base de lo que se le transmite y explica.

El terapeuta que cumple esta función recibe el sufrimiento del paciente


(«el que sufre») y le devuelve tranquilidad, una manera de entender lo que le
está pasando y que hay alguien que sí le entiende y le recoge, empatizando
sin verse desbordado. Va pasando del «yo participante», a través de la
empatía desde una posición cercana, al «yo observador», desde una posición
más lejana que le permite contextualizar el problema y ayudar.

2. LAS FASES DEL DESARROLLO PSICOLÓGICO SEGÚN MAHLER

«Denominamos al nacimiento psicológico del individuo proceso de


separación-individuación": el establecimiento de un sentimiento de
separación respecto de un mundo de realidad y de una relación con él,
particularmente con respecto a las experiencias del `propio cuerpo"y al
principal representante del mundo tal como el infante lo experimenta,
el "objeto primario de amor"» (Mahler, Pine y Bergman, 1977).

Este proceso se desarrolla principalmente del cuarto mes a los 36 meses,


aunque a lo largo de todo el ciclo vital se van a dar movimientos asociados a
las fases por las que avanza este proceso. Cada fase supone un período en que
se hace una contribución cualitativamente diferente al desarrollo psicológico
del individuo. 1. La fase autística normal sirve para la consolidación postnatal
del desarrollo fisiológico extrauterino. Promueve la homeostasis postfetal. 2.
La fase simbiótica normal marca la capacidad filogenética del ser humano
para investir a la madre dentro de una vaga unidad dual, que constituye la
tierra primordial a partir de la cual se forman todas las relaciones humanas
siguientes. 3. La fase de separación-individuación se caracteriza por un
continuo aumento de la conciencia de separación del «sí-mismo» y del
«otro», que coincide con los orígenes del sentimiento de sí-mismo, de la
verdadera relación de objeto, y de la conciencia de una realidad existente en
el mundo exterior (Mahler, 1968, 1975; Mahler, Pine y Bergman, 1977).

Las pautas de acercamiento-alejamiento:

«Son pautas cambiantes con que el infante se aleja de la madre y


vuelve a ella. Cada sub fase tiene sus pautas características,
determinadas por el progresivo desarrollo motor y cognitivo del niño y
por las cambiantes necesidades de distancia o cercanía».

Estas pautas tienen relación con la «distancia óptima»:

«A medida que el infante crece y se desarrolla, hay para cada estadio


una posición entre madre e hijo que es la que mejor permite a éste
desarrollar las facultades que necesita para crecer, es decir, para
individualizarse. Durante el estadio simbiótico el infante se amolda al
cuerpo de la madre; durante la sub fase de diferenciación comienza a
separar su cuerpo del pecho de la madre para poder explorarla
libremente mediante el tacto y la visión de cerca. El infante en período
de ejercitación se distancia en el espacio para tener oportunidad de
explorar; durante el acercamiento el deambulador necesita ir y volver
para encontrar a su madre disponible, pero sin que ésta interfiera. La
distancia óptima la fija el narcisismo secundario en desarrollo, y
también la cambiante relación objetal y las funciones del yo en
desarrollo» (Mahler, Pine y Bergman, 1977).

Según estos autores, detallando más el proceso, las fases del desarrollo
psicológico del infante humano son:
1. Fase autística normal (primeras semanas de vida)

Se dan respuestas instintivas a los estímulos que son reflejas y consisten en


reacciones de desbordamiento y descarga, cuyo fin es el mantenimiento del
equilibrio homeostático. No hay discriminación entre dentro y fuera, animado
e inanimado. La satisfacción de necesidades pertenece a su propia órbita
autística y omnipotente. Se da el narcisismo primario en que la satisfacción
de necesidades no se percibe como proveniente del exterior, se trata de la
«omnipotencia infantil absoluta» (Ferenczi, 1923).

2. Fase simbiótica normal (de uno a cinco meses)

El yo rudimentario del infante pequeño no es adecuado para la tarea de


organizar sus estímulos internos y externos para asegurar su supervivencia; la
vinculación psicobiológica entre la madre que cría y el bebé es lo que
complementa el yo indiferenciado del infante. La madre, con su capacidad
empática, favorece que se repita el alivio de las necesidades: hambre,
tensión..., funcionando como yo auxiliar.

«La simbiosis se refiere a un estadio de interdependencia


sociobiológica entre el infante de uno a cinco meses y su madre, un
estado de relación preobjetal o de satisfacción de necesidades, en el
cual aún no se han diferenciado las representaciones intrapsíquicas del
sí-mismo y de la madre. Desde el segundo mes el infante se comporta
y funciona como si él y su madre fueran una unidad dual omnipotente
dentro de un límite único y común (la "membrana simbiótica")»
(Mahler, Pine y Bergman, 1977).

Ruptura del cascarón:

«Proceso de salida del estado simbiótico de unidad con la madre, en el


sentido intrapsíquico. Es la "segunda" experiencia de nacimiento, el
nacimiento psicológico, el proceso por el cual comienza a ser
aprehendido el mundo de "1o otro que no es la madre". El infante que
ha eclosionado ya abandonó el vago estado crepuscular de simbiosis y
está más permanentemente alerta y receptivo para los estímulos de su
ambiente, más bien que sólo para sus propias sensaciones corporales,
o para las que emanan de dentro de la órbita simbiótica» (Mahler, Pine
y Bergman, 1977).

3. Fase de separación-individuación (de 5 meses a 2 años y medio)

El infante muestra una creciente capacidad de reconocer a su madre como


una persona especial, de aprehender e inspeccionar el mundo no materno, y
de apartarse, poco a poco, de la madre. Sigue dos caminos: el de la
separación, que lleva a la conciencia intrapsíquica de la separación, y el de la
individuación, que lleva a la adquisición de una individualidad distinta y
única. Existen cuatro subfases del proceso de separación-individuación: a)
diferenciación, b) ejercitación, c) acercamiento, y d) consolidación de la
individualidad y comienzo de la constancia objetal emocional» (Mahler, Pine
y Bergman, 1977).

3.1. Subfase de diferenciación (de 5 a 9 meses)

«Comienza a disminuir la dependencia corporal de la madre, a medida


que la maduración de funciones locomotrices parciales produce el
primer intento de apartarse de ella. Las con ductas características que
posibilitan la demarcación del yo respecto del no-yo son la
exploración visual y táctil del rostro y el cuerpo de la madre; el apartar
el cuerpo del de la madre para explorar un mundo más amplio y poder
mirarla; la verificación entre la madre y otros. El placer que producen
las incipientes funciones del yo y el mundo exterior se expresa en
estrecha proximidad con la madre. Al mismo tiempo, parece ocurrir la
diferenciación de una imagen corporal primitiva, pero distinta»
(Mahler, Pine y Bergman, 1977).

3.2. Subfase de ejercitación (de 9 a 14 meses)

El infante es capaz de alejarse activamente de la madre y volver a ella,


primero gateando y más tarde por el dominio de la locomoción vertical. Es un
período en el cual la exploración del ambiente, animado e inanimado, y la
ejercitación de capacidades locomotrices están muy investidas de energía
libidinal. El infante merodea lejos de la madre, pero cuando se fatiga o se le
agota la energía, busca restablecer el contacto corporal con ella. Este
«reabastecimiento» lo revigoriza y restablece su interés anterior en la
ejercitación y exploración.

3.3. Subfase de acercamiento (de 15 a 24 meses)

Se caracteriza por un redescubrimiento de la madre, que es ahora un


individuo separado, y por una vuelta a ella después de explorar el mundo.
Existe una creciente comprensión de la separación, y, junto con ella, de la
vulnerabilidad. Son comunes las reacciones adversas ante separaciones
breves, y ya no se puede sustituir fácilmente a la madre, ni siquiera por
adultos familiares al niño. Crisis de acercamiento. Existen dos tendencias,
que se transforman a menudo en ambivalencia: desea estar unido a la madre,
y al mismo tiempo, separado de ella. Aparecen berrinches, quejas y humor
triste, y se producen fuertes reacciones a la separación.

«Durante la sub fase de acercamiento el niño sigue a veces cada


movimiento de su madre como una sombra; no puede perderla de vista
o permitir que salga de su vecindad inmediata. A veces, observamos la
conducta opuesta: el ni ño huye y espera a que su madre lo alce en
brazos anulando así, por breves momentos, la "separación"» (Mahler,
Pine y Bergman, 1977).

Escisión. Mecanismo de defensa que a menudo se encuentra durante la


subfase de acercamiento (una vez lograda una cierta medida del desarrollo
del yo); el deambulador no puede tolerar fácilmente los sentimientos
simultáneos de amor y odio hacia la misma persona. El amor y el odio no se
amalgaman; la madre es sentida alternativamente como toda buena o toda
mala. Otra posibilidad consiste en que la madre ausente sea sentida como
toda buena, mientras los otros se vuelven todos malos. Por ende, el
deambulador puede desplazar la agresión al mundo no-materno, a la vez que
exagera el amor por la madre ausente y anhelada, hiperidealizándola. Cuando
la madre vuelve, desquicia la imagen ideal y los reencuentros con ella son a
menudo penosos, porque la función sintética del yo joven no puede curar la
escisión. En la mayoría de los casos se hace posible una síntesis gradual del
todo «bueno» y el todo «malo» por el yo en desarrollo.

3.4. Subfase de individualidad y constancia objetal emocional (de 2 años en


adelante)

«Se logra un cierto grado de constancia objetal y se establece en


medida suficiente la separación de la representación del yo y del
objeto. La madre se percibe claramente como una persona separada y
ubicada en el mundo exterior, y al mismo tiempo tiene existencia en el
mundo interno representacional del niño» (Mahler, Pine y Bergman,
1977).

3. TEORÍA DEL APEGO

Bowlby (1969, 1973, 1980) y Ainsworth y Bell (1970) estudiaron desde el


psicoanálisis y la etología, el lazo afectivo que se establece entre el niño y las
personas de su entorno cercano y que le impulsa a buscar la proximidad y el
contacto con ellas. Estos autores llaman «apego» a este vínculo afectivo que
se ca racteriza por: esfuerzos por mantener la proximidad, mantener un
contacto sensorial privilegiado, exploración del mundo desde la figura de
apego, como base segura, y ansiedad ante la separación y sentimientos de
desolación ante la pérdida.

En el apego se distinguen tres componentes: las conductas de apego, un


modelo mental de la relación y los sentimientos. Las conductas de apego
incluyen llamadas, vigilancia y aproximación a la figura de apego. El modelo
mental incluye recuerdos de la relación, el concepto que se tiene de la figura
de apego y de sí mismo, las expectativas sobre la relación y la visión del
contexto en el cual se sitúa la misma. Finalmente, en una buena relación de
apego se dan sentimientos de seguridad asociados a la proximidad y el
contacto, y ansiedad ante la pérdida.

Ainsworth et al. (1978) describieron tres tipos de apego según el grado de


seguridad que mostraban los niños con su madre. La seguridad la valoraron a
través de la facilidad con que el niño explora ambientes nuevos en presencia-
ausencia de la madre, el éxito con que la madre consuela al niño y las
conductas de proximidad y contacto que adopta el niño después de
situaciones estresantes.

Los tres tipos son:

1. Apego seguro. La madre percibe, interpreta y responde adecuadamente


a las demandas del niño. La relación es cálida y la madre emite respuestas
coherentes.

2. Apego inseguro con rechazo o evitación. El niño no parece molesto por


la ausencia de la madre y tiende a evitar o ignorar a los padres. Los padres
son rechazantes. La madre no está disponible y el niño mantiene una
neutralidad afectiva (defensiva), manifiesta poco estrés cuando se le deja solo
y explora. Se centra en el juego/exploración a expensas de la interacción.

Las estrategias de regulación emocional por parte del niño consisten en


diluir su expresión emocional a consecuencia del rechazo de sus conductas de
apego. Se muestra independiente, maduro y autónomo. Los niños evitativos
presentan una expresión contenida del afecto negativo, pero de manera
desigual e impredictible (Ainsworth et al., 1978).

La madre se siente incómoda ante sus propias emociones. Las señales del
niño le llevan al rechazo, con lo que amplifican el afecto negativo en el niño,
creando conflicto y no dando validez a los sentimientos del pequeño ni
ayudándole a manejarse con ellos. Las estrategias de cuidados maternos se
basan en el cuidado distante. Estas madres se evalúan a sí mismas y a sus
hijos como alguien que no vale la pena, y tienen tendencia a enfatizar los
aspectos negativos de sus interacciones (George y Solomon, 1999).
3. Apego inseguro con ambivalencia. No usan a la madre como base de
seguridad, su interés en la exploración es bajo, toleran mal el estrés, se
muestran ansiosos en la separación y, cuando vuelve la figura de apego, se
presentan ambivalentes, oscilando entre el deseo de contacto y la angustia de
separación por un lado, y el rechazo, por otro. Las estrategias de regulación
emocional por parte del niño son: exagerar sus demandas de atención,
mostrar extrema dependencia hacia la figura de apego y enfatizar la
inmadurez. Las respuestas de los padres son incoherentes y están menos
disponibles. Las madres se caracterizan por una cierta incertidumbre, tanto a
nivel representacional como conductual. Presentan incapacidad para integrar
lo positivo y lo negativo, lo bueno y lo malo, lo deseable y lo indeseable. Sus
estrategias de cuidados se basan en tener al niño cerca, al considerar que
pueden protegerle mejor, aunque no son capaces de hacerlo de una forma
adecuada. Tienen tendencia a ser intrusiva, interfiriendo en la autonomía o la
exploración del niño.

Según Spieker y Booth (1988), entre un 57% y un 73% de los niños de la


población normal tienen un apego seguro en el que los padres son cálidos y
sensitivos y los niños no temen expresar el enfado, la autonomía se adecua a
la edad de los hijos y para padres e hijos existe libertad para estar solo o
acompañado. El apego inseguro con rechazo o evitación se da en un rango
del 15% al 32% de los niños. Los padres de este grupo a menudo olvidan su
infancia y tienden a idealizar a sus padres como forma de negar una relación
en la infancia vivida como negativa. Con sus hijos suelen mantener una
distancia emo cional y física para reducir la probabilidad de explosión
emocional que lleve al rechazo, lo cual implica una pérdida de sensibilidad
hacia las necesidades del hijo. El niño no aprende a explorar sentimientos e
intimidad y se muestra aparentemente independiente. El apego inseguro
ambivalente se da en un rango del 4% al 22% e incluye estilos
transaccionales aglutinados, padres preocupados que se dedican a rumiar
problemas pasados y se sienten abandonados si los hijos se autonomizan; los
hijos son a menudo parentalizados.

Main y Salomon (1986) incluyeron un cuarto tipo de apego al que


llamaron «desorganizado/sin resolver» que alcanza un rango de 15% a 25%
en la población normal pero un 80% en los casos de maltrato. Este apego
incluye una mezcla de evitativo y ambivalente o un conflicto de
acercamiento/evitación creado por el miedo a la figura de apego que puede
maltratar al niño. Los padres son categorizados como «sin resolver», pues no
han elaborado la pérdida de su figura de apego o han tenido un trauma
reciente que no han logrado remontar (Ainsworth y Eichberg, 1991). El niño
suele presentar conductas desorganizadas y confusas cuando se reencuentran
con la figura de apego. Las madres normalmente han sido víctimas de algún
trauma que no han resuelto, siendo ansiosas y temerosas. Proyectan sus
miedos ante las circunstancias actuales, frecuentemente expresan sus
emociones de forma intensa y con miedo y son incapaces de reconocer las
demandas de su hijo.

Los estilos de apego son «modelos de interacción social y estrategias de


regulación emocional» (Shaver y Clarke, 1994). Aunque las formas
primitivas de expresión emocional pueden ser modificadas por nuevas
relaciones, modelan a su vez a éstas, con lo cual se autoperpetúan. Implican
respuestas conductuales específicas para regular las emociones y proteger al
self del rechazo y el abandono, y la creación de esquemas cognitivos.

El modelo de apego que tenga un sujeto va a influir poderosamente en la


consideración que tiene de sí mismo y de los demás, de manera que los que
han tenido un apego seguro tendrán más confianza en sí mismos y se
relacionarán me jor con los demás, habiendo desarrollado un adecuado
manejo del mundo emocional y capacidades empáticas. El concepto de apego
seguro está íntimamente relacionado con los de madre «suficientemente
buena» de Winnicott, el «pecho bueno introyectado» de Klein y la «función
continente» de Bion, y todos hacen referencia a lo necesario que es un
vínculo adecuado con los padres para que el niño se pueda desarrollar sano.
Winicott (1956) hablaba de la «preocupación maternal primaria» para
referirse a un estado de sensibilidad exaltada en el que la madre puede
hacerse cargo de las necesidades del bebé, y de la función de «sostenimiento»
(holding) (Winnicott, 1960) que realiza la madre para proteger al bebé contra
estímulos negativos y proveerle de cuidados, de manera que sea una madre
«suficientemente buena» para que su hijo se desarrolle a nivel psicológico y
emocional.

Apego adulto

Respecto a las relaciones y diferencias entre el modelo de apego en la


infancia y en la edad adulta, Weiss (1982) establece tres características para
diferenciarlos:

1.En los adultos, las relaciones de apego se producen generalmente entre


iguales y no entre quien recibe los cuidados y el cuidador.

2.El apego en la adultez no es tan estable como para predominar sobre


otros sistemas relacionales, mientras que en la infancia es más estable.

3.El apego en la edad adulta incluye, frecuentemente, una relación sexual.

Estresores leves no evocan los comportamientos de apego en la edad


adulta, ya que el sujeto puede confiar en la disponibilidad de la figura de
apego a pesar de una ausencia de proximidad física (Hinde y Stevenson-
Hinde, 1976). Además, el adulto tiene estrategias ya interiorizadas y
exteriorizadas para poder dar respuesta a la activación del sistema de apego
(Blass y Blatt, 1990). El adulto depende de la representación interior que hace
de su relación con la figura de apego, elaborada en la infancia y que se
construye y desarrolla a lo largo de los años con experiencias de apego
sucesivas y variadas (Bowlby, 1969-1982). Las características del modelo de
apego adulto se resumen en la tabla 5.

TABLA 5

EL APEGO EN LA EDAD ADULTA


El apego, a diferencia de otras relaciones de los adultos, está basado en
los efectos que provoca la ausencia de otros tipos de vínculo. Al producirse la
ausencia de un vínculo de apego, el sujeto experimenta una soledad
persistente que no puede ser compensada por otros. En general, los sujetos
que no tienen acceso a una comunidad experimentan una angustia asociada
con este aislamiento, debida a una baja afiliación, entendida como la falta de
asociación en la que los intereses compartidos y las circunstancias similares
ofrecen una base para la lealtad mutua y un sentido de comunidad (Weis,
1982).

En la infancia la relación que se establece con la figura de apego es


complementaria, mientras que en la relación de pareja adulta ese tipo de
relación se considera inadecuada, valorándose mejor las relaciones
igualitarias. Para Hinde y Stevenson-Hinde (1976), en los adultos, cuando se
percibe un peligro y la seguridad se ve amenazada, las relaciones recíprocas
pueden funcionar como complementarias.

De acuerdo con la teoría de Bowlby y las aportaciones que realizó Weiss,


se podría definir el apego adulto como las relaciones en las que se busca o
mantiene la proximidad de otro preferido o especial para alcanzar una
sensación de seguridad. Según West y Sheldon-Keller (1994), los adultos, al
establecer la relación de pareja, tratamos de hacer una planificación de futuro
que nos aporte seguridad y permanencia.

El hecho de buscar seguridad implica el conocimiento de que todas las


relaciones no son duraderas ni seguras. Este aprendizaje se realiza si las
respuestas del cuidador fracasan y se transfieren al mundo representacional.
Sin embargo, las actitudes, expectativas y sentimientos en las relaciones de
apego adulto no serían el resultado directo del aprendizaje en el apego
infantil, pues sólo persistirían estos modelos de trabajo cuando se han
producido dificultades al tratar de establecer un apego de calidad e intensidad
consistente en las primeras experiencias. Es decir, si los acontecimientos de
apego subsiguientes refuerzan un modelo de apego negativo, el potencial
organizador de los patrones de apego primario es al tamente poderoso. De
este modo, los modelos de trabajo primario forman parte de las experiencias
de apego posteriores. Es necesario, por tanto, tratar de comprender las
tendencias del mundo representacional que han persistido en el tiempo y
determinan las consecuencias posteriores del apego, y para ello hay que
observar atentamente las relaciones que el sujeto ha establecido
posteriormente.

Hazan y Shaver (1987) describieron tres tipos de apego adulto: seguro,


inseguro-evitativo y ansioso-ambivalente. Los sujetos con apego seguro están
cómodos con la intimidad y son capaces de confiar en los demás; estos
sujetos piensan de ellos mismos que son fáciles de conocer y dudan poco de
sí mismos; también piensan que el amor de pareja existe en la vida real y que
no tiene por qué desvanecerse con el tiempo, plantean que sus relaciones
amorosas más importantes han sido relativamente felices y se caracterizan
por la amistad y la confianza.

Las personas con apego inseguro-evitativo se ven a sí mismas incómodas


en la intimidad y no les gusta depender de los demás; perciben a sus madres
como personas frías que les rechazaban con frecuencia, cuestionan la
naturaleza duradera del amor y sus experiencias amorosas más importantes
han estado marcadas por el miedo a la intimidad y por dificultades para
aceptar a sus parejas.

Los sujetos con apego ansioso-ambivalente buscan niveles extremos de


intimidad y temen que los abandonen o no los quieran lo suficiente. Estos
sujetos se referían a las injusticias a las que sus padres les sometían, pensaban
que no eran entendidos por los demás y dudaban mucho sobre sí mismos. Les
resultaba fácil enamorarse, pero como no solían encontrar el amor verdadero,
pensaban que había pocas personas que estuvieran tan dispuestas como ellos
a comprometerse en una relación a largo plazo. Sus relaciones amorosas más
importantes estaban marcadas por la obsesión y los celos, el deseo de unión y
reciprocidad, una fuerte atracción sexual y los extremos emocionales.

Bartholomew (1990), Bartholomew y Horowitz (1991) plantearon la


existencia de cuatro tipos de apego adulto (ver tabla 6).

TABLA 6
MODELO DE APEGO ADULTO

Según estos autores, aquellas personas que hayan desarrollado un modelo


negativo del otro serían resistentes o temerosas, pero siempre teniendo en
cuenta el nivel de dependencia desarrollado. Las personas que desarrollan un
modelo del otro positivo serían seguras o preocupadas y de nuevo el nivel de
dependencia se convertiría en el factor que habría que tener en cuenta. Según
Hazan y Shaver (1987), el apego temeroso se asocia al evitativo, el resistente
al seguro y evitativo, y el preocupado al ansioso-ambivalente.

En la tabla 7 podemos observar las relaciones entre los estilos de apego


infantil y los estilos de apego de los padres, así como la interacción entre
padres e hijos.

TABLA 7

CARACTERÍSTICAS ASOCIADAS A LAS RELACIONES DE APEGO


4. PAUTAS PARENTALES DE CRIANZA

Las pautas de crianza han sido asociadas al desarrollo psicoafectivo de los


hijos, lo cual está íntimamente asociado a los estilos de apego.
Parker, Tupling y Brown (1979) desarrollaron un cuestionario
autoaplicado, el Parental Bonding Instrument (PBI), para medir dos
dimensiones de las pautas de crianza: el cuidado (CUI) (entendido como
preocupación contra indiferencia y rechazo) y la sobreprotección (SOB)
(conductas contra los estímulos de independencia del hijo) que el hijo percibe
en sus padres, referido a sus 16 primeros años de vida, aunque evalúa
actitudes percibidas en la actualidad. Sobre la base de estos factores, se
construye una tipología de los vínculos parentales percibidos:

1.Óptimo (alto cuidado, baja sobreprotección).

2.Ausente o débil (bajo cuidado y baja sobreprotección).

3.Constreñido (alto cuidado y alta sobreprotección).

4.Control sin afecto (bajo cuidado y alta sobreprotección).

Al estar este cuestionario íntimamente ligado a las pautas parentales de


crianza, vamos a describirlo en detalle aquí. Consta de 25 ítems de los cuales
13 forman la subescala de sobreprotección y 12 la de cuidado, con cuatro
opciones de respuesta (Muy de acuerdo, Acuerdo moderado, Desacuerdo
moderado y Muy en desacuerdo), con puntuaciones de 0 a 3. Cada ítem debe
ser contestado, en forma retrospectiva o actual, para el padre y para la madre.

La escala de cuidado (CUI) hace referencia a: calidez emocional,


preocupación por el bienestar del hijo y valoración positiva del mismo, frente
a rechazo e indiferencia. Mientras que la escala de sobreprotección (SOB), a:
control, sobreprotección, intrusión, contacto excesivo, infantilización y
prevención de la conducta independiente, que tienen alto valor en
sobreprotección frente a fomento de la independencia, que tienen bajo índice
de sobreprotección.

Otros autores (Kendler, 1996; Martin et al., 2004) han hallado tres
factores: el cuidado (compuesto por los mismos ítems que en el de Parker et
al. [1979]), y la sobreprotección, que se divide en dos factores: autoritarismo
(Kendler, 1996) o restricción (Martin et al., 2004) y sobreprotección
(Kendler, 1996) o intrusión (Martin et al., 2004).

Parker (1983) encontró en una muestra australiana que las puntuaciones


medias para cuidado materno eran de 27,0 y 13,5 para sobreprotección,
mientras que las puntuaciones medias para los padres eran de 24,0 en cuidado
y 12,5 en sobreprotección. En una muestra del País Vasco (Espina et al.,
1996) encontramos en un grupo control sin patología las siguientes
puntuaciones medias: cuidado materno 29,19, sobreprotección materna
16,50; cuidado paterno 21,56 y sobreprotección paterna 16.

La fiabilidad de la escala, en cuanto a la consistencia interna, informada


por el autor es muy buena (Parker, 1983): de 0,88 para cuidado y 0,74 para
sobreprotección); mientras que la fiabilidad interjueces mostró índices de r =
0,78 para cuidado y r = 0,49 para sobreprotección. Parker (1984) resume los
estudios realizados sobre la fiabilidad test-retest de la escala en distintas
muestras clínicas y no clínicas. Los resultados eran buenos para ambas y
mejores para la escala de cuidado respecto a la de sobreprotección. La validez
concurrente ha sido, así mismo, ampliamente estudiada (Parker, 1984 y 1986;
Kazarian et al., 1987; MacKinnon et al., 1991). En resumen, los resultados de
estos trabajos señalan que el PBI es una medida válida de las características
parentales percibidas, así como de las características parentales actuales.
Además, el PBI no se ve afectado por el ambiente familiar, «percepción
compartida». La validez predictiva, en cuanto a diferenciar muestras clínicas
y sujetos normales, así como para predecir el curso de una enfermedad, ha
sido investigada por Parker (1979 y 1981) en los trastornos de ansiedad y
depresivos. En diferentes tipos de pacientes psiquiátricos han sido
investigados por numerosos autores (Espina y Pumar, 1999). En
toxicomanías, el PBI ha sido utilizado por Schweitzer y Lawton (1989).

Schweitzer y Lawton (1989) estudiaron la percepción que tenían los hijos


de las actitudes de sus padres hacia ellos me diante el Parental Bonding
Instrument (PBI) de Parker et al. (1979) en una muestra de 63 adictos a
opiáceos y un grupo control de 50 estudiantes con una edad semejante. Entre
sus resultados destaca que en el grupo de toxicómanos predominaba el
vínculo de control sin afecto, mientras que en el grupo control, el vínculo
óptimo. Este control sin afecto debe considerarse un estilo de parental de alto
riesgo y se caracteriza por frialdad, rechazo, indiferencia, control e intrusión
en la vida del hijo, y una falta de estímulo para la autonomía. Espina et al.
(1996), aplicando el PBI a toxicómanos hallaron que también el vínculo de
control sin afecto era el más frecuente en éstos, mientras que el vínculo
óptimo era el más frecuente en el grupo control.

Espina, Fernández y Pumar (2000), utilizando una adaptación infantil del


PBI, encontraron que el vínculo de control sin afecto era el más frecuente en
niños con trastornos del habla y del lenguaje.

Humphrey y Stern (1988), basándose en la teoría de las relaciones


objetales, proponen que las familias en las que aparecen trastornos de la
alimentación experimentan fallos a la hora de proporcionar un ambiente
parental contenedor. Estos autores creen que estos fallos son transmitidos de
una generación a otra. Muchos de los estudios empíricos sobre los estilos
parentales en los trastornos de la alimentación están basados en el Parental
Bonding Instrument (PBI) (Parker, Tupling y Brown, 1979). Los datos de los
estudios empíricos son variables y no concluyentes.

Gómez (1984) quería comprobar si el desarrollo psicosexual estaba


relacionado con los problemas con la bebida. Para ello comparó pacientes
que referían problemas con el alcohol con sujetos controles sin ningún tipo de
patología y con pacientes con trastornos alimentarios. Con dicho fin utilizó el
PBI y encontró que, en la percepción de la figura materna, las bulímicas no
diferían de las controles; las anoréxicas puntuaban a sus madres
significativamente más bajo en cuidado y más alto en protección. En cambio,
no diferían de las controles en la percepción de la figura paterna, mientras
que las bulímicas mostraban una significativa falta de cuidado.

Pole, Waller, Stewart y Parkin-Feigenbaum (1988) hallaron que mujeres


bulímicas puntúan significativamente más bajo en cuidado con respecto a sus
madres que las controles (75% vs. 47%, respectivamente); las puntuaciones
para los padres son similares, aunque se acercan a la significación estadística.
El cuadrante que más distingue a los grupos es el de vinculación óptima, al
que pertenece un 43% de las controles frente al 5,4% de las bulímicas.
Concluyen que los síntomas bulímicos estarían disfrazando un desarrollo del
ego deficitario relacionado con una pobre empatía parental más que a un
problema básico de autocontrol.

Rhodes y Kroger (1992) comparan la percepción de las pautas de crianza


entre adolescentes con trastornos alimentarios y un grupo control libre de
síntomas. Concluyen que el control sin afecto maternal, caracterizado por la
sobreprotección, inhibición de la individuación, intrusismo, infantilización y
la falta de calidez emocional, se asocia en mayor medida que la paterna con
los trastornos alimentarios. Además, encuentran que las pacientes puntúan
alto en ansiedad de separación, bajo en separación saludable, alto en ansiedad
a ser «engullido» y alto en negación de la independencia. Es decir, aparece un
modelo en el que cuando se mueven lejos sienten ansiedad de separación
pero cuando están cerca temen ser engullidos.

Russel et al. (1992) aplicaron el PBI a anoréxicas, otras pacientes


psiquiátricas y un grupo normativo, y hallaron que en las pacientes
anoréxicas y en el grupo control era más frecuente el vínculo óptimo y en las
otras pacientes el de control sin afecto. Vandereycken (1994) aplicó el PBI a
anoréxicas y a sus padres y encontró que las madres percibieron un vínculo
de control sin afecto en ambos padres; los padres percibieron a sus padres
como neutrales y a sus madres como sobreprotectoras. Mientras que sus hijas
percibían un vínculo óptimo con su madre y débil con el padre.

En un estudio realizado con jóvenes del País Vasco hemos podido


confirmar ver la íntima relación entre las pautas de crianza y la salud mental
(Espina, Ochoa de Alda y Ortego, 2007).

Esta forma disfuncional de parentalidad o distorsión perceptual, o ambas,


puede ser un epifenómeno de la atmósfera negativa en las familias con
trastornos. Las tristes relaciones entre padre e hijos, la crónica emoción
negativa, puede ser a la vez causa y consecuencia de las interacciones que
minan las preocupaciones parentales y el desarrollo de los hijos. Por otra
parte, unas pautas parentales de crianza inadecuadas pueden actuar como un
factor predisponente a padecer trastornos psicológicos.

5. LA TRANSMISIÓN GENERACIONAL EN LAS FAMILIAS

Bowen (1978) habló del proceso de diferenciación del self, referido al grado
en que el sujeto permanece o no separado del otro. La diferenciación está
asociada con la madurez emocional, mientras que el grado extremo de
indiferenciación se da en la relación simbiótica. Las personas poco
diferenciadas necesitan constantemente de los otros y no toleran la soledad.
El grado de diferenciación del self determina la existencia de un self sólido o
de un pseudoself. El self sólido se constituye a base de creencias, opiniones,
convicciones y principios vitales definidos con claridad que se incorporan a
partir de experiencias sometidas a un proceso de razonamiento intelectual. El
pseudoself se gesta, por el contrario, por la presión emocional del grupo, que
exige que el individuo siga los ideales y principios asumidos por la cultura
grupal, lo cual le hace dependiente en exceso del grupo con los consiguientes
problemas emocionales y relacionales. Las familias en las que no se da un
adecuado proceso de diferenciación tendrían una «masa de ego
indiferenciada», es decir, estarían fusionadas, aglutinadas, y en la pareja la
angustia frente a la fusión puede provocar el distanciamiento emocional.
Muchas veces, aspectos del self no aceptados son fruto de experiencias
inadecuadas en la generación anterior, que han impedido que se dé el proceso
de individuación. Las vinculaciones irresueltas con los padres (Bowen)
determinan que cuanto más bajo es el nivel de diferenciación, peor podrá el
sujeto separarse del pasado para iniciar su vida en la generación actual.

Boszormenyi-Nagy (1965) también aplica a las relaciones familiares los


conceptos de límites, simbiosis, individuación, proyecciones e
identificaciones proyectivas y, más adelante, Boszormenyi-Nagy y Sparks
(1973) desarrollan una teorización basada en la conciencia moral, el súper-yo
e ideal del yo, aplicado a la familia. Estos autores hablan del libro de cuentas
familiar para referirse a un sistema multigeneracional de obligaciones y
deudas que deben pagarse con el tiempo. El sistema de obligaciones, llamado
súper-yo contrautónomo, permite al grupo subsistir haciendo una atribución
de roles que sacrifica al individuo en aras del bienestar grupal. El síntoma
surgiría cuando hay una acumulación excesiva de injusticias en la
contabilidad del sujeto que se convierte en paciente, o cuando la lealtad a la
familia exige el sacrificio de su autonomización. En ambos casos, el paciente
designado obtiene poder a través de los síntomas y culpabiliza a los demás.

La lealtad tiene como marco de referencia la confianza, el mérito, el


compromiso y la acción, más que las funciones psicológicas del «sentir» y el
«conocer», y determina una obligación ética vinculada al sentido del deber, la
ecuanimidad y la justicia con los miembros comprometidos en esa lealtad.
Los sistemas de lealtad pueden basarse tanto en la colaboración no
explicitada, como en los mitos gestados por la familia, y sus efectos se
manifiestan al surgir la amenaza de desvinculación de un miembro.

Cada generación recibe en forma proporcional a lo que recibió la


generación anterior, y las expectativas planteadas a cada una de ellas se
equilibran con los cuidados y solicitud que se le brindan. La calidad de la
paternidad dependerá, pues, de lo que los padres vivieron de niños.
Generación tras generación los compromisos de lealtad verticales (con las
generaciones anteriores o posteriores) entran en conflicto con los horizontales
(la familia actual y los hermanos), y al establecer nuevas relaciones, en
especial el matrimonio, se plan tea la necesidad de forjar nuevos
compromisos de lealtad y cuanto más rígido sea el sistema de lealtad
originario, mayor desafío deberá afrontar el sujeto.

Otro concepto utilizado por estos autores es el de «parentalización», el


cual hace referencia a la «distorsión subjetiva de una relación» en la que se
ubica al hijo en el papel del propio padre, ya sea en la fantasía o mediante una
actitud de dependencia. Es decir, se recrea la relación con los padres en la
relación actual con los hijos o con el propio cónyuge. El mecanismo de
defensa de identificación proyectiva juega un papel fundamental en la
parentalización, pues los padres depositan un objeto interno en el hijo; por
ejemplo, el padre introyectado.
La parentalización determina los siguientes roles: 1. Rol de cuidador de
los propios padres. 2. Rol sacrificial en el que el sujeto renuncia a su vida por
la unión familiar, ya sea siendo solícito o mostrándose como «el malo» en el
que pueden depositar todo lo negativo para mantenerse unidos (chivo
expiatorio). El compromiso puede llevar a la indiferenciación simbiótica, al
consagrarse a la familia de origen para siempre, renunciando a la más mínima
autonomía. 3. Roles neutrales, generalmente jugados por los hermanos
«sanos y triunfadores», que deben cumplir con la expectativa familiar sin
poder desarrollarse con un ritmo adecuado a su edad. El valor de estos
hermanos en la dinámica familiar se ve cuando intentan alejarse de la familia
y comienzan a manifestarse los problemas encubiertos.

La lealtad puede llevar a que «las amenazas de divorcio de los padres


puedan detener los esfuerzos que los hijos adolescentes o jóvenes realizan en
pos de su emancipación» (Boszormenyi-Nagy y Spark, [1973]).

Framo (1970) plantea que la elección del síntoma viene determinada por
la dinámica intrapsíquica del paciente y por las relaciones familiares. Las
situaciones de la vida no sólo se interpretan inconscientemente a la luz de los
objetos internos, lo cual provoca que se originen expectativas deformadas de
otras personas, sino que se intenta inconsciente y activamente forzar y
cambiar las relaciones para que se adecuen a los modelos internos de rol.
Estos procesos de asignación irracio nal de rol cumplen la función de
recobrar los antiguos objetos de amor a través de los miembros reales de la
familia actual, impidiendo así el temor a la pérdida y la aflicción. Según
Framo, las personas están actuando constantemente viejos conflictos y
buscan mediante el matrimonio, los hijos, los amigos, los enemigos y los
terapeutas, las respuestas de apoyo que les permitirán mantener la relación
con los modelos internos del rol y evitar el surgimiento de ansiedades y
temores asociados con esas relaciones internas. Con los conceptos de
asignación del rol y deformación proyectiva de trasferencia, Framo (1965a,
1965b, 1971, 1996) destaca que los hijos representan expectativas de los
padres basándose en introyecciones paternas, sus roles pueden estar
determinados incluso antes de que nazcan, y les obligan a cumplir
responsabilidades prematuras para las que son adiestrados durante años y que
son reforzadas por normas y mitos familiares. Todo esto impide la
individuación del hijo y permite a los padres mantener la fantasía de que no
han perdido a sus propios padres al tenerlos representados, de alguna manera,
en sus hijos. Algunos síntomas se desarrollan en función de los esfuerzos por
librarse del rol asignado y otros como reflejo de tal designación, y las
dificultades actuales están relacionadas con los esfuerzos reparadores para
corregir, controlar, defenderse y suprimir viejos y molestos paradigmas
relacionales pertenecientes a la familia de origen, y la elección de las
relaciones está condicionada al intento de encontrar soluciones
interpersonales a conflictos intrapsíquicos.

Para Framo (1970), aunque no todos los síntomas estén determinados


interpersonalmente, siempre tienen repercusiones a ese nivel, lo cual
determina su naturaleza, curso, conservación o eliminación. El nivel
intrapsíquico y el transaccional son necesarios para una visión de conjunto en
la que los lazos familiares hacen que el hijo rechace, reprima, deforme o
proyecte para aliviar la ansiedad que le provoca la tensión entre su auto
conservación y la lealtad a su familia, es decir la formación, selección,
mantenimiento, intercambio y disminución de los síntomas se consideran en
función de la interacción entre el sistema individual y el sistema familiar de
relaciones.

Stierlin (1975, et al., 1977) sigue algunos planteamientos de


Boszormenyi-Nagy y, utilizando las perspectivas psicoanalítica y sistémica,
describe cinco niveles de análisis de las relaciones familiares.

a)Individuación vinculada. Hace referencia a la co-individuación que se


da entre los miembros de la familia cuando la individuación de cada
uno permite relacionarse de una manera más evolucionada. Cuando hay
infraindividuación se puede llegar a la relación simbiótica y si se da la
supraindividuación, las fronteras son excesivamente rígidas y los
sujetos están aislados. También puede darse una oscilación pendular
entre estos dos extremos; en todos los casos falla la capacidad y
disposición al diálogo.
b)Ligazón y expulsión. Están asociadas a la separación entre las
generaciones y puede darse a varios niveles. La excesiva ligazón
provoca trastornos psicosomáticos y psicóticos y la expulsión es una
forma de maltrato infantil que lleva a las sociopatías en los hijos. Es
frecuente que los duelos inconclusos jueguen un importante papel en la
ligazón y expulsión.

c)Delegación. De encargos que se transmiten de una generación a otra con


una gran exigencia de lealtad. Se torna disfuncional cuando la
exigencia del legado supera las capacidades del sujeto.

d)Legado y mérito. Hace referencia al libro mayor familiar de méritos de


Boszormenyi-Nagy.

e)El estatus de la reciprocidad. En él confluyen los otros cuatro aspectos,


sólo que ahora se refieren a las relaciones actuales. Es negativo cuando
se da una escalada simétrica por el poder, lo que Stierlin llama «clinch
maligno».

Hellinger (1996, 2000, 2002, 2003) recoge las aportaciones de las


escuelas transgeneracional (Boszormenyi-Nagy y Spark, 1973; Bowen 1978;
Framo, 1996; Stierlin, 1975) y estratégica (Haley, 1974, 1980; Madanes,
1981) y les imprime un sentido espiritual y transcendente. Este autor ha
desarrolla un trabajo sobre constelaciones familiares basado en las reglas
familiares asociadas a los valores y conceptualizadas como las órdenes del
amor, y están representadas por el vínculo y la conciencia:

-Vínculo: la vinculación a través de los lazos afectivos entre los seres


humanos permite la supervivencia física y emocional. Este concepto
está asociado al apego como primera vinculación afectiva.

-Conciencia: es la conciencia moral (súper-yo) que nos quía e induce el


sentimiento de culpa cuando no se siguen los preceptos morales
aprendidos en primer lugar en el seno de la familia y hechos propios
posteriormente (introyectados). La inocencia tiene que ver con cumplir
con las normas, rituales o leyes no escritas en el sistema. En el proceso
de crecimiento hay una parte de culpa inevitable, la que supone dejar
de ser niños, ser adultos con criterio propio y crear nuestra propia
familia.

Las órdenes del amor son tres: de pertenencia, de jerarquía y de dar y


tomar.

1a orden: pertenencia

Todos los elementos de un sistema tienen derecho a pertenecer a dicho


sistema, incluso los miembros ausentes. Si no se reconoce explícita o
implícitamente, afectará negativamente al mismo, especialmente a los
miembros más débiles. Cuando un miembro es excluido, ya sea olvidado,
excluido o rechazado, la conciencia del sistema induce a un miembro de una
generación posterior a asumir («amor ciego») el destino de la persona
excluida, lo cual le impedirá desarrollar su propio destino y, muchas veces, le
supondrá una limitación importante en su vida.

2a orden: jerarquía

Los elementos (miembros) que llegaron antes al sistema tienen prioridad


sobre los que llegaron después y deben ser reconocidos como tales, y es su
derecho y deber mantener su lugar de prioridad. Los pequeños, los que
llegaron después, no pueden ocupar el lugar de un miembro del sistema que
llegó antes, tampoco pueden asumir su destino, sus culpas, ni juzgarle. Por
otra parte, estos últimos tienen prioridad en la atención y el cuidado. El
desorden se produce cuando no se atiende a la familia nuclear por atender a la
de origen, cuando el nuevo no tiene un lugar seguro que le garantice cuidado
y atención, o cuando a éste se le ofrece un lugar jerárquico superior.

3a orden: «dar» y «tomar»

Lo mayores dan y los menores toman. En las relaciones igualitarias es


recíproco el dar y tomar. El desorden está asociado a la reciprocidad: si no se
da entre iguales, el desequilibrio produce malestar. Por el contrario, entre
generaciones son los intentos de reciprocidad o de «igualar la deuda» lo que
provoca el malestar. El manejo adecuado está asociado al agradecimiento y la
humildad de aceptar lo que se recibe desde una posición inferior.

Sobre estas bases, Hellinger desarrolla un trabajo sobre las familias de


origen y la actual, utilizando, principalmente, la técnica de la escultura.

El trabajo de reconstrucción de la trama intergeneracional permite


entender las relaciones actuales a la luz de la dimensión histórica del sistema
con el que interactúa el terapeuta, que incluye la historia del paciente, de sus
padres y sus relaciones con la familia de origen. A nivel de la intervención,
este planteamiento permite abordar problemas no resueltos y demandas
insatisfechas que se transmiten de generación en generación a la espera de
una solución.

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En el abordaje ecosistémico o contextual, también hay un espacio destacado
para el mundo emocional. Ya veíamos que las emociones forman parte de la
personalidad CASIC y, al fin y al cabo, los sistemas están formados por
individuos, holones diría Minuchin, con sus propias emociones, las cuales
condicionan en gran medida los modos de vinculación.

Según Lazarus y Lazarus (1994), las emociones constan de un estado


emocional subjetivo, un impulso a actuar, cambios corporales que preparan y
mantienen el afrontamiento de la situación desencadenante del estado
emocional y un lenguaje corporal que comunica esas emociones a los demás.
Siguiendo ese planteamiento, podemos hablar de tres componentes
principales en las emociones:

•Experiencia (cognitiva-subjetiva) que sirve para adaptarse


cognitivamente y matizar las cualidades de las emociones.

•Fisiológico-adaptativo. Cambios neurofisiológicos y endocrinos (físicos)


que regulan la intensidad de la emoción y la adaptación fisiológica.

•Conductual-expresivo. La expresión emocional (social) permite la


adaptación social y la comunicación del estado emocional.

1.La experiencia emocional se procesa a nivel cognitivo y su función es la


adaptación cognitiva y la discriminación de la cualidad de la emoción.
A nivel neuroanató mico implica el sistema reticular autónomo (SRA)
activando el córtex, el neurocórtex y el sistema límbico.

2.Los cambios neurofisiológicos y bioquímicos tienen como función la


adaptación fisiológica y la regulación de la intensidad de la emoción,
las estructuras neuroanatómicas implicadas son el sistema reticular
autónomo que activa el sistema nervioso autónomo (SNA), el
hipotálamo, el sistema límbico y el sistema endocrino.
3.La expresión emocional actúa en el nivel social y sus funciones son la
adaptación social y la comunicación de los estados emocionales, las
estructuras neuroanatómicas implicadas son el SRA activando la
conducta, la corteza motora precentral, el sistema límbico, el
hipotálamo, la amígdala y el hipocampo.

Las tareas centrales del desarrollo emocional incluyen la habilidad de


identificar y entender los sentimientos propios, de interpretar y comprender
adecuadamente los estados emocionales de los otros, de organizar las
emociones y su expresión de una forma constructiva y de regular la propia
conducta, desarrollar empatía hacia los otros y crear y mantener relaciones.

El desarrollo de las expresiones emocionales implica la habilidad para


producir diversas emociones y para reconocer y discriminarlas en uno mismo
y en los otros (Garrido, 2000). Las emociones básicas: alegría, miedo,
tristeza, ira, sorpresa y repulsión, permiten responder rápidamente a estímulos
biológicamente relevantes y adaptarse al medio. Cuando existe una mala
regulación emocional, aparecen alteraciones transitorias, como la ansiedad y
los excesos comportamentales, y crónicas que se expresan en procesos
psicopatológicos. Las emociones apoyan las funciones ejecutivas cerebrales
cuando están bien reguladas, pero interfieren en la atención y la toma de
decisiones cuando están mal controladas (Damasio, 1994).

Wundt (1896) desarrolló una teoría tridimensional del sentimiento:


agrado-desagrado, tensión-relajación y excitación-calma. Cada una de las
emociones se formaría con una combinación de estas dimensiones. Zajonc
(1980) sostiene que las dimensio nes aceptadas por casi todos los autores son
agrado-desagrado y la intensidad de la reacción emocional. La primera sería
exclusiva y característica de las emociones. Oatley (1992) resalta en las
emociones la disposición para la acción y la «cualidad fenomenológica». Para
Izard (1977) y Plutchik (1980), las emociones son fenómenos
neuropsicológicos específicos fruto de la selección natural, que organizan y
motivan comportamientos fisiológicos y cognitivos para facilitar la
adaptación.
Reeve (1994) propone que la emoción cumple tres funciones: a)
Funciones adaptativas. b) Funciones sociales. c) Funciones motivacionales

La función adaptativa se refiere a la movilización de energía y el dirigir la


conducta hacia un objetivo. Plutchik (1980) propone una funcionalidad para
las emociones (ver tabla 8).

TABLA 8

FUNCIONES DE LAS EMOCIONES

Las emociones favorecen la interacción social de varias formas:


controlando la conducta de los demás (por ejemplo, la ira), permitiendo la
comunicación de los estados afectivos y promoviendo la conducta prosocial
(por ejemplo, la alegría) (Izard, 1977). La inhibición de las emociones
también cumple una función social obvia, pues puede no ser adecuado
mostrar una emoción determinada en un contexto dado. La creación de una
red social de apoyo estará muy vinculada a la expresión emocional.

La emoción energiza la conducta motivándola, pues tiene la función


adaptativa de facilitar la ejecución de la conducta necesaria ante cada
exigencia; por ejemplo, la ira facilita la defensa, la alegría, la atracción
interpersonal, la sorpresa, la atención ante estímulos. Según Izard (1993), las
emociones básicas son: placer, interés, sorpresa, tristeza, ira, asco, miedo y
desprecio, y tienen estas características:

-Tener un sustrato neural específico y distintivo.

-Tener una expresión o configuración facial específica y distintiva.

-Poseer sentimientos específicos y distintivos.

-Derivar de procesos biológicos evolutivos.

-Manifestar propiedades motivacionales y organizativas de funciones


adaptativas.

Para Ekman y Davidon (1994) son siete las emociones básicas: ira,
alegría, asco, tristeza, sorpresa, miedo y desprecio.

El tema de las emociones básicas es controvertido, pero por tener


características comunes en todos los seres humanos y poseer patrones de
reacción afectiva distintivos y generalizados, son aceptadas por casi todos los
autores seis emociones: alegría, tristeza, ira, sorpresa, miedo y asco.

Las emociones básicas permiten responder rápidamente a estímulos


biológicamente relevantes:

.Alegría: proactiva, seguridad, diversión, repetir.

•Tristeza: aislamiento, ensimismamiento, reintegrar.

•Miedo: anticipación, huida, alejamiento, proteger.

•Ira: resentimiento, explosión, destruir.

•Asco: rechazo de lo no deseado, rechazar.

•Sorpresa: sobresalto, alerta, asombro, orientar.


1.La alegría favorece la recepción e interpretación positiva de los
estímulos ambientales. Tiene más estabilidad que el placer, favorece la
consecución de objetivos. Se asocia a una congruencia entre lo que se
desea y lo que se posee, entre las expectativas y las condiciones
actuales y en la comparación con los demás. Facilita la empatía, lo que
favorecerá la aparición de conductas altruistas, el rendimiento
cognitivo, la solución de problemas y la creatividad (Isen, 1984), así
como el aprendizaje y la memoria. Incrementa la capacidad para
disfrutar de la vida. Establecer nexos y favorecer las relaciones
interpersonales. Produce sensación de fuerza, competencia,
transcendencia y libertad, sensación de bienestar, autoestima y
autoconfianza (Averill, 1994).

2.La ira es el componente emocional del complejo agresividad-hostilidad-


ira. La hostilidad hace referencia al componente cognitivo y la
agresividad al conductual. Se asocia a la frustración, situaciones
injustas (Izard, 1977) o atentados contra valores morales (Berkowitz,
1990). La atención se localiza en los obstáculos externos que impiden
la consecución del objetivo. Suele aparecer incapacidad o dificultad
para la ejecución eficaz de procesos cognitivos. Moviliza las respuestas
de ataque-fuga y puede evitar las respuestas indeseables de otros. La
experiencia subjetiva es la de necesidad de actuar de forma intensa e
inmediata (física o verbalmente) para solucionar, de forma activa, la
situación problemática. Suele ser desagradable e intensa.

3.El miedo se produce ante un peligro real y la reacción es proporcional a


éste. Suelen provocar miedo situaciones novedosas y misteriosas,
especialmente en niños, altura y profundidad, experiencias previas,
dolor y anticipación del dolor, pérdida de sustento. Activa el síndrome
general de adaptación. La valoración primaria es la de amenaza y la
secundaria, la ausencia de estrategias de afrontamiento apropiadas
(Lazarus, 1993). Facilita la huida o evitación de la situación peligrosa.
Al prestar una atención casi exclusiva al estímulo temido, hace que el
organismo reaccione rápidamente ante el mismo. Moviliza gran
cantidad de energía. Genera aprensión, desasosiego, malestar, preocupa
ción, recelo por la propia seguridad o por la salud y sensación de
pérdida de control.

4.La tristeza la provocan: separación física o psicológica, pérdida o


fracaso, decepción, situaciones de indefensión, ausencia de predicción
y control. Seligman (1975) sugiere que la tristeza aparece después del
miedo debido a que ésta es el proceso oponente del pánico y la
actividad frenética. Produce dolor crónico, sensación de pérdida o daño
irreparable y localización de la atención en las consecuencias a nivel
interno de la situación. Puede inducir la depresión (tríada cognitiva,
esquemas depresivos y errores en el procesamiento de la información).
Favorece la cohesión, la empatía, el altruismo y la comunicación con
otras personas (Averill, 1994). Se disminuye el ritmo de actividad. Se
valoran otros aspectos de la vida a los que antes de la pérdida no se
prestaba atención. La experiencia subjetiva es de desánimo, melancolía,
desaliento y pérdida de energía

5.La sorpresa es una reacción emocional neutra, que se produce de forma


inmediata ante una situación novedosa o extraña y que se desvanece
rápidamente, dejando paso a las emociones congruentes con dicha
estimulación (Reeve, 1994). La provocan acontecimientos inesperados
y estímulos novedosos no muy intensos. Produce un aumento brusco de
estimulación, interrumpiéndose la actividad que se está realizando en
ese momento. Aumenta la actividad cognitiva para facilitar una
reacción emocional y conductual apropiada ante una situación
novedosa y los procesos atencionales, exploración e interés por la
situación novedosa. La reacción afectiva es indefinida, aunque
agradable. Puede producir una sensación de incertidumbre por lo que
va a acontecer.

6.El asco provoca sensaciones fisiológicas claras: aumenta la reactividad


gastrointestinal (por ejemplo, náuseas) y la tensión muscular. Lo
provocan estímulos desagradables potencialmente peligrosos o
molestos. Sirve para huir o evitar situaciones desagradables o
potencialmente dañinas para la salud. Los estímulos pueden ser
olfativos, olorosos, acústicos y visuales, así como estar muchas veces
vinculados a los alimentos.

Las emociones complejas son una mezcla de varias emociones dirigidas


hacia el mismo objeto, pero despertadas por varios, y a menudo
contradictorios, aspectos del objeto o la situación; por ejemplo, la nostalgia
puede ser una mezcla de tristeza con esperanza, los celos integran furia,
miedo, envidia. Vamos a describir, a modo de ejemplo, algunas:

Elorgullo manifiesta un sentimiento de superioridad sobre otro,


enderezando la cabeza y el cuerpo entero. La gente que muestra orgullo
generalmente lleva una pequeña sonrisa, inclina levemente la cabeza
hacia atrás, visiblemente expanden su postura y alzan los brazos por
encima de su cabeza o bien se ponen las manos en la cintura. Expandir
la postura en esta expresión crea una impresión de grandeza y así se
expresa el sentido de dominación; y el inclinar la cabeza hacia atrás
quizá le permite al individuo observar por encima de la gente
mostrando superioridad. La persona arrogante mira a los demás desde
lo alto, bajo los párpados. Apenas accede a mirarles, o bien atestigua su
desprecio por ligeros movimientos de las ventanas de la nariz o de los
labios.

-La vergüenza se relaciona con sentirse expuesto y encontrarse carente de


dignidad o valía. Implica sentirse mirado con desprecio o inferior a los
otros. Se asocia con la tendencia a retraerse o esconderse

-La culpa es un estado más complejo que la vergüenza, implica juicios


aprendidos en relación a acciones o comportamientos específicos. La
culpa motiva el sentir que se tiene que pagar por haber obrado mal.

-Resignación e impotencia: cuando alguien quiere indicar que no puede


hacer una cosa o impedir que algo se produzca, suele alzar los dos
hombros con un movimiento rápido. Al mismo tiempo, para completar
la ac titud, vuelve los codos hacia dentro, doblados los brazos, alza las
manos abiertas volviéndolas hacia fuera y apartando los dedos. Va
acompañado de frases como estas: «no es culpa mía», «me es imposible
conceder ese favor», «que siga su camino», «yo no puedo detenerle».
El encogimiento de los hombros expresa también la paciencia o la
ausencia de toda idea de resistencia.

-El rubor es la más especial y la más humana de todas las expresiones. La


coloración del rostro que entonces se produce es debida al relajamiento
de las paredes musculares de las pequeñas arterias, que permite a los
capilares llenarse de sangre. El rubor no sólo es involuntario, sino que
el deseo que tenemos de reprimirle, atrayendo nuestra atención sobre
nuestra persona, nos dispone más a él.

-El dolor no está asociado con ninguna tendencia de acción que permita
prevenir el daño, pero sí posee un valor para la supervivencia. Lo logra
enseñando a la persona a evitar las cosas que se ha descubierto que
pueden ser dolorosas. Si el dolor emocional es intenso, las personas se
sienten fuera de control y experimentan dolor físico en sus estómagos,
en sus cabezas y en su cuerpo en general. Informan de que se sienten
desbordadas, tienen miedo de ser incapaces de parar de llorar, así como
de perder el control. Dicen sentirse débiles, hechas añicos, rotas,
rasgadas, con heridas abiertas y como vacías y sin esperanza.

Greenberg y Paivio (2000) hablan de «esquemas emocionales», los


cuales: «No se basan únicamente en la emoción, implican una síntesis
compleja de afecto, cognición, motivación y acción, que proporciona a la
persona un sentido integrado de ella misma y del mundo, así como también
un significado subjetivamente sentido».

Las emociones son el resultado de un proceso de construcción complejo


que sintetiza diferentes niveles de procesamiento de la información. Las
fuentes de información son afectivas, cognitivas, motivacionales y
sensoriales, y todas ayudan a determinar la experiencia y la acción humanas.
Lo que gesta el sentimiento es la síntesis de muchos niveles de
procesamiento, que produce el darse cuenta, y un proceso consciente de
integración de emoción y razón. Las emociones emergen a la conciencia
cuando se atiende la sensación corporal, y ésta se simboliza en el darse
cuenta. El material simbolizado conscientemente se piensa para crear un
nuevo significado, y para ayudar en la resolución del problema y la toma de
decisiones. Las experiencias emocionales son experimentadas como
sentimientos y significados complejos, por ejemplo, «estar en una nube», «en
el fondo del abismo», son generados por los esquemas.

Los esquemas emocionales constituyen el nivel de procesamiento más


elevado, más que el razonamiento consciente o que la conducta automática.
Nos proporcionan la sensación de ser seres humanos, o la de «sentirnos en la
cima del mundo», o la sensación de malestar, o de «ser una basura». Este
procesamiento guía el pensamiento consciente y la acción, y nos aporta una
sensación de tono emocional acerca de las cosas (la sensación-sentida
corporalmente), que resulta crucial a la hora de la toma de decisiones.

Todo ello constituye una integración personal de lo biológico y lo


vivencial, y actúa como una fuente de información acerca de nosotros
mismos en relación con el mundo que nos rodea.

Greenberg y Paivio (2000) distinguen entre emociones primarias y


secundarias. Las emociones primarias son respuestas emocionales ante una
experiencia. Pueden ser adaptativas, como el miedo ante la amenaza, la
tristeza ante la pérdida o el enfado ante la agresión, pues ayudan a enfrentar
un peligro para la supervivencia, bien a través de desencadenar la propia
acción, de proveer información al propio individuo o de la activación de
sentimientos de ayuda en los demás. También hay emociones primarias no
adaptativas, como el miedo fóbico. Éstas son respuestas que se han
desarrollado en contextos inadecuados para el desarrollo, pero son primarias
porque no son subsiguientes a ninguna respuesta que le precede e
inicialmente fueron adaptativas.

Las emociones secundarias son una reacción a otra emoción anterior, y


comprende el significado que para su self tiene el sentir la emoción primaria.
Pueden ser una reacción defensiva o evitativa de la primaria, porque ésta no
se acepta o supone una amenaza para el self, por ejemplo, ira para ocultar la
tristeza vivida como debilidad (frecuente en los hombres), o lo contrario,
tristeza para ocultar la ira (frecuente en las mujeres). Otras veces son
consecuencia de la evaluación que se ha realizado de la emoción primaria,
por ejemplo, cuando una persona que ha tenido una pérdida se deprime, y a
continuación se castiga y se odia a sí misma por ello, ya que considera que
eso es una debilidad.

Greenberg y Paivio (2000) proponen también el concepto de emoción


instrumental, referido a las emociones que sirven para provocar respuestas en
el otro, por ejemplo, llorar para que el otro se sienta culpable, aunque lo que
tenga sea miedo. Son instrumentales porque se ha aprendido que su expresión
tiene consecuencias relacionales y se han vuelto habituales. Pueden usarse de
modo consciente y deliberado o de modo inconsciente y automático.

FIGURA 2

EMOCIONES PRIMARIAS
FIGURA 3

EMOCIONES SECUNDARIAS E INSTRUMENTALES

Tenemos dos sistemas básicos de información: uno basado en las


emociones, de tipo vivencial, y otro basado en lo racional, de tipo conceptual.
La integración de estos sistemas acabará produciendo la conducta adaptativa.
A medida que experimentamos sentimientos, con frecuencia también
reflexionamos sobre ellos conscientemente. Organizamos de forma constante
la experiencia, integrando el aprendizaje cultural con la sensación emocional
para llegar a crear un significado nuevo. Los dos niveles de producción del
significado guían el funcionamiento humano: el conceptual consciente y el
vivencial tácito. La integración de estos dos niveles es lo que nos lleva a un
funcionamiento adaptativo.

Las tablas 9 y 10 pueden servir de guía para detectar y consignar qué


estados afectivos detectamos en la entrevista y cómo nos sentimos nosotros
con una familia en particular.
TABLA 9

ESTADOS AFECTIVOS Y SENTIMIENTOS

TABLA 10

LISTA DE ADJETIVOS DE COMPROBACIÓN DE MÚLTIPLES


ESTADOS AFECTIVOS
El desarrollo emocional está íntimamente ligado al apego. El primer
aprendizaje emocional se realiza con la figura de apego y la calidad del
mismo determinará, en gran medida, el funcionamiento emocional. (Ver
apartado sobre el apego.)
1. ALEXITIMIA

La dificultad para procesar cognitivamente las emociones ha sido recogida en


el constructo «alexitimia». Según Nemiah (1977), los cuatro aspecto más
destacables en la alexitimia son: a) dificultad para identificar y describir
sentimientos, b) dificultad para distinguir los componentes somáticos
(sensaciones) de los subjetivos (emociones) de la activación emocional, c)
pobreza de fantasías y d) un estilo cognitivo externamente orientado
(concreto, utilitarista, literal, referido a acontecimientos externos) y un estilo
de vida orientado a la acción.

Las características de la alexitimia (Kristal, 1979) son:

A.Rasgos esenciales

1.Pensamiento simbólico reducido o ausente. Es utilitario, minucioso,


centrado en el exterior, no expresando sus motivaciones, deseos,
tensiones o sentimientos.

2.Limitada capacidad para fantasear. Existe una inhibición de la


capacidad de la fantasía como realizadora de deseos, lo cual les impide
la representación de los impulsos y la simbolización de las tensiones
como un paso previo a la acción.

3.Dificultad para expresar los sentimientos con palabras. Al tener


dificultades en contactar con su realidad psíquica no pueden diferenciar
estados emocionales y localizar sensaciones y experiencias corporales,
recurriendo a expresar sus demandas con el cuerpo.

B.Rasgos accesorios

1.«Pseudoadaptación social». Su comportamiento es rígido y


excesivamente dependiente de las convenciones sociales.

2.Relaciones sociales estereotipadas, muy dependientes o evitativas, con


gran dificultad para empatizar.
3.Impulsividad como expresión de conflictos. Se descontrolan con
facilidad al no poder elaborar previamente los conflictos.

4.Personalidad inmadura (Ruesch, 1948). No desarrollan una adecuada


individuación, lo cual está asociado a su deficiente expresión
simbólica. Los tipos de personalidad más frecuentes son: introvertidos,
pasivo-agresivos, pasivo-dependientes.

5.Resistencia a la psicoterapia tradicional. Al no discriminar sentimientos


de sensaciones corporales y tener deficitaria la capacidad de simbolizar,
no poseen la capacidad de introspección necesaria para las
psicoterapias dinámicas.

Las áreas afectadas en la alexitimia son (Kristal, 1979): a) trastorno


cognitivo en el que los símbolos se usan como un mero signo, sin integrarlos
en un contexto personal, b) trastorno afectivo caracterizado por la dificultad
de diferenciar las sensaciones corporales de las emociones y para expresar
con palabras estas últimas, lo cual produce ausencia de expresividad
emocional y actuaciones impulsivas inesperadas y c) trastorno de las
relaciones interpersonales en el que la dificultad de empatizar ocupa un lugar
predominante.

Los sujetos alexitímicos padecen alteraciones a nivel cognitivo: fallos en


la simbolización, y a nivel afectivo: poca expresividad emocional,
impulsividad y dificultad de empatizar. Estas dificultades para manejarse con
las emociones llevan a los sujetos alexitímicos a no manejarse
adecuadamente en las situaciones estresantes que se les presentan en las
relaciones interpersonales, siendo propensos a la somatización y a las
descargas impulsivas como forma de evacuar la tensión que no pueden
procesar cognitivamente.

Emde (1988) y Stern (1984) destacan la función integrativa y


comunicativa de los afectos y de los mecanismos cognitivos implicados en su
regulación y modulación. Estas funciones estarían alteradas en los
alexitímicos, por lo que son vulnerables a un incremento de la tensión
provocada por estados indiferenciados de activación emocional. El problema
fundamental es el déficit en el procesamiento cognitivo de las emociones,
independientemente de su fuente, y el conflicto intrapsíquico sería una fuente
de activación. El origen de este déficit puede estar tanto en variaciones de la
organización cerebral como en los defectuosos patrones de intercambio
afectivo durante el desarrollo infantil. (Emde, 1988; Stem, 1984; Taylor,
1984, 1987; Edgcumbe, 1984; Osofsky y Eberhart, 1988) o en las relaciones
familiares actuales, como plantean Onnis y Di Genaro (1987). Hemos hallado
alta tasa de alexitimia en padres de hijas con trastornos de la conducta
alimentaria (Espina, 2003).

2. EMPATÍA

En el nivel social, la expresión emocional y su comprensión por parte del


receptor es un elemento clave en la comunicación emocional. Este aspecto es
recogido en el constructo «empatía». La empatía es una respuesta emocional
que sur ge del estado emocional de otro y que es congruente con un estado
emocional. Esta reacción afectiva vicaria puede ocurrir como respuesta a
estímulos externos, indicadores del estado afectivo del otro o como resultado
de la inferencia de su estado emocional sobre la base de la observación de la
situación en la que está el otro (Eisenberg y Strayer, 1987).

Según Feshbach (1987), la empatía es una respuesta emocional


compartida que es contingente a elementos cognitivos. Es una función
formada por tres factores: a) habilidad para discernir claves afectivas en
otros, b) la capacidad cognitiva de adoptar la perspectiva y el rol del otro, c)
sensibilidad emocional para experimentar emociones.

La empatía está formada por componentes cognitivos, afectivos y


motivacionales. El componente cognitivo se desarrolla por medio de: a)
capacidades innatas: observación de «señales emocionales», contagio
mimético emocional y mimetismo motor, b) sistema de interacción niño-
adulto: observación de modelos y adquisición de patrones, reproducción de
emociones y conductas, este sistema permite al niño actuar intencionalmente
y atribuir intencionalidad a las acciones de los demás, c) motivación personal
y atribuciones cognitivas: experiencia de vida y conocimiento social que
condiciona las percepciones y la orientación y disposición de la respuesta
empática. El componente afectivo o fisiológico (SNA) prepara al cuerpo,
estimula la atención, apoya, reelabora o niega el estímulo y orienta la
conducta.

Si tiene mayor peso el componente cognitivo hablamos de la empatía


como habilidad cognitiva para reconocer y comprender los pensamientos y
sentimientos de los demás, y si nos referimos al componente afectivo la
empatía es vivida como una experiencia vicaria de los sentimientos de los
otros, siendo una respuesta afectiva congruente, el componente cognitivo será
siempre un prerrequisito. A su vez, la empatía puede ser: a) empatía
disposicional, que es una capacidad básica estable para empatizar, un rasgo
de la personalidad, b) empatía situacional, que depende de factores personales
y situacionales, es un estado.

Según la intensidad de la reacción emocional activada en el contacto con


la emoción del otro, encontramos personas que reaccionan con baja
intensidad sintiendo ternura y compasión hacia el otro, por lo que orientan la
conducta hacia él ofreciéndole ayuda para paliar su sufrimiento. Pero si la
reacción emocional es intensa aparece alarma, ansiedad e inquietud,
orientando el sujeto la conducta hacia sí mismo intentando aliviar su malestar
y/o huyendo. Feshbach y Feshbach (1986) proponen varias etapas para el
desarrollo de la empatía. El sujeto debe discriminar el estado emocional de
los demás, asumir su perspectiva, poseer la habilidad para responder
afectivamente a la vivencia del otro y ejecutar la respuesta. El aprendizaje
emocional se realiza en primer lugar a través de la comunicación, que tiene
lugar en los vínculos tempranos, determinando en gran medida la capacidad
empática del sujeto.

3. EMOCIÓN EXPRESADA (EE)

Este concepto surge a partir de estudios realizados con familias que tenían a
un miembro con esquizofrenia. Se observó que los pacientes que, dados de
alta, volvían a su casa, recaían en mayor proporción que los que iban a
hogares protegidos. Este dato llevó a los investigadores a estudiar las
características de estas familias que pudiesen estar relacionadas con la
recaída.

Así, Brown et al. (1972) desarrollaron una entrevista semiestructurada, la


Camberwell Family Interview (M), que se aplicaba a los parientes cercanos al
paciente (padres, cónyuges...) y que recoge información objetiva
(distribución del tiempo en la familia e interacciones cara a cara) y subjetiva
(sentimientos presentes y pasados dirigidos al paciente y expresados digital y
analógicamente). A partir de la CFI, se valoran cinco escalas seleccionadas
de las diferentes variables de la conducta emocional de los familiares
estudiados y son las que constituyen la «emoción expresada».

Las tres primeras tienen un valor pronóstico de la recaída y las


puntuaciones que de ellas se obtengan van a determinar que unos familiares
sean calificados como altos o bajos en emoción expresada. Aunque los
primeros estudios estuvieron dirigidos a familias con un paciente
esquizofrénico, actualmente, esta prueba es utilizada para evaluar la emoción
expresada en gran número de patologías, como depresión, toxicomanías,
trastornos de la conducta alimentaria, enfermedad inflamatoria intestinal, etc.

Escalas de la EE

Comentarios críticos: comentarios en los que un familiar expresa


desaprobación, resentimiento o disgusto hacia el paciente. Hay que tener en
cuenta el contenido del mensaje, el tono de voz, etc. Los comentarios críticos
se corresponden con el rechazo del self de la persona a la que van dirigidos.

Hostilidad: implica un rechazo global de la persona a la que van dirigidos,


no sólo el de una conducta, y una impresión negativa generalizada del
paciente.

Implicación emocional excesiva: hace referencia a tres actitudes hacia el


paciente: sobreprotección, hipercontrol y respuesta emocional excesiva ante
la conducta del paciente.

Calor: valora manifestaciones de afecto, cariño, comprensión e interés


hacia el paciente.

Comentarios positivos: comentarios que expresan aprobación y valoración


del paciente.

Diferentes estudios (Leff et al., 1987) han demostrado que reduciendo el


nivel de emoción expresada de los familiares mediante intervenciones
psicosociales, entre las que se encuentran la terapia familiar y los grupos de
apoyo a familiares, se consigue reducir la tasa de recaídas. Si nos
encontramos unos padres estresados, frustrados, que se sienten impotentes,
desesperanzados, es muy fácil que recurran a adoptar conductas inadecuadas
con el hijo. Han probado ya de todo y nada vale. Frecuentemente van a caer
en conductas altas en emoción expresada, conductas que pueden ser
hipercríticas, hostiles o sobreprotectoras.

Generalmente, las conductas hipercríticas y hostiles están asociadas a la


rabia que provoca la frustración y al desconocimiento del problema, dando
lugar a expresiones del tipo: «mi hijo actúa así porque le da la gana», «eres
un inútil, no vales para nada, nos estás amargando la vida a todos», que son
muestra de la incomprensión de los padres respecto al problema, del
desconocimiento de la patología y de la impotencia para la resolución de la
enfermedad.

Esos comentarios y actitudes frente al hijo enfermo van a incidir


negativamente en el paciente, favoreciendo la recaída. Las conductas
sobreprotectoras incluyen el control excesivo, conductas simbióticas, de
excesiva vinculación y cercanía con el paciente, y respuestas emocionales
excesivas como: «no vivo desde que mi hijo está enfermo, sufro
muchísimo...». Estas actitudes pueden ser un intento de solución o un medio
de descarga, de exteriorizar toda la tensión que están sintiendo. Pero siempre
provoca en el paciente un estado de crispación y culpa que dificulta aún más
la mejoría y la curación.

Los familiares de EE alta y baja tienen características cognitivas, afectivas


y conductuales que los distinguen (Leff y Vaughn, 1985). Las diferencias se
dan en cuatro aspectos:

1.El respeto del familiar hacia las necesidades de relación del paciente.
Los familiares de EE baja respetan el deseo de los pacientes de estar
solos o mantener la distancia social, sin ser intrusivos con ellos,
mostrando más empatía y comprensión. Los familiares de EE alta son
intrusivos, poco empáticos, no proporcionan apoyo emocional al
paciente, son menos compasivos, más irritables y suelen intentar
controlar actividades rutinarias del paciente, dando consejos que el
paciente no solicita.

2.Actitud sobre la legitimidad de la enfermedad. Los familiares de EE


baja creen que la enfermedad existe y tratan de comprender al paciente,
atribuyendo sus con ductas anómalas a la enfermedad y adoptando una
conducta tolerante. Los familiares altos en EE carecen de esa
objetividad, se muestran intolerantes y tienden a pensar que los
pacientes, si lo quisieran, podrían controlar sus síntomas.

3.Expectativas sobre el funcionamiento del paciente. Los familiares de EE


baja toleran mejor el mal funcionamiento del paciente. Los familiares
de EE alta tienen expectativas más altas sobre los pacientes, tolerando
peor su mal funcionamiento.

4.Reacción emocional ante la enfermedad. Los familiares de EE baja no


dan señales de ansiedad y suelen tener gran capacidad para afrontar las
situaciones más problemáticas, no sólo calmando al paciente, sino
también al resto de la familia.

TABLA 11

CARACTERÍSTICAS DE LOS FAMILIARES DE EE BAJA Y ALTA


La flexibilidad es la característica que mejor distingue a las familias de
EE baja de las familias de EE alta (Leff y Vaughn, 1985). Sugirieron que los
familiares mostrarían conducta altas en EE ante patologías caracterizadas por
períodos de marcadas exacerbaciones seguidas de períodos de remisión, en
oposición a aquellas patologías más estables de curso crónico.

4. EL TERAPEUTA Y LAS EMOCIONES

El terapeuta deberá entrenarse en la lectura y expresión emocional para poder


captar y transmitir estados emocionales. Si puede percibir adecuadamente los
sentimientos del paciente, podrá discriminar y empatizar con él. Si conecta
con sus propios sentimientos, los podrá usar terapéuticamente como guía. El
trabajo personal es aquí imprescindible para poder navegar adecuadamente en
el mundo de las emociones. Las descripciones sobre la expresión de las
emociones en el ser humano (Darwin, 1967) y ejercicios sencillos como
mirarse al espejo y conectar con diferentes emociones, así como observar
fotografías que reflejan estados emocionales, son de gran ayuda para
descifrar, a través de la expresión, la emoción.

Greenberg y Paivio (2000) proponen tres fases en el trabajo con las


emociones que puede ser de utilidad para su evaluación en el curso de la
sesión:

Fase 1: creación del vínculo: a) atender, empatizar y validar sentimientos


con una actitud empática, b) identificar los procesos cognitivo-afectivos que
subyacen y/o generan el estado emocional.

Fase II: a) evocar y activar la emoción, b) explorar favoreciendo el


despliegue de la experiencia que genera sentimientos de malestar.

Fase III: restructuración emocional. Esta fase es de intervención.

Estos autores proponen pautas de actuación para trabajar con las


emociones que son útiles para la evaluación de los estados emocionales. (Ver
tabla 12.)

TABLA 12

INTENCIONES Y ACCIONES DEL TERAPEUTA EN EL TRABAJO


CON LAS EMOCIONES
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En la mayoría de las familias que nos consultan existe una pareja, la hubo,
viene directamente la pareja o alguno de los miembros tiene una relación
estable con otra persona que no es de la familia. Conocer la dinámica de las
relaciones de pareja y los procesos que condicionan la elección de la misma,
son objeto de este apartado.

En cada sociedad existen modelos de selección de pareja específicos que


hace que criterios válidos para una cultura sean totalmente rechazados en
otra. Una primera clasificación de la elección de pareja, desde un punto de
vista sociológico, hace referencia a si la pareja es elegida en el mismo grupo
social (endogamia) o se busca fuera (exogamia). La endogamia viene
definida por la pertenencia a la misma raza, religión, etnia, clase social y
residencia. La razón de ser de la endogamia es el mantenimiento de la
integridad del grupo, de manera que el matrimonio exogámico es percibido
como un peligro y, por ello, se educa primero y se sanciona socialmente
después, si miembros de diferentes grupos se emparejan entre sí. La
endogamia puede verse favorecida también por enfrentamientos entre grupos
sociales, siendo la exogamia una traición hacia el grupo de referencia, como
describió magníficamente Shakespeare en Romeo y Julieta. Una conducta
exogámica común a prácticamente todas las sociedades es la prohibición de
relaciones sexuales entre parientes (tabú del incesto).

Stone (1990) describe cuatro opciones básicas en la elección matrimonial:

1.Matrimonio convenido, en el que la familia decide quiénes se van a


casar, sin el consentimiento de los hijos.

2.Elección realizada por los padres (con o sin participación de los


parientes) pero con el derecho a veto de los jóvenes, especialmente
varones y en determinadas situaciones.

3.Elección por parte de los hijos con la posibilidad de veto de los padres.
4.Elección libre de pareja: los jóvenes se limitan a informar a sus padres,
pero éstos no tienen derechos sobre esa elección.

Estas opciones correlacionan a su vez con los motivos que guían la


elección y que, según Stone (1990), son cuatro:

1.La consolidación económica, social o política de la familia, de manera


que el matrimonio es un contrato entre las familias para obtener
beneficios mutuos.

2.Lograr obtener cariño, compañía y amistad mediante un noviazgo largo.

3.Desarrollar un vínculo sexual, a partir de la atracción física mutua,


estimulada por la experiencia prematrimonial.

4.Un amor romántico, basado en la pasión.

La selección concertada es característica de las sociedades preindustriales


y en Japón, donde la mitad de los matrimonios son concertados por las
familias o por medio de un casamentero, mientras que la libre elección se da
en la sociedad industrial y postindustrial, en las cuales el individuo es
considerado como alguien capaz de decidir en los asuntos importantes de su
vida, entre los cuales se encuentra la elección de pareja; esto se ve favorecido
por el acceso de la mujer al mundo laboral, por la mayor libertad concedida a
los hijos y el valor dado al amor romántico. En las sociedades de
matrimonios concertados se suele recurrir al matrimonio de niños, o
compromisos familiares de que sus hijos cuando lleguen a una determinada
edad se casarán y a la segregación de parejas potenciales y compañías, como
medio de controlar las relaciones amorosas. Mientras que en las sociedades
en las que prevalece la elección libre se estimula el desarrollo de una
capacidad de decisión en este terreno.

Actualmente en la sociedad occidental, la exogamia se ve favorecida por


la movilidad geográfica, el individualismo de la sociedad industrial y la
secularización de la población, aunque existen determinados factores que, a
pesar de que la elección libre de pareja sea la norma en casi todos los países
occidentales, hacen que esa libertad se vea mediatizada en gran medida.

Entre los factores que favorecen la homogamia (unirse al semejante)


destacan los sociodemográficos: educación, proximidad física, raza, religión,
etnia, clase social, edad, etc., de manera que es más fácil que se constituya
una pareja entre personas próximas, de la misma religión y raza, etc., aunque,
lógicamente, esto varía según las culturas e individuos.

Cualidades personales que influyen en la elección de pareja:

1.Educación: el individuo se socializa en su núcleo familiar y en él


aprende modelos de relacionarse con los demás, incluyendo el tipo de
pareja deseable.

2.Proximidad: el barrio, escuela, colegio, trabajo etc., son los lugares en


los que los sujetos de ambos sexos se relacionan e intiman y de ahí
surgirán en la mayoría de los casos las parejas; a ello se le llama
asociación diferencial, la cual está constituida por la accesibilidad
geográfica y el tiempo que se pasa juntos, lo que determina una
implicación funcional. No debemos olvidar que este contexto relacional
está profundamente determinado por la clase social, raza, etc.

3.Raza: la exogamia racial fue prohibida en EEUU durante bastante


tiempo, de manera que los matrimonios interraciales estaban
penalizados por la ley; actualmente, en los países occidentales están
permitidos es te tipo de matrimonios, pero la endogamia racial sigue
siendo la norma; pueden darse matrimonios entre personas de diferente
raza, pero en muchos casos se ven sometidos a un rechazo en la propia
familia y en la sociedad. Este rechazo muchas veces es ocultado en
determinadas clases sociales porque está mal visto ser racista, pero
pocos padres ven de buen grado que sus hijos puedan casarse con
personas de otras razas, por ejemplo, negros o gitanos.

4.Religión: la mayoría de las religiones ven en los matrimonios


interreligiosos un peligro para su identidad y cultura grupal y exigen el
matrimonio endogámico, basándose en que la ceremonia del
casamiento y los derechos y deberes planteados a los cónyuges difieren
en cada religión y, además, la educación religiosa de los hijos podría
verse comprometida si cada padre desea que sus hijos profesen su
religión y no la de su cónyuge. La Iglesia católica permite actualmente
el matrimonio con miembros de otra confesión religiosa siempre que
exista un acuerdo premarital en el que se comprometan a llevar un
estilo de vida católico y que se eduque a los hijos en esa religión.

5.Etnia: generalmente es mejor visto el matrimonio interétnico que el


interracial, siempre que el aspecto religioso no se vea comprometido.

6.Clase social: la educación, ocupación e ingresos sirven de guía para


clasificar a las familias en tres niveles socioeconómicos: alto, medio y
bajo. La adscripción a una clase social va unida a una educación en la
que la filosofía de la vida, valores, actitudes, expectativas y
posibilidades de alcanzarlas hace que personas de la misma clase social
tiendan a tener intereses y metas semejantes y, por tanto, puedan trazar
más fácilmente un proyecto de vida juntas. A su vez, el tener en común
los aspectos antes citados favorece el ajuste de la pareja.

7.Edad: tradicionalmente, en los matrimonios, la mujer ha sido más joven


que el hombre, y ello podía en parte ser debido a la diferencia
jerárquica entre el hombre y la mujer a favor del primero, de manera
que la experiencia de vida del marido podía ser usada como un
elemento de poder y control sobre la joven esposa; otro aspecto es que
el objetivo del matrimonio era tener hijos y la exigencia de que los
hombres debían estar preparados para poder hacerse cargo del sustento
de la familia. En la sociedad occidental, los avances conseguidos en la
igualdad de los sexos han llevado consigo una disminución de la
diferencia de edad en la pareja, aunque todavía suele ser la esposa más
joven. En segundas nupcias esta diferencia se suele incrementar, siendo
más aceptable socialmente un matrimonio de un hombre mayor con una
mujer joven que lo contrario, quizá debido a que en nuestra sociedad se
mantiene en alguna medida la escisión entre madre (asexuada) y
prostituta (sexuada) descrita por Freud a principios de siglo, lo cual es
favorecido por la valoración de la juventud y belleza de la mujer como
parte fundamental de su atractivo sexual, mientras que en el hombre no
se da tanta importancia a estos aspectos.

8.Las cualidades personales están influenciadas por los aspectos culturales


y en cada sociedad se valorarán determinadas características
elevándolas a la categoría de cualidades. En nuestra cultura son
bastante comunes las siguientes a la hora de elegir pareja: atracción
física, se resalta más en la mujer, aunque con los cambios producidos
hacia la igualdad de ambos sexos se ha diluido algo esta diferencia, que
todavía es excesiva, pues coloca a la mujer en el lugar de un objeto
bello que adquirir, mientras que en el hombre se valora la inteligencia,
la fuerza y la capacidad de trabajo; compañerismo, amistad, apoyo
mutuo, tolerancia, etc., que favorecen una relación duradera;
comunicación, que implica expresar las propias opiniones y deseos y la
escucha empática, lo cual permite satisfacer al otro, negociar las
diferencias y resolver los conflictos; ajuste sexual, la búsqueda de una
persona que satisfaga las necesidades sexuales es un factor importante
en la elección de pareja y, según Spanier y Lewis (1980), el ajuste
sexual depende del valor que se le otorga, la permisividad y la clase
social.

Varios autores (Insko, 1980; Walster y Walster, 1978; Lasswell y


Lasswell, 1987) hablan de factores positivos y negativos que influyen en la
elección de pareja. Los negativos son aquellos que reducen el número de
personas que podemos seleccionar como pareja y que conducen a la
homogamia, es decir, a elegir como pareja a personas que tienen
características semejantes o, mejor, a no elegir a las personas que son
diferentes. En cuanto a los factores negativos, estos autores hablan de las
descalificaciones interactivas para referirse a la exclusión que hacemos de las
personas que no interactúan bien con nosotros, que «no nos caen bien»,
debido fundamentalmente a la falta de empatía, a que no nos comprenden, a
que no se ponen en nuestro lugar, lo cual produce un fallo en la
comunicación. La falta de acuerdo en la conducta y el interés sexual también
pueden ser factores negativos en la elección, y el acuerdo, un factor positivo.
Los factores positivos estimulan el deseo de emparejamiento y lo mismo que
los factores negativos, pueden cambiar a lo largo del ciclo vital.

1. SOBRE LA ELECCIÓN DE PAREJA

Existen bastantes teorías, la mayoría de ellas elaboradas desde la psicología


social, que intentan explicar por qué se elige a una persona como pareja.

Algunas de estas teorías se centran en aspectos de la relación social, como


la búsqueda de una persona semejante (homogamia) que no plantee excesivos
problemas (teoría del equilibrio [Heider, 1958]); las ventajas y desventajas
que implica la relación (teoría del intercambio de Thibaut y Kelley, 1959); la
igualdad de ese intercambio (teoría de la igualdad de Walster et al., 1978); o
la complementariedad de las nece sidades mutuas (teoría de las necesidades
complentarias de Winch, 1958, 1967).

Otras destacan el proceso de constitución de la pareja; entre ellas tenemos


la teoría del filtro de Kecnhoff y Davis (1962), la teoría de la formación
premarital diádica de Lewis (1973) o la de las atracciones alternativas de
Levinger (1965) y Adams (1980). Básicamente, estas teorías describen una
serie de estadios que van desde los primeros filtros sociodemográficos hasta
el compromiso.

Ishwaran (1992) clasifica las teorías de selección de pareja en dos grupos:


el modelo de secuencia fija y el circular-causal. El modelo de secuencia fija
se centra en los factores sociodemográficos y las características psicológicas
que hacen de filtro para la selección; entre ellos tenemos los ya estudiados de
raza, religión, clase social, medio, educación, valores, hábitos y apariencia.
Estos filtros harían que la selección de pareja se dé entre personas de
características semejantes y la relación iría avanzando a lo largo de estadios
en los que se profundizaría en el conocimiento de la personalidad y conducta
del otro, para ver si es atractivo para establecer una relación duradera. Si se
van pasando los estadios, la relación continúa hasta el matrimonio, si no, se
interrumpe y, después de un período de soledad, se vuelve a empezar.

El modelo circular-causal plantea que la relación puede cambiar la


percepción que tiene el sujeto del mundo, de manera que lo importante es la
relación que se establece, y da lugar a un compromiso basado en el
conocimiento mutuo (Reiss, 1981; Levinger, 1974; Stephen, 1984). La
relación seguiría también un proceso en el que se pasarían unos filtros, pero
la comunicación que se va dando en la pareja crearía una interdependencia
que llevaría a la creación de una estructura nueva que influiría en la conducta
y creencias de los dos. Levinger (1966) señala que la relación se mantiene
porque existe una atracción o una imposibilidad de dejarla, que en la
comparación con otras alternativas resulta más fuerte, si no es así la relación
se rompe. Estos autores plantean tres niveles de relación:

1.Nivel de consciencia. En este nivel un sujeto se siente atraído por otro


sobre la base de homogamia (raza edad, religión, clase social,
educación), la proximidad espacial y el interés por otras personas. Esta
atracción le lleva a acercarse para interactuar y recabar información
sobre aspectos atribuidos a esa persona; si se confirman, sigue la
relación y si no, se aleja.

2.Nivel de contacto superficial. Basado en convencionalismos sociales, en


él se evalúa el nivel de satisfacción comparado con relaciones
semejantes (teoría del intercambio), la similaridad percibida y la
colaboración supuesta determinarían la afiliación. En este nivel
influyen el tiempo y la oportunidad de contacto social e intercambio, la
atracción visible de uno y la percepción de reciprocidad probable o
cooperación en el otro.

3.Nivel de reciprocidad. Los dos comparten responsabilidades, se brindan


conocimiento mutuo y formalizan de alguna manera su relación,
manteniéndola y tendiendo a aumentar la autoestima y satisfacción del
otro. En este nivel existe agrado por parte del otro y satisfacción por la
relación previa, la relación se hace más profunda, se comunican sobre
la misma y existe una acomodación y formación de normas
compatibilizándose las actitudes, los valores y las necesidades.

En ambos modelos existen filtros en el desarrollo de la relación que llevan


a una mayor profundización en el conocimiento del otro; pero, mientras que
en el modelo de secuencia fija la información aporta datos para la selección,
en el modelo circular-causal el sistema de creencias y valores y las actitudes
se van adaptando al otro para crear una acomodación mutua en la que los
sistemas cognitivos de ambos se funden, creando un sistema nuevo que les
lleva a unir sus percepciones, su manera de entender el mundo, lo cual
aumenta su interdependencia.

Dicks (1967) integra diferentes aspectos y teorías, y afirma que el


matrimonio obedece a: a) necesidades sociales (estabilidad y seguridad en las
relaciones entre sexos y crianza de los hijos), b) interacción, en la que se
busca obtener un saldo positivo en cuanto a satisfacciones y c) niveles de
interacción: homogeneidad social (homogamia), expectativas conscientes,
fuerzas inconscientes que fluyen entre ambos, conformando vínculos
positivos o negativos. Según este autor, para que la pareja sea satisfactoria
hace falta satisfacción en, por lo menos, dos de estos niveles.

Todas estas teorías resaltan algunos aspectos que pueden influir en la


elección de pareja, y aunque la mayoría de ellas no tienen un soporte
empírico que las avale, nos pueden ayudar a comprender sobre qué base se
eligen las parejas. La teoría psicodinámica es de especial utilidad para el
clínico, porque permite hipotetizar sobre aspectos psicológicos complejos que
observamos en parejas disfuncionales.

Desde el psicoanálisis se plantea que la búsqueda de pareja se basa en el


intento de recuperar una relación pasada: «Encontrar al objeto es en el fondo
reencontrarlo» Freud (1905). La calidad de esa relación dependerá de en qué
fase del desarrollo evolutivo esté el sujeto fijado, dicho de otra manera, qué
tipo de relación desea recuperar: una unión simbiótica omnipotente con la
madre (relación preedípica), un sustituto del padre amado (relación edípica) o
una persona en la que el sujeto, después de renunciar a los deseos edípicos,
identificarse con el padre/madre y conformar su personalidad, elige una
pareja con la que interactuar (elección postedípica).

Diks (1967) recoge variables socioculturales y plantea que en la elección


de pareja hay que tener en cuenta tres aspectos: el individuo con sus
características personales, los factores socioculturales que gravitan en torno a
la pareja y los factores inconscientes con los vínculos de amor-odio.

Este autor plantea tres niveles en la relación de pareja: a) áreas de


cooperación realista, b) área de las imágenes internas compartidas, que hace
referencia a lo que se proyecta en el otro y lo que se introyecta de él, y c) área
de las polarizaciones en la que uno representa las posibilidades y funciones
de las que carece el otro. Sobre esta base, la elección de pareja podría ser de
tres tipos:

1.Desplazamientos simples de las expectativas de roles fundadas en las


identificaciones directas con las actitudes de los padres y las culturas
familiares; es decir, buscar en la pareja una reproducción de la pareja
de los padres o elegir por las características del padre amado.

2.Elegir lo opuesto al modelo de los padres o a las características del


padre amado (defensa contra los deseos edípicos).

3.Búsqueda en el otro de los aspectos propios reprimidos (lo que no


acepto en mí lo encuentro en el otro y lo vivo a través de él).

Para Lemaire (1979), la elección de pareja está profundamente influida


por la búsqueda de un equilibrio personal en el que la organización defensiva
frente a las pulsiones temidas juega un papel capital. «La elección del objeto
de amor debe responder a estos dos criterios a la vez: debe ser el origen de
satisfacciones de la mayor parte de los deseos conscientes y, al mismo
tiempo, contribuir a reforzar al «yo» y a su seguridad propia, frente a este
conjunto pulsional que en todo adulto conserva la huella de los cambios de la
evolución histórica del sujeto.»
Según este autor, la elección puede basarse en:

1.Búsqueda de las imágenes parentales (elección edípica).

2.Elección de lo contrario para protegerse de deseos edípicos demasiado


intensos.

3.Elección como defensa contra pulsiones peligrosas, es decir, elegir a


alguien que nunca despertará lo que tememos, por ejemplo, si un sujeto
teme una dependencia excesiva se buscaría una pareja que no facilite
ese tipo de relación.

A partir de los trabajos de Klein (1952) y Fairbairn (1952), la elección de


pareja se basará, más que en las características del otro, en el tipo de relación
objetal que se desea establecer, el vínculo más que el individuo; esta relación
será una reproducción de una relación pasada percibida en los padres o tenida
con uno de ellos.

Desde la perspectiva psicoanalítica, el concepto de colusión introducido


por Laing (1961) es de gran utilidad en la clí nica para comprender
determinado tipo de relaciones de pareja. Laing describe la colusión como un
«juego de autoengaño mutuo» en el que «la persona no utiliza aquí a la otra
como una nueva percha donde colgar sus proyecciones, sino que pugna por
encontrar en la otra la corporación de su proyección o por inducirla a que
llegue a serlo... La colusión del otro es necesaria para completar la identidad
que el yo se siente impelido a mantener» (Laing, 1961). Es decir, que en la
pareja colusiva se intenta que el compañero sea lo que uno necesita depositar
en él para poder mantener la imagen de sí que se quiere tener. Por ejemplo:
«al ser el otro muy dependiente de mí, me aseguro de que yo no soy así».

Dicks (1967) utiliza el término «colusión» para referirse a la relación de


pareja y señala que la elección está motivada por el redescubrimiento en el
otro de aspectos reprimidos y perdidos del se1f. Una vez constituida la
pareja, se formará «una personalidad conjunta e integrada que permite a cada
unidad el redescubrir aspectos perdidos de las relaciones objetales primarias
escondidas o reprimidas, y que son re-experimentadas en la co-implicación
con el cónyuge mediante identificación proyectiva» (Dicks, 1967). Para
Dicks este proceso sería normal en todas las parejas, dándose un juego de
identificaciones proyectivas e introyectivas en las que se depositan en el otro
partes del self no toleradas.

También desde la teoría de las relaciones objetales, Willi (1975, 1987) ha


desarrollado el concepto de colusión que aplicó Dicks a las relaciones de
pareja y lo define como «el juego conjunto no confesado, oculto
recíprocamente, de dos o más compañeros a causa de un conflicto
fundamental similar no superado».

La colusión se compone de varios elementos:

1.Un conflicto básico semejante no resuelto les lleva a realizar un juego


relacional secreto.

2.El conflicto común les lleva repartirse roles opuestos que forman un
todo.

3.Uno de los integrantes de la pareja intenta autocurarse ejerciendo un rol


progresivo y el otro un rol regresivo.

4. Estas conductas progresivo-regresivas favorecen la atracción y la unión


en la pareja, pues esperan que el otro les libre de su conflicto básico y
les satisfaga en sus necesidades.

5.Si la convivencia es duradera, el intento de curación colusiva fracasa,


reapareciendo en uno mismo lo depositado en el otro.

«La colusión corresponde al juego inconsciente de la actitud de los


integrantes de la pareja, cuya evolución afectiva está marcada por
caracteres comunes, ligados en cada uno a una problemática individual
no resuelta, problemática reprimida que escapa de la conciencia tanto
de uno como del otro. Este conflicto interior común y no resuelto se
traduce en papeles diferentes que adopta cada integrante de la pareja, y
esa unión en torno a este mismo conflicto fundamental favorece la
divergencia de los comportamientos, donde uno asume caracteres
regresivos acentuados, mientras que el otro se ve llevado a una actitud
aparentemente mucho más progresista» (Willi, 1975).

Este autor describe cuatro aspectos relacionales básicos en la constitución


de la pareja:

1.El narcisismo. En cual el desarrollo del sí-mismo propio se opone a la


autorrealización en el compañero y por medio de él. En un extremo
estaría la individuación y la autonomía frente a la pareja y en el otro, la
fusión y la abnegación.

2.La oralidad. Hace referencia al cuidado recíproco y la responsabilidad


asumida hacia el otro.

3.La relación sádico-anal. Los dos polos son el control y poder frente a la
dependencia y entrega pasiva.

4.La relación fálico-edípica. Aquí entrarían los roles tradicionales


«masculino» y «femenino».

Las relaciones colusivas pueden desarrollarse en cualquiera de esos


niveles relacionales, configurando los cuatro tipos de colusión:

1.Colusión narcisista, en la que los integrantes de la pareja no tienen bien


desarrollado su sí-mismo e inten tan compensar esa deficiencia: el
progresivo siendo admirado por el otro, lo cual le reafirma como
valioso, y el regresivo teniendo a quien admirar y valorándose a través
de su compañero.

2.Colusión oral. Ambos tienen un conflicto con el hecho de ser cuidado:


el progresivo lo evita haciendo de madre que cuida y el regresivo, de
niño. De esta manera el progresivo se siente valorado en la medida en
que es necesitado, asegurándose de que nunca le va a faltar nada, pues
lo tienen todo, y el regresivo recibe lo que no tuvo en su infancia.
3.Colusión anal-sádica. El progresivo se protege del temor a ser dominado
mediante conductas de poder y exigencia de obediencia y el regresivo
se somete, pero desde su posición inferior puede gobernar sutilmente al
progresivo, por ejemplo, haciéndose el torpe y boicoteando el gusto del
progresivo por el orden.

4.Colusión fálico-edípica. Ante la duda sobre la propia identidad sexual,


el hombre recurre a una conducta falsamente viril, al ocultar sus
tendencias femeninas, y la mujer a una falsamente femenina, ocultando
sus aspectos masculinos. Cada uno busca confirmación en ese rol
estereotipado de lo «femenino» y lo «masculino».

En todas las relaciones colusivas juegan un papel fundamental los


mecanismos de defensa de la identificación proyectiva e introyectiva
desarrollados por Klein (1946). En la identificación proyectiva, el «yo»
expulsa los aspectos de la personalidad que no son aceptados y los deposita
en el otro, que lo acepta por identificación introyectiva, por ejemplo, si el
progresivo no puede mostrase pasivo y dependiente por temer quedarse
atrapado ahí, y el regresivo ser independiente por temor a ser rechazado, al
unirse, cada uno deposita en el otro lo que no tolera en sí mismo, de manera
que no serían dos personas que pueden ser a ratos dependientes y a ratos
independientes, sino que uno juega a ser la cara y el otro la cruz de un misma
moneda.

Al unirse, cada uno puede asegurase de que lo negado no está en él, pues
lo ve en el otro y, de paso, al ser pareja, puede sentirse completo sin peligro,
pues lo que tenía que negar lo tiene en su pareja. Para este autor, la colusión
es un conflicto neurótico de pareja en el que la relación se constituye como
una defensa frente a temores inconscientes; cada uno evita hacerse cargo de
una parte suya depositándola en el otro. Esto determina una polarización en la
que un cónyuge se muestra progresivo, sobrecompensado, hiperfuncional, y
el otro, regresivo, descompensado e hipofuncional, con la esperanza de
resolver un conflicto de no aceptación de lo depositado en el otro. Es de
destacar la circularidad de la relación y el mutuo refuerzo de la conducta del
otro para poder mantener el equilibrio de ambos.
En la misma línea, Catherall (1992) plantea que las identificaciones
proyectivas están asociadas a la dificultad de cada miembro de la pareja de
«contener» los sentimientos y pensamientos conflictivos y, a nivel relacional,
destaca el hecho de que ambos son participantes activos en el juego, y cómo
los individuos se manejan con los sentimientos negativos, cada uno
individualmente y como equipo.

En las relaciones sanas se da también un juego entre parte progresiva o


«adulta» (fortaleza, competencia, acción, etc.) y regresiva o «infantil»
(necesidad de protección, amparo, dependencia, ternura, etc.), pero existe un
intercambio flexible en el que ambos pueden jugar los dos roles, alternándose
en el cuidar y ser cuidado, ser activo y pasivo. Podríamos aplicar aquí los
criterios psicoanalíticos para calificar las defensas del «yo» como sanas: que
sean flexibles, variadas y elaboradas (no excesivamente primitivas).

Sería más adecuado utilizar los términos «activo y pasivo» en lugar de


«adulto e infantil», «progresivo» y regresivo», que parecen incluir la idea de
que la ternura, la dependencia o el desear ser protegido, es de «niños», y si
añadimos los sesgos genéricos, de «mujeres»; frente a la fortaleza y acción,
que serían «adultas», clásicamente «masculinas». Parece que no nos
acabamos de librar de la ideología «masculina» que tanto empobrecimiento
afectivo e infartos de miocardio ha traído consigo.

Vemos, pues, que desde el psicoanálisis el concepto de colusión, en el que


intervienen identificaciones proyectivas e introyectivas, explica las
motivaciones inconscientes que determinan la elección de pareja neurótica y
su mantenimiento.

2. EL AMOR

En la Grecia antigua Platón describió el amor como una tendencia a


completarse con el otro: el ser humano estaría incompleto y en la unión con
el otro alcanzaría su completud. El saber popular ha recogido esta propuesta
con la frase de «encontrar la media naranja». Platón hacía más hincapié en el
amor espiritual, la belleza y bondad, que en el corporal o puramente sexual y,
por ello, a este tipo de amor se le ha llamado «amor platónico», en el cual
queda excluida la sexualidad. Este tipo de amor se da frecuentemente en la
adolescencia y está asociado a la dificultad de abordar las relaciones sexuales,
aunque un componente de este tipo de amor se da en las relaciones de
amistad. Pero para establecer una relación de pareja estable hace falta incluir
un amor que no excluya lo sexual.

A partir del siglo x, se habla de un amor en el que se incluye la


sexualidad: se llamará amor romántico y alcanzará su apogeo en el siglo xix.
Pero estas categorizaciones eran bastante simplistas y es en el siglo xx
cuando se comienzan a desarrollar teorías que intentan explicar qué
fenómenos están implicados en el proceso de amar.

3. EL ENAMORAMIENTO

El enamoramiento provoca una intensa activación fisiológica que se va a


reflejar en los niveles: emocional, cognitivo y conductual. A nivel afectivo se
siente un intensa atracción hacia la persona amada, deseo de ser
correspondido, euforia al ser correspondido y depresión cuando no; se siente
atracción sexual como forma de unión plena, de fusión con el otro y temor al
abandono. A nivel cognitivo aparecen pensamientos intrusivos y
preocupación por el otro, se le idealiza, se desea conocerle y ser reconocido,
se fantasea continuamente con él, desaparece de su atención todo lo que no
tenga que ver con el ser amado y surge gran incertidumbre respecto a poder
conseguir y/o mantener su amor. A nivel conductual existe un acercamiento
para conocerle y hacerse conocer, se le ofrecen presentes para ganar su amor
y se deja de lado lo que no tiene que ver con la persona amada.

El deseo de intimar y la imposibilidad temporal de lograrlo estimulan la


fantasía y la idealización del otro y de la relación con él, lo cual favorece el
enamoramiento. Hatfield y Walster (1978) describen el enamoramiento como
un proceso en el cual, a partir de un estado de ausencia de relaciones íntimas,
de incompatibilidad con la pareja actual o de un período de transición en el
ciclo vital, surge un sentimiento de soledad y el deseo de encontrar a alguien
que llene ese vacío afectivo junto con la incertidumbre de que eso pueda
darse. Ese deseo se comienza a alimentar con la fantasía de encontrar al ser
amado, hasta que se centran en una persona de la que el sujeto se enamora.
Después, la pasión cederá paso a una relación emocional más pausada en la
que la intimidad ocupará un lugar destacado o desaparecerá el
enamoramiento y se buscará otra persona. El enamoramiento será tanto más
intenso cuanto más necesitada esté la persona, y será más «loco» cuanto más
inmadura sea la persona o más crítico sea su momento vital; por ejemplo, la
etapa media de la vida en la que los individuos toman conciencia del tiempo
pasado y del que les queda y desean revivir la adolescencia con un amor
intenso como forma de combatir el paso del tiempo.

Tennov (1979) se centró en el estudio de los estados afectivos que se dan


durante el enamoramiento y acuñó el término de «limerence» para describir
una emoción intensa caracterizada por: obsesión por la persona amada, deseo
intenso de ser correspondido, variaciones del humor dependiendo de la acti
tud de la persona amada, ceguera hacia otras posibilidades de amar, temor a
ser rechazado que hace sentirse inseguro ante el ser amado, preocupación
excesiva por cualquier cosa que haga o diga el ser amado e idealización. La
naturaleza de la «limerence» está determinada por cuatro dimensiones:
velocidad de inicio, intensidad, duración y si se es correspondido. Si las cosas
van bien, el enamorado estará eufórico y si van mal caerá en la depresión.
Peele (1975) ha comparado estos estados con los que padece el toxicómano y
habla de un «síndrome de abstinencia amoroso» en el que el amante no
correspondido, se angustia, no come, ni duerme, no puede concentrase en
nada y toda su atención se centra en conseguir al ser amado, como si de una
dosis de droga se tratara.

Desde el psicoanálisis, el proceso de enamoramiento implica el uso de


varios mecanismos de defensa: la escisión, negación, identificación
proyectiva e idealización. Mediante la escisión se pone en un lado todo lo
bueno del ser amado y en el otro, todo lo negativo que se niega; nos queda así
la percepción de una persona que sólo tiene cosas buenas. Pero además, el
amante deposita en su amado aspectos positivos propios, con lo cual aparece
a sus ojos como más maravilloso aún (identificación proyectiva) y,
finalmente, se le idealiza como fuente de toda bondad y belleza. Este proceso
implica un empobrecimiento del «yo», al depositar en el otro todo lo bueno, y
coloca al enamorado en una posición de gran vulnerabilidad al no ser nada
sin su amado.

Klein (1946) decía que detrás de toda idealización se encuentra la


persecución; dicho de otra manera, si exageramos las cualidades positivas de
otra persona, es porque ocultamos aspectos negativos. ¿Por qué necesita el
enamorado ocultar lo negativo de su amado? Porque cuanto más maravilloso
sea, más le gratificará, porque ese amor es movido por un deseo de sentirse
omnipotentemente unido a la persona amada, de manera que nada les falte.
Desde el punto de vista psicoanalítico, se trata de reproducir la unión
omnipotente con la madre (yo ideal), y para ello se desfigura la realidad del
otro a costa del empobrecimiento propio, lo cual aumenta el anhelo. Si se está
con el amado se tiene todo, si no, ocurre el derrumbe.

Este proceso de enamoramiento es normal y está relacionado con


profundos anhelos del ser humano, pero poco a poco cede paso a un amor
más realista en el que se aceptan los aspectos negativos del otro, el que no
nos va a poder dar todo y el que nos va a pedir algo a cambio. Si no se acepta
esa realidad (castración), la relación será muy traumática y se irá cambiando
de pareja buscando ese amor imposible que todo lo tiene y todo lo da.

4. TIPOS DE AMOR

Una primera división es la que destaca, por un lado, la pasión y las


necesidades insatisfechas (eros) y, por otro, la preocupación, el cuidado del
otro y el respeto aceptándole como es (ágape). En el primer tipo tenemos los
planteamientos de Berscheid y Fe¡ (1977) y en el segundo los de Fromm
(1956) y Maslow (1968); este último autor distingue entre el «amor
deficitario», que sería aquel en el que el sujeto desea ser amado de una forma
egoísta, y el «amor del ser», que no es posesivo, es altruista y menos
dependiente.
Otros autores más recientes han realizado una conceptualización
multidimensional del amor, entre ellos tenemos la de Lee (1977, 1988), el
cual ha desarrollado una tipología que se compone de tres estilos de amor
primarios y otros tres secundarios que surgen de la combinación de los
primarios. Los tres primarios son eros, storge y ludus y los secundarios,
manía, ágape y pragma.

A.Estilos primarios

1.Eros: se inicia con una profunda atracción física que desencadena gran
pasión.

2.Storge: está basado en la amistad, el afecto y el compromiso.

3.Ludus: se apuesta por el pluralismo y la libertad, no aceptando la idea


de dedicarse a una persona toda la vida.

B.Estilos secundarios

4.Manía: es un amor posesivo, siendo frecuentes los celos. Es una


combinación de eros y ludus, e implica el deseo de una relación intensa
y excitante, enamorándose fácilmente y manipulando la relación para
no sentir que da más de lo que recibe.

5.Pragma: es un amor homónimo en el que se busca la compatibilidad. Se


forma con la combinación de Ludus (manipulación y control) y Storge
(al encontrar la persona deseada, la relación es de afecto y
compromiso).

6.Ágape: es un amor altruista y se compone de oros y storge.

Estos estilos de amar pueden cambiar con el paso del tiempo o con el tipo
de relación establecida. Según Hendrick y Hendrick (1986), los estilos eros,
ágape y storge son predictores de satisfacción en la pareja, mientras que los
estilos manía y ludus no.
Otro autor que ha desarrollado una teoría multidimensional del amor es
Sternberg (1988), el cual habla de tres componentes que, combinados, darían
lugar a diferentes tipos de amor. Dichos componentes son:

-Intimidad: incluye los sentimientos que promueven la proximidad,


vinculación y conexión; como son: comprensión, apoyo, interés,
valoración, comunicación íntima, etc.

-Pasión: en ella se incluye el deseo sexual, la atracción física, el deseo de


dominio y sumisión, y de afiliación.

-Decisión/compromiso: en primer lugar, está la decisión de que se ama al


otro y, en segundo, el compromiso de mantener ese amor.

Estos componentes dan lugar a siete tipos de amor:

1.Cariño y/o afecto: sólo se da la intimidad y caracteriza la amistad.

2.Encaprichamiento: sólo pasión.

3.Amor vacío: sólo decisión/compromiso. Se da en las relaciones de


compromiso o al final de las relaciones duraderas.

4.Amor romántico: en él se combinan la pasión y la intimidad.

5.Amor de compañero: incluye intimidad y compromiso. Se da en


relaciones de larga duración en las que la pasión no existe.

6.Amor fatuo: se compone de pasión y compromiso; es fatuo porque el


compromiso es poco profundo.

7.Amor consumado o completo: incluye los tres componentes, es decir,


intimidad, pasión y compromiso.

Ambas tipologías tienen puntos comunes, llamando de forma diferente a


los mismos conceptos, pero lo interesante de ellas es la matización de
diferentes elementos que llevan a estilos de amor con características
específicas y que pueden ser más o menos compatibles, dependiendo de las
expectativas puestas en la relación, lo cual matiza en gran medida la atracción
que lleva a la creación de una pareja estable, que va a ser dinámica y en la
que van a surgir siempre conflictos y reequilibramientos entre la proximidad
y la distancia y la dependencia y la independencia.

5. LA SEXUALIDAD EN LA PAREJA

Masters y Johnson (1967) propusieron un modelo de la respuesta sexual


humana de cuatro fases:

1.Fase de excitación: ante estímulos eróticos.

2.Fase de meseta.

3.Fase de orgasmo.

4.Fase de resolución.

Kaplan (1974) considera que la distinción entre fase de excitación y


meseta no está suficientemente avalada, y cuestiona la poca importancia dada
a los factores psicológicos y motivacionales. Propone un modelo trifásico:
fases de deseo, de exci tación y orgasmo, destacando que cada fase tiene
bases neuroanatómicas diferentes, pudiendo verse alteradas
independientemente y generar trastornos específicos en cada fase.

Schnarch (1991) propone un modelo tridimensional, considerando que el


deseo no es únicamente una fase previa, sino que precede y acompaña a las
de excitación y orgasmo. En oposición a los otros autores, destaca que la
activación fisiológica ya se produce en la fase de deseo.

Aunque las clasificaciones en fases entrañan siempre la posibilidad del


solapamiento entre las mismas, son útiles si se toman como una guía, más
que como una verdad inmutable. A la hora de explorar la relación sexual de
la pareja nos interesa en qué momentos de la respuesta sexual surgen los
problemas, para ver qué implicaciones biopsicosociales tiene la disfunción.
En cada fase se dan los siguientes fenómenos:

Fase de deseo

Se experimenta la sensación física de estar sexualmente necesitado y se


sienten deseos de estar con el otro. Se segregan testosterona, neuropéptidos y
feromonas. Es una respuesta instintiva. A nivel psicológico, influyen los
sentimientos de afecto y de amor y estímulos externos, como los atributos
físicos del individuo, su forma de comunicarse, los olores, el lenguaje
corporal, etc.

La motivación juega un papel importante y está asociada a los deseos de


unión con el otro, de sentirse amado, seguro, acompañado. El deseo se ve
modulado por las normas sociales y culturales. La motivación puede verse
afectada por las respuestas emocionales, por ejemplo, tabúes y fobias. Este
impulso presenta una enorme variación individual y de género y se ve
afectado negativamente por la dieta, el estrés, las enfermedades tanto crónicas
como agudas, y la depresión.

Fase de excitación

A nivel biológico se activa el sistema parasimpático y se produce una


vasodilatación pélvica. En la mujer, erección del clí toris, engrosamiento y
crecimiento de los labios mayores y menores, y lubricación de la vagina y del
introito vaginal. El clítoris aumenta de volumen, se produce una erección de
los pezones y luego, una expansión del tercio superior de la vagina, con
elevación del útero. Puede aparecer un rubor sexual, enrojecimiento de la
cara anterior del tronco.

En el hombre, la vasocongestión del área genital provoca la erección del


pene al llenarse de sangre los cuerpos cavernosos y esponjoso. También suele
producirse una erección de los pezones y rubor sexual.
Fase de meseta

Sigue activado el sistema parasimpático, la vasocongestión es máxima y


aumenta el tono muscular, la presión arterial, la frecuencia respiratoria y
cardíaca.

En la mujer, aumenta el tamaño del útero, el clítoris se retrae,


produciéndose su máximo crecimiento. Hay dilatación de los músculos
vaginales con un engrosamiento del tercio externo de la vagina, plataforma
orgásmica, y se produce cambio de color de los labios. En el hombre, los
cuerpos esponjosos llegan a su máxima dilatación, produciendo aumento
considerable de volumen y rigidez del pene. Se llega a la secreción de las
glándulas de Copper, responsables de la lubricación. Hay elevación y
crecimiento testicular.

Fase de orgasmo

Se activa el sistema simpático. La presión arterial, la frecuencia respiratoria y


cardíaca aumentan y aparecen contracciones rítmicas de los músculos de la
base pélvica acompañadas de sensaciones placenteras.

En la mujer se dilata el orificio cervical externo y aparecen contracciones


rítmicas de la plataforma orgásmica, siendo el correlato fisiológico del
orgasmo. Se contraen, asimismo, otros grupos de músculos: elevador del ano,
del útero y del esfínter anal externo, músculos esqueléticos y espasmo
carpopedal (músculos extensores mano y pie).

En el hombre se produce la eyaculación, contracciones rítmicas del


conducto deferente, de la próstata y del conducto eyaculados, con expulsión
de semen. Estas contracciones son el correlato fisiológico del orgasmo
masculino. Se contraen los músculos bulbocavernosos, pubeocoxígeos (piso
pélvico) y del ano, y hay contracciones espasmódicas rítmicas de los
músculos esqueléticos, además de darse el espasmo carpopedal. En el clímax
de ambos sexos se producen espasmos musculares, cambios en la expresión
facial, jadeos, gemidos, risas, llanto, etc. Luego viene un estado de relajación
con sensaciones placenteras en la región pelviana.

Fase de resolución

Todos los parámetros vuelven a niveles previos. Puede aparecer sudoración


y, al mantenerse el tono parasimpático genital, volver a la fase de excitación
con respuesta orgásmica múltiple. Si se restablece el tono parasimpático
visceral, el cuerpo se hace insensible a la estimulación erotogénica,
apareciendo el período refractario. En la mujer existe una mayor
predisposición a los orgasmos múltiples (tono parasimpático genital).

En el hombre, se produce la detumescencia de los cuerpos cavernosos y


esponjoso, con pérdida de la erección del pene. Existe posibilidad de
múltiples orgasmos sólo si persiste el tono parasimpático genital y la
vasocongestión se mantiene. Si no se produce esta persistencia, sobreviene el
período refractario que puede ser más o menos largo.

Si no ocurre orgasmo, se mantiene una vasocongestión pélvica crónica


que ocasiona molestias pélvicas y en la zona genital.

FIGURA 4

RESPUESTA SEXUAL FEMENINA


FIGURA 5

RESPUESTA SEXUAL MASCULINA


A parte de este breve resumen sobre la sexualidad humana,
recomendamos, para el trabajo con parejas, los libros de Kaplan, ya sea como
consulta o para orientar una terapia sexual.

Desde el punto de vista de la intervención con parejas y sus diferentes


abordajes, son de gran utilidad los trabajos de Jaén y Garrido (2005) y Ríos
(2005, 2006).

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En el contexto ecológico prestaremos especial atención a las fuentes de apoyo
y estrés social, pues la salud de los sujetos está muy condicionada a estas dos
variables.

Selye definía el estrés como un conjunto de respuestas fisiológicas


inespecíficas (respuestas del sistema nerviosos simpático y de los sistemas
neuroendocrinos corticosuprarrenales y medulosuprarrenal) a estímulos
físicos externos o internos. Para Sarason (1980), la respuesta al estrés está
formada por los siguientes factores:

a)Demanda del medio (o naturaleza de la tarea que desarrollar).

b)Habilidades específicas del organismo para llevar a cabo la tarea o


cumplir con las demandas.

c)Características personales (fisiológicas, cognitivas y motoras).

d)Apoyos sociales y ambientales.

e)Experiencias previas e historia personal.

Lazarus y Folkman (1984) señalan que en la evaluación de una situación


como estresante hay que tener en cuenta los factores personales y
situacionales:

a)Factores personales: sistema de creencias sobre la enfermedad y el


control percibido sobre ella, valores, atribuciones causales (factores
internos/externos, controla bles/incontrolables, estables/inestables,
globales/específicas). La personalidad y los hábitos.

b)Factores situacionales: características objetivas y subjetivas de la


situación. Entre las características objetivas de la situación, Rodríguez
Marín (1995) destaca: potencialidad estresante, controlabilidad, la
posibilidad de que la situación cambie por sí misma, la ambigüedad, la
potencialidad de ocurrencia o recurrencia de la situación, momento del
ciclo vital.

Lazarus y Folkman (1989) clasificaron las situaciones estresantes según


su intensidad en: cataclismos, sucesos vitales estresantes de considerable
magnitud (muerte en la familia, divorcio, emigración) y pequeñas
contrariedades diarias.

TABLA 13

ACONTECIMIENTOS VITALES ESTRESANTES Y SUS UNIDADES DE


CAMBIO DE VIDA
El peso específico de cada estresor variará según el contexto y cómo es
vivido, por ejemplo, un divorcio puede ser vivido como liberador más que
como estresor. Selye (1956, 1976, 1980) explicó la respuesta del organismo a
las situaciones estresantes con el Síndrome General de Adaptación (SGA), el
cual se desarrolla a lo largo de tres fases:

1.Alarma: ante una situación de estrés, el organismo moviliza el sistema


nervioso autónomo (SNA), con la finalidad de atacar o huir y para ello:
aumenta la frecuencia cardiaca, se contrae el bazo para verter sangre en
el torrente sanguíneo, la sangre se dirige a músculos, cerebro y corazón,
para preparar la acción, au menta la capacidad respiratoria, las pupilas
se dilatan, aumenta la coagulación de la sangre y el número de
linfocitos.

Si el estresor desaparece, se activa el sistema nervioso parasimpático y


el cuerpo se recupera. Si el estresor continúa, se pasa a la seguiente
fase.

2.Fase de resistencia: en ella se activa el eje hipotalámico-hipofisario-


adrenal segregándose glucocorticoides que proporcionan al organismo
energía para mantener el equilibrio hormonal. Si continúa el estresor se
pasa a la última fase.

3.F ase de agotamiento: el organismo cae por debajo de su capacidad


habitual debido a la falta de energía y de recursos para adaptarse a las
demandas de la situación. Los órganos sufren daños (por sobrecarga) y
puede llevar al desfallecimiento o a la muerte.

El Sistema Nervioso Autónomo (SNA) mantiene el control de la actividad


de órganos internos responsables de que las condiciones vitales sean óptimas
(frecuencia cardiaca, función intestinal, riego sanguíneo de riñones, etc.).
Dentro del SNA existe el Sistema Nervioso Simpático (SNS) y el Sistema
Nervioso Parasimpático (SNP). Ambos se complementan, el SNS activa,
mediante la secreción de adrenalina y noradrenalia, los niveles basales o de
reposo del organismo para poder actuar en situaciones que así lo requieren,
mientras que el SNP se encargará de reducir la actividad simpática y volver al
nivel basal (aminorando el ritmo cardíaco, reduciendo la presión arterial,
enviando sangre al aparato digestivo, etc.).

Por otra parte, el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal (HHA) ejerce un


importante papel en la respuesta fisiológica al estrés. En primer lugar, en el
hipotálamo se libera corticotropina (CRH), que es transportada hasta la
hipófisis. En la hipófisis, la CRH estimula la secreción de la hormona
adrenocorticotropa (ACTH), que promueve la liberación al torrente
sanguíneo de glucocorticoides, los cuales favorecen la formación de glucosa
y tienen efectos antiinflamatorios e inmunosupresores (Veithflanigan y
Sandman, 1985; Sandi, 2000).

TABLA 14

EFECTOS DE LA ACTIVACIÓN DEL SISTEMA ENDOCRINO Y


NEUROENDOCRINO
Los efectos de la respuesta al estrés en los niveles fisiológico, emocional,
motor y cognitivo pueden verse en las tablas 15 y 16.

TABLA 15
CONSECUENCIAS GENERALES DEL ESTRÉS

TABLA 16

REACCIONES FISIOLÓGICAS AL ESTRÉS


FIGURA 6

PROCESO DE RESPUESTA AL ESTRÉS


FIGURA 7

MODELO DE ESTRÉS-AFRONTAMIENTO
Rodríguez Marín (1995) clasifica los recursos de afrontamiento en:
físicos/biológicos (salud, energía, resistencia, clima, condiciones de la
vivienda), psicológicos/psicosociales (capacidad intelectual, autoestima,
creencias, capacidad de solución de problemas, control), culturales y sociales
(creencias, costumbres, apoyo social).
TABLA 17

RESPUESTAS DE AFRONTAMIENTO

Según Lin y Ensel (1989), el apoyo social es el proceso por el cual los
recursos en la estructura social (comunidad, redes sociales y relaciones
íntimas) permiten satisfacer necesidades (instrumentales y expresivas) en
situaciones cotidianas y de crisis.

La red social de apoyo (familiares, amigos, vecinos, grupos de


autoayuda...) está íntimamente ligada a la salud, la satisfacción vital y el
desarrollo personal (Caplan, 1974; Cohen y Syme, 1985). Los sujetos con un
buen apoyo social pueden tolerar las situaciones de estrés sin enfermar,
mientras que las mismas situaciones pueden provocar graves desarreglos
somáticos y psíquicos si no se cuenta con una buena red de apoyo que ayude
a afrontar las diferentes situaciones de estrés que se producen a lo largo de la
vida.

House y Kahn (1985) distinguen cuatro tipos de apoyo social: a) Apoyo


emocional (amor, comprensión empática, confianza...) que favorezca la
expresión de sentimientos, b) apoyo instrumental, focalizado en las
necesidades materiales, c) información sobre la enfermedad y redes de apoyo
y d) valoración de las dificultades y cómo las afrontan.

TABLA 18

NIVELES DE ESTUDIO DEL APOYO SOCIAL


Sluzki (1996) describe la red social personal como un mapa formado por
cuatro cuadrantes: familia, amistades, relaciones laborales o escolares y
relaciones comunitarias, de servicio o de credo.

En ellos existen tres áreas:


-Un círculo interior que incluye las relaciones íntimas (familiares con
contacto cotidiano, amigos cercanos, etc.).

-Un círculo intermedio de relaciones personales con menor grado de


compromiso (relaciones familiares, sociales o profesionales con los que
se tiene contacto personal pero sin intimidad).

-Un círculo externo de relaciones ocasionales («conocidos», familiares


lejanos, feligreses, etc.).

Este autor señala que la red social de apoyo afecta a la salud del individuo
de varias formas:

-La reacción de alarma se mitiga con la presencia de figuras familiares.

-Las relaciones sociales contribuyen a proveer sentido a la vida de sus


miembros.

-La red provee una retroalimentación cotidiana acerca de las desviaciones


de salud.

-La red social favorece muchas actividades personales que se asocian


positivamente con estilos de vida saludables: rutina de dieta, ejercicios,
de sueño, de adhesión a tratamientos y, en general, cuidados de salud.

Todo lo cual disminuye la evaluación negativa de una situación estresante


al ofrecer soluciones alternativas y disminuir la respuesta del sistema
neuroendocrino (House, 1981), de manera que el apoyo social está
positivamente asociado con la salud.

Bibliografía
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interactions. Washington. Hemisphere.
Las pérdidas jalonan el ciclo vital de individuos y familias, dejando tras de sí
un rastro de dolor que influye poderosamente en las relaciones familiares, así
como en los vínculos futuros. La elaboración de los duelos por las pérdidas,
serán objeto de estudio detallado por parte del terapeuta.

Bowlby (1980) conceptualiza el duelo como todos los procesos


psicológicos, conscientes e inconscientes, que una pérdida pone en marcha y
lo divide en cuatro fases:

1.Fase de embotamiento de la sensibilidad. Dura de unas horas hasta una


semana y puede verse interrumpida por episodios de aflicción y cólera.
El sujeto se siente aturdido y le cuesta aceptar la realidad.

2.Fase de anhelo y búsqueda del objeto perdido. Aparece anhelo intenso,


llanto, inquietud, insomnio y cólera dirigida a quienes considera
responsables de la pérdida, y como protesta por no poder recuperar al
objeto amado. Este deseo de recuperación puede llevar a no aceptar la
pérdida, predominando entonces la rabia hacia los que intentan
consolarle. «La búsqueda inquieta, la esperanza intermitente, el
desengaño repetido, el llanto, la rabia, las acusaciones y la ingratitud
son rasgos de la segunda fase del duelo y deben ser entendidos como
expresiones de la imperiosa necesidad de encontrar y recuperar a la
persona perdida» (Bowlby, 1980: 109).

3. Fase de desorganización y desesperanza. Durante esta fase es frecuente


la aparición de momentos de desesperanza y depresión.

4.Fase de reorganización. La aceptación de la pérdida conlleva una


redefinición de sí mismo (huérfano, viudo, divorciado...) y de su
situación, el desempeñar papeles nuevos y el adquirir nuevas
habilidades.
1.MANIFESTACIONES DEL DUELO NORMAL

1.Sentimientos: tristeza, enfado, culpa, ansiedad, autorreproche, soledad,


fatiga, impotencia, shock, anhelo, alivio, insensibilidad, miedo a la
repetición del acontecimiento, vergüenza por no haber sido capaz de
prevenir o posponer el hecho, rabia hacia el fallecido, culpa, tristeza.

2.Sensaciones físicas: vacío en el estómago, opresión en el pecho y


garganta, anergia, disnea, hipersensibilidad al ruido, debilidad,
despersonalización, sequedad de boca.

3.Cogniciones: incredulidad, confusión, preocupación, sentido de


presencia, alucinaciones, soñar con el fallecido.

4.Conductas: trastornos del sueño y alimentarios, conducta distraída,


aislamiento social, evitar recordatorios, buscar y llamar en voz alta,
hiperactividad, llorar, suspirar, visitar lugares o llevar y atesorar objetos
que le recuerdan a la persona que ya no está.

En el duelo normal, que puede durar entre uno y dos años, es frecuente
que persista una sensación de que el muerto está presente, ya sea como una
compañía constante o en algún lugar específico. También es frecuente una
sensación de soledad que nadie puede mitigar; Weiss (1975) diferencia la
soledad fruto del aislamiento social, que se puede aliviar con la compañía, del
aislamiento emocional, que sólo puede ser ali viado con una relación de
mutuo compromiso que brinde seguridad. El trabajo del duelo requiere un
gran esfuerzo y aumenta la vulnerabilidad a la enfermedad y la tasa de
muertes prematuras (Osterweis et al., 1984).

El tipo de pérdida (muerte, separación, amputación, objetivos en la vida,


etc.) y el contexto amplio en el que se produce va a determinar, en gran
medida, que el proceso del duelo sea adecuado o no. Entre los aspectos que
se deben explorar en detalle, cara a la intervención, se encuentran los
siguientes:
-Identidad y rol de la persona perdida. Relación ambivalente con ella,
confluencia con una crisis vital...

-Edad, sexo, personalidad y situación vital de la persona que sufrió la


pérdida.

-Causas y circunstancias de la pérdida. Entre las adversas tenemos la


muerte súbita, la exigencia de cuidados prolongados antes de la muerte,
si la muerte entraña mutilación del cuerpo, cómo se informó de la
muerte, a quién se culpa de la misma, muertes violentas, suicidio, etc.

-Aspectos psicosociales del que sufre la pérdida. Apoyo y estrés social, si


tiene que hacerse cargo de niños pequeños, situación económica,
posibilidades de reorganizar su vida, sistema de creencias en torno a la
muerte, actitud de parientes y amigos, etc.

Weisman (1976) distingue entre muerte oportuna e intempestiva. La


oportuna es aquella en que la supervivencia se iguala a la esperada. La
intempestiva puede ser prematura, inesperada (accidente) o trágica (violenta).
El duelo puede adquirir características de crisis cuando la muerte es
intempestiva. La intervención inicial en una crisis por pérdida intempestiva
consiste, según este autor, en transformar cognoscitivamente las dificultades
de las muertes intempestivas dentro de formas más aceptables. Worden
(1991) propone las siguientes tareas para elaborar el duelo: a) aceptar la
realidad de la pérdida, b) trabajar emociones y dolor, c) adaptarse a un medio
sin el ausente y d) reubicar al fallecido y continuar viviendo. Mientras que
Neymeyer (2001) sugiere los siguiente desafíos del duelo: reconocer la
realidad de la pérdida, abrirse al dolor, revisar nuestro mundo de significados,
reconstruir la relación con lo que se ha perdido y reinventarnos a nosotros
mismos.

Toda pérdida entraña unas cargas a las que sujeto y familia deben
responder. Entre ellas destacan las siguientes:

1.Cargas propias del duelo. Son los componentes-síntomas y signos-


propios de la aflicción: dolor, angustia, rabia, desesperación, sensación
de vacío, soledad, ansiedad de separación, etc.

2.Cargas no intrínsecas al proceso. Se trata de los obstáculos que


entorpecen y dificultan el desarrollo del proceso de duelo y que están
directamente relacionados con la aflicción y la pérdida: falta de
información, evitación, represión, aislamiento, rechazo, entorno
conflictivo no sano para el desarrollo del duelo, etc.

3.Asuntos pendientes. Son todas aquellas cosas relacionadas con pérdidas


previas de todo tipo (además de los asuntos pendientes por la pérdida
actual) y que no fueron adecuadamente resueltas en su momento,
generando una impronta en la situación actual y/o alterando la
capacidad de la persona para resolver la pérdida actual.

4.Crisis concurrentes. Los asuntos pendientes, que suelen dificultar la


elaboración del duelo, son: a) cosas que no se dijeron o no se hicieron,
b) errores que se cometieron, c) enfados sin resolver, d)
agradecimientos que no se manifestaron, e) expectativas o sueños que
no se llevaron a cabo.

El duelo complicado tiene las siguientes características:

.Factores relacionales: ambivalencia, relación narcisista, dependiente,


víctimas.

.Factores circunstanciales: desaparecidos, pérdidas múltiples.

•Factores históricos: duelos inacabados, depresión, pérdidas tempranas.

•Factores de personalidad: alexitímicos, «independientes», «fuertes».

•Factores sociales: pacto de silencio, negación, ausencia de red social de


apoyo.

Tipos de duelos complicados (Worden, 1991):


•Duelo crónico: no hay conclusión

•Duelo retrasado: activado por otra pérdida.

•Duelo exagerado: depresión, ansiedad, trastorno por estrés


postraumático, abuso de substancias, manía.

•Duelo enmascarado: síntomas físicos, hiperactividad, delincuencia,


depresión.

El diagnóstico del duelo complicado lo podemos realizar observando las


siguientes pautas:

-Gran emocionabilidad al hablar del fallecido.

-Acontecimiento nimio provoca reacción intensa.

-Temas de pérdidas en la entrevista.

-Momificación.

-Síntomas semejantes a los del fallecido.

-Cambios radicales en el estilo de vida.

-Imitar al fallecido.

-Depresión, baja autoestima y culpa crónicas.

-Impulsos destructivos.

-Tristeza inexplicable (vacaciones y aniversarios).

-Fobia hacia la enfermedad y muerte.

-Circunstancias en torno a la muerte (bajo apoyo social, conductas


evitativas en torno a la muerte).
Neymeyer, Prigerson y Davies (2002) proponen una visión de la
elaboración del duelo desde el modelo operativo interno en el que se basa el
sujeto para construir una teoría básica del self, de los otros y del mundo, a
modo de esquemas mentales que le sirven para interpretar la experiencia. La
teoría del apego que desarrollamos en otro apartado está en la base de este
planteamiento (Bowly, 1983).

FIGURA 8

MODELO DE LOS CAMINOS SEGUIDOS POR EL DUELO


COMPLICADO Y EL DUELO NORMAL SOBRE LA BASE DEL
SIGNIFICADO QUE EL SUPERVIVIENTE OTORGA A LA PÉRDIDA
2. DUELO Y FAMILIA

La pérdida de un miembro de la familia exige una reorganización del sistema


familiar para adaptarse a la nueva situación. Walsh y McGoldrick (1988)
describen cuatro tareas que la familia debe realizar ante la pérdida de uno de
sus miembros:

1.Reconocimiento compartido de la realidad de la muerte. Se favorece


con los funerales, el entierro y visitas a la tumba por parte de todos,
incluyendo niños.

2.Experiencia compartida del dolor de la pena, expresando libremente


todos los sentimientos asociados.

3.Reorganización del sistema familiar, asumiendo las funciones del rol del
difunto.

4.Establecimiento de nuevas relaciones y metas en la vida, lo cual se ve


muchas veces dificultado por un sentimiento de lealtad al muerto, el
temor a nuevas pérdidas, etc.

Mientras que Moos (1995) propone las siguientes tareas para el duelo
familiar: a) reconocer la muerte, b) favorecer la expresión emocional, c)
aceptar la ausencia, d) redistribuir los roles intrafamiliares y e) redistribuir los
roles extrafamiliares.

La familia suele mostrar las siguiente reacciones ante la pérdida: a)


tendencia centrípeta, incluyendo a la familia extensa, lo cual provoca un
cierto aislamiento social, b) búsqueda de apoyo social para la subsistencia, c)
aumento de la fragilidad que invita a la ayuda y d) tregua en los conflictos
familiares. Dándose a nivel comunicacional: cambios en la cantidad, temas y
canales de comunicación; a nivel estructural: confusión de roles y jerarquía,
redistribución de alianzas; y a nivel social: aislamiento, rechazo de la red de
apoyo y sobreprotección de los miembros (Moos, 1995).

Para poder elaborar adecuadamente el duelo son importantes las


siguientes características del sistema familiar: flexibilidad y grado de
diferenciación de sus miembros, la aparición de síntomas en algún miembro
de la familia, la coincidencia de acontecimientos vitales estresantes (otras
pérdidas, nacimien tos, cambio de domicilio, etc.) y el haber tenido pérdidas
no elaboradas, todo lo cual debe explorarse cuidadosamente (Espina, Gago y
Pérez, 1993).

FIGURA 9

EVALUACIÓN DEL DUELO

Vamos a referirnos seguidamente a dos pérdidas especialmente


significativas en el seno de la familia: la de un hijo y la de un progenitor.
La pérdida de un hijo es difícilmente elaborable, por la herida narcisista
que supone y porque mueren a la vez expectativas y proyección en el futuro
de los padres, además de todo lo que implica cualquier pérdida de un ser
querido. Shiff (1977) y Videka-Sherman y Lieberman (1985) llaman la aten
ción sobre el deterioro de la relación de pareja y el aumento de divorcios en
los padres que han perdido a un hijo pequeño. Ello es propiciado por los roles
sociales atribuidos al hombre y la mujer, según los cuales el hombre tiene que
ser instrumental y no expresar sus emociones y la mujer ser expresiva
haciéndose cargo de las emociones; de manera que el hombre se vuelca en el
trabajo y se encierra en sí mismo y la mujer muestra depresión y pena. Ella se
siente abandonada e incomprendida y él no puede expresar sus sentimientos.

Ante la pérdida de un hijo es importante ayudar a elaborar el duelo a los


hermanos y no desatender sus necesidades. No es infrecuente que los padres
tengan otro hijo para cubrir el vacío dejado por el muerto; esto puede ayudar
a los padres, pero puede originar problemas en el nuevo hijo si es un sustituto
del muerto y no puede desarrollar su propia identidad.

En la pérdida de un progenitor hay que tener en cuenta el grado de


desarrollo de los hijos y su capacidad para comprender la pérdida, no hay que
excluir a los niños de la experiencia de la pérdida y hay que procurar que
algún familiar cumpla el rol que desempeñaba el difunto. Más adelante, los
hijos pueden ver dificultada su autonomización si deben hacer compañía al
padre viudo.

Paul (1967) y Paul y Grosser (1965) resaltan la importancia de duelos


incompletos para la aparición de patología en algún miembro del la familia,
el cual vendrá a ocupar el lugar del difunto. En este sentido, la sintomatología
cumpliría una función homeostática, al neutralizar la pérdida evitando el
cambio que debería afrontar el sistema. Es frecuente también que la familia
estreche sus lazos dificultando la individuación de sus miembros (en el
divorcio sucede algo semejante). Guthell y Averiy (1977) describen casos en
que después de la muerte de un progenitor aparecía el incesto como una
defensa frente a la pérdida. Pincus y Dare (1978) describen los secretos
familiares como intentos de evitar las culpas y el dolor de la pérdida, a costa
de rigidificar el sistema, disminuyendo la confianza entre sus miembros y
obligando a invertir energía en mantenerlos.

Todo ello hace que la exploración de los duelos sea de gran importancia
en la evaluación familiar, para lo cual es de mucha ayuda el genograma y el
conocer las características de los procesos de duelo y los significados que se
atribuyen a las pérdidas, así como el contexto ecológico en el que tiene lugar.

Para finalizar este breve resumen de aspectos que hay que tener en cuenta
a la hora de evaluar los duelos, ofrecemos una guía de exploración muy útil
elaborada por Neymeyer (2001).

Exploración de una pérdida (Neymeyer, 2001)

•¿Qué recuerda de la forma en que reaccionó ante el acontecimiento cuando


sucedió?

•¿Cómo han cambiado sus sentimientos al respecto a lo largo del tiempo?

•¿Cómo respondieron ante la pérdida las personas que formaban parte de su


vida en ese momento? ¿Y ante su reacción?
•¿Quién era usted en el momento de la pérdida, a nivel de personalidad, etapa
del desarrollo y principales preocupaciones?

•¿Cuál fue para usted la parte más dolorosa de la experiencia?

Preguntas de explicación

•¿Qué sentido le dio a la muerte o pérdida en aquellos momentos?

•¿Cómo interpreta la pérdida ahora?

•¿Qué filosofía o creencia religiosa le ayudaron a asimilar la pérdida? ¿Qué


efecto tuvo la pérdida en ellas?
Preguntas de elaboración

•¿Cómo ha afectado esta experiencia a su sentido de prioridades?

•¿Cómo ha afectado esta experiencia a su visión de sí mismo o del mundo?

•¿Qué lecciones sobre el amor ha aprendido sobre esta persona o esta


pérdida?

•¿De qué modo cambiaría su vida si esta persona siguiera viva/si esta pérdida
nunca hubiera sucedido?
Bibliografía

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Worden, J. W. (1991). El tratamiento del duelo: asesoramiento psicológico y


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Los tipos de personalidad están asociados a diferentes visiones del mundo y
de sí mismo. A la hora de empatizar con los miembros de la familia, es
necesario que sepamos la manera de pensar y sentir de cada uno para poder
realizar una adecuada acomodación que permita la creación de la alianza
terapéutica. Por ello, el conocimiento de la personalidad es tan importante en
la evaluación y tratamiento familiar.

Por otro lado, la psicopatología debe ser tenida en cuenta en la


evaluación, pues, además de conocer la sintomatología y curso de los
trastornos, las implicaciones biológicas de muchos de ellos pueden
condicionar en gran medida el tratamiento y no podemos caer en las
«terribles simplificaciones» de pensar, por ejemplo, que un cuadro
esquizofrénico crónico es expresión de la conflictiva familiar.

1. PERSONALIDAD Y TRASTORNOS DE PERSONALIDAD

La personalidad es una configuración de patrones de respuesta del


comportamiento característica de un individuo, evidentes en la vida corriente.
Es una totalidad, que habitual mente es estable y predecible. Cuando esa
totalidad excede los límites de lo «normal» en la mayoría de los individuos y
cuando los rasgos se vuelven rígidos e inadaptados y producen deterioro
funcional y malestar subjetivo, hablamos de trastornos de la personalidad.

Un trastorno de la personalidad es una pauta de experiencia y conducta


interna duradera que se aparta de las expectativas de la cultura de un
individuo, es generalizada e inflexible, aparece en la adolescencia o en la
primera edad adulta, es estable, produce malestar o perjuicio. Esa pauta se
manifiesta en dos o más de las siguientes áreas: cognición (percepción del yo,
los demás o los acontecimientos), afectividad (el rango, la intensidad, la
estabilidad, lo apropiado o inapropiado de la respuesta emocional), el
funcionamiento interpersonal y el control de impulsos (DSM-IV-TR; APA,
2000).

El estudio de la personalidad se ha realizado desde criterios dimensionales


y categoriales. Desde el punto de vista categoriai se clasifican los trastornos
de la personalidad basándose en descripciones clínicas de casos prototípicos
(DSM, CIE). Lo prototípico son las características o propiedades más
comunes de los miembros de una categoría. La ventaja de las tipologías
categoriales es que resultan de fácil utilización por los clínicos.

Por otro lado, el modelo dimensional cuantifica los rasgos relevantes de


los trastornos de la personalidad que descansan en un continuo que va de lo
normal a lo patológico. Desde esta perspectiva, los trastornos de la
personalidad tienen límites borrosos entre ellos y con la personalidad normal.
Los perfiles dimensionales se agrupan en categorías:
introversión/extraversión, dureza/emocionabilidad...

Las características de los rasgos en los trastornos de la personalidad son:

•Generalizados y persistentes.

•Egosintónicos (sintonizan con el sujeto); egodistónicos (el sujeto los


rechaza como ajenos).

•Aloplásticos.

•Se mantienen rígidamente.

Desde el punto de vista dinámico, la protección contra los impulsos


internos y el estrés externo involucra patrones de defensa idiosincrásicos para
protegerse de las ansiedades subyacentes. Las defensas pueden o no controlar
la ansiedad eficazmente. Los mecanismos de defensa más frecuentes son:

•Introyección: depresivos.
•Disociación: histriónicos.

•Aislamiento, formación reactiva: obsesivo-compulsivos.

•Proyección: paranoides.

•Actuación (acting out): antisociales y límites.

•Identificación proyectiva: límites.

Según el DSM-IV-TR (APA, 2000), hay diez trastornos de personalidad,


agrupados en tres grandes tipos.

TABLA 19

TRANSTORNOS DE PERSONALIDAD
Beck y Freeman (1995) proponen una clasificación de los trastornos de la
personalidad en la que se tienen en cuenta los esquemas cognitivos, asociados
a los sistemas de creencias sobre uno mismo, el otro y el mundo, y cómo se
maneja el sujeto en las relaciones interpersonales. No nos vamos a extender
en este tema, pues tratarlo de una forma apropiada excedería con creces el
objetivo de este manual; simplemente transcribimos una tablas elaboradas por
estos autores, que nos han resultado de utilidad en la práctica clínica y
pueden ayudar al terapeuta familiar a la hora de evaluar los estilos de
personalidad de los diferentes miembros de la familia, para poder empatizar
más fácilmente.

TABLA 20

CREENCIAS BÁSICAS Y ESTRATEGIAS ASOCIADAS CON LOS


TRASTORNOS TRADICIONALES DE LA PERSONALIDAD
TABLA 22

ESTRATEGIAS TÍPICAS HIPERDESARROLLADAS E


INFRADESARROLLADAS
2. PSICOPATOLOGÍA

A la hora de trabajar con cuadros psicopatológicos, el terapeuta familiar se


encuentra muchas veces ante dos peligros: a) ver un trastorno como algo
propio del sujeto, desconectado del contexto relacional, por ejemplo, una
fobia que se asocia a la relación de pareja, y b) ver el trastorno como
determinado únicamente por el contexto relacional, obviando la gravedad del
cuadro y su posible sustrato biológico, por ejemplo, esquizofrenia. Tenemos
una gran responsabilidad a la hora de valorar la gravedad de un cuadro y sus
implicaciones en los diferentes sistemas, por ello no debemos caer, ni en
visiones reduccionistas (por ejemplo, biologicista), ni en «terribles
simplificaciones» (por ejemplo, intentar abordar un cuadro de anorexia
nerviosa únicamente contando con las relaciones familiares sin tener en
cuenta los aspectos médicos).

Para poder tener una visión realista y desapasionada en relación con los
modelos teóricos, nos parecen útiles dos cosas: a) tener como guía el DSM-
IV-TR, especialmente los terapeutas y orientadores que no son psicólogos ni
psiquiatras, aunque a todos nos hace falta repasar trastornos que no estamos
muy habituados a ver, y b) disponer de instrumentos de evaluación que
permitan un diagnóstico más exhaustivo. Sin olvidar que existen cuadros
psicopatológicos con una importante carga biológica y que el curso de los
mismos es muy variado.

Un libro muy útil, pues recoge escalas de evaluación de gran utilidad en la


práctica clínica, es: Bobes García, J. y cols. (2001). Banco de instrumentos
básicos para la práctica de la psiquiatría clínica. Ars Médica. Novartis.

Otras escalas clínicas que solemos utilizar son:

-Inventario multifásico de personalidad de Minnesota para adolescentes


(MMPI-A). (Butcher et al.). Ed. TEA.

-Inventario multifásico de personalidad de Minnesota (MMPI-2).


(Hathaway y McKinley). Ed. TEA.

-Inventario clínico multiaxial de Millon III (MCMI-III). (Millon). Ed.


TEA.
-Inventario clínico de Millon para adolescentes. (MACI). (Millon). Ed.
TEA.

-SCL-90. Cuestionario de 90 síntomas. Derogatis. Ed. TEA.

-Cuestionario de ansiedad estado/rasgo (STAI). Spielberger, Gorsuch y


Lushene.

-Cuestionario de ansiedad estado/rasgo en niños (STAIC). Spielberger.


Ed. TEA.

-Beck Depression Inventory (BDI) (Beck, 1961).

-Cuestionario de ansiedad infantil (CAS). Gillis. Ed. TEA.

-Escala de depresión para niños. Lang y Tisher. Ed. TEA.

-Evaluación del trastorno por déficit de atención con hiperactividad.


(EDAH). Faré y Narbona. Ed. TEA.

-Inventario de trastorno de la conducta alimentaria. (EDI-2). Garner. Ed.


TEA.

Algunos tests proyectivos útiles en la evaluación familiar son:

-Test del dibujo de la familia. Lluis. Ed. TEA.

-Test del dibujo de la figura humana. Goodenough y Harris. Ed. TEA.

-Test del árbol. Stora. Ed. TEA.

-Casa-árbol-persona (HTP) (Buck y Warren). Ed. TEA.

Bibliografía
American Psychiatric Association (2000). Manual Diagnóstico y Estadístico
de los Trastornos Mentales. (DSM-N-TR). Barcelona. Masson.

Beck, A.T.Freeman, A. (1995). Terapia cognitiva de los trastornos de


personalidad. Barcelona. Paidós.

Bobes García, J. y cols. (2001). Banco de instrumentos básicos para la


práctica de la psiquiatría clínica. Ars Médica. Novartis.
En las entrevistas familiares pasamos de recoger información sobre el
problema actual a evaluar el contexto relacional. De la familia nuclear a la
extensa y otros sistemas. Del presente a la historia familiar. De la
información de hechos al funcionamiento y relaciones familiares. De
«realidades» a hipótesis.

El genograma es un «instrumento para incorporar categorías de


información familiar al proceso de resolución de problemas» (McGoldrick y
Gerson, 1985). Es muy útil para recoger información y transmitir un modo
sistémico de pensar. Consiste en dibujar un árbol genealógico con
información sobre los miembros de una familia y sus relaciones en, al menos,
tres generaciones. Muestra a la familia de una forma que ofrece rápidamente
información sobre estructura y patrones relacionales, favoreciendo la
elaboración de hipótesis sobre cómo un problema puede estar conectado con
el contexto familiar y su historia.

La información del genograma se puede obtener entrevistando a uno o


varios miembros de la familia. Al realizarlo con varios miembros de la
familia, tenemos la oportunidad de comparar perspectivas y observar
directamente las interacciones.

Los genogramas muestran:

-La estructura de la familia.

-Las relaciones entre sus miembros.

Los usos más frecuentes de este instrumento son:

-Como sistema de registro que integra datos biopsicosociales. Es de gran


utilidad en las revisiones de casos con otros profesionales.
-A través de la recogida de datos ofrecemos una visión relacional de los
problemas, lo cual facilita la reconversión de la demanda.

-Permite la detección de factores de riesgo biopsicosociales en la familia.

-Para la identificación de recursos familiares.

-Observar las transmisiones generacionales.

Solemos hacer el genograma de la familia nuclear en la primera sesión,


después de recoger los datos sociodemográficos y antes de hablar del
problema que les trae a consulta. Si vemos que es importante, recogemos en
ese momento los datos de la familia extensa, pero generalmente lo dejamos
para la sesión siguiente. Si la familia extensa es numerosa y/o hay frecuentes
separaciones y uniones, les decimos que recojan y ordenen los datos antes de
hacer juntos el genograma completo. Esta recogida de información conlleva
el contacto con otros familiares, ver el álbum familiar, revisar informes
médicos, sociales, cartas..., la información circula y muchas veces la familia
se implica más fácilmente en una visión sistémica de sus dificultades
activando, a su vez, recursos. Un genograma sencillo con un sujeto puede
llevar media hora, pero si incluimos a más miembros de la familia y más
información, llevará bastante tiempo, pero no se trate únicamente de recoger
información, sino que en el mismo acto de recogerla estamos interviniendo y
enriqueciendo la visión que tiene la familia sobre sí misma.

En el genograma se recogen los siguientes datos de, al menos, tres


generaciones:

-Datos sociodemográficos: nombres, edades, profesión, estudios-nivel y


estado actual, ocupación, estado, hijos, abortos, nacimiento de feto
muerto, quiénes viven en casa, situación laboral y económica.

-Ciclo vital. Se recogen fechas de: matrimonios, separación, divorcio,


pérdidas, nacimientos, defunciones, causas de defunciones, hijos
adoptivos... Bowen (1978) recomendaba hacer el calendario familiar en
el que se consignan en dos columnas los acontecimientos vitales
familiares y los problemas. Es importante estar atentos a los momentos
críticos, como nacimientos, muertes, migraciones..., cómo fue vivido
por cada uno y cómo afectó al sistema. En el genograma podemos
incluir todo ello dando una visión relacional de los problemas a la luz
de la historia familiar y de cómo han afectado éstos a la misma.

-Religión y etnia. Migraciones. Personas importantes para la familia. Red


social de apoyo (amigos, familiares, instituciones, asociaciones...) y
acontecimientos vitales estresantes. Problemas médicos, emocionales,
de conducta, laborales, drogas, alcohol, legales. Relaciones con
servicios sanitarios y de ayuda.

-Situación del hogar: quiénes viven en casa, dónde viven los que se fueron
y cuándo se fueron.

Relacionesy roles: cómo ven las relaciones propias y las de los demás,
tanto en la familia nuclear como en la extensa. Respecto a los roles, es
interesante recoger información sobre los roles complementarios:
bueno/malo, exitoso/fracasado, sano/enfermo, débil/fuerte, cálido/frío,
servicial/egoísta, cercano/distante, abierto/cerrado, dominante/sumiso...
Los apodos o motes también muestran datos sobre los roles. Así mismo
son útiles las preguntas sobre cómo les ven otros: «cómo cree que ve su
suegro la relación con su esposa», «cómo le veía su madre a la edad de
su hijo».

1. FORMATO DEL GENOGRAMA

Para realizar el genograma se ofrece el enlace que permite bajarse de Internet


el programa «GenoPro», un programa de descarga gratuita que funciona bajo
Windows y que permite, tras su instalación, la confección de genogramas.
GenoPro es un programa intuitivamente fácil de utilizar, simple al uso y
capaz de realizar el árbol genealógico más completo. El programa de
instalación completo tiene aproximadamente 1,2 Mb, lo que le permite una
rápida bajada de internet.
A.Los símbolos usados para describir la estructura y características de los
miembros son las siguientes (McGoldrick y Gerson, 1985):

Persona índice o paciente identificado:

El fallecimiento se representa con una X y la edad al morir. Las fechas de


nacimiento y muerte se indican a la izquierda y la derecha sobre la figura.

El matrimonio se simboliza conectando con una línea que baja y cruza,


con el esposo a la izquierda y la esposa a la derecha. Una letra «m» seguida
por una fecha indica cuándo la pareja se casó: m. 65 = matrimonio 1965.

Las líneas oblicuas significan una interrupción en el matrimonio: 1


diagonal para separación y 2 para un divorcio.
Las parejas no casadas se señalan con una línea de segmentos. La fecha
importante aquí es cuándo empezaron a vivir juntos.

Los matrimonios múltiples se indican de izquierda a derecha, con el más


reciente al final.

Cuando una de las esposas ha tenido un matrimonio anterior, se ponen los


matrimonios más recientes al centro.
Los hijos se dibujan de izquierda a derecha, comenzando por el mayor.

Las pautas de interacción familiar:

Relaciones interpersonales
Miembros del hogar actual del que surge las demanda.
Tipos de familia:

•Familia nuclear (1).

•Familia monoparental (2).

•Familia reconstituida (3).

Información demográfica, enfermedades y problemas.


•La edad se representa dentro del símbolo de cada miembro. Las fechas
de nacimiento y muerte se escriben sobre el símbolo correspondiente.
La ocupación o profesión, así como los problemas de salud, se escriben
a la derecha del símbolo.

Acontecimientos vitales estresantes y recursos familiares.

•Se representan a la izquierda del símbolo correspondiente a la sigla AVE


seguida de un número de orden cuando se trate de más de un
acontecimiento vital estresante. En la parte inferior se describe el tipo
de conflicto, junto a la sigla AVE y el número asignado.

•Con un asterisco, se anotan el apoyo y red social para enfrentar las crisis
familiares. El asterisco se coloca sobre el símbolo correspondiente,
anotando con un número el puesto que ocupa en la red social. En el
lado derecho, se describe el tipo de apoyo social solicitado.

B.Historia clínica: en el genograma se pueden añadir datos de problemas


y enfermedades.
C.Otros datos que se pueden añadir son: antecedentes étnicos y fecha de
inmigración, religión, educación, trabajo, de sempleo, jubilación, problemas
con la ley, fechas en que dejaron el hogar algunos miembros...

TABLA 23

CATEGORÍAS INTERPRETATIVAS DEL GENOGRAMA


2. TIPOS DE GENOGRAMAS

Pluut (1995) ha enriquecido el genograma proponiendo distintos tipos para


mostrar a través de dibujos otros aspectos de la familia, como son los
hobbies, adicciones, enfermedades y datos étnicos. La transmisión a través de
las generaciones se ve fácilmente mediante los dibujos y la familia puede
jugar dibujando, más o menos bien, e ideando símbolos entre todos para
describir cada concepto. Es conveniente dibujar cada tipo de genograma en
colores diferentes para que no se confundan y además se ven mejor las líneas
de transmisión.

llugrama

En el ilugrama se plasman los deseos y aficiones (hobbies). Es muy útil con


niños al ser lúdico e interactivo. A lo largo de las sesiones, se pueden añadir
con otro color los cambios producidos.

FIGURA 10
ILUGRAMA

Organograma

En el organograma se representan las enfermedades y molestias somáticas de


cada miembro. Permite ver las transmisiones generacionales e incluir el
leguaje de los órganos (analógico) en la sesión.

Se les puede preguntar: ¿cómo habla, además de con la boca, cada


miembro de la familia? Se acepta el idioma de los órganos y, si hay niños, se
les da el papel de traductores, por ejemplo: «pon la oreja en la pierna de
mamá y cuéntanos qué dice».

FIGURA 11
ORGANOGRAMA

Adictograma

En el adictograma se representan las adicciones, no sólo al alcohol, tabaco,


juego y drogas, sino todo lo que es compulsivo: limpieza, deportes, trabajo,
Internet, ordenador, comida...

FIGURA 12

ADICTOGRAMA
Cutturgrama

El culturgrama se realiza cuando atendemos a familias transculturales. A


través de las banderas de cada país, podemos hablar de la cultura de cada
uno, de su país, y ver entre todos cómo se ha hecho la integración.

FIGURA 13

CULTURGRAMA
Hof y Berman (1986) proponen el genograma sexual en el cual se recoge
información sobre la sexualidad e intimidad, masculinidad y feminidad,
secretos, mitos, creencias, con quién se puede hablar de qué, tabúes,
infidelidades, etc. El proceso que proponen estos autores es el siguiente: a)
introducción, b) creación del genograma sexual, c) exploración y discusión
de los temas que han surgido en su elaboración, d) revisión del proceso, y e)
integración de todo ello en el tratamiento.

Otras variantes son el árbol genealógico con fotografías de cada miembro


y la biografía con fotografías. En esta última, el sujeto pone en una cartulina
grande una serie de fotografías (10-15) en las que se refleja su historia
familiar y personal, comenzando por sus abuelos, padres de novios, boda,
nacimientos, eventos significativos... Con el material construido se trabaja en
sesiones familiares, de pareja o individuales. Este formato es muy útil en el
trabajo con la familia de origen del terapeuta (FOT).

3. PAUTAS QUE OBSERVAR EN EL GENOGRAMA

Como hemos ido viendo, la información que podemos recoger con el


genograma es muy extensa y, generalmente, no disponemos de demasiado
tiempo como para dedicarlo a hacer un genograma exhaustivo. Dependiendo
del tiempo del que dispongamos y de la familia con la que estemos
trabajando, podremos profundizar más o menos en el desarrollo del mismo y
obtener todo el juego que puede dar. De todas formas, hay aspectos que
debemos tener en cuenta a la hora de extraer la información que nos puede
resultar útil para pensar con la familia sobre su historia y relaciones. Entre
ellos destacan:

•Pautas que se repiten: síntomas o problemas, alianzas, coaliciones,


tríadas rígidas, modos de afrontar conflictos, funcionamiento de
subsistemas.

•Nombres: a través de los nombres se transmiten legados (por ejemplo,


seguir la profesión de un padre), se desarrollan líneas sucesorias (por
ejemplo, la abuela, la madre y la hija, se llaman igual), se «revive» a un
fallecido (por ejemplo, a un hijo se le pone el nombre del hermano
muerto, viéndose obligado a «ser» su hermano y no poder desarrollar
su propia identidad). Hay nombres «importantes» (por ejemplo,
Alejandro, César, Iván, Venus, Elena), nombres con un cierto
significado social en un momento dado (por ejemplo, en los años
setenta, el nombre «Emmanuele» estaba asociado a una película
erótica), nombres que marcan cualidades (Virtudes, Modesta, Pura,
Blanca), roles (Auxiliadora, Amparo, Socorro, Remedios, Angustias),
nombres del santoral del día que nació, que pueden ser anodinos o
incluso horribles, nombres tan feos que parecen una venganza, nombres
de actores, nombres extranjeros. También pueden mos trar la relación
de fuerzas en la pareja y las relaciones con la familia extensa (por
ejemplo, la primera hija lleva el nombre de la abuela paterna). En
resumen, observando las repeticiones de nombres, sus cualidades, las
líneas sucesorias que marcan, podemos extraer mucha información
sobre expectativas, transmisiones, valores, roles, funcionamiento del
subsistema parental y conyugal, y relaciones con las familias de origen.

•Fechas: de muertes, nacimientos, abortos, hechos traumáticos,


aniversarios, fechas significativas para la familia, con un significado
cultural (Navidades, Reyes, Pascua, Ramadán). El «calendario
familiar» que proponía Bowen, en el que «se casan» acontecimientos y
problemas, es de gran utilidad para hacer hipótesis relacionales en el
contexto.

•Transiciones inesperadas en el ciclo vital: embarazos de adolescentes,


muertes intempestivas, emigración, casamientos, separaciones.

•Profesiones y estudios. Si se repiten, nos hablan de valores, unión


familiar y legados. Si lo hijos tienen los estudios que no tuvieron los
padres, podemos pensar en cualidades del subsistema parental, fomento
del desarrollo y autonomización, de crecer a través de los hijos.

.Número de hermanos y diferencias de edad entre ellos. Nos puede dar


datos sobre el funcionamiento del subsistema fraterno (por ejemplo, el
mayor dista mucho del segundo, es probable que cumpla funciones
parentales; el pequeño está descolgado, tiene bastantes probabilidades
de ser malcriado y verse dificultada su emancipación; el del medio
observa). Si lo asociamos a los nombres y el efecto que tiene sobre las
expectativas, alianzas, legados..., podemos pensar sobre las relaciones
entre hermanos y sobre su lugar en la familia.

En los otros tipos de genogramas veremos las pautas repetitivas,


excepciones, legados, herencia... Observando detenidamente el genograma,
se abre un mundo de narraciones que pueden ayudar a familia y al terapeuta a
construir y reescribir historias más sanas.

El escudo familiar

Se solicita al sujeto, familia o pareja, que elaboren un escudo de armas de su


familia en el que representen: valores, mitos, imagen exterior de la familia,
lados fuertes y débiles. El escudo se dibuja con dos o tres apartados
(referidos, por ejemplo, a las familias de origen y nuclear) y alrededor se
ponen lemas de la familia (por ejemplo, lealtad, trabajo, sinceridad).
El mapa familiar

El mapa familiar sirve para ver la distribución del hogar y en qué habitación
está cada uno. La cercanía o distancia nos puede dar información sobre las
relaciones, alianzas, funciones del subsistema parental (por ejemplo, si el
bebé duerme con ellos, o en la otra punta de la casa). Cuáles son los lugares
en los que se abordan los conflictos, a dónde se retira cada uno si quiere
intimidad, cuál es el refugio..., se recogen datos de la superficie, estado,
ubicación... del hogar

El ecomapa recoge gráficamente el contexto ecológico en el que se halla


la familia, con las distancias y el tiempo que hace falta para llegar a los
diferentes sistemas (sanitario, servicios sociales, amigos, familiares,
policía...).

Bibliografía

Bowen. M. (1978). Family therapy in clinical practice. Nueva York. Jason


Aronson.

Hof, A. y Berman, C. (1986). «11 genograma sessuale». Terapia familiare,


22, 45-55.

McGoldrick, M. y Gerson, R. (1985). Genogramas en la evaluación familiar.


Barcelona. Gedisa.

Pluut, R. (1995). Comunicación personal.


La escultura es una técnica psicodramática que fue desarrollada por
terapeutas familiares partidarios de utilizar técnicas activas (Satir, 1972;
Dhul, Kantor y Dhul, 1973; Papp, Silverstein y Carter, 1973; Papp, 1976). En
los años cincuenta del siglo xx, Kantor, estudió el significado del espacio en
las relaciones humanas y se planteó plasmar de una forma metafórica dichas
relaciones a través de formas espaciales. Más tarde, al estudiar la teoría de los
sistemas, desarrolló la idea de plasmar espacialmente las relaciones, el
contexto y las situaciones a través de la «escultura familiar». Básicamente, la
escultura consiste en solicitar a un miembro de la pareja o familia que
represente espacialmente las relaciones familiares actuando como un escultor
que modela actitudinalmente y sitúa en el espacio a los diferentes miembros
de la familia, creando un grupo escultórico que muestra cómo ve las
relaciones entre ellos.

El grupo del Instituto de la Familia de Boston (Dhul, Kantor y Dhul)


define la escultura como «un proceso dinámico, activo, no lineal, que retrata
las interrelaciones en el espacio y el tiempo, de forma que hechos o actitudes
se pueden percibir y experimentar simultáneamente. Ésta va dirigida a
proporcionar los significados, metáforas e imágenes de las interrelaciones de
manera que puedan ser compartidos por todos aquellos que participan y
observan» y basan esta técnica en los presupuestos del «aprendizaje por la
experiencia» del psi codrama (Moreno, 1946). Estos autores proponen la
escultura como una forma preverbal de conocer los sistemas en los que uno
está inmerso para poder cambiar los papeles que juega. El utilizar el lenguaje
corporal permite evitar el uso defensivo de las palabras, que muchas veces
sirven para ocultar, más que para mostrar.

Satir (1972) la utilizó para mostrar didácticamente su teoría de los roles


familiares y Papp (1976) cuestionó el uso del término «escultura» por
referirse a algo estático, mientras que las relaciones humanas son dinámicas,
y propone el término «coreografía», pues en realidad se trata de «coreografiar
modelos transaccionales (alianzas, triangulaciones y corrientes emocionales)
y los evidencia tal como lo hace una escena de movimiento silencioso. Y
permite al terapeuta dibujar el sistema con espacio, tiempo, visión, audición,
energía y movimiento» (Papp, 1976). Aunque el término propuesto por Papp
nos parece más adecuado para las escenificaciones con movimiento y el
mismo Kantor proponía usar la técnica de la escultura pudiendo dotarla de
movimiento, vamos a usar el término original por ser el más utilizado y
porque la escultura puede ser también estática. La técnica de la escultura se
puede usar con individuos, familias, parejas, coterapeutas, equipos de trabajo
y otros sistemas.

Encuadre

La escultura requiere un coordinador o director que será el terapeuta, un


escultor que será el encargado de «esculpir», uno o varios sujetos que serán
esculpidos, también puede haber un auditorio que hace de caja de resonancia
emocional observando la escena y, como todas las técnicas psicodramáticas,
requiere un espacio dramático en el que se realiza, claramente diferenciado
del espacio «real». Este espacio dramático puede ser una parte de la sala en la
que se realiza la terapia dedicado a ello, o el centro de la misma retirando
simplemente la mesa u objetos que puedan estar ahí.

1. TIPOS DE ESCULTURA

En relación al factor tiempo se puede hacer la escultura presente, pasada o


futura. En la escultura del presente pedimos a los sujetos que uno de ellos
modele a los otros como si fueran de cera en una actitud que defina cómo les
percibe en la relación y luego se sitúe a sí mismo, de manera que configuren
un grupo escultórico que muestre cómo es su relación desde el punto de vista
del escultor; después, otro miembro de la pareja o familia hace lo mismo, lo
cual permite contrastar las visiones diferentes que tienen de su relación. Esta
escultura sirve para mostrar la relación actual y se utiliza en primer lugar
como diagnóstico al permitir al terapeuta observar la interacción y cuál es la
problemática que traen sin que puedan recurrir al uso defensivo del lenguaje
verbal.

También se puede usar como técnica para desbloquear una situación de


impasse, por ejemplo, cuando se enzarzan en discusiones interminables en las
que cada uno pretende imponer su visión de la «realidad» recurriendo a un
lenguaje racionalizado; la escultura, al utilizar el lenguaje analógico, ofrece la
posibilidad de conectar con el lado emocional, pues la postura «arrastra»
fácilmente la emoción, por ejemplo, si están hablando fríamente de «lo que
sucede», al encontrarse en una postura que muestra una actitud o emoción
(odio, amor, anhelo, rechazo...), es frecuente que el sujeto conecte con esa
emoción y pueda hablar desde ella abandonando la actitud defensiva. Puede
suceder también que la escultura filtre aspectos de la relación negados o
desconocidos. La escultura del presente se utiliza al principio de la terapia,
por ejemplo, en la tercera o cuarta sesión, como método diagnóstico, aunque
también se puede usar cuando el proceso está más avanzado, para ver cómo
están en ese momento de la terapia y compararlo con cómo estaban al
principio de la misma. Así mismo, se puede utilizar como técnica para
propiciar el cambio, por ejemplo mostrando posturas que ofrezcan modos de
relación alternativos.

Escultura del pasado

Pedimos a la pareja/familia que hagan una escultura, por ejemplo, de hace


diez años, de cuando se conocieron, de un momento significativo, etc. Es
muy ilustrativo pedirles que hagan esculturas hacia atrás en el tiempo, de
cinco en cinco años, a partir de la escultura del presente, pues muestra los
cambios a través del ciclo vital y permite, en el diálogo posterior, revisar su
historia desde la emoción activada con la escultura y ver a qué
acontecimientos o situaciones se vinculan los cambios que han ido habiendo
en su relación. Por otro lado, se pueden rescatar momentos en los que la
relación era satisfactoria, lo cual cambia muchas veces la actitud hacia los
demás en el momento presente.

Escultura del futuro


Esta escultura está relacionada con el método de proyección hacia el futuro
desarrollado por Moreno, «en la representación psicodramática del futuro se
pide al paciente que represente no sólo sus deseos, sino sus planes
realizables. Especialmente importante es hacerle valorar qué es lo que
realmente podría ocurrir en el futuro; por decirlo así, hacer de él su propio
profeta» (Moreno, 1959). En la escultura proponemos que esculpan su
relación tal y como la imaginan, por ejemplo, dentro de diez años, de manera
que proyecten sus fantasías, deseos y temores. Esta escultura tiene un gran
valor pronóstico, pues permite observar hacia dónde creen que va a ir su
relación, contrastar las diferentes visiones de su «futuro» y analizar en
profundidad el por qué y el para qué de lo esperado. Pen (1985), Chasin et al.
(1989) Onnis (1991, 1992) y Onnis et al. (1994) plantean que la escultura del
futuro conecta a la familia y pareja con su potencial evolutivo y les estimula a
buscar nuevas alternativas. Este tipo de escultura ha sido propuesta por Onnis
para trabajar con familias con miembros que sufren trastornos psicosomáticos
y sugiere que la escultura del futuro expresa, más que un deseo de cambio,
una resistencia y un temor al mismo.

Escultura deseada

Se les sugiere esculpir una escultura que represente cómo desearían que fuera
su relación. Sirve para explorar expectativas contrastando los deseos de
ambos y, comparándola con la escultura presente, permite ver la diferencia
entre deseos y realidades; además podemos trabajar dramáticamente el pasaje
de la escultura real a la deseada y ayudar a reflexionar sobre las
implicaciones que tendría el alcanzar esa relación deseada en términos de
ganancia y coste. Con parejas, muchas veces va a servir para que vean si son
compatibles sus deseos como para seguir caminando juntos o si deben buscar
caminos diferentes; la negociación cara a conseguir una relación deseada
compartida en la que cada uno debe renunciar a algo es mucho más fácil a
través de la escultura deseada, pues la activación emocional y la sinceridad
«corporal», junto con plasmar en el «aquí y el ahora» el cómo desean su
relación y expresar el grado de satisfacción alcanzado, les sitúa en una
posición más comprometida que la simple exposición de deseos más o menos
alcanzables, más o menos compartidos. Una variante de la escultura deseada
es la «escultura ideal», en la que se plasma un deseo, vivido en cierta medida
como irreal, pero que responde a deseos profundos, muchas veces vinculados
a mitos familiares y personales que dificultan una relación realista.

Escultura temida

Se representa la relación que se temería tener, por ejemplo, demasiado


cercana o demasiado lejana; sirve para explorar los temores en la relación y,
vinculándola con la escultura deseada, permite analizar la relación entre
temor y deseo. Grodeck (1923) en su libro del ello decía: «Temor es deseo»,
haciendo referencia a que cuando tememos algo en una relación es debido,
muchas veces, a que una parte de nosotros desea lo que tememos, mientras
que otra parte no. El temor surge no sólo frente a lo temido, sino por la fuerza
que nos empuja hacia lo temido, que en el fondo también es deseado. En las
relacio nes de familia y pareja este es un campo de análisis muy rico, pues
permite descubrir qué temores están relacionados con qué deseos no dichos ni
afrontados por cada uno, lo cual, de no clarificarse, produce muchas
contradicciones e incongruencias en la comunicación, favoreciendo la
confusión, y acaba produciendo mucha insatisfacción en la relación. Esta
escultura se puede desarrollar según el modelo de «escenas temidas»
propuesto por Pavlovsky et al. (1977).

Escultura simbólica

Se sugiere a los miembros de la familia/pareja que se imaginen que son


animales u objetos con los que se sientan identificados de alguna manera y a
partir de ahí que esculpan una escultura. Al igual que las dramatizaciones
simbólicas, ofrece la posibilidad de expresar vivencias no conscientes o que
son difícilmente transmisibles, a la vez que se esquivan mejor las
racionalizaciones al entrar en el terreno de la fantasía en el que la razón
lógica no tiene lugar.

Escultura mítica
Caillé (1985, 1988, 1994) propone realizar, después de la escultura del
presente, llamada por él «escultura fenomenológica o viviente», una
«escultura mítica o cuadro de sueño» para la que se pide a los sujetos que, en
estado de relajación, fantaseen, a modo de ensueño dirigido, en qué tiene de
singular su familia, y a partir de ahí den una forma vegetal, animal, mineral o
humana, a cada miembro de la familia o pareja. Es un tipo de escultura
simbólica, pero este autor la encuadra dentro de un proceso y una teoría de
las relaciones de pareja, por lo que tiene su singularidad.

Otras esculturas

A partir de un sueño de algún miembro de la familia/pareja se puede hacer


una «escultura onírica» para explorar los sentidos simbólicos del sueño
aplicado a su relación. La escuela trans generacional hace especial hincapié
en las familias de origen para analizar las relaciones en las propias familias y
ver de qué forma influyen en la pareja y familia nuclear. Esculpir las familias
de origen tal y como la ve uno y aportar la visión del cónyuge facilita el
estudio de las lealtades, mitos, legados, roles, etc. de la familia de origen que
influyen en cada miembro de la pareja y repercuten en su relación (Espina,
1995). Landau (1982, 1985) llama «escultura de transición» al procedimiento
por el cual cada miembro de la pareja realiza una escultura de su familia de
origen «real» y luego desarrolla otras esculturas alternativas implicándose
cada miembro en la escultura del otro. Finalmente, se comentan las relaciones
entre las esculturas y la conexión entre las familias de origen y la pareja
actual.

Coreografía

Papp (1976) propone utilizar este término en lugar del de «escultura» y


sugiere que esta técnica se use, más que como un modo de entender el
sistema, como una forma de crear nuevos modelos para cambiar el sistema, y
ello lo consigue mediante la exploración de transacciones alternativas usando
el espacio y el movimiento.

2. TÉCNICAS PSICODRAMÁTICAS UTILIZADAS EN EL PROCESO DE


LA ESCULTURA

Las más utilizadas son:

Aparte o soliloquio, consiste en pedir a uno de los actores que exprese en


voz alta qué es lo que siente en la postura y situación en que se encuentra;
sirve para que el sujeto tome conciencia «desde el rol» y transmita sus
vivencias a los demás.

Cambio de roles, se detiene la escena y se solicita a los actores que


intercambien sus papeles, permite que cada uno, al ponerse en el papel del
otro, comprenda mejor lo que siente y pien sa, favoreciendo la empatía y
ofreciendo una visión más compleja de la relación al ver la
complementariedad de sus roles.

Doble, un yo-auxiliar (miembro del equipo terapéutico) se sitúa detrás de


uno de los protagonistas y expresa lo que cree que está negando, o
simplemente lo que le sugiere su actitud que no es expresado por él; permite
explicitar lo no dicho y desarrollar un diálogo proponiendo, a través del yo-
auxiliar que hace el doble, otras alternativas a lo ya dicho por los actores.

Espejo, un yo-auxiliar, o el mismo terapeuta, representa lo que uno de los


actores hace, para que se vea a sí mismo como en un espejo; esta técnica hay
que utilizarla con delicadeza, pues el sujeto puede sentirlo como una burla.

Representación directa de un hecho de la vida de los protagonistas: esta


técnica puede ser una escultura dinámica o utilizarse como continuación de
una escultura estática para explorar aspectos de la vida de relación.

Representación simbólica

Es semejante a la escultura simbólica sólo que está dotada de movimiento; en


ella se sugiere una situación que simbólicamente esté asociada al conflicto, lo
cual permite explorarlo con menos ansiedad por parte de los protagonistas y,
a su vez, que estén menos a la defensiva.
Expresión de un objeto o una parte del cuerpo: se solicita a un
protagonista que tome conciencia de, por ejemplo, cómo tiene su puño
cerrado mientras está en una actitud afectuosa, que se imagine que él es el
puño cerrado y que le haga hablar con el oponente, o con una parte de su
cuerpo que muestra otra actitud diferente. Esta técnica sirve para dar vida a lo
no consciente que se expresa a través de pequeños detalles observables en la
escultura. Con los objetos podemos hacer algo semejante, favoreciendo la
comunicación a través de un objeto que posea un valor simbólico en la
relación, por ejemplo, una cuerda, un oso de peluche, muñecos... el uso de
muñecos (niños, adultos, ancianos, personajes de cuentos, personajes míticos,
animales...) como se usan en el psicoanálisis infantil permite dramatizar
situaciones de la familia a través de objetos intermediarios, haciéndoles
hablar e interactuar, lo cual compromete menos y facilita la expresión de
opiniones o afectos comprometidos. Además del uso de técnicas
psicodramáticas, es de utilidad el disponer de una cámara de fotos para
fotografiar las diferentes esculturas y «objetivarlas» para su posterior análisis
con la pareja, ya sea en la misma sesión o en otro momento del proceso
terapéutico; filmarlas en vídeo es también muy útil, sobre todo cuando
imprimimos movimiento al trabajo de la escultura.

Proceso terapéutico

Es semejante al usado en psicodrama, pues al fin y al cabo la escultura es una


técnica psicodramática. En primer lugar, debemos delimitar el espacio
dramático en el que se desarrollará la escultura, lo cual forma parte del
encuadre en psicodrama, y acto seguido se desarrolla el proceso que se inicia
eligiendo la escena que representar. Moreno (1959) proponía tres fases en el
proceso psicodramático: a) La puesta a punto o caldeamiento en la que los
actores se «ponen en situación» para representar la escena, b) la
representación de la escena y c) la vuelta al grupo en la que se comenta lo
observado y sentido.

En la escultura, el terapeuta propone a los miembros de la familia/pareja


la realización de un juego para ayudarles a comprender mejor su relación, les
explica que consiste en que esculpan en silencio, utilizando la postura,
distancia y gesto, su relación tal y como la ven; primero colocando al otro y
luego a sí mismo, de manera que configuren una escultura que muestre su
estilo de relación. Si van a representar una escena de su vida familiar que
muestre su relación, se le pide al escultor que cierre los ojos y que visualice
con el mayor detalle posible (lugar, hora, estado emocional) la escena antes
de dramatizarla. Eligen quién empieza, se le da un tiempo para «caldearse» y
pensar sobre cómo percibe la relación y realiza la escultura moldeando a los
demás como si fueran de arcilla. Una vez esculpida la relación tal y como la
ve un miembro, el terapeuta pide a cada uno que tome conciencia de su postu
ra: hacia dónde se dirige su mirada, sus pies, sus manos, su tronco, su cabeza,
qué expresión adopta, cómo se sienten así, qué puede estar transmitiendo con
cada gesto... Luego que se centre en cómo percibe a los demás: qué le
sugieren sus actitudes, qué cree que pueden estar diciéndole, qué pueden
sentir..., después se puede poner en movimiento la escultura, actuando los
movimientos sugeridos o proponiendo otros, o utilizar otras técnicas
psicodramáticas para desarrollar lo mostrado en la escultura original y poder
profundizar en la relación (Espina, 1997; López y Población, 1997).

Luego se invita a otro miembro a hacer su escultura y se repite lo anterior.


Después del trabajo psicodramático se les invita, ya sentados, a hablar sobre
la experiencia y el terapeuta ayuda a hacer lecturas sistémicas y dinámicas
sobre lo mostrado. Una vez cerrado este ciclo, se pueden proponer otras
esculturas: futura, ideal, temida, etc., siguiendo el mismo modelo, e ir
analizando, por ejemplo, qué les haría falta para llegar a la ideal, qué
perderían, qué ganarían... pasar de la deseada a la temida y contrastarlas,
hacer esculturas viajando al pasado, de cinco en cinco años, deteniéndose en
los momentos más significativos, para dar una dimensión histórica a la
relación actual. También podemos pedirles que pongan un título metafórico a
la escultura utilizando un lenguaje poético o, por lo menos, lo más
descriptivo posible (Dhul, Kantor y Dhul, 1973); tareas para casa, por
ejemplo, que nos escriban para la próxima sesión una historia de su
familia/pareja basada en las esculturas y dando una versión de los hechos
diferente en algo a la «versión oficial», escribirla desde la mirada del otro,
desde la mirada de su madre o padre, etc.
Chasin et al. (1989) proponen dramatizar, con parejas, el futuro ideal y
transformar el pasado a través escenas dramáticas que pueden ser esculturas.
El proceso seguido es el siguiente: cada miembro es invitado a describir sus
lados fuertes y sus metas en la relación de pareja, y luego se les proponen tres
dramatizaciones:

a)Una escena en la que ilustre que ocurriría si sus metas individuales en la


relación de pareja fueran alcanzadas.

b) Cada uno escenifica una situación dolorosa de su infancia en la que


habría deseado unas metas semejantes; los roles negativos no los juega
el otro miembro de la pareja sino el terapeuta.

c)Construyen una versión diferente, deseada, de la escena traumática


infantil y en ella el cónyuge juega un papel benigno. Finalmente, se
comenta la visión que tienen del problema de su relación.

Estos autores plantean que dramatizar el futuro y revisar el pasado,


ofreciendo una posibilidad de cambio, expande sus percepciones y abre
nuevas opciones de sentir, pensar y actuar en la pareja, en contra de la
«realidad» firmemente defendida por cada miembro de la pareja. El ver que
el pasado puede cambiarse a través de las dramatizaciones en las que el
cónyuge juega un rol benigno, les ayuda a creer en la posibilidad de alcanzar
el futuro deseado con su pareja. «Al alterar el tiempo, el lugar y la persona,
las ideas estáticas de cada uno sobre sí mismo, el otro y la pareja, se quiebran
y el movimiento se hace posible» (Chasin et al., 1989).

Todas estas posibilidades de trabajo a través de la escultura nos permiten


crear un espacio diferente en el que la relación se ve desde varios vértices y
adquiere matices que antes no tenía, al estar los miembros de la pareja/familia
atrapados en un discurso monolítico y estéril.

3. ANÁLISIS DE LA ESCULTURA

Como ya hemos comentado, la escultura se construye jugando con el espacio,


la postura y la mirada, a lo que podemos añadir el movimiento. El terapeuta
estará atento al sentido metafórico de estas variables, aplicado a la relación de
la familia/pareja. La distancia nos habla del grado de separación-
individuación, de la intimidad, del compromiso afectivo, grado de
disponibilidad..., en suma, de la distancia emocional. El gesto nos habla de la
actitud hacia el otro, pero hay que tener en cuenta que es un gesto con
muchos matices: mientras el cuerpo está orienta do hacia el otro, un pie está
dirigido hacia el exterior, ¿qué parte se quiere ir?, ¿hacia dónde?, ¿por qué?,
¿para qué?; los cuerpos están abrazados pero las pelvis no se tocan, ¿están
evitando la intimidad sexual?; esas manos que se cogen, ¿están al mismo
nivel?, ¿una sujeta a la otra?, ¿están tensas, relajadas, crispadas, cálidas?; uno
de los miembros pone una mano detrás suyo, ¿qué oculta?, ¿hay algo que no
desea compartir? El lenguaje corporal tiene multitud de matices, de detalles
que, al mostrarlos, al hacerles hablar, enriquecen la percepción de la relación.
En términos psicoanalíticos diríamos que la escena manifiesta (escena
dramática) permite conectar con la escena latente (imaginaria) que
permanecía en el inconsciente, haciéndola despertar (Martínez Bouquet,
1977). La estructura, tipo de pareja, colusión, poder, jerarquía, reglas,
normas, valores, mitos, secretos de la familia... van apareciendo, filtrándose a
través de pequeños gestos y detalles insignificantes que, invitados a «hablar»,
nos contarán muchas cosas desconocidas, largamente ocultadas a uno mismo
y al otro, y los participantes al ir alternando el «yo observador» con el «yo
participante» pueden comprender muchas cosas a través de la experiencia
emocional que activa el lenguaje corporal y, junto al terapeuta, construir una
realidad más compleja en la que todos participan influyendo en y siendo
influidos por el otro.

Utilidad de la escultura

Se puede utilizar con diferentes fines: diagnóstico, pronóstico y terapéutico.

1.Diagnóstico, es el que nos ocupa en este manual: la escultura nos


permite observar las relaciones bloqueando la palabra que tan a
menudo sirve para ocultar en lugar de para mostrar. Por otra parte, los
miembros de la familia/pareja suelen tener, como todos,
contradicciones, luchas entre diferentes tendencias, deseos y temores
inconfesados incluso para ellos mismos, historias desconectadas de su
relación actual pero que ejercen una poderosa influencia sobre ella,
mitos, lealtades transgeneracionales no explicitadas. Aspectos que
muchas ve ces no son conscientes para los mismos sujetos y que la
escultura, al utilizar el lenguaje corporal que no está tan sujeto al
control de yo consciente, permite que se filtren detalles que, señalados
y desarrollados por el terapeuta con el uso de las técnicas antes
descritas, nos abren las puertas a un mundo más complejo y rico que
los estereotipos que muchas veces construyen los miembros de la
familia/pareja para intentar explicar u ocultar lo que les sucede. El
diagnóstico a través de la escultura lo podemos realizar en diferentes
momentos del proceso terapéutico para evaluar el mismo; es muy útil
utilizarla en las primeras sesiones, tercera o cuarta, y cuando la terapia
está más avanzada

2.Pronóstico, para ver hacia dónde puede ir la familia/pareja, las


expectativas que tienen y lo realistas y compartidas que pueden ser; la
escultura del futuro arroja mucha luz sobre estos aspectos y nos permite
realizar un pronóstico sobre la familia/pareja.

3.Terapéutico. La escultura es también un instrumento de cambio, pues


además de mostrar interacciones nos sirve para hacer propuestas
alternativas y experimentar en el aquí y ahora de la sesión otros modos
de relación; en momentos de impasse o aquellos en los que predomina
la racionalización, la escultura permite activar el proceso terapéutico,
ayudando a la familia/pareja a salir de la vía muerta en que se hallan y
ponerles en un camino de desarrollo evolutivo.

La escultura también introduce en la terapia lo lúdico, bastante necesario


en la convivencia, y favorece el desarrollo de la creatividad y espontaneidad
sin las cuales la vida familiar se va muriendo, «intentamos proveer de un
contexto que construye sobre los recursos existentes, reduce restricciones,
añade variedad para darse cuenta de posibilidades de sentimientos,
pensamientos y acciones y estimular al cliente a encontrar nuevas soluciones
propias» (Chasin et al., 1989). El uso de las esculturas del pasado, presente y
futuro introduce la variable tiempo en una relación que muchas veces está pe
trificada y reactiva el potencial evolutivo y de cambio, «se establece de esta
manera, a través de la esculturas, un juego de imágenes reflejadas
circularmente que llegan a ser un verdadero proceso de co-creación entre
terapeuta y familia» (Onnis, 1992). Este autor resalta el hecho de que al hacer
la escultura el terapeuta es co-constructor de la realidad, abandonando el rol
de observador externo y neutro que se le atribuía al aplicar a la terapia el
modelo homeostático (Von Bertalanffy, 1956), con lo cual el trabajo con las
esculturas «temporales» entronca con la segunda cibernética y los sistemas
autobservantes (Von Foester, 1981; Maturana y Varela, 1980). En el
encuentro terapéutico, familia y terapeuta ofrecen sus visiones, intercambian
información en un diálogo que permite construir una visión de la realidad
más compleja, lo cual es favorecido en gran medida por el uso de la
escultura.

Desde el punto de vista psicoanalítico, las esculturas propuestas son el


contenido manifiesto de otras escenas (latentes) en las que juegan fantasmas
y relaciones antiguas que se actualizan (Espina, 1995, 1996). El uso del
cuerpo permite conectar más fácilmente con las emociones y vínculos
pasados, actuando a modo de estímulos diurnos que activan recuerdos
depositados en el inconsciente. Muchos gestos y posturas harán las veces de
«actos fallidos corporales» que filtran elementos del inconsciente permitiendo
su acceso a la conciencia; «al dramatizar se perfora, se hiende la cáscara
discursiva que envuelve todo y se penetra hasta los significados imaginarios
contenidos, alcanzándose muchas veces la pulpa de las cosas y los hechos...
(en relación al psicoanálisis) la materia dramática posee similares cualidades
de intensidad emocional, actualidad, compromiso; es que en ambas, la
transferencia y la dramatización resultan influidas con facilidad por lo
imaginario, se constituyen en buenos reveladores de lo imaginario» (Martínez
Bouquet, 1977).

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Satir, V. (1972). Peoplemaking. Palo Alto. Science and Behavior Books.


1.EVALUACIÓN DE LA DEMANDA

1.Derivante:

-Profesionales de la salud mental (psiquiatras, psicólogos...).

-Médicos.

-Servicios y trabajadores sociales.

-Maestros, psicólogos escolares.

-Familiares, pacientes, conocidos...

-Relación del derivante con la familia o pareja.

-Relación del derivante con el centro/terapeuta receptor.

2.Ficha telefónica.

3.Portador del síntoma o problema (en su caso):

-La pareja o familia como tal.

-Uno de los miembros de la pareja o familia.

4.Síntomas o problemas presentados:

-Trastornos psicosomáticos.

-Trastornos psiquiátricos.
-Problemas sexuales.

-Problemas de conducta.

-Problemas relacionales.

-Otros.

5.Persistencia del síntoma o problema:

-Agudo.

-Crónico.

-Recidivante.

6.Percepción apriorística del funcionamiento del sistema:

-Cronificado.

-En crisis.

-Sistema de nueva creación.

7.Demanda explicitada:

-Tratamiento individual.

-Tratamiento de pareja o familia.

8.Reconversión de la demanda:

a)Hecha por la derivación:

-Por profesionales exteriores al centro.

-Por profesionales del centro.


b)Hecha por nosotros:

-En el caso de que la demanda haya sido de tratamiento para uno de los
miembros de la pareja o familia.

-Aceptación de la demanda de tratamiento de pareja o familia.

2.ANÁLISIS DE LAS PRIMERAS ENTREVISTAS CON LA PAREJA 0


FAMILIA

1.Miembros que forman el sistema. Genograma.

2.Sistema terapéutico.

3.Primera sesión:

-Terapeuta(s) que les vieron. Supervisor.

-Distribución espacial.

-Fases (según modelos): social, definición del problema, interacción,


exploración de la familia extensa y otros sistemas, fijación de metas.

-Momento de aparición del síntoma o problema.

-Portador del síntoma o problema.

-Portavoz de la pareja o familia.

-Soluciones intentadas frente al síntoma o problema. (Tipo de cambio.)

-Conflictos anteriores: duelos, separaciones (matrimonios, etc.), llegada


de otros miembros (nacimientos, etc.), crisis económicas, crisis
cronológicas, inmigración, enfermedades somáticas graves,
descontrol psíquico de un miembro, etc.
-Acostumbramiento al uso de profesionales de la salud mental:
organicistas, psicoterapeutas, etc.

-Instancias paralelas, psicólogos, neurólogos y psiquiatras, médicos,


psicoterapeutas, asociaciones e instituciones.

-Influencia contradictoria de los mismos: SÍ / NO.

-Nivel sociocultural: recursos económicos. Nivel educacional.

4.Técnicas utilizadas por el terapeuta. (Ver anexo de resumen de


técnicas.)

5.Contrato terapéutico:

-Objetivos.

-Número y frecuencia de las sesiones (fijo, variable).

-Duración de las sesiones (fija, variable).

-Duración de la terapia (prefijada, abierta).

-Miembros que deben acudir.

-Honorarios.

-No especificado.

3.EVALUACIÓN DE LA FAMILIA 0 PAREJA

1.Genograma (trigeneracional).

2.Evaluación comunicacional.

2.1. Comunicación digital y analógica:


-Congruencias: SÍ / NO.

-Incongruencias: SÍ / NO.

-Contradicciones: SÍ / NO.

2.2. Puntuación de la secuencia de los hechos:

-Realizada por los miembros del sistema.

-Realizada por el terapeuta.

2.3. Nivel de metacomunicación.

2.4. Definición del self del otro:

Entre los miembros del sistema:

-Confirmación: SÍ / NO. Ejemplos.

-Desconfirmación: SÍ / NO. Ejemplos.

-Rechazo: SÍ / NO. Ejemplos.

Hacia el terapeuta:

-Confirmación: SÍ / NO. Ejemplos.

-Desconfirmación: SÍ / NO. Ejemplos.

-Rechazo: SÍ / NO. Ejemplos.

Del terapeuta hacia la pareja o familia:

-Confirmación: SÍ / NO. Ejemplos.

-Desconfirmación: SÍ / NO. Ejemplos.


-Rechazo: SÍ / NO. Ejemplos.

2.5. Descalificaciones de la comunicación:

-Autocontradicciones: SÍ / NO.

-Tangencializaciones: SÍ / NO.

-Cambios de tema: SÍ / NO.

-Oraciones incompletas: SÍ / NO.

-Malentendidos: SÍ / NO.

-Estilo oscuro o manierismos idiomáticos: SÍ / NO.

-Interpretaciones literales de la metáfora o viceversa: SÍ / NO.

2.6. Nivel de metacomunicación.

2.7. Función comunicacional del síntoma o problema. (El para qué.)

2.8. Comunicación paradójica. Doble vínculo.

2.9. Clima y expresividad emocional.

2.10. Conflicto abierto, negado.

2.11. Pautas transaccionales preferibles y alternativas disponibles.

2.12. Resumen del diagnóstico interaccional.

3.Evaluación estructural.

-LÍMITES Y FRONTERAS: entre individuos, subsistemas (conyugal,


parental, fraterno), con la familia extensa y otros sistemas.

-GRADO DE INDIVIDUACIÓN DE SUS MIEMBROS.


-FUNCIONAMIENTO DE LOS SUBSISTEMAS: adecuado o no.

-TIPO DE SISTEMA EN CUANTO A LÍMITES: aglutinado,


desligado, de límites claros.

-DÍADAS y TRÍADAS.

-TRÍADA RÍGIDA: problema crónico de límites entre generaciones, un


miembro de una generación está involucrado en un conflicto con
dos miembros de otra generación, por ejemplo, padres e hijos. Tipos
de tríada rígida:

•Triangulación: ambos padres quieren que el hijo se posicione por su


bando y lo paralizan.

•Rodeo: los padres evitan el conflicto conyugal ocupándose de


problemas de conducta o psicosomáticos de su hijo.

•Coalición estable: el hijo se une a un padre contra el otro.

-ALIANZAS Y COALICIONES: transitorias o constantes; manifiestas


u ocultas.

-JERARQUÍA: democrática, autoritaria, «dejar hacer».

-VALORES, REGLAS Y ROLES. (Transmisión generacional.)

-REGLAS: riqueza, flexibilidad, coherencia y adecuación.

-ROLES: funcionales o no, claros o confusos, rígidos.

-MITOS.

4.Tipo de familia:

-FAMILIA DE ORIGEN.
-FAMILIA NUCLEAR.

-FAMILIA RECONSTITUIDA.

-FAMILIA MONOPARENTAL...

5.Análisis del sistema:

-Tendencias morfogenéticas y morfostáticas.

Tipo de sistema:

-Abierto / Cerrado (ver Wertheim).

-Rígido / Caótico - Intermedio / Pendular (Ausloos).

6.Momento evolutivo del sistema y adecuación a sus tareas. El ciclo vital.

7.La familia ante la enfermedad. La carga familiar.

8.Ecología del sistema. Puntos de estrés y de apoyo. (Ver capítulo 1.)

9.Función y patrones de mantenimiento del síntoma.

10.Hipótesis dinámica. Hipótesis sistémica.

11.Uso de instrumentos de evaluación (individual, de pareja, familiar).

4.PLANIFICACIÓN TERAPÉUTICA

-Metas terapéuticas. Se perfilan los objetivos terapéuticos en orden de


importancia: por ejemplo, desaparición o atenuación de síntomas,
cambios en la comunicación, estructura, procesos y visiones del mundo
del sistema, conexión con redes de ayuda, etc.

-Estrategia: estructuración de la terapia. Cada escuela de terapia familiar


tiene su propia estrategia en cuan to a los objetivos y el modo de
alcanzarlos. La planificación de la terapia y las técnicas utilizadas a lo
largo del proceso terapéutico se consignarán.

-Tipo de terapia familiar y/o de pareja recomendada.

•¿Incluirías sesiones individuales? ¿Con quién?

•Duración estimada de la terapia y número de sesiones.

-Otros tratamientos recomendados: farmacológicos, dietético, psicoterapia


individual, de grupo, etc.

-Intervenciones en el ecosistema.

-Dificultades y puntos de urgencia para la intervención. Se recogen los


peligros (suicidio, agresión, abandono...) y se señalan para tenerlos en
cuenta a la hora de elaborar la planificación terapéutica.

5.INTERVENCIONES DEL TERAPEUTA

(Consignar en la observación de sesiones en vivo o de vídeo)

-Acomodación, creación del sistema terapéutico.

-Explicitación o no del contrato terapéutico.

-Número fijo de sesiones o no.

-Establecimiento de normas comunicativas entre los miembros de la


pareja o familia y entre éstos y el(los) terapeuta(s).

-Mantenimiento de la iniciativa y del control.

-Realización de entrevistas individuales con alguno de los miembros de la


familia o pareja.

-Alianza con algún miembro del sistema (hacerle el portavoz, confirmarle,


reforzarle, etc.).

-Prescripción de comportamientos, actitudes, formas de relación y de


comunicación:

a)Paradójicas.

b)Simples.

-Prescripción de tareas y rituales. Verificación de su cumplimiento.

-Juego de roles. Escenificaciones.

-Recuperación de abandonos.

-Rectificación de errores.

-Uso de medicamentos.

-Control del ecosistema. Incorporación de representantes del mismo.

-Otras intervenciones (ver anexo de técnicas).

6.EVALUACIÓN DE LOS RESULTADOS

-Síntoma o problema. Mejoría, desaparición, no cambio, empeoramiento.

-Disminución o aumento del estrés familiar.

-Cambio estructural, procesual y de las visiones del mundo en la familia.

-Derivación.

-PRONÓSTICO para la próxima sesión y para la terapia:

•Cumplimiento de tareas.
•Mejoría.

•Empeoramiento.

•Abandono.

-INFORMANTES.

-INSTRUMENTOS DE EVALUACIÓN.

-SEGUIMIENTOS.

-ANÁLISIS DE LOS FRACASOS:

•Fallos en el sistema terapéutico (acomodación, distancia terapéutica,


afectos...).

•Evaluación incorrecta (en qué nivel).

•Estrategia inadecuada.

•Técnicas inadecuadas o mal utilizadas.

•Problemas en el sistema.

•Opinión de la propia familia o pareja.

•Otros.

7. DESARROLLO DE LA GUÍA DE EVALUACIÓN FAMILIAR

7.1. Evaluación de la demanda

Derivante. Puede tratarse de personas, familias, servicios e instituciones.

Este dato es de gran importancia por varios motivos: en primer lugar, es


imprescindible conocer qué relación existe entre el derivante y la persona o
personas que acuden a sesión, recoger información sobre el tipo de vínculo y
la calidad del mismo; en segundo lugar, nos interesa conocer las expectativas
del derivante cara a nuestra intervención. Puede ser que coincidamos en los
objetivos o que se produzca un conflicto por no estar de acuerdo. En este
último caso deberemos tener en cuenta la ascendencia del derivante sobre el
derivado y valorar qué camino seguir antes de involucrar a la familia en un
proceso terapéutico que puede verse lastrado por la oposición del derivante.

Ponerse en contacto con el derivante es lo más razonable, así podremos


conocer sus expectativas e intercambiar opiniones, dentro de lo permitido por
el secreto profesional. La conveniencia de realizar este contacto debe ser
comentada previamente con la familia, por lo que, si es necesario, le
llamaremos después de conocer a la familia.

Debemos tener cuidado en no aferrarnos a las ideas o valoraciones que


sobre el caso tengan el derivante y tratar de mantener la máxima objetividad
posible sobre el caso. Poder mantener esta postura neutral nos va a ayudar a
ver el problema desde nuestra perspectiva, quizá diferente a desde la que se
ha sido visto hasta ahora.

Selvini (1980) resaltaba la importancia de analizar a fondo qué posición


había adquirido el derivante en la familia, y afirmaba que muchas veces el
derivante se había convertido en un miembro opuesto al cambio
(homeostático) en la familia. Su comportamiento no tendría por qué
responder a motivaciones conscientes contra la terapia o el terapeuta, sino
que más bien respondería a movimientos inconscientes dirigidos a mantener
su lugar importante en el seno de la familia, por lo que establecería una
rivalidad encubierta con el terapeuta.

Esta autora describió tres tipologías familiares en relación con el


derivante saboteador:

-Familias sonrientes: no presentan ansiedad por la situación que les trae a


terapia, son familias que vienen a prestarnos su ayuda para que
resolvamos el problema de uno de sus miembros. En estos casos es
muy probable que el remitente se «haya hecho cargo» del paciente
identificado, generalmente por delegación de la familia tras un
exhaustivo examen aprobado por ella. Si el terapeuta familiar trata de
implicarlos en el proceso terapéutico sin abordar esta cuestión,
fracasará con toda seguridad.

-Familias furiosas: la familia se muestra como un frente hostil hacia el


terapeuta, sus miembros cierran filas entre ellos y analógicamente
expresan un rechazo hacia el terapeuta. Son familias acomodadas al
remitente, que viven con mayor malestar los cambios que supone
acceder a un nuevo tratamiento que la convivencia con una persona que
padece un trastorno. Generalmente, no aceptan tratamiento y suele ser
el propio paciente identificado quien espontáneamente atribuye su
problemática a razones más o menos ilógicas, siempre extrafamiliares,
para abandonar la terapia.

-Familias protestonas: son familias que se «quejan» por todo, por


horarios, distancias, cambios realizados para acudir a sesión,
honorarios, etc., presentan muchas dificultades para realizar las
prescripciones terapéuticas y muestran deseos de que nuestra
intervención termine para volver con el remitente, que era una persona
con la que se sentían en familia y no les forzaba a realizar esfuerzos
añadidos.

Sin embargo, en muchas ocasiones, si no en la mayoría, los derivantes son


guiados por el deseo de ayudar sinceramente a la familia y pueden convertirse
en aliados en el proceso terapéutico. A veces ya han realizado una
reconversión de la demanda vinculando la problemática de uno de sus
miembros a la situación familiar, otras les hablan del sufrimiento familiar y la
necesidad de asesoramiento, de los recursos de la familia y de lo beneficioso
del contacto con un profesional que pueda orientarles para resolver mejor la
problemática que les afecta.

Ficha telefónica. Recoge información objetiva sobre el caso: nombres,


edades, fechas de nacimiento, teléfono, dirección, etc. y también información
subjetiva de la persona que la ha realizado, impresiones del terapeuta,
valoración de cómo se ha percibido a la persona con quien se ha hablado.
(Ver tabla 24.)

En este primer contacto tiene lugar, siguiendo el segundo axioma de la


comunicación humana, una recogida de información básica (contenido) y
sobre el tipo de relación (nivel relacional) que tenemos con el informante, lo
cual puede tener una importancia relevante cara al resto del tratamiento. No
debemos olvidar que no sólo evaluamos, sino que somos evaluados para ver
si se pueden abrir a nosotros, si inspiramos confianza y profesionalidad.

Del mismo modo podemos averiguar, a través de esta entrevista, el grado


de ansiedad y preocupación del informante y el sufrimiento de la familia. Al
finalizar este primer contacto telefónico, el profesional que lo haya realizado
recoge las impresiones que ha obtenido al hablar por teléfono; por ejemplo, si
se ha sentido más o menos a gusto con la persona con quien ha hablado o si,
por el contrario, la conversación ha discurrido en un tono distante y
desconfiado, si había o no un alto grado emocional o, por el contrario,
extremada frialdad. De este modo podrá avanzar pequeñas pinceladas sobre
cómo ubicarse en la primera sesión.

Tal y como plantean Di Blasio, Fischer y Prata (1986), la utilidad de la


entrevista telefónica en el marco sistémico de abordaje familiar consistirá en
recoger información para establecer el nivel relacional existente y de ese
modo poder formular hipótesis de partida que luego serán contrastadas en la
entrevista, y también decidir quién acudirá primero. Por otro lado, la
entrevista telefónica ayudará a percibir los modelos disfuncionales, muchas
veces manifiestos desde un principio, y que tienden a reproducirse a lo largo
de la terapia.

TABLA 24

LA FICHA TELEFÓNICA
Como resulta difícil poder hablar por teléfono con más de un miembro de
la familia, cuando ésta se encuentre ya en sesión y con el fin de evitar
suspicacias o prejuicios por parte de los otros miembros de la familia acerca
de posibles confidencias y alianzas con el terapeuta por parte de la persona
que se ha puesto en contacto, es conveniente iniciar las presentaciones con
aquellos miembros con los que no se ha hablado aún y decir la información
previa para contrastarla con sus opiniones.

Portador del síntoma o problema. Puede ser la pareja, la familia o uno de


sus miembros. Por nuestra parte iremos cambiando la demanda de la familia
desde una perspectiva individual hacia una familiar o relacional y lo vamos a
ir haciendo en el transcurso de la entrevista inicial, con el modo de realizar
las preguntas, las formas de hablar, ofreciendo una visión circular de las
relaciones.

Hay que tener siempre en cuenta que una cosa es quién se presenta como
el portador del síntoma y otra diferente la maraña relacional que en ocasiones
abarca a la familia y hace que un miembro se erija como problemático, a
veces con el fin oculto de llevar al resto a terapia. En este sentido tendremos
que ir con sumo cuidado no descalificando lo que la familia opina y lo que le
trae a terapia, evitando adelantar lo que nosotros percibimos como problema
y a quién o quienes implican.

Síntomas o problemas presentados. Si es un trastorno psicosomático,


trastorno psiquiátrico, problema sexual, de conducta, relacional u otro tipo de
problema. De nuevo, como decíamos al hablar del derivante, reiteramos la
necesidad de no cerrar puertas a nuevas perspectivas y valoraciones sobre el
caso que nos ocupe. Es importante que en aquellos casos que hayan estado en
otros tratamientos no nos cerremos al diagnóstico que la familia o pareja
pueda traer de antemano, dado que ello ha podido ser un elemento clave en el
fracaso del tratamiento anterior.

Hay que descartar cualquier trastorno orgánico que pudiera ser el origen
del problema. Aunque se detectara una alteración biológica, la intervención
psicológica puede ser necesaria.

Para un adecuado diagnóstico clínico es de gran utilidad el uso del


Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV-TR)
(APA, 2004), o la CIE-10 de la Organización Mundial de la Salud (1999),
pues, lejos de etiquetas cosificantes, permiten perfilar el cuadro clínico con
sus consecuencias en la vida del sujeto y su familia, evolución, pronóstico,
etc. La posible sintomatología debe ser explorada en todos los miembros de
la familia, así como los efectos de la carga, en los cuadros crónicos. En
muchos casos no existe patología física ni psíquica y la demanda va orientada
a problemas evolutivos y relacionales.
Exploraremos cuándo apareció el problema, quién dio la alarma, cómo lo
vio cada uno. Si existían otros problemas antes de que apareciera el actual y
si su aparición tuvo alguna influencia en el problema anterior. Si han
observado cambios a lo largo del tiempo, cómo ven el futuro con y sin
problema. Qué cambios ven como beneficiosos y posibles. Quiénes conocen
el problema, cómo lo ve cada uno, si existieron problemas similares en algún
miembro, soluciones intentadas.

TABLA 25

EXPLORACIÓN DEL SÍNTOMA 0 PROBLEMA

Feixas y Miró (1993) proponen varios tipos de preguntas circulares que


son de gran utilidad para explorar las relaciones familiares:

1. Definición del problema

A.Presente. ¿Cuál es el problema en la familia actualmente?

Diferencias. Cuando papá está en casa, ¿el niño come tan poco o
come más?

(Des)acuerdos. ¿Estás de acuerdo con la visión del problema que


tiene tu hijo?

Explicación. ¿Por qué crees que ocurre este problema?

B.Pasado. ¿Era esto antes un problema? ¿Cómo empezó a serlo?

Diferencias. ¿Cómo estaba el problema de X antes de que naciera su


hermana?

(Des)acuerdos. ¿Quién está de acuerdo con papá cuando afirma que


esto ya era tema de preocupación mucho antes?

Explicación. ¿Por qué crees que esto era tan relevante entonces?

C.Futuro/Hipotéticas. ¿Qué crees que pasará con este problema dentro de


cinco años?

Diferencias. ¿Cómo sería el problema en la familia si X encontrara


trabajo y se fuera de casa?

(Des)acuerdos. Si tomaras una decisión, ¿estaría tu madre de acuerdo


con ella?

Explicación. Si esto sucediera, ¿qué explicación le darías?

2. Secuencia de interacción
A.Presente. Cuando mamá y X se pelean, ¿qué hace papá?

Diferencias. ¿Reacciona igual papá que mamá cuando suspendes un


examen?

(Des)acuerdos. ¿Quién estaría de acuerdo contigo en que mamá le


chilla a papá cada vez que llega tarde a casa?

Explicación. ¿Cómo te explicas la tendencia de papá a enchufarse el


televisor cada vez que esto pasa?

B.Pasado. ¿Mamá siempre ha mediado entre tu hermana y papá?

Diferencias. ¿Reaccionó mamá de forma diferente a papá cuando te


pusiste enferma?

(Des)acuerdos. ¿Estuviste de acuerdo con tus padres cuando


decidieron enviar a tu abuela a una residencia?

Explicación. ¿Cómo te explicas que tu madre dejara el trabajo cuando


papá empezó a beber?

C.Futuro/Hipotéticas. Si papá y mamá no pelearan, ¿cómo estaría Marta?

Diferencias. ¿En qué cambiaría la relación entre tus padres si mamá


volviera a estudiar en la Universidad?

(Des)acuerdos. ¿Crees que mamá está de acuerdo en que acabarían


divorciándose si ella volviera a la Universidad?

Explicación. Papá, ¿por qué crees que tu hija y tu esposa están de


acuerdo en que os separaríais si mamá volviera a la Universidad?

3. Comparación/clasificación

A.Presente. ¿Quién está más convencido de que algo anda mal en su


conducta? Y después de él, ¿quién más lo cree?

Diferencias. ¿Te molesta su conducta de una forma diferente a como


le molesta a mamá?

(Des)acuerdos. ¿Quién suele estar más en desacuerdo con papá? ¿Y


quién más?

Explicación. ¿Quién crees que tiene la mejor explicación para este


problema?

B.Pasado. ¿Antes de que María se fuera, quién era el más próximo a


papá? Y después de él, ¿quién lo era más?

Diferencias. ¿Era Pedro el más próximo a mamá también antes de


que empezara este problema?

(Des)acuerdos. ¿Estás de acuerdo con mamá en que tus padres se


llevaban mejor antes de que tú te marcharas de casa?

Explicación. ¿Cómo explicas la proximidad existente entre papá y


mamá durante este tiempo?

C.Futuro/Hipotéticas. ¿Quién será el más próximo a mamá cuando los


chicos crezcan y se vayan de casa?

Diferencias. ¿Qué cosas harías de forma distinta si tus padres se


llevaran bien?

(Des)acuerdos. Si tu abuela estuviera aquí, ¿con quién estaría más de


acuerdo?

Explicación. Y tú, mamá, ¿por qué papá piensa que X será la más
próxima a ti cuando los chicos crezcan?

Persistencia del síntoma o problema. Puede ser aguda, de reciente aparición;


crónica, en aquellas situaciones en las que el problema existe desde, al
menos, seis meses; y recidivante, la problemática o sintomatología aparece y
desaparece.

En este apartado debemos prestar especial atención a qué factores se han


podido descuidar en otras terapias, en el caso de que las haya habido, y
también qué actitudes tiene la pareja o familia hacia la terapia. Deben
estudiarse explícitamente las experiencias terapéuticas previas, qué se hizo,
cómo se sintieron, en qué momento estaban, cómo la vivieron...

Percepción apriorística del funcionamiento del sistema. El sistema puede


hallarse en crisis (alta morfogénesis y estrés), cronificado (alta homeostasis),
ser un sistema de nueva creación que tiene alta morfogénesis, pero no
necesariamente alto estrés, etc.

Demanda explicitada y postura. Existen diferentes tipos de demanda:

a)Alivio de síntomas.

b)Demanda de alivio de trastornos psicosomáticos.

c)Demanda desplazada «para terceros», en la que el demandante habla del


problema de otra persona: esposa, padres, hijo adolescente, etc., que
generalmente no desea venir a terapia.

d)Demanda «empujado por terceros»: son pseudodemandas o


pseudomotivaciones; suele tratarse de una demanda bajo presión del
mundo que rodea al paciente o de una autoridad, por ejemplo, la
justicia, en el caso de toxicómanos que han delinquido.

e)Demanda mágica de curación: el terapeuta es visto como un brujo o


curandero que hará desaparecer el trastorno.

f)Demanda racional intelectualizada: el paciente desea entender


intelectualmente lo que le sucede.
g)Demanda de comprender intelectual y afectivamente sus conflictos.

h)Demanda de cambio relacional.

En relación con el sistema, encontramos varias opciones: demanda de


tratamiento individual y tratamiento de pareja o familiar. Este apartado se
refiere a la posibilidad de tratar a uno o más miembros en la sesión; sin
embargo, cabe señalar que aunque se decida realizar una terapia familiar no
se excluyen sesiones individuales con miembros de la familia, sesiones con
hermanos, padres o con los subsistemas que sea necesario trabajar.

Tipos de posturas (Fish, Weakland y Segal, 1982).

1.Receptor pasivo: busca los consejos y propuestas del terapeuta.

2.Asume activo la terapia, utilizando al terapeuta como caja de resonancia


de sus disquisiciones. El terapeuta es como un testigo pasivo de sus
procesos.

3.Desea una responsabilidad recíproca terapeuta-paciente en la búsqueda


de soluciones.

4.El «comprador fingido»: no busca un cambio real.

5.El paciente restrictivo: boicotea la terapia desde el inicio, proponiendo


condiciones que la hacen inviable.

En la demanda, estos autores plantean explorar:

-¿Cuál es el problema?

-¿Quién hace que esto represente un problema?

-¿Para quién y cómo constituye un problema?

-Soluciones intentadas.
-Postura del paciente.

Otros autores que han hecho propuestas interesantes sobre la actitud hacia
el cambio son Prochaska y DiClemente (1992), los cuales desarrollaron el
modelo transteórico según el cual, el cambio se da de un modo gradual a
través de varias fases que representan los aspectos temporales y
motivacionales del cambio intencional. En cada fase se desarrollan una serie
de habilidades y tareas necesarias para pasar a la siguiente etapa. El tiempo
en cada etapa puede variar, mientras que las tareas son realizadas en orden
para conseguir el movimiento exitoso hacia la siguiente etapa.

Estos autores afirman que los terapeutas que no emparejan procesos


apropiados a la fase de cambio del cliente, no saben ayudar a cambiar a las
personas. Las fases son las que se exponen a continuación.

Fase de precontemplación

En esta fase no se prevé un cambio de conducta, muchas veces ni se plantea


la posibilidad de cambiar, tanto a nivel cog nitivo como emocional. No se
quiere cambiar. En esta fase no se pide ayuda para el cambio y si acuden a
consulta lo hacen empujados por terceros, lo cual hace que tiendan a
abandonar la terapia. Desde este modelo, el objetivo sería ayudarles a pasar a
la fase siguiente.

Fase de contemplación

El sujeto piensa cambiar en un futuro previsible, cree que puede hacerlo, pero
está muy ambivalente ante el cambio. Le cuesta arriesgarse iniciando la
acción y no quiere dejar los beneficios inmediatos de su conducta-problema.
Piensa en cambiar y que algún día pasarán a la acción. En esta fase está
bastante abierto a la información y hablar sobre pros y contras del cambio.

Suele tener la esperanza de que la información tomará la decisión por


ellos, por eso esperan. La información y los incentivos para el cambio son
elementos importantes para ayudar a los contempladores.
Fase de la preparación

Se plantea iniciar la acción en un futuro cercano. Los motivos para cambiar


claramente pesan más que los costes. Se desarrolla un plan concreto para
cambiar y se pueden dar pasos pequeños para reducir sus conductas-
problemas. El sujeto quiere cambiar rápidamente y eso le lleva al desánimo y
la recaída. Una evaluación realista y sólida de las dificultades que entraña el
cambio y el ponerlo como prioridad en el plan de vida actual son buenos
indicadores del compromiso para el cambio.

Fase de acción

En esta fase, el sujeto se pone a la tarea de cambiar y colabora con el


terapeuta. Se tiene disponibilidad para el cambio a corto plazo, se aprende de
los errores, se desarrollan planes, se toman iniciativas. Es conveniente
ayudarle a incrementar sus expectativas de autoeficacia, lo cual es una tarea
importante en este estadio, ya sea localizando en actividades exitosas o
atribuyéndole el éxito.

Fase de mantenimiento

El sujeto trabaja para consolidar las ganancias que ha conseguido durante la


acción para continuar sin recaer y desarrolla la capacidad de evaluar
situaciones de riesgo, posibles recaídas, así como sus propios recursos de
afrontamiento. La exploración, la información y la retroalimentación con una
actitud empática son de gran ayuda en esta fase para prevenir la recaída que
sería la última fase.

Las fases del cambio se pueden dar en diferentes niveles cara a distintos
problemas, lo cual complejiza su abordaje. Por ejemplo, estar en fase de
acción para un problema con sus hijos y en precontemplación para un
problema de la pareja. La dimensión de los niveles organiza las causas
psicológicas y los controles de conducta del problema en una jerarquía que va
de mayor a menor disponibilidad de conciencia. Prochaska y DiClemente
(1992) distinguen cinco niveles:
-Nivel síntoma/situación.

-Cogniciones mal adaptadas.

-Conflictos interpersonales.

-Conflictos con la familia de origen.

-Conflictos intrapersonales.

Este modelo se ha utilizado especialmente en adicciones y trastornos de la


conducta alimentaria y nos resulta de gran utilidad en la terapia familiar.

Desde el modelo conductual se plantean una serie de pasos para resolver


problemas que nos pueden ser de utilidad para explorar de qué forma los
aborda la familia.

TABLA 26

PASOS QUE SEGUIR PARA LA RESOLUCIÓN DE PROBLEMAS


Reconversión de la demanda. Esta reconversión puede ser realizada por la
derivación, un profesional exterior, del mismo centro, o por nosotros, en el
caso de que la demanda haya sido de tratamiento para uno de los miembros
de la pareja o familia y éstos acepten la idoneidad de hacer un tratamiento
familiar o de pareja. Consiste en pasar del objetivo de «cambiar al paciente»
al objetivo de cambiar la interacción familiar que, desde el marco de la
terapia familiar, favorecería el mantenimiento de los síntomas.

8.ANÁLISIS DE LAS PRIMERAS ENTREVISTAS CON LA PAREJA 0


FAMILIA

1.Miembros que forman el sistema. Genograma. El genograma es el mejor


medio de plasmar la información que, respecto a su propia familia, nos
dan los sujetos que acuden a sesión. Es un instrumento de gran utilidad
por su sencillez y su capacidad analítica. Consiste en dibujar la
composición familiar (mínimo tres generaciones) con símbolos y
conexiones que muestran con rapidez el estado de las relaciones en el
sistema. Además permite ob servar las diferentes perspectivas que cada
miembro del sistema tiene en referencia a lo antes señalado, el efecto
Rashomon (McGoldrick y Gerson, 1985). Nos permite a su vez analizar
las posibles pérdidas habidas en el sistema, años de los miembros y de
los eventos sucedidos en el mismo. (Ver capítulo 9.)

2.Sistema terapéutico. Formado por terapeutas y unidad de intervención


(individuo, pareja, familia). El contexto terapéutico: un solo terapeuta,
coterapia, con o sin supervisión en vivo, con espejo de visión
unidireccional tras el cual estarán otros miembros del equipo,
características del centro, etc., deben ser tenidos en cuenta a la hora de
valorar el sistema terapéutico.

3.Primera sesión. Se recomienda recoger la información acerca de lo que


pasó en la sesión.

-Terapeutas que les vieron. Quiénes fueron, cada uno con su nombre,
las personas que se presentaron para llevar a cabo la terapia y en
caso de que existiera supervisión también debe señalarse, al igual
que la presencia de personal detrás del espejo de visión
unidireccional.

-Distribución espacial. Qué lugar ocupa cada uno en la sala, quién está
cerca de quién, cómo se sientan, qué actitud física muestran..., lo
cual muchas veces ofrece un mapa relacional actual, como si de una
escultura se tratara. Se incluirá también el espacio ocupado por
el/los terapeuta/s. La observación y anotación en este apartado nos
va a permitir establecer el sistema de relaciones existentes entre los
miembros que acuden a sesión, posibles alianzas o coaliciones,
dependencias, etc.

-Fases de la primera sesión. Variarán según las diferentes escuelas de


terapia familiar. Es de utilidad seguir un proceso en varias fases,
cuyo orden puede cambiarse adaptándose a la situación con una
familia concreta.

Fase Social. Fase dedicada a las presentación de los profesionales, del


marco y las condiciones de la terapia y a la presentación de los
miembros del sistema que acuden a sesión, orden de presentación,
nombres, edades, profesiones, aficiones, tiempo que pasan juntos,
actividades que realizan en común, actitudes... En esta fase se procura
que la familia se sienta cómoda, para lo cual la cortesía, actitud
empática, respetuosa y relajada del terapeuta son claves. A nivel
informativo recogemos datos de la familia o revisamos los de la ficha
telefónica, si se hizo, para cotejarlos. Es de gran utilidad realizar en este
momento el genograma, aunque no sea de una manera exhaustiva.

Fase de definición del problema. Se centra en la razón por la cual


acuden a terapia, qué les ha traído, por qué han decidido acudir en este
momento. Se recogerá la opinión de todos y se explorará qué se les dijo
para venir. Si ha habido otro tipo de tratamientos anteriores para
resolver el problema que les trae, se recogerá información referente a
los motivos que llevaron al abandono de aquel tratamiento o a la no
resolución del problema, desde el punto de vista de la pareja o familia.

Fase de exploración de la familia extensa y otros sistemas. Se


observarán las interacciones en el sistema, se explorará la existencia de
familia extensa y la calidad de las relaciones que pueda haber con ella,
así como la fluidez de las mismas. Además pueden existir otros
sistemas de apoyo, amigos, compañeros de trabajo, etc., que se deben
rastrear. Fase de interacción. En la que se invita a la familia a «danzar»
para observar cómo interactúan, entre sí y con el terapeuta.

Fase de fijación de metas, proceso que seguir y contrato terapéutico:

Momentode aparición del síntoma o problema. En este apartado se


recogen las diferentes impresiones que los participantes tienen sobre
cuándo apareció el problema por el cual vienen a terapia. Pueden
existir diversas apreciaciones que deben ser recogidas en la
elaboración de la evaluación, así como los posibles síntomas
prodrómicos que anteceden a dicho síntoma. En el caso de que
existan divergencias imposibles de ser unificadas por la familia, el
terapeuta no puede seleccionar unas frente a otras, sino recoger la
información aportada por los miembros que forman la pareja o
familia y tratar, más adelante, de verificar o rechazar información.
La puntuación de la secuencia de los hechos estará muchas veces en
el origen de la divergencia.

La aceptación por parte de los terapeutas de una información frente a


otra, en este momento inicial del trabajo, puede ser entendida por la
familia como una alianza con alguno de los miembros y cerrar vías de
comunicación para el futuro.

-Portador del síntoma o problema, que ya ha sido recogido con


anterioridad y que en este momento vuelve a constatarse, y si se
observara a otro miembro con actitudes o comportamientos
sintomáticos, también lo señalaríamos en la evaluación.

Portavozde la familia o pareja, aquella persona que lleva «la voz


cantante», la que se dedica a explicar qué ocurre, a quién le ocurre y
cómo le ocurre; aquella persona que habla por los demás y que
maneja la información. También suele ser la persona a quien todos
miran antes de hablar, como si fueran a pedirle permiso (cosa que en
realidad hacen). Lo habitual es que ocupe un lugar central en la
sesión, pero también puede estar en un lateral, cerca de alguno de
los terapeutas.

-Soluciones intentadas frente al síntoma o problema: es necesario


explorar cuál ha sido el tipo de solu ciones que se han ido buscando
para hallar una solución al problema que les trae a terapia. Por un
lado vamos a saber qué ha ocurrido y quién ha intervenido antes que
nosotros, es decir, qué tipo de recursos se han utilizado y por qué no
han dado los frutos deseados. Aquí podemos encontrar que,
dependiendo del tipo de problema, se han buscado soluciones
médicas, psicológicas con otros modelos de abordaje, abogados, etc.

Un aspecto esencial que analizar en esta fase de la evaluación es el tipo


de cambio que la familia o pareja ha aplicado, tipo 1 o 2 de cambio
(Watzlawick, Weakland y Fisch, 1974). La Teoría de Grupos nos aporta
información sobre los cambios que pueden ocurrir dentro de un sistema
sin que éste se vea modificado (cambio 1), mientras que la Teoría de los
Tipos Lógicos se va a centrar en los cambios que suceden en un sistema
y que van a generar un cambio del sistema mismo (cambio 2). (Ver
capítulo 2.)

-Conflictos anteriores: hechos que han dejado huellas negativas, que


hayan podido generar patología, que han podido causar un estrés
excesivo en la experiencia de cada miembro. Éstos pueden ser tanto
manifiestos como intuidos.

Es importante rastrear los duelos que se hayan podido dar en la historia


de la familia y tratar de observar de qué modo han sido resueltos. En los
mismos términos exploraremos las separaciones, tanto matrimoniales
como de otro tipo (emigración, riñas familiares...), cómo se ha vivido la
llegada de otros miembros a la familia, desde nacimientos a la
convivencia con otros familiares. (Ver apartado teórico sobre el duelo.)

A modo de ejemplo podríamos decir que, en general, nuestra sociedad


confiere un carácter positivo a la llegada de un bebé a una familia, lo
consideramos una buena noticia; sin embargo, no son ex traños los
casos en los que este hecho puede causar inquietud, miedo o ser vivido
como desajustado o perturbador; así pues trataremos de entender cuál
ha sido el modo de procesar dichas experiencias por las personas que
están en sesión, en lugar de aplicar convencionalismos sociales a los
hechos. Otro tipo de hechos que pueden dar información en este
apartado son las posibles crisis económicas y pondremos especial
interés en observar cómo se va adaptando el sistema al período de ciclo
vital en el que se halle inmerso.

Posibles enfermedades somáticas graves y descontrol psíquico de algún


miembro de la familia serían más ejemplos de lo que en este apartado
debemos explorar y que se valorarían como conflictos vividos por la
familia con anterioridad al hecho que les trae a consulta.
Acostumbramientoal uso de profesionales de salud mental, tanto
biologicistas como psicoterapeutas. En ocasiones observamos este
acostumbramiento en el modo de exponer los hechos que tienen los
miembros de la familia, en el cómo van relatando las circunstancias,
como si fuera un discurso aprendido y repetido en varias ocasiones,
«lo que hay que decir»..., esto nos permite averiguar lo habituados
que pueden estar en la relación con profesionales; no debemos
olvidar que valoramos no sólo aquello que se dice, sino cómo se
dice.

-Instancias paralelas, existencia de otros profesionales que actúen en el


caso a otros niveles, como psiquiatras, psicólogos, neurólogos,
médicos de cabecera, psicoterapeutas, asociaciones, etc.

-Influencia contradictoria de los mismos, ¿están más o menos de


acuerdo estos diferentes profesionales sobre qué ocurre a la familia
o, por el contrario, hay divergencia o incluso desvalorizaciones
respecto al trabajo que el otro puede llevar a cabo?

Es importante conocer esta información porque no debemos caer en


peleas interprofesionales y tratar que la familia se posicione; debemos
rastrear a fondo esta cuestión y si se observa la existencia de dichas
interferencias en relación a nuestro trabajo, sería adecuado hablarlo con
la familia y pedir autorización para conectar con los otros profesionales
y/o instituciones para aclarar malentendidos y acercar posturas en
beneficio de la familia. (Carl y Jurkovic, 1983).

-Nivel socioeconómicocultural. La adaptación a la familia debe hacerse


teniendo en cuenta sus características socioculturales.

4.Técnicas utilizadas por el terapeuta. (Ver anexo.)

5.Contrato terapéutico, señalamos los objetivos que nos marcamos, el


número y frecuencia de las sesiones (fijo, variable), la duración de las
mismas (fija, variable), la duración de la terapia (prefijada, abierta), los
miembros que deben acudir, los honorarios de las mismas, etc.

9. EVALUACIÓN DE LA FAMILIA 0 PAREJA

9.1. Genograma trigeneracional

Trataríamos de recoger información de varias generaciones familiares con el


fin de conocer posibles alteraciones, funcionamientos inadecuados,
patologías, roles dominantes, puntos fuertes, funcionamientos favorecedores,
etc. Es evidente que las familias van transmitiendo, de generación en
generación, información tanto positiva como negativa que ayuda a que las
personas configuren determinados modelos de funcionamiento y respuesta.
Del mismo modo que se transmiten legados y existen vínculos entre
generaciones que pueden condicionar el funcionamiento de los individuos.
(Ver capítulo 9).

En ocasiones puede resultar complicado realizar esta labor, por no poseer


los individuos presentes en la sesión la información adecuada; si esto fuera
así y se considerara necesaria, se puede pedir que para la próxima sesión se
informen.

9.2. Evaluación comunicacional

Se trata de analizar a fondo el funcionamiento comunicacional de la familia.


Para ello nos basaremos en la Teoría de la Comunicación Humana
(Watzlawick, Beavin, Jackson, 1967). Vamos a revisar brevemente los
conceptos, desarrollados en el capítulo de bases teóricas, de una forma más
cercana a la vida diaria.

Revisión de axiomas de la comunicación

•La imposibilidad de no comunicar. Al ser humano le resulta imposible


dejar de comunicarse, siempre estamos transmitiendo información,
siempre estamos comunicando algo, pues con las actitudes
transmitimos algún tipo de información. Por ejemplo, voy en el tren y
tengo delante a una persona, ésta quiere hablar, establecer
comunicación conmigo, para ello lo más normal es que me mire, haga
comentarios banales a cerca del tiempo, del viaje, etc., pero si eludo sus
comentarios mirando para otro lado, contestando parcamente o
cerrando los ojos, le estoy transmitiendo que no deseo tener
comunicación o contacto con ella; aunque no le hable le estoy
transmitiendo información.

Esto conlleva una implicación importante cara al modo de entender la


patología, dado que si yo siempre transmito información con mi
conducta y el síntoma es generalmente una conducta, el síntoma
comunica algo, es un mensaje de algo, que como profesionales
deberemos descubrir. Por ejemplo, un miembro de la pareja expresa un
deseo sexual y el otro contesta que le duele la cabeza. Si esta pauta se
repite, no pareciendo el do lor de cabeza en otras situaciones, podemos
pensar que, a través de este síntoma, le puede estar diciendo «no quiero
tener relaciones sexuales contigo». Ese síntoma sirve para evitar algo
que no desea, pero sin conflicto. No se le dice que no, es el síntoma el
que se lo impide.

De modo que con el planteamiento de que la conducta siempre


transmite algo, al enlazarlo con que el síntoma es una conducta, lo que
se afirma desde la Teoría de la Comunicación Humana es que el
síntoma adquiere las características de mensaje, a través del cual
transmitimos algún tipo de información. En esta teoría se deja de lado
lo que sucede dentro del individuo, que sería el punto de partida
psicoanalítico de la lucha interna entre las tendencias intrapsíquicas, y
se plantea que con la conducta sintomática se está transmitiendo algo al
otro; así pues, el síntoma es información para el otro.

Esto no supone que todo síntoma sea siempre un mensaje y que siempre
quiera decir algo, pero desde la perspectiva comunicacional vamos a
tener en cuenta en primer lugar: «¿Este síntoma puede estar
transmitiendo algo? ¿Qué puede estar diciendo esta persona a los demás
con su conducta sintomática?».

•Comunicación digital y analógica. Las personas podemos comunicarnos


mediante las palabras, lenguaje digital, y también mediante el lenguaje
no verbal, preverbal o corporal, lenguaje analógico.

Las palabras constituyen un lenguaje bien estructurado con dígitos, pero


el lenguaje preverbal, analógico, es un lenguaje simbólico, menos
estructurado.

El lenguaje digital es mucho más claro, mientras que el lenguaje


analógico puede ser más ambiguo, en el sentido de «yo no quise decir
eso»; este lenguaje se presta más a interpretaciones, es más difícil de
controlar respecto a afirmaciones o negaciones sobre algo, pero, por
otro lado, es mucho más difícil engañar con él, pues el cuerpo no
miente.

El lenguaje analógico, a pesar de ser menos claro, dada la inexistencia


de un código preciso que nos permita descifrar con exactitud el
significado de un gesto, una mueca, una retirada de la mirada, un giro
corporal, etc., es mucho más sincero; por esta razón suele decirse que el
lenguaje analógico está por encima del lenguaje digital. Una frase
digital puede emitirse con diferentes tonalidades de voz, con distintas
actitudes corporales y, dependiendo de cómo sea expresada, adquiere
un sentido, u otro totalmente diferente. Un ejemplo de ello podría ser la
frase «te odio», que dicha de forma seria, con un tono despreciativo
adquiriría un sentido diferente a cuando está acompañada de un tono
jovial o lúdico y es dicha con una sonrisa.

El lenguaje analógico es por ello una metacomunicación del digital, está


por encima del digital, ya que plantea cómo debe ser entendido este
último.

El término metacomunicación, desde la Teoría de la Comunicación


Humana se entiende de diferentes maneras: por un lado cómo debe ser
entendido el lenguaje digital; otro sentido de la metacomunicación hace
referencia a «hablar de la comunicación», por ejemplo en una pareja
uno propone al otro actividades y éste último siempre las rechaza; un
día, el que las propone plantea hablar de qué es lo que está pasando en
su relación, eso es metacomunicar. Un tercer y último aspecto
metacomunicacional al que se refiere esta teoría es aquel en el que un
mensaje digital explica cómo debe ser entendido otro mensaje digital,
por ejemplo cuando se dice «es broma» después de haber emitido otro
mensaje digital.

Llegando a este punto cabe preguntarse, ¿para qué sirve hablar de dos
niveles de comunicación en terapia? La respuesta es clara: en las relaciones
humanas, las palabras muchas veces sirven para ocultar más que para
comunicar; lo que nos interesa es qué está comunicando el lenguaje
analógico, qué nos está transmitiendo esta persona: cómo se sien ta, con qué
tono de voz habla, con qué actitud lo dice, qué gestos utiliza cuando habla y
cómo reacciona ante lo que dice el otro. Estos serían algunos de los ejemplos
más significativos del para qué de la atención al lenguaje analógico.

Fijándonos en si lo que se dice con la palabra es lo mismo que lo que se


dice con el cuerpo, podremos observar si la comunicación es congruente o
incongruente; por ejemplo, si una persona nos comunica digitalmente que
está deprimida y lo hace con una sonrisa en la cara y jovialidad en sus ojos,
esos mensajes no encajarían: existiría una disonancia entre ambos niveles de
lenguaje. En otras ocasiones observamos cómo padres o madres avisan
constantemente a sus hijos de represalias ante un inadecuado comportamiento
de éstos, pero nunca cumplen dichas represalias; este tipo de disonancia entre
lo que digo y cómo lo digo o entre lo que digo que voy a realizar pero nunca
cumplo son llamados mensajes incongruentes, mensajes que crean una
comunicación distorsionada en la que no se sabe muy bien a qué debe uno
atenerse porque le dicen una cosa y hacen otra, y eso genera confusión; por
ejemplo, se le puede enviar a un hijo el mensaje digital que le dice que
«puede ir con sus amigos», al mismo tiempo que con el lenguaje analógico se
le envía el mensaje de «no me abandones» y en este momento no se puede
metacomunicar: la comunicación se queda cerrada favoreciendo la existencia
de problemas en la interacción entre los individuos. Por ello es importante
nuestra atención a estos niveles en la terapia.

Diferente a la incongruencia es la contradicción, en la que dos mensajes


digitales son opuestos. El receptor tiene más posibilidades de percibir el error
y manifestarlo como tal, llamar la atención sobre la contradicción expresada,
de manera que no caben ambigüedades como con el lenguaje analógico.

•Niveles de contenido y relacional de la comunicación. En comunicación


encontramos dos niveles: el conativo o relacional y el informativo.
Hablando transmitimos información; por ejemplo, en un aula donde se
está impartiendo una clase vemos a una persona que está transmitiendo
una información concreta a otras personas (profesor), ese sería el nivel
informativo, qué se está di ciendo y, por otro lado, observaríamos una
disposición espacial (diferente orientación, alumnos frente al profesor,
la tarima, estar de pie y sentados, etc.) que nos hablaría del nivel
relacional, en el que existe una relación asimétrica entre un profesor y
los alumnos.

Si dejamos este ejemplo evidente de un aula de estudio y nos


trasladamos a una relación entre dos personas, en la calle, en el hogar,
que están hablando de cualquier cosa, deberíamos fijarnos por un lado
en qué están diciendo, aspecto informativo, y observar quién está
«arriba» y quién «abajo», qué se le está transmitiendo al otro respecto a
qué lugar ocupa en esa interacción.

Esto se lleva a cabo en todas las relaciones humanas; cuando se empieza a


tratar con alguien a quien no conocemos, por un lado, comienza a darse un
«juego» de transmisión de información y, por el otro, se trata de definir la
relación, saber quién es quién, dónde estamos, de qué podemos hablar, de qué
no, hasta dónde sí, hasta dónde no... Todo ese juego es un análisis que
realizamos para definir la relación.

Lo que nos importa en terapia respecto a la comunicación es lo relacional,


la definición de la relación. Cuando escuchamos a una pareja o a una familia,
nos interesa saber de qué se hablan, pero sobre todo cómo se ubican a nivel
relacional.

.La puntuación de la secuencia de los hechos. Pensamos sobre la base de


la lógica aristotélica, según la cual se utiliza la causalidad lineal, es
decir, hay un antes y un después, y lo que empieza primero es la causa
de lo segundo.

Esto sirve muy bien para muchos fenómenos naturales, pero no en las
relaciones humanas en las que este tipo de pensamiento acarrea muchos
problemas, dado que si ponemos un origen puntual en el surgimiento de
determinados problemas, tal afirmación conlleva un principio de
culpabilidad, hay un culpable que provoca algo en un momento
determinado, es decir, se produce una atribución de culpabilidad o de
responsabilidad. Un ejemplo de esto podría ser una esposa que regaña
habitualmente a su esposo y éste se retrae leyendo constan temente el
periódico; podríamos hacer una lectura en ambas direcciones: la versión
del esposo es que ella empezó riñéndole y él se encierra en la lectura, la
esposa por su parte podría decir que le riñe porque él se pone a leer el
periódico sin ocuparse de ella. A ambas narraciones realizadas por parte
de las personas que conforman esta pareja las llamamos desde la
perspectiva de la Teoría de la Comunicación Humana «puntuación de la
secuencia de los hechos». Hay unos hechos, en el caso que nos ocupa:
leer el periódico/regañar. Si aplicamos la causalidad lineal, la culpa la
tendrá uno solo. Los autores de esta teoría plantean que la causalidad
lineal, no sirve en las relaciones humanas sino que hay que aplicar una
causalidad circular. Lo que interesa no es decir quién empezó sino qué
juego relacional se está llevando a cabo; el terapeuta no se posiciona
acerca de quién tiene o no la razón sino que va a tratar de conocer el
estilo relacional circular que esta pareja está desarrollando, en el que la
actitud de uno potencia la del otro y es potenciada a su vez por la del
otro, entrando en un circuito en el que la causalidad es circular.

Con este axioma, el de entender la relación como un círculo, el terapeuta


se va a poner en una posición neutral, lo que no quiere decir en ningún caso
que nadie tenga responsabilidades en la relación, pero el terapeuta no debe
ejercer como un juez. Hay que señalar que la excepción a este principio de
neutralidad sería la situación de maltrato, en este caso también podríamos
decir que se establece un juego que va a llevar a una circularidad de
violencia, pero aquí los dos no tienen la misma responsabilidad porque se
establece en relaciones complementarias, por ejemplo, un adulto y un niño, o
bien un hombre que habitualmente va a tener más fuerza física que una
mujer. Por eso el terapeuta no va a imponer la neutralidad y va a intervenir
para evitar dicho abuso. Aunque el terapeuta funcione desde la neutralidad,
deberá intervenir cuando haya daño físico o psicológico contra alguno de los
miembros. Como plantea Stierlin (1979), la neutralidad no supone no sentir o
no ser justo, supone una posición mediante la que se puede llegar a todos de
un modo adecuado sin ser ofensor ni juez, sino justo.

Alcanzar esta posición neutral supone para el terapeuta un esfuerzo muy


importante, ya que no por ser un terapeuta uno llega a dejar sus propios
valores, creencias y experiencias a un lado, pero sí debe hacer el esfuerzo de
«vencerlos» en las situaciones que así lo requieran; si esto no fuera posible a
pesar de supervisar el caso, la actitud más coherente es la de derivar el caso a
manos de quien pueda asumirlo de ese modo neutral.

•Interacción simétrica y complementaria. Todas las relaciones se pueden


basar en la similitud o en la diferencia. Así tendremos relaciones
simétricas en las que los dos interlocutores están al mismo nivel y
relaciones asimétricas o complementarias. Esto está muy relacionado
con la definición del self del otro. En una interacción se puede
confirmar al interlocutor, valorándolo y aceptando lo mismo su persona
que lo que dice, reconociéndole como interlocutor y aceptando sus
planteamientos. Esto se puede hacer digital o analógicamente, es decir,
en palabras o mostrando atención e interés. Esa persona se puede sentir
reconocida en lo que transmite. La desconfirmación del self implica
que se anule o rechace, de alguna manera, a la otra persona como tal.
Finalmente, el rechazo del self implica a su vez rechazar al otro en
algún aspecto y no como persona, solo rechazamos aspectos de lo que
dice o hace.

Se llama escalada simétrica a una relación en la que los dos están


confirmados como interlocutores, pero en vez de la confirmación predomina
el rechazo. Si este rechazo va en aumento se llega a la escalada simétrica, en
la que cada uno rechaza la opinión del otro y quiere imponer la suya: se pasa
a una pelea por el poder. Esto se produce en la escalada simétrica basada en
el rechazo.

En las parejas ocurre en numerosas ocasiones lo que acabamos de


analizar; son peleas en las que cada uno impone su versión, rechazando la del
otro, pero al otro se le acepta como interlocutor. Pueden darse dos tipos de
relación simétrica: en uno de ellos predomina la confirmación y en el otro
predomina el rechazo, que puede llevar a la escalada simétrica.

En una relación asimétrica o complementaria uno está en una posición


inferior y el otro en una superior. Si la complementariedad es muy extrema,
es decir, que siempre es el mismo quien está arriba y el mismo quien está
abajo, desconfirmado, hablaremos de una complementariedad rígida. Se le
dicen al otro cosas como «eres un inútil, no sirves para nada, no vales nada,
déjame a mí que tú de esto no sabes nada, eres tonto, estás loco...». Esta
complementariedad es mucho más patológica. En la escalada simétrica son
dos bravos luchadores, mientras que en la complementariedad rígida muchas
veces uno es el sano y otro el enfermo, uno es el listo y el otro es siempre el
tonto, uno es capaz y el otro incapaz. Se da una polaridad muy extrema, una
relación complementaria rígida es muy distinta a una relación en la que dos
se complementan con habilidades diferentes.

En una relación de pareja va a ser frecuente que cada uno sea experto o
más hábil que el otro en determinados ámbitos; podríamos decir que se da
una especialización, de manera que uno puede hacer mejor unas cosas y otro,
otras, y eso da riqueza a la pareja y a la relación entre ambos. Esto no
implicaría necesariamente una relación complementaria: cada uno acepta la
posición superior del otro en un área y viceversa y eso daría una relación
simétrica basada en la igualdad al equilibrar las áreas de experto/no experto.
La salud de la relación se mide, en gran parte, por las confirmaciones.

Elementos del proceso de comunicación: a) recibir el mensaje, escuchar y


determinar los sentimientos e intención del emisor. b) procesarlo:
contextualizar el mensaje, opciones de respuesta sopesando las
consecuencias. c) emitir: momento adecuado, utilizar la comunicación verbal
y no verbal de un modo adecuado.

Dimensiones de los mensajes: describir conductas (actué de tal manera


por...), intenciones (me gustaría...), emociones (estoy contento/enfadado
por...), percepciones (me parece que...), interpretaciones (creo que estás así
por...).

La comunicación funcional se caracteriza por:

•Claridad de los mensajes verbales.

•Coherencia entre los canales verbales y no verbales.

•Congruencia entre los mensajes de los miembros.

•Capacidad de metacomunicar.

•Foco de atención compartido (capacidad de mantener y desarrollar juntos


un foco de atención en el tiempo).

•Estratégicas directas: estrategias de negociaciones entre dos o más


miembros frente a un conflicto o decisión que tomar.

•Capacidad para escuchar las opiniones de cada uno.

La comunicación disfuncional se caracteriza por:

-Confusión en los mensajes.

-Incongruencia entre lo verbal y lo no verbal.


Incongruenciaentre los mensajes de los diferentes miembros.

•Las rupturas: brusca modificación del tema, del contexto, de la intención


u orientación de la comunicación sin transición y sin que la persona que
habla lo señale como tal.

-Respuestas por otra persona (no le deja hablar).

-Mensajes contradictorios.

-Indicaciones paradójicas: «¡Sé espontáneo!».

- Doble mensaje.

•Foco de atención no compartido: imposibilidad de concentración; los


miembros de la familia no llegan a formular sus opiniones y posiciones.

•Estrategias indirectas: desviación del foco o sobre la tarea o sobre la


relación: es decir, desviación de la tensión fuera del campo
transaccional.

•Ver si cada uno es escuchado, confirmado, rechazado, descalificado o


ignorado en sus comportamientos, declaraciones, sentimientos,
necesidades, derechos, etc.

• Estos comportamientos relacionales tienen que ser repetidos para ser


considerados como disfuncionales.

Descalificaciones de la comunicación

En el curso de la comunicación pueden existir estrategias que anulan de


alguna manera la comunicación. Tienen lugar cuando el tema tratado es
especialmente problemático. Alteran la significación y la calificación de los
mensajes intercambiados. Entre ellas destacan las siguientes:

•Autocontradicciones: una persona envía dos mensajes digitales que se


niegan mutuamente.

•Tangencialización: en el curso de una conversación, un sujeto se «va por


las ramas», sigue hablando del tema pero alejándose del tronco; por
ejemplo, si se está hablando de las finanzas familiares, hablar de la
economía mundial.

•Cambio de tema: se evita el tema conflictivo de una forma más drástica.

•Oraciones incompletas.

•Malentendidos: el mensaje no es entendido con la intención que le daba


el emisor.

•Estilo oscuro (manierismos idiomáticos): el estilo del discurso no es


habitual y el interlocutor experimenta extrañeza. Es frecuente en los
psicóticos.

•Interpretaciones literales de la metáfora y viceversa: el lenguaje literal y


el metafórico pertenecen a dos niveles lógicos diferentes y si se
confunden, la conversación resulta en apariencia incomprensible; por
ejemplo, hablando de la fortaleza de su madre, su hijo se pone a
describir un castillo con todo detalle, sin hacer mención a su madre.
Otro ejemplo, padre: «me has dejado helado», hijo: «¿te traigo algo
caliente?» (sin ironía). Es frecuente en los psicóticos.

•Autodescalificación: el emisor del mensaje no llega a formular una


opinión, ni a mantenerla, sin añadir otros mensajes que invalidan esta
opinión (desmentido, anulación, denegación).

•Descalificación del interlocutor:

-La huida (o cambio de sujeto).

Laespecificación (respuesta específica a una pregunta general).


Lapregunta superflua (que invalida el mensaje recibido anteriormente).

•La pseudoconfirmación (la divergencia de opinión se presenta como un


acuerdo; el acuerdo se formular como un desacuerdo).

•El falso recibo (la respuesta se sitúa en un plano lógico diferente al de la


pregunta).

•La corrección (se corrige el mensaje del interlocutor, para precisar o


enriquecer, pero, en realidad, modificando el sentido).

•La omisión (un elemento importante del mensaje recibido es ignorado en


la respuesta).

•Otras variantes de «respuestas laterales» sin olvidar la utilización


estratégica del silencio.

•Nivel de metacomunicación: hace referencia a la capacidad de hablar


sobre las relaciones. Si la metacomunicación es alta, se podrán abordar
problemas y entender mejor al otro. Si es baja, los conflictos serán
evitados, no resueltos.

•El síntoma como comunicación: ya veíamos que el síntoma es conducta


y la conducta comunica algo, pues es imposible no comunicar. El
síntoma es visto como mensaje dentro de un contexto relacional y
adquiere un sentido.

•Comunicación paradójica. Doble vínculo.

La paradoja surge cuando se mezclan diferentes niveles lógicos; por


ejemplo, los actos voluntarios con los involuntarios «tienes que quererme»,
«duérmete», «no tienes que desear eso». Puede darse entre sujetos o con uno
mismo en su diálogo in terior. La consecuencia de las paradojas en un
contexto relacional es el bloqueo de la interacción, a no ser que se pueda
metacomunicar para aclarar la paradoja. El doble vínculo es un tipo de
comunicación paradójica (ver en el capítulo 2 el apartado sobre teoría de la
comunicación humana).

-Clima y expresividad emocional (ver el capítulo 4).

-Conflicto abierto/negado. Si el conflicto es abierto es más sencillo su


abordaje. Los conflictos negados requieren paciencia del terapeuta para
esperar el momento adecuado para sugerirlo de una forma aceptable, o
recurrir a intervenciones indirectas y paradójicas. Si un conflicto
negado se afronta antes de tiempo o inadecuadamente, el abandono está
asegurado.

-Pautas transaccionales preferibles y alternativas disponibles.

Observando las redundancias en la comunicación extraemos las reglas que


rigen el sistema y cuáles son los estilos interaccionales. En el curso de la
sesión, el terapeuta explorará otras alternativas valorando la resistencia que
opone el sistema al cambio. De esa manera se va favoreciendo la flexibilidad
del sistema y que vaya adoptando pautas transaccionales más sanas.

9.3. Evaluación estructural

El grupo de la Child Guidance Clinic, dirigido por Minuchin (1967, 1974,


1978, 1981, 1984), ha desarrollado la Teoría Estructural de la Familia. Esta
teoría ha sido aceptada ampliamente y sus conceptos fundamentales son los
siguientes:

-La familia se modifica juntamente con la sociedad y debe acomodarse a


ella. La familia y el concepto de sus funciones cambiará a medida que
cambie la sociedad.

-La familia cumple dos funciones: una interna, protección psicosocial de


sus miembros, y otra externa, de acomodación a la cultura. Debido a las
dificultades transicionales, la tarea psicosocial ha alcanzado más
importancia.
-La matriz de identidad.

La familia imprime al sujeto un sentimiento de identidad independiente.


La experiencia de identidad posee dos elementos:

1.Sentimiento de identidad influido por su sentido de pertenencia a una


familia específica.

2.Sentimiento de separación, se logra a través de la participación en


diferentes subsistemas familiares.

La familia es un sistema que opera dentro de contactos sociales


específicos y tiene tres componentes:

-Sistema sociocultural abierto en proceso de transformación.

-Muestra un desarrollo desplazándose a través de una serie de etapas que


exigen una reestructuración.

-Se adapta a las circunstancias cambiantes manteniendo la continuidad y


fomentando el crecimiento psicosocial de cada miembro.

9.4. La estructura familiar

La estructura familiar es un conjunto invisible de demandas funcionales que


organizan los modos de interacción de sus miembros. Opera a través de
pautas transaccionales, que son transacciones repetidas acerca de qué manera,
cuándo y con quién relacionarse. Éstas apuntalan el sistema y regulan la
conducta de los miembros. Son mantenidas mediante dos sistemas de
coacción:

1.Genérico: normas universales que gobiernan la organización familiar.


Ejemplo, la jerarquía de poder.

2.Idiosincrásico: expectativas mutuas de los miembros de la familia; su


origen está en los años de negociaciones explícitas e implícitas.
Las pautas permanecen dando una eficacia funcional y, a su vez, una
resistencia al cambio. Las transformaciones se dan cuando deben responder a
cambios internos y externos.

El sistema familiar se diferencia y desempeña sus funciones a través de


sus subsistemas, que pueden ser formados por generación, sexo, interés o
función. En cada subsistema hay diferentes niveles de poder y se aprenden
habilidades diferenciadas.

Tipos de subsistemas

1.Subsistema conyugal: se constituye de dos adultos con la intención


expresa de constituir una familia. Sus principales cualidades son:

-La complementariedad: permite a cada uno ceder sin sentir que se ha


dado por vencido.

-La acomodación mutua: pueden actualizar aspectos creativos de sus


pautas que permanecían latentes y apuntalar los mejores rasgos de
cada uno; pero también pueden estimularse rasgos negativos.

La pareja cumplirá funciones de apoyo, colaboración y satisfacción


mutua. Este subsistema tiene necesidad de un límite que lo proteja de la
interferencia de las demandas y necesidades de otros sistemas. Si falla
en sus funciones, pueden buscar la satisfacción de sus necesidades en
otra generación (hijos, padres) o en otros sistemas.

2.Subsistema parental: se crea al nacer el primer hijo. Se debe trazar un


límite que permita el acceso del niño a los padres y, al mismo tiempo,
le excluya de las relaciones conyugales.

Con el crecimiento de los hijos surgen demandas al sistema parental, el


cual debe modificarse para satisfacerlas. La relación de paternidad
requiere la capacidad de crianza, apoyo, educación, guía y control. Las
proporciones de estos elementos dependen de las necesi dados de
desarrollo del niño y de las capacidades de los padres, pero esta relación
requiere el uso de la autoridad. Si fallan las funciones de crianza
hablaremos de negligencia física, si falla el apoyo, educación, guía y
control, de negligencia psicológica.

3.Subsistema fraterno: experimenta las primeras relaciones con iguales.


Los niños aprenden a cooperar, negociar, competir... Las pautas que
aprenda en esta relación le servirán al niño en su relación con iguales
extrafamiliares (esto se observa principalmente en las dificultades de
autonomía y capacidad de compartir en niños sin hermanos).

9.5. Límites y fronteras

Su función es proteger la diferenciación dentro del sistema, evitando la


interferencia de unos subsistemas con otros en su funcionamiento. Los límites
han de ser claros, pero no rígidos, es decir, que permitan el contacto entre los
miembros de los diferentes subsistemas pero que a la vez impidan la
interferencia de otros en el funcionamiento de cada subsistema (Minuchin,
1978). Entendiendo los límites como lugares de intercambio además de líneas
de demarcación, éstos deben permitir a cada uno de los miembros desarrollar
sentimientos de pertenencia sin sentirse invadidos o abandonados; de esta
manera, se favorece el desarrollo de la autonomía, de la competencia
personal, la intimidad y una independencia sana.

La privacidad también tiene que ver con los límites entre individuos: el
tener las cosas a salvo de miradas ajenas, que no entren en el cuarto sin
permiso del que lo habita. Si los padres no respetan esos límites, son
intrusivos.

Los límites de un subsistema están constituidos por las reglas que definen
quiénes participan y de qué manera. La función de los límites reside en
proteger la diferenciación del sistema. Para un buen funcionamiento familiar
es necesario que los límites entre los individuos, entre subsistemas, con la fa
milia extensa y otros sistemas sean claros. Según el tipo de límites aparecen
tres tipos de familias:
-Familia aglutinada: los límites son escasos y flexibles, hay un grado
elevado de comunicación. El sentido exaltado de pertenencia requiere
un importante abandono de la autonomía. Responden a toda variación
con excesiva rapidez. Su lado fuerte es el apoyo, el cuidado y el
compartir, su lado débil la dificultad de autonomizarse. Es típico de los
países del sur.

-Familias desligada: límites rígidos, con una comunicación escasa, las


funciones protectoras están perjudicadas a nivel emocional, aunque a
nivel material pueden ser muy efectivos. Los sujetos pueden funcionar
de forma autónoma, pero los sentimientos de lealtad, pertenencia o
capacidad de interdependencia y de requerir ayuda cuando la necesitan
son más limitados. Su lado fuerte es la autonomía y el respeto a la
privacidad; su lado débil el apoyo emocional. Más frecuente en los
países del norte.

-Familia de límites claros: en ellas existe un equilibrio entre pertenencia y


autonomía.

Los límites con la familia extensa y otros sistemas. Con la familia extensa
es importante observar si existe intrusismo descalificador cara a los padres o
la pareja. Los abuelos a veces descalifican a los padres, los suegros
interfieren en la relación de pareja, los cuñados... En ocasiones, un miembro
de la pareja está más casado con su padre o madre y así no pueden construir
su propia pareja. Esto se da más en las familias aglutinadas y ocasiona serios
problemas en la familia nuclear. Las relaciones con otros sistemas también
implican un marcaje de límites, por ejemplo con el trabajo.

Cuando los límites intergeneracionales no son respetados, pueden parecer


alianzas y coaliciones transgeneracionales disfuncionales. La alianza implica
una unión y el apoyo mutuo entre dos o más personas. Se comparten intereses
sin estar dirigida contra nadie. La coalición, en cambio, es la unión de dos
miembros contra un tercero. Es un acuerdo de alianzas establecido para
mutuo beneficio de los aliados frente a un tercero. La coalición divide a la
tríada en dos compañeros y un oponente.
Coleman (1984) define la disfunción de la intimidad familiar como un
patrón insano de expresión de intimidad dentro de la familia (por ejemplo,
expresión inconsciente de amor o desaprobación, invasión de límites, etc.).
Corresponde a un patrón de pensamientos, sentimientos y conductas que
impide un balance de identidad (separación) e intimidad (apego) que parece
necesario para las relaciones satisfactorias. Este autor habla de tres tipos de
disfunción en los límites:

a)Límites extremadamente rígidos. Se requiere la adherencia a un código


de conducta predeterminado, con independencia de las variables
situacionales que intervengan. Las reglas que gobiernan la interacción
son fácilmente identificadas por la negación de nuevas posibilidades y
la intolerancia de la imperfección. Las relaciones se empobrecen, se
favorece el aislamiento y el sistema tiende a la detención del desarrollo.
Los individuos que siguen este patrón no podrán conectar con nadie, ni
física ni psicológicamente o, si lo hacen, lo restringirán completamente
a sus límites y modos. Si los otros traspasan los límites que han sido
rígidamente impuestos, éstos sienten que pierden su intimidad, por lo
cual están constantemente en guardia, vigilantes. Como consecuencia
no pueden intimar de una manera satisfactoria.

b)Límites muy flexibles o porosos. El sistema puede ser invadido por el


medio externo o por otros subsistemas dificultando la definición de la
relación de cada miembro con los demás y consigo mismo, apareciendo
la vivencia constante, para al menos algunos miembros, de «intrusión».

c)Invasión del espacio del otro. En este caso el receptor es anulado. En la


relación adulto-niño, el adulto tiene un poder dictatorial y trata al niño
como un objeto sin derecho a personalidad propia y sin privacidad
física ni emocional. Este patrón es característico del abuso emocional,
abuso psicológico, incesto psicológico o encubierto. La característica
más notable de esta conducta es que una persona tiene todo el poder en
la relación, de manera que el receptor no tiene elección de recibir o no
la interacción deseada.
Los individuos con un patrón de invasión no entienden el respeto de los
límites ni el sentido de privacidad de otra persona. Esta perturbación en el
desarrollo psicológico se manifiesta más tarde en problemas en el desarrollo
de la intimidad durante la adolescencia. La invasión de límites finalmente
obstaculiza o destruye la intimidad.

Minuchin (1974) propuso el término de tríada rígida para referirse a un


problema crónico de límites entre generaciones, en el que un miembro de una
generación está involucrado en un conflicto con dos miembros de otra
generación, por ejemplo: padres y un hijo.

En la tríada rígida los padres utilizan al hijo para alejar o evitar sus
conflictos, creando un límite rígido con el resto de los hermanos. Existen tres
tipos:

-Triangulación: ambos padres quieren que el hijo se una a él en contra del


otro. El hijo se queda paralizado ante el conflicto de lealtad. Si esa es la
pauta habitual a lo largo de su desarrollo, tendrá problemas para
posicionarse en las relaciones, pues implicarían para él una posible
traición. Puede ser una persona tímida y retraída que evita todo lo que
tenga que ver con el posicionamiento ante un conflicto.

-Rodeo: los padres evitan el conflicto conyugal ocupándose de problemas


de conducta o enfermedades psicosomáticas de su hijo. Ante el
conflicto conyugal atrofian el subsistema conyugal hipertrofiando el
parental. Al hacer esto, se vuelven sobreprotectores y se ponen a buscar
problemas en sus hijos donde no los hay. Si se centran en la crianza y la
salud, propiciarán la aparición de síntomas somáticos. Hace muchos
años me invitaron a la casa de unos amigos. Me ense ñaron su hogar y,
por último, me llevaron a un cuarto donde estaba «lo más importante de
la casa». El cuarto era una sauna y en la cuna, el bebé. Les pregunté por
el excesivo calor y la humedad. La respuesta del padre, que era médico,
fue que para protegerle de catarros. Me acordé de que mi abuelo nos
decía que la calle vacunaba a los niños y pensé que siempre que saliera
de la sauna se enfriaría. Una amiga común me explicó otro día que eran
de países diferentes y habían tenido muchos conflictos hasta que nació
el bebé, se volcaron en él y desapareció el conflicto. A costa de que su
hijo no pudiera desarrollarse en el exterior. A los años se separaron.
Este es un típico ejemplo de rodeo centrado en lo somático. Otras veces
los padres califican como problemáticas conductas absolutamente
normales en sus hijos y discuten por el hijo «problemático». En ambos
casos, si el hijo mejora, ya sea espontáneamente o por intervención de
terceros, por ejemplo, un terapeuta individual, aparecen los problemas
conyugales. El hijo vuelve a presentar los «problemas» y la paz
conyugal vuelve. Este fenómeno fue observado por psicoanalistas que
veían cómo los padres retiraban de la terapia al niño en cuanto
mejoraba, volviendo a empeorar.

Coaliciónestable: uno de los padres se une al hijo en coalición contra el


otro progenitor; por ejemplo, el hijo ataca al padre en nombre de su
madre y es atacado por su padre desviando los ataques a la madre. Este
hijo será «pareja» de su madre, viendo comprometida su
autonomización, y le será muy difícil tener pareja extrafamiliar. Por
otro lado, en la relación con los padres el hijo aprende lo que es un
hombre, una mujer y la relación entre ambos. El modelo de relación de
pareja aprendido no le servirá para establecer una relación sana.
Además, y desde el punto de vista psicoanalítico, se identifica con
aspectos de ellos y va conformando su propia identidad personal y de
género. El tener la puerta cerrada a las identificaciones con el padre
«enemigo» le ocasionará problemas en su desarrollo y sus relaciones.

La tríada rígida, en cualquiera de sus posibles manifestaciones, va a


impedir la emancipación del hijo, quien va a presentar diversas patologías
que le incapacitan para ser autónomo, consiguiendo así que el sistema no
cambie.

Alianzas y coaliciones. En la alianza dos o más sujetos se unen por


afinidad en algo. En la coalición la unión es contra alguien; por ejemplo, dos
hermanos están muy unidos, practican deporte, se ayudan en los estudios, con
los amigos... Serían aliados para la consecución de metas y para compartir
experiencias ayudándose mutuamente. Pero si un día se unen contra los
padres para reivindicar algo, estarían coaligados. La unión puede ser
transitoria o constante. Por otro lado, puede ser manifiesta u oculta.

9.6. Jerarquía

Haley (1974, 1980) ha hecho hincapié en el uso del poder dentro del sistema
familiar. En relación al poder la familia puede ser:

-Autoritaria: las normas son impartidas desde el subsistema parental sin


discusión. Este tipo de familias suelen constreñir en exceso al hijo, que
puede someterse o rebelarse, pero que no aprende a discutir y
consensuar. Suele ser un sistema rígido en el que es frecuente el
maltrato psicológico y puede darse el abandono emocional.

-Democrática o igualitaria: en este tipo de familias las normas son


explicadas en relación a sus ventajas y desventajas, discutidas y
consensuadas, teniendo en cuenta el momento evolutivo de los hijos.
Sistema flexible.

-«Dejar Hacer» o caótica: en estas familias no existen normas, no


ofreciendo a los hijos la contención normativa, dejándolos
abandonados a sus impulsos, ni la contención emocional. El sistema es
caótico y en él es más fácil que se den diferentes tipos de maltrato
(abandono físico y emocional, maltrato físico y psicológico y abuso
sexual).

9.7. Valores, reglas y roles

Los valores son creencias transmitidas culturalmente y guían al sujeto sobre


lo que es importante en la vida, el bien y el mal, el comportamiento adecuado
e inadecuado... Sirven para la socialización y la supervivencia del grupo. Se
transmiten intrafamiliarmente: de padres a hijos, entre hermanos, de otros
familiares y extrafamiliarmente: a través de los medios de comunicación, los
personajes públicos, la escuela, la religión, personas significativas...
Entre los valores clásicos en las familias de nuestra cultura destacan la
unión, el trabajo, el esfuerzo, el cuidado, la privacidad, el compartir, la
armonía, el respeto a los mayores... Los valores construyen una visión del
mundo y de las relaciones.

Los valores son abiertos y reconocibles, mientras que las normas (reglas)
son encubiertas. Los valores son individuales, pero su invocación puede tener
repercusiones interpersonales. Son utilizados como una táctica interpersonal
para afirmar o imponer una norma. Las normas describen las relaciones
interpersonales. Los valores determinan las normas, reglas y roles, por
ejemplo, si el valor es el cuidado, la norma es atender al necesitado, la regla
determina el rol de cuidador y el cómo debe cuidar. En terapia es muy
importante conocer los valores de la familia para adaptarnos a ellos, de esa
forma seremos aceptados por el sistema familiar. En las intervenciones nos
apoyaremos en sus valores, por ejemplo, al hacer «lecturas» sobre la
dinámica familiar, al prescribir tareas, etc.

Podremos cambiar reglas y roles, pero apoyándonos en sus valores, no


cuestionándolos; por ejemplo, si una familia tiene el valor de que se tienen
que querer por encima de todo, lo cual puede favorecer la creación de un mito
de armonía, evitan discutir, pues lo interpretan como desamor. El tera peuta
puede mostrarse sorprendido porque en una familia que se quiere tanto, no
tengan la confianza de discutir, como si no confiaran en que su amor fuera lo
suficientemente poderoso como para soportar la tensión del conflicto. La
creatividad del terapeuta para, respetando los valores, cambiar la dinámica
familiar, es clave.

Jackson (1968) describe a la familia como un sistema gobernado por


reglas: sus miembros se relacionan de una manera organizada y repetitiva.
Las reglas prescriben y limitan la conducta de los individuos en lo que atañe
a una amplia variedad de zonas de contenido para formar un sistema
«razonablemente estable». Estas reglas hacen comprensible y predecible la
conducta y favorecen la homeostasis.

Las reglas conforman una serie de formas y estilos que se repiten en la


dinámica relacional de la familia; el concepto de redundancia de los sistemas
está en la base de la observación de las reglas. Las reglas del sistema familiar
definen quiénes participan y cómo en las diferentes actividades familiares;
por ejemplo, si observamos varias veces que cuando habla la madre se callan
todos, podremos inferir que existe esa regla, la cual puede estar basada en el
valor del respeto a la madre como eje de la vida familiar, y a su vez
determina el rol de madre rectora.

Las reglas pueden ser:

a)Reconocidas: son explícitas y comprenden acuerdos en distintas áreas,


tales como normas de convivencia, asignación de tareas,
responsabilidad de ciertos papeles, expresión de necesidades
personales.

b)Implícitas: regulan funcionamientos sobreentendidos acerca de los


cuales la familia no tiene necesidad de hablar. La mayoría de las reglas
son implícitas, la familia se ha hecho a actuar así, son rutinas como los
horarios de las comidas, quiénes deben estar a la mesa, quién sirve, etc.

c)Secretas: se pueden detectar con la observación de las redundancias.

d)Metarreglas a través de las cuales lo que eran las reglas generales del
contexto quedan superadas porque uno de los miembros del sistema va
más allá de lo acordado.

En las reglas observaremos su flexibilidad, coherencia, funcionalidad,


adaptación al ciclo vital y su grado de consenso.

El rol es un modelo abstraído de la posición legal, cronológica o sexual de


un miembro de la familia, que describe ciertas conductas esperadas,
permitidas o prohibidas de la persona en ese rol. El concepto de rol es
inseparable de una visión de la estructura familiar en la que las conductas
están limitadas culturalmente. Se clasifica a las personas por su conformidad
o no a categorías predeterminadas, producto de un estereotipo cultural. Las
reglas crean roles, quién debe hacer qué. Los roles son limitados y puede
existir un contra-rol que le resalte y muestre una dualidad, por ejemplo,
sano/enfermo, fracasado/exitoso, formal/desastroso, cariñoso/seco,
servicial/egoísta, divertido/abunido. Es frecuente hallar estas dualidades en la
pareja y entre los hijos. Observaremos si son adecuados, funcionales,
«reales», flexibles, rígidos, claros, confusos, justos. Algunos roles son
delegados, por ejemplo, las funciones de crianza en un hijo mayor, lo cual
puede ser adaptativo si uno de los padres está enfermo, o claramente injusto y
limitador del desarrollo de ese hijo.

9.8. Mitos familiares

En el mito coexisten elementos reales y fantásticos que contribuyen a una


realidad funcional para cubrir necesidades emocionales del ser humano, como
la de dar sentido a un conjunto de sucesos ambiguos que resultan
amenazadores al no reconocerse su intencionalidad.

Ferreira (1966) describe el mito como «un número de creencias bien


sistematizadas y compartidas por todos los miembros de la familia respecto
de sus roles mutuos y de la naturaleza de su relación». Estos mitos familiares
contienen muchas de las reglas secretas de la relación. Estas creencias
organizadas en cuyo nombre la familia inicia, mantiene y justifica muchas
pautas transaccionales son compartidas y apoyadas por to dos los miembros
como si se tratara de verdades absolutas. Al crear un mito se traducen una
serie de acontecimientos y conductas reales en un relato compartido, en el
que cada uno puede encontrar una lectura de sus propias experiencias
cotidianas, del sentido de la vida, sintiéndose al mismo tiempo miembro del
grupo.

El mito favorece el mantenimiento de la homeostasis del grupo que lo ha


producido. Actúa como una especie de termostato que entra en
funcionamiento cada vez que las relaciones familiares corren peligro de
ruptura, desintegración y caos.

El mito da a cada miembro un rol que es aceptado por todos y cuyo


desafío se convierte en verdadero «tabú». El mito prescribe atributos a cada
uno de los miembros de la familia. En términos de la relación, los mitos
familiares tienen un valor económico muy preciso. En su manifestación
implícita, son verdaderos programas de acción que ahorran cualquier
pensamiento o elaboración posterior. Andolfi y Angelo (1985) sugieren tener
en cuenta al menos tres generaciones para la creación y comprensión de un
mito.

Los ritos son una serie de actos y conductas estrictamente codificados


dentro de la familia, que se repiten a lo largo del tiempo y en los cuales
participan sus miembros. A través de ellos se transmiten valores, actitudes y
conductas ante situaciones o vivencias específicas. A la vez, sirven de soporte
a los significados que cada uno les atribuye, enriqueciéndose con el tiempo.
Los ritos familiares están influidos por las convenciones y valores sociales
superponiéndose con éstos y son portadores de creencias de la familia no
verbalizadas que son transmitidas a través del cumplimiento del ritual y las
modificaciones que se le hacen.

Parece ser que en el contexto de la relación familiar, para cada rol


individual definido existe un contra-rol oculto en la persona de otro o de otros
miembros de la familia. Cuando una familia le adjudica a uno de sus
miembros el título de «paciente», automáticamente le confiere a uno o más de
los otros miembros la etiqueta opuesta de «no paciente». Y, en la misma
medida en que lo primero implica un rol, lo segundo implica lo que debemos
llamar un contra-rol, que afirma y complementa al otro.

Los mitos son más frecuentes e inalterables en las relaciones patológicas.

El origen de la mayoría de los mitos se suele perder en el comienzo de la


relación. Algunos mitos se transfieren de generación en generación. El mito
familiar tiende a formar parte de la «imagen interna» de la familia y expresa
la forma en que es percibida, no tanto por los demás, como por sus miembros,
desde dentro. Suele ser un intento de afrontar conflictos antiguos y, si estaba
larvado, vuelve a aparecer en momentos difíciles.
Los secretos son información digital no transmitida voluntariamente, por
ejemplo, adopción. Lo no dicho se transmite analógicamente, por ejemplo, si
a los padres les cae mal un vecino. El secreto mantiene la homeostasis del
sistema y está vinculado a los mitos. Un secreto aparece cuando una ley
moral, explícita o no, es amenazada de transgresión, lo cual atentaría contra
la imagen individual o familiar. El secreto otorga poder al que lo mantiene,
pero es amenazado si lo revela. El secreto se transmite gracias a las reglas
que impiden su revelación.

Stierlin (1979) clasifica los mitos en tres grupos:

1.Mitos de armonía: todo discurre sin problemas ni conflictos. La historia


familiar está llena de unión y amor, no han existido conflictos y no
logran entender por qué ahora tienen un problema. Pero, poco a poco,
van apareciendo pequeños detalles que cuestionan esa visión de la
realidad, se descubren secretos largamente guardados y, si actuamos
con prudencia y respeto, la familia podrá integrar su historia, repartir
responsabilidades y éxitos y llevar una vida más plena.

2.Mitos de perdón y expiación: una o más personas (vivas o muertas) son


las únicas responsables de la situación en la que se encuentra la familia.
El rol de «chivo expiatorio» es clave en este mito. Al igual que los
judíos, que una vez al año echaban todos sus pecados sobre un chivo y
lo abandonaban en el desierto con la convicción de que se llevaba
consigo todos sus pecados y les dejaba limpios, el chivo expiatorio en
las familias se hace cargo de las faltas de los demás, convirtiéndose en
el responsable de todos los males, las desgracias y los conflictos de la
familia. Este rol suele recaer en el paciente identificado o en algún
miembro de la familia extensa, a veces ya fallecido. Restituir a la
persona que sufre el rol y repartir justamente las responsabilidades es
una tarea clave para que la familia se reorganice de una forma más
sana.

3.Mitos de rescate: todo sufrimiento, así como cualquier injusticia


presente en la vida familiar e individual, pueden ser borrados y alejados
por la beneficiosa intervención de una persona omnipotente. Se espera
que esa persona logre en su vida las metas que no pudieron alcanzar un
padre, hermano o abuelo. A veces la familia deposita ese rol en el
terapeuta con la esperanza de que solucione todos los problemas de una
forma mágica, sin que se deban cuestionar nada, ni cambiar. Es un
legado engañoso.

Bagarozzi y Anderson (1996) cuestionan los planteamientos de Ferreira y


afirman que los mitos pueden ser homeostáticos o morfogenéticos y que las
familias pueden tener varios mitos que evolucionan a lo largo del ciclo vial.
Los mitos nos permitirían organizar la experiencia dándole un sentido
psicológico. Según estos autores, los mitos familiares constan de los
siguientes componentes y procesos:

1.Los mitos personales de cada miembro de la pareja, heredados de sus


familias de origen.

2.Los mitos conyugales que se van desarrollando a medida que la pareja


se va consolidando.

3.Los mitos de la nueva familia que aglutinan los anteriores.

Estos autores proponen un método de trabajo con los mitos muy


elaborado e interesante.

Entre nosotros, Garrido y Fernández-Santos (1998) han realizado un


estudio empírico sobre mitos maritales propuestos por Lazarus, que arroja luz
sobre la complejidad de un terreno tan ambiguo como es el de los mitos.

9.9. Tipo de familia

Familia de origen

Formada por tres generaciones o más: abuelos, hermanos, padre, tíos, hijos,
sobrinos, nietos, esposos..., se incluyen también las familias políticas:
suegros, cuñados, nueras, yernos...; en las familias aglutinadas tiene gran
importancia, pues las relaciones son estrechas. En el estudio del genograma,
las constelaciones familiares, los legados..., es decir, todo lo que tiene que ver
con lo transgeneracional, la familia de origen es el centro de estudio (Garrido
y Espina, 1995).

El estudio de la influencia de unas generaciones en las siguientes fue


iniciado por psicoanalistas que trabajaban con familias (ver en el capítulo
teórico el apartado sobre aportaciones psicoanalíticas sobre el desarrollo y la
familia).

Familia nuclear

Padres e hijos. Antes era el sistema familiar más frecuente, pero hoy en día es
el 25 por ciento en EEUU En nuestro país está en franco retroceso frente a
otros tipos de familia. Gran parte de lo desarrollado por las escuelas de
terapia familiar se ha basado en la familia nuclear, por lo que el terapeuta
necesita estudiar a fondo los otros tipos de familia, con sus características,
para no intentar «calzarlas» en modelos de funcionamiento que le son ajenos.
En caso contrario, el terapeuta corre el riesgo de ver como «anormal» cosas
que son absolutamente adaptativas en los otros tipos de familia.

Familia reconstituida

Formada por una pareja que previamente tuvo hijos con otra persona. Se
juntan bajo el mismo techo hijos de diferentes padres. Autores como Serrano
(1986) y Krahenbuhl (1989) prefieren traducir «stepfamilies» como
«familiastras», aunque no existe ese término en castellano y a pesar de la
carga negativa que conlleva el sufijo «-astra», especialmente aplicado a la ma
drastra (en el diccionario ideológico de la lengua castellana el sentido
figurado de ese término es «cualquier cosa molesta o perjudicial») (Casares,
1977); otros autores hablan de familias ensambladas, recompuesta o segunda
familia. Todos los términos hacen referencia a una familia en la que dos
adultos forman un nuevo núcleo familiar al cual, al menos uno de ellos, trae
un hijo habido de una relación anterior.
Se forma a partir de la muerte del cónyuge anterior, de un divorcio o una
separación. Es importante señalar que el padre biológico ausente forma parte
de la familia reconstituida y que, como señala Gorell (1990), los padrastros
son padres adicionales, pero no sustitutos, pues el padre biológico es quien
tiene los derechos legales y emocionales sobre sus hijos. El padrastro debe
tener un rol definido y aceptado por los demás y será complementario al del
padre biológico.

Las relaciones con los abuelos, que ya podían verse alteradas en el caso
de un divorcio, se pueden complejizar bastante, sobre todo si los dos
miembros de la nueva pareja traen hijos propios, pues se duplicaría el número
de abuelos. Si no se casan, puede haber un rechazo hacia la nueva pareja por
parte de éstos, lo cual aumenta los problemas.

Como señalan McGoldrick y Carter (1980), nuestra cultura carece de


esquemas o rituales para las familias reconstituidas y el mito romántico sobre
la «familia feliz intacta» sigue prevaleciendo; según estas autoras, es
necesario desarrollar un nuevo paradigma de la familia que incluya las
relaciones y roles de las familias reconstituidas.

Visher y Visher (1993) resaltan seis diferencias en la familias


reconstituidas: a) los adultos y los niños se unen en diferentes momentos
evolutivos, b) tienen modelos diferentes en relación a la familia, c) los
vínculos padres-hijos preceden a la pareja, d) existe un padre biológico fuera
del hogar o en la memoria, e) en muchos casos los hijos tienen dos hogares y
f) si intentan constituirse en familia nuclear clásica, los hijos rechazan que el
padrastro suplante al padre. A estas diferencias, Krahenbuhl (1989) añade
que las familias reconstituidas han pasado por fases y crisis evolutivas por las
que no han pasado las familias nucleares, debiendo elaborar una pérdida
pasada (muerte, separación), definir tareas, roles, fronteras y límites.

Visher y Visher (1993) atribuyen a las familias reconstituidas exitosas las


siguientes características: a) el tener expectativas realistas, entre las cuales
destaca el no esperar una adaptación y el nacimiento de un amor mutuo
instantáneo; b) el haber elaborado los duelos por las pérdidas (muerte,
divorcio, expectativas de matrimonio exitoso); c) que la pareja esté unida
disponiendo de tiempo para ir consolidando su relación; d) la existencia de
rituales y tradiciones constructivos, por ejemplo la celebración de los
cumpleaños y las Navidades (se pueden mantener los específicos de cada
familia o combinarlos construyendo unos nuevos); e) las nuevas relaciones
son satisfactorias, para ello necesitan tiempo de ajuste mutuo que va a estar
mediatizado por la edad y número de hijos, y si viven en el hogar o no. Un
capítulo importante es el del rol que juega el padrastro: todos los autores
recomiendan que el padrastro no intente imponer la disciplina desde el
principio, pues va a ser mal recibida por los hijastros y la madre acabará por
ponerse del lado de sus hijos enfrentándose a su nueva pareja; más adecuado
es que el padrastro intente establecer una relación amistosa y que la madre se
encargue de la disciplina y, posteriormente, colabore el padrastro en ese
campo. Si los niños son pequeños y el padre biológico no ejerce ninguna
autoridad, incluso con ayuda de un terapeuta, el padrastro podrá hacerlo con
cautela; f) ya hemos comentado que en las familias reconstituidas está
incluido el padre biológico que no vive con los niños; aunque muchas veces
es prácticamente imposible por las peleas interminables entre ex cónyuges, la
colaboración parental en la que se incluyen padres biológicos y padrastros es
bien asumida por los hijos y les evita conflictos de lealtad.

Las tareas y exigencias de la familia reconstituida (Visher y Visher, 1993)


son:

-Realizar la transición de la cultura familiar previa a la de la familia


reconstituida.

-Desarrollar un sentido de pertenencia.

-Solidificar y madurar la nueva relación de pareja.

-Mantenimiento de los vínculos previos padre-hijo.

-Desarrollo de nuevas relaciones (padrastros-hijastros y entre


hermanastros).
-Relación parental cooperativa entre los hogares.

Krahenbuhl (1989) habla de cuatro tipos de familia reconstituida:

1.Con madrastra. El padre que vive con sus hijos se une a otra mujer; en
este caso, la imagen de la madrastra mala que no quiere a los pobres
niños puede estar presente como realidad preconcebida o sobrevolar
como un fantasma temido al inicio de esta relación, especialmente
cuando los niños son huérfanos. Para combatir esta imagen, se puede
caer en una necesidad compulsiva de que la madrastra ame desde el
primer momento a sus hijastros, cayendo en la paradoja del «se
espontáneo» que hace que ese «amor» sea falso y/o provoque un
sentimiento de culpa en la madrastra por no poder sentir lo que no
siente y la incomprensión del marido y el resto de los familiares que le
exigen, muchas veces sin decirlo, que sea como fue la madre de los
niños a la vez que están todos convencidos de que nunca podrá serlo, ni
lo desean.

Si la madre biológica vive, el que no se quede con los niños puede


deberse a algún problema, no siendo infrecuentes el maltrato infantil,
enfermedad mental o adicción. En este caso, la competencia con la
madrastra y el conflicto de lealtad en los hijos será la regla.

2.Con padrastro. Es la más frecuente, ya sea por divorcio o por viudedad.


La adaptación es más fácil porque el hombre, si trabaja, está menos
tiempo en el hogar y porque generalmente la madre atraviesa dos tipos
de problemas ya descritos al hablar de la familia monoparental:
económicos y de disciplina. El padrastro puede aparecer como el
salvador de la familia, aunque los problemas de lealtad en los hijos y
las rivalidades si el padre biológico vive, también estarán presentes.

3.Con padrastro y madrastra. Cada miembro de la pareja trae sus propios


hijos a la familia, y quedan fuera dos padres biológicos. El choque de
ideologías y estilos educativos y las «diferencias» entre hijos propios y
ajenos son escollos habituales.
4.Con hijos comunes. En cualquiera de los otros tipos la nueva pareja
tiene un hijo. El tener ese hijo puede estar motivado por el deseo de ser
una familia nuclear «normal» o simplemente por querer tener un hijo
juntos; si la relación anterior fracasó, puede estar presente la fantasía de
que ese hijo será diferente porque se quieren, lo mismo que será
distinta la historia de su relación. Las diferencias entre hijos e hijastros
pueden ser aquí bastante dramáticas, aunque, como señala Serrano
(1986), puede actuar de aglutinante familiar si los hijastros son
adolescentes.

Familia monoparental

Un padre y sus hijos. Las familias monoparentales pueden tener varios


orígenes: el divorcio o separación, la viudedad y la madre soltera. La mayoría
de estas familias se componen de madre e hijos (el 92% en EEUU) y se ha
escrito bastante sobre las carencias y dificultades que padecen, entre las que
destacan los problemas económicos, el excesivo apego de las madres con sus
hijos debido a que se convierten en su soporte emocional, la falta de
disciplina al ejercer más fácilmente el rol expresivo que el instrumental, la
idea, influenciada por el pensamiento psicoanalítico, de que los hijos tendrán
una falta de modelo de identificación masculino, la depresión de la madre al
sentirse excesivamente cargada de responsabilidades, algunas de las cuales
no había ejercido antes, la dificultad de emancipación de los hijos, la falta de
límites entre subsistemas, etc. Todo ello se manifiesta a veces en problemas
de conducta en los hijos.

Todos estos problemas pueden darse con mayor frecuencia en las familias
monoparentales, pero no son exclusivos de ellas y, como señala Walters
(1988), desde una perspectiva feminista, muchos de los estudios y
conclusiones sobre este tipo de familias están influidos por la idea de que la
mujer sola no puede hacerse cargo de una familia y especialmente del rol
instrumental que estaría reservado al hombre.

Walters (1988) realizó un estudio con 25 familias monoparentales (20 con


madre) que consideraban que funcionaban bien e identificaron las siguientes
características como determinantes de un adecuado funcionamiento: la
existencia de una única autoridad, el que un solo progenitor pueda ejercer los
roles instrumental y expresivo, el compañerismo entre progenitor e hijos, el
ejercicio de múltiples roles por parte de cada uno de los miembros,
adaptándose a las necesidades reales, y la visión de la familia como una
unidad interdependiente en la que todos se brindan apoyo.

9.10. Análisis del sistema

Wertheim (1980) describe una tipología de los sistemas familiares basada en


las propiedades morfostáticas y morfogenéticas, muy útil en la clínica.

Propiedades morfostáticas: procesos autocorrectores que mantienen la


estabilidad del sistema.

Propiedades morfogenéticas: procesos autocorrectivos que permiten el


cambio, el crecimiento, la innovación y la puesta en marcha de la viabilidad
del sistema.

La teoría sistémica tradicional equipara la morfostasis con la rigidez del


sistema; hay que tener en cuenta que sin un grado óptimo de morfostasis, el
sistema no podría sobrevivir como grupo social cohesionado.

Modelo alternativo de Wertheim (1975):

1.Morfostasis consensuada (MC): distribución del poder adecuadamente


equilibrada dentro de la familia. Estabilidad del sistema que ha sido
consensuada por sus miembros.

2.Morfostasis forzada (MF): estabilidad «aparente» del sistema, que se


mantiene gracias a la ausencia de una validación consensual genuina de
sus miembros. Contribuye a la alienación familiar e individual.

3.Morfogénesis espontánea (SM): cambio adaptativo y natural del sistema


como respuesta a las exigencias intra o extrasistémicas.
4.Morfogénesis inducida (IM): capacidad del sistema para un cambio
adaptativo como respuesta a una intervención positiva, inducida
extrasistémicamente (terapéutica).

Teniendo en cuenta estas variables, los sistemas pueden ser:

a)Abierto: actúa como parte de una red transaccional interconectada que


incluye los subsistemas individuales y el mundo extrasistémico.

b)Cerrado: homeostáticamente controlado por reglas familiares


establecidas, con poco feedback tanto a nivel individual como
suprafamiliar.

c)Parcialmente abierto:

1.Externamente abierto: interactúa libremente con otros sistemas


sociales, pero la comunicación intrasistémica es mínima o está
homeostáticamente controlada.

2.Internamente abierto: circula libremente la comunicación


intrasistémica y la extrasistémica es limitada.
Ausloos (1981) clasifica los sistemas familiares, de acuerdo con las
tendencias morfogenéticas y morfostáticas, en:

1.Caóticos, cuando la morfogénesis es excesiva, no existiendo reglas que


determinen las relaciones. Este tipo de familias suele generar
personalidades disociales al no aprender normas socializadas de
conducta.

2.Rígidos, cuando predomina la morfostasis frenando el desarrollo


evolutivo de sus miembros. En esas familias pueden aparecer trastornos
que bloquean la emancipación.

3.Pendulares, cuando funciona oscilando entre los dos modos: reglas


excesivamente rígidas y ausencia de la misma, suele observarse en
algunas familias de alcohólicos y drogodependientes.

4.Flexibles, cuando las tendencias morfostáticas y morfogenéticas


funcionan de una manera adecuada a las necesidades internas (ciclo
vital) y externas.

9.11. Momento evolutivo del sistema y adecuación a sus tareas. El ciclo vital
familiar

El concepto de ciclo vital hace referencia a que las familias (Friedman, 1989),
al igual que el individuo, tienen un proceso vital que se desarrolla a lo largo
de etapas (Carter y McGoldrick, 1989), transiciones (Barnhill y Longo, 1978)
o crisis (Pittman, 1990).

La importancia del ciclo vital familiar está asociada, en terapia, a que


generalmente las familias atraviesan crisis evolutivas, los aspectos evolutivos
son claves en muchos casos clínicos y a que las transiciones evolutivas, estén
asociadas o no al origen del problema, son parte del contexto del mismo
(Barnhill y Long, 1978). El pasaje de una etapa a otra exige una
transformación del sistema familiar a varios niveles relacionales:
comunicacional, de resolución de problemas y ne gociación, emocional
(intimidad y distancia), jerárquico, límites entre subsistemas... (Hoffman,
1989). Esta transformación del sistema implica cambios en sus miembros que
atraviesan momentos evolutivos muy diferentes, por ejemplo, edad media de
la vida, adolescencia, inicio de la edad adulta, nido vacío, apertura al mundo
exterior, formación de pareja, llegada de padres ancianos al hogar...
Por otro lado, cada vez se dan en mayor medida los llamados «ciclos
vitales alternativos»: el «ciclo de divorcio» (Stern y Manocherian, 1989;
Herz, 1989), las familias reconstituidas, familias monoparentales. Sin olvidar
los grandes cambios que provoca en las familias la emigración, la pobreza,
las muertes intempestivas..., todo ello mediado por factores culturales,
sistemas de creencias, contexto amplio, etc.

Haley (1974, 1980) resaltó la importancia del ciclo vital en la aparición de


problemas asociados a dificultades de pasaje de una etapa a otra. Pittman
(1990) afirma que los problemas surgen cuando la familia trata de evitar la
crisis en lugar de adaptarse a ella y cuando trata de acelerarla. Barnhill y
Longo (1978) hablan no sólo de una detención, sino de una regresión a etapas
anteriores en búsqueda de un equilibrio conocido o reactualizando problemas
no resueltos.

Las crisis ofrecen oportunidades de crecimiento (Pittman, 1990), siendo,


por la gran carga morfogenética que conllevan, momentos de gran interés
para la intervención. El pasaje por las etapas del ciclo vital puede entrañar
peligros, pero, obviamente, el sistema se desarrolla y crea nuevos sistemas
(los hijos se emparejan y tienen hijos); en suma, la vida sigue.

Las fases del ciclo vital son:

a)Deseo de formar una pareja.

b)Elección de pareja. enamoramiento.

c)Noviazgo.

d)Consolidación.

e)Construcción de un mundo común y creación de la familia. Alianza


conyugal (ajuste recíproco de valores, expectativas, afectivo-sexual,
relaciones, planificación del futuro...).

f)Nacimiento del primer hijo. Funciones parentales, colaboración y


fronteras con la familia extensa. Reubicación de la relación conyugal
en el contexto del funcionamiento parental.

g)Hijos en edad escolar. Organización del horario escolar y laboral.


Funciones parentales. Refuerzo de la socialización de los hijos.
Delimitación clara de subsistemas. Coparticipación progresiva en tareas
domésticas.

h)Hijos adolescentes. Autoafirmación de la identidad adolescente con


padres en la edad media de la vida. Conflicto generacional. Límites
interindividuales y entre subsistemas. Jerarquía congruente en el
sistema parental. Integración progresiva de los hijos en las decisiones
familiares.

i)Emancipación de los hijos. Reencuentro en el «nido vacío». Tolerancia


al alejamiento progresivo de los hijos y a sus nuevas relaciones.
Revisión del subsistema conyugal, pasado, presente y perspectivas de
futuro. Renegociación en la relación de pareja. Relaciones y
actividades en el exterior.

j)Jubilación. Declive físico, reorganización vital, duelo. Rol de abuelos,


negociaciones con los hijos y nuevas funciones parentales. Los hijos
ayudan a los padres.

k)Vejez. Cambio de roles con los hijos que pasan a ser cuidadores,
aunque sus padres siempre sigan ayudándoles. Balance vital.
Confrontación con la muerte. Despedida.

Al conocer en qué fase del ciclo vital se encuentra la familia, veremos si


ésta lleva adecuadamente las tareas propias de ese momento evolutivo y
evaluaremos retrospectivamente el grado de estrés que la transición ha
generado. El conocer los acontecimientos vitales que la familia ha atravesado
permite identificar situaciones de riesgo potencial: divorcio, familias
monoparentales, enfermedad crónica o fallecimiento reciente de uno de los
miembros. Con el recurso «la línea del tiempo» (Stanton, 1992) o el
calendario familiar (Bowen, 1978), el terapeuta va reconstruyendo con la
familia, su historia.

Si aparecen atascos, el ayudarles a pasar a la siguiente fase puede ser un


objetivo terapéutico. La redefinición de los problemas en términos evolutivos
permite normalizar las conductas, dar una visión evolutiva de los problemas,
lo cual los hace transitorios, y desculpabilizar. En la tabla 28 mostramos el
ciclo vital según diferentes autores y en la tabla 29, las tareas, riesgos y
oportunidades que conlleva cada etapa.

9.12. El ciclo vital de la familia reconstituida

Comienza con la desintegración del primer matrimonio, ya sea por divorcio,


separación o muerte, y requiere en primer lugar la elaboración del duelo de
esa pérdida (Espina, 1991), para lo cual puede hacer falta un año o más y la
disolución completa de la relación con el ex cónyuge, lo cual puede llevar de
dos a cuatro años. Es necesario aceptar la realidad de la ruptura, estabilizar el
divorcio, resolver la ira y la culpa, desarrollar nuevos roles y
responsabilidades y modificar la relación con el ex esposo; como señala
Serrano (1986), se pasa de una familia nuclear a una binuclear.

La disolución de la anterior familia se hace real y el hijo mayor debe


renunciar a su rol de padre-esposo, reconocer a su progenitor como ser
sexuado y aceptar la presencia de un rival en casa, el cual se ve obligado a
competir con el hijastro, y si éste es huérfano, con el padre idealizado. Los
hijos menores de 11 años prefieren reconstruir la familia nuclear, deseando
que el padrastro haga de padre, mientras que para los mayores de 11 años éste
puede ser un amigo si se supera la rivalidad. El conflicto de lealtad en los
hijos hacia el padre ausente (aunque haya muerto) puede llevarles a boicotear
la nueva pareja y debe abordarse elaborando el duelo; y si el padre vive,
intentando una colaboración entre padres biológi cos y padrastro para el
cuidado de los hijos. Es conveniente que los hijos y el padre ausente
conozcan previamente a la nueva pareja, para ir llegando a acuerdos.
La mayoría de las segundas nupcias no son tan románticas como las
primeras y están marcadas por razones prácticas, como la crianza de los hijos,
la soledad, las necesidades económicas, de afecto y sexuales; si están
presididas por el impulso son frecuentes los fracasos, pues ya comentábamos
que muchas de las nuevas parejas acaban en divorcio. El nuevo matrimonio o
unión (muchas veces, por la pensión o por el temor a un nuevo matrimonio,
la nueva pareja no se casa) repercute también en la familia extensa; los
abuelos pueden ganar o perder nietos, yernos y nueras, y ello obliga a una
reorganización más amplia en la que se reelabora el pasado haciéndolo parte
del presente e integrando las nuevas experiencias en su ciclo vital. A veces un
hijo adolescente trae con su conducta a un padre ausente problemático,
reactualizando transacciones que estaban sancionadas en la nueva familia
(Serrano, 1986; Gorell, 1990).

Según Carter y McGoldrick (1980), el desarrollo de la formación de una


segunda familia sigue este proceso:

1.Entrando en la relación.

-Actitud previa.

-Recuperación de la pérdida del primer matrimonio («divorcio


emocional» adecuado).

-Cuestiones que desarrollar.

-Nueva disposición al matrimonio y a la formación de una familia y


madurez para tratar su complejidad y ambigüedad.

2.Conceptualización y planificación del nuevo matrimonio y la nueva


familia.

-Aceptación de los propios temores, de los del nuevo cónyuge y los de


los niños sobre el segundo matrimonio y la formación de una
segunda familia.

-Aceptación de la necesidad de tiempo y paciencia para ajustarse a la


complejidad de:

a)Los múltiples nuevos roles.


b)Límites: espacio, tiempo, familia y autoridad.

c)Cuestiones afectivas: culpabilidad, lealtad, conflictos, deseo de


mutualidad, heridas pasadas sin resolver.

-Planificación:

a)Trabajar abiertamente en la nueva relación pero evitar la


pseudomutualidad.

b)El mantenimiento de la cooperación coparental con el ex cónyuge.

c)Ayudar a los niños para que resuelvan sus temores, conflictos de


lealtad y pertenencia a ambos sistemas.

d)Favorecer la integración del nuevo cónyuge y los niños en la familia.

e)Intentar mantener la relación de los niños con el resto de la familia


del ex cónyuge.

3.Segundo matrimonio y reconstrucción de la familia.

-Resolución final de la atadura al primer cónyuge y del «ideal» de la


familia intacta.

-Aceptación de un modelo diferente de familia con límites permeables.

a)Reestructuración de los límites familiares para permitir la inclusión


del nuevo cónyuge.

b)Rehabilitación de las relaciones a través de subsistemas que permitan


un entretejido de varios sistemas.

c)Hacer un espacio para que los niños mantengan relaciones con los
padres biológicos ausentes, los abuelos y demás familia.

d)Compartir recuerdos e historias que favorezcan la integración de la


segunda familia.

Krahenbuhl (1989) plantea tres tipos de conflictos en la fase de fundación:

1.Negación de ser una familia reconstituida; los hijos tienen que llamarles
«papa» y «mamá» ante lo cual se rebelan.

2.Sobreimplicación del padrastro/madrastra. El padrastro puede intentar


imponer disciplina y la madrastra todo su amor, antes de ser aceptados
por los niños.

3.Expulsión del hijastro problemático, muchas veces identificado con el


progenitor biológico ausente, al cual se etiqueta como «enfermo o
irresponsable sin remedio».

Para Pittman (1987), las familias reconstituidas tienen más crisis a lo


largo del ciclo vital y describe nueve áreas que pueden generarlas.

1.Intromisión de cónyuges anteriores. Los hijos, la pensión y los suegros


suelen ser puntos de unión entre los ex cónyuges y, muchas veces,
favorecen la continuidad de viejas rencillas y manejos
sadomasoquistas. Si persiste algo rescatable entre ellos, es frecuente
que exista una relación de ayuda en caso de necesidad, ya sea personal
o cara a los hijos. Esto, que es positivo, puede provocar celos en la
nueva pareja que no entiende bien esa relación y ve peligrar su lugar
ante el fantasma de la reconciliación, o simplemente se sienta a
disgusto viendo que el ex cónyuge le da algo a su pareja que a él/ella ni
siquiera le pide; de alguna manera esto puede ser vivido como que ese
matrimonio no se ha roto del todo, pues cuesta ver esa relación como la
de dos personas que han vivido muchas cosas juntos y, aunque hayan
decidido que la convivencia no era posible, ello no quita para que
conserven buenos recuerdos de su relación y áreas de colaboración.

2.Amenazas de no continuar la relación marital. Como uno o los dos ya


han pasado por la experiencia de la separación, es una posibilidad más
real y amenazadora ante cualquier discrepancia.

3.Discusiones económicas. Después de la primera experiencia, con todos


los problemas económicos que acarrea, es frecuente que la nueva pareja
desee mantener las cuentas separadas «por lo que pueda pasar»; el tema
de los subsidios del ex cónyuge suele ser algo conflictivo, sobre todo
cuando éste no paga lo que debe (lo cual es muy frecuente) y el nuevo
cónyuge no desea hacerse cargo de las necesidades de unos hijos que
no son suyos. Si la pensión es pagada religiosamente, o uno de los
cónyuges es viudo y cobra una pensión, puede ser un factor que les
lleve a no casarse y a exponerse al rechazo de familiares y vecinos.

4.Entradas y salidas de los hijos. Si existen dos hogares, los adolescentes


pueden chantajear con irse al otro hogar si no se les deja hacer lo que
desean; si la madre depende emocionalmente de ellos puede ser fuente
de múltiples conflictos y de la desesperación del nuevo cónyuge.

5.Autoridad diferente para cada hijo. Si tienen hijos propios de antes del
nuevo matrimonio, cada uno tenderá a aplicar la autoridad a su manera
con sus hijos, dándose diferencias que dificultarán la integración del
subsistema fraterno.

6.Boicot de los hijos al matrimonio. Si desean expulsar al extraño, éste


puede ponerse autoritario o agresivo y el progenitor acabará
poniéndose del lado de sus hijos, abriéndose una brecha en la pareja.

7.Celos del progenitor ausente hacia la relación de sus hijos con el nuevo
cónyuge. Puede intentar boicotear el nuevo matrimonio y creará
problemas de lealtad en los hijos.

8.Desdibujamiento de las fronteras sexuales, entre padrastro e hijastros y


entre hermanastros.

9.Diferencias de los abuelos con los nietos. Pueden favorecer a sus


herederos y ver a los otros como intrusos, sobre todo si rechazan al
nuevo cónyuge.

Los niños pequeños se verán afectados por los siguientes problemas


(Visher y Visher, 1993): la elaboración de la pérdida, las lealtades divididas,
desubicación entre los hermanos, la pertenencia a dos hogares, expectativas
no realistas, fantasías de que sus padres se puedan volver a unir, sentimientos
de culpa por responsabilizarse del divorcio... Todos estos problemas se
expresarán a través de síntomas, sobre todo trastornos de conducta y fracaso
escolar, como ya hemos señalado.

En los adolescentes los conflictos giran en torno a los siguientes temas: la


carencia de acuerdo en la disciplina, la lealtad dividida (el adolescente toma
partido o enfrenta a las partes mostrándoles su conflicto y demandando
coherencia), el resentimiento por los cambios impuestos, la tendencia de la
nueva familia a fomentar la cohesión en un momento en el que el adolescente
se estaba despegando, la ansiedad en relación a la sexualidad, sobre todo la
atracción que puede despertarse hacia la pareja de su progenitor o hacia los
hermanastros.

9.13. La familia ante la enfermedad. La carga familiar

En el desarrollo de una enfermedad se establecen tres fases: fase de crisis,


fase crónica y fase terminal. Rolland (1984) propone el siguiente esquema
para representar dichas fases:

FIGURA 14

LÍNEA DE TIEMPO Y FASES DE LA ENFERMEDAD


Siguiendo a Rolland (2000), la fase de crisis se inicia con los pródromos,
una serie de síntomas anteriores al diagnóstico que provocan preocupación en
el paciente y en su familia acerca de la salud del mismo. Tras el diagnóstico,
esta fase de crisis requiere un período de adaptación.

La fase crónica se desarrolla entre la fase de crisis y la fase terminal,


cuando predominan las cuestiones relativas a la muerte. Esta fase puede ser
constante, progresiva o con cambios episódico, según cuál sea el curso de la
enfermedad. Paciente y familia tratarán de llevar una vida lo más normal
posible bajo las condiciones «anormales» que les ha tocado vivir.

En la fase terminal entran en juego las cuestiones relativas al duelo, la


separación, la pérdida y la reanudación de la vida normal por parte de la
familia, una vez que el paciente ya haya fallecido.

Respecto al papel de la familia en la enfermedad crónica, existen cuatro


perspectivas principales (Steinglass y Horan, 1988):

1.La familia como recurso. Destaca el papel protector y de ayuda de la


familia ante la enfermedad.

2.La familia psicosomática. La familia es un factor de riesgo, al contribuir


a la aparición de la enfermedad y/o a un curso desfavorable.
3.Efectos de la enfermedad sobre la familia.

4.Influencias de la familia en el curso de una enfermedad crónica. Visión


sistémica que tiene en cuenta la interacción entre el funcionamiento
familiar y las características de la enfermedad. Los efectos pueden ser
positivos o negativos sobre el curso de la enfermedad.

Rolland (2000) propuso una tipología psicosocial de la enfermedad


crónica tomando en consideración las siguientes categorías: comienzo, curso,
desenlace e incapacitación (ver figura 15).

FIGURA 15

TIPOLOGÍA PSICOSOCIAL DE LA ENFERMEDAD

Las variables descritas en la figura 15 influirán notablemente en el ajuste


del paciente y de su familia a la enfermedad; por ejemplo, una enfermedad de
comienzo gradual permite un mayor período de ajuste, mientras que la
enfermedad de comienzo agudo implica una tensión inmediata y
relativamente más intensa. Del mismo modo, el ajuste requerido en trastornos
de curso progresivo, constante o recurrente, variará considerablemente.
Desde el punto de vista biológico, las enfermedades de curso progresivo
serían las más graves (sida, artritis reumatoide, enfermedad de Alzheimer), ya
que implican un continuo deterioro del paciente. Desde el punto de vista
psicosocial, estas enfermedades conllevan permanentes cambios de roles en
las familias, incertidumbre y agotamiento. Además, el curso progresivo de
estas patologías puede ser lento o rápido, lo que también influirá en su ritmo
de adaptación.

Las enfermedades de curso constante no requieren cambios frecuentes de


roles.

Las enfermedades de curso recurrente o episódico se caracterizan por una


alternancia de períodos de ausencia de síntomas y períodos de crisis. El ajuste
a dichas enfermedades requiere un alto grado de flexibilidad. Según Rolland
(2000), estas enfermedades pueden llegar a convertirse en las más ex¡ gentes
a nivel psicosocial, ya que implican un estado de constante alerta acerca de
cuándo se producirá la siguiente crisis, lo que supone un importante desgaste
físico y psicológico tanto para el paciente como para la familia. El desenlace
de una enfermedad tiene un importante impacto psicosocial en el sistema
familiar, ya sea la muerte o la incapacitación.

El modelo psicosocial de Rolland integra las fases y la tipología de la


enfermedad, con el modelo sistémico de la familia, haciendo hincapié en las
fortalezas y debilidades de ésta, favoreciendo una mejor comprensión de la
enfermedad para realizar una adecuada evaluación y posterior intervención.

Ante la enfermedad de un miembro de la familia, la misma se construye


una definición de la situación y su respuesta estará determinada por el
significado creado por la familia sobre la enfermedad, el cual, a su vez,
favorecerá un clima emocional que influirá en la interpretación de otras
situaciones ajenas al problema en sí mismo. El hecho de que la tensión
emocional se generalice a otros aspectos independientes a la enfermedad,
creará o agudizará conflictos interpersonales entre los miembros de la
familia. Todo ello se traduce en un mayor o menor grado de desorganización
del sistema familiar, que estará asociado a la vulnerabilidad del sujeto, y del
sistema familiar en su conjunto. De todas formas, esa desorganización lleva
también implícita una capacidad de reorganización, que a su vez, dependerá
de los recursos de los cuales disponga ese sistema familiar (recursos sociales,
como los asistenciales, personales y familiares). Para que esos recursos
puedan contribuir a una reorganización del sistema, necesitará de un
adecuado apoyo emocional e instrumental.

FIGURA 16

FUNCIONAMIENTO DEL SISTEMA FAMILIAR ANTE LA AFECCIÓN


DE UNO DE LOS/AS HIJOS/AS
La enfermedad, como hemos visto, provoca intensas reacciones
emocionales que amenazan la estabilidad personal y familiar. Para poder
afrontar la situación, paciente y familia atraviesan por fases similares a las
producidas por la pérdida; en este caso se pierde la salud y expectativas
puestas en la vida.

Las características del sistema familiar, especialmente su flexibilidad y


grado de diferenciación de sus miembros, y otras variables, como la aparición
de síntomas en algún miembro de la familia, la coincidencia de
acontecimientos vitales estresantes (otras pérdidas, nacimientos, cambio de
domicilio, etc.) y el haber tenido pérdidas no elaboradas, son de suma
importancia para la elaboración del duelo y deben explorarse
cuidadosamente.

TABLA 30

LA FAMILIA ANTE LA ENFERMEDAD CRÓNICA Y LA


DISCAPACIDAD

9.14. La carga familiar

La carga se refiere al efecto adverso que tiene la enfermedad del paciente y el


cuidado del mismo en la vida de los familiares. Brown (1967) definió la
carga como el impacto de vivir con un enfermo en el estilo de vida o en la
salud de los miembros de la familia, mientras que Goldberg y Huxley (1980)
la entienden de forma más general como el efecto del paciente sobre la
familia.

La carga puede ser objetiva y subjetiva (Schene, 1990). La carga objetiva


se refiere a los problemas prácticos como las alteraciones en la vida familiar,
en la relación de pareja, el aislamiento social y las dificultades económicas.
La carga subjetiva hace referencia a las reacciones que los miembros de la
familia experimentan, por ejemplo, ansiedad, depresión y sentimientos de
pérdida. La carga fue estudiada primero en familias con enfermos mentales
(Platt, 1982; Fadden, Bebbington, y Kuipers, 1987), pero posteriormente se
ha extendido a las enfermedades físicas discapacitantes (Chwalisz, 1996;
Espina y Ortego, 2003; Taussig, 1999).

El ciclo vital de la familia y de los individuos que la componen se puede


ver alterado por la enfermedad, ya sea retrasándose, por ejemplo, en los
adolescentes que deben volcarse hacia la familia en un momento centrífugo, o
acelerándose en los niños que se pueden ver privados de la atención necesaria
y se ven empujados a salir al exterior prematuramente.

Otro aspecto importante que tener en cuenta, es la forma de relacionarse


con el paciente. La actitud emocional de los familiares hacia éste ha sido
estudiada a través del constructo emoción expresada (EE) (Leff y Vaughn,
1985) y se ha comprobado que las conductas críticas, hostiles y
sobreimplicadas de los familiares favorecen la recaída en diferentes
patologías. En las enfermedades crónicas es frecuente la aparición de
trastornos depresivos, y el criticismo y la hostilidad propician la recaída en
pacientes depresivos (Hooley, 1986).

Schene y cols. (1994) señalan las siguientes dimensiones de la carga


familiar:

-Tareas de la casa: la enfermedad de uno de los miembros de la familia


influirá sobre las tareas del hogar, ya que no se podrá dar un reparto
equitativo de dichas tareas y otra persona deberá asumir las del
paciente. A ello hay que añadir las tareas adicionales del cuidado,
supervisión y control del paciente.

-Relaciones familiares: las relaciones interpersonales se ven afectadas por


la enfermedad al crearse tensiones y cambios en los estilos de
convivencia, provocando todo ello un malestar subjetivo en sus
miembros.

-Relaciones sociales: en muchas ocasiones, los familiares se aíslan y


pierden contacto con amigos, vecinos, otros familiares..., por lo que
pierden apoyo social, lo cual les hace más vulnerables a padecer
problemas de ansiedad, depresión, etc.

-Tiempo libre y desarrollo personal: las aficiones y el tiempo libre quedan


en un segundo plano, llegando a desaparecer.

-Finanzas: los ingresos económicos de las familias también se ven


afectados al dejar de trabajar el paciente o porque el cuidador primario
(frecuentemente la madre) deja de trabajar y, en todos los casos, los
gastos aumentan (medicinas...), etc.

-Hijos y hermanos: cuando el paciente convive aún con sus padres y


hermanos, estos últimos también se ven afectados por recibir a veces
menos atención por parte de sus padres, por verse forzados a realizar
más tareas de la casa, etc.

-Salud: la carga afecta a la salud física (pérdida de apetito, dolores de


cabeza, de estómago...) y mental (tensión, irritabilidad, ansiedad,
insatisfacción y depresión) de los familiares.

-Malestar subjetivo: sentimientos de culpa, incertidumbre, ambivalencia,


odio, angustia, compasión, sentimientos de pérdida...

Padierna y Martínez (1988) señalaron una serie de factores determinantes


de la carga familiar, que se resumen en el siguiente esquema:

FIGURA 17

FACTORES DE LA CARGA FAMILIAR

En resumen, el impacto en una familia de una enfermedad crónica


produce una serie de alteraciones en su estructura, en el proceso normal de su
ciclo vital y en la respuesta emocional:

•Pueden darse patrones rígidos de funcionamiento.

•Una falta de flexibilidad puede dificultar el paso de la configuración en


crisis a la crónica. Aun cuando el paciente ya es capaz de reasumir sus
funciones, los recursos físicos y psíquicos de la familia siguen
movilizados intensamente.

•Se puede desarrollar una relación tan estrecha entre el cuidador primario
y el enfermo que el resto de la familia queda excluida, surgiendo
muchas veces problemas de pareja.

•Sobreprotección del enfermo.

.Los roles familiares y las funciones sufren un profundo cambio. Quien se


hace cargo del enfermo gana estatus en la medida en que éste lo pierde.

•Si el enfermo es un padre, la/s personas que realicen tanto el cuidado


como las funciones que él desempeñaba, tiene/n que aprender a hacer
cosas que antes no sabía/n. Si se trata de un hijo, surge la
parentalización.

•Si el enfermo es un hijo, su proceso de emancipación se ve dificultado.

•Normalmente el monto de cuidados dentro de la familia lo realiza una


sola persona, el denominado cuidador primario. Su viabilidad depende
de tres condiciones: que la persona que desempeña este papel sienta
que es compatible con su proyecto de vida, tenga momentos de respiro
y que la naturaleza de la enfermedad haga viable el cuidado (Navarro,
1995).

•El impacto de la enfermedad y la evolución dependerán del momento


evolutivo en el que se encuentre la familia, pero tendrá también gran
importancia su naturaleza; son especialmente duras las enfermedades
progresivas que cursan por fases críticas y muy seguidas (McDaniel,
Hepworth, y Doherty, 1992).

•Si está centrada en sí misma con tareas como la crianza de los hijos, un
momento centrípeto del ciclo, pueden producirse celos por parte de
quien en ese momento también necesite atención. Existe el peligro de
que la familia se atasque en este período, pero lo normal es que sólo lo
prolongue.
•Si está centrada fuera de sí misma, con tareas como la emancipación de
los hijos, momento centrífugo del ciclo, tendrá que simultanearlo con la
función centrípeta del cuidado del enfermo.

•No hay respuesta de curación para el enfermo crónico, sino cuidados


paliativos. Esta realidad hace que se magnifiquen los procesos
emocionales.

•Se producen ambivalencias entre lo que se siente o no se siente hacia el


enfermo y el sentimiento de no tener derecho a ello por la suerte que
está corriendo. Además, los miembros de la familia pueden no estar de
acuerdo con el rol que se les ha asignado a causa de la enfermedad.

•Se puede llegar a una conspiración de silencio, manteniendo un mito de


armonía sobre las expresiones de sentimientos negativos y problemas,
tanto los actuales como los previos a la enfermedad. Un objetivo
normal de este mecanismo es el mantener en la persona enferma, dentro
de unos valores no extremos, su mecanismo adaptativo de negación y
su esperanza, que le permiten un control de lo que le está ocurriendo.

•Situación de duelo por la salud y funciones perdidas. Contraída la


enfermedad y cronificada, ya nada podrá ser como antes y se pierden
objetivos vitales muy estimados.

•Se puede llegar a sobreproteger al enfermo en el afán familiar de evitarle


cualquier esfuerzo.

9.15. Ecología del sistema. Puntos de estrés y apoyo

(Ver capítulo 6.)

Minuchin (1974) señala dos presiones a las que se ve sometida una


familia:

-Interna: originada por la evolución de sus miembros y subsistemas.


-Externa: requerimientos de acomodarse a las instituciones que influyen
en sus miembros.

Estas presiones exigen una transformación constante de los miembros de


la familia en sus relaciones mutuas para que puedan crecer y el sistema
familiar conserve su continuidad.

El estrés sobre un sistema familiar se puede originar en cuatro fuentes:

1.Contacto estresante de un miembro con fuerzas extrafamiliares:

a)Esta transacción puede limitar el sistema conyugal; por ejemplo, los


problemas laborales del marido originan una pelea con la mujer.

b)Puede afectar a través de los límites de los subsistemas la misma


fuente de estrés que afecta a un miembro; por ejemplo, problemas
laborales de los padres, pelea entre éstos, desvío de los problemas a
los hijos. Esto reduciría el peligro del subsistema conyugal pero
afectaría al hijo. Puede también darse una alianza de la madre con el
hijo excluyendo al padre, si es coalición, es una pauta transaccional
transgeneracional disfuncional.

c)Una familia en su totalidad estresada por el contacto extrafamiliar de


uno de sus miembros; por ejemplo, pérdida del trabajo por parte del
padre. Si la familia responde con rigidez, pueden aparecer pautas
transaccionales disfuncionales. Cuando el problema persiste, pueden
darse dos casos:

-Si ha habido un apoyo por parte de la familia: en este caso hay que
intervenir en la interacción del miembro con el agente que lo afectó.

-Si no ha habido apoyo: las intervenciones del terapeuta se dirigirán a la


familia.

2.Contacto estresante de toda la familia con fuerzas extrafamiliares:


La intervención del terapeuta debe evaluar la familia si es viable; o lo
que ocurre es que está sobrecargada, en cuyo caso deberá actuar como
consejero de la familia.

3.Estrés en los momentos transicionales de la familia:

Deben aparecer nuevos subsistemas y negociarse nuevas reglas; los


conflictos serán resueltos por negociaciones de transición:

-Resolución-crecimiento.

-No resolución-mayor dificultad.

Los problemas de transición pueden ser:

a)Por cambios en la evolución de los miembros; por ejemplo, la


adolescencia de alguno de los hijos con una mayor demanda de
autonomía. Las transacciones deben modificar la relación para pasar
de ser una relación padres-hijo a ser una relación padresjoven
adulto.

b)Cambios en la composición de la familia: aumento o disminución del


número de miembros. Deben desarrollarse nuevos subsistemas y
líneas de diferenciación: el nuevo miembro deberá adaptarse a las
reglas y, a la vez, el antiguo sistema debe modificarse para incluir al
nuevo miembro.

4.Estrés referente a problemas de idiosincrasia:

Áreas determinadas de la familia que dan lugar a pautas


transaccionales; por ejemplo, retardo mental de algún hijo, defecto
físico, etc. En caso de enfermedades largas en que se da una
recuperación, haría falta una readaptación.

El esquema conceptual de una familia normal presenta tres facetas:


1.Una familia se transforma a lo largo del tiempo, adaptándose y
reestructurándose de tal modo que pueda seguir funcionando. Ante el
estrés responde apegándose a esquemas inadecuados.

2.La familia utiliza algunas pautas suficientes para requerimientos


habituales. Los límites deben ser firmes pero lo suficientemente
flexibles como para permitir modificar las pautas cuando las
condiciones externas o internas lo requieran.

3.Una familia se adapta al estrés de un modo tal que mantiene la


continuidad de la familia al mismo tiempo que permite
reestructuraciones. Si responde, con rigidez, aparecen pautas
disfuncionales.

9.16. Función y patrones de mantenimiento del síntoma

Los patrones relacionales ligados a la génesis, desarrollo y mantenimiento de


la conducta sintomática y su posible función estabilizadora (homeostática) en
el sistema familiar se recogen en dos conceptos: función y patrones de
mantenimiento del síntoma (Sluzki, 1983).

La función del síntoma hace referencia a que la conducta sintomática


adquiere un sentido en el seno de las relaciones familiares; por ejemplo, si un
niño tiene pesadillas y no duerme por la noche, los padres tienen que estar
pendientes de él e incluso dormir separados para que el niño no tenga miedo.
Si la relación de pareja es insatisfactoria, el síntoma del niño les puede venir
bien para no afrontar la intimidad sexual. Si el niño mejora de sus pesadillas,
la pareja sentirá ansiedad al tener que dormir juntos, pudiendo llegar a
boicotear el cambio, siendo conscientes o no de ello.

Los patrones de mantenimiento son aquellas conductas que refuerzan, a


modo de círculos viciosos, la conducta; por ejemplo, si el niño no durmió la
noche de Reyes por el nerviosismo y los padres, aunque tengan una excelente
relación de pareja, se preocupan en exceso y transmiten al niño que ese es un
gran problema, el niño se preocupará ante la ansiedad de los padres y no
dormirá. Al cambiar los patrones de mantenimiento, el problema
desaparecerá rápidamente. Tanto la función del síntoma como los patrones de
mantenimiento pueden ir unidos, lo cual dificulta su eliminación, pues
descompensaría al sistema (ruptura de la homeostasis).

Unas escuelas sistémicas se centrarán en la función del síntoma, otras en


los patrones de mantenimiento y otras en ambos aspectos.

9.17. Hipótesis dinámica y sistémica

La hipótesis dinámica hace referencia al «porqué» del problema, a qué se


debe que el individuo presente determinado síntoma o problema. La
explicación es intrapsíquica, sucede dentro del sujeto, la «caja negra» de los
teóricos de la comunicación humana.

La teoría psicoanalítica se apoya en una serie de supuestos básicos


(Berstein y Nieze, 1980):

1.La conducta humana y su desarrollo está determinado por factores


intrapsíquicos, bajo la forma de impulsos, deseos, motivos y conflictos.

2.Estos factores intrapsíquicos constituyen las causas subyacentes de la


conducta manifiesta, sea ésta normal o problemática.

3.La infancia constituye el período crucial donde se establecen las bases


de la conducta y sus problemas a través de la satisfacción o frustración
de una serie de impulsos y necesidades básicas en las relaciones
tempranas del niño con las personas que le rodean, principalmente los
padres.

4.Tanto la evaluación clínica como el tratamiento o la investigación están


centrados en las influencias y funcio nos de diversos aspectos de la
actividad intrapsíquica, a través de procesos enmascarados no
susceptibles de observación directa.
Desde esta teoría, los síntomas se explican a varios niveles:

1.Genético. El desarrollo del sujeto en su interacción con el medio, de


manera que las experiencias, déficit y calidad y cantidad de
gratificaciones, determinan un desarrollo normal o estancamientos
(fijaciones) en etapas del desarrollo que implican un modo de
funcionamiento mental primitivo y, por ello, inadecuado en una fase
acorde con la edad. Es decir, la psicopatología se entendería como
fijaciones en, o regresiones a, momentos evolutivos anteriores
(Abraham, 1924).

2.Estructural. El desarrollo anómalo determina una estructuración mental


disfuncional que genera síntomas como un intento de lograr un
equilibrio o como expresión directa del mismo. Desde esta perspectiva,
tenemos que estudiar el desarrollo y funcionamiento del yo y el súper-
yo y la fuerza de las pulsiones agresivas y sexuales. La organización de
la personalidad es hoy en día más importante que los conflictos
aislados para entender la psicopatología.

3.Dinámico. Cuando el yo no puede manejar adecuadamente un conflicto


entre el ello (instintos), el súper-yo (moral) y la realidad, debe recurrir a
mecanismos de defensa drásticos que pueden llevar a la formación de
síntomas. Por ejemplo, cuando desde el ello surge un sentimiento de
odio (afecto) hacia el padre (representación) y el súper-yo considera
que tal sentimiento es impropio de un hijo y, por tanto, censurable, el
yo debe buscar una solución y para ello utiliza mecanismos de defensa
que evitan tener en la conciencia el «odio a mi padre»; los mecanismos
de defensa conseguirán separar el afecto (odio) de la representación
(padre) para evitar el tomar conciencia de ese hecho. Así, si el sujeto
utiliza la negación («yo no odio a mi padre»), la proyección («él me
odia mí») y el desplazamiento («en realidad no me odia él, sino que me
odian [por ejemplo] los gatos») nos encontramos con que el niño teme
a los gatos, pues cree que le quieren atacar, desarrolla una fobia. Los
síntomas serían una formación de compromiso entre las diferentes
tendencias; en este caso, el ello podría decir: «El odio ha salido a la luz,
que es lo que yo quería» y el súper-yo: «Pagarás con la misma moneda,
el odiar, pues los gatos te odian». El precio de ese equilibrio es el
síntoma. Si el sujeto tiene un impulso menos intenso y/o un súper-yo
menos censor y/o un yo más fuerte (con mecanismos de defensa
variados, flexibles y evolucionados) podrá manejarse con el conflicto
sin síntomas; por ejemplo, pensando cosas como «aunque a veces le
odie, también le quiero». Los síntomas tienen, pues, un significado
inconsciente y están íntimamente ligados a un conflicto psíquico y, más
generalmente, la conducta está determinada por los procesos
psicológicos conscientes e inconscientes y la interacción con el medio.

El modelo psicoanalítico concibe la patología como multideterminada, de


manera que la constitución sexual (herencia biológica) y las experiencias
infantiles (herencia ambiental) configuran una disposición (estructura de la
personalidad basada en la fijación de la libido en una fase determinada) que,
unida a factores desencadenantes actuales, puede llevar al desarrollo de la
patología mental.

La hipótesis sistémica hace referencia al «para qué» del problema. Qué


función, sentido e información cumple el síntoma dentro de un contexto
relacional. Las teorías aplicadas son las descritas al hablar del modelo
sistémico en el capítulo de bases teóricas.

9.18. Uso de instrumentos de evaluación: individual, pareja y familia (ver


escalas)

Los instrumentos de evaluación son de gran utilidad para, desde otra


perspectiva, valorar los diferentes sistemas del contex lo: familia, pareja,
individuo con los diferentes niveles (conducta, afecto, soma, interpersonal y
cogniciones) y otros sistemas.

La elaboración de informes se va a ver enriquecida con el uso de


instrumentos de evaluación y permite a otros profesionales unificar criterios a
la hora de valorar el caso, de manera que lo subjetivo del terapeuta se vea
contrastado con lo relativamente objetivo de la evaluación psicométrica.

Los libros del Equipo EIF (2008) y López y Escudero (2003), de esta
misma colección, ofrecen instrumentos de gran utilidad para la evaluación
familiar.

En el apartado de las escalas ofrecemos algunos instrumentos que hemos


utilizado en investigaciones, que nos han resultado de gran utilidad en la
clínica e investigación y sirven de complemento a los recogidos en los libros
antes citados.

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Como ya hemos señalado en la introducción, en dos libros de esta colección
encontrarás instrumentos de evaluación de las relaciones familiares muy
necesarios para el terapeuta y el consejero familiar:

-Equipo EIF (2008). Manual de instrumentos de evaluación familiar.


Madrid. Editorial CCS.

-López, S. y Escudero, S. (2003). Familia, evaluación e intervención.


Madrid. Editorial CCS.

A nivel clínico y psicosocial:

-Bobos García, J. y cols. (2001). Banco de instrumentos básicos para la


práctica de la psiquiatría clínica. Ars Médica/Novartis; se recogen
multitud de escalas de gran utilidad.

En este capítulo vamos a describir algunas escalas que no se recogen en


los libros de esta colección y que nos parecen útiles para trabajar desde un
modelo ecosistémico, el cual tiene en cuenta tanto al individuo, como al
contexto en el que está insertado. La razón de incluir escalas individuales en
un libro sobre evaluación familiar es que la familia está formada por
individuos, los cuales tienen sus propias características personales y, como
decíamos anteriormente, debemos conocer aspectos de los mismos, tanto para
la evaluación como para la intervención.

Estas escalas las hemos utilizado en las investigaciones realizadas sobre


familias y diferentes patologías. En la pági na web
<www.centrodepsicoterapia.es>, están disponibles libros y artículos en los
que mostramos teorizaciones y resultados de las investigaciones en las que
utilizamos estos instrumentos.

Ofrecemos escalas para evaluar las relaciones familiares, de pareja y


pautas parentales de crianza. No hacemos referencia a las escalas de Beavers
y otras de Olson, por haber sido abordadas en los libros antes citados. La
Family Environment Scale (Moos y Moos, 1981), la hemos utilizado en
varias investigaciones, pero actualmente está descatalogada, por lo que no la
incluimos aquí.

Referidas al individuo, presentamos escalas para evaluar síntomas,


autoestima, alexitimia y actitud ante el cambio.

Finalmente, ofrecemos una lista de técnicas de terapia familiar para


facilitar la evaluación de las sesiones de terapia familiar por parte de los
alumnos.
1. ESCALAS DE EVALUACIÓN CLÍNICA PARA EL MODELO
CIRCUNFLEJO DE LOS SISTEMAS MARITALES Y FAMILIARES
(CRS)

David h. Olson

Instrucciones

En el modelo circunflejo existen tres dimensiones principales: cohesión


familiar, adaptación (cambio) familiar y una dimensión facilitadora de la
comunicación familiar. Cada dimensión tiene varios conceptos que ayudan a
definir y a describir la dimensión global. Antes de hacer una evaluación
clínica de una pareja o una familia, el terapeuta o el entrevistador debe ría
revisar todos los conceptos y descripciones en la escala de evaluación para la
cohesión, adaptabilidad (cambio) y comunicación familiar.

Al hacer una evaluación clínica, el terapeuta debería evaluar a la pareja o


familia en términos de cada uno de los conceptos para cada dimensión. Con
el objeto de obtener esta información, la entrevista clínica puede ser
semiestructurada. Aunque no se recomiendan técnicas específicas concretas o
ningún formato particular para la entrevista, hemos encontrado útil animar a
la pareja o familia a que dialoguen entre sí en relación a cómo manejan estos
temas generales, por ejemplo, el tiempo, el espacio, la disciplina, etc. A
menudo es esclarecedor preguntar a la familia cómo suele ser una semana
típica y cómo manejan sus actividades rutinarias, la toma de decisiones y sus
conflictos.

Después de finalizar la entrevista, el terapeuta debería leer


cuidadosamente las descripciones para cada concepto y seleccionar el valor
de la escala que sea más relevante para esa pareja o familia como una unidad.
Aunque algunos individuos o unidades diádicas pueden ser clasificadas de
diferentes maneras, es importante recordar que la clasificación final debería
basarse en cómo la pareja o familia funcionan como un grupo.

Si una o más personas funcionan de manera diferente al resto de la


familia, se puede hacer una descripción independiente de esa persona,
utilizando coaliciones e individuos desligados: subescala de cohesión. Por
ejemplo, es posible tener una familia «aglutinada rígidamente» con un marido
«caóticamente desligado».

Se debería dar una puntuación global para cada dimensión (cohesión,


adaptabilidad y comunicación). La puntuación global debería estar basada en
una evaluación global o «gestalt» más que en una suma de las puntuaciones
en las subescalas. De esta forma, se hace posible clasificar a la familia o
pareja en uno de los cuatro niveles de cohesión (desligada, separada,
conectada o aglutinada) o en uno de los cuatro niveles de adaptabilidad
familiar (rígida, estructurada, flexible y caótica).

La evaluación clínica está diseñada de manera que un terapeuta pueda


describir el tipo de sistema marital o familiar e identificar también en qué
características podría ser más útil centrarse de cara a la intervención.
2. ESCALA DE EVALUACIÓN DEL AJUSTE DIÁDICO

La valoración de la relación de pareja es de gran utilidad, no sólo para el


diagnóstico, sino también para la evaluación del cambio. La Dyadic
Adjustment Scale es la más utilizada en investigaciones con parejas.

La Dyadic Adjustment Scale (DAS) de Spanier (1976, 1989) es una


escala autoaplicada de 32 ítems y mide la cantidad y la calidad de cualquier
tipo de relación de pareja a través de cuatro aspectos de las relaciones:

-CONSENSO (CO): se refiere al grado de acuerdo entre los miembros de


la pareja en cuanto a las actividades domésticas, ocio, dinero, religión,
amistades...

-SATISFACCIÓN (SA): mide la cantidad de tensión en la relación, como


la consideración del desenlace de la relación. Se refiere al grado de
satisfacción de cada miembro en la pareja. A mayor puntuación, menos
tensión o mayor satisfacción.

-EXPRESIÓN DE AFECTO (EA): sería la satisfacción individual


respecto a las expresiones de afecto en la relación. Recoge tanto
aspectos sexuales como expresiones afectivas.

-COHESIÓN (CH): se basa en la frecuencia con la que realizan


actividades en común.

La escala se acompaña de una hoja de corrección, en la que se reparten los


ítems en función de las subescalas que componen. Cada ítem corresponde
únicamente a una subescala, obteniendo una puntuación de cada subescala
sumando sus ítems. La puntuación total de la escala se calcula sumando las
puntuaciones de las cuatro subescalas (entre 0 y 151). Spanier propone la
transformación de las puntuaciones directas, tanto la total como la de cada
subescala, en puntuaciones T, en las que la media sería 50 y la desviación
típica, 10. El autor comenta que puntuaciones inferiores a 45 indicarían un
ligero empobrecimiento del ajuste marital (correspondería a una puntuación
directa de 105). Otra forma diferente de interpretar los resultados del DAS es
la propuesta por autores como Burger y Jacobson (1979), que proponen
identificar las puntuaciones inferiores a 100 como indicadoras de un pobre
ajuste marital.
Ofrece una medida global del ajuste diádico en cada miembro de la
pareja. En las investigaciones se usan habitualmente dos puntos de corte: a)
puntuaciones > 105 indican buen ajuste, y b) Crane et al. (2000) proponen un
punto de corte de 107 como indicador de distress y no distress en cada
miembro de la pareja, puntuaciones inferiores a ésta, indicarían una peor
calidad del ajuste marital para cada miembro. Estos autores sugieren que este
punto de corte equivale a la puntuación criterio de 100 en la Marital
Adjustment Test (Locke & Wallace, 1974).

Por otra parte, evalúa la calidad de la relación sobre la base de la


diferencia de puntuación (valor absoluto) obtenida en el ajuste total de cada
miembro de la pareja (una diferencia > de 5 puntos entre ambos indica mala
calidad de ajuste).

Según diferentes autores (Spanier, 1976; Spanier y Thomson, 1982; Antill


y Cotton, 1982), los índices de fiabilidad están demostrados y son buenos. La
consistencia interna de la escala total, calculada a través del coeficiente alfa
de Cronbach, es de 0,96; en consenso, a = 0,90; en satisfacción, a = 0,94; en
cohesión, a = 0,86, y en expresión de afecto, a = 0,73.

La escala debe pasarse en presencia del evaluador, evitando que la pareja


haga comentarios sobre la misma. El DAS es la escala más usada para
evaluar el ajuste diádico de la pareja en contextos clínicos y de investigación
(Piotrowski, 1999).
3. VALORACIÓN DE LAS PAUTAS PARENTALES DE CRIANZA

El Parental Bonding Instrument (PBI) (Parker, Tupling y Brown, 1979)


evalúa las pautas parentales de crianza, descritas en el apartado del apego.
Este cuestionario muestra actitudes y conductas de los padres y tipos de
vinculación.
4. VALORACIÓN DE LA ALEXITIMIA

Como hemos visto en el apartado teórico, las emociones son de gran


importancia en la terapia familiar. Las dificultades en el procesamiento
cognitivo de las emociones traerá consigo problemas relacionales, por lo que
una adecuada evaluación permitirá al terapeuta conocer más a fondo «el
terreno» para ayudar mejor.

La Toronto Alexithymia Scale de 20 ítems (TAS-20) (Bagby, Parker y


Taylor, 1994a; Bagby, Parker y Taylor, 1994b) es un autoinforme que mide
el grado de alexitimia, como escala de respuesta tipo Likert de cinco puntos
(1-5) que refleja desde el total acuerdo al total desacuerdo en cada uno de los
ítems.

Consta de tres factores:

1.FI (dificultad para identificar sentimientos y diferenciarlos de las


sensaciones fisiológicas que acompañan a la activación emocional).

2.FII (dificultad para describir sentimientos).

3.FIII (patrón de pensamiento orientado a lo externo).

Siguiendo los criterios de Taylor et al. (1996), Rastan et al. (1997) y los
datos normativos de la población española (Martínez-Sánchez, 1996), el
punto de corte del TAS-20 en: <51 no alexitimia, >52 y <59 alexitimia baja,
>60 alexitimia alta.
5. VALORACIÓN DE SINTOMATOLOGÍA PSIQUIÁTRICA

En muchos casos el terapeuta familiar se enfrenta a patologías psiquiátricas


que requieren una adecuada valoración; la escala que ofrecemos es de fácil
utilidad y permite un rápida evaluación de sintomatología y gravedad de la
misma.
A continuación, se detallan los ítems que componen la escala y el
contenido básico de cada uno:

1.Preocupación somática. Grado de preocupación por la salud corporal.

2.Ansiedad. Presencia de inquietud, tensión, temor, preocupación.

3.Depresión. Tristeza y cogniciones, desesperación y pérdida de


autoestima.

4.Culpa. Preocupación o remordimiento por la conducta pasada.

5.Hostilidad. Incluye peleas y otras expresiones de actitud o acciones


hostiles.

6.Desconfianza. Creencia de que otras personas han actuado de forma


maliciosa.

7.Contenido del pensamiento. Incluye delirios, ideas grandiosas y


persecutorias, inserción y robo del pensamiento.

8.Grandiosidad. Opinión exagerada de sí mismo, convicción de


habilidad, poder o identidad especial.
9.Alucinaciones. Percepción en ausencia de estímulos externos.

10.Desorientación. Confusión respecto a personas, lugares, tiempo.

11.Desorganización conceptual. Grado en que el discurso es confuso,


desconectado o desorganizado.

12.Excitación. Tono emocional elevado, capacidad de reacción


aumentada, impulsividad.

13.Retardo motor. Reducción del nivel de energía, observado en la


lentitud de movimientos y el discurso.

14.Sentimiento embotado. Limitación de expresión emocional,


indiferencia y monotonía.

15.Tensión. Manifestaciones físicas y motrices de tensión, nerviosismo


y agitación.

16.Comportamiento y actitud. Conducta extraña, movimientos


estilizados, actos o posturas inapropiadas.

17.No cooperación. Resistencia, resentimiento o falta de buena voluntad


para cooperar en la entrevista.

18.Abandono emocional. Incapacidad del paciente para relacionarse


emocionalmente durante la entrevista.

19.Suicidio. Deseo expresado, intento o acciones para dañarse o


matarse.

20.Autonegligencia. Conductas de higiene, apariencia y alimentación


más bajas de lo normal.

21.Conducta extraña. Declara conductas que son raras, poco corrientes


o psicóticamente criminales.

22.Ánimo elevado. Sentimiento de bienestar exagerado, euforia


desproporcionada con las circunstancias.

23.Hiperactividad. Incremento en el nivel de energía observado en


movimientos y/o rápido discurso.

24.Distracción. Grado en que las secuencias del discurso y las acciones


son interrumpidas por estímulos externos mínimos.

Factores de la BPRS-E

FACTOR 1: PENSAMIENTO DELIRANTE.

-Maneras y posturas.

-Conducta extraña.

-Contenido pensamiento anormal.

-Alucinaciones.

-Trastornos somáticos.

-Hostilidad.

-Autonegligencia.

-Desconfianza.

-Desorganización conceptual.

-Grandiosidad.

-No cooperación.

FACTOR 2: AGITACIÓN PSICOMOTRIZ.

-Hiperactividad.
-Excitación.

-Ánimo elevado.

-Tensión.

-Distracción.

FACTOR 3: ENLENTECIMIENTO PSICOMOTRIZ.

-Sentimiento embotado.

-Retardo motor.

-Abandono emocional.

-Grandiosidad. (-)

-Ánimo elevado. (-)

FACTOR 4: DEPRESIÓN.

-Ansiedad.

-Suicidio.

-Culpa.

-Depresión.

-Contenido pensamiento anormal.

FACTOR 5: OPOSICIÓN.

-Desorientación.

-Desconfianza.

-No cooperación.
-Grandiosidad.

-Preocupación somática. (-)

-Contenido pensamiento anormal. (-)

FACTOR 6: DESORGANIZACIÓN CONCEPTUAL.

-Desorganización conceptual.

-Autonegligencia. (-)

-Distracción.

-No cooperación. (-)

-Alucinaciones.

6. EVALUACIÓN DE LA AUTOESTIMA

El autoconcepto puede definirse como las percepciones que el individuo tiene


de sí mismo, o como la totalidad de los pensamientos y sentimientos de un
individuo que hacen referencia a sí mismo (Rosenberg, 1979).

El modelo teórico de Shavelson et al. (1976) destaca la


multidimensionalidad del autoconcepto al estar formado por diversos
constructos o aspectos relacionados pero distinguibles. Otros autores plantean
una sola dimensión, como la medida por Rosenberg (1965) o la defendida por
Coopersmith (1967).

La autoestima se encuentra íntimamente relacionada con el autoconcepto


y puede definirse como la actitud positiva o negativa hacia un objeto
particular, el sí mismo (Rosenberg, 1965), lo que supone un componente
valorativo del autoconcepto.

La autoestima es aquello que sentimos, pensamos y manifestamos acerca


de nosotros. Está en relación con la valoración que el ser humano realiza
acerca de sí mismo y con los sentimientos que ésta le produce. Tiene dos
aspectos: a) cognitivo, con él hacemos referencia a la valoración que hacemos
de nosotros, y b) emocional, tiene que ver con el aprecio o amor que sentimos
hacia nosotros mismos.

La persona con autoestima alta no necesita «hacerse valer»


constantemente ante los demás y se acepta a sí misma. Tiene pensamientos
positivos sobre sí misma: «soy capaz...», «yo puedo...», «me gusta como
soy». La persona con la autoestima baja piensa: «No valgo nada» o «no valgo
tanto como...», «no sé si puedo...», «no me gusto».

Las consecuencias de una autoestima alta son que el sujeto se siente


seguro de sí mismo en sus relaciones, siendo capaz de una independencia
adecuada a su edad, cumpliendo con sus obligaciones y sintiéndose capaz de
cumplirlas y, sobre todo, con mayor capacidad para afrontar dificultades,
mayor resistencia en los conflictos y un interés constante en avanzar y en
cumplir sus objetivos.

La autoestima se empieza a formar desde el comienzo de la vida. La


forma en que los padres se relacionan con el niño en sus primeros años
determina la valoración inicial que el niño hace de sí mismo. En esta corta
edad, la autoestima está basada en la aceptación y relación con los padres y
familiares más cercanos. En los primeros años de vida, el niño no tiene un
concepto de sí mismo, sino que éste se va formando progresivamente en
función de mensajes que va recibiendo y de las relaciones que se van creando
a su alrededor.

En la construcción de la propia identidad existen mensajes que le ayudan


a definirse (¿quién soy?) y otros que le dicen cómo debería ser. Los segundos
le ayudan a formar lo que quiere ser. Con este punto de referencia (lo que
quiero ser), va a analizar lo que los demás le van devolviendo sobre lo que va
siendo. De este análisis o valoración personal surgen los pensamientos y
sentimientos sobre él mismo: la autoestima.

La formación del ideal de persona se hace a partir de las normas y valores


que el infante va recibiendo de los padres (en primer lugar) y de los
profesores y personas adultas, desde que el niño es pequeño. Más tarde
incorpora las valoraciones de sus iguales. Los demás se convierten en un
espejo donde el niño se ve.

En la formación de la autoestima tiene una importancia capital los


mensajes que los padres y adultos en general transmiten al niño. Estos
mensajes son de tres tipos:

1.Aquellos que transmiten una idea de sí mismo (como un espejo) y que


le ayudan a definirse.

2.Aquellos que le transmiten las normas y valores que el niño va


interiorizando para analizar la realidad y a sí mismo.

3.Aquellos que le transmiten una forma de situarse ante las


equivocaciones y errores.

Todo esto es clave para que desde la infancia se vaya construyendo un


buen autoconcepto y una sana autoestima.

La Escala de Autoestima de Rosemberg (EAR) (Rosemberg, 1965) tiene


por objetivo evaluar el sentimiento de satisfacción que una persona tiene
consigo misma. Este instrumento consta de 10 ítems generales que puntúan
de 1 a 4 en una escala tipo Likert. El rango del cuestionario es de 10 a 40, con
una puntuación tanto mayor cuanto mayor es la autoestima. El punto de corte
utilizado es 28.
7. ESCALA PARA EVALUAR EL CAMBIO

La actitud hacia el cambio es un factor pronóstico de gran importancia en


psicoterapia. En la terapia familiar nos encontraremos muchas veces con que
los diferentes miembros de la familia muestran distintas actitudes hacia el
cambio. Su valoración ayudará a cada individuo a progresar hacia relaciones
más satisfactorias.
8. TÉCNICAS USADAS EN TERAPIA FAMILIAR Y DE PAREJA
(Minuchin y Fischman, 1981)

A la hora de evaluar una sesión de terapia familiar el profesional debe tener


en cuenta las técnicas que utiliza el terapeuta, especialmente en contextos de
formación. Por ello incluimos aquí un resumen de técnicas.

1. Creación del sistema terapéutico. Apoyo y comprensión hacia la familia

ESTRATEGIAS:

1.1. Unión. Acciones del terapeuta con el fin de relacionarse con la


familia.

1.2. Acomodación. Aceptación de la organización y estilo de la familia


para lograr la alianza.

Mantenimiento de pautas transaccionales. Proporcionar un apoyo


programado a la estructura familiar. Rastreo. Planteamiento de
preguntas que clarifiquen la situación familiar.

Mimetismo. Señalamiento de las semejanzas entre el terapeuta-


familia.

1.3. Coparticipación. Hacer saber a la familia que el terapeuta los


comprende y trabaja para ellos.

Brindar protección y seguridad desde diferentes posiciones de


proximidad.

Cercana. Instrumento: confirmación (valida la realidad familiar).

Intermedia. Instrumento: rastreo (recopilación de datos).

Distante. Instrumento: dirigir en su condición de especialista.

2. Cuestionamiento de la organización familiar

ESTRATEGIAS:

2.1. Cuestionamiento del síntoma. Reencuadramiento

TÉCNICAS:

2.1.1. Escenificacion. Pedir que la familia «dance» en presencia del


terapeuta. Observación reglas que rigen pautas de interacción.

2.1.2. Enfoque. Organización y estructuración de los datos.

Seleccion elementos. Elaborar un tema para trabajar con él.

Redefinición del sintoma. Cambio de la visión de la realidad familiar.

Desfocalización en otro síntoma.


2.1.3. Intensificar. Hacer que la familia «oiga» el mensaje.

Repetición del mensaje. Repetición del contenido y la estructura.

Repetición de interacciones isomórficas. Repetición de mensajes que


en la superficie parecen diversos.

Modificación del tiempo. Prolongación o reducción del tiempo que


dura la interacción.

Cambio de la distancia. Ruptura de la distancia «adecuada» que suele


mantener la familia entre sí.

Modificación del componente afectivo.

Exageración del síntoma. Adoptar un carácter fatalista.

Desacentuación del síntoma. Normalizar.

2.2. Cuestionamiento de la estructura familiar. Reestructuración

TÉCNICAS:

2.2.1. Fijación fronteras. Modificar la participación de los miembros de


diferentes holones.

-Variar la distancia psicológica.

-Variar la duración de la interacción.

-Mantenimiento de la regla: nadie debe hablar por otro, decir lo que


siente o piensa.

2.2.2. Desequilibramiento. Modificar la jerarquía de las personas dentro


del holón.

Alianza con miembros de la familia. Con miembro periférico o


posición inferior (apoyo) o con miembro dominante
(sobreintensificación).

Alianza alternante. Atribuir pericias diferentes y complementarias


entre los distintos subsistemas.

Ignorar a miembros de la familia. Desatender a niños acaparadores y


refractarios o al miembro dominante.

Coalición contra miembros de la familia. Cuestionar y descalificar la


pericia de un miembro de la familia.

2.2.3. Enseñanza de la complementariedad. Visión de la realidad


interrelacionada. Cuestionamiento del conocimiento habitual de
los miembros sobre sí mismos y los demás.

Cuestionamiento del problema. No existencia de paciente


individualizado, sino relaciones disfuncionales. Cuestionamiento del
control lineal. Apuntar la reciprocidad de las conductas.

Cuestionamiento del modo de recortar los sucesos. Ampliar el


concepto de tiempo y encuadrar la conducta individual como parte de
un todo más vasto.

2.3. Cuestionamiento de la realidad familiar. Reestructuración

TÉCNICAS:

2.3.1. Empleo de constructos cognitivos. Diferente concepción de la


realidad, sin síntomas, flexible y pluralista.

Constructos universales. Cosas que «todo el mundo sabe».

Verdades familiares. Justificaciones de la familia. Metáforas que


simbolizan su mundo usadas como instrucción para ampliar la
realidad.
Consejo especializado. Explicación diferente basada en la
experiencia, conocimiento del terapeuta.

2.3.2. Intervenciones paradójicas. Uso ante familias rígidas, resistentes


al cambio y para evitar una lucha por el poder entre familia-
terapeuta.

Basadas en el desafío: redefinición del síntoma con connotación


positiva.

•Prescripción del síntoma.

•Restricción.

•Refrenamiento.

Basadas en la aceptación y el desafío:

•Inversiones. Directiva para que un miembro de la familia invierta su


actitud o conducta, para provocar respuesta paradójica en otro
miembro. En las familias hay miembros cooperadores y resistentes.

•Coro griego. Consulta como refuerzo de las intervenciones del


terapeuta.

Alternativas:

-Aceptar el no poder cambiar. Se sitúan en posición inferior.

-No aceptar el no poder cambiar. Romper la pelea familia-terapeuta.

2.3.3. Insistencia en lado fuerte de la familia. Búsqueda de alternativas


de interacción que genere conductas competentes con el fin de
dar la vuelta a la imagen que la familia expone de sí misma.

2.4. Técnicas generales de reestructuración


2.4.1. Dramatización de pautas transaccionales. Hacer que la familia
actúe en lugar de describir.

2.4.2. Recreación de canales de comunicacion. Estimular la


comunicación intrafamiliar en la sesión.

2.4.3. Manipulación del espacio. Redistribución geográfica de los


miembros de la familia en sesión.

Ubicación. Metáfora para intimidad o distancia entre personas.

Proporciona indicios de alianzas y coaliciones.

Centralidad y aislamiento.

Estimula el diálogo.

Modo efectivo de trabajar los límites.

2.4.4. Señalamiento de los límites. Crear intercambio flexible entre


autonomía e interdependencia de miembros de la familia.

Límites de los subsistemas:

-Conyugal.

-Parental.

-Fraterno.

2.4.5. Intensificación del estrés. Explorar la flexibilidad del sistema


familiar y la capacidad de reestructurarse y crecer.

Bloqueo de pautas transaccionales. Obstruir el flujo de comunicación


a lo largo de los canales habituales.

Acentuación de las diferencias. Señalar las diferencias que la familia


ha escamoteado.

Desarrollo del conflicto implícito. Destruir el mecanismo de


evitación de conflictos.

Unión en alianza o coalición. El terapeuta se une temporalmente a un


miembro o subsistema de la familia.

2.4.6. Asignación de tareas:

-En sesión: para dramatizar las transacciones de la familia y sugerir


cambios.

-Para casa: deberes que el terapeuta asigna.

2.4.7. Manipulación del humor. Utilizar el afecto predominante de la


familia, para manipular distancia, redesignar el afecto, e
introducir intensidad.

2.4.8. Apoyo, educación y guía.

2.4.9. Técnica del «sí, pero...».

2.4.10. Técnica del «sí y...».

OTRAS TÉCNICAS:

RESUMEN DE TÉCNICAS
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