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La muralla y los callejones: intervención urbana y proyecto político en


Lima durante la segunda mitad del siglo XIX

Book · January 1999

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Gabriel Ramón
Pontifical Catholic University of Peru
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LA MURALLA Y LO§ CALLEJONES
Intervención urbana y proyecto político en Lima
durante la segunda mitad del siglo XIX

Gabriel Ramón Joffré

prom ,,
SIDE A .
peru
Para Andrea

.© Seminario Interdisciplinario de Estudios Andinos, SIDEA


Comisión de Promoción del Perú, PromPerú

Se prohibe la reproducción total o parcial de este libro por cualquier medio sin permiso
expreso de SIDÉA y PromPerú.

SIDEA: Pallardelle 285 - 401, Lima 27, Perú


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Primera edición. Lima, Perú� agosto de 1999


1,000 ejemplares, impreso en Siklos S.R.Ltda.
Hecho el Depósito Legal: Registro Nº 15012299-3159

Diseño gráfico y diagramación: Gisella Scheuch

Carátula: Detalle de Plano de la Ciudad de Lima, de Antonio María Dupard (1859)

Fotografía de la solapa: María Julia Tavera


GABRIEL RAMÓN JOFFRÉ LA MURALLA Y LOS CALLEJONES

3.4. La cirugía inacabada debía resultar de la ampliación del ancestral pasaje de Petateros, situado en
pleno centro de la urbe, precisamente al lado de la Plaza de Armas155•
3.4.1. La soñada urbe: del callejón de Petareros a la avenida 28 de juli01s3 · Existente desde los inicios del periodo colonial, la callejuela de Petate­
ros era un ejemplar único en el tejido urbano de Lima, pues dividía una
A los trabajos diversos de ensanche urbano, higiene y ornato (...) hay que manzana por el medio156 • Su estratégica localización la hacía atractiva, espe­
agregar ahora la apertura de una vía central que partirá del vetusto-Calle­ cialmente por el contraste existente entre lo aglomerado de sus casuchas y el
jón de Peta teros, a la actual estación ferroviaria de San Juan de Dios y que lujo de las residencias vecinas. A mediados del siglo XVIII, en las coordena­
será expropiado por el Supremo Gobierno (...) Una ancha vía cortará la das del proyecto urbano borbónico, el padre Francisco del Castillo (1948)
parte más central de Lima en una extensión no menor de 600 metros había calificado este espacio como una "faltriquera" del diablo. Con el ímpe­
abriendo un pulmón nuevo a esta ciudad que se asfixia entre sus angostas tu higienista -y especialmente al finalizar la epidemia de peste bubónica de
calles, y quiere con buen derecho, imitar grandes avenidas que se han 1903-, Petateros fue señalado como lugar apestado, oscuro y peligroso. Se
abierto en Río de Janeiro, después del hermoso ejemplo de Buenos Aires. convirtió _en uno de los símbolos de aquella ciudad bárbara que amenazaba
Prisma 1906154 la pretendida arcadia urbana 157• Situación más vergonzosa todavía en la
medida que este antro lindaba con el cuadrilátero a partir del cual debían
Las argumentaciones historiográficas sobre la ciudad suelen b asarse en los irradiarse las señales de la civilización [Gráfico 7].
monumentos, en el sentido de obras hechas, concluidas , o en inauguracio­ En una audaz empresa, las autoridades municipales pretendían con­
nes, sin referirse a aquello que sólo se pensó hacer, o que no sobrepasó los vertir el estrecho paisaje en una enorme avenida que comunicara la Plaza de
límites del documento (decreto, mapa, etc.). Sin embargo, los proyectos urba­ Armas con la estación de tren de San Juan de Dios (futura plaza San Martín).
nos -más allá de su efectiva realización- constituyen formalizaciones de los Para esto era preciso ampliar las dimensiones de Petateros y cortar otras
sueños de la ciudad oficial y permiten conferir sentido a .elementos que de cuatro manzanas por el medio (incluyendo el convento de Nuestra Señora de
otro modo quedarían -artificialmente- aislados o dispersos. Monumentos y la Merced). Se trataba de la pieza central del sistema de avenidas radiales
documentos no pueden ser disociados pues son evidencias de un mismo que se pretendía instalar en la ciudad. Era el clímax de un largo sueño que
proceso. Una aproximación a las ambiciones infraestructurales de las auto­ tenía como referente a las reformas urbanas hechas bajo la administración
158
ridades municipales limeñas puede hacerse a través de las peripecias' as o­ del barón de Haussmann en París (1853-70) • Se imaginaban grandes arte-
. . . .
ciadas al trazado de grandes avenidas o arterias urban as, considerando que
>$ Otro proyecto urbano que podría ser trabajado en esta perspectiva es el de M.A Fuentes (1858) (Cf. Ramón
se trata de elementos diagnósticos donde "las instituciones del señorío mun­ 1994).
dano y espiritual de la burguesía encuentran su apoteosis" (Benjamin 156
Inclusive aparece en los mapas antiguos, como por ejemplo la reconstrucción de Bromley (1613) y en el de
Bernardo Clemente Príncipe (1674) (Cf. Gunther 1983:mapas 1,2).
1980:187). Como otras capitales del continente en proceso de moderniza­ 151 En este dima se afirmaba "El callejón de Petateros aúri está en pié y podríamos apostar que en el próximo mes

ción, Lima no fue ajena a estas tentativas y/o transformaciones, siendo espe­ las ratas apestadas que existen en ese pasaje, continuarán tranquilamente su tarea de muerte" (Variedades
1908:97). En el mismo sentido -dejando claro el rumbo de la "higienización"- estaba dirigido el comentario
cialmente ilustrativo lo que sucedió con la nonata avenida 28 de julio que sobre la indiferencia municipal para erradicar a la "chusma vil" de Petateros (Ibid.:129-30).
15' Como ya ha sido indicado, se trató de la apropiación parcial de las estrategias parisinas, es decir los

elementos introducidos en la capitaUrancesa, variando de ciudad en ciudad. El Buenos Aires de Torcuato de


Alvear y el Río de Janeiro de Pereira Passos fueron los casos más radicales. En un segundo plano quedaría el
Santiago de Vicuña Mackenna, para finalmente llegar a Lima o Quito donde las alteraciones fueron muy
153
En este único caso el término callejón alude a su segunda acepción en lálengua castellana. Nose trata de una limitadas. Sin embargo, resultan muy interesantes: la constante referencia a los modelos y la semejanza de los
forma de vivienda, como ha sido utilizado hasta ahora, sino de un pasaje estrecho o callejuela oon dos salidas. elementos escogidos, v.g. boulevards, espacios verdes, entre otros. La experiencia haussmanniana resultó un
Esta advertencia se justifica en la medida que el término ha causado confusiones (por ejemplo véase Panfichi y verdadero paradigma para las transformaciones urbanas del siglo diecinueve y su efectividad se ratifica
Portocarrero 1995:foto 5). considerando que este trance significó una mayor uniformización morfológica de las capitales latinoamerica­
154
Tomado de Abad y Cárdenas 1975:56. nas (Romero 1976,'Hardoy 1987). Vé ase la nota 11 de la Introducción.

184 185
GABRIEL RAMÓN JOFFRÉ LA MURALLA Y LOS CALLEJONES

rías urbanas que, partiendo de la periferia, llegarían al centro de la vieja


ciudad, comunicando el corazón y las extremidades con el objetivo de obte­
ner un "embellecimiento estratégico" que permitiera la exhibición de los nue­
vos iconos urbanos (plazas, monumentos, edificios, etc.) y simultáneamente
auxiliara a las autoridades policiales en la vigilancia cotidiana, acabando
con los espacios oscuros y facilitando su desplazamiento. Era una suerte de
intervención quirúrgica destinada a dotar a Lima de las vías precisas para la
adecuada circulación de los nuevos flujos, que la estrecha infraestructura
tradicional parecía dificultar. Si el trazado en cuadrícula había sido eficiente
para los peatones, los caballos y los carruajes, ahora la ciudad necesitaba
adaptarse a las exigencias del tren, del automóvil y del tranvía159•
En los mapas de la segunda mitad del siglo diecinueve se puede leer el
trayecto del sueño de la ciudad oficial, obteniendo una clara perspectiva de
cómo las grandes avenidas fueron apareciendo en el trazado limeño y el rol
estratégico que 1� hipotética avenida 28 de julio tendría en él. Los mapas de
Manuel Atanasia Fuentes (1858), Antonio María Dupard (1859) y Mariano
Bolognesi (1862) (Cf. Gunther 1983:mapas 9, 10, 11) retratan lo que_ podría
denominarse la ciudad tradicional, presa aún entre las murallas. El centro
fue regularmente configurado y la periferia marcada por la sinuosidad, dato
espacial y cronológicamente relevante pues da cuenta de cómo el proyecto
urbanístico del primer siglo colonial fue paulatinamente abandonado. No
obstante, ya en estos mapas pueden hallarse algunos trazos de la urbe del
porvenir, precisamente situados en la periferia. Se trataba de las vías férreas
(al Callao y a Chorrillos) y de las calles adyacentes a algunos de los portales
(especialmente Callao, Santa Catalina y Barbones) que insinuaban la gran
extensión y el alineamiento regular de las nuevas arterias urbanas.
Durante su gobierno, el coronel José Balta -propulsor de decisivas
reformas urbanas, entre las cuales destacó la demolición de las murallas­
contrató al ingeniero catalán Luis Sadá (1872) para elaborar el mapa de
"ampliación" de la ciudad de Lima. Este mapa regulador de la futura urbe es
Gráfico: un verdadero manifiesto urbano que muestra el ímpetu constructivo de la
7. Foto de Petateros [Memoria de la Municipalidad de Lima 1901]
159
Esta discusión sobre la apertura de las calles podría remitirse a la década de 1849, cuando a raíz de la
construcción del Mercado Central (1854) se suscitaron riñas entre el gobierno y las monjas del Convento de la
Concepción, que debía ser expropiado y perforado. El entonces ministro Paz Soldán afirmó, corno una de las
justificaciones de la intervención,que los terrenos del convento al ocupar dos manzanas juntas interrumpían la
comunicación entre los barrios superiores e inferiores de la ciudad. Finalmente dando inicio simbólico al ciclo
aquí tratado la manzana fue dividida por la mitad (Rodríguez 1995:400).

187
GABRIEL RAMÓN JOFFRÉ

ascendente elite limeña 160 [Mapa C]. El punto central de la propuesta lo cons­
tituyen las vías de comunicación, específicamente los puentes y las grandes
avenidas o alamedas. Los primeros (ya existían dos, uno estaba en construc­
ción y otros dos sólo en proyecto) tenían como función básica la conexión
entre las dos márgenes del río Rímac. Las segundas conformaban un .sistema
de conexión con los puentes y debían permitir el tránsito fluido en la.·:perife­
ria limeña. Comenzando en el extremo septentrional de la ciudad cerca de la
antigua portada de· Guía en la zona del Rímac, las alamedas atravesaban el
río pasando por dos plazas todavía en proyecto (futuras plazas Castilla y
Bolognesi), hasta llegar al límite meridional. De afü. -siguiendo el trazo de
las antiguas murallas- debían desembocar en una enorme plaza al este de
Lima dé la cual partirían varias avenidas radiales. Aunque la mayoría de las
alamedas existiera sólo en proyecto, el mapa muestra tres aspectos destaca­
ble¡¡: a. el interés por conectar la periferia urbana, b. la nula intervención en el
centro de la ciudad, y c. el énfasis en establecer plazas y alamedas en el
extremo oriental de Lima, sección caracterizada por la masiva presencia po­
pular.
Una década después, en el mapa de P.V. Jouanny (1880) [Mapa D] -en
consonancia con la propuesta de Sadá- se observa que el espacio anterior­
mente ocupado por las murallas se había convertido en la enorme avenida
de Circunvalación, siendo precisamente en sus inmediaciones donde se evi­
denciaban dos significativas alteraciones. La primera en el espacio de la
�ntigua plaza de la portada del Callao -una de las últimas grandes obras del
gobierno borbónico (1801)-, donde fue erigida la Plaza Dos de Mayo (1874).
Esta era la primera edificación del génerÓ en Lima, y sirvió para quebrar los
límites de la antigua urbe, tanto por su ubicación éomo por sus dimensiones
y por el proyecto que sugería161 • Se trataba de una enorme columna íntegra­
mente diseñada por artistas franceses -y hasta originalmente exhibida en
Parí�- en homenaje a los héroes del combate homónimo (1866) entre la es­
cuadra española y su contraparte peruana. Se situaba en una gran plaza
circular, y frente a ella, las casas de lo·s alrededores aparecían diminutas y
rústicas. Puede decirse que era un elemento de la nueva urbe, o un elemento

160
En 1875 el gobierno de Manuel Pardo aprobará un segundo proyecto del ingeniero Sadá (más económico)
en áreas públicas. Véase el mapa de Sadá en Bromley y Barbagelata (1945).
161 Sobre este espacio, consultar Unánue (1801) para la portada del Callao y Ledgard (1978) y--especialmente-

Majluf (1994) para la plaza Dos de Mayo. 1

188
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LA MURALLA Y LOS CALLEJONES

aislado que poco a poco fue condicionando la arquitectura de sus alrededo­


res y de los espacios análogos, creando así su propio contexto162• Ftie la pri­
mera plaza redonda de la ciudad, en la cual convergían cuatro avenidas
rectas que se encontraban en una dirección totalmente distinta a la del traza­
do colonial inicial, con cuyas calles formaban ángulos de 45 gr.ados 163 • La
otra transformación fue la aparición de una nueva vía férrea con destino al
poblado de Magdalena, que atravesaba la portada de Juan Simón y mantenía
la misma dirección de la vía férrea del Callao y de las calles que desemboca-
. ban en la plaza Dos de Mayo.
Para com1.enzos de siglo, el mapa de Santiago Basurco (1904) muestra
una urbe en plena transformación [Mapa E]. Lo relevante en este dibujo del
c;:onocido ingeniero-higienista es que, además de la infraestructura existente,
incluye algunos trazos del proyecto urbano de la soñada urbe en proceso. Se
registra una ampliación de las transformaciones esbozadas en el mapa ante­
rior (1880), pues aparecen dos plazas (de la Unión y Bolognesi) que, junto
con la del Dos de Mayo, conforman un sistema de nódulos que unen la�
nuevas secciones de la avenida de Circunvalación (avenidas Alfonso Ugar­
te, 9 de diciembre y Grau). Será precisamente del punto central de esta arteria
urbana, la plaza Bolognesi, de donde partirán los trazos de la urbe del futu­
ro. La particularidad de esta plaza reside en que, dada su localización "an­
gular", debía conjugar el orden de las viejas y las nuevas calles (las del traza­
do colonial inicial y las paralelas a las líneas de las vías férreas). Precisamen­
te la imaginada avenida Central, que átravesaría la ciudad de sur a norte,
debía partir de la citada plaza, juntarse con la calle de la Unión; pasar por el
lado izquierdo de la Plaza de Armas y llegar hasta el cerro San Cristóbal, en
la otra ribera del río Rímac 164 • La otra hipotética avenida era la Interior, que
cortaría la urbe de oeste a este comenzando en la plaza Dos de Mayo, pasan­
do por la proyectada plaza San Martín hasta llegar a la avenida Grau. Signi­
ficativamente, fuera de los límites marcados por las antiguas murallas, todos
los nuevos barrios (existentes o proyectados) como la Victoria, en el sur, o
162
Respecto a la arquitectura de los alrededores cabe señalar que en la década de 1920, por orden del industrial
Víctor Larco Herrera, fueron construidas ocho casas alrededor de la plaza según el modelo de la Place de
L'Etoile de París (Ledgard 1978). Para lo segundo (los espacios análogos), es preciso considerar el padrón
morfológico que se mantuvo en las otras plazas de la periferia (Unión y Bolognesi, y en menor medida Grau).
163
Luis Rodríguez (1979) destaca el contraste y la novedad qu,e significó la introducción del trazado en estrella
(afrancesado) frente al reticulado colonial tradicional.
161 En el mapa se señala que tal proyecto de avenida había sido oficializado por el decreto supremo del 3 e
p
febrero de 1899.

193
GABRIEL RAMÓN JOFFRÉ LA MURALLA Y LOS CALLEJONES

Terrenos de San Martín en el sudeste, retomaban la primitiva modalidad de


cuadrícula.
La primera década del siglo será marcada por la administración del
alcalde Federico Elguera, ex diputado, abogado y literato, encargado de la
ciudad de Lima entre 1901 y 1908 y artífice de muchas de sus transfo rmacio­
nes. Durante este periodo se renovaron plazas (de Armas, Recoleta), se cons­
truyeron mercados (de la Aurora, del Baratillo), se inauguró el Instituto Mu­
nicipal de Higiene, etc. En este contexto, en el que también se promovía el
establecimiento de grandes avenidas que cortaran la ciudad, aparecieron las
primeras alusiones a la avenida 28 de Julio. En la sección Expropiaciones de la
Memoria de la Municipalidad (1901:53) se mencionan dos proyectos: la am­
pliación de lá callejuela de Petateros y la prolongación de fa calle Albaquitas
hasta la pequeña plaza de San Pedro Nolasco, atravesando una manzana.
Mientras el segundo proyecto no encontraba mayores resistencias165, el pri­
mero se convirtió en el centro de la discusión, pues los propietarios de las
casas que debían ser expropiadas y demolidas no concordaban con los fun­
cionarios municipales. Después de sustentar brevemente la necesidad de la
reforma, las autoridades dejaron clara su preocupación: "Dejar el callejón de
Petateros, es dejar un foco de infección y de impudor en el corazón de la
ciudad". Como complemento gráfico, junto con las fotos de las últimas refor­
mas en la Plaza de Armas, se incluía un ilustrativo dibujo que mostraba una
enorme avenida -propiamente un boulevard-, flanqueada por lujosos edifi­
'
cios de estilo neoclásico de dos pisos, con árboles ordenadamente dispues­
PLANO tos en ambos lados, algunos faroles y un gran edificio al final de la perspec­
LIMA tiva. Los personajes retratados están elegantemente vestidos y, además de
s.m1AGo'i.1.1l\St1tro
•),O.•'""'' w Uh;.i los peatones, hay algunos hombres a caballo o en carruajes que recorren la
li_.:,n,,r1 111 ,;�tr.C111itl
-"1004·•" avenida en dos direcciones [Gráfico 8a].

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·-·-_..-·-·�-
¡....:;;:..;_. __ _
•,,W,=,l,,,.,J, :.�.:,"� _,..._ _, , Un lustro después, la pretendida reforma de Petateros se mantenía
incólume como uno de los objetivos del proyecto urbano. Continuando con el
estilo de Sadá (1872) y el de Basurco (1904), el mapa del ingeniero civil Ricar-:­
do Tizón (1908) incluía elementos del proyecto oficial, indicándolos con un
trazo distinto al de las calles existentes. La novedad residía en que se trataba
del primer mapa que señalaba el trazado de la futura avenida 28 de Julio. Del

Mapa: 165 Esta obra se realizó en 1909, con el trazado de la calle Billinghurstprecedida po� la destrucción del callejón
E. Santiago Basurco (1904) Otaiza, asunto que se tratará en el siguiente acápite.

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GABRIEL RAMÓN JOFFRÉ LA MURALLA Y LOS CALLEJONES

mismo modo, las Memorias de la Municipalidad continuaron con la discusión


del tema. En la de 1906, el alcalde Federico Elguera apoyaba tal proyecto
recurriendo a una justificación de higiene urbana que sustentaba con argu­
mentos jurídicos: las leyes de "expropiación forzosa" (1900) y de "apertura de
avenidas" (1903). Con la típica jerga sanitarista, Elguera afirmaba que las
avenidas funcionaban como las "arterias en la circulación urbana", con las
cuales las ciudades antiguas "se sanean, embellecen y modernizan". Para tal
fin existían dos procedimientos: la ampliación de las calles estrechas y la
apertura de nuevas calles por el centro de las manzanas ya edificadas. El
burgomaestre recomendaba para el caso específico de Lima el segundo, debi:­
do a que ésta ciudad contaba con un "plano regular y paralelo". Con una
perspectiva continental, sefialaba que no se debía seguir el modelo de refor­
ma paulatina practicada en Santiago de Chile, pero sí una transformación
inmediata como la llevada a cabo en Buenos Aires, cortando las viejas man­
zanas "logrando así, a la vez que su embellecimiento, su verdadera higieni­
zación"; con frases que podrían haber salido de boca del barón de Hauss­
Gráfico:·
8. Perspectivas de la avenida 28 de Julio: mann. La ph,meada avenida 28 de Julio debía cumplir un papel análogo al de
a. [Memoria de la Municipalidad de Lima 1901] la portefia avenida de Mayo: uniendo la plaza principal de la ciudad con la
sede del parlamento (que en el caso de Lima sería trasladado al espacio
ocupado por la estación ferroviaria San Juan de Dios). El recurso comparati­
vo del alcalde revelaba las connotaciones internacionales del proyecto e,
indirectamente, un significativo cambio de referentes: mientras en el periodo
colonial la capital peruana había servido como una suerte de modelo de la
metrópoli hispánica en América, ahor� Buenos Aires funcionaba como el
intermediario continental de la "capital del siglo diecinueve"166•
Junto con el proyecto de Elguera se incluía un dibujo, en una disposi­
ción semejante al anterior (1901), sólo que ahora el punto de observación se
ha desplazado, otorgando mayor majestad a la infraestructura. Los edificios
han crecido, adquiriendo mayor uniformidad. Se trata de edificios de cuatro
pisos, al más puro estilo parisino (¿o bonaerense?), sin árboles ni faroles en
los lados y con un -casi indistinguible por la distancia- edificio al fondo.
Quizás para dar un aire local al neutral cosmopolitismo del dibujo, se inclu-

166 Este papel modélico de Buenos Aires también vale para otras ciudades como Río de Janeiro. En un dibujo
Gráfico:
aparecido en 1896 en la revista carioca "Don Quixote", la sede de la Corte aparece retratada como un chiquero,
8. Perspectivas de la avenida 28 de Julio: mientras que Buenos Aires y Montevideo como dos sefioritas de ejemplar elegancia (Cf. Chalhoub 1996:Ilustra­
b. [Memoria de la Municipalidad de Lima 1906] ción 7).

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LA MURALLA Y LOS CALLEJONES
GABRIEL RAMÓN JOFFRÉ

yen algunas banderas peruanas, sin las cuales el panorama podría pertene­
cer a cualquier otra capital de Occidente [Gráfico 8b].
En la Memoria de la Municipalidad de 1908 (:32-3) se da cuenta de las
nuevas dificultades existentes para la construcción de la avenida. Los anti­
guos propietarios continuaban resistiéndose a la expropiación. Mientras tan­
to, las autoridades insistían en que "la higiene, el ornato, el tráfico, todo
exige, reclama é impone abrir la Avenida 28 de julio y dejar terminada esa
vía, para la fecha del Centenario de la Independencia", es decir en 1921.
Para agitar más aún el panorama, en abril d.e 1909 algunas de las
viejas casas de Pet_¡iteros se incendiaron, ante lo cual se renovaron los comen­
tarios a propósito de la reforma. Tratando del siniestro, el cronista del hebdo­
madario conservador Variedades señalaba -irónicamente- que, no obstante
la rápida extinción de las llamas, quedaba en el aire otra consideración: "...
quizás habría sido una solución purificadora la de la barata extinción por
las llamas del vetusto pasaje", advirtiendo enseguida que tal "monstruoso
deseo no ha sido sino pasajero y fugaz en la mente del inofensivo Cronista"
(1909:104-5).
Sin embargo, ni las autoridades, ni el fuego de sus deseos, consiguie­
ron acabar con esta pesadilla para la ciudad decente. En el detallado mapa
de Berrocal (1924) -inmediatamente posterior al de Tizón de 1908-, se puede
observar el epílogo momentáneo del proyecto urbano de la Repó.blica Aristo­
crática. De los tres aspectos destacados del proyecto de Sadá (1872), el prime­
ro había sido parcialmente cumplido, pues las grandes secciones- de la anti­
gua avenida de Circunvalación estaban concluidas, conformando un ángu­
lo recto con la plaza Bolognesi en el vértice. En el segundo aspecto se produjo
una innovación debido a la aparición de avenidas de penetración, como la
Interior, que se encontraba parcialmente construida permitiendo la comuni­
cación directa entre la plaza Dos de Mayo y la de San Martín, ahora engala­
nada con la estatua ecuestre del militar argentino167• Entretanto, la avenida
Central continuaba sólo como idea y para llegar desde la plaza Bolognesi a
la de San Martín, era preciso seguir un sinuoso· trayecto. Más aún, el proyecto Gráfico:
9. Foto de la avenida Piérola, desde la plaza Dos de Mayo
de la avenida 28 de Julio había sido abandonado. La reforma se limitó a
rebautizar el pasaje con el norribre de un héroe secundario del panteón ofr-

167 Esta foto de la década de 1930 de la avenida "La Colmena" -desde la Plaza Dos de mayO..:. muestra una
notable semejanza con la perspectiva idealizada de 1906, evidenciando la constancia del proyecto [Gráfico 9].

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GABRIEL RAMÓN JOFFAÉ LA MURALLA Y LOS CALLEJONES

cial (José Olaya) y la "patriótica" denominación de la imaginada avenida fue del barrio chino, de la calle del Capón, y especialmente del callejón Otaiza,
aprovechada en una de las principales calles del extremo sur de la ciudad. permite auscultar -en un espacio reducido y con un grupo étnico en particu­
Resultó así que, mientras en la periferia se construyeron avenidas de co­ lar- el proceso mayor esbozado para todo Lima.
'nexión, el trazado regular del centro perduró intacto, cerrado a las majestuo­
sas vistas panorámicas que la ciudad oficial había alucinado. En sintonía l. Los "hijos del celeste imperio" fueron traídos al Perú con el objetivo de
con los higienistas, se podría decir que ninguna de las tradicionales manza­ sustituir a los esclavos negros como fuerza de trabajo en el campo. La aboli­
nas del "corazón" fue atravesada por las "arterias urbanas" 168• ción oficial de la esclavitud (1854) determinó la aceleración de este proceso,
haciendo más necesaria la presencia de la mano de obra barata, incentivan­
do así la importación masiva dé coolies. Reclutados en diversos poblados de
3.4.2. Destruyendo Sodoma: del callejón Otaiza a la calle Billinghurst la China, estos trabajadores comenzaron a llegar al país desde 1849, con
contratos laborales de aproximadamente ocho años, siendo sometidos a con­
Y miró hacia Sodoma y Gomarra(...) y vio que de diciones de semi-esclavitud. En el siglo XIX se pueden distinguir dos mo­
aquella tierra subía h\imo, como el humo de un horno. mentos claves en este tráfico. De 1849 a 1864 llegaron entre 45,000 y 50,000
Génesis 19:28 chinos y el mismo número entre 1870-4. Entre 1903-1909 se dio una nueva -
la última- coyuntura en la que llegaron 12,742 chinos, sólo que en esta oca­
El callejón Otaiza yace en escombros: postrémono� ante sus despojos. sión se trataba de inmigrantes libres (Rodríguez 1995:417)169 • Los inmigran­
Variedades 63 (1909) tes chinos siempre fueron minoría en Lima. En 1876 constituían el cinco por
ciento de su población, descendiendo hacia poco menos de cuatro en 1891
Todo aquel que participa de la instauración de un nuevo orden precisa defi­ (Middendorf 1973/1:143; Gunther y Lohmann 1992:cap. II).
nirse respecto a lo existente, inclusive con lo más burdamente físico. Desde la Considerando las condiciones estipuladas en el contrato, sólo des­
cima, los escombros de la infamia se observan como evidencias de la civiliza­ pués de aproximadamente una década los primeros chinos llegados al Perú
ción. En los inicios del siglo veinte los nuevos misioneros de la salud estaban consiguieron salir de los centros de trabajo, especialmente haciendas, en las
demarcando el sendero de la Lima del futuro. Para entonces, la utopía sanita­ que se encontraban recluidos. Entre los destinos que imaginaban esos pa- ·
ria había llegado a su clímax. Los ojos de los especialistas no sólo observa­ rias, la capital del país constituía la meta más atractiva. En el interior de
ban minuciosamente el conjunto de la ciudad, sino que además definían sus Lima escogieron un lugar de intensa actividad comercial, las vecindades del
nuevos trazos. Este momento del impetuoso proceso de recuperar la urbe im­ nuevo Mercado Principal (1854), en el segundo cuartel. Precisamente de esta
plicaba la construcción de grandes avenidas (como la imaginada 28 de zona procederán las primeras (y prácticamente todas) referencias a los chi­
Julio) y, simultáneamente, la extirpación de los espacios infectos, de las dimi­ nos de Lima. Desde mayo de 1859, la ciudad oficial no dejó de atender a este
nutas Sodomas, de las aviesas Gomarras, diseminadas por el deteriorado grupo que tenía hábitos distintos a aquellos que ella propugnaba. El primer
tejido limeño. La estrategia consistía en identificar lo nuevo con el progreso, relato conocido sobre el barrio chino evidencia la novedad que constituía en
y lo diferente con el atraso, y proceder en consecuencia borrando las eviden­ el panorama lipteño,
cias de la barbarie. Entre las diversas alteraciones acaecidas en este trance, Anoche por la calle del Capón se hacía notable una casita pequeña muy bien alum­
una es especialmente significativa por sus connotaciones. En efecto, el caso brada, y por entre la juntura del postigo se veían dentro como hasta trescientos

168
Respecto al tercer aspecto del mapa de Sadá (énfasis en la populosa sección oriental),se había adoptado otra 169 Aunque con objetivos diferentes, el trabajo de Rodríguez sobre el callejón Otaiza constituye aquí una referen­
estrategia, de la cual i nforma el siguiente acápite. cia indispensable.

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GABRIEL RAMÓN JOFFAÉ LA MURALLA Y LOS CALLEJONES

culíes, que celebraban alguna ceremonia del culto Fok (o Far), o bien discurrían propiamente urbana, tenía su portavoz en Clemente Palma, y su manifiesto
algún negocio de estado. Lo notable de ese siniestro aquelarre era la fetidez que en el cuento "La última rubia" aparecido a inicios de siglo � • Este notable 1 1

emitía la casa de la reunión; era un olor ocre, fuerte y pronunciado a ese opio en bruto literato -hijo de Ricardo Palma-, director de la revista Variedades y teórico del
con que acostumbran entretener sus sesiones (El Comercio 2 mayo 1859/ Rodrí­ "racismo científico", era uno de los personajes más conocidos de la Lima del
guez 1995:397). momento. En su emblemático relato futurista -ambientado en el año 2279-
narra la desaparición de los "blancos" (la raza aria) de la faz de la tierra172. En
Esta distancia se fue incrementando por el rápido cambio de status de su desesperado viaje por el mundo en busca de una parienta suya, quien
los coolies, que en poco más de una década pasaron de semi-esclavos a teóricamente mantenía los rasgos de la mentada raza (la última rubia), el
pequeños comerciantes, mientras que los otros grupos subordinados ·mante­ atribulado protagonista acaba descubriendo que -¡horror!- también perte­
nían una situación más estable. Así sucedía en el caso de los negros, que a necía a la denostada raza "amarilla". Este cuento retrataba la pesadilla colec­
pesar de haber obtenido la categoría de libres, en términos generales conti­ tiva de una elite temerosa al cambio y que pretendía evitar cualquier forma de
nuaban ejerciendo determinadoi:j oficios y ocupando una posición social quiebre o misegenación social. Con tal objetivo, era necesario crear barreras.
correspondiente. En una sociedad cuyas elites desde antaño se habían en­ "Demostrando" la incapacidad de ciertos grupos para ejercer la ciudadanía,
cargado de establecer las más intrincadas clasificaciones étnico-sociales con se trataba de hacer "natural" una cuestión coyuntural, olvidando contextos y
el fin de mantener sus privilegios, nada podía resultar más intolerable -por orígenes. Todo esto se traducía en el pavor a la "repugnante raza asiática".
nuevo y corrosivo- que la ascensión de grupos como los. chi�os. Ante esta Sin embargo, no sólo se trataba de cuentos. En su famosa tesis "El
situación, cabría entonces preguntarse ¿por qué continuaba el tráfico de mano porvenir de las razas en el Perú" (1897), presentada para obtener el grado de
de obra oriental al Perú?, importada precisamente por potentados peruanos. bachiller en Letras en la Universidad de San Marcos -por tanto institucio­
Aquí es preciso mencionar la existencia de diferencias al interior del grupo nalmente consagrada-, Clemente Palma sistematizaba sus obsesiones, esta­
dominante (Portocarrero 1995:233). Por un lado estaban los hacendados que bleciendo una escala semejante a las usadas por los sanitaristas. Se trataba
necesitaban de empleados baratos, sin importarles su grupo étnico o nacio­ de manifestaciones de un discurso matriz, que teniendo variaciones de gra­
nalidad, pues sus relaciones eran totalmente verticales. Por el otro, estaban do, situaban al criollo y al ario en la cima y al indígena y al chino en lo más
los criollos vinculados a la burocracia estatal, a los servicios y otros negocios bajo. El refinamiento de los diversos métodos de clasificación, registro e iden­
urbanos, cuya principal preocupación residía precisamente en el entorno tificación, evidencia la necesidad de �a acorralada elite de dar cuenta del
limeño y para quienes la presencia de asiáticos como vecinos significaba la "otro". En este contexto, los chinos constituían el grupo más atípico y peligro­
potencial "contaminación étnica" y la "degeneración social". Esta contradic­ "so, por lo cual no resultaba extraño que los especialistas los situaran en el
ción provocaba que, mientras unos asumían abiertamente el lucrativo nego­ último renglón de la escala étnico/social,
cio de la importación de coolies, otros se preocuparan por acabar con tal la raza china, raza inferior y gastadísíma, importada para la agricultura, cuando la
empresa o disminuir al mínimo los contactos con la población china de Lima.
Sin embargo, no sólo se trataba de los orientales sino del rechazo de todos
aquellos grupos étnicos fuera del patrón ideal170 • El grupo "afectado", la elite rados en muchas ocasiones como síntomas de la degeneración de la raza y una amenaza al futuro de la especie
(Reyes 1996:237). .
m Este relato fue incluido en Cuentos Malévolos impresos por Salvat en Barcelona (1904). Fue pubhcado en la
revista limeña Prisma (46) en julio de 1907, con dibujos. Aquí se utiliza la edición peruana de 1974.

1 Del otro lado del continente,en el Río de la Plata,donde la migración fue mayoritariamente blanca/europea .
172 Aunque habría que contextualizado antes de intentar cualquier clasifica�ión, el siguiente �árrafo permite
(lo que teóricamente debía hacer felices a las elites) también surgieron problemas. La magnitud de la migración captar la sintonía del mentado cuento: "En el año 2279 los mongoles y los tartaros, esas malditas razas ama­
hizo zozobrar las estructuras de Buenos Aires ante lo cual los preocupados patricios locales participaron de rillas, habían inundado el mundo y malogrado las razas europeas y americanas, con la mixtión de su sa�!l;e
la creación de toda una mitología nefasta respecto al inmigrante,especialmente contra el italiano y el judío Cf. impura. No había rinconcillo en el mundo á donde no hubiera llegado y estampado la huella de su maldmon
Salessi 1991 y Gargurevich 1994. En Montevideo los hábitos populares fueron duramente criticados, conside- étnica... " (Palma 1974:103).

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GABRIEL RAMÓN JOFFRÉ

República abolió la trata de negros, raza viciosa en su vida mental, completamente propiciar su extinción. En su citada tesis de bachillerato en medicina, el
abotagada la vida nerviosa por la acción del opio, raza sin juventud, sin entusiasmos, futuro doctor Juan Antonio Portella (1903:28-9) consignaba e�tre las tareas
de un intelectualismo pueril a causa de su misma decrepitud, y en el que el carácter urgentes de las autoridades municipales la creación de un barrio chino espe­
de la raza por el régimen despótico se ha hecho servil y cobarde (Palma 1897/Porto­ cífico que,
carrero 1995:226). . .. al mismo tiempo que destruiría y alejaría de la ciudad, muchos de los focos de
infección formados por la mísera y repugnante raza asiática, haría mas fácil la adqui­
La violencia rebasaba la retórica: esto quedaba especialmente claro en sición de las propiedades habitadas por ella, así como el convertir, la mayor parte, en
el caso de la colonia china. Toda coyuntura de peligro para la ciudad oficial vías públicas.
resultaba en violencia precisamente contra este desvalido grupo. Así, duran­
te !� epidemia de �iebre amarilla (1868), que provocó una de las mayores Sin duda, éste era un codiciado objetivo· de la elite local que, años
. después, también fue defendido por Basurco y Avendaño (1907 :86). Con
cns1s urbanas del siglo XIX limeño, comenzaron las exigencias para desalo­
jar a los chinos de la zona que ocupaban en el cuarto distrito, pues, según el mucho mayor radicalismo que su antecesor, estos especialistas manifesta­
cronista del periódico El Comercio (23 marzo 1868), sus residencias eran po­ ban que la· colonia china debía ser obligada a
... construir un barrio especial -lejos de los centros poblados y en una zona por
tenciales epicentros epidémicos. Otro trance significativo se dio durante la
guerra del Pacífico (1879-1883): poco antes del ingreso de las tropas chilenas donde no se pronuncie la expansión de la ciudad- para la multitud de individuos de
a Lima (15-16 de enero de 1881), las instituciones oficiales se desmoronaron esa nacionalidad que famélicos y harapientos, hacinan las tiendas y las casas próxi­
dejando a la ciudad desvalida ante lo que se denominó la "Comuna" limeña, mas á los mercados, envenenandQ el ambiente con los vapores virosos del opio que
es decir la rebelión popular, con saqueos, incendios y muertos (Me Evoy fuman y mefíticos de la inmundicia que los rodea y pervirtiendo al bajo pueblo, de
1997:213-214, 240). En esta ocasión, una de las consecuencias fue la matan­ preferencia á las mujeres y niños, con la práctica de los más abominables vicios. Esas
za de 300 a 350 chinos y la destrucción de sus tiendas, culpándolos por la · agrupaciones (... ) constituyen una asquerosa y repugnante plaga, más temible que
derrota y por haber colaborado con el enemigo (Bonilla 1978:105)'. Se trataba todas las epidemias habidas y por haber...
de una especie de recurso al punto más débil del entramado social, fenómeno
que durante la ocupación chilena de Lima (1881) adquirió carácter crítico. Se Del mismo modo, los diversos artículos periodísticos e informes ofi­
produjo entonces un nuevo tipo de conflicto entre los propios grupos popu­ ciales, referidos al barrio oriental, van trazando un retrato cada vez más
lares. Indios y mestizos de la desorganizada armada peruana saquearon detallado de este "lado oscuro" de la urbe, con el objetivo de incidir en la
tiendas y masacraron a sus propietarios. El teatro chino fue ocupado y se profanación de la norma. Las princJ:r-�Jg¡:;__acusaciones eran el consumo de
arrestó a su audiencia. Según el Comité de comerciantes chinos, ellos perdie­ drogas (principalmente opio), la so-domía, las enfermedades transmisibles,
ron 364, 777 libras peruanas en Lima. Del mismo modo se registraron ma­ la inmundicia y el juego. Simultáneamente, los eruditos del momento inci­
sacres de coolies en Cañete (Ibid.:107, 109). dían en las acusaciones, advirtiendo especialmente de los peligros de la
Concomitantemente a estos acontecimientos, se fue constituyendo una "infiltración asiática en el bajo pueblo" (Cisneros 1911:181). Sintomática­
especie de doctrina antichina cada vez más radical. Para personajes como mente, un trabajo científico sobre la peste bubónica de 1903 señalaba en su
Clemente Palma (1897:36), la característica particular de los chinos era su primera línea "Todo comenzó con un chino y un callejón" (Agnoli 1906:1).
imposibilidad de adaptación. Se trataba de una raza que en el Perú estaba "... Según Miguel Morante, médico sanitarista encargado del cuartel tercero, los
llamada a desaparecer por inadaptación o expulsión", observación que del "garitos chinos" eran lugares altamente peligrosos, pues allí el elemento po­
lado sanitarista se tradujo en una estrategia que pretendía aislar a los coolies pular, especialmente los empleados domésticos, se iniciaban en los vicios·
con la finalidad de evitar su contacto con el resto de la población limeña y (Memoria de la Municipalidad 1901:XXVIII-XIX). Sin embargo, lo más terrible

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era la posibilidad de la transmisión hereditaria de los estigmas de Oriente y fumaderos de opio). Si bien el informe destaca algunos lados positivos, como
la degeneración de la raza, tal como lo afirmaba el mismo especialista: por ejemplo la ''buena limpieza general", el panorama interno no deja de ser
Si se reflexiona un momento sobre la debilidad orgánica que caracteriza á la raza despreciable para las autoridades:
an1arílla, en su falta absoluta de higiene individual y colectiva, y en la rapidez con que Todo esto agrupado, rodeado de una atmósfera pesada, en la que se percibe el olor
esta raza está cruzándose con la nuestra, fácil será comprender la descendencia viroso característico del opio, sobrecargado de individuos, pues allí hay tráfico sólo
caquéctica, con la que están poblando Lima (Ibid.:XXXI). comparable con el de una avenida central, anémicos, macilentos que tienen la facies
típica de la indolencia y de la molicie.
De las peculiares relaciones entre la colonia china y las autoridades
municipales da cuenta el informe del inspector de espectáculos Manuel Au­ El enorme callejón era, para el barrio chino, lo que éste para toda la
relio Fuentes, quien al tratar sobre los teatros de la ciudad, se detiene espe­ ciudad: el epicentro de la degeneración. Entre las paredes del Otaiza pare­
cialmente en el caso del local chino. Situado en el propio barrio asiático, este cían sintetizarse los pecados de la urbe. Por tal motivo resultaba "lógico" que
teatro era el escenario donde regularmente se realizaban las presentaciones fuera víctima de la ira oficial.
de la señalada colonia y poseía rasgos realmente excéntricos para el funcio­ Los últimos años de la primera década del siglo estuvieron marcados
nario: por tres elementos confluentes. El primero fue la reafirmación conservadora
El teatro Chino es el lugar de espectáculos que más escapa� la acci6n de la autoridad. del grupo civilista. Esta hegemonía aristocrática tuvo su clímax en la restric­
La diversidad de costumbres de los espectadores de ese teatro con las del resto de la ción del derecho al voto, que acal:>ó con los comicios populares. Decretada
población, la especialidad de sus representaciones hacen casi inaplicables a ese coli­ por el presidente José Pardo y Barreda (1904-1908) esta medida estuvo ínti­
seo los Reglamentos y Ordenanzas de Teatros (Memoria de la administración de la mamente asociada a la irrupción del incipiente proletariado en la escena
Municipalidad 1891:6). política con la fundación de los primeros sindicatos, las huelgas por la con­
quista de la jornada laboral de ocho horas, etc. En el contexto municipal, esta
Para Fuentes, el local quedaba fuera de los límites de la legislación fase conservadora estuvo caracterizada por la presencia del alcalde Federico
municipal y por eso recomendaba su demolición, considerando que no era Elguera (1901-1908). El segundo ingrediente fue la llegada de un nuevo con­
posible "resignarse á la existencia de ese teatro dentro de la población" tingente de inmigrantes chinos como trabajadores libres: 11,742 entre 1903 y
(Ibid.:6-7). 1908, y 1,000 un año después. El tercero, .resultante de las anteriores circuns­
tancias, fue una coyuntura antichina tan cruda como_ las anteriormente des­
2. Si las alusiones al barrio chino se hacían cada vez más frecuentes, la crita�.. Este trance tuvo su clímax en mayo de 1909 cuando, entre otras cosas,
mayor atención se centró en un lugar específico: el callejón Otaiza. Este enor­ el presidente decretó la restricción de la migración china. Para entender cómo
me recinto era un ejemplo típico, y drástico, del proceso de aglomeración la ciudad oficial de República Aristocrática miraba los bajos fondos, nada
urbana. Construido en la década de 1860 para servir como un bello jardín, más apropiado que el hebdomadario conservador Variedades. Ese año, entre
fue ocupado exclusivamente por chinos, hasta convertirse en uno de los las múltiples noticias sobre las peripecias de la alta sociedad limeña ·(bodas,
lugares malditos de la ciudad. Para 1907, el informe de Basurco y Avendaño fiestas, juegos, etc.), se insertaban algunas noticias acerca de la anti-urbe. Se
(57-58) le concede un lugar especial, dedicándole la más minuciosa y larga trata de los precursores de las páginas sociales y de las policiales, respectiva­
de las descripciones. En ella se destacaba: la absoluta mayoría china entre mente. Los "malos ejemplos" (protagonizados por el pueblo) eran motivo de
sus doscientos cinco habitantes y lo intrincado de su estructura interna, que rotunda crítica, como sucedió con el artículo "Chinerías" publicado el 24 de
además de sus más de cien habitaciones, incluía numerosos ambientes de abril de 1909. En él se comentaba el descubrimiento de carne de ratón en un
diversas funciones (dos tiendas, una panadería, cuatro casas de juego, tres mimpao vendido en una tienda asiática situada precisamente en el callejón

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Otaiza. Con una violentísima retórica ("... el sutil ingenio asiático de los ma­
cacos que entre nosotros se cuajan y procrean... "), el cronista no dudaba en
acusar, generalizando, que todos los chinos eran sucios y constituían un
peligro para el pueblo. Se ejercía la ancestral táctica destinada a oponer a los
subordinados entre sí. Los chinos aparecían como peligrosos enemigos alo­
jados en la propia urbe ("Como a ellos les importa poco que reviente la huma­
nidad entera en grado en beneficio suyo... "). Se concluía recomendando qµe
la sanción no podía limitarse a una cuestión simplemente económica, de­
biendo establecerse una mayor vigilancia de los locales chinos. En el mismo
año aparecieron varios artículos de tono semejante. En uno de ellos, el autor
criticaba ácidamente la existencia en Lima de un periódico chino escrito en
su propio idioma, el Jen Wa Pou o Nueva China, manifestando su preo�upa­
ción por los peligros que la presencia de este medio informativo podía
acarrear (Variedades 65:300-301). En otro artículo titulado "Sucesos del Do­
mingo" se relataban los disturbios ocurridos inmediatamente después de
una manifestación popular, que culminaron en un ataque a algunos chi­
nos que pasaban por la Plaza de Armas. Bajo los gritos de "¡abajo _ los chi­
nos!", la turba llegó hasta el barrio asiático cometiendo
_ toda clase de trope­
lías (Variedades 63:252-4). Pero en este conglomerado de pequeñas informa­
ciones, conviene detenerse en un acontecimiento decisivo como fue la des­
trucción del callejón Otaiza173 •

3. Mientras la transformación del pasaje Petateros en la avenida 28 de Julio


demoró, para finalmente no ocurrir, la intervención en el callejón chino sor­
prende por su rapidez y por el numeroso contingente represivo utilizado.
Luego de la primera semana de haber tomado el cargo, el alcalde Guillermo
Billinghurst, sucesor de Federico Elguera, procedió a quemar el lazareto para
los contaminados con viruela, dando inicio a una serie de intervenciones en
la infraestructura limeña (Cf. Variedades 62:228-9, 93:981-3, 82:715). Días des­
pués llegó el momento del señalado callejón. El doce de mayo de 1909, desde
las dos y media de la tarde comenzaron a llegar más de ciento cuarenta
efectivos policiales y militares dirigidos por nueve oficiales. Bajo la atenta
mirada del prefecto, del alcalde y del propietario del inmueble, comenzó el
asalto. Además de los cincuenta hombres encargados de retirar a los habi-
<;;ráfico:
173 Para otros artículos referidos a fa colonia china en Variedades, véanse los números 64, 68, 69 y 71. 10. Fotos del callejón Otaiza

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tantes y sus enseres domésticos, las fuerzas llegadas de las comisarias veci­ nes, las casas de vecindad, entre otros. La consecuente penetración del orden
nas se situaron alrededor del inmueble y en las calles adyacentes, tratando en los domicilios populares fue el imprescindible corolario. Esta coyuntura
de evitar cualquier reacción o incursión no deseada. La repentina acción fue concomitante con la teorización respecto al espacio privado y a su incor­
sorprendió a los habitantes: poración en el ámbito de la acción legal. En algunas décadas, las sugerencias
Y tomado el callejón como por asalto, comenzó un verdadero éxodo de macacos, que de Manuel A. Fuentes (1859a) sobre la "higiene privada", se transformaron
hormigueaban como conejos espantados; se marchaban medrosamente en filas de en preceptos oficiales(Canevaro 1881). Simultáneamente, el sistema de orde­
uno, pegados á la pared, ganando las esquinas velozmente, como una madriguera de namiento urbano se fue haciendo cada vez más refinado. Así como las parro­
ratones ante una inundación, mientras las quinchas inverosímiles, los tabiques quias coloniales fueron paulatinamente
i
sustituidas por los distritos, la ad­
podridos, las viejas paredes comenzaban á caer (Variedades 63 15/5/1909). ministración del sistema dE estadística y registro de la población pasó de la
jurisdicción eclesiástica a la estatal. En 1851, el Código civil confió a la auto­
Así organizado, el desalojo se realizó rápidamente y a las cinco de la ridad política la formación de los registros y la ley municipal de 1873 deter­
tarde ya había concluido, pero -como precaución- los guardias y los caba­ minó que tal atribución quedase en manos de los Concejos Municipales (Me­
llos mantuvieron la vigilancia durante toda la noche. Desesperados, los veci­ moria de la administración municipal d� Lima 1890:23). En 1883, el alcalde Rufi­
nos huyeron hacia las casas y tiendas de los alrededores. En las horas si" no Tarrico instaba a los vecinos a registrarse en las instituciones municipa­
guientes, algunos de los desalojados volvieron para intentar recoger alguna·s les, espacialmente a los padres de familia. Los datos básicos de los indiv+
de sus pertenencias (Ruiz 1993:anexo 8; Rodríguez 1995) [Gráfico 10]. duos debían figurar en los libros de las autoridades, paliativo ante el distan­
Se instauraba así, violentamente, una nueva fase en la cual el discurso ciamiento que el crecimiento demográfico y físico limeño había provocado.
higienista se materializaba en la intervención transformadora de los domici­ En uno de sus artículos, el documento firmado por el alcalde indicaba " ... que
lios populares174• La ciudad oficial había conseguido extirpar uno de los además de los datos relativos a la filiación y nombre de los padres y cónyu­
estigmas urbanos. Destruido el enorme callejón, la manzana quedó perfora­ ges se consigne, imprescindiblemente, en cada uno de los casos anotados, la
da por la mitad, apareciendo el esbozo de la futura calle que ostentaría el calle, la casa y número de donde viven los enunciados en las razones"(Tarri­
nombre del alcalde (Cf. Variedades 64:272-3, 80:272-3). co 1883:5, 6, 17).
Durante la segunda mitad del siglo diecinueve, en el regular trazado
de las urbes híspanoamericanas, los a�tros del vicio fueron sistemáticamen­
te identificados, y su extirpación corrió paralela a la intervención oficial en el
3.5. Epílogo II espacio privado y la consolidación de la burguesía. En Lima, el escenario
político de este trance fue el albor de la República Aristocrática, esa "... suerte
l. El proceso de recuperación del espacio público limeño desembocó en una de síntesis lírica entre una mística popular y una aristocracia de los compor­
suerte de control diferenciado que provocó la segregación urbana de lo que, tamientos (...). La esquizofrenia entre un discurso ideológico que aún preten­
desde entonces, comenzaron a ser consideradas anomalías y de sus protago­ día ser democrático e integrador, unas prácticas económicas que tendían a
nistas. En la senda del precepto borbónico "no se admitirán bestias chúcaras disgregar a los núcleos sociales que se intentaba unificar y un manejo políti­
en la ciudad" (Escobedo 1785:18); la ciudad oficial republicana confinó a la co autoritario(...)" (Me Evoy 1997:Xill). En este prepotente contexto, el domi­
inmoralidad y al desorden en determinados lugares: la periferia, los calleja- cilio del pobre fue concebido como la raíz del mal; cuya potencial difusión
hacía palidecer a los nuevos dueños de la urbe.
Cerrando el siglo, buena parte de las capitales del continente se carac­
174 Para un caso análogo en Río deJaneiro, con el cortii;o "Cabe«;a de Porco", véase Chalhoub 1996:15-59. terizaba por la densificación y la tugurización, manifiestas en la prolifera-

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