Sei sulla pagina 1di 4

Monseñor Viganó habla de los comentarios que hace el

obispo Barron en defensa del Vaticano II

Por Mons. Carlo Maria Viganò 18/08/2020

Nota explicativa de Michael Matt

Excelencia:

Creo que encontrará interesante lo que le voy a decir. Como sabe, monseñor Robert Barron
no es, desde luego, el peor prelado de EE.UU. Durante un tiempo me resultaron muy
provechosas sus conferencias, y no es mi intención poner en duda su sinceridad. Con todo,
me resulta problemática en muchos sentidos su postura sobre el Concilio, la cual expone en
detalle en este enlace.

Ignoro si esta iniciativa tendrá algo que ver con las cartas que ha escrito últimamente
Vuestra Excelencia sobre el tema, pero me parece un intento no muy disimulado de
descalificar (por no decir denostar) la resistencia del catolicismo tradicional a las
desastrosas y no vinculantes novedades introducidas por el Concilio Vaticano II.
Siento curiosidad por saber qué le han parecido los argumentos expuestos por monseñor
Barron y sus colaboradores de World on Fire. Si tuviera la amabilidad de darlo a conocer a
nuestros lectores, gustosamente se lo publicaría. Que Dios lo bendiga y la Virgen lo guarde.

In Christo Rege,

Michael J. Matt.

***

Estimado Michael:

He visto el Catecismo sobre el Concilio que ha aparecido en World on Fire y, como me has
solicitado, te mando una breve reflexión. No entraré en los detalles de las preguntas, que
me parecen más apropiadas para un manual de instrucciones o para la gestión de un
locutorio o centro de llamados telefónicos. Me centraré por el contrario en una frase de la
introducción que hace Benedicto XVI:

«Hoy en día, defender la verdadera tradición de la Iglesia significa defender el Concilio.


[…] Hemos de ser fieles al presente de la Iglesia, no al ayer ni al mañana. Y el presente de
la Iglesia está en los documentos del Concilio Vaticano II, sin reservas que lo amputen ni
arbitrariedades que lo distorsionen».

Afirma en tono apodíctico el Santo Padre que «hoy en día defender la verdadera tradición
de la Iglesia significa defender el Concilio« y que «hemos de ser fieles al presente de la
Iglesia». Estas dos posturas que se complementan mutuamente carecen del menor apoyo en
la Tradición, ya que el presente de la Iglesia está siempre indisolublemente vinculado a su
pasado.

La Iglesia tiene tres dimensiones: una triunfante en el Cielo, otra militante en la Tierra y
otra purgante en el Purgatorio. Estas tres dimensiones de una misma Iglesia están
estrechamente ligadas entre sí, y es evidente que la triunfante y la purgante se encuentran
en una realidad metafísica metahistórica o metatemporal. En cambio, la Iglesia militante
tiene un presente, una contingencia que le da el paso del tiempo, y nada puede alterar su
esencia, su misión y, sobre todo, su doctrina. Por tanto, no hay una Iglesia exclusivamente
del presente en la que el ayer haya pasado irremediablemente y el futuro aún no haya
llegado: lo que Cristo nos enseñó ayer lo reiteramos hoy y lo profesarán mañana sus
vicarios. Aquello de lo que dieron testimonio ayer los mártires lo custodiamos hoy y lo
confesarán mañana nuestros hijos.

Después afirma que «hemos de ser fieles al presente de la Iglesia, no al ayer ni al mañana»,
lo cual fue significativamente adoptado por los propulsores del Concilio ni más ni menos
que para dar carpetazo al pasado, afirmar en el presente de aquel momento la revolución
conciliar y preparar la crisis del mañana en ya nos encontramos. Es más, los novadores que
quisieron aquel concilio actuaron precisamente –parafraseando las palabras de Ratzinger–
con reservas que han amputado el Magisterio ininterrumpido de la Iglesia y con
arbitrariedad lo han distorsionado. No veo por qué lo que hicieron ayer los innovadores con
el Concilio Vaticano II en perjuicio de la Tradición no les pueda valer hoy: quienes no
vacilaron en demoler el edificio doctrinal, moral, litúrgico, espiritual y disciplinar de
la religión de antes, como ellos la llaman, en nombre de la pastoralidad y del Concilio, no
vacilarían hoy en pretender reivindicar para sus osadas innovaciones la misma sumisión
servil y su negativa a defender dos mil años de Magisterio infalible, y que hay que
manifestar una adhesión incondicional, no a la Tradición, sino al acontecimiento singular
que contradijo y adulteró dicha Tradición. A mí me parece que esa forma de razonar, nada
más de una perspectiva meramente lógica, no tiene mucha credibilidad; la Iglesia conciliar
se limita a reafirmarse y mirarse el ombligo rompiendo con la enseñanza constante de los
sumos pontífices anteriores.

Por otra parte, yo diría que la cita de Benedicto XVI contradice la hermenéutica de la
continuidad según la cual no hay que aceptar el Concilio rompiendo con el pasado de la
Iglesia, sino en continuidad –precisamente– con él: pero si no existe una Iglesia de ayer, ¿a
qué se refiere la continuidad de la presunta hermenéutica conciliar? Otro juego de palabras
filosófico que desgraciadamente da señales de ruina desde su formulación y hoy es
desmentido desde el propio trono pontificio.

Podemos observar con estupor el empeño de los defensores del Concilio en defender su
concilio, hasta el extremo de redactar una especie de catecismo sobre él. Si se hubieran
tomado la molestia de reafirmar con el mismo ardor la doctrina inmutable de la Iglesia
cuando ésta se negaba o callaba en nombre de la renovación conciliar, no estarían tan
extendidas hoy en día la ignorancia de la Fe y la confusión. Desgraciadamente, parece más
importante defender el Concilio Vaticano II que el depósito perenne de la Fe.

¡Dios te guarde!

+Carlo Maria Viganò

(Traducido por Bruno de la Inmaculada. Artículo original)

Potrebbero piacerti anche