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17. Quizá, «no al que vive una vida solitaria consigo en soledad,
sino junto con sus padres, etc.».
18. Cf. Política 1253a2.
19. En el cap. X y sobre todo en XI vuelve a referirse a los «descen
dientes» y a la medida en que su suerte puede afectar a uno que ha
muerto. Es un extraño tema en un filósofo como Aristóteles.
Quizá sea obvio que hay acuerdo en llam ar a la felici
dad «el Bien Suprem o», pero persiste el deseo de que se
explique todavía m ás claram ente qué cosa es. Y, claro,
esto quizá sería posible si se tom a en consideración la
función del hombre. Pues lo m ism o que para un flautista
y un escultor, y para cualquier artesano -e n general, para
aquellos de quienes hay una función y activid ad- parece
que el bien y lo correcto residen en la función, así parece
ría también para el hom bre, si es que hay una función de
éste. ¿O qué? ¿Acaso hay unas ciertas funciones y activi
dades del «constructor» y del «curtidor» y no hay ningu
na del «hom bre», sino que es p or naturaleza inactivo?
¿O lo m ism o que existe manifiestamente una función del
ojo, de la m ano y del pie -y , en general, de cada una de las
p artes- así tam bién, al lado de todas éstas, podría supo
nerse una función propia del «hombre»? ¿Y cuál podría
ser, entonces, ésta? Porque la vida es obviamente com ún
con las plantas y se busca lo específico: hay que descartar, 1098a
entonces, la vida nutritiva y del crecimiento. A continua
ción le seguiría la vida sensitiva, mas parece que también
ésta es com ún al caballo y al buey y a todo animal. Que
da, entonces, la vida activa del elemento que posee razón.
Pero de éste, una parte la tiene en el sentido de que es obe
diente a la razón y otra en el sentido de que la posee y ra
zona. Y com o también esta última se dice tal en dos senti
dos, hay que postular la que está en actividad, pues
parece que es ella la que se dice tal en sentido m ás propio.
Si la función del hom bre es la actividad del alm a confor
me a la razón, o no sin la razón, y si decim os que genéri
camente es la m ism a la acción de «tal hombre» y la de «tal
hom bre com petente» (com o, por ejemplo, la de un cita
rista y la de un citarista com petente, y esto sucede senci
llamente, claro está, en todos los casos), porque la supe
rioridad debida a la excelencia se suma adicionalm ente a
la actividad -p u es propio del citarista es to ca r la cítara,
m as tocarla bien lo es del bueno... si ello es a s í20, enton
ces el bien hum ano es una actividad del alm a conform e a
la virtud, y, si las virtudes son m ás de una, conform e a la
m ejor y la m ás co m p leta-. Y -to d av ía m á s - en una vida
com pleta, pues una sola golondrina no hace verano, ni
tam poco un solo día: y así ni un solo día ni un corto tiem
po hacen al hom bre feliz ni próspero.
Quede, pues, delineado el bien de esta manera, que qui
zá se debe primero hacer un bosquejo y luego completar el
dibujo. Parecería estar al alcance de cualquiera proseguir
hasta articular por completo lo que está bien en el bosque
jo, y el tiempo es un buen descubridor o colaborador de ta
les empeños (de donde se producen los progresos de los ar
tesanos), pues es propio de todos añadir lo que falta.
Es necesario guardar m em oria de lo antes d ich o21 y no
buscar la precisión en todo p or igual, sino según la m ate
ria subyacente en cada caso y sólo en la m edida en que es
apropiado a la investigación. En efecto, un arquitecto y
un geóm etra buscan de m anera diferente el ángulo recto:
el uno p or cu anto le es útil con vistas a la obra, el otro
busca saber qué es o de qué cualidad 22, pues es un estu
dioso de la verdad. Pues bien, de esta m ism a form a hay
1098b que obrar tam bién en lo demás, a fin de que lo accesorio
no resulte m ás abultado que las actividades23.
34. Hace referencia al episodio entre Solón y Creso que narra He-
ródoto en I, 32. Allí concluye sus reflexiones sobre la vida humana
el estadista ateniense con las siguientes palabras: «Es necesario ob
servar el final de cada asunto, cómo resulta: que a muchos dios les
dio prosperidad, pero luego los destruyó de raíz».
liz, no se diga de él la verdad de lo que hay, por no querer
felicitar a los vivos debido a los cam bios y por haber co n
siderado a la felicidad com o algo estable y en absoluto
mudable, mientras que muchas veces la rueda de la fortu
na da un giro completo para m uchos hombres?
Es claro que si seguimos los golpes de fortuna llam are
m os muchas veces feliz y luego infeliz al m ism o hombre
poniendo de manifiesto que el hom bre feliz es una suerte
de cam aleón y que su base es inestable35. ¿O acaso el se
guir los golpes de fortuna no es en absoluto correcto?
Pues no es en ellos en los que reside el bien o el mal, sino
que la vida hum ana precisa de ellos, com o hemos señala
do, y en cam bio las actividades conform e a virtud son
responsables de la felicidad, y las contrarias lo son de lo
contrario.
El problema que acabam os de plantear viene a dar tes
tim onio de nuestra definición: en ninguna de las activi
dades hum anas existe una estabilidad com o en las acti
vidades conform e a virtud . Éstas parece que son más
estables incluso que los conocim ientos: las m ás valoradas
entre ellas son más estables por el hecho de que los h om
bres felices perseveran más en ellas y de form a más conti
nua; y ésta parece ser la causa de que no se origine olvido
en torno a ellas.
Pues bien, lo que andam os b u sc a n d o 36 se dará en el
hombre feliz y será tal a lo largo de su vida. Pues siempre,
o antes que nada, obrará y contem plará lo que concierne
a la virtud ; y sobrellevará los cam bios de fortuna de la
m ejor m anera y siempre de m an era com pletam ente a r
m oniosa, ya que es verdaderam ente «bueno y cuadrado
sin rep ro ch e»37. Y com o son muchas las cosas que suce-
40. Gr. exoterikoí lógoi. Son los tratados escritos con gusto literario
y dirigidos al público para dar a conocer, en lenguaje ordinario y sin
el armazón de extensas demostraciones lógicas, los principales
puntos del aristotelismo. La expresión aparece nueve veces en el
Corpus aristotelicum (también con el sustantivo sképsis, ‘estudio’, en
Política 1254a33).
razón. En efecto, solem os elogiar el principio racional
tanto del hom bre continente com o del incontinente, así
com o la parte de su alm a que tiene el principio racional
-p u es los impulsa rectam ente y hacia lo m e jo r-. Pero pa
rece que en ellos hay tam bién p or naturaleza otro ele
mento contrario a la razón que combate a la razón y se re
siste a ella. En una palabra, lo m ism o que las partes del
cuerpo paralizadas, cuando decidimos moverlas hacia la
derecha, se dirigen en sentido contrario hacia la izquier
da, lo m ism o en el alma: los impulsos de los incontinen
tes se mueven en sentido opuesto. Sólo que en los cu er
pos vemos la parte que se desvía, mientras que en el alma
no la vem os. Y quizá hay que pensar que tam bién en el
alma existe, no m enos, una parte contraria a la razón que
se opone a ésta y le hace frente. Y nada im porta en qué
sentido sea diferente, aunque parece que tam bién ella
participa de la razón com o hem os dicho.
Desde luego que la del hombre continente obedece a la
razón, y, quizá todavía m ás obediente es la del hom bre
tem plado y valiente, pues es en todo concorde con el
principio racional. Claro que parece que la parte irracio
nal es doble: la vegetativa de ninguna m anera p articipa
de la razón, m ientras que la pasional, y en general la ape
titiva, participa de alguna m anera en la m edida en que es
sumisa y obediente (en el sentido, desde luego, en que
afirmamos del padre o los amigos que «tienen razón», no
en el de las m atem áticas 41). Pero que en cierto sentido la 1103a
p arte irracional es persuadida p or la razón, lo pone de
manifiesto la reprensión, así com o toda clase de censura
y exhortación. Aunque, si hay que decir que también esto
«tiene razón», será doble aquello que tiene razón: lo uno