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El martes pasado 18 de enero, Lima conmemoró 476 años de fundación. Sin duda no en
vano han pasado tantos años, pero en estos los limeños se ha ido perdiendo, al punto que
hoy casi no existen limeños de pura cepa, sino todo lo contrario. Millones de compatriotas
llegaron del interior del país a partir de los años 50 del siglo pasado y contribuyeron con
sus usos y costumbres a que esta ciudad sea de todas las sangres.
Lima, no es ya una ciudad de criollos, como muchos añoran sino que ha ido recuperando
sus raíces profundas que se pierden en el tiempo. Estas raíces, poco conocidas y
relievadas por el mundo oficial, pero rescatadas por educadores y alumnos de las
diversas instituciones educativas de hoy, que en su silencioso y anónimo trabajo (¿por
qué este trabajo nunca le es reconocido como aporte al desempeño docente?) vienen
ubicando y rescatando lugares y espacios en donde se encuentran restos de un pasado
que debe permitirnos estar orgullosos de contar con una cultura propia, no occidental,
sino americana que floreció, pero que fue segada abruptamente por la presencia de los
llamados conquistadores de esta parte del continente.
Uno de estos, el distrito más poblado (cerca de un millón de habitantes) de Lima, es San
Juan de Lurigancho. Ubicado a pocos kms. del centro de Lima conserva entre sus límites
muchos de los secretos de lo que fue Lima antes de ser fundada. Los primeros
pobladores de esta zona datan de 9000 a. c. según investigaciones realizadas por el
Instituto Cultural Ruricancho Están ahí esperando la visita las llamadas Lomas de
Mangomarca, donde existen pinturas rupestres y estructuras semi subterráneas que se
asemejan a los restos encontrados al sur de Lima en el sitio La Paloma en Chilca.
También quedan expresiones de avances tecnológicos en la construcción de enormes
pirámides con plataforma y plazas circulares, como el sitio llamado 15 de Enero cuyas
características se asemejan a las colosales estructuras ceremoniales de Caral en Supe y
las Aldas en Casma al norte de Lima.
También están los Geoglifos de las Pampas de Canto Grande. Son líneas 2000 años más
antiguas que las de las Pampas de Nasca. Abarcaron la zona de San Carlos hasta los
terrenos del anexo 22 de Jicamarca. De otro lado se puede decir que la tecnología llega a
niveles sorprendentes con la construcción del canal de Lurigancho, que lleva las aguas
del río Huaycoloro. Asimismo también existe un nuevo patrón arquitectónico conocido
como templo en forma de U de Ascarrunz en la actual avenida Lurigancho. Este templo
fue contemporáneo a los templos de La Florida (Rímac), Garagay (S.M. de Porras).
Además en la zona se encuentra el adoratorio del cerro Lurigancho, el Altillo y el Gramal
de Caja de Agua.
Por entonces hubieron ocupaciones aldeanas del Triunfo, Cerro Observatorio, Cerro
Gallo, cerro San Jerónimo y el Templo Viejo de Mangomarca. También en Maranga (San
Miguel), Cajamarquilla (Lurigancho Chosica), Pucllana (Miraflores), Huallamarca (San
Isidro), Aramburú (U.N.M.S.M.), etc.
Fruto de intercambios culturales entre sí, hubo influencias que se perciben, sobre todo en
la cerámica, así surge un estilo llamado Nievería (Cerámica bella, fina y de color naranja).
En San Juan de Lurigancho se encontró este estilo de cerámica en los entierros de
Potrero Tenorio y en Mangomarca. Todo ello formaría lo que se ha conocido como la
Cultura Lima. Cuando ella decae, surge un poderoso señorío llamado Ychma que
ocupaba los valles del Rímac y Lurín y tenía como capital a Pachacamac. El Señorío
Ychma agrupaba a varios curacazgos entre ellos el de Malanga (Maranga), Lati (Ate),
Sulco (Surco), Limac (Cercado de Lima), Amancae (Rímac), Lurigancho (San Juan de
Lurigancho), etc. Los Lurigancho o Ruricancho, mal llamados por algunos Hurin
Huanchos, formaron parte del señorío Ychma y ocuparon varios asentamientos o pueblos
entre ellos Canto Chico, Campoy y Mangomarca, siendo este último la capital del
Curacazgo.
Los Ychmas y los Colleq (señorío que ocupaba la parte baja del valle del Chillón, al N de
Lima) iniciaron grandes guerras con pueblos belicosos de las zonas andinas entre ellos
los Yauyos y Chacllas pudiendo contrarrestarlos. La guerra era por la posesión de tierras.
Llegados los Incas al mando de Tupac Inca Yupanqui se inicia la conquista Inca. Los
Ychmas deciden anexarse pacíficamente al estado Inca, de su presencia queda el camino
Inca y la influencia del estilo alfarero cuzqueño y asentamientos como canto Chico, Las
Ramas y el Sauce. Se anexaron los caminos existentes a la red de caminos imperiales
(Qapagñan) que comunicaban todo el Imperio.
Esta historia es posible rescatarla no sólo por el Instituto de Cultura Ruricancho sino al
empeño puesto por la Institución Educativa "Daniel Alcides Carrión" de Campoy - San
Juan de Lurigancho para el conocimiento y valoración de nuestro patrimonio cultural. Ellos
presentaron el proyecto "Conociendo y valorando el patrimonio cultural monumental:
Huaca Fortaleza de Campoy". Ganador Regional de la XVIII edición de la FENCYT - 2008
(Feria Escolar Nacional de Ciencia Tecnología e Innovación) representando a todos los
colegios de Lima Metropolitana a nivel nacional e integrando los 26 mejores trabajos de
ciencias del Perú.
Lo que vivimos hoy en Lima capital del Perú es diferente a lo que la propia cultura criolla
celebraba entonces y que hacía referencia al lujo, boato y renombre virreinal. Muchos han
manifestado su disconformidad con la actual celebración y no aceptan que se valore al
igual que al vals criollo, a la música andina y la de la selva. No aceptan aún que somos un
país plural, diverso, de todas las sangres.
Una Lima del siglo XXI que sigue siendo estremecida por el surgimiento de un mestizaje
que ya Arguedas anunciaba en su novela “Todas las Sangres” cuando escribió “ Los
jóvenes emigraron a Lima, casi todos; tras ellos las muchachas resolvieron también ir “a
buscar la vida” en la capital…” “Hombres y mujeres intentaban asimilar rápidamente los
modales ciudadanos; aprendían los bailes de moda y a usar los trajes y peinados
impuestos por la influencia norteamericana. La mayor parte de estos emigrantes
exageraba los nuevos usos de la ciudad, y la forma cómo danzaban los bailes de moda;
procurando demostrar que los dominaban, daban a la apretada concurrencia de los
salones alquilados un aspecto entre grotesco y triste para el espectador sensible... Era
evidente que muchas parejas no se divertían, sino que simulaban; padecían tratando de
retorcerse, de seguir el compás endiablado o muy lento de los bailes “afrocubanos” o
afroyanquis. En sus músculos seguía aún rigiendo “la pesadez” del habitante andino, duro
de cuerpo, por la práctica de subir y bajar inmensas cuestas y respirar el aire de las
grandes alturas. ¡Por fin! Como despedida de fiesta se tocaba un huayno o pasacalles.
Entonces se lanzaban a bailar, como presos recién liberados, muchas parejas, y gozaban;
otras, por parte de las muchachas, bailaban como desanimadas porque trataban de
demostrar que ya estaban totalmente “deserranizados” y que habían olvidado el huayno, y
no faltaban hombres y mujeres que no salían a bailar las danzas de sus pueblos,
declarando en voz alta que se habían olvidado de ellas. Y de verdad, muchos de estos
jóvenes no podían danzar; la vergüenza los estorbaba; eran los mismos que se negaban
a hablar el quechua y que padecían mientras intentaban bailar con la mayor “destreza” los
bailes extranjeros. En la gran ciudad los emigrados de las provincias al fin se
encontraban, porque en realidad se buscaban. Y concluían por organizarse en clubes,
según el nivel social al que pertenecieron en sus pueblos y según la categoría de esos
pueblos; así los clubes de los anexos eran principalmente de indios y mestizos; los de las
capitales de distrito, de vecinos pobres y mestizos; los de la capital de provincia, de
vecinos ricos y pobres, y de «cholos prósperos»; los de las capitales de departamento, de
señores y de grandes señores”. (ARGUEDAS, José María. Todas las Sangres. Págs...108-109. T.II.
Biblioteca Clásica y contemporánea. Losada. Buenos Aires, 1970)
Podríamos seguir recurriendo a Arguedas para fundamentar lo que él sentía que se venía
dando en Lima. Pero recurro a otro peruano, José Matos Mar, que pinta, analiza e
interpreta lo que se produce y que llama El Desborde Popular que altera la marcha de la
sociedad, la cultura y la política del país y que se palpa y siente en Lima.
Matos Mar afirma que se viene dando la creación incesante de nuevas pautas de
conducta, valores actitudes, normas, creencias y estilos de vida, lo que significa uno de
los mayores cambios en toda nuestra historia. Dice que “… el Perú está sufriendo serias
alteraciones estructurales que conducirán… a una profunda transformación de la
sociedad.” Demanda que el Estado “…asuma el insólito proceso de transformación que
vive la sociedad peruana, sin olvidar que detrás de ese ascenso de masas está la historia
del Perú. Ello implica un esfuerzo enorme de integración de las minorías marginadas con
las mayorías marginadas. Integración entendida como proceso que pasa necesariamente
por la democratización del sistema de representación del aparato de gobierno, las
transformación de la estructura jurídica y económica del actual Estado y el giro hacia un
audaz proyecto de construcción social de un Perú más autentico.”. (MATOS MAR, José.
DESBORDE POPULAR Y crisis del Estado. El Nuevo rostro del Perú en la década de 1980. CONCYTEC. Lima, mayo,
1988).
En este aniversario de la fundación de Lima, debemos tener claras las fuentes de las
cuales partimos para reconocernos como ciudadanos de un país que es intercultural, que
tiene sus raíces andinas donde existió una civilización.
Los recuerdos que encontramos en la ciudad nos hablan del producto de una cultura
impositiva de la metrópoli y no de lo que es verdaderamente creación nuestra. Raúl
Porras Barrenechea en un trabajo que llama Antología y que lleva por título “Pequeña
antología de Lima. El río, el puente y la alameda”. Publicado cuando se cumplía el IV
centenario de la fundación en 1935, nos dice que “Las ciudades existen, no sólo en la
geografía, sino en el espíritu. Para conocer Lima no basta visitar la catedral o el Country
Club, ver las momias del Museo Arqueológico o la momia de Pizarro. Precisase también
de un itinerario espiritual que lleve al viajero a darse con el alma misma de la ciudad, sin
ubicación material. (PORRAS BARRENECHEA, Raúl. PEQUEÑA ANTOLOGÍA DE LIMA. El Río, el Puente y la
Alameda. Presentación y autocensura Instituto Raúl Porras Barrenechea. Lima, 1965).
Porras nos recomienda que para encontrar el alma de la ciudad hay que “…encontrarse
con la huachafa en la Procesión del Señor de los Milagros, asistir a una jarana con
guitarras y cajón abajo del Puente, saborear los dulces de las monjas de la Encarnación,
las nueces del nogal del monasterio del Prado y el turrón de doña Pepa, cortarse el pelo
en una peluquería japonesa, pasearse por el jirón de la Unión… En otro orden de cosas,
hay que haber presenciado bailar una marinera, haber recorrido con la vista las estampas
de la Lima de Fuentes o haber leído algunas de las Tradiciones Peruanas.” (PORRAS Ibídem)
Otro personaje que nos habla de esa Lima, que fue en espíritu, pero que permanece en
sus monumentos y que es necesario conocerla y valorar su riqueza y aporte cultural
porque es nuestra, es don Pedro Benvenutto Murrieta que en su libro escrito en la
adolescencia “Quince plazuelas, una alameda y un callejón”, refleja una investigación
minuciosa y una enorme sensibilidad para captar el aire de una época anterior a la que le
correspondió vivir. Dice de él don José Jiménez Borja que heredó de su padre “el respeto
y el amor a la cultura” y de su madre la primera noticia de una ciudad crepuscular que se
perdía y de otra antecedente, ya sepultada en el tiempo”. De esa manera tuvo un diorama
de ambas para lo que puso “oído y ojo recolectores” que lo llevó a buscar en libros,
planos, grabados, daguerrotipos, guías y almanaques, pero sobre todo en relatos de los
ancianos y testimonios que están ahí: monumentos, vestigios y rincones. Benvenutto
alcanzó a vivir y moverse en una ciudad pequeña, “coherente, depositaria,…donde no
había miserias y donde las clases se avecinaban con los mismos fervores, lenguaje y
fantasía. (BENVENUTTO MURRIENTA, Pedro. Quince plazuelas, una alameda y un callejón. Fondo del Libro
Banco industrial del Perú. Lima, 1983.. En Prólogo de José Jiménez Borja)
Impresiona cómo recoge a manera de frescos citadinos cómo “Ricos y pobres, capitalinos
y provincianos compartían el mismo ámbito urbano, aunque algunos viviesen en el
llamado principal de las casonas, otros en los altos, otros en las ventanas con rejas, a
ambos lados de la entrada, y los más modestos en el interior o segundo patio y en los
callejones o conventillos, con sus hileras de cuartos simétricos; pero todos se juntaban en
las mismas iglesias, teatros, calles, plazuelas y disfrutaban de iguales golosinas,
curiosidades, pasiones políticas y chismes de vecindario.”
Jiménez Borja cita a un analista de Le Monde quien en 1978 sostiene que Lima ha sido
invadida y ocupada por foráneos de muy diversa cultura y que sus habitantes
tradicionales han formado ghetos paranoicos hacia el sur, como suntuosos santuarios.
Jiménez Borja añade que: Esta urbe, es en consecuencia, un mosaico de municipios
disímiles que en nada se parece a aquella variada, pintoresca y bullente unidad que
revive Benvenutto y en parte todavía pudo palpar en la década del 20 al 30 en el marco
de su infancia consciente y su adolescencia adquisitiva.
Dice Martina Vinatea que esta obra de Benvenutto “…es de gran frescura, vitalidad y,
sobre todo, de amor por su entorno. Al recorrer sus páginas, tenemos la oportunidad de
recrear en nuestra imaginación una Lima que no hemos conocido. Para quienes somos
limeños, la relación con nuestra ciudad resulta difícil y conflictiva, porque la encontramos
arruinada y, a pesar de ello, la queremos porque pertenecemos a ella, porque los lazos
que nos unen son entrañables… nos vincula con esa Lima de la que tanto hemos oído
hablar y de la que jamás hemos disfrutado.” (La Lima de Benvenutto. En la Revista Punto de Equilibrio.
Nº84. Año 13. Enero-Marzo, 2004).
¿Cómo conjugar estos tiempos, hechos, creatividad, cultura en esta realidad que estamos
viviendo hoy? El aporte realizado por profesores y alumnos de la institución educativa
que está recuperando nuestros ancestros pre-incas, incas; los escritos de Porras y
Benvenutto y lo avizorado por Matos Mar nos puede ir dando la respuesta e invitarnos a
levantar la autoestima a partir del hallazgo de nuestra propia identidad.
Es parte del trabajo que es necesario hacer desde el diseño de la política educativa en
donde sintonizando con los adelantos en ciencia y tecnología debería incentivarse el
estudio de lo que somos y no dejarlo en las tediosas letras de un currículo diseñado a la
medida del mercado y no de la persona.
En ese sentido deberíamos recordar la fundación de Lima, que no sólo se debe a los
trazos de ciudad que hicieron los conquistadores –quienes replicaban a la metrópoli- sino
redescubrir a partir de los restos arqueológicos que somos más que un recuerdo. Somos
fruto del reto permanente entre lo indio y lo español, la cultura americana y la cultura
occidental.
476 años de fundación española de Lima y seguimos aquí a orillas del Océano Pacífico,
pero l ciudad ya no es coqueta y soñadora, como decía el poeta. Todo lo contrario.
Quedan en los siguientes versos de Arguedas en su poema “Tupac Amaru kamaq
taytanchisman (haylli-taki) a nuestro padre creador Tupac Amaru” (himno-cancion),
palabras que son un reto y que no deberíamos olvidar. “Al inmenso pueblo de los señores
hemos llegado y lo estamos removiendo. Con nuestro corazón lo alcanzamos, lo
penetramos; con nuestro regocijo no extinguido, con la relampagueante alegría del
hombre sufriente que tiene el poder de todos los cielos, con nuestros himnos antiguos y
nuevos, lo estamos envolviendo. Hemos de lavar algo las culpas por siglos sedimentadas
en esta cabeza corrompida de los falsos wiraqochas, con lágrimas, amor o fuego. ¡Con lo
que sea! Somos miles de millares, aquí, ahora. Estamos juntos; nos hemos congregado
pueblo por pueblo, nombre por nombre, y estamos apretando a esta inmensa ciudad que
nos odiaba, que nos despreciaba como a excremento de caballos. Hemos de convertirla
en pueblo de hombres que entonen los himnos de las cuatro regiones de nuestro mundo,
en ciudad feliz, donde cada hombre trabaje, en inmenso pueblo que no odie y sea limpio,
como la nieve de los dioses montañas donde la pestilencia del mal no llega jamás. Así es,
así mismo ha de ser, padre mío, así mismo ha de ser, en tu nombre, que cae sobre la vida
como una cascada de agua eterna que salta y alumbra todo el espíritu y el camino.” (José
María Arguedas. Obras completas, Tomo V. Lima, Editorial Horizonte, 1983)
Sentimiento quechua, dirán algunos, pero Arguedas, sin renunciar a ello, nos invita a
reflexionar y valorar lo nuestro y reconstruir lo que fuimos y somos capaces de realizar.
Encontramos en Matos Mar cómo se van precisando temas y problemas que tenemos
bajo la alfombra y que de a pocos los asumimos. Nos dice que “…Lima ya no es
exclusivamente la capital reducto de lo criollo y lo mestizo monopolizando el poder y la
identidad. Hoy día ha venido a convertirse en un microcosmos del macrocosmos nacional.
En un espacio mayoritariamente dominado por la presencia migrante de representantes
de toda la pluralidad y multiplicidad de situaciones que configuran el país… El nuevo
espacio se expresa en la turbulenta confluencia de esa multiplicidad hacia una nueva
cultura y sociedad unitaria en formación, así como también en el rebalse e invasión de los
estilos populares dentro de la Capital.” (Matos Mar. Op.Cit.pág.103…)