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Tema 5

El reinado de Alfonso X El Sabio

1. Introducción

Fue hijo y sucesor de Fernando III, un rey poderoso y conquistador que lega a su hijo el
objetivo primordial de conservar los territorios heredados; y de Beatriz de Suabia de Alemania,
símbolo de la internacionalización de las relaciones de la monarquía castellana.
La Iglesia se está transformando y aliando con el poder político, y los reyes pasan a ser
guardianes de la fe.
Nació en 1221, y reinó entre 1252 y 1284. Era un príncipe experimentado y probablemente el
Rey más culto de la historia de España hasta ese momento, de ahí que haya pasado a la historia con
el sobrenombre de El Sabio, símbolo en aquella época de sabiduría, de ser elegido por Dios.
Alfonso X, además, fue un mecenas, un patrocinador de la cultura: se supo rodear de las
personas más inteligentes de su tiempo, quienes en la Corte aportaron sus ideas y sus conocimientos
a su gobierno.
La Corte de Alfonso X El Sabio se convirtió en un punto de referencia en el centro de la vida
política no solo del reino, sino también del occidente medieval cristiano. Había dos lugares que
constituían también una referencia para el poder político y la creación cultural:
 Toledo, ciudad donde nació el rey.
 Murcia, reino que Alfonso conquistó siendo príncipe y donde impulsó un centro de estudios
similar al de Toledo, donde desde Valencia llegaban profesores italianos expertos en
derecho canónico, en derecho romano-Justiniano… un ambiente de recuperación del
derecho en Italia que se transmitirá a la Península a través de Murcia. Destaca Jacobo el de
las Leyes, clérigo, experto en derecho y profesor de Bolonia que partirá a Murcia
dedicándose a promocionar el desarrollo de un centro de estudios. Su obra La Flor del
Derecho es el germen de toda la obra jurídica de las escuelas alfonsíes: el Especulo, el
Fuero Real, Las Siete Partidas (no se promulgaron hasta Alfonso XI), El Setenario (obra
inconclusa).
Cuando comienza su reinado, prácticamente la conquista española se ha concretado, y sólo
quedan pocos territorios, el más destacado el reino nazarí de Granada, que tenía la consideración en
aquellos momentos de reino vasallo, sometido a presión política y tributaria. Era, por tanto, un
momento culminante y propicio para el desarrollo de estas actividades culturales.
Hay quien le ha criticado que debido a esta ingente creación e interés cultural, el rey fue un
intelectual idealista olvidado de la realidad política, pero no fue así; es cierto que fue un auténtico
mecenas de la cultura, y él mismo era culto, también tuvo conciencia política y dedicación a la
misma.

En su época las ideas políticas empezaban a defender la existencia de un poder real por encima
de los poderes feudales; son ya ideas propias del Estado moderno. Cambia la idea del primus inter
pares a la idea del rey como señor absoluto. Quizá ese fue uno de los motivos de enfrentamiento en
el interior de Castilla. Esta idea es difícil de encuadrar en la Europa feudal. Los grandes poderes
obedecen al rey, y el rey les guarda sus privilegios. Son las ideas sinalagmáticas del feudalismo. Si

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el rey no respeta estos privilegios, incumple con las normas fundamentales del reino y dejaría de ser
digno del papel real.
Con el Fuero Real, Alfonso X estaba promulgando una norma de fuero común que iba en
contra de los privilegios que tenían las ciudades del reino, por ello los grupos del poder urbano se
sintieron perjudicados por esos cambios.
En Las Partidas, para el gobierno del reino, se establece un ordenamiento jurídico basado en la
supremacía real. Serían las bases del señorío real absoluto, el cual se impondría sobre el señorío
nobiliario y sobre el señorío eclesiástico (o abadengo). Nobles e iglesia tenían dos tipos de señorío:
señorío solariego (territorial) y jurisdiccional (derecho a administrar justicia y a recaudar rentas), el
problema es que en muchas veces había colisiones de derechos entre señoríos, por es Alfonso en sus
Partidas concebirá unos tribunales (Audiencias) presididos por jueces y alcaldes del Rey (oidores).
Estos conflictos provocaron el enfrentamiento entre el Rey y los distintos sectores del reino. No
hubo una revuelta popular en contra de sus medidas, pero sí hubo movimientos dirigidos por
grandes magnates y secundados por sus vasallos (nobleza intermedia), que formaron bandos
políticos que luchaban por la defensa de los privilegios feudales. Eran incapaces de renunciar a sus
privilegios, que formaban parte de su naturaleza. En esta defensa arrastraron a los otros estamentos
sociales: la Iglesia (a pesar que de ella salen los teóricos del nuevo Estado de Alfonso X), y también
las oligarquías urbanas.
En los repartimientos andaluces, algunos nobles, según su opinión, no habían recibido
suficientes bienes (recordemos que los repartimientos se hacían según la aportación militar de cada
uno). Pasados los años, cuando estos estaban ya menos claros y en parte diluidos, empezaron a
hacer reclamaciones sobre el primer repartimiento sobre todos señores extranjeros de gran poder
económico. En primer momento empezaron a reclamar bienes mudéjares, pero luego empezaron a
reclamar bienes a los otros conquistadores, por eso se producirá un segundo repartimiento -sin
haber una segunda Reconquista-, para reconstruir el orden social anterior a esta. Los nuevos linajes,
fundamentalmente dedicados a negocios mercantiles, tenían dificultades para conseguir los nuevos
señoríos porque no se aplicaba ya el derecho de conquista, sino que tenían que comprarlos; estos
linajes necesitaban disponer de esos señoríos para fortalecerse. Ante esas dificultades encontraron
una vía alternativa: el servicio de corte. Los nobles tienden a convertirse en cortesanos. En la Corte
el servicio era de aussilium (servicio militar), y de consilium (consejo), pero se introdujo un nuevo
elemento, los litterati, el consejo de expertos (personas cultas, intelectuales, la mayoría de ellos
clérigos) que se encargan de redactar las leyes, documentos y dictámenes del Rey. Los letrados
llegaron a constituir una auténtica oligarquía destacada por su capacidad intelectual, un grupo no
basado en el parentesco, sino en la inteligencia, y ello les permitirá introducirse en el núcleo de la
nobleza y de los príncipes de la Iglesia.
Quizá Alfonso se centró demasiado en este grupo y no en los nobles, lo que se tradujo en unas
consecuencias negativas para su gobierno.
Los consejeros del Rey le propusieron nuevas conquistas para poder recompensar a estos
nobles presentes en la Corte y sin señoríos. La primera era ampliar la conquista al reino de Niebla
(más o menos la actual Huelva), y el Algarve portugués; y la preparación de una cruzada contra
África (el llamado fecho de allende).

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Antes de las invasiones de los benimerines.
Es un reino de base aristocrática donde el poder reside en el rey y en la nobleza enriquecida por
los repartimientos de la Reconquista: alta nobleza o ricoshombres, no más de veinte familias,
nobleza intermedia, y nobleza inferior (hidalgos), con el título pero sin riqueza. Esta nobleza
fortalece su poder no solamente por sus señoríos, sino también por el servicio en la Corte, de forma
que el fortalecimiento del poder real supone también el fortalecimiento de esta élite aristocrática. En
este grupo también tienen cabida los príncipes de la Iglesia, que suelen estar también junto con el
rey en la Corte. En cuanto a las Ordenes Militares, también tendrán presencia en la Corte debido a
su poder militar. Pues bien, se modificaron privilegios de carácter feudal para adaptarlos a la nueva
naturaleza del Estado, y esta alteración de los privilegios de la nobleza, de la Iglesia, y esa
alteración de tipo jurídico provocó las revueltas.

2. La Corona y el Aparato de Estado. Las Cortes

La estructura política de los estados en la Edad Media se basaba en el diálogo entre el rey, los
magnates y los obispos, que formaban parte de la Curia Regia (cámara donde se producía el
diálogo). En dicha curia participaban los que en ese momento se encontraban en la Corte y además
tenían la confianza del rey. Generalmente los representantes de la Corte eran condes, pero en la
comitiva podían estar aquellos que el rey había llamado o aquellos que llegaban a la corte y que
eran aceptados. Así por ejemplo, dada la importancia que tenía la ciudad en ese momento, en
muchas ocasiones el rey necesitaba el apoyo de la ciudad (las rentas urbanas eran muy importantes
para financiar la política de la Corona, porque cada vez eran mayores), de manera que a esos
individuos que de forma habitual estaban presenten en las cortes empezaron a sumarse
representantes de las ciudades. La primera vez que tenemos referencia de estos es en 1188 (primera
Curia regia ampliada). No había un  nombre para expresar ese cambio que va a resultar innovador, y
simplemente se habla de Curia regia ampliada. Más adelante en España a esas reuniones se les
denominará Cortes. En Francia las cortes se llaman los Estados Generales. En Alemania y en los
países de Europa oriental, Dieta. En Inglaterra aparece el nombre de Parlamento.
Las Cortes, pues, tendrían una naturaleza revolucionaria porque por primera vez las gentes del
común tenían acceso a esta representación política. Las ciudades que iban a las Cortes eran las que
el rey quería. Con los Trastámara se limitó la representación de las ciudades limitándose el número
a 15, que se ampliaría con los Reyes Católicos tras la conquista de Granada a 16. Así se constituyó
una especie de oligarquía urbana entre las ciudades que tienen representación.
Los criterios que seguía el monarca para seleccionar a unas u otras ciudades para la
representación en Cortes era la tradición (ciudades como León, Burgos, Toledo, etc.)
La representación de las ciudades del norte era mayor que la del sur. De nuestro territorio solo
Toledo tenía representación en Cortes.
La curia Regia estaba integrada por tres estamentos: el señorío real, el señorío nobiliario y el
señorío eclesiástico. El eclesiástico y el nobiliario lo están en título propio, mientras que los
representantes de las ciudades se incluían dentro del señorío real.
El funcionamiento era el siguiente: el rey planteaba una petición y la cámara se dividía en tres
“subcámaras” diferentes a puerta cerrada. Lo que ocurría en las cortes castellanas era que el rey ya
había negociado previamente con las Cortes, de manera que habitualmente los nobles y los obispos
ya tomado el acuerdo. Así pues, realmente eran los representantes de las ciudades los que

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deliberaban, y si había problemas para obtener el apoyo de las ciudades, se ejercía el método de la
presión. En Castilla normalmente todas las propuestas del rey eran aprobadas y las peticiones se
incorporan a las actas. En el caso de Aragón, como había esa multitud Cortes: Valencia, Aragón y
Cataluña que se reunían en distintos lugares y distintas fechas (en Mallorca no había cortes) el
acuerdo previo entre el rey y los magnates no se producía.
Nota: las reuniones de Cortes si fue un momento aprovechado por los nobles para enfrentarse a
la Corona.
La naturaleza fiscal de las Cortes estaba siempre presente y fue una de sus causas de aparición.
Ello tuvo que ver con el derecho de acuñación de moneda. El rey utilizaba su facultad de emitir
moneda de una forma peligrosa, provocando inflación. La inflación se producía devaluando la
moneda (la cantidad de oro o plata que tenía la moneda) y las consecuencias de esto para el
mercado era que los comerciantes no querían vender sus productos a un precio cuya moneda tenía
menos metal precio. Ante esto, los representantes de las ciudades deseaban que el rey se
comprometiera a no devaluar la moneda a cambio del pago de un tributo de la moneda forera (en
principio la moneda forera suponía un compromiso por parte de la corona de no alterar el valor de la
moneda durante 7 años). El rey aceptaba subsidios extraordinarios a fin de no devaluar la moneda.
Por ello la labor principal de las cortes es aprobar los presupuestos anuales.
Además los representantes de las ciudades hacían peticiones de reconocimiento (función
legisladora de las Cortes).
Otras funciones de las cortes: jurar al rey o al heredero, declarar la guerra o castigar la traición.

3. Alfonso X y la monarquía romanista

La economía dirigida de Alfonso X

Se produjo un control regio en las actividades económicas orientado hacia la optimización de


las rentas. Querían conseguir mayores ingresos de los súbditos, y para ello se desarrollaron una
serie de mecanismos de intervención en las actividades económicas: cobro de impuestos por el
comercio, por el ganado, por las actividades artesanales e incluso por el ejercicio del señorío.
La forma de intervención de la corona no era por medio de la planificación, sino por medio de
la aplicación de impuestos sobre las actividades económicas. La vía de actuación fundamental fue
por medio de la política monetaria: la dobla de oro era la moneda que las cecas reales acuñaban para
las grandes operaciones económicas. Estas acuñaciones afectaban a la política nacional e
internacional de la corona (en la vida familiar urbana esta moneda prácticamente no se conocía). El
problema fue que la ley de la moneda, y por tanto, el valor real de la moneda, se fue quebrando con
otras acuñaciones que patrocinaba la corona (más acuñaciones de las previstas): se produjo un
fenómeno de inflación de precios (al haber una mayor circulación de dinero) y una deflación de los
productos (contracción de la oferta). Ante la subida de precios, el monarca reaccionó de la misma
manera que lo habían hecho todos los gobernantes en el pasado: con una política de fijación de
precios máximos (de ahí que los mercaderes bajaran la demanda). A la vez se desarrollaron leyes
suntuarias para la contención del gasto y evitar los derroches (limitar los banquetes de bodas o los
lujos, algo que se le aplicó sobre todo a los judíos).

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Se tomaron medidas para controlar las exportaciones de determinados productos: un criterio
sobre todo estratégico en el tema de exportación de armas o caballos (para que no cayeran en manos
del enemigo), o alimentos, (pues había crisis).
Control de pesos y medidas en el mercado: se trata de evitar el fraude, y se establecieron unas
unidades de peso y de capacidad más o menos estándar (una unidad para el norte del Sistema
Central –vara o fanega avilesa–, y otra para el sur –vara o fanega toledana–). Esta división Norte-
Sur corresponde con la propia división de la Corte entre Castilla y León (había dos Cancillerías,
Toledo y Santiago).
No se pudo contrarrestar la subida de precios, y en consecuencia, la quiebra del valor de la
moneda por acuñaciones excesivas, y ante eso Alfonso aplicó una mayor presión fiscal y así sacar
moneda en circulación. Esta presión cayó sobre todo entre los sectores más desfavorecidos de la
sociedad (hambre), pero afectó también a los grupos privilegiados. Los sistemas fiscales de la época
eran muy rudimentarios: el sistema de recaudación fiscal se hacía mediante los encabezamientos:
cada concejo recibía de la Corte una asignación fiscal que debían pagar, y ese importe se distribuía
sobre los vecinos; en el caso de los señoríos era el señor el que debía recaudar los impuestos
siguiendo el mismo sistema. En la práctica se debía adelantar al rey el importe, y luego recaudaban
(se solía desarrollar la producción). Pues bien, a la nobleza, de esta forma, se le empezó a limitar el
privilegio de exención de tributos (tenían que pagar por adelantado tanto estos como los concejos, y
a veces recaudaban más de lo que pagaban, pero otras menos).
Ante la complejidad de los sistemas fiscales porque se van creando nuevos impuestos, se va
introduciendo con Alfonso X un nuevo sistema de recaudación: el arrendamiento de los tributos. El
rey solicitaba a los financieros que se encargaran de la recaudación de determinado tributo en un
territorio: se hacía una subasta, y en el momento de asignarlo, el particular tenía que adelantar el
importe, y luego se quedaba con la recaudación.
Ante la crisis, el rey Alfonso X recurrió muy a menudo a la convocatoria de Cortes, y en estas
las ciudades pedían la confirmación de antiguos fueros en contra de la política real de la unificación
de los fueros concejiles fijados en Las Partidas. Los nobles, igualmente, reclamaban sus antiguos
privilegios. Ante esa tensión, que provocará una revuelta general, la corona procurará retrasar la
convocatoria de las Cortes.
Por otro lado se produjo un acercamiento de la corona hacia los poderes oligárquicos: el rey
pensaba que los cambios debían hacerse de acuerdo con las oligarquías urbanas y con la nobleza (es
una mentalidad antigua que no tiende a la supresión de sus privilegios, sino al reforzamiento). El
cambio importante que sí se introdujo fue la atracción de los nobles hacia la corte y concentrar los
privilegios en esa nobleza cortesana.
Estas medidas de carácter general se van desarrollando a lo largo del reinado y en relación con
el desarrollo de varias iniciativas políticas:
 El Fecho del Imperio
 El Fecho de allende (cruzada de ultramar)
 La revuelta mudéjar.
 La revuelta nobiliaria y el problema sucesorio.

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El Fecho del Imperio

Alfonso podía acceder al trono del Imperio por ser hijo de Beatriz de Suabia, una
Hohenstaufen. En 1256 Alfonso X pensó que tenía sangre y apoyos políticos para ello: la tradición
de la idea imperial leonesa que ya desarrolló Alfonso VII seguía viva (aunque no tuviera mucha
relación con la idea del Imperio al que quería acceder Alfonso X), y por eso Alfonso pedirá a las
Cortes su apoyo para acceder al trono imperial.
A principios del reinado llegó una embajada de la república de Pisa a la Corte anunciando que
el rey, por sus antecedentes familiares, podía ser un candidato al trono imperial y le pidieron a
cambio que encabezara el partido gibelino frente a los güelfos. Güelfos y gibelinos eran las dos
facciones que desde el siglo XII apoyaron en Alemania respectivamente a la casa de
Baviera (los Welfen) y a la casa de los Hohenstaufen de Suabia (los gibelinos). La lucha entre
ambas facciones tuvo lugar también en Italia desde la segunda mitad del siglo. Su contexto histórico
era el conflicto secular entre el Pontificado, que pasaría a estar apoyado por los güelfos, y el
Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, apoyado por los gibelinos, esto es, los
dos poderes universales que se disputaban el Dominium mundi.
Además de estos intereses políticos, también existían intereses comerciales-mercantiles; así, los
gibelinos pisanos pidieron una serie de privilegios comerciales.
Por otro lado, los pisanos veían con preocupación que el reino de Sicilia, baluarte de los
Gibelinos, estaba en peligro ante la presión pontificia, será por eso por lo que el Papa firmó un
pacto con los franceses (Carlos de Anjou) para que conquistaran el reino de Sicilia. Ante esa acción
los de Pisa pidieron a Alfonso X que preparara una cruzada contra Tierra Santa y que como cabeza
de puente se utilizara la isla de Sicilia; el objetivo, pues, era neutralizar al Papa y a Francia en
Sicilia.
Rápidamente las instituciones castellanas vieron con temor la propuesta de la corona: al
principio lo apoyaron, y el Rey pudo negociar con los representantes de la Dieta alemana y con los
pontificios su elección (mediante sobornos y la compra del voto). Los Príncipes Electores elegían
normalmente al más débil para que estos fueran los que realmente gobernaran. Cuando votaron,
después de haberle sacado todo el dinero, salieron dos elegidos: Alfonso y Ricardo de Cornualles.
Alfonso a partir de entonces se consideró emperador, pero el Papa nunca lo llegó a nombrar como
tal.
Al final el reino se mostró en contra: los gastos eran cuantiosos debido a los continuos
sobornos, y el reino estaba siendo exprimido.
Además hubo conflictos: los gibelinos se dieron cuenta de que Alfonso X nunca iba a
desarrollar ni la conquista de Sicilia y ni la cruzada (eran territorios lejanos que no le interesaban), y
por eso dejaron de apoyar la candidatura real.
Por otra parte, las relaciones entre Castilla y Navarra pasaban por un momento de tensión.
La Entrevista de Beaucaire, en 1275, supuso el abandono definitivo del fecho del Imperio.
Alfonso no tenía ya recursos económicos y era consciente de que el Papa no le iba a coronar, y por
eso planteó la renuncia a sus derechos sobre el Sacro Imperio. Pocos años después será elegido
Rodolfo de Habsburgo, un personaje débil.

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El fecho de allende

Desde un primer momento, Alfonso estaba decidido a rechazar la propuesta de Cruzada, y ello
suponía un deterioro de la política de Alfonso X a escala internacional y dentro del bando gibelino.
En el interior del reino esta política europea era vista con desconfianza (suponía una gran carga
para la Hacienda Real). Tanto en los círculos de consejeros del monarca como en las Cortes
castellanas se intentó reconducir esa propuesta a los embajadores pisanos: y al final el objetivo de la
Cruzada pasó de Sicilia a las costas marroquíes; con esta cruzada se busca controlar los
asentamientos benimerines de la costa atlántica para abrir el Estrecho de Gibraltar al comercio, y
además neutralizar a esos clanes del norte de África que secundaban a la población mudéjar de
Castilla en sus periódicas rebeliones (a veces llegaban naves de África que apoyaban a estos
mudéjares). Esta cruzada, pues, tendría consecuencias estratégicas fundamentales.
Castilla, por primera vez, fija las costas atlánticas como área de expansión. Aunque es cierto
que en el Atlántico la navegación era muy compleja pues no había grandes naves (las velas no
estaban muy desarrolladas, y las técnicas de construcción eran rudimentarias). A partir del s. XIII-
XIV se empezaron a producir cambios, como fue la aparición de la coca, un barco ya mucho más
grande, y también un mayor interés por las rutas atlánticas.
El objetivo de la Cruzada fue la fortaleza de Salé. La fortaleza, a 100km de Tánger, fue tomada
en 1260. En ningún momento se intentó penetrar hacia el interior, de manera que no existió un
proyecto de conquista de las tierras marroquíes. Pasado un año los castellanos abandonaron la
posición y regresaron a la Península por las dificultades para mantenerla.
Esto sucedió antes de la conquista de las Canarias y de algún otro puerto africano. Es el origen
del deseo de control de puertos para evitar nuevas invasiones y para constituir tales puertos como
cabezas de puente para futuras conquistas.
De nuevo esta empresa fue un fracaso de Alfonso que demostró la imposibilidad aún castellana
de conquistar puertos en el norte de África.
Por otro lado, en términos estrictamente medievalistas, la cruzada de Salé fue una victoria
pírrica (se ganó, pero no salió rentable).
Lo más importante de todo esto es el contacto con el Atlántico.

La revuelta mudéjar (1262)

Las relaciones con la población mudéjar habían evolucionado de forma similar a como lo
habían hecho los pactos de la Reconquista.
Debido a la necesidad de negociación para superar los conflictos, los cristianos llegaron a
acuerdos con los poderes de las ciudades e incluso con la población civil, y para ello hicieron
importantes concesiones: las principales eran de tipo religioso: los musulmanes podrán conservar
sus creencias, sus mezquitas, y sin predicar su fe, podrían continuar con sus prácticas religiosas. A
cambio se les pedía la sumisión total.
Sin embargo, se pensaba que los árabes estaban constantemente pensando en la liberación, y
que en cualquier momento se rebelaban, que evadían los impuestos o que se apoyaban en sus
familiares en África para hacer la guerra contra el rey, por eso, existía una presión constate hacia al
Rey por parte de los cristianos para limitar alguno de los supuestos privilegios que tenían los

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mudéjares: no les permitían construir nuevas mezquitas y les quitaban las viejas, les quitaban las
casas, los expulsaban de la ciudad al campo.
A los pocos años de haber renovado la sumisión a Castilla, que ya habían ofrecido a Fernando
III, los pequeños territorios tributarios de Niebla y Jerez de la Frontera vieron cómo Alfonso X les
arrebataba por la fuerza de las armas la poca autonomía que les restaba. Esta circunstancia, así
como otros incumplimientos de las capitulaciones acordadas en su día con los musulmanes
andaluces y murcianos que se habían rendido sin resistencia durante las campañas de Fernando III,
provocó una sublevación concertada entre la población mudéjar del sur peninsular, apoyada por
el rey de Granada (1264).
La rebelión fue fácilmente aplastada en Andalucía en pocos meses (la Orden de Calatrava fue
la encargada de pacificar Sevilla, y recibió como compensación Osuna); mientras que en Murcia,
abandonada a su suerte, fue necesaria la intervención combinada de tropas castellanas y aragonesas,
al mando del propio Jaime I de Aragón; asimismo, la Orden de Santiago fue protagonista en esta
campaña, y por sus servicios, recibió importantes señoríos en la zona. Esta revuelta tuvo como
consecuencia la expulsión o huida de muchos mudéjares andaluces, y el despoblamiento de vastas
áreas en la Campiña del Guadalquivir. Además, conllevó nuevos repartimientos que favorecieron a
la nobleza cortesana.

Se llevaron a cabo una serie de reformas internas importantes.

La primera fue la actividad repobladora. Alfonso X fue un monarca consciente de los cambios
de su época: auge del comercio, de la burguesía (fenómeno urbano), etc., y por eso Alfonso X
impulsará las ciudades: concedió nuevos privilegios y normas regulativas de los mercados (un
ejemplo fueron los edictos de precios y medidas). En esa política repobladora hubo dos líneas de
actuación de la corona:
 A través de los repartimientos y de la revisión de los mismos, y que afectaron a Andalucía y
Murcia. En estos, el Rey trató de favorecer a los nobles fieles a la corona, y en cambió
redujo los derechos y privilegios de aquellos otros nobles que no eran fieles. En la práctica,
pues, se estableció un patrón que divide a la nobleza: la nobleza militar (también ganadera)
fue la que se vio perjudicada, es decir, aquellos que habían participado en la conquista y
habían recibido grandes privilegios, perdieron parte de los mismos; la nobleza cortesana,
entre los cuales hay miembros de la nobleza inferior, fueron los favorecidos por los
segundos repartimientos, y apoyarán a la corona.
 A través de la fundación de villas reales. Más de 50 ciudades fueron creadas o transformadas
sus instituciones por medio del fuero real. Estas se extendieron por Asturias, Galicia, País
Vasco, y también por Castilla (fundación de Villa Real, actual Ciudad Real).
Después de las grandes conquistas, la sociedad civil empezó a demandar nuevas estructuras,
una nueva repoblación, y en ello mismo consistió esta fundación de ciudades:
establecimiento de unos polos donde se desarrollara la sociedad y la economía.

La fundación de la Mesta (1273) fue otro elemento destacado del reinado de Alfonso X.
La actividad ganadera era algo propio de las milicias concejiles en las zonas fronterizas
(función de defensa de ganado y robo del ganado enemigo), pero conforme la frontera se fue
trasladando hacia el sur, los territorios del sur de la Mancha se consolidaron y quedaron como zona

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de pastos en invierno (por la ausencia de nieve); en verano, los movimientos ganaderos pasaban al
norte (donde se mantenían pastos para alimentar al ganado y no se secaban). Pues bien, estos
movimientos ganaderos favorecieron el desarrollo urbano, ya que se empezaron a dar privilegios y
fueros concejiles favorables a los propios ganaderos, (exención de portazgos, por ejemplo), no a
mercaderes. Así, el desarrollo urbano estuvo muy ligado a la ganadería, y no a la población
burguesa (mercader). El motivo es que estos pastores hacían también una pequeña actividad
mercantil, y asimismo son demandantes de productos para su actividad. Varios aranceles
conservados, en los que se regulaba el precio de ciertos productos en el mercado, demuestran este
fenómeno. (De hecho, ya desde los tiempos de Alfonso VIII se había intentado favorecer el
desplazamiento de los rebaños hacia zonas meridionales, y la forma consistía en limitar los
portazgos y montazgos que podían cobrar los dueños de estos señoríos).
¿Cuál fue el origen del término Mesta? Los ganaderos tendían a agruparse por localidades para
defender los rebaños, así aumentaba el número de ovejas, pero disminuía el número de pastores que
tuvieran que defenderlo; probablemente eran pequeños propietarios que se unían para defenderse y
hacerse fuerte. Esa unión se hacía en el ámbito local, y se le llamaba “hacer mesta”, probablemente
ese fue el origen de la palabra, aunque no se sabe.
Un gran problema era el alimento de los ganados durante los largos desplazamientos. Para ello
había lugares especiales que proporcionaban estas necesidades a los rebaños (comida y agua). Otra
dificultad es que los prados quedaban agotados con el paso de rebaños, y en determinadas épocas, el
agua también escaseaba, por eso había que dejar un tiempo para que se renovaran los recursos, por
tanto, un rebaño no podía llegar a esa dehesa después de otro. Para solucionar ese problema,
probablemente por influencia de las tribus bereberes del norte de África, que seguían un sistema
similar, o por influencia de la Antigüedad Tardía en la zona peninsular y norteafricana, también
similar, se pudo dar un sistema de acuerdos interganaderos sobre los lugares por donde pasar y en
qué fechas.
Luego además otra cuestión era el mercado de arrendamiento de pastos en destino: punto final
del desplazamiento. El rey quería evitar la especulación en este aspecto y desarrollar una política de
arrendamiento de pastos más o menos estable; para ello se empezaron a establecer contactos previos
entre ganaderos y arrendadores de pastos, así como el establecimiento de precios favorables tanto
para unos como para otros que evitaran las subastas. Se crearía la figura del alcalde entregador cuyo
cargo era regular el arrendamiento de los pastos. Aun así hay que tener en cuenta que una parte de
los territorios no estaban poblados ni cultivados, y en esos lugares se podía circular sin necesidad de
pagar.

La cultura de Alfonso X
 Se crearon las escuelas alfonsíes para la producción cultural.
 Adopción del castellano como lengua oficial en la Cancillería (diplomas, tratados…).
 Enorme abanico de actuación de la cultura alfonsí
o Obra jurídica
o Obra histórica
o Obra literaria: Cantigas y el aparato iconográfico que acompaña a los textos.

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o Obre científica: se caracteriza por la magia de las creencias religiosas y mágicas con
la ciencia. Destacan los tratados de Astronomía, o el Lapidario, sobre las piedras
preciosas.
El significado histórico de esta obra cultural: significó la representación del gótico en España
con todas sus características: influencia cristiana, islámica y judía.
La ingente obra cultural se desarrolló en la Escuela de Traductores de Toledo, donde se
recopilaron los saberes de estas tres culturas.
Las  Siete Partidas fueron un cuerpo normativo cuyo objetivo de conseguir una cierta
uniformidad jurídica del Reino. Esta obra se considera uno de los legados más importantes
de Castilla a la historia del derecho, al ser el cuerpo jurídico de más amplia y larga vigencia
en Iberoamérica (hasta el siglo XIX). Incluso se le ha calificado de "enciclopedia humanista", pues
trata temas filosóficos, morales y teológicos (de vertiente greco-latina), aunque el propio texto
confirma el carácter legislativo de la obra.
García-Gallo sostuvo que, resistida la aplicación de las Siete Partidas especialmente por
la nobleza castellana, se relegó su aplicación a los pleitos del rey, es decir, a los casos reservados al
exclusivo conocimiento de la corte real, mientras que los demás serían resueltos conforme
al derecho foral (los pleitos foreros). Por ello, en la práctica habría quedado como una obra
doctrinal hasta la "promulgación tardía" de 1348, realizada por Alfonso XI. Además, esta oposición
a su texto explicaría las diferencias entre las distintas versiones de la primera partida.
De todas maneras, si fue redactada con la finalidad de ser un código legal, se ha discutido cuál
habría sido realmente su objetivo. Crucial importancia tiene el llamado fecho del imperio, es decir,
el intento de Alfonso X de obtener la corona del Sacro Imperio Romano-Germánico, pues el
propósito de Alfonso X, en relación a las Siete Partidas, habría sido redactar un texto aplicable a
todo el imperio, es decir, un derecho de validez universal, un denominador jurídico común de la
empresa imperial. Lo cierto es que las Partidas (incluido el prólogo) no hace referencia alguna al
intento de lograr la corona imperial. Además, hay autores, como Juan Escudero(discípulo de
García-Gallo), que han encontrado referencias en su texto a la organización territorial propia de
Castilla, como las villas. Por ello, se estima habitualmente que con la redacción de
las Partidas Alfonso X buscaba unificar jurídicamente el reino, no por la vía local como su
padre Fernando III (a través de la concesión de un mismo fuero a varias localidades) sino por medio
de una norma general aplicable a todo el territorio.
Se ignora si las Siete Partidas fueron promulgadas por Alfonso X. Algunos autores así lo creen
y afirman que el destronamiento del rey sabio por su hijo Sancho, habría suspendido su vigencia.
Sin perjuicio de lo anterior, indiscutiblemente las Partidas adquirieron fuerza legal con Alfonso XI.
Este hecho es considerado, por los autores que estiman que las Partidas no fueron promulgadas por
Alfonso X, como una "promulgación tardía".
Las Cantigas de Santa María constituyen el cancionero religioso medieval de la literatura
en galaico-portugués.
Se trata de un conjunto de aproximadamente 420 composiciones en honor a la Virgen María.
La mayoría son cantigas que relatan milagros sucedidos con la intervención de María.
La devoción mariana estaba en auge en ese siglo y frailes, clérigos y caballeros en general
participaban en ella. El rey alentaba en sus cantigas a poetas y juglares para que dedicaran sus
esfuerzos e inspiraciones a la «Santa Dama».

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Hay 418 cantigas distintas, más una introducción en homenaje a Don Alfonso y un prólogo,
recopiladas en cuatro manuscritos. 

Las Cantigas de Santa María pueden dividirse en dos grupos:


 El primero lo forman las «Cantigas de Nuestra Señora», en las que el tema está formado por
alabanzas a la virgen Santa María y es un verdadero compendio de historias, milagros, y
relatos relacionados con la Virgen, bien sea por su intervención directa o por los amores
místicos que su figura genera en las almas piadosas.
 El segundo, más reducido (puesto que son las cantigas cuyo número de orden es múltiplo de
diez), son las cantigas de loor, poemas más serios, profundos, casi místicos, en los que en
lugar de cantar los milagros de la Virgen se reflexiona sobre ella, como en una oración.
Estas adoptan la forma de himnos sagrados como los que se interpretaban en la liturgia, pero
que sirvieron a la vez de entretenimiento literario y musical en las cortes palaciegas y fiestas
profanas, y que de ahí eran transmitidas por los juglares al folclore de tradición popular.
La obra tiene gran importancia desde un triple punto de vista: como obra literaria, musical y
pictórica.
Desde el punto de vista de la historia de la música, está considerada como la colección de
música cortesana monódica más importante del siglo XIII. Alfonso X de Castilla heredó de su padre
Fernando III su Capilla musical que reunía intérpretes y compositores de varias culturas y que
formaron parte de la corte alfonsí, al igual que su Escuela de traductores o scriptorium regio. De
ellos aparece rodeado en algunas de las ilustraciones de los manuscritos de las cantigas. Muchas de
ellas han sido de importancia capital para la organografía española, puesto que allí se aprecian los
instrumentos del siglo XIII: organistrum, salterio, laúd, viola de arco, rebec, cítara, arpa, trompa,
trompeta, castañuelas… y la ejecución de los mismos

El fenómeno cultural alfonsí estuvo ligado al gótico, pero también a otros movimientos en
Italia y en Francia que tratarán de recuperar la tradición cultural clásica enriquecida por las
innovaciones medievales. Así, las escuelas alfonsíes protagonizaron un movimiento renovador que
asentaría las bases del Alto Renacimiento o del primer humanismo, y que comenzaría a introducir el
pensamiento y cultura del mundo moderno.

La revuelta nobiliaria (1272) y el pleito sucesorio.

Fue un conflicto interno que enfrentó a los distintos grupos sociales de la Corte a finales del
s.XIII, un siglo en el que los grandes magnates en sus castillos empezaron a rodearse de una Corte
propia, origen de las cortes nobiliarias.
Tradicionalmente se pensaba que fue un enfrentamiento entre la nobleza feudal y la corona, que
trataba de apoderarse de los privilegios nobiliarios, pero los hechos fueron mucho más complejos.
Realmente, el enfrentamiento entre la corona y la nobleza fue un enfrentamiento internobiliario
(entre grupos nobiliarios opuestos por la defensa de sus propios intereses): los que estaban en la
Corte tenían el poder, y los que estaban fuera de la Corte aspiraban a tenerlo, y así disfrutar de
mayores privilegios y beneficios.
Al final del reinado se produjo uno de los conflictos nobiliarios más importantes.

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La revuelta nobiliaria comenzó precisamente como un movimiento de oposición a las revueltas
políticas centralistas de Alfonso X (supresión de los privilegios de las ciudades y de algunos linajes
nobiliarios). En 1272, en las Cortes de Burgos, se pidió al Rey la vuelta a los fueros tradicionales y
la derogación del fueron real. Después se pidieron también la restitución de algunos privilegios y
rentas ligadas a esos privilegios para la nobleza, pero el rey se negó a aceptar esa última petición
porque suponía suprimir un privilegio para concederlo a los otros. Entonces ese grupo de magnates
se vio obligado a desnaturalizarse (rompieron el vínculo de naturaleza que tienen con el rey porque
pensaban que su enfrentamiento al mismo era lícito) y salir del reino.
Anteriormente, los nobles se iban a León, pero como ya se habían unificado, ahora los nobles
se irían al reino de Granada: desde allí se dedicaron a hacer la guerra a su antiguo señor.
Como era un grupo numeroso y muy poderoso, el rey intentó un acercamiento, y se convocaron
las Cortes en Almagro para conseguir allí un pacto y restablecer la relación vasallática entre el rey y
sus nobles. Se pidió la supresión del Servicio de Ganados (rentas de peajes impuestos con la Mesta
a la corona, y ya no a los nobles, cuando los ganados pasaran por sus tierras), pero el rey rechazó la
petición al aportar casi un 20% del tesoro del reino. La relación se rompió definitivamente.
En este marco, el príncipe heredero, Fernando de la Cerda, murió en 1275. La oposición
nobiliaria pensó que se podía trazar una nueva estrategia contra el rey apoyando al nuevo heredero.
De acuerdo con el derecho consuetudinario castellano, en caso de muerte del primogénito en la
sucesión a la Corona, los derechos debían recaer en el segundogénito, Sancho; sin embargo, el
derecho romano privado introducido en el código de Las Siete Partidas establecía que la sucesión
debía corresponder a los hijos de Fernando de la Cerda.
Además, se produjo la llegada de los benimerines, último gran imperio bereber, y se instalaron
en Granada en 1282, con lo que los granadinos se harán más fuertes. A partir de entonces, el punto
de concentración de tropas y de fuerzas será en el Estrecho hasta Alfonso XI. Supuso un
contratiempo inesperado.
El otro contratiempo inesperado fue la enfermedad del rey: tenía un tumor en la cara que le
impedía hacer vida normal. El aislamiento del rey por este motivo le llevó a un enfrentamiento con
la reina y con sus hijos (sobre todo con el infante don Sancho).
El rey Alfonso se inclinó en principio por satisfacer las aspiraciones de don Sancho, que se
había distinguido en la guerra contra los invasores islámicos en sustitución de su difunto hermano.
Pero posteriormente, presionado por su esposa Violante de Aragón y por Felipe III de Francia, tío
de los llamados «infantes de la Cerda» (hijos de don Fernando), se vio obligado a compensar a
éstos. Sancho se enfrentó a su padre cuando éste pretendió crear un reino en Jaén para el mayor de
los hijos del antiguo heredero, Alfonso de la Cerda.
Finalmente, Sancho, la propia reina y buena parte de la nobleza del reino se rebelaron, llegando
a desposeer a Alfonso X de sus poderes (aunque no del título de rey) en las Cortes de Valladolid,
controladas por la nobleza rebelde. Alegaron la incapacidad del monarca como excusa para esta
desposesión, y propusieron que el infante don Sancho fuera el nuevo rey. Sólo Sevilla, Murcia y
Badajoz permanecieron fieles al viejo monarca.
Es cierto que don Sancho no se llegó a coronar ni lo aceptó hasta que Alfonso X no dejara la
corona, pero aceptó la propuesta de regencia de las Cortes. Inmediatamente actuó como defensor de
este grupo: se restituyeron importantes privilegios a estos y a las Ordenes Militares (derechos de
peaje a cobrar pastos). Alfonso maldijo a su hijo, a quien desheredó en su testamento

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En estos momentos de crisis aparecen los fenómenos de las ciudades. Las ciudades se
asociaban en Hermandades, y debido a su mayor importancia económica, intentaron tener
representación en el reino; y además pidieron pacificar el reino: evitar que la guerra feudal afectara
al desarrollo económico y comercial de las ciudades. Para ello quería el respaldo de la corona.
En principio las Hermandades apoyarán al grupo rebelde de Sancho, pero luego se irán
independizando.
El propio rey Alfonso X tuvo que refugiarse a Granada, y ayudado por sus antiguos enemigos
los benimerines, empezó a recuperar su posición. Cuando cada vez más nobles y ciudades rebeldes
iban abandonando la facción de Sancho, murió el Rey Sabio en Sevilla, el 4 de abril de 1284.
El problema no fue la sucesión, sino el reparto de poder.

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