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Tema 2

El reinado de Fernando III

1. Antecedentes

Tras Alfonso VIII, Enrique I subió al trono (1214-1217).


En la monarquía, la figura principal es el rey. En torno al rey existe toda una trama en la que
están presentes altos personajes de la Corte entre los que destaca la reina, los infantes, y así como
otros grandes señores del reino (Lara, Castro, López de Haro, obispos…) Todos ellos forman la
Corte. Ojo: la figura principal es el rey, y los personajes de la Corte irán cambiando. La notable
importancia del rey frente a la Corte será tal que muchas veces se desconoce el entorno del rey
(hijos del rey, incluso nombre de la reina…). Concretamente, no se conocen los hijos que tuvo
Alfonso VIII; se dice que ocho, y no se conoce el nombre de todos.
La hija mayor era Berenguela de Castilla, que se casó con Alfonso IX de León, un matrimonio
político del que nacieron tres hijos, uno de ellos Fernando. Posteriormente el matrimonio se disolvió
en razón de parentesco, pero los hijos ya eran legítimos. Ese matrimonio político tenía el respaldo
de una parte importante de la nobleza leonesa y castellana, y se podría decir que tenía el objetivo de
pacificar las relaciones entre Castilla y León y resolver el motivo fronterizo que les enfrentaba (gran
influencia de la Iglesia para que los reyes cristianos llegaran a acuerdos entre ellos y rompieran sus
relaciones con los almohades). Evidentemente, también había detractores: en León había grupos de
la nobleza contrarios a la reunificación con Castilla y partidarios del enfrentamiento y de la tensión
en la frontera. Igualmente, entre la nobleza castellana había enemigos de esa aproximación a León.
El heredero del trono de Castilla era un hermano menor de Berenguela llamado Fernando.
Tenía 14 años, edad plausible para practicar la vida caballeresca; en 1211 incluso ya colaboraba con
su padre y presionaba para preparar la guerra contra los almohades, pero repentinamente enfermó y
murió. No llegó a las Navas. Algunos cronistas comentan las circunstancias extrañas de la muerte
del infante don Fernando, y murmuran que quizá Berenguela tuvo algo que ver.
El siguiente en la sucesión era Enrique. Este estaba iniciándose en la carrera militar como
escudero, y fue un miembro de la casa de Lara el que lo acogió bajo su protección cuando fue
proclamado rey. Parece ser que Berenguela reclamó la tutela del rey, pero esta se le negó, y hubo
incluso enfrentamientos alentados desde León debido a esta negativa. Estando bajo la custodia del
conde de Lara, Enrique murió en un accidente (le cayó una teja). Aquí también hubo comentarios
sobre la posible intervención de Berenguela.

2. El reinado de Fernando III

Etapa inicial de reinado

La segunda muerte favoreció la llegada al trono de Fernando. Tanto su madre como el grupo
cortesano de alrededor se benefició de aquellos acontecimientos. Ello explica por qué los comienzos
del reinado de Fernando fue tumultuoso (hubo revueltas tanto por parte de la casa de Lara como por
parte de los enemigos de la unión de los dos reinos), aunque estas revueltas fueron sofocadas con
facilidad.
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Fernando tenía la ventaja frente a estos grupos de que su ascenso al trono era legítimo: era nieto
de Alfonso VIII y sobrino de Enrique I; y además era hijo de Alfonso IX de León.
Se cuenta que Berenguela tenía a su hijo totalmente dominado, de hecho, como se aprecia en
los documentos, el matrimonio de Fernando con Beatriz de Suabia, una princesa alemana, fue una
gestión de doña Berenguela. Se podría decir que el antecedente de la diplomática de la Edad
Moderna se encontraba en ese régimen de contactos y de alianzas matrimoniales entre las casas
cristianas europeas. El matrimonio con una princesa alemana, que además era hija del emperador
Federico de Suabia, podía abrir el camino del hijo de Fernando al trono imperial, como
efectivamente ocurrió con su hijo, Alfonso X. Todo esto, unido al éxito de las Navas de Tolosa y al
avance de la Reconquista, hará que los asuntos peninsulares tengan también una proyección
internacional. En esta nueva dimensión, el ascenso de Castilla catapultará una visión exterior
hegemónica de Castilla en la Península, y Castilla se verá como el reino protagonista, lo que
favorecerá esta hegemonía. Esto favorecerá la consolidación en el trono de Fernando III y la
reunificación de Castilla y León.
En esta etapa inicial del reinado hay también unos primeros movimientos en la frontera. Estos
movimientos se ven favorecidos por la debilidad del califa almohade (tanto por la derrota en la
Península como por los problemas internos en la zona del Atlas marroquí); y por las nuevas
relaciones políticas con los gobernadores provinciales (walíes): algunos de estos se han proclamado
reyes, y los que están en la frontera más próxima a los reinos cristianos buscan alianzas
comprometiéndose a pagar tributo a cambio de vasallaje.
El más importante de estos gobernadores es el Rey de Baeza al que las crónicas llaman Al-
Bayasi. Este aparece mencionado en muchas ocasiones en las crónicas como tributario del rey de
Castilla; tiene castillos en la frontera como Salvatierra, Capilla, Andújar… castillos que controlaban
los pasos ganaderos de esta zona centro-meridional de España, que luego serán tierras de
explotación por los rebaños de la Mesta (en este momento sólo existían mestas locales); pues bien,
el rey de Baeza se comprometía a no atacar a los castellanos y a permitir el paso de los mismos por
estas tierras; incluso le exigieron que en el castillo que dominaba Baeza y Úbeda hubiera una
guarnición cristiana. Con esto se observa que este rey en gran parte era un rehén castellano, pues
estaba bajo la vigilancia de esas tropas. Su reino se acabará desmoronando solo por esta presión,
pues en general, en estas plazas de la frontera no había riqueza alguna, y la forma de compensar el
vasallaje era entregando territorios y el gobierno de las ciudades a los cristianos; será así como se
desmoronará el reino de Baeza.
El rey de Sevilla Al Mamun, en cambio, amenazado sobre todo por los gobernadores de Jaén y
de Granada, buscará también la alianza con Castilla: se hace vasallo de Fernando III y pasa a
pagarle parias. Estas parias se emplearán para acallar la oposición de la nobleza leonesa y que
acepten la unificación de los dos reinos.
Por su parte, Fernando IX también había iniciado una política de expansión pactada con
Castilla para la conquista de Mérida y Badajoz; hasta entonces el avance por esa zona había
encontrado siempre la oposición castellana, pero con Fernando III esta imposición desaparecerá.

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La gran expansión de Castilla y León

En el año de 1230 concluye esta etapa inicial de reinado con el Tratado de Valencia de Don
Juan, por el cual Fernando III es reconocido rey de León y se consolida como tal. Los procesos de
integración territorial siguen adelante; nunca más Castilla y León volvieron a separarse. Además,
cabe citar la integración en Castilla del señorío de Vizcaya entre Alarcos y las Navas.

Las grandes políticas de Conquistas de Fernando III se inician a partir de 1230, y son, sin duda
alguna, las más espectaculares de la Reconquista después de la conquista de Toledo.
El avance de la frontera y el establecimiento de pactos de vasallaje con los gobernadores de la
zona provocaron una primera respuesta andalusí. Será sobre todo la zona de Murcia la que mayor
resistencia presente. Hay una familia que tiene el poder en esta región: los Beny Hud. Habían sido
tradicionalmente aliados y vasallos de los cristianos, pero ahora se vuelven en contra ante esa
amenaza evidente. Los Beny Hud Reorganizaron sus fuerzas en el reino Taifa de Murcia y
comenzaron a tejer una red de relaciones diplomáticas y vasalláticas con los otros reyes andalusíes
contrarios a los castellanos y al rey de Sevilla, trazando con ello un proyecto de reunificación de Al
Andalus.
Pero el régimen udí encontró también muchas dificultades por la oposición interna, casi
siempre de tipo religioso. Esas revueltas internas debilitaron la dinastía hasta tal punto que el rey
murió en 1237. Debido a tales dificultades se vieron obligados a pactar vasallaje con Castilla y a
convertirse en tributarios de ellos. Como resultado de este giro, algunos aliados romperán con el
régimen udí, y una consecuencia será la creación del reino Nazarí de Granada (los nasríes eran unos
de los aliados del rey que romperán con él tras la alianza con Castilla). La aparición del reino de
Granada alterará el equilibrio político andalusí y debilitará la posición del reino de Murcia. En
1243, en virtud del pacto de Alcaraz, el reino de Murcia se convertía en un protectorado castellano,
cuyas ciudades y castillos pasan a ser guarniciones castellanas, así como buena parte de la
fiscalidad. Este pacto recoge la experiencia de pactos anteriores como el de Baeza

Cabe destacar la participación del infante don Alfonso en la conquista del reino de Murcia.
La presencia del príncipe heredero en la Corte se convierte en un asunto político de primer
orden, y los derechos de sucesión del infante están reconocidos por las Cortes. El infante es el
futuro rey y puede asumir competencias regias en algunos casos, todo ello para conservar el cuerpo
de la monarquía: se considera oportuno que el príncipe heredero vaya adiestrándose en el ejercicio
del poder, de forma que su participación en los asuntos públicos forma parte de la instrucción
política. Una forma de su preparación a la política precisamente podía ser llevar a cabo la Conquista
de un territorio y su repoblación posterior. El infante don Alfonso se ocupó directamente de la
conquista del Reino de Murcia; en ese territorio se formó como rey y tuvo que tomar las primeras
medidas de gobierno (con la ayuda del Maestre de la Orden de Santiago). En el nuevo territorio
respetó a la población mudéjar, una población que bajo el nuevo gobierno cristiano, se irá
cristianizando. El futuro Alfonso X, pues, empezó a tratar con una población multiconfesional y
mudéjar y comprendió los peligros que podían acarrear el tratar mal esta población. Se empiezan a
forjar las bases de su personalidad que plasmará en su reinado.

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La segunda etapa: 1230-1240 supone el inicio de la conquista de Andalucía.
El valle del Guadalquivir es una de las regiones más prósperas y pobladas de España desde la
Antigüedad: tiene unas características naturales muy diferentes de la de los campos manchegos,
pues no son grandes llanuras ilimitadas, sino espacios compartimentados por ríos donde se localizan
grandes ciudades y no despoblado; unas ciudades desarrolladas, integradas en el sistema mercantil
islámico.
El rey de Castilla y León disfrutaba de un poder sólido gracias a la reunificación territorial, y
disponía de recursos suficientes para organizar la hueste real, una hueste que le permitiera afrontar
objetivos de conquista mucho más arriesgados. La hueste real sigue siendo convocada por el Rey de
forma extraordinaria, y acuden como un servicio a la corona. El servicio militar tenía unos cuatro
meses de duración, y el rey se comprometía a remunerar esos servicios con soldadas y con el
reparto del beneficio de la conquista.
La hueste estaba formada por:
 La hueste real: conjunto de tropas que tenía como misión defender al Rey en tiempo de paz,
pero también el palacio, la familia real... era por tanto un ejército permanente, profesional.
El jefe de esta milicia era el Alférez Real, y luego existían otros oficiales dependientes.
 Las otras grandes casas nobiliarias del reino tenían también una milicia propia: las llamadas
mesnadas nobiliarias. En aquel tiempo en Castilla y León había entre 15 y 20 casas
nobiliarias, y cada una con su propia mesnada. La más importante era la del Conde de Lara,
y luego también destacaban los de Castro, los de Cameros…
Cuanto más poderosas eran estas casas, mayor era su cercanía a la Corte.
Estos grandes señores basaban su poder en el linaje, en la riqueza (fortuna), y ese poder se
incrementaba por la privanza (servicio privado al Rey). Es una nobleza de sangre
evolucionando a una nobleza de servicio (por la privanza).
Estas huestes normalmente eran limitadas y remuneradas por los propios nobles, y no por el
rey, y el servicio militar que prestan a la Corona es recompensado por un beneficio feudal
por el Rey.
Aunque las fuerzas fueran limitadas, los nobles solían ser los mandos militares del ejército
durante las campañas.
 Las milicias concejiles. Son las huestes organizadas por las ciudades. Estas, a diferencia de
las anteriores, no están integradas por caballeros, pero sí combatientes a caballo, una
caballería ligera con lanzas y jabalinas ligeras y arcos.
 Las Ordenes Militares. Estaban integradas por monjes-soldados con voto religioso (pobreza,
castidad y obediencia), pero estos votos eran teóricos, y muchas veces no se cumplían.
Muchos caballeros eran nobles ricos que mantenían su patrimonio, a veces incluso se
casaban, y la obediencia se refería a la obediencia al maestre.
Además de todo esto, el ejército también lo componían fuerzas mercenarias que recibían un
salario a cambio de presentar batalla. Existen algunos nobles de segundo rango o individuos en la
frontera que viven de la actividad militar y que se venden al mejor postor para presentar batalla. A
veces los servicios mercenarios se prestan a través de pactos políticos: estas huestes podían venir de
Aragón o Portugal a cambio de una soldada y en el marco de los pactos internacionales.
También será cada vez mayor la importancia de la flota: en Aragón, por ejemplo, será
fundamental el traslado de tropas por la costa y el hostigamiento a tierra desde las naves. Estos
transportes son desarrollados por compañías mercantiles, en ocasiones italianas; de hecho, algunas
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incursiones contra Andalucía (Almería) estuvieron apoyadas por naves genovesas, y ahora con
Fernando III ocurrirá algo similar.

Las operaciones en la cuenca alta del Guadalquivir las inicia en 1231 el arzobispo de Toledo en
torno a Carzorla y por iniciativa propia. Este hecho supone la antesala de la conquista de Andalucía.
Fue una iniciativa privada por parte del arzobispado toledano para favorecer sus intereses: tenía
ganados y pastos, y la posesión de esta sierra le permitía controlar los pasos ganaderos. El
arzobispo, Rodrigo Jiménez de Rada, no solo era arzobispo, sino también canciller del Rey, es
decir, es un político de peso en la Corte. Este era consciente de que con su avance estaba abriendo
puertas a iniciativas mucho más ambiciosas, unas iniciativas que él mismo estaba contribuyendo a
diseñar en ese momento.
Dos años después (1233) se produjo una segunda ofensiva que culminó con la conquista de
Úbeda, una conquista en la que el papel de las órdenes de Santiago y Calatrava fue fundamental.
Las ordenes militares tenían su domino territorial justo que llegaba justo hasta el límite de la sierra,
de esa forma las ordenes estaban creando una cabeza de puente para la posterior expansión por
Andalucía. Buena muestra de este interés será el traslado de las sede principal de las ordenes a
núcleos cercanos a la nueva frontera, así, Santiago la trasladará de Uclés a Segura de la Sierra, y la
Orden de Calatrava intentará trasladar su centro a Osuna, pero finalmente el centro maestral de la
Orden quedará en Almagro.
En el caso de las Ordenes Militares se aprecia una actitud similar a lo ocurrido con el arzobispo
de Toledo: buscarán una ampliación de su señorío por el territorio. Los maestres además tienen una
influencia importante en la Corte, su presencia es constante y estaban cerca del Rey, por ello cabe
pensar que estas primeras conquistas fueron planificadas por la corona (tanto por un caso como por
el otro).

En 1236 se produce la conquista de Córdoba. Tiene un significado político e ideológico


obvio: era la capital del Califato. En la época de las Taifas la rivalidad entre Toledo y Córdoba
había sido una constante, de manera que la conquista de las tierras de la Mancha sería una
permanente lucha entre Toledo (cristiano) y Córdoba (islámico). Uno de los últimos actos políticos
de la Taifa de Toledo fue la efímera conquista de Córdoba por Al-Mamún con tropas castellanas.
Con la conquista definitiva de 1236 se cierra ese ciclo, de forma que la expansión castellana puede
considerarse la etapa final de esa rivalidad entre los reinos de Taifas de Toledo y Córdoba.
El avance sobre Córdoba es más rápido que sobre Jaén debido sobre todo a la orografía. Jaén se
había convertido en un aliado del reino de Granada, y por eso la toma de Jaén se acaba convirtiendo
en un conflicto con los granadinos que se quiere evitar, de hecho la conquista de Jaén acabará
siendo fruto de un pacto con el rey de Granada. Por otra parte, el avance aragonés será lo que
permitirá completar la conquista de Murcia y a la vez hostigar la frontera de Granada. La conquista
de Valencia se produce en 1238 y el establecimiento del protectorado castellano sobre el reino de
Murcia se producirá en 1243. No será hasta ese momento cuando se pueda abordar la conquista de
Jaén por la presión que se ejercerá sobre Granada.
Dentro de este panorama se produce también el avance de Sancho II de Portugal por las tierras
del Alentejo, y avance del reino musulmán de Niebla sobre el Algarbe.
Y toda esta política está equilibrada:

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La expansión de Niebla, por ejemplo, se puede considerar un hecho propiciado por la
monarquía castellana para favorecer que cuando Castilla decida conquistar el reino de Niebla, sus
dominios se extiendan también hacia el Algarbe, impidiendo así una mayor expansión portuguesa:
será lo que ocurrirá en tiempos de Alfonso X.

Entre 1240 y 1248 se produce la ocupación de Alcudia y Los Pedroches (avance por el
Guadalquivir); son ciudades como Montoro, Écija, Estepa… unas ciudades muy grandes y ricas que
supondrán un reto a la hora de ocuparlas y de organizar su gobierno, para lo cual se desarrollarán
minuciosos inventarios de los bienes conquistados (bienes, casas cultivos= libros de
repartimientos). Es un proceso muy complejo indicio de que el poder civil acompañará al poder
militar para organizar las conquistas.
Por otra parte, el dominio de la serranía de Cuenca permite también controlar el dominio sobre
pastos extensísimos en estas zonas de los confines de la Mancha. Constituye la culminación del
trazado de las grandes cañadas ganaderas: el final del camino de la Mesta o la Trashumancia (desde
Salamanca y León hasta esta zona del sur). Como resultado de estas conquistas se completa el eje
de los desplazamientos de los rebaños en la alternancia entre pastos de verano y de invierno. Estas
tradiciones pastoriles se remontan hasta la Antigüedad. El gran éxito de la Mesta en España se debe
a la introducción de la oveja merina, pero también a los privilegios colectivos de los ganaderos
unidos que caracterizaba a la misma y al repartimiento de los beneficios entre ellos.
El avance castellano y de forma paralela de otros reinos hispanocristianos por las tierras
andalusíes irá generando también nuevas tensiones internas entre los gobernadores provinciales de
Al-Andalus, que perdían recursos económicos y territoriales por las conquistas y la presión
tributaria. Esto generaba revueltas sociales, y en las ciudades se consideraba que los gobernadores
no solamente eran corruptos, sino también impíos (no tenían inconveniente a pactar con los
cristianos), lo que podía traducirse en una deslegitimación de los gobernantes.
El Rey de Granada trató de frenar la presión aragonesa por la zona de lo que hoy es Almería
(desde Murcia), y por otro lado frenar al rey de Sevilla que en estos momentos pensaba desplazarse
hacia Granada debido a la presión castellana, entonces el rey de Granada buscó un pacto con el rey
de Castilla y se comprometió a pagar parias y a cambio facilitarle a Castilla la entrega de Jaén.
Una vez conquistado Jaén en 1246, el siguiente objetivo era Sevilla, el problema es que Sevilla
era una gran urbe superpoblada. La ayuda de las naves genovesas fue fundamental para completar la
conquista de la ciudad: se produjo un bloqueo del Guadalquivir por las naves genovesas y
castellanas, hasta que se produjo la capitulación final. Supuso la mayor ofensiva militar hasta el
momento, y además el control del principal puerto fluvial del sur de España.
Al sur aún quedaban Jerez y Niebla, pero estos no presentaron batalla, sino que se unieron en
vasallaje a los reyes de Castilla como protectorados. No se desarrolló, por tanto, una conquista
militar, sino una paulatina integración política.

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3. La Granada nazarí

Después de la desaparición de los últimos reinos de taifas, el único territorio musulmán que no
había sido conquistado por los cristianos era la taifa de Granda. Desde el siglo XIII hasta finales del
siglo XV este reino se mantuvo como la única entidad política andalusí en el territorio peninsular.
En él consolidó su poder la dinastía de los Banu Nars o Nazaríes.
Esta dinastía mantuvo su independencia en Granada gracias a tres factores:
 Una hábil gestión diplomática tanto ante los reinos cristianos, especialmente ante Castilla,
como ante los Benimerines –dinastía bereber que dominaba el Magreb y pretendía el control
del estrecho de Gibraltar-
 La cohesión que se logró establecer entre los diversos territorios que componían el reino
nazarí: Almería, Málaga y Granada.
 La llegada masiva de andalusíes procedentes de otros reinos musulmanes que huían de la
conquista cristiana. Se incrementó así la población y la potencialidad económica del reino,
basada en la agricultura de regadío y la producción sedera.
El reino granadino fue creación de Muhammad I, quién hacia 1232 se sublevó contra Ibn Hud
de Murcia y logró rápidamente crearse un señorío independiente en Guadiz-Baza-Jaén desde el cual
combinando la diplomacia con la guerra, logró ocupar Granda en 1237 después de haber colaborado
con Fernando III de Castilla en la ocupación de Córdoba.
Tras la muerte de Ibn Hud, el reino de granada se extendió pro Málaga y Almería, pero no
puedo evitar que los castellanos ocuparan Jaén en 1246. A partir de esta fecha, Muhammad I
figurará como vasallo de Fernando II, colaborará en sus campañas militares contra Sevilla y pagará
un tributo al castellano; la sumisión granadina fue confirmada en los primeros años del reinado de
Alfonso X (1254), pero los problemas internos de Castilla permitieron obtener ventajas económicas:
el tributo pasó de trescientos mil maravedíes de la moneda antigua a doscientos cincuenta mil de la
devaluada por Alfonso X.
La sublevación de los nobles castellanos y el descontento de la población musulmana de
Andalucía y Murcia, permitirían a Muhammad I recuperar algunos de los dominios perdidos y,
sobre todo, evitar la sumisión a Castilla; pero los éxitos militares se vieron limitados por las
rebeliones nobiliarias a las que tuvo que hacer frente Muhammad I. Durante la sublevación de los
mudéjares andaluces y murcianos, Granada contó con la colaboración de milicias norteafricanas
cuyos jefes fueron ampliamente recompensados por Muhammad I en perjuicio de la aristocracia
local dirigida por los Ashkilula (Escayuela) que gobernaban Guadix, Málaga y Comares.
Los Escayuela ofrecieron sus servicios al rey castellano que pudo, de este modo, neutralizar los
ataques granadinos y dominar la sublevación; en adelante, las rebeliones castellano-granadinas
estarán influidas por la presencia en ambos campos de fuerzas rebeldes: los Escayuela actuarán en
todo momento como aliados de Alfonso X y los rebeldes castellanos hallaran acogida en el reino de
Granda.
La alianza entre los Escayuela y el monarca de Castilla se fortaleció en 1272, año en que
Alfonso X concedió a un hijo del arráez de Málaga diversos bienes en el reino de Murcia para
contrarrestar la colaboración de los nobles castellanos con Muhammad I, que murió en 1273
combatiendo a los sublevados. Su hijo y sucesor Muhammad II (1273-1302), privado del apoyo
nobiliario al acceder Alfonso X a las reivindicaciones de los nobles, se vio obligado a firmar la paz,

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a hacerse armar caballero por Alfonso X y a comprometerse a pagar de nuevo tributo, lo que no
impediría la alianza del monarca granadino con los benimerines norteafricanos.
No obstante, el reino nazarí alcanzó su máximo esplendor durante el siglo XIV, bajo el reinado
de Yusuf I y su hijo Muhammad V. Entre 1333 y 1391 se produjo la reorganización administrativa
y militar del reino, así como la construcción de algunos de sus monumentos más emblemáticos.
Tuvo lugar también un importante resurgir cultural. Pero, a pesar de todo ello, el reino tuvo que
aceptar se vasallo de Castilla.
A principios del siglo XV la situación comenzó a cambiar. Los problemas sucesorios
desestabilizaron el reino y Castilla aprovechó la situación para conquistar algunas ciudades. La
unión de Castilla y Aragón en 1479 acentuó la dinámica conquistadora cristiana.
En el contexto, las primeras ciudades del reino fueron cayendo en manos cristianas: Ronda
(1485), Almería (1489). Finalmente, los Reyes Católicos pactaron con el rey Boabdil la rendición
de Granada, que se efectuó a principios de 1492. Desaparecía así el último vestigio de dominio
musulmán en la península. Según los tratados, la población musulmana podía quedarse en los
reinos, conservar sus propiedades y practicar su religión, aunque poco tiempo después, en 1501, se
forzó que optaran por la conversión o el exilio.

ORGANIZACIÓN TERRITORIAL
El Reino de Granada comprendía parte de las provincias actuales de Córdoba, Sevilla, Jaén,
Murcia y Cádiz, y la totalidad de Almería, Málaga y Granada, pero fue reduciéndose hasta que en el
siglo XV abarcaba aproximadamente las provincias actuales de Granada, Almería y Málaga. El
reino estaba dividido en circunscripciones territoriales y administrativas, denominadas tahas. A la
frontera entre el reino de Granada y los territorios de la Corona de Castilla se le denominaba la
Banda Morisca. Así mismo, el Reino nazarí sufrió de un importante problema de superpoblación.
La capital nazarí, Granada, se convirtió en los siglos XIV y XV en una de las ciudades más
prósperas de una Europa devastada por la crisis del siglo XIV. Era un centro comercial y cultural de
primer orden que llegó a contar con unos 165.000 habitantes y del que se conservan
importantísimos conjuntos urbanísticos como la Alhambra y el Generalife. En el Albaicín vivían los
artesanos y el resto de la población ocupó la parte llana hacia el sur, con grandes industrias, aduanas
y la madrasa. Hoy en día quedan numerosos vestigios como la Alcaicería, el Corral del Carbón o el
trazado de las calles hasta la antigua puerta de Birrambla.
Otras ciudades de importancia eran Almería, aunque su periodo de esplendor había sido en los
siglos XI y XII con los reinos de Taifas, Málaga, Guadix y Baza. La comarca de las Alpujarras, si
bien no contaba con ninguna ciudad de importancia, era una zona muy poblada y de gran
importancia económica para el Reino, situación que perduraría hasta la sublevación de 1568, tras la
cual la mayor parte de la población islámica abandonaría la comarca.

POLÍTICA EXTERIOR
En sus inicios el reino de Granada fue un reino aliado de la Corona de Castilla, aunque
posteriormente tuviera que hacerse tributario de ella para mantener su independencia. La monarquía
se mantuvo gracias a las concesiones a los castellanos, a la necesidad de éstos de consolidar sus
conquistas y a los pactos con los benimerines del Magreb. Esta difícil situación se mantuvo gracias
a la diplomacia y la habilidad política de ciertos reyes nazaríes. Durante buena parte del siglo XIV
las luchas entre cristianos y benimerines, con el apoyo nazarí, por el control del Estrecho de

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Gibraltar iban a ser una constante, con una larga historia de alianzas y traiciones, de pérdidas y
conquistas. En 1305 los nazaríes conquistaron Ceuta, aunque en 1309 los Benimarines la
reconquistan gracias a la ayuda aragonesa. En 1325, tras el asesinato de su padre Ismail I, Mohámed
IV accedió al trono de Granada, quién en 1333 arrebató Algeciras y Gibraltar a los castellanos,
aunque no pudo disfrutar de sus éxitos militares porque fue asesinado ese mismo año, a los 18 años
de edad, sucediéndole su hermano menor Yusuf I. En 1384 los nazaríes volvieron a conquistar
Ceuta otra vez, pero tres años después la volvieron a perder a manos del Reino de Fez.
La Batalla del Salado en 1340 supuso un serio varapalo tanto para Nazaríes como Benimerines,
pues éstos nunca más volverían a intervenir en la Península Ibérica y, por tanto, los reyes nazaríes
perdían así la ayuda militar del Norte de África. No obstante, la derrota en el Salado no supuso
ningún descalabro para Granada, quién pronto volvería a la política de pagos y vasallaje con
Castilla. Tras el esplendor de estos reyes, especialmente Muhammed V, las luchas dinásticas
marcaron la vida del reino, lo que hizo que la existencia del reino dependiera en gran medida de la
voluntad de los reyes de Castilla y de las relaciones de equilibrio con los reyes de Aragón.

EJÉRCITO
Cuando Muhammad ibn Nasr, el primer rey nazarí, consolidó los dominios del Reino de
Granada, estableció el esquema básico del que sería el ejército del reino. En el Reino Nazarí de
Granada el estamento noble estaba formado por dos grupos: el autóctono y el foráneo. El autóctono
estaba formado los antiguos terratenientes, que tenían grandes posesiones y extensos señoríos;
vivían holgadamente, a veces hasta con lujo. El foráneo lo integraban las familias nobles que se
habían visto obligadas a emigrar de los territorios ocupados por los cristianos; sus miembros se
veían obligados a buscar empleo en la corte y malvivían cuando no lo alcanzaban. Ibn al-Ahmar
enroló a los foráneos en el Ejército granadino; por eso éste estaba formado inicialmente por dos
cuerpos de milicias: uno permanente y asalariado, formado por los nobles y capitaneado por el rey,
y otro, la Muttavia, de mercenarios temporales reclutados para una determinada empresa y en el que
se alistaban los guerreros de toda condición social.
A partir de 1264, llegan desde Tremecén al reino nazarita los primeros voluntarios capitaneados
por los hermanos Abu Tabit Amir ibn Idris y Abu al-Muarrif Muhammad, por lo que se organiza
otra milicia regular formada por voluntarios bereberes y exiliados marroquíes. Además de estos
cuerpos, los reyes nazaritas, recordando la costumbre de los omeyas cordobeses y de los reyes taifas
del siglo XI, encomiendan su guardia personal a un cuerpo especial formado sólo por cristianos,
castellanos mayoritariamente, desterrados o huidos de su tierra, a veces cautivos, islamizados o
elches.

ECONOMÍA NAZARÍ
Para posibilitar su supervivencia, el Emirato hubo de hacer un importante esfuerzo para
aumentar las fuentes de riqueza agraria y mercantil a través de aprovechamiento máximo de las
técnicas de regadío mediante una minuciosa regulación del uso y reparto del agua en las vegas y
hoyas granadinas. Así, estas proporcionaban una gran abundancia de productos hortícolas y
frutícolas destinados tanto para el mercado interior como el exterior, compensando el déficit en
cereales del emirato que, en ocasiones, tenían que importar. La economía se complementaba con la
ganadería en las zonas montañosas, la pesca en las costeras, los recursos mineros de sureste, así

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como la cerámica y sobre todo la artesanía textil de la seda, base de la vida económica urbana y del
comercio exterior.

COMERCIO
Uno de los elementos básicos de la economía granadina era el Comercio. El control cristiano
del Estrecho de Gibraltar desde la Batalla del Salado (1340) y la conquista de Algeciras (1344),
cortó al Reino de Granada el auxilio militar desde el Norte de África, pero también estimuló un
comercio entre la Europa atlántica y el Mediterráneo del que los nazaríes se beneficiaron
enormemente. Sus puertos se convirtieron en escalas básicas para los comerciantes, al tiempo que
sus productos se abrieron a otros mercados: Catalanes y, especialmente Genoveses, establecieron
consulados en Málaga, Almería, Adra o Almuñecar, los principales puertos del Reino. El comercio
con el Magreb y el Norte de África alcanzaron una gran importancia, a la que luego seguirían las
redes comerciales con la Corona de Aragón: Cataluña, Valencia y Mallorca. El control castellano
del Estrecho de Gibraltar revalorizó el valor de los productos granadinos, sobre todo la seda, azúcar,
frutos secos y las anchovetas. A partir de entonces el comercio con la Corona de Castilla,
especialmente con Sevilla, adquirió una gran importancia. La exportación de la seda, que tuvo sus
principales centros en Granada, Málaga, Vélez-Málaga o Ronda, se convirtió en uno de los
principales productos de manufactura, y su importancia fue tal que los reyes católicos establecerían
después de 1492 la llamada "Renta de la seda de Granada". También se producían intercambios
comerciales a lo largo de la frontera terrestre granadina, a menudo realizados de forma ilegal.

SOCIEDAD
Conforme avanzaba la Reconquista cristiana, muchos musulmanes decidían huir hacia el sur de
la península. Así, cuando cayeron en manos cristianas los reinos de Córdoba, Jaén, Sevilla y
Murcia, algunos habitantes decidieron marcharse al Reino Nazarí de Granada. Las minorías judía y
mozárabe, que habían sido abundantes en periodos anteriores en la zona del Reino Nazarí, casi
habían desaparecido durante la dominación almohade. Sin embargo, tan pronto como se consolidó
el Reino de Granada, volvieron los judíos, traídos por los mercaderes cristianos que establecieron
sus consulados en las principales poblaciones granadinas. La presencia de mozárabes se redujo a
grupos sueltos, refugiados políticos y mercaderes, que fueron autorizados a practicar su religión en
privado. Se calcula en 500.000 los musulmanes que abandonaron el valle del Guadalquivir camino
de Granada o hacia el Norte de África.
Se podían distinguir dos grupos principales: la vieja población autóctona y la nueva población
venida de las tierras reconquistadas; y dos reducidos: los voluntarios africanos y los elches y
cautivos. Las circunstancias en las que vivieron los habitantes nazaríes, hace que castellanos y
aragoneses influyan sobre todo en la indumentaria, la comida y la bebida

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