Al paso de los siglos, las personas han creado una especie de barrera con relación a lo que conocemos como maestría, la sociedad los llama “genios”, creen imposible la entrada al mundo de ellos y están equivocados. El ser humano ha evolucionado durante millones de años para poder alcanzar el nivel necesario para dominar no solo nuestra mente, sino también para impulsar nuestro espíritu. Con esto se crea una forma de poder e inteligencia que representa el punto más alto del potencial humano. Esta inteligencia no se enseña por medios convencionales como en la escuela, pero casi todos la hemos experimentado por lo menos en periodos muy cortos. Cuando surgen las crisis, en muchos casos nos encontramos bajo circunstancias que nos llevan a un estado de concentración absoluta. Nuestra mente se enfoca al cien por ciento en esa tarea. Casi todo el tiempo el ser humano promedio se encuentra en un estado de pensamientos habituales y al llegar a esta inteligencia nos obligamos a salir de esa cámara interna y concentrar nuestra mente en algo real. Nos volvemos inspirados y creativos. Una vez vencido este plazo de sensación de poder volvemos a nuestro estado de distracción y seguimos la idea de que toda esa motivación sale naturalmente. No es así. Esta idea de maestría ha sido ignorada como objeto de estudios gracias a mitos y falsedades que han creado una barrera de misterio entre si podemos o no alcanzar este nivel. Llamamos entonces maestría a la sensación impresa cuando obtenemos un mayor dominio de la realidad. Este ha sido un modo de vivir para muchos individuos expertos en su campo y en la raíz de este poder se encuentra un procedimiento practico con el que cualquiera puede alcanzar el nivel maestro. El procedimiento se ilustra claramente cuando vamos a empezar a practicar actividades nuevas, en campos desconocidos. Llevamos comportamientos muy extraños donde nos invaden los prejuicios y el miedo al no alcanzar estos conocimientos con la fluidez que quisiéramos. Muchas veces comenzamos con la emoción de las cosas que vamos a realizar con nuestras nuevas habilidades peros caemos en el aburrimiento, impaciencia y el miedo al proceso. Así dejamos de aprender y el proceso es interrumpido. Si por otro lado contralamos esas emociones y nos enfocamos en el objetivo empezara a crecer algo dentro de nosotros. A medida que prestemos atención y sigamos practicando adquiriremos las habilidades básicas que nos permitirán tomar retos nuevos. Comenzaremos a identificar muchas de las relaciones que antes eran invisibles, así, poco a poco obtenemos seguridad en lo que hacemos para resolver problemas. Nuestra estilo e individualidad toman su forma y empezamos a crear nuestras propias ideas usando la creatividad y conocimientos que hemos estado adquiriendo. Hemos al fin entendido tan bien las reglas que ya podemos ser quienes las rompen o rescriben. El proceso que nos lleva a este estado de superioridad está dividido en tres secciones. El primero es el aprendizaje de oficio, en el cual estamos fuera de nuestro campo, aquí nuestras habilidades son limitadas y solo tenemos un cuadro superficial donde podremos rescatar conceptos y reglas básicos para seguir avanzando. En la segunda fase, llamada creativa-activa, en la cual nosotros podremos empezar a realizar experimentos adentrándonos al interior del ejercicio para ver las relaciones de las cosas entre sí. En la tercera fase, el grado de conocimiento y manejo de nuestro campo es tan amplio que vemos ya el panorama completo, toda la experiencia y concentración se junta para expresar un fragmento de la vida. Muchos le llaman a este fenómeno intuición, pero esta apenas es una apreciación lejana de la realidad, pero la verdad definitiva llega cuando esa iluminación nos lleva a la creación de palabras o formulas. Si no comparamos con otros seres vivos, por ejemplo, los animales. Estos tienen la capacidad de aprender, pero siempre se guiarán por sus instintos. En cambio, nosotros los seres humanos confiamos más en el pensamiento y la razón para actuar. Pero esta razón puede ser lenta y por lo mismo se vuelve inservible. El uso de la maestría conlleva un equilibrio entre ambas, el instinto y la razón. De niños solíamos tener un poco de ese pensamiento intuitivo que con el paso del tiempo se va expulsando. Algo así pasa con los maestros, guardan un parecido con esa espontaneidad de un niño, pero en un nivel muy superior. Cuando alcanzamos este estado, la maestría se vuelve un arma a nuestro mando, es toda la recompensa por haber seguido correctamente el proceso. Por eso el mundo los premia, crean nuevos aspectos de la realidad y nos brindan un poder practico inmenso. Podemos entonces concebir a la maestría pensando como a lo largo de la historia, hombres y mujeres han intentado alcanzar el nivel máximo, no han podido conectar de verdad con la realidad y quedan limitados por su conciencia. Se han buscado infinidad de atajos para acelerar el proceso maestro, desde rituales mágicos, trances, conjuros y drogas. Han dedicado su vida a la búsqueda de la piedra filosofal (sustancia que convertiría todo oro), a la búsqueda del Dorado, etc. Estas tienden a tener algo de verdad y sentido, pero al final todas esas búsquedas giran en torno a algo que no existe, una solución práctica, un camino fácil, un rascacielos sin buenos cimientos. Todos y cada uno de nosotros podemos voltear a ver el pasado y ver con claros ejemplos la diferencia entre los que buscaron el camino fácil y los que llevaron un proceso de cambio real. Grandes inventos, descubrimientos, construcciones y obras de arte magnificas son solo algunos de los ejemplos del potencial humano en su nivel maestro. Este poder brindar a quien lo posee una conexión con la realidad y la aptitud para cambiar el mundo con que los místicos y magos sólo pudieron soñar alguna vez. Todos hemos nacido con el mismo potencial de cultivar nuestra mente. La diferencia está en la ética personal del individuo, todas sus conductas serán encaminadas para llegar a este nivel maestro, o tomarán el sendero fácil que muy seguramente terminarán por destruirlos. Hoy más que nada, la sociedad necesita maestros que puedan salir a las calles y cambiar las cosas. Fuente: Robert Greene (2012): Maestría, Océano de México, pp. 04-07.