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Primera sesión. Primer tema.

Consejos y bibliografía de apoyo


Publicado por Raquel García Rojas el mayo 5, 2010 a las 6:46pm

.1.1. CONSEJOS Y BIBLIOGRAFÍA DE APOYO


Lo más importante para escribir, aparte de sentir el deseo de hacerlo, es
adaptarse a un método de trabajo mínimamente riguroso, saber rodearse de los
instrumentos fundamentales que nos faciliten la tarea de expresar nuestras
ideas de la forma más certera y correcta.

Si nos vamos a tomar en serio nuestra relación con la escritura no basta con
escribir y escribir, sin ton ni son, sino que debemos revisar nuestros hábitos,
cerciorarnos de que realmente estamos trabajando en condiciones.

Por ejemplo, una labor importantísima que algunos aficionados suelen eludir,
por pereza generalmente, es la de la reescritura. Puede que pensemos que lo
que nos salga de carrerilla al soltar el boli tiene que ser una genialidad, que en
eso consiste “ser escritor”. Nada más lejos de la realidad: prácticamente ningún
texto bueno sale a la primera. Podrá tener cierta fuerza o interés, esa chispa
que hace que se adivine algo especial en ello, pero si no se revisa a conciencia,
seguramente perderá sus verdaderas posibilidades.

Después de escribir debemos siempre reescribir, revisar, corregir... en el primer


momento no hay que preocuparse de encontrar la palabra exacta, la estructura
adecuada, o la sintaxis perfecta. El arranque de la escritura puede y debe ser
suelto y fluido. Pero una vez que la historia ha salido al papel, hay que empezar
a pensar en cambiar tal palabra, quitar ese párrafo que suena redundante o
reescribir aquella frase que parece ahora engolada o superficial.

Vamos a dedicar ahora un tiempo a orientarnos respecto a la bibliografía que


nos puede ayudar en esta tarea de revisión. Cada uno de vosotros podrá buscar

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y seleccionar aquellas indicaciones que más se aproximen a las propias
carencias o al grado de exigencia que uno se marque.
También vamos a repasar algunas cuestiones de estilo, ortográficas y
gramaticales que muchos hispano-hablantes no dominan y sobre las que hay
por lo general cierta confusión o “vicios” sociales, entendidos como costumbres
del idioma coloquial que, aunque incorrectas, se han asentado en nuestra
manera de hablar y que, por ello, nos cuesta tanto identificar y corregir. No se
trata, en absoluto, de volver a las lecciones de la EGB, ni de analizar frases o
conjugar verbos; la intención es orientar sobre estos fallos frecuentes en todos
los escritores (incluso en los más renombrados) y sobre los libros a los que se
puede acudir para pulir estos defectos. Vamos a procurar repasar, por tanto,
una pequeña parte, quizás la más escabrosa y desconocida, de la ortografía, la
acentuación y la gramática, así como algunas normas básicas de estilo.
También vamos a poner el acento sobre el peligro de utilizar el vocabulario de
manera intuitiva, sin estar seguros de que decimos lo que queremos decir en
cada momento.

Puede que este tema se haga algo árido, que sea la “cara oscura” de la
literatura, el “trabajo sucio”, pero es sin duda el primer paso en el camino hacia
el aprendizaje del oficio de escritor: dominar la palabra como el escultor domina
la piedra, o el pintor los colores.

Los materiales
El diccionario.- Encontrar la palabra exacta que traduce nuestras ideas puede
ser un ejercicio agotador y estéril si no estamos acostumbrados a utilizar ciertas
ayudas como son los diccionarios. Algunos especialmente útiles para el escritor
pueden ser:
·Diccionario alfabético de significados. Un excelente diccionario de este tipo: el
Diccionario de uso del español María Moliner, en el que se
encuentra un compendio completísimo sobre el significado, uso y funciones de
las palabras. Quizás su único inconveniente es que poco a poco va quedando
algo desactualizado.

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·Diccionario ideológico. En el Diccionario ideológico de la lengua Julio Casares
encontramos, además de un diccionario alfabético de significados,
un diccionario analógico en el que no se contiene el significado de la palabra,
sino todas aquellas voces que están dentro de su campo semántico y tienen
relación con ella. Por ejemplo, si buscamos el vocablo “mar”, obtendremos una
lista de palabras que tienen alguna relación con el mar, entre ellas:
“piélago”, “ponto”, “fondeadero”, “puerto”, “bósforo”, “batiente”, “oleaje”,
“sal”, “alga”, “Neptuno”, “sirena”, etc. Este diccionario puede proporcionarnos
muchas ideas y abre en abanico las posibilidades de cada palabra.

·Diccionario de sinónimos y antónimos. Es imprescindible para luchar contra las


cacofonías y los olvidos repentinos. El de Sáinz de Robles proporciona una
larga lista de voces entre las que elegir.

Sobre dudas de la lengua.- Es importante que nos acostumbremos a corregir


cada pequeña duda ortográfica, gramatical o de cualquier otra índole que nos
encontremos. Poco a poco se van dominando y se
adquiere el hábito de aclarar las dudas sobre la marcha, lo que ahorra mucho
tiempo y esfuerzo.

Para corregir la lengua se pueden consultar varios volúmenes, por ejemplo, el


Manual de Español Correcto, que contiene una extensa revisión sobre
acentuación, puntuación, ortografía, pronunciación, morfología,
sintaxis y estilo, o el Libro de estilo de El País, que tiene un pequeño
diccionario de extranjerismos, nombres de lugares, nombres propios, etc. En el
Manual del español urgente, de la Agencia EFE, hay reglas básicas sobre
ortografía, morfología, léxico y gramática.

Además de éstos, hay otros muchos manuales y diccionarios dedicados


íntegramente a recopilar las reglas de la lengua (Ver Bibliografía final).

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El vocabulario
Por abundantes que sean nuestras lecturas y amplia nuestra memoria, siempre
nos faltarán adjetivos, verbos o nombres que describan con rigor objetos o
situaciones más o menos comunes.
Hay que acostumbrarse a ser rigurosos con el uso del vocabulario y a saber
buscar las palabras que no acuden a nuestra memoria de manera inmediata.
Hay que utilizar las palabras acertadamente, con su
significado real, y no con el significado que suponemos que tienen. A
continuación vamos a plantear un ejercicio para comprobar la relatividad de los
conocimientos que tenemos normalmente sobre el significado de las palabras.

Ejercicio:
Intentad definir las voces siguientes, y después las cotejadlas con las
definiciones que encontraréis a continuación:
·Agresivo
·Confrontación
·Detectar
·Detentar
·Encuentro
·Ostentar
·Provocar
·Relanzar
·Saga
·Sofisticado
·Valorar
·Vergonzante
Definiciones:
Agresivo: esta palabra significa propenso a faltar al respeto, a ofender o a
provocar a los demás, pero nunca activo, audaz, dinámico, emprendedor o de
empuje.

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Confrontación: no es lo mismo que enfrentamiento, palabra a la que suele
sustituir incorrectamente. Confrontar es comparar, cotejar, contrastar, ver las
diferencias entre dos personas o cosas.
Detectar: poner de manifiesto por medios físicos o químicos lo que no puede
ser observado directamente. Se utiliza correctamente cuando se trata de
detectar metales, agua, contaminación o radiactividad, y mal
cuando se escriben frases como la siguiente: “Se detectó la presencia de
muchas personas”. En tales casos, se debería sustituir por hallar, encontrar,
descubrir, observar o localizar, por ejemplo. Si escribimos “la policía detectó
la presencia del homicida” estamos diciendo que lo hizo mediante un sistema
técnico.
Detentar: no cabe emplearse para indicar cualquier situación de poder o
mando. Su significado exacto es retener sin derecho, usar o atribuirse alguien
una cosa indebida o ilegítimamente.
Ostentar: no es sinónimo de desempeñar o ejercer un cargo. Significa mostrar
o hacer patente una cosa, hacer gala de grandeza, lucimiento y boato.
Provocar: no es sinónimo de causar, sino de excitar o inducir. Se causa algo
cuando la acción recae directamente en la persona o cosa, y se provoca cuando
esa causa genera otra acción de la persona o cosa. Se
provoca una reacción pero se causa un daño. Es incorrecto escribir, por
ejemplo: “la bala le provocó una herida en la pierna”.
Relanzar: no significa volver a lanzar sino rechazar o repeler. No es correcto
decir, por ejemplo: “relanzar la economía”, sino reactivar o impulsar la
economía.
Saga: esta palabra no es sinónimo de familia sino de aventura. La saga de los
Rius es la aventura de los Rius y no la familia de los Rius.
Sofisticado: no significa avanzado, perfeccionado o moderno, sino artificial,
rebuscado, adulterado, falso, falto de naturalidad, afectadamente refinado, o
exagerado. Es un error muy frecuente.
Valorar: está empleado de forma incorrecta cuando se utiliza como sinónimo de
analizar o estudiar. Valorar implica siempre darle valor a algo en un concepto
positivo; resulta pues algo absurdo, desde el punto

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de vista etimológico, valorar algo negativamente, y una redundancia valorar
positivamente. Cuando se emplea en la expresión “valorar los daños” también
es incorrecto, puesto que lo correcto sería “evaluar”.
Vergonzante: no es lo mismo que vergonzoso. Vergonzante ha de aplicarse a la
actitud de hacer algo ocultándose. En síntesis, la actitud vergonzante es la del
que tiene vergüenza y vergonzosa la de quien la causa.
(Libro de estilo de El País)
Probablemente nos hayamos llevado algunas sorpresas al cotejar la definición
que les suponíamos a estas palabras y su significado real. Pero no hay que
asustarse, todos los hablantes de un idioma cometen errores y tienen en mente
falsas ideas y convicciones respecto a expresiones o significados. Esta
capacidad es algo que se puede entrenar con el tiempo, no se pretende que
ningún escritor conozca absolutamente todas las palabras que conforman un
idioma, ni tampoco que se estudie de memoria un diccionario como si fuera una
tabla de multiplicar. Existen en el mercado libros de ejercicios de vocabulario
(algunos se indican en la bibliografía final) y también puede resultar muy útil, a
la par que entretenido, ejercitar nuestra mente semántica resolviendo
crucigramas o autodefinidos bien construidos.
Con todo, el consejo más inmediato que podemos seguir es el de acudir
siempre a algún diccionario cuando dudemos del significado exacto de alguna
palabra que queramos utilizar.
Finalmente, el último consejo para aumentar poco a poco nuestro vocabulario
es el de llevar siempre con nosotros una pequeña libreta donde poder apuntar
impresiones, ideas fugaces, pequeños argumentos, personajes, y también
palabras: palabras que desconocemos y encontramos en nuestras lecturas o
que oímos por la calle o en la televisión (para buscarlas después en el
diccionario), palabras que oímos muchas veces y nos suenan vagamente, pero
que no podríamos definir exactamente a qué se refieren, palabras que
entendemos pero nos resultan curiosas o divertidas, expresiones o giros que
nos llamen la atención en boca de algún “personaje” en concreto, etc.
Cuestiones de estilo

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En este punto nos detendremos en vicios del lenguaje que hacen los textos
malsonantes, repetitivos o poco claros, y que dificultan, en cualquier caso, la
expresión de las ideas. Sobre algunas de estas cuestiones de estilo, no
obstante, vamos a insistir a menudo a lo largo del taller, pues son muy
frecuentes y precisan una atención constante (cacofonías, uso y abuso del
gerundio, vocabulario demasiado abstracto...). Vamos a detallar algunas.
Contra la monotonía
A.A. Pobreza léxica.- la pobreza léxica está muy relacionada con el vocabulario
abstracto. Uno de sus barómetros es el uso y abuso de ciertos verbos “coletilla”
o “comodín”, o verbos polisémicos como haber, hacer, tener, ser... o
sustantivos como cosa o cuestión. El uso de la palabra precisa alejará nuestros
escritos de la monotonía y la repetición. ¿Por qué decir “hacer una película” si
se puede sustituir por el verbo que le es propio: “rodar”? De la misma forma:
hacer un daño por infligir un daño, tener una actividad intelectual por
desarrollarla, haber peligros por acechar, poner la radio por sintonizarla, decir
insultos por proferir, dar razones por aducirlas o echar abajo por derribar.
Utilizar el mismo nexo dentro de un párrafo es otro de los vicios que conlleva la
pobreza léxica. Si relatásemos siempre con el mismo nexo: cuando... cuando,
luego... luego, entonces... entonces, acabaríamos creando un efecto de
pesadez. Es importante también vigilar el abuso de la palabra “que”. B.B.
Pobreza sintáctica.- Cuando narremos algo es necesario que la estructura varíe
a veces el orden lógico de la frase (sujeto + verbo + complemento directo +
complemento indirecto + complemento circunstancial) porque, si no, el texto se
hace árido y monótono. Esta alteración del orden lógico se llama hipérbaton y
constituye una de las figuras retóricas más interesantes que posee el castellano
para manejar el lenguaje. Sin embargo, su abuso puede dar lugar a un efecto
de escritura enrevesada; por tanto, como frente a cualquier arma de doble filo,
debemos estar prevenidos, procurando no oscurecer el significado ni hacer
chocante o agramatical la expresión.
Contra la afectación

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Si en el punto anterior hablábamos de cómo huir de la monotonía, en éste se
advierte de cómo esa huida debe terminar en concisión, claridad y sencillez, y
nunca en afectación.
C.Léxico pedante.- Es relativamente fácil caer en la trampa de la pedantería si
abusamos de neologismos (como intermediamiento por mediación, atractividad
por atracción, conflictual por conflictivo), o extranjerismos (como rol por papel
o misión, remarcar por destacar, etc.).
D.Renovar la imaginería.- desde mucho antes de que Jorge Manrique dijera
aquello de “los ríos que van a dar a la mar que es el morir...”, y desde entonces
hasta ahora, se han utilizado miles de imágenes en literatura que todos
tenemos en la memoria: los dientes como perlas, la pradera es una alfombra
verde, etc. Debemos buscar nuestras imágenes fuera de la tradición, en
nosotros mismos, evitando rondar los tópicos pero también desdeñando
aquellas que caigan en la tiniebla más absoluta y resulten incomprensibles para
nadie más que nosotros. Las imágenes en literatura deben ser originales y
vivas, que representen exactamente aquello que buscamos, y limpias: una
imagen brillante y limpia en medio de un texto nos será más útil que diez
adjetivos y tres adverbios. La profusión de imágenes tampoco es aconsejable
porque perderemos aquéllas que realmente nos sirvan entre la maleza de las
otras.
E.Rascacielos sintácticos.- Una subordinación excesiva organiza el texto en
periodos demasiado largos, y a menudo oscurece el significado. Además, a no
ser que esta subordinación esté perfectamente construida, puede hacernos caer
en la tan cacareada monotonía. Lo mejor es intentar mantener un equilibrio
entre un ritmo de frases cortas y otro de frases largas, hasta que nos sintamos
con fuerzas para intentar proezas sintácticas, para las cuales hace falta un
dominio muy profundo de la lengua (varios autores han hecho experimentos,
algunos muy logrados, de escribir novelas sin puntos: leerlas es un interesante
ejercicio para la mente y para la respiración).
F.La pasiva.- La voz pasiva conviene usarla con cuentagotas, porque produce el
efecto rígido y lento de los textos administrativos, frente a la fluidez, agilidad y
dinamismo que nos ofrece el uso de la voz activa.

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G.Exclamaciones.- Exclamar o interrogar más de lo necesario conduce a un
estilo teatral y artificioso. Si queremos que un personaje se sienta asombrado
no es necesario que le hagamos exclamar: “¡Oh, Dios mío!”; mucho más eficaz
sería mostrar la expresión de su rostro o definir el tono de su voz.

Contra las confusiones e imprecisiones


Hay que librar una batalla contra todo aquello que dificulte la comprensión del
texto: repeticiones inútiles, grandilocuencias, estilo retórico, vocabulario
inexacto o equivocado, etc.

A.Las redundancias.- “Asomarse al exterior” o “aterido de frío” son expresiones


que solemos usar. A estas expresiones en las que el segundo término no añade
nada al primero (si decimos asomarse, que es al exterior ya viene implícito en
el verbo) las llamamos redundancias. Hay que evitar este tipo de vicio en la
lengua escrita, sobre todo en la literaria, donde cada palabra debe cumplir su
función y no puede haber ninguna que esté de más. Algunas de estas
expresiones que más éxito alcanzan en el lenguaje coloquial actual, y que
convendría mantener a raya, son: abigarrado de colores, astifino de cuernos,
base fundamental, bifurcarse en dos direcciones, casualidad imprevista,
constelación de estrellas, chico joven, divisas extranjeras, falso pretexto, insistir
reiteradamente, cuarenta kilos de peso, mendrugo de pan, peluca postiza,
prever con antelación, progresar hacia delante, propia idiosincrasia, soler ir a
menudo, utopía inalcanzable, vigente en la actualidad... Hay que tener en
cuenta que en literatura existe una figura, el pleonasmo, que consiste
precisamente en buscar la redundancia, pero con un valor estilístico o bien
porque el escritor necesita subrayar algo. Este tipo de redundancia sí nos
servirá de ayuda en ocasiones como instrumento narrativo.
B.Sinónimos consecutivos.- Tan pernicioso para el estilo como las redundancias
son los sinónimos consecutivos, que repiten la misma idea y no aportan nada al
contenido. Por ejemplo: “Le gusta exhibir o hacer ostentación de sus
cualidades”.

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C.Secuencias y adverbios de relleno.- Expresiones del tipo “pura y llanamente”,
“de alguna manera”, “como es natural”, “claro está que...”, etc., suelen
añadirse a los textos aun cuando no tienen ninguna función semántica o
sintáctica, así como algunos adverbios como “realmente”, “verdaderamente”,
“personalmente”, “lógicamente”, “prácticamente”, que no suelen tener tampoco
categoría de palabras con significado. Todas estas expresiones vacías (salvo
que se necesiten por alguna razón especial) deben evitarse, porque contribuyen
a crear un lenguaje estereotipado y poco expresivo.
D.Circunloquios.- Es conveniente rehuir los circunloquios, traduciéndolos en la
medida de lo posible a los verbos que representen: llevar a cabo por efectuar,
prestar atención por atender, hacer saber por comunicar. Lo mismo con los
adjetivos: que no tiene vida (inerte), que emplea pocas palabras (conciso), que
carece de originalidad (trivial), que no tiene variedad (monótono), etc.

Los errores más frecuentes


Reglas de acentuación
A.Solo y sólo.- Cuando es adjetivo no lleva nunca tilde: “Me encuentro solo”.
Cuando es adverbio equivale a solamente y lleva tilde, aunque no es obligatorio
ponerla, pero es recomendable para evitar confusiones de significado: “Sólo a ti
te lo enseñaré”.
B.Aun y aún.- La forma aun equivale a “siquiera”, “incluso” o “aunque”: “Aun
cuando no vaya te llamaré”. Aún, cuando lleva tilde, significa “todavía”: “Aún no
ha llegado Pablo”.
C.Los demostrativos.- Cuando actúan como adjetivo o determinante
(acompañan a un sustantivo), nunca llevan tilde: “Aquella chica es la vecina”.
Cuando son pronombres (sustituyen al sustantivo), la colocación de la tilde es
potestativa y sólo es obligatorio ponerla en el caso de que exista ambigüedad
en la frase: “Éstos son míos”. Esto, eso y aquello, las formas neutras, son
siempre pronombres y, como nunca pueden confundirse con determinantes, no
llevan tilde.

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D.Los monosílabos.- Nunca llevan acento a no ser que existan dos palabras
iguales; entonces la palabra tónica llevará tilde para diferenciarla: “Él vino / el
vino”, “No como más, engordo / No como, mas engordo”.

Normas ortográficas
A.Porque, por que, porqué y por qué.- La forma porque es una conjunción y
equivale a “ya que”, “puesto que”, “como”, “como quiera que”: “El suelo está
húmedo porque ha llovido”. La forma por que es la preposición por seguida del
pronombre relativo que. Es reconocible porque siempre se puede intercalar un
artículo entre la conjunción y la proposición: “Este es el camino por (el) que
vinimos”. La forma porqué siempre es un sustantivo y como tal puede llevar
delante artículos, demostrativos, y pluralizarse como cualquier otro: “Explícame
el porqué de tu visita”. La forma por qué está compuesta por la preposición por
seguida del pronombre interrogativo o exclamativo qué: “Dime por qué te
fuiste”.
B.Con que, con que y con qué.- La forma con que es una conjunción que puede
ser sustituida por locuciones equivalentes (“por tanto”, “por consiguiente”, “así
que”): “Con que jugando, ¿eh? Ya puedes ir a estudiar”. La forma con que está
compuesta por la preposición por y el pronombre relativo que, y es
diferenciable de las otras formas porque siempre puede ponerse un artículo
entre sus elementos: “La pistola con (la) que le mató la encontraron en el río”.
La forma con qué aparece en oraciones interrogativas y exclamativas o en
proposiciones interrogativas indirectas: “No sé con qué argumentos me voy a
presentar”.
C.Adonde, a donde y adónde.- La forma adonde se emplea cuando el
antecedente es explícito: “Mira la aldea adonde fue mi prima”. La forma a
donde se emplea cuando no hay antecedente expreso: “Quiero ir a donde tú
vas”. La forma adónde es un adverbio interrogativo. Puede aparecer en
oraciones interrogativas y exclamativas, y también en oraciones interrogativas
indirectas: “Decidme adónde vais ahora”.

Morfología y sintaxis

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A.Determinantes.- Son incorrectas las secuencias siguientes:
detrás/delante/enfrente/encima/debajo/cerca nuestro (suyo, mío, vuestro,
tuyo); lo correcto es: detrás de mí, delante de nosotros, enfrente de ti, debajo
de ella, etc.
B.Sendos/as.- Esta palabra nunca equivale a “ambos” o a “dos”; significa “uno
para cada uno”, “uno con cada uno”, etc. Son incorrectas frases como “Juan
Rulfo escribió sendos libros” y son correctas otras como “Góngora y Quevedo
ofrecen sendas visiones sobre su época”.
C.El pronombre.- El leísmo, el laísmo y el loísmo son defectos que consisten en
emplear estos pronombres cuando lo correcto, dada su función sintáctica, es
emplear otro de ellos. Le y les funcionan siempre como complemento indirecto.
El leísmo es por tanto la utilización de le y les como complemento directo,
cuando lo correcto sería lo o la (los o las): “El lápiz le dejé en la mesa”
(correcto: el lápiz lo dejé en la mesa); “A María le llaman por teléfono”
(correcto: A María la llaman por teléfono).
La RAE considera únicamente correcto el uso de le como CD cuando se refiere a
personas masculinas. El laísmo consiste en el intercambio incorrecto de la por
le. La siempre tiene la función de CD; hay laísmo, por tanto, cuando en una
frase “la” se utiliza como CI: “La llevé un paquete” (a ella) (correcto: Le llevé
un paquete). Lo también hace siempre la función de CD, por lo que nunca pude
utilizarse como CI: “A Marcos lo dieron una patada” (correcto: A Marcos le
dieron una patada). Respecto a los pronombres reflexivos, siempre hay que
comprobar la concordancia del pronombre con el sujeto en número y persona.
Son incorrectas frases como: “Yo volví en sí” “Yo no doy más de sí”, etc. Lo
correcto es “yo volví en mí, no doy más de mí, etc.
D.Adjetivos.- Algunos adjetivos no admiten grados superlativo y comparativo:
principal, fundamental, primordial, primero, único, eterno, mortal, inmortal,
total, absoluto, infinito, definitivo, omnipotente, postrero, diurno, nocturno...
Son los adjetivos que representan grados absolutos. Sólo en contados casos se
puede aplicar a estos adjetivos el grado superlativo a modo de énfasis: “Este
resultado ya es muy definitivo” (correcto: este resultado ya es definitivo);
“Reina el más absoluto silencio” (correcto: reina un absoluto silencio).

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E.Verbos.- Deber + infinitivo significa tener obligación; deber de + infinitivo
indica posibilidad de que algo ocurra. La construcción correcta del verbo
incautar es incautarse de algo (no “incautar algo”). Urgir no es un verbo
transitivo, luego es incorrecto decir algo así como “Me urgió para que fuera”
(me dijo que era urgente que fuera). Callar algo significa omitir algo, pero no
puede callarse a una persona, se la hace callar.
Transitar: no se transita un camino, sino por un camino. No es correcto el uso
del gerundio cuya acción es posterior a la del verbo principal: “Hice el examen
poniendo al final la firma” (correcto: Hice el examen y al final puse la firma).
También es incorrecto el uso del gerundio como adjetivo:
“Ha salido una ley regulando los precios...” (correcto: ha salido una ley que
regula...). Igualmente es incorrecto el uso del llamado condicional de rumor:
“Irán habría facilitado a la URSS puestos de espionaje” (correcto: Posiblemente
Irán haya facilitado...).
F.Adverbios.- Las formas adentro y afuera sólo deben utilizarse con verbos u
otras palabras de movimiento, aunque en este caso es opcional el uso de las
dos formas. Serán incorrectas las formas con a- utilizadas con verbos de no
movimiento. Los adverbios adonde y adónde rigen igual que en el caso anterior,
es decir, deben utilizarse con verbos de movimiento pero no son obligatorios.
Los adverbios abajo y arriba nunca deben ir precedidos de la preposición a,
pues ya la llevan incorporada a su forma. Cuando la palabra “mejor” es un
adverbio en grado comparativo de “bien” no tiene plural: “Son los mejor
preparados”.
Mientras, mientras que: cuando se expresa valor temporal puede utilizarse
tanto mientras como mientras que, pero cuando el valor es adversativo debe
utilizarse mientras que, nunca mientras.
G.Preposiciones.- Con bastante frecuencia no utilizamos la preposición
adecuada al verbo que estamos usando. Los casos más corrientes de cambio de
preposición son: atentar a (por atentar contra), colaborar a (por colaborar en),
escapar al peligro (por escapar del peligro), a la mayor brevedad (por con la
mayor brevedad), a beneficio de (por en beneficio de), correr X km a la hora
(por correr X km por hora), al objeto de (con el objeto de), al extremo de

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(hasta el extremo de), de acuerdo a (de acuerdo con), en honor a (en honor
de), estar tentado a (estar tentado de), enfrentarse a alguien (enfrentarse con
alguien), imitación a (imitación de); bajo el punto de vista (desde el punto de
vista), bajo el radio de acción (dentro del radio de acción), bajo encargo de
(por encargo de); terminar con su muerte (terminar en su muerte), querellarse
con (querellarse contra); en unos segundos (dentro de unos segundos),
inherente en (inherente a), a favor de (a favor de), untar en (untar con),
traducir en (traducir a), sentarse en la sombra (sentarse a la sombra); ayer
noche (ayer por la noche), afición por (afición a), responsabilizarse por
(responsabilizarse de), decidirse por hacer algo (decidirse a hacer algo).
H.Locuciones preposicionales.- Algunas locuciones preposicionales han
alcanzado la categoría de moda y deberían desecharse por el abuso que se
hace de ellas, por su incorrección y por cierto regusto a pedantería: a nivel de,
en base a, de cara a, en orden a...

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