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Considero que el segundo de los Tres ensayos de teoría sexual, es uno de los muchos textos

en donde Freud posibilita al mismo tiempo varias cosas: a) nos da herramientas teóricas
para pensar algunos conceptos como la pulsión, la sexualidad infantil, meta sexual,
sublimación, etcétera; b) nos describe una suerte de ejemplos de su práctica clínica; c) y nos
permite entender un poco la metodología con la que construye el aparato psicoanalítico. Mi
comentario de esta lectura va encaminado a señalar sucintamente este cruce a partir de
intentar pensar una especie de epistemología freudiana desde lo que algunos filósofos y
teóricos de las ciencias sociales denominan paradigma indiciario.

Para ello, aunque la publicación de Tres ensayos es de 1905 (con sus respectivos agregados
y modificaciones en las ediciones posteriores) es preciso dar un salto en dos direcciones, a
1914 y a fines de la década de 1880. En 1914, Freud publica El Moisés de Miguel Ángel, y
en ese texto hace una cita de un acontecimiento que le sucedió, probablemente en 1889
(fecha variable). Resumiendo la cita, Freud nos cuenta que mucho antes de la creación del
psicoanálisis, leyó unos libros de Giovanni Morelli, un misterioso conocedor del arte que:

…había provocado una revolución en los museos de Europa revisando la


autoría de muchos cuadros, enseñando a distinguir con seguridad las copias
de los originales y especulando sobre la individualidad de nuevos artistas,
creadores de las obras cuya supuesta autoría demostró ser falsa. Consiguió
todo eso tras indicar que debía prescindirse de la impresión global y de los
grandes rasgos de una pintura, y destacar el valor característico de los
detalles subordinados, pequeñeces como la forma de las uñas, lóbulos de las
orejas, la aureola de los santos y otros detalles inadvertidos cuya imitación el
copista omitía y que sin embargo cada artista ejecuta de una manera singular
[…] Creo que su procedimiento está muy emparentado con la técnica del
psicoanálisis médico. También este suele colegir lo secreto y escondido
desde unos rasgos menospreciados o no advertidos, desde la escoria
—«refuse»— de la observación (Freud, 1914. XIII: 227).

Carlo Ginzburg y Paul Ricoeur, recuperan esta anécdota para proponer que en la obra
freudiana se procede a partir de una especie de hermenéutica (interpretación) fundamentada
en indicios, en elementos que a los ojos del observador común serían desdeñables o incluso
invisibles. Un breve ejemplo de la epistemología indicial o indiciaria lo propone Ginzburg
en el texto de Raíces de un paradigma de inferencias indiciales, al hacer una semblanza
histórica alrededor del conocimiento indiciario que realizaban, presumiblemente, los
cazadores más antiguos. En donde a partir de detalles como heces, ramas, olores, salivas,
etc. podían reconstruir una historia, una narración pasada poco tiempo atrás. La historia
inmediata del animal a cazar, su futura presa. Este sería el saber cinegético (Ginzburg,
1999).

Para Freud el acceso, la vía regia al inconsciente, son las formaciones de compromiso, que
no son otra cosa que nimiedades de la vida cotidiana, como el sueño, los chistes, los
olvidos, los lapsus, síntomas, actos fallidos, etc. Eso que en otros tiempos era puro
“desecho” en la vida humana. La operatoria clínica freudiana nos enseña que ahí donde
todo parece insignificante, en esos detalles sin aparente importancia, está la clave, la llave
de acceso, las pistas, los indicios a la posible reconstrucción, o para ser más fieles a Freud,
a la posible reproducción de las mociones inconscientes. Y aquí cuestiono, a partir de lo
que dice Ginzburg en el mismo texto que les comentaba, que es distinto pensar en indicios
como serían olores, heces, ramas, a pensar en una praxis con miras científicas que si bien se
fundamenta en lo individual, en lo cualitativo, o como decimos en psicoanálisis en el caso
por caso, tampoco se debe caer en una singularización sin rumbo ni dirección. Es decir, ¿de
qué manera poder atribuir una especie de eje ordenador de la práctica psicoanalítica y de la
transmisión de ese saber sin caer en la ortodoxia que aniquilaría lo indicial con miras de
una repetividad positivista?

Esta previa introducción/ desarrollo, lo utilizo como preámbulo para intentar dar
continuidad a una pregunta que Luis nos hacía en la clase pasada (30 de mayo 2020). El
planteamiento, según entendí, era más o menos el siguiente: si la sexualidad infantil ha
quedado bajo el imperio de la amnesia infantil, pero surte un efecto en la vida psíquica del
adulto, cómo dar cuenta de ella, si ha quedado en una dimensión a la que no tenemos
acceso, en una especie de registro prehistórico o una prehistoria de la que no tenemos
registro; en el sentido de elemento legible. Este comentario se continuaba desde el mismo
Freud. Cuando Freud habla de las exteriorizaciones de la sexualidad infantil (cito a Luis),
“no habla de la sexualidad infantil, sino de sus exteriorizaciones”, de los indicios a través
de los cuales algo de eso puede colegirse.

En este ejemplo, vemos a Freud extrayendo tres conjeturas de las exteriorizaciones de la


sexualidad infantil: “Nace apuntalándose en una de las funciones corporales importantes
para la vida; todavía no conoce un objeto sexual, pues es autoerótica, y su meta sexual
se encuentra bajo el imperio de una zona erógena”(Freud, 1905: 165-166). El chupeteo y
las cavilaciones que Freud escribe alrededor de él, serían los indicios a través de los cuales
se puede saber algo de la sexualidad infantil… lo mismo podemos decir de otros ejemplos
en este segundo ensayo: los diques anímicos, serían otra exteriorización (indiciaria) de
aquello que en lo manifiesto es una cosa, pero de manera no visible, no accesible, tienen
otros significados.

Me detengo aquí con los ejemplos, no sin antes apostar a que la metodología que vemos en
Freud al construir su teoría de la sexualidad infantil puede ser asumida dentro del
paradigma indiciario, pero no solo la metodología (y con ello la postulación de algunos
conceptos), me parece que mucho del método clínico de intervención que Freud deja
entrever en este segundo ensayo, puede pensarse desde ahí.

Hay un riesgo grave en pensar que a través de indicios se puede llegar a significados o a
saber algo de cosas ocultas. Así dicho suena mántico o incluso médico ortodoxo, pero creo
que el psicoanálisis bien puede pensarse de acuerdo a este paradigma, aunque la consiga no
tendría que ser encontrar el significado, o en este caso, la sexualidad infantil. Quizá solo
seguir indicios…

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