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En este versículo vemos que Jesús les dice a sus discípulos que si tu hermano peca, ve y
corrígelo en privado. Ósea quiere decir que si vemos que nuestro hermano está cometiendo
algún pecado, tenemos que corregirlo, corregirlo con amor, con dulzura, con el Espíritu
Santo, PERO sin juzgar, eso lo veremos más adelante.
En otras biblias dice que si tu hermano peca contra ti, ve y repréndelo, pero para esto
primero está el Perdón y luego la corrección
Ahora bien, si vemos dice que lo corrijamos en privado a solas, “Corrígelo en privado”
“repréndelo, a solas tú con él” acá se refiere a que por respeto a nuestro hermano, no lo
vamos a humillar, no lo vamos a dejar en mal ante otras personas, ante sus hijos, su esposa
etc., lo tenemos que corregir a solas.
Hay que corregir a solas o en privado, también para dar al hermano la posibilidad de
defenderse y explicar con toda libertad su acción. ha menudo, en efecto, algo que a un
observador externo parece culpa, podría no serlo en la intención del que la ha cometido.
También dice “si te escucha” acá también habla para nosotros, tenemos que aprender a
escuchar y nuestros hermanos tiene que aprender a escuchar.
La persona que ha cometido la culpa podría ser yo mismo y el que corrige ser el otro: la
esposa, el marido, el docente, el superior. O sea, existe también la corrección pasiva, el
dejarse corregir. El que quiera corregir a otro tiene que estar dispuesto a dejarse corregir.
Lucas 6:41-24 41 ¿Por qué miras la paja que ésta en el ojo de tu hermano, y no echas de
ver la viga que está en tu propio ojo? 42 ¿O cómo puedes decir a tu hermano, déjame sacar
la paja que está en tu ojo, no mirando tú la viga que está en el ojo tuyo? Hipócrita, saca
primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo
de tu hermano.
Juan 9:1-3 1 Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. 2 Y le preguntaron sus
discípulos, diciendo: Rabí, ¿Quién pecó, peste o sus padres, para que haya nacido ciego? 3
Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se
manifiesten en él.
Cuando no fuera posible corregir en privado, a solas, hay que evitar absolutamente divulgar
la culpa del hermano, hablar mal de él o calumniarlo, dando por probado lo que no lo es o
exagerando la culpa. El apóstol Santiago nos advierte:
Por ejemplo supongamos que vemos a una hermana que le roba dinero del bolso de otra
hermana, eso está mal, por que es pecado es robar, en este caso lo recomendable seria
hablar con ella, preguntarle por qué robo, que tal si tiene problemas económicos, no lo
sabemos , solo Dios sabe las cosas y conoce los corazones de todos. En este caso podemos
hablar con ella y ver como la podemos ayudar. Y no juzgar podemos tener malos
pensamientos, de que “pues que se busque un trabajo la floja” realmente nosotros no
sabemos si ha intentado buscar trabajo, y no lo ha encontrado. NO debemos hacer chisme
de que la vimos robar.
Santiago 4:11 Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano
y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres
hacedor de la ley, si no juez.
Osea en este versículo nos dice que chismorrear no está bien , que es reprobable, “no eres
hacedor de la ley” quiere decir que no estamos cumpliendo con la ley, con los mandamientos
de Dios.
La enseñanza de Cristo sobre la corrección debería estar acompañada por lo que él dijo en
otra ocasión: Lucas: 6:41-42 6:41 ¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y
no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? 6:42 ¿O cómo puedes decir a tu hermano:
Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo, no mirando tú la viga que está en el ojo
tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la
paja que está en el ojo de tu hermano.
La corrección ha de ser realmente fraterna, es decir, inspirada por el amor y llevada a cabo
con amor. Si hay algún mensaje que se repite más veces en la Palabra de Dios es este del
amor fraterno. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento escuchamos una y ora vez
el mandamiento del amor, subrayado pedagógicamente por el mismo Jesús, quien dedicó su
ministerio público, su tiempo y sus energías a ejercer el amor, un amor incondicional, sin
reservas, a favor de todos, particularmente de los más necesitados o postergados o
marginados.
Pablo exhorta a los creyentes de Roma, y por supuesto a los de todas las épocas, a construir
su vida sobre el amor. Baste recordar el himno sobre el amor de
1ª Corintios 13:1-3 13:1 Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo
a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. 13:2 Y si tuviese profecía, y entendiese
todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los
montes, y no tengo amor, nada soy. 13:3 Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer
a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me
sirve.
Para Pablo, el amor resume toda la ley, todos los mandamientos. Dice precisamente:
Gálatas 5:14 Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como
a ti mismo.
Es un eco de la enseñanza de Jesús, quien propone como suyo propio el mandamiento del
amor:
Juan 15:12 Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.
Para Pablo el amor es incluso una “deuda” que tenemos continuamente con el hermano y
que nunca terminamos de pagar. Justamente en la II Lectura de hoy, nos dice “Que la única
Lo que Jesús nos ha enseñado sobre la corrección puede ser muy útil en la educación de los
hijos. Así piensa san Pablo:
Hebreos 12:7 Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel
a quien el padre no disciplina?
La renuncia total a toda forma de corrección es uno de los peores servicios que se puede
hacer a los hijos, y sin embargo es de lamentar que sea un fenómeno frecuentísimo.
Por supuesto, la corrección de los hijos tiene que evitar toda aspereza, toda animosidad.
Recomienda san Pablo a los padres:
Efesios 6:4 (varias versiones)
6:4 Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y
amonestación del Señor.
6:4 “Padres, no irriten a sus hijos: al contrario, edúquenlos, corrigiéndolos y aconsejándolos,
según el espíritu del Señor”
Y el espíritu del Señor es el amor. Por eso, se tiene que corregir oportunamente, de
manera serena, haciendo notar o dando a entender que es para el bien de ellos.
Ante el rechazo, a veces desabrido y áspero, de la corrección, hay que mantenerse calmos.
Hay que dar tiempo al tiempo. La corrección es entonces como una siembra. Es de esperar
que dé fruto a su debido tiempo. Sobre todo, hay que ser comprensivos, tolerantes con
adolescentes, no tomando al pie de la letra palabras suyas que parecen de rabia, de odio,
pero que no responden al sentido profundo de sus sentimientos; tampoco hay que tomar en
serio eventuales desplantes en su conducta. Son excesos de la edad.
Lo dicho con respecto a menores de edad puede aplicarse a toda clase de personas, a las
que pensamos corregir. San Pablo en la carta a los Gálatas expresa en general:
6:1 Hermanos, si alguien es sorprendido en alguna falta, ustedes, los que están animados
por el Espíritu (Santo), corríjanlo con dulzura. Piensa que también tú puedes ser tentado
Con cualquier clase de personas es difícil a veces distinguir si es mejor corregir o dejar
pasar, hablar o callar. San Agustín nos propone esta máxima: “Ama y haz lo que quieras”.
Hay que asegurarse de que haya en el corazón una disposicion fundamental de aceptación y
acogida de la persona. Después, lo que se decida hacer, sea corregir o callar, estará bien,
porque como enfatiza san Pablo en la segunda lectura de la misa de hoy, “el amor no hace
mal a nadie”.
La corrección fraterna bien hecha no solo aporta beneficios al hermano -aunque de momento
reaccione con disgusto- sino también al que la realiza: “has ganado a tu hermano”. Es
interesante cómo termina Santiago su carta: