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 REGENERACION.

 Algunos dicen que la fe precede la regeneración. Otros afirman


exactamente lo contrario. ¿Primero fe, luego regeneración? ¿O
primero regeneración, luego fe?
 Antes que nada, sería importante definir los dos términos
teológicos a los que aludimos. Emplearemos las definiciones del
teólogo Wayne Grudem. Por un lado, la fe se trata de una
“confianza o dependencia en Dios basada en el hecho de que le
tomamos a su palabra y creemos lo que Él ha dicho”. Por el otro, la
regeneración es un “acto secreto de Dios en el que nos imparte
nueva vida espiritual; a veces se le llama ‘nacer de nuevo’”. 1
 Así qué, ¿qué sucede primero: el creer la palabra de Dios (fe), o la
nueva vida que Dios nos concede (regeneración)?
 Para contestar cualquier pregunta, hace falta recurrir a la autoridad
de la Palabra de Dios. El gran peligro para nosotros como seres
humanos es el de basar nuestro entendimiento teológico en
nuestro raciocinio. Tendemos a acercarnos a cualquier asunto
doctrinal con convicciones fundamentadas en nuestra experiencia;
pero la doctrina protestante de la Sola Scriptura nos enseña que
todas las voces y opiniones humanas (incluso las nuestras) se
tienen que someter a las declaraciones de la Sagrada Escritura.
 Por lo tanto, ¿qué vemos en la Biblia al respecto?
 ¿Qué dice el Antiguo Testamento?
 A pesar de que algunos creen que la doctrina del nuevo nacimiento
solamente se da a conocer en el Nuevo Testamento, la verdad es
que Dios ya enseñó a su pueblo acerca de la regeneración en los
días del Antiguo Testamento. Por eso Jesús, cuando quería
explicar la doctrina del nuevo nacimiento a Nicodemo, le preguntó:
“Tú eres maestro de Israel, ¿y no entiendes estas cosas?” (Jn.
3:10).
 Algunos ejemplos sacados del Antiguo Testamento son los
siguientes:
 “Les daré un nuevo corazón para que me conozcan, porque yo soy
el Señor; y ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, pues volverán a
mí de todo corazón”, Jeremías 24:7.
 “Porque éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de
aquellos días, declara el Señor. Pondré mi ley dentro de ellos, y
sobre sus corazones la escribiré. Entonces yo seré su Dios y ellos
serán mi pueblo”, Jeremías 31:33.
 “Y les daré un solo corazón y un solo camino, para que me teman
siempre, para bien de ellos y de sus hijos después de ellos”,
Jeremías 32:39.
 “Yo les daré un solo corazón y pondré espíritu nuevo dentro de
ellos. Y quitaré de su corazón el corazón de piedra y les daré
corazón de carne”, Ezequiel 11:19.
 “Entonces les rociaré con agua limpia y quedaréis limpios; de
todas sus inmundicias y de todos sus ídolos les limpiaré. Además,
les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de
ustedes; quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré
corazón de carne. Pondré dentro de ustedes mi espíritu y haré que
anden en mis estatutos, y que cumplan cuidadosamente mis
ordenanzas”, Ezequiel 36:26-27.
 ¿Qué es lo que tienen los cinco pasajes citados en común? En
cada instante, Dios es el agente activo. Es Dios quien concede el
nuevo nacimiento, el nuevo corazón, el nuevo espíritu. Es la
soberanía del Señor la que efectúa este cambio glorioso en el seno
de los hijos de Adán. Dios lo hace porque el ser humano caído es
incapaz de cambiar su depravado y esclavizado corazón. El hombre
natural no desea a Dios. No quiere creer en el Señor de gloria. “No
hay quien busque a Dios” (Ro. 3:11). El pecador no es capaz de
obrar fe salvadora en su propio corazón.
 ¿Qué dice el Nuevo Testamento?
 Las tres metáforas utilizadas por el Nuevo Testamento para
desarrollar el concepto de la salvación sirven para resaltar la
naturaleza pasiva del pecador ante Dios. Las metáforas son: una
resurrección (Ef. 2:1), una creación (2 Co. 5:17) y un nuevo
nacimiento (Jn. 3:3).
 En primer lugar, la persona que resucita lo hace por el poder de
una fuente externa a ella. La hija de Jairo no pudo levantarse a sí
misma de la muerte.
 En segundo lugar, una persona creada depende de un poder
externo a ella para ser creada. Adán y Eva no podrían haberse
creado a sí mismos.
 Y en tercer lugar, una persona que nace (como tú o yo) no puede
producir su propio nacimiento. En cada caso, la persona es pasiva.
De esta manera nadie se puede gloriar en la presencia de Dios ya
que la salvación es cien por cien del Señor.
 Por lo tanto, para que el hombre crea de veras y busque a Dios,
hace falta un cambio radical de naturaleza, un auténtico milagro de
lo alto. Es por esta razón que Jesús, en su charla con Nicodemo, le
dice al fariseo que: “En verdad, en verdad te digo que el que no
nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios”
(Jn. 3:5). Es muy probable que al hacer esta aseveración, nuestro
Señor tiene en mente el pasaje de Ezequiel 36:25-27.
 ¿Cómo entramos, pues, en el reino de Dios? Mediante la fe en el
evangelio (Mr. 1:15). Pero Jesús aquí revela que antes de poder
entrar en el Reino, resulta necesario el nuevo nacimiento. Primero
nacemos de nuevo, luego entramos en el reino de Dios. Para citar a
Grudem de nuevo: “Entramos en el reino de Dios cuando nos
convertimos en creyentes, en la conversión. Pero Jesús dice que
tenemos que ‘nacer de nuevo’ antes de que podamos hacer eso’”.
 Dios nos concede nueva vida, y la primera evidencia de esta
vitalidad espiritual es nuestra conversión, a saber, fe y
arrepentimiento. Antes de que haya vida, la fe y el arrepentimiento
son imposibilidades.
 Algunos ejemplos
 Lázaro estaba muerto en la tumba. No podía salir porque estaba
difunto. Pero luego le llegó la palabra creadora de Cristo: “¡Lázaro,
ven fuera!” (Jn. 11:43). Humanamente hablando, es imposible que
Lázaro responda al mandamiento de Cristo. No puede hacer nada
porque está clínicamente muerto. No obstante, la palabra de Jesús
creó nueva vida en Lázaro, y al instante el difunto se levanta y se
pone a andar. En la salvación del pecador sucede exactamente lo
mismo. La nueva vida es la regeneración. Dios regala nueva vida. E
inmediatamente, las primeras obras del nacido de nuevo son fe y
arrepentimiento. Se pone a andar porque Cristo ya le ha concedido
vida espiritual.
 No es por nada que el Nuevo Testamento describe la regeneración
como una resurrección de entre los muertos. Aquí hay algunos
ejemplos.
 “Y Él os dio vida a ustedes, que estaban muertos en vuestros
delitos y pecados”, Efesios 2:1.
 “Aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida
juntamente con Cristo (por gracia habéis sido salvados)”, Efesios
2:5.
 “Y cuando estaban muertos en vuestros delitos y en la
incircuncisión de vuestra carne, les dio vida juntamente con Él,
habiéndonos perdonado todos los delitos”, Colosenses 2:13.
 Todos los que somos del Señor estábamos tan muertos como
Lázaro. Pero Cristo envió su palabra de salvación por medio del
evangelio, llamándonos a salir fuera. En nosotros no había tal
poder. Sin embargo, el hermoso Espíritu de Dios hizo una obra
portentosa, venciendo nuestra enemistad y llevándonos a los pies
de Cristo. Como lo expresó Arthur Pink, el Espíritu Santo “es quien
aplica el evangelio al alma con poder salvador: vivificando a los
elegidos, cuando aún están muertos, conquistando sus voluntades
rebeldes, ablandando sus corazones duros, abriendo sus ojos
enceguecidos”.2
 Sin esta obra regeneradora del Espíritu Santo —el cual sopla de
donde quiere— no podemos ejercer ninguna clase de fe en el Señor
Jesús. Si volvemos a leer la promesa de Ezequiel 36:27, vemos este
orden claramente: “Pondré dentro de ustedes mi espíritu y haré
que anden en mis estatutos, y que cumplan cuidadosamente mis
ordenanzas”. En primer lugar, Dios envía su Espíritu a nuestras
vidas (regeneración), y luego podemos cumplir con sus estatutos y
ordenanzas (el llamamiento a la fe y al arrepentimiento).
 Dios se lleva la gloria
 En respuesta a nuestra pregunta inicial, ¿primero fe, luego
regeneración? Con el peso de los textos bíblicos del Antiguo y el
Nuevo Testamento, además de la enseñanza clara de nuestro
amado Salvador, es indudable que la regeneración precede a la fe.
Es decir, no creemos para nacer de nuevo, sino que creemos
porque hemos nacido de nuevo. Y puesto que tanto la regeneración
como la fe son dones de Dios, decimos juntamente con los
reformadores protestantes: ¡Soli Deo gloria! (a Dios únicamente
sea toda la gloria
). El momento crucial para la vida del elegido es la conversión. El verbo
“convertirse”, precedido de la exhortación del Señor, es muy frecuente en
el A. Testamento. Los principales textos del Nuevo Testamento son: Mt.
13:15; Me. 4:12; Le. 1:16; Jn. 12:40; Hech. 3:19,26; 14:15; 26:18; 28:27; 1.a
Tes. 1:9. El verbo castellano “convertirse” (convertirse), como el griego
“epistrépho”, significa “volverse, darse la vuelta”.

Por tanto, la conversión,  tiene dos pasos (o, mejor, dos aspectos de un
mismo paso): el arrepentimiento, por el que se aborrece y abandona el
pecado, y la fe, por la que se recibe a Cristo. Pero hay que tener siempre
en cuenta que la iniciativa en todo lo que afecta a la salvación, es siempre
divina y que estos dos pasos son simplemente evidencia de que el
corazón del ser humano ha sido regenerado ,tenemos una parte activa
(esto es cierto, por ejemplo, de la conversión, la santificación y la
perseverancia). Pero en la obra de la regeneración no tenemos una
participación activa. Es por completo la obra de Dios. Ello quiere decir
que nadie puede convertirse sin que Dios le haya antes vivificado,
despertado y convencido de pecado y de la necesidad de salvación a
través de una obra sobrenatural del Espíritu Santo. Así, la regeneración
espiritual precede lógicamente a todo cambio de mentalidad (“metánoia”
término con que el Nuevo Testamento expresa el arrepentimiento),
mientras que la fe es efecto de la gracia divina que conduce a la
justificación.

CONCEPTO DE REGENERACIÓN

Wayne Grudem define así la regeneración: Podemos definir la


regeneración de la siguiente manera: La regeneración es el acto secreto
de Dios mediante el cual nos imparte una vida espiritual nueva. Esto es lo
que también se conoce como «nacer de nuevo» (usando el lenguaje de
Juan 3:3-8).(1)

Por tanto, la regeneración comporta el lado divino del cambio que se


efectúa en nuestro corazón y que, visto desde el lado humano, llamamos
conversión: Dios cambia la dirección de nuestro camino  y el corazón así
cambiado se mueve en dirección hacia el nuevo horizonte. De la misma
manera que Lázaro tuvo que ser resucitado antes de poder moverse (Jn.
11: 43-44), no escucho primero Lázaro el llamado luego de despertar, el
llamado es lo que despertó a Lázaro, así también nuestro corazón tiene
que ser regenerado para caminar en la verdad. Nadie puede hacerse
nacer así mismo; nadie se resucita a sí mismo; nacer y resucitar son
verbos pasivos ( Ef. 2: 18s.). Pero Lázaro, una vez resucitado, sale del
sepulcro. Así también, el hombre regenerado sale del pecado y se dirige
hacia Dios.

Calvino usa un sentido más amplio del asunto:

En una palabra, afirmo que el arrepentimiento es una regeneración


espiritual, cuyo fin no es otro sino restaurar en nosotros y volver a su
prístina perfección la imagen de Dios, que por la transgresión de Adán
había quedado empañada y casi destruida. … Mas esta restauración no
se verifica en un momento, ni en un día, ni en un año; sino que Dios
incesantemente va destruyendo en sus elegidos la corrupción de la
carne. (2)

Luis Berkhof opina:

La regeneración es aquel acto de Dios por medio del cual el principio de


la vida nueva queda implantado en el hombre, y se hace santa la
disposición regente del alma. Pero para incluir la idea del nuevo
nacimiento tanto como la del ser “engendrado otra vez”, será necesario
completar la definición con las siguientes palabras: “quedando
asegurado el primen ejercicio santo de esta nueva disposición.(3)

TERMINOLOGÍA BÍBLICA

El Nuevo Testamento emplea diversos términos para expresar el


comienzo de una nueva vida espiritual:

1.”Gennád’, que significa “engendrar” o “dar a luz”. Así lo encontramos


en Jn. 1:13; 3:3-8; 1.a Pedro 1:23; 1.a Jn.2:29.

2.”Apokyéo”, que significa “producir”, “dar a luz”, como en Stgo. 1:18.

3.”Ktizo”, que significa “crear” y pone de relieve el hecho de que nuestra


vida espiritual es de total iniciativa divina, como una creación de la nada,
ya que nosotros no teníamos nada válido que aportar para nuestra
regeneración: ni virtud, ni poder, ni mérito, pues estábamos “muertos en
nuestros delitos y pecados” (Ef. 2: 1). En el mismo sentido somos
llamados “nueva criatura” y “hombre nuevo” (V. 2. Cor. 5:17; Gal.. 6:15;
Ef. 2:10; 4:24).

4.”Synzoopoiéo”, que significa “dar vida con”, como en Ef. 2:5; Col. 2:19.
Este verbo está compuesto de “syn” = con “zoé” = vida (la vida eterna,
que estaba en el Verbo, In. 1:4) “poiéo” = hacer.(4)

Examinando estos términos en sus respectivos contextos, nos daremos


cuenta de que el comienzo de la nueva vida que llamamos
“regeneración”, tiene dos momentos o aspectos: la generación, o
comienzo de una nueva vida dentro de nuestro ser; y el “nuevo
conocimiento”, o salida a la luz -parto- de la nueva vida. La generación
implanta en nuestro ser la semilla de la nueva vida; el nuevo nacimiento
es el momento  en que esta nueva vida se manifiesta operante.

CARACTERÍSTICAS DE LA REGENERACIÓN

1. Es instantánea

La implantación de un nuevo principio de vida es siempre instantánea. Lo


mismo pasa en nuestra vida espiritual. Aunque la Providencia Soberana
de Dios y la obra del Espíritu hayan estado preparando el terreno
gradualmente, debe haber un instante en que la disposición radical de
nuestro corazón, antes hostil a Dios y a Su Palabra, se cambia en
favorable y amorosa, bajo la influencia del Espíritu Santo. Todo lo que
antecede a la regeneración (deseos, temores, reflexiones, lecturas,
oraciones, asistencia a los cultos), puede ser parte de la preparación del
Espíritu o simples reacciones humanas, pero no deben confundirse con
la regeneración propiamente dicha.

Grudem apunta:

Debido a que la regeneración es una obra de Dios dentro de nosotros en


la cual nos da vida nueva, es correcto concluir que es un suceso
instantáneo. Ocurre solo una vez. En un momento estamos
espiritualmente muertos, y al momento siguiente tenemos nueva vida
espiritual en Dios. No obstante, no sabemos siempre con exactitud
cuándo ocurre este cambio instantáneo. Especialmente los niños que
crecen en un hogar cristiano, o las personas que asisten a los cultos de
una iglesia o a un grupo de estudio bíblico durante un tiempo y van
creciendo gradualmente en su comprensión del evangelio, puede que no
haya una situación de crisis dramática con un cambio radical de
comportamiento que convierte a un «pecador endurecido» en un
«cristiano santo», pero, no obstante, en algún momento tiene lugar ese
cambio instantáneo, cuando Dios por medio del Espíritu Santo, en una
manera invisible, despierta la vida espiritual dentro de nosotros. El
cambio se hará evidente a lo largo del tiempo en las formas de
comportamiento y deseos que ahora son gratos a Dios.(5)

2. Es radical

Francisco La Cueva apunta en este sentido:

Porque es un cambio total en el estado del hombre, ya que toda la


dinámica moral y espiritual de sus facultades se ve afectada por la nueva
vida: una nueva gama de criterios acerca de los verdaderos valores
ilumina su mente; un nuevo complejo de aficiones e intereses dispone
sus sentimientos; un nuevo plantel de motivos guía las deliberaciones e
impulsa las decisiones de su voluntad, renovando su energía operativa
en el orden espiritual. En pocas palabras, la nueva vida comporta un
correcto pensar, sentir, decidir y obrar. (6)

Entonces por ser un cambio radical, la regeneración es total y


absolutamente necesaria para la salvación (Rom. 8:7; 1 Cor. 2: 14). Antes
de la conversión, estamos “muertos en delitos y pecados” para la vida
espiritual, y a un cadáver no se le va con medicinas, inyecciones, menos
con inducciones a que decida o invitaciones: es preciso que reciba una
nueva vida. Jesús le responde a Nicodemo acerca de su  “sabemos” (Jn.
3:2), no con nuevas razones que refuercen las correctas convicciones
apologéticas del fariseo, sino que, dando a la conversación un giro de
180 grados, le replica: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere
de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Jn. 3: 3).

Este atributo radical de la regeneración muestra que el cambio se ha


hecho desde la raíz del ser humano, desde lo que la Biblia llama el
“corazón”, pero esto no significa que sus facultades hayan quedado
inmunizadas contra el error y el pecado aun en esta etapa sin glorificar. El
regenerado puede aun errar y puede caer en pecado, pero jamás volverá
a tener una vida pecado. Aunque el pecado llegue a él, será como un
cuerpo extraño dentro de la nueva naturaleza (1Jn. 3: 8-9). Aquellos que
fuimos escogidos por ser lo más vil del mundo y regenerados  “no
andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Rom. 8:4). Así
como los no regenerados pueden obrar a veces como si fueran guiados
por el Espíritu,es decir con apariencia moral aunque su naturaleza caída
no esté en el camino de la vida eterna, así también los regenerados
pueden a veces hacer obras de la carne, pero no marchan, según la
brújula de la carne.

3. Se produce primeramente en el corazón

En aquella región del ser humano donde se planean las opciones


fundamentales, y de donde emerge todo el carácter o disposición de la
conducta del ser humano (Mt. 15:18-19; Me. 7:21-22; Le. 6:45; In. 7:17;
Rom. 10:9-10).

4. No es un cambio óntico-físico, sino moral-espiritual

La Teología tradicional católico-romana enseñaba que el justificado


obtiene la participación de la divina naturaleza por medio de la gracia
santificante, cualidad infusa que eleva al hombre al estado sobrenatural,
confiriéndole así UD, principio óntico, connatural al nuevo estado.
Nosotros admitimos la necesidad de un principio sobrenatural óntico,
que mueva nuestras facultades en dirección a la vida eterna, pero
decimos con Rom. 8:14 que ese principio no es una cualidad infusa o
accidente sobrenatural, sino el mismo Espíritu Santo. En consecuencia,
entendemos la participación de la divina naturaleza de que habla Pedro
(2.a Pedro 1:4), no como una “física comunión del hombre con Dios… por
medio de un don creado”, sino como una participación moral en el modo
divino de comportarse, huyendo del pecado y orientándose hacia la
virtud, como explica bien el contexto posterior.(7)

Por tanto, la regeneración espiritual no cambia la sustancia del ser


humano ni de sus facultades, sino que es un cambio: (a) espiritual, por la
recepción del Espíritu Santo, que impulsa a nuestro espíritu en un
sentido contrario al anterior llevándonos al arrepentimiento y fe
necesarios para la Salvación; (b) moral, porque origina nuevos hábitos o
costumbres de obrar es decir que será evidenciada como genuina esta
regeneración en cuando al cambio del comportamiento mental y moral de
la persona .El hombre tenía antes el poder de amar, pero lo dirigía hacia
sí mismo; ahora lo dirige hacia Dios y hacia el prójimo. Respecto al
pecado, el hombre tenía el conocimiento del pecado, pero no el poder de
contrarrestarlo; después de la regeneración, puede vencerlo con el poder
del Espíritu.

LA CAUSA EFICIENTE DE LA REGENERACIÓN ESPIRITUAL


Hablando el Apóstol Juan de los que han recibido la dignidad de llegar a
ser hijos de Dios, especifica que “no son engendrados de sangre, ni de
voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de’ Dios.” Juan. 1: 13).
Así que:

a. La regeneración no se produce por herencia

Lo que se transmite es el El pecado original de padres a hijos por


herencia, ya que toda la humanidad futura estaba representada en Adán
pecador (Rom. 5: 12ss.), pero la regeneración espiritual dada por el Padre
a través del Espíritu Santo y merito de el Sacrificio magno de Cristo (Ef. 2:
5), no se hereda de padres a hijos, sino que de la común masa de
perdición van saliendo uno a uno (ésta) es la fuerza distributiva del
pronombre griego “hósoi” = todos cuantos, en Jn. 1: 12) los creyentes,
salvos por gracia, no por naturaleza (Ef. 2: 3,8). Como alguien dijo, “Dios
no tiene nietos, sino sólo hijos”. Uno no es salvo por tener padres
cristianos, sino que para salvarse tiene que ser convertido en cristiano
por Gracia.

Berkhof afirma:

Ahora bien, la condición del hombre por naturaleza es, según la Escritura,
tanto en disposición como en acto, exactamente lo opuesto de lo que es
la santidad que aquí es tan indispensable. El hombre está descrito como
muerto a causa de sus transgresiones y pecados, Ef. 2: 1, y esta
condición reclama nada menos que una restructuración hacia la vida. Un
cambio literal interno se hace necesario, un cambio por medio del cual se
cambie toda la disposición del alma.(8)

b. La regeneración no es producto de la voluntad carnal

No sólo porque no puede ser producida por el impulso carnal, sino


porque nada hay a nivel del hombre que pueda producirla: (a) No la raza,
porque muchos de los pertenecientes al pueblo de Israel  no la
obtuvieron, mientras que muchos gentiles de toda raza (“del oriente y del
occidente” Mt. 8: 11; Le. 13: 29) la obtuvieron de un Dios que puede sacar
de las piedras “hijos de Abraham”; (b) tampoco el lugar, porque no hay
ningún lugar lo suficientemente sagrado para santificar a un inconverso,
como no hay ningún lugar tan profano que pudiera manchar a un
justificado. Si el lugar hiciese a la persona, el que nace en una cochera
tendría que ser un auto; (c) no la civilización, porque las armas del
civilizado son más salvajes y destructivas  que el hacha o espada del
hombre antiguo. Ni la cultura, ni el progreso, ni los avances sociales,
pueden mejorar al hombre, porque la cultura está formada por hombres  y
todo lo que emana de esta cultura es solo fruto de la naturaleza caída del
hombre, a menos que se produzca en los corazones ese cambio radical
que llamamos “regeneración” y “nuevo nacimiento”; (d) ni siquiera la
religión, considerada como un conjunto de normas morales, o como un
grupo de ritos y ceremonias, o aun como un cúmulo de verdades acerca
de Dios, por que las cuales pueden aceptarse teóricamente sin haber
nacido de nuevo (Stg 2: 19).
c. La regeneración no es producto del esfuerzo humano:

Entonces quedo claro que la voluntad del hombre es incapaz de producir


un fenómeno que, rebasa sus posibilidades, de la misma manera que un
cadáver no puede darse a sí mismo la vida. Ni el esfuerzo, ni el mérito, ni
la colaboración siquiera de la voluntad humana pueden producir total o
parcialmente la regeneración espiritual. Dos tendencias teológicas se
oponen a esta verdad bíblica:

 El Pelagianismo, según el cual la regeneración consiste en la reforma


moral de la propia vida, factible por el esfuerzo virtuoso de la voluntad
humana, sin necesidad de un nuevo nacimiento, ni siquiera de la gracia
de Dios. Pero las Escrituras son claras al respecto que el hombre no ha
nacido de nuevo, no puede someterse a la Ley de Dios; mucho menos,
orientar sus facultades hacia la vida eterna, hallándose como se halla en
estado de muerte.
El Arminianismo, según el cual la regeneración es conjuntamente el
producto de la voluntad humana y de la influencia divina a través de la
verdad del Evangelio, en mutua cooperación. Algo parecido sostiene el
Molinismo, o enseñanza tradicional de los jesuítas, aunque la enseñanza
más común hoy en la Teología católico-romana es que la cooperación del
hombre a la obra de la justificación y de la regeneración “bautismal” es
también fruto dela gracia, cuya es la iniciativa. Ambas tendencias pasan
por alto la depravación radical de la voluntad humana, centrada en sí
misma por el pecado e incapaz de cooperar por sí misma a ningún nivel a
no ser que el nuevo principio de vida cambie la orientación del corazón y
haga posible una decisión santa, nacida de una voluntad ya liberada por
el Espíritu y por la Palabra (Jn. 8:32; 2.a Cor. 3:17).
De estas dos posturas Luis Berkhof anota:

Según Pelagio el concepto de la regeneración es sólo un acto de la


voluntad humana, y en la práctica es idéntico con la propia reforma
lograda por uno mismo. Con algunas ligeras diferencias este es el
concepto de la teología moderna ancha. Una modificación de este
concepto es el de los semipelagianos y de los arminianos, que la
consideran, al menos en parte, como un acto del hombre que coopera
con las influencias divinas aplicadas por medio de la verdad. Esta es la
teoría sinergética de la regeneración. Estos dos conceptos envuelven una
negación de la depravación total del hombre enseriada con tanta claridad
en la Palabra de Dios en Juan 5: 42; Rom. 3: 9-18; 7: 18, 23; 8: 7; II Tim. 3:
4; y de la verdad bíblica de que sólo Dios es el que inclina la voluntad del
hombre, Rom. 9: 16; Fil. 2: 13.(9)

Parece que hay problemas en este sentido entonces con el punto


aseverado de que la regeneración viene después de la iniciativa humana,
(al margen del error centrado en la malinterpretación del estado caído del
hombre, del pecado original, etc.) , que es lo que alegan los creyentes del
arminianismo, pelagianismo y semipelagianismo, Grudem dice al
respecto:
La idea de que la regeneración viene antes de la fe salvadora no es algo
que los evangélicos de hoy siempre entienden. A veces las personas
llegan incluso a decir algo como: «Si usted cree en Cristo como su
Salvador, entonces (después que usted cree) nace de nuevo». Pero las
Escrituras mismas nunca dicen eso. Las Escrituras ven el nuevo
nacimiento como algo que Dios hace dentro de nosotros con el fin de
capacitamos para creer.

La razón por la que la mayoría de neo-evangélicos piensan con


frecuencia que la regeneración viene después de la fe salvadora es que
ven los resultados (amor por Dios y por su Palabra, y apartarse del
pecado) después que las personas llegan a la fe, y piensan que la
regeneración debe, por tanto, venir después de la fe salvadora. No
obstante, aquí debemos decidir en base de lo que las Escrituras nos
dicen,porque la regeneración misma no es algo que nosotros veamos o
sepamos de ella directamente: «El viento sopla por donde quiere, y lo
oyes silbar, aunque ignoras de dónde viene y a dónde va. Lo mismo pasa
con todo el que nace del Espíritu» (Jn 3:8).

Debido a que los cristianos tienden con frecuencia a enfocarse en los


resultados de la regeneración, más bien que en la misma acción espiritual
oculta de Dios, algunas declaraciones de fe evangélicas han contenido
redacciones que sugieren que la regeneración viene después de la fe
salvadora. Por ejemplo, la declaración de fe de la Iglesia Evangélica Libre
de los Estados Unidos (la cual ha sido adoptada por algunas otras
organizaciones evangélicas) dice:

Creemos que la iglesia verdadera está compuesta de todas aquellas


personas que por medio de la fe salvadora en Cristo Jesús han sido
regenerados por el Espíritu Santo y están unidos juntos en el cuerpo de
Cristo del cual él es la Cabeza (párrafo 8). .(10)

LA CAUSA, AGENTE (PRINCIPAL) DE LA REGENERACIÓN ES EL


ESPÍRITU SANTO.

En Respuesta a Nicodemo “¿Cómo puede un hombre’ nacer siendo


viejo?”, Jesús respondió: “De cierto, de cierto te digo, que el que no
naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que
es nacido de la carne, carne es; y la que es nacido del Espíritu, espíritu
es” (Jn. 3:4-6).

Sólo el Espíritu o aliento personal de Dios puede infundir la vida


espiritual en nuestro ser. Como una creación de la nada, en que no hay
materia prima que condicione al artífice, así el Espíritu “sopla de donde
quiere” (Jn. 3: 8), con la máxima libertad, y entrando por las rendijas más
escondidas de nuestro ser, se instala no sobre nuestro corazón, sino
dentro de él, de modo que puede cambiado desde dentro y orientado
hacia la vida eterna, sin ejercer violencia sobre nuestra psicología. (11)

El único concepto adecuado es el que ha tenido la Iglesia de todos los


Siglos, que considera al Espíritu Santo la causa eficiente de la
regeneración. Esto significa que el Espíritu Santo obra en forma directa
sobre el corazón del hombre y cambia su condición espiritual. No hay
cooperación de ninguna clase de parte del pecador en esta obra. Es la
obra del Espíritu Santo directa y exclusivamente, Ez. 11: 19; Juan 1: 13;
Hech. 16: 14; Rom. 9: 16; Fil. 2: 13.

La regeneración, pues, tiene que concebirse en su forma solitaria. Dios


solamente obra, y el pecador no tiene parte ninguna en esa obra. Esto, de
consiguiente, no significa que el hombre no coopere en etapas
posteriores en el trabajo de la redención. De la Escritura se desprende
con claridad que el hombre lo hace.(12)

La regeneración no es sólo un acto de Dios, sino también un acto de Su


poder omnipotente…. Como acto de la omnipotencia, es ciertamente
eficaz, porque nada puede resistir al poder omnipotente. … La aserción
de que la regeneración es un acto de omnipotencia es, y quiere ser, una
negación de que sea un acto de persuasión moral. Es una afirmación de
que es «físico» en el antiguo sentido de aquella palabra, como opuesto a
moral; y que es inmediato, en oposición a mediato, o por medio de o por
la verdad. Cuando bien en la Escritura bien en las obras teológicas se
toma la palabra regeneración en su sentido más amplio incluyendo la
conversión o el retomo voluntario del alma a Dios, entonces se dice
desde luego que es por la Palabra. (13)

EL USO DE LA PALABRA DE DIOS COMO INSTRUMENTO

Puesto que el Espíritu Santo usa la Palabra de Dios en su obra de


regeneración tanto como en su obra de convicción de pecado, no es
contradictorio hablar de la Palabra misma como la causa eficiente de la
regeneración.

Pedro afirma que somos «renacidos no de simiente corruptible sino


incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre»
(1 Pedro 1:23). Santiago dice: «Recibid con mansedumbre la palabra
implantada, la cual puede salvar vuestras almas» (Stgo1:21), y «Él, de su
voluntad nos hizo nacer, por la palabra de verdad, para que seamos
primicias de sus criaturas» (Stgo 1:18).

Concluimos con Berkhof :

La Biblia hace distinción entre la influencia del Espíritu Santo y la de la


Palabra de Dios, y declara que la del Espíritu se hace necesaria para la
recepción adecuada de la verdad, Juan 6: 64, 65; Hech. 16: 14; I Cor. 2:
12-15; Ef. 1: 17-20. Nótese particularmente el caso de Lidia, de quien
Lucas dice: “Ella estaba oyendo (ekouen,inf.), y el Señor abrió el corazón
de ella (dienaixen, aor., un solo acto), para que estuviese atenta
(prosechein, inf. de resultado o propósito) a lo que Pablo decía”.(14)

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