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Crónicas de un loco – Amenhotep Übermensch

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Crónicas de un loco – Amenhotep Übermensch

CRÓNICAS DE UN LOCO

Amenhotep Übermensch

Enero del 2011

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Crónicas de un loco – Amenhotep Übermensch

Acerca del escritor


Amenhotep Übermensch es el pseudónimo del
creador de crónicas de un loco, su nombre real es Alfredo A.
Fuentealba Inostroza. Nació en diciembre de 1980 en la
ciudad de Concepción – Chile, donde habita actualmente.
Proyectista eléctrico de profesión, ha recorrido a lo
largo de Chile producto de su trabajo, conociendo paisajes,
historias y aventuras populares narradas por cada pueblo,
las que en cierta forma han sido representadas en algunas
situaciones del libro.
La razón del por qué optó por este pseudónimo fue
el antagonismo que existe entre los dos nombres:
“Amenhotep” tiene relación con Amenhotep IV de la XVIII
dinastía egipcia, reinó entre periodos que datan en torno al
1553 – A.c. en el época denominada como el imperio nuevo
de Egipto. Una de sus principales obras fue el establecer
como único Dios del reino a Atón, el disco solar,
considerándosele hoy en día como el posible creador del
monoteísmo en la historia de la humanidad.
El segundo Nombre “Übermensch” tiene relación
con la teoría del superhombre propuesta por el filosofo

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Crónicas de un loco – Amenhotep Übermensch

Alemán Friedrich Nietzsche en donde el superhombre es


aquel que ha alcanzado el estado superior de la existencia.
Considerando que los hombres no serian más que el
intermedio entre los primates y la excelencia del
superhombre. Calificando así a los individuos que, habiendo
superado la creencia en Dios y los determinismos absolutos
se concentran en crear su propio sistema moral y se
someten tan solo a él. Y al ser cada individuo diferente del
otro, los dogmas morales impartidos por la sociedad o la
iglesia no son los más apropiados para todos.
Es por esta razón que al fusionar ambos nombres
se deja una sensación de libre albedrío sobre lo que es
bueno o malo, correcto o incorrecto de acuerdo al criterio de
cada lector. Invitándolo a razonar y evaluar por si mismo las
situaciones descritas en el texto.
Crónicas de un loco fue creado con la visión de que
el lector final será una persona adulta, con criterio ya que
entre las líneas se describen situaciones de crueldad, amor,
pasión, injusticia y muerte. Por lo que no es apto para niños,
ni adolescentes que no cuenten con el apoyo racional de un
adulto.

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CRÓNICAS DE UN LOCO
La tormenta que viví había sido la más terrible que
alguna vez escuché comentar, al hallarme tendido sobre el
piso, pregunté para mí sin abrir los ojos aún “¿estoy
muerto?” lentamente los abrí, y pensé que la muerte era
mejor a eso que veía; Desierto, tan solo desierto se lograba
observar a mi alrededor. Al cabo de unos kilómetros de
andar divisé a lo lejos algo que se movía de una forma
esquizofrénica, me acerqué más y más con cautela, paso a
paso, para cuando logré observar más cerca hubiese
deseado no presenciar eso jamás; unos pocos hombres de
bellas vestimentas disfrutaban alegres devorando la carne
de otros vestidos con un puñado de harapos,
¡¡Antropofagia!! Exclamé en voz alta sin querer, al oírme
estos dejaron de comer y rápidamente salieron a mi
búsqueda eufóricos como una manada de lobos hambrienta.
Yo me eché a correr lo más rápido posible, casi tanto que mi
cuerpo pareciese flotando por el árido desierto, para cuando

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logré darme vuelta y mirar hacia atrás estos ya no estaban,


me encontraba solo, nuevamente vencedor de la muerte.
Pasaron los días caminando sobre el manto de
arena hasta llegar a un enorme sitio cubierto de pequeñas
piedras y otras más grandes, para mi sorpresa se
escuchaban voces, risas, llantos de la nada, incluso el
viento parecía suspirar. Fue entonces cuando miles de
preguntas se abalanzaron sobre mí. ¿dónde estoy? ¿por
qué no tengo hambre ni sueño? ¿quién soy, o qué? Intenté
tocar con mis manos mi rostro para despertar pero éstas ya
no estaban. Era otra piedra más en ese lugar.
Convencido por lo que veían mis ojos surgieron
nuevas auto consultas: y si siempre he sido piedra ¿qué hay
de aquellos antropos de los que había huido días atrás? ¿Y
la tormenta con la que creía haber muerto? enfoqué mi duro
rostro con la mirada perdida hacia el cielo, intentando de
olvidar todo lo que creía saber para lograr entender qué
estaba pasando. Así pasé horas sin obtener algún resultado,
luego pensé en mis amigos que no veía hace mucho, si es
que alguna vez los tuve, el silencio cantaba para mí al
atardecer, entonces oí voces, cánticos, alegrías, palabras de

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amor, promesas, gritos de impotencia, dolor, rabia, mofas y


otras. Poco a poco mi cuerpo de roca comenzó a levantarse
y tomar otra forma al igual que las demás, para cuando
terminó de tomar todo una nueva forma me di cuenta que
estaba en una ciudad, rodeado de rocas que habían
adoptado la imagen de un ser humano al igual que yo.
¡¿Pero cómo?! Exclamé confuso mientras observaba
extrañamente todo a mí alrededor, luego empecé a
entender: Las rocas que divisaba e intentaba lograr captar lo
que decían, algo más que oír su risa y sonidos varios, eran
hombres, siempre lo fueron; tan solo era yo que encerrado
en mi mismo jamás los logré escuchar, así también asimilé
que este era un problema común entre todos aquellos que
componían aquella estructura llamada sociedad,
entendiendo que quizás el hombre busca a otros por su
propio bienestar tanto en el área sentimental como en la
material, mas ¿cuál era el motivo de este comportamiento
innato? A lo mejor, era para no oír el eco de la voz interior
que se halla en nosotros mismos, vacíos, confusos aún más
que cuando recién llegamos a este mundo. Medité un rato y
encontré mi propia respuesta en cierta forma aceptable,

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pobre pero aceptable. Pero, ¿qué hay de los hombres que


devoraban a otros en el desierto? Me pregunté mientras
caminaba sobre las incansables vueltas de las manecillas
del reloj, al levantar mi cabeza y mirar hacia el frente habían
casas enormes, de lujosas decoraciones, sin duda era un
barrio acomodado. Sentí hambre y pensé que no se
molestarían en darme algo de comida, mas ninguna puerta
se abrió. Unas casas más allá acercóseme un hombre
erguido de elegantes vestimentas y ofreciome que recogiese
piedras para su cantera a cambio de estadía y comida. Al
llegar ahí divisé a otros como yo, familias completas de
vestimentas humildes, la mirada cabizbaja y la cara
agrietada posiblemente por las interminables horas de arduo
trabajo bajo el imponente sol. Inmediatamente una niña
pequeña se me acercó y sin decir nada ofreciome un trozo
de pan con sus manos manchadas de barro. Rápidamente
acerqué aquel trozo a mi boca comiendo en forma
desesperada, incluso olvidando cualquier gesto de
agradecimiento de mi parte. Ellos trabajaban duro por un
pan diario y un granero adaptado con múltiples camas

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improvisadas en las que se encontraban una frazada para


cada una, en malas condiciones.
Pasó la tarde rápidamente, era hora de descansar,
el agua limpia era escasa para lavarse, por lo que,
compartíamos un paño húmedo para asear nuestro rostro
del sudor y nuestras manos. Ellos me indicaron donde
dormiría, al mirar frente a mi cama, estaba aquella niña que
me ofreció algo de comida cuando llegué, se encontraba
dormida con sus padres sobre una cama que no tenía más
de ochenta centímetros de ancho, fue allí cuando una gota
de agua cayó sobre mi rostro, miré al techo y logré divisar
entre las tablas polvorientas las estrellas. Callé, y al cabo de
un rato pensé: He aquí el acto de Antropofagia que vi en el
desierto, luego cerré mis ojos e intenté dormir.
Cuando desperté me hallaba vestido de una toga
negra, en mis manos había diez anillos de oro y en mi mano
derecha había una lanza que a lo largo de su bara tenía diez
piedras preciosas. Caminé al interior del pórtico y pregunte a
los ancianos que estaban dentro de las cuatro columnas a
continuación del pórtico: ¿quién soy? Y ellos me
respondieron amablemente eres el guardián del décimo

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portal, donde se une el principio con el fin. Claramente no


entendía nada, de pronto un fuerte dolor de cabeza se
apoderó de mí haciéndome caer al piso, sentía como si todo
mi ser se estuviese hundiendo bajo la esculpida roca de
aquél pórtico, todo se volvió borroso hasta llegar a la
oscuridad absoluta; para cuando logré comenzar a ver
nuevamente, estaba en una habitación pintada de blanco, a
mi alrededor hallábase gente que vestía del mismo color,
uno de ellos se me acercó y me dijo: Tranquilo, sufrió otra
crisis pero ya se encuentra mejor.
Un loco, ¿tan solo era eso, en verdad estaba loco?
me preguntaba dentro de mí mientras aún observaba
confuso la habitación, una lágrima escapó de mis ojos y
decidí volverme a dormir.
A la mañana siguiente, sentí una calida caricia sobre
mi rostro, era el alba, el comienzo de un nuevo día, así logré
entenderlo de inmediato cuando vislumbré un rayo de luz
entrar por mi ventana; fue entonces cuando decidí
asomarme a la realidad que no recordaba, con un poco de
temor abrí lentamente la cortina que me separaba de la
verdad, era un patio hermoso, de altos árboles cónicos,

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verdes pastizales y diminutos pasillos para pasear. En ellos


había más personas de blanco y otros que vestían
camisones como yo, veíanse alegres y distraídos de
preocupaciones, ¡si esto es la locura! - Exclamé con fuerza -
¡pues bienvenida sea! Mientras una sonrisa exhibicionista se
apoderaba de mi rostro, sentí ganas de salir a aquel patio y
abandonar esa fría habitación; fuera de ella, los pasillos
eran largos, fríos y desoladores, pero a mí no me afectaba
en lo absoluto, yo había visto aquella hermosura que me
esperaba fuera de esos muros y en cierta forma lo podría
llamar: mi libertad.
Al salir al fin del hospital psiquiátrico en el que
habitaba, pude ver desde más cerca la belleza de aquellos
árboles, el sonido de las aves que en ese entonces sentí
que cantaban para mí. Me detuve unos instantes reposé en
una banca justo frente de una pileta, disfrutando de las
canciones que el agua interpretaba para mi al caer, estuve
allí hasta el atardecer.
Así pasaron las noches y los días ¿qué más podía
pedir? Estaba en una tranquilidad absoluta en ese lugar y
por qué no decirlo, hasta lo disfrutaba.

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Una mañana, cuando ya me sentía más seguro me


dispuse a caminar hasta el final de aquel aparentemente
infinito parque de reposo, fue entonces cuando divisé a tres
columnas de hombres sentados en forma triangular y en la
punta que formaban hacia el Este se encontraba un hombre
que hablaba a los demás oyentes con una paz interna que
afloraba de su mirada. Detrás de él, resplandecía el sol
como si lo abrazara con un aprecio infinito; fue allí cuando
silenciosamente me acerque y formé parte de la columna
del norte, oyendo lo que estaba narrando. Eran enseñanzas
de vida, de como verla para estar en armonía con los demás
seres vivos que componían la naturaleza, invitaba a la
filantropía y el trabajo en conjunto en aras de un bienestar
común, ciertamente, aquel día sentí una paz dentro de mí
como nunca antes la había sentido.
Continué asistiendo a sus charlas diariamente,
hasta cuando dijo que el era el redentor, el hijo de la vida, la
luz del sol que temperaba nuestras almas; entonces decidí
que era hora de emprender mi camino nuevamente, con la
misma meta que al principio: llegar al final del parque.

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Varios metros más allá encontré a un hombre que


amablemente me sonrío y ofreciome algo de beber, -
Muchas gracias señor- le dije amablemente mientras recibía
la extraña vasija del anciano - ¿qué es? está delicioso-
pregunté con una cara amigable –se llama Ahoma, es una
bebida de mi tierra- respondió mientras me observaba de
pies a cabeza, como buscando algo en mí. – mi nombre es
Mazde- presentose sonriente el anciano – Mucho gusto, el
mío es…- Un silencio rotundo se hizo sentir en aquel
momento, habían pasado muchos días desde aquella crisis
y me sentía tan cómodo que ni siquiera pensé en mi
nombre; pasó un lapso prolongado de tiempo hasta que por
fin le comenté angustiadamente que no me acordaba de el.
El me sonrío nuevamente y con voz amable me dijo – No te
preocupes, pero, para sentirnos más cercanos ¿qué te
parece si inventamos uno en forma provisoria hasta que te
acuerdes?- a lo cual asentí con la cabeza esperando su
proposición –Ivka, te llamarás Ivka, creo que es un buen
nombre para un nuevo comienzo- que extraño nombre
pensé, pero aquel anciano se comportaba tan amablemente
conmigo que cortésmente le pregunté: - ¿Ivka? Y ¿qué

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significa?- el anciano acercó su mano hacia mi rostro


amablemente y respondió: -lo que tú quieras, por eso es el
más apropiado para un comienzo- medité un rato y le
encontré razón. Un nombre que significa lo que yo quiera,
vaya ¿cómo nunca pensé en eso? fue entonces que decidí
darle un significado, Ivka desde aquel día sería “aquel que
se nutre de la luz” le comente al anciano y éste me observó
en una forma que parecía sentirse orgulloso de mí. - ¿Te
apetece caminar?- me preguntó indicando un sendero hacia
el oriente; obviamente no me iba a oponer, después de todo
él se tomó la molestia de pensar un nombre para mí.
Caminamos unas horas hasta llegar a unos árboles
cargados de frutos, nos sentamos unos instantes sin decir ni
siquiera una palabra, tan solo observábamos la belleza del
entorno. – Que hermosos frutos – me comentó – quisiera
probar uno de ellos pero ya estoy viejo para trepar árboles-
sin nada más que decir, me dispuse a trepar uno de ellos y
satisfacerle aquel deseo que tenía. –Eres muy amable, te
agradezco este gesto noble para conmigo, pero ya es hora
de marcharte y seguir tu camino que te habías propuesto
con anterioridad- fue entonces cuando entendí que era hora

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de emprender el viaje y continuar lo que me propuse al


comienzo del día. Le agradecí su compañía y nuevamente
emprendí mi camino, meditando aquellos momentos que
compartí con aquel extraño anciano.
Al cabo de unas horas, observé a otro hombre que
narraba las historias de alguien que conoció anteriormente,
el que le había hecho saber el bien y el mal que el ser
humano padecía era obra de Dios; no se debía renegar
contra ello sino que tan solo someterse a su voluntad. Luego
se inclinaron una y otra vez haciendo reverencias. –Este es
otro más que se autoproclamará el elegido, un ser divino
sobre la tierra y querrá que le adoremos al igual que el
anterior que encontré en mi camino- comenté sin medir las
consecuencias. – ¡De ninguna manera!- respondió molesto
aquel que estaba narrando – No existe quien merezca ser
adorado salvo nuestro Dios, tan solo comparto sus
enseñanzas con el resto, así como una vez lo hicieron
conmigo. Tan solo soy un hombre como tú o los demás -
exclamó con una molestia poco discreta – cálmese Ubaidah,
este hombre quizás tan solo se confundió relacionándonos
con las experiencias que ha tenido entorno a su vida- el

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hombre me observó un corto instante y siguió su narración


indiferente ante mí; inmediatamente entendí que ya no era
bienvenido, y continúe mi camino.
El atardecer se hacía presente ante mí, estaba
cansado y el camino no acababa, entonces decidí dormir al
costado de un riachuelo que divisaba unos metros más allá.
Transcurría la noche y mientras mi vista se dirigía a la
imponente luna, mi mente analizaba las experiencias que
viví aquel día, intentando rescatar lo positivo de ello, aún
cuando no me sentiría cómodo llevando mi vida de esa
manera.
Ya era de mañana nuevamente y debía seguir mi
camino, al otro lado del puente cruzando el río se
encontraba un hombre que parecía dormir sentado, mi pasó
fue sigiloso intentando no despertarle, caminé
aproximadamente media hora y por fin encontré el final de
aquel parque.
Finalmente lo conseguí, mi meta se había cumplido
aunque no era nada del otro mundo, tan solo una alta
muralla cubierta de enredaderas.

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Descansé un rato sobre la hierba y me dispuse


volver. Al encontrarme nuevamente cerca del puente, aquel
hombre continuaba durmiendo sentado, por lo que,
nuevamente intente no hacer el más mínimo ruido pero
cuando ya iba en la mitad del puente el hombre sentí una
voz tras de mí – ¿no sentiste lo que esperabas cuando
llegaste al fin verdad?- díjome con tranquilidad, me dí la
vuelta hacia él y estaba en la misma posición, sin abrir los
ojos, aún en esa forma extraña de sentarse sobre la hierva.
–La verdad no- respondí, en realidad para mí se tornaba
interesante ver el final del camino cuando me lo propuse
pero una vez que estuve allí tan solo era una muralla más,
desanimado, me volví a darla vuelta y comencé a caminar
–Espero que hayas entendido que lo importante de tu viaje
fue el camino y no el final de este- comentó mientras mis
pies quedaban paralizados sin avanzar ni retroceder; este
hombre tenía razón, las emociones al llegar a mi meta
propuesta no estaban en ella, sino en lo que pasé para
llegar a ella, sonreí y le di las gracias por abrir mis ojos,
posteriormente marché de regreso por aquella senda que
recorrí el día anterior.

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El cielo se nubló y comenzó a llover mientras me


alejaba, ciertamente cuando llegué nuevamente por el
camino donde predicaba Ubaidah jamás pensé ver tal
brutalidad, piedras, garrotes cortados de los árboles, palos
con puntas afiladas, golpes, gritos de ira se lograban divisar,
sobre el río de sangre que se nutría de la sangre tanto de
sus discípulos como la de los de el primer predicador que
encontré en mi camino que en ese instante se mezclaban
con el agua de la lluvia.
Por deducción y asimilando la ubicación en la cual
se daba aquella contradictoria matanza, comprendí que los
seguidores de aquel hombre que decía ser el redentor
vinieron a atacar a Ubaidah y su gente. Velozmente me
eche a correr en busca de él, ya que en esos instantes era
el único que podría acabar con ese enfrentamiento bestial.
Al llegar donde Mazde le comenté lo que estaba
sucediendo, el anciano se puso triste, cabizbajo me
respondió que el hombre a través del tiempo no lograba
controlar su deseo de ambición e intentaba apoderarse del
espacio del otro, queriendo doblegarlo a su antojo por

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cualquier medio, usando generalmente la violencia y el


miedo como arma fundamental.
Tomé fuerzas nuevamente y volví a correr. Al cabo
de unos segundos un enorme trueno fue el que escuché tras
de mí, me di la vuelta y vi como Mazde desaparecía
completamente cuando un rayo atravesó su cuerpo,
velozmente me dirigí hacia donde estaba, pero no ya había
rastro de él, como si jamás hubiese estado allí.
Entre lágrimas volví a correr en busca del primer
predicador, cuando ya estaba cerca escuché gritos
enfurecidos y garabatos a montón. Al acercarme más, vi a
aquel hombre que enseñaba la filantropía como una forma
de subsistir en armonía, colgando muerto de un árbol.
Aquellos que seguían sus enseñanzas lo habían clavado a
un robusto árbol, y le insultaban aún cuando ya estaba
muerto, incluso algunos apedreaban su cuerpo exánime.
De rodillas caí al piso, mis manos sujetaron
fuertemente mi cabeza y me eché a llorar como nunca antes
lo había hecho, cómo era posible tanta crueldad entre una
misma espacie, pensaba que cada día me sentía más ajeno
a este mundo y a la sociedad que entonces me rodeaba; de

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Crónicas de un loco – Amenhotep Übermensch

niño observaba al cielo, pero con el tiempo ya me había


cansado de tanta letanía sin respuesta, pensaba mientras la
lluvia azotaba con fuerza mi rostro... Luego, cabizbajo
incliné mi cabeza y tan solo avancé por el pedregoso
camino de la vida hasta que llegase el fin.
En mi andar también sentí los golpes de las piedras
que la multitud arrojaba sobre mi cuerpo. Preferí huir y
volver nuevamente al hospital, a aquella habitación de la
cual creía, nunca debí salir.
Con los ojos sollozos, a penas lograba ver el
camino, muchas veces el piso fue mi reposo al resbalar,
lleno de barro solo quería volver donde estaba seguro. De
pronto un ruido extraño, como de un pájaro gigante se
empezó a escuchar mientras algo caía del cielo, la explosión
fue enorme y el hospital se transformó en ruinas. Yo corrí
hacia el, pero cuando estuve más cerca solo lograba divisar
escombros y restos de carne aplastada entre ellos, casi la
mitad del hospital se hallaba en el piso.
Uno de los hombres de blanco que me atendieron
en la habitación aquella vez, se encontraba agonizante,
aplastado sobre una enorme viga de hormigón, intenté

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Crónicas de un loco – Amenhotep Übermensch

socorrerlo pero era ya inútil y él así lo comprendía; me miró


a los ojos con temblorosas palabras diciéndome: vive, lucha
por tu vida y aprovéchala, porque mi destino hoy en día será
el mismo tuyo en otras circunstancias tarde o temprano,
recostó la cabeza sobre el piso y expiró.
Como pude intenté salir del hospital, hacia la cuidad,
un mundo que yo no recordaba.
Al estar fuera, todo estaba en ruinas, las personas
se disparaban unos a otros, el olor a muerte y carne
putrefacta era insoportable, cansado de lo que veían mis
ojos, me dispuse a caminar sobre el fuego enfrentando las
balas con la esperanza que aquello terminase para mí,
dejando por fin de ver la crueldad de aquello que
llamábamos orgullosos “civilización”. Las balas silbaban por
los lados de mi ser ya indiferente, hasta que una golpeó
fuertemente mi pecho; sobre el piso, agonizante, comencé a
ahogarme en mi propia sangre, por lo que puse mi cabeza
de lado sobre el piso, mi última visión del mundo civilizado
sería la imagen del cadáver despedazado de un niño que se
encontraba frente a mí. Convulsión tras convulsión sufría el
lento paso de la muerte, de pronto una profunda inhalación

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Crónicas de un loco – Amenhotep Übermensch

se apoderó de mí y tuve la sensación de caer con fuerza en


forma de vaivén, levantándome otra vez. Asustado observe
a mi alredor, mi dorso estaba apoyado sobre una mesa, en
ella se encontraban una copa y una botella casi vacía. Todo
había sido un mal sueño producto de una borrachera
supuse, mientras mi corazón aún latía fuertemente.
A mi alredor estaban ubicadas más mesas y copas
sucias, el lugar donde me encontraba era uno de esos bares
juveniles que llaman Pubs. Por lo visto dormí por un periodo
largo, ya que no se encontraba otro cliente más que yo
dentro del local. Me dispuse a abandonarlo cuando la voz de
un hombre me detuvo y solicito le pagase lo consumido,
revisé mi billetera por cada bolsillo de mis vestimentas sin
encontrar un solo centavo, mientras dormía alguien la
sustrajo sin problemas pensé, luego intenté darle mis
disculpas al dueño del local prometiéndole que regresaría
con dinero para cancelar mi deuda, mas este no creyó lo
que relataban mis labios y díjome que solo trabajar en su
local compensaría el dinero de lo que había consumido, el
que puedo decir no era un valor menor.

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Crónicas de un loco – Amenhotep Übermensch

Luego de aceptar sus condiciones me dispuse a


trapear, ordenar y lavar la vajilla utilizada la noche anterior;
mientras trapeaba agachado las partes más difíciles de
limpiar vi unos pies de mujer delante de mí, lentamente subí
la mirada hasta su rostro. Ciertamente aquella mujer me
produjo sensaciones de deseo carnal, mientras mariposas
revoloteaban por mi estómago - mi nombre es Maria Elena
y soy la hija del dueño – indicó - ¿Cuál fue el motivo de que
no pagases tu cuenta? ¿Realmente te robaron?- Consultó
con una voz dulce y una tierna mirada que reflejaba
inocencia, blanca como nieve de montaña inexplorada, pura
y virginal. –Mucho gusto mi nombre es… nuevamente no
recordaba como me llamaba, no obstante en el sueño que
tuve Mazde dijo que el no saber su propio nombre podía ser
una invitación a crear uno con un significado propio, algo
que realmente identificase mi vida, pero el tiempo de
respuesta debía ser corto así que rápidamente miré mi
alrededor para luego responderle – Miguel Ángel, me llamo
Miguel Ángel- vaya suerte, justo en el piso se encontraba un
diario cuyo encabezado noticiero tenía escrito “Encuentran
nueva pintura de Miguel Ángel”. Ella sonrió y me acompañó

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Crónicas de un loco – Amenhotep Übermensch

durante toda mi jornada de limpieza, conversamos mucho,


nos reíamos como si fuésemos amigos de toda la vida, poco
a poco sentí nostalgia porque se estaba acabando el día y
ya no la vería más ¿qué me estaba pasando? Apenas la
conocía un día y pareciese sentir la necesidad de tenerla
conmigo para siempre.
Más tarde llegó su padre, me felicitó por el trabajo y
me ofreció que trabajara para él si es que me parecía la
idea, obviamente acepté, después de todo no tenía
recuerdos anteriores de donde vivía o con quién, si tenía
trabajo o no, tan solo el sueño de la noche anterior formaba
parte del recuerdo de mi historia.
Al salir del local, se apoderaba de mi ser una nueva
interrogante ¿dónde dormir? Porque de una u otra forma
todo era nuevo para mí.
Deambulé por algunas calles en busca de refugio,
hasta llegar a un hospedaje de beneficencia donde expliqué
mi caso y me ofrecieron alojamiento por esa noche y una
ducha caliente. El lugar era algo lúgubre, se notaba de
pocos recursos, sin embargo el corazón y la vocación de
servicio de aquellos voluntarios era grande, me sentí

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Crónicas de un loco – Amenhotep Übermensch

cómodo a pesar de las pocas comodidades que existían.


Después de todo, esto era mejor que dormir en la calle.
Mientras me duchaba y el agua caía calida sobre mi cuerpo,
intenté recordar algo de mi vida pero aún solo estaba la
imagen de mi sueño como única referencia.
Al día siguiente, María Elena y yo fuimos a hacer las
compras de abastecimiento del local por la noche,
charlábamos y nos reíamos tanto como la primera vez, yo
por mi parte ni siquiera pensaba en aquellas actividades
como un trabajo, sino la oportunidad de estar cerca de ella,
de sentir como las notas musicales de su voz danzaban
alegres en mis oídos, mi trabajo junto a ella se transformaba
para mí en bellas caminatas sobre jardines celestiales.
Llegó la noche y mi trabajo consistía en atender la barra con
María Elena ¿qué más podría pedir? Al frente del bar un
hombre alto tocaba en los timbales melodías tropicales y el
local comenzaba a tener vida de nuevo. Parejas, grupos de
amigos, compañeros de trabajo se agrupaban en mesas
iluminadas tan solo por las velas que las decoraban. Ellos
cantaban y aplaudían al compás del músico, mientras se
abastecían de los tragos que preparaba en el bar, ver tanta

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Crónicas de un loco – Amenhotep Übermensch

alegría junta era contagiosa y más aún al lado de la


hermosa mujer que me acompañaba, uno y otro vaso fue
despachado por las mesas, el baile se apoderó más tarde
de aquellos clientes que cantaban y se movían con alegría.
Estaba tan entretenido que la noche pasó fugaz, y
nuevamente el local estaba solo, deseoso de que lo
limpiasen. Como niños María Elena y yo paseábamos con
nuestros baldes repletos de jaboncillo dispuestos a dejar
impecable el lugar – ¿Te ha gustado tu nuevo trabajo? –
Preguntó sonriente – por supuesto, la gente estaba muy
alegre y el amor fluctuaba como ríos de enormes caudales
sobre las parejas- respondí sonriente.
-Es verdad, aunque los romances ya no son como antes,
nadie te regala flores ni escribe algo por ti como muestra de
su amor, todo avanza tan rápido que nadie se toma la
molestia de hacerlo- Miró en forma triste, como si algo de
ello le afectase. Intentando de alguna manera consolarla, de
acercarme a ella le comenté que era de esos que regalaban
flores y escribían lindos pensamientos para sus
enamoradas, pero siempre terminaba solo, pues ellas
decían que se aburrían de alguien tan romántico, que

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Crónicas de un loco – Amenhotep Übermensch

también necesitaban más rudeza, acción y no tan solo


gestos de un amor puro.
-¿Es verdad eso que me dices? Preguntaba mientras me
miraba con ternura y curiosidad por mí respuesta. Dude un
poco en responder ya que ni yo sabía si tenía esa
capacidad… ¡¡Ah que rayos!! Ya no podía echarme atrás,
por lo que asentí con la cabeza mientras la observaba
dulcemente. –Relátame uno Miguel Ángel- dijo
aparentemente deseosa de escucharlo, ¿qué es lo que iba a
hacer? No recordaba haberlo hecho antes para alguien, ni
siquiera recordaba quien era, pero al observar su dulce
mirada, tan solo abrí mi corazón y le dije:

En tus ojos siento la ternura y el abrigo


Tan solo me siento feliz estando contigo
Disfruto tu sonrisa, tu alegría
Ellos se han vuelto para mí el pan de cada día
Desearía por siempre amarte
Elogiarte, confortarte
Deseo tus labios como a la vida
Y quisiera encerrarme en tu corazón sin buscar salida

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Crónicas de un loco – Amenhotep Übermensch

Sino clavarme en él para que no me pueda apartar


Nunca más.

Un silencio rotundo se sintió en ese lugar, ella me


observaba atónita sin decir nada, luego sonrío, me abrazó
con fuerza y se fue. No necesitaba nada más que eso, jajaja
era la mejor paga que pude tener en ese momento, mi ser
estaba radiante, alegre, sentía como si me elevase producto
de las mariposas que aleteaban en mi estómago.
Al llegar nuevamente al hospedaje, me senté en la
mesas con vagos y pordioseros, no existía el desprecio
entre nosotros, todos éramos seres desvalidos necesitados
de abrigo, que lo poco que recibían por parte de los
voluntarios debían compartirlo con alegría. De pronto, un
hombre vestido de harapos, pero con un vocabulario
bastante educado se me acercó, conversamos un rato, el
hombre parecía necesitar desahogarse, contó su historia
mientras yo le escuchaba atentamente.
Su vida no fue como la de los demás, este hombre
en un tiempo antaño tenía poder, dinero, una profesión, un
hogar confortable, una familia. Pero una noche de invierno

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Crónicas de un loco – Amenhotep Übermensch

un accidente acabó con todo, cuando despertó estaba en un


hospital con el setenta por ciento de su cuerpo enyesado, su
familia no contó con la misma suerte y murió en el
accidente.
Solo, habiendo perdido todo lo que para él tenía
sentido abandonó sus pertenencias mundanas para vivir en
la calle, lejos de todo aquello que pudiese recordarle su
dolor.
Algunas veces fue golpeado por pandillas y
vándalos que, por el solo echo de verlo habitar en los
callejones se daban el derecho de maltratarlo, justificándolo
con palabras como escoria social, despojo de humanidad y
ofensas por el estilo.
Una vez comentaba, que lo ataron a un árbol, donde
le llenaron el rostro de escupitajos, mientras otros le daban
de patadas y lo golpeaban con un palo, otros le arrojaban
latas de cerveza rellenas con tierra. Uno de los que lo
agredía, lo roseó con bencina para verlo arder diciéndole
“Te libraré de tu miseria maldito puerco, el fuego será el fin
de tu dolor, deberás agradecerme pues para ti hoy seré tu
Dios”… -La muerte parecía inminente y en cierta forma la

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Crónicas de un loco – Amenhotep Übermensch

deseaba para no seguir siendo atormentado- comentaba


mientras gotas de amargura se desprendían de sus ojos
cayendo por el arrugado rostro del anciano. Por suerte una
patrulla apareció por el sector y los agresores huyeron. Al
desatarse fue como pudo a un hospital, la sangre cubría sus
vestimentas y el dolor de sus músculos era insoportable.
Mas esto no era suficiente, pues tuvo que esperar casi
cuatro horas para que le atendiesen. Ingresaban muchos
pacientes antes que él, pero tan solo era un indigente
imposibilitado de financiar su atención por lo que, al
personal del hospital le daba exactamente lo mismo si éste
Moria en la sala de espera ya que nadie reclamaría por él.
Cuando por fin le atendieron, limpiaron sus heridas
con suero, las cubrieron de malas ganas con una gasa
empapada en povidona yodada, el alta le fue dada de
inmediato. Un tarro de basura y unos cartones viejos fueron
su compañía, consuelo y abrigo aquella noche, mientras
miraba las estrellas cada vez más decepcionado de la vida.
Yo no hallaba que decir, tan solo lo abrasé
intentando apoyarlo de alguna forma o así dárselo a
entender; aquel hombre que ya bordeaba los setenta años

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Crónicas de un loco – Amenhotep Übermensch

aparentaba ser un hombre fuerte, endurecido por los golpes


de la vida, pero yo sabía que no era así, que el fondo se
sentía solo, abandonado por su creador. Él entendió mi
consuelo sin que se lo dijese, sonrió, tomó mi mano y la
besó como queriendo agradecerme por haberle escuchado,
como si le hubiese brindado nuevamente la esperanza. Yo
también le sonreí y me marché, era ya tarde y debía volver
al local donde trabajaba.
Un poco nostálgico por la historia que acababa de
oír caminé por los callejones hasta el lugar donde trabajaba.
El sol se retiraba y la lluvia no dejaba de caer, entré al local,
allí estaba ella, tan resplandeciente como nunca, la
nostalgia que sentía por aquella historia que escuché
desaparecía al ver sus hermosos ojos, su sonrisa eterna.
–¿Cómo estás?- fueron sus palabras. Yo me sentía alegre,
vivaz de solo verla. Cada vez que hablaba con ella una
inconcientemente una sonrisa afloraba de mí. Ella era mi
sueño celestial ahora, la que quisiese fuese mi compañera
me decía a mí mismo; ya estaba decidido, esa noche luego
de trabajar le declararía mi amor.

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Crónicas de un loco – Amenhotep Übermensch

Las mesas se llenaron una vez más, la música sonaba al


igual que la noche anterior, todo era alegría en el entorno.
Parecía que nada sería diferente hasta que escuché un tipo
discutiendo en voz alta con otro, las mesas se arrastraron
por el piso y el festival del puñetazo se armó.
Las botellas volaban, las mujeres gritaban y corrían
desesperadas fuimos a separarlos, recibí un puñetazo tan
fuerte sobre mi rostro, que mi mandíbula parecía haberse
salido de su posición, hasta que por fin logramos
expulsarlos del lugar.
Al regresar a el, María Elena hallábase tendida
sobre el piso, ¡mi niña! dije con angustia mientras
rápidamente acudía en su ayuda. Una botella había
acertado sobre su cabeza, la mujer que habitaba en mi
corazón se encontraba inconciente sobre el piso – ¡Una
ambulancia, llamen una ambulancia por favor! Gritaba
desesperado sosteniéndola en mis brazos, unos cuantos
minutos después estaba con su padre arriba de la
ambulancia a toda velocidad, la angustia que sentía era
horrible, no podía ver su sonrisa, sus labios se encontraban
cubiertos por una mascarilla de oxigeno.

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Crónicas de un loco – Amenhotep Übermensch

Mi preocupación se fue acrecentando y los minutos


que pasaban se hacían eternos para mí, ¿por qué se
demoraba tanto en llegar al hospital? Pensaba en mi
interior, guardando silencio para no angustiar más a su
padre.
Al llegar la subieron a una camilla dirigiéndola
rápidamente al pabellón de urgencias, pasaron horas sin
que recuperara la conciencia, hubiese deseado mil veces
que ese botellazo me llegase a mí, después de todo sería
menos doloroso que lo que sentía en ese momento.
Cuando por fin logró recuperar la conciencia la
trasladaron a una habitación de reposo. El doctor dijo que
solo se podía quedar junto a ella un familiar, obviamente su
padre era el más apropiado de acompañarla, por lo que me
despedí de ella prometiendo volver al otro día.
Cuando llegué al hospedaje sentí la necesidad de
contar lo sucedido, intentando librarme un poco de la
angustia que portaba, todos me dieron su consuelo, me
abrazaron y mostraron su respeto ante mí.
Cuando desperté había un ramo de rosas rojas
sobre el velador. Nunca pensé tal gesto de nobleza, los

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Crónicas de un loco – Amenhotep Übermensch

vagos y pordioseros que Vivian conmigo juntaron su poco


dinero en comprar ese ramo para que yo se lo llevase a
María Elena. No sabía que decir, de verdad me sorprendían,
solo espero que el gesto de mi rostro haya sido suficiente
agradecimiento o así entendiesen que era lo que sentía en
aquel momento.
Alegre y velozmente me dirigí donde estaba el
hospital, hacia la habitación en la que reposaba la mujer de
mis sueños, eufórico por ver la alegría de su rostro al ver el
hermoso ramo de rosas que le llevaba.
Al entrar en la habitación se encontraba su padre y
un hombre más, era un tipo fornido aparentemente de mi
edad – ¡Miguel Ángel!- dijo al verme, con esa dulce sonrisa
en sus labios que la caracterizaba. – Veo que estás mejor,
me alegro mucho por ti. Me tomé la confianza de traerte
estas flores, espero no te hagan sentir incomoda-, -tontito-
dijo sonriente – están preciosas, muchas gracias- mientras
me abrazaba fuertemente –Te presento a mi prometido,
Boris, nos casaremos en unos meses más- dijo tiernamente.
¡Prometido! Pensé entre mí mientras un balde de agua fría
pareciese caer sobre mi cuerpo. Intenté guardar mis

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Crónicas de un loco – Amenhotep Übermensch

sentimientos y sonríele cortésmente –mucho gusto- le dije


mientras le daba la mano. – Es hora de marcharme, tengo
que hacer algunos tramites pero luego vendré a verte
nuevamente, espero te mejores pronto- le dije. ¡Qué
tramites ni ocho cuartos! Solo quería escapar de esa
situación, la mujer de la que me había enamorado tenía
dueño pensaba angustiado mientras caminaba por el parque
de la ciudad intentando ver un rayo de luz ante lo que
estaba ocurriendo.
Lancé pan a unos cisnes en un lago buscando
alguna idea, algo que me consolara. Conversé horas
conmigo mismo hasta me pregunté si la quería, como era
lógico la respuesta fue un sí rotundo, con los puños sobre el
césped decidí que intentaría conquistarla de todas maneras,
no estaba aún casada después de todo.
Volví al hospital todos los días, cortaba flores
silvestres y le recitaba poemas de poetas famosos en el
oído que copiaba en las librerías.
Su prometido casi nunca estaba allí con ella ya que
el tiempo se le hacía escaso con sus negocios, eso era
bueno para mí, tenía más tiempo de estar con ella pensé.

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Crónicas de un loco – Amenhotep Übermensch

Pasaron nueve días para que por fin le dieran el


alta, y una vez más yo estaba allí para acompañarla a su
hogar, día tras día nos fuimos acercando más el uno al otro
hasta que un día en el parque la besé con una pasión tan
imponente que la luz del sol parecía sin brillo y frío
comparado con la situación que se estaba dando.
Nuestros brazos se entrelazaban sobre nuestros
cuerpos, los besos y las caricias florecían como los jardines
en primavera. Lentamente nuestras prendas de vestir
comenzaron a caer, desnudos sobre la hierva besé todo su
cuerpo poseído por un amor rotundo, de ese que solo se
siente una vez en la vida. Ella acariciaba mis cabellos
mientras subía al cielo, el lenguaje que usábamos en ese
instante eran besos, caricias y frases de amor que nacían
de nuestros labios inconcientemente, éramos una sola
carne, así lo sentía en ese momento y era maravilloso. El
cantar de las aves y el movimiento del agua sobre el lago
formaban una hermosa sinfonía que acompañaba nuestra
entrega corporal.

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Crónicas de un loco – Amenhotep Übermensch

Cuando el acto de amor estaba consumado,


estuvimos abrazados un buen tiempo, desnudos sobre la
hierba como si jamás nos fuéramos nuevamente a ver.
Pasaron los días, los meses y cada vez éramos
menos discretos con esta relación. Una tarde de octubre nos
besábamos y acariciábamos en la sala de estar de su hogar,
cuando de pronto entró su prometido sorprendiéndonos en
el acto. No hubo palabras que decir, ¿cómo poder
justificarse en aquella situación? Boris furioso tomo una
espada del escudo de armas que colgaba en la sala
abalanzándose poseído por una ira incontrolable sobre mí.
Yo corría de un lado a otro intentando esquivarlo, mas caí al
piso producto de un jarrón que no logré esquivar. Él no tenía
dudas sobre lo que deseaba hacer, se lanzó con fuerza para
atravesarme con su espada. Cerré los ojos y esperé la
muerte, sin embargo esta no llegaba. Al abrirlos
nuevamente, vi a mi amaba atravesada por la espada que
portaba Boris, se había cruzado para que aquella no me
dañase tomando la muerte para si misma.
-¡María!- grité desconsolado, mientras le arrebataba
de las manos a Boris, aquella maldita arma que me

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Crónicas de un loco – Amenhotep Übermensch

separaba de mi amada. La abrasé con fuerza y ella a mí,


con una débil voz me dijo - te amo, ojalá te hubiese
conocido antes- y murió como muere la tarde en un roquerío
frente al mar.
Sollozo la dejé tendida suavemente sobre el sillón,
Boris estaba inmóvil, como ido de sí. Eso no fue escusa
aceptable para mí, él me había arrebatado a quien yo
amaba, para eso no existía perdón alguno. Cogí con fuerza
la espada y lo golpee con ella hasta despedazar su cuerpo.
Una vez librado de mi enfado volví hacía ella, a
abrazar el marchito cuerpo de aquella hermosa flor, las
lágrimas de mi rostro se confundían con la sangre que
brotaba de su cuerpo, la infidelidad de la cual era yo
partícipe, aquella que yo mismo provoqué terminó por
causarle la muerte.
Invadido por una tristeza sublime lloré sobre su
pecho hasta quedarme dormido.
-¡García!, ¡García! Ya es hora que se desprenda del
cadáver de su amigo, el ya está muerto y el enemigo se
acerca- comentó un hombre mientras sacudía mi cuerpo. Al
abrir mis ojos mis manos estaban llenas de sangre aún,

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Crónicas de un loco – Amenhotep Übermensch

pero no era de María Elena sino la de un soldado mutilado


producto de una explosión del cual me encontraba
abrazado. ¿Pero cómo? Me pregunté mientras miraba
extrañado del lugar, las balas silbaban en el viento y las
bombas que caían elevaban la tierra hacia el cielo como la
erupción de un volcán. A mí lado otros soldados se
preparaban para luchar –¡Despierta hombre, Estamos en
guerra!- gritó un hombre dirigiéndose a mi persona.
¿Guerra? Me seguía cuestionando ¿y que hay de María
Elena, del Pub, de los pordioseros con los que vivía? ¿Es
que acaso era otra ilusión, al igual que el sueño y la crisis
que sufrí? No había tiempo para buscar respuestas, el
enemigo que ni siquiera sabía quien era se acercaba
velozmente y debíamos estar preparados para combatirlo.
Agrupados bajo una carpa el sargento soto daba
instrucciones de avanzada y defensa. Interrumpí sus
instrucciones explicando que mi memoria se encontraba
atrofiada y me gustaría saber por qué peleamos, el motivo
de la guerra. – Por los intereses de los ricos- interrumpió
molesto uno de los soldados. -No luchamos por los
intereses de alguna clase social, luchamos por la defensa

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Crónicas de un loco – Amenhotep Übermensch

de nuestra patria- respondió el sargento. – Entonces, de ser


así mi sargento, llamaré a los hijos de los ricos para que
escuchen los movimientos tácticos que realizaremos en
nuestros futuros operativos. ¡Soldado Luksic, soldado Matte,
soldado Angelini!- - ¡Ya basta soldado Gutierrez! Le
recuerdo que usted es un militar y no debe cuestionar las
ordenes de sus superiores- reclamó con furia el sargento
como si le hubiesen echado ají merquen sobre una herida
infectada. –La verdad duele mi sargento pero es así,
disculpe la que bajo su criterio fue una falta de respeto, pero
sigue siendo así esta cruda realidad. Nosotros vinimos a
morir por los intereses del los ricos, bajo sus decisiones nos
armamos y arriesgamos nuestras vidas mientras sus hijos
disfrutan jugando Play Station en sus cómodas camas. Y
quiero hacerle saber que este es un pensamiento
ideológico, que creo muchos compartimos en esta situación.
Nosotros no vamos a morir por nuestra patria ni asesinamos
a otros por ella, tan solo lo hacemos por miedo. Sí, como le
digo, solo miedo a que aquel enemigo que nos han
implantado nos cause la muerte primero. Y tengo la certeza
que a los que nombramos como enemigos sienten lo mismo.

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Crónicas de un loco – Amenhotep Übermensch

Aquí no hay patriotas ni amantes de las causas justas que


tuvo nuestro ministro de defensa y nuestro presidente para
enviarnos a morir, tan solo hay hombres que luchan por su
vida, contra otros que también han sido enviados por
alguien que los observa desde lejos en una pantalla. Habrá
madres que nunca más volverán a ver a sus hijos, nuevas
viudas e hijos sin padre. Esa es la patria que estamos
generando con nuestra estúpida batalla entre seres de una
misma especie.-
El sargento cabizbajo guardó silencio unos instantes
y continuó dando las instrucciones para el combate.
La noche caía y nos disponíamos a dormir,
turnándonos unos pocos para hacer guardia intercalándonos
cada dos horas. A lo lejos se veían extensas columnas de
humo y fuego, la batalla parecía feroz y cada segundo
nuestra cita con la muerte se hacía más cerca.
El despertar de la mañana no fue el más agradable,
pequeños tozos de escombros pertenecientes a un edificio
cercano caían sobre nuestras carpas producto de una
munición de artillería que golpeo sobre ellas.

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Crónicas de un loco – Amenhotep Übermensch

Me levanté ipso facto al igual que los demás soldados, cogí


mi fusil y me dispuse a combatir.
Las balas golpeaban los muros de nuestras
improvisadas trincheras, las esquirlas de estas saltaban
sobre nuestros rostros y el polvo no dejaba ver con precisión
al enemigo.
Cuando por fin logre dar con una de mis balas a uno
de los soldados enemigos, mis camaradas me felicitaron y
juntos fuimos a ver aquel cuerpo sin vida que marcaba una
nueva victoria.
Al llegar ahí, el cadáver yacía frío, sobre un manto
de sangre coagulada. Cuando le dimos la vuelta, pude ver
su rostro pálido y con los ojos abiertos; con una expresión
que marcaba una clara imagen de dolor. Era un niño,
aparentemente de unos trece años, mas ya no me
importaba, yo quería vivir y cualquiera que portase un arma
en mi contra merecía la muerte de mi propia mano.
A medida que continuaba la avanzada, vi a algunos
de mis camaradas caer ausentes de vida sobre el camino; la
sangre del enemigo se mezclaban con la nuestra sobre el

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Crónicas de un loco – Amenhotep Übermensch

campo de batalla, los gritos de dolor de los heridos


incrementaban nuestro miedo y euforia.
En la tarde moribunda, fuimos embestidos por una
munición de tanque, la carne de mis camaradas volaba por
los aires como mariposas en primavera, yo también caí con
ellos, ya no sentía mis piernas. El fuego y el humo mezclado
con el toxico olor de las lacrimógenas nublaban mi visión.
Un poderoso sueño se apoderaba de mí, tenía claro que
aquel lugar sería mi tumba.
Al igual que otras veces, desperté en otro lugar.
Esta vez estaba frente a un computador, en la pantalla, un
juego de guerra esperaba inactivo.
La casa era hermosa, y mi habitación cómoda. Todo
había sido un mal sueño, estaba seguro de ahora estar en la
realidad, ya que en los muros colgaban fotos de mí en
hermosos paisajes. Sí, tenía la certeza de que aquello era la
realidad… ¿O no? ¿Y si tan solo esta realidad era lo que
uno aceptaba como tal? ¿Cómo saber si sigo en un sueño?
Quizás, al sentirme en una situación cómoda pretendía
olvidar me de lo que soñé o viví un tiempo atrás. Pero, de
ser así, en mi mente fluctuaban otras interrogantes y

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Crónicas de un loco – Amenhotep Übermensch

afirmaciones, como por ejemplo: que la muerte es solo para


aquel que cree en ella. Ya que existían otras personas que
no la veían como tal, sino como la transformación de la vida
sobre ciclos infinitos. Así mismo, la realidad puede ser la
que un ser X eligiese, sin tener que asumir decisiones
sociales o culturales. Tan solo ser reconocida como tal por
el individuo que la vive, su propia existencia, su única
realidad.

CONTINUARÁ…

Nota: esto es el borrador del libro, el que deberá estar


completo en octubre de este año.

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