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Desde El Jardín - Peter Sellers (análisis)

Introducción

La película trata sobre Chance, un hombre de mediana edad que ha vivido como jardinero de una mansión por
toda su vida, sin contacto –físico- alguno con el exterior. Su única fuente de conocimiento durante este tiempo
ha sido un viejo televisor, de donde obtiene la mayor parte de sus conocimientos sociales y de actualidad.

Al morir el dueño de la vivienda, el protagonista es obligado a abandonar aquel lugar y por primera vez
enfrentarse al mundo más allá de su “control remoto”. Toma las ropas que le parecen más adecuadas y parte a
recorrer las calles sin rumbo fijo.

Luego de vagar por horas, es chocado por un auto, propiedad de un multimillonario llamado Ben Ralth.
Debido a la lesión en su pierna, la esposa de Ben (Eve) le invita a permanecer algunos días en su casa, hasta
que se recupere.

Tras una serie de malentendidos (cambian su nombre por “Chauncey Gardiner”, y confunden su reciente
desalojo con una “crisis financiera”), Chance comienza a entablar una amistad con el moribundo
multimillonario, llegando incluso a conocer al Presidente de Estados Unidos (quien tomó parte de la
conversación como “brillantes ideas” para su siguiente discurso público). Así, el jardinero se hizo conocido en
el país, por sus magníficas metáforas acerca de la realidad económica y el modo de enfrentar la crisis
(continuando así con la gran cadena de malas interpretaciones).

Mientras tanto, Eve intenta conquistarlo en variadas instancias, pero Chance no parece entender sus
intenciones. Ben, al tanto de esto, y en sus últimos momentos de vida, le pide que cuide de su mujer, porque
es “tan frágil como una flor”.

Ya en el funeral de Rand, Chance se retira silenciosamente, caminando entre los árboles del lugar; frente a un
río, se detiene unos segundos, para continuar su camino sobre el agua.

Análisis.

Antes de comenzar el análisis de esta película he tenido que recoger las conclusiones de diversas fuentes, pues
me parece que existen variadas explicaciones posibles respecto a su argumento.

Las primeras impresiones que encontré fueron de Marta Opacak (2006) quién hace un paralelo entre la
película y el libro del cual fue basada y critica fuertemente la estupidez en nuestros días: “[este filme muestra
una] aguda falta de sensatez humana” (Opacack, 2006).

Mariana Carreño (2006) es un poco más neutral en sus comentarios, aún así aduce que podemos considerarla
“una sátira de la sociedad, política y prensa del día a día”.

En lo personal, creo que cualquier análisis que se concentrara sólo en ver la parte externa de la trama
coincidiría en lo mismo (quizás variaría la perspectiva según sus tendencias o ideologías, pero no el fondo).

Creo que es necesario ir un poco más allá y concentrarse en dos puntos que han sido expuestos en el
argumento de la película y que me parecen fundamentales: el acoplamiento estructural y el fenómeno de la
doble contingencia en relación a la comunicación, de los cuales trataré a continuación.

El acoplamiento estructural.

Chance, mientras vivió en su cochera, cuidó sus plantas y tuvo a través de la televisión el conocimiento del
mundo que requería, no necesitó nada más. No era para él útil ni necesario aprender a amar a una mujer, por
ejemplo, o conocer otros idiomas; dentro de su relación con el entorno contaba con todas las herramientas que
le permitían sobrevivir a su realidad, aún así, esta relación tenía un carácter altamente dependiente, pues
necesitaba que la sirvienta (Louise) lo alimentara, que el “dueño de la mansión” existiera para tener dónde
vivir y, de cierta forma, también dependía del control remoto para cambiar su televisor.

Es por eso quizás que Louise lo trataba como si fuera un niño pequeño. Asumía esa dependencia como algo
natural y no creía que él pudiera sobrevivir por sí mismo fuera de la mansión, donde estaba seguro y
protegido.

Cuando todo aquello se terminó y tuvo que dejarlo atrás para relacionarse con una nueva realidad, no terminó
su dependencia. Aparentemente podía consigo cuando se aventuró a caminar sin rumbo y posiblemente
también consiguió adaptarse a las nuevas circunstancias con relativa naturalidad, pero si lo vemos con
detención, en el fondo jamás pudo garantizar su supervivencia: al momento de conocer a Eve, lo primero que
hizo fue pedirle alimento.

La doble contingencia.

El problema de la doble contingencia supone que “dos sistemas que se encuentran por primera vez están
divididos por un océano de incertidumbre, de complejidad, en la cual prácticamente todo es esperable del
comportamiento del otro, siendo que a la vez ambos están a la espera de una señal por parte del otro para
poder actuar” (Salazar, 2007).

Debo comenzar especificando que considero a Chance como un extranjero: Luego de vivir la mitad de su vida
tras la realidad de una pantalla de televisión, ha construido una serie de estructuras culturales, tan propias en
él que le impiden, incluso, el entendimiento de muchos de los símbolos existentes en aquella sociedad fuera
de los límites de la mansión. Un ejemplo de esto, podría ser el término “desalojo”, que aún dicho en su propio
idioma, le parece extraño e incomprensible.

Este extranjero, vaga por las calles de Washington, comparando las distinciones que ha formado a través de
los programas televisivos, con este mundo que se presenta a sus ojos nuevo y deslumbrante. Esto, para
Chance, se traduce en un problema de contingencia, pues hay muchos de esos estímulos que no guardan
relación con ningún otro modelo antes percibido y es probable que, para organizar toda esta información y
entenderla, terminara -etnocéntricamente- por pensar todo seguía siendo parte de la televisión (como dio a
entender cuando intentó detener con su control remoto a los pandilleros negros).

La comunicación, de por sí constituye una instancia en que se intercambian distinciones, que permite que
conozcamos el punto de vista del otro y codifiquemos el mensaje lo más pulcramente posible para poder
entendernos.

En este sentido, Chance intenta comunicarse con el “mundo exterior” de forma infructuosa, esperando que de
una u otra forma puedan comprender su realidad en la forma tan simple y sincera como él la expresa, sin
embargo, el ‘oyente’ (Ben, Eve, etc.) interpreta sus palabras como una metáfora condicionada por sus propias
distinciones internas, dicho de otra forma ‘escucha lo que quiere escuchar’.

Sucedió así en general con las comunicaciones entre el protagonista y algún otro individuo, pues él tampoco
era capaz de superar esa barrera de “incomunicabilidad”, ya que nada hacía corregir el error en el que incurría
el oyente, disminuyendo las posibilidades de que el mensaje fuera comprendido.

Un ejemplo significativo de esto sería la conversación que tuvo con el presidente, dónde éste le preguntaba
sobre sus opiniones sobre la actualidad económica y Chance respondía con sus bastos conocimientos de
plantas y estaciones del año. Nunca consiguieron llegar a un “acuerdo”, cada quién comprendió desde su
visión, lo que le era posible con respecto a sus distinciones.

Este problema no tan sólo se presentaba en los instantes en que el lenguaje era puesto a prueba, también en
situaciones en las que Eve intentaba seducirlo: como no entendía el mensaje inserto en los movimientos de la
mujer, nada le provocaba y más bien le era incómoda la situación pues no le permitía seguir viendo la
televisión. Cuando por fin Chance intentó hacer lo que ella sugería, reprodujo las imágenes que veía en la
pantalla, pues no tenía conocimiento alguno de qué hacer.

En los últimos segundos de vida de Ben, fue la única escena en que pude distinguir que realmente el
protagonista estaba inmerso en la situación y comprendía qué estaba pasando: en sus distinciones anteriores
ya había pasado por la muerte de “el dueño de la mansión” y sabía que ésta vez su amigo iba a pasar por lo
mismo. Y también daba la impresión de que el moribundo comprendió al fin la realidad del jardinero, cuando
le dijo que cuidara a su esposa porque era “tan frágil como una flor”.

Las últimas escenas me parece que aquel extranjero no comprende el ritual que se lleva a cabo con la
ceremonia fúnebre, así que emprende su camino hacia un lugar más solitario, como acostumbraba estarlo.

La caminata sobre el lago me es confusa, pues Chance se detiene un momento antes de continuar su camino
para analizar el agua y la observa como si fuera todo muy natural ¿Será quizás, porque dentro de sus
distinciones la vida es en verdad “un estado de la mente”, porque la realidad de cada cual parte del espejo con
que la miremos?

Finalmente, considero que el protagonista nunca consigue hacerse partícipe completamente de esta cultura
que lo rodea, por los problemas que ya he expuesto, pero de una u otra forma ambas las partes son alteradas
(aunque sea de forma mínima) al entrar en contacto.

Conclusiones

En un aspecto general, la película me ha servido mucho para darme cuenta de la importancia de las
distinciones en la vida diaria, y más aún de los consensos lingüísticos que deben existir para que los sujetos
puedan comprenderse mejor y el mensaje sea recibido de la forma más pulcra posible.

También me ha parecido importante el hecho de indagar sobre las distintas visiones que tenían personas fuera
del ámbito académico de la película, y hacer el esfuerzo por buscar otras interpretaciones a algo que
originalmente puede verse demasiado sencillo de entender.

Finalmente, me ha llamado la atención el hecho de ser ‘extranjero’ en una cultura, y las complicaciones que
puede llevar si no se consigue un mínimo acercamiento con el otro.
Publicado 21st July 2009 por Alejandra Díaz
Etiquetas: Antropología
Desde el Diván
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analisis.html

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