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tunidades numerosas deficiencias del proceso seguido por el Ministro en Visita. Por vía de
ejemplo señalo algunas de ellas:
a) Haber practicado inspección ocular en las oficinas de la firma R.R. dos meses después
de iniciada su investigación, permitiendo con ello que desaparecieran antecedentes de valor
para la comprobación de los hechos;
b) Incurrir en una demora semejante en lo relativo a inspección de las oficinas de las
demás firmas comprometidas;
c) Frustrar una inspección de documentos pedida para una oficina de ferrocarriles, pues
el Ministro, al examinar los documentos de interés, miró únicamente el anverso de ellos y no
observó que en su dorso estaban las anotaciones correspondientes a los camiones que habían
retirado la mercadería, precisamente el dato que se buscaba.
d) No haber tomado nota, en una inspección a una fábrica a la cual había sido llevada
mercadería internada fraudulentamente, de restos de embalaje que Investigaciones había
señalado como demostrativos de que se había traído al país mercadería diversa de maquinaria
agrícola. Cuando a petición de la defensa fiscal se repitió la medida, esos restos de cajones
habían desaparecido.
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su firma, pero las dos iniciales son una mera interpretación de los ras-
gos con que esa firma se inicia y ellos podrían no ser exactamente las
letras “O.C.” En cambio, está claro que el apellido es Cubillos. Pese a
las investigaciones solicitadas por la defensa fiscal, jamás se logró indi-
vidualizar a este misterioso personaje, capaz de mover muy importantes
capitales en bancos extranjeros.
Lo cierto es que en este proceso lo verdaderamente importante
es la investigación realizada para establecer los hechos esenciales y la
demostración de cómo, pese a todas las medidas que puedan preparar
hábilmente delincuentes organizados, es posible, finalmente, que ellos
queden en evidencia.
En el escrito de acusación del Fisco el acento está puesto en la plena
comprobación de los hechos delictuosos y en la demostración de que
ellos forman todo un plan delictivo de vasto alcance y con numerosas
manifestaciones a través de mucho tiempo. No se proponen en ese
escrito, en cambio, dificultades o problemas jurídicos que exijan una
especial consideración y solución, pues en verdad no hay tropiezos
en este orden.
En definitiva, la acusación identifica y separa, caracterizándolos
detalladamente, 56 conjuntos de operaciones delictivas, en su mayor
parte fraguadas y llevadas a cabo por José Manuel R.G. y sus asociados
(aparecen también algunas internaciones fraudulentas realizadas por
otras personas), cada uno de los cuales implica la comisión de múltiples
delitos por grupos de varias personas que obraron confabuladamente
para su perpetración. Los acusados fueron en total 30 personas.
Son tantos los hechos, las calificaciones jurídicas y los inculpados
en los delitos materia de este proceso, que no sería posible ni necesario
reproducir totalmente la extensísima acusación formulada por el Fisco,
bajo mi patrocinio, acusación que alcanzó a la inusitada extensión de
217 páginas dactilografiadas.
Por esta razón voy a entresacar de esa acusación los párrafos que
me parecen más importantes y que permiten al lector captar los as-
pectos esenciales de este singular proceso, conforme a sus datos más
significativos. Voy a transcribir únicamente, por ende, aquellas partes
que corresponden a algunos de los casos más singulares, todo ello con
el afán de dar una idea general de lo que fue mi actuación profesional
en esta causa.
La sentencia de primera instancia, dictada con fecha 29 de enero
de 1970, ocupa 750 páginas y condena a casi todos los acusados. Las
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L A ACUSACIÓN
I. A NTECEDENTES GENERALES
1. El proceso
El 31 de diciembre de 1963, la Policía de Investigaciones de Valdivia efectuó
la incautación de 73 cajones de mercaderías fraudulentamente internadas por
la Aduana de esa ciudad. 62 de esos cajones los internó la firma R.R. y Cía.,
de Santiago, y los 11 restantes el comerciante en papel mural de Valparaíso
y Santiago, Armando C.E.
Así se inició este proceso, ante el Segundo Juzgado del Crimen de Val-
divia, con el rol Nº 46.658.
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para sus actividades comerciales lícitas y sus andanzas delictivas. No tenía existencia legal.
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no existe una foliación única. Así, cuando se cita una pieza del proceso, no
basta indicar la foja; es preciso, a pesar de la acumulación, indicar si se trata
del proceso de Santiago, del de Valdivia o del de Talcahuano;
b) también hubo de mantenerse la individualidad de los demás proce-
sos acumulados, cada uno con su foliación propia. Es necesario, entonces,
seguir citando el proceso contra Pérez y Jorquera (sedas) contra Alberto J.
(taxibuses) y contra Amoldo Z. (Correo de Valparaíso);
c) el proceso de Santiago comprende 11 tomos (de 500 fojas cada uno)
y su foliación es correlativa; el proceso de Talcahuano se compone de 7 to-
mos y su foliación también es correlativa; el proceso de Valdivia se compone
de 8 tomos, pero su foliación no es correlativa, sino que se interrumpe en
cada tomo, para reiniciarse en el tomo siguiente con la foja uno. Además,
en el proceso de Valdivia el tomo primero se llama “cuaderno principal”, y
los demás “cuadernos de compulsas”, individualizándose cada uno por su
número correlativo, del uno al siete.
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estos casos los movimientos de fondos para los pagos que debían hacerse
en los bancos y en las aduanas se hacían no mediante cheques, como es lo
usual tratándose de sumas muy subidas, sino en dinero efectivo o mediante
numerosos vales vistas, tomados también bajo nombres supuestos.
Una parte de la última internación cuyo descubrimiento en Valdivia dio
origen a este proceso que resultó ser hilado nylon, se hizo bajo el nombre
de “Agro Valdivia”, inventado por R.G., quien firmó toda la documentación
con el nombre “Michel Hause”.
Las distintas partidas de mercaderías internadas por Talcahuano y Valdi-
via se traían a Santiago por camión o por ferrocarril. Cuando se traían por
ferrocarril, eran retiradas de la Estación Alameda por personas que indicaban
domicilios falsos e inexistentes como destino de la carga. A veces los cajones
se llevaban a la bodega que la firma R.R. y Cía. tenía en la calle Teatinos.
Pero en la mayoría de los casos eran trasladados a bodegas clandestinas, materia
sobre la cual se hará especial referencia más adelante.
Por lo menos una parte de las ventas que la firma R.R. y Cía. hizo de la
mercadería fraudulentamente internada, fue facturada como si se tratara
de la mercadería indicada en la documentación falsa, y los pagos de esas
facturas fueron ingresados en sus libros de contabilidad. Pero las facturas se
emitieron no a nombre de los verdaderos compradores, sino a nombre de
entidades ficticias e inexistentes, como “Comunidad Agrícola Mulchén Ltda.”,
“Hacienda Santa Clara”, “Sociedad Agrícola Limache”, y los pagos aparecen
hechos en sumas fraccionadas, casi todas en dinero efectivo, no obstante que
suman varias decenas de miles de escudos. Cuando algunas de esas sumas
parciales se pagaron con cheques, se comprobó que estos eran girados por
compradores de hilado nylon, como la firma K. Hnos., por ejemplo.
Antes de ser detenido, José Manuel R.G. tuvo la precaución de hacer
desaparecer el talonario de su Libro de Facturas de ventas correspondientes
a 1963, período en el que vendió casi la totalidad de la mercadería fraudu-
lentamente internada (ver constancia del Tribunal en interrogatorio a R.G.,
a fs. 187 del proceso de Santiago).
Otra precaución importante adoptada por los R., fue conseguir que en
cada partida de mercadería suntuaria o de internación prohibida, el pro-
veedor extranjero incluyera, en la mayoría de los casos, uno o dos cajones
conteniendo algunos artículos de aquellos a que se referían los documentos,
a fin de que si llegaba a ser indispensable abrir algún cajón en la Aduana (a
pesar del concierto con los funcionarios aduaneros), se abrieran precisamente
aquellos en que venía mercadería coincidente con la documentación, y no
otros. Así, en el ya citado documento de fs. 521 del proceso de Santiago, por
el que los R. y los G. liquidan ocultamente una internación de supuestas 38
máquinas ordeñadoras marca “Utina”, se alude a la efectiva internación de
dos de esas máquinas y el resto se considera como lo que realmente era el
contenido de la internación: hilado nylon. Por eso mismo, cuando el Tribunal
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I. terminó por confesar, a fs. 5098, del proceso de Santiago, que había
adquirido esta partida de televisores (y la internada por Valdivia), a la firma
R.R. y Cía.
Antes de ser detenido, I., para ocultar su delito, desarmó los televisores
que tenía en su poder y así desarmados, junto con toda la documentación
relativa a su adquisición y las listas de los clientes de su negocio que habían
adquirido esos aparatos, los entregó a Pedro Fernando A.C., quien mantuvo
todo ello oculto hasta que fue descubierto por la policía (proceso de Santiago,
parte de fs. 1529 y auto de reo de fs. 1592).
La negociación entre la firma R.R. y Cía. y Jorge I., relativa a los tele-
visores, estuvo a cargo de José Manuel R.O., quien suscribió con I. el con-
trato de venta de televisores de fs. 1587 y las letras de fs. 1302 y siguientes
del proceso de Santiago. R.O. negó su firma en estos documentos, pero
su autenticidad quedó comprobada por el informe caligráfico de fs. 3593
del proceso de Santiago, en el que se deja constancia que R.O. desfiguraba
su escritura en las pruebas que se le tomaron.
En su confesión de fs. 5084, completada a fs. 5146 del proceso de Santia-
go, R.G. reconoce que las internaciones de televisores a nombre de Shilling
las llevó a cabo en concierto con Ismael G.V., Jorge I., los funcionarios del
Banco Árabe y los funcionarios aduaneros, a los cuales pagó, por intermedio
de Gerardo R., Eº 10.000 por la internación de Talcahuano y Eº 15.000 por la
internación de Valdivia. Agrega que el nombre “Alfredo Shilling Krauss” fue
ideado por Ismael G., quien además tomó los vales vista con que se pagó la
operación en el Banco Árabe, donde G. tenía influencia. Añade que Carlos F.
llevó una participación en este negocio, pero que ella le fue pagada por Jorge
I. Refiriéndose concretamente a la internación por Talcahuano, mediante
la póliza 2003, R.G. expresa que los 100 televisores costaron realmente DM
60.000. Como lo otorgado por el Banco Central fue DM 196.520 suma de
ambos registros de importación, se produjo una diferencia de DM 136.520,
parte de la cual la depositó G.V. en la cuenta en dólares sobre Nueva York y
luego la redujo a escudos.
En el informe de los peritos Courbis y Olivares, de fs. 4747 del proceso
de Santiago (pág. 5), aparece comprobado que Guillermo G.L. e Ismael G.V.
financiaron las internaciones de televisores a nombre de Shilling.
Uno de los vales vistas con que se pagó esta operación en el Banco Árabe,
por Eº 46.596,11, fue tomado por Guillermo R.Z., empleado de la oficina de
Guillermo G.L., a petición de Ismael G. (ver informe de Dámele, fs. 1852,
pág. 4 y fs. 4888 y 4890, todos del proceso de Santiago).
A fs. 5100 del proceso de Santiago, Ismael G.V. confirma lo declarado
por R.G. En el documento de fs. 521 del mismo proceso, al cual ya se hizo
referencia, se mencionan televisores como parte de la liquidación de un
negocio entre G.V. y la firma R.R. y Cía.
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tir esos documentos al Agente B. Por ese motivo B., en este caso, ni siquiera
pudo presentar una póliza falsa, como en los casos anteriores. Seguramente
habría presentado la póliza cuando los documentos le hubieran llegado, y en
tal caso, como antes había ocurrido, el aforo fraudulento habría aparecido
estampado con una fecha posterior al retiro de la mercadería. Pero no pudo
procederse de ese modo, pues Investigaciones se incautó de la mercadería,
en la estación de ferrocarriles el día 31 de diciembre, quedando inmediata-
mente establecido que los cajones no contenían las maquinarias agrícolas a
que se referían los documentos, sino hilado nylon y otra mercadería. Cuando
Investigaciones procedio a la incautación en la estación de ferrocarriles de los
cajones, el 31 de diciembre, quedando en evidencia que habían sido retirados
de la potestad aduanera, materialmente, por Armando A.B., empleado de
Augusto B., sin documento aduanero alguno, el Administrador Valentín C.,
el Agente Augusto B. y el Vista Habilitado y Alcaide Eduardo M.M., se con-
certaron para fraguar un documento que simulara una petición de traslado
de los cajones desde la Aduana de Valdivia a la Aduana de Santiago. Tal es
el origen del documento falso de fs. 37 del Cuaderno Principal del proceso
de Valdivia. Se trata de una solicitud suscrita por Augusto B., relativa a los
62 cajones de R. y a los 11 de Armando C. (Pablo Schauenburg), proveída
favorablemente por Valentín C. y con un aforo de Eduardo M., como “papel
mural” e “hilado de lana con seda”, fechado todo –la solicitud, la providencia
y el aforo–, el 27 de diciembre de 1963. Está demostrado que ese documen-
to, sin valor aduanero alguno, fue fraguado el día 31 de diciembre de 1963,
después de incautada la mercadería por Investigaciones. En efecto, ese día
31 de diciembre Valentín C. entregó la solicitud de B. al funcionario de la
Aduana Belisario Alberto F.C., a quien le dictó la providencia. El funcionario
Alejandro S.C. la encontró el día 2 de enero de 1964 y la ingresó en el Libro
de Partes con fecha 27 de diciembre, por ser esa la fecha del documento. El
día 3 o 4 de enero Valentín C. pidió al Liquidador Guillermo Santibáñez,
que efectuara una liquidación provisoria de la solicitud en referencia, a lo
que Santibáñez se negó, por ser improcedente.
Valentín C. reconoce que proveyó la solicitud de fs. 37 infringiendo
el art. 152 de la Ordenanza de Aduanas. Eduardo M. declara que el aforo
estampado en esa solicitud lo practicó viendo la mercadería a través de los
cajones rotos, a lo que el Tribunal le hace presente que está comprobado
que los cajones estaban cerrados. Agrega M. que el contenido de los cajones
lo vio el día 30 de diciembre, y que si estampó como fecha del aforo el día
27, fue porque “se paralogizó”.
José Manuel R.G. ordenó a su empleado Enrique T.L. buscar una bodega
para guardar el hilado nylon producto de esta internación fraudulenta. Enri-
que T. ofreció una pieza en su propio domicilio de calle Bascuñán Guerrero
1494. José Manuel R.O. tomó un seguro sobre hilado nylon, en la Agencia de
Seguros Flint, indicando como bodega la calle Bascuñán Guerrero 1494.
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