Sei sulla pagina 1di 88

30 PRINCIPIOS DE

VIDA

Charles Stanley.

“Un soplo de vida, para su existencia. Un día a la vez.”


PRINCIPIO DE VIDA 1
Nuestra intimidad con Dios, que es su
prioridad para nosotros, determina el impacto
que causen nuestras vidas.
01 DE MARZO DE 2014

POR

U na de nuestras mayores necesidades es saber que somos amados. Cada uno


de nosotros debe tener la certeza, en lo más profundo de su corazón, de que
alguien nos ama, de que alguien se preocupa por nosotros y desea lo mejor para
nosotros.

Así nos hizo Dios. Él quiere que sepamos que nos ama a cada uno con una
intensidad que excede a lo expresable con palabras.

Dios creó a los seres humanos teniendo en mente una relación, primero con Él, y
luego con otros. Pero no podremos amar plenamente a los demás hasta que
hayamos experimentado personalmente el amor de Dios. Experimentamos su
amor cuando nos rendimos voluntariamente a su llamado de ser nuestro Salvador,
Señor y Amigo.
DIOS CREÓ A LOS SERES HUMANOS TENIENDO
EN MENTE UNA RELACIÓN, PRIMERO CON ÉL, Y
LUEGO CON OTROS.
Hay, al menos, tres razones para que Dios procure nuestra entrega:

 Él nos ama y desea nuestra comunión y adoración.

Mientras no le demos todo a Dios, no podremos conocerle plenamente ni


experimentar del todo su amor. Cuando nos rendimos a Él, lo tenemos todo de
Él.

 Él quiere que nuestro servicio a Él sea eficaz y fructífero.

Cuanto más conozcamos y amemos a Jesús, más eficaz será nuestro servicio.
Cuanto más nos acerquemos a Dios, más impacto tendrán nuestras vidas. Cuanto
más alimentemos nuestra relación con el Señor, más importante y positiva será la
huella que dejemos.

 Él espera hasta tener la libertad para bendecirnos.

Dios es omnipotente, pero no violará sus propios principios. Nos acerca a Él para
que podamos experimentar su amor y su perdón. El Señor nos pide nuestra
entrega voluntaria para poder darnos sus mejores bendiciones.

Entonces, ¿por qué nos resistimos? Sabiendo todo esto, ¿por qué nos resistimos a
rendirnos a Él?

El orgullo es la razón principal que les impide a las personas rendirse al Señor.
Piensan que saben más que Dios y que pueden manejar sus vidas mejor que Él,
por lo que le mantienen a una distancia prudencial.

Otros no se rinden porque tienen miedo de lo que Dios hará (o no) con ellos.
Piensan que, si le dan el control, Él les obligará a hacer justo aquello que los hará
más desdichados.

Otros se niegan a rendirse a Cristo porque creen la mentira de Satanás, que les
dice que Dios es condenatorio y que les castigará por sus errores.
¡Todo esto es completamente falso! Dios tiene siempre en mente lo mejor para
nosotros. Nunca nos negará algo bueno si nos sometemos de buena gana a su
voluntad (Ro 8.32). Él nos dice: «Porque yo sé los pensamientos que tengo
acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el
fin que esperáis» (Jer 29.11).

Lo único razonable es rendirse a Dios, porque cuando lo hacemos nos acercamos


más a Él —su prioridad para nosotros— y empezamos a tener un impacto en este
mundo.

PIDALE A DIOS QUE LE ACERQUE UNA VEZ MÁS A EL

Alcance su destino. Anne Graham Lotz le comentó en cierta ocasión a un


entrevistador las muchas pruebas que había enfrentado en los últimos años, entre
ellas las serias enfermedades de sus padres y la batalla de su hijo contra el cáncer.
Al final ella llegó al punto donde lo único que anheló tener fue a Jesús. «Denme
sólo a Jesús», declaró.

Anne había entendido que si tenía una relación personal, íntima, con el Salvador
del universo, entonces todos los problemas que enfrentara los encararía Él con
ella, y Dios traería una dulce determinación y paz a su corazón.

¿Es este el clamor de su corazón? ¿Quiere usted conocer al Salvador y vivir en la


plenitud de su bendición cada día? Puede hacerlo. David escribió: «Los que
buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien» (Sal 34.10).
Cuando usted aceptó a Jesús como su Salvador, el Señor no sólo le perdonó, sino
que también le convirtió en una nueva criatura, ya no alejada de Dios, sino capaz
de acercarse a Él.

Si usted se ha alejado de su devoción al Salvador y siente como si se apartara


cada día más de su relación con el Señor, ore entonces para que Él le acerque una
vez más. Dios conoce sus debilidades, y si usted le dice que asuma el control de
su vida, Él vendrá a usted con poder trayendo luz y esperanza a su situación, no
importa lo oscura y desesperada que parezca (Is 55.6, 7).

Extraído de la Biblia Principios de Vida de Charles F. Stanley, © 2010.


PRINCIPIO DE VIDA 2
Obedezcamos a Dios y dejemos las
consecuencias en sus manos.
02 DE MARZO DE 2014

POR

L a obediencia puede resultar difícil, sobre todo cuando nos sentimos tentados a
creer que siendo obedientes vamos a perder más de lo que podemos ganar. Sin
embargo, obedecer a Dios es esencial para agradarle, no sólo en los momentos de
tentación sino en todo momento.

Cuando Dios nos manda obedecerle, está dándonos un principio por el cual
debemos vivir. También está poniendo una armadura alrededor de nuestras vidas
que forma una valla de protección del mal.

¿Puede usted recordar la última vez que tuvo la tentación de hacer lo contrario a
lo que sabía que Dios deseaba que hiciera? Lo más probable es que hubo una
lucha en su corazón. Surgieron las preguntas:¿Tendré que pagar un precio más
alto por obedecerle que por desobedecerle? ¿Puedo experimentar más felicidad
cometiendo este pecado, en vez de obedecer a Dios?

OBEDECER A DIOS ES ESENCIAL PARA


AGRADARLE.
Cuando elegimos obedecer a Dios, escogemos el camino de la sabiduría. Sus
promesas de bendición por la obediencia sobrepasan ampliamente todas las
posibles consecuencias. El Señor nos pide que nos sometamos a Él, y que
dejemos todo lo que suceda a su amoroso cuidado.

A medida que crecemos en nuestro caminar con el Señor, la obediencia se


convierte en la avenida a través de la cual lo conocemos mejor. Cuando le
obedecemos, el Señor nos acerca más a Él y nos enseña más acerca de sus
preceptos y de su amor.
La desobediencia envía un mensaje al Señor con el que declaramos que sabemos
más que Él en lo que se refiere a nuestras vidas y a las circunstancias que las
rodean.

Dios nos ama y está comprometido con nosotros. Nos manda obedecer, no
porque sea un tirano, sino porque conoce las terribles consecuencias de la
desobediencia y el pecado en nuestras vidas.

Sin embargo, Satanás tiene otro propósito en mente. Procura tentar a los
creyentes para que desobedezcan a Dios, diciéndoles que no se puede confiar en
las promesas de Él, y que podemos disfrutar más de la vida si ignoramos sus
mandamientos.

Recuerde que la desobediencia siempre tiene repercusiones terribles:


sentimientos de culpa, de vergüenza y de inutilidad; vidas destrozadas,
matrimonios destruidos y amargas disputas, entre otras. Aunque el pecado jamás
podrá cambiar el amor eterno que Dios les tiene a sus hijos, sí interrumpe nuestra
comunión con el, Salvador y nos aleja de sus bendiciones. En tiempos de
desobediencia nos debilitamos espiritualmente, y no podemos distinguir el bien
del mal. Caemos cada vez más en las garras del pecado, y nos resulta imposible
apartarnos por nosotros mismos de nuestra pecaminosidad.

LA DESOBEDIENCIA SIEMPRE TIENE


REPERCUSIONES TERRIBLES.
Al poner en práctica los siguientes principios para nuestras vidas, comenzaremos
a obedecer a Dios con determinación y con gozo, sabiendo que Él cumplirá todas
sus promesas:

 Confíele a Dios su vida y todas sus preocupaciones.

Usted no podrá equivocarse si pone su esperanza y su confianza en Dios. Él le


creó y le ama con amor eterno. Por tanto, Él siempre le guiará de la mejor manera
posible.

 Espere en el Señor la respuesta a su problema o situación.

Cuando tenga dudas, niéguese a dar un paso más, a menos que sepa que Dios le
está guiando.
 Medite en la Palabra de Dios.

Cuando usted satura su mente con la Palabra de Dios, sabe qué piensa el Señor.
Cuando venga una tentación, usted sabrá distinguir el bien del mal, y sabrá actuar
de la manera correcta.

 Escuche al Espíritu Santo.

Dios sigue hablando hoy a su pueblo. Nos habla a través de su Palabra, del
Espíritu Santo, y por medio de las palabras de un pastor o de un amigo cristiano
de confianza. Nos volvemos sensibles al Espíritu de Dios cuando pasamos
tiempo con Él, orando y estudiando los preceptos de la Biblia.

 Esté dispuesto a esperar o a apartarse cuando el camino frente a usted no esté claro.

Si usted desea agradar a Dios más que a todos los demás, la obediencia a Él
requiere que se mantenga firme. Si no siente una guía clara en su situación,
pídale a Dios que confirme su voluntad para usted en su Palabra. Él nunca
contradecirá las Escrituras. Su voluntad para su vida siempre encaja
perfectamente con lo que dice la Biblia.

 Esté dispuesto a tener luchas.

Cuando la nación Israel entró en la tierra prometida bajo la dirección de Dios,


tuvo que enfrentar la oposición enemiga. Dios rara vez nos deja sin problemas y
conflictos. Si lo hiciera, no tendríamos ninguna razón para depender de Él. Dios
permite la dificultad suficiente para que siempre acudamos a Él.

 Deje las consecuencias a Dios.

La obediencia no será fácil; usted recibirá críticas de los demás, o enfrentará


fuertes obstáculos y oposición, pero esto le pondrá en una posición favorable
delante de Dios. Él se ocupará de todo lo que tenga que ver con usted; por tanto,
manténgase en el camino de la obediencia, y deje lo demás a Él.

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.


PRINCIPIO DE VIDA 3
La Palabra de Dios es ancla inconmovible en
las tormentas.
03 DE MARZO DE 2014

POR

L as palabras del rey Darío resonaban en la mente de Daniel mientras sus


servidores lo bajaban al foso de los leones. «El Dios tuyo, a quien tú
continuamente sirves, él te libre» (Dn 6.16). Los encargados pusieron entonces
una pesada piedra sobre la entrada al recinto subterráneo.

Aun después de evaluar la gravedad de su situación, Daniel no vaciló en su fe. La


mañana siguiente el rey Darío encontró a Daniel ileso y proclamando: «Oh rey,
vive para siempre. Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones,
para que no me hiciesen daño» (vv. 21, 22).

¿Cómo sobrevivió Daniel? ¿No tenían hambre los leones? Los historiadores
cuentan que a los animales usados para ese tipo de ejecuciones se les dejaba
varios días sin alimentar, para asegurarse de la muerte de los acusados. Pero la
suerte de Daniel nunca estuvo en manos de los hombres. Su vida pertenecía a
Dios, y ahí radica la victoria. Daniel sobrevivió por poner su confianza en Dios, y
su fe en las promesas divinas.

LAS PROMESAS DE DIOS SON ESENCIALES


PARA NUESTRO BIENESTAR ESPIRITUAL.
Cada uno de nosotros puede recordar ocasiones en las que deseamos haber tenido
una palabra certera de parte de Dios, algo a qué aferrarnos para cuando surgieran
las dudas y el temor. Dios sabe cuándo necesitamos ánimo, guía y esperanza. Es
por eso que nos ha dado promesas concretas en su Palabra, para que podamos
entender su naturaleza y confiar en Él. En los momentos emocionalmente
devastadores, las promesas de Dios son esenciales para nuestro bienestar
espiritual.
La Palabra de Dios es, por consiguiente, una brújula, una guía y un libro de
instrucciones para la vida. Así como usamos manuales de instrucciones en el
trabajo o en la cocina, también debemos usar la Palabra de Dios como nuestra
fuente de sabiduría y verdad. A nadie se le ocurriría hacer un pastel sin una
receta, y ningún mecánico montaría un motor sin un manual.

Algunas de las promesas de Dios son condicionales (véase «¿Cómo puedo


reclamar las promesas de Dios?», cerca de He 10.23), pero podemos tener fe en
todas ellas. Sin embargo, no se trata de nombrar y reclamar una promesa; las
promesas deben estar acompañadas de oración y de un ardiente deseo de conocer
la voluntad de Dios para nuestras vidas. Aunque Dios quiere que todos
experimentemos lo mejor de Él, también desea que conozcamos y disfrutemos su
presencia de un modo personal que exprese su suficiencia de la mejor manera
posible. Reclamar una promesa sin la guía de su Espíritu Santo nos conducirá a
desengaños, desilusiones y frustraciones.

A veces, Dios trae un pasaje específico a nuestra mente que da esperanza y


certeza a nuestros corazones. En otros momentos, nos motiva a orar y buscar su
sabiduría en un asunto específico. Si acudimos a Dios con fe, Él nos guiará de
acuerdo con su voluntad. Esto, por supuesto, no sucederá de la noche a la
mañana. Muchas veces, Dios quiere que meditemos sobre cierto pasaje bíblico
durante cierto tiempo antes de darnos su dirección.

DIOS NO QUIERE QUE NOS INVOLUCREMO EN NADA


QUE CONTRADIGA LAS ESCRITURAS.

Cuando el rey David buscó el corazón de Dios en cuanto a su deseo de construir


el templo, la Biblia dice: «Y entró el rey David y se puso delante de Jehová» (2 S
7.18). David no ordenó a sus hombres que comenzaran la construcción. Esperó la
dirección de Dios, e hizo bien, porque el Señor quería que fuera Salomón, el hijo
de David, quien hiciera el trabajo.

Pero Dios honró la actitud de David y le dio una promesa maravillosa: «Y será
afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será
estable eternamente» (2 S 7.16). Dios siempre honra nuestro deseo de buscar su
dirección y sabiduría. Si venimos a Dios esperando su respuesta, Él nunca nos
decepcionará.
En el tiempo de Daniel, Dios hablaba por medio de visiones, sueños y, a veces,
audiblemente. Hoy habla principalmente por medio de su Palabra, porque no
quiere que nos involucremos en nada que contradiga las Escrituras. Cualquier
versículo puede ser sacado de contexto y tergiversado. Pero si somos fieles a la
Palabra de Dios y la interpretamos en su contexto, sabremos aplicar los preceptos
y las promesas del Señor a nuestras vidas, y encontrar fortaleza para aferrarnos al
Señor en las situaciones más difíciles. En vez de ser lanzados emocionalmente de
un lado a otro, aprendemos a permanecer firmes en nuestra devoción y confianza
en Cristo.

Por tanto, considere las promesas de Dios sus anclas espirituales. Una vez que
aprenda a seguirle, siga su dirección dondequiera que Él le dirija, porque el Señor
nunca deja de cumplir sus promesas. Más bien, le está enseñando a depender de
Él por medio de la meditación en su Palabra y la atención a su voz.

¿Esta usted dispuesto a esperar pacientemente que Él cumpla todo lo que le ha


prometido, y a que le rescate como lo hizo con Daniel? Nunca trate de imponerle
su tiempo a Dios. Por el contrario, aférrese a Él, ancle su corazón a su Palabra, y
déjele espacio para que lo haga todo de acuerdo con su plan y en su tiempo.
Usted se alegrará de haberlo hecho.

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.


PRINCIPIO DE VIDA 4
Estar conscientes de la presencia de Dios nos
da energías para desempeñar nuestro trabajo.
04 DE MARZO DE 2014

POR

¿ Cómo puede usted sacarle el mayor provecho a su trabajo? He aquí tres


sugerencias:

1. Véase como un siervo.

Jesús vino al mundo, no para ser servido sino para servir, y nos mandó que
tuviéramos esa misma actitud (Mt 20.25-28). Pablo escribió: «Siervos, obedeced
en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren
agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios» (Col 3.22).

Si Pablo dijo a los esclavos que hicieran su trabajo terrenal de todo corazón (y
ellos no recibían ningún salario), entonces, ¿qué decir de nosotros que sí somos
remunerados? Usted pudiera decir: «Bueno, no me pagan lo suficiente». De
acuerdo, puede que no le paguen lo suficiente, pero prolongar el tiempo del
almuerzo, salir antes de tiempo o llegar tarde no son el modo de compensar la
situación. Si le pagan por ocho horas, tiene que trabajar ocho horas completas.
¿Por qué? Porque usted es un siervo de Dios y, como representante de Él, tiene la
responsabilidad de hacer un buen trabajo.
COMO REPRESENTANTE DE ÉL, USTED
TIENE LA RESPONSABILIDAD DE
HACER UN BUEN TRABAJO.
Además, la mejor manera de ascender en el trabajo es mediante el servicio.
Quien desee ser un líder tendrá que adoptar una actitud de humildad (Mr 9.35). A
un empleado orgulloso rara vez se le considera para un ascenso. Por el contrario,
es al trabajador íntegro y aplicado en su trabajo al que los empleadores ven como
un líder potencial. Nunca dude del efecto que tiene su actitud sobre los que le
rodean, ¡incluido el jefe!

Pero, ¿quién es su verdadero empleador? Esto nos lleva a nuestra segunda


sugerencia.

2. Dese cuenta que usted trabaja para el Señor mismo.

Su empleador ejerce una autoridad de supervisión sobre usted, pero Jesucristo es


su Señor. Usted trabaja para Él: «Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como
para el Señor y no para los hombres» (Col 3.23).

Si usted es cristiano, Jesucristo es el supervisor en su puesto de trabajo, y Él no le


está observando de lejos, sino que está allí mismo con usted. Usted y yo tenemos
que realizar nuestro trabajo del día independientemente de si pensamos que el
empleador no es justo, porque en última instancia es Jesucristo a quien servimos,
y Él siempre está en el lugar de trabajo. Usted y yo debemos hacer nuestro
trabajo lo mejor que podamos, porque el Espíritu Santo está presente,
preparándonos y dándonos energías.

Cometemos un error terrible cuando segmentamos la vida. Podemos pensar que


de lunes a viernes vamos a trabajar, el sábado es para divertirnos, y el domingo
para adorar a Dios. Pero Dios no ha planeado la vida de esa manera. Si Jesucristo
es nuestro Salvador, no podemos excluirlo de ningún aspecto de la vida. No está
bien enseñar una clase de escuela dominical con todo nuestro empeño, y ser
negligentes en el trabajo el resto de la semana; tenemos que honrar y glorificar al
Señor en todo lo que hacemos. Cuando nos consagramos de todo corazón a Jesús
(Mt 6.24), se elimina la tentación de hacer nuestro trabajo sólo para ser vistos por
los hombres.
DIOS HARÁ MUCHO MÁS QUE IGUALAR TODAS LAS
COSAS EN EJUICIO.

¿Estoy diciendo con esto que su trabajo diario es también un trabajo para el
Señor? ¡Sí! Ministerio no es sólo lo que usted hace en la iglesia. Usted adora a
Dios cada día de la semana —el domingo lo hace en la iglesia; y de lunes a
viernes demuestra su devoción a Él haciendo un buen trabajo. Su elevado estatus
como hijo de Dios dignifica su trabajo, y su oficina o lugar de empleo tiene que
ser mejor porque usted está allí.

Usted le sirve al Señor Jesucristo (Col 3.24). ¿Tiene un buen testimonio que
ofrecerle en su trabajo? ¿Es usted uno de los empleados más fieles, porque sirve
a Dios? ¿Refleja su actitud el gozo que tiene al considerarlo a Él
el verdadero jefe?

3. Dese cuenta que tiene un salario aquí y una recompensa en el cielo.

Pablo escribió: «Sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia»


(Col 3.24). Por supuesto, en el presente tiene que recibir un salario para cubrir los
gastos de su familia. Pero si ha hecho lo mejor que ha podido y entregado lo
mejor de sí, nunca le pagarán realmente todo lo que merece. Lo maravilloso que
debe recordar es esto: es posible que aquí no le paguen lo suficiente, pero usted
recibirá una recompensa incalculable en el cielo. Dios hará mucho más que
igualar todas las cosas en el Juicio (1 Co 3.11-15; 2 Co 5.9, 10; Ef 6.7, 8), Él sin
duda, le recompensará de manera justa.

¿Se ve usted a sí mismo como un siervo de Dios? ¿Lo considera a Él su


verdadero Jefe, y trabaja de una manera que honra al Señor, sin importar lo
ordinario o aburrido que pueda parecer su trabajo? ¿Se ha dado cuenta que por la
fiel labor realizada en el presente le espera una enorme recompensa en el futuro?
Si es así, le está sacando el máximo provecho a su trabajo.

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.


PRINCIPIO DE VIDA 5
Dios no nos demanda que entendamos su
voluntad, sino que la obedezcamos, aunque
nos parezca poco razonable.
05 DE MARZO DE 2014

POR

¿ Se ha llegado alguna vez a preguntar por qué Dios no contesta sus oraciones,
o por qué, a pesar de sus mejores esfuerzos, ciertos asuntos en su vida siguen sin
resolverse? La respuesta podría estar en su nivel de obediencia a Dios. Tal vez
Dios quiere que usted se detenga, confíe en Él, y esté atento a su señal para
proceder.
Toda área de desobediencia en su vida tiene que ser tratada. El pecado nos
impide experimentar lo mejor de Dios para nosotros. Quizá Dios le haya pedido
algo, y usted ha optado por ignorar sus instrucciones o apenas cumplió en parte
lo requerido por Él. La obediencia verdadera significa hacer lo que Él dice,
cuando lo dice, como Él dice que debería ser hecho y todas las veces que así lo
requiera, sin importar que usted entienda o no las razones para ello, hasta que
haya cumplido del todo con su mandato.
USTED DEBE CONVERTIR SU OBEDIENCIA A DIOS EN
LA MAYOR PRIORIDAD DE SU VIDA.
Antes que haga una lista de todo lo que Dios le ha pedido hacer o dejar de hacer,
considere lo siguiente: ¿Hay un área particular de su vida en que le resulte difícil
obedecer al Señor? Cada vez que lee la Biblia, ¿trae Dios a su mente algún
pecado específico? Cuando acude a Él en oración, ¿sale a flote el mismo
problema? Si el Señor ha traído algo a su mente ahora mismo, es posible que
haya vivido muchos años en la misma situación precaria porque usted, en algún
momento, decidió hacer las cosas a su manera y no como Dios manda.

Seguir la voluntad de Dios y no la suya puede cambiar su vida por completo. Por
esta razón, usted debe convertir la obediencia en su mayor prioridad. Para
lograrlo, necesita entender por qué la sumisión juega un papel tan importante en
su relación con Dios.

Noé es un ejemplo bíblico excelente que ilustra este principio. Fue un hombre
que obedeció a Dios, incluso cuando le pareciera ilógico algo que el Señor
pidiera. Dios lo llamó a construir un arca enorme, algo tan inverosímil como
descabellado en aquel tiempo, y Noé acató su directiva sin preguntar la razón (Gn
6–9).

EL ESPÍRITU SANTO ES QUIEN LE CAPACITA PARA ANDAR EN


OBEDIENCIA DELANTE DEL SEÑOR.

¿Acaso siempre será popular obedecer a Dios? No. ¿Será usted objeto de
críticas? Es muy probable. ¿Opinarán algunos que sus acciones son ridículas? Sin
duda. ¿Se van a burlar de usted? Seguro que sí. Ahora piense en esto: Noé
decidió andar con Dios en medio de una sociedad corrupta. De hecho, la maldad
era tal que Dios decidió raer de la faz de la tierra a todos los seres humanos a
excepción de una sola familia, la de Noé. Trate de imaginar los insultos
proferidos por los impíos contra Noé, cada vez que lo veían inmerso en su
misión. Pero tan pronto cayeron las primeras gotas de lluvia, todas las afrentas
cesaron.

Noé obedeció a Dios sin importarle qué pensaran de él los demás, y el Señor lo
libró del gran diluvio que cubrió la tierra. Si hubiese hecho caso a sus críticos, no
habría construido el arca y habría sido destruido junto a los demás. En lugar de
eso, optó por obedecer a Dios sin dejarse enredar por sus propias dudas.
Cuando elegimos el sendero de la obediencia, debemos prepararnos para las
reacciones negativas que seguramente recibiremos, sabiendo que Dios tiene una
razón excelente para su mandato y que nos ayudará de forma extraordinaria.
Nunca nos enfoquemos en situaciones o personas que traten de distraernos de
cumplir la voluntad de Dios. El Espíritu Santo nos capacita para obedecer todos y
cada uno de los mandamientos de Dios, y siempre nos dirige de la mejor manera
posible. Por lo tanto, sin importar qué requiera de nosotros —bien sea doloroso o
gozoso, beneficioso o cuantioso, razonable o paradójico— nuestro Padre celestial
nos dará la capacidad y fortaleza para serle fiel, sin importar qué piensen los
demás ni la dificultad aparente de la situación.

La obediencia debe ser una prioridad en la vida de todo creyente. Es la única


manera en que usted llegará a ser la persona que Dios quiere que sea, y el único
método para acceder a todas las maravillas que Él le tiene preparadas. El Espíritu
Santo es quien le capacita para andar en obediencia delante del Señor, en el poder
de su fuerza.

Decídase a obedecer a Dios, así no entienda por qué le pide hacer algo. Crea que
sus instrucciones son para su propio bien (Jer 29.11). Así es como podrá
convertirse en la persona que Él quiere que usted sea, hacer la obra que anhela de
usted, llevar el fruto que le capacite para llevar, y recibir todas las bendiciones
que ha preparado para usted.

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.


PRINCIPIO DE VIDA 6
Cosechamos lo que sembramos, más de lo que
sembramos, después de sembrarlo.
06 DE MARZO DE 2014

POR

Hoy se reproduce mañana. Lo que somos hoy es resultado de lo que hayamos


pensado y como hayamos vivido en el pasado. Quienes actúan sabiamente hoy
tendrán sabiduría en el futuro para tomar decisiones sabias. El mismo principio
se aplica al área financiera. Aquellos que son sabios y ahorran en el presente,
tendrán mañana en abundancia. Los que gastan hoy todo lo que tienen, tendrán
muy poco o nada en el futuro. Es miope aquel que piensa nada más en el ahora y
hace el menor esfuerzo posible, pues al llegar su día de pago tendrá una
recompensa igualmente mediocre. La nación de Israel tuvo que aprender esta
lección a un nivel muy personal. Su descarrío y su renuencia a seguir las
instrucciones de Dios les dejó en una posición que no les permitió acceder a sus
bendiciones.

«TODO LO QUE EL HOMBRE SEMBRARE, ESO TAMBIÉN


SEGARÁ».
El Señor da principios en las Escrituras que cumplen la función doble de
advertirnos y alentarnos. Su Palabra dice: «No os engañéis; Dios no puede ser
burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará» (Gá 6.7).
Esta es una ley inalterable que afecta a todas las personas en todas las áreas de la
vida, la familia, el trabajo y el placer.

Los agricultores entienden el significado de este principio: cosechamos aquello


que sembramos, más de lo que sembramos y después de sembrarlo. Veamos cada
parte del principio para asegurarnos de entender todo lo que implica.

1. El principio se aplica a todos, tanto creyentes como incrédulos.


Este principio es irrevocable; nadie escapa sus consecuencias porque es una ley
de la vida.

¿Nota cómo empieza Gálatas 6.7? Dice: «no os engañéis; Dios no puede ser,
burlado». Esta es la causa del estilo de vida libertino e indulgente de muchos:
se han engañado. Bien sea porque no creen la verdad, o piensan que de alguna
manera son la excepción a la ley de Dios.

El que se atreve a burlarse de Dios cree que sabe más que Él. Tal necedad tiene
consecuencias, como lo revela 2 Corintios 5.10: «Porque es necesario que todos
nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba
según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo».

Si a usted le tocara comparecer ante el tribunal de Cristo dentro de cinco


minutos, ¿qué clase de fruto podría mostrar?

2. Cosechamos lo que sembramos.

Segar lo que sembramos es buena noticia para aquellos que tienen buenos
hábitos, pero es una idea espantosa para aquellos involucrados actualmente en
actividades impías tales como promiscuidad, drogadicción, alcoholismo,
abandono de hogar o maltrato a los demás en la escalera al éxito. No podemos
sembrar malezas y esperar que produzcan manzanas. No podemos sembrar
desobediencia a Dios y anticipar una cosecha de bendiciones. Lo que sembramos,
eso cosechamos. No nos engañemos: segaremos la cosecha de nuestra vida.

3. Cosechamos más de lo que sembramos.

¿Por qué el labrador esparce su semilla? Porque espera cosechar mucho más de
lo que sembró. Una sola semilla que germine puede producir docenas o hasta
centenas de semillas más. El mismo principio se aplica al pecado y la rectitud:
una pequeña decisión de hacer el bien o el mal produce una cosecha mucho más
grande, de gozo o pena.

HAY COSECHAS QUE SEGAMOS RÁPIDAMENTE; OTRAS


TARDAN MUCHO TIEMPO.
Jesús usó la imagen de la semilla que germina para mostrar que si dejamos que la
Palabra de Dios produzca cosas buenas en nosotros, los resultados se multiplican:
«Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la
palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno» (Mt 13.23).
Al otro extremo, el profeta Oseas describe lo que les espera a quienes optan por
desperdigar semillas de maldad: «sembraron viento, y torbellino segarán» (Os
8.7).

4. Cosechamos después de haber sembrado.

Algunos se engañan porque su semilla actual parece no producir una cosecha


inmediata. Por eso no cambian sus hábitos, creyendo erradamente que nunca
tendrán una cosecha. Pero a diferencia de las cosechas del campo, que se recogen
cada año casi en la misma época, la cosecha de la vida no tiene una fecha en el
calendario. Hay cosechas que segamos rápidamente; otras tardan mucho tiempo.
Pero no nos engañemos, el tiempo de la siega llegará. Si decidimos esforzarnos y
dar más que el requisito mínimo, cosecharemos más adelante ricos dividendos.

«Pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará». Este pensamiento
trae consuelo y seguridad a quienes se esfuerzan fielmente bajo circunstancias
difíciles. La fidelidad en tales situaciones produciráuna cosecha abundante en el
futuro, pues nuestro Padre celestial siempre cumple sus promesas.

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.


PRINCIPIO DE VIDA 7
Los momentos sombríos durarán solo el
tiempo necesario para que Dios lleve a cabo su
propósito en nosotros.
07 DE MARZO DE 2014

POR

Si quiere lo mejor de Dios para su vida y desea ser usado por Él, en algún punto
tendrá que recorrer el camino de la adversidad. Esto significa que Dios puede y
está dispuesto a usar la adversidad en su vida para un buen propósito. Es triste
que muchos vean la adversidad como algo negativo y derrotista. ¡Usted no tiene
que ser uno de ellos!

Dios ha designado que la adversidad, sin importar cuál sea su fuente, se convierta
en un punto decisivo que le permite a usted dar sus saltos más grandes en el
crecimiento espiritual. Él permite que la adversidad permanezca en su vida
únicamente hasta que cumpla su propósito en usted. No dejará que haga estragos
ni se quede un segundo más de lo necesario.

LA ADVERSIDAD NOS MUESTRA LA


CONDICIÓN DE NUESTRA FE.
Algunas personas se dejan arrasar por las pruebas, mientras otras aprenden a
mantenerse confiados en la fidelidad de Dios. Ellos tienen un sentido imperativo
de estabilidad y fortaleza inamovible. Pueden soportar las tormentas, mantener la
cabeza en alto, mostrarse confiados, mantener el denuedo y no desanimarse ante
cualquier obstáculo que se presente. Sienten certeza absoluta de que Dios va a
ayudarles a pasar la prueba del dolor y llegar al otro lado sanos, salvos y más
gozosos y maduros que antes.

La adversidad también nos muestra la condición de nuestra fe. ¿Dudamos de


Dios? O ¿le agradecemos su fidelidad durante los tiempos difíciles y
desgarradores? ¿Confiamos que Él nunca nos dejará ni nos desamparará? La
adversidad es el medidor más preciso de nuestra fe porque revela nuestro nivel de
resistencia. Ninguno de nosotros sabe cuánta dificultad puede soportar hasta que
somos sometidos a prueba.

Ahora mismo, en la situación en que esté, recuerde esto: Dios ha fijado un límite
a toda adversidad. Por cuanto usted es un hijo de Dios, el Espíritu Santo mora en
su interior y sabe cuánto puede usted soportar. El salmista dijo: «Muchas son las
aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová» (Sal 34.19). Además:
«Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le
temen. Porque él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo» (Sal
103.13, 14).

DIOS PERMITE LA ADVERSIDAD PARA


MOLDEARNOS Y FORMARNOS.
Si aprendemos y maduramos en medio de grandes adversidades, Dios se
complace porque ve que su propósito se está cumpliendo en nosotros. Estamos
creciendo espiritualmente, nos volvemos más fuertes en áreas de debilidad, y
somos conformados cada vez más a la semejanza de Cristo. ¡Dios se deleita
cuando reaccionamos bien a la adversidad!

Podemos aprender estos tres principios al enfrentar la adversidad:

1. La adversidad es el instrumento predilecto de Dios para desarrollar un carácter


piadoso, espiritual en nuestras vidas. Hasta que hayamos experimentado angustia,
desilusión y dolor, no estaremos correctamente equipados para el servicio (2 Co 1.3–7).
Él usa la adversidad para moldearnos y formarnos; nunca la permite sin un propósito.
2. La adversidad por lo general ocurre en áreas donde nos sentimos más confiados. Dios
quiere que nos quitemos la idea de que somos suficientes por nosotros mismos. Él nos
creó para una relación de amor e intimidad con Él, y utiliza la adversidad para
recordarnos que dependemos de Él para la vida misma.
3. El propósito principal de Dios es conformarnos a la imagen de Jesús. A través de la
adversidad, Dios desarrolla en nosotros el fruto del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gá 5.22, 23).

Dios también logra varias metas en nuestra vida al permitir el sufrimiento y el


dolor. La adversidad…

 nos llama la atención.


 revela nuestros puntos débiles y fuertes.
 aumenta nuestra aversión al pecado.
 demuestra la fidelidad de Dios.
 fortalece nuestra fe.
 nos quita el orgullo y el egocentrismo.
 nos prepara para servir en el futuro.
 nos capacita para consolar a otros que la enfrentan.

A través de la adversidad, Dios le moldea hasta convertirle en un siervo maduro


y eficaz. Si usted conoce a Cristo como su Salvador, Dios le ve como un santo
que a veces lucha y otras veces cae, pero que ha sido justificado, redimido,
perdonado y reconciliado con Él. Dios ve en usted una persona llena de su amor
incondicional, lleno de su presencia, sellado por el Espíritu Santo de la promesa,
y cuyo nombre está escrito en el libro de la vida del Cordero. También ve todo su
potencial, todo el bien que podría realizar para su reino. Por eso tenga ánimo, la
adversidad no será algo permanente en su vida. Pero cuando esté presente, puede
ser muy edificante si usted se dispone a confiar en Dios. Por lo tanto, aunque le
toque pasar por algunos momentos sombríos, tenga la certeza de que Él
alumbrará su camino y lo llevará a la luz. Y cuando lo haga, usted sabrá que todo
valió la pena.

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.


PRINCIPIO DE VIDA 8
Libremos nuestras batallas de rodillas y
siempre obtendremos la victoria.
08 DE MARZO DE 2014

POR

El término movimiento de resistencia describe situaciones en las que un pueblo


oprimido se alza contra sus opresores. Los partidarios de la resistencia asumen
esta postura: «No voy a quedarme de brazos cruzados y permitir que este mal
continúe. Yo opto por resistir las injusticias. Sea que viva o muera por resistir a
mi opresor, ya no viviré como lo he soportado hasta ahora».

La resistencia en oración es el método bíblico para confrontar y vencer al diablo.


Pedro escribió: «al cual resistid firmes en la fe» (1 P 5.9). Santiago hizo eco de
esta enseñanza: «Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.
Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros» (Stg 4.7, 8). Tanto Pedro como
Santiago dejan en claro que hemos de resistir activamente el mal perseverando en
la oración.

En la superficie, la resistencia puede parecer pasiva. En la práctica, nunca lo es.


Es una postura activa, intencional y firme.

LA RESISTENCIA ES LA DECISIÓN DE UNIRNOS A


LA LUCHA CONTRA EL MAL EN ORACIÓN.
Suponga que un objeto pesado ejerce presión contra usted y amenaza con quitarlo
del puesto que le pertenece por derecho propio. ¿Cómo ejercería resistencia? Se
reclinaría sobre el peso y haría presión contraria. La presión que usted ejerce
sería igual o mayor a la presión ejercida contra usted. Esa es una postura de
resistencia.

La resistencia es ante todo la decisión firme de unirse a la lucha contra el mal en


oración, en vez de ignorar el problema, ceder o retroceder. Tal resistencia
requiere fuerza y valor. También demanda paciencia y perseverancia. Por eso
Lucas incluye una parábola que nos enseña «sobre la necesidad de orar siempre,
y no desmayar» (Lc 18.1).

Pedro y Santiago apuntan a dos palabras indispensables para definir nuestra


capacidad para resistir al diablo con nuestras oraciones: la fe y la sumisión a
Dios.

Someternos a Dios es decir: «yo no puedo, pero Tú puedes». En nuestras


oraciones del campo de batalla podríamos decir: «Señor, no puedo vencer al
diablo por mi cuenta. Pero contigo, sí puedo». Esta es la postura del apóstol
Pablo cuando dijo: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Fil 4.13).

Santiago enseñó que el sometimiento se da cuando procuramos desarrollar una


relación más estrecha con Dios. Al pasar tiempo con Dios, llegamos a conocerlo
mejor y descubrir cómo quiere Él que venzamos el mal y experimentemos
bendición.

Nos acercamos a Dios mediante la oración y pasando tiempo en su Palabra. Nos


acercamos a Dios cuando apartamos tiempo única y exclusivamente para
escucharlo y esperar hasta que recibamos de Él dirección y guía. Nos acercamos
a Dios cuando nos aislamos periódicamente para eliminar todas las influencias
que puedan distraernos de conocerle mejor. Cuanto mejor le conocemos, más
vemos su poder asombroso, más experimentamos su inmenso amor, más
aprendemos de su sabiduría y más crecemos en nuestra fe. Así llegamos a una
convicción todavía mayor: «Sí, Dios puede vencer al diablo por mí. Sí,
Dios ganará en cualquier conflicto con el diablo. Sí, Dios quiere que yo sea
capaz de vencer a mi adversario y vivir en victoria en Cristo Jesús».

CRECEMOS EN LA FE AL EJERCERLA.
La fe es decirle a Dios: «yo creo que lo harás». En nuestra batalla para vencer al
enemigo, podríamos orar así: «yo creo que Tú vencerás al enemigo y harás que
huya de mí al resistirlo y poner en Ti mi confianza». Una y otra vez, David hizo
esta declaración de fe al Señor: «Dios mío, en ti confío» (Sal 25.2;
también 31.6; 55.23; 56.3; 143.8). La fe perfecta ve la batalla terminada y a Dios
con la victoria ganada. Cuando David dijo «en ti confío», quiso dar a entender:
«Está hecho. Señor, Tú eres perfecto por naturaleza y haces bien todas las cosas.
Tú tienes victoria sobre todos mis enemigos». David tenía fe absoluta en la
capacidad de Dios. Su convicción no daba ocasión para decir «espero que lo
haga», porque David sabía que la victoria era una realidad.

Crecemos en la fe al ejercerla, al confiar en Dios en situación tras situación,


circunstancia tras circunstancia, y relación tras relación. Así desarrollamos una
historia personal en la que obedecemos a Dios y Él permanece fiel en su cuidado
amoroso de nosotros.

Es imposible que usted pueda resistir durante mucho tiempo al diablo si no cree
que Cristo Jesús, a través de usted, ya ha vencido y vencerá al enemigo. Además,
usted sólo puede permanecer firme en su fe cuando se somete completamente a
Dios en todas las áreas de su vida. Si se niega a someter un problema o área el
Señor, está diciendo: «Yo puedo manejar esto. No necesito Tu ayuda». Eso es
justamente lo que Satanás quiere que usted haga: confiar en sus facultades y no
en Dios omnipotente. De hecho, en este asunto el enemigo concentrará su mayor
ataque contra usted.

La buena noticia es que Dios nos ha dado a cada cual una medida de fe para
desarrollar. También nos da la capacidad de confiar en Él y rendirle nuestras
vidas. Podemos estar firmes y resistir al enemigo, pero sólo por el poder de Dios.
Él es quien oye nuestras oraciones y corre en nuestra defensa. Cuando oramos,
Satanás huye.

Extraído de la Biblia Principios de Vidapor Charles F. Stanley, © 2010.


PRINCIPIO DE VIDA 9
Confiar en Dios quiere decir ver más allá de lo
que podemos, hacia lo que Dios ve.
09 DE MARZO DE 2014

POR

Con su mirada clavada en los ojos de Goliat, desde el otro extremo del valle de
Ela, David recordó las veces que Dios lo había librado del desastre total. Dios
siempre le había dado la habilidad que necesitaba para triunfar. Ahora enfrentaba
uno de los retos más grandes de su vida: un guerrero bien armado y hábil llamado
Goliat. En algún momento, cada uno de nosotros enfrentará lo que parecen ser
pruebas y dificultades gigantescas. Por eso debemos saber cómo responder a cada
amenaza y apropiarnos de la clase de fe victoriosa que ve más allá de lo que
podemos, hacia lo que Dios ve.

El secreto del éxito de David fue su capacidad para confiar y obedecer a Dios. Si
nada más hubiera visto el reto gigante que tenía por delante, se habría dado la
vuelta para huir corriendo, como lo hicieron el resto de los israelitas. Pero a
través de la fe, David vio lo que sus compatriotas no pudieron ver.

En tiempos de extrema presión, Dios ensancha nuestra fe y profundiza nuestra


dependencia de Él. Sin una fe fuerte y constante, podemos ceder rápidamente a la
tentación y el temor, en especial si la prueba o dificultad es intensa o prolongada.
Dios desarrolló la confianza de David hasta que fue inconmovible.

Sea cual sea el Goliat que enfrente, hay una verdad que usted necesita arraigar en
lo más profundo de su corazón: Dios le ama, y cuando usted deposita en Él su fe,
Él le ayudará a triunfar. Tal vez pase por tiempos de fracaso, porque la vida no
sale siempre como uno la planea, pero en últimas, Dios será glorificado y usted
recibirá bendición.

Cada reto representa una oportunidad para que el Señor muestre su fidelidad y
amor. En lugar de ceder a pensamientos de temor y fracaso, comprométase a
confiar en Dios, aunque no sepa qué le deparará el día de mañana. Practique su fe
y adiéstrese para ver más allá de lo que puede, hacia lo que Dios ve. David
cimentó su fe en la soberanía de Dios; por eso supo que no fallaría en su misión
de conquistar al gigante filisteo.

A TRAVÉS DE LA FE, DAVID VIO LO QUE SUS COMPATRIOTAS


NO PUDIERON VER.
¿Cómo puede usted adquirir esa clase de fe?

1. Recuerde las victorias pasadas. David recordó cómo Dios lo había librado de las garras
del león y las zarpas del oso (1 S 17.32–37). Las victorias espirituales se ganan primero
en la mente. Si usted sucumbe a sentimientos de temor y duda, perderá. Si se enfoca
en la verdad de la Palabra de Dios, ganará todas las veces.
2. Rechace las palabras de desánimo. Nadie en el campo israelita animó a David en su
iniciativa de derrotar a Goliat. Los soldados se rieron de él. Sus hermanos se sintieron
avergonzados por su presencia y lo instaron a devolverse a su casa. Hasta el rey Saúl
dudó de él. Si el joven hubiera hecho caso a tantos comentarios negativos, se habría
dado por vencido. Lo que hizo más bien fue afianzar su corazón en el Señor, y en Él
encontró el ánimo que necesitaba.
3. Reconozca la naturaleza verdadera de la batalla. David entró a la batalla diciendo en
alta voz estas palabras inolvidables, dirigidas a su arrogante rival: «de Jehová es la
batalla, y él os entregará en nuestras manos» (1 S 17.47). Qué forma tan victoriosa de
decir: «¡Dios gana!»
4. Responda al reto con una confesión positiva. David preguntó a los temerosos israelitas:
«¿quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios
viviente?» (1 S 17.26). Dijo a Saúl: «Jehová… me librará de la mano de este filisteo». A
Goliat le dijo: «yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los
escuadrones de Israel» (1 S 17.37, 45). David declaró con firmeza su creencia, que no
podía perder porque Dios estaba con él.
5. Respáldese en el poder de Dios. David no necesitó una lanza o una jabalina para
derrotar a Goliat. Sólo necesitó su fe y una honda de fabricación casera. «Sabrá toda
esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza» (1 S 17.47). Dios
proveyó la victoria, y Él recibió la gloria.
6. Reclame la victoria. Antes de poner pie en el campo de batalla, David ya sabía que no
iba a perder. Sabía que su reputación no estaba en juego, sino la de Dios. Sabía que ni
su fuerza ni su astucia ganarían la batalla, sino el poder y la sabiduría de Dios.

Usted puede enfrentar cualquier circunstancia con seguridad y esperanza, pues su


fortaleza, sabiduría, energía y poder no es lo que trae la victoria. El triunfo viene
gracias a la intervención de Cristo, y cuando usted pone su confianza en Él, tiene
acceso a una fuerza irresistible que nadie ni nada puede resistir con éxito.

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.


PRINCIPIO DE VIDA 10
Si es necesario, Dios moverá cielo y tierra para
mostrarnos su voluntad.
10 DE MARZO DE 2014

POR

Dios siempre quiere lo mejor para nosotros, y está comprometido a mostrarnos


cómo seguir el plan específico que ha diseñado para cada uno de nosotros. Él
quiere que vivamos pendientes de su voz, para oír lo que quiere que hagamos y
cómo quiere que lo hagamos (Is 30.19–21).

Si empezamos a desviarnos del curso que Dios ha fijado para nosotros, Él tomará
toda clase de medidas para captar nuestra atención y protegernos del peligro. Él
tiene una gran variedad de métodos para ayudarnos a ver la situación, entre ellos:

1. Un espíritu intranquilo

A veces Dios nos llama la atención quitándonos el sueño (Est 6). Si


experimenta algún tipo de intranquilidad en lo profundo de su ser, o
siente algo que no puede identificar, deténgase y ore: «Señor, ¿estás
tratando de decirme algo?» Cada vez que Dios estuvo a punto de
pasarme de una posición pastoral a otra, yo me sentí muy inquieto.

2. Una palabra específica

Dios también capta nuestra atención utilizando las palabras de otros.


Fue el método que usó para darles un mensaje tanto al joven Samuel
como al viejo sacerdote Elí (1 S 3.4–18). Si varias personas empiezan a
decirle lo mismo en un lapso breve de tiempo, pregúntele al Señor si
está tratando de hablarle a través de ellos.
DIOS TIENE UNA GRAN VARIEDAD DE MÉTODOS
PARA AYUDARNOS A VER LA SITUACIÓN.
3. Una bendición inusual

Dios puede darle alguna bendición inusual para llamar su atención. Por
supuesto, si usted se considera una persona autosuficiente, el Señor
probablemente usará otro método para que usted fije su atención en Él,
pero recuerde que Él expresa su amor sin importar qué método utilice.

4. Una oración no contestada

A veces la respuesta de Dios a una oración es «no». A pesar de las


oraciones de David para preservar la vida del bebé que concibió en
adulterio, el niño murió (2 S 12.15–18). El Señor puede guardar silencio
ante nuestras oraciones para que tomemos la iniciativa de examinar
nuestro corazón.

5. Una desilusión

Cuando la nación de Israel desacató la instrucción divina de tomar


posesión de la tierra prometida, Dios juzgó al pueblo por su
incredulidad. Luego cambiaron de parecer y dijeron que ahora sí
deseaban entrar a la tierra, pero el Señor les dijo que no, que ya era
demasiado tarde (Nm 14). Dios captó su atención mediante el
sentimiento de desilusión. De manera similar, el Señor puede permitir
reveses que nos impidan trazar nuestro propio rumbo.

DIOS SABE EXACTAMENTE QUÉ SE REQUIERE


PARA CAPTAR NUESTRA ATENCIÓN.
6. Circunstancias extraordinarias

En algunas ocasiones Dios usará circunstancias inusuales para que nos


detengamos a escuchar. Moisés vio una zarza ardiente que no se
consumía. Cuando se acercó a investigar, el Señor le habló desde el
fuego (Éx 3). Usted y yo debemos aprender a buscar la presencia de
Dios en cada circunstancia de la vida. Él deja sus huellas y evidencias
de su obra en todo lo que nos rodea.
7. Derrotas

Dios puede usar la derrota para mostrarnos la verdad. Tras su victoria


aplastante sobre Jericó, los israelitas abordaron una pequeña población
con confianza de sobra, ignorando el mandato del Señor (Jos 7). Dios
captó toda la atención de Josué al permitir que la nación sufriera una
derrota vergonzosa. Este tipo de derrota puede convertirse en una piedra
que nos permite dar otro paso hacia el éxito, si oramos: «Señor, ¿qué me
estás diciendo? Ayúdame a ver cuál fue el error que cometí».

8. Problemas económicos

En el tiempo de los Jueces «cada uno hacía lo que bien le parecía» (Jue
17.6) y la nación cayó en idolatría y desobediencia. Dios trajo juicio por
medio de los madianitas, quienes devastaron el territorio. El pueblo
clamó a Dios sólo cuando Él les quitó toda posesión material (Jue 6.3–
6). Dios sabía con exactitud qué era necesario para llamarles la
atención, y cuando ellos se volvieron a Él de corazón, Él los libró de sus
opresores y los bendijo.

9. Tragedias, enfermedades y aflicciones

Debemos considerar nuestras tragedias y aflicciones como razones para


preguntarle al Señor: «¿Qué estás tratando de decir?» Cuando el rey
Ezequías se llenó de orgullo, Dios usó su enfermedad para alertarlo del
problema (2 Cr 32.24). De modo similar, cuando Saulo de Tarso
persiguió a los cristianos, Dios lo hirió con ceguera y así logró captar
toda su atención (Hch 9.1–19).

Dios siempre sabe dónde nos encontramos en nuestro peregrinaje de fe, y sabe
exactamente qué se requiere para llamarnos la atención. Por eso, esté alerta; note
si algunos de estos métodos divinos ocurren (o son recurrentes) en su vida. Si lo
son, pregúntele qué quiere decirle y dispóngase a escuchar, no para informarse,
sino para obedecer.

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.


PRINCIPIO DE VIDA 11
Dios asume toda la responsabilidad en cuanto
a nuestras necesidades, si lo obedecemos.
11 DE MARZO DE 2014

POR
MARCARLEER MÁS TARDECOMPARTIR

¿Cree realmente que Dios puede y anhela satisfacer todas sus necesidades? La
mayoría dirían que sí, pero cuando llegan las dificultades, surgen los problemas y
se amontonan las desilusiones, nos preguntamos dónde está Dios y cómo
podemos confiar en Él. Lo cierto es que el Señor no sólo es capaz de satisfacer
todas nuestras necesidades, también puede colmar los deseos más profundos de
nuestros corazones.

Algunos ponen en duda este razonamiento y dicen: «Yo sé que Dios es capaz de
saciar mis necesidad es, pero tal vez no quiere hacerlo ¿Acaso no sabe que estoy
luchando?» El Señor conoce las batallas que usted enfrenta a diario.

Aunque todos nos hacemos preguntas de este tipo tarde o temprano, necesitamos
aprender un principio más profundo, y se trata de cómo enfocar nuestra fe cuando
estamos bajo prueba. Dios se ha comprometido a encargarse de nuestras
necesidades, pero Él primero quiere saber que sí estamos comprometidos a vivir
para Él.

DIOS SE HA COMPROMETIDO A ENCARGARSE DE


NUESTRAS NECESIDADES.
Jesús les dijo a sus discípulos que no se preocuparan. Esta fue su exhortación
para ellos: «buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas
cosas os serán añadidas» (Mt 6.33). La exhortación consiste en una promesa y un
compromiso de acción que podemos reclamar para nosotros. Dios sabe que
tenemos necesidades emocionales y materiales como alimento, vivienda,
vestuario y sentido de pertenencia. Jesús dijo claramente a sus seguidores que sus
vidas no deberían enfocarse en productos materiales ni experiencias «gratas».
Más bien, debían fijar sus corazones y poner su fundamento en Dios y en su
reino, y así cada necesidad y deseo que tuvieran sería satisfecho.

El valor de cualquier compromiso se basa en dos factores:

1. La capacidad de aquel que promete para cumplir la promesa.


2. La integridad de quien hace la promesa, lo cual determina si tiene o no el carácter para
llevar a cabo su cumplimiento.

Dios ciertamente califica en ambos aspectos. Él tiene toda la sabiduría, el poder y


la capacidad necesarios para cumplir lo que nos ha prometido. También ha
demostrado integridad, pues siempre cumple sus promesas. Él es absolutamente
fiel a su Palabra; es santo e inmutable; Él nunca cambia. Sus mandamientos,
estatutos y promesas no se han transformado; son el reflejo de nuestro Dios
inmutable. Él «es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos» (He 13.8).

Cuando usted tiene una necesidad insatisfecha, lo primero que necesita hacer es
orar y decirle al Señor qué enfrenta. La oración es un acto de fe. Con ella usted
declara su confianza en Dios y en su capacidad. Muchas veces Él permite que
venga una necesidad para poder enseñarle a confiar en Él a un nivel mucho
mayor. Ningún problema es demasiado complicado ni difícil para Él.

Estas son las preguntas serias que usted debe contestar: «¿Cómo estoy
reaccionando en medio de mi circunstancia o situación?» También: «¿Estoy
confiando en Dios o buscando frenéticamente una salida rápida del problema, sin
descubrir qué quiere Él que yo aprenda?»

Jesús prometió que Dios se encargaría de sus necesidades si usted «busca


primeramente su reino y su justicia». Esto significa que Él tiene la obligación de
satisfacer sus necesidades cuando usted lo obedece fielmente y confía en Él.
Cuando usted anda en armonía con Dios, Él asume toda la responsabilidad por la
respuesta a sus necesidades, problemas, retos y circunstancias de la vida. Pero
este es el secreto: Él hace esto de acuerdo a su voluntad, propósito, plan y
tiempo. Además, satisfacer necesidades no significa necesariamente cumplir cada
deseo que tengamos. Él puede optar por contestar nuestras oraciones rápidamente
o puede esperar otra temporada. De cualquier forma, cuando la respuesta llegue
será perfecta y nos dará ánimo.
EL SEÑOR REQUIERE NUESTRA OBEDIENCIA COMO
PARTE DE NUESTRA CONFIANZA EN ÉL.
Uno de los deseos más grandes de Dios para nosotros es que aprendamos a
confiar en su sabiduría y su tiempo de hacer las cosas. ¿Tiene usted una noción
preconcebida de cómo Él debe actuar en respuesta a sus necesidades, o a quién
puede usar para satisfacerlas? Muchos han dicho: «Bueno, si aquel hiciera esto y
lo otro, y aquella persona accediera a tales y tales términos, mi necesidad sería
satisfecha». Otros quizás han dicho: «A ver, yo hice esto y aquello, así que ahora
Dios debe hacer tal y tal cosa».

Las personas que hacen ese tipo de cálculos no están confiando en el Señor, sino
exigiéndole que ejerza su poder para cumplir sus órdenes y deseos personales.
Siempre que «tengamos esperado» que Dios se mueva de cierto modo, ya nos
hemos perdido la lección más profunda que Él quiere que aprendamos.

La fe requiere confianza plena en Él, incluso cuando no entendemos por qué ha


permitido que las circunstancias se den de cierto modo. Piense en todos los
hombres y mujeres en la Biblia que confiaron en el Señor y ganaron una victoria
maravillosa: Moisés, David, Ester, Jeremías, Elías, los discípulos, María y tantos
más. Jamás deberíamos obedecer a Dios con la intención mezquina de manipular
nuestra situación. Dios conoce nuestros corazones. Si estamos rendidos a Él,
nuestra devoción será evidente y Él procederá a obrar para nuestro bien.

Dios nos llama a confiar en Él y sólo en Él, para satisfacer nuestras necesidades y
ser nuestra fuente total de provisión. Además, el Señor requiere que lo
obedezcamos como un aspecto implícito de confiar en Él. Por lo tanto, dígale:
«Señor, confío en Ti totalmente para satisfacer mis necesidades, en Tu tiempo
perfecto y conforme a Tus métodos. Quiero poner en el altar mis esperanzas,
sueños y deseos egoístas. Moldéalos para que representen Tu voluntad para mi
vida. Yo seguiré obedeciéndote, por el poder de Tu Espíritu, y creyendo que al
hacerlo Tú vas a cuidar de mí». Usted puede contar con el amor, la sabiduría, el
poder y la gracia de Dios. Él nunca le ha fallado. Él es el Dios que se interesa y
que proveerá lo que usted necesite en el momento justo. Usted lo sabrá, porque
Él lo hará con más abundancia de la que usted se haya imaginado.

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.


PRINCIPIO DE VIDA 12
La paz con Dios es fruto de nuestra unidad con
Él.
12 DE MARZO DE 2014

POR

De vez en cuando es importante que evaluemos nuestra situación, por eso le


pido que mire a su alrededor. ¿Qué está sucediendo en su vida y en su familia?

Tal vez no experimente ahora mismo un tiempo difícil. Desde su punto vista,
todo se ve soleado y despejado. Sin embargo, las tormentas siempre llegan. A
veces se agolpan sobre nuestras vidas y nos azotan sin clemencia. ¿Cómo
mantenemos la paz y el equilibrio espiritual cuando las pruebas golpean nuestra
vida?

La respuesta se encuentra en una relación íntima y constante con Jesucristo. Las


palabras del himno clásico de Helen Lemmel, «Fija tus ojos en Cristo», contienen
una verdad emocionante y vital: hay una paz imperturbable que está a plena
disposición de todos aquellos que vuelven los ojos de sus corazones a Jesús.

LA RESPUESTA SE ENCUENTRA EN UNA RELACIÓN


ÍNTIMA Y CONSTANTE CON JESUCRISTO.
Lo más probable es que cuando la adversidad golpea, una de las primeras cosas
que hacemos es preguntarnos por qué. Luego nos preguntamos cómo se verá
afectada nuestra vida. Aunque tales reacciones son normales, también
necesitamos otra acción positiva, la cual es acudir al Único que tiene firmemente
en su control toda la tranquilidad y la seguridad que necesitamos.

Nadie, aparte de Dios, está equipado para manejar nuestros problemas. Él nunca
quiso que sacáramos fuerzas de nosotros mismos. Él quiere que hallemos valor,
esperanza y fortaleza en Él y en su Palabra.
Muchos se preguntan qué pueden hacer para cambiar los sentimientos de
ansiedad que tienen cuando se encuentran bajo presión. Uno de los primeros
pasos es reconocer la ansiedad por lo que es, todo lo opuesto de la paz. Es como
un abanico que aviva las llamas de la duda y la confusión, y tiene el poder para
dejarnos indefensos y enmarañados en toda clase de preocupaciones y temores.
Cada vez que sucumbimos a esos pensamientos de ansiedad, perdemos nuestro
enfoque y nuestra mente espiritual. La clave para superar la ansiedad se
encuentra únicamente en la presencia de Dios.

Pablo nos exhorta: «Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras
peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la
paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y
vuestros pensamientos en Cristo Jesús» (Fil 4.6, 7).

Aceptar la agenda de Dios y las limitaciones que impone en una situación dada
contribuye a reducir la ansiedad. Por lo tanto, deje que Él provea para usted en su
tiempo oportuno. Cuando usted acepta la vida como un regalo de la mano de
Dios, hará lo que dice el himno de Helen Lemmel y fijará sus ojos en Jesús.
Usted verá su rostro glorioso y en su mirada encontrará misericordia y gracia,
perdón y esperanza, paz y seguridad eterna.

¿Qué estaría dispuesto a dar para experimentar la paz de Dios? ¿Está dispuesto a
dejar el enojo que envenena su alma porque alguien le ha causado alguna herida?
Dios conoce el dolor que usted ha experimentado. ¿Confiará en Él con calma,
sabiendo que no le ha olvidado sino que está dispuesto a sanarle ahora mismo?

La paz de Dios es inquebrantable porque nunca ha existido un tiempo o suceso en


que Dios se haya sentido perturbado. Su paz y su presencia son seguras, son
inconmovibles. Usted logrará muchas cosas grandes y poderosas si mantiene su
enfoque en Dios.

En uno de los momentos más difíciles de su vida, David escribió el Salmo 57 que
empieza así: «Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia de mí; porque en
ti ha confiado mi alma, y en la sombra de tus alas me ampararé hasta que pasen
los quebrantos. Clamaré al Dios Altísimo, al Dios que me favorece. Él enviará
desde los cielos, y me salvará de la infamia del que me acosa; Dios enviará su
misericordia y su verdad» (vv. 1–3).
APRÓPIESE DE LAS PALABRAS DE JESÚS: <<LAPAZ SEA
CONTIFO>>

¿Cómo pudo escribir David con tanta confianza, mientras el rey Saúl trataba de
matarlo? David tenía la inquebrantable paz divina dentro de su corazón, aquella
paz que le daba certeza que Dios iba a proteger su vida y a cumplir las promesas
que le había hecho.

El lugar más seguro para usted cuando vienen las pruebas es en los brazos de su
Salvador. Después de su resurrección, Jesús apareció a sus discípulos y les dijo:
«Paz a vosotros» (Jn 20.19). No fue un simple saludo, el Señor tenía un propósito
específico con esa frase. Se refería a la paz de Dios, inconmovible y eterna, la
paz que Él mismo compró en la cruz (Jn 14.27; Ro 5.1; Ef 2.13–16). Esta es la
paz que usted necesita hoy.

¿Algo le atribula? ¿Tiene un conflicto, una tristeza o una situación que se ha


salido de su control? Escuche lo que Jesús nos dice: «Paz a vosotros».

Deje que esta paz invada su corazón. Dígale todo lo que siente. Él entiende y
sabe que la vida puede ser difícil, pero Él tiene la solución. Nuestra paz reside en
nuestro Salvador, quien nos ama con un amor incondicional. Él ha prometido
guardarnos y llevarnos a los brazos amorosos del Padre.

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.


PRINCIPIO DE VIDA 13
Escuchar a Dios es esencial para andar con Él.
13 DE MARZO DE 2014

POR

Una de las lecciones más importantes que podemos aprender es cómo escuchar
a Dios. En nuestras vidas complicadas y ajetreadas, nada es más urgente, nada es
más necesario y nada es más satisfactorio que oír lo que Dios quiere decirnos y
obedecerlo.

Por supuesto, una conversación de verdad implica tanto hablar como escuchar, y
a la mayoría de nosotros nos va mejor con la primera parte.

En mi caso personal, llegué a un punto en que estuve tan ocupado haciendo la


obra del Señor que me quedaba muy poco tiempo para cualquier otra cosa.
Predicaba seis veces a la semana, grababa dos programas de televisión y
pastoreaba una iglesia grande. También desarrollábamos el lanzamiento de la
trasmisión de programas de alcance internacional. Pasaba mucho tiempo
hablándole a Dios, pero un día me di cuenta que no pasaba la misma cantidad de
tiempo escuchando lo que Él me decía. Supe que algo tenía que cambiar. Si no
aprendemos a escuchar al Señor, vamos a cometer errores que nos van a salir
muy caro.

UNA CONVERSACIÓN DE VERDAD IMPLICA TANTO


HABLAR COMO ESCUCHAR.
Tal vez pregunte: «¿Acaso el Señor realmente nos habla en la actualidad?» La
Biblia nos asegura que así es. El libro de Hebreos empieza con estas palabras:
«Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a
los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a
quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo» (He
1.1, 2). Dios no está callado. Nuestro Padre celestial está vivo y se mantiene
activo. Él nos habla individualmente y de una manera en que podemos
escucharlo, recibir su mensaje y obedecerlo. Él es infinito y plenamente capaz de
comunicarse con cada uno de nosotros, justamente donde estamos, en medio de
nuestras circunstancias, y de una manera muy personal.

Este puede ser uno de los conceptos más importantes que usted debe entender
para aprender a escuchar a Dios. Cuando el Señor habla, le está hablando a usted.
La Palabra de Dios contiene su verdad; por lo tanto, recíbala como algo personal.
Permita al Espíritu Santo abrir su corazón para que usted tenga un entendimiento
más profundo de las Escrituras. Así podrá reclamar las promesas de Dios para su
vida y también entenderá a un nivel más profundo su provisión, su cuidado y su
amor.

DIOS SIEMPRE HABLA EN SERIO Y HARÁ


EXACTAMENTE LO QUE HA PROMETIDO.
Dios es serio en cuanto a su relación con usted. Él habla para su beneficio y es
importante que usted lo escuche y responda en obediencia. A veces va a instarle a
cambiar su manera de pensar o liberarle de ciertos sentimientos malsanos y
opiniones erróneas. En otros casos le mandará cambiar aspectos de su conducta.
Usted puede tener plena certeza que cada instrucción que le dé, es por su bien. Él
desea animarle y madurarle para que pueda vivir con mayor gozo y vitalidad.
También quiere transformarle a la semejanza de su Hijo Jesucristo, así como
ayudarle a convertirse en lo mejor que usted pueda llegar a ser.

Aprender a escuchar a Dios mediante la lectura de su Palabra es lo más


importante que usted puede hacer, porque no existe ninguna otra metodología
para disfrutar la vida abundante y maravillosa que Él ofrece. En consecuencia,
preste mucha atención a lo que Él le quiere decir, y Él ciertamente cumplirá su
promesa: «te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces» (Jer 33.3).

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.


PRINCIPIO DE VIDA 14
Dios actúa a favor de quienes esperan en Él.
14 DE MARZO DE 2014

POR

En este mundo agitado, el simple acto de esperar puede hacernos perder los
estribos y el buen juicio, ¡con más frecuencia de lo que quisiéramos admitir! A
nadie le gusta hacer fila más de diez minutos; tampoco nos gusta detenernos en
los cruces de calles; y preferiríamos no esperar tanto para recibir nuestra orden en
el restaurante. Ni siquiera nos gusta esperar mientras llegan las cosas buenas,
como por ejemplo, que un pez muerda el anzuelo. Queremos lo que queremos, y
lo queremos ahora mismo.

Por otro lado, la Palabra de Dios insiste en que aprendamos algunas de las
lecciones más grandes de la vida mientras esperamos. Las salas de espera pueden
ser salones de clase muy agobiantes, pero Dios promete grandes recompensas a
quienes esperan en Él. Su plan consiste en usar las pausas prolongadas de la vida
para nuestra bendición… si sabemos esperar.

ÉL ESTÁ OBRANDO PARA QUE TODO RESULTE EN


NUESTRO BIEN Y SU GLORIA.
¿Por qué Dios nos pide con tanta insistencia que esperemos? Consideremos cinco
recompensas principales de esperar en Él.

1. Descubrimos la voluntad de Dios.

«Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca» (Lm


3.25). Dios no se toma su tiempo para darnos el deseo de nuestro
corazón con el fin de controlarnos. Más bien, sabemos que aún durante
la espera, Él está obrando para que todo resulte en nuestro bien y su
gloria (Ro 8.28). Mientras anticipamos con anhelo su provisión,
debemos mantener nuestra mirada en Él y estar atentos a su voz y su
dirección. De ese modo, aprendemos a hacer su voluntad y nuestra
relación con Él se fortalece y se profundiza.
2. Recibimos energías y fuerzas sobrenaturales.

Dios nos invita a reclamar su promesa en Isaías 40.29–31: «Él da


esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas.
Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero
los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como
las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán».

Así como Dios profundiza nuestra relación con Él durante los tiempos
de espera, también aumenta nuestra energía, fe, paciencia y firmeza.
Crecemos en la semejanza a Cristo y en todos sus atributos, que
incluyen amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre y templanza (Gá 5.22, 23). Es evidente que esperar en Él
no es ninguna pérdida de tiempo.

3. Ganamos batallas.

«Espera a Jehová, y él te salvará» (Pr 20.22). ¡Qué maravilloso es ver al


Señor rescatarnos y bendecirnos con su favor! Cuando hacemos las
cosas a nuestra manera y en nuestro propio tiempo prematuro,
terminamos en derrota. En cambio, si esperamos en Dios y obedecemos
sus mandatos, Él asegura nuestra victoria y nos libra de cometer actos
necios y precipitados.

4. Vemos el cumplimiento de nuestra fe.

«No se avergonzarán los que esperan en mí» (Is 49.23). A la final,


nunca nos sentiremos avergonzados por esperar en Dios, que es la
decisión más inteligente en todos los casos. Aunque otros nos inducen a
abrirnos paso sin esperar en el Señor, debemos recordar que Él es el
único que puede ayudarnos de verdad, y que jamás nos dejará
decepcionados. Si confiamos en Él y obedecemos, seguramente
veremos el cumplimiento de toda esperanza que hayamos puesto en Él.

5. Veremos a Dios obrando a favor nuestro.

Isaías lo expresó así: «Nunca oyeron, ni oídos percibieron, ni ojo ha


visto a Dios fuera de ti, que hiciese por el que en él espera» (Is 64.4).
¡Qué promesa tan maravillosa! Mientras nos ocupamos en esperar
activamente, Él se ocupa en obrar activamente. Piense en esto: cada día
que pasa, contamos con la intervención del Mediador más grande e
influyente del universo. Aún cuando las cosas parezcan ir por mal
camino, Él se encarga que todas las cosas se encaminen hacia el
cumplimiento de su propósito.

MIENTRAS NOS OCUPAMOS EN ESPERAR


ACTIVAMENTE, ÉL SE OCUPA EN OBRAR
ACTIVAMENTE.
Aunque esperar puede ser uno de los aspectos más difíciles de la vida cristiana,
nunca tiene que ser una pérdida de tiempo. Dios nos da instrucciones a seguir
durante los períodos de espera activa. Él puede cambiar nuestras circunstancias
mientras esperamos. Él nos mantiene firmes en sus caminos y nos prepara para
sus respuestas. Él usa el tiempo de espera para purificar nuestros motivos y
fortalecer nuestra fe, y cuando optamos por esperar de ese modo, Dios nos
recompensa con bendiciones grandiosas que no nos esperábamos.

Considere el esperar en Dios como algo similar a sembrar un jardín. Usted pone
una semilla bajo la tierra y le echa agua. Luego espera.

Y espera.

Y espera.

Después que el sol y la lluvia nutren la tierra, las semillas empiezan a crecer, y un
día, por fin, usted empieza a ver la evidencia de lo que ha plantado. Suponga
ahora que hubiera sido impaciente, y que hubiera desenterrado las semillas
porque nada parecía estar sucediendo. Habría arruinado su huerta.

Recuerde que algunos frutos requieren mucho tiempo para madurar, y Aquel que
quiere hacer crecer el mejor fruto en nuestra vida, sabe con exactitud cuánto
tiempo nos toca esperar. Por lo tanto, confíe en Él y sea paciente, porque Él está
produciendo el fruto más maravilloso y precioso que usted podría esperar o
imaginarse.

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.


PRINCIPIO DE VIDA 15
El quebrantamiento es el requisito de Dios
para que seamos útiles al máximo.
15 DE MARZO DE 2014

POR

Con mucha frecuencia, los cristianos luchan por llegar a lo que perciben como
la cima. Elaboran largas listas de logros personales, con la esperanza de un día
poder dársela a Dios y decir: «Mira todo lo que hice por ti».

Sin embargo, Dios nunca nos acepta con base en lo que hayamos hecho, Él nos
recibe gracias a lo que Cristo hizo en la cruz (Ef 2.8, 9). Es por esta razón que
nos instruye a dejar de depender de nuestros logros y apoyarnos sólo en Él (Pr
3.5, 6). Esto es algo que no se aplica solamente a la salvación, sino a todos los
aspectos de la vida. El Señor nos llama a arrepentirnos de nuestros hábitos
pecaminosos, de nuestra autosuficiencia y de la búsqueda de nuestros deseos
orgullosos, hasta que podamos decir honestamente: «Todo lo que soy y todo lo
que tengo es de Dios. Él está en mí y yo en Él, y eso es todo lo que cuenta».

¿HAY ALGO QUE DIOS ESTÉ ARRANCANDO DE SU


VIDA?
¿Hay algo que Dios esté arrancando de su vida? ¿Hay algo en lo que usted confíe
más que en el Señor? Dios romperá su dependencia de todo, sin importar cuánto
tarde en hacerlo o cuán difícil pueda ser el proceso. Él se ha comprometido a
llevarle a la plenitud y la madurez espiritual, conformándole a la imagen de su
Hijo (Ro 8.29) para que pueda obrar por medio de usted y llevar a otros a la
plenitud y la madurez espiritual usando su testimonio (2 Co 1.3–7).

Tal vez usted esté pasando por un período de quebrantamiento y sienta que el
dolor emocional es más de lo que puede aguantar. Tal vez haya tenido que
enfrentar una serie de decepciones que han menoscabado por completo su sentido
de seguridad. En lugar de ceder al temor, pídale al Señor que le revele lo que le
está enseñando.
El apóstol Pablo pasó por un tiempo similar de sufrimiento, y escribió: «respecto
a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí» (2 Co 12.8). Aunque
Dios no le quitó a Pablo el «aguijón» que tenía en su carne, sí le ayudó a entender
que le fue dado para evitar que se enalteciera y se apoyara en algo fuera de Cristo
(2 Co 12.7–11). El Señor también le enseñó al apóstol que su gracia siempre sería
más que suficiente para todas sus debilidades.

Esta misma verdad se aplica a usted. Cada vez que experimente el


quebrantamiento, la gracia de Dios puede sostenerle y madurarle. Él le mostrará
cómo dejar de apoyarse en formas terrenales de seguridad y le enseñará a
descansar en su provisión poderosa y en su amor. De esa manera usted crece en
la semejanza a Cristo, y Dios le prepara para servir en el futuro. Pedro escribió:
«Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si
alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de
los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os
gocéis con gran alegría» (1 P 4.12, 13).

EL QUEBRANTAMIENTO ES UNA SEÑAL DEL AMOR DE


DIOS Y DE SU ACTIVIDAD EN SU VIDA.
Tenga en cuenta que Dios usa el quebrantamiento para profundizar su
entendimiento, por lo menos en tres áreas:

 Adquirirá una perspectiva nueva de la misericordia y la provisión del Señor, y aprenderá


a depender más de Él.
 Desarrollará una comprensión más real y completa de sí mismo(a).
 Crecerá su compasión y su entendimiento del sufrimiento de otros.

¿Está usted enfrentando un tiempo de pruebas y de quebrantamiento? Aprópiese


entonces de esta promesa de Dios en Jeremías 15.19: «si entresacares lo precioso
de lo vil, serás como mi boca». Esto significa que, si usted confía en Dios y
aprende de Él por medio de sus pruebas, Él se le revelará y hará grandes
maravillas por medio de usted.

El Señor tiene un propósito en mente con su quebrantamiento: la victoria


espiritual. Por eso, tenga plena confianza que Jesucristo puede tomar su debilidad
y convertirla en fortaleza, esperanza y honra.

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.


PRINCIPIO DE VIDA 16
Todo lo que adquirimos fuera de la voluntad
de Dios termina convirtiéndose en cenizas.
16 DE MARZO DE 2014

POR

Algunas personas creen que, si Dios no les concede algún deseo entrañable,
sería lo peor que podría pasarles en la vida. Creen que quedarán totalmente
desilusionados y devastados si aquel deseo profundo sigue sin hacerse realidad.

Por esa razón, optan por vivir en función de su deseo, sea en oposición a la
voluntad de Dios o en desconsideración de ella, y
terminan verdaderamente frustrados, incluso si llegan a conseguir aquello que
creyeron necesitar tanto. Son como los israelitas en el tiempo de Moisés, que se
quejaron ante Dios e insistieron en tener carne en su dieta (Nm 11.4, 31–34; Sal
78.27–31). Salmo 106.15 nos dice que Dios «les dio lo que pidieron; mas envió
mortandad sobre ellos». El deseo se convierte en maldición.

G. K. Chesterton dijo: «Existen dos maneras de conseguir lo suficiente; una es


acumular más y más, la otra es desear menos». Aunque usted siempre puede
obtener más posesiones, relaciones, éxitos y demás, siempre quedará espacio
para muchas más cosas. Si usted tiene espacio para acumular más, tendrá la
opción de apetecer más. El ciclo nunca termina.

¿CÓMO PODEMOS DESEAR MENOS?


Si elige la segunda ruta del consejo de Chesterton, que es «desear menos», la
probabilidad de vivir una vida satisfactoria aumenta. Pero, ¿cómo podemos
desear menos?

Debemos volver al deseo más profundo que existe en todo corazón humano,
aquella cosa singular que anhelamos de verdad: conocer a Dios. Tan pronto
quedemos satisfechos con su presencia, requeriremos mucho menos de lo que el
mundo nos ofrece.
Quizás no reconozca el anhelo que tiene en su interior como un deseo intenso de
Dios. De hecho, es posible que simplemente se sienta insatisfecho con su vida.
Tal vez la relación que quería y que al fin consiguió no es todo lo que pensó que
iba a ser. Quizás ya tenga todo lo que hubiera querido tener en la vida, y sin
embargo pase por períodos melancólicos de nostalgia, tristeza y soledad.

La insatisfacción, las expectativas frustradas y los sentimientos de derrota y


aislamiento tienen el mismo origen: un hambre voraz de Dios. Siglos atrás,
Agustín escribió: «Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto,
hasta que descanse en ti».

Siempre habrá algo más que podamos aprender acerca de Dios, y mientras
vivamos en la tierra nunca vamos a conocerlo a plenitud (1 Co 13.12), pero tan
pronto entramos a una relación con el Señor, Él promete revelarnos más de sí
mismo, a medida que tenemos compañerismo diario con Él. Oseas 2.19, 20 dice:
«te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia, juicio,
benignidad y misericordia. Y te desposaré conmigo en fidelidad, y conocerás a
Jehová».

Tener compañerismo con el Señor consiste en hablar con Él y escucharlo, a


medida que usted estudia la Biblia, ora y lo adora. Eso es lo que significa
conocerlo mejor. Él ha «desposado» (o comprometido) a su pueblo consigo
mismo por una razón: darse a conocer a nosotros.

SIEMPRE HABRÁ ALGO MÁS QUE


PODAMOS APRENDER ACERCA DE
DIOS.
Cuando usted desarrolla su relación con Dios y descubre más acerca de su
carácter santo, Él ilumina su corazón y su mente, dándole un mayor deseo de
conocerlo más íntimamente. En ese proceso maravilloso, usted irá dejando atrás
sus deseos carnales. Sus deseos mundanos simplemente no pueden compararse a
la satisfacción profunda, el gozo y la realización que Dios le ofrece. Usted verá
cómo las cosas que adquiere fuera de la voluntad del Señor se convierten en
cenizas, mientras las bendiciones que Él le da son duraderas y satisfacen su alma.

Este es un proceso que profundiza:


 Nuestra humildad. A medida que vemos la soberanía de Dios revelada, vamos a
entender a mayor profundidad nuestra necesidad de Él.
 Nuestra gratitud. Saber que la benignidad de Dios es lo que motiva su perdón,
liberación y dirección para con nosotros, nos da un corazón agradecido. En lugar de
venir a Dios con quejas en cuanto a nuestros deseos egoístas no satisfechos, nos
acercamos a Él con adoración y alabanza.
 Nuestro propósito. A medida que el Espíritu Santo ilumina con nueva luz aquellos
versos que hemos leído muchas veces antes, nuestra búsqueda por tener una relación
con Él llega a ser más fuerte, más profunda, y más personal. Nuestra apreciación de la
Palabra de Dios nos brinda un deleite más profundo en estudiar y aplicar su verdad.
 Nuestra reverencia. Aprender algo nuevo acerca de nuestro Creador nos recuerda que
no lo sabemos todo sobre Él. Apreciamos más la profundidad, la altura y la anchura del
amor, el poder y la sabiduría de Dios, y esto intensifica nuestro temor reverente
mientras nuestra admiración hacia Él crece.
 Nuestro deseo de agradar a Dios. Cuando tenemos un temor santo y respetuoso del
Señor, nuestro deseo de satisfacción personal se desvanece y se convierte en el servicio
a nuestro Dios. Agradarlo no es una carga, más bien llega a ser un gozo que
emprendemos con humildad y gratitud.

Es asombroso que cuando procuramos satisfacer nuestro deseo de Dios, Él


cumple los demás deseos que nos ha dado (Sal 37.4). Así aprendemos de nuevo
esta poderosa lección: adquirir cualquier cosa fuera de su voluntad nos
defraudará en últimas, en cambio Él nos llena con la satisfacción verdadera de
sus «delicias… para siempre» (Sal 16.11).

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.


PRINCIPIO DE VIDA 17
De rodillas somos más altos y más fuertes.
17 DE MARZO DE 2014

POR
MARCARLEER MÁS TARDECOMPARTIR

Un pastor de edad avanzada tenía el hábito de retar a su congregación


citando Jeremías 33.3: «Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas
grandes y ocultas que tú no conoces». Luego fijaba su mirada en las personas que
estaban reunidas frente a él y les decía: «Inténtenlo. ¡Sí funciona!»

Es una noción sencilla, pero conlleva una verdad tremenda: Dios quiere que
clamemos a Él. De hecho, muchas veces permite desilusiones y dificultades en
nuestras vidas para que nos acerquemos más a Él en comunión íntima.

La oración es una herramienta muy poderosa para los creyentes. Por medio de
ella el Señor nos bendice y nos libra de ataduras. En oración profesamos nuestra
necesidad de Cristo y pedimos su solución a nuestros problemas. También
aprendemos a adorarlo y crecemos espiritualmente en su presencia amorosa.

A VECES, LAS LÁGRIMAS SON TAN


ELOCUENTES COMO LAS PALABRAS.
Al pasar tiempo con Él, Dios nos enseña con amor y paciencia a comunicarnos
con Él y a escuchar su voz apacible y delicada. Como resultado de ese proceso,
nuestra relación con Él llega a ser más profunda.

Hay varios requisitos esenciales para establecer una poderosa vida de oración:

1. Consagre un tiempo específico a estar con el Señor en oración. No importa si


es temprano en la mañana o tarde en la noche, aquí la clave es la constancia.
Pídale a Dios que le muestre el tiempo perfecto cuando usted pueda estar a solas
con Él.
2. Seleccione un lugar donde pueda estar a solas con Él. Tal vez tenga ciertas
limitaciones en cuanto a los lugares donde puede ir para pasar tiempo a solas con
el Señor, pero Él proveerá el lugar perfecto para que usted lo busque.

3. Haga el compromiso de orar diariamente. Al hacerlo, le está diciendo a Dios


que su corazón está abierto a Él y que usted quiere aprender más acerca de Él y
lo que tiene planeado para su vida.

4. Escriba en un diario sus peticiones y las respuestas de Dios a sus oraciones


como un testimonio continuo de la obra de Dios en su vida. Recuerde escribir
también los versículos específicos que Él aplique a su situación, así como las
promesas que le dé en su Palabra.

Dios honra las oraciones de su pueblo. Si acude a Él, buscándole con fervor y
obedeciendo sus mandatos, Él proveerá todo lo que necesite. Así que no se
preocupe de lo que vaya a decir; el Espíritu Santo se lo mostrará. A veces, las
lágrimas son tan elocuentes como las palabras, y Dios es sensible a cada una de
sus lágrimas. Así como Él entiende el dolor que siente, también sabe cómo
guiarle en medio de cualquier prueba que usted deba enfrentar.

SEA CUAL SEA SU SITUACIÓN, PONGA


SU CONFIANZA EN DIOS.
Por lo tanto, cada vez que le llegue una prueba, acuda de inmediato a Él en
oración. Su presencia le llenará de esperanza, y Él le dará la fortaleza y la
sabiduría que necesita para enfrentar la situación con confianza. Durante su vida,
tal vez tenga que afrontar muchas situaciones difíciles. Algunas serán muy
emocionantes y en otras usted sentirá que le van a partir el corazón. Sean cuales
sean las dificultades, puede estar seguro que Dios está con usted en medio de la
dificultad. Él se alegra cuando le ve regocijarse por sus bendiciones, pero
también se duele con usted cuando la tragedia le golpea.

Recuerde siempre que Dios es más grande que cualquier problema que usted
enfrente, y la distancia entre su éxito y el fracaso o su victoria y la derrota es la
distancia entre sus rodillas y el piso. Usted alcanza su mayor estatura y fuerza
cuando se arrodilla ante su Señor y Salvador maravilloso, en oración y rendición
total. ¿Por qué? Porque Él conoce el camino que usted tiene por delante, y puede
guiarle en medio de la dificultad si confía en Él. Además, si se somete a Él en
obediencia, Él aplica sus recursos, su sabiduría y su poder ilimitados para
ayudarle.

Mi reto para usted es simple: sea cual sea su situación, ponga su confianza en
Dios. Pídale que se lleve la ansiedad, el temor y los sentimientos de frustración.
Tenga fe en el Señor y descanse en su cuidado. Jamás sentirá mayor aceptación o
seguridad que estando en la presencia de Dios. La victoria le espera, así que
venga a Él.

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.


PRINCIPIO DE VIDA 18
Como hijos del Dios soberano, jamás somos
víctimas de nuestras circunstancias.
18 DE MARZO DE 2014

POR

La vida no es fácil. Nos esperan muchos baches y vueltas a lo largo del camino.
La carrera es real, la batalla continua, y las experiencias dolorosas pueden
atravesarnos el corazón. Sin embargo, nuestras circunstancias no deberían definir
quiénes somos ni cómo reaccionamos. Más bien, como creyentes, nuestra
conducta en cada situación debería honrar al Señor Jesús y nuestra identidad
siempre debería basarse en la salvación que Él nos ha provisto.

El capítulo 11 de Hebreos nos recuerda aquellos hombres y mujeres que se


mantuvieron firmes a pesar de sus circunstancias adversas. Usted podrá decir:
«Por supuesto que ellos perseveraron; Dios obró poderosamente en su situación,
¡nada más mire el desenlace de sus historias!»

Pero entienda que, tal como usted, los santos del pasado no supieron cómo iba a
terminar su historia, ni tampoco cuándo cumpliría Dios las promesas que les
había hecho. No obstante, 1 Reyes 8.56 declara: «ninguna palabra de todas sus
promesas… ha faltado».

Entonces, ¿cómo fue que ellos demostraron tener una fe tan fuerte en Dios? La
tenían porque confiaron en el hecho de que el Señor era capaz de ayudarles y
hacer que todas las cosas obraran para bien (Ro 8.28; He 11.1). Aunque nada más
tuviera sentido para ellos, decidieron poner su esperanza en el Señor soberano, y
Él los recompensó por su confianza (He 11.6).

DIOS SABE QUE LA VIDA CRISTIANA NO ES FÁCIL.


En el quinto grado, un joven que ahora es pastor de una iglesia, tuvo que
memorizar la lista inspiradora de personajes piadosos en Hebreos 11, con todos
los nombres de aquellos siervos fieles del Señor que perseveraron en sus grandes
pruebas por medio de su confianza en Dios. Fue una de las lecciones más
transformadoras de su vida. Cada vez que pasaba por una situación difícil en el
ministerio, el Señor le recordaba estos grandes campeones de la fe, y le daba la
confianza para soportar como ellos.

Al considerar la nube invisible de testigos en la Biblia (He 12.1), nosotros


también deberíamos ser animados por sus testimonios. Deberíamos ser alentados
por la historia de José, quien soportó aunque la vida pareciera ser tan injusta (Gn
45.4–8; 50.20). O David, quien obedeció a Dios aunque en ciertas ocasiones todo
pareciera impedirle el llegar a ser rey de Israel, que había sido la promesa del
Señor (1 S 23.14). O Moisés, quien «se sostuvo como viendo al Invisible» (He
11.27) y dirigió al pueblo de Israel a la tierra prometida. O los discípulos, quienes
quedaron desolados en la crucifixión de Cristo, pero fueron fortalecidos,
animados y llenos de propósito para sus vidas en su resurrección.

Si cualquiera de estas personas se hubiera considerado víctima de sus


circunstancias, habrían empezado su peregrinaje con Dios en derrota y desánimo.
En lugar de eso, se enfocaron en la mano todopoderosa del Señor y triunfaron
con Él.

De igual modo, podemos decir: «Dios, si ellos soportaron yo también puedo,


porque Tú eres tan soberano hoy como lo fuiste entonces, y Tú me amas tanto
como los amaste a ellos. Por lo tanto, no me consideraré una víctima de mis
circunstancias. Más bien, veré cada situación como una oportunidad para que tu
gloria resplandezca en victoria».

AQUEL QUE SUFRIÓ LA CRUZ VIVE EN USTED.


Dios sabe que la vida cristiana no es fácil. Cuando usted recibió al Señor Jesús
como su Salvador, Él le fijó un curso a seguir. Como su Señor soberano, Él trazó
en el mapa cada obstáculo, cada vuelta, cada desvío, cada colina y cada valle. Él
supo de antemano todas las dificultades que usted tendría que enfrentar. Él
entendió que estaría en conflicto permanente con el mundo, la carne y el diablo
hasta que partiera con Él a su hogar celestial. Pero, Él no le puso simplemente en
el camino, esperanzado que usted encontrara la ruta por su cuenta. Él envió al
Espíritu Santo a morar en usted para guiarle y animarle. Para poder aguantar
hasta el final, se requiere algo que no se consigue fácilmente, y es que usted
confíe totalmente en su Dios invisible y soberano. Sin embargo, cuenta con el
Espíritu Santo, quien le recuerda la fidelidad y el poder del Señor (Jn 14.26), de
manera que usted sí pueda mantener su compromiso con Él.
Cuando las dificultades del camino entorpezcan su avance, y ciertamente las
tendrá, usted no puede salir huyendo. No puede darse por vencido. A medida que
usted obedece al Señor fielmente sin importar las circunstancias, su fe será cada
vez más fuerte. Esta es su preparación para prestar un servicio más grande y tener
un ministerio de mayor alcance. Así es como usted llega a ser un creyente fuerte,
firme y con una fe inquebrantable.

Aquel que sufrió la cruz vive en usted, y le ha equipado plenamente para


cualquier tarea que le llame a ejecutar. Si tropieza, Él está presto para levantarle.
Tan solo acuérdese de mantener siempre la mirada puesta en Jesús. No se rinda.
Persevere.

Usted no está solo(a). Su Señor soberano está a su lado en cada situación. Por lo
tanto, clame a Él para que le infunda su poder y sabiduría, y obedezca en todo lo
que le llame a hacer. Recuerde también que usted nunca es una víctima de sus
circunstancias, pues su Dios soberano puede usar todo lo que le suceda para
bendecirle y para ser glorificado.

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.


PRINCIPIO DE VIDA 19
Todo aquello a lo que nos aferremos, lo
perderemos.
19 DE MARZO DE 2014

POR

En la Francia del siglo diecisiete, un humilde líder eclesiástico llamado François


Fénelon escribió una carta de ánimo a creyentes que buscaban una perspectiva
espiritual al pasar por pruebas desalentadoras. Les dijo:

No se preocupen por el futuro. De nada les sirve preocuparse, cuando Dios los
ama y cuida de ustedes. Eso sí, cuando Dios los bendiga, acuérdense de mantener
su mirada en Él y no en la bendición. Disfruten sus bendiciones día tras día, tal
como los israelitas disfrutaron su maná; pero no traten de acaparar las
bendiciones para el futuro…

A veces en esta vida de fe, Dios va a quitarles sus bendiciones, pero recuerden
que Él sabe cómo y cuándo reemplazarlas, bien sea por el ministerio de otros o
por Él mismo. Dios puede sacar hijos suyos hasta de las piedras.

Coman su pan de cada día sin afanarse por el mañana. Ya habrá tiempo suficiente
mañana para pensar en las cosas que están porvenir. El mismo Dios que los
alimenta hoy, también los alimentará mañana. Dios se encargará de hacer caer
maná del cielo en medio del desierto, antes que cualquier bien les falte a sus
hijos.

«EN EL DÍA QUE TEMO, YO EN TI CONFÍO» (SAL 56.3).


Si tuviéramos esa clase de fe, dejaríamos de vivir tan ansiosos y preocupados por
todos nuestros problemas. ¿Estamos dispuestos a ser humildes y depender de
Dios para su provisión?

Admítalo: en una situación difícil, su primera reacción emocional es tomar las


riendas. Todos queremos tener control. Queremos vivir con certidumbre total que
todo va a estar bien, y que todos los problemas pueden arreglarse con esfuerzo y
concentración. A menudo pensamos en secreto: «Si hago un plan meticuloso y
trabajo lo suficiente, puedo superar cualquier dificultad».

El problema surge cuando sus esfuerzos no son suficientes. El problema que


enfrenta es más grande que todos sus recursos o está totalmente fuera del alcance
de su influencia. Dios permite esas pruebas por una razón importante: quiere que
usted reconozca que Él está en control. Por supuesto, el Señor no quiere
solamente ser el recurso que usted puede utilizar cuando está en problemas. Dios
quiere ser en todo suficiente como su Señor y Maestro, como su Salvador y su
Amigo. Él le conoce íntimamente; Él le formó hasta en sus células y cada una
fibra de su ser (Sal 139.13–16); Él tiene un buen plan para cada día de su vida (Ef
2.10), y sabe cómo cumplir su propósito para usted (Sal 138.8).

Al enfrentar circunstancias que agoten rápidamente sus reservas espirituales,


emocionales y físicas, es posible que quiera aferrarse por temor a algo sólido. La
pregunta que debe hacerse es si sus preocupaciones le llevan corriendo a los
brazos de Dios o a sus propios recursos.

¿SE HA AFERRADO A UN SISTEMA DE


APOYO APARTE DEL SEÑOR?
¿Se está aferrando a algo aparte del Señor? ¿Depende de alguna manifestación de
seguridad terrenal en vez de confiar en Dios para recibir ayuda? Recuerde que
todo aquello a lo que se aferre ciegamente, va a perderlo. Aquella cosa a la que
usted se sujeta firmemente para sentirse seguro, se le ha convertido en un ídolo.
Puede tratarse de su riqueza, sus talentos, una relación, rituales religiosos o lo
que sea. Dios no va a permitir que usted lo mantenga como su fuente de
confianza, porque esa función le corresponde a Él solamente. Por el contrario, Él
permitirá que ese recurso le falle, para que usted pueda ver que Él
verdaderamente es su Señor soberano e infalible.

Dios anhela que usted se abandone por completo a su control y su apoyo eterno.
Él se encarga de todo lo que le concierne de la mejor manera posible, y también
le sustentará en el proceso (Fil 4.6, 7).

Cuando sienta que ya está listo para rendirse completamente al Señor, el Salmo
56 le ofrece una maravillosa oración modelo: «En el día que temo, yo en ti
confío. En Dios alabaré su palabra; en Dios he confiado; no temeré; ¿qué puede
hacerme el hombre?» (vv. 3, 4).

Quizás hasta este punto en su relación con el Señor usted no haya experimentado
una prueba tan severa que le hizo evaluar el fundamento verdadero de su
confianza. Dios le ha bendecido con un período de fortalecimiento sosegado.

Pero entienda que Él le ama demasiado como para permitirle vivir bajo cualquier
noción de autosuficiencia. Él le pondrá a prueba en algún momento, pero siempre
con el propósito de demostrar su amor abundante y eterno.

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.


PRINCIPIO DE VIDA 20
Las decepciones son inevitables; el desánimo es por elección nuestra.
20 DE MARZO DE 2014

POR

Toda persona ha conocido la tristeza que se siente cuando la vida se mueve en


una dirección no anticipada ni deseada. La desilusión puede venir como
resultado de circunstancias negativas, un cambio súbito de planes o un asunto
personal que le tiene frustrado. Si alguien cercano a usted se comporta de una
manera que le decepciona, tal vez experimente una sensación profunda de
pérdida. Por ejemplo, si alguien se ha propuesto arruinar sus planes, usted
puede sentirse tentado a denigrar a la persona. No obstante, sin importar qué
haya causado su decepción, le parecerá que su sueño anhelado quedó vuelto
trizas. Tal vez no sepa cómo reaccionar, pues le resulta difícil procesar todas sus
emociones.
Puede ser que esto mismo le sucedió a José, el carpintero nazareno que se había
comprometido para casarse con la joven piadosa llamada María. Como cualquier
hombre judío, él anticipaba el día en que tomaría su esposa y empezaría su propia
familia. Entonces recibió la noticia.

DIOS TIENE UN PLAN ÚNICO PARA SU VIDA.


Imagine las emociones en el corazón de José al oír que María estaba encinta. Fue
un golpe devastador para sus esperanzas y sus planes, puesto que la ley era muy
clara: «si hubiere una muchacha virgen desposada con alguno, y alguno la hallare
en la ciudad, y se acostare con ella; entonces los sacaréis a ambos a la puerta de
la ciudad, y los apedrearéis, y morirán; la joven porque no dio voces en la ciudad,
y el hombre porque humilló a la mujer de su prójimo; así quitarás el mal de en
medio de ti» (Dt 22.23, 24). No sólo se quedaría sin novia, sino que su prometida
sería sometida a muerte. La desilusión tuvo que haber sido sobrecogedora.

Mateo 1.19 nos muestra que José consideró un plan de acción distinto, quizás en
un intento por atenuar en alguna medida aquella situación tan penosa: «José su
marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente». Sin
embargo, como sabemos, María no había violado la ley en absoluto. De hecho,
Dios tenía planes muy especiales con aquel embarazo (Is 7.14; Mt 1.18; Lc 1.26–
38). El ángel del Señor le dijo a María: «concebirás en tu vientre, y darás a luz un
hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del
Altísimo» (Lc 1.31, 32).

El Señor envió a un ángel para confirmarle su plan extraordinario a José. Le dijo:


«José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es
engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre
JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1.20, 21). José no se
desanimó a pesar de su desencanto inicial, sino que aceptó la voluntad de Dios,
obedeció al Señor y recibió a María para que viviera con él, siendo todavía una
virgen, hasta el nacimiento de Jesús (Mt 1.24, 25).

DIOS TIENE SU FUTURO EN SUS MANOS.


De igual modo, Dios tiene un plan único para su vida, un plan que no cambia por
circunstancias inesperadas. Cuando enfronte una situación que no esté en línea
con su propio entendimiento de cómo es que Dios quiere que su vida proceda,
usted debe detenerse y mirarlo a Él para recibir dirección. Algunas veces Él
permite que ocurran decepciones para que usted aprenda a apoyarse más en Él, a
andar por fe y no por vista. Pero nunca olvide esto: mientras que las decepciones
son inevitables, el desánimo es por elección nuestra. No debería permitir que las
dificultades que surjan le roben su entusiasmo o su confianza en Él.

En las desilusiones diarias que amenazan agotar sus recursos emocionales y


desviar su atención del Señor, usted tiene esperanza verdadera y una alternativa
real de gozo y vida abundante en Cristo. Las circunstancias no le controlan, sino
Jesús. Usted jamás tiene que ser la víctima de sus sentimientos. Puede optar por
mirar a Dios, escuchar, aprender y seguir adelante. Al hacer esto, las tristezas y
las heridas de su corazón, así como las cicatrices de las viejas desilusiones, se
disiparán en el amor restaurador de Dios.

Dios sí tiene bendiciones para usted, más de las que pueda imaginar. Suéltese de
las desilusiones y el miedo, y sujétese de la esperanza y la confianza en el Señor
una vez más. Dios tiene su futuro en sus manos, y usted jamás saldrá perdiendo si
vive esperando en lo que Él ya le ha reservado.

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.


PRINCIPIO DE VIDA 21
La obediencia siempre trae bendición consigo.
21 DE MARZO DE 2014

POR

Los requerimientos simples del Señor sirven como piedras de apoyo en nuestro
andar que nos permiten acceder a las bendiciones más maravillosas de la vida.
Simón Pedro ilustra lo que puede suceder cuando le decimos «sí» a Dios.
Cierto día una gran muchedumbre se apretujaba mientras Jesús les predicaba (Lc
5.1–11). El Señor quiso usar la barca de Pedro como una plataforma flotante
desde la cual pudiera dirigirse a la multitud, así que le pidió al futuro apóstol que
la apartara un poco de la orilla (v. 3), una petición nada fuera de lo común. Sin
embargo, el acatamiento de Pedro a esta petición del Maestro preparó el camino
para una bendición que le cambió la vida. También podemos aprender de su
ejemplo cuán esencial es obedecer a Dios, hasta en los asuntos más pequeños.

NUESTRA OBEDIENCIA SIEMPRE BENEFICIA A LOS DEMÁS.


La multitud agolpada recibió la primera bendición de la obediencia de Pedro,
pues la gente por fin pudo oír claramente las palabras de Jesús. Al concluir la
lección, el Señor le dijo a Pedro: «Boga mar adentro, y echad vuestras redes para
pescar» (v. 4). Esta fue la segunda oportunidad de Pedro para decir «sí o no»,
pero esta vez pudo haberse sentido más inclinado a rehusar. Al fin y al cabo, era
un pescador veterano y había vuelto con las manos vacías después de trabajar
toda la noche tratando de pescar algo. Ahora aquel joven maestro que además era
carpintero y no pescador, le estaba pidiendo que saliera otra vez a pescar.

La respuesta de Pedro marca el comienzo de toda una vida de fe en Dios:


«Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en
tu palabra echaré la red» (v. 5). El futuro discípulo eligió obedecer al Señor y
dejarle a Él las consecuencias de su decisión.

Note ahora lo que sucedió como resultado de la obediencia de Pedro: Jesús


demostró su poder y soberanía. Pedro y sus compañeros empezaron el día
pensando que sus esfuerzos habían sido en vano, pero terminaron el día
totalmente asombrados porque llegaron no con una sino con dos barcas repletas
de pescado (v. 7). Decir «sí» a la petición del Señor resultó en un milagro que
transformó no solamente la vida de un pescador sino también las vidas de todo un
grupo de personas.

Considere tres razones por las que la obediencia es crucial para el éxito en la vida
cristiana:

1. Obedecer a Dios en los asuntos pequeños es un paso esencial para recibir


mayores bendiciones de Dios.

Suponga que Pedro hubiera dicho: «Mira, ahora mismo estoy ocupado limpiando
mis redes. No te puedo ayudar porque esta noche me voy otra vez de pesca».
También pudo haber dicho: «¿Por qué no vas a ver si puedes usar aquella otra
barca?» O, «ya estuve pescando toda la noche; sería una pérdida de tiempo salir
otra vez». Si Pedro hubiera dicho algo distinto a «sí», se habría perdido la
experiencia de pesca más maravillosa de su vida. Pero debido a la obediencia de
Pedro, el Señor proveyó un milagro que no olvidaría jamás.

LOS CAMINOS DE DIOS NUNCA NOS DECEPCIONAN .


Muchas veces, las bendiciones más grandes de Dios vienen como resultado de
nuestra disposición a hacer algo que parece muy insignificante. Así que
pregúntese: «¿Me ha venido retando Dios a hacer algo aparentemente
insignificante, y no he hecho esfuerzo alguno para realizarlo? ¿He sacado
excusas para no hacerlo, diciendo que es muy difícil, que no siento ganas, o que
primero tengo que orar al respecto?»

2. Nuestra obediencia siempre beneficia a los demás.

Piense en cuántas personas fueron bendecidas por la obediencia de Pedro.


Además de la multitud que pudo ver al Señor y oír su lección, Jesús mismo salió
beneficiado pues predicar desde la barca le permitió sentarse cómodamente
mientras hablaba (v. 3). Como si fuera poco, los amigos de Pedro tuvieron un día
muy lucrativo pues se ganaron dos barcas tan llenas de peces que empezaron a
hundirse. Más importante aún, tuvieron la oportunidad de ser testigos de la
provisión sobrenatural del Señor.
Dios a menudo recompensa a terceros, en particular aquellos más cercanos a
nosotros, como resultado de nuestra obediencia. Por ejemplo, cuando un padre
obedece al Señor, su familia entera cosecha las bendiciones de Dios. De modo
similar, la obediencia de un hijo bendecirá a sus padres. Esto no significa que
quienes elijan desobedecer al Señor escaparán su disciplina en virtud de la piedad
de otra persona. Su llamado a la obediencia siempre demanda nuestra respuesta
personal. No obstante, cuando vivimos una vida de obediencia, las personas que
nos conocen y nos aman sentirán la paz y el gozo que Él nos ha dado. En lugar de
conflicto habrá contentamiento, y eso les permitirá experimentar en gran medida
la bondad de Dios.

3. Si obedecemos a Dios, nunca seremos decepcionados.

Muy probablemente, Pedro supuso que las instrucciones de pesca de Jesús bien
podrían terminar siendo una pérdida de tiempo. No obstante, cuando acató el
sencillo requerimiento del Señor, Cristo realizó un milagro que llenó de asombro
al discípulo. Jesús convirtió una barca vacía en dos llenas. Nosotros también,
como Pedro, debemos reconocer que obedecer a Dios siempre es la manera más
sabia de proceder. Él también puede tomar cualquier vacío nuestro, sea en las
finanzas, en las relaciones o en nuestra vida profesional, y transformarlo en algo
espléndido.

Tal vez haya vacilado en obedecer a Dios porque tenga temor de las
consecuencias de su decisión, pero el mandato del Señor para usted es que le
tema a Él por encima de todo lo demás. El mismo Dios soberano y omnipotente
que mantiene su corazón latiendo y los planetas en su órbita es más que capaz de
lidiar con los resultados de su obediencia. Cuando Él le diga que haga algo, y
usted sepa sin lugar a dudas que esa es su voluntad, usted necesita obedecer con
base única y exclusiva en Quien lo ha dicho.

Si usted elige obedecer al Señor, Él le bendecirá. Esto se debe a que la


obediencia siempre conduce a la bendición. Siempre he dicho a las personas que
afirman no entender por qué Dios les está pidiendo que hagan cierta cosa, que si
sencillamente lo obedecen, Él los recompensará con una sensación de paz y gozo
que no se comparan con nada que este mundo ofrezca. Por esa razón, fíjese la
meta de obedecer al Señor, y le verá obrando en su vida.

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.


PRINCIPIO DE VIDA 22
Andar en el Espíritu es obedecer las
indicaciones iniciales del Espíritu.
22 DE MARZO DE 2014

POR

¿A quién acude diariamente para recibir guía sobre cómo vivir o qué decisión
tomar?

Las Escrituras nos dicen que el único Guía digno de toda nuestra confianza es el
Espíritu Santo. Nadie fuera de Él conoce totalmente nuestro pasado, desde el
momento en que fuimos concebidos hasta el presente, además que también
conoce nuestro futuro, desde este día hasta la eternidad. Él conoce el plan y el
propósito de Dios para nosotros, cada día de nuestras vidas. También sabe qué es
bueno y conveniente para nosotros.

Jesús se refirió reiteradamente al Espíritu como el «Espíritu de verdad». Note lo


que dijo acerca de la actividad del Espíritu Santo en nuestra vida: «Él os guiará a
toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo
que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir» (Jn 16.13). El Espíritu
de verdad es como un compás interno en nuestras vidas, que nos orienta siempre
hacia cómo sería Jesús, qué diría o qué haría en cualquier momento dado.

Dios desea darle a conocer su voluntad. Él quiere que usted sepa qué hacer y
cuándo hacerlo. Por lo tanto, puede confiar en el Espíritu Santo para que sea su
Guía diaria. Después que el Señor derramó el Espíritu Santo sobre los discípulos,
ellos fueron guiados de manera profunda por el Espíritu. Los versículos a
continuación proveen unos cuantos ejemplos de cómo el Espíritu Santo
interactuó con el pueblo de Dios, de tal manera que les proporcionó orientación y
guía muy personal y específica. Lo que Él hizo por ellos entonces, desea hacerlo
por usted hoy mismo.
EL ESPÍRITU DE VERDAD ES COMO UN COMPAS INTERNO EN
NUESTRAS VIDAS.
«El Espíritu me dijo que fuese con ellos sin dudar» (Hch 11.12).

«Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a


Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado» (Hch 13.2).

«Atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu


Santo hablar la palabra en Asia» (Hch 16.6).

Los líderes de la iglesia primitiva se apoyaron en el Espíritu Santo para recibir


esta clase de guía específica y personal, y seremos sabios si seguimos su ejemplo.
Tanto Romanos 8.14 como Gálatas 5.18 hacen referencia a que somos «guiados
por el Espíritu», que es la norma en la vida el cristiano.

Tal vez pregunte: «¿Existen condiciones para que podamos ser guiados por el
Espíritu Santo en nuestras vidas?»

Sí.

Primero, debemos permanecer rendidos al Espíritu. Debemos decir «sí» al


Espíritu cuando Él nos indique emprender cierta acción o decir cierta palabra.
Debemos dar asentimiento mental a la dirección del Espíritu, y luego debemos
proceder a obedecer sus indicaciones, llevando a cabo con las acciones o las
palabras lo que Él nos haya llamado a hacer o a decir.

EL ESPÍRITU SANTO HA VENIDO A


REVELARNOS LA VERDAD.
El Espíritu casi siempre nos habla en el silencio de nuestros corazones con una
palabra de convicción o certidumbre. Cuando el Espíritu Santo nos dirige para
que nos apartemos de algo perjudicial, con mucha frecuencia sentimos una
pesadez o tenemos una sensación de intranquilidad, presentimiento o una mala
corazonada en nuestro espíritu. Por otro lado, cuando el Espíritu Santo nos dirige
hacia cosas beneficiosas, tendemos a sentir una profunda paz interior, un fuerte
anhelo de ver qué hará Dios, y un sentimiento de gozo.
¿Cómo puede saber si ya se ha rendido al Espíritu Santo? Usted se rinde a Él
cuando es capaz de decirle: «Esto es lo que yo deseo, pero si tu respuesta a ello
es “no”, está bien. Haré lo que Tú digas».

Segundo, debemos creer y obedecer su guía. Será mucho más probable que
escuchemos lo que el Espíritu Santo tiene que decir si estamos escuchando
activamente, pendientes de lo que Él vaya a decirnos. Si vivimos con la
expectativa de buscar de Dios, percibiremos con mayor claridad la dirección del
Espíritu Santo. Hebreos 11.6 nos dice que Dios «es galardonador de los que le
buscan». Hemos de ser diligentes en buscar su guía, pedírsela, estar pendientes
de ella, anticiparla y recibirla.

El Espíritu Santo ha venido a revelarnos la verdad. Él ha venido con su capacidad


de omnisciencia para impartirnos lo que necesitamos saber, a fin de que vivamos
en obediencia y fidelidad. Confíe en Él para recibir su guía, ¡ahora y siempre!

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.


PRINCIPIO DE VIDA 23
Jamás podremos superar a Dios en
generosidad.
23 DE MARZO DE 2014

POR

El rey David sabía que Dios lo había prosperado y le había dado reposo de
todos sus enemigos. Un día se fijó en cada rincón de su cómoda casa y le dijo a
Natán el profeta: «Mira ahora, yo habito en casa de cedro, y el arca de Dios está
entre cortinas» (2 S 7.2). El rey quiso construir un templo para Dios, una empresa
nada pequeña.

Pero Dios tenía en mente una bendición mucho más grande para David. Él dijo:
«Asimismo Jehová te hace saber que él te hará casa… será afirmada tu casa y tu
reino para siempre delante de tu rostro» (2 S 7.11, 16).

Esta historia nos muestra claramente que nunca podemos superar a Dios en
generosidad. Aunque Él recibe con gusto nuestros regalos y ofrendas, siempre
nos dará muchísimo más de lo que podríamos darle a Él. Dios nunca será deudor
de nadie.

Jesús declaró que cualquier persona que diera a uno de sus seguidores hasta un
vaso de agua en su nombre, sería generosamente recompensada (Mr 9.41). En
cierta ocasión ilustró la generosidad de Dios describiendo cómo un «hombre
noble» recompensó a sus siervos con múltiples ciudades porque ellos duplicaron
varias veces la pequeña cantidad de dinero que les había dado. Pedro se jactó una
vez con el Señor diciendo: «He aquí, nosotros hemos dejado nuestras posesiones
y te hemos seguido» (Lc 18.28). Pedro probablemente esperaba una palmadita en
la espalda. En cambio, Jesús le dijo: «De cierto os digo, que no hay nadie que
haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios,
que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida
eterna» (Lc 18.29, 30).
En uno de los ejemplos más claros de este principio en las Escrituras, Jesús nos
dice: «Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en
vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a
medir» (Lc 6.38).

Es un hecho: Jamás podremos superar a Dios en generosidad.

TODO LO QUE TENEMOS ES UN REGALO DE DIOS.


El profeta Malaquías del Antiguo Testamento creyó en este principio. A través de
él, Dios dio instrucciones al pueblo para que trajeran todos los diezmos, y dijo:
«probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas
de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde» (Mal
3.10).

Diezmar es dar el diez por ciento de nuestros ingresos a Dios para su obra. Todo
lo que tenemos es un regalo de Dios; por lo tanto, el diezmo es meramente una
porción de lo que Él ya nos ha dado. Si obedecemos la Palabra de Dios y damos
con alegría la porción que Él ha requerido de nosotros, nos bendecirá tanto a
nosotros como a la obra de su reino.

Hace años, Dios nos dirigió a comprar una propiedad para la ampliación de la
Primera Iglesia Bautista de Atlanta. Empezamos a orar para que Él proveyera los
fondos que necesitábamos.

También oré específicamente pidiendo que el Señor me mostrara qué quería que
yo aportara. Había contribuido con mis finanzas, pero sentí que había algo más
que Él requería de mí.

En poco tiempo el Señor empezó a indicarme que ofrendara mi equipo de


fotografía al fondo de construcción. A mí me encanta la fotografía. Es mi
pasatiempo favorito. Sin embargo, la convicción de Dios era fuerte y al punto.
Por ninguna razón quise perderme la bendición de tomar la decisión correcta.
Sabía que mi obediencia conduciría a la bendición. Si el Señor quería mis
cámaras, yo quería dárselas. Al fin y al cabo, Él era su propietario real.

LAS PROMESAS DE DIOS AGUARDAN A LOS OBEDIENTES.


Unos días después, vendí mi equipo y entregué el dinero al fondo de
construcción. Muchos de los otros miembros de nuestra congregación también
dieron posesiones y tesoros personales. Fue una época maravillosa en nuestra
congregación para buscar la voluntad de Dios en nuestras finanzas y permitirle
también que Él demostrara su fidelidad a cada uno de nosotros. Cuando llegó el
tiempo de diligenciar los trámites para adquirir nuestra nueva propiedad,
pudimos contar con el dinero necesario y no tuvimos que pedir prestado un solo
centavo.

Varios meses después, una mujer tocó a la puerta de mi casa. Al abrirla noté que
ella llevaba dos bolsas de compras bastante grandes. Me preguntó: «¿Usted es
Charles Stanley?» No supe qué pensar en ese momento pero le contesté: «Sí, soy
yo».

Luego me dijo: «Esto es para usted». Ella dejó las bolsas en el piso y se marchó.
Miré adentro y reconocí de inmediato mi equipo de fotografía. Dios me había
devuelto cada lente y cada cámara. ¿Es así es como Dios obra? Yo creo que sí.
Muchas veces, Él nos prueba para ver en dónde está puesta nuestra devoción
verdadera: ¿en las «cosas» o en Él?

Él nos reta a darle el privilegio de probar su fidelidad y ha prometido bendecirnos


a cambio (Pr 3.9, 10). Si obedecemos, Él protegerá nuestras finanzas, tal como
protegió a su pueblo obediente en el Antiguo Testamento de los insectos que de
otro modo habrían devorado sus cosechas.

El salmista preguntó: «¿Qué pagaré a Jehová por todos sus beneficios para
conmigo?» (Sal 116.12). La pregunta podría parafrasearse: «¿Cómo puedo
reembolsarle ó restituirle al Señor toda su bondad hacia mí?» La respuesta es que
no podemos. Nadie puede, porque nadie supera al Señor en generosidad.

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.


PRINCIPIO DE VIDA 24
Vivir la vida cristiana es permitir al Señor Jesús
vivir su vida en y por medio de nosotros.
24 DE MARZO DE 2014

POR

Muchos cristianos hoy día parecen contentarse con vivir lo que consideran
una vida cristiana adecuada. Creen que si van a la iglesia, leen su Biblia
ocasionalmente y elevan sus oraciones de vez en cuando, habrán hecho más
que suficiente para complacer a Dios. En ciertas ocasiones pueden ser
inspirados a ir más allá de su rutina normal y ofrecerse de voluntarios para
servir a los demás, bien sea como ujieres, como parte de un comité en la iglesia,
o hasta yéndose a un viaje misionero a corto plazo. Aunque siguen la formalidad
de todas las acciones propias de «un buen cristiano», no disfrutan el poder, la
paz y el gozo que deberían acompañar la vida abundante que Jesús prometió (Jn
10.10). Tarde o temprano, esa vida cristiana falsificada se convierte en una
carga para ellos que no los reconforta cuando arrecian las tempestades de la
adversidad.
Usted no fue creado(a) para vivir de esa manera. Dios no le llama a usted ni a
ningún otro creyente a una vida cristiana marginal y caracterizada por quehaceres
y rituales. Él desea tener una relación diaria con usted, en la que usted
experimente su presencia y confíe en Él para recibir sabiduría, valor y fortaleza
en todas las situaciones. Con cada paso que dé, cada decisión que tome, cada
conversación que sostenga y cada pensamiento que retenga, el Señor quiere
glorificarse a través de usted. Él desea brillar en su vida, haciendo que sus
talentos, sus rasgos y su personalidad sean iluminados por su amor, su gozo, su
paz, su paciencia, su benignidad, su bondad, su fidelidad, su mansedumbre y su
templanza, a medida que usted procede en obediencia a Él.
MUCHAS PERSONAS NUNCA LLEGAN A ENTENDER CUÁN
PODEROSAMENTE CRISTO PODRÍA DEMOSTRAR SU VIDA A
TRAVÉS DE ELLOS.
En otras palabras, vivir la vida cristiana es permitir al Señor Jesús vivir en y por
medio de usted. Por esa razón Pablo escribió: «Con Cristo estoy juntamente
crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la
carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo
por mí» (Gá 2.20).

¿Cómo le permite usted a Jesús hacer esto? ¿De qué manera vive Él en y por
medio de usted? Si estas dos preguntas le parecen difíciles o confusas, no está
solo(a). Muchas personas nunca llegan a entender cuán poderosamente Cristo
podría demostrar su vida a través de ellos. Esto se debe a que muchos creen que
la vida cristiana consiste en realizar actos piadosos, cuando en realidad comienza
con una relación profunda e íntima con el Señor.

Por lo tanto, para contestar la primera pregunta: ¿cómo le permite usted a Jesús
hacer esto?—usted debe entender que la respuesta viene como resultado de
trabajar en su relación con Cristo. Esto lo logra por medio de estudiar la Biblia,
orar, adorar y tener compañerismo con otros creyentes. No se trata solamente de
aprender acerca de Él, sino que usted debe escucharlo a Él, porque Él le enseñará
cómo amarlo, cómo vivir para Él y cómo andar en sus caminos.

La respuesta a la segunda pregunta: ¿de qué manera vive Él en y por medio de


usted?—es tan personal y única a medida que cada creyente lo sigue. Esto se
debe a que Él tiene un propósito especial para su vida, y la acción más importante
que usted puede emprender en la vida es simplemente obedecer a Dios, sin
importar qué le mande hacer. Dios permitirá situaciones y problemas en su vida
que sólo Él puede resolver. Esto lo hace con el fin de poder demostrar su gloria,
su poder, su amor y su sabiduría a través suyo.

¿Hay algo que le distraiga de tener una relación íntima con el Señor? ¿Ha dejado
de confiar en la soberanía de Dios? ¿Le preocupa no estar haciendo lo suficiente
para merecer una relación con Él, o que podría perder la vida eterna que Él le ha
dado? De ser así, usted necesita volver a la verdad básica de que su salvación es
por la fe en Cristo y no por las obras. No hay nada en absoluto que usted pueda
hacer para ganarla ni para ser digno de ella. Por lo tanto, tampoco hay nada que
usted pueda hacer o dejar de hacer para perderla.
ÉL TIENE UN PROPÓSITO ESPECIAL PARA SU VIDA, Y LA
ACCIÓN MÁS IMPORTANTE QUE USTED PUEDE EMPRENDER
EN LA VIDA ES SIMPLEMENTE OBEDECER A DIOS, SIN
IMPORTAR QUÉ LE MANDE HACER.
Aquí el asunto no es su salvación sino el impacto de su vida para Cristo y el gozo
y la satisfacción que usted reciba de Él. Dios no le llama a una vida adecuada, Él
quiere que su vida sea extraordinaria. Sin embargo, para que experimente la vida
que Él ha planeado para usted, debe dejar de distraerse con asuntos de la periferia
y enfocar su atención completamente en Él. ¿Puede hacerlo? ¿Puede confiar que
Jesús viva su vida a través de usted y se encargue de todo lo que le produce
ansiedad?

¡Por supuesto que sí! El mismo Dios que le redimió puede enseñarle a vivir para
Él. El mismo Salvador en quien confió para su eternidad es más que capaz de
encargarse de todos los asuntos que le agobian diariamente y resplandecer
radiantemente a través de usted para que otros puedan conocerlo y ser salvos. Por
lo tanto, muera a sus presuposiciones de lo que debería ser la vida cristiana, para
que pueda experimentar la verdadera vida en Él.

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.


PRINCIPIO DE VIDA 25
Dios nos bendice para que nosotros podamos
bendecir a otros.
25 DE MARZO DE 2014

POR

¿Cómo completaría usted las siguientes frases?


1. Dios me salvó porque ___________________________.
2. El propósito de Dios para mí es __________________.
3. Me parezco más a Jesús cuando __________________.

Este breve ejercicio no tiene por objeto presionarle, sino establecer un marco de
referencia para este principio de vida.

1. Dios me salvó porque Él me ama.

La única razón por la que Dios envió a su Hijo a este mundo a morir por nuestros
pecados es que Él nos amó. Cuando reconocemos nuestro pecado y nuestra
necesidad de un Salvador, Él nos perdona, nos otorga la vida eterna y nos
obsequia el don de su Espíritu Santo en virtud de su amor y su gracia
inmensurable. No hay otra razón.

Muchas personas parecen creer que Dios salva a un hombre o a una mujer debido
a las buenas obras o el servicio de esa persona. Nada podría estar más lejos de la
verdad. Ninguna cantidad ni calidad de servicio puede hacernos merecedores de
la salvación. El apóstol Pablo dejó este punto muy en claro cuando escribió:
«Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es
don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe» (Ef 2.8, 9). ¡Hasta la fe por
la cual creemos que Dios nos perdona y nos salva es un regalo divino que fluye
de su amor!
CUALQUIER BIEN QUE HAGAMOS ES EN RESPUESTA A LAS
DÁDIVAS QUE DIOS NOS DA.
Este punto es crucial y debe ser comprendido plenamente: cualquier bien que
hagamos es en respuesta a las dádivas que Dios nos brinda, de salvación, vida
eterna y el Espíritu Santo. Nunca sirve para ganar, merecer ni pagar la salvación.

2. El propósito de Dios para mí es darle gloria.

Dios nos salvó a usted y a mí para que sirviéramos como ejemplos a otros, de
cómo su amor y su misericordia obran en y por medio de una vida humana.

Muchas personas parecen pensar que la única razón para la salvación es que una
persona vaya al cielo cuando muera. La vida eterna es parte del plan de perdón de
Dios, pero no es la única razón para nuestra salvación. Dios nos salvó para que
cada uno de nosotros reflejara su naturaleza; para que pudiéramos ser su pueblo
en esta tierra, haciendo la clase de obras que Jesús mismo haría, si Él anduviera
en nuestros zapatos y en nuestro lugar en las realidades sociales de nuestra época,
durante nuestro tiempo de vida en este mundo. Él desea manifestar su carácter a
través de nuestras personalidades y nuestras habilidades.

Cuando permitimos que su Espíritu Santo obre en nosotros y por medio de


nosotros, nos convertimos en vasos útiles de la expresión del amor de Dios en
acción. Empezamos a reflejar su compasión, su amor y su misericordia a otros.
Al hacerlo, nos convertimos en testigos suyos y así le traemos complacencia,
honra y gloria al Señor.

3. Me parezco más a Jesús cuando sirvo a otros.

JESÚS VERTIÓ SU VIDA MISMA PARA QUE OTROS PUDIERAN


SER SALVOS.
La característica más sobresaliente de la vida de Jesucristo fue y sigue siendo
el servicio. Somos más semejantes a Él cuando servimos como Él sirvió.

Muchos parecen pensar que una persona se parece más a Jesús cuando predica
como Jesús predicó, enseña como Jesús enseñó, sana como Jesús sanó o hace
milagros como los hizo Jesús. Se limitan a ver la manifestación externa del
testimonio y el ministerio de una persona.
Necesitan ver más allá de esa manifestación externa, la motivación en la vida de
Jesús. Esa motivación siempre fue el amor. Jesús predicaba, enseñaba, sanaba y
hacía milagros con el fin de ayudar a los demás, nunca para ser el centro de
atención. Él vertió su vida misma para que otros pudieran ser salvos. Pablo
escribió: «Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor
a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis
enriquecidos» (2 Co 8.9).

Dios nos llama a servirnos los unos a los otros tal como Jesús lo hizo. Él no le
salvó ni le llamó a servir para que usted pudiera ser exaltado, alabado, enaltecido
ni puesto sobre un pedestal. Él le salvó para que usted pudiera servirlo a Él y a
los demás. Cuando hacemos esto, lo honramos con nuestras vidas. Lo más
importante que usted puede hacer fuera de aceptar a Cristo como su Salvador, es
darle su vida y dejarse guiar por Él cada día.

Algunos piensan erróneamente que lo que hacemos no es importante para Dios,


pero esto no es cierto. Él tiene un plan para cada uno de nosotros, y cuando
tomamos la decisión de andar por fe, Él nos lo revela. Además, ese plan siempre
incluye servicio y dedicación a Él y a las personas que Él trae a nuestras vidas.

Dios nos amó para que pudiéramos amar a otros. Él nos bendice para que
podamos bendecir a otros. De eso se trata la vida cristiana.

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.


PRINCIPIO DE VIDA 26
La adversidad es un puente que nos conduce a
una relación más profunda con Dios.
26 DE MARZO DE 2014

POR

¿ Se propone Dios alguna meta con la adversidad? Su objetivo básico es


acercarnos más a Él. Dios no se gloría en el dolor ni en la tristeza, pero usa estas
cosas para enseñarnos acerca de su amor y su fidelidad.
Tan pronto llega la adversidad, nuestra vulnerabilidad aumenta y
quizá nos preguntemos por qué Dios ha permitido que enfrentemos tal dificultad.
El dolor, la decepción y la prueba son herramientas eficaces que el Señor usa
para acercarnos a Él y a la cruz, donde descubrimos nuestra necesidad personal
de un Salvador. Somos impactados por un pensamiento que nos define: Yo
necesito a Dios. Necesitamos su fortaleza, su sabiduría y su perdón.

Cada vez que sea confrontado(a) por la adversidad, recuerde siempre que Dios
tiene un propósito al permitir que ella toque su vida. Él nunca pierde el control.
Él tiene un plan y una meta, no sólo para esta situación en particular sino también
para toda su vida. En tiempos de dificultad, Él es su fortaleza inamovible (Pr
18.10), y ha prometido que nunca le abandonará.

¿Qué puede hacer usted cuando arremete la adversidad? El libro de Hebreos nos
anima con estas palabras: «No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande
galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la
voluntad de Dios, obtengáis la promesa» (He 10.35, 36).

SOMOS IMPACTADOS POR UN PENSAMIENTO QUE NOS


DEFINE: YO NECESITO A DIOS.
Cuando la adversidad golpea, una de las primeras cosas que deberíamos hacer es
volvernos al Señor en oración y pedirle que nos muestre qué necesitamos
aprender en la situación. Es posible que al principio batallemos con sentimientos
de desconcierto o denegación, pero nuestro pensamiento preponderante deber ser
de confianza y fe en la capacidad de Dios. El segundo paso es afirmar nuestro
compromiso con Él y fijar nuestro enfoque en Él, no en las circunstancias.
Vemos ambos pasos representados en las vidas de los hombres y las mujeres de
la Biblia.

Un caso especial es la vida de José, que nos ofrece un estudio excelente de la fe,
la confianza y la victoria en medio de la adversidad. Siendo un joven, confió en
Dios y vio la manera como Él tomó el acto más cruel y lo encauzó para
bendición. Vendido como esclavo por sus hermanos, José pasó años en
servidumbre y confinado a una vida de esclavitud. Incluso cuando parecía que
iba a ser librado del peligro y la aflicción, la adversidad arremetió contra él por
segunda vez, cuando fue acusado falsamente de un delito. Así volvió a parar al
calabozo, pero esta vez para pagar una peor condena.

Podríamos sentirnos inclinados a pensar: «¡Pobre José!» Pero lo cierto es que él


estaba en el centro del plan perfecto de Dios. Quizá no entendió por qué volvía a
estar privado de su libertad, pero creyó y pudo confiarle a Dios toda su vida y su
futuro.

La adversidad fue una herramienta precisa en la vida de José. El Señor la usó


para moldear a su siervo para desempeñar el mejor servicio. José fue colocado en
una posición crucial de liderazgo que condujo en últimas a la preservación de la
nación de Israel. Si hubiera escapado de la prisión y hubiera vivido en el
anonimato, la nación entera de Israel se habría perdido la bendición de Dios.
Además, sin el adiestramiento que recibió como resultado de una decepción
inicial tremenda, José habría podido volverse soberbio y autosuficiente. En lugar
de eso, Dios usó la vida de este joven para cambiar el curso de la historia.

NUNCA OLVIDE QUE DIOS CONOCE EL FUTURO.


La gente se pregunta a veces: «¿Cuál es la ruta más rápida cuando me toque
pasar por las temporadas de adversidad?» Muchas veces no hay una solución
rápida para las pruebas que enfrentamos. Sin embargo, existe una manera segura
de pasar por las dificultades de la vida, y es mediante la obediencia y la rendición
de nuestros sentimientos y deseos egoístas.

La adversidad se las arregla para empujarnos más allá de nosotros mismos, donde
encontramos a Dios, a la espera de tomarnos en sus brazos. La adversidad nos
motiva a orar como nada más puede hacerlo, y es en la oración que encontramos
refugio de las tormentas de la vida. Asimismo, al estar refugiados en la presencia
reconfortante de Dios, descubrimos aquella seguridad y aquella esperanza que
pensamos haber perdido.

Aun cuando su vida parezca ensombrecerse tanto emocional como


espiritualmente, Dios será su luz. Puede estar seguro(a) que Dios usará las
pruebas que usted enfrente para moldear su vida, de tal modo que refleje a los
demás su amor y su cuidado.

Nunca olvide que Dios conoce el futuro. Él entiende las ventajas de la adversidad
y cómo puede ser usada para fortalecer su fe, refinar su esperanza y aquietar su
corazón, llevándole a un lugar de contentamiento y confianza en su vida. Sin los
tiempos de adversidad, usted se perdería la experiencia poderosa de tener a Dios
caminando junto a usted a través de los valles de lágrimas de la vida.

Por lo tanto, propóngase mantener el enfoque de su corazón en Jesús. No deje


que las palabras negativas de los demás le tienten a desviarse de la ruta.
Manténgase cerca del Señor en devoción y oración. Lea su Palabra. Él le guiará
en medio de la dificultad más grande, y así usted sabrá lo que significa vivir en
un lugar amplio y lleno de bendición.

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.


PRINCIPIO DE VIDA 27
No hay nada como la oración para ahorrar
tiempo.
27 DE MARZO DE 2014

POR

El cambio nunca es fácil, especialmente cuando nuestras decisiones afectan a


otras personas. El cambio implica que se tomen decisiones importantes, y esto
introduce la posibilidad de cometer graves errores y sufrir consecuencias
permanentes. Si tomamos esas decisiones sin buscar la dirección del Señor,
vamos camino al desastre. Por otro lado, si oramos a Dios pidiendo su guía y
comprometiéndonos a hacer su voluntad, Él se mueve de manerasasombrosas
para ayudarnos.

Recuerdo la ocasión en que nos era preciso encontrar una propiedad nueva para
albergar nuestro ministerio de televisión y radio, «En Contacto». Cuatro meses
antes del traslado previsto, encontramos un edificio que nos pareció perfecto. El
único problema era que costaba $2.7 millones de dólares. Varios miembros de la
junta y otros en el personal ejecutivo se pusieron de acuerdo sobre la ubicación y
el precio, y sugirieron que sacáramos un préstamo para adquirir la propiedad. Sin
embargo, otros rechazaron tanto el precio como la noción de incurrir una gran
deuda.

Después de eso, un miércoles por la tarde, algunos de nosotros nos reunimos


durante varias horas para discutir la situación, pero no pudimos lograr un
consenso. Era como si estuviésemos en medio de una espesa neblina.
Necesitábamos la dirección divina, y supe que no la íbamos a recibir sentados
alrededor de una mesa redonda. Le pedí a mi secretaria que llamara al parque
estatal Unicoi e hiciera arreglos de algunas cabañas para la semana siguiente. Yo
sabía que para cualquier estadía en aquel parque tocaba hacer reservaciones con
cuatro a seis meses de anticipación, y era improbable que tuvieran espacio para
nosotros. Sin embargo, diez minutos más tarde ella regresó y nos informó que las
reservaciones de las cabañas estaban listas.
SI TOMAMOS DECISIONES SIN BUSCAR LA DIRECCIÓN DEL
SEÑOR, VAMOS CAMINO AL DESASTRE.
En la mañana que partimos a Unicoi, le pedí a un amigo que negociara con el
dueño para ver si podíamos comprar la propiedad por $2 millones. También le
pedí a nuestro administrador de la iglesia que averiguara si podíamos extender
seis meses más nuestra permanencia en las instalaciones actuales. Ambos me
dijeron que harían su mejor esfuerzo.

Durante las dos horas que conduje desde Atlanta hasta las cabañas, estuve
pensando y orando, y Dios me trajo a la mente Zacarías 4.6: «No con ejército, ni
con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos». Lo interpreté
como una señal de que Él quería hacer algo que nosotros desconocíamos por
completo. Así que oré: «Señor, sea lo que sea que tengas pensado hacer, ¡por
favor no permitas que nos lo perdamos!»

Durante dos días, hablamos muy poco y oramos mucho. Clamamos a Dios con
desesperación, sabiendo que se acercaba la fecha límite y que estábamos
perdiendo tanto la paz como la unidad. Durante un receso, llamé a nuestro
administrador y me enteré que habíamos recibido una prórroga en nuestras
instalaciones vigentes, y contábamos con seis meses más antes de tener que
mudarnos. Esa fue una gran noticia. Más tarde, mi amigo me llamó a contarme
que el dueño de la propiedad había accedido a vendérnosla por $2 millones.
Solamente había un problema. El edificio tenía un arrendatario al que todavía le
quedaban seis meses en su contrato de alquiler, y pedirles desocupar antes de
tiempo nos costaría un dinero extra. Nosotros seguimos orando.

Cuando nos fuimos de Unicoi dos días después, seguíamos sin tener una
dirección clara acerca de cómo se llevaría a cabo la compra del edificio, pero
estábamos comprometidos a esperar en Dios. Teníamos plena confianza que Él
tenía en mente algo diferente a sacar un préstamo multimillonario y que su plan
ya había sido puesto en marcha.

Tan pronto llegué a casa, recibí un recado para llamar a un caballero a quien no
conocía. Se trataba de un televidente de «En Contacto» que estaba interesado en
ayudar al ministerio. Le devolví la llamada y me dijo: «Dr. Stanley, lo he tenido a
usted y a su ministerio en mi mente durante los últimos días. He notado que
nunca pide dinero en sus programas, pero me preguntaba si tendría alguna
necesidad».
EL SEÑOR SABE EXACTAMENTE LO QUE USTED NECESITA, Y
ÉL SIEMPRE CONTESTARÁ SUS ORACIONES DE LA MANERA
QUE SEA ABSOLUTAMENTE MÁS BENEFICIOSA PARA USTED.
Yo no sabía si reír o llorar. Le expliqué nuestra situación y luego le conté acerca
de nuestra reunión de oración. Me preguntó cuánto costaba el edificio. Le dije
que yo creía que podíamos conseguirlo por dos millones de dólares. El hermano
dijo: «Yo creo que me puedo encargar de eso». Y lo hizo. Unos noventa días
después, cerramos el negocio.

¿Puede imaginarse el error que habríamos cometido si no nos hubiéramos


detenido a buscar la guía del Señor, y no hubiéramos confiado en su provisión?
¿Puede imaginar la cantidad de tiempo, energías y recursos que habríamos
gastado si hubiéramos tratado de adquirir esa propiedad en nuestras fuerzas y no
en las de Dios?

No hay nada como la oración para ahorrar tiempo. Usted puede estar enfrentando
un gran cambio o una decisión que le parece abrumadora. El Señor sabe
exactamente lo que usted necesita, y Él siempre contestará sus oraciones de la
manera que sea absolutamente más beneficiosa para usted. Por lo tanto, pase
tiempo escuchándolo, recibiendo su sabiduría y dirección, y bebiendo nada más
que su presencia y su poder. Guarde silencio delante de Él, descanse en Él y
permítale ordenar sus pasos. Él le librará de avanzar en la dirección equivocada y
desperdiciar su tiempo haciendo cosas innecesarias.

¿Está dispuesto(a) a detenerse y escucharlo a Él? ¿Está listo(a) para que Él le


haga rendir la mayor cantidad de fruto posible? Entonces sin importar qué
enfrente, encomiéndese a su cuidado, su calendario, su sabiduría, su provisión y
su guía por medio de la oración. Encontrará que su tiempo con Él es la mejor
inversión que usted hace, día tras día.

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.


PRINCIPIO DE VIDA 28
Ningún creyente ha sido llamado a transitar
solitario en su peregrinaje de fe.
28 DE MARZO DE 2014

POR

El escritor de Hebreos sabía que su auditorio, compuesto principalmente por


creyentes judíos que llevaban poco tiempo en la fe, luchaba al intentar incorporar
su herencia judía a su andar con Cristo. Por ende, el autor dedica una gran
cantidad de tiempo a explicar que Jesucristo preparó el camino para un
compañerismo ininterrumpido con el Padre. Él es nuestro Gran Sumo Sacerdote.
Su muerte proveyó la única vía para que los individuos tengan acceso personal a
Dios sin la mediación de un agente humano.

A veces este era un principio difícil de aceptar para los judíos cristianos. Ellos
estaban acostumbrados a participar en una variedad de lavamientos y ofrendas
ceremoniales para sentirse limpios de sus pecados; el acceso inmediato a Dios
prescindiendo de esas cosas era algo nuevo. Pero el escritor les aseguró que,
gracias a que Cristo murió por sus pecados y se levantó de los muertos, ellos
ahora podían ir directamente al Padre con sus oraciones y necesidades. El autor
también conocía las dificultades que enfrentaban estos conversos para
permanecer fieles a su nueva fe, y por eso exhortó a cada uno de ellos que
mantuvieran la profesión de su esperanza «firme, sin fluctuar» (He 10.23).

El autor instruyó a sus lectores a ayudarse unos a otros para permanecer


firmemente anclados a su fe en Dios. Sabía que serían tentados por las pruebas y
las persecuciones, a apartarse de la verdad y el plan que Dios tenía para sus
vidas. Por eso les dijo: «considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y
a las buenas obras» (He 10.24). El término griego que se traduce «estimularnos»
significa literalmente «irritar», y se refiere aquí al aguzamiento de las buenas
acciones y el apremio del amor mutuo, para que cada creyente considere lo que el
Señor ha hecho en el pasado. Él es fiel y no abandona la obra de sus manos.
Nosotros somos su creación, y cuando enfrentamos dificultades, tristezas,
rechazos y otros problemas, podemos saber sin lugar a dudas que Dios proveerá
la sabiduría y los recursos que necesitamos. Hasta en los tiempos gozosos, Él es
quien nos bendice con la dicha y el contentamiento. En esencia, el autor instruye
a sus lectores, y a nosotros, que nos estimulemos mutuamente a las buenas obras,
rehusando caer en la trampa del negativismo y asumiendo la responsabilidad por
nuestras vidas en Cristo, así como por nuestros hermanos en la fe.

JESUCRISTO PREPARÓ EL CAMINO PARA UN COMPAÑERISMO


ININTERRUMPIDO CON EL PADRE.
Teniendo estos principios en cuenta, el autor dejó en claro que ellos no deberían
dejar de reunirse por ninguna razón (He 10.25). Se necesitaban los unos a los
otros, tanto como en la actualidad nosotros necesitamos a los demás creyentes.
Dejar de congregarse sería un desastre porque le daría a Satanás una oportunidad
para alejarlos del Señor. Era congregándose como un solo cuerpo, que ellos
encontraban el ánimo mutuo que precisaban para seguir adelante. Esto mismo se
aplica hoy a nosotros.

Dios quiere que nos juntemos con regularidad con otros creyentes. ¡Él quiere a su
pueblo reunido en la iglesia! Hay muchos creyentes que no toman en serio esta
admonición porque no ven la razón detrás de ella. En demasiadas ocasiones, he
oído frases como ésta: «Yo puedo adorar a Dios en mi casa; no necesito ir a la
iglesia». Muchos creyentes creen que la única razón por la cual nos congregamos
es para rendir culto a Dios, y esto es comprensible. Al fin y al cabo, lo llamamos
«culto de adoración».

Ahora bien, si la adoración fuera la única razón por la que tenemos mandado
congregarnos, quienes afirman que pueden adorar en sus casas tendrían un
argumento de peso. Pero la adoración no es la única razón, como tampoco lo es,
el que podamos ser enseñados sobre las verdades de Dios. Lo cierto es que hoy
día podemos encender nuestros radios y televisores para recibir buenas
enseñanzas bíblicas. En la superficie, parecería que todo lo que hacemos en la
iglesia también lo podemos hacer en nuestras casas, totalmente solos.

¿Por qué entonces nos es impuesto el congregarnos? ¿Por qué tenemos que «ir a
la iglesia»?

El escritor de Hebreos nos dice que es para protegernos de quedar a la deriva.


Somos el cuerpo de Cristo, y cuando estamos con otros creyentes estamos
haciendo lo que es natural y justamente lo que haremos por la eternidad: estar
juntos en la presencia del Señor. Conformamos la iglesia, y juntos nos
suministramos fuerzas los unos a los otros a través de la oración, el
compañerismo y el ánimo.

Las fuerzas del enemigo siempre están trabajando activamente a nuestro


alrededor, procurando sacarnos del rumbo correcto. El férreo compromiso
individual no basta para que nos mantengamos firmes en el camino de la fe.
Necesitamos contar con la presencia de otros creyentes, así como la
responsabilidad de rendir cuentas a hermanos que nos amen y estén dispuestos a
reír y llorar con nosotros, y también que estén al tanto de lo que sucede en
nuestra vida. A veces, cuando sentimos que nuestra fe es en vano o no vemos
fruto en nuestras vidas y pensamos que nuestro testimonio es irrelevante, lo
cierto es todo lo contrario. Cuando rendimos nuestras vidas a Cristo, Él nos usa
de maneras incontables que no habríamos podido prever.

SU PARTICIPACIÓN EN UNA IGLESIA LOCAL PROTEGE SU


COMPAÑERISMO PERSONAL CON DIOS.
En la atmósfera de adoración y compañerismo en la casa de Dios, descubrimos
que no estamos solos al oír a otros hablar de cómo el Señor ha provisto
milagrosamente para ellos. Tal vez un hermano describa el dolor que padeció
como resultado de una pérdida. Una nueva creyente podría contar su historia de
redención, regocijándose en la gracia de Dios. A medida que nos escuchamos
unos a otros relatando la obra de Dios en nuestras vidas, algo sucede en nuestro
interior: somos estimulados a la fidelidad y motivados a alabar a Dios con mucha
más intensidad por sus hechos bondadosos en nuestras vidas.

La responsabilidad de rendirnos cuentas los unos a los otros y el ánimo que


encontramos en la iglesia nos anclan en medio de las corrientes que pueden
arrastrarnos y dejarnos a la deriva. Si descuidamos el congregarnos regularmente
con otros cristianos, vamos a perdernos este elemento esencial en el desarrollo de
nuestra fe.

A lo largo de la Biblia, encontramos que uno de los deseos principales de Dios es


tener una relación estrecha con cada uno de nosotros. Si usted se vuelve activo(a)
en una iglesia local, se protege del riesgo de perderse todo lo que Dios le tiene
reservado. Su participación en un cuerpo conformado por otros creyentes
salvaguarda su compañerismo personal con Dios. Recuerde, cada vez que usted
se aleja de la familia de Dios y queda a la deriva, sólo es cuestión de tiempo para
que pierda su compañerismo con su Padre celestial.
Asistir regularmente a la iglesia jamás debería verse como algo que uno hace
para ganar méritos con Dios. Nadie se salva por buenas obras. Más bien, debería
servir como un catalizador para nuestro crecimiento espiritual. Cerciórese que la
iglesia a la que usted asiste enseña la Palabra de Dios sin transigir ni adulterar su
verdad. En caso que no lo haga, le recomiendo que visite otra iglesia. Encuentre
una que enseñe con precisión los principios de las Escrituras al mismo tiempo
que demuestre el amor, el perdón y la gracia de Dios. Recuerde que usted
también tiene la responsabilidad de usar activamente sus dones espirituales para
el beneficio de otros creyentes.

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.


PRINCIPIO DE VIDA 29
Aprendemos más en nuestras experiencias
por el valle de lágrimas que en las de la
cumbre del éxito.
29 DE MARZO DE 2014

POR

La adversidad, la angustia, las pruebas, las tribulaciones y los quebrantos


funcionan como lecciones en la escuela de la vida. Nos colocan en posición para
recibir nuevo aprendizaje y entendimiento. Pueden alterar nuestra percepción del
mundo y nuestra visión de Dios, así como llevarnos a cambiar nuestra conducta.
Por supuesto, el Señor es el Maestro por excelencia. Él es Aquel a quien debemos
recurrir para hallarle sentido a cualquier lección relacionada con la adversidad.

Dios permite la adversidad, al menos por tres razones:

NO TARDE EN RESPONDER AL SEÑOR CUANDO ÉL ACTÚE


PARA CAPTAR SU ATENCIÓN.
1. Dios usa la adversidad para captar nuestra atención.

El Señor usa una variedad de métodos para que le prestemos atención cuando
resulta necesario, y la adversidad es uno de ellos. Una de las mejores maneras
que conozco de responder a la adversidad que nos golpea de repente y que,
obviamente, contiene un mensaje que Dios nos quiere comunicar, es leer el
Salmo 25 y apropiarlo como nuestra oración personal:

A ti, oh Jehová, levantaré mi alma. Dios mío, en ti confío; no sea yo


avergonzado, no se alegren de mí mis enemigos. Ciertamente ninguno de
cuantos esperan en ti será confundido; serán avergonzados los que se
rebelan sin causa. Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; enséñame tus
sendas. Encamíname en tu verdad, y enséñame, porque tú eres el Dios de
mi salvación; en ti he esperado todo el día. Acuérdate, oh Jehová, de tus
piedades y de tus misericordias, que son perpetuas. De los pecados de mi
juventud, y de mis rebeliones, no te acuerdes; conforme a tu misericordia
acuérdate de mí, por tu bondad, oh Jehová (vv. 1–7).

No tarde en responder al Señor cuando Él actúe para captar su atención.


Responda de inmediato y con humildad. Oiga lo que Él tenga que decirle.

2. La adversidad nos lleva a examinarnos.

En ocasiones, Dios permite la adversidad para motivarnos a hacer una


introspección. Los vientos de la adversidad soplan llevándose los asuntos
superficiales, y nos obligan a enfrentarnos con las realidades en un nivel más
profundo. Nada tiene la capacidad de conducirnos más cerca a Dios que la
tribulación. Ella nos impide negar la realidad y revela quiénes somos realmente,
así como lo que creemos acerca de Dios, acerca de su deidad y acerca de su
fidelidad.

Necesitamos examinar tanto nuestra fe como nuestros niveles de disciplina.


¿Estamos comprometidos a permanecer firmes en nuestra confianza en Cristo, o
somos desviados del rumbo por cualquier viento adverso que sople en nuestra
dirección? Pablo animó a los corintios a hacer esto: «pruébese cada uno a sí
mismo» (1 Co 11.28). En otras palabras: «Examínese interiormente y descubra
qué le impulsa, qué le motiva y qué le atrae». Si es todo lo demás menos Dios,
entonces no es bueno. Él debe ser su factor motivador en cada situación de la
vida.

Quienes hemos aceptado a Cristo como Salvador somos templo del Espíritu
Santo, y Él quiere que seamos vasos limpios que Él pueda utilizar. No tenemos
razón alguna para dejar que la basura del mundo o nuestros fracasos del pasado
sigan aflorando en nuestra vida. El Señor desea que nos libremos de cualquier
cosa que pueda mantenernos atados interiormente en esclavitud, bien sea en lo
mental, lo emocional, lo psicológico o lo espiritual. Cuando nos volvemos
complacientes y aceptamos las heridas del pasado como si fueran parte de nuestra
identidad, hemos aceptado la perspectiva errónea, la definición errónea y el plan
de acción erróneo. Somos nuevas criaturas en Cristo. No existe un solo punto en
el que debamos estar separados de Él. El Señor nos ha sellado con su Espíritu. Lo
viejo queda atrás, lo nuevo ha llegado. Es precisamente esa novedad de vida lo
que nos da esperanza en tiempos de angustia.
PERMÍTALE A DIOS SACAR A LA SUPERFICIE LA BASURA
INTERNA DE SU VIDA.
3. La lección eficaz conduce a un cambio en la conducta.

Cuando actuamos como Cristo, nuestra identidad verdadera emerge. Los


profesores con frecuencia se proponen objetivos conductistas con sus charlas en
el salón de clase. Estos objetivos denotan de manera concreta y conmensurable
las conductas que el maestro desea que un estudiante exhiba, como prueba de que
ha aprendido la lección. Las lecciones que el Señor nos enseña por medio de la
adversidad son en últimas para ese mismo propósito: un cambio en la conducta,
que incluye un cambio en la creencia que promovió la conducta.

No es suficiente que Dios desee captar nuestra atención ni que saquemos tiempo
para examinar nuestras vidas con veracidad. Debemos permitir libre acceso a su
Espíritu en cada área. Así aprendemos a observar, escuchar y buscar su guía y
dirección. Podemos ver un problema o sentir un arranque de ira y pensar: ¿Cómo
debería responder? Tal vez tomemos la decisión equivocada, digamos algo
indebido o no hagamos caso de lo que sabemos que Él nos está diciendo que
hagamos. A no ser que cambiemos nuestras reacciones y nuestra conducta, nunca
nos beneficiaremos de la adversidad ni creceremos como resultado de ella. Dios
provee un reto, y nosotros tenemos una oportunidad de obedecerlo o
desobedecerlo. La decisión es nuestra, y sus consecuencias también nos
pertenecen.

Jesús vino para soportar las cargas que plagan nuestras vidas. Él nos ayudará a
llevar nuestras cargas a la cruz y lidiar allí con ellas, de una vez y para siempre.
Él siempre lo hace todo para nuestro bien, y sólo Él sabe cómo el dolor abre el
camino hacia la sanidad completa y la restauración espiritual.

Si está dispuesto(a) a permitir que Dios saque a la superficie la basura interna de


su vida, y quiere cambiar lo que necesita ser cambiado, usted saldrá de cada
adversidad más apegado(a) a Cristo, más maduro(a) como su hijo(a), y con
mucho más potencial para reflejar el amor de Dios al mundo que le rodea.

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.


PRINCIPIO DE VIDA 30
El deseo ferviente por el regreso del Señor nos
mantiene viviendo productivamente.
30 DE MARZO DE 2014

POR

A lo largo de las Escrituras encontramos tres amonestaciones para nosotros en


cuanto al regreso del Señor:

Velar fielmente.

Trabajar diligentemente.

Esperar apaciblemente.

1. Debemos velar. El Señor dijo en repetidas ocasiones que debemos velar por su
venida porque no sabemos el día ni la hora de su regreso (Mt 24.42; 25.13).
En Lucas 21.36, Jesús dio esta instrucción específica: «Velad, pues, en todo
tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que
vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre».

Debemos hacer más que orar en tanto que velamos. Debemos estar firmes en la
fe, con valentía y fortaleza (1 Co 16.13). Debemos velar sobriamente,
armándonos de fe, amor y salvación (1 Ts 5.8). Mientras velamos, debemos
mantenernos especialmente alerta a falsos profetas. Hemos de discernir los
espíritus y rechazar de plano a todos aquellos que no confiesan que Jesucristo es
Dios hecho carne (2 P 2.1; 1 Jn 4.1–2).

Jesús le habló a Juan en una visión y le dio esta gran promesa para aquellos que
permanecen vigilantes: «He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que
vela» (Ap 16.15).
NO SABEMOS EL DÍA NI LA HORA DE SU REGRESO.
2. Debemos trabajar. ¿Por qué Jesús después de salvarnos nos deja aquí en la
tierra? ¿Por qué no somos llevados de inmediato a la presencia del Señor apenas
nacemos de nuevo? ¡Porque aún nos queda trabajo por hacer!

En primer lugar, Dios nos llama a ganar almas. Hemos de ser los testigos del
Señor, hablando acerca del amor de Dios y la muerte expiatoria de Jesucristo.
Debemos testificar de lo que Él ha hecho en nuestras propias vidas, tanto con
nuestras palabras como por nuestro ejemplo. Mientras quede una sola alma en la
tierra que no haya escuchado el evangelio de nuestro Señor Jesucristo, ¡tenemos
trabajo que hacer!

Segundo, hemos de crecer espiritualmente, desarrollando una intimidad cada vez


más profunda con el Señor. Ninguno de nosotros vive a la altura de su potencial
espiritual. Todos tenemos la posibilidad de crecer más. En aquellas áreas donde
descubrimos que no somos semejantes a Cristo, debemos trabajar con el Espíritu
para llegar a ser conformados a su semejanza. Nuestras mentes deben ser
renovadas (Ro 12.1). Nuestras heridas internas y nuestras emociones deben ser
sanadas. Debemos crecer en el discernimiento espiritual y en la sabiduría de
Dios. Nuestra fe debe ser fortalecida y usada para que nuestras oraciones y
nuestras acciones contribuyan con más eficacia al reino del Señor.

3. Debemos esperar. Esperar no es fácil. La impaciencia lleva a menudo a la


frustración. Esperar también puede incrementar nuestro temor. Cuanto más tarda
en ocurrir algo que anticipamos, mayor es nuestra preocupación sobre lo que
sucederá, y esto puede degenerar en ansiedad por lo que pudiera suceder. El
temor está tan solo a un paso de distancia.

Los ángeles declararon paz a la tierra en la primera venida de Jesús (Lc 2.14).
Más de trescientas veces en las Escrituras, el Señor dice que no hemos de temer
sino gozar de paz. El profeta Isaías se refirió a Jesús como el Príncipe de paz (Is
9.6). A lo largo de su ministerio, el Señor Jesús declaró paz. A la mujer con el
flujo de sangre le dijo «ve en paz»; al mar tempestuoso lo calmó diciendo «calla,
enmudece»; y a los discípulos les dijo «mi paz os doy». El Señor nos llama a la
paz en tanto que aguardamos su regreso.

Aparte de Jesús, no hay paz, ni dentro de cada corazón humano ni entre los seres
humanos o las naciones. Con Jesús, podemos experimentar paz que rebasa
nuestra capacidad de comprensión y que se arraiga en lo profundo de nuestro ser
(Fil 4.7). Debemos buscar y hallar esta paz mientras aguardamos el regreso del
Señor.

CUANDO EL SEÑOR REGRESE, ¿LE HALLARÁ DESEOSO DE


VERLO?
Cuando el Señor vuelva, ¿le hallará a usted entre aquellos que lo aman y lo
llaman su Salvador y Señor?

Cuando el Señor venga, ¿le encontrará haciendo lo que Él le ha mandado hacer?

Cuando el Señor regrese, ¿le hallará deseoso de verlo?

Cuando el Señor venga, ¿le encontrará preparado(a) para su manifestación


gloriosa?

Cuando el Señor le llame con un grito desde el cielo, ¿se levantará usted al
instante para ir al encuentro con Él?

Cuando el Señor aparezca en las nubes, ¿se regocijará su corazón con sumo gozo
tan grande e inexplicable?

Usted es perfectamente capaz de dar una respuesta afirmativa a estas preguntas.


¿Cómo elegirá responder a los retos del Señor sobre su vida?

La realidad, es que ¡Él viene otra vez!

Extraído de la Biblia Principios de Vida por Charles F. Stanley, © 2010.

Potrebbero piacerti anche