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Introducción………………………………………………………………………….. …………..

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I. Una mirada al proceso interno de investigación……………………………………………………5
II. Estructura del trabajo………………………………………….…………………………….……. 7

1. Conflicto armado, dinámicas y transformaciones………………………………...…….……….…9


1. 1. Aclaración previa de nuestras nociones……………………………….………………….…..9
1. 2. Antecedentes del conflicto armado………………………………………………………….10
1. 3. Los impactos violentos del conflicto armado ………………………………………...….…12
1. 4. El problema de la definición del carácter del conflicto………………………. …………….15
1. 4. 1. El conflicto colombiano en el marco de las guerras contemporáneas…………….....15
1. 5. Las características del conflicto armado colombiano………………………….….……..…18
1. 5. 1. Vive Colombia una guerra civil?.....................................................................… …..21
1. 6. Hacia una perspectiva dinámica y compleja del conflicto armado en Colombia...................23

2. Lo socio-espacio-temporal en los estudios sociales actuales…………………………………….26


2. 1. El espacio como categoría central en la teoría social……………………………………….27
2. 2. El espacio como un producto social: Henri Lefebvre……………………………….………29
2. 3. El aporte de la geografía crítica: David Harvey y Milton Santos………….……….…..…..32
2. 3. 1. La producción del espacio en la sociedad capitalista: David Harvey……..…….…..33
2. 3. 2. El espacio como un sistema de objetos y acciones: Milton Santos………..…….….35
2. 4. La trialéctica del ser, equilibrio histórico-socio-espacial: Edward Soja…………………....38
2. 5. Espacializando las relaciones de género: Doreen Massey………………………………….40
2. 6. La perspectiva espacial en el marco del proyecto general………………………………….42

3. Análisis espaciales del conflicto armado en Colombia: Una mirada teórico-espacial………...…44


3. 1. Estudios sobre espacio y conflicto armado en Colombia: Tendencias de desarrollo…...…..45
3. 2. Análisis de las categorías analíticas y su correspondencia con el debate teórico
espacial contemporáneo……………………………………………………………………..47
3. 2. 1. El conjunto de la producción académica……………………………………………47
3. 2. 2. Los estudios regionales: lo espacial en la escala regional?........................................50
3. 2. 3. Nuevos enfoques espaciales desde nuevas inquietudes temáticas:
lo étnico y el desplazamiento forzado………………………………………………55
3. 2. 4. Las tendencias de la relación entre conflicto armado y espacio…………………….58
3. 2. 5. Algunos trabajos especiales: los estados del arte y sus reflexiones teóricas
sobre lo espacial…………………………………………………………………….. 62
4. Conclusiones…………………………………………………………………………………….69
4. 1. El análisis teórico de los análisis espaciales del conflicto armado Colombiano…………..70
4. 2. La teoría espacial contemporánea y la investigación sobre conflicto armado…………..…72

5. Bibliografía………………………………………………………………………………………76

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INTRODUCCIÓN

Las dinámicas espaciales del conflicto armado en Colombia se expresan de diversas formas.
No solamente en las constantes variaciones de la localización de sus dinámicas más
relevantes, sino también en las variadas relaciones que se establecen entre población, actores
armados y espacio, en los impactos espaciales -materiales e inmateriales- de la guerra, en la
inserción de espacios regionales en la economía globalizada dentro del contexto de guerra, en
la acción violenta de los actores armados y en sus consecuencias sobre las dimensiones
simbólicas y materiales del espacio para individuos y colectivos, entre otros procesos. Estas y
muchas otras, son cuestiones que están al orden del día en la agenda investigativa y exigen
toda nuestra capacidad de análisis e interpretación científica. Además, mientras el conflicto
armado en Colombia, sea el conflicto bélico interno más largo de occidente y siga afectando a
millones de personas, es de esperar que continúe el interés de los investigadores nacionales e
internacionales por analizar sus dinámicas y transformaciones.
Existe un buen número de estudios que se acercan a la cuestión espacial en el conflicto
armado desde diversos enfoques, lo cual pareciera indicar a primera vista que la cuestión ha
sido suficientemente investigada. Sin embargo, una mirada más detallada permite comprobar
que se trata de una falsa impresión, causada en parte, por el desorden informativo pero
sobretodo, por la falta de un desarrollo teórico en relación a lo espacial que sirva de sustento
en las argumentaciones. Al mismo tiempo que se evidencia la necesidad de construir un
diálogo entre los diversos enfoques que bajo ciertos criterios teóricos posibilite la evaluación
de los avances generales del conocimiento en la materia.
Una mirada al conjunto de la producción académica permite afirmar que existe un escaso
diálogo con la bibliografía internacional sobre lo espacial que posibilite la inclusión de
marcos teórico espaciales interpretativos más complejos. En el panorama internacional se ha
producido en los últimos veinte años, especialmente desde la geografía, toda una revolución
frente a la forma de concebir y estudiar el espacio, en sí y en relación al tiempo y a la
sociedad, lo cual ha permitido importantes avances en las teorías y metodologías. Sin
embargo, estos avances en la teoría espacial no han tenido un mayor impacto en la
investigación sobre las dinámicas espaciales del conflicto armado en Colombia.
Una buena parte de los estudios se concentra, sin definir conceptos o marcos teóricos, en
analizar la localización de los actores armados, de sus acciones y de sus estrategias
económicas y políticas, especialmente desde modelos “economicistas” de localización. En

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estos trabajos las categorías espaciales aparecen “espontáneamente” y desconectadas de sus
implicaciones teóricas y prácticas.
Dentro de los análisis regionales del conflicto armado, si bien la mayoría de los trabajos
siguen privilegiando una perspectiva historicista que no le otorga mayor importancia analítica
al espacio, algunos estudios si logran avances importantes en reconocer el espacio, en este
caso bajo la noción de región, como una construcción social, lo que posibilita análisis más
complejos sobre la forma como el conflicto armado construye las regiones. Sin embargo estos
trabajos, vistos desde la teoría espacial contemporánea, presentan otro tipo de falencias
teóricas.
Una serie de trabajos introduce una mirada antropológica que ponen el acento en los aspectos
identitarios y simbólicos del espacio, teniendo el mérito de analizar y hacer visibles aspectos
inmateriales del espacio antes olvidados. Sin embargo, buena parte de estos estudios en tanto
que no parten de marcos teóricos que reconocen el carácter híbrido del espacio -inmaterial-
material- fraccionan teóricamente lo espacial y limitan por esa vía las posibilidades
interpretativas del enfoque que proponen.
En un sentido parecido, una serie de trabajos plantea interpretaciones sobre las tendencias
nacionales más características del conflicto en relación con sus dinámicas espaciales, lo que
los lleva a proponer términos como los de “territorialización” o “desterritorialización” de la
guerra. Se trata igualmente de propuestas con un gran déficit teórico frente a lo espacial, que
cuestiona el sustento de sus argumentaciones y que fragmenta la perspectiva espacial, ya que
impide ver los procesos que sugieren algunos de estos autores desde una mirada conjunta e
integral.
Teniendo en cuenta estos problemas teóricos con los que cuenta la investigación sobre
espacio y conflicto armado en Colombia es que tiene sentido detenernos y permitirnos la
posibilidad de revisar críticamente y con profundidad la forma como se ha venido
interpretando lo espacial en relación con el conflicto armado. Esto con el fin de poder
identificar los avances en la producción académica, cuestionarnos conceptos y perspectivas
para revisar los enfoques o seguir por otros nuevos, tal vez más fructíferos. Es en este marco
que se ubica el trabajo que aquí presentamos.
Consideramos que interpretar realidades complejas requiere de esfuerzos conceptuales
complejos. Las múltiples y complejas dinámicas espaciales de la guerra exigen para su
análisis categorías capaces de asumir esa complejidad. En este sentido, el potencial analítico e
interpretativo que contiene la teoría espacial contemporánea puede ofrecer grandes aportes
para avanzar hacia un pensamiento geográfico más complejo en la investigación sobre
conflicto armado en Colombia. Un pensamiento geográfico complejo del conflicto armado

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que pueda plantear análisis e interpretaciones, que si bien por motivos metodológicos se
enfoquen en dinámicas muy bien delimitadas, sean capaces de integrar los diferentes aspectos,
factores, relaciones, escalas y dimensiones de lo espacial en la guerra dentro de un marco
interactivo. Un pensamiento geográfico que permita superar ciertos dualismos, de si la guerra
es por el territorio o por la población o por los recursos económicos, de si la guerra se
territorializa o se desterritorializa; un pensamiento geográfico complejo que incluya de
manera congruente las dimensiones materiales y simbólicas de lo espacial, en fin, que brinde
las herramientas conceptuales necesarias para analizar conjuntamente estas dinámicas
múltiples en constante transformación, desde sus variaciones espaciales, históricas y
sociológicas. En definitiva, que permitan análisis trialécticos que vinculen de manera
intregada las nociones de espacio-tiempo-sociedad.

I. Una mirada al proceso interno de investigación

El proyecto inicial pretendía, a partir de una mirada crítica a los estudios regionales, construir
un marco teórico espacial que tuviera en cuenta los avances conceptuales contemporáneos de
la geografía, con el cual realizar un estudio de una región específica: Urabá. Esta idea inicial
tuvo que ser transformada y delimitada. Primero, porque a medida que profundizamos
nuestros conocimientos sobre lo teórico espacial entendimos que una investigación de ese
corte necesitaría mucho más tiempo y recursos; segundo, porque la visita a la región que se
realizó a comienzos de 2007 no constituía un trabajo de campo sobre el cual poder sustentar
una investigación con las herramientas teóricas con las que pretendíamos trabajar.
Se decidió entonces no hacer el estudio regional y centrarnos en la primera parte del trabajo,
que ya era una tarea grande. La revisión de parte de la bibliografía sobre análisis espaciales
del conflicto y los conocimientos que teníamos en aquel momento de la teoría espacial
contemporánea mostraba que allí había cuestiones por debatir y que la literatura sobre
conflicto podría enriquecerse si dialogaba con la teoría espacial. Entendimos que el análisis
teórico crítico de lo espacial en relación con el conflicto armado en Colombia tenia sentido y
podría ser un trabajo interesante.
Esta idea debió ser transformado en dos preguntas de investigación viables y mutuamente
relacionadas: cómo se interpreta la cuestión espacial en la producción académica sobre
espacio y conflicto armado en Colombia y cuál es su correspondencia con el desarrollo del
debate teórico espacial contemporáneo? Los conocimientos iniciales permitían plantear una
hipótesis general de que existían diferentes formas de interpretar lo espacial en relación con el
conflicto armado en Colombia y que estas contaban con una serie de “falencias teóricas”

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frente a lo teórico-espacial, especialmente porque privilegiaban una dimensión geofísica del
espacio. Sin embargo, nuestros conocimientos previos no posibilitaban avanzar hacia
hipótesis más concretas sobre las características más destacadas de estas falencias. Dos
preguntas cabían en ese momento: ¿Cuáles y qué tipo de falencias teóricas son las más
sobresalientes? Y ¿Cómo podíamos evaluarlas? Es decir, ¿Desde qué elementos teóricos
podíamos revisar esas múltiples formas de cómo se interpreta lo espacial en relación con el
conflicto armado?
Para poder avanzar en nuestro trabajo evidenciamos que era necesario en primer lugar,
construir un criterio que permitiera un “lenguaje” desde el cual interpelar a los estudios
espaciales del conflicto armado, en cuanto a sus formas de concebir e interpretar lo espacial.
Debimos entonces profundizar nuestros conocimientos sobre la teoría espacial y sus
principales debates para acercarnos especialmente a algunas de las principales teorías
espaciales contemporáneas. Desde allí fue posible construir lo que denominamos como
“elementos centrales de la teoría espacial contemporánea”, elementos que definimos como
nuestros criterios para revisar los estudios espaciales del conflicto armado.
Profundizar nuestros conocimientos sobre la teoría espacial contemporánea igualmente
fortaleció ya en ese momento una hipótesis implícita de este trabajo: la teoría espacial ofrece
múltiples categorías analíticas que pueden fortalecer la investigación sobre las dinámicas
espaciales del conflicto armado. Sin embargo, fue preciso adelantar el análisis concreto de
nuestra investigación para que esta hipótesis tomara forma. Establecido el criterio que nos
permitía analizar críticamente los estudios sobre espacio y conflicto armado solo restaba hacer
el análisis, pero para ello antes fue necesario delimitar la bibliografía con la que
trabajaríamos.
En casi todos los trabajos sobre conflicto armado en Colombia es posible encontrar mayores o
menores referencias a sus dinámicas espaciales, por lo que contábamos con una bibliografía
inmensa, ante la cual fue necesario un criterio de selección que permitiera delimitar la
producción académica con la que queríamos trabajar. Para ello se tuvieron en cuenta
básicamente dos criterios que buscaban acceder a la bibliografía más específica sobre el tema:
a) se seleccionó la producción académica que concretamente tenía como objetivo desarrollar
análisis espaciales del conflicto armado; b) frente a algunos trabajos que en principio no
tenían ese objetivo como central pero que en uno de sus capítulos lo desarrollaban se incluyó
la parte correspondiente.
Con el criterio de análisis definido (elementos centrales de la teoría espacial contemporánea)
y la bibliografía seleccionada, pudimos finalmente avanzar en nuestra tarea central: el análisis
detallado de las formas cómo se interpreta lo espacial en los estudios sobre espacio y conflicto

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armado en Colombia y su correspondencia con la teoría espacial contemporánea. En el
desarrollo de este análisis encontramos otra dificultad, buena parte de la producción
académica no definía claramente los conceptos espaciales que utilizaba por lo que debimos
poner mucha atención a las referencias que hacían sobre categorías espaciales encontradas en
los trabajos académicos y desde allí, identificar la forma cómo se interpretaba lo espacial y su
correspondencia con la literatura contemporánea sobre espacio.
Logramos entonces luego de la revisión de la bibliografía seleccionada bajo la perspectiva de
la teoría espacial contemporánea avanzar en dos direcciones: a) identificar algunos grupos que
marcan ciertas tendencias interpretativas generales y b) identificar y criticar con profundidad
las principales falencias teóricas respecto a la forma cómo se interpreta lo espacial en relación
con el conflicto armado. Igualmente fue posible avanzar muy claramente en nuestra hipótesis
implícita, para poder establecer cuáles pueden ser los aportes que el potencial analítico e
interpretativo de la teoría espacial contemporánea le puede hacer a la investigación sobre
conflicto armado en Colombia.

II. Estructura del trabajo

La presentación de la investigación que ponemos a disposición busca exponer de forma


asequible y clara para el lector, tanto el “camino” recorrido en esta investigación, como los
resultados y conclusiones obtenidas. Para ello hemos dividido el trabajo en cuatro capítulos.
En el primer capítulo tiene como objetivo presentar algunos antecedentes del conflicto
armado en Colombia, especialmente para aquello lectores no cercanos al tema, y discutir
ciertas definiciones de sus características para avanzar hacia una propuesta de definición
básica, que más allá de sus elementos jurídicos y políticos, permita entender el conflicto
armado como un proceso social dinámico y complejo. Se trata de buscar una definición básica
del conflicto armado que sea compatible para poder abordar el análisis de sus dinámicas
espaciales en el marco de la teoría espacial contemporánea.
El segundo capítulo introduce al lector a la discusión de las últimas décadas sobre la cuestión
espacial. Su parte central se dedica a presentar las ideas centrales de los autores más
representativos (Lefebvre, Harvey, Soja, Santos y Massey), a partir de las cuales se establece
lo que denominamos como los elementos centrales de la teoría espacial contemporánea,
elementos que servirán como criterio desde el cual analizar los estudios espaciales del
conflicto armado.
El tercer capítulo tiene como objetivo presentar el desarrollo del núcleo central de la
investigación, esto es, el análisis detallado de las formas como se interpreta lo espacial en las

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investigaciones sobre conflicto armado en Colombia y su correspondencia con la teoría
espacial contemporánea. Para ello divide la exposición de la siguiente manera. En primer
lugar, presenta de manera descriptiva una serie de grupos que señalan el desarrollo de ciertas
tendencias generales en la forma como se interpreta el espacio. Sobre cada uno de estos
grupos de desarrolla con profundidad el análisis propuesto así: a) comentarios sobre la
producción en conjunto; b) Análisis regionales; c) Enfoques antropológicos espaciales desde
lo étnico y el desplazamiento forzado; d) Interpretaciones de carácter nacional de las
tendencias espaciales del conflicto armado y, e) Estados del arte.
El trabajo cierra con un conjunto de conclusiones de investigación que a modo de
aproximaciones finales pretenden ser el inició de una crítica constructiva que derive en un
enriquecimiento de la teoría social crítica contemporánea. Estas conclusiones se dividen en
dos partes. En la primera se exponen las conclusiones centrales del análisis teórico de los
estudios sobre lo espacial en el conflicto armado colombiano y en la segunda, se presenta una
reflexión sobre los aportes que la teoría espacial contemporánea a la investigación sobre
conflicto armado en Colombia.

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1. Conflicto armado, dinámicas y transformaciones

“Este eje (el de la guerra) es el que le da sentido de permanencia y continuidad


al conjunto histórico que llamamos Colombia, en tanto que define e integra territorios y regiones;
en tanto es el patrón que guía poblamientos, procesos de urbanización y de movilidad social;
en tanto contribuye a proveer identidades y diferencias, modos de acción y de comportamiento sociales e
individuales
y ha dejado sus huellas y sus marcas tanto en las memorias e imaginarios colectivos
como en las instituciones jurídicas y constitucionales que nos rigen” (Uribe 1999: 25).

Colombia vive un conflicto armado que se ha prolongado, transformado y complejizado a lo


largo de más de cuatro décadas. El tema del conflicto armado en Colombia es particularmente
complejo tanto por la diversidad de actores, intereses y estrategias que entran en juego, como
por las transformaciones y diferencias regionales que ha adquirido. Existe un extenso número
de estudios que abordan el tema del conflicto armado, dando cuenta de las dinámicas en los
diferentes periodos y contextos. Estos estudios provienen de diversas disciplinas y reflejan
diferentes estilos interpretativos y enfoques disciplinarios. Nuestra intención en este capítulo
no será resumir la extensa literatura sobre el tema, perseguimos básicamente dos objetivos: en
primer lugar presentar algunos antecedentes generales del conflicto armado interno en
Colombia, especialmente para aquellos lectores no cercanos al tema y, en segundo lugar,
discutir ciertos elementos de la definición de sus características para avanzar hacia una
propuesta de definición básica, que más allá de sus elementos jurídicos y políticos, nos
permita entender el conflicto armado como un proceso social dinámico y complejo. Esta
definición básica del conflicto armado, que busca superar ciertos conceptos rígidos y binarios,
es necesaria para poder abordar el análisis de sus dinámicas espaciales en el marco de la teoría
espacial contemporánea. Esta definición nos permitirá en los siguientes capítulos abordar el
análisis crítico del problema central que nos ocupa en este trabajo: las formas de
interpretación de lo espacial en el marco de los estudios sobre conflicto armado en Colombia.

1. 1. Aclaración previa de nuestras nociones

Sin duda la noción más común es la de conflicto armado interno, en cuanto refleja una
definición de carácter internacional para los conflictos que se desarrollan entre fronteras y
actores nacionales. De acuerdo al Derecho Internacional Humanitario se entiende por
“conflicto armado” el enfrentamiento continuo entre dos o más partes que recurren a la fuerza
para dirimir la controversia suscitada por la oposición entre sus voluntades, intereses o puntos

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de vista. El conflicto armado interno es una situación bélica que ocurre dentro del territorio de
un Estado, entre sus fuerzas armadas y fuerzas armadas disidentes organizadas, bajo la
dirección de un mando responsable que ejerce sobre una parte del territorio un control tal que
les permite realizar operaciones militares sostenidas y concertadas. Es claro entonces que en
Colombia se vive un conflicto armado interno.
Colombia igualmente vive una guerra, aunque la mayoría de los gobiernos no han estado
interesados en aceptarlo por distintas razones, como que implica reconocer cierta gravedad de
la situación o un determinado estatus de igualdad entre las Fuerzas Armadas estatales y los
grupos insurgentes. Sin embargo si entendemos de una manera genérica como Derriennic
(2001: 13) que “la guerra es un conflicto violento entre grupos organizados” tendríamos que
reconocer que el conflicto en Colombia es igualmente una guerra. Teniendo estas definiciones
en cuenta en este trabajo utilizaremos tanto el término de conflicto armado como el de guerra
para referirse a la situación en Colombia.
Frente a las causas y características propias del conflicto armado, pese a que esto será tratado
con detalle más adelante, queremos anticipar que nuestro trabajo toma el concepto del CINEP
según el cual dentro de una mirada histórica y compleja el conflicto colombiano es la
“expresión de la disputa económica, social y política de dos modelos de desarrollo rural
contradictorios y mutuamente excluyentes, resultado de la alianza de los intereses entre
actores sociales rurales y actores armados y de la interacción entre causas estructurales de la
violencia y acciones colectivas violentas que se refuerzan mutuamente” (Gonzáles, Bolívar y
Vásquez 2003: 43).

1. 2. Antecedentes del conflicto armado

El origen del conflicto armado tiene como contexto las luchas agrarias y enfrentamientos
bipartidistas que se presentaron en Colombia a mediados del siglo XX, en un contexto
internacional marcado por el auge de guerrillas revolucionarias en América Latina, las luchas
de liberación nacional en Asía y África, los avances del campo socialista y la influencia de la
revolución cubana (Zuluaga 2004). El conflicto armado en Colombia tiene raíces ideológicas
y sociales. Las dos guerrillas existentes en la actualidad, aunque con origen diverso, surgieron
en los años sesentas. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias, Ejercito del Pueblo (FARC –
EP), nacen de un movimiento campesino de autodefensa de la región central del país, dentro
de la estrategia del Partido Comunista de conquista del poder por medio de la combinación de
todas las formas de lucha (Pizarro 2004, Zuluaga 2002). El Ejército de Liberación Nacional

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(ELN), “típica guerrilla pro-guevarista” (Pizarro 2004: 100) cercana al movimiento estudiantil
y al sindicalismo aparece en el nororiente del país en 1965.
En Colombia estos movimientos insurgentes fueron durante muchos años marginales y no
representaron mayor amenaza para el Estado, así subsistieron a “la marginalidad política y a
los reveses militares” pero a diferencia de la mayoría de países latinoamericanos en donde las
guerrillas insurgentes declinaban, en Colombia algunas de las guerrillas subsistentes entraron
en los años ochentas en un proceso de fortalecimiento y expansión (Zuluaga 2002: 340).
Diferentes estudios muestran el proceso de crecimiento de las guerrillas desde finales de los
ochentas y a lo largo de la década del noventa. Las guerrillas pasaron de zonas de
colonización o “nichos” hacia zonas en proceso de integración e incluso avanzaron a los
centros urbanos (Echandía 1999, Gonzáles, Bolívar y Vásquez 2003). En un constante proceso
de escalamiento de la guerra se intenta en diferentes momentos adelantar negociaciones de
paz, fruto de esas negociaciones varios movimientos entregan las armadas en los ochentas,
pero las FARC y el ELN no logran concretar avances significativos en los procesos de
negociación.
La expansión y fortalecimiento de las guerrillas debe ser interpretada de forma conjunta con
otros dos procesos que transforman el conflicto armado desde finales de la década del ochenta,
me refiero al surgimiento, expansión y consolidación del paramilitarismo y del fenómeno del
narcotráfico, que transforman la lógica y geografía del conflicto en el marco de una creciente
intervención de los Estados Unidos dentro de la lucha contra el narcotráfico y más
recientemente contra el terrorismo. Los paramilitares con el apoyo de narcotraficantes,
sectores de los militares y elites económicas aparecen inicialmente en el magdalena medio y
en el Urabá Norte desde donde logran extenderse hacia mediados de los noventa a gran parte
del país y controlar buen número de los cascos urbanos. El accionar de los paramilitares se
caracteriza por un marcado uso de la violencia en contra de la población civil, masacres,
asesinatos selectivos y amenazas se convierten en algo usual dentro de la violencia
paramilitar.
La entrada de nuevos actores e intereses le imprimen un nuevo carácter al conflicto armado,
transforma el clásico enfrentamiento bipolar entre un actor insurgente y el Estado, por una
confrontación “multipolar y difusa” (Pizarro 2004) y esto contribuye inmensamente a la
degradación de las lógicas de acción de los actores armados. Estas dinámicas determinan una
marcada tendencia a privilegiar la dimensión militar, sobre la política y social, y la necesidad
de fortalecer las finanzas que permitan sostener en el largo plazo la lógica militar que se
impone (Echandía 1999, Gonzáles, Bolívar y Vásquez 2003; Pizarro 1991; Sánchez 2004;
Zuluaga 2002).

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Se entra en un proceso de interacción violenta que favorece el proceso de degradación de las
formas de violencia generando un “juego de espejos” en las lógicas de acción militar de los
actores armados, en donde la acción violenta de un actor desencadena la correspondiente
acción violenta de su contrario, proceso evidenciable en el caso de los secuestros y las
masacres (Gonzáles, Bolívar y Vásquez 2003: 71-72). Esta situación se agrava si tenemos en
cuenta, como afirma González, que el conflicto en Colombia “se caracteriza por ser una
“guerra por tercero interpuesto”, donde los adversarios no se enfrentan directamente entre sí
sino que golpean a las bases sociales, reales o supuestas, del enemigo (González 2002: 40).
Estos elementos determinan entonces un agravamiento del conflicto armado y desencadenan
una grave crisis humanitaria.
En los últimos años, luego de que fracasaron las negociaciones entre las FARC-EP y el
gobierno de Andrés Pastrana, con el gobierno de Álvaro Uribe y bajo la denominada “política
de seguridad democrática” han cambiado varias circunstancias del conflicto. Por un lado el
gobierno inicio un cuestionado proceso de negociación con los grupos paramilitares que ha
dado paso a la desmovilización de miembros de estos grupos. Esta desmovilización pareciera
indicar no el final del paramilitarismo sino el paso a otra fase distinta que aún no es posible
determinar. Adicionalmente gran número de los no desmovilizados o de los integrantes de
otros grupos han conformado las denominadas “águilas negras”. Por otro lado, la opción de
solución del conflicto con las guerrillas por la vía militar ha llevado al Estado ha fortalecerse
militarmente, lo que ha permitido propinarle golpes importantes a los grupos insurgentes. Si
bien en el momento actual, especialmente la prensa oficialista, anuncia “el final del final” de
las guerrillas, la situación es incierta. La guerrilla seguramente se encuentra golpeada
militarmente, pero de eso no es posible afirmar que la victoria militar se encuentra cercana. En
el corto plazo se prevé que la guerra se intensificará y seguirá afectando las vidas de muchos
seres humanos hasta que sea posible encontrar una salida política negociada al conflicto.

1. 3. Los impactos violentos del conflicto armado

Si bien se encuentran diferencias entre las distintas estadísticas, todas coinciden en que a partir
de finales de los ochentas la gravedad del conflicto armado se intensifica. Desde esta época se
presenta un incremento constante en las cifras de homicidios que alcanza sus picos mayores a
finales de los noventas y primeros años del nuevo siglo. En la gráfica 1 se observa el número
de homicidios por año de 1986 a 2005. Es posible ver que en toda la década del noventa se
presentaron no menos de 23.000 homicidios por año y que el año más violento según estos

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indicadores fue el 2002 con 28.837 homicidios. Tomando las cifras de la Policía Nacional1 la
década del noventa en Colombia presenta una tasa de homicidios de alrededor del 70 por
100.000 habitantes y en algunos años superior, una tasa excepcionalmente alta y una de las
más altas del mundo. Para el año 1995 la tasa de homicidios por 100 mil habitantes fue de 4,6
en Francia, 8 en Estados Unidos, 11,5 en Perú, 20 en México y 24 en Brasil (Sánchez 2001).
Si bien el número de homicidios según la fuente citada disminuye a partir del 2002, recientes
informaciones sobre el número de cuerpos desenterrados de fosas comunes víctimas de los
paramilitares, parecen desvirtuar las estadísticas de los últimos años2.

Gráfica Número 1.
Número de homicidios 1986-2005

35.000

30.000

25.000

20.000

15.000

10.000

5.000

0
1986

1987

1988

1989

1990

1991

1992

1993

1994

1995

1996

1997

1998

1999

2000

2001

2002

2003

2004

Años 2005

Fuente: Policía Nacional de Colombia. Reporte del crimen 2005

Según estimaciones del Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (CERAC) y el


Small Arms Survey desde 1979 la violencia ha cobrado la vida de más de 475.000 civiles y
combatientes. De acuerdo con el Banco de Datos sobre Derechos Humanos y Violencia
Política3 entre 1990 y 2003 se presentaron 15.013 ejecuciones extrajudiciales y homicidios
intencionales de personas protegidas cometidas por agentes estatales y paraestatales; 19.668

1
Las cifras registradas por la Policía Nacional son consideradas por los estudiosos del fenómeno como las que
presentan el mayor subregistro de la situación debido a que se basan solamente en los informes oficiales de
instituciones del Estado.
2
Diario El Tiempo 02.10.2006: “Hallazgo de víctimas en fosas comunes modificará las estadísticas sobre
homicidios”. El Tiempo, el principal periódico del país, informa que en los dos últimos años se han
desenterrado 960 cadáveres de víctimas que modificarán las estadísticas de homicidios que se tenían de estos
años. Informa igualmente que la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía “tiene noticias más o menos seguras
sobre el paradero de otros 4 mil cadáveres”.
3
El Banco de Datos sobre Derechos Humanos y Violencia Política es un sistema de registro de las diferentes
manifestaciones de la violencia en Colombia existente desde 1987 y bajo la responsabilidad conjunta del Centro
de Investigación y Educación Popular –CINEP- y la Comisión Intercongregacional de Justicia y Paz -JUSTICIA
Y PAZ- , tuvo su origen a finales de 1987. Es un sistema que se preocupa por registrar de una forma compleja
los diferentes géneros de violencias que se desarrollan en Colombia.

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asesinatos por móviles políticos o de intolerancia social sin autor identificado; 2.753
desapariciones forzadas; y 19.219 muertes en acciones bélicas.
Otro fenómeno representativo de la intensificación del conflicto en Colombia desde finales de
1980 son los más de 3 millones de personas desplazados4 que ha dejado desde entonces,
convirtiendo a Colombia en el segundo país en el mundo con mayor número de desplazados
internos luego de Sudán. Estas cifras evidencian la intensificación de la guerra en Colombia,
pero la guerra no solo se intensifica si no que también se degrada y las acciones de los actores
armados asumen formas de terror y crueldad, que sólo recientemente han venido siendo objeto
de estudio por los investigadores (Blair 2004b; Lair 1999, 2003; Pécaut 1997, 1999). Prácticas
como las masacres, con desmembramientos de los cuerpos de las víctimas, decapitaciones y
exhibición de cuerpos se constituyeron a partir de los noventa en prácticas frecuentes. Según
los datos procesados por el Observatorio de Derechos Humanos de la Vicepresidencia de la
República entre 1997 y 2002 se presentaron 930 masacres que arrogaron un saldo de 5.285
muertes.
Este contexto marca entonces un conflicto armado interno que se ha complejizado,
intensificado y degradado. El conflicto que vive Colombia se ha complejizado por el aumento
en el número de actores e intereses comprometidos y por las fragmentaciones y alianzas que
se producen entre estos; se ha intensificado por la cantidad y recurrencia de las acciones
armadas, por el incremento en el pie de fuerza de todos los actores armados y por el
fortalecimiento de las lógicas militares sobre las políticas y sociales; y se ha degradado por la
violación constante del Derecho Internacional de los Derechos Humanos (DIH) por parte de
todos los actores armados, por el empleo sistemático de la violencia contra la población civil y
por el uso de masacres, torturas, desapariciones y desplazamientos como formas de presión
contra la población. Si bien estos elementos se repiten en la literatura especializada (Cubides,
Olaya y Ortiz 1997; Cudibes 2004a, 2004b; Bejarano, Echandía, Escobedo y León 1997;
Echandía 1999; Lair 1999, 2003, 2004; Medina 1994; Pécaut 2001; Pizarro 2002; Reyes 1991,
1994, 1997, Romero 2003, Zuluaga 2004), los analistas no logran ponerse de acuerdo sobre la
naturaleza del conflicto que vive Colombia y al respecto se han generado intensos debates.

4
La Consultaría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento Forzado, Codhes,

14
1. 4. El problema de la definición del carácter del conflicto

El asunto de la definición de la naturaleza del conflicto que vive Colombia no es un tema


menor, este tiene importantes implicaciones políticas, estratégicas e ideológicas y ha sido
objeto de fuertes discusiones, tanto en la esfera política como en la académica, planteándose
propuestas de definición desde diversas perspectivas. Desde posiciones que argumentan a
favor de la existencia de una guerra civil (Ramírez 2002), pasando por planteamientos que
plantean un concepto de guerra contra la sociedad (Pécaut 2001), o propuestas que afirman
que Colombia constituye “la guerra civil más larga y más brutal del hemisferio occidental”
(Szulc 20005), y hasta incluso el planteamiento del gobierno actual de Álvaro Uribe según el
cual en Colombia no hay un conflicto, ni una guerra, sino una “amenaza terrorista” muy en la
línea del discurso de la “guerra contra el terrorismo” de Estados Unidos. El tema de la
definición no es sólo entonces una cuestión de semántica, sino que tiene importantes
implicaciones políticas. Según Posada “cualquier concepto que se seleccione estaría
definiendo la naturaleza del conflicto y condicionando así la gama de posibilidades para
enfrentar su solución” (Posada 2001: 3), igualmente la forma como se entienda la naturaleza
del conflicto armado en Colombia determina la forma de interpretar las dinámicas espaciales
relacionadas con este.

1. 4. 1. El conflicto colombiano en el marco de las guerras contemporáneas

Hemos decidido ofrecer una primera mirada al conflicto armado en Colombia presentando un
análisis dentro del marco de las guerras contemporáneas y los planteamientos teóricos que se
han desarrollado para su interpretación. Pizarro (2002) luego de realizar un análisis
comparado con los conflictos que presenta el mundo desde el final de la Guerra Fría en 1989
concluye que el conflicto en Colombia es una “ave rara” dentro del contexto de conflictos
armados contemporáneos en donde predominan las disputas interétnicas, religiosas o de
secesión, lo que determina en alguna medida la dificultad de los analistas para caracterizar el
conflicto colombiano, en el que se mezclan diversos tipos de violencia (Pizarro 2002: 166).
Una mirada a los datos en torno a las guerras en el mundo nos da una primera ubicación del
conflicto colombiano.
En primer lugar en el panorama internacional de conflictos armados contemporáneos se
evidencia una tendencia a su reducción, de 47 que existían en 1989 se registran 32 en el 2006.
Según la misma fuente la región que ha presentado menos conflictos armados para el periodo

5
Ver: El Clarín. http://www.clarin.com/diario/2000/09/07/o-02701.htm Acceso: 11.10.2007.

15
1989-2000 ha sido América Latina. El panorama también se caracteriza por una tendencia en
la reducción del peso relativo de los conflictos interestatales en relación con los conflictos
internos, los conflictos domésticos han constituido más del 80% de las guerras y sus víctimas
en este periodo según Pizarro, por ello el acentuado interés por los conflictos internos luego de
la caída del muro de Berlín (Pizarro 2002: 165).
El mismo autor destaca que luego de 1989 la mayoría de soluciones a los conflictos armados
ha venido del resultado de procesos de paz y no del triunfo militar de uno de los polos en
conflicto, 22 conflictos terminaron entre 1989 y 2000 en acuerdos de paz, mientras que entre
1945 y 1989 se presentaron 22 victorias de uno de los polos, 34 ceses al fuego y 33 conflictos
continuaron su desarrollo más allá de 1989 (Pizarro 2002: 166). Sin embargo, esta tendencia
hacia las salidas negociadas luego de 1989 hay que mirarla con detenimiento, ya que la
mayoría de los conflictos armados que se mantenían luego del 2000 se caracterizan por ser
“conflictos crónicos”, dentro de las 24 confrontaciones armadas más agudas, 17 habían
iniciado antes de 1989. Pizarro plantea que la continuidad de estos conflictos internos se debe
a “el peso de los enfrentamientos crónicos” (Fearon y Laitin6) los cuales son más difíciles de
solucionar debido a la “socialización de la violencia” como una forma normal de resolución
de las controversias (Pizarro 2002: 166). El conflicto colombiano se ubicaría dentro de este
tipo de confrontaciones.
La “naturaleza perenne” (Marchal y Messiant 2004: 20-22) de estos conflictos y la aparición
de nuevos que no pueden ya enmarcarse dentro del enfrentamiento bipolar ha llevado a los
analistas internacionales ha preocuparse por dar cuenta de las características de estos
conflictos de donde han surgido tres corrientes explicativas: a) la de Kaplan o Enzensberger7,
según la cual entre las causas de los conflictos violentos sobresalen “las nuevas pandemias, el
fundamentalismo y la violencia comunitaria”; b) la segunda corriente, conocida a través de los
trabajos de Collier8, plantea desde un análisis económico “la depredación por parte de los
rebeldes” como factor explicativo central de los conflictos armados; c) la tercera corriente, y
una de las más influyentes, representada por los trabajos de Mary Kaldor9, propone una
diferencia cualitativa entre viejas y nuevas guerras (posteriores a la caída del bloque
socialista), las cuales serian propias de la era de la globalización (Ver cuadro 1).

6
Fearon, James y Laitin, David (2000): Ethninity, insurgency, and civil war. Documento presentado en:
Laboratory in Comparative ethnic processes, Duke University.
7
Kaplan, Robert con “The Coming Anarchy” (2000) y Enzenberg, Hans con “Die grosse Wanderung“ (1993).
8
Collier, Paul (2001): Causas económicas de las guerras civiles y sus implicaciones para el diseño de políticas.
9
Kaldor, Mary (2001): Las nuevas guerras.

16
Cuadro 1. Viejas y nuevas guerras

Objetivos Métodos de lucha Financiación


Viejas - Objetivo político - Enfrentamientos entre unidades de - Centralizada, totalizante,
guerras definible dos bandos opuestos centralizado y autárquico.
- Geopolíticos o - La mayoría de las personas
ideológicos son involucradas en el esfuerzo
bélico.
Nuevas - Política de - Violencia contra la población civil. - Ilegalidad, saqueo, pillaje
guerras identidades: - Fronteras borrosas: guerra, crimen interno y ayuda externa.
reivindicación del poder organizado y violaciones a los - Economía de guerra
basada en identidades derechos humanos. globalizada.
aparentemente - Entrecruzamiento de insurgentes,
tradicionales: nación, paramilitares, "señores de la guerra",
tribu o religión. grupos criminales, policías,
mercenarios y ejércitos.

Estas corrientes sin embargo han sido objeto de variadas críticas, tanto desde el debate sobre
la definición del conflicto colombiano, como desde el ámbito del debate teórico internacional
de las guerras10. Las críticas generales plantean que no es posible trazar una clara línea
divisoria entre nuevas y viejas guerras. Kalyvas (2001b) luego de una rigurosa revisión
histórica y un número ilustrativo de ejemplos muestra como la violencia contra la población
civil, el cruce entre las acciones privadas y públicas, las fronteras borrosas entre lo insurgente,
lo criminal y lo mercenario son características que encontramos igualmente en las guerras del
pasado, por lo que concluye que es necesario matizar la distinción tajante que plantean los
teóricos de las nuevas guerras.
Pécaut por su parte critica el planteamiento de que estas supuestas nuevas guerras tiendan a
presentar “grandes similitudes entre sí”, este autor subraya la heterogeneidad de estos
conflictos, diversidad que igualmente existía en el marco de la guerra fría, en la que la
confrontación bipolar ofrecía un “imaginario político en términos de amigo-enemigo” que
favorecía una “generalización ideológica” independiente de las circunstancias concretas que se
presentaran internamente. Para Pécaut lo que pasa con el fin de la guerra fría es que esta
heterogeneidad de los conflictos ha pasado a primer plano (2004a: 24-25).
Estas corrientes han influenciado sin duda algunos de los análisis en Colombia, especialmente
las propuestas de Kaldor y Collier. Ramírez plantea que el conflicto colombiano se ajusta a las

10
Para la crítica general véase Marchal y Messiant (2004) y Kalyvas (2001a; 2001b); para la crítica desde el
debate colombiano Ramírez (2002); Pécaut (2004a) y Pizarro (2004).

17
proposiciones expuestas por Kaldor en tres aspectos: a) sus múltiples repercusiones
transnacionales pese a la condición de locales; b) su forzosa incursión en el contexto de
globalización; c) el desdibujamiento de las fronteras y distinciones entre la violencia política,
el crimen organizado y las violaciones a gran escala de los Derechos Humanos. En cuanto a
las proposiciones de Collier, Ramírez plantea que se ajustan en cuanto que las “condiciones
objetivas de descontento social” no llevan por sí solas a la guerra civil, sino que es necesario
que las organizaciones rebeldes logren una “viabilidad financiera” (Ramírez 2002: 158).
Pécaut, rescata de las nuevas guerras para el caso colombiano la atención que ponen en la
concentración de la violencia contra la población y la reducción de los enfrentamientos entre
unidades militares.
Pizarro advierte sin embargo que es necesario cuestionar la centralidad que se le otorga a estas
características derivadas del debate de las “nuevas guerras”, en tanto que se tratan de
dimensiones que ha adquirido el conflicto, de las cuales no es posible derivar su definición.
Por ejemplo, Pizarro reconoce, que el tráfico de drogas es un elemento importante de la
financiación de los actores armados, sin embargo plantea que poner demasiado acento en la
financiación del conflicto armado por medio del tráfico de drogas, criminaliza a la guerrilla,
desconoce las motivaciones políticas de la insurgencia, “despolitiza el conflicto” y dificultad
las posibilidades de una salida política negociada (2004: 70-71). Según Pizarro en estas
perspectivas “uno de los rasgos del conflicto es tomado como la totalidad del fenómeno” y
esto tiene importantes consecuencias prácticas y teóricas. Esta breve ubicación del conflicto
colombiano dentro de la discusión académica internacional en torno a las transformaciones de
las guerras tras concluida la Guerra Fría, nos permite iniciar la discusión sobre las
características específicas del conflicto en Colombia.

1. 5. Las características del conflicto armado colombiano

Como se dijo anteriormente, las distintas hipótesis de caracterización del conflicto en


Colombia suponen consecuencias políticas, teóricas y prácticas y, para lo que respecta a
nuestro trabajo, diferentes formas de interpretar las relaciones entre conflicto y espacio. No es
lo mismo entender el conflicto colombiano como una guerra por el territorio en donde la
población pasa a un segundo plano (Zuluaga 200411), o una guerra por “el reparto espacial de
los cuerpos” o “guerra por poblaciones o cuerpos interpuestos” (Lair 2003:100; 2000) o
plantear que la guerrilla sin duda dentro de sus objetivos adelanta una guerra por el control

11
Video: Desplazamiento forzado: una historia que se repite. Universidad Nacional de Colombia. Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR. Dirección: Milson Betancourt y Marta
Bello. Bogotá, 2004.

18
territorial pero esto no implica que “el territorio per se” sea el objetivo de la guerrilla (Pizarro
2004).
Cada una de estas perspectivas implica diferentes formas de entender la relación entre el
conflicto y lo espacial. Son entonces variados los elementos que están presentes en las
distintas hipótesis de definición del conflicto, nuestro objetivo no es hacer una presentación
exhaustiva de esta discusión conceptual, para ello los remitimos a la extensa bibliografía,
tampoco pretendemos aquí discutir las implicaciones espaciales de estas definiciones, que
abordaremos con detenimiento en el tercer capítulo, aquí queremos más bien discutir algunas
de las hipótesis centrales de definición del conflicto que vive Colombia, en procura de
encontrar una propuesta de definición general que nos permita abordar la problemática de lo
espacial desde una perspectiva compleja y mucho más fructífera.
Según Pizarro (2004) hay características que tienen “algún grado de consenso” entre los
analistas, estas son, que se trata de una confrontación armada interna, irregular, no
convencional12 y con raíces ideológicas “tanto por sus raíces históricas como por las
motivaciones actuales” de los movimientos insurgentes ya que “tienen como horizonte
estratégico” la distribución del poder político (Pizarro 2002: 166-168, 2004: 30). Si bien el
carácter político de las guerrillas ha sido cada vez más cuestionado, por su participación en la
producción y tráfico de drogas y el uso cada vez más frecuente de métodos de guerra
violatorios del DIH en contra de la población civil, la mayoría de los analistas no niegan el
carácter político de la confrontación, sino que llaman la atención sobre las transformaciones
que han venido operando y que han llevado a la configuración de un conflicto cada vez más
degradado, intensificado y complejizado (Blair 2004b; Echandía 1999; Pécaut 2004; Pizarro
2004, Rangel 1999; Sánchez 2004, Zuluaga 2002,). En este sentido Pécaut (2004a: 24)
propone plantear la discusión de una manera más fructífera, para él “es evidente que el
conflicto es, en muchos sentidos, político; pero reconocerlo no puede dejar de lado el
problema de saber de que manera lo es”, esto nos lleva a la cuestión respecto a las
transformaciones en las dinámicas del conflicto y los objetivos estratégicos de los actores
armados.
Es evidente que en las más de cuatro décadas de existencia del conflicto se han transformado
las lógicas militares, sociales y políticas del conflicto, lo que hace difícil la interpretación de
los contextos y objetivos de los actores armados. Estamos de acuerdo con González, Bolívar y
Vásquez (2003) cuando plantean que en el conflicto armado colombiano se presentan
diferentes temporalidades y que es necesaria una mirada de larga y mediana duración. Según

12
Clasificación entre guerras nucleares, convencionales e irregulares según el pensamiento militar clásico.
Harkawy, Robert y Stephanie Neuman. Warfare and the third World. Nueva Cork. 2001. Citado por Pizarro
(2002).

19
la mirada de estos autores hay dos fenómenos históricos fundamentales para entender el
conflicto: la expulsión permanente de campesinos pobres hacia zonas de frontera interna en
donde la presencia estatal era mínima y escasa la relación con el conjunto de la sociedad
dentro de un fenómeno de colonización campesina de zonas periféricas, “que ha constituido, a
lo largo de la historia colombiana, la salida a las tensiones de una estructura de la propiedad
rural muy concentrada”. El segundo fenómeno histórico es el “proceso gradual de
construcción del Estado, cuya incorporación paulatina de territorios y poblaciones se tradujo
en una presencia diferenciada del Estado en las regiones según las circunstancias de tiempo y
lugar”. González agrega que en estas zonas de “colonización periférica la organización de la
convivencia social queda abandonada al libre juego de las personas y grupos sociales y el
Estado carece del pleno monopolio de la justicia y coerción legítima” (González 2004: 213).
Es entonces en el marco de este proceso de poblamiento, apertura de la frontera interna y
construcción del estado en el que debemos interpretar el surgimiento y posterior desarrollo de
los actores armados. Dentro de esta mirada de mediano y largo plazo plantean los
investigadores del Cinep que “las guerrillas nacen en zonas periféricas para proyectarse hacia
zonas más ricas, mientras que las autodefensas surgían en zonas más ricas para expandirse
luego a zonas más periféricas de la frontera agraria”. (Gonzáles, Bolívar y Vásquez 2003: 67).
Estos investigadores luego de una extensa revisión bibliográfica de las tendencias teóricas,
metodológicas y empíricas sobre conflicto armado en Colombia, concluyen que es necesario
buscar una definición que supere la tensión entre una interpretación desde la acción colectiva,
esto es, desde los aspectos subjetivos del fenómeno de la violencia y una interpretación desde
las cuestiones estructurales o macro- estructurales. Para ellos es necesario una definición que
logre la “combinación de aspectos individuales, subjetivos y de aspectos objetivos y
estructurales” (Vázquez 2002). Dentro de esta mirada histórica y compleja concluyen entonces
que el conflicto colombiano es la “expresión de la disputa económica, social y política de dos
modelos de desarrollo rural contradictorios y mutuamente excluyentes, resultado de la alianza
de los intereses entre actores sociales rurales y actores armados y de la interacción entre
causas estructurales de la violencia y acciones colectivas violentas que se refuerzan
mutuamente” (Gonzáles, Bolívar y Vásquez 2003: 43). En el estudio que planteamos en el
presente trabajo acogemos la caracterización de los investigadores del CINEP, por ser una
perspectiva interactiva, histórica y compleja, que permite interpretar de manera fructífera los

13
Para la discusión sobre la particular forma de construcción del Estado-Nación y su relación con la violencia en
Colombia ver: González, Fernan; Bolívar, Ingrid y Vásquez, Teófilo (2003): Violencia política en Colombia: de
la Nación fragmentada a la construcción del Estado. Editorial CINEP, Bogotá.

20
múltiples fenómenos sociales, económicos, políticos y culturales que entran en relación con el
conflicto que vive Colombia.

1. 5. 1. Vive Colombia una guerra civil?

La discusión del carácter civil de la guerra implica la pregunta central de la relación entre las
poblaciones y los actores armados. Un tema clave que ha generado fuertes debates entre los
analistas y en donde se han expuesto múltiples argumentos. Pizarro es uno de los autores que
niega la existencia de una guerra civil en Colombia. Citando a Uricoechea para quien una
guerra civil se caracteriza por la existencia de al menos dos proyectos de sociedad
antagónicos, una polarización nacional en dos o más polos enfrentados y (agrega Pizarro un
tercer elemento) una soberanía escindida. Pizarro concluye que no existe una guerra civil en
Colombia ya que los dos últimos requisitos no se cumplen, ni las guerrillas, ni los grupos
paramilitares representan el enfrentamiento de dos grupos de población o polos claramente
identificables, el apoyo que reciben los actores armados es “fragmentado social y
territorialmente” (Pizarro 2002: 171). Igualmente afirma que Colombia no vive una
“soberanía escindida” ya que si bien los actores armados en muchas regiones cumplen ciertas
funciones estatales como cobrar impuestos, ofrecer seguridad o protección y funciones
judiciales; “ni el nivel del apoyo interno, ni la extensión del territorio bajo su control, ni los
recursos y números de miembros permiten hablar de una soberanía escindida” (Pizarro 2002:
171). Con estos argumentos rechaza Pizarro la existencia en Colombia de una guerra civil.
Esta tesis es compartida por Pécaut para quien la situación de violencia generalizada, que se
presenta a partir de los años ochenta con la expansión del narcotráfico, tiene influencia en la
lucha armada, la crisis institucional y la desorganización del tejido social, sin embargo, esta
extensión “no ha producido la aparición de un punto de referencia central de división, como
sería el caso de una guerra civil”. Para Pécaut el punto determinante para desechar la idea de
una guerra civil lo constituye la actitud de la población-actores armados y actores armados-
población. Para Pécaut si bien existen sectores de la población que apoyan a uno u otro actor
armado, este apoyo obedece más a la protección que brindan de ciertas actividades
económicas o al orden local que instauran de hecho, pero eso sólo son fenómenos locales que
están lejos de representar “una adhesión a los fines políticos de los actores armados” (Pécaut
2001: 12-16). Pécaut afirma además que el fortalecimiento militar de los actores armados
debido a los recursos económicos que manejan, ha provocado una tendencia a “privilegiar los
fines propiamente militares sobre la representación de las demandas de las poblaciones”, lo
que explicaría el uso del terror contra la población civil. Pécaut teniendo en cuenta estos

21
elementos propone entonces el concepto de “guerra contra la sociedad” como característica del
conflicto colombiano (Pécaut 2001: 13, 14). Propuesta que ha tenido cierta acogida en la
academia e incluso en el lenguaje del gobierno14.
Pizarro cuestiona la pertinencia del concepto de “guerra contra la sociedad”, ya que ignora un
factor central, que se trata de una confrontación entre grupos armados ilegales y el Estado.
Para Pizarro si bien es cierto que “la población es el blanco privilegiado del conflicto armado,
dado que el control territorial es decisivo para avanzar en las estrategias globales tanto de la
guerrilla como de los grupos paramilitares, lo cual implica el terror contra la población para
implantarlo”, el concepto de “guerra contra la sociedad” propuesta por Pécaut posee dos
falencias: le resta importancia a lo político que aún es central en el conflicto colombiano y
centra la argumentación en un rasgo básico de los conflictos armados internos
contemporáneos, por lo cual es poco lo que aporta en el análisis del conflicto en Colombia
(Pizarro 2002: 173-174).
Ramírez (2002) por otro lado luego de una revisión histórica afirma que la difícil
caracterización de ciertos conflictos en el mundo no fue óbice para catalogarlos como guerras
civiles, por ello, y haciendo un análisis comparado con los hechos de conflictos internos en el
mundo plantea que Colombia “asiste a la presencia, o por lo menos el tránsito, hacia una
guerra civil” (Ramírez 2002: 152-154). Según este autor "la guerra es civil no porque la gran
mayoría de la población se alindere según identificaciones con los antagonistas, sino porque
los ciudadanos son insumos forzosos para la sostenibilidad de la lucha en aspectos cada vez
más amplios de lo económico, lo social y lo político". En suma, la guerra es "civil porque
termina por comprometer la materialidad misma de la nación: geografía, individuos, bienes
tangibles e intangibles" (Ramírez 2000: 46-54).
Si bien el debate se encuentra abierto, sus líneas parecen en muchos casos manifestar la
estrechez de algunos conceptos con los que se han venido interpretando las características del
conflicto en Colombia, evidenciando la necesidad de abrir espacio a definiciones flexibles que
permitan interpretar de mejor forma la complejidad de los procesos con los que nos
afrontamos. El mismo Ramírez parece cuestionarse la rigurosidad de los conceptos mismos
cuando, evidenciando las paradojas en que se encierran los analistas, plantea “prescindir de la
búsqueda de “naturalezas” consustanciales” y darle paso a propuestas flexibles para abordar
conflictos que “definitivamente no caben dentro de las certidumbres clásicas” dada la

14
En concepto de guerra contra la sociedad fue planteado por Daniel Pécaut y posteriormente utilizado por el
presidente Andrés Pastrana (1998-2002). Pécaut luego de enterarse del uso oficial insiste en ese concepto como
característica específica del conflicto colombiano, sin embargo advierte que es necesario matizar algunos
elementos.

22
complejidad de los fenómenos de violencia y la dificultad de definir lo que es una guerra civil
(Ramírez 2002: 152-154).
Posada (2001) en este mismo sentido afirma que el uso del término guerra civil “sirve más
para confundir que para hacer precisiones sobre la naturaleza del conflicto colombiano”.
Propone entonces “abandonar conceptos como el de "guerra civil" que, por su ambigüedad y
por no ajustarse a la realidad contribuyen “muy poco al entendimiento de las características
propias de los diversos conflictos internos que se viven hoy en distintas regiones del mundo”
(Posada 2001: 13). Enzensberger (1994:11) en esta misma línea reclama que “no existe una
teoría útil sobre la guerra civil”. En un sentido parecido Waldmann señala que no existe “un
prototipo de guerra civil”, sino que esta debe abarcar un amplio espectro de “posibles formas
y estilos” (1999: 27). Estas cuestionamientos sobre la utilidad de conceptos “rígidos” para
comprender la guerra en Colombia, coinciden con una perspectiva que reciente que plantea
una mirada más compleja cuando propone ver la guerra como un “proceso complejo y
ambiguo”, como una perspectiva general que permite lograr análisis más fructíferos en la
interpretación de las identidades y las acciones en contextos de guerra (Kalyvas 2001a, 2001b,
2004, 2006).

1. 6. Hacia una perspectiva dinámica y compleja del conflicto armado en Colombia

Kalyvas (2001a, 2001b, 2004, 2006), quien ha analizado diversas guerras civiles pasadas y
contemporáneas crítica las concepciones rígidas para abordar el análisis de las acciones,
motivaciones e identidades en las guerras civiles. La búsqueda de las “motivaciones rígidas” y
de “categorías binarias enlazadas mutuamente con motivaciones exclusivas” evidencia marcos
estrechos, con problemas conceptuales que dificultan entender la complejidad de las
dinámicas que acontecen en los procesos de guerra. Para Kalyvas la “ambigüedad
ampliamente observada es fundamental más que incidental a las guerras”, agrega igualmente
que “las guerras civiles no son conflictos binarios sino procesos complejos y ambiguos que
fomentan una aparente mezcla masiva aunque variable de identidades y acciones” (Kalyvas
2004: 51-52). De este marco se desprende entonces que las estrategias de los actores, las
identidades y las acciones varíen en términos espacio- temporales.
Algunos de los analistas que hemos venido comentando parecen acercarse a esta perspectiva
cuando describen algunas características del conflicto colombiano. Pécaut, por ejemplo, señala
que los objetivos de los actores involucrados en el conflicto “son siempre múltiples y se
redefinen en función de las circunstancias y de los repertorios de acción privilegiados” (Pécaut
2004a: 44) por ello argumenta a favor de una mirada compleja y plantea que en un conflicto

23
como el colombiano que se extiende por tantos años y se desarrolla en “función de una
pluralidad de registros” adquieren centralidad las “lógicas organizacionales complejas”
(Pécaut 2001: 45). En una línea cercana, para González “los actos violentos no giran en torno
a una sola polarización, claramente definida, en torno a un eje específico de conflictos
(económico, étnico, etc.) sino que sus contradicciones se producen en torno a varias dinámicas
y a procesos históricos diferentes, que se reflejan en identidades más cambiantes y producen
cambios frecuentes en el control de los territorios”, esto implica que la forma e intensidad del
conflicto “varía con la dinámica interna de las regiones, en términos de su poblamiento,
formas de cohesión social, y organización económica” (González 2004: 1-5). Sánchez se
ubica igualmente dentro de esta perspectiva cuando plantea que en la cuestión sobre el
conflicto en Colombia no se trata “del desenlace de una historia predeterminada, sino de un
proceso social y político en el cual hay actores y motivaciones muy diversos” (Sánchez 2004:
20). Estos planteamientos se acercan hacia una perspectiva básica desde donde se comprende
la guerra como un “proceso complejo”, perspectiva que consideramos nos permite interpretar
con mayor fluidez las dinámicas que se desarrollan en torno a una situación de guerra y por lo
tanto posibilita interpretaciones más complejas que superan ciertas encapsulaciones de la
realidad social.
La presentación crítica a lo largo de este capítulo de las principales definiciones de las
características del conflicto armado ha pretendido llamar la atención sobre la necesidad de
buscar caminos hacia perspectivas más dinámicas y complejas sobre el conflicto armado.
Teniendo en cuenta que ciertas definiciones estáticas, si bien tienen importantes
consecuencias políticas y jurídicas, en términos analíticos, si lo que tenemos en mente es
poder avanzar hacia análisis de sus dinámicas espaciales desde la teoría espacial
contemporánea, no dicen mucho. El conflicto armado en Colombia como todo proceso social
se transforma en el espacio y en el tiempo de acuerdo a los diferentes contextos en el que se
desarrolla. Esta mirada general que buscamos plantea interpretar los diferentes procesos y
dinámicas presentes en y que interactúan con el conflicto armado, no en términos de una
historia lineal a partir de unas causas expeditas y de unas oposiciones ideológicas rígidas, sino
como un proceso social, económico y político con múltiples interacciones y transformaciones
en el tiempo y en el espacio.
Consideramos que uno de los problemas básicos de la poca exploración de lo espacial, tal
como se entiende en la teoría espacial contemporánea, en la producción académica sobre
conflicto armado en Colombia es el uso de conceptos rígidos y binarios, provenientes
generalmente de la ciencia política y el derecho, que desconocen la guerra como un proceso
social múltiple, dinámico y complejo. Estos conceptos dificultan por tanto hacer visible la

24
importancia de lo espacial, no como un objeto donde la guerra se desarrolla, sino como un
producto social e histórico (vivido, percibido, concebido) en permanente interacción con todos
los procesos sociales, entre ellos la guerra.

25
2. Lo socio-espacio-temporal en los estudios sociales actuales

“Se me han reprochado bastante estas obsesiones espaciales, y en efecto, me han obsesionado. Pero, a través
de ellas, creo haber descubierto lo que en el fondo buscaba, las relaciones que pueden existir entre poder y
saber. Desde el momento en el que se pude analizar el saber en términos de región, de dominio, de
implantación, de desplazamiento, de transferencia, se puede comprender el proceso mediante el cual el saber
funciona como un poder y reconduce a él sus efectos” (Foucault 1992: 119).

“Los años que corren y los que vendrán serán los de la revalorización justa del espacio
como variable de primer orden en la estructuración de la sociedad”
(Foucault 1984: 239)

En las últimas décadas se ha desarrollado una intensa discusión desde diferentes disciplinas
sobre el espacio como categoría básica de la teoría social. Esta discusión si bien no ha
concluido ha rendido importantes frutos y bien podríamos hablar de una revolución de la
cuestión espacial que ha enriquecido la teoría social. El presente capítulo sugiere que esta
discusión tiene mucho que aportarle a los análisis sobre el conflicto armado en Colombia, en
tanto que permite miradas más complejas de las diversas relaciones que se establecen entre
espacio y conflicto armado. A partir de este planteamiento inicial el presente capítulo tiene
como objetivo presentar algunos de los elementos centrales de la discusión contemporánea
sobre lo espacial, para desde allí en el tercer capítulo analizar la correspondencia entre el
debate contemporáneo mencionado y las formas como se interpreta lo espacial en las
investigaciones sobre conflicto armado en Colombia.
La selección de esos “elementos centrales de la discusión contemporánea” sobre espacio, no
ha sido por supuesto una tarea fácil, por cuanto la bibliografía al respecto es bastante extensa
y somos concientes de que todo criterio de selección es, en mayor o menor medida, por
naturaleza arbitrario. Partiendo de estas limitaciones intentamos tener en cuenta dos criterios.
En primer lugar, la relevancia de las ideas en el debate internacional, valoradas según la
influencia de estas en las corrientes teóricas principales. El segundo criterio tiene que ver con
el lugar desde donde se habla, esto es, salirnos de las perspectivas hegemónicas de las
tradición teórica europea y estadounidense dándole espacio a un autor latinoamericano que ha
generado una escuela de pensamiento con gran influencia en el mundo de habla hispana y más
recientemente en la escuela francesa. Finalmente queremos aclarar que presentamos un
panorama general con múltiples posibilidades y no una propuesta teórica completa y
autocomprensiva.
Teniendo en cuenta estos criterios presentaremos preliminarmente la importancia de
considerar el espacio como categoría central en la teoría social. A partir de allí se presentan
26
las ideas pioneras sobre “producción social del espacio” del filósofo francés Henry Lefebvre,
que marcan el cambio de paradigma interpretativo. Posteriormente, los aportes de la escuela
de la geografía crítica basándonos en dos autores: el norteamericano David Harvey y el
brasilero Milton Santos, quienes retomando los aportes de Lefebvre y desde enfoques y
lugares distintos, elaboran sus propuestas teóricas sobre lo espacial: Harvey proponiendo un
“materialismo histórico-geográfico” para analizar la materialidad del tiempo y el espacio en el
capitalismo; y Santos proponiendo ciertas categorías analíticas dentro del sistema de acciones
y objetos que conforman el espacio para hacer del espacio un objeto de estudio de la
geografía, teórica y metodológicamente posible.
Luego, presentaremos los aportes del geógrafo norteamericano Edward Soja, quien retoma y
desarrolla las propuestas de Lefebvre desde un enfoque marxista y toma aportes del
postmodernismo, desarrollando una propuesta que busca vincular de manera integral lo socio-
espacio-temporal en la teoría social. Finalmente presentaremos los aportes de Doreen Massey
quien desde la geografía de género busca hacer visibles las relaciones de género en los
procesos de producción del espacio.

2. 1. El espacio como categoría central en la teoría social

El espacio ha ganado cada vez más importancia como categoría central de análisis en la teoría
social. Hoy en día se reconoce que el espacio y el tiempo son “categorías básicas de la
existencia humana” (Harvey 1998: 225), sin embargo el camino hacia este reconocimiento no
ha sido fácil. Y es que el espacio fue durante mucho tiempo marginal en los análisis de las
ciencias sociales, caracterizadas por un marcado historicismo o “cronocentrismo” definido por
la preeminencia que adquirió la cuestión temporal, como “elemento fundamental de
ordenamiento de las alteridades” en un sistema de pensamiento (Piazzini 2006: 59). En efecto,
el historicismo en las ciencias sociales ha privilegiado la variable “tiempo” frente a la variable
“espacio”. Foucault es categórico en señalar que esta obsesión historicista significó “una
descalificación del espacio” al considerarlo como lo “muerto, fijado, lo no dialéctico, lo
inmóvil” mientras que “por el contrario, el tiempo era rico, fecundo, vivo, dialéctico”
(Foucault 1992: 126). En el mismo sentido Lefebvre, uno de los pioneros en rescatar la
importancia del espacio en los procesos sociales, afirma de manera satírica que “el espacio
pasaba por un medio vacío, contenedor indiferente al contenido” (Lefebvre 2000: XVIII).
Esta situación ha cambiado y recientemente se reconoce la importancia del espacio y la
espacialidad en el análisis de los procesos sociales. Historiadores, filósofos, sociólogos,
antropólogos, politólogos, geógrafos, entre otros, afirman hoy que no es posible entender la

27
dinámica social sin el referente espacial (Lefebvre 2000; Giddens 1995; Harvey 1998, Santos
2000; Soja 1997, 1993). Sin embargo este reconocimiento del espacio como categoría básica
de la teoría social ha recorrido caminos escabrosos. Como afirma Delgado (2003: 15-21) si
algo queda claro luego de la lectura que diferentes disciplinas realizan sobre el espacio es que,
éste como concepto “ha sido permanentemente reconstituido y redefinido según el interés que
jalonee en un momento dado la producción de conocimiento” provocando una fragmentación
teórica y un permanente “divagar sobre la naturaleza del espacio”: si el espacio es absoluto,
relativo, subjetivo, objetivo, relacional, etc.
Este panorama sin embargo no es óbice para reconocer los frutos positivos del debate espacial
y los importantes pasos que se han dado en la organización de nuevas bases teóricas que le
brindan un lugar central a lo espacial, para tratar de manera adecuada las nuevas
problemáticas que enfrenta la teoría social. El aporte de varios geógrafos, es decisivo en la
construcción de estas nuevas bases teóricas, que permiten la comprensión de la experiencia
espacial en las sociedades modernas. Estos avances abren el camino tanto a nuevas formas de
interpretación, como a nuevas preguntas sobre el papel que juega el espacio en los diferentes
procesos sociales.
Las líneas esenciales de este debate sobre el espacio como categoría analítica en las ciencias
sociales y como componente central en la experiencia social se produce en Europa, Estados
Unidos y Brasil, en donde en torno a la figura de Milton Santos se genera una escuela de
pensamiento que ha tenido gran influencia en el mundo de habla hispana, durante los últimos
20 años. Si bien diferentes disciplinas han participado en este debate, una de las disciplinas
que más ha aportado en la construcción de una “teoría espacial” es la geografía. En efecto,
como lo señalan Tirado y Mora (2002: 13). “desde hace ya casi dos décadas la geografía
experimenta una lenta pero sonora insurrección contra la historia”. En este proceso se
destacan autores como Santos (1996, 2000), Harvey (1998), Soja (1997, 1993), Gregory
(1994) y Massey (1994) entre otros. Estos geógrafos “están comprometidos en denunciar la
preponderancia, desde el siglo XIX, del recurso histórico como herramienta básica de
emancipación y dispositivo exclusivo en la creación de conciencia política práctica” (Tirado y
Mora 2002: 13).
Este papel significativo de los geógrafos es igualmente reconocido por el sociólogo Giddens
cuando afirma que a excepción de nuevos trabajos de geógrafos, la mayoría de los científicos
sociales tratan el espacio y el tiempo como “simples condiciones de entorno” de la acción.
Giddens (1995: 142-143) al reflexionar sobre la constitución de sistemas sociales sobre
espacio y tiempo escribe que “por fortuna no tenemos que abordar estas cuestiones de novo.
En los últimos años se ha producido una convergencia notable entre la geografía y otras

28
ciencias sociales, con el resultado de que los geógrafos, inspirados en las diversas tradiciones
establecidas de teoría social, hicieron aportes importantes al pensamiento social”. Sin
embargo, es claro que la reflexión sobre el espacio requiere de un abordaje interdisciplinario.
Los importantes aportes realizados hasta el momento deben ser las bases para continuar con
esta empresa, y lograr en términos de Foucault “la revalorización justa del espacio como
variable de primer orden en la estructuración de la sociedad” (Foucault 1984: 239).

2. 2. El espacio como un producto social: Henri Lefebvre

El reconocimiento del espacio como un “producto social” es sin duda uno de los principios
teóricos del nuevo paradigma interpretativo de los procesos sociales y la cuestión espacial. Y
en la construcción de este principio los aportes de Henry Lefebvre ocupan un lugar especial.
Lefebvre en su ya clásica obra “la producción del espacio” (1972) plantea con contundencia
que el espacio “no esta simplemente “ahí”, como un contenedor neutral esperando a ser
llenado”, sino que “es más bien un medio de control dinámico construido por los humanos, y
por lo tanto un medio de dominación, de poder”. Al considerar el espacio, como producto
social, Lefebvre busca enfrentar a la mayoría de los pensadores que se “instalan muy
confortablemente” en una idea de “espacio mental” (neo-kantiano o neo-cartesiano), que
genera una conciencia “separada” y “esquizoide” de la realidad (Lefebvre 2000: 24-33).
La razón de esta “conciencia esquizoide” del espacio la encuentra Lefebvre en la disociación
clásica entre un espacio lógico-matemático, “mental” y “verdadero” cuyo estudio es remitido
a los filósofos y matemáticos, de un espacio “real”, social cuyo estudio es remitido a los
geógrafos, urbanistas y sociólogos. Se trata según Lefebvre de un error inicial múltiple que
escinde lo “real” de lo “verdadero” y por esa vía evita la confrontación entre la teoría y la
práctica, entre lo vivido y el concepto, “mutilando cada parte incluida” (Lefebvre 2000: 113).
Debido a este error el conocimiento del espacio oscila entre la descripción y la fragmentación.
La mayoría de las investigaciones solo hacen descripciones o zonificaciones sobre las cosas
que hay en el espacio, no aportan más que “inventarios de lo que hay en el espacio” y no
alcanzan “el momento analítico, menos aún el teórico”, por lo tanto no llegan al conocimiento
del espacio (Lefebvre 2000: 14, 119). Estas tendencias dominantes que fragmentan el espacio,
al considerarlo como un simple “receptáculo pasivo”, en lugar de develar las relaciones
sociales implicadas en los espacios, en lugar de “tornarse hacia la producción del espacio y
hacia las relaciones sociales inherentes a esta producción” (Lefebvre 2000: 108) son las que
Lefebvre pone bajo la lupa y frente a ellas se propone, desde una perspectiva marxista, “hacer
estallar esa situación” (Lefebvre 2000: 33).

29
Lefebvre propone para salir de la confusión dominante buscar una teoría del espacio unitaria
que “engendre la unidad teórica” entre los campos que se conciben separadamente, esto es,
entre lo físico, lo mental y lo social. Esta teoría unitaria, aclara Lefebvre, no debe entenderse
como un modelo autocomprensivo y coherente, por lo tanto su esbozo no impide “los
conflictos al interior del conocimiento, las controversias y las polémicas” (Lefebvre 2000:
20). Se trata entonces de un espacio lógico-epistemológico que combina “el espacio de la
práctica social, -el que ocupan los fenómenos sensibles, sin excluir el imaginario, los
proyectos y las proyecciones, los símbolos, las utopías” (Lefebvre 2000: 19). Esta perspectiva
es posible según Lefebvre si consideramos tanto al espacio como al tiempo, no como hechos
de la naturaleza, o como simples hechos de “cultura”, sino como productos. Y no como
simples productos, en el sentido de “objetos” y “cosas”, sino como “los aspectos principales
de la segunda naturaleza, efecto de la acción de las sociedades sobre la naturaleza primera”
(Lefebvre 2000: XIX).
Lefebvre muestra que el concepto de espacio socialmente construido escapa a la clasificación
“base-estructura-superestructura” dentro de la estricta tradición marxista y plantea, no
abandonar el análisis y la orientación marxistas, sino “retornar a las fuentes, profundizar el
análisis aportando nuevos conceptos, afinando y ensayando renovar los procedimientos”
(Lefebvre 2000: XXX). Para Lefebvre el espacio aparece, se forma e interviene en todos los
niveles. Por lo tanto es claro que el espacio interviene en el modo de producción, “a la vez
efecto, causa y razón, cambia con el modo de producción”. Esto indica que hay “una historia
del espacio aún por escribirse” a la cuál Lefebvre sin duda hace un gran aporte (Lefebvre
2000: XXX).
Esta concepción de espacio, como un producto social tiene importantes repercusiones y marca
en adelante la transformación del paradigma de interpretación de lo espacial. La repercusión
central de sus ideas es que el objeto de interés científico no será más un espacio “absoluto”
neutral contenedor de objetos, ni los objetos mismos, sino “las relaciones sociales y las
relaciones entre sociedad y naturaleza” que producen ese espacio. Relaciones que deben ser
ahora analizadas e interpretadas, para poder explicar los espacios existentes, ya que el espacio
tal como afirma Delgado (2003:80) “en si mismo no explica nada, sino que necesita ser
explicado”. La consecuencia del cambio de paradigma es descrita con especial claridad por
Gómez (1982: 150) cuando afirma que “si el espacio es la proyección de la sociedad, sólo
podrá ser explicado –y esta es la consecuencia metodológica fundamental de la asunción
inicial- desentrañando en primer lugar la estructura y el funcionamiento de la sociedad o
formación social que lo ha producido”.

30
Son diversas las consecuencias teóricas y prácticas de esta perspectiva. La producción del
espacio se debe entender como un “proceso complejo” que vincula lo mental, lo cultural, lo
social y lo histórico. La producción del espacio es un concepto teórico y una realidad práctica
“indisolublemente ligadas” (Lefebvre 2000: 80). Este espacio tiene como consecuencia un
“carácter abstracto-concreto”, abstracto en la medida en que existe solo por la
intercambialibidad de sus elementos y concreto porque es “socialmente real y localizado
como tal” (Lefebvre 2000: 394). La “energía-espacio-tiempo” se condensa en una
multiplicidad indefinida de lugares “espacio-tiempo locales” (Lefebvre 2000: 21) por lo tanto
no existe un solo espacio social, sino “una multiplicidad indefinida” de espacios sociales que
se “compenetran y/o se superponen”. Lo cual implica que “los lugares no se yuxtaponen
solamente en el espacio social”, sino que se “interponen, se superponen y a veces se oponen”.
Esto significa igualmente, que existen relaciones dialécticas entre los espacios locales,
regionales, nacionales y mundiales, los cuales a su vez se encuentran atravesados por “flujos
múltiples” (Lefebvre 2000: 103-106).
Igualmente dentro de este paradigma interpretativo el espacio se concibe de manera dinámica.
Esto implica que el espacio, como un producto social debe ser considerado de tal forma que
“la producción y el producto se presentan como dos realidades inseparables”, es decir como
un “producto-productor” dialéctico, soporte de las relaciones económicas y sociales (Lefebvre
2000: 47). El espacio en consecuencia no se puede caracterizar ni como un “sujeto” ni como
un “objeto”, sino como una realidad social, es decir “un conjunto de relaciones y de formas”
(Lefebvre 2000: 137).
Lefebvre considera finalmente útil distinguir “una triplicidad” existente en el espacio: La
práctica espacial (espacio percibido), las representaciones del espacio (espacio concebido) y
los espacios de representación (espacio vivido). La práctica espacial tiene que ver con el
espacio percibido en la realidad cotidiana (el empleo del tiempo) e incluye la producción y la
reproducción de “lugares específicos y conjuntos espaciales propios a cada formación social,
que asegura la continuidad en una relativa cohesión”. Las representaciones del espacio
señalan el espacio concebido, de los “sabios, planificadores, urbanistas, tecnócratas” que
nombran, zonifican y agencian el espacio. Es el espacio dominante en cada sociedad y supone
un sistema de “signos” generalmente verbales y de elaboraciones intelectuales. Por último, los
espacios de representación denotan “el espacio vivido a través de las imágenes y símbolos que
lo acompañan”, es el espacio de los “habitantes”, de los “usuarios”. Es el espacio dominado,
que la “imaginación trata de modificar y apropiar” y recubre el espacio físico utilizando
simbólicamente sus objetos. Su representación tiende hacia sistemas de símbolos y signos
generalmente no verbales (Lefebvre 2000: 44-49)

31
Si bien Lefebvre distingue estos tres momentos, indica que en el “seno de esta triplicidad” se
establecen relaciones dialécticas que conforma siempre un conjunto. Las relaciones entre esos
tres momentos “nunca son ni simples ni estables”. El espacio “es a la vez concebido,
percibido y vivido” (Lefebvre 2000: 57, 411). La propuesta teórica de Lefebvre busca
entonces superar las perspectivas “simplistas” que o ignoran el espacio, considerándolo neutro
o vacío, o lo fragmentan al considerar solo algunos de sus elementos. Para Lefebvre el reto
consiste no solamente en dar cuenta del espacio percibido, concebido o vivido, sino sobretodo
de las relaciones que se establecen entre estos tres momentos. Es necesario poder formular las
contradicciones al interior del espacio que hacen efectivas las contradicciones de las
relaciones sociales, en tanto que las contradicciones socio-políticas se realizan espacialmente.
Dicho de otra manera, en términos textuales de Lefebvre, “las contradicciones del espacio
“expresan” los conflictos de los intereses y de las fuerzas socio-políticas; pero esos conflictos
no tienen efecto y lugar sino en el espacio, convirtiéndose en contradicciones del espacio”
(Lefebvre 2000: 421).
Hemos intentado en un apretado resumen exponer las ideas centrales del pensamiento de
Lefebvre frente a la producción social del espacio. Nos hemos detenido de manera especial en
estos planteamientos debido a que señalaran transformaciones centrales en las reflexiones
sobre el espacio y serán referente obligado de posteriores teóricos.

2. 3. El aporte de la geografía crítica: David Harvey y Milton Santos

Como se indicó en la parte inicial de este capítulo la geografía ha hecho importantes aportes a
la teoría social a partir de sus reflexiones sobre lo espacial. Sin embargo, la geografía sólo
hasta hace pocas décadas mostró interés en la discusión teórica sobre lo espacial. En efecto la
“geografía regional” que dominó hasta mediados del siglo XX encontraba el objeto de estudio
en los paisajes, lugares, áreas y regiones pero no en el espacio. El cambio de paradigma que
se presenta en la geografía a mediados del siglo XX con la geografía cuantitativa como
ciencia espacial, ve en el espacio un recipiente de localización pero no un objeto mismo de
análisis, un objeto de teorización. Como señala David Harvey “la geografía todavía descansa
en el concepto kantiano del espacio absoluto, un concepto que lleva desacreditado un siglo o
más”. Para Harvey (1983: 222). la “naturaleza del espacio y las diferentes interpretaciones del
concepto” casi no se han tenido en cuenta. En el mismo sentido, Milton Santos (1990: 107),
plantea con contundencia que la “geografía es viuda del espacio” en tanto que su base de
enseñanza e investigación ha sido la “historia de los historiadores” o la naturaleza “natural” o

32
la economía neoclásica, y estas bases “tienden a sustituir el espacio real, el de las sociedades
en su devenir, por cualquier cosa estática o simplemente no existente, ideológica”.
Es entonces solo con la llegada en los setentas de la “geografía radical” o “geografía crítica”
que la reflexión teórica sobre el espacio mismo cobra importancia. Según Delgado (2003: 21)
“aunque la geografía llegó tarde a la cita con el espacio” los esfuerzos teóricos fueron
fructíferos y la teoría social “le concede creciente importancia al trabajo de varios geógrafos
por sus aportes a la comprensión de la experiencia del espacio y del tiempo en las sociedades
posmodernas”. El espacio de interés para la geografía no es más “el espacio absoluto como
contenedor de objetos geográficos; ni una determinada porción o región de la superficie
terrestre; ni el sistema abstracto de movimientos, nodos, redes, superficies y jerarquías, sino el
espacio social producido por las relaciones sociales y las relaciones entre la sociedad y la
naturaleza” (Delgado 2003: 80). Es a partir de aquí que se inicia una profunda reflexión sobre
el espacio como categoría esencial en la comprensión de los procesos sociales que
especialmente busca dar cuenta de los procesos de producción social del espacio.

2. 3. 1. La producción del espacio en la sociedad capitalista: David Harvey

Harvey ha adelantado una intensa reflexión teórica sobre el espacio, su obra refleja las
transformaciones conceptuales de lo espacial al interior de la teoría social. Formado en la
escuela de la geografía regional que enfatiza el estudio de paisajes, lugares, áreas y regiones,
en lugar del espacio, Harvey se constituyó luego en representante central de la geografía
cuantitativa (espacio neutral como recipiente de localización) para finalmente iniciar un
proceso de replanteo de sus ideas, que se refleja en sus obras posteriores a la década del 70 y
que lo convierten en uno de los principales y más influyentes representantes de la geografía
crítica. El impacto de sus ideas sobrepasa los límites disciplinarios y sus aporten llegan a la
sociología, el urbanismo, la arquitectura, la antropología y las ciencias políticas.
Para Harvey (1998: 230).las teorías sociales provenientes de las tradiciones de Marx, Weber,
Smith y Marschall suelen privilegiar al tiempo sobre el espacio, planteando la existencia de
“algún orden espacial preexistente” en el cual operan los procesos temporales. En ellas el
espacio se convierte en “un aspecto contingente y no fundamental para la acción humana”.
Partiendo del concepto de espacio como una construcción social de Lefebvre, se propone el
reto de construir desde el marxismo un “materialismo histórico-geográfico” que explique la
creación y la organización del espacio en el capitalismo. Harvey (1983) agradece a Lefebvre
la idea según la cual “el dominio sobre el espacio constituye una fuente fundamental y
omnipresente del poder social sobre la vida cotidiana”, sin embargo plantea que es necesario

33
ir más allá e “investigar más en profundidad cómo esa forma del poder social se articula con
el control sobre el tiempo, con el dinero y otras formas de poder social”. La geografía debe
entonces dar cuenta de la producción del espacio en las diferentes escalas geográficas.
Para ello Harvey (1998: 228).propone no hacer una “total disolución del distingo entre lo
objetivo y lo subjetivo”, sino más bien reconocer “las múltiples cualidades objetivas que el
tiempo y el espacio pueden expresar, y el rol de las prácticas humanas en su construcción”.
Planteando una perspectiva materialista afirma que no es posible atribuir significados
objetivos al tiempo y al espacio independientemente de los procesos materiales, debido a que
las concepciones objetivas de tiempo y espacio se han creado “necesariamente a través de las
prácticas y procesos materiales que sirven para reproducir la vida social”, por lo tanto sólo a
través del análisis de estos últimos podemos establecer nuestros conceptos de los primeros
(Harvey 1998: 228).
Esta mirada dinámica plantea que si tenemos en cuenta que las prácticas materiales de la
reproducción social “varían geográfica e históricamente”, el tiempo y el espacio social “están
construidos de manera diferencial” de tal forma que cada formación social encarna “un
conjunto de prácticas y conceptos del tiempo y el espacio” (Harvey 1998: 228). La
construcción de estas prácticas y conceptos sobre tiempo y espacio suponen “campos de
ambigüedad, contradicción y lucha”, el desarrollo de relaciones de poder, en donde los
conflictos surgen no solamente de las apreciaciones subjetivas sino de las “diferentes
cualidades materiales objetivas del tiempo y el espacio que son consideradas decisivas para la
vida social en situaciones diferentes” (Harvey 1998: 229). Apoyándose en Bourdieu para
quien “las formas temporales, o las estructuras espaciales, estructuran no sólo la
representación del mundo del grupo sino el grupo como tal, que se ordena a sí mismo a partir
de esta representación” (Bourdieu 1977: 163. Citado por Harvey 1998: 239) concluye que los
ordenamientos simbólicos del espacio y el tiempo constituyen “un marco para la experiencia
por el cual aprendemos quiénes y qué somos en la sociedad” (Harvey 1998: 239).
A partir de los marcos teóricos expuestos, Harvey desarrolla un análisis histórico-geográfico
del capitalismo y de las transformaciones que implican el movimiento de la modernidad hacia
la postmodernidad. Para Harvey (1998: 241-251). la cuestión más general consiste en saber si
los significados sociales sobre espacio y tiempo se pueden señalar a través de “una
organización espacial y temporal en la cultura capitalista contemporánea” ante lo cual,
teniendo en cuenta que es evidente que los “ritmos espacio-temporales” organizados del
capitalismo proporcionan circunstancias para la socialización de los individuos en roles
distintivos, plantea la hipótesis según la cual, en la sociedad capitalista “el dominio
simultaneo del tiempo y el espacio constituye un elemento sustancial del poder social”.

34
Siendo consecuente con su propuesta teórica en donde la comprensión de tiempo y espacio es
inseparable de la acción social, aborda la manera en que las relaciones de poder están
implicadas en las prácticas espaciales y temporales. Utilizando las imágenes de Foucault de
los espacios como “contenedores” del poder social, afirma que la reorganización del espacio
“es siempre una reorganización del marco de trabajo a través del cual se expresa el poder
social” (Harvey 1998: 282). En este sentido, la acumulación de capital esta reconstruyendo
constantemente ese poder social por medio de la “reconfiguración de sus bases geográficas”,
puesto que toda “lucha por reconstituir relaciones de poder es una lucha por reorganizar sus
bases espaciales”. La importancia de estas luchas en el capitalismo se refleja en toda la
historia de la organización territorial, “de la colonización y el imperialismo, del desarrollo
geográfico desigual, de las contradicciones urbanas y rurales así como del conflicto
geopolítico”. En ese sentido, afirma Harvey, es posible comprender de acuerdo a Deleuze y
Guattari (1984) “porque el capitalismo está reterritorializando constantemente con una mano
lo que desterritorializa con la otra” (Harvey 1998: 264).
La historia del capitalismo se caracteriza por una permanente “compresión espacio-temporal”,
como proceso general en las “cualidades objetivas del espacio y el tiempo”. Esta dinámica,
que hunde sus raíces en sistemas de pensamiento y procesos y prácticas espacio-temporales
hegemónicas características de la modernidad, crea las condiciones para la reproducción y
avance del capitalismo (Harvey 1998: 267). En el periodo actual, esto es, desde la década del
80, en la transición del fordismo a la acumulación flexible estamos asistiendo a una
aceleración del proceso de “compresión espacio-temporal” que provoca “un impacto
desorientador y sorpresivo en las prácticas económico-políticas, en el equilibrio del poder de
clase, así como en la vida cultural y social” (Harvey 1998: 314). Las transformaciones de las
prácticas culturales, económicas y políticas se relacionan con el surgimiento de nuevas formas
dominantes de experimentar el espacio y el tiempo. Existe una relación necesaria entre la
aparición de formas culturales postmodernas, el surgimiento de modos más flexibles de
acumulación del capital y el “giro en la compresión espacio-temporal de la organización del
capitalismo” (Harvey 1998: 9).

2. 3. 2. El espacio como un sistema de objetos y acciones: Milton Santos

El geógrafo brasileño Milton Santos es sin duda el autor latinoamericano de mayor influencia
internacional en el desarrollo de la teoría del espacio. Sus aportes son diversos, pero queremos
destacar especialmente dos aspectos: a) la riqueza de su mirada externa a la hegemonía del
debate marcado por autores de Europa y Estados Unidos y, b) su preocupación metodológica

35
por hacer del espacio un “objeto posible de estudio” para la geografía, esto es, ir más allá del
llamado a superar ciertas visiones sobre el espacio, para pasar a construir categorías analíticas
que posibiliten el análisis del espacio de acuerdo a esas nuevas perspectivas.
Frente al primer aspecto, Santos propone una geografía que tenga en cuenta las realidades de
los así llamados “países subdesarrollados”, de esta forma analiza los procesos de estos países.
Para ello desarrolló diversas investigaciones en Brasil, en América Latina y en África, para
desde allí poder construir categorías analíticas que explicarían las dinámicas socio-espaciales
en estas regiones del mundo. Ya en 1973 plantea que “existe una oposición fundamental entre
esta metodología y aquella que, partiendo de hechos ya conocidos, estudiados, analizados y
medidos, correspondientes a los países industrializados, intentan aplicar este conocimiento a
los países subdesarrollados, como si los datos de la respectiva evolución fueran
complementarios y comparables” (Santos 1973: 288).
En cuanto al segundo aspecto Santos manifiesta una fuerte preocupación teórica y
metodológica frente al análisis del espacio; él señala un gran vacío al respecto en la geografía,
que como ya reseñamos con su contundente frase “la geografía es viuda del espacio”, Santos
busca encontrar en el concepto de espacio, un objeto y un método que le brinden coherencia
teórica interna a la geografía. El concepto de espacio que Santos propone en la naturaleza del
espacio (2000) es el resultado de un largo proceso de estudio que busca integrar esos
objetivos. El mismo Santos destaca tres momentos en su proceso de definición del concepto
de espacio: Un primer momento según el cual propone que el espacio esta constituido por un
“conjunto de fijos y flujos” (Santos 1978); un segundo en el cual propone dos categorías que
constituirían el espacio: la configuración territorial (tanto natural como construida) y las
relaciones sociales (Santos 1988); y una tercera propuesta donde plantea que el espacio, como
objeto de estudio de la geografía es el “conjunto indisoluble de sistemas de objetos y sistemas
de acción” (Santos 2000: 53).
Se trata de un conjunto indisoluble, en donde los sistemas de objetos (configuración territorial
o configuración geográfica conformada por el conjunto de sistemas naturales y artificiales)
tienen una materialidad propia, pero son las relaciones sociales, en forma de sistemas de
acciones las que le otorgan su existencia social. Por lo tanto, debido a que el espacio reúne
tanto “la materialidad como la existencia social que le da sentido”, es necesario analizar los
dos sistemas de manera conjunta. El espacio debe ser considerado entonces como un híbrido
que participa tanto de lo físico como de lo social por lo que las dos categorías, “objeto y
acción, materialidad y acontecimiento” deben ser tratadas de forma unitaria. Santos
igualmente afirma que este sistema de objetos y acciones es solidario, contradictorio y se

36
encuentra en permanente transformación, por lo que el espacio es la “síntesis, siempre
provisional, entre contenido social y las formas espaciales” (Santos 2000: 53-91).
El espacio, como un constructo social e histórico es el resultado de las relaciones de poder
que entran en juego entre los diversos actores presentes en la sociedad. Santos propone
algunas categorías que nos ayudan a analizar esas relaciones de poder presentes en la
producción del espacio. Según él, en todo espacio es posible encontrar una serie de
confrontaciones permanentes entre horizontalidades y verticalidades, localidades y
globalidades, conflictos y solidaridades que es necesario determinar en cada circunstancia.
Con el objetivo de seguir perfilando categorías de análisis dentro de su propuesta teórica
Santos (2000: 70) propone reconocer la existencia paralela de tres órdenes que acompañan la
“acción”: a) técnico (interpretaciones formalmente requeridas por la técnica); formal (supone
obediencia a los formalismos jurídicos, económicos o científicos) y simbólico (que
comprende formas no reguladas, afectivas, emotivas y rituales determinadas por modelos de
significación y representación). Si bien Santos plantea que estos tres órdenes del actuar son
inseparables, sugiere que el orden técnico y formal se impone como dato, mientras que el
actuar simbólico contiene la fuerza de transformación y cambio, por ello en cada
circunstancia específica la importancia relativa de cada orden del actuar varia.
Por último, nos interesa considerar que Santos se preocupa por precisar algunas categorías
que se prestan a confusión en los análisis geográficos. En primer lugar, estima necesario
distinguir entre espacio y paisaje. Define paisaje como “el conjunto de formas que en un
momento dado, expresa las herencias que representan las sucesivas relaciones localizadas
entre hombres y naturaleza” y agrega que en rigor el paisaje es “la porción de la configuración
territorial que es posible abarcar con la visión”. Por lo tanto, cada paisaje se distingue por una
determinada distribución de “formas-objetos, provistas de un contenido técnico específico” y
se distingue del espacio porque este es el resultado de la interacción entre esas formas-objetos
y la sociedad, por lo tanto el paisaje es un sistema material, mientras que el espacio es un
“sistema de valores” en constante transformación (Santos 2000: 86-87).
Santos también considera necesario distinguir entre configuración territorial y espacio. La
configuración territorial es el “conjunto de elementos naturales y artificiales que físicamente
caracterizan un área”. El espacio resulta de la interacción de la sociedad (acciones) con esos
elementos naturales y artificiales (objetos) que forman un conjunto que les brinda su
existencia social. Si bien los elementos naturales y artificiales tienen una existencia material
propia, su existencia social esta dada por las relaciones sociales.
Otra distinción pertinente que realiza el geografo brasileño es la de lugar y mundo. Santos
propone entender el mundo como una totalidad. En este contexto, el lugar es una categoría

37
escalar que define lo más próximo a los seres humanos y el mundo, como totalidad, sería lo
más extraño. Sin embargo Santos no concibe estas dos categorías en términos de una
oposición bipolar, sino de manera holística y plantea entre ellos una relación dialéctica, de tal
forma que el lugar no es ni pasivo, ni un fragmento de la totalidad, sino “globalmente activo”,
por lo que en cada lugar es posible encontrar el mundo en permanente transformación (Santos
2000: 116-117; 1996 b; Silveira 1995: 54-57). El espacio por su lado, concebido como el
conjunto de sistema de objetos y acciones, encuentra su realización en los lugares, cada objeto
o acción interactúa en el lugar, definiendo mutuamente su “valor real”. Para Santos (2000: 51-
54) la característica del espacio hoy, es que se compone de objetos y acciones cada vez más
artificiales y cada vez más determinados por fines extraños al lugar y a sus habitantes.

2. 4. La trialéctica del ser, equilibrio histórico-socio-espacial: Edward Soja

El geógrafo estadounidense Edward Soja propone hacer una reflexión general sobre las
formas como se ha concebido tradicionalmente el espacio y las competencias disciplinarias
para estudiarlo. Llama la atención sobre la necesidad de buscar un equilibrio entre
espacialidad, historicidad y sociabilidad como aspectos fundamentales del ser que operan en
el nivel de la ontología, la epistemología, la práctica y los estudios teóricos y empíricos (Soja
1997: 73).
Soja reconoce el “giro espacial” que han experimentado las ciencias humanas y sociales al
iniciar una interpretación del espacio y la espacialidad de la vida humana, en la que se le
reconoce importancia teórica e interpretativa al mismo nivel que la historicidad y la
sociabilidad de la vida humana. Ese “giro” espacial, que Soja reconoce como un proceso
multidisciplinario en curso, que se inicia a partir de la década del noventa y que afecta todos
los campos del conocimiento, desde la ontología y la epistemología, hasta los análisis
empíricos y la práctica social, es sin embargo un cambio que tiene mayor protagonismo en el
nivel ontológico, entendido como la comprensión más básica de la existencia humana. Es
necesario que afecte de forma equilibrado todos los niveles y para ello propone su “trialéctica
del ser”.
Soja considera que todos los hechos son simultáneamente sociales, históricos y espaciales, por
ello propone un equilibrio trialéctico entre ellos, en donde ninguno de los aspectos tiene
mayor peso y todos interactúan dialécticamente entre sí. Esta propuesta busca superar las
relaciones dualistas que se han dado entre cada pareja de elementos de esta trialéctica en
distintas disciplinas. En primer lugar, busca superar la bipolaridad entre espacialidad y
sociabilidad, que concibe la espacialidad solo como una producción social, otorgándole cierta

38
supremacía a lo social (tendencia que él identifica en algunos sectores de la geografía
marxista) y que desconoce la relación dialéctica entre los dos elementos o que,
reconociéndola, deja a un lado la historicidad.
Del mismo modo, busca superar la tendencia, en la geografía posmoderna, que le otorga por
medio del concepto de “hegemonía” de la historia, cierta subordinación de la espacialidad
ante la historicidad. Finalmente pretende franquear la relación dual entre historicidad y
sociabilidad, que centra su mirada en las relaciones sociales y en la construcción de la
historia, pero que deja a un lado la espacialidad. Para Soja es necesario quebrar estos
dualismos y “confrontar activamente” tanto el “historicismo” como el “sociologismo”. Reto
que solo puede llevarse a cabo con la integración multidisciplinaria de los tres elementos
básicos de la existencia (Soja 1997).
El pensamiento espacial, es según Soja (1997: 74)., el aspecto que más dificultades tiene para
lograr un desarrollo que supere el dualismo y la lógica binaria. El pensamiento espacial se
enfrasca en oposiciones entre “objetivo vs. subjetivo, materialista vs. idealista, real vs.
imaginario, las cosas en el espacio vs. pensamientos sobre el espacio, etc”, ante las cuales es
necesario ampliar la “imaginación geográfica” y avanzar hacia una “deconstrucción creativa”
que permita repensar esta “bifurcación en dos modos de pensamiento y análisis espacial”.
Es en este orden de ideas, en el que Soja presenta su propuesta del “tercer espacio”,
interpretado en el marco de una “trialéctica de la espacialidad” que contiene el espacio
material o percibido (primer espacio), el espacio mental o concebido (segundo espacio) y el
espacio vivido (tercer espacio). Para Soja, los últimos 200 años han estado dominados por una
imaginación geográfica influenciada por el espacio material y el espacio mental. Los estudios
del primer espacio (material) le han dado importancia al mundo físico, que puede ser
reestructurado y medido. El segundo espacio (mental o concebido), se relaciona con las
representaciones del espacio y propone una nueva forma de pensarlo, más en términos
subjetivos, simbólicos y semióticos, que denomina espacio imaginario o comportamental
(Soja 1997: 74-75).
Evidenciando que los estudios espaciales son dominados por “la combinación de este
dualismo” que pone límites a la imaginación geográfica, Soja considera necesario, no dejarlas
a un lado, sino imaginar un tercer espacio que incluya a los dos: el tercer espacio, el espacio
vivido. La idea de un espacio vivido, que no es un espacio intermedio entre el materialista y el
idealista, es una forma de repensar críticamente el dualismo señalado para abrir el camino
hacia un pensamiento geográfico más complejo. Soja identifica dos momentos como puntos

39
de partida para desarrollar la propuesta de un tercer espacio: Una conferencia15 dada por
Foucault en 1967 y denominada “Otros espacios” en donde desarrolla el concepto de
“heterotopías”, como aquellos otros espacios singulares que se encuentran en diferentes
espacios sociales y cuyas funciones son diferentes o incluso opuestas (Soja 1993: 27; 1997:
75); El segundo momento lo encuentra en Lefebvre con su frase “siempre hay otro” haciendo
una referencia crítica al dualismo que ha caracterizado el pensamiento de la modernidad. En
esos dos momentos reconoce Soja el punto de partida para construir su concepto de tercer
espacio con el cual pretende quebrar ese pensamiento dualista (Soja 1997: 75). El tercer
espacio es entonces un espacio vivido, que quiere ir más allá de su concepción tradicional
como espacio experiencial, empírico e imaginado, por lo tanto se trata de un “otro espacio”
que incluye a los otros pero rompiendo el dualismo, en una lógica de “ambos y además”, visto
desde una “complejidad plena” (Soja 1997: 75).
Soja considera que la mayoría de geógrafos se están en el primero y segundo espacio. Las
“exploraciones más creativas” del tercer espacio son especialmente del campo de los estudios
culturales críticos, donde se destacan los estudios desde la “critica feminista postmoderna” y
la crítica poscolonial que “enfocan a esta nueva política estructural de clase-raza-género desde
una perspectiva postmoderna más radicalizada”. Estos aportes provenientes de los estudios
culturales críticos han enriquecido la geografía humana tornándola “más transdisciplinaria
que nunca” y “espacializando explícitamente la subjetividad radicalizada y la práctica
política, imprimiéndoles a ambas una conciencia espacial crítica”. Esta nueva conciencia
sobre el espacio vivido pone sobre la mesa las relaciones de poder que modelan, dominan y
oprimen, abriendo la puerta a lo que Soja denomina “un tercer reino de la acción política
radicalizada, centrada y ubicada en la producción social del espacio vivido”, una opción
estratégica que puede ser tan “potencialmente emancipatoria”, como otras que se han formado
en torno a la construcción de la historia y la construcción de la sociedad (Soja 1997: 76).

2. 5. Espacializando las relaciones de género: Doreen Massey

El espacio como toda construcción social tiene género, sin embargo el género fue en la
discusión sobre lo espacial una perspectiva ignorada y marginada durante mucho tiempo, pero
todo parece indicar que se trató de un desconocimiento recíproco. Delgado plantea que la
perspectiva de género “ha ignorado el papel del espacio”, así como la geografía, centrada en
los análisis del espacio, “ha ignorado la perspectiva de género como variable importante de la

15
La conferencia traducida al ingles es posible encontrarla en el siguiente link:
http://foucault.info/documents/heteroTopia/foucault.heteroTopia.en.html

40
diferenciación social” (Ovidio 2003: 134). En el mismo sentido Sabaté (1995: 16) plantea que
el feminismo y la geografía “se han dado la espalda mutuamente en su desarrollo; mientras la
geografía ha ignorado el género como variable social, el feminismo olvida el componente
territorial y espacial del género”.
Pero este mutuo desconocimiento esta siendo superado gracias a la contribución,
especialmente desde el mundo anglosajón, de la geografía de género, corriente influenciada
por el feminismo y en donde sobresalen nombres como Doreen Massey, Linda McDowell y
Susan Hanson (Sabaté 1995). Esta corriente realiza aportes que buscan implementar la
perspectiva de género en la teoría y estudios socio-espaciales. Plantean que el espacio no es
neutro frente al género y que es necesario implementar las diferencias en la construcción de
género dentro de los estudios espaciales, de tal manera que den cuenta de la espacialización
de las diferencias de género. En la construcción del espacio como producto social entran en
juego relaciones de poder que determinan roles y formas de espacialización en todos los
niveles escalares, desde lo local hasta lo global, y en las cuales los procesos de espacialización
de las diferencias de género deben ser analizados.
Según Massey (1994: 2) existe una “compleja y profunda conexión entre espacio y lugar con
el género y con la construcción de las relaciones de género”. Las relaciones de género son un
elemento de gran significado en la producción y reproducción de las geográficas y sus
desarrollos desiguales. Para Massey los estudios de género se han preocupado especialmente
por la variación de las relaciones de género en la historia, esto es, como dinámicas
diferenciadas en el tiempo. Pero no han prestado la misma atención a las variaciones
espaciales de las relaciones de género. Para esta autora en tanto que tiempo y espacio son
inseparables es preciso reconocer las diferencias temporales y espaciales de las relaciones de
género y la forma como estas han sido producidas (Massey 1994: 12-13).
Se trata entonces de múltiples relaciones interconectadas: relaciones dialécticas entre
geografía y género en relación a la producción y conceptualización de espacios y lugares
específicos (Massey 1994: 177-178). Con ello quiere indicar que el género esta
profundamente implicado en la construcción de la geografía en tres niveles: la geografía con
sus desarrollos desiguales en las variaciones regionales y las especificidades locales, la
geografía como un discurso académico/intelectual con sus instituciones sociales y la geografía
como fundadora de conceptos y sistema de conocimiento (Massey 1994: 180).

41
2. 6. La perspectiva espacial en el marco del proyecto general

Hemos presentado las líneas centrales de los autores más destacados en el debate
contemporáneo sobre lo espacial. En primer lugar, el concepto pionero de Lefebvre de un
espacio como producto social que determina el cambio de paradigma frente a la escuela
clásica; en segundo lugar los aportes de la geografía crítica: Harvey con el “materialismo
histórico-geográfico” como marco para analizar la producción de tiempo y espacio en el
capitalismo y, Santos quien a partir de su preocupación por hacer del espacio un objeto de
estudio teórica y metodológicamente posible para la geografía propone una teoría compleja en
donde se define el espacio geográfico como un sistema de acciones y objetos interrelacionado,
posteriormente los aportes de Soja, quien retoma y desarrolla las propuestas de Lefebvre, del
enfoque marxista y del postmodernismo, desarrollando una propuesta que busca vincular de
manera integral lo socio-espacio-temporal en la teoría social; y finalmente los aportes de la
geografía de género a través de Massey, una de sus principales representantes, quien señala
las múltiples, profundas e interconectadas relaciones existentes entre la producción de lo
geográfico y la producción de las relaciones de género.
El panorama es enorme y las posibilidades que enmarca la perspectiva espacial, en tanto que
propone nuevas formas de entender las dimensiones espaciales de los procesos sociales, son
de una variedad inmensa e incluyen el análisis de sucesos y procesos tan diversos como la
lucha por la tierra de los movimientos campesinos e indígenas, las políticas coloniales y
neocoloniales, las luchas individuales en las ciudades por el uso del “espacio público”, las
desigualdades y desequilibrios regionales en el contexto de globalización, las luchas de
pandillas juveniles por defender “su territorio”, los complejos y desiguales procesos de
espacialización de las relaciones de género, los procesos de urbanización desequilibrado, los
referentes simbólicos e identitarios espaciales y muchos otros, en fin, como señala Foucault
“desde las grandes estrategias de la geopolítica hasta las pequeñas tácticas del hábitat”
(Foucault, 1980: 149).
Teniendo este marco presente en el actual capítulo hemos querido presentar un “panorama” de
los principales elementos de las teorías espaciales contemporáneas. Un panorama que
reconoce las limitaciones expuestas al inicio del capítulo y que no pretende por ello ni ser
autocomprensivo ni integral. Con la presentación de este panorama de los estudios socio-
espacio-temporales básicamente hemos buscado dos objetivos: el primero, es exponer algunos
elementos teóricos generales que nos sirvan en el siguiente capítulo para analizar la
correspondencia entre el debate contemporáneo mencionado y las formas como se interpreta
lo espacial en las investigaciones sobre conflicto armado en Colombia.

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El segundo objetivo es llamar la atención sobre las enormes potencialidades analíticas que
sugiere este nuevo abanico de enfoques y categorías conceptuales para abordar el estudio de
la guerra, el cual ayudaría a construir nuevas preguntas desde nuevas perspectivas para
avanzar en la interpretación de la complejidad de los procesos económicos, políticos, sociales
y culturales que se expresan en el conflicto armado en Colombia. En el primer capítulo hemos
propuesto definir el conflicto armado en Colombia como un proceso complejo social,
económico, político y cultural con múltiples interacciones en el tiempo-espacio.
Consideramos que esta definición dinámica, que busca superar las rigurosidades y dualismos
de otras definiciones, es necesaria para poder abordar el análisis del conflicto armado desde
las nuevas propuestas teóricas y metodológicas de lo socio espacial.

43
3. Análisis espaciales del conflicto armado en Colombia:
Una mirada teórico-espacial

Las transformaciones geográficas que ha presentado, y sigue presentando, el conflicto


armado en Colombia y que se expresan de diversas formas, hacen que lo espacial sea una de
las preocupaciones centrales de los investigadores. Existe actualmente un buen número de
estudios que se acercan, desde diferentes enfoques y disciplinas, al tema de las dinámicas
espaciales del conflicto armado. Estas investigaciones han realizado importantes aportes en su
caracterización y consideramos necesario continuar esos desarrollos. Sin embargo, y es una de
las hipótesis que atraviesa nuestro trabajo, pensamos que es pertinente hacer un esfuerzo de
reflexión teórico y metodológico, que permita revisar los enfoques y categorías analíticas que
se han venido utilizando cuando se piensa el espacio en relación con el conflicto armado en
Colombia. Se trata de un ejercicio por detenernos, retroceder, revisar enfoques, conceptos y
teorías, para poder seguir por nuevos caminos, que permitan visibilizar nuevas problemáticas
y abran el espacio a interpretaciones más complejas y tal vez más fructíferas.
Con el presente trabajo queremos sumar a esa tarea, a partir de un par de preguntas: cómo se
interpreta la cuestión espacial en la producción académica sobre espacio y conflicto armado
en Colombia y cuál es su correspondencia con el desarrollo del debate teórico espacial
contemporáneo. El desarrollo específico de este análisis es el objetivo del capítulo. Para
cumplir este objetivo hemos seleccionado en primer lugar, aquella bibliografía que desarrolla
análisis espaciales del conflicto armado colombiano. Sobre esta bibliografía, presentaremos
en la primera parte y de manera esquemática, las tendencias generales de desarrollo de las
líneas investigativas y sus formas de interpretar el espacio, como categoría de análisis, esto
nos llevará a definir unos grupos específicos. Sobre cada uno de estos grupos entraremos en la
segunda parte a desarrollar con mayor profundidad el análisis teórico-conceptual de lo
espacial y su correspondencia con el desarrollo teórico contemporáneo sobre el espacio. Para
analizar las formas cómo se interpreta lo espacial en la bibliografía seleccionada hemos
optado por concentrarnos en las definiciones y usos de las categorías espaciales que los
autores desarrollan, para luego poder contrastarlas con los elementos centrales de la discusión
contemporánea sobre lo espacial que ha sido expuesto en el capítulo anterior.
Partiendo de estas aclaraciones hemos organizado la segunda parte de la siguiente forma: En
un primer momento presentamos algunos comentarios generales a la producción en conjunto,
posteriormente centramos el análisis en la parte gruesa de la producción académica que gira
en torno a los “estudios regionales”. Luego profundizaremos en una serie de estudios, que
desde otras inquietudes temáticas, especialmente el desplazamiento forzado y las dinámicas

44
de la guerra en territorios habitados por comunidades indígenas y comunidades negras, han
incluido una mirada antropológica del espacio. A continuación analizaremos una serie de
trabajos que desde una interpretación nacional de las tendencias más marcadas en la dinámica
espacio-conflicto, intentan señalan sus características sobresalientes. Finalmente abordaremos
dos trabajos especiales, se trata de dos estados del arte que han realizado importantes aportes
en dar cuenta de las formas de abordaje temático, metodológico y teórico de la producción
académica, así como por las reflexiones teóricas sobre lo espacial en relación con el conflicto
armado. Reflexiones teóricas que queremos presentar y comentar desde una lectura crítica a la
luz de la teoría espacial contemporánea.

3. 1 Estudios sobre espacio y conflicto armado en Colombia: Tendencias de desarrollo

La cuestión geográfica es generalmente un referente central en los análisis sobre conflictos


armados. Los análisis en Colombia no escapan a esta tendencia y por ello desde los primeros
estudios sobre conflicto armado hasta la actualidad podemos encontrar, en mayor o menor
profundidad, referencias a las dinámicas espaciales. Existen por lo tanto múltiples y diversas
aproximaciones a los problemas espaciales del conflicto armado, que se han planteado desde
diferentes momentos, intereses temáticos, actores y contextos y que hacen compleja la tarea
de plantear un bosquejo de su desarrollo. Sin embargo, consideramos pertinente atrevernos a
describir algunos de sus rasgos más característicos. La presentación esquemática que haremos
a continuación, permite ofrecer una mirada general introductoria al lector, así como identificar
ciertas “tendencias” en la investigación, sobre las cuales entraremos posteriormente a hacer un
análisis más detallado de sus marcos teórico-metodológicos en lo referente al espacio.
Desde el trabajo clásico “La Violencia en Colombia” es ya posible encontrar un capítulo
denominado: la “geografía de la violencia” (Guzmán; Fals Borda; Umaña: 1962: 105). En él
se hace referencia a la localización de las zonas donde se desarrollaron los hechos de
violencia de mediados del siglo pasado. Aquí ya es visible lo que será una constante en buena
parte de los estudios espaciales del conflicto armado en Colombia, que consiste en reducir el
“análisis espacial” o “análisis geográfico” a la localización de los actores armados o de sus
acciones, algunas veces apoyados en el uso de mapas. Es el caso de los diversos estudios de
Alejandro Reyes Posada (1988, 1991, 1994, 1997), de Camilo Echandía (1999) o de Alfredo
Molano (2001), para mencionar sólo algunos.
Un primer gran grupo de trabajos que hemos identificado son los denominados estudios
regionales del conflicto armado. En efecto las transformaciones que sufre el conflicto armado
despiertan el interés de los investigadores por los análisis regionales, quienes pretenden

45
abordar el “tema territorial” y las complejidades que ha adquirido el conflicto desde una
perspectiva más local que permita hacer análisis más concretos y diferenciados. A finales de
los ochenta la academia colombiana llamaba entonces la atención sobre la falta de estudios
regionales que permitieran ver en territorios específicos las formas como se desarrollaba la
espacialidad del conflicto armado y su relación con otros fenómenos. Según García (2001:
108) se percibía un “estancamiento con las tesis generales sobre violencia” que lleva la
mirada a los análisis regionales como “una opción para encontrar nuevas pistas” dentro de la
investigación del fenómeno de la violencia en el país.
Según nuestra revisión, el primer documento que aparece con esta perspectiva es el de Maria
Teresa Uribe (1989) titulado “La territorialidad de los conflictos y la violencia en Antioquia”
y le seguirá una extensa bibliografía desde la década del noventa hasta la actualidad, que
ofrece todo un abanico de formas de concebir el espacio en relación con el conflicto armado,
unas mejor logradas que otras, y que analizaremos con más detalle en la segunda parte de este
capítulo. Si bien al interior de este grupo predominan tendencias historicistas en el análisis del
conflicto armado, ahora tomado a escala regional, se sigue restringiendo la consideración
espacial a la localización de los fenómenos relacionados con el conflicto armado. Pero
destaquemos que es en el marco de estos estudios, donde lo espacial ha tenido un desarrollo
teórico importante, especialmente a través de la interpretación y uso de la categoría “región”.
Aquí se destacan especialmente los diferentes trabajos de Clara Inés García (1993, 1994a,
1994b, 1996, 1998a, 1998b).
Hemos definido un segundo grupo de trabajos que introducen nuevas interpretaciones del
espacio al poner el acento en sus aspectos antropológicos. Este grupo de trabajos comienza a
aparecer a mediados de los noventa y continúan hasta la actualidad, en el marco de dos
intereses temáticos: las dinámicas “simbólicas” e “identitarias” de las comunidades indígenas
y afrocolombianas con el espacio y sus transformaciones en el contexto del conflicto armado
(García y Vélez 2004; Oslender 1999, 2004; Sánchez 2001, entre otros) y, por otro lado, un
grupo de estudios que referidos a la temática del desplazamiento forzado se preocupan por
analizar “la perdida de lugar” (Agier y Hoffmann 1999) y la relación entre “territorio e
identidad” (Osorio 2000) en el contexto del desplazamiento forzado. Aparecen igualmente
investigaciones que vinculan las dos temáticas, esto es, el desplazamiento forzado en el caso
de comunidades indígenas y/o comunidades afrocolombianas y desde allí profundizan esta
perspectiva antropológica del espacio (Arias 2003, Arocha 1999). Por último, el tema del
desplazamiento forzado ha sido también el contexto para la publicación de algunos trabajos
que desde la economía política y la geografía política han desarrollado otras perspectivas

46
espaciales del conflicto armado (Betancourt 2005; Espinosa 2001; Fajardo 2002; Rubiano y
Granados 1999; Sarmiento 2000).
El tercer grupo definido reúne una serie de trabajos que si bien interpretan el espacio desde
perspectivas diversas y por ello no constituyen una única línea interpretativa, les unifica el
hecho de que apuestan por intentar caracterizar desde una lectura global, las tendencias más
marcadas de la relación entre espacio y conflicto armado (Borja 2001; Echandía 1999;
González J 1992; González F 2002, González, Bolívar y Vásquez 2003; Lair 2003; Ortiz
2001; Pécaut 1999; Pizarro 2002; Vásquez 2006; Zuluaga 2004). Por esa lectura global que
plantean consideramos que deben ser discutidas por aparte.
En el cuarto y último grupo hemos ubicado dos trabajos (estados del arte) que si bien no
desarrollan análisis espaciales del conflicto armado, desde la revisión de la bibliografía
proponen reflexiones teóricas sobre la forma como se estudia lo espacial en relación con el
conflicto armado en Colombia. Reflexiones que queremos discutir. Esta presentación
esquemática de las tendencias de desarrollo permite identificar algunas tendencias generales
en las formas de pensar lo espacial en relación con el conflicto armado. La manera como
hemos organizado los grupos mencionados no pretende ni presentarlos como tendencias
mutuamente excluyentes, ni pensarlos como evoluciones lineales con claras delimitaciones
temporales. Las fronteras entre uno y otro son fluidas. Se trata más bien de un ejercicio que ha
permitido organizar nuestro material a partir de ciertas formas generales y relativamente
diferenciadas de pensar lo espacial en relación con el conflicto armado en Colombia. A
continuación podremos profundizar en el análisis teórico-metodológico de lo espacial y su
correspondencia con la teoría contemporánea sobre espacio al interior de cada uno de los
grupos seleccionados.

3. 2. Los análisis espaciales del conflicto armado en Colombia: análisis de las categorías
analíticas y su correspondencia con el debate teórico espacial contemporáneo.

3. 2. 1. El conjunto de la producción académica

Desde la perspectiva de la teoría espacial contemporánea, el conjunto de la producción


académica colombiana presenta un precario desarrollo de lo teórico-espacial. La mayor parte
de la literatura revisada desarrolla sus análisis sin proponer claramente los marcos teóricos o
las definiciones de las categorías espaciales que utilizan en sus análisis. Esta falta de marcos
teóricos y definiciones de los conceptos espaciales que se utilizan dificulta la lectura de los
textos y la distinción de las diferentes opciones teóricas posibles. En la literatura revisada es

47
frecuente el uso de categorías espaciales como región, territorio y lugar, las cuales no son
definidas conceptualmente ni ubicadas dentro de un marco teórico, como si su significado
fuera evidente. Incluso en un buen número de trabajos estas mismas categorías son usadas sin
distinción alguna. A manera de ejemplo en los trabajos de Reyes (1988, 1991, 1994, 1997)
que pretenden adelantar “análisis geográficos” del conflicto armado, apoyados en algunos
casos de cartografías, no se definen los conceptos de espacio, territorio o lugar que utiliza y
con frecuencias los presenta como sinónimos. De la forma como hace uso de estas categorías
espaciales concluimos que concibe el espacio como un recipiente en donde se desarrolla, y
sobre todo donde se localiza el conflicto armado. Las mismas consideraciones son aplicadas
al trabajo de Molano (2001) el cual propone adelantar un análisis de la “territorialidad” del
conflicto armado, sin embargo no define que entiende por territorialidad y reduce su análisis a
la localización de los actores armados y sus acciones.
Esta precariedad conceptual frente al espacio, no se puede explicar sólo desde los estudios
espaciales del conflicto armado, sino en general como consecuencia del marcado historicismo
que ha caracterizado a las ciencias sociales en general. Como se señaló en el capítulo anterior,
Foucault (1992: 126) plantea que el historicismo descalificó el espacio como lo “muerto,
fijado, lo no dialéctico, inmóvil”. Deberíamos añadir en nuestro caso, lo que no necesita ser
definido por cuanto se supone que el espacio es evidente. Esta observación es igualmente
coherente con lo señalado por Harvey (1998: 225) cuando, refiriéndose a la teoría social,
afirma que si bien el espacio y el tiempo son categorías básicas de la existencia social, rara
vez se discuten sus significados, “más bien tendemos a darlos por sentados y a otorgarles
determinaciones de sentido común o auto-evidencia”.
Consideramos que este problema general de las ciencias sociales se refleja igualmente en los
estudios sobre conflicto armado por cuanto que buena parte de los investigadores no
consideran necesario definir las categorías espaciales que utilizan en sus estudios. Ante la
dificultad de no encontrar conceptos claramente definidos fue necesario poner mucha atención
a las referencias sobre categorías espaciales encontradas en los trabajos académicos, para
desde allí identificar la forma como se interpreta lo espacial y su correspondencia con la
literatura contemporánea sobre espacio.
Una segunda falencia teórica tiene que ver con la marcada tendencia a concebir el espacio
como una cosa física, como un “receptáculo” o “escenario” (Lefebvre 2000: 108; Santos
1996) en donde el conflicto armado se desarrolla. Si bien la discusión teórica contemporánea
sobre el espacio parte de reconocerlo como un producto social, con sus dimensiones
percibidas, concebidas y vividas, esta discusión no ha influenciado la mayor parte de los
estudios que pretenden hacer análisis espaciales del conflicto armado. En este sentido el

48
espacio se ha privilegiado como “escenario” en donde los actores armados simplemente se
localizan, o ejercen sus acciones, o desalojan la población, o donde encuentran recursos
económicos para financiarse, o limitaciones geofísicas para recorrerlos, o incluso convierten
el espacio en una “cosa” que se puede comprar, confundiendo, espacio, territorio y tierra. Se
trata de una perspectiva que privilegia la dimensión geográfica-militar del espacio,
restringiéndose a hacer análisis de las ventajas o desventajas que el espacio físico ofrece para
el desarrollo de la guerra. Estas formas de entender el espacio suelen cosificarlo y privilegiar
una serie de verbos que denotan las “acciones” que se ejercen sobre el espacio: “controlar”,
“dominar”, “comprar”, “luchar”, etc. Estas apreciaciones suelen no ir acompañadas, ni de un
concepto teórico ni de una explicación más profunda que la afirmación de dominio, control o
lucha, de tal forma que no resulta posible comprender con mayor profundidad de que se esta
hablando y cómo es que se desarrollan estas acciones. Los trabajos de Betancourt (2005),
Echandía (1999), Ortiz (2001), Rangel (1999), Pizarro (2002), Vásquez (2006), Zuluaga
(2004), entre muchos otros representan esta tendencia.
Estas formas de entender el espacio resultan limitadas en términos analíticos por cuanto
consideramos que la relación entre guerra y espacio es mucho más compleja y va más allá de
su dimensión geofísica de “controles” y “dominios”. Pensamos que en este sentido la
incorporación de marcos teóricos más complejos permitiría problematizar estas formas
“vacías” de ver el espacio y avanzar hacia interpretaciones más profundas sobre como es que
funcionan estos “controles”, “dominios” y “luchas”, partiendo de que estas son sólo algunas
de las más básicas y tal vez más evidentes, entre muchas otras posibles formas de interpretar
las relaciones entre espacio y conflicto armado.
Una tercera característica general del grueso de los estudios es la poca referencia a la
bibliografía internacional. Una buena parte de los autores que definen sus categorías analíticas
espaciales lo hacen citando a autores nacionales, dos autores son frecuentemente citados:
Clara Inés García, en relación al concepto de Región y Gustavo Montañez en relación al
concepto de territorio, conceptos que más adelante comentaremos. En este aspecto lo que
queremos resaltar es que no se trata ni de marginar a los autores nacionales, ni de incorporar
acríticamente los internacionales reproduciendo la hegemonía teórica europea y
estadounidense, sino de expresar mayor interés por la discusión teórica para poder quizás
hacer aportes desde nuestras realidades concretas, pero eso sólo es posible superando el
provincialismo teórico colombiano y promoviendo la capacidad de dialogar productivamente
con la producción teórica internacional.
Un cuarto comentario general tiene que ver con el problema de la operacionalización de los
conceptos espaciales. Hemos evidenciado que si bien algunos trabajos exponen la definición

49
de sus categorías espaciales haciendo uso de conceptos “complejos” cercanos a la teoría
contemporánea, en el momento del desarrollo de la investigación y de la operacionalización
de estos conceptos “se quedan cortos” en su análisis no pudiendo desarrollar el potencial de
sus marcos teóricos y acaban privilegiando en los análisis concretos perspectivas físicas y
estáticas del espacio. Un buen ejemplo es el trabajo de Vásquez (2006: 345) quien tomando el
concepto de “región en construcción” de García se propone “describir las dinámicas, las
tendencias y las lógicas geográficas del conflicto armado en el Magdalena Medio” con el
objetivo de “entender la lógica espacial” del conflicto armado en esa región. Sin embargo
reduce su análisis solamente al uso de estadísticas generales de las acciones de los grupos
armados y su localización en la región específica. Es decir, si bien parte de un concepto de
espacio como construcción social, a partir de la categoría de región, termina reduciendo su
análisis a un espacio como “escenario” en donde se desarrolla el conflicto. Esto pone de
relieve que si bien se intenta introducir el uso de conceptos de espacio más complejos, aún
existen limitaciones metodológicas para lograr su operacionalización y desarrollo sistemático
en las investigaciones.
El quinto y último comentario general tiene que ver con la absoluta marginación de la
perspectiva de género. En el capítulo anterior hemos presentado cómo dentro de la teoría
espacial contemporánea se ha reconocido la importancia de incorporar las diferencias en la
construcción de generó dentro de los estudios espaciales, de tal manera que den cuenta de la
espacialización de las diferencias de género. Esta perspectiva sin embargo no ha llegado aún a
los estudios espaciales del conflicto armado, los cuales han sido ciegos frente a la perspectiva
de género, invisibilizando las construcciones diferenciadas del espacio en el contexto del
conflicto armado.
Estos son entonces algunos comentarios generales que dedicamos al grueso de la producción.
Los grupos de trabajos que presentaremos a continuación incorporan formas diferenciadas de
abordar lo espacial. Si bien al interior de cada grupo algunos trabajos continúan con las
carencias generales aquí mencionadas, otros menos numerosos, han logrado avanzar hacia
interpretaciones de lo espacial más complejas y acordes con la teoría contemporánea. A
continuación iniciamos un comentario mas detallado de cada uno de estos grupos.

3. 2. 2. Los estudios regionales: lo espacial en la escala regional?

En el grupo de estudios regionales hemos incorporado una de las producciones académicas


más representativas dentro de la literatura revisada. Resulta representativa tanto por el gran
número de trabajos que se han producido, como por los avances en términos espacio-teóricos

50
que algunos trabajos han desarrollado16. Los estudios regionales surgen dentro del contexto de
transformaciones que presenta el conflicto armado desde finales de la década del ochenta y la
necesidad evidenciada por la academia de emprender estudios que asuman desde miradas
locales o regionales el análisis de esas transformaciones. En el marco de ese contexto, García
(2001: 113) reconoce la influencia que representó la tendencia explicita e institucional del
Centro de Investigación y Educación Popular -Cinep- quien produjo una serie de
investigaciones sobre el conflicto armado en regiones como el Sumapaz, el Magdalena Medio
y la zona esmeraldífera. Un objetivo de los estudios regionales es poder plantear desde una
perspectiva más local interpretaciones más concretas y diferenciadas, como “una opción para
encontrar nuevas pistas” dentro de la investigación sobre conflicto en Colombia (García 2001:
108).
En lo que respecta a lo conceptual-espacial en el marco de los estudios regionales si bien se
han realizado avances, estos han sido limitados. En este sentido los comentarios generales
referentes al grueso de la producción académica, son aplicables igualmente a gran parte de los
estudios regionales. En especial a los trabajos de De Rementería (1991); Espinosa (2002);
Ramírez (1996); Ortiz (1995); Reyes (1991, 1992, 1998, 1998b); Roldán (2003); Romero
(1998); Salgado (1992) y Vargas (2004), entre otros.
Un primer aspecto específico que destacamos dentro de los estudios regionales consiste en
que mantienen con frecuencia un marcado carácter historicista. Hemos indicado que estos
estudios surgen desde una iniciativa por entender desde la escala regional las
transformaciones y complejidades de la perspectiva espacial del conflicto armado. Sin
embargo, un buen número de estos trabajos no logran hacer mayores aportes en esta relación,
sino que mantienen el carácter historicista, es decir, se concentran en describir la historia de lo
que sucede -la guerra- en el espacio -la región-, centrándose especialmente en describir las
localizaciones, por lo que no logran hacer mayores aportes frente a la producción social del
espacio y su relación con las dinámicas de guerra. En términos de Lefebvre, se realizan
“inventarios de lo que hay en el espacio”, que sólo aportan descripciones o zonificaciones
sobre las cosas que hay en el espacio, pero no “alcanzan el momento analítico sobre el
espacio” en la medida en que no giran “hacia la producción del espacio y hacia las relaciones
sociales inherentes a esta producción” (Lefebvre 2000: 108). En este sentido podríamos
afirmar que pese a que existe un buen número de estudios regionales, buena parte ellos no
logran desarrollar análisis integrales de lo espacial en relación con el conflicto armado, en

16
En una preselección se encontraron una gran cantidad de estudios regionales del conflicto armado, que ponían
sin embargo el acento en temas diferentes a lo espacial. Por ello en una segunda revisión restringimos el análisis
sólo a aquellos que desarrollaban análisis espaciales del conflicto armado.

51
tanto que se concentran a la caracterización histórica de dinámicas del conflicto en la escala
regional, pero las formas de construcción del espacio no aparecen consideradas.
Sin embargo, es posible encontrar algunos trabajos que se alejan de esta tendencia mayoritaria
y logran desarrollar conceptos espaciales más complejos. Los trabajos de Clara Inés García
(1993, 1994a, 1994b, 1996) son los más sobresalientes en este sentido y han influenciado gran
parte de la producción sobre espacio y conflicto armado desde la perspectiva regional. García
propone una definición dinámica de la categoría espacial “región”, vista como “región en
construcción” y por esta vía permite entender lo espacial, en el sentido de lo regional, como
un producto social. Define región como:

“una entidad territorial con fronteras sociales delineadas y reconocidas en virtud del conjunto de
procesos económicos, sociales, políticos y culturales que en el se desarrollan y que permiten
pensarla hasta cierto punto como una globalidad social con características propias y
diferenciables de otras colectividades similares que en conjunto conforman una sociedad mayor”
(1994: 124).

Más concretamente, dentro de su investigación sobre el Bajo Cauca Antioqueño afirma que:

“lo que define los contornos de una región es la lucha por el control de los recursos económicos,
sociales, culturales y políticos que se libra entre diversos actores sociales sobre un territorio
determinado, (...) es ese complejo conjunto de factores económicos, culturales, sociales,
geográficos y políticos que han hecho que se forme a través del tiempo una “sociedad”
relativamente estructurada y diferenciable de otras” (García 1994: 127).

A partir del concepto de región en construcción como categoría espacial, García introduce una
mirada nueva a lo espacial, que supera las perspectivas estáticas que privilegian lo geofísico y
ha posibilitado interpretaciones más fructíferas de lo espacial en relación con el conflicto
armado. García por ejemplo ha abordado también por esta vía conceptual el papel que juegan
los conflictos en la construcción de lo regional. En su estudio sobre Urabá plantea que “los
territorios también adquieren sentido para quienes habitan en ellos a partir del conflicto y que
también a partir de ellos se comienza a construir variedad de referentes materiales, simbólicos
y espaciales que van configurando lo que pudiéramos llamar “fronteras regionales” (Garcia
1996: 18).
Sin embargo, con un ánimo crítico desde la teoría espacial contemporánea cabe la pregunta:
¿En qué medida esta interpretación ha sido posible sólo desde el concepto de región, pero no
implica una concepción general de lo espacial, en sus diferentes escalas, como producto
social? Es decir, ¿En que medida esta visión dinámica del concepto de región se restringe

52
sólo a lo regional y no tiene como base una comprensión general del espacio como un
producto social? Creemos que tal vez aquí está una de las debilidades de esta tendencia,
analizada desde la teoría contemporánea espacial, puesto que se piensa lo regional como
construcción dinámica de la sociedad, pero sólo en lo regional. Eso hace que otras categorías
espaciales, especialmente el territorio, siga siendo concebida de una manera “clásica”. Esto lo
encontramos en los mismos trabajos de García, cuando plantea que “la gran paradoja es que
quienes cumplen con la función histórica de sentar las bases espaciales y socio-políticas de la
primera delimitación de un territorio con sabor a región son los actores armados” (García
1994: 127). Aquí pareciera distinguir la “región”, con sus atributos materiales e inmateriales,
del “territorio” entendido como un referente físico, un territorio que se transforma a partir de
ciertas dinámicas, la de los conflictos, en “región”.
Este problema es mucho más evidente en el trabajo de Ramírez (1996), cuyo título ya es
diciente del juego teórico que plantea: “Urabá: ¿De territorio a región, de región a
territorio?”. El autor propone reconocer en la región de Urabá “dos tendencias cualitativas
diferentes: el desarrollo implícito en el lento e irregular proceso de territorio a región, la
segunda, los indicios de progresivo fracturamiento de un tejido social que sin haber alcanzado
la madurez necesaria, en términos estrictos de sociedad civil, permitirían hablar de tendencias
involutivas desde lo regional complejo a lo territorial simple” (Ramírez, 1996: 14).
Lamentablemente el autor no define claramente las categorías espaciales que utiliza, como
“regional complejo”, “territorial simple, “desterritorialización” y otras, por lo que resulta
difícil comprender teóricamente sus análisis, pero por el uso que hace de estas categorías
podemos deducir que distingue un “territorio simple”, en donde lo social no es importante, de
una “región”, como materialización histórica y social. Desde la teoría contemporánea sobre
espacio esto constituiría una trampa teórica, puesto que el espacio, con sus diferentes
componentes físicos, simbólicos, y prácticos, elementos inseparables, es un producto histórico
y social en todas sus expresiones escalares.
En una línea parecida pero con algunos rasgos diferentes el trabajo de Uribe (1992) merece
algunos comentarios y para ello citamos un fragmento:

“El Urabá de hoy podría considerarse como un territorio en construcción, pues aún no ha
logrado su cohesión y organicidad interna y su articulación con Antioquia, con los
departamentos vecinos y con la Nación es aún débil y conflictiva; Urabá, pues, aún no
constituye una verdadera región. El territorio de Urabá –laxo, complejo y de fronteras difusas e
indeterminadas- es y ha sido un territorio en disputa; a él han concurrido, en diferentes
momentos y coyunturas, varias naciones y regiones, fuerzas sociales muy diversas y actividades
económicas de distintas latitudes; en este territorio se han disputado sus proyectos de

53
dominación y control el Estado, el contraestado y el paraestado; además, el territorio ha sido el
centro de intereses estratégicos para varias regiones colombianas pues ha pertenecido
administrativamente a más de tres departamentos; por último, allí se han cruzado de manera
conflictiva varias etnias y pueblos históricos, muchas identidades locales y complejas imágenes
sociales que cubren una gama amplísima de posibilidades, de éxitos y de fracasos” (Uribe 1992:
9)

Al caracterizar el Urabá como un “territorio en construcción” la autora introduce una


perspectiva compleja que le permite, superando algunas visiones simples, enfocar su análisis
en las complejidades de ese proceso de construcción, que incluye la heterogeneidad de
procesos sociales, políticos, económicos, culturales e históricos que entran en juego. Si bien
estamos de acuerdo con esta perspectiva teórica compleja, creemos que la autora plantea el
concepto de “territorio en construcción” como una excepcionalidad de Urabá, más no como
una característica de todo territorio. En la teoría espacial contemporánea todo territorio es una
construcción social e histórica en donde el conflicto es permanente. Para Harvey (1998: 229)
por ejemplo supone “campos de ambigüedad, contradicción y lucha” y el desarrollo de
relaciones de poder, en donde los conflictos surgen no solamente de las apreciaciones
subjetivas sino de las “diferentes cualidades materiales objetivas del tiempo y el espacio que
son consideradas decisivas para la vida social en situaciones diferentes”. En un sentido
parecido, Lefebvre (2000: 421) señala en relación con la construcción del espacio que “las
contradicciones del espacio “expresan” los conflictos de los intereses y de las fuerzas socio-
políticas; pero esos conflictos no tienen efecto y lugar sino en el espacio, convirtiéndose en
contradicciones del espacio”. Teniendo como referente estos elementos de la teoría espacial
contemporánea tendríamos que admitir que el carácter de excepcionalidad que Uribe (1992) le
otorga a la definición de Urabá como un “territorio en construcción” resulta cuestionable. Si
bien, esta perspectiva le permite a la autora enfocar su análisis en las complejidades de los
procesos que están a la base de la construcción de Urabá como territorio, si tenemos en cuenta
que todos los territorios son permanentes construcciones socio-históricas y que las
complejidades y los conflictos son un estado permanente en ellos, deberíamos preguntar:
¿Cuáles serían entonces los perfiles característicos de la construcción de Urabá como
territorio?
Un último comentario crítico que queremos resaltar en el marco de los estudios regionales
tiene que ver con el problema de las escalas. La teoría espacial contemporánea plantea que si
bien en los análisis espaciales se puede distinguir en términos metodológicos diferentes
escalas de análisis, se parte de que los diferentes niveles escalares están relacionados entre sí
de manera dialéctica. Esto lleva a plantear que un análisis espacial delimitado a una escala

54
local no puede ser completo si no se da cuenta de las dimensiones regionales, nacionales y
globales que interactúan con la producción social de ese espacio local. En el caso que nos
ocupa consideramos que las dinámicas espaciales del conflicto armado vistas desde una escala
local no se pueden explicar por si mismas, sino que estas relacionadas dialécticamente con
otras dinámicas regionales, nacionales y globales, sobre las que es necesario dar cuenta. En la
mayor parte de los estudios regionales que venimos comentando esto no es tenido en cuenta y
por lo tanto se reduce el análisis de lo espacial a esa escala regional, sin lograr hacer un
análisis sistemático de las relaciones existentes entre los diferentes niveles escalares (local,
regional, nacional y global) que afectan la producción del espacio en la dimensión escogida
por el autor para hacer su análisis.
Esto implica en lo teórico que los análisis interpretan el espacio como “isla espacial” sin
relación con su exterior y como un ente espacial que se explica por si mismo. Frente a ello
consideramos necesario tener en cuenta una perspectiva multi-escalar en los análisis
espaciales del conflicto armado. Perspectiva que debe asumir una visión dialéctica compleja
entre las diferentes escalas, superando dualismos entre lo local-nacional-global, de acuerdo a
la teoría espacial contemporánea.

3. 2. 3. Nuevos enfoques espaciales desde nuevas inquietudes temáticas: lo étnico y el


desplazamiento forzado

El segundo grupo que hemos definido dentro de la literatura seleccionada introduce desde una
perspectiva antropológica nuevas interpretaciones del espacio en relación con el conflicto
armado en Colombia. Estos trabajos surgen en el marco de dos intereses temáticos: a) las
transformaciones en las dinámicas simbólicas e identitarias con el espacio que afrontan las
comunidades indígenas y afrocolombianas en el contexto de la extensión y agravamiento de la
guerra en territorios habitados por estas comunidades (García y Vélez 2004; Oslender 1999,
2004; Sánchez 2001, entre otros) y, b) el interés por analizar “la perdida de lugar” (Agier y
Hoffmann 1999) y la relación entre “territorio e identidad” (Osorio 2000) en el contexto del
desplazamiento forzado. Algunos trabajos también vinculan las dos temáticas: el
desplazamiento forzado en el caso de comunidades indígenas y/o comunidades
afrocolombianas y desde allí profundizan esta perspectiva antropológica del espacio (Arias
2003, Arocha 1999).
Este grupo de trabajos tienen el gran mérito de haber introducido una perspectiva que
visibiliza aspectos espaciales, relacionados con las dimensiones simbólicas e identitarias, que
el grueso de los estudios al poner demasiado acento en lo geofísico, pasan por alto. Esta serie

55
de trabajos se han planteado nuevas preguntas en relación con esas dinámicas y han permitido
miradas más complejas de lo espacial en relación con el conflicto armado en Colombia. Este
grupo de autores, algunos no colombianos, igualmente se preocupan por introducir en sus
trabajos referencias espacio-conceptuales de teóricos internacionales. Especialmente se cita
con frecuencia al antropólogo francés Marc Augé (1995: 83-84) del cual se toma su concepto
de “no lugar” como espacio que no se define como espacio de identidad, ni relacional, ni
histórico, sino donde los lugares se recomponen y las relaciones se reconstituyen. Agier y
Hoffmann (1999: 110) se apoyan en el concepto de Augé para interpretar las profundas
transformaciones de “sentido social y de identidad” que afrontan los desplazados por el
conflicto armado en Colombia. Por otro lado, García y Vélez (2004: 17-18) utilizan tanto el
concepto de “no lugar” de Augé, como el concepto de “desterritorialización” de Pécaut
(2004)17 para explicar las formas cómo en el Choco los contextos de conflicto y terror
“fragilizan” los territorios y dan origen a nuevas formas de construirlos “según las lógicas del
conflicto armado”.
La visibilización de estos aspectos subjetivos del espacio, desde una mirada antropológica, es
sin duda un gran aporte realizado por estos trabajos. Sin embargo, tenemos algunos
comentarios críticos, pensados a la luz de los elementos de la discusión contemporánea sobre
lo espacial que hemos expuesto en el segundo capítulo. El primer aspecto crítico tiene que ver
con la fragmentación teórica del espacio que representa el privilegio de alguno de los aspectos
del espacio sobre otros, en este caso, el privilegio de ciertas dimensiones subjetivas, sobre
todo si estas no se interpretan en el marco de una teoría más general y compleja de lo espacial,
que mantenga un equilibrio entre sus diferentes dimensiones. En el segundo capítulo hemos
presentado como los principales representantes de la teoría contemporánea espacial (Lefebvre
(2000), Harvey (1998), Santos (2000) y Soja (1997)) superan el “falso dilema” entre espacio
objetivo o subjetivo, reconociendo básicamente que el espacio, como producto social, es un
híbrido con dimensiones subjetivas y objetivas inseparables. Soja (1997: 74-75) plantea por
ejemplo que el pensamiento sobre el espacio en los últimos 200 años ha estado dominado por
un dualismo entre el espacio material y el espacio mental. Los estudios del primer espacio,
material, le han dado importancia al mundo físico, que puede ser reestructurado y medido. El
segundo espacio, mental o concebido, se relaciona con las representaciones del espacio y
propone una nueva forma de pensarlo, más en términos subjetivos, simbólicos y semióticos.
Soja propone superar ese dualismo y para ello propone pensar el espacio desde una
“trialéctica de la espacialidad” que contenga el espacio material o percibido -primer espacio-
el espacio mental o concebido -segundo espacio- y el espacio vivido -tercer espacio-, como

17
Más adelante comentaremos el concepto de “desterritorialización” propuesto por Daniel Pécaut.

56
elementos interconectados e interdependientes y como una forma de repensar críticamente el
dualismo señalado para abrir el camino hacia un pensamiento geográfico más complejo.
En relación con los estudios que introducen una mirada antropológica, consideramos que en la
medida que se privilegie la dimensión simbólica del espacio, sin ubicarla dentro de un marco
teórico espacial más general, se termina provocando una fragmentación teórica de lo espacial,
en términos de la teoría contemporánea.
Consideramos que en este sentido el trabajo de Osorio (2000), si bien focaliza su análisis en la
relación entre “territorio e identidad” en el proceso del desplazamiento forzado, logra un
mejor equilibrio entre las diferentes dimensiones del espacio, en tanto que se ubica en un
marco teórico espacial más amplio. Apoyándose en Claval plantea que el espacio es un
soporte de la actividad simbólica, diversamente percibido y valorizado, dimensiones que son
importantes para comprender “tanto la configuración de los grupos y las fuerzas que les
trabajan, como las cualidades reales del territorio que ellos ocupan” en donde se “generan y se
renuevan los recursos vitales de orden económico, social, cultural y político” (Osorio 2000:
189). Dentro del marco teórico expuesto por Osorio y de acuerdo con Lefebvre, considera
necesario tener en cuenta “las distintas significaciones y representaciones del territorio por los
diferentes grupos sociales, armados y no armados, como espacios concretos de poder y no
como espacios abstractos y neutros” (Osorio 2000: 189). Otro aspecto interesante del trabajo
de Osorio es que a diferencia de la mayoría de los trabajos revisados, reflexiona sobre el
problema de las escalas, que comentamos anteriormente. Textualmente afirma, apoyándose en
Oslender, que es necesario “reconocer el carácter híbrido de lo local contemporáneo y la
importancia de una perspectiva dialéctica entre las diferentes escalas de territorialidad que
permitan comprender “que lo local y lo global están inscritos en una relación mutuamente
constitutiva” (Osorio 2000: 190).
Otro aspecto crítico de algunos de los trabajos que introducen la mirada antropológica del
espacio18 consiste en un cierto desorden en la presentación de los enfoques desde donde se
piensa lo espacial. En un buen número de los trabajos, sobretodo aquellos que introducen
perspectivas complejas de lo espacial, encontramos mezcladas categorías espaciales con un
enfoque geofísico, una dimensión simbólica, un enfoque jurídico, y frecuentemente también
un uso metafórico. Situación que genera cierta confusión en la exposición de las ideas y
contradicciones entre los niveles desde donde se piensa el espacio. La geógrafa francesa Odile
Hoffmann (2001: 287) refiriéndose a los estudios enmarcados en lo étnico en Colombia
resalta este problema cuando afirma que “la confusión entre territorialidad y territorio, y la

18
Este comentario es aplicable a buena parte de la bibliografía revisada, sin embargo lo mencionamos en este
aparte debido a que es estos trabajos es más evidente.

57
posterior introducción del territorio, no como concepto cultural sino como categoría legal y
geográfica, abre la puerta a ciertas ambigüedades”. Al respecto consideramos que, teniendo en
cuenta que el espacio es una categoría básica pero compleja de la existencia social, es
necesario tanto en la exposición del marco teórico amplio y complejo, como en la
operacionalización de los conceptos ser más cuidadosos y explícitos con el cruce de los
diferentes enfoques desde donde se interpreta lo espacial.
Por último, el tema del desplazamiento forzado ha sido también el contexto para la
publicación de algunos trabajos que desde la economía política y la geografía política han
desarrollado análisis espaciales del conflicto armado (Betancourt 2005; Espinosa 2001;
Fajardo 2002; Rubiano y Granados 1999; Sarmiento 2000). Sin embargo, en estos trabajos
predomina la dimensión geofísica del espacio, que no define las categorías espaciales que
utiliza y que privilegia los análisis de localización y zonificación de los desplazamientos, de
los actores armados, sus acciones, sus controles, los recursos económicos, etc., formas de
interpretar el espacio que ya fueron comentadas anteriormente.

3. 2. 4. Las tendencias de la relación entre conflicto armado y espacio

En este último apartado queremos analizar algunos trabajos que hemos agrupado en tanto que
plantean interpretaciones generales, a escala nacional, sobre las tendencias que caracterizan la
relación entre espacio y conflicto armado. En efecto, desde la década del noventa hemos
presenciado una transformación geográfica del conflicto armado en Colombia que se
manifiesta en primer lugar en su extensión, de vivirlo especialmente en lugares apartados de
los centros urbanos hoy en día se extiende, con diversas formas de intensidad, al conjunto del
territorio nacional. Algunas investigaciones han asumido el estudio de esa extensión territorial
sobre lo que ellos denominan como la “geografía del conflicto” y que apunta a aportar
explicaciones sobre las transformaciones territoriales y la reestructuración de la guerra en
Colombia (Cubides, Olaya y Ortiz 1997; Bejarano, Echandía, Escobedo y León 1997; Ortiz
2001; Echandía 1999; Vásquez 2001). Estas investigaciones se caracterizan de nuevo por una
“mirada clásica” del espacio como recipiente o escenario geofísico en donde la guerra se
desarrolla. Estos análisis espaciales del conflicto armado suelen privilegiar un enfoque militar
y económico en la forma como se interpreta el espacio.
Un buen ejemplo de este enfoque económico y militar de interpretación del espacio lo
constituye el trabajo de Carlos Miguel Ortiz (2001), quien sin definir las categorías espaciales
que utiliza se plantea como objetivo de su trabajo presentar “una serie de reflexiones acerca
de la relación del actor armado con los territorios donde esta presente u opera” (Ortiz 2001:

58
62), ya que, afirma, “no en todas las zonas los grupos armados operan bajo la misma
racionalidad y objetivos ni todos los territorios son mirados por ellos bajo la misma óptica y
según los mismos intereses” (Ortiz 2001: 68). El autor luego de hacer un análisis de esas
“racionalidades”, “lógicas” e “intereses” de los actores armados frente a los territorios
propone entonces una clasificación en “cuatro tipos principales de escenarios: zonas de
captación de recursos económicos, zonas de apoyo político y bastión electoral, zonas aptas
para las operaciones armadas y zonas de tránsito, repliegue o restablecimiento” (Ortiz 2001:
63).
En una línea parecida Camilo Echandía (1999) centra su análisis en tres aspectos: un análisis
histórico de la “ubicación” y “extensión territorial” que ha tenido la guerrilla, las
características económicas, así como la intensidad del conflicto armado y las manifestaciones
de la violencia en las diferentes zonas. Estos análisis, apoyados de un gran número de
estadísticas y cartografías lo llevan a concluir que las guerrillas en Colombia “han dejado de
ser organizaciones con influencia exclusiva en zonas de colonización y en clara defensa del
campesinado y las luchas agrarias para convertirse en una fuerza armada que en la actualidad
se encuentra empeñada en la consolidación de amplios territorios”. Según este autor la lógica
que se impone en la “conquista de nuevos territorios se encuentra en relación directa con el
potencial estratégico que representan” (Echandía 1998: 35). Desde este enfoque militar y
económico el autor propone distinguir tres tipos de municipios de acuerdo a la función que
desempeñan sus territorios: “los municipios en cuyo territorio la guerra se implantó
inicialmente y vienen siendo áreas de refugio; los municipios en donde adquirió una presencia
significativa antes de 1985, aproximadamente, áreas para la captación de recursos –
aprovisionamiento logístico-; y los municipios donde busca expandirse y consolidar su
influencia, áreas preferentes para la confrontación armada” (Echandía 1998: 43)
Es claro como estos enfoques interpretan el espacio como receptáculo de la guerra, donde la
guerra solo tiene que desarrollarse, por ello no consideran necesario definir las categorías
espaciales que utilizan, ni le dan importancia analítica al espacio como construcción social, ni
a las dinámicas y relaciones de poder presentes en los procesos de producción espacial, sino
que reducen sus análisis a localizar y zonificar distintos aspectos relacionados con el conflicto
armado.
Pero hemos encontrado autores que han planteado que las transformaciones geográficas del
conflicto armado no se reducen solamente a una mayor extensión de este en el territorio
nacional, sino también a nuevas relaciones entre los actores armados y las dinámicas de la
guerra con lo espacial. Estas nuevas relaciones entre espacio y conflicto armado han inducido
interpretaciones que pretenden caracterizarlas y cuyos enfoques espaciales queremos discutir.

59
Al respecto, existe en la literatura revisada perspectivas que plantean un proceso de
fortalecimiento de las lógicas de control territorial y por ésta vía una “territorialización” como
eje dominante de las transformaciones del conflicto armado (Cadena 2002; Restrepo 2002;
Zuluaga 2004; entre otros). Restrepo (2002: 533) afirma por ejemplo que “la guerra en
Colombia ya no es sencillamente una guerra de guerrillas combinada con una guerra sucia,
sino una guerra de múltiples actores que intentan controlar militarmente los territorios (…) la
guerra es por el control de territorios específicos, en tanto bastiones para negociar el equilibrio
de fuerzas en el ámbito nacional”.
Por otro lado, algunos autores entre los que sobresalen los franceses, Lair (2003) y Pécaut
(2004) proponen la “desterritorialización” como elemento característico de la guerra en los
últimos años. Lair (2003: 103) quien ha estudiado las formas de terror como táctica de guerra,
tanto en Colombia como en otros conflictos armados en el mundo, plantea que “la violencia y
el terror conocen hoy formas de desterritorialización” en la medida en que varias experiencias
de violencia “no registran un fuerte anclaje territorial”. El mismo autor agrega además que
“las agresiones “metódicas” contra los cuerpos de las víctimas son un elemento adicional de
desterritorialización del terror” (Lair 2003: 97). Sin embargo, Lair (2003: 100) advierte que
“la escasa territorialización o su ausencia, no debe llevar a pensar que la violencia está exenta
de aspectos socio espaciales”, es este sentido advierte por ejemplo que “el reparto espacial de
los cuerpos” se entiende dentro del contexto de las funciones de esa violencia.
En un sentido parecido, Pécaut (2001: 233) plantea que en Colombia ha habido una tendencia
a dirigir la atención hacía los “fenómenos de territorialización” paralelos a la consolidación de
los actores armados, pero que esta tendencia debe ser “matizada en función de los actores, de
los momentos y de las modalidades de dominio”, ya que no todos los actores armados tienen
la territorialización como objetivo prioritario. Luego de hacer un análisis de los
comportamientos de los actores armados y las tendencias hacía el uso sistemático del terror y
los dominios inestables en las zonas de conflicto armado afirma que las “lógicas de
territorialización” se han venido debilitando (Pécaut 2001: 238). Refiriéndose a la relación
que provoca la guerra frente a la población y su territorio propone entenderla como una forma
de desmaterialización del espacio, debido a que el terror que se ejerce sobre los pobladores
induce “de manera progresiva efectos de fragilización de los territorios, hace estallar los
referentes temporales y pone en peligro la posibilidad de los sujetos para afirmarse en medio
de referentes contradictorios” (Pécaut 2001: 232).
En esta discusión frente a la “territorialización” o “desterritorialización” que vienen
presentando las dinámicas del conflicto armado es interesante indagar sobre los términos
conceptuales y los enfoques teóricos desde donde se piensa lo espacial. Lo primero que

60
sobresale es que ninguno de los autores define las categorías espaciales que utiliza ni se
ubican en un marco teórico explicito, por lo que en primer lugar resulta difícil seguir la línea
argumental conceptual de sus trabajos para comprender en profundidad a lo que se refieren
cuando hablan de territorialización y/o desterritorialización. Pécaut, por ejemplo, no define su
concepto de desterritorialización pero plantea que la “aprehensión del espacio es inseparable
de las experiencias sociales que resultan de la memoria, de los vínculos sociales, del trabajo y
de los itinerarios de vida” (Pécaut 2001: 233), lo que hace suponer que esta sugiriendo un
concepto de espacio en el cual los elementos subjetivos son importantes, es decir un concepto
amplio y “complejo”. Pero más adelante centra su análisis en las formas de pérdida de control
y seguridad de los espacios anteriormente dominados por uno u otro actor armado para
argumentar su hipótesis referente a los procesos de desterritorialización que acontecen en el
conflicto armado. Estos argumentos hacen pensar que esta utilizando un concepto simple o
“clásico” de espacio, reducido al control físico-militar de un espacio determinado y que es
esto lo que denomina como “desterritorialización”, como si acaso la desterritorialización se
restringiera a la pérdida de control físico-militar de un espacio determinado.
Otro aspecto a considerar frente a estas interpretaciones generales de las tendencias espaciales
del conflicto armado tiene que ver con que, a pesar de que no definen sus marcos
conceptuales, es relativamente fácil observar que se refieren a fragmentos diferentes de la
realidad y analizados desde enfoques distintos, pero que no son explícitos. Estas miradas
fragmentadas a lo espacial explican en parte las ambigüedades que hacen suponer los
términos utilizados. Blair (2004) ofrece algunas pistas para poder comprender mejor esta
discusión al hacer ciertos reparos al término “desterritorialización”. La autora plantea que la
desterritorialización más que un concepto parecería ser un término, en cuanto resulta “difícil
conceptualmente decir de que estamos hablando”, agrega que por momentos se entendería
como solamente “la negación de la territorialización” y citando a Piazzini (2004: 157) quien
define la territorialización como “las formas y grados de apropiación, dominio y control del
espacio, sea este vivido, percibido o concebido” se pregunta Blair ¿Qué significa entonces la
desterritorialización? Blair sugiere superar ciertas barreras del lenguaje y plantea que:

“deberíamos ser capaces de proponer un nuevo lenguaje y no agotar el análisis en categorías que
si bien pretenden diferenciarse de otras, terminan “entrampadas” en el lenguaje que las nombra:
el binomio territorialización/desterritorialización sólo niega la primera pero no la problematiza
y, en esa medida, no se construye a sí misma como categoría. Quizá el esfuerzo teórico frente a
esas nuevas realidades “desterritorializadas” [de la guerra en este caso] sea el de construir
nuevas categorías y nuevos lenguajes. Si la categoría de territorialización resulta precaria y/o, en
todo caso, insuficiente para nombrar la relación que se establece con el espacio hoy, deberíamos

61
hacer el esfuerzo por nombrar de una nueva manera –no necesariamente por des-semejanza– lo
que se revela diferente no sólo en sus evidencias físicas, sino también inmateriales (Blair 2006:
145).

Al respecto consideramos que este “debate” sobre si el conflicto armado tiende a la


territorialización o a la desterritorialización, visto desde la perspectiva de la teoría espacial
contemporánea, puede tener mucho de falso debate y obedece más a una confusión
conceptual. En la teoría espacial contemporánea se entiende el espacio, con sus dimensiones
percibidas, concebidas y vividas (Lefebvre 2000); que son inseparables, interconectadas e
interdependientes, como una construcción social e histórica permanente (Harvey 1998, Santos
2000 y Soja 1997). Harvey (1998: 264), por ejemplo desde ese marco teórico analiza la
evolución del capitalismo y afirma de acuerdo a Deleuze y Guattari (1984) que el capitalismo
“está reterritorializando constantemente con una mano lo que desterritorializa con la otra”.
En este sentido, e intentando pensar la guerra como proceso social complejo, consideramos
que es posible identificar tanto procesos de territorialización como de desterritorialización en
las dinámicas de la guerra, pero estas deben ser analizadas conjuntamente, para lo cual resulta
muy útil la introducción de marcos teóricos capaces de permitir análisis más profundos y
complejos de las diferentes dinámicas espaciales de la guerra, sin caer fácilmente en supuestas
paradojas, sólo inducidas por el acceso teórico fragmentado con el que se piensa lo espacial
en el contexto de la guerra.

3. 2. 5. Algunos trabajos especiales: los estados del arte y sus reflexiones teóricas sobre lo
espacial

Finalmente queremos comentar dos trabajos no posibles de incluir en los grupos ya


mencionados por cuanto su objetivo no es desarrollar análisis espaciales del conflicto armado
en Colombia, sino más bien plantear algunas reflexiones teóricas sobre lo espacial y la guerra
en el contexto colombiano. Se trata de dos investigaciones pioneras -estados del arte- del
Instituto de Estudios Regionales, INER19, de la Universidad de Antioquia. Una de ellas se
titula: “Estado del arte de los estudios sobre regiones y violencia en Antioquia” adelantada
por el Grupo de Estudios sobre Violencia de la Universidad de Antioquia, bajo la
coordinación de Clara Inés García, estudio que abarca el conjunto de la producción académica
sobre “las regiones y las violencias en Antioquia” hasta diciembre de 1999. La otra
19
Agradezco al INER y su Centro de Documentación la amable colaboración prestada en el desarrollo de este
proyecto. De manera especial agradezco a las docentes e investigadoras del INER Elsa Blair Trujillo y Clara Inés
García, quienes amablemente accedieron a conversar sobre algunos aspectos de esta investigación. Las
entrevistas se realizaron en marzo de 2007.

62
investigación se titula: “Conflicto armado, actores y territorios: los visos de un
caleidoscopio”20 adelantada por el grupo Cultura, Violencia y Territorio del INER, bajo la
coordinación de Elsa Blair, trabajo que realiza un seguimiento de la producción académica
sobre la relación conflicto-territorio entre 1985-2003. Los trabajos mencionados constituyen
importantes aportes en la evaluación general sobre la forma de abordaje temático, así como
por las reflexiones teóricas sobre lo espacial en relación con el conflicto armado. Reflexiones
teóricas que queremos presentar y comentar desde una lectura crítica a la luz de la teoría
espacial contemporánea.
Clara Inés García, autora que destacamos por su producción académica dentro de los estudios
regionales a partir de su concepto de “región en construcción” y que en sus trabajos más
recientes ha venido planteando reflexiones teóricas sobre la forma como se estudia lo espacial
en Colombia, plantea como conclusiones del estado del arte sobre regiones y violencia en
Antioquia que la investigación “tiende a desarrollarse sin acudir a marcos teóricos claramente
delimitables, y a partir de los cuales puedan distinguirse las explicaciones que se producen en
el conjunto de los estudios” (García 2001: 115). Además agrega que “se adolece de un
precario estado de la investigación en el aspecto conceptual, cuyo desarrollo futuro
probablemente podrá situar mejor la consistencia de las interpretaciones dadas y sus
posibilidades” (García 2001: 121). En nuestro trabajo compartimos esta afirmación y hemos
intentado avanzar en el análisis de cuáles son exactamente las deficiencias teóricas de los
estudios espaciales del conflicto armado, vistos desde la perspectiva de la teoría espacial
contemporánea. Y desde esta misma perspectiva queremos plantear dos comentarios críticos
sobre el trabajo de García.
En el trabajo de García no aparece un marco teórico explícito que sirva de herramienta para
analizar los estudios que son objeto de investigación. Por ello cuando afirma, por ejemplo,
que ciertos estudios “indagan por la territorialidad” del conflicto armado, no sabemos
concretamente a que concepto de “territorialidad” se esta refiriendo.
De igual manera no es claro lo que García entiende bajo “análisis espacial”. Al respecto es
muy diciente el siguiente fragmento de su trabajo:

“Un recurso técnico adicional utilizado en la investigación regional es el de la cartografía. En el


caso de los trabajos analizados sólo una parte hace análisis espacial de los fenómenos, y se sirve
de él como herramienta clave para el avance de la misma investigación”.

20
Informe Final Investigación “Conflicto armado, actores y territorios: los visos de un caleidoscopio” y fechado
en abril de 2004. Documento sin publicar pero que nos fue facilitado por el Centro de Documentación del INER.
Para una breve exposición de los resultados de la investigación véase el artículo publicado en la Revista
RegionEs 2, primer semestre de 2004, pp. 115-135.

63
“En este sentido cabe resaltar el trabajo del Instituto de Estudios Regionales, que a partir del
análisis espacial no sólo logra mejorar la calidad de la descripción de las características y
procesos regionales estudiados, sino plantear hipótesis y sustentarlas con datos espaciales”
(García 2001: 122).

De esta cita es posible extraer que García reduce el “análisis espacial” a la georeferenciación
apoyada en técnicas cartográficas. En el capítulo segundo hemos expuesto que la repercusión
central del cambio de paradigma teórico espacial que implicó el concepto de espacio como
producción social fue que el objeto de interés científico no podría ser más un espacio
“absoluto” neutral contenedor de objetos, ni los objetos mismos, sino “las relaciones sociales
y las relaciones entre sociedad y naturaleza” que han producido ese espacio. Relaciones que
deben ser ahora analizadas e interpretadas, para poder explicar los espacios producidos,
relaciones que deben constituir el objeto de estudio de los análisis espaciales. En términos de
Santos, en la medida en que el espacio es un conjunto indisoluble que reúne tanto “la
materialidad como la existencia social que le da sentido”, en donde los sistemas de objetos -
configuración territorial o configuración geográfica conformada por el conjunto de sistemas
naturales y artificiales- tienen una materialidad propia, pero son las relaciones sociales, en
forma de sistemas de acciones las que le otorgan su existencia social, se deduce que es
necesario analizar los dos sistemas de manera conjunta (Santos 2000: 53-91). Con esto
queremos indicar que el análisis cartográfico, solo constituye una de las herramientas, con
cualidades y limitaciones, dentro de un análisis espacial de una realidad concreta, que no
podemos confundir con el análisis espacial mismo21.
El segundo estado del arte a considerar, el de Elsa Blair, muestra el gran número de énfasis
temáticos que son posibles dentro de la relación conflicto-territorio. La investigación
identifica dos características que sobresalen en los estudios revisados: “la expansión territorial
del conflicto y los procesos de desconfiguración y reconfiguración del territorio en función de
la guerra” (Blair 2004a: 116). La investigación igualmente propone tres tipos de trabajos de
acuerdo al acento que ponen los autores, los que dirigen la atención al conflicto político
armado y/o la guerra; los que dirigen su atención a las regiones y/o los territorios como tales y
los que centran su interés en las poblaciones. En el proceso de sistematización se plantean
cinco “ejes de rotación” sobre los cuales los analistas centran sus interpretaciones: el Estado,
el conflicto, el territorio, los actores armados y las poblaciones. Cada uno de estos elementos
es considerado de manera distinta y con un peso diferente en las investigaciones produciendo

21
Al respecto se recomienda la lectura del trabajo de Olivier Pissoat y Vincent Gouëset (2002) “La
representación cartográfica de la violencia en las ciencias sociales colombianas” en donde se hace un juicioso
estudio crítico de las formas como se han utilizado las “imágenes” cartográficas por parte de los investigadores
de la violencia en Colombia.

64
diferentes combinaciones que varían dependiendo del lugar, del autor y del período
considerado, formando lo que los coordinadores de la investigación atinaron a denominar “los
visos de un calidoscopio” (Blair 2004a; Informe Final de Investigación 2004).
Aparte de la contribución que ofrece este trabajo en la evaluación de los enfoques temáticos
con los que se aborda la relación conflicto-territorio en Colombia, la investigación aporta
algunas reflexiones sobre lo teórico, que queremos comentar. La investigación concluye que
es necesario “repensar y/o redefinir” las categorías analíticas con las cuales se ha venido
interpretando la relación entre guerra y territorio en Colombia, en especial en tres ámbitos: el
Estado, las poblaciones y el manejo de lo socio- espacial. Frente al Estado se sugiere el uso de
nuevas concepciones y manejos analíticos que superen la concepción clásica que plantea una
asociación tan directa entre monopolio de la fuerza y Estado moderno, sobre todo si se tiene
en cuenta que el Estado construido en Colombia proviene más de la herencia colonial
portuguesa y española y no de los países industrializados del norte de Europa de donde se ha
tomado el modelo clásico. Frente al tema del conflicto y el territorio, este nuevo referente
conceptual de Estado en construcción aportaría otras miradas frente a la forma conflictiva
como el Estado se construye en los territorios con presencia marcada de actores armados.
El segundo ámbito se refiere a las poblaciones, en donde se recomienda superar “el círculo de
interpretación alrededor de la condición de víctimas o resistentes -a y de- la guerra” y dar el
paso a interpretaciones que tengan en cuenta la complejidad de las interacciones que se
presentan en pobladores y actores armados (Blair 2004a: 130). Obviamente esta nueva
perspectiva sobre el tema de las poblaciones implica una nueva forma de plantearse la
relación entre los actores armados, los pobladores y el territorio.
El tercer ámbito planteado es el manejo de lo socio-espacial en el análisis de las
investigaciones. Se recomienda profundizar en la conceptualización y manejo que se ha hecho
de lo socio-espacial. Igualmente afirman que la categoría de espacio viene ganando relevancia
en la discusión contemporánea y que ella permite nuevas formas de “construcción,
representación y apropiación de la dimensión socio-espacial de la vida social, que resultan,
por lo pronto, más fecundas”, agregan además que explorar la categoría de espacio “podría
permitir potenciar la construcción teórica y analítica; esto es, avanzar en la conceptualización
de lo socio-espacial” para el análisis de la guerra (Blair 2004a: 131).
Si bien consideramos que el aporte de este trabajo es muy importante en el ejercicio por
detenernos a evaluar las temáticas, las metodologías y las teorías con que se ha analizado la
relación entre espacio y guerra, consideramos pertinente, desde la mirada de la teoría espacial
contemporánea, plantear algunos comentarios críticos. Al igual que el trabajo de García, este
estado del arte como estudio mismo no parte de un marco teórico explícito, que sirva de

65
criterio para evaluar lo teórico espacial. Esto se explica tal vez porque, como lo señalan los
autores “el propósito de la investigación era sistematizar la producción que sobre el tema de la
relación entre conflicto político armado y territorio se ha hecho en las últimas dos décadas” y
en este sentido dar cuenta de “lo que se ha hecho” (Informe Final de Investigación 2004),
centra su objetivo más en lo descriptivo, pero no únicamente. Ese ejercicio de dar cuenta de la
producción incluye la consideración de las categorías analíticas desde donde se piensa lo
espacial y en ese contexto la investigación logra algunas reflexiones teóricas generales sobre
la forma como se aborda lo espacial. Sin embargo, estas reflexiones no logran mayor
profundidad y son en algunas ocasiones difíciles de valorar, en tanto que carecen de un marco
teórico explicito desde donde las podamos interpretar. Un fragmento nos indica que los
mismos investigadores son concientes de esa falencia:

“De ahí que si bien el componente territorial está en todos los análisis, sólo algunos hagan este
tipo de aproximaciones teóricas. Para desentrañarlas partimos obviamente de aceptar que - así
no este muy claro por parte de los mismos analistas – la reflexión sobre lo socio-espacial ha
“cambiado de lugar” en la discusión teórica y reconoce de alguna manera un “transito” de unas
concepciones de territorio muy físico-geográficas (como contenedor fijo e inmóvil) a unas
concepciones más significadas y simbolizadas (que se expresan más ampliamente por la vía de
la categoría de “territorio”) e incluso a unas concepciones espaciales más alejadas de lo físico
geográfico, más significadas también y claramente enunciadas como “desterritorializadas” como
las que se plantean en la discusión hoy” (Informe Final de Investigación 2004)

Al respecto consideramos que la falta de un referente teórico desde donde se analizan los
trabajos produce una cierta falta de claridad frente a algunas apreciaciones que se proponen.
Por ejemplo, preguntamos con base a que referente teórico algunas aproximaciones teóricas
son consideradas por los autores como “más logradas” o que se entiende por “mirada
geográfica” cuando se menciona que Alejandro Reyes y Ana María Bejarano introdujeron la
“mirada geográfica” o cuando se afirma que “al final del período revisado, la dimensión
geográfica llega bastante más cualificada y los analistas tienen una mejor apropiación de la
misma” (2004: 64-85). La falta de un marco teórico explícito que sirva de referente para
evaluar la forma como se piensa lo espacial desde el trabajo que venimos discutiendo, genera
ciertas inquietudes respecto a la forma como se evalúan los “avances”, “retrocesos” o
“falencias” teóricas de los trabajos que fueron objeto de revisión.
En el mismo sentido, no es muy clara la distinción que utilizan los autores entre lo “socio-
espacial” y lo “territorial”, así como la propuesta de “pasar del territorio al espacio y de la
territorialidad a la espacialidad de la guerra” en los estudios sobre la guerra. Los autores
señalan que:
66
“Esta propuesta pretende incursionar con una mirada renovada en esas otras dimensiones de lo
socio-espacial que si bien pasan por el territorio, lo transcienden y no se agotan en lo concreto-
material o, al menos, incluyen otras “materialidades” para pensar formas espaciales producidas,
vividas y representadas, las que pese a su inmaterialidad o a tener otro tipo de referentes físicos,
como los cuerpos, tienen su lugar de determinación –esta es la hipótesis de trabajo- en el ámbito
más amplio de la espacialidad”

Estamos de acuerdo con el llamado a incluir “esas otras espacialidades” más inmateriales en
los estudios espaciales sobre el conflicto armado, pero pensamos, que la propuesta de “pasar
del territorio al espacio y de la territorialidad a la espacialidad de la guerra” como vía para
integrar esas inmaterialidades, en términos de la teoría espacial contemporánea, genera una
confusión y fragmentación teórica en el estudio del espacio. Como se mencionó en el segundo
capítulo la teoría espacial contemporánea considera al espacio como un híbrido que participa
de lo físico como de lo social por lo que las dos categorías, “objeto y acción, materialidad y
acontecimiento” deben ser tratadas de forma unitaria. Para Santos el espacio sería entonces la
“síntesis, siempre provisional, entre contenido social y las formas espaciales” (Santos 2000:
53-91). En el mismo sentido, Lefebvre reclama constantemente no fracturar el espacio, sino
lograr análisis que asuman su complejidad inherente. Esto implicaría que una separación de lo
territorial, como material y lo socio-espacial como inclusión de las inmaterialidades sería
bastante cuestionable, puesto que los dos elementos que se quieren separar constituyen un
hibrido inseparable, el espacio.
Consideramos igualmente que desde la perspectiva de Soja el concepto de “socio-espacial”
resultaría, por un lado, redundante, y por otro, fragmentador del espacio. Para Soja todo
espacio es una construcción social e histórica, por lo que comenta satíricamente el concepto
de “geografía humana” y afirma que este deberá “desaparecer cuando se reconstruya este
equilibro porque todos los hechos van a ser tomados al mismo tiempo en forma histórico-
social-espacial” (Soja 1997: 74). Así podemos afirmar que como no es posible pensar en una
geografía que no sea humana, no podemos pensar en un espacio que no sea social. Igualmente
como para Soja todos los hechos son simultáneamente sociales, históricos y espaciales,
propone un equilibrio trialéctico entre ellos, en donde ninguno de los aspectos tiene mayor
peso y todos interactúan dialécticamente entre sí. Para Soja (1997) es necesario quebrar estos
dualismos y “confrontar activamente” tanto el “historicismo” como el “sociologismo”
Teniendo en cuenta estas ideas es que consideramos que el concepto de “socio-espacial” es
redundante.

67
Finalmente consideramos que la propuesta de escindir un supuesto “territorio” material y un
espacio social que contenga lo inmaterial, resulta fragmentadora por dos razones: el espacio
no es solamente una construcción social, sino también histórica y, la teoría espacial
contemporánea reconoce ya el carácter híbrido del espacio en todas sus escalas, material e
inmaterial, elementos inseparables.

68
4. Conclusiones

“[...] la reflexión teórica [tiene] un rol central, ya que postula que el progreso del conocimiento
está apoyado por la profundización de una discusión teórica que se cuestione el significado
de los resultados de la investigación empírica y sus interconexiones.
Una buena obra de reflexión teórica nos abre el mundo de la imaginación en ciencias sociales
(sociológica, psicológica, política, económica, etc.) porque contribuye
a que pensemos con mayor profundidad los problemas, nos da ideas” (Sautu 2005: 22)

El proyecto de investigación surge inicialmente desde un interés por analizar las formas como
se interpretan las dinámicas de lo espacial en el contexto del conflicto armado en Colombia.
Un interés por una temática especial, que debió ser transformado en una propuesta de
investigación científica sustentable teórica y metodológicamente. Luego de muchas lecturas y
reflexiones sobre las diferentes perspectivas posibles que contaron con el juicioso apoyo
crítico y constructivo de mis dos docentes asesoras, fue posible construir una propuesta de
investigación que se concretó en dos preguntas centrales: cómo se interpreta la cuestión
espacial en la producción académica sobre espacio y conflicto armado en Colombia y cuál es
su correspondencia con el desarrollo del debate teórico espacial contemporáneo?
Partimos de la hipótesis de que existían diferentes formas de interpretar lo espacial en relación
con el conflicto armado en Colombia y que estas contaban en mayor o menor medida con
“falencias teóricas” frente a lo teórico-espacial, especialmente porque privilegiaban una
dimensión geofísica del espacio. Desde nuestros conocimientos iniciales no era posible
avanzar hacia hipótesis más concretas, que expresaran “algo más” sobre esas “falencias
teóricas”. Justo en ese aspecto queríamos avanzar con nuestra investigación, pero para ello era
necesario un referente teórico que brindara elementos analíticos explícitos desde los cuales
fuera posible desarrollar ese análisis.
A partir de lo que denominamos como “elementos centrales de la teoría espacial
contemporánea” (Capítulo II) logramos construir ese referente teórico, como perspectiva
desde donde podíamos analizar con profundidad las “falencias teóricas” supuestas en la
hipótesis inicial. Con esos elementos fue posible avanzar sobre el núcleo central de la
investigación, esto es, el análisis detallado de las formas como se interpreta lo espacial en los
estudios sobre espacio y conflicto armado en Colombia y su correspondencia con la teoría
espacial contemporánea (Capitulo III).
La conclusión se divide en dos apartes. En primer lugar, las conclusiones centrales del análisis
teórico de los estudios sobre lo espacial en el conflicto armado Colombiano y en segundo
lugar, una reflexión sobre la importancia del aporte de la teoría espacial contemporánea a la
investigación sobre conflicto armado en Colombia.

69
4. 1. El análisis teórico de los análisis espaciales del conflicto armado Colombiano

La revisión de la bibliografía sobre estudios espaciales del conflicto armado en Colombia,


bajo el lente de lo que denominamos en el segundo capítulo como los elementos generales de
la teoría espacial contemporánea, ha permitido avanzar en dos direcciones: identificar algunas
tendencias interpretativas generales y sobretodo, discutir con cierta profundidad algunas de
las principales falencias teóricas respecto a la forma cómo se interpreta lo espacial en relación
con el conflicto armado en Colombia. Si bien en el ámbito internacional de la teoría espacial
se han realizado importantes avances en los últimos veinte años, estos no han tenido gran
impacto en la investigación sobre conflicto armado en Colombia. Las falencias más
destacadas tienen que ver con la poca importancia que tiene la consideración de lo teórico
espacial en el análisis de lo social. Esto se refleja en la escasa definición de las categorías
espaciales que algunos analistas utilizan, las cuales aparecen “espontáneamente” y
desconectadas de los desarrollos e implicaciones teóricas y prácticas que contienen; así como
en el privilegio de enfoques que reducen el espacio a un recipiente geofísico en donde la
guerra se desarrolla. Generalmente los estudios espaciales del conflicto armado en Colombia
adolecen de un escaso diálogo con la bibliografía internacional sobre lo espacial, que permita
la inclusión de marcos teóricos más complejos, desde los cuales interpretar y analizar una
realidad compleja como la guerra. Igualmente la perspectiva de género no ha sido
desarrollada en los estudios espaciales del conflicto armado, lo cual hace invisible las
diferencias de género que se construyen en el marco de la relación entre espacio y conflicto
armado. Algunos de los estudios revisados, si bien intentan incluir conceptos espaciales más
complejos, en la operacionalización de la investigación no logran desarrollar todo el potencial
interpretativo y analítico de los conceptos que proponen.
Un primer desarrollo importante de lo teórico espacial se presenta en el marco de los estudios
regionales del conflicto armado. Si bien un buen número de estos trabajos mantienen una
perspectiva historicista, ahora desarrollada en la escala regional, también encontramos
trabajos que posibilitan avances teóricos importantes. Aquí sobresalen los trabajos de Clara
Inés García y su concepto de “región en construcción” con el que logra analizar con mayor
profundidad y complejidad diversos factores que interactúan en la construcción del concepto
de región en el marco del conflicto armado. Sin embargo, este concepto parece que se limita
sólo a lo regional y no parte de un reconocimiento general de lo espacial como construcción
social e histórica, lo cual generaría ciertas ambigüedades desde la teoría espacial
contemporánea.

70
Un problema teórico recurrente en los estudios regionales consiste en el manejo de las
escalas. Frecuentemente no se encuentra un desarrollo sistemático de las interacciones entre
los diferentes niveles escalares de los procesos que afectan la producción de espacio en la
escala en que el estudio específico focaliza su análisis. Es decir se relacionan dinámicas
espaciales con dinámicas del conflicto armado en una escala específica, por ejemplo una
región determinada, pero no se desarrollan sistemáticamente las interacciones con otros
niveles escalares, más locales o más globales, que afectan la relación espacio-conflicto
armado en la región específica. Se recurre escasamente al análisis interescalar como
herramienta de interpretación.
Otro grupo importante de trabajos avanza en la inclusión de ciertas perspectivas
antropológicas del espacio, preocupadas por sus aspectos simbólicos e identitarios. Esta
perspectiva se introduce especialmente desde el interés temático por el desarrollo de la guerra
en territorios habitados por comunidades indígenas y afrocolombianas y/o el desplazamiento
forzado de personas. Estos trabajos tienen el mérito de plantear nuevas preguntas espaciales
desde enfoques distintos a la predominante mirada geofísica y desde allí logran desarrollar
interpretaciones novedosas que llaman la atención sobre la necesidad de incorporar lo
simbólico y lo identitario en el análisis de la relación espacio-conflicto armado. Sin embargo,
vistos desde la teoría espacial contemporánea, algunos de estos estudios fragmentan
teóricamente el espacio, especialmente aquellos que no ubican su análisis sobre los factores
inmateriales en el marco de un enfoque más amplio que parta del reconocimiento del carácter
híbrido material-inmaterial del espacio. Entendemos que por cuestiones metodológicas
algunos autores focalizan sus análisis en lo inmaterial, pero si ese enfoque de la investigación
parte de un marco teórico que desconoce el carácter híbrido y dialéctico de las dinámicas
espaciales materiales e inmateriales, acaba por fragmentar el espacio y limita las posibilidades
interpretativas del enfoque.
Los trabajos preocupados por analizar las transformaciones geográficas del conflicto armado
en los últimos años se caracterizan por privilegiar el estudio de la extensión espacial en el
marco de una “mirada clásica” del espacio como recipiente o escenario geofísico en donde la
guerra se desarrolla. Estos estudios, generalmente desde un enfoque militar y económico, no
definen las categorías espaciales que utilizan y no le otorgan mayor importancia analítica,
sino que se reducen a localizar y zonificar la ampliación de ciertos aspectos de la guerra.
Por otro lado, algunos autores avanzan en sugerir lo que sería una transformación en las
relaciones entre espacio y guerra, planteando lo que definimos como un falso debate entre
territorialización y desterritorialización. Falso debate originado por una confusión conceptual
doble. En primer lugar, se plantea desde distintos enfoques y en segundo lugar, si se asumiera

71
un marco teórico espacial más complejo, las dos dinámicas podrían ser analizadas conjunta e
integralmente, asumiendo que en todo proceso socioespacial, en este caso la guerra, se
presentan constantemente dinámicas de desterritorialización y territorialización, que es
preciso comprender e interpretar conjuntamente en cada momento. Para ello resulta de gran
utilidad la teoría espacial contemporánea, en lugar de apostarle a supuestos conceptos
novedosos que, al fragmentar lo espacial, caen fácilmente en paradojas conceptuales.
Finalmente sobresalen dentro del conjunto de los estudios revisados dos trabajos -estados del
arte- que se han detenido a analizar la producción académica en el tema, dando cuenta
especialmente de los enfoques temáticos, pero también planteando algunos comentarios
teóricos sobre lo espacial que compartimos. Estos trabajos, si bien no presentan marcos
teóricos explícitos desde los cuáles leer sus análisis, lo que limita sus conclusiones,
constituyen un importante llamado a la necesidad de detenernos, revisar temáticas, enfoques,
teorías y metodologías, para seguir avanzando hacia caminos que ofrezcan mayores
perspectivas. A este objetivo pretendemos sumarnos con el presente trabajo, que ha buscado
tanto discutir crítica y teóricomente las formas cómo se interpreta lo espacial en el marco del
conflicto armado en Colombia, así como llamar la atención sobre las potencialidades
analíticas e interpretativas, que para la investigación en Colombia sobre lo espacial y la
guerra, podemos encontrar en la teoría espacial contemporánea.

4. 2. La teoría espacial contemporánea y la investigación sobre conflicto armado en


Colombia

La teoría es necesaria como instrumento de comunicación y sustentación de las ideas, por ello
es importante que en la investigación sobre espacio y conflicto armado se definan los
conceptos y marcos teóricos desde donde se piensa lo espacial, como elementos necesarios
dentro del debate científico. En el marco de procesos tan complejos, como los de la guerra y
el espacio, la definición de los conceptos con los que pensamos esa relación es imperiosa y
constituye un requisito ineludible en la discusión y argumentación de las ideas. La relación
espacio-tiempo-sociedad es producto de complejas relaciones de poder. El conflicto armado
como proceso social dinámico interactúa con la producción de esa relación. Las interacciones
son múltiples, comprenderlas y explicarlas exige el apoyo de marcos teóricos que permitan
analizarlas conjunta e integralmente.
El buen número de estudios que realizan acercamientos al tema espacio-guerra en Colombia,
más alla de las limitaciones teóricas que muestran algunos, evidencia el gran interés y la
importancia que tiene el tema en la agenda investigativa que busca entender las relaciones

72
entre espacio y conflicto armado. Esto también da cuenta de la gran complejidad de la
temática. La importancia del tema y su complejidad ponen de presente entonces la necesidad
de introducir perspectivas de análisis complejas e integrales de las dinámicas espaciales del
conflicto armado, perspectivas que hasta el momento han sido muy poco exploradas y que
demandan herramientas analíticas capaces de asumir esa complejidad e integralidad.
Debemos aclarar que no pretendemos que se incorporen acríticamente los autores
internacionales, eso implicaría reproducir la hegemonía teórica europea y estadounidense,
cayendo en una especie de colonización del pensamiento. De lo que se trata es de poder
dialogar constructivamente con la producción teórica internacional en la formulación de
nuestras investigaciones, y quizás desde allí lograr hacer aportes desde nuestras realidades,
pero eso necesariamente pasa por expresar un mayor interés por lo teórico espacial. Es de
destacar que en el contexto académico colombiano es posible encontrar autores como Ovidio
Delgado, Emilio Piazzini y, desde el ámbito inglés pero refiriéndose al contexto colombiano,
Ulrich Oslender, que a partir de intereses temáticos diferentes se han venido interesando por
este diálogo de la academia colombiana con la teoría espacial contemporánea. Un diálogo
que, refiriéndonos a la investigación sobre conflicto armado, esta por hacerse y que pensamos
puede ser muy productivo.
Consideramos que desde la teoría espacial contemporánea es posible construir marcos
teóricos que posibiliten concebir el conflicto armado, que entendemos como proceso social
dinámico- (Capítulo I) en una relación dialéctica con lo espacial (vivido, concebido,
percibido) como producto social e histórico. Marcos teóricos que permiten pensar lo espacial
más allá de ciertas simplificaciones presentes en la investigación sobre conflicto armado, tales
como el determinismo espacial que se concentra en los condicionamientos geofísicos de la
guerra, los análisis de “localización” de la guerra que aportan datos más no explicaciones de
las múltiples relaciones, las miradas geoeconómicas que reducen la relación guerra-espacio a
ciertas “lógicas”, los análisis que concentrándose en los aspectos inmateriales no explican sus
relaciones con lo material, los análisis que se enfocan en una escala de la guerra pero dejan a
un lado las importantes relaciones ínterescalares, las miradas de lo espacial en la guerra que
olvidan que el espacio vivido, concebido y percibido como producto social e histórico tiene
una perspectiva de género.
No se trata de dejar estas perspectivas a un lado, sino de poder discutirlas, corregirlas e
integrarlas dentro de una propuesta que abra el camino a un pensamiento geográfico más
complejo (Soja 1993) en el contexto de la investigación sobre el conflicto armado en
Colombia. Un pensamiento geográfico complejo del conflicto armado que pueda plantear
análisis e interpretaciones, que si bien por motivos metodológicos se enfoquen en dinámicas

73
muy bien delimitadas, sean capaces de integrar los diferentes aspectos, factores, relaciones,
escalas y dimensiones de lo espacial en la guerra dentro de un marco interactivo. El
pensamiento geográfico complejo permite superar ciertos dualismos, de si la guerra es por el
territorio o por la población o por los recursos económicos, de si la guerra se territorializa o se
desterritorializa; dualismos que se superan desde un pensamiento geográfico complejo que los
incorpore y permita interpretarlos conjunta e integralmente, entendiendo que son dinámicas
múltiples en constante transformación, que deben ser analizadas como conjunto desde sus
variaciones espaciales, históricas y sociológicas. Lo social en su triple ontología espacio-
tiempo-sociedad.
El pensamiento geográfico complejo desde la teoría espacial contemporánea permite
igualmente cuestionar y discutir con profundidad ciertos verbos que predominan en el análisis
de la relación entre el espacio y la guerra. “Controlar”, “dominar” “luchar” e incluso
“comprar” son verbos que se refieren a la relación de la guerra con el espacio, verbos que en
cuanto no se acompañan de reflexiones más profundas resultan vacíos y no logran sustentar
las ideas a las se refieren. Confunden el “espacio” con la “tierra” y lo material con lo
inmaterial en un desorden argumentativo carente de reflexión teórica sobre lo espacial. Las
dinámicas espaciales de la guerra son más complejas y van allá de simples “controles” y
“dominios” que se quedan cortos en su explicación. Un pensamiento geográfico complejo
permitiría analizar con mayor profundidad y desde diferentes perspectivas las dinámicas de
“dominio” y “control” que sugieren algunos autores. Esto posibilitaría comprender con
mayores precisiones a lo que se refieren, así como aportar elementos múltiples que ayuden a
entender esas dinámicas de “control” y “dominio” en interacción con otros factores de lo
espacial en la guerra.
Finalmente, ese pensamiento geográfico más complejo ayudaría a plantearnos nuevas
preguntas dentro de la relación conflicto armado – espacio, y aportaría luces sobre nuevas
problemáticas. Aquí el potencial es inmenso y surgen diversas preguntas generales. ¿De qué
manera la guerra produce espacios vividos, concebidos, percibidos? ¿Cuáles son los espacios
producidos por los actores armados? ¿Existen diferencias entre los actores armados en ese
sentido? ¿Cuáles? ¿Cómo se construyen las relaciones de género en esos espacios producidos
por la guerra? ¿Qué papel juega la construcción de espacio en un contexto simultaneo de
conflicto armado y globalización? ¿Cuáles son los impactos simbólicos espaciales de la
guerra y qué relación tiene sobre la materialidad espacial? Y por el contrario ¿Cuáles son las
construcciones espacio-materiales de la guerra y sus consecuencias sobre las relaciones
simbólicas con el espacio? ¿Cuáles son las consecuencias del desplazamiento forzado sobre
esos espacios vividos, concebidos y percibidos? ¿Cuál es el espacio a escala nacional que se

74
construye en el contexto de la guerra y su relación con la escala global? O incluso preguntas
aún más complejas. Si consideramos que el privilegio de lo temporal sobre lo espacial ha sido
funcional a las ideas de “progreso” y “desarrollo” en la modernidad capitalista cabría
preguntarse ¿Qué papel juega, por ejemplo, el paramilitarismo como elemento que fractura lo
simbólico-material espacial -en comunidades campesinas, indígenas o afrocolombianas- en la
imposición de nociones de “desarrollo” y “progreso” capitalista? En términos de Foucault
también podríamos cuestionarnos sobre: ¿Qué relación tiene la construcción de esos espacios
en el contexto de guerra con discursos hegemónicos de poder y saber? O quizás preguntarnos
sobre ¿Qué relación tienen estas transformaciones espaciales -simbólicas y materiales- con la
introducción de sistemas neocoloniales en la sociedad posindustrial? Y de esta manera
cuestionarnos ¿De qué manera en el marco del desplazamiento forzado, más allá de la
apropiación de tierras, se viene produciendo un espacio funcional a la reestructuración
geográfica del capitalismo en un contexto de globalización? Y tal vez, finalmente podríamos
preguntar ¿En qué medida podemos considerar el conflicto armado en Colombia como una
disputa por la construcción social e histórica del espacio vivido, percibido, concebido?
Las posibilidades de planteos problemáticos en torno a la relación guerra- espacio, desde una
perspectiva geográfica compleja, son múltiples.
Las preguntas formuladas surgen reflexivamente luego del análisis realizado y las mismas
deberán ser maduradas, convertidas en preguntas de investigación y sustentadas
empíricamente en trabajos posteriores. Pensamos que el desarrollo teórico y empírico de estos
nuevos interrogantes encuentran en la teoría espacial contemporánea un abanico de
herramientas analíticas que deben ser consideradas para complejizar y enriquecer la
investigación sobre lo espacial en el conflicto armado en Colombia.

75
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Documentos sin publicar

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