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EL CIUDADANO OLVIDADO

Mensaje a la UNESCO en ocasión del 3er. aniversario de la Declaración de los


Derechos Humanos, por María Montessori.

Previamente publicado en italiano.


Traducción en inglés
Propiedad literaria © AMI
2004

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El 10 de diciembre de 1951, se celebró alrededor del mundo el tercer


aniversario de la “Declaración de los Derechos Humanos”, en un esfuerzo
por invocar la adherencia moral y el compromiso de aquellos responsables
en las áreas de política, educación y cultura, asegurando así que los
principios de dicha Declaración se convirtieran en una herencia común, así
como en una práctica diaria.

La Dra. María Montessori fue invitada a la UNESCO para enviar un mensaje


que subrayara la importancia de este evento. En este mensaje ella exige
derechos para los niños, los cuales tardarían cuatro décadas para ser
declarados, y denuncia la situación que solo ha empeorado en los últimos 47
años.
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De los grandes disturbios (la Segunda Guerra Mundial) surgió una visión de
paz y justicia, y cuando terminó, muchos pueblos se unieron para tomar
medidas para asegurar que nunca jamás las diferencias entre los hombres
llevaran otra vez a un desastre de esa proporción, que nunca jamás
tormentas de egoísmo, odio, crueldad inconcebible y terror, volvieran a pasar,
que nunca jamás volviera a existir la necesidad de acudir a la destrucción en
un intento desesperado por defender los ideales humanistas.

De este concierto entre los pueblos surgió la Declaración que hoy estamos
celebrando.
Las personas siempre han rehuido los horrores evitándolos, sin embargo,
solo cuando se trata de su propia familia, de su propio grupo y de su país.
Cada uno buscó l salvación y la inmunidad de la enfermedad a través del
aislamiento. Como lo describió Boccaccio, ahí estaban aquellos que
pensaron que podían esconderse de la plaga escapándose a la
autocomplacencia. Lo que sea que pasó detrás de su frontera, los llenó de
gratitud hacia Dios para protegerlos de tal castigo.

Sin embargo, no había paredes que pudieran dejar fuera a la plaga y ningún
tratado que pudiera prevenir los horrores de la guerra, y estos horrores
compartidos, perforaron las conchas de la indiferencia que envolvían sus
almas y las hizo inmunes hacia el sufrimiento de otros. Todo el sufrimiento se
experimentó como algo común a aquellos presentes y ausentes, a aquellos
lejos y cerca, a aquellos de la misma raza y de otras.

La humanidad encontró su alma y el hombre reconoció en cada individuo,


sentimientos que ellos mismos tenían. El resultado de todo esto fue la
Declaración de los Derechos Humanos.

En el pasado, la Caridad consistía en el amor altruista hacia los esclavos, los


pobres y los viejos. Para darles consuelo, durante siglos se repitieron
esfuerzos aislados; sin embargo, las reformas sociales chocaron contra
paredes de indiferencia e ignorancia. Entre los innumerable sufrientes, los
pocos beneficiarios recibieron ayuda con la humildad y gratitud de aquel que
recibe una bendición inesperada; como un regalo de un Dios misericordioso.

Así sucedió que después de la tempestad, los pueblos se encontraron y


aquello que hasta entonces había sido Caridad, se convirtió en un Derecho.

Y el sol iluminó a todas las víctimas del abandono y la injusticia.

Ya no se les ofreció la humillación de sus almas, sino la dignidad de los


derechos.

La declaración no fue una apelación a la piedad de los fuertes y poderosos


con mandamientos como “No matarás”, “No robarás”, sino un nuncio para
aquellos que estaban inmersos en la debilidad, miseria y tortura: “Tú tienes el
derecho a ser protegido”, “Si no tienes la fuerza para ganarte la vida, tienes el
derecho a que te alimenten”.
Los viejos vieron la luz, así como también los esclavos, las madres
abandonadas, y los niños inocentes; y en donde hubo dolor, renació la
alegría y surgió una nueva esperanza.

Una mera declaración hubiera sido una cosa pequeña. Muchas declaraciones
que nunca tuvieron frutos, se habían hecho en el pasado. Sin embargo, esta
declaración inmediatamente se puso en acción: se fundó la UNESCO, y
expertos de todo el planeta fueron enviados para implementar los dictados de
esta nueva hermandad. Estos expertos se encargaron de romper las barreras
de la indiferencia y de los prejuicios.

Desde entonces, donde sea que llame la necesidad, ellos acceden, aunque
también lo hacen en donde no parece existir una necesidad, ya que los
necesitados muchas veces no se percatan de su propia miseria.

Aunque se ha hecho en tres años, el horizonte se mantiene oscuro. Con una


simple “declaración” no podemos transformar a la humanidad de corazones
duros y desconfiados –de la misma manera que una declaración no puede
regresar la vista a los ciegos o curar a los discapacitados. Pero llegará el día
cuando las madres que hoy educan a sus hijos con la imagen de Cristo,
hablando de Él y rezándole, coloquen la Declaración de los Derechos
Humanos junto al ícono y se lo lean a sus hijos. Y así lo harán las madres
Hindúes, Musulmanas, Budistas y todas las madres de la tierra que hoy, con
su simple fe e intuición de madres, llevan a sus recién nacidos, quienes aún
no entienden sus palabras, el símbolo que para ellas representa lo Divino.

De la misma manera que hoy los niños inconscientemente internalizan las


ideas religiosas de su grupo, los niños del mañana harán suya la Declaración
de los Derechos Humanos. Las palabras que contiene serán grabadas sobre
sus almas, así como los Mandamientos de Dios fueron grabados sobre
piedra.

El pretexto de la caridad y fraternidad será el símbolo de una nueva


Humanidad. Se convertirá en el estándar que Naciones Unidas ha levantado
para sostener los derechos de los seres humanos.

Y serán los niños quienes desarrollen este gran proyecto, a pesar del hecho
de que, en dicho documento, la dignidad de los niños no se reconoce. En
realidad, la Declaración de los Derechos Humanos parece estar dedicada
exclusivamente a la sociedad adulta.
En los treinta artículos que analizan los derechos de la humanidad, se hace
solo una referencia a los niños en el segundo párrafo del Artículo 25: “La
Maternidad y la infancia tienen el derecho a una asistencia especial”.

Y esta es una pequeña referencia pues, aunque especial, esta asistencia


está incluida con aquella que se provee para los discapacitados, los
desafortunados o los viejos. El único derecho que específicamente se otorga
a los niños, es que deberían tener una protección social sin importar si son
legítimos o ilegítimos. El niño como tal no ha sido tomado en cuenta. Se le
sigue viendo como un ser débil, sin significado para el destino de la
humanidad; un apéndice relegado a las madres, a la Naturaleza.

El rol del niño en la humanidad, el rol que ha provocado que se le llame


“padre del hombre” y “la fuerza que dirige la formación del hombre”,
generalmente se ignora.

No se han dado cuenta que existen dos fuerzas poderosas en la vida


humana: aquella que impulsa la formación del hombre (infancia) y aquella
que guía la construcción de la sociedad (edad adulta). Estas fuerzas están
tan estrechamente engranadas que, si una se descuida, la otra ya no se
puede lograr. No se dan cuenta que los derechos del adulto son
necesariamente dependientes de aquéllos de los niños.

El interés social, los derechos o declaraciones, no pueden considerar


aisladamente factores que están tan estrechamente relacionados. Si
seguimos dirigiéndonos exclusivamente a las preocupaciones de los adultos,
se perpetuará el vacío que es una de las causas principales de los
desequilibrios sociales de hoy.

Los adultos no saltan a la vida como paracaidistas a punto de conquistar una


tierra ajena. Las generaciones que siguen una a la otra no son una secuencia
de adultos maduros que caen como lluvia sobre la tierra. Cada ser humano
se ha desarrollado de un niño: las energías que mueven a la humanidad
vienen de la expansión de las energías latentes en los niños.

El primer Derecho del Hombre, el Derecho Fundamental, debería reconocer


el derecho del niño a ser ayudado a librar aquellos obstáculos que pudieran
impedir, reprimir o desviar sus energías constructivas, negándole así la
certeza de ser un adulto eficiente y bien balanceado.
El niño tiene un papel fundamental en la construcción del ser humano. Si la
dignidad y los derechos de los trabajadores se reconocen, así se deberá
hacer con la dignidad y los derechos del trabajador que produce al hombre.
Basados en la afirmación de la dignidad del niño, debemos asegurar su
derecho y libertad a crecer y desarrollarse completamente, de tal forma que
pueda contribuir al progreso humano con todas sus facultades, cumpliendo
así la tarea que le asignó la naturaleza.

Si el hombre se forma de esa no-entidad que es el recién nacido, será


durante su ciclo formativo –es decir la infancia- cuando requerirá de la
protección debida al “hombre”.

La cuestión de la educación es fundamental porque es una exigencia común


a todos los seres humanos de la tierra.

Si verdaderamente queremos lograr la armonía y la igualdad entre los seres


humanos, no debemos descuidar el tiempo de vida cuando las diferencias
sociales, idealistas y lingüísticas que separan a los grupos humanos, todavía
no existen.

Si deseamos hacer el esfuerzo de unificar a la sociedad humana, debemos


reconocer lo individual y considerar al ser humano como tal desde su
nacimiento.

Debemos ver al recién nacido para entender el secreto de nuestra vida.


Debemos estudiar cómo este ser que al nacer es incapaz de comprender y
no tiene conciencia de sí mismo, que no tiene ni memoria, ni voluntad, se
vuelve inteligente.

¿Cómo es que el niño, nacido mudo y sin conciencia, llega a utilizar un


lenguaje gramaticalmente correcto para expresar sus deseos y pensamientos
que surgen en el gran misterio de su ser?

¿Cómo es que el niño de dos años de edad utiliza el lenguaje que encuentra
en su entorno, a pesar de las dificultades que esto implica, sin la ayuda de un
maestro?

¿Cómo es que, si al nacer, sus órganos de movimiento voluntario eran


incapaces de sostenerlo y de obedecerle, el niño de repente se levanta y
comienza a caminar? En realidad, se comporta como si quisiera conquistar al
mundo y más tarde, entre la edad de tres y seis, sus incansables juegos lo
proveen de aquellas experiencias que lo harán un individuo consciente.

Este es el tiempo de grandes poderes y profundos misterios: el ser humano


se desarrolla como una semilla oculta en la tierra, que germina y crece para
convertirse en una espiga de trigo.

No era, pero se convierte.

La célula germinada genera en secreto al embrión y al cuerpo del recién


nacido, con todos los complicados órganos destinados a funcionar por el
resto de su existencia. De la misma manera, el recién nacido genera al
hombre adulto.

En el recién nacido, otro proceso embrionario comienza y continúa los años


que le llevará convertirse en un hombre provisto de una psique y un espíritu.

Único entre las especies, el ser humano tiene un período embrionario doble:
uno prenatal en el cual el cuerpo se construye, y uno post-natal en el que se
desarrolla el espíritu humano.

Aquí no hay diferencia de casta, posición o raza. Toda la humanidad se


construye de la misma manera: cada embrión espiritual absorbe las
características de su entorno y las recrea dentro de sí mismo.

Si los hombres crecen para ser diferentes unos de otros, es porque los niños
de los que se originaron, los diseñaron de acuerdo al momento y lugar de su
nacimiento.

Mientras sigamos viendo exclusivamente las debilidades del recién nacido,


mientras continuemos considerándolo psicológicamente discapacitado,
perderemos el secreto y la energía más importante de la vida humana. Y el
montón de nuevas almas que se renuevan constantemente, se perderán en
un océano de indiferencia y opresión, en vez de salvarlas de los áridos
espíritus que languidecen en el desierto de nuestra ignorancia.
En la declaración de los Derechos Humanos, ¿qué se le ofrece al niño?
Asistencia especial en la Maternidad e infancia. ¿Qué implica esto –jardines
de niños? ¿Remediar posibles injusticias causadas por leyes injustas o
prejuicios sociales?

Sí, estos aspectos son indudablemente de suma importancia, pero solo son
medidas de primeros auxilios, necesarias por el hecho de que el progreso de
la civilización ha agravado las condiciones de los niños pequeños.

El niño siempre ha sido el ciudadano olvidado.

Mientras la evolución de la civilización ha producido progresivamente algunas


mejoras en las condiciones de vida de los adultos, aquellas de los niños se
han deteriorado. Para el niño, la vida es cada vez menos sana; el tiempo que
pasa con su madre decrece constantemente; su libertad de acción disminuye
y su participación en la vida de los adultos se vuelve nula.

Si los derechos del hombre se proclaman y si al niño se le reconoce como su


creador, la sociedad debería hacer algo mucho más importante que unos
cuantos intentos esporádicos que tienden a multiplicar instituciones de forma
indiscriminada,

¡Miren lo que se ha hecho por el adulto! Mientras la civilización se ha vuelto


más complicada, han surgido nuevas demandas. Aunque éstas se han
reducido a enviar cartas, transmitir telegramas o aumentar la velocidad de la
comunicación a través de máquinas, se ha vuelto necesario crear ministerios
específicos para manejarlas. Cuánto más necesaria es hoy la creación de un
Ministerio del Niño para afrontar la necesidad más urgente de nuestros días:
el cultivo de la humanidad.

Este Ministerio debería encargarse de la infancia, aún considerada indigna


hasta por los Ministerios de Educación –instituciones que hoy representan en
muchos países la amenaza de un oscurantismo que ofusca al humanismo y a
la democracia, pues sus actividades prácticas no están ni inspiradas por
elementos requeridos para el desarrollo del espíritu humano, ni por los
derechos humanos o la democracia misma.

El creador del hombre psíquico ni siquiera es digno de la consideración de


los ministerios de educación. ¿Quién está más abandonado y con mayor
necesidad que él?
No soy la única que proclama esto. Hoy, la necesidad de ayudar a la infancia
se percibe en gran escala. De hecho, el estudio a profundidad del niño se
está desarrollando a través del mundo civilizado.

Los experimentos que mis colaboradores y yo hemos llevado a cabo en este


campo por más de cuarenta años, en todo el mundo, demuestran que si el
niño, cualquiera que sea su origen, es educado durante su primera etapa de
desarrollo, mostrará características superiores a aquellas que comúnmente
se le atribuyen. Nos encontramos en un momento del tiempo en el que la
vida espiritual está descuidada y el materialismo se alaba como una virtud,
en el que la proeza física de los seres humanos ha sobrepasado la de la
naturaleza y en la que se vislumbra el horror de la destrucción universal. A
causa de esto, proclamamos que el desarrollo de las energías creativas, de
las características superiores de los seres humanos, es una de las
necesidades más urgentes de nuestra vida social.

María Montessori
Roma, 31 de octubre 1951

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