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Universidad Nacional de Colombia sede Bogotá

Maestría en Estudios Políticos – IEPRI


Narcotráfico y política antidrogas
Jairo Padilla González
1.010.199.845

Wayne Hall (2017), “The future of the international drug control system and national drug prohibitions”, en
Addiction, vol. 113, nº 7, pp. 1210-1223 (Wiley Online Library en el SINAB).
Comisión Global de Política de Drogas (2018), Regulación: El control responsable de las drogas

El control sobre sustancias psicoactivas, estimulantes y fármacos establecidos como ilegales en las diferentes convenciones y
tratados celebrados por los diversos países en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) durante la segunda mitad del
siglo XX, ha tenido una multiplicidad de consecuencias, en las que se destaca el fracaso innegable de las políticas públicas
globales para controlar y prohibir el uso de drogas con fines recreativos y no con fines médicos o científicos. El
prohibicionismo no sólo no ha generado políticas públicas eficaces que permitan que la población no haga uso de las
diferentes drogas, si no que ha propiciado el incremento de grupos criminales que se financian directamente del tráfico ilegal
de estupefacientes. Por tal motivo, autores como Wayne Hall (2017) en su texto “The future of the international drug control
system and national drug prohibitions”, al igual la Comisión Global de Política de Drogas (2018) en el texto Regulación: El
control responsable de las drogas, señalan la importancia de establecer nuevos caminos para abordar el problema de las
drogas en las diferentes sociedades, desde perspectivas diferentes al paradigma del prohibicionismo. Sin embargo, como lo
señalan ambos textos las opciones de regulación que se tienen en cuenta implican diversos riesgos que tiene que enfrentar las
diferentes sociedades lo que, a su vez, puede traer consecuencias inesperadas a las que se ven enfrentados los formuladores
de política pública. Es por ello que el presente texto pretender dar cuenta de los elementos en común que comparten ambos
textos, para posteriormente observar las diferencias y las diversas perspectivas de ambos textos y, finalmente, se plantea una
conclusión y comentario crítico que sirva como elemento sustancial de la discusión al redor de la problemática de las drogas
y su regulación.

Un aspecto central en el que ambas lecturas coinciden es en afirmar las fallas y el fracaso de política antidrogas, esto debido a
que no sólo no logró su objetivo desde que fue planteado: “un mundo libre de drogas”, sino que ha contribuido de manera
significante con el auge de la violencia y la criminalidad asociada a su tráfico ilegal. Por lo que lejos de contribuir a una
disminución, producción, distribución y uso, de acuerdo con la Comisión Global de política antidrogas (2018), se ha
mantenido el consumo, lo que fortalecido y empoderado el crimen organizado; trayendo como consecuencia mayores índices
de violencia asociada a estos grupos criminales, corrupción, debilitamiento de la institucionalidad estatal y una ruptura en el
tejido social de las comunidades y sociedad atrapas en las encrucijadas que genera la política antidrogas. Por lo tanto, una
política sobre drogas de carácter no punitivo y con un enfoque en donde prime lo pragmático se hace necesaria, como lo
señalan ambos textos.

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En cuanto a esa regulación, la Comisión Global de política antidrogas (2018) planeta una pregunta que es básica y central en
el análisis de la política pública antidrogas: ¿Quién debería regular el mercado de drogas, los Estados y sus respectivos
gobiernos o las organizaciones pertenecientes al crimen organizado?, la Comisión señala que es una responsabilidad de los
gobiernos para con sus ciudadanos asumir la regulación debido a que el consumo de drogas es una realidad en cada sociedad
y contrario a la política prohibicionista, fundamentada en aspectos ideológicos, como lo menciona el texto de la comisión,
hay un consumo mantenido de diversas drogas que se expresa en la demanda de productos que los mercados ilegales
satisfacen y por otro lado, como menciona Hall (2017), a pesar de que el prohibíamos puso persuadir a jóvenes adultos de
consumir, no se puede afirmar con plena seguridad esa hipótesis, debido a que no habían datos anteriores a la conferencias
donde se prohibió sus usos para hacer análisis comparados, por el contrario, generó efectos contraproducentes o
‘consecuencias no deseadas’ que se encaminaron a criminalizar por igual, tanto a grandes, medianos y pequeños productores,
como a usuarios, consumidores y población con problemas crónicos de abusos de drogas; lo que condujo a criminalizar,
señalar y establecer prejuicios sobre todos los usuarios, vulnerando así, los derechos humanos de diversas comunidades de
usuarios de estas sustancias.

En ese sentido, el siguiente interrogante que se le plantea al lector es cómo regular ese mercado que se presenta como una
necesidad inaplazable. La Comisión Global de política antidrogas (2018) hace énfasis, acertadamente, en que no hay un
abordaje único para la transición del prohibicionismo a la regulación que pueda funcionar para todos los países de la misma
manera y, por el contrario, deben adoptarse enfoques diferenciales que se adapten a cada contexto particular. En cuanto a la
perspectiva de Hall (2017), el autor señala que uno de los mercados emergentes de drogas que se ha podido regular y
legalizar con relativo éxito ha sido el mercado de los productos derivados del cannabis, tanto en algunos estados de Estados
Unidos, como en Uruguay, Países Bajos o Holanda y Canadá, esto debido a que los daños a la salud asociados al consumo de
cannabis eran menores que aquellos daños a la salud y a la sociedad asociados al consumo de alcohol y tabaco. De igual
manera, Hall (2017), señala que, en cuanto a un posible escenario de regulación de las sustancias estimulantes como la
Cocaína, es posible que farmacias puedan distribuir en dosis controladas la sustancia, para adultos que se encuentren inscritos
para adquirir dicho producto. Una ventaja de ello y aspecto favorable es que, como lo menciona el autor, se pueda controlar y
regular la calidad del producto. Sin embargo, no es posible saber con certeza las consecuencias negativas que pueda tener
esta medida, como es sabido, la metanfetamina y la cocaína eran legales desde la segunda mitad del siglo XIX, hasta
mediados del siglo XX y eran adquiridas por usuarios que lograban obtener los fármacos sin mayores controles o adulterando
formulas. Las sustancias derivadas de los opiáceos representan un desafío aún mayor, como el señalado en el texto de Hall
(2017), por lo que algunos países desarrollados han optado por suministrar agujas y jeringas desesterilizadas en centro
especializados con el fin de mitigar el impacto negativo que pueda tener sobre la comunidad de usuarios con un consumo
problemáticos de opiáceos como la heroína, ello con el fin de disminuir posibles contagios de enfermedades de transmisión
sanguínea como el VIH o la hepatitis C. Sin bien es cierto que ambos textos definen parámetro y caminos que pueden seguir
los formuladores de política pública, la despenalización abierto de la mayoría de las sustancias psicoactivas, estimulantes o
fármacos constituye un rato creciente y una necesidad imperativa.

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Finalmente, para concluir, se plantean los siguientes interrogantes que buscan tanto entablar un dialogo los textos designados
para la sesión, como un dialogo con el docente y los integrantes de la clase que permitan dar cuenta de la problemática desde
una perspectiva más amplia: ¿Es posible, en el mediano y largo plazo, qué se abra un mercado para la cocaína regulada y qué
países latinoamericanos puedan competir legalmente en la cadena de producción? Y ¿puede considerarse a la experiencia
colombiana de legislación al redor de la dosis mínima como una experiencia exitosa y valiosa para los países
latinoamericanos con contextos sociales y problemáticas alrededor de las drogas similares?

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