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Alonso Partida David Alberto – Bloques Económicos Internacionales

TLCAN
La Cumbre de líderes de América del Norte, celebrada en Toluca (México) el 19
de febrero de 2014, abre una ventana de oportunidad para debatir con respecto al
futuro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Esto se evidenció durante la pasada reunión trilateral anual, donde no sólo no se
priorizó el tema migratorio (visas), sino que la cuestión de la violencia en la
frontera mexicana se visualizó como un problema nacional interno y no un
problema regional trilateral. Por ello, es pertinente preguntarse: ¿Es el TLCAN un
tratado del pasado, o se trata de un instrumento capaz de proyectarse en el
futuro?
Para analizar la pregunta se proponen tres puntos. El primero analizar el TLCAN
como un modelo de integración. Segundo un incremento extraordinario en los
negocios entre los tres países, éste se concentra bilateralmente en tres tipos de
inversión extranjera directa (IED): la explotación de recursos naturales, los
servicios comerciales y financieros, y en maquiladoras de bajo costo. Tercero
abordo la relación comercial bilateral de China con los tres países y el impacto que
conlleva la incorporación de los productos chinos al escenario norteamericano
dado su alta competitividad.
La pregunta en aquel momento era entonces: ¿Cómo integrar exitosamente a
países de bajo desarrollo o en transición democrática, como México, a la
economía global? Y el TLCAN, por medio de su objetivo de establecer reglas
globales para los negocios, dio una respuesta a esta pregunta, constituyéndose en
un enorme laboratorio para la innovación. El TLCAN fue el primer acuerdo que
establece reglas sobre la inversión extranjera, la propiedad intelectual, la
posibilidad de producir acuerdos paralelos sobre derecho laboral y también al
derecho ambiental relacionado al comercio.
La negociación del TLCAN fue el resultado de la política de expansión
estadounidense, que parecía, de la mano del presidente Clinton (1993-2001) dejar
a un lado los problemas históricos entre México y Estados Unidos y hacer parecer
que la relación entre ambos países no podía ser mejor. Para el México de Carlos
Salinas de Gortari (1988-1994), el TLCAN representaba el gran éxito de su política
exterior y su clara incorporación en el selecto club de países desarrollados.
En aquel momento, no existían tratados que abordasen así los temas, de esa
forma, pues en general lo que se buscaba era reducir las tarifas a la importación
para incrementar la competencia en los mercados internos.
Aunque la cumbre de febrero de 2014 no fue un gran avance, tampoco fue un
fracaso. Los tres líderes, los presidentes estadounidense y mexicano, Barack
Obama (2008-2016) y Enrique Peña Nieto (2012- 2018), así como el primer
ministro canadiense, Stephen Harper concordaron en que el TLCAN es una
realidad y funciona bien, y aunque México propone constantemente hacer una
integración más política mientras que los socios nórdicos rehúyen el tema, las tres
partes reconocen que hasta el momento, el TLCAN es un gran éxito.
del TLCAN es un gran éxito. No obstante, si preguntamos en México, Estados
Unidos o Canadá quién es el ganador y mayor beneficiado por el tratado, siempre
se dirá que es el vecino, nunca el propio Estado. Y además, siempre son los otros
los desleales. Por lo demás, el ambiente de negocios es excelente, salvo algunos
problemas sectoriales como el transporte mexicano o la madera canadiense. Hubo
una norma del para aumentar el valor agregado en los productos manufacturados,
un estímulo a la inversión, especialmente en México, y también hubo un
incremento del contenido tecnológico de los productos mexicanos. Todo ello elevó
la capacidad tecnológica del país.
La realidad es que hubo un incremento fenomenal de los negocios entre los tres
países. Lo mismo sucede con la inversión. Es decir, aunque Estados Unidos
recibe la mayor parte de la inversión dentro de América del Norte (a través del
New York Stock Exchange), los demás países también vieron la inversión
extranjera aumentar. Es difícil saber si este incremento es consecuencia directa
del TLCAN o si es parte del fenómeno global, pero es importante destacar que sí
hubo un incremento en la inversión extranjera en los tres países.
Para Estados Unidos, el tratado falló en tener el efecto esperado, a nivel de
multilateralismo, en organizaciones como la OMC. En principio, los capítulos que
se incluyeron en el TLCAN estaban pensados para llegar a ser base para un
nuevo sistema régimen internacional de comercio, dirigido por la OMC desde
Ginebra. Pero esta idea no funcionó. Además, el TLCAN favoreció el
desmoronamiento de otro proyecto de integración de aquel entonces, la hoy
olvidada Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), imposibilitándose así la
integración regional del continente bajo el liderazgo estadounidense.
El TLCAN es, en teoría, una gran inversión. Las empresas estadounidenses llegan
a México o a Canadá y generan empleos. En efecto, el nivel de inversión de los
Estados Unidos hacia los socios se ha incrementado, aunque en términos
agregados cada vez se generan menos empleos para México y Canadá pues las
empresas estadounidenses están girando hacia al pacífico. Es así como se puede
señalar que el TLCAN se encuentra hoy en día en una encrucijada.
Hoy, ya no somos tres, sino “Cuatro amigos”, pues a México, Estados Unidos, y
Canadá se le ha unido China. El problema, por supuesto, es que no existe un
tratado con el gigante asiático y que, a pesar de ello, los productos chinos son tan
competitivos, que con o sin tratado la gente los compra.
Por un lado, lo que en un principio parecía ser una tendencia perjudicial para
México, parece estar revirtiéndose, pues los costos de producción en China se
han incrementado más rápido que en México. Hay en China una alta tasa de
inflación, presión sobre los salarios y una democratización laboral, es decir más
espacio para que los empleados chinos reclamen mejores condiciones. Por eso,
dependiendo de los sectores, y en el contexto norteamericano, puede ser menos
costoso producir en México que en China, especialmente las cosas pesadas, por
la proximidad.
El TLCAN es un acuerdo limitado entre tres socios, que no sirve de punto de
partida para un segundo momento de integración, ni siquiera a nivel del comercio:
cada parte tiene su propia política extranjera comercial; y cada parte negocia
separadamente acuerdos de libre de comercio
Si comparamos el número de tratados comerciales que tienen cada uno de los
países, México es el que tiene más acuerdos ostenta. Recientemente, en 2013,
Canadá concluyó un acuerdo con Europa, y próximamente hará lo mismo con
Corea del Sur. Por su parte, Estados Unidos se encuentra negociando con
Europa. Lo interesante es que se cada uno de los tres socios está haciendo
acuerdos comerciales con los mismos países o regiones (Europa, la Alianza del
Pacífico y los países centroamericanos), pero de manera separada, sin
consultarse y sin generar un bloque norteamericano. Recientemente, por ejemplo,
el presidente Obama empezó negociaciones para un acuerdo transpacífico, sin
tomar en cuenta a México o a Canadá.
Cada año la aprobación del ciudadano común hacia el TLCAN sigue bajando.
Existe hoy una falta de liderazgo de parte de Estados Unidos para reanimar y dar
un nuevo empuje al TLCAN. Al respecto, debemos ser francos: sin una acción
decidida de Washington, nada va a pasar. Es decir, si el Congreso
estadounidense no apoya la evolución del TLCAN y si el Presidente carece de la
voluntad política o de la capacidad para concebir y avanzar un proyecto que pueda
impulsar o estimular un nuevo desarrollo, nada va a cambiar.

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