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Choose Life (2019), Alba Moreno

Picture us better
We finally found a winter for your sweater.
Weyes Blood, “Picture Me Better”.

En abril de 2019, se publica Titanic Rising, el más reciente álbum de Weyes Blood. No he
dejado de escucharlo desde que salió. Al principio, me atraían las emociones que fluían por
las canciones: una profunda tristeza que me recordaba a The Carpenters. Después presté
atención a las letras: “Let me change my words: show me where it hurts” (“A Lot’s Gonna
Change”); “Don’t cry / It’s a wild time to be alive” (“Wild Time”). Es ya de conocimiento
público que la canción que se lee en el epígrafe trata sobre un suicidio, un amigo de la
infancia de la cantante Natalie Mering. Sin embargo, me sorprendía la canción: había una
gran melancolía, una profunda tristeza y, sin embargo, había también momentos de
esperanza y luz; es como una canción de cuna, un homenaje en murmullos, un “vas a estar
bien, pero ante todo yo voy a estar bien”. Después de la crisis emocional, el daño pareciera
superarse, cristalizar en una catarsis: la canción. Titanic Rising crea su propio lenguaje,
muy íntimo y desde la música, para hablar de traumas y describir conflictos emocionales
sin llegar al mensaje de auto-ayuda o al falso optimismo. Creo que por eso me atrae tanto y
lo recomiendo todo el tiempo, pues su manera de abordar el tema de la depresión es
entrañable e inteligente.
Ahora bien, Choose Life, la última propuesta de Páramo 9 dirigida por Alba Moreno
y basada en un texto de Raúl Bustos también plantea un acercamiento a la depresión. Emma
(Rebeca Carrasco) nos cuenta cómo su mejor amigo de la infancia, Daniel, era golpeado
por un padre alcohólico. Dichos abusos terminan en la muerte de la madre y en el
consecuente suicidio de Daniel. Después, la protagonista nos narra la historia de su vecina,
Lola, quien decide quitarse la vida después de un rompimiento amoroso. Me parece
interesante que la depresión y el suicidio se explore desde el punto de vista de la afectada
por el daño colateral y no desde la perspectiva del suicida, aunque eso finalmente
desemboque en algunos problemas de discurso que abordaré al final. Observamos la
reacción de Emma, quien lucha por mantenerse emocionalmente estable, pese a que ella
misma se culpe de no haber sido buena amiga. Ahí se introduce la trama “fantástica” de
Choose Life: Emma decide convertirse en una superheroína. Su archi-enemigo es nada más
y nada menos que Depresión (Ricardo Rodríguez). Su presentación como un monstruo
enorme de tres cabezas, rodeado de niebla y oscuridad, fue, en mi opinión, lo mejor de la
obra y me demostró el potencial visual que tienen las propuestas de Páramo 9 (ya lo habían
hecho en Geografía de una desgracia). La depresión puede personificarse de varias formas:
una bestia terrible, un alcohólico abstraído o un simpático y cínico gracioso. Estas múltiples
representaciones también me parecen destacables. El último tramo de la obra, que muestra
la lucha de Emma contra Señor Depresión, no me convence puesto que no ofrece del todo
una conclusión, resultando en un final apresurado, repentino.
El mensaje de Choose Life resulta evidente. Precisamente ahí encuentro mi principal
conflicto con esta representación: no tolero el texto. Si bien aplaudo que en Juárez se
aborde este tema desde el teatro, existen formas más inteligentes, artísticas, desafiantes y
críticas que tratan el tema de la depresión y el suicidio que no llegan a la moraleja de la
superación personal. El texto es flojo en su propuesta literaria y pienso que la depresión no
se debe tratar desde privilegios capacitistas, como el optimismo, el “¡elige vivir!” o el bien-
estar emocional, sino desde la misma salud pública y mental. Citando a Alberto Hernández,

Sí, se pueden prevenir [los suicidios]. Esto supone deshacer uno de tantos mitos
que hay en relación al suicidio: que son imprevisibles, cuando en muchas
ocasiones sí se pueden prevenir. Para hacerlo, debemos tener en cuenta que hay
una serie de factores de riesgo: la soledad, la incomunicación, acontecimientos
vitales estresantes, crisis de proyectos vitales.

El principal problema, como se observa, es la comunicación. En efecto, la depresión es una


enfermedad del lenguaje, pues el deprimido tiene dificultades para desarrollar con palabras
sus emociones y recuerdos traumáticos. Por ello, en la terapia se escribe, se dibuja y se
habla. Curiosamente, esto de la comunicación o la terapia (una de las grandes herramientas
para combatir la depresión) jamás se tomará en cuenta en la obra. Ya es demasiado tarde
para hablar con Daniel o Lola. La comunicación como una oportunidad perdida para
siempre es uno de esos lugares comunes de la depresión retomada por la literatura de
superación personal. En la literatura y el teatro, el reto es complicado, pero ejemplificaría
con Filos (texto de Pilo Galindo y dirigida por Abraxas Trías) donde se decide explorar la
relación de amistad de los protagonistas, en lugar de vulnerar al personaje que tiene
problemas motrices y de lenguaje.
En Choose Life, la moraleja se “come” a la obra. Fue más importante explicar el
mensaje “hay que prevenir los suicidios a toda costa” que desarrollar ese potencial visual y
literario de la propuesta, como lo hicieron al presentar al monstruo de la depresión. No era
necesario mencionar quién era esa cosa. El espectador podía intuir que aquella bestia de
tres cabezas era una metáfora del daño causado por la violencia que sufrieron Daniel y
Lola. De esta manera, el discurso light y poco imaginativo del género de la auto-ayuda se
transforma en algo más eficaz e ingenioso. Extrañé más momentos así.
Concluyo: el guion de Choose Life comete el error de sobre-explicarse porque lo más
importante para el autor del texto es transmitir el mensaje preventivo, mensaje asimismo
plagado de lugares comunes y observaciones fáciles y privilegiadas. No obstante, Choose
life me hizo pensar que aún hay cierta complejidad lingüística para hablar de temas
sensibles como la depresión y el suicidio, pero permite reflexionar que hay que buscar
lenguajes desafiantes para abordar esos temas, como dejaba entrever la propuesta en sus
mejores escenas, donde, básicamente, predominaban el silencio y la imagen.

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