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En la apretada síntesis histórica del comienzo de este capítulo, hicimos

referencia a una “declinación”, experimentada por la Marina Mercante Nacional


durante las últimas décadas. Esto no implica que haya disminuido la
importancia del transporte marítimo y fluvial. Muy por el contrario, la actividad
naviera mundial ha seguido una curva de constante crecimiento, y continúa
proveyendo hoy el principal modo de transporte global de cargas, incluido el
correspondiente a nuestro propio comercio de exportación e importación. En
efecto, más del 80% del volumen total de cargas salen e ingresan al país por
vía marítima.
La única excepción – y sólo parcial – es la correspondiente al transporte de
pasajeros.
Efectivamente, el extraordinario desarrollo de la actividad aerocomercial,
desplazó a los barcos de este mercado, en todo el mundo. Sin embargo un
fuerte crecimiento del turismo internacional, reanimó al transporte marítimo de
pasajeros en los últimos años, tal como podemos comprobar con el número
creciente de cruceros que visitan nuestras costas cada temporada.
¿Cómo podemos “medir” la ya apuntada declinación de nuestra Marina
Mercante?
Uno de los indicadores – entre varios otros -es el que muestra la progresiva
disminución del número (y dimensiones) de naves mercantes matriculadas en
nuestro Registro Nacional de Buques. Veamos de qué se trata. Un buque es,
desde el punto de vista jurídico, un “bien registrable”, que debe ser matriculado
en un “Registro Nacional”. Algo similar, aunque bastante más complejo, al
proceso de inscripción y “patentamiento” de los vehículos terrestres en un
“registro automotor”.
Al hacerlo, el armador, es decir el propietario o la persona responsable de la
tenencia y explotación del buque, se obliga a enarbolar el pabellón del país del
registro (la “bandera argentina” en nuestro caso). Se obliga también a dar
cumplimiento a la legislación y reglamentación específicas impuestas por tal
Estado. Dicha normativa, regula en general diversos aspectos que hacen a la
operación de los buques: exigencias técnicas sobre el estado de
mantenimiento de las embarcaciones, fijación de pautas sobre la cantidad y
nacionalidad de sus tripulantes, régimen laboral a cumplir, obligaciones
impositivas, etc.
Por su parte, el armador recibe la protección legal de tal Estado, sin la cual,
recordemos, no podría navegar en ningún lugar del mundo. En muchos países,
incluido el nuestro, se priorizan o reservan cierto tipo de actividades navieras,
para los buques del propio Registro Nacional, lo que puede constituir un
incentivo adicional para el armador. Es el caso por ejemplo, del movimiento de
cargas entre puertos argentinos, que debe realizarse con buques de bandera
argentina.
De este modo, el Registro Nacional de Buques refleja no sólo la cantidad y
dimensiones
de buques mercantes que llevan la bandera argentina en sus mástiles sino, en
buena medida aunque no absoluta, el grado de participación argentina en la
actividad del transporte marítimo y en sus beneficios, a través de sus
empresas, fuerza laboral, capitales, ingresos, etc.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, se produjo un incremento mundial de los
costos del transporte por agua. Esto dio lugar al fomento de los llamados
“Registros de Conveniencia” o “Registros Abiertos”. En forma muy simplificada,
estos registros ofrecen una considerable reducción de los requisitos – y
consecuentemente de los costos – a todos los buques que se inscriben en
ellos. Las aparentes “ventajas”, pueden significar menores exigencias en
cuanto a la antigüedad de los buques y al rigor en sus inspecciones técnicas,
flexibilización de las normas laborales aplicables, desgravaciones impositivas, y
- fundamentalmente – la inexistencia de un “vínculo genuino” entre el armador
o el propietario de un buque, y la bandera que enarbola. Dicho de otro modo, el
registro de conveniencia permite el ingreso a su bandera, de buques cuya
propiedad y control se encuentren en otro país.
Estos registros resultaron más atractivos para los armadores, por lo que miles
de embarcaciones de todo el mundo adoptaron algunas de estas “banderas de
conveniencia”, en lugar de las de sus “registros nacionales”. Por su parte, los
países que establecieron estos “Registros Abiertos”, recibían importantes
ingresos por la cantidad de buques que se registraban, no obstante los bajos
valores que imponía su inscripción.
La expansión de este tipo de registros abiertos, afectó como es de imaginar a
los registros nacionales tradicionales. Paralelamente, y por efecto de la
reducción o pérdida de control sobre los buques, se produjeron accidentes
graves con consecuencia para la seguridad de la vida humana en el mar,
pérdida de cargas y daños ambientales, que han dado origen a un profundo y
aún vigente debate internacional.
La existencia de esta práctica también contribuyó a la disminución de nuestro
registro de bandera, aunque de modo alguno es motivo suficiente para explicar
las causas en su totalidad.
Como se ha dicho, existen múltiples y complejos factores, de orden externo e
interno, cuya descripción escapa claramente a las posibilidades y propósitos de
este texto.
Parece en cambio útil destacar, que crece entre los varios actores de este
sector, que incluyen entre otros a los armadores nacionales, los representantes
de los sectores del trabajo a bordo, y las autoridades nacionales, la convicción
de que resulta necesario encontrar y recorrer un camino que lleve a la
recuperación de la Marina Mercante Argentina. Algunos pasos iniciales
encaminados en esa dirección, ya han sido adoptados.

A modo de síntesis, y pensando en los esfuerzos necesarios en este sentido,


es legítimo preguntarnos porqué debiéramos bregar por el crecimiento de
nuestra Marina Mercante.

Las respuestas, son concluyentes:

¿Porque constituye una importante contribución para el desarrollo


económico nacional?
Las contribuciones son múltiples. Se trata de una actividad de alto valor
agregado, generadora de fuentes de trabajo directas e indirectas. Por otra
parte, es un instrumento útil para mejorar la balanza de pagos nacional, por ser
el flete un bien de exportación que genera divisas.

¿Porque fortalece la autonomía, y la influencia en el contexto


internacional?
La existencia de una Marina Mercante de bandera mejora los grados de
libertad de acción de un país para mantener sus distantes mercados
tradicionales, y para abrir y consolidar los nuevos, especialmente ante picos
cíclicos de demanda, o imprevistos en el mercado mundial. Por otra parte, la
influencia que cada país marítimo puede ejercer en la adopción de decisiones
en los foros internacionales del quehacer, guarda con frecuencia, directa
relación con el potencial de su flota mercante.

¿Porque fortalece las capacidades básicas y esenciales de la Nación?


A través de distintas páginas de este manual, habremos podido advertir la vital
importancia que los distintos usos del mar revisten para un país de la
dimensión marítima de la Argentina. La Marina Mercante es un pilar básico
dentro de esa conjunción de organizaciones privadas y públicas que
denominamos la “comunidad marítima” nacional. Contribuye decisivamente a
mantener el conocimiento y la habilidad necesarios para sostener nuestra
presencia en el mar, y participar de sus beneficios.
Constituye además, una capacidad susceptible de ser movilizada ante
situaciones extraordinarias de diferente índole, como desastres naturales o aún
conflictos bélicos, que demanden de su esencial aporte específico.

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