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0. Introducción y metodología…………………………………...……………Página 1.
La sirena, puede que por lo atractivo de su papel, ha sido una de las figuras míticas
que mayor pervivencia ha tenido a lo largo de los siglos, integrándose perfectamente en
el registro simbólico y cultural de la sociedad contemporánea. Sin embargo, la concepción
actual de la misma difiere de su representación clásica. Es objetivo de este trabajo, por
tanto, analizar la génesis, contextualización y desarrollo de las sirenas dentro de la
tradición mítica que las originó.
El término mitología presenta una doble acepción, pues puede ser comprendido
bien como el conjunto de mitos de un pueblo o de una cultura, bien como la disciplina
dedicada al estudio de los mismos. Sin embargo, su primer significado precisa de
matización. La mitología va más allá de la suma caótica de relatos y personajes, pues
tanto mitos como figuras míticas aparecen constantemente interrelacionados de forma
simbólica y deliberada. Tradicionalmente, esta relación se ha plasmado a través de la
genealogía, disciplina encargada de establecer las bases narrativas y de ordenación en la
mitología a través de conexiones familiares y personales.
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Sirenas en la mitología y arte griegos, Alberto Rovira Cotino.
Las sirenas, al igual que las demás figuras míticas, no aparecen de forma aislada,
sino que presentan una razón de ser y tienen un valor y contexto asignado en el panorama
mitológico. Aún así, su estudio constituye una tarea habitualmente imprecisa. Su primera
aparición en un relato escrito tiene lugar en el Canto XII de la Odisea, introducidas en
unos versos considerablemente parcos en información. Homero proporciona aquí el relato
base del cual partirá la tradición, relato en el que nada se nos dice sobre su aspecto físico,
nombre, ubicación geográfica o ascendencia. Estos datos fueron completándose y
mutando de forma variable con el paso de los siglos, especialmente a partir de la época
helenística, momento en que se acentúa el gusto por la sistematización y por la erudición
de conocimientos. Ante esta situación, el historiador debe descartar cualquier intento de
explicación única, abrazando la complejidad del conglomerado mitológico griego.
Si bien estas dos son las dos hipótesis más respaldadas en la actualidad, no son las
únicas. Otras conjeturas, más residuales, han vinculado el término seirén con el préstamo
semítico sir [canto mágico, fascinación]; con un tipo de abeja homónima descrita por
Aristóteles como oscura y no-gregaria; e incluso se ha establecido una posible relación
etimológica con el nombre macedonio de Afrodita a través de un préstamo tracio1.
1
Para mayor información sobre estas propuestas etimológica, se recomienda consultar García Gual (2014); Pallí Bonet
(1992); y Zufferli (2017), respectivamente.
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Sirenas en la mitología y arte griegos, Alberto Rovira Cotino.
Esta teoría ha sido la que más éxito ha gozado a causa de sus implicaciones. De
Aqueloo, por un lado, las sirenas habrían heredado su relación con el agua, pues
tradicionalmente se les ubicaba en islas rocosas inseridas en el mar. De la figura materna,
sin importar en exceso a qué musa atribuyamos la maternidad, las sirenas extraerían sus
dotes musicales y el elemento comunicativo sonoro. Así, Luciano (Imágenes, 14)
explicaba que “su audición, enseñanza de Terpsícore o Melpómene o de la misma
Calíope, resulta tal que provoca extremo embeleso”. No en vano, en las etimologías de
Melpómene [melpein, cantar], Calíope [kalliope, bella voz] y Terpsícore [terpsis y
choros, la que deleita con la danza] se aprecia una clara referencia al canto, a la sonoridad
y al placer.
Por otra parte, el mismo Apolodoro (Biblioteca, I, 63) deja constancia de una
versión por él conocida en la que se habla de Estérope, hija del rey de Etolia, como
supuesta madre de las sirenas y esposa de Aqueloo. Se ha teorizado acerca de que esta
genealogía hubiese estado previamente incluida en el Catálogo de Mujeres
tradicionalmente atribuido a Hesíodo, si bien la información conservada al respecto está
incompleta.
Por último, una tragedia de Sófocles, recuperada gracias a una cita de Plutarco4,
hizo de ellas descendientes de Forcis, divinidad marina e hijo de Gea y Ponto. Siguiendo
esta genealogía, las sirenas quedarían vinculadas fraternalmente al monstruoso grupo de
las fórcides, como Escila o las gorgonas.
2
Recogido en Grimal, P. (1981). Diccionario de la mitología griega y romana (p. 483). Barcelona, España: Paidós.
3
Extraído de Fowler, R. (2000). Early Greek Mythography (1:96, frag. 8). Oxford, England: Oxford University Press.
4
Expuesto en Jiménez, A. I. (2012). Sirenas (p. 117). Madrid, España: Círculo de Bellas Artes de Madrid
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Sirenas en la mitología y arte griegos, Alberto Rovira Cotino.
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Sirenas en la mitología y arte griegos, Alberto Rovira Cotino.
y cuando hubiese sido atado de pies y manos previamente por sus propios hombres. En
caso de que el héroe pidiera ser desatado, embelesado por la seductora oferta, este debería
ser atado aún más fuerte; sólo así asegura Circe que es posible superar el territorio de las
sirenas.
Jasón y su vuelta a Yolcos natal; pero omitiendo cualquier información sobre las
peripecias del viaje. También Píndaro expuso en el siglo V a. C. el mito de los argonautas
en su Pítica IV, aunque discriminando toda clase de peripecias no vinculadas con el héroe
Arcesilao y la fundación de su ciudad, Cirene. En el mismo siglo, Eurípides utilizó el
mito como base argumental de su tragedia griega Medea, pero sin aventurarse en los
detalles ni en la realización de crónicas. Ahora bien, a excepción de la Odisea, ninguna
de las obras mencionada narró de forma detallada el encuentro de los argonautas con las
sirenas. Más aún, ninguna de las obras presenta una narración extensa del viaje de la
Argos. No será hasta la época helenística (s. III a.C.) que podamos encontrar un relato
completo sobre la expedición, con las Argonáuticas de Apolonio de Rodas.
Apolonio, erudito poeta helenístico, escogió la parte del viaje como argumento
central para la elaboración de su obra Argonáuticas. El poema épico nos ha llegado
dividido en cuatro partes, si bien se ha propuesto una triple división temática: “el viaje de
los héroes hasta la Cólquide (Cantos I y II), el cumplimiento de las pruebas por Jasón
(Canto III) y el regreso de nuevo a Yolco con el vellocino (Canto IV)” (Valverde, 1996,
p. 31). De nuevo, como ya sucedió con Homero, el encuentro con las sirenas se enmarca
en el momento de regreso del héroe a su hogar. En las Argonáuticas, a diferencia del
relato analizado anteriormente, las sirenas hacen su aparición en un único bloque
narrativo, descrito al detalle por un narrador omnisciente (vs. 885-919). Siendo
impulsados por un viento apacible, pronto llegaron los argonautas al hogar de las sirenas.
La información aquí ofrecida por Apolonio es más que completa, pues se nos detalla su
localización en la isla Antemusa; su genealogía, dado que se les hace hijas de Aqueloo y
de la musa Terpsícore; sus antecedentes como antiguas compañeras de juegos de
Perséfone; y su actual aspecto físico híbrido, en parte aves y en parte doncellas. También
se conservan antiguos aspectos ya presentes en Homero, como el peligro de su canto.
librarse de las tentaciones sirénicas y, con ellas, de la muerte final. Aún así, hubo un
hombre que sí sucumbió a la armonía de las doncellas aladas: el noble hijo de Teleonte,
Butes5, se precipitó por la borda, obnubilado por su canto. Si bien este tendría que haber
sido el lógico final del argonauta, la diosa Cipris (Afrodita) intercedió por él, salvándolo
tanto del oleaje como de las malévolas sirenas y transportándolo al cabo Lilibeo.
El encuentro finaliza aquí, siendo en esencia el mismo relato que el homérico. Las
sirenas vuelven a ser parte episódica del periplo de regreso, insertándose en un momento
específico en el que la muerte acecha pero no llega a manifestarse plenamente. Además
de la información adicional otorgada por el narrador, llaman la atención otros aspectos
novedosos. En primer lugar, merece la pena resaltar que si bien Jasón es el protagonista
de la trama argumental de las Argonáuticas, no aparece ni se le menciona en estos versos.
Es Orfeo quien acapara totalmente el protagonismo, lógico por otra parte al tener éste un
papel clave para la salvación del grupo. En segundo lugar, resulta interesante comentar la
intervención de Afrodita en el caso de Butes. El texto afirma que la diosa actuó por
compasión y benevolencia (vs. 918-919), pero esta reacción podría haber estado motivada
también por una hipotética enemistad de Afrodita con las sirenas, cuyos peligrosos
encantos distaban notablemente del erotismo.
5
Poco se sabe sobre la figura de Butes, pero Diodoro Sículo (Biblioteca Histórica, V, 4) le atribuye la fundación de la
actual ciudad siciliana de Marsala, situada en el cabo Lilibeo, donde Afrodita le depositó tras salvarlo de las sirenas.
Diodoro también les atribuye a ambos una descendencia conjunta, Policaón y Érix, siendo este último especialmente
importante en la historia local fundacional siciliana. El historiador, de hecho, le apunta como fundador del templo de
Afrodita Ericina.
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Sirenas en la mitología y arte griegos, Alberto Rovira Cotino.
canto sirénico. Su victoria es evidente, de modo que las sirenas –de cuyo aspecto híbrido
nada se dice– deciden cesar su canto y despeñarse al océano, transformándose en rocas.
El contenido del poema no gozó de gran eco en la tradición. Nos es útil, sin embargo,
para poner punto y final a nuestro recorrido por la literatura griega antigua, pues las
Argonáuticas órficas constituyen la última versión literaria griega del episodio.
4. Fisonomía e iconografía.
Las fuentes escritas parecen dar, en comparación con el registro artístico, una
menor información sobre el semblante de las sirenas. No obstante, si bien es cierto que la
cerámica y la escultura tienen la capacidad de representar visualmente –y en mejores
condiciones– aquello que los antiguos entendían por sirena, la escritura es capaz de
otorgarles una génesis narrativa, explicar el porqué de su forma híbrida. De esta manera,
Apolonio narra (Argonáuticas, IV, 896-898) cómo en otros tiempos fueron virginales
compañeras de Perséfone, sugiriendo una posible transformación corporal. No parece ser
esta una invención propia del poeta griego, pues ya Eurípides las relacionaba vagamente
con Perséfone (Helena, 176-178). De hecho, la misma tradición fue recuperada siglos
más tarde por Ovidio, quien en sus Metamorfosis (vs. 555-563) explica cómo las sirenas,
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Sirenas en la mitología y arte griegos, Alberto Rovira Cotino.
El arte griego nos da una visión más completa y dilatada en el tiempo sobre el
aspecto y la iconografía de las sirenas. La tradición ha tendido a señalar como precedente
iconográfico de las sirenas a las representaciones artísticas del ba egipcio6. Generalmente,
se acepta que el modelo iconográfico de las sirenas presenta un origen oriental,
probablemente adquirido por los griegos través de contactos interculturales en el
conocido como período orientalizante. No obstante, se descarta que la adquisición del
repertorio iconográfico implique la adopción del mismo significado simbólico funerario.
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Término propio de la antigua cultura faraónica que representa la fuerza espiritual y anímica del difunto. Su iconografía
responde a un modelo híbrido, pues es representado como un ave con rostro de mujer.
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Sirenas en la mitología y arte griegos, Alberto Rovira Cotino.
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Sirenas en la mitología y arte griegos, Alberto Rovira Cotino.
La tradición mítica acabó por dotar a las sirenas de un sinfín de variantes, tanto
en modelos fisionómicos como en número, nomenclatura o ubicación. La única constante
es su omnipresente rasgo melódico. En realidad, poco importaba su aspecto en
comparación a su canto musical, el único atributo que ha permanecido invariable en la
tradición occidental. El “canto de sirenas” es entendido, por definición, como un canto
que hipnotiza, cautiva y seduce. Ahora bien, en contraposición a las Musas, cuyo sabio
canto inspiraba a los mortales que las apelaran, la melodía sirénica tiene una implicación
negativa. El canto seductor de las sirenas –desvinculado aquí del factor erótico– invita a
una pausa eterna del viaje, a la imposibilidad del retorno al hogar, a la muerte segura.
“Tiberio tenía predilección particular por los relatos mitológicos, (….) Por esta razón probó
a los gramáticos, de cuya compañía le complacía rodearse, con preguntas como «¿qué
solían cantar las sirenas?» (…) La dificultad de la pregunta era doble: aquello que cantaban
las sirenas podía saberlo sólo Odiseo (…), aquello, entonces, que solían cantar las sirenas
no podía decirlo nadie, ni si quiera Odiseo, quien solo les escuchó una vez”.
En efecto, sólo Odiseo escuchó lo que las sirenas ofrecían (Odisea, Canto XII,
184-191), pues sus compañeros, dispuestos de cera en los oídos, tenían la audición
anulada. Odiseo fue testigo de una promesa de un conocimiento sapiencial, una invitación
a escuchar la narración de sus propias hazañas en Troya y a ser espectador de su propia
fama y grandeza. El héroe homérico, cuya habilidad de resistirse a las tentaciones ya
había manifestado con el rechazo a la promesa de inmortalidad de Calipso, sucumbe al
canto de las sirenas. No muere, pues está atado al mástil del navío, pero ansía conocer
aquello que las sirenas saben –tanto antes de verlas, cuando sugiere la estratagema a sus
compañeros; como después de escuchar la promesa ofrecida, cuando siente el deseo de
desatarse y acudir a ellas–. Odiseo podía declinar y resistirse a promesas de vida eterna,
pero no podía resistirse a la oferta del conocimiento total.
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Sirenas en la mitología y arte griegos, Alberto Rovira Cotino.
Stanford (2013, p. 103) explica que “el ansia de saber más sobre dios, el hombre
y la naturaleza es el rasgo más característico de toda la tradición griega”. Así, Odiseo
encarna ese mismo deseo de conocimiento por primera vez en la poesía de Homero;
lógico si se tiene en cuenta la multiplicidad de escenarios inexplorados presentados en la
Odisea. No es de extrañar que Odiseo deseara librarse de sus ataduras, pues era una
tentación irresistible para el arquetipo de griego ardiente en deseos de noticias y sabiduría.
Igualmente, Cicerón opinaba que “es conocimiento lo que las sirenas ofrecen, y no era
sorpresa alguna que un amante de la sabiduría se aferrara más a esto que a su hogar” (De
finibus. V, 18, 49). Aún así, cabe plantearse una pregunta: ¿realmente eran omniscientes
las sirenas homéricas? Es interesante resaltar que, pese a presumir de saber todo cuanto
aconteció en Troya, las sirenas desconocían el consejo que Circe le había proporcionado
a Odiseo. Puede que supieran las gestas del glorioso pasado del héroe, pero el presente
les era incierto, al menos parcialmente.
La Odisea (s. VIII a. C.) no menciona instrumento alguno usado por las sirenas,
de modo que se intuye que su canto era a capella. La Helena de Eurípides (s. V a.C)
invita a las sirenas a acompañar sus lamentos con la flauta libia de loto, con la siringa o
con la lira. En las Argonáuticas de Apolonio de Rodas (s. II a. C.) vuelve a mencionarse
exclusivamente su armoniosa voz; pero en la Biblioteca Mitológica de Apolodoro se
establece que de las tres sirenas, una tocaba la lira, otra cantaba y la tercera tocaba la
flauta. Finalmente, en las anónimas Argonáuticas órficas (s. IV) se atribuye a las dos
sirenas que aparecen en el poema una flauta y una lira, respectivamente.
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Sirenas en la mitología y arte griegos, Alberto Rovira Cotino.
Aún así, este vínculo con los instrumentos musicales no se hace de forma
completa con el paso de los años. Indistintamente de la cronología, pueden distinguirse
en la escultura o la cerámica sirenas con instrumentos o desprovistas de ellos, como en el
stámnos de Vulci (fig. 7) o en diferentes estelas funerarias (figs. 15 y 16).
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Sirenas en la mitología y arte griegos, Alberto Rovira Cotino.
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Sirenas en la mitología y arte griegos, Alberto Rovira Cotino.
La búsqueda del escenario en el que el episodio de las sirenas tuvo lugar fue
persistente entre los antiguos. La tradición las fija unánimemente en una isla, sobre la
cual la Odisea sólo describe una pradera (leimón) y una playa llena de restos marchitos.
No hay interés aquí, o al menos no aparentemente, de trasladar el espacio mítico a la
geografía conocida: la voluntad de trazar paralelismos y establecer intentos de
racionalización vendría más tarde, especialmente en época helenística.
En relación a el epígrafe anterior, Pena (2007, p. 128) señala que “es conveniente
insistir en el hecho de que únicamente en la Campania (…) y de modo especial en
Nápoles, las sirenas fueran objeto de culto”. En efecto, ya antiguos como Licofrón y
Estrabón establecieron la tumba de la sirena Parténope en Neápolis. Además, la
arqueología establece que la vieja polis de Parténope, fundada en el s. VII a.C. a escasa
distancia de la ciudad nueva, constituye el precedente arqueológico de la actual Nápoles.
La relación parece innegable: Parténope pudo haberse convertido en una suerte de
divinidad políada de la ciudad homónima, tornándose a su vez en una pieza clave de la
historia mítica fundacional napolitana. Esta hipótesis estaría sustentada por el registro
numismático conservado, pues parece habitual identificar la cabeza femenina que aparece
en las antiguas monedas napolitanas con la sirena Parténope (fig. 20).
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Sirenas en la mitología y arte griegos, Alberto Rovira Cotino.
Sin embargo, otras fuentes sí parecen detallar cual fue su desenlace: el suicidio.
Así lo hacen Licofrón (Alejandra, v. 712-757) y Apolodoro (Biblioteca, E. VII. 18);
autores que, de forma profética, anuncian la muerte de las sirenas tras su encuentro con
Odiseo. Igualmente, testimonios cerámicos como el stámnos de Vulci (fig. 7) atestiguan
ya la difusión general de esta narrativa desde el siglo V a. C. En estos casos, las sirenas
se despeñan y arrojan al mar tras el paso de Odiseo y sus compañeros, dejando entrever
que un acto suicida era la única vía posible ante la impasibilidad de Odiseo y sus
compañeros de tripulación. Lo expresa muy bien Jiménez (2012, p. 140):
“El suicidio es, en efecto, el desenlace habitual de quienes ven derrotadas sus artes o
habilidades. Las sirenas gozan de inmortalidad mientras cumplen una función, pero cuando
fracasan su existencia deja de tener sentido y (…) mueren. Ejemplos paralelos son la
Esfinge de Tebas, que se despeña tras ser vencida por Edipo”.
Mención aparte merece el trato que les es dado por el anónimo autor de las
Argonáuticas órficas. En este poema narrado desde la perspectiva de Orfeo, las sirenas
deciden despeñarse al océano para abrazar la muerte tras su derrota musical. Recordemos
que, siguiendo la cronología mítica canónica, la expedición de la Argo tiene lugar una
generación antes que la Odisea. La paradoja resulta evidente a simple vista: es imposible
que las sirenas se suicidaran si, tiempo después, Odiseo se enfrentó a ellas en el transcurso
de regreso. No obstante, esta versión del pasaje argonáutico no gozó de gran repercusión
ni difusión, permaneciendo más como un error de coherencia anecdótico que una
posibilidad a tener en cuenta en la tradición mítica.
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Sirenas en la mitología y arte griegos, Alberto Rovira Cotino.
La figura mítica de la sirena clásica tiene su fin con la propia Antigüedad. Con el
Medievo, se inicia una transformación paulatina pero inevitable hacia un modelo
fisionómico pisciforme, a pesar de los reductos literarios e iconográficos medievales en
los que aún se les representaba en su forma clásica. Abundantes estudios artísticos e
históricos se han encargado de testimoniar la evolución iconográfica de la sirena, como
veremos más adelante. Más oscuro permanece, sin embargo, el por qué de su
metamorfosis, la razón por la cual estas acabaron perdiendo su condición alada.
Algunos autores antiguos intentaron dar sus propias explicaciones para ilustrar
esta cuestión, evitando, eso sí, la atribución de características pisciformes. Retomando la
narración de las Argonáuticas órficas, se nos revela aquí cómo estas se precipitaron al
fondo del mar y sus cuerpos se transfiguraron en rocas. En su Descripción de Grecia (IX,
34), el geógrafo griego Pausanias cuenta cómo las sirenas, instigadas por Hera, acabaron
por retar a las musas en una competición musical. Desafortunadamente, parece que fueron
derrotadas en dicho desafío, siéndoseles arrancadas las plumas como castigo por su
insolencia. Aún así, ni el desplume final ni su metamorfosis en rocas parecen haber
encontrado una resonancia notable en la tradición literaria posterior. En cualquier caso,
las sirenas parecen no volver a ser las mismas tras sus derrotas ante Odiseo y Orfeo. Ya
se despeñen, se transformen en rocas o se vean privadas de sus plumas, su fracaso implica
para muchos autores un trágico fin en el océano.
Homero enmarca el encuentro de Odiseo con las sirenas (Canto XII) de forma
inmediatamente posterior a su travesía por el Hades (Canto XI). Para muchos, la propia
estructura narrativa del poema parece inducir sutilmente la relación con el inframundo
griego. Que la tradición acabara por fijarlas en las costas italianas occidentales no hace
más que reforzar este planteamiento, pues dentro del imaginario griego esta era la zona
propia de los seres liminales, ubicados en la frontera entre la vida y la muerte.
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Sirenas en la mitología y arte griegos, Alberto Rovira Cotino.
La figura mítica de las sirenas es de las pocas que puede presumir de haber
permanecido inamovible en el imaginario colectivo occidental. Su presencia, tanto en en
relatos como en la iconografía, se ha mantenido desde su origen griego hasta llegar a la
contemporaneidad, pasando por el mundo romano, medieval y moderno. Sin embargo, el
problema parece más que evidente: su representación actual dista profusamente de la
concepción original de su figura. Las sirenas, tal y como permanecen integradas ahora en
el repertorio simbólico de la sociedad, son seres híbridos pisciformes y, en su mayoría,
presentan un componente erótico y seductor. Las fuentes antiguas tratadas no presentan
en ningún caso alguno de estos dos factores, por lo que cabe preguntarse qué proceso
evolutivo sufrieron las sirenas hasta convertirse en eróticas doncellas acuáticas.
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Sirenas en la mitología y arte griegos, Alberto Rovira Cotino.
“Llega un momento en que las Sirenas se ponen en contacto y en relación con el agua y el
mar e incluso, en el relato homérico, aparecen ligadas a las aventuras de las Simplegadas y
de Escila y Caribdis; no es extraño que a partir de ahí el mito de las Sirenas reciba influjo
de monstruos marinos, entre los que hay que señalar el de los Tritones y Tritonas (…).
Todo ello explicaría el paso de Ia sirena-pájaro a Ia sirena-pez”.
Fuere como fuere, con el fin del Medievo las sirenas habían adaptado ya por
completo el factor erótico y sugerente. Ahora no ofrecen sabiduría y conocimientos, sino
lujuria y sexualidad; no solo con su canto tentador, sino también con sus largos cabellos
y sus pechos desnudos. No son seres de características gallináceas como en Higinio, sino
que sus formas, voluptuosamente seductoras, invitan al idilio desde las sinuosas olas. En
época moderna, el modelo de sirena pisciforme queda completamente fijado, tanto en
iconografía como en los documentos literarios. Triunfa la simbolización de la sirena como
atractiva embaucadora, representación del engaño que supone la belleza superficial.
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Sirenas en la mitología y arte griegos, Alberto Rovira Cotino.
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Sirenas en la mitología y arte griegos, Alberto Rovira Cotino.
Conclusiones.
En primer lugar, queda patente lo complejo de la cuestión. Dar una sola definición
exacta de aquello que los griegos entendían por una sirena es una cuestión probablemente
imposible de responder. No en vano, las tradiciones existentes sobre las sirenas dentro
del propio período histórico y cultural griego son cuantiosas, variando en su genealogía,
descripción física, atributos musicales, número, ubicación, nombre, canto y destino.
Algunas, eso sí, gozaron de mayor éxito que otras. Por lo general, parece que las sirenas
antiguas quedaron definidas como monstruos híbridos –mitad mujer, mitad ave– cuyo
rasgo definitorio residía en el peligro de su música, la cual conducía a la muerte y al
olvido del héroe. Estos atributos, aunque delimitan el concepto de sirena griega, no son
precisos de per se. Su morfología es híbrida y a medio camino entre doncella y pájaro,
pero esto puede representarse de múltiples maneras. Su música tentadora es parte de su
naturaleza, aunque esta podía provenir de diferentes instrumentos musicales o de su canto
a capella. Su ascendencia es divina, pero su progenie no es establecida de forma
homogénea. Algunos autores las conciben como un dúo, otros como un trío; recibiendo
en muchos caso diferentes nombres, según la fuente en cuestión. Como se ha indicado en
páginas anteriores, parece más sensato rechazar cualquier pretensión de explicación
única, comprendiendo a las sirenas como parte cambiante y viva de un repertorio
simbólico y cultural.
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Sirenas en la mitología y arte griegos, Alberto Rovira Cotino.
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27
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http://annali.unife.it/lettere/article/view/268/217
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Sirenas en la mitología y arte griegos, Alberto Rovira Cotino.
Anexo de imágenes.
Imágenes Información.
FIG. 1.
Atribuido a Sophilos (580-570 a.C). Dinos ático
arcaico de figuras negras. Conservado en Londres,
Museo Británico. Extraído de:
https://www.theoi.com/image/O21.7Seiren.jpg
FIG. 2.
Atribuido al Pintor del Louvre (570-560 a.C). Plato
beocio de figuras negras. Conservado en París,
Museo del Louvre. Extraído de:
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/3/3e/Dish_sir
en_Louvre_MNB626.jpg
FIG. 3.
Atribuido al Pintor de Timiades (570-550 a.C).
Ánfora ática arcaica de figuras negras. Conservado
en New York, Museo Metropolitano de Arte.
Extraído de: https://www.theoi.com/image/O21.8Seiren.jpg
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Sirenas en la mitología y arte griegos, Alberto Rovira Cotino.
FIG. 4.
Autor desconocido (570-550 a.C). Enócoe ático
arcaico de figuras negras. Conservado en Berlín,
Antikensammlung. Extraído de:
https://www.theoi.com/image/O21.6Seirenes.jpg
FIG. 5.
Autor desconocido (525-475 a.C). Enócoe ático
arcaico de figuras negras. Conservado en Nueva
York, Colección Callimanopulos. Extraído de:
https://www.theoi.com/image/O21.5Seirenes.jpg
FIG. 6.
Atribuido al Pintor de Edimburgo (500 a.C). Lécito
arcaico ático de figuras negras con fondo blanco
Conservado en Atenas, Museo Nacional
Arqueológico. Extraído de:
https://www.theoi.com/image/O21.4Seirenes.jpg
FIG. 7.
Atribuido al Pintor de Sirenas (480-470 a.C).
Stamnos arcaico tardío y ático de figuras rojas.
Conservado en Londres, Museo Británico. Extraído
de:https://www.britishmuseum.org/collectionimages/AN00007/
AN00007497_001_l.jpg?width=304
30
Sirenas en la mitología y arte griegos, Alberto Rovira Cotino.
FIG. 8.
Autor desconocido (425-401 a. C). Lécito clásico
ático de figuras rojas. Conservado en Madrid, Museo
Arqueológico Nacional. Extraído de:
http://ceres.mcu.es/pages/Viewer?accion=42&Museo=MAN&
AMuseo=MAN&Ninv=11196&txt_id_imagen=1&txt_rotar=0
&txt_contraste=0&txt_totalImagenes=1&dbCode=1&txt_pola
rizado=
FIG. 9.
Atribuido a Python (340 a.C). Crátera clásica tardía
y paestiana de figuras rojas. Conservado en Berlín,
Antikensammlung. Extraído de:
https://www.theoi.com/image/O21.2Seirenes.jpg
FIG. 10.
Atribuido al Pintor de Dánae (340-320 a.C). Lécito
clásico tardío campano de figuras rojas. Conservado
en Londres, Museo Británico. Extraído de:
https://www.britishmuseum.org/collectionimages/AN00054/AN
00054091_001_l.jpg?width=304
FIG. 11.
Atribuido al Taller de Asteas (s. IV a.C). Cílica
clásica y paestiana de figuras rojas. Conservado en
Nueva York, Museo Metropolitano de Arte. Extraído
de: https://www.theoi.com/image/O21.12Seiren.jpg
31
Sirenas en la mitología y arte griegos, Alberto Rovira Cotino.
FIG. 12 (sup.).
Autor desconocido (580 a.C). Vaso en forma de
sirena. Conservado en Baltimore, Walters Art
Museum. Extraído de:
https://art.thewalters.org/images/art/large/l_ps1_482020_fnt_dd
_t13.jpg
FIG. 13 (inf.).
Autor desconocido (480-450 a. C). Askos en forma
de sirena. Conservado en Crotona, Museo
Arqueológico Nacional. Extraído de:
http://www.famedisud.it/wp-
content/uploads/2015/07/askos_sirena.jpg
FIG. 14.
Autor desconocido (370 a.C). Estatua funeraria en
mármol pentélico. Conservada en Atenas, Museo
Arqueológico Nacional. Extraído de:
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/f/fe/N
AMA_Sir%C3%A8ne.jpg/450px-NAMA_Sir%C3%A8ne.jpg
FIG. 15 (izq.).
Autor desconocido (375-350 a.C). Estela funeraria
de una mujer. Conservada en Nueva York, Museo
Metropolitano de Arte. Extraído de:
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/c/c3/S
tele_woman_Met_65.11.11.jpg/360px-
Stele_woman_Met_65.11.11.jpg
FIG. 16 (der.).
Autor desconocido (350 a.C). Estela funeraria de
Artemon. Conservada en Múnich, Glifoteca.
Extraído de:
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/d/dd/S
tele_Artemon_Glyptothek_Munich_493.jpg/344px-
Stele_Artemon_Glyptothek_Munich_493.jpg
32
Sirenas en la mitología y arte griegos, Alberto Rovira Cotino.
FIG. 17.
Autor desconocido (340-300 a.C). Grupo escultural
de un poeta sedente y dos sirenas con rizos
fragmentarios desunidos. Conservado en Malibú,
Museo J. P. Getty. Extraído de:
http://www.getty.edu/museum/media/images/web/thumbnail/00
839801.jpg
FIG. 18 (izq.).
Autor desconocido (340-300 a.C). La Sirena de
Canosa. Conservada en Madrid, Museo Arqueológico
Nacional de España. Extraído de:
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/0/08/Sirena_d
e_Canosa_s._IV_adC_%28M.A.N._Madrid%29_01.jpg/331px-
Sirena_de_Canosa_s._IV_adC_%28M.A.N._Madrid%29_01.jpg
FIG. 19 (der.).
Autor desconocido (330-320.C). Estatua de una
Sirena. Conservado en Atenas, Museo Arqueológico
Nacional. Extraído de:
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/d/d7/Statue_of
_Siren.jpg/320px-Statue_of_Siren.jpg
FIG. 20.
Autor desconocido (280-241 a.C). Moneda
napolitana. Conservado en Chicago, Instituto de Arte
de Chicago. Extraído de:
https://www.artic.edu/iiif/2/b949e513-01a1-5f64-ace7-
505c03daa0c7/full/843,/0/default.jpg
33
Sirenas en la mitología y arte griegos, Alberto Rovira Cotino.
FIG. 21.
Autor desconocido (s. XII). Bestiario procedente de
Inglaterra. Conservado en la Biblioteca Bodleian,
Universidad de Oxford. Extraído de Phyllis Austern
L., Naroditskaya I. (2006). Music of the sirens.
Bloomington, United States of America: Indiana
University Press.
FIG. 22.
Autor desconocido (s. XIII). Bestiario procedente de
Francia. Conservado en la Biblioteca Bodleian,
Universidad de Oxford. Extraído de Phyllis Austern
L., Naroditskaya I. (2006). Music of the sirens.
Bloomington, United States of America: Indiana
University Press.
FIG. 22.
Autor desconocido (s. XIII). Bestiario procedente de
Inglaterra. Conservado en la Biblioteca Universitaria
de Cambridge, Universidad de Cambridge. Extraído
de Phyllis Austern L., Naroditskaya I. (2006). Music
of the sirens. Bloomington, United States of
America: Indiana University Press.
34