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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE QUERÉTARO

FACULTAD DE PSICOLOGÍA
CAMPUS SAN JUAN DEL RÍO
ÁREA BÁSICA

Integrantes:
*González Ramírez Alma Fernanda
*Rodríguez Mejía Alondra

Grupo:
3-7

Materia:
Introducción al Psicoanálisis I  
 
Ensayo:
“Una Represión Sexual Invisible”

RESUMEN

El concepto de represión se retrotrae a los comienzos mismos del psicoanálisis, en los escritos
de Freud hay varios relatos acerca de la forma en que se produjo el descubrimiento. En todos ellos se
destaca que el concepto de represión fue sugerido imperiosamente por el fenómeno clínico de la
resistencia, que a su vez salió a relucir a raíz de una innovación técnica: el abandono de la hipnosis en
el tratamiento catártico de la histeria. La vida sexual del histérico es una paradoja, y esta paradoja es la
expresión dolorosa de un fantasma inconsciente. La angustia del fantasma se transforma en una
perturbación de la vida sexual de la histérica.

Palabras clave: represión, histeria, resistencia, inconsciente, perturbación, sexualidad, angustia,


masculino, femenino.

SUMMARY

The concept of repression goes back to the very beginnings of psychoanalysis, in Freud's
writings several accounts about the way in which the discovery took place. In all of them it is
highlighted that the concept of repression was strongly suggested by the clinical phenomenon of
resistance, which in turn came to light as a result of a technical innovation: the abandonment of
hypnosis in the cathartic treatment of hysteria. The hysterical sex life is a paradox, and this paradox is
the painful expression of an unconscious ghost. The anguish of the ghost becomes a disturbance of the
hysterical sex life.

 
Key words:​ repression, hysteria, resistance, unconscious, disturbance, sexuality, anguish, masculine,
feminine.
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“una REPRESIÓN SEXUAL invisible” 


¿Cuáles son los factores que intervienen en la represión sexual? 

INTRODUCCIÓN:

A lo largo de la historia han existido distintas manifestaciones de la sexualidad como


parte de las conductas humanas. En la época de la prehistoria, seguramente esta conducta ya
se encontraba presente. Aquí la práctica consistía principalmente en el coito con función
reproductora y sin una connotación placentera consciente. Si hablamos de las primeras
sociedades humanas en la historia, encontramos que no todas presentaban represiones a las
diversas prácticas y preferencias en torno a la sexualidad. Evidencia de esto es el antiguo
Egipto, donde el acto sexual era comprendido como algo igualitario y permisivo. La
sexualidad era una representación asociada a la creación y un aspecto esencial. Y tampoco
existen pruebas de represiones referentes a la homosexualidad.

Existía una “doble moral sexual”​, d​ onde las relaciones sexuales y el erotismo en
general eran censurados. E incluso se habla de que pese a las costumbres puritanas y lo
políticamente correcto, el fenómeno de la prostitución tenía su lugar en esta época
ampliamente difundido, además de conductas sexuales como la homosexualidad, abuso
infantil y las orgías que se llevaban a cabo en un mundo subterráneo.

Uno de los aspectos más relevantes es la influencia de las ideas religiosas, la


moralidad y la represión a las prácticas carnales en la época de la Victoria. Es aquí que se
generan una serie de tabús y mitos respecto a la sexualidad, que infunden el miedo y la
culpabilidad hacia el acto carnal; esto debido a que se consideraba el sexo como un acto
repulsivo, pero necesario. Un hecho curioso de la era victoriana era la llamada histeria
femenina, el cual era un tema de interés médico, donde se pretendía dar solución a los males
que aquejan a las mujeres y los síntomas. El método era un masaje pélvico que pretendía
llegar a un paroxismo histérico, es decir un orgasmo. También en Inglaterra se da lugar a la
aparición de los primeros preservativos fabricados con látex, ya que antes de la
popularización de estos condones, eran fabricados con otros materiales como el cuero o las
tripas de algunos animales. Sin embargo hablando del tema central este llegó tiempo después
con lo ya mencionado anteriormente: las histéricas​.
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La represión sexual tiene comienzos con estudios realizados por Sigmund Freud a
través de experimentos que hizo a mujeres con histeria que es donde se tiene el clímax total
de la representación de la represión sexual. Sin embargo, no es aquí donde comienza, esta
tiene inicios en la infancia donde empieza a formarse todo este concepto de sexualidad. El
término represión se usó por primera vez en la obra: sobre el mecanismo psíquico de los
fenómenos histéricos: comunicación preliminar, escrita junto a Breuer entre los años
1983-1985.

En el presente ensayo se tratará de dar un amplio panorama sobre todos los factores
que intervienen en la represión sexual, esto como tema central.

PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA:

El presente trabajo pretende responder y aportar información a la comunidad en


general o la que esté interesada en el tema, en relación a la siguiente pregunta ¿Cuáles son los
factores que intervienen en la represión sexual?. La pregunta de investigación planteada busca
la relación entre las siguientes variables ¿de donde surge el concepto y de donde proviene la
idea?, ¿es más común en hombres o mujeres?, ¿qué es la angustia?, ¿qué es la represión?,
¿qué es la sexualidad?, ¿La locura era considerada parte de la represión sexual?, ¿inicios en la
infancia o en una etapa mayor? y por último ¿Cuáles son los factores que intervienen en la
represión sexual?, es importante también desarrollarla para dar respuesta a nuestra pregunta
de mayor interés.

Los antecedentes descritos en los siguientes párrafos, son sustento de diversas


lecturas de libros que ayudan a la acumulación de información, no se darán posibles o
sugerencias de soluciones ante la problemática presentada, simplemente se expondrá la
situación que día a día vivimos dando un panorama histórico y un panorama actual de cómo
es que lo vivimos ahora y las posibles situaciones o contextos que se nos presentan;
abarcando espacios religiosos que es donde empieza todo este tema de represión, siguiendo
con un espacio de educación por parte de la familia jugando el papel importante de núcleo en
donde se sustenta toda esta teoría y por consiguiente y como tema final, cómo es que lo
tomamos, entonces así podremos responder a la pregunta central y tener una conclusión de si
realmente influyen los aspectos que se mencionan
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DESARROLLO:

Inicios de la represión

El concepto de represión se retrotrae a los comienzos mismos del psicoanálisis, en los


escritos de Freud varios relatos acerca de la forma en que se produjo el descubrimiento. En
todos ellos se destaca que el concepto de represión fue sugerido imperiosamente por el
fenómeno clínico de la resistencia, que a su vez salió a relucir a raíz de una innovación
técnica: el abandono de la hipnosis en el tratamiento catártico de la histeria. Sin embargo,
gracias a la importancia de esto que acabamos de mencionar lo retomaremos más adelante a
profundidad.

Pero la represión sexual realmente donde comienza es en el siglo XVIII, “los códigos
de lo grosero, de lo obsceno y de lo indecente[…] eran muy laxos”. Ese siglo dio comienzo a
una era de represión en la práctica de la sexualidad. En la voluntad del saber. La moral
victoriana impuesta por la burguesía en el siglo XIX, “la sexualidad es cuidadosamente
encerrada”. Se muda a familia conyugal y se confisca e impone la censura.

Durante la Edad Media, a partir del Concilio de Trento (1545-1563), la Iglesia


Católica reafirmando que Cristo instituyó principalmente el Sacramento de la Penitencia
después de su Resurrección, un milagro mayor que el de sanar a los enfermos, tomó control
de la sexualidad por el mecanismo de la confesión, práctica que se extiende hasta nuestros
días y que fuera reforzada por la Contrarreforma que induce a los fieles a la confesión anual.

Esa práctica de implantación perversa, está dirigida desde el confesionario al logro de


una sexualidad económicamente útil y políticamente conservadora. La confesión (una forma
de poder) incita a las personas a "decir la verdad" (producir conocimiento) sobre sus deseos
sexuales, emociones y disposiciones. El psicoanálisis también usa esta práctica como terapia.

La historia de la sexualidad supone dos rupturas: la primera durante el siglo XVIII:


“nacimiento de las grandes poblaciones, valoración de la sexualidad adulta únicamente
imperativos de decencia, evitación obligatoria del cuerpo, silencios y pudores imperativos del
lenguaje”. La segunda en el siglo XX “los mecanismos de presión habrían comenzado a
aflojarse: se había pasado de las prohibiciones sexuales apremiantes, a una tolerancia relativa
respecto a las relaciones prenupciales o extramatrimoniales”.
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Para comprender cómo el individuo moderno puede hacer la experiencia de sí mismo,
como objeto de la sexualidad, es indispensable despejar la forma en que a través de los siglos,
el hombre se vio llevado a reconocerse como sujeto de deseo. El uso de los placeres está
enfocado en que la actividad sexual fue problematizada por los filósofos y los médicos en la
cultura griega a partir del siglo IV a.c., en esta época el acto sexual estaba asociado a
connotaciones positivas; el cristianismo lo asocio al pecado, la caída y la muerte.

Representación en lo masculino y femenino

Generalmente la mujer es la reprimida y el hombre es el que ejerce el poder; la


represión ​de la sexualidad femenina es un patrón de influencia cultural por el que las mujeres
y las chicas son inducidas a evitar sentir deseo sexual y a refrenar su conducta sexual.

Planteamos posibles factores que intervienen en la represión de la sexualidad


femenina que implican que de verdad hay represión cultural sobre esta. La primera es que los
hombres, especialmente los maridos, son los represores y la segunda es que son las propias
mujeres las que se reprimen. Además de estos factores, se suman los siguientes: una es que
las mujeres tienen naturalmente un menor deseo sexual sin que nadie se lo reprima y la otra es
que, como los costes del sexo son mayores para las mujeres que para los hombres, las mujeres
individuales han aprendido a suprimir sus deseos sexuales por un autointerés racional.

Según Pablo Malo plantea tres teorías sobre la represión femenina:

1- ​La Teoría del control masculino: Según esta visión, los hombres han buscado
impedir que las mujeres sientan placer sexual. La principal ventaja que desde un punto de
vista evolucionista obtendrían los hombres es la certeza de paternidad. Si la mujer no tiene
deseo sexual tendría menos riesgo de relacionarse con otros hombres. Según esta teoría los
hombres solteros no tendrían ninguna razón para que las mujeres no tuvieran deseo sexual;
al contrario, a ellos les interesa que las mujeres tengan deseo sexual si quieren conseguir
sexo. Se podría matizar que sí les interesa presionar a las mujeres a la moderación para que
cuando ellos se casen no tengan problemas de infidelidad.

2- ​La Teoría del control femenino: Esta teoría propone que son las mujeres las que
cooperan para limitar la sexualidad femenina. ¿Y por qué querrían hacer esto las mujeres?
La teoría del intercambio social analiza la conducta humana en base a costes y recompensas
para obtener lo que quieren. Bajo este enfoque, el sexo es un recurso que los hombres
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quieren y que tienen las mujeres. Para obtener sexo los hombres dan a cambio dinero,
recursos, compromiso, seguridad, atención, etc. El que tiene menos interés o deseo por algo
es el que tiene el poder en la negociación. Si la mujer tiene menos deseo de relaciones
sexuales, el hombre tendrá que darle muchos beneficios para que acepte tener sexo con él. Si
lo que uno tiene para negociar es sexo le interesa que el precio del sexo sea lo más alto
posible. Si el sexo fuera gratis para los hombres las mujeres no podrían pedir nada a
cambio. Además de esta ventaja relacionada con las leyes de la oferta y la demanda, limitar
la sexualidad de las mujeres en general tiene la ventaja de que cada una de ellas tiene menos
riesgo de que su hombre la deje por otra mujer.

3- ​Las mujeres tienen menos deseo sexual: Según esta teoría no hace falta suprimir la
sexualidad femenina porque por naturaleza las mujeres tienen menos deseo sexual que los
hombres. Si esta idea es verdadera o falsa es un tema muy controvertido. Un dato que no se
podría explicar es la revolución sexual que tuvo lugar en los años 60 del siglo pasado. El
aumento en sexualidad femenina que produjo la revolución sexual sugiere que,
efectivamente, antes había ocurrido una represión cultural.

4- ​Elección racional por los costes del sexo: L


​ as mujeres ejercen un autocontrol de su
sexualidad por los costes y peligros del sexo. Tener sexo al hombre no le supone más que la
pérdida de unos espermatozoides y gastar unas calorías, pero a la mujer le puede suponer un
embarazo y cambiar radicalmente la vida. También, dar a luz ha supuesto ancestralmente el
riesgo de muerte en el parto. Es decir, cada cópula podía implicar embarazo y cada
embarazo la muerte (antes de 1800 un 1,3% de partos acababan en muerte de la madre).

Con esto se puede decir que la represión sexual sí se da más en mujeres que en
hombres, ya sea por la cultura, porque el hombre lo lleva a cabo o simplemente porque la
mujer así lo desea.

La angustia

Freud abordó por primera vez el problema de la angustia en el curso de sus


investigaciones sobre las neurosis “actuales”; sus más tempranos exámenes de este asunto se
hallan en su primer trabajo sobre la neurosis de angustia (​1895b​). Cuando hizo el hallazgo
clínico de que en los casos de neurosis de angustia era siempre posible comprobar cierta
interferencia de la descarga de la tensión sexual, estableció, como es natural, la conclusión de
que la excitación acumulada buscaba la vía de salida transformándose en angustia. Según
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consideraba Freud, se trataba de un proceso puramente físico, sin ninguna determinación
psíquica.

La angustia sobrevenida en las fobias o en las neurosis obsesivas plantearon desde el


comienzo una complicación, pues aquí era imposible descartar la presencia de fenómenos
psíquicos; pero en lo tocante al surgimiento de la angustia, la explicación siguió siendo la
misma. En estos casos (las psiconeurosis), la ​razón d​ e que se acumulase excitación no
descargada era de índole psíquica: la represión; no obstante, en todo lo demás ocurría como
en las neurosis “actuales”: la excitación acumulada (o libido) se trasmudaba directamente en
angustia. Es por eso que relacionamos la angustia con la represión, ya que al haber represión
sexual los sujetos tienen gran acumulación de excitación que no pueden descargar.

Algunas citas mostrarán cuán fiel se mantuvo Freud a este punto de vista. en el
<<Manuscrito E>> (1894) escribió: ”La angustia ha surgido por ​mudanza desde la tensión
sexual acumulada”. En su trabajo sobre la ​Gradiva ​de Jensen (1907a): “La angustia de los
sueños de angustia, como en general toda angustia neurótica, [...] proviene de la libido en
virtud del proceso de la represión”. Esta última cita es muy importante para el tema del que
estamos tratando, se puede notar la gran relación que existe entre la angustia y la represión.
Sin embargo, en el año 1897 comenta sin relación aparente de lo que venía diciendo
anteriormente: “De acuerdo con ello, he resuelto considerar en lo sucesivo como factores
separados lo que produce libido y lo que produce angustia”, empero en ningún lugar hay otra
evidencia de esta retractación aislada. Al examinar este problema de la angustia en la 32a de
sus ​Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis (​ 1933a), escribió que también en la
neurosis de angustia el desarrollo de angustia era una reacción ante una situación traumática:
“Ya no afirmamos que sea la libido misma la que se muda entonces en angustia”.

¿Qué determina la ​forma e​ n que se exterioriza la angustia? Esto fue examinado por
Freud en sus primeros escritos. Al principio, en armonía con su concepción de la angustia
como libido trasmudada, consideró que sus síntomas más notorios -la falta de aliento y las
palpitaciones- eran elementos propios del acto del coito, que, a falta de una vía de descarga
normal para la excitación, aparecían aislados y exagerados. La angustia nace como reacción
frente al peligro de la pérdida del objeto.
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En diversos textos Freud arroja nueva luz sobre el asunto sosteniendo que la angustia
no es, como había afirmado, una consecuencia de la represión sino una de sus principales
fuerzas impulsoras. Es por eso que ahora abordaremos un poco sobre la represión.

La represión

La condición para la represión es que el motivo de displacer cobra un poder mayor


que el placer de la satisfacción. La experiencia psicoanalítica en las neurosis de transferencia
nos impone esta conclusión: La represión no es un mecanismo de defensa presente desde el
origen; no puede engendrarse antes que se haya establecido una separación nítida entre
actividad consciente y actividad inconsciente del alma, y ​su ausencia consiste en rechazar
algo de la conciencia y mantenerlo alejado de ella. ​Represión e inconsciente son correlativos,
es decir, se relacionan el uno con el otro. La represión no tiene otro motivo ni propósito que
evitar el displacer.

Freud declaró en su ​Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico (1914d)


que la doctrina de la represión es “el pilar fundamental sobre el que descansa el edificio del
psicoanálisis”. Históricamente, el concepto de represión se retrotrae a los comienzos mismos
del psicoanálisis. La primera publicación en que se le mencionó fue en <<Sobre el
mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos: comunicación preliminar>> de Breuer y
Freud (1893). El concepto de represión fue sugerido imperiosamente por el fenómeno clínico
de la resistencia, que a su vez salió a relucir a raíz de una innovación técnica: el abandono de
la hipnosis en el tratamiento catártico de la histeria.

En el relato incluido en los ​Estudios sobre la histeria​, la palabra utilizada para


describir el proceso no es en realidad “represión” sino “defensa”. En esa temprana época
Freud empleaba ambos términos indistintamente, casi como equivalentes, aunque tal vez
“defensa” era más común. Pronto en su trabajo sobre el papel de la sexualidad en la etiología
de las neurosis (1906a), comenzó a reemplazar este último por aquel.

Se planteaba en particular, el interrogante acerca del vínculo entre la represión y la


vida sexual; en sus primeros tiempos, Freud dio variables respuestas a esto, como puede verse
en mucho lugares en su correspondencia con Fliess ​(1950a).​
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La sexualidad y el surgimiento de la represión

Coincidiendo con la afirmación de Wilhelm Stekel de que: ​“La vida sexual del ser
comienza el mismo día de su nacimiento y acaba el día de su muerte”.​ (Dallayrac, 1972).

A partir de lo que podemos empezar a considerar las características de la sexualidad


infantil. Esta idea, que ya había sido insinuada por diferentes autores, entre ellos Darwin
(Heat 1982) aparece con toda su entidad cuando en 1905, Freud publica la obra “Tres ensayos
para una teoría de la sexualidad”

En esta obra, y más concretamente en el segundo de estos ensayos titulado “La


sexualidad infantil” Freud afirma:

“De la concepción popular del instinto sexual forma parte la creencia de que falta
durante la niñez, no apareciendo hasta el período de la pubertad. Constituye esta creencia un
error de consecuencias graves, pues a ella se debe principalmente nuestro actual
desconocimiento de las circunstancias fundamentales de la vida sexual”.​ (Freud 1905)

Todos los autores que se han ocupado de la investigación y explicación de las


cualidades y reacciones del individuo adulto dedicaron mucha más atención a la vida de sus
antepasados que a la época infantil del sujeto, reconociendo, por lo tanto, mucha más
influencia a la herencia que a la niñez. Sin embargo, la influencia de este periodo de la vida es
más fácil de comprender que la de la herencia y por esto preferentemente debería ser
estudiada.

En la literatura existente sobre esta materia se hallan, desde luego, algunas


observaciones referentes a prematuras actividades sexuales infantiles, erecciones,
masturbación o incluso actos análogos al coito, pero siempre como sucesos excepcionales y
curiosos o como ejemplo de una temprana corrupción. Consideramos que aquí comienza esta
represión, al identificar la sexualidad como lo indecoroso, aquello de lo que no está permitido
hablar ni hacer, y mucho menos en los niños, porque está mucho más mal visto que en los
adolescentes o en los adultos por ejemplo., desde aquí se comienza a prohibir que los niños
exploren su cuerpo y su sexualidad.
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Es imprescindible mencionar algunos de los orígenes del instinto sexual infantil:

a) Como formación consecutiva a una satisfacción experimentada en conexión con otros


procesos orgánicos.
b) Por un apropiado estímulo periférico de las zonas erógenas.
c) Como manifestación de ciertos instintos cuyo origen no es totalmente conocido, tales
como el instinto de contemplación y el de crueldad.

En esta obra se sufren fuertes críticas cerca de dos décadas por parte de aquellos que
se negaban al reconocimiento de la existencia de la sexualidad infantil, mientras que, hoy en
día, se considera una de las mayores aportaciones de la psicología. En ella se establece la
cronología de las etapas por las que pasa la sexualidad infantil a lo largo del desarrollo,
denominadas etapas psicosexuales.

La primera de estas etapas es la Fase Oral y su duración abarca desde el nacimiento


hasta aproximadamente el año y medio de vida. En ella, la zona erógena predominante es la
boca. Las manifestaciones típicas consisten en tres actividades: la succión del pulgar, el
chupeteo y el acto de morder. Para el niño, el contacto con el mundo se produce
principalmente a través de la boca; así, además de conocer e identificar objetos, obtiene
placer.

La segunda etapa es la Fase Anal, que dura desde el primer año y medio de vida hasta
los tres años. En ella, la sensibilidad irá dirigida a la mucosa nasal y al acto de la defecación,
sin olvidar el placer bucal. La cual actúa automáticamente como nuevo foco de sensaciones
placenteras, reforzado por el aprendizaje del control de esfínteres. Este aprendizaje, supondrá
la aparición de las primeras ​prohibiciones. El paralelo con el placer que el niño obtiene a
través de la defecación está en la realidad de la limpieza, y el control a que esta es alguna vez
por parte del entorno. El niño aprende que produce algo valioso y que su control le permita en
cierta medida, manipular a su madre. En esta etapa el niño empezará a manifestar también,
con intensidad, la necesidad de explorar su cuerpo, lo que le hace contactar con sus órganos
genitales que manipulan para obtener placer.

La tercera etapa es la Fase Fálica, que comprende aproximadamente de los tres a los
cinco o seis años de vida. En ella la zona erógena preponderante es el pene en el caso de los
niños y el clítoris en caso de las niñas, aunque en menor grado. En esta etapa se despierta el
interés sexual propiamente dicho: la curiosidad conduce a una intensa exploración sexual y al
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descubrimiento de los órganos genitales como fuente de placer. La curiosidad,
específicamente, se centra fácilmente en el propio origen y en las diferencias entre los sexos,
que intenta aclarar a través del juego y de la exhibición de sus genitales.

La cuarta etapa es la Fase de Latencia, esta fase comienza durante los siete años y se
extiende hasta el inicio de la pubertad. Esta etapa se caracteriza por no tener una zona erógena
concreta asociada y, en general, por representar una congelación de las experimentaciones en
materia de sexualidad por parte de los niños, en parte a causa de todos los castigos y
amonestaciones recibidas. Es por eso que Freud describe esta fase como una en la que la
sexualidad queda más camuflada que en las anteriores. La etapa de latencia ha estado
asociada a la aparición del pudor y la vergüenza relacionada con la sexualidad. Es
considerado como una etapa en la que se detiene la evolución de la sexualidad, ya que hay
una disminución de las actividades sexuales, se desexualizan las relaciones de objeto y de los
sentimientos (predomina la ternura sobre los deseos sexuales), aparecen sentimientos como
pudor y asco y aspiraciones morales y estéticas, se intensifica la represión, lo que provoca una
amnesia al inicio del período, se transforma la libido hacia los objetos en identificación con
los padres y se dirige la energía sexual hacia otras actividades no sexuales como el estudio, el
deporte, etc.

La última etapa es la Fase Genital que aparece con la pubertad y se prolonga en


adelante. Está relacionada con los cambios físicos que acompañan a la adolescencia. Además,
en esta fase del desarrollo psicosexual el deseo relacionado con lo sexual se vuelve tan
intenso que no se puede reprimir con la misma eficacia que en etapas anteriores. La zona
erógena relacionada con este momento vital vuelve a ser la de los genitales, pero a diferencia
de lo que ocurre en la fase fálica, aquí ya se han desarrollado las competencias necesarias
para expresar la sexualidad a través de vínculos de unión de carácter más abstracto y
simbólico que tienen que ver con el consenso y el apego con otras personas.

Es el nacimiento de la sexualidad adulta, en contraposición a otra ligada solo a las


simples gratificaciones instantáneas y obtenidas mediante actividades estereotípicas.

Existen zonas erógenas, es decir regiones del cuerpo susceptibles de producir placer,
preponderantes según las edades; cada una de estas zonas determinará las sucesivas fases por
las cuales irá atravesando el niño. Del éxito o fracaso en superar cada una de las fases,
dependerá, en parte, la personalidad adulta. Freud habla de que se producen fijaciones en cada
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una de las etapas, las cuales, posteriormente, originarán un tipo de carácter. Las
manifestaciones de la sexualidad infantil no son “pensadas”, sino que son naturales y
espontáneas, e incluso inconscientes.

En el caso de la vejez, esta restricción o represión vendría dada porque se supone que,
a partir de cierta edad, el deseo sexual iba desapareciendo, considerándose que quien lo
quería mantener aún vivo, entraba en una inútil -cuando no ridícula- confrontación con las
leyes de la naturaleza. Es decir, que por la avanzada edad que los ancianos tienen este deseo
sexual se ve perdido, por no decir que se ve reprimido al creer que ellos ya no tienen
necesidad de descargar la excitación acumulada.

La histeria como represión sexual

Histeria nombra un trastorno manifestado por una serie de comportamientos que se


consideran anormales o inadecuados asociados con las mujeres. Freud fue el primero en
presentar una propuesta teórica respecto a la histeria. Mientras que Kahim Papyrus señaló a
las histéricas como “animales víctimas de sus deseos e impulsos: irritables y ansiosas”. Otros
hablan de la mujer histérica como el resultado de una vida sexual insatisfecha.

Se sabe que en la antigüedad el trastorno fue motivo de etiquetas hacía muchas


mujeres y que en busca de tratamientos: la violencia, prácticas inadecuadas y confusión
parecían justificar la investigación o se consideraban prácticas en favor de la ciencia. Sin
embargo, la histeria como patología resultó enigmática para algunos especialistas de la salud
mental y actualmente ha dejado de ser diagnosticada como tal; en la antigüedad, griegos y
egipcios suponían que se trataba de una enfermedad del útero causada por la ​represión sexual
excesiva.

Freud estudió la histeria con mayor detalle y particularmente, con la terapia a través del
psicoanálisis la entendió como el resultado de un conflicto intrapsíquico reprimido, ocurrido
durante la infancia. Es decir, para el psicoanálisis se trata de un tipo específico de neurosis
que se conoce ahora como trastorno de conversión. Para que el trastorno sea diagnosticado,
los síntomas deben producir malestares significativos, por ejemplo, la limitación de las
actividades cotidianas, la clave diagnosticada está, según los especialistas, en que los
síntomas no coinciden con los causados por cualquier trastorno neurológico. En la obra de
Freud la histeria ocupa un lugar de extrema importancia. Fue por esta estructura clínica que
Freud da un viraje del campo de la medicina al del psicoanálisis. Freud se da cuenta que los
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síntomas que presenta la histeria a pesar de mostrar un malestar físico no tienen relación
alguna con lo biológico, por tanto se formula como hipótesis: la posibilidad de que este
síntoma cumpla una función en la vida de la histérica, propone "escuchar" al síntoma desde
otra perspectiva distinta a la de la medicina biológica.

Freud define a la histeria como esta neurosis que tiene origen en un incidente sexual,
cuyo recuerdo no ha podido ser elaborado asociativamente, transformándose en patógeno y
provocando un síntoma. Este incidente sexual se convierte en un recuerdo reprimido de una
tentativa de seducción (fantasía de seducción) pero solo se vuelve traumático
retroactivamente cuando acontece un segundo incidente que convoca al primero. En este
momento es cuando el síntoma hace su aparición.

Freud designa a la histeria como una enfermedad que ofrece cuadros clínicos muy
variados que simbolizan un conflicto psíquico que se originan por un encuentro sexual en la
niñez, reconoce en la histeria un predominio de la identificación, del mecanismo de la
represión​, síntomas corporales y del afloramiento del conflicto edípico desarrollado en los
registros libidinales​.

La vida sexual del histérico es una paradoja, y esta paradoja es la expresión dolorosa
de un fantasma inconsciente. La angustia del fantasma se transforma en una perturbación de
la vida sexual del histérico, en un estado de sufrimiento causado por una erotización general
del cuerpo, erotización que se acompaña, paradójicamente, de una inhibición concentrada en
el nivel de la zona genital. Así pues, la conversión global de la angustia del fantasma da lugar
a un sorprendente contraste: un cuerpo globalmente erotizado coexiste dolorosamente con una
zona genital anestesiada.

Factores que intervienen en la represión sexual

Religión

El rechazo de la iglesia católica a la educación sexual fue frontal desde 1929. ​La
religión judía fue de las primeras en reprimir la ​sexualidad​, particularmente la de las mujeres
que eran consideradas simples objetos sexuales. De manera que desde el Antiguo Testamento,
referían la función de la mujer como dirigida a procrear, perpetuar y servir a los hijos. El
cristianismo cambió esta visión con respecto a la función de la mujer, pero al pasar a ser
religión oficial del imperio romano se convirtió en una fuerza política y represiva. El
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cristianismo designó la ​sexualidad como algo impuro. Las relaciones que no fueran
legitimadas hacia un fin reproductivo, eran censuradas por la iglesia, porque de ninguna
manera pueden estar relacionadas con el fin del placer. El placer devenido de las relaciones
sexuales fue visto como acto contra natura, asociado a poderes infrahumanos en que la
persona era tomada como pervertida o poseída por influjos inferiores. Por otra parte, la
religión islámica reprimió aun más ferozmente a las mujeres, siendo en la actualidad una
práctica injusta, prueba de ello es el empleo de costumbres como los velos (hiya) y pesados
rodajes que les obligan a llevar en los países donde es la religión oficial, así como las leyes a
las que están sujetas a cumplir.

El cristianismo se basa pues en la idea de que la sexualidad humana fue creada por
Dios con la única finalidad de la procreación dentro del matrimonio. La pareja sexual actual
es una relación íntima, emocional y espiritual a través de la relación sexual. El cristianismo
promueve siempre el matrimonio. Sin embargo, el sexo fuera de él y el sexo por placer son
aceptadas como parte normal del comportamiento humano por algunas iglesias, sectas y
grupos denominados progresistas. Esta concepción nunca es tolerada por la Iglesia católica.

El sexo se restringe para la Iglesia a una relación de por vida entre un hombre y una
mujer unidos en el matrimonio. Éste es un compromiso con la finalidad de fundar una familia
estable. Como vemos, dentro del mundo cristiano, la sexualidad solamente se debe dar dentro
del matrimonio. Todos los demás tipos están prohibidos. La idea que propone es la castidad,
aún dentro del matrimonio. Consideran que el sexo que busca el placer por sí mismo y no
tenga el objetivo de la procreación es considerado lujuria y una ofensa a la castidad.

Cultura

La cultura nos condiciona en nuestra forma de ser desde que nacemos. Es un tejido
que nos posibilita convertirnos en “algo” dentro de ciertos límites. Nos condicionan a
pequeña y gran escala, en lo privado y en lo público. En el ámbito doméstico (familiar,
pareja); en el colegio, en la universidad, en la oficina, en el museo, en el barrio, en la ciudad,
en los medios de comunicación, etc. También heredamos y perpetuamos creencias falsas.
Creemos que nuestro sexo, expresión y orientación sexuales son naturales y no lo son. Son
construcciones sociales, culturales y políticas. Nos condicionan y verifican con ideales,
nociones y con etiquetas que nos hacen válidos y aceptados o rechazados y excluidos. Ideales
como ser una persona normal y sana, una mujer decente. Nociones como la orientación y las
diferencias sexuales.
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La represión comienza en casa

En casa aprendemos una escala de valores que sanciona ciertos comportamientos y


preferencias, que evalúa las experiencias. Por lo que nos permitimos, o no, experimentar
prácticas nuevas. Dicha escala de valores no viene predeterminada sino que la vamos
construyendo, modificando a medida que vivimos. En casa nos condicionan cuando nos
educan para ser “buenos/as”. Es decir, cuando nos enseñan a obedecer, a callar y a complacer
para ser “normales”, aceptados y queridos por nuestra familia. Las etiquetas implican toda
una serie de restricciones y de verificaciones que varían según el clan y el contexto social,
económico y cultural.

En casa y en la calle escuchamos frases que juzgan, descalifican y limitan: «Los


genitales huelen mal», «Las chicas buenas no hacen eso», «De esto no se habla en público»,
«Una mujer decente no manifiesta su interés sexual ni toma la iniciativa», «Las madres deben
amamantar a su bebé en privado», «El sexo anal es de homosexuales», «Los hombres no
lloran», «Las mujeres no se masturban», «Calladita estás más bonita», «No hables, no toques
ni pienses en sexo»… Otra forma de represión doméstica es no llamar a las cosas por su
nombre. Al no llamar a los órganos sexuales por su nombre, los estamos ocultando. Al
esconderlos damos el mensaje erróneo de que tienen algo de “malo, indecente, sucio e
innombrable”. Damos a entender que nos da vergüenza. Y desde la infancia asociamos ciertas
partes del cuerpo como vergonzosas. Entre los siete y los nueve años, los niños deberían ser
capaces de nombrar todas las partes del cuerpo incluyendo los genitales (vulva, labios,
clítoris, vagina, pene, testículos, glande, uretra, ano, etc).

También deberían reconocerse gracias a la autoexploración, la observación y el juego.


La autoexploración sucede de manera espontánea y va muy unida a la curiosidad. Para los
niños esto no tiene nada de malo/morboso, porque no juzgan, hasta que un adulto les hace
sentir “malos o sucios” por tocarse aunque sea en privado. Al no permitir o al juzgar la
exploración del propio cuerpo estamos truncando el conocimiento, la curiosidad y la conexión
física para sentir placer. Y todo lo que está prohibido decir o hacer se convierte en algo
inaceptable, en tabú. En torno al tabú aparecen falsas ideas relacionadas con aquello que se
trata de evitar.
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Tabúes

“En una familia donde la represión sexual es muy alta, las jóvenes no se exploran,
reciben mensajes negativos sobre su sexualidad y en consecuencia, algunas pueden llegar a
tener vaginismo sin haber vivido ningún abuso”, afirmó la fisioterapeuta sexual Tania
Manglano.

La masturbación

“Todo el mundo sabe masturbarse”. Pues no. Esta es otra falsa creencia. La
masturbación también se aprende. Algunos con un “sobresaliente”; otros, con un “está
progresando adecuadamente”. Depende de nuestra morfología, del grosor de la piel, de la
habilidad y del permiso que nos demos para gozar. Y como es tabú, en lugar de enseñar a
masturbarnos nos cohíben. Nos transmiten creencias erróneas, falacias moralistas que pueden
llegar a perjudicar nuestra salud. Así, una sesión de “autoamor y autodescubrimiento” se
convierte en tabú. Y en esto, la religión tiene mucho que ver. En el catolicismo la
masturbación es pecado. En el judaísmo, está prohibida. Los musulmanes la consideran un
mal menor. El budismo desaconseja esta práctica porque considera que el deseo es una causa
del sufrimiento. El hinduismo dice que masturbarse es decisión propia.

La menstruación

Todo lo referente a la menstruación es aún tabú en la mayoría de los países. En India e


Irán el 48% de las niñas no sabe nada acerca del período, según UNICEF. Esto es dañino para
la salud física, psicológica y mental de esas niñas que no comprenden lo que les pasa y se
sienten “sucias, aisladas y no válidas”. Las mujeres somos cíclicas y cuando cuidamos nuestra
alimentación, tiempos de descanso y actividades diarias, nuestros ciclos se acoplan a las fases
de la luna y se hacen indoloros. Y cada fase tiene características distintas, cambios de humor
y niveles de energía. Saberlo ayuda a organizar la agenda de actividades y a priorizar.

El tabú de la menstruación también desvaloriza la sangre menstrual, la considera un


desecho. Y no lo es. Las mujeres cazadoras-recolectoras de la antigüedad la utilizaban para
curar las heridas y para fertilizar la tierra. La sangre menstrual contiene células madre, un
componente con alta capacidad de regeneración de tejidos corporales. Por eso la usan en
laboratorios de citogenética para curar enfermedades celulares como la leucemia o el cáncer.
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La virginidad

Virgen es el estado de una persona que no ha mantenido relaciones sexuales, que no


ha sido explorada y que por tanto está intacta. Y una joven intacta puede tener el himen roto
por causas distintas a las sexuales (ejercicios violentos, caídas, etc.). Por tanto, equiparar la
virginidad con el estado del himen es una falacia. Además, se suele relacionar la virginidad
con la castidad. En algunas culturas y religiones se pide que las personas lleguen vírgenes al
matrimonio. Por ello, promueven la castidad que es la virtud de dominar los instintos sexuales
para orientarlos hacia un crecimiento espiritual. Esta abstinencia sexual se ve amenazada por
la lujuria, la masturbación, la fornicación, la pornografía y la prostitución. Y aunque las
costumbres están cambiando, la idea de virginidad es aún una presión social, una forma de
verificación que aprueba o excluye. Por ejemplo, una mujer que haya tenido varios novios
—y, presuntamente, relaciones sexuales con todos ellos— antes de los veinte años en un país
de América Latina tendrá pocos pretendientes “serios”. Demostrar que eres una buena chica
es esencial si quieres casarte.

Tabú y represión van de la mano. En contextos políticos, sociales y psicoanalíticos,


reprimir implica la pretensión de impedir un comportamiento o de castigarlo. En todos los
contextos, la represión se ejerce desde un ámbito de poder público o íntimo.

CONCLUSIONES PARCIALES:

La represión sexual es algo que no se ve, algo que está naturalizado, inculcado y es
inconsciente, por lo tanto se invisibiliza, es por eso que decidimos nombrar a este ensayo
como “una represión sexual invisible”.

La represión sexual contribuye al surgimiento de neurosis, entre ellas especialmente la


neurosis obsesiva, histerias, impotencia sexual, frigidez y otros trastornos psíquicos, que van
surgiendo con el paso del tiempo mientras más se tiene la represión sexual, al igual que
incluye una cierta resistencia por no querer recibir ayuda.

La represión sexual nos afecta a todos, no importa cuál sea la orientación sexual
natural de cada cual. Su efecto, en la mayoría de los casos, consiste en crear un área
intermedia en el carácter de la persona que altera los impulsos sexuales naturales y positivos
que emergen del núcleo psicológico y emocional del individuo y los transforma en impulsos
secundarios, dañinos y corrompidos. Cuando la represión sexual es extrema, los impulsos
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originales son tan reprimidos que no llegan al nivel de la conciencia sino que son
transformados en impulsos opuestos a sí mismos, generando así una identidad sexual opuesta
a los impulsos sexuales originales.

La contradicción entre cultura y represión radica en que la cultura intenta instaurar


sociedades pacíficas restringiendo la satisfacción de las pulsiones sexuales y agresivas.
Precisamente por estas restricciones, dichas represiones terminan transformándose en
sentimientos de culpa. Es por ello que la cultura sólo puede realizarse en plenitud cuando
sofoca los instintos más primarios del hombre. La cultura vive en perpetuo malestar porque la
única manera de que exista es que el hombre se reprima; que mutile esa parte “animal” que
haría de él aquella bestia libre y que es reprimida ante estas situaciones.

Las consecuencias de todas estas represiones que la cultura impone son


psicológicamente graves: el ser humano entra en estado de neurosis, enferma de represión. El
sentimiento de culpa no solo reprime los instintos, sino que los castiga desde dentro y
convierte al ser humano en un ser temeroso y blando.

A grandes rasgos, vivimos en una sociedad jerárquica en la que una minoría que tiene
el poder decide sobre la sexualidad, la educación, la economía, la sanidad, la seguridad, la
alimentación, etc., vivimos en la sociedad de la desinformación por saturación (infoxicación)
que distorsiona la percepción de la realidad. Una sociedad donde la cultura se ha masificado
para consumir entretenimiento y diversión de manera fácil y rápida.

Para concluir acerca del psicoanálisis, consideramos que es un enfoque complicado y


creemos que no es para todos, ya que los conceptos que se utilizan son extraídos de la clínica,
y aunque Freud nos comparte muchos temas interesantes no logramos entenderlos del todo.
Sin embargo, nos gustó bastante trabajar sobre esto y adentrarnos un poco a la tanta
información que hay y así poder aprender.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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