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Jaime Barrera Cuesta

Tal vez no en esos tonos

El desarrollo del conocimiento en los últimos siglos, ha implicado


profundizar en diferentes especialidades en cuanto al acercarse a la realidad se
trata. El ser humano es un incansable buscador de la verdad, y se hace preguntas
sobre aquello que aparece ante sí como objeto al cual quiere conocer, y así se
genera una relación entre el sujeto capaz de conocer y aquello que se quiere
conocer. Con las ciencias empírico-formales y hermenéuticas, se dio un salto
cualitativo de estas relaciones cognoscitivas, ya que al querer saber como
funcionan las cosas, y no tanto mirar las cosas en sí mismas en su naturaleza
ontológica, la manera de conocer y especializarse en las diferentes áreas de
conocimiento implicó una especie de fragmentación del saber humano.
Consecuentemente, el ser humano ya no se preocupó únicamente de
conocer, sino que se ha indagado en la manera como conoce. Es por eso, que
una de las labores y problemas con los que ha trabajado en los últimos tiempos la
filosofía, es la epistemología. Precisamente, en el transcurso de esta asignatura,
hemos estudiado autores como Trigo, Vasco y Maturana, quienes al respecto
hicieron una ardua labor teórica para fundamentar una epistemología que diera la
validez, en cuanto ciencia, a la sociología. Y no únicamente se quedaron en un
discurso teórico y retórico, sino que han sabido articular su estatuto epistémico
con la acción en busca de transformación social.
Es importante la labor de encontrar los principios epistemológicos que
demarquen la manera en que nos vamos a acercar y relacionar con la realidad, y
esto tiene que ver con el método. Así las cosas, toda ciencia apuesta por una
camino a recorrer para conocer de una manera propia, particular y especializada
aquel objeto de estudio que con los criterios de demarcación, de cada ciencia,
hace que tenga su propio método y genere, como afirma Vasco, un sistema que
espera como fruto obtener un conocimiento valido y transmitible a los demás seres
humano.
No obstante, aunque lo dicho anteriormente trajo cosas sumamente
positivas para la humanidad, también se han corrido riesgos de caer en
reduccionismos gnoseo-epistemológicos a la hora de comprender la realidad,
confundiendo la parte con el todo. Pretender que las ciencias empírico-formales
son las únicas maneras serias del conocimiento humano, afirmación que en sí
misma carece de comprobación científica, ha sido un lastre que desde hace un par
de siglos, hasta nuestro días, ha acompañado a algunos científicos inscritos en el
llamado positivismo. De allí, que las demás ciencias, tanto hermenéuticas, como
filosóficas y teológicas, han tenido que fundamentar su estatuto epistemológico
para “validar” su carácter científico.
Por esto, otra laudable labor de muchos pensadores, ha sido proponer el
diálogo entre las diferentes áreas de conocimiento y sus especialidades, para así
integrar las diferentes ciencias particulares con el fin de buscar la solución a
problemas concretos de la humanidad. De lo dicho anteriormente, nuevamente
vuelvo a resaltar las figuras de Vasco, Trigo, y Maturana, cada uno de ellos, desde
su realidad, buscando con sus matices de conocimiento, y maneras particulares
de vislumbras la realidad, solucionar problemáticas concretas que aquejan a las
comunidades de barriadas, pueblos, o ciudades. Es por esto que en la actualidad
se hace necesario articular los sistemas de conocimiento, y relacionarlos en un
lenguaje común y asequible para una acción concreta que ayude a transformar y
humanizar las sociedades.
Otro aspecto importante tiene que ver con lo que Vasco denominó naves
epistémicas. Según Vasco, cada área específica de conocimiento, junto con su
respectivo método, es como una nave epistémica, y debe ser especificada ante
el interlocutor a la hora de relacionar cada uno de los sistemas de conocimiento,
para no caer en equívocos y distorsiones que terminen confundiendo al
interlocutor. A mi entender, creo que la frase “zapatero a tus zapatos” ayuda a
comprender aquello, que en cada sistema de conocimiento, tiene que ver con el
estatuto epistemológico. Es decir, una ciencia puede ayudar e iluminar a otra
ciencia en una justa interdisciplinariedad, y correcta relación sistémica, pero
respetando cada una su estatuto epistemológico y, como tal, sus criterios de
demarcación a la hora de acercarse a la realidad. Por ejemplo, cuando se estudia
al ser humano, una cosa es el método que utiliza la medicina, que a la hora de
examinar a un enfermo, debe hacer un diagnostico adecuado para dar una
correcta medicina o tratamiento; otra cosa es la antropología cultural, que estudia
al ser humano pero desde su entorno cultural y contexto social. Si un antropólogo
se pone en el lugar del médico, seguramente va a dar la medicina equivocada, y
puede terminar matando al paciente, aunque su querer haya sido salvarlo.
O Freunde, nicht diese Töne! Dice el primer fragmento del cuarto
movimiento de la novena sinfonía de Beethoven. Y hago alusión a esto porque
una sinfonía puede servirnos de analogía para comprender lo que quiero decir,
anclado en lo que de la epistemología se ha dicho, y relacionado con lo que a la
teología refiere. Una sinfonía es una composición musical que, al ser interpretada
por una orquesta, reúne mucho elementos que deben ser respetados para una
correcta interpretación. Los primeros elementos que deben ser respetados son los
musicales, vale decir, ritmo, melodía y armonía. Los otros elementos tienen que
ver con la afinación de cada uno de los instrumento y las voces, tener todos la
misma partitura, hacer caso al director de la orquesta, etc. Sin estos mínimos
elementos, en vez de hacer elevar a los interlocutores que escuchan esta pieza
musical, a la admiración y conocimiento de la belleza, lo único que se logrará será
fastidiarlos por el ruido y bulla de todos los instrumentos y voces. La sinfonía bien
interpretada tiene la capacidad de poner en relación diferentes sistemas, como lo
son cada uno de los instrumentos con sus timbres y sonoridades diferentes, que
en vez de opacar o eclipsar a las voces o los otros instrumentos, generan
musicalidad y armonía que tienden a la perfección. Cada instrumento en lo suyo
aporta a los demás, y debe respetarse y respetar a los demás. Por ejemplo, el
clarinete no es trompeta, ni el contrabajo es violín, ni el piano es chelo, etc.
Así las cosas, en la gran sinfonía que es el conocimiento humano, cada una
de las ciencias tiene su propia razón de ser, vale decir, su propio método o camino
de conocimiento, su propio estatuto epistémico. La teología en cuanto ciencia, no
es ajena a esta realidad, y grandes esfuerzos a tenido que hacer para
fundamentar y argumentar su fundamento epistémológico. Con referencia a lo
anterior, una pregunta recurrente en clase ha sido ¿entonces sólo existe una
manera de hacer teología? Pienso que no. Al igual que las demás ciencias, según
Victor Martinez, “la fragmentación del saber realizada en la modernidad llevó a la
distinción de las especializaciones en la teología, las cuales dado su objeto de
conocimiento son identificadas como la teología fundamental o positiva, teología
sistemática o especulativa, y teología práctica o aplicada”, referida hoy día a la
teología de la acción.
No obstante, como afirma Wicks, la teología, según su método de estudio,
tiene como objeto a Dios y al hombre en cuanto ser creado por Dios. Pero,
podemos saber quién es Dios y tomarlo como un objeto a estudiar? La respuesta
tal vez sea que no, porque el hombre no tiene acceso directo a Dios. Es por eso
que el instrumento que asume la teología, dentro del basto campo de instrumentos
de la gran sinfonía del conocimiento humano, es la revelación de Dios realizada en
plenitud por Jesucristo. Esto quiere decir que sí podemos conocer quién es ese
Dios porque Él se dio a conocer, se reveló. La teología entonces reflexiona sobre
el hombre y el universo a la luz de la fe o, como diría San Tomás de Aquino, bajo
razón de Dios.
O Freunde, nicht diese Töne! Esta frase quiere decir: Oh amigos, no en
esos tonos. La teología debe interpretarse a la luz de los tonos propios de su
instrumento. El instrumento propio de la teología, y el registro y timbre sonoro, es
la revelación, por eso hay que apelar, desde cualquier especialidad teológica, a
sus fuentes que son la Sagrada Escritura y la Tradición viva de la Iglesia, en una
adecuada afinación en relación con el magisterio.
Me ha encantado el curso y algunas de las lecturas de la teología de la
acción, y la manera crítica de cuestionar la reflexión teológica en cuanto a sus
abstracciones y teorías que se encierran en un claustro académico, pero que
están al margen de las realidades sociales circundantes en los contextos donde se
realiza. Esto nos lanza el reto a los teólogos de aterrizar el quehacer académico
hacia dar respuestas concretas a las problemáticas de Colombia. A pesar esto,
debo decir que en varias ocasiones los tonos de las críticas, para mi, no son los
adecuados. O Freunde, nicht diese Töne! No en esos tonos mis amigos, porque a
mi modo de entender, la teología debe mantener en adecuada consonancia su
instrumento y su objeto de estudio con la realidad, para dar tonos correctos que
armonicen con los demás instrumentos en la sinfonía del conocimiento. La
teología no puede caer en una simple sociología, porque esa ya no es su nave
epistémica, ya no es su instrumento, y como tal, esos tonos serían disonantes o,
por decirlo de otra manera, no armonizan, aunque la intensión sea buena. Si bien
la relación con el sistema de conocimiento de las ciencias sociales, enriquece y
aporta mucho al quehacer teológico, habrá que respetar cada instrumento o nave
epistémica, para que cada una, desde su campo y en conjunto, aporten para
construir una mejor sociedad que ayude a dignificar y humanizar desde sus
diferentes instituciones al ser humano.

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