El desarrollo del conocimiento en los últimos siglos, ha implicado
profundizar en diferentes especialidades en cuanto al acercarse a la realidad se trata. El ser humano es un incansable buscador de la verdad, y se hace preguntas sobre aquello que aparece ante sí como objeto al cual quiere conocer, y así se genera una relación entre el sujeto capaz de conocer y aquello que se quiere conocer. Con las ciencias empírico-formales y hermenéuticas, se dio un salto cualitativo de estas relaciones cognoscitivas, ya que al querer saber como funcionan las cosas, y no tanto mirar las cosas en sí mismas en su naturaleza ontológica, la manera de conocer y especializarse en las diferentes áreas de conocimiento implicó una especie de fragmentación del saber humano. Consecuentemente, el ser humano ya no se preocupó únicamente de conocer, sino que se ha indagado en la manera como conoce. Es por eso, que una de las labores y problemas con los que ha trabajado en los últimos tiempos la filosofía, es la epistemología. Precisamente, en el transcurso de esta asignatura, hemos estudiado autores como Trigo, Vasco y Maturana, quienes al respecto hicieron una ardua labor teórica para fundamentar una epistemología que diera la validez, en cuanto ciencia, a la sociología. Y no únicamente se quedaron en un discurso teórico y retórico, sino que han sabido articular su estatuto epistémico con la acción en busca de transformación social. Es importante la labor de encontrar los principios epistemológicos que demarquen la manera en que nos vamos a acercar y relacionar con la realidad, y esto tiene que ver con el método. Así las cosas, toda ciencia apuesta por una camino a recorrer para conocer de una manera propia, particular y especializada aquel objeto de estudio que con los criterios de demarcación, de cada ciencia, hace que tenga su propio método y genere, como afirma Vasco, un sistema que espera como fruto obtener un conocimiento valido y transmitible a los demás seres humano. No obstante, aunque lo dicho anteriormente trajo cosas sumamente positivas para la humanidad, también se han corrido riesgos de caer en reduccionismos gnoseo-epistemológicos a la hora de comprender la realidad, confundiendo la parte con el todo. Pretender que las ciencias empírico-formales son las únicas maneras serias del conocimiento humano, afirmación que en sí misma carece de comprobación científica, ha sido un lastre que desde hace un par de siglos, hasta nuestro días, ha acompañado a algunos científicos inscritos en el llamado positivismo. De allí, que las demás ciencias, tanto hermenéuticas, como filosóficas y teológicas, han tenido que fundamentar su estatuto epistemológico para “validar” su carácter científico. Por esto, otra laudable labor de muchos pensadores, ha sido proponer el diálogo entre las diferentes áreas de conocimiento y sus especialidades, para así integrar las diferentes ciencias particulares con el fin de buscar la solución a problemas concretos de la humanidad. De lo dicho anteriormente, nuevamente vuelvo a resaltar las figuras de Vasco, Trigo, y Maturana, cada uno de ellos, desde su realidad, buscando con sus matices de conocimiento, y maneras particulares de vislumbras la realidad, solucionar problemáticas concretas que aquejan a las comunidades de barriadas, pueblos, o ciudades. Es por esto que en la actualidad se hace necesario articular los sistemas de conocimiento, y relacionarlos en un lenguaje común y asequible para una acción concreta que ayude a transformar y humanizar las sociedades. Otro aspecto importante tiene que ver con lo que Vasco denominó naves epistémicas. Según Vasco, cada área específica de conocimiento, junto con su respectivo método, es como una nave epistémica, y debe ser especificada ante el interlocutor a la hora de relacionar cada uno de los sistemas de conocimiento, para no caer en equívocos y distorsiones que terminen confundiendo al interlocutor. A mi entender, creo que la frase “zapatero a tus zapatos” ayuda a comprender aquello, que en cada sistema de conocimiento, tiene que ver con el estatuto epistemológico. Es decir, una ciencia puede ayudar e iluminar a otra ciencia en una justa interdisciplinariedad, y correcta relación sistémica, pero respetando cada una su estatuto epistemológico y, como tal, sus criterios de demarcación a la hora de acercarse a la realidad. Por ejemplo, cuando se estudia al ser humano, una cosa es el método que utiliza la medicina, que a la hora de examinar a un enfermo, debe hacer un diagnostico adecuado para dar una correcta medicina o tratamiento; otra cosa es la antropología cultural, que estudia al ser humano pero desde su entorno cultural y contexto social. Si un antropólogo se pone en el lugar del médico, seguramente va a dar la medicina equivocada, y puede terminar matando al paciente, aunque su querer haya sido salvarlo. O Freunde, nicht diese Töne! Dice el primer fragmento del cuarto movimiento de la novena sinfonía de Beethoven. Y hago alusión a esto porque una sinfonía puede servirnos de analogía para comprender lo que quiero decir, anclado en lo que de la epistemología se ha dicho, y relacionado con lo que a la teología refiere. Una sinfonía es una composición musical que, al ser interpretada por una orquesta, reúne mucho elementos que deben ser respetados para una correcta interpretación. Los primeros elementos que deben ser respetados son los musicales, vale decir, ritmo, melodía y armonía. Los otros elementos tienen que ver con la afinación de cada uno de los instrumento y las voces, tener todos la misma partitura, hacer caso al director de la orquesta, etc. Sin estos mínimos elementos, en vez de hacer elevar a los interlocutores que escuchan esta pieza musical, a la admiración y conocimiento de la belleza, lo único que se logrará será fastidiarlos por el ruido y bulla de todos los instrumentos y voces. La sinfonía bien interpretada tiene la capacidad de poner en relación diferentes sistemas, como lo son cada uno de los instrumentos con sus timbres y sonoridades diferentes, que en vez de opacar o eclipsar a las voces o los otros instrumentos, generan musicalidad y armonía que tienden a la perfección. Cada instrumento en lo suyo aporta a los demás, y debe respetarse y respetar a los demás. Por ejemplo, el clarinete no es trompeta, ni el contrabajo es violín, ni el piano es chelo, etc. Así las cosas, en la gran sinfonía que es el conocimiento humano, cada una de las ciencias tiene su propia razón de ser, vale decir, su propio método o camino de conocimiento, su propio estatuto epistémico. La teología en cuanto ciencia, no es ajena a esta realidad, y grandes esfuerzos a tenido que hacer para fundamentar y argumentar su fundamento epistémológico. Con referencia a lo anterior, una pregunta recurrente en clase ha sido ¿entonces sólo existe una manera de hacer teología? Pienso que no. Al igual que las demás ciencias, según Victor Martinez, “la fragmentación del saber realizada en la modernidad llevó a la distinción de las especializaciones en la teología, las cuales dado su objeto de conocimiento son identificadas como la teología fundamental o positiva, teología sistemática o especulativa, y teología práctica o aplicada”, referida hoy día a la teología de la acción. No obstante, como afirma Wicks, la teología, según su método de estudio, tiene como objeto a Dios y al hombre en cuanto ser creado por Dios. Pero, podemos saber quién es Dios y tomarlo como un objeto a estudiar? La respuesta tal vez sea que no, porque el hombre no tiene acceso directo a Dios. Es por eso que el instrumento que asume la teología, dentro del basto campo de instrumentos de la gran sinfonía del conocimiento humano, es la revelación de Dios realizada en plenitud por Jesucristo. Esto quiere decir que sí podemos conocer quién es ese Dios porque Él se dio a conocer, se reveló. La teología entonces reflexiona sobre el hombre y el universo a la luz de la fe o, como diría San Tomás de Aquino, bajo razón de Dios. O Freunde, nicht diese Töne! Esta frase quiere decir: Oh amigos, no en esos tonos. La teología debe interpretarse a la luz de los tonos propios de su instrumento. El instrumento propio de la teología, y el registro y timbre sonoro, es la revelación, por eso hay que apelar, desde cualquier especialidad teológica, a sus fuentes que son la Sagrada Escritura y la Tradición viva de la Iglesia, en una adecuada afinación en relación con el magisterio. Me ha encantado el curso y algunas de las lecturas de la teología de la acción, y la manera crítica de cuestionar la reflexión teológica en cuanto a sus abstracciones y teorías que se encierran en un claustro académico, pero que están al margen de las realidades sociales circundantes en los contextos donde se realiza. Esto nos lanza el reto a los teólogos de aterrizar el quehacer académico hacia dar respuestas concretas a las problemáticas de Colombia. A pesar esto, debo decir que en varias ocasiones los tonos de las críticas, para mi, no son los adecuados. O Freunde, nicht diese Töne! No en esos tonos mis amigos, porque a mi modo de entender, la teología debe mantener en adecuada consonancia su instrumento y su objeto de estudio con la realidad, para dar tonos correctos que armonicen con los demás instrumentos en la sinfonía del conocimiento. La teología no puede caer en una simple sociología, porque esa ya no es su nave epistémica, ya no es su instrumento, y como tal, esos tonos serían disonantes o, por decirlo de otra manera, no armonizan, aunque la intensión sea buena. Si bien la relación con el sistema de conocimiento de las ciencias sociales, enriquece y aporta mucho al quehacer teológico, habrá que respetar cada instrumento o nave epistémica, para que cada una, desde su campo y en conjunto, aporten para construir una mejor sociedad que ayude a dignificar y humanizar desde sus diferentes instituciones al ser humano.