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¿Cómo fue que ejerció ese papel? Hay que poner en contexto algunas cosas,
decir periodista a principios del Siglo XIX, debe remitirnos a una figura que está
muy alejada de la que hoy conocemos con ese nombre.
Por la tardanza en el proceso de armar las planas e imprimir, las noticias de los
periódicos de la época eran todo, menos frescas; frecuentemente eran vehículos
propagandísticos, a veces oficialistas y a veces opositores, pero cuando esto
último sucedía eran destruidos, las imprentas confiscadas y sus trabajadores,
aprehendidos.
Por eso el movimiento independentista usó la prensa como una de las principales
formas de divulgación de los ideales que defendían. Por eso Xavier Mina viajó
desde España hasta Tamaulipas con una imprenta; Por eso Miguel Hidalgo creó
varios periódicos –algunos de ellos incluso en una zona fronteriza en duda entre el
Río Nueces, Nacogdoches y Natchitoches, que era considerada tierra de nadie–; y
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por eso la propia Leona Vicario financió y colaboró con más de una publicación
pues las circunstancias así lo exigían.
No sólo la fortuna que doña Leona Vicario heredó de su madre lo hizo posible,
sino también la esmerada educación que recibió, lo cual tampoco era común para
las mujeres de su época, incluso las de su clase social. Esto dice uno de sus
biógrafos, don Genaro García, de la educación y actividades de las mujeres de
aquella época:
“Si hoy día la educación de la mujer dista mucho de ser satisfactoria, no obstante
que pensadores y gobiernos le consagran continua atención, en aquellos años,
que casi nadie se preocupaba por ella, era de tal modo deficiente y viciosa, que á
las mismas mujeres de las clases ricas dejaba condenadas a una existencia de
ignorancia y naderías. Para educarse, les bastaba aprender de memoria el
Catecismo de la Doctrina Cristiana; á leer de corrido y mal escribir; a bordar con
chaquira, pero no á coser, porque no habían de mantenerse de la costura; á
comer con limpieza; vestir a la moda; andar de manera airosa; bailar campestres,
boleros, contradanzas y valses, y á tocar y cantar un poco y no bien. Hay que
convenir en que con esto tenían bastante, y aún en que les salía sobrando la
lectura y la escritura”.
Entre sus acciones estuvo la de servir como correo, recibiendo mensajes que le
hacía llegar Ignacio Allende a través de Mariano Salazar, lo que poco a poco ella
transformó en una bien estructurada red de información. Su posición social le
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permitía acceder a noticias privilegiadas sobre los movimientos del ejército realista
que ella daba a conocer a los Insurgentes. La labor que ejercía era clandestina y
equiparable a la de un corresponsal de guerra.
Aprendió a mezclar el polvo con el agua para hacer la tinta y a acomodar los tipos
para formar las planas, a extender la tinta con rodillo, a colocar los pliegos en las
planchas y otros menesteres para realizar aquel impreso. Bustamante redactaba
casi todos los contenidos y por las tardes Leona Vicario leía al público, en la plaza,
los contenidos del periódico, asegura del Palacio.
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La lucha independentista la llevaría luego hacia Chilpancingo, Sultepec, Tlatlaya…
Tuvo que parir a su primera hija en una cueva y vivió los mismos peligros y
miserias que el resto de los insurgentes, hasta que por estrategia, ella y su
esposo, Andrés Quintana Roo, se acogieron al indulto que los obligó a
permanecer en Toluca, en espera de salir a España, condición impuesta por el
virrey que no llegaría a cumplirse.
Junto con Quintana Roo la pareja fundó un nuevo medio, El Federalista Mexicano.
Durante el gobierno de Anastasio Bustamante, su esposo fue perseguido y se
trató de decomisar la imprenta, por lo que Vicario solicitó una audiencia con el
presidente que por supuesto no resolvió nada. Sin embargo un diario gobiernista,
El Sol, trató de hacer escarnio de ella al llamarla Quijote con enaguas y apoderada
y esposa de Quintana Roo, según el historiador Eugenio Aguirre.
Pasado un mes, Lucas Alamán acusó desde el Registro Oficial a Leona Vicario de
haber participado en la Guerra de Independencia sólo por seguir a su hombre,
presa de “cierto heroísmo romancesco” producto del influjo de sus pasiones, y
encima eso le había valido recibir casas y haciendas, que como se dijo ya, eran en
retribución de las que le habían sido arrebatadas.
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Fue entonces que Leona Vicario redactó una respuesta que se ha convertido en
uno de sus trabajos más conocidos. “Confiese usted, señor Alamán, que no sólo el
amor es el móvil de las acciones de las mujeres: que ellas son capaces de todos
los entusiasmos y que los deseos de la gloria y la libertad de la patria no les son
unos sentimientos extraños…” decía en la extensa carta en la que apunta que su
objeto es evitar que su memoria no pase “con la fea nota de haber sido yo una
atronada que abandoné mi casa por seguir a un amante”.
El texto deja claro que Leona Vicario no requería ayuda para defender su honor y
sus convicciones. Pero del mismo modo en que su pluma podía ser rigurosa, era
capaz de pergeñar una poesía, como la que escribió en Toluca en 1820, sobre el
conflicto entre la libertad y la tiranía, y de la que extraemos este fragmento:
No fue su único poema, pues en 1810 había escrito una Memoria cristiano-política
acerca de los peligros de la falta de unidad en el país. Muchos otros textos se
encuentran diseminados en los periódicos de la época, queda pendiente la tarea
de recopilarlos en un solo volumen.
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