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Apuntes del paro

Off the record. Se llama así a las declaraciones que el entrevistado a) no quiere que se publiquen o b) quiere que
se publiquen sin que se sepa su origen.

¿Deben usarse o no? Es privilegio del periodista rechazarlas cuando intuye que no tendrán valor periodístico,
que se le trata de usar, que la información hará más daño que bien, que puede ser falsa: Haberlas aceptado
tampoco compromete al periodista a publicarlas.

¿Es válido pedir pruebas de lo dicho en el off the record? Sí: se pueden pedir documentos, videos, audios o
cualquier tipo de prueba de que la información ofrecida es cierta, además de que el periodista puede usar sus
propios canales de investigación para corroborarla.

¿Cuál es su riesgo? Que en efecto al periodista se le use para atacar a adversarios políticos, para que el
declarante mejor su propia posición política etc.

Si se aceptó el off the record el periodista tiene la obligación moral de respetar lo acordado incluso a costa de su
propia seguridad y libertad. Por eso no deben aceptarse a la ligera. Tampoco es válido que te den una entrevista
y luego salgan con que mejor es off the record, pues estos se acuerdan antes de otorgar la información. Si la
información pone en riesgo el empleo, la seguridad, integridad o la vida del declarante debe obligarse al Estado
o a quienes buscan hacer al reportero revelar sus fuentes a respetar el secreto profesional del periodista.

Preparación del entrevistador: a) lecturas remotas. Son todas las que conforman el bagaje cultural de un
periodista, desde su formación escolar hasta el momento en que requiera hacer una entrevista. Se compone de
lecturas teóricas sobre periodismo y otras disciplinas como historia, sociología, economía, etc., lecturas
periodísticas: los diarios, reportajes, libros hechos por periodistas sobre asuntos políticos o de actualidad, y por
último la lectura literaria, que nos contagia la buena ortografía, la sintaxis correcta, un léxico más amplio,
estructuras literarias etc. b) lectura inmediatas: sobre el tema, sobre el entrevistado.

Interés público: No es lo mismo que lo “interesante para el público” que casi siempre puede traducirse como lo
morboso. Hablamos aquí de aquella información que atañe a la calidad de vida de los lectores/ciudadanos. Su
construcción requiere de los siguientes pasos:

a) Elección del tema. No entrevistamos a alguien porque nos cae bien sino porque puede hablar sobre algo que
interesa a los lectores, de hecho elegimos primero el tema y luego a la persona ideal para hablar de dicho tema.
¿Qué preocupa a la gente en este momento? ¿Qué información requiere para vivir de la mejor manera posible
ante este momento histórico, acción de fuerzas adversas, medidas de gobierno?

b) Elección del personaje. Ya que elegimos el tema hay que buscar a la persona más autorizada para hablar del
tema, ya sea por su participación en el hecho, su conocimiento académico, su experiencia laboral o por ser
víctima de las consecuencias del asunto en cuestión.

c) Propósito de la entrevista. Ya elegida la persona que mejor conoce el tema hay que pensar cuál es nuestro
propósito ¿Hacer una denuncia? ¿Dejar una enseñanza a los lectores? ¿Demostrar algo? Y con base en ello debe
hacerse el temario o cuestionario.

d) Tipos de entrevistado. Más allá de su carácter –extrovertido, callado, presuntuoso, soberbio, grosero,
amable– los perfiles de los entrevistados se relacionan con la profesión que ejercen y hay que conocerlos. Si
bien no puede generalizarse sí hay ciertos aspectos de la profesión que marcan a quienes las ejercen y el
periodista debe saber qué esperar.
Políticos: están acostumbrados a dar entrevistas, a dirigirse a las masas, a medir sus reacciones y las
consecuencias de sus dichos; son muy dados al off the record, les encanta aparentar que tienen información
privilegiada y que te hacen un favor al dártela cuando en realidad quieren usarte. Su información siempre es
sesgada y ellos son altamente manipuladores. Una profesión que se porta como ellos es la de los eclesiásticos.

Policías y militares: confunden autoridad con superioridad, tienden a medir fuerzas con el periodista: lo ven
como contrincante o como subordinado, su léxico es críptico y buscan intimidar: pueden desde re preguntar el
nombre y el medio de quien les hizo una pregunta incómoda y llamar a sus jefes para acusar al “insubordinado”
hasta proferir amenazas que deben tomarse en serio.

Científicos. Obligan al reportero a estudiar para no hacer preguntas tontas; exigen mucha precisión y usan
tecnicismo que se deben traducir, explicar, comprar, ilustrar. Con ellos sí es mejor enseñarles la entrevista antes
de publicarla para que hagan correcciones, pues éstas no tienen el carácter de su sesgo político sino de apego
absoluto a la verdad científica.

Deportistas. Suelen tener –con sus excepciones– poca o nula preparación académica y por ello tienden a
responder con monosílabos, a repetir conceptos, fórmulas o clichés. Según su rama deportiva, van del
egocentrismo desbordado como los jugadores de soccer y americano, o los boxeadores y luchadores, a lo tímido
y solitario como los que hacen atletismo, esgrima, u otras disciplinas poco conocidas y publicitadas.

Empresarios: Son parecidos a los políticos pero mucho más adustos, más acartonados y excesivamente
conscientes de su propia importancia. Son reacios a informar nada fuera de lo empresarial, aman hablar de
números o ganancias y odian hablar de impuestos o derechos laborales, temas que evaden tanto como pueden.
Se sienten miembros privilegiados de una clase que debe tener todos los derechos pues asumen que ellos dan
empleos, son motor de desarrollo e inversiones o hasta que son los únicos que trabajan en el país.

Farándula. Se creen con autoridad para opinar de todos los temas, muchos de ellos tienen poca escolaridad,
buscan figurar como sea; exhiben su intimidad en proporción directa a su falta de talento y luego se quejan de
que la prensa destruyó sus relaciones familiares, de pareja, o hasta sus vidas.

Escritores: interesantes, exigentes, malhumorados, los escritores pueden haber sido periodistas y conocen todos
los trucos del oficio, saben hacia dónde van las preguntas y es casi imposible sorprenderlos, odian los rodeos y
las imprecisiones. Siempre hay que conocer su obra para entrevistarlos y no aventurar hipótesis sobre ella.

Público en general: entrevistarlos sirve para mostrar el qué y no el quién. Hablan con mucha ingenuidad y tanta
frescura como imprudencia, por lo que el periodista está obligado a cuidarlos para no provocarles un problema
legal, hacer virales sus errores etc. no por censura sino por consideración.

Elaboración del temario o cuestionario: Depende de la experiencia del entrevistador, se puede hacer una mera
lista de temas cuyo orden tenga lógica, y redactar las preguntas como serán formuladas, para evitar disgresiones
absurdas, repetitividad y hasta olvidos. No se trata de una faja ortopédica que luego haya que cumplir a
cabalidad sino de un mapa de navegación que evite el naufragio de la entrevista.

Cuestionarios y sondeos: no deben confundirse con las encuestas que se hacen con una metodología compleja y
a una muestra de población representativa, de al menos el 10% del universo a reflejar. Por ejemplo, si se
quisiera saber la opinión de los capitalinos sobre algo el universo de 20 millones de personas implicaría aplicarla
a al menos 2 millones. Ningún periódico puede hacer eso. Lo que sí puede hacer es reflejar tendencias mediante
sondeos a una veintena o treintena de personas cercanas a un tema.

Por ejemplo, pararse en una caseta de cobro luego de un alza de tarifas, y preguntar a los automovilistas su
opinión –que ya sabemos será negativa- sobre el alza pero algunos elementos más: si la consideran
desmesurada, si afectará a su economía familiar, a su empleo, a sus ganancias o al precio de sus productos etc.
Ello debe hacerse con preguntas cerradas para que luego sean cuantificables y escribir algo del tipo “El 86 por
ciento de los entrevistados cree que causará un alza de precios en productos de la canasta básica”, pero
también dejar paso a declaraciones abiertas del tipo “Yo soy comerciante y paso por esta caseta de cuatro a seis
veces al día. ¿Usted cree que no me va a afectar? Y claro, yo voy a tener que subirle los precios a la gente y eso
me va a bajar las ventas ¿no?” señaló Miguel Hernández, distribuidor de frutas y verduras de Milpa Alta.

Tipos de pregunta: a) Cerrada. Se responde con sí, no, no sé. Se usan para acorralar al entrevistado y no debe
abusarse de ellas. b) Pregunta abierta, obliga al entrevistado a extender un poco y a explicar por qué piensa
como piensa. Suelen iniciar con algo como ¿por qué cree usted que sucedió…? ¿qué opina del hecho de que…? Y
c) preguntas textuales: son las que solicitan un dato específico como un nombre, una fecha, un lugar, una
institución ¿Cómo se llamaba su vecino? ¿Qué día y a qué hora fue eso? ¿En dónde estaba usted cuando ocurrió
el hecho? ¿Dónde trabajaba en ese momento?

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