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La Biblia

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Introducción a la lectura de la Biblia


El nombre.
La Palabra Biblia viene del griego, Biblos, ciudad donde se hacían los papiros en Grecia para la
escritura. Significa “los libros”, y es una pequeña biblioteca, compuesta, para el cristiano
católico, por 46 libros del Antiguo Testamento, y 27 libros del Nuevo. Algunas ediciones traen
47 libros en el AT, porque separan el capítulo 6 de Baruc, secretario del profeta Jeremías, y lo
colocan como “carta de Jeremías”.

Los libros bíblicos comenzaron a escribirse alrededor del siglo X a.C., en la corte del Rey
Salomón, donde había lugar para el ocio (el “otium” griego), la lectura y la escritura. En la
corte del hijo del Rey David comienza, por lo tanto, también la actividad literaria.

Los lugares principales de los hechos bíblicos, son principalmente la Antigua Mesopotamia, hoy compuesta por Siria,
Irak e Irán, la actual Israel, la Península Arábiga y Egipto, para los hechos del Antiguo Testamento.

Para los hechos del Nuevo Testamento, se agregan los territorios conquistados por el griego Alejandro Magno, y en
tiempos de Jesús ocupados por el Imperio Romano, que abarcan prácticamente la actual Europa, el norte de África y
las Islas Británicas. En el imperio, por lo tanto, se hablaba la lengua griega, impuesta por Alejandro, que en 10 años,
entre el 333 y el 323 a.C., realizó sus conquistas, comenzando cuando sólo tenía 23 años. Existía el griego “culto” y el
griego “popular”. Éste último se utilizaba cotidianamente en el imperio, y su nombre era “koiné”.

Cánones de la Biblia.
Los judíos tenían dos cánones o conjunto de libros del AT: Un canon corto, el de Palestina, escrito en hebreo, con 39
libros. Un canon largo, el de Alejandría, escrito en griego, con 46 libros. Éste era utilizado por los judíos que vivían
diseminados por el Imperio, fuera de Israel, y que ya no hablaban el hebreo.

Los siete libros que se agregan al “canon corto” se llaman “deuterocanónicos” (nuevos en el canon), y son: Judit,
Tobías, I y II Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc. Y algunos trozos de Daniel y Esther. La versión griega se llama
también de los “Setenta”, porque se le atribuye a 70 sabios que la tradujeron al griego alrededor del siglo II a.C.. Los
cristianos utilizaron enseguida esta traducción, ya que, extendidos por todo el imperio, hablaban la koiné. Y el NT cita
esta versión griega. Para diferenciarse de los cristianos, los judíos, recién en el siglo II dC, adoptaron el canon corto de
39 libros.

Los hermanos separados de occidente, inspirados por Martín Lutero, también se remitieron, desde el s. XVI, al canon
corto de Palestina, agregando a él los 27 libros del NT, por lo que su versión de la Biblia es de 66 libros, traducida por
los egregios biblistas Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, versión que, con leves modificaciones, conservan hasta
el día de hoy. Se caracteriza porque no tiene introducciones ni notas, pero sí abundantes concordancias bíblicas.

En ausencia de Biblia católica, éstos fieles pueden, con toda tranquilidad, usar esta versión, ya que no traiciona los
textos originales. Lo único es que no van a contar con los 7 libros Deuterocanónicos.

En el siglo IV, en el Imperio ya no se hablaba más el griego clásico ni el popular. La lengua era el latín. Latín culto en
las cortes, latín popular en el pueblo. La Iglesia adopta el latín popular como su lengua, hasta el día de hoy. El Papa
Dámaso, por lo tanto, en el s. IV, pide a San Jerónimo, el más grande lingüista y hebraísta de su tiempo, y el más
grande biblista de todos los tiempos, que traduzca la Biblia al Latín. Compone entonces el tercer canon, llamado la
“Vulgata”, por traducir los libros del hebreo original al latín vulgar (que hablaba el vulgo) de su tiempo. La Iglesia
continúa manteniendo la pronunciación del latín vulgar en la edición típica de sus documentos y en el Canto
Gregoriano, sencillo y simple, que vino a reemplazar las pomposas Misas de los clásicos (Mozart, Bach, Beethoven), que
colocaban la atención de la gente en su magnificencia más que en el misterio que se celebraba.

Las Biblias católicas son fácilmente reconocibles por sus notas e introducciones. Además poseen el nombre del Censor
eclesiástico que revisó la traducción con el“Nihil Obstat”, y el “Imprimatur” del Obispo que autoriza su publicación.
La Biblia
Autor: .

A. ¿Cómo estudiar la Biblia?

Fuente: Para dar razón de nuestra Esperanza, sepa defender su Fe


Autor: P. Paulo Dierckx y P. Miguel Jordá

Hoy día en muchas familias católicas encontramos la Biblia como el libro sagrado de la casa. Ojalá que pronto llegue el
día que cada católico sea un asiduo lector de la Escritura Sagrada.

Pero muchos que comienzan a leerla, después de algunos capítulos la dejan de lado por no comprender casi nada.
Dicen que leer la Biblia les resulta difícil. Es un libro tan largo y a veces difícil, especialmente para uno que sabe poca
historia y poca geografía, y no tiene costumbre de ubicar lo que lee en su propio contexto.

También se da el caso de católicos que, comienzan a leer la Biblia, y se dejan llevar por interpretaciones parciales,
caprichosas y fanáticas que poco a poco lo llevan a uno a adherir, por mero sentimentalismo, a algunas de las muchas
sectas bíblicas ya existentes, apartándose, por ignorancia, de la Iglesia Católica.

Y no faltan los que quieren leer toda la Biblia sin alguna explicación; o toman la Biblia como un juego de naipes
abriendo el libro al azar, o saltando por aquí o por allá y piensan que Dios automáticamente les comienza a hablar. Es
un riesgo muy grande; es como jugar a la suerte.

Para evitar estos peligros, no basta leer la Biblia con fe y devoción. Hay que juntar la fe, la oración y la devoción con
el estudio. Leer la Biblia sin una adecuada preparación es tentar a Dios. Hay que prepararse para leerla. Si no, puede
suceder cualquier cosa. La historia de nuestra fe es así.

Queridos hermanos, esta carta tiene como finalidad introducirnos en el estudio de la Biblia. Hoy, más que nunca,
debemos tener una cierta preparación para iniciar una lectura seria de la Biblia. Para muchos, la Biblia sigue siendo un
hermoso libro cerrado que adorna nuestra biblioteca. El problema es: ¿cómo leer, cómo comenzar con este libro?
Siempre ha sido difícil la iniciación a la lectura de la Biblia. Exige de nosotros paciencia, humildad, serenidad y una
cierta disciplina intelectual.

En esta carta vamos a indicarles algunos consejos prácticos para comenzar el estudio de la Biblia.

Las mejores Biblias


Muchas personas se preguntan cómo conseguir una buena edición moderna de la Biblia Católica.
Hoy existen muy buenas Biblias católicas; les recomendamos la Biblia de Jerusalén, la Biblia de América, la de La Casa
de la Biblia y otras.

Da pena ver gente ansiosa de conocer la Biblia y lo hace con ediciones demasiado antiguas, incluso incompletas, sin
introducciones, ni comentarios; o con ediciones de bolsillo que está bien para llevarlas a un paseo pero no para hacer
estudios serios con ellas.

Una Biblia de uso personal


Conviene que cada persona tenga su propia Biblia en la que libremente vaya subrayando los textos más importantes o
más significativos en relación con nuestra vida de fe, con nuestro seguimiento de Cristo, con nuestra vida de oración,
de evangelización, etc. E incluso uno va poniendo anotaciones personales, inquietudes originadas de la propia reflexión
y experiencia pastoral, apuntes tomados de cursillos, retiros, libros... Sólo así se aprenden las cosas, y con gusto.

Conocer bien la propia Biblia


Es decir, antes de estudiar el texto sagrado, hay que echar un vistazo general a la edición de su Biblia; ver qué dicen
los editores sobre el manejo del libro, ver cómo se citan los libros, qué introducciones hay, qué notas, mapas, o temas
especiales, etc... Esto puede ahorrar mucho tiempo y trabajo. No hay por qué anotar en cuadernos o papelitos cosas
que ya están muy bien puestas en las notas más importantes.

Así por ejemplo, la Biblia Latinoamericana pone una especie de introducción muy buena, titulada: «¿Qué hubo en el
mundo antes de la Biblia?». También tiene un «Índice del Evangelio» bien práctico y una serie de temas breves con el
título de «La enseñanza bíblica» que pueden ayudar mucho. Además hay otros temas.
La Biblia de Jerusalén, entre tantas cosas excelentes, trae casi al final una sinopsis cronológica muy útil para ubicar los
acontecimientos bíblicos dentro de la historia, de la geografía y de las otras culturas relacionadas con la Biblia. La
Nueva Biblia Española tiene, al final, un vocabulario bíblico teológico muy bueno. Cada uno debe familiarizarse bien
con su propia Biblia.

Leer y estudiar las Introducciones


Es muy conveniente leer las Introducciones que se ponen a cada libro o a los diversos grupos de libros. Casi todas las
Biblias modernas católicas tienen muy buenas introducciones. La Biblia de Jerusalén es excelente en este punto y es la
que ha inspirado casi todas las ediciones posteriores de la Biblia.

Algunas personas se dedican primero a leer y estudiar todas las introducciones de cada libro y luego comienzan la
lectura del texto bíblico mismo. Es lo mejor.

Leer y meditar la Biblia


A continuación, ya se puede comenzar a leer y a estudiar el texto bíblico. Pero la Biblia es muy larga, y para todos
nosotros nos resultará muy difícil, si no imposible, leerla toda desde la primera página hasta la última. Por tanto, hay
que ser prácticos.

Si es la primera vez que te acercas a la Biblia, te proponemos un itinerario de lectura:

a) Empieza con el Evangelio de San Lucas. En él podrás conocer los rasgos más atrayentes de Jesús de Nazaret, nacido
de María.

b) Continúa con el libro de los Hechos de los Apóstoles. Allí podrás ver la hermosa actividad de la Iglesia naciente.

c) Después te recomendamos volver a los Evangelios, primero Marcos, luego el de Mateo y finalmente el de Juan.

Puedes intercalar, al fin, la lectura de alguna Carta de los Apóstoles: por ejemplo, a los Corintios, los Tesalonicenses,
etc.

Otra forma es tener un calendario litúrgico y leer las lecturas que corresponden al día.

El Nuevo Testamento
Para el cristiano lo más importante son los cuatro Evangelios, que son el alma de toda la Biblia, y luego los otros libros
del Nuevo Testamento. Eso ha de ser el objetivo constante de nuestra lectura o estudio. Pero es bueno conocer,
siquiera básicamente, el Antiguo Testamento: Génesis, Éxodo, Deuteronomio, Josué, 1 y 2 de Samuel, 1 y 2 de Reyes,
Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar, Sabiduría, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Amós, Miqueas, Jonás.

Lectura y meditación de la Biblia


Después de haber leído la introducción de un libro, comienza a leer el texto mismo. No te apresures en leer todo de
una vez. Lee solamente un pasaje, o un párrafo. Lee con atención y respeto, abriendo tu corazón a lo que Dios te
quiere expresar. Subraya los textos que te impactan.

En la primera lectura de un texto, te conviene leer siempre las notas explicativas que se encuentran debajo del texto
bíblico. Estas notas explicativas y los comentarios van a clarificarte la comprensión de los textos bíblicos más difíciles.
Son explicaciones escritas por especialistas y hay que tratar de entenderlas y, normalmente, han de ser aceptadas con
confianza. Muchas personas, por no leer atentamente las notas explicativas quedan sin comprender un texto en su
contexto propio, sin comprender los diversos estilos y doctrinas, y luego abandonan la lectura por aburrimiento.

Los cursillos bíblicos intensivos, con un buen profesor, pueden ayudar mucho, y quizás sean imprescindibles para
comprender ciertos problemas y notas técnicas.

Y ahora, ¡a comenzar!... Trata de organizar tu vida de tal manera que todos los días encuentres un momento de 5 a 10
minutos para la Biblia. Busca un lugar tranquilo. Lee sistemáticamente, no saltando de una parte a otra, ni abriendo el
libro al azar. Nunca leas la Biblia para satisfacer tu curiosidad o sólo para saber más, sino para indagar lo que Dios
quiere decirte. Pues la Biblia es la Palabra de Dios, es la carta que El envía a sus hijos. En la Biblia no busques ciencia,
sino sabiduría. No tengas miedo de subrayar y poner anotaciones en tu Biblia. La Biblia no es un libro para guardar, sino
para ser leída. Dice san Jerónimo: «No debes retirarte al descanso nocturno sin haber llenado tu corazón con una
pequeña parte de la Palabra de Dios».

Principales Biblias Católicas


Entre las Biblias Católicas más conocidas, y más usadas hoy entre nosotros, están las siguientes:
1. La Biblia de Jerusalén: Se llama así sencillamente por haber sido preparada por un numeroso equipo internacional de
biblistas, bajo la dirección de la famosa «Escuela Bíblica de Jerusalén». Apareció primeramente en francés (1956), de
la que se sacó la primera edición española en 1967. Luego ha seguido una segunda edición española en 1975, revisada y
mejorada.

Es la mejor Biblia desde el punto de vista crítico, teológico y académico, con notas explicativas. Su criterio ha influido
decididamente en todas las otras ediciones de la Biblia. Es imprescindible para un estudio serio de la Biblia. Sin
embargo el precio de esta Biblia es generalmente muy elevado.

2. La Biblia Latinoamericana: Se la conoce con este nombre, ya muy popularizado. Fue preparada por un equipo
latinoamericano de pastoral. Ya han salido, al menos, 81 ediciones (1990). Tiene el mérito de estar muy adaptada al
lenguaje latinoamericano y, sobre todo, en las introducciones y comentarios refleja muy bien la realidad y
problemática sociopolítico-religiosa de América Latina. Ha recibido muchas alabanzas y fuertes críticas de distintos
sectores de la Iglesia y de la sociedad. En nuestro medio ambiente y para fines pastorales es, con mucho, la mejor
Biblia.

Generalmente no es un libro muy caro; muchas veces ha sido subvencionada para el bien del pueblo.
También existe un Nuevo Testamento Latinoamericano, que es la parte más importante de toda la Biblia
Latinoamericana.

3. Otras Biblias: Hay también muchas otras ediciones católicas de la Biblia, todas muy buenas, aunque no hayan tenido,
en nuestro medio, el éxito de las dos mencionadas. Entre éstas no podemos dejar de nombrar las Biblias: Nacar-
Colunga y la Nueva Biblia Española de Juan Mateo.

El gran valor de estas ediciones modernas de la Biblia es, sobre todo, que se basan en los textos originales (hebreo-
griego), y no en la Vulgata Latina como anteriormente se hacía. Además en sus introducciones y comentarios recogen lo
mejor de las investigaciones bíblicas modernas.

Últimamente apareció la Biblia de Estudio de las Sociedades Bíblicas, elaborada por biblistas católicos y evangélicos, y
que cuenta con el respaldo del CELAM para ser utilizada en América Latina.

Quien medita cada día


la sagrada ley divina
con esta meditación
a la gloria se encamina.
Quien medita cada día
las Sagradas Escrituras
verá la mano de Dios
en todas las criaturas.

Cuestionario
¿Cuál es la regla de oro para la interpretación de la Biblia? ¿Se pueden sacar frases de su contexto y darles una
interpretación personal? ¿Qué significa interpretar la Biblia dentro de la Tradición Católica? ¿Cuál es la postura
protestante? ¿En qué se basan? ¿Qué acontece al interpretar la Biblia en forma personal y sin tomar en cuenta la
Tradición? ¿Qué se espera, al respecto, del Ecumenismo?

La Biblia
Autor:

B. La Biblia y la Tradición

Autor: www.apologética.org

Los Reformadores Protestantes decían que la Biblia es la única fuente de las verdades de la fe, y que para entender su
mensaje había tan solo que leer las palabras del texto. Es lo que se llama la teoría protestante de la sola scriptura, o
en español "solamente la Biblia". Según esta teoría, ninguna autoridad no bíblica puede imponer una interpretación, y
ninguna institución extrabíblica -por ejemplo la Iglesia- ha sido establecida por Jesucristo para hacer las veces de
árbitro en caso de conflictos de interpretación.
Como buenos herederos de los Reformadores, las sectas fundamentalistas trabajan sobre la base de esta teoría, y no
pierden oportunidad para sacar a relucir su principio, que por otro lado parecería ser su arma más efectiva, algo que
ellos aceptan como el fundamento indiscutible de sus puntos de vista.

Sin embargo, no hay cosa más difícil en el diálogo con los fundamentalistas que querer hacerlos demostrar porqué
creen ellos en el principio de que la Biblia solamente, separada de toda otra fuente de autoridad, sea suficiente en
cuestiones de fe. La cuestión se reduce a saber cuál es el motivo que un Fundamentalista tiene para creer que la Biblia
es un libro inspirado, pues es obvio que ella puede tomarse como regla de fe solamente en el caso que pueda ser
comprobada su inspiración, y por ende su inerrancia.

Claro que se trata de una cuestión que no preocupa demasiado a la mayoría de los cristianos, y ciertamente son pocos
los que le ha brindado atención alguna vez. En general se cree en la Biblia porque es el libro aceptado por todos los
cristianos, cuya autoridad no se discute; aún vivimos en tiempos en los que los principios cristianos influyen en la
cultura y en el medio en el que vive la mayoría de la gente.

Un cristiano tibio que no daría ni la más mínima credibilidad al Corán, pensaría dos veces antes de hablar mal de la
Biblia, ya que esta goza de cierto prestigio, aún cuando no pueda explicarla ni entenderla demasiado. Podría decirse
que esa persona acepta la Biblia como inspirada -cualquiera sea su entendimiento de la inspiración- por razones de tipo
cultural, razones que, sin duda, son de escaso o ningún valor, ya que por las mismas razones el Corán debería ser
tenido como inspirado en países de cultura musulmana.

"Para mí es motivo suficiente"


Dígase lo mismo ante quien sostiene que la familia en la que uno vino al mundo siempre tuvo la Biblia como libro
inspirado, y "para mí eso basta". Sería un buen motivo solamente para aquel que no pueda hacer un trabajo de
reflexión serio, y no debemos nunca despreciar una fe sencilla, sostenida sobre fundamentos más bien débiles. Pero
sea como sea, la mera costumbre familiar o local no puede establecerse como la base para creer en la inspiración
divina de la Sagrada Escritura.

Algunos sectarios dicen que la Biblia es un libro inspirado porque "es un libro que inspira". Pero la palabra inspiración es
precisamente lo que se quiere probar, y tengamos en cuenta que hay muchos escritos religiosos y muy antiguos que
ciertamente son mas "inspirados" o "emotivos" que muchos textos, incluso libros enteros, del Antiguo Testamento. No es
falta de respeto afirmar que ciertas partes de los escritos sagrados son tan áridos como lo serían estadísticas militares;
¡y algunas partes de la Biblia (Antiguo Testamento) son eso, estadísticas militares!

Por ello concluyamos que no es suficiente creer en la Sagrada Escritura por motivos culturales o por costumbre, ni
tampoco por sus textos emotivos o su belleza espiritual: hay otros libros, alguno totalmente seculares, que sobrepasan
en belleza poética muchos pasajes de la Escritura.

¿Qué dice la Biblia de sí misma?


¿Y qué decir de lo que la misma Biblia enseña sobre su inspiración? Notemos que son muy pocos los pasajes donde la
Biblia misma enseña su inspiración, aunque sea de modo indirecto, y la mayoría de los libros del Antiguo y del Nuevo
Testamento no dicen absolutamente nada sobre su inspiración. De hecho ningún autor de los libros del Nuevo
Testamento dice estar escribiendo bajo el impulso del Espíritu Santo, excepto San Juan al escribir el Apocalipsis.

Además, en el supuesto caso de que cada libro de la Biblia comenzase con la frase: "Este libro es inspirado por Dios",
semejante frase no probaría nada: el Corán dice estar inspirado, el Libro del Mormón, varios libros de algunas
religiones orientales. Es más, lo libros de Mary Baker Eddy, la fundadora de la Ciencia Cristiana, y de Ellen G.White,
fundadora del Adventismo del Séptimo Día se auto-declaran inspirados. Se puede concluir, con bastante sentido común,
que el hecho de que un escrito se atribuya cualidades de inspiración divina no quiere decir que así lo sea.

Al fallar estos argumentos, muchos fundamentalistas retroceden y nos afirman que "el Espíritu Santo me dice
claramente que la Biblia es inspirada", una noción bastante subjetiva, por decir lo menos, muy afín con aquella otra,
tan común entre los sectarios, de que "el Espíritu Santo los guía para interpretar las Escrituras". Y así, el autor anónimo
del artículo "Cómo puedo entender la Biblia", un folleto distribuido por la organización evangélica "Radio Bible Class"
enlista doce reglas para estudiar la Biblia. La primera es "Busca la ayuda del Espíritu Santo. El Espíritu fue dado para
iluminar las Escrituras y hacerlas revivir para ti cuando la estudies: deja que te guíe".

Si con esta regla se entiende que cualquier persona que pida a Dios guía para interpretar la Biblia recibirá esa guía de
lo alto -y en este sentido lo entienden la mayoría de los fundamentalistas- entonces la multiplicidad de
interpretaciones contrarias y contradictorias, aún entre los mismos Fundamentalistas, daría la preocupante sensación
de que el Espíritu Santo no ha estado haciendo bien su trabajo...
No con silogismos
Gran parte de los fundamentalistas no dicen directamente que el Espíritu Santo les habló, asegurándoles que la Biblia
es un libro inspirado. Al menos no hablan de ese modo. Más bien sucede así: al leer la Biblia el Espíritu "los convence"
que esa es la Palabra de Dios, reciben cierta sensación interior de que es una palabra divina, y punto.

De cualquier modo que se lo vea, la postura fundamentalista no resiste un razonamiento serio. Son contados con los
dedos de la mano los fundamentalistas que en un primer momento se acercan a la Biblia como a un libro "neutral", y
luego de su lectura lo reconocen como tal, siguiendo un razonamiento lógico. De hecho los fundamentalistas comienzan
dando por supuesto el hecho de la inspiración, tal como toman otras doctrinas de sus sectas sin razonar sobre ellas, y
entonces encuentran partes de la Sagrada Escritura que parecen fundamentar la inspiración, cayendo así en un círculo
vicioso, confirmando con la Biblia lo que ellos crían de antemano.

La persona que quiere reflexionar seriamente sobre el tema se defraudará con la posición fundamentalista de la
inspiración bíblica, dándose cuenta de que no cuenta con una base sólida para mantener esa teoría. La posición
católica es la única que, al fin de cuentas, puede dar una respuesta intelectualmente satisfactoria.

La manera de razonar católica para demostrar que la Biblia es inspirada es la siguiente: en un primer paso
consideramos la Biblia como cualquier otro libro histórico, sin presumir que es inspirado. Estudiando el texto bíblico
con los instrumentos de la ciencia moderna llegamos a la conclusión que se trata de una obra confiable, de gran
precisión histórica, cuya precisión sobrepasa en mucho la de cualquier otro texto histórico.

Un texto preciso
Sir Frederic Kenyon, en The Story of the Bible hace notar lo siguiente: "Para todas las obras de la antigüedad clásica
nos vemos obligados a acudir a manuscritos escritos mucho después del original. El autor que lleva la delantera en este
sentido es Virgilio, aún cuando el manuscrito más antiguo que de él poseemos fue escrito 350 años después de su
muerte. Para todas las demás obras clásicas, el intervalo que existe entre la fecha del escrito original y la del
manuscrito más antiguo que de él se conserva es mucho mayor: para Livio es de unos 500 años, para Horacio de 900,
para la mayoría de la obras de Platón es de 1300, para Eurípides 1600". Aún así, nadie pone seriamente en duda el
hecho de que poseemos copias fieles de las obras de estos autores.

No solamente poseemos manuscritos bíblicos más cercanos a los originales que los de la antigüedad clásica, sino que
poseemos un número mucho mayor que aquellos. Algunos de estos manuscritos son libros enteros, otros son
fragmentos, otros tan sólo algunas palabras, pero todos ellos juntos suman miles de manuscritos en hebreo, griego,
latín, copto, siríaco y otras lenguas. Todo esto significa que poseemos un texto rigurosamente fiel, y podemos trabajar
con él con toda confianza.

Tomado históricamente
En un segundo momento dirigimos nuestra atención a lo que la Biblia, considerada sólo como libro histórico, nos
enseña, particularmente en el Nuevo Testamento y en los Evangelios. Examinamos el relato de la vida de Jesús, su
muerte y su resurrección.

Usando lo que nos transmiten los Evangelios, lo que leemos en otros escritos extrabíblicos de los primeros siglos y lo
que nos enseña nuestra propia naturaleza -y lo que de Dios podemos conocer por la luz de la razón- concluimos que
Jesús o bien era lo que decía lo que era -Dios- o bien estaba loco. (Sabemos que no pudo haber sido tan solo un buen
hombre que no fuese Dios, porque ningún buen hombre se atribuye el ser Dios, si no lo es).

También podemos excluir que era un loco, no solamente por lo que él dijo y enseño -ningún loco habló jamás como lo
hizo él, aunque tampoco un hombre cuerdo nunca habló así...-, sino por lo que sus seguidores hicieron después de su
muerte. Un fraude (la tumba supuestamente vacía) se comprende, pero nadie da la vida por un fraude, al menos por
uno que no tiene ninguna perspectiva de provecho. En conclusión, debemos afirmar que Jesús verdaderamente
resucitó, y que por lo tanto era Dios, como él decía, e hizo lo que prometió que iba a hacer.

Otra cosa que él dijo que haría es fundar su Iglesia, y tanto de la Biblia (tomada aún como simple libro histórico, no
como libro inspirado por Dios) como de otras fuentes históricas antiguas sabemos que Cristo estableció una Iglesia con
las notas que hoy vemos en la Iglesia Católica: papado, jerarquía, sacerdocio, sacramentos, autoridad para enseñar y
como consecuencia de esta última, infalibilidad. La Iglesia de Cristo debía gozar de infalibilidad de enseñanza si iba a
cumplir aquello para lo cual Cristo la fundó.

Hemos tomado materia meramente histórica y hemos concluido que existe un Iglesia, la Iglesia Católica, protegida por
Espíritu Santo para que pueda enseñar hasta el fin de los tiempos sin error. Vayamos entonces a la última parte del
argumento.
Esa Iglesia nos dice que la Biblia es inspirada, y podemos confiar en su enseñanza porque se trata de una enseñanza
autorizada, infalible. Sólo después de haber sido enseñados por una autoridad propiamente constituida por Dios para
transmitirnos las verdades necesarias para nuestra fe, tal como la inspiración de la Biblia, sólo entonces podemos usar
de las Escrituras como de un libro inspirado.

Un argumento en espiral
Hay que notar que nuestro argumento no cae en un círculo vicioso: no estamos basando la inspiración de la Biblia en la
infalibilidad de la Iglesia y la infalibilidad de la Iglesia en la palabra inspirada de la Biblia; eso sería precisamente un
círculo vicioso.

Lo que hemos hecho se llama argumento en espiral: por un lado hemos argumentado sobre la confiabilidad de la Biblia
como texto meramente histórico; de allí sabemos que Jesús fundó una Iglesia infalible, y sólo entonces tomamos la
palabra de esa Iglesia infalible que nos enseña que la palabra que nos transmite la Biblia es una palabra inspirada,
Palabra de Dios. No se trata de un circulo cerrado, ya que la conclusión final (la Biblia es la Palabra de Dios) no es el
enunciado del cual partimos (la Biblia es un libro históricamente confiable), y este enunciado inicial no esta basado en
absoluto en la conclusión final. Lo que hemos demostrado es que, si excluimos a la Iglesia, no tenemos suficientes
motivos para afirmar que la Biblia es la Palabra de Dios.

Claro que lo que acabamos de discutir no es precisamente el razonamiento que la gente habitualmente hace al
acercarse a la Biblia, pero es la única manera razonable de hacerlo, a la hora de preguntarnos porqué creemos en la
Biblia. Todo otro razonamiento es insuficiente; tal vez haya argumentos más cercanos a la gente desde el punto de
vista psicológico, pero estrictamente son argumentos en el fondo no convincentes. En matemáticas aceptamos "por fe"
(no en el sentido teológico del termino, claro) que dos más dos son cuatro. Es una verdad que nos parece evidente y
satisfactoria sin demasiados argumentos, pero el que quiera estudiar el profesorado de matemáticas tendrá que
estudiar un semestre entero tratando de probar esas verdades "obvias".

Razones inadecuadas
El punto aquí es el siguiente: los fundamentalistas tienen mucha razón en creer que la Biblia es un libro inspirado por
Dios, pero sus razones para creerlo son inadecuadas, insuficientes, ya que la aceptación de la inspiración divina de las
Escrituras puede basarse satisfactoriamente sólo en una autoridad establecida por Dios que nos lo asegure, y esa
autoridad es la Iglesia.

Y precisamente aquí llegamos a un problema más serio: puede parecerle a alguno que mientras yo crea en la Biblia
como en la Palabra de Dios poco importa el motivo por el cual lo crea: lo importante es que acepto la Biblia como la
Palabra de Dios. Pero el motivo por el cual una persona cree en la Biblia afecta sustancialmente la manera de
interpretar la Biblia. El creyente católico cree en la Biblia porque la Iglesia así se lo enseña, y esa misma Iglesia tiene
la autoridad de interpretar el texto inspirado. Los fundamentalistas, por su lado, creen en la Biblia -aunque basados en
argumentos poco convincentes- pero no tienen ninguna otra autoridad para interpretar el texto bíblico excepto sus
propios puntos de vista.

El Cardenal Newman lo expresaba en 1884 de la siguiente manera: "Ciertamente que si las revelaciones y enseñanzas
bíblicas del texto sagrado se dirigen a nosotros de una manera personal y práctica, se hace imperante la presencia
formal en medio de nosotros de un juez y expositor autoritativo de esas revelaciones y enseñanzas. Es
antecedentemente irracional suponer que un libro tan complejo, tan poco sistemático, en partes tan oscuro, fruto de
tantas mentes tan distintas, lugares y tiempos diferentes, fuésemos dado desde lo alto sin una autoridad interpretativa
del mismo, ya que no podemos esperar que se interprete a sí mismo.

El hecho de que sea un libro inspirado nos asegura la verdad de su contenido, no la interpretación del mismo. Como
puede el simple lector distinguir lo que es didáctico de lo que es histórico, lo que es un hecho de lo que es una visión,
lo que alegórico de lo que es literal, lo que es un recurso idiomático y lo que es gramatical, lo que se enuncia
formalmente de lo que ocurre como al paso, cuales son las obligaciones que obligan siempre y cuales obligan sólo en
determinadas circunstancias.

Los tres últimos siglos han probado tristemente que en muchos países ha prevalecido la interpretación privada de las
Escrituras. El regalo de la inspiración divina de las Escrituras requiere como complemento obligatorio el don de la
infalibilidad de su interpretación"

Las ventajas del razonamiento católico son dos: en primer lugar, la inspiración es estrictamente demostrada, no sólo
"sentida". Segundo, el hecho principal que late detrás de este razonamiento -la existencia de una Iglesia infalible,
docente- nos conduce como de la mano a dar una respuesta a la pregunta del eunuco etiope (Hechos 8:31): ¿Cómo
sabemos qué interpretaciones del texto son las correctas? La misma Iglesia que autentica la Biblia, que establece su
inspiración, es la autoridad establecida por Jesucristo para interpretar su Palabra.
La Biblia
Autor:

C. La Biblia, cómo manejarla

Autor: Antonio Gracia

Cuando lees un libro cualquiera, te fijas ante todo en su título. Luego investigas sobre el nombre del autor. Después
abres el libro, repasas el índice de materias y finalmente das un vistazo a las páginas. Y si te interesa la obra, la
compras para leerla detenidamente.

Con mayor razón esto aplica al estudio y reflexión de la Sagrada Escritura -el libro más importante del mundo- cuyo
conocimiento y estudio continuaremos proponiendo a través de estas lecciones.

Es común escuchar preguntas como ésta: "¿No conoce algún librito que me enseñe a leer la Biblia y a entenderla sin
aburrirme?, es que al llegar al tercer libro me cansé, y habiéndola comprado con tanta ilusión, ahora la tengo
arrinconada.

Pero oigo decir a los sacerdotes que la Biblia es la Palabra de Dios; que ignorar las Sagradas Escrituras es ignorar a
Cristo y que el tiempo que mejor me va a aprovechar es el que emplee leyendo la Biblia".

Muchas personas no saben qué hacer ni por dónde comenzar. Se dedican horas y días enteros a leer y profundizar en
algunos otros libros, pero la Biblia es para muchos un libro olvidado.

Leamos la Sagrada Escritura con fe, con humildad, y sobre todo dentro de la Iglesia Católica que es la encargada por
Cristo para interpretar su Palabra.

Mucho cuidado con las sectas que aparentan conocer la Biblia, pero predican verdades de hombres, inventos agresivos,
pero no predican la Palabra de Dios, el mensaje de salvación, el camino para salvarse, ya que no están dentro de la
Iglesia que autoriza y confirma esta predicación con autoridad apostólica y divina.

"Está escrito: Abre tu boca a la Palabra de Dios. Tú, ábrela. Por Él anhela quien repite sus palabras y las medita en su
interior. Hablemos siempre de Él. Si hablamos de sabiduría. Él es la sabiduría; si hablamos de virtud, Él es la virtud; si
de justicia, Él es la justicia; si de paz, Él es la paz; si de verdad, Él es la verdad; si de vida, de redención... Él es todo
eso". (San Ambrosio, obispo).

a. Título
El pueblo de la Biblia no tenía nuestra Biblia, si por eso entendemos el conjunto de 73 libros que aceptamos los
católicos como inspirados y canónicos. La colección aún no estaba completa; sin embargo existían ya algunos conjuntos
de libros que ellos consideraban como normativos, sin que podamos llegar a una precisión exacta de cuáles eran los
que abarcaban.

Los nombres que les daban eran diversos, por ejemplo:

• Libros, Daniel 9, 2.

• Libros Santos, 1 Mac 12, 9; 2 Mac 8, 23.

• Escrituras, Mt 21, 42; Mc 14, 49; Lc 24, 27; Jn 5, 39; Hech 17, 2; Rom 15, 4; 1 Cor 15, 3-4; 2 Pe 3, 16.

• Escritura, 1 Cr 15, 15; 2 Cr 30, 5; Esd 6, 18; Mc 12, 10; Lc 4, 21; Jn 2, 22; Hech 1, 16; 2 Pe 1, 19-21.

• Santas Escrituras, Rom 1, 2.


• Sagradas Letras (Escrituras), 2 Tim 3, 15.

Antiguamente se le llamaba la Escritura o las Escrituras. En este sentido se expresa Jesús, por ejemplo, cuando dice a
los saduceos: "Ustedes están equivocados porque no conocen las Escrituras" (Mt 22, 29). Y Lucas pone en labios de los
dos discípulos de Emaús esta frase: "¿No es verdad que el corazón nos ardía en el pecho cuando Jesús venía hablando
en el camino y explicando las Escrituras?" (Lc 24, 32). Esta denominación todavía la usamos hoy.

Después ha venido recibiendo otros nombres, como: Libros Santos, Libros Sagrados, Sagradas Letras, Palabra de Dios,
etc. Actualmente, el nombre más usual parece ser el de Biblia, Santa Biblia o Sagrada Biblia, Sagradas Escrituras.

El origen de la expresión Biblia se remonta, según afirman los entendidos, al libro II de los Macabeos, de texto griego,
en que se llama a las Escrituras: Biblia ta agía, (en griego) esto es, Libros Santos. Usándose como se usaba la lengua
griega en la primitiva Iglesia, la expresión ta Biblia –los libros por excelencia- se hizo denominación general entre los
cristianos.

San Clemente –padre apostólico, discípulo de San Pablo- fue el primero en llamar a la colección de los libros santos ta
Biblia. En el siglo XIII se empezó a emplear en singular femenino latino lo que antes era solamente plural neutro de la
misma lengua, esto es, a decirse Biblia y así fue adoptándose poco a poco por las nacientes lenguas modernas.

Hay quien ve su origen en la antigua ciudad fenicia Biblos, situada en la costa mediterránea entre Trípoli y Beirut y
mencionada incluso por dos veces en la Sagrada Escritura (Jos 13, 5; Ez 27, 9), ciudad que llegó a ser un importante
centro comercial y religioso, rico en madera, cobre y papiro. Pero no parece que exista una verdadera relación entre
ambos aspectos.

El término Biblia, pasó del griego al latín. Y, de éste, a las lenguas modernas. Hoy significa la colección de libros
sagrados para los judíos y los cristianos.

b. Manejo de la Biblia
Origen general. Desde muy antiguo, y sobre todo en orden a la lectura litúrgica se vio la necesidad de dividir el texto
sagrado. Hubo diversos sistemas, tanto entre judíos ("Sedarim"; "Perashiyyot"; "Pesuquim"), como entre cristianos (Cfr.
"Cánones eusabiani", de Eusebio de Cesarea [+340] para dividir los evangelios en 1162 secciones: Mt 355; Mc 233; Lc
342; Jn 232).

Cada libro está dividido en capítulos y versículos numerados. La división en capítulos y versículos facilita y uniforma las
citas. Así es más fácil localizar exactamente un texto y tener todos una misma referencia.

El nombre de cada libro tiene su propia abreviatura; aparece al inicio de las diversas ediciones, en esta abreviatura la
primera letra es mayúscula: Jn, Mt, Mc, Lc, Hech, etc. En cada libro el número correspondiente al capítulo se coloca
después de la abreviatura, esta abreviatura no lleva un punto.

Por ejemplo, Segundo libro de los Reyes, Capítulo 5 se abrevia en 2 Re 5.

Los capítulos se subdividen en versículos. Y se numeran poniendo una coma después del capítulo. Así, el Segundo libro
de los Reyes, Capítulo 5, versículo 7 se abrevia en: 2 Re 5, 7. los libros con un solo capítulo sólo numeran los
versículos.

Por ejemplo, la Carta a Filemón, versículo 5, se abrevia en Flm 5.

Los signos de puntuación tienen otros significados concretos:

• La coma (,) entre dos números indica que el primero se refiere al capítulo y el segundo al versículo: Mt 5, 7.

• El punto (.) se utiliza para significar "y": Ex 15, 5.9 = Éxodo capítulo 15, versículos 5 y 7.
• El punto y coma (;) se utiliza para separar una cita de otra: Lc 5, 6; Jn 3, 4.

c. Origen de la división actual


Esteban Langton, arzobispo de Canterbury, quien había sido gran canciller de la Universidad de París, hizo la división
del Antiguo Testamento y Nuevo Testamento en capítulos sobre el texto latino de la Vulgata de San Jerónimo,
probablemente hacia el año 1226.

De la Vulgata, pasó al texto de la Biblia hebrea, al texto griego del Nuevo Testamento y a la versión griega del Antiguo
Testamento.

Santos Pagnino (+1541, judío converso, después dominico, originario de Luca, Italia) realizó la división en versículos de
la Biblia hebrea (1528). Había numerado tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento de la Vulgata; sin
embargo, sólo quedó la de los libros de la Biblia hebrea.

De Roberto Estienne, proviene la actual división en versículos del Nuevo Testamento hecha en 1551. En 1555 hizo la
edición latina de toda la Biblia. Para los versículos del Antiguo Testamento hebreo, tomó la división hecha por Santos
Pagnino. Para los restantes libros del Antiguo Testamento, elaboró una propia y empleó para el Nuevo Testamento la
que pocos años antes él mismo había realizado.

La división en versículos fue introducida por primera vez en el texto hebreo por Sabionetta en cuanto a los Salmos (año
1556) y por Arias Montano en toda la Biblia, como aparece en la edición llamada Políglota de Amberes (año 1569-1572).
La división en capítulos y versículos facilita y uniforma las citas. Así es más fácil localizar exactamente un texto y tener
todos una misma referencia.

En el fondo de la estructura de la Biblia se encuentra la experiencia religiosa de Israel, porque "al principio... no
existía el libro, sino la palabra" (Jn 1, 1). Así como en la Iglesia el fondo es la revelación de Dios, es decir, una
experiencia extraordinaria de comunión entre Dios y su pueblo (Antiguo y Nuevo).

Si queremos entender la estructura de la Palabra de Dios, es importante leer lo que se nos dice en el célebre pasaje
del capítulo 8 de Nehemìas: "Entonces todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que se abre ante la
Puerta del Agua, y pidió a Esdras, el letrado, que trajera el libro de la Ley de Moisés, que Dios había dado a Israel. Era
a mediados de septiembre.

En la plaza de la Puerta del Agua, desde el amanecer hasta el mediodía, estuvo leyendo el libro a los hombres, a las
mujeres y a los que tenían uso de razón. Toda la gente seguía con atención la lectura de la Ley.

Esdras bendijo al Señor, Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: "Amén, Amén". Después se
inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra. El gobernador Nehemías, el sacerdote y letrado Esdras y los levitas que
instruían al pueblo, viendo que la gente lloraba al escuchar la lectura de la Ley, le dijeron: Hoy es un día consagrado al
Señor, vuestro Dios. No estéis tristes ni lloréis".

El pequeño "resto" de Israel, que todavía lleva dentro de sí sangrantes las heridas de la terrible tragedia nacional que
fue su deportación, se ve en la necesidad de reencontrar las raíces de su propia historia. Es decir, de recordar o hacer
memoria. Esto se produce escuchando "el Libro de la Ley de Moisés que el Señor le había dado a Israel" (Neh 8, 1).

Al leer el relato, surgen espontáneamente algunas observaciones:

a) El "libro de Moisés" es la memoria de Israel puesta por escrito. Así, pues, la trayectoria seguida es: de la "memoria"
al libro. El libro sirve para hacer frente a los duros problemas del presente (Cfr. Neh 8, 8), y orientarse hacia el futuro
de Dios. La Escritura nos abarca pasado, presente y futuro.

b) El libro es el tesoro de una comunidad: ésta es la primera destinataria del mensaje en cuestión; Esdras y los levitas
sólo son intermediarios. El pueblo responde a este llamado: presta atención, se arrodilla, llora, hace fiesta...

c) La Escritura es el libro del pueblo: surgido de la comunidad y destinado a la comunidad.

La Biblia
Autor:

D. La Biblia, su división, sus libros, lenguas

Autor: Antonio Gracia

Curiosamente, parecería que todo mundo está leyendo las Sagradas Escrituras, que todo mundo las conoce, pero en
verdad no es así.

a. División general
La Biblia se divide, ante todo, en dos grandes partes: Antiguo Testamento y Nuevo Testamento, ambos relacionados
entre sí.

La palabra latina testamentum -de donde viene la palabra española testamento- fue empleada al principio de la era
cristiana, para traducir la voz griega: diatheké, que literalmente significaba disposición, contrato.

A su vez, los traductores griegos, llamados los Setenta, la usaron para traducir la expresión hebrea berit = pacto de
soberanía, por medio de la cual designaban los hebreos la Alianza del Sinaí. Lo importante es que el término
Testamento ha quedado para designar, hasta nuestros días, la división de las Escrituras.

b. División numérica de la Biblia


Dos grandes religiones se rigen por las enseñanzas de la Biblia: la judía y la cristiana, la cual está integrada por
católicos, ortodoxos y diferentes denominaciones.

Los judíos sólo aceptan, como es claro, lo que nosotros llamamos Antiguo Testamento y lo dividen en tres grandes
partes: "La Ley, los Profetas y otros escritos sagrados".

Está compuesto por 39 libros. Los cristianos, lamentablemente, estamos divididos en cuanto a la aceptación del
número de libros: Para los católicos, la Biblia –Antiguo y Nuevo Testamento está formada por 73 libros: 46 del Antiguo
Testamento y 27 del Nuevo Testamento. Los protestantes de las principales denominaciones, sólo aceptan una lista
bíblica de 66 libros: 39 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo.

Como se ve, la diferencia entre católicos y protestantes se encuentra, no en el canon o lista de los libros del Nuevo
Testamento, sino del Antiguo.

Antes se manejaba la hipótesis de que en el judaísmo había dos cánones, el largo (o alejandrino) y el corto (o
palestinense). De acuerdo a esto, la Iglesia había seguido el canon largo o alejandrino, mientras que los judíos a partir
del siglo I ó II después de Cristo, se habrían quedado con el canon corto o palestinense.

Hoy en día esta hipótesis es rechazada por las siguientes razones:


1) Por un lado, la traducción de la Biblia hebrea al griego no fue una obra unitaria en su finalidad o proyecto, ni fue
traducida simultáneamente.

2) Por otro lado, conocemos la mayor parte de la Biblia de los Setenta a través de códices cristianos del siglo IV y V
después de Cristo. Por lo tanto, ellos reflejarían, en todo caso, el uso cristiano de este tiempo. Y aún allí mismo,
podemos comprobar la variabilidad que existía en algunos puntos.

3) Además, entre los judíos de Palestina no había una uniformidad en lo que respecta al canon; por esto, tampoco
podremos hablar de un canon palestinense.

Por todos estos motivos, no podemos conocer las fronteras exactas de los libros reconocidos por los judíos de
Alejandría.

Seguramente, además de los libros que habían surgido en Palestina, tenían libros propios compuestos en Alejandría, en
lengua griega, como por ejemplo el de la Sabiduría. La Iglesia católica, lo mismo que la ortodoxa, a partir del Concilio
de Hipona en el año 383 después de Cristo, admitió como inspirados no sólo los protocanónicos (o aceptados primero,
por eso se llaman de la primera ley) sino los deuterocanónicos (o de la segunda ley), lista que fue confirmada
solemnemente por el Concilio de Trento, en 1546.

Hemos de mencionar, como argumento irrefutable para afirmar que la Biblia consta de 73 libros y no de 66, lo
siguiente:

• La primera comunidad cristiana (Comunidad de los Apóstoles y discípulos del Señor) usó esta traducción de la Biblia
griega de los Setenta, es decir el Antiguo Testamento con 46 libros.

• Jesucristo, al señalarle a san Pedro: "Te daré las llaves del Reino de Dios; así, lo que ates en la tierra quedará atado
en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo" (Mt 16, 19), nos obliga a hacer y a aceptar lo
que los primeros cristianos creían, hacían o usaban (sea de palabra o de viva voz).

• Los argumentos que los judíos usaron para no aceptar los libros deuterocanónicos como parte del canon del Antiguo
Testamento aceptado por ellos, no gozan de la autoridad divina, en virtud, de que en ese momento (año 100 después
de Cristo), la Comunidad cristiana ya existía y gozaba de plena autoridad en la materia.

Como vemos, la Iglesia tiene la razón al afirmar que la Biblia consta de 73 libros y no de 66 como dicen las sectas.

No hay que olvidar que la Biblia es la Palabra de Dios puesta por escrito en un momento privilegiado de la Tradición,
por lo tanto nada puede añadirse, ni nada puede quitarse "La economía cristiana, por ser la alianza nueva y definitiva,
nunca pasará; ni hay que esperar otra revelación pública antes de la gloriosa manifestación de Jesucristo nuestro
Señor" (La Divina Revelación, # 4).

Por otro lado, siendo sinceros y honestos descubriremos que: la única institución, la única Iglesia que transmitió por
más de 1500 años la Palabra de Dios al mundo entero, es la Iglesia Católica: en sus monasterios, los monjes copiaban
fielmente a mano el texto sagrado, la Iglesia en su Liturgia, en sus celebraciones la veneraba de manera especialísima,
la vida de la Iglesia gira en torno a Cristo y éste contenido en la Biblia.

¿Cómo aceptar la Biblia y no aceptar a la Iglesia que ha sido fiel custodio y madre para que nada de lo que hay en ella
se pierda?

¿Con qué autoridad puede alguien quitar o añadir algo a la Palabra de Dios, si la Iglesia Católica fundada por Jesucristo,
haciendo uso de su autoridad divina ha declarado que nada puede añadirse ni nada puede quitarse:

"Ante todo, tened presente que ninguna predicción de la Escritura está a merced de interpretaciones personales;
Porque ninguna predicción antigua aconteció por designio humano; hombres como eran, hablaron de parte de Dios
movidos por el Espíritu Santo" (2 P 1, 20-21)?

Los libros que no aceptan las sectas y los Nuevos Movimientos pseudo-religiosos son los siguientes: Tobías, Judit,
Sabiduría, Eclesiástico, Baruc y 1 – 2 de Macabeos.

Usando una fórmula fácil de aprender, podemos citar estos libros de la siguiente manera: "ToJuSaEBa Mabis".

c. División temática
Teniendo en cuenta los distintos temas que nos ofrece la Biblia, podemos dividirlos en varios grupos:

Antiguo Testamento
En tiempo de Cristo –y aún ahora-, los judíos clasificaban las Escrituras en tres partes: la Ley, los Profetas y otros
Escritos.

La Ley y los Profetas eran los más importantes. El mismo Cristo los cita, por ejemplo, en Mt 7, 12. Los escritos se
empleaban en las asambleas. El Eclesiástico los cita en el prefacio de su libro.
Hoy dividimos las Escrituras, así:

1. El Pentateuco o la Ley
2. Libros históricos
3. Libros sapienciales o didácticos
4. Libros proféticos
1. Pentateuco. El Antiguo Testamento comienza con un conjunto de cinco libros, a los cuales los traductores griegos
dieron el nombre de Pentateuco (penta = cinco; teuco = instrumentos, de donde provino luego la expresión "estuches"
para los rollos de papiro y finalmente "libros"). Los judíos llaman a estos cinco libros la Torah o la Ley y los cinco libros
eran cada uno un "quinto" de la Ley.

Estos cinco libros son


• Génesis,
• Éxodo,
• Levítico,
• Números y
• Deuteronomio.

2. Libros históricos. Está formado por 16 libros: Josué, Jueces, Rut, I y II Samuel, I y II Reyes, I y II Crónicas, Esdras,
Nehemìas, Tobìas, Judit, Ester, I y II de Macabeos.

Los judíos llaman "profetas anteriores" a Josué, Jueces, Samuel y Reyes ya que en ellos se encuentra la historia de los
grandes profetas: Elías, Eliseo y aún Samuel.

A los que nosotros llamamos profetas, los judíos los llaman profetas posteriores.

Digamos también que para la Biblia griega, los libros de Samuel y Reyes formaban una sola unidad y los llamaban libros
de los Reyes. Del mismo modo, los libros I y II de Crónicas, formaban uno solo con Esdras y Nehemías, por considerarse
como obra del mismo autor.

La Biblia griega y la Vulgata de san Jerónimo llaman a Crónicas con el nombre de Paralipómenos.

3. Libros sapienciales o didácticos. Son siete: Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés (o Qohelet), Cantar de los Cantares,
Sabiduría, Eclesiástico (o Sirácide).

4. Libros proféticos. Son 18: Isaías, Jeremías, Baruc, Lamentaciones, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías,
Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías. Hay Biblias que unen a Jeremías con Baruc y
señalan las Lamentaciones como de Jeremías.

Nuevo Testamento
Los 27 libros del Nuevo Testamento pueden distribuirse en tres grandes grupos:

1) Históricos,
2) Didácticos
3) Proféticos.

1. Libros históricos. Son los cuatro Evangelios de San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan y además Hechos de los
Apóstoles, escrito por San Lucas.

2. Libros didácticos. Pertenecen a este grupo 21 Epístolas o Cartas:


•Trece cartas de San Pablo: a los Romanos; I y II a los Corintios; a los Gálatas; a los Efesios; a los Filipenses; a los
Colosenses; I y II a los Tesalonicenses; I y II a Timoteo; a Tito; a Filemón y Carta a los Hebreos.
• Siete Epístolas católicas: la de Santiago; I y II de Pedro; I, II y III de Juan y una carta de Judas.

3. Libro profético. Solamente hay uno: el Apocalipsis –o Revelación- de San Juan.

d. Unidad de ambos Testamentos


El Antiguo y Nuevo Testamento se complementan mutuamente. Su interrelación es tan completa, que el primero
explica el segundo y viceversa.

Sólo a la luz del Antiguo Testamento se alcanza a comprender el primero; y sólo a la luz del Nuevo Testamento, nos
damos cuenta de lo que el Antiguo quiso decir.

Con razón, Cristo les decía a sus oyentes: "Investigad las Escrituras y así comprobarán que Moisés habla de mí" (Jn 5,
39-45). Y san Lucas, relatando el encuentro de Jesús con los discípulos de Emaús, dice que Jesús "empezando por
Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó todo lo que había sobre Él en las Escrituras" (Lc 24, 25-27). De
igual manera, san Mateo en sus tres primeros capítulos.
e. Textos originales y copias
No existen los textos bíblicos autógrafos, escritos por la propia mano del autor del libro de los Jueces, o de la
Sabiduría, o de Marcos, o de Filemón, etc. Esto no debe asustarnos, ya que tampoco se conservan los originales de las
grandes obras literarias y filosóficas de la antigüedad (éstas últimas obras tienen pocos testimonios textuales, y a veces
con diferencias de unos diez siglos o más entre el original y las primeras copias).

Cuando en ocasiones se habla de "originales", se refiere a las lenguas en que originalmente fueron escritos. Por
ejemplo, se dice: la traducción de esta Biblia se hizo de los originales, es decir, de las lenguas originales, hebreo,
arameo y griego, según el caso.

f. Copias manuscritas
Material
En la antigüedad, para escribir algunas cosas se usaban las tablillas de arcilla, las ostraka o pedazos de cerámica rota,
las piedras, los cilindros y las estelas.

Para copiar un libro de la Biblia o toda ella, este material no se utilizaba, pues sólo podía aprovecharse para textos
breves. El material empleado para la copia de la Biblia fue de dos tipos: el papiro y el pergamino.

El papiro (usado en Egipto desde el año 3,000 antes de Cristo). Es una planta acuática –caña o junco- que se da sobre
todo en el Delta del Nilo. Se abría primero el tallo de la planta y luego se prensaba; las láminas así obtenidas se
entrecruzaban, se aplastaban y se secaban. Era el material más común, pero a la vez el más frágil. Por lo regular se
escribía sólo por la parte interior. Se han conservado muchos papiros de Egipto gracias a su clima seco.

Constituyen el testimonio más antiguo en el ámbito de manuscritos bíblicos. El pergamino se forma con la piel de
ciertos animales (ovejas, corderos), preparada con una técnica especial perfeccionada en Pérgamo, al norte de Éfeso,
hacia el año 100 después de Cristo. Parece que fue muy difundido por los persas.

En el Nuevo Testamento tenemos un testimonio de su uso en 2 Tim 4, 13: "Cuando vengas, tráeme el abrigo que dejé
en Tróada, en casa de Carpo, y los libros, en especial, los pergaminos".

Del siglo IV después de Cristo en adelante fue muy común. Es un material mucho más resistente, pero, a la vez, más
caro. Por eso, algunos manuscritos en pergamino fueron raspados por completo para que pudieran ser utilizados de
nuevo.

g. Formato
El rollo es una larga tira de papiro o piel, reforzada en las extremidades con dos varas que servían para enrollarla (Cfr.
Lc 4, 16-20; Jr 36). Aún en nuestros tiempos, los judíos utilizan los rollos. El códice o libro ordinario (más común en
pergaminos) fue empleado por los cristianos desde el siglo II; pero por los judíos, más tarde, parece que a partir del
siglo VII. Los códices griegos se distinguen en unciales o mayúsculos y minúsculos.

Los primeros son de letras mayúsculas continuas, más difíciles de leer por no haber separación entre las palabras;
estuvieron en boga hasta el siglo X u XI; hay un poco más de 250 de ellos. Los segundos son de letras minúsculas, más
fáciles de leer porque se da la separación entre las palabras. Empiezan a utilizarse a partir del siglo IX después de
Cristo y se multiplican desde el siglo XI; son alrededor de 2 mil 600.

h. Lenguas en que se escribió la Biblia


Para la composición de la Biblia se emplearon tres lenguas: la hebrea, la aramea y la griega.
•En hebreo se escribió casi todo el Antiguo Testamento. Era la lengua propia del Pueblo de Israel. Su origen es bastante
oscuro. Parece que comenzaron a hablarla los cananeos y después la adoptaron los israelitas a partir de su estancia en
Canaán.
•En Arameo, lengua más antigua que el hebreo, se escribieron pocas cosas. Se pueden citar algunos capítulos de
Esdras, Jeremías, Daniel y Mateo. El arameo comenzó a introducirse en Israel hacia los siglos IV y III antes de Cristo y
tomó tanto fuerza, que llegó a suplantar a la lengua hebrea. Incluso Jesús hablaba con el pueblo en uno de los
dialectos arameos.
•En griego fueron escritos algunos libros del Antiguo Testamento, como el de la Sabiduría, 2 Macabeos y todos los del
Nuevo Testamento menos el Evangelio de san Mateo. Este griego no era un griego clásico, como era por ejemplo el de
Demóstenes, sino un griego popular, vulgar y corriente, llamado Koiné = común, que usaba el hombre de la calle. Se
generalizó después de la conquista en Grecia por Alejandro Magno.

Esquema en que se indica la lengua en que fueron escritos los libros de la Biblia:

Antiguo Testamento
Daniel: hebreo, con fragmentos arameos y griegos
Esdras: hebreo, con inserción de algunos documentos en arameo
Ester: hebreo, con fragmentos griegos
1 Macabeos: hebreo. 2 Macabeos: griego
Tobías y Judit: hebreo o arameo
Sabiduría: griego
Todos los demás libros: hebreo

Nuevo Testamento
San Mateo: arameo
Todos los demás libros: griego

i.Versiones de la Biblia
Hay que decir que, con el correr de los tiempos, se han hecho innumerables versiones de la Biblia. Entre las más
antiguas –que son las que interesan más- hay dos muy importantes: la de los "Setenta" y la Vulgata.

• La versión de los Setenta. Según una tradición, fue realizada por 70 sabios de Israel. Su elaboración, entre los siglos
III y I antes de nuestra era, estuvo destinada a los judíos de la Diáspora o de la dispersión, es decir, para el culto de las
comunidades judías que vivían en el mundo grecorromano, especialmente de Alejandría y que ya habían olvidado la
lengua hebrea, o quizá mejor, con el fin de que pudieran propagarla en la griega. En cualquier caso, esta traducción
fue importante para los judíos que hablaban el griego y que más tarde se extendió por los países mediterráneos,
preparando así el ambiente para el Evangelio.

• La versión de la Vulgata. Esta versión fue hecha en latín por san Jerónimo en el siglo IV en Belén. Partió de una
necesidad, como la de los Setenta. Durante los dos primeros siglos se utilizaba en la Iglesia el griego popular, que era
el que se hablaba en el imperio romano. Pero en el siglo III, se fue imponiendo el latín en Occidente. Por esa razón la
tradujo san Jerónimo al latín. De ella se han sacado muchas ediciones hasta nuestros días, desde que el Concilio de
Trento la reconoció solemnemente como la versión oficial latina sin negar por eso, el valor de otras versiones.

La Biblia
Autor: .

E. La Biblia, sus autores y composición

Autor: Antonio Gracia

La Biblia en cuanto a su contenido material –como lo indica su mismo nombre- es una colección de libros, escritos por
diferentes autores, en lenguas, épocas y estilos literarios, distintos.

De tal manera que se puede afirmar que la Biblia es, en miniatura, toda una biblioteca religiosa de un pueblo,
recopilada en un solo volumen.

Con razón, san Jerónimo, traductor de las Escrituras al latín, llamó a este libro sagrado: "La Biblioteca divina".

Te invitamos a descubrir con mayor profundidad lo que contiene.

Supongamos que a alguien se le ocurriera coleccionar en un solo volumen todas las obras que se han escrito sobre
nuestra historia patria desde su comienzo hasta nuestros días.

En ella tendríamos todo un compendio de temas, épocas y escritores con diferentes estilos literarios. Tendríamos
también, una línea histórica. Algo similar ocurre con la Biblia, ya que en ella se nos presenta la historia del Pueblo
escogido a través de distintas épocas y obras literarias.

A veces, perdemos mucho tiempo en la lectura de otros libros y el libro más importante, la Biblia, que es la Palabra de
Dios, ha sido dejado a un lado.

El contenido doctrinal de la Biblia encierra toda la historia de la Revelación divina, es decir, "la manifestación que Dios
hace de sí mismo y del misterio de su voluntad, misterio que nos es otra cosa que su plan de salvación para todos los
hombres" (Concilio Vaticano II).
A. Composición de la Biblia
Para poder desentrañar el mensaje profundo de la Biblia, conviene fijarnos en los personajes que contiene.

Hay dos protagonistas en la Biblia: Dios y el hombre.

Dios crea al hombre, lo rescata después de la caída, le promete la salvación y le salva con hechos concretos.

El hombre responde con variable docilidad a los planes de Dios, así se hace artífice de su propia salvación y también
protagonista.

Este protagonismo de Dios y del hombre está en la realización de los hechos, en los relatos y en la escritura de los
mismos. La Biblia no es sólo hechos de Dios relatados por la pluma del hombre.

Hombre y Dios van tejiendo una historia común. Porque la Biblia es la historia que nos presenta las relaciones de Dios
con los hombres. Por eso, es tan cercana y útil para nuestra vida actual.

B. Palabra de Dios y palabra de hombre


Hay, pues, dos autores en la Biblia: Dios es el autor principal y el hombre es el autor secundario. Es palabra de Dios
porque de Él viene. Y es palabra del hombre, porque surge de la inteligencia y de los dedos humanos. Dios es como el
corazón y el hombre como el instrumento.

Es palabra de Dios, pero con lenguaje y con sentir de historia humana. Por eso, refleja el estilo y el carácter humano de
quien la ha escrito como instrumento de revelación.

Este procedimiento de Dios es fruto de su caridad y de su bondad. Para darse a entender a los hombres, Dios se revela
hablando en palabras humanas, en lenguas humanas y en historias humanas, como recuerda el Catecismo de la Iglesia
Católica en el número 101.

A pesar de la diversidad de los autores, épocas y contenidos, la Biblia es UN solo libro. Porque UNO es el Espíritu que la
ha inspirado y UNA es la palabra de Dios que se expresa en todas sus partes. Por eso, no se puede leer un texto
aislándole del resto, como hacen algunas sectas.

Dice el Concilio Vaticano II: "Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano" (la Divina
Revelación, # 12).

Tres principios encontramos en este pasaje:


• Dios habla en la Escritura,
• por medio de hombres y
• en lenguaje humano.

C. Dios nos habla en la Escritura como autor principal de ella.


La Biblia es la "Palabra de Dios". Es su pensamiento expresado a través de sonidos humanos. Es su estilo de hablar a la
humanidad.

Dios escogió un pueblo, el pueblo de Israel, en el cual, a través de una larga historia, fue manifestando sus designios de
salvación, por medio de los acontecimientos y las obras que Él fue disponiendo (la Divina Revelación # 14).

Pero no solamente Dios habla a un grupo de personas a través de su palabra; habla también al individuo, nos habla a
cada uno de nosotros, para comunicarnos su mensaje de amor, de vida y de salvación personal.

Cada página de la Biblia es la misma voz del Señor que nos invita, que nos llama, que se acerca a nosotros porque quiere
comunicarnos algo: una enseñanza, un consejo, una frase de aliento o una llamada de atención cuando no sabemos
corresponder a su bondad. Pero siempre es la palabra del Padre que se preocupa por sus hijos porque busca su bien y su
felicidad.

Por eso, Dios es el autor principal de las Escrituras. Esto quiere decir que la Biblia es ante todo obra divina, que está
inspirada directamente por Dios, que es Él quien nos habla para comunicarnos su mensaje.

Leemos en Timoteo 3, 16: "Toda Escritura es divinamente inspirada". Esto es, toda Escritura es obra de Dios, que inspira
al hombre lo que quiere.
En 2 Pe 1, 21 se dice: "La profecía no ha sido jamás pronunciada por humana voluntad, sino que, llevados del Espíritu
Santo, hablaron los hombres de parte de Dios".

Y el Concilio Vaticano II lo confirma: "La Iglesia reconoce que todos los libros del Antiguo y Nuevo Testamento, con todas
sus partes, son sagrados y canónicos, por que fueron escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor
y como tales han sido confiados a la Iglesias" (Divina Revelación, # 11).

D. Cómo se fue componiendo la Biblia


¿Cómo se compusieron los libros de la Biblia? Los acontecimientos que el Pueblo de Dios fue viviendo desde sus orígenes
se transmitían de viva voz por el mismo pueblo.

Se fueron completando con más interpretaciones con el correr del tiempo, para descubrir su verdadero sentido. Esta
interpretación se hizo siempre a la luz de la fe.

Al principio, se ponían ocasionalmente por escrito. Pasado el tiempo, alguien recopiló los diversos escritos, las
tradiciones orales y los otros documentos existentes, formando así una herencia común redactada para todo el pueblo.
Esta redacción se convirtió finalmente en el libro definitivo que ahora conocemos.

Los textos no siempre quieren presentar reportajes en directo, ni narraciones históricas o científicas. Son reflexiones de
la fe sobre las grandes cuestiones del hombre o sobre los problemas que golpean a la vida de la Comunidad en un
determinado momento.

Estas reflexiones hacen avanzar la revelación a través de todo el Antiguo Testamento, hasta llegar a la plenitud en el
Nuevo. Pero el misterio de todo este proceso está en que siempre actúa la asistencia del Espíritu Santo. Por eso, el libro
es fruto de la acción humana y de la acción de Dios.

La Biblia no es un libro caído del cielo, como pretende serlo el Corán, libro santo de los que practican la religión creada
por Mahoma: "No hay más Dios que Él, el poderoso, el sabio. Él es quien hizo bajar sobre ti el libro de Él" (Sura 3, 6-7).

La Biblia ha tenido una larga historia, cuya reconstrucción está llena de complejidades: no disponemos de fechas
precisas y datos para todos los libros de la Sagrada Escritura.

Por otra parte, no hay que olvidar nunca el dato de la tradición oral: primero la tradición, después la Escritura; es más,
la tradición se mantiene como realidad viva que interactúa con los escritos durante todo el periodo de la formación del
Antiguo Testamento.

Incluso, después de haber sido puestos por escrito, la mayoría de los textos bíblicos continuaron siendo leídos,
actualizados, profundizados: sólo al final, se consideró al Antiguo Testamento como algo finalmente terminado.

Veamos ahora en este esquema las etapas de la formación del Antiguo Testamento:

a) El período de los patriarcas. El primer capítulo de la historia de Israel está ligado a tres generaciones (o tribus) de
patriarcas arameos: Abraham, Isaac y Jacob (pertenecen al siglo XIX antes de Cristo, aproximadamente).

b) El Éxodo. Para la segunda gran "palabra de Dios" hemos de trasladarnos a los años 1250-1200 antes de Cristo. De un
grupo de esclavos, Israel, a través de la gran "Pascua de liberación", pasa a convertirse en pueblo de Dios.

c) El periodo monárquico o de los reyes. Después de casi 200 años de lucha por la ocupación de la tierra de Canaán,
sigue la larga experiencia de la monarquía (del año 1000 al año 587 antes de Cristo).

d) El Exilio o Deportación en Babilonia. El año 587 antes de Cristo cae Jerusalén y con ella se desmoronan los
fundamentos de la historia de Israel: la dinastía de David, la libertad en la "tierra prometida", el templo de Jerusalén.

e) El período de judaísmo. Se llama así porque sólo un "resto" de los descendientes de Judá (hijo de Jacob y
representante del Reino del Sur) vuelve a Jerusalén y a la tierra santa.

E. Fechas de composición
El Antiguo Testamento se escribe durante el largo periodo que va desde el reinado de Salomón, en el siglo X, hasta un
siglo antes de Cristo.

El Nuevo Testamento, por su parte, se escribe desde unos veinte años después de la muerte de Cristo, en vida de la
primera generación de cristianos hasta la muerte del último apóstol. Es decir, entre los años 50 y 100.

La Santa Biblia fue redactada por Profetas, sabios, poetas y apóstoles, durante catorce siglos, pero todos dirigidos e
inspirados por Dios para que no escribieran ningún error espiritual. Los redactores más famosos de la Santa Biblia fueron:
Moisés, el rey David, los profetas, Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel. Los cuatro evangelistas San Mateo, San Marcos,
San Lucas y San Juan y, por el apóstol San Pablo.

F. El lenguaje usado por los autores bíblicos


Si nos fijamos en nuestro estilo de hablar, veremos que una misma verdad la podemos expresar de múltiples maneras.

Corrientemente, no nos importa el modo, sino que vamos abiertamente a la verdad que queremos expresar. Por
ejemplo, esta es la verdad que quiero comunicar: "estoy en una situación difícil que me hace deprimirme". Para
expresarlo a un amigo, le digo: "Oye, estoy hecho polvo". No cabe duda que mi amigo me entiende perfectamente.

Otro ejemplo: un niño muere en un accidente. De este accidente son testigos el papá y la mamá que iban con el niño, el
policía de tránsito y un señor extraño que pasaba por el lugar del siniestro.

Los papás, llevados por la impresión tremenda de que el muerto es su propio hijo, contarán con un realismo quizá
exagerado hasta los últimos detalles del accidente.

El policía lo hará, probablemente, como quien relata un atentado policiaco. Está tan acostumbrado a presenciar escenas
similares, que ya casi, una más, no le impresiona gran cosa.

Por su parte, el "señor extraño" que pasaba por allí y no tenía que ver nada con la cuestión, dirá las cosas sin dejarse
llevar por la emoción.

¿Cómo la vamos a juzgar nosotros que no presenciamos el accidente?


Si nos referimos a los papás, diremos quizás que al hacer el relato fueron exagerados; del policía diremos que, como no
se fijó bien, mintió; y del testigo casual diremos que, al no importarle lo sucedido, confesó cualquier cosa por salir del
paso.

Todo esto está diciendo que a la hora de juzgar algo, hay que hacerlo teniendo en cuenta quien lo dice o escribe, e
incluso las circunstancias del hecho sucedido.

El Concilio Vaticano II lo dice claramente: "Dios habla en la Escritura por medio de los hombres en lenguaje humano; por
lo tanto, el intérprete de la Escritura, para conocer lo que Dios quiso comunicarnos, debe estudiar con atención lo que
los autores querían decir y lo que Dios quería dar a conocer con dichas palabras. Para descubrir la intención del autor,
hay que tener en cuenta, entre otras cosas, los géneros literarios" (La Divina Revelación, # 12).

Para hacer creíble su doctrina, los Testigos de Jehová y otras sectas, aparentan mucha erudición en campo bíblico y
profano. Pero naturalmente no se trata de una verdadera cultura, puesto que su finalidad no es buscar la verdad, sino
apantallar, desviar la atención del problema verdadero, crear la ilusión de que ellos están bien documentados y por lo
tanto, sus conclusiones son confiables.

En lugar de hacer un estudio serio sobre un tema determinado, los Testigos de Jehová tratan de convencer, presentando
una que otra cita, tomada de alguna enciclopedia, libro, revista o periódico, sin tener en cuenta el contexto ni la
intención del autor, a eso se le llama "manipulación bíblica" y es un gran error, porque va en contra de la Biblia misma.

La Biblia
Autor: .

F. Los libros de la Biblia

Fuente: Para dar razón de nuestra Esperanza, sepa defender su Fe

Autor: P. Paulo Dierckx y P. Miguel Jordá

Hoy día vamos a conversar sobre la Biblia: ¿Cuántos libros tiene la Biblia? ¿Qué diferencias hay entre las Biblias
católicas y las Biblias protestantes? La Biblia no es un solo libro, como algunos creen, sino una biblioteca completa.
Toda la Biblia está compuesta por 73 libros, algunos de los cuales son bastante extensos, como el del profeta Isaías, y
otros son más breves, como el del profeta Abdías.
Estos 73 libros están repartidos de tal forma, que al Antiguo Testamento (AT) le corresponden 46, y al Nuevo
Testamento (NT) 27 libros.
De vez en cuando suele caer en nuestras manos alguna Biblia protestante, y nos llevamos la sorpresa de que le faltan
siete libros, por lo cual tan sólo tiene 66 libros.

Este vacío se encuentra en el Antiguo Testamento y se debe a la ausencia de los siguientes libros: Tobías, Judit, 1
Macabeos, 2 Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico y el de Baruc.

¿Por qué esta diferencia entre la Biblia católica y la protestante?


Es un problema histórico-teológico muy complejo. Resumiendo mucho, trataremos de contestar esta pregunta.

Primero vamos a explicar cómo se formó la colección de libros sagrados del Antiguo Testamento dentro del pueblo
judío. Y luego veremos cómo los cristianos aceptaron estos libros del A.T. junto con los libros del N.T. para formar la
Biblia completa.

La antigua comunidad judía de Palestina


En tiempos de Jesucristo, encontramos que en Palestina el pueblo judío sólo aceptaba el A.T. Y todavía no habían
definido la lista completa de sus libros sagrados, es decir, seguía abierta la posibilidad de agregar nuevos escritos a la
colección de libros inspirados.

Pero desde hacía mucho tiempo, desde alrededor de los años 600 antes de Cristo, con la destrucción de Jerusalén y la
desaparición del Estado judío, estaba latente la preocupación de concretar oficialmente la lista de libros sagrados.
¿Qué criterios usaron los judíos para fijar esta lista de libros sagrados? Debían ser libros sagrados en los cuales se
reconocía la verdadera fe de Israel, para asegurar la continuidad de esta fe en el pueblo. Había varios escritos que
parecían dudosos en asuntos de fe, e incluso francamente peligrosos, de manera que fueron excluidos de la lista
oficial.

Además aceptaron solamente libros sagrados escritos originalmente en hebreo (o arameo). Los libros religiosos escritos
en griego fueron rechazados por ser libros muy recientes, o de origen no-judío. (Este último dato es muy importante,
porque de ahí viene después el problema de la diferencia de libros.)

Así se fijó entonces una lista de libros religiosos que eran de verdadera inspiración divina y entraron en la colección de
la Escritura Sagrada. A esta lista oficial de libros inspirados se dará, con el tiempo, el nombre de «Canon», o «Libros
canónicos». La palabra griega Canon significa regla , norma, y quiere decir que los libros canónicos reflejan «la regla
de vida», o «la norma de vida» para quienes creen en estos escritos.

Todos los libros canónicos de la comunidad de Palestina eran libros originalmente escritos en hebreo-arameo.

Los libros religiosos escritos en griego no entraron en el canon, pero recibieron el nombre de «apócrifos», «libros
apócrifos» (= ocultos), porque tenían doctrinas dudosas y se los consideraba «de origen oculto».

En el primer siglo de nuestra era (año 90 después de Cristo) la comunidad judía de Palestina había llegado a reconocer
en la práctica 39 libros como inspirados oficialmente.

Esta lista de los 39 libros de A.T. es el llamado «Canon de Palestina», o «el Canon de Jerusalén».

La comunidad judía de Alejandría


Simultáneamente existía una comunidad judía en Alejandría, en Egipto. Era una colonia judía muy numerosa fuera de
Palestina, pues contaba con más de 100.000 israelitas. Los judíos en Egipto ya no entendían el hebreo, porque hacía
tiempo habían aceptado el griego, que era la lengua oficial en todo el Cercano Oriente. En sus reuniones religiosas, en
sus sinagogas, ellos usaban una traducción de la Sagrada Escritura del hebreo al griego que se llamaba «de los
Setenta». Según una leyenda muy antigua esta traducción «de los Setenta» había sido hecha casi milagrosamente por
70 sabios (entre los años 250 y 150 antes de Cristo).

La traducción griega de los Setenta conservaba los 39 libros que tenía el Canon de Palestina (canon hebreo), más otros
7 libros en griego. Así se formó el famoso «Canon de Alejandría» con un total de 46 libros sagrados.

La comunidad judía de Palestina nunca vio con buenos ojos esta diferencia de sus hermanos alejandrinos, y rechazaban
aquellos 7 libros, porque estaban escritos originalmente en griego y eran libros agregados posteriormente.
Era una realidad que, al tiempo del nacimiento del cristianismo, había dos grandes centros religiosos del judaísmo: el
de Jerusalén (en Palestina), y el de Alejandría (en Egipto). En ambos lugares tenían autorizados los libros del A.T: en
Jerusalén 39 libros (en hebreo- arameo), en Alejandría 46 libros (en griego).

Los primeros cristianos y los libros sagrados del A.T.


El cristianismo nació como un movimiento religioso dentro del pueblo judío. Jesús mismo era judío y no rechazaba los
libros sagrados de su pueblo. Además los primeros cristianos habían oído decir a Jesús que El no había venido a suprimir
el A.T. sino a completarlo (Mt. 5, 17). Por eso los cristianos reconocieron también como libros inspirados los textos del
A.T. que usaban los judíos.

Pero se vieron en dificultades. ¿Debían usar el canon breve de Palestina con 39 libros, o el canon largo de Alejandría
con 46 libros?

De hecho, por causa de la persecución contra los cristianos, el cristianismo se extendió prioritariamente fuera de
Palestina, por el mundo griego y romano. Al menos en su redacción definitiva y cuando en los libros del N.T. se citaban
textos del A.T. (más de 300 veces), naturalmente se citaban en griego, según el Canon largo de Alejandría.

Era lo más lógico, por tanto, que los primeros cristianos tomaran este Canon griego de Alejandría, porque los mismos
destinatarios a quienes debían llevar la palabra de Dios todos hablaban griego. Por lo tanto, el cristianismo aceptó
desde el comienzo la versión griega del A.T. con 46 libros.

La reacción de los judíos contra los cristianos


Los judíos consideraban a los cristianos como herejes del judaísmo. No les gustó para nada que los cristianos usaran los
libros sagrados del A.T. Y para peor, los cristianos indicaban profecías del A.T. para justificar su fe en Jesús de
Nazaret. Además los cristianos comenzaron a escribir nuevos libros sagrados: el Nuevo Testamento.

Todo esto fue motivo para que los judíos resolvieran cerrar definitivamente el Canon de sus libros sagrados. Y en
reacción contra los cristianos, que usaban el Canon largo de Alejandría con sus 46 libros del A.T., todos los judíos
optaron por el Canon breve de Palestina con 39 libros.

Los 7 libros griegos del Canon de Alejandría fueron declarados como libros «apócrifos» y no inspirados. Esta fue la
decisión que tomaron los responsables del judaísmo en el año 90 después de Cristo y proclamaron oficialmente el
Canon judío para sus libros sagrados.

Los cristianos, por su parte, y sin que la Iglesia resolviera nada oficialmente, siguieron con la costumbre de usar los 46
libros como libros inspirados del A.T. De vez en cuando había algunas voces discordantes dentro de la Iglesia que
querían imponer el Canon oficial de los judíos con sus 39 libros. Pero varios concilios, dentro de la Iglesia, definieron
que los 46 libros del A.T. son realmente libros inspirados y sagrados.

¿Qué pasó con la Reforma?


En el año 1517 Martín Lutero se separó de la Iglesia Católica. Y entre los muchos cambios que introdujo para formar su
nueva iglesia, estuvo el de tomar el Canon breve de los judíos de Palestina, que tenía 39 libros para el A.T. Algo muy
extraño, porque iba en contra de una larga tradición de la Iglesia, que viene de los apóstoles. Los cristianos, durante
más de 1.500 años, contaban entre los libros sagrados los 46 libros del A.T.

Sin embargo, a Lutero le molestaban los 7 libros escritos en lengua griega y que no figuraban en los de lengua hebrea.

Ante esta situación los obispos de todo el mundo se reunieron en el famoso Concilio de Trento y fijaron definitivamente
el Canon de las Escrituras en 46 libros para el A.T. y en 27 para el N.T.

Pero los protestantes y las muchas sectas nacidas de ellos, comenzaron a usar el Canon de los judíos palestinos que
tenían sólo 39 libros del AT.

De ahí vienen las diferencias de libros entre las Biblias católicas y las Biblias evangélicas.

Los libros canónicos


Los 7 libros del A.T. escritos en griego han sido causa de muchas discusiones. La Iglesia Católica dio a estos 7 libros el
nombre de «libros deuterocanónicos». La palabra griega «deutero» significa Segundo. Así la Iglesia Católica declara que
son libros de segunda aparición en el Canon o en la lista oficial de libros del A.T. porque pasaron en un segundo
momento a formar parte del Canon.

Los otros 39 libros del A.T., escritos en hebreo, son los llamados «libros protocanónicos». La palabra «proto» significa
«Primero», ya que desde el primer momento estos libros integraron el Canon del A.T.

Qumram
En el año 1947 los arqueólogos descubrieron en Qumram (Palestina) escritos muy antiguos y encontraron entre ellos los
libros de Judit, Baruc, Eclesiástico y 1 de Macabeos escritos originalmente en hebreo, y el libro de Tobías en arameo.
Quiere decir que solamente los libros de Sabiduría y 2 de Macabeos fueron redactados en griego. Así el argumento de
no aceptar estos 7 libros por estar escritos en griego ya no es válido. Además la Iglesia Católica nunca aceptó este
argumento.

Consideraciones finales
Después de todo, nos damos cuenta de que este problema acerca de los libros, es una cuestión histórico-teológica muy
compleja, y con diversas interpretaciones y apreciaciones. Con todo, es indudable que la Iglesia Católica, respecto a
este punto, goza de una base histórica y doctrinal que, muy razonablemente, la presenta como la más segura.

Sin embargo, desde que Lutero tomó la decisión de no aceptar esta tradición de la Iglesia Católica, todas las iglesias
protestantes rechazaron los libros Deuterocanónicos como libros inspirados y declararon estos 7 libros como libros
«apócrifos».

En los últimos años hay, de parte de muchos protestantes, una actitud más moderada para con estos 7 libros e incluso
se editan Biblias ecuménicas con los Libros Deuterocanónicos.

En efecto, han ido comprendiendo que ciertas doctrinas bíblicas, como la resurrección de los muertos, el tema de los
ángeles, el concepto de retribución, la noción de purgatorio, empiezan a aparecer ya en estos 7 libros tardíos.

Por el hecho de haber suprimido estos libros se dan cuenta de que hay un salto muy grande hasta el N.T. (más o menos
una época de 300 años sin libros inspirados). Sin embargo estos 7 libros griegos revelan un eslabón precioso hacia el
N.T. Las enseñanzas de estos escritos muestran una mayor armonía en toda la Revelación Divina en la Biblia.

Por este motivo, se ven ya algunas Biblias protestantes que, al final, incluyen estos 7 libros, aunque con un valor
secundario.

Quiera Dios que llegue pronto el día en que los protestantes den un paso más y los acepten definitivamente con la
importancia propia de la Palabra de Dios, para volver a la unidad que un día perdimos.

Cuestionario
¿De cuántos libros está formada la Biblia Católica y de cuántos la Evangélica? ¿Cómo se originó esta diferencia? ¿Cuáles
son los libros canónicos y los Deuterocanónicos? ¿Por qué se llaman así? ¿Qué aporte hacen estos libros a la Revelación?
¿Qué pasó con la Reforma de Lutero en lo referente al número de los libros de la Biblia? ¿Qué se confirmó con los
hallazgos de Qumram? ¿Incluyen últimamente algunas Biblias protestantes los libros Deuterocanónicos? ¿Qué sería
deseable a futuro?

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