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AA. VV. [Rafael Quirosa-Cheyrouze, Luis Carlos Navarro y Mónica Fernández (coords)] (2011): Las organizaciones políticas:
Congreso Internacional Historia de la Transición en España — Almería : Universidad de Almería, 2011 — pp. 649-666
1
Son el Partido del Trabajo de España, Organización Revolucionaria de los Trabajadores, Movimiento
Comunista, Liga Comunista Revolucionaria y Organización de Izquierda Comunista.
2
Todavía no existen unas cifras precisas. Los 25.000-30.000 miembros es una estimación a partir de
distintas referencias. Las mayores organizaciones eran el PTE y la ORT de las que Michel Buse situaba
su la militancia conjunta en 18.000 y uno de sus militantes, Joaquín Aramburu, consideraba que era de
15.000 (Consuelo LAIZ, La izquierda radical en España durante la transición a la democracia, Tesis
Doctoral, Universidad de Madrid, 1993. En www.ucm.es/BUCM/tesis/19911996/S/1/S1007102.pdf
[acceso 15-7-2010], pág. 49). La siguiente mayor organización, el Movimiento Comunista, decía contar
con unos 7.000 o 8.000 afiliados en 1977, según el testimonio de Andy Durgan, posterior militante del
MC. Posiblemente se tratarían de cifras hinchadas. Las otras organizaciones significativas, LCR y OIC,
contaban con cifras menores, de unos pocos miles.
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3
Ernesto PORTUONDO, “Transició políica i crisi de militància a l’esquerra revolucionària (1974-
1982)”, L’Avenç. n. 207, 1996, págs. 24-25.
4
Xavier DOMÈNECH SAMPERE, Quan el carrer va deixar de ser seu. Moviment obrer, societat civil i
canvi polític. Sabadell (1966-1976), Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2002, pág. 331.
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5
Entrevista a Miguel Romero en Consuelo LAIZ, La izquierda radical en España durante la transición a
la democracia, op, cit., apéndice, pág. 221.
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La suma de todos los votos de la izquierda radical fue de un poco más de medio
millón, representando un 2,93%. Supone un espacio pequeño pero no inexistente que,
sin embargo, tendrá aún menos peso por la fragmentación del voto.
Los dos únicos diputados que consiguió la izquierda revolucionaria fueron con
alianzas con fuerzas del nacionalismo de izquierdas. Es el caso de la coalición Esquerra
de Catalunya-front Electoral Democrátic (EC-FED) entre ERC y el PTE, que sacó un
único diputado por Barcelona (Heribert Barrera, de ERC) y un porcentaje del 4,72% en
Cataluña. El PTE había buscado esta alianza a partir de su propuesta de establecer un
Frente Democrático. El PTE, que iba segundo en la lista y contaba con una fuerte base
militante para la campaña, se quedó sin representación, en cambio ayudando a revivir a
una ERC con muy poco arraigo.7 El otro caso es el de Euskadiko Ezkerra, que sacó un
6,1% de los votos en Euskadi. Esta coalición unió el EMK (Movimiento Comunista de
Euskadi) y el partido marxista e independentista Euskal Iraultzarako Alderdia (EIA,
6
Confeccionado a partir de: http://elecciones.mir.es/MIR/jsp/resultados/
7
Ramón FRANQUESA ARTÉS, “Estabilización del nuevo régimen y autodisolución (1977-1980)”, José
Luis MARTÍN RAMOS (coord.), Pan, Trabajo y Libertad. 1967-1980, historia del Partido del Trabajo
de España, Barcelona, Viejo Topo, 2011 [en prensa].
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8
Ramón FRANQUESA ARTÉS, “Estabilización del nuevo régimen y autodisolución (1977-1980)”, op.
cit.
9
Según el testimonio de Andy Durgan, Eladio García Castro declaró en un mítin en Madrid que
alcanzarían 8 diputados. Según Jose Antonio Alonso el PTE pensaba tener un mínimo de 2 o 3 diputados.
Consuelo LAIZ, La izquierda radical en España durante la transición a la democracia, op, cit., pág. 11.
10
Historia del Partido de los Trabajadores de España (PTE-ORT), en
http://www.partidodelostrabajadores.es/index.php/historia-del-pte-ort
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11
Archivo Personal de Joel Sans (APJS). Movimiento Comunista: Tras las elecciones municipales, 23 de
abril de 1979.
12
Ernesto PORTUONDO, “Transició políica i crisi de militància a l’esquerra revolucionària...”, op. cit.,
pág. 29.
13
Ramón FRANQUESA ARTÉS, “Estabilización del nuevo régimen y autodisolución...”, op. cit.
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En 1977 ya hubo una crisis interna en el PTE en Cataluña que tomó la forma de
un fuerte choque entre miembros de la dirección que terminó con una ruptura de un
sector pequeño pero experimentado. Esta crisis era un reflejo de cómo las dificultades
de la organización afloraban en forma de tensiones internas que no siempre reflejaban
los problemas políticos más importantes14.
Después del fracaso consecutivo en los dos comicios de 1979 el PTE y la ORT
plantearan la unificación como una huida adelante. Pese a la afinidad ideológica en base
al maoísmo, las relaciones en los años anteriores no habían sido buenas al tener una
actitud de rivalidad por el mismo espacio, con choques frecuentes entre ambas
militancias.
El resultado del proceso de fusión fue agravado por realizarse desde arriba (sin un
acercamiento entre unas militancias con desconfianzas cruzadas), sin una participación
democrática y solamente en dos meses15. A esto se añade una división de la dirección de
la nueva organización según el origen, el hecho de no producirse una reconsideración
del tipo de políticas que se habían llevado a cabo y la existencia de una estructura de
partido hinchada en cuanto a liberados y sedes y con un volumen importante de deudas
contraídas para hacer frente a las grandes campañas electorales. El resultado fue una
organización bloqueada en el ámbito orgánico, en la orientación política y en su
capacidad económica. La actividad política se paralizó hasta que el nuevo partido
levantó acta de su defunción en mayo de 198016.
Algunos sectores de la partido disuelto se acercaron al PSOE (sobretodo los
procedentes de la ORT de Madrid), otros fueron al PCE, otros se involucraron en los
movimientos sociales, pero la mayoría “se fueron a casa”.
El MC y la OIC
La OIC fue una de las organizaciones que creció más rápidamente entre 1974 y
1977. Pero en 1977, después de las elecciones, empezó a entrar en crisis, con diversas
escisiones y polémicas ideológicas. También se produjo la dimisión de su Secretario
General, Diego Fàbregas y su expulsión a principios de 1978. La dirección de la OIC,
en medio de la crisis política y de orientación, llevará a cabo un acercamiento al MC
adaptando rápidamente su cuerpo ideológico del “marxismo-leninismo”, con un proceso
14
Ibid.
15
Entrevista a Jose Antonio Alonso en Consuelo LAIZ, La izquierda radical en España durante la
transición a la democracia, op, cit, pág. 12.
16
Ramón FRANQUESA ARTÉS, “Estabilización del nuevo régimen y autodisolución...”, op. cit.
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17
Axchivo Pavelló de la República (APR), DPP (OIC) 2/9. OIC. COMITÉ FEDERAL:“Acerca del
proceso de rectificación”. Noviembre de 1978.
18
Ernesto PORTUONDO, “Transició políica i crisi de militància a l’esquerra revolucionària...”, op. cit.,
pág. 29.
19
APR, DPP (MC) 2/3.b. MOVIMIENTO COMUNISTA. COMITÉ EJECUTIVO. “Circular sobre
algunos aspectos del momento político actual”. Octubre 1977. p. 46.
20
APR, DPP (MC) 2/2.b. MOVIMIENTO COMUNISTA. “10 años de lucha por el socialismo :
resoluciones y documentos del II Congreso”. Abril 1978. p.
21
Javier Alvarez Dorronsoro en Consuelo LAIZ, La izquierda radical en España durante la transición a
la democracia, op, cit.
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La LCR
La LCR llega a las elecciones de junio de 1977 con una sensación de derrota,
justamente por ser ilegales durante los comicios. Como dice uno de sus dirigentes: “Al
año 1977 llegamos totalmente desorientados y un poco con visión de naufrago de las
cosas”24. Siguiendo las reflexiones de Miguel Romero podemos ver como la LCR fue
un paso por detrás en los acontecimientos de la transición. En 1976 tenían una posición
irreal de derrocamiento de la dictadura. En 1977 la LCR ya habla de “ruptura
democrática”, pero lo hace cuando el nuevo marco institucional ya se ha estabilizado. Y
entre 1977 y 1980 “pensamos que había una inestabilidad muy grande, que aquello
podía volver a plantearse en condiciones de crisis que pudieran replantear la
problemática de cambio radical del sistema”25.
El V Congreso de 1978 mostró una mala situación de la organización. Aunque fue
masivo, con una buena asistencia de delegados, había una sensación de desorientación y
división con tres tendencias constituidas. Un síntoma de la crisis es que las discusiones
del congreso fueron muy tensas alrededor de cuestiones menores, cosa que refleja la
falta claridad en afrontar las dificultades. La autocrítica que se hace señala los errores de
orientación: “(...) ha existido una subestimación de la capacidad evolutiva de la
burguesía y de su margen de maniobra; - la confusión entre la necesidad de una
orientación hacia la Huelga General Política y el hecho de que esta eventualidad fuera la
única posible...; - una visión un tanto espontaneísta del 'salto' que debía dar el
movimiento para que se produjera la Huelga General Política”26.
Entre 1978 y 1979 hay bastante confusión sobre la linea de trabajo. Es el
momento en que se pierden muchos militantes. Esta desorientación se prolongaría hasta
22
APJS. Boletín 33, Movimiento Comunista, mayo de 1980, pág. 20.
23
Entrevista a Javier Álvarez Dorronsoro en Consuelo LAIZ, La izquierda radical en España durante la
transición a la democracia, op, cit.
24
Entrevista a Miguel Romero en ibid.
25
Ibid.
26
Citado en Miguel ROMERO, “El choque contra la Transición”, Viento Sur, 115, 2011, pág. 63.
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1980-8127. Desde finales de 1978 la LCR empieza a asumir el retroceso que ha habido
en la situación política y se define como una fuerza de resistencia, de oposición radical
al sistema. Este giro, junto con el referente positivo que supone la revolución en
Nicaragua de 1979 y la búsqueda de un trabajo unitario28, le permite adaptarse al nuevo
contexto.
Tanto el MC como la LCR seguirán una rorientación consistente en asumir su
falta de capacidad para intervenir en las elecciones, plantearse como “fuerzas
resistentes” y buscar un espacio de trabajo en los 'nuevos' movimientos sociales
(ecologismo, feminismo, antimilitarismo y la campaña antiOTAN). Esto les dará la
capacidad de mantenerse durante los años 80 y les permitirá tener un fuerte papel en la
campaña contra la OTAN de 1986.
27
Entrevista a Miguel Romero en Consuelo LAIZ, La izquierda radical en España durante la transición
a la democracia, op, cit.
28
Ibid.
29
Un ejemplo de esta visión es Consuelo LAIZ, La lucha final: los partidos de la izquierda radical
durante la transición española, Madrid, Los Libros de la catarata, 1995, págs. 277-312.
30
Para un análisis de los factores de crecimiento y crisis de la izquierda revolucionaria europea ver Chris
HARMAN, “Crisis of the European revolutionary left”, International Socialism, 4, 1979. Disponible
online en http://chrisharman.blogspot.com/2009/11/crisis-of-european-revolutionary-left.html [acceso
agosto 2010]. Seguiremos en buena medida este análisis en este apartado.
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31
Chris HARMAN, The fire last time. 1968 and after, Londres, Bookmarks, 1998, págs. 207-215.
32
Sería el caso de la LCR francesa (actualmente el NPA) y el SWP de Gran Bretaña.
33
Chris HARMAN, “Crisis of the European revolutionary left”, op. cit.
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El PTE y la ORT, que habían tenido una visión de cambio político por etapas (una
primera democrática y una posterior socialista) buscarán la adaptación a las nuevas
instituciones y saldrán todavía más malparados; acabarán evolucionando hacia un
espacio que ya está ocupado por el PCE-PSUC y, en menor medida, por el PSOE.
34
Reproducido a partir de Miguel Angel GARCÍA CALAVIA, “Las huelgas laborales en el Estado
español (1976-2000)”, Arxius, 18, 2008, pág. 101.
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35
Sebastian BALFOUR, Los trabajadores, la dictadura y la ciudad, Valencia, Edicions Alfons el
Magnànim, 1994. Pág. 258.
36
Ibid., pág. 261.
37
Chris HARMAN, The fire last time. 1968 and after, op. cit., pág. 327.
38
El predominio del PCE-PSUC se ve, por ejemplo, en la comisión ejecutiva de la Comissió Obrera
Nacional de Catalunya de 1978, sobre 50 miembros encontramos las siguientes adscripciones políticas:
42 del PSUC, 3 del MC, 2 de la LCR y 2 independientes.
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entre lo que los partidos reformistas ofrecen y una crisis que parece no tener fin. Es
decir, hay un apoyo al PSOE y al PCE-PSUC por parte de trabajadores que antes podían
estaral lado de la izquierda radical, aunque fuera una apoyo sin grandes ilusiones. En
ciertas situaciones de crisis económica la opción reformista puede parecer la más viable:
“the lower reaches of the reformists' bureaucracy were often more helpful than the
revolutionary left. Their bureaucratic routines could seem more ‘practical’ than the
revolutionary fervour of the extrem left”39.
3/ La crisis de militancia
Ya desde la segunda mitad de 1977 hay un declive del impulso activista. Se está
produciendo un agotamiento militante bastante generalizado en los cuadros de las
organizaciones revolucionarias. Durante varios años se ha llevado a cabo una tarea
política continua, semana tras semana, distribuyendo la prensa del partido, haciendo
trabajo de propaganda, interviniendo en el entorno, etc. Esta actividad, a menudo de
gran intensidad –que se podía sustentar en un periodo en que las luchas y el ambiente de
cambio acompañaban–, ahora puede resultar una pesada carga. Se encuentra un
cansancio acumulado en las personas que llevan militando años, y a veces una década.
Como comentaba un militante respecto a la dirección del PTE, había “un cierto
cansancio de la dirección (...), se llegó a la unificación con la ORT, ya con ese grupo
humano cansado”40.
El cambio de ambiente y el reflujo que se produce durante la transición significa
que hay una presión hacia la derecha, que sufren los militantes de estas organizaciones.
Los militantes revolucionarios sufren el aislamiento, al mismo tiempo que sus
organizaciones ven un descenso de militantes. Aún así, este agotamiento político y
personal no debería producir por sí solo una crisis traumática en la izquierda radical. Se
suma al contexto y también a las mismas políticas de las organizaciones.
39
Chris HARMAN, “Crisis of the European revolutionary left”, op. cit.
40
Entrevista a Jose Antonio Alonso en Consuelo LAIZ, La izquierda radical en España durante la
transición a la democracia, op, cit.
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Había una búsqueda de referentes en una patria socialista: la ORT tenía relaciones con
China y el PTE (si bien más distantes) con Rumanía.
Sin embargo el maoísmo, que había buscado sus referentes no tanto en la propia
emancipación de la clase trabajadora sino en los nuevos régimenes aparentemente
socialistas del 'tercer mundo', entró en crisis a finales de los años 70.
China evolucionaba de una forma que decepcionaba a sus seguidores: fracaso de
la Revolución Cultural, acercamiento a EEUU con visita de Nixon incluida en 1972,
expulsión y detención de la “banda de los cuatro” continuista de Mao en 1976, y
desmaoización posterior y apertura hacia el capitalismo de mercado. A esto se tiene que
añadir la guerra entre dos regímenes “revolucionarios” como Vietnam y Camboya y la
evolución poco esperanzadora del régimen Cubano41.
Las ilusiones fallidas en el tercer mundo desorientan a estas organizaciones. Por
otro lado, en las organizaciones maoístas se adoptó un modelo organizativo inspirado en
los partidos comunistas antes que derivasen hacia el “revisionismo”. El funcionamiento
interno contaba con poca discusión y democracia, y la dirección tenía una posición de
dominio sobre la organización, hecho que no ayudaba mucho a realizar giros políticos y
a que éstos fueran asumidos por la militancia en situaciones cambiantes. Además de
estas cuestiones el maoísmo aportaba un voluntarismo y un cierto triunfalismo de la
victoria próxima.
En el PTE había una falta de claridad estratégica respecto a la dirección a seguir.
Justo en el último momento, en 1979, hubo una propuesta de intentar abrazar otras
influencias, como el ecologismo, el feminismo y una cierta crítica a la URSS. Sin
embargo, no se tenía un modelo diferente de sociedad hacia el cual ir.
En la OIC, distanciada del maoísmo, había un cierto espontaneísmo, eclecticismo
teórico y una falta de teoría sobre la cuestión del partido (con un organización poco
estructurada). La contraposición entre consejos-asambleas de trabajadores y sindicatos
les llevó a poder influir menos en CCOO.
La LCR, que formaba parte de otra tradición, la trotskista, también compartía
ciertos elementos del tercermundismo, si bien más orientados hacia Cuba que China (o
anteriormente hacia Argelia). Por otro lado, la LCR postulaba en 1975 que solamente
“cuando la situación prerrevolucionaria se haga una realidad entonces la gran burguesía
41
Ernesto PORTUONDO, “Transició políica i crisi de militància a l’esquerra revolucionària...”, op. cit.,
pág. 27.
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5/ Algunos agravantes
Hay algunos factores que son menos centrales, pero que también inciden y
agravan la crisis de la izquierda revolucionaria. Una característica común es la
inmadurez de las organizaciones, muy jóvenes, sin un hilo de continuidad con el
pasado, y forjadas en un contexto de aumento prácticamente lineal de luchas y
radicalización, entre 1971 y 1977. Por este motivo no tenían la experiencia de sortear un
reflujo político. En las dos mayores organizaciones, la ORT y el PTE, había una
significativa falta de teorización, con una adscripción al “marxismo-leninismo” muy
retórica, pero poco elaborada.
También encontramos la inexperiencia de trabajar en el nuevo contexto
institucional que se produce con el fin de la dictadura, con mayor apertura política y
donde el reformismo de izquierdas avanza como no lo había hecho antes (PSOE). Esto
42
Citado en Miguel ROMERO, “El choque contra la Transición”, op. cit., pág. 57.
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afecta en gran parte también a unas expectativas electorales que, en algunos casos, son
prácticamente infantiles.
Se suma a estos puntos el sectarismo –la fuerte defensa del espacio político de las
propias organizaciones– que dificultó una respuesta unida de la izquierda radical, la cual
habría podido mantener un mayor entorno e influencia a su alrededor y así suavizar el
aislamiento.
Conclusiones
La transición se saldó con una derrota política para la izquierda revolucionaria,
que fue una de las grandes perdedoras por la forma como se llevó a cabo el proceso de
reforma política. Esto es así porque si bien la izquierda revolucionaria tenía una gran
capacidad de incidencia en las luchas y las movilizaciones, no contaba, en cambio, con
la implantación ni las fuerzas para conseguir un impacto general en los acontecimientos
de la transición, dejando de lado la situación muy concreta de Euskadi43.
Sin embargo, si se legitima la transición producida como la única posible, se
puede olvidar que la izquierda revolucionaria, la segunda fuerza del antifranquismo (por
lo tanto, muy por delante de partidos que saldrán de la transición reforzados, como el
PSOE, CiU, o ERC, entre otros), buscaba una ruptura política y social con el régimen, y
que mucha más gente en el antifranquismo, incluyendo una parte de las bases del PCE y
el PSUC, compartían estos objetivos. Si bien esta opción no fue la que, como sabemos,
se produjo, esto no implica que no hubiera elementos y fuerzas sociales que empujasen
hacia aquella dirección44.
Recuperar el papel de la izquierda revolucionaria, de su auge y caída, nos da
elementos para entender el cambio social y político que se produjo a la sombra del
cambio institucional.
43
Mike EAUDE, La transició. Moviment obrer, canvi polític i resistència popular. Barcelona, En Lluita,
2009, pág. 52.
44
Para ver un apunte crítico de la transición en un sentido parecido ver Xavier DOMÈNECH, Quan el
carrer va deixar de ser seu..., op. cit., págs. 15-44.
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