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Ciclo B

3 de Junio 2012

La Santísima Trinidad

Música:“Alabad al Altísimo Señor”


de Sofia Gubaidulina
Dt 4:32-34, 39-40 Pregunta, si no, a los tiempos pasados
que te han precedido, desde el día en que Dios creó al
hombre en la tierra: ¿Se ha visto jamás algo tan grande,
o se ha oído cosa semejante desde un extremo a otro del
cielo? ¿Qué pueblo ha oído la voz de Dios en medio del
fuego, como la has oído tú, y ha quedado con vida? ¿Ha
habido un dios que haya ido a buscarse un pueblo en
medio de otro con tantas pruebas, milagros y prodigios
en combate, con mano fuerte y brazo poderoso, con
portentosas hazañas, como hizo por vosotros el Señor
vuestro Dios en Egipto ante vuestros propios ojos?
Reconoce, pues, hoy y convéncete de que el Señor es
Dios allá arriba en los cielos y aquí abajo en la tierra, y
de que no hay otro. Guarda sus leyes y mandamientos
que yo te prescribo hoy, para que seas feliz tú y tus hijos
después de ti, y prolongues tus días en la tierra que el
Señor tu Dios te da para siempre.
Salmo 32

Dichoso el pueblo que el Señor


se escogió como heredad.

Pues la palabra del Señor es sincera,


todas sus acciones son leales;
El ama la justicia y el derecho,
el amor del Señor llena la tierra.
Dichoso el pueblo que el Señor
se escogió como heredad.

La palabra del Señor hizo los cielos,


el aliento de su boca, todas sus estrellas.
Pues él lo dijo, y se hizo todo; él lo
mandó, y así fue.
Dichoso el pueblo que el Señor
se escogió como heredad.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,


en los que esperan en su misericordia,
para librarlos de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.
Dichoso el pueblo que el Señor
se escogió como heredad.

Nosotros esperamos en el Señor,


él es nuestro socorro y nuestro escudo.
Que tu amor, Señor, nos acompañe,
como lo esperamos de ti.
Rm 8:14-17 Los que se dejan guiar por el Espíritu
de Dios, ésos son hijos de Dios. Pues bien, vosotros
no habéis recibido un Espíritu que os haga esclavos,
de nuevo bajo el temor, sino que habéis recibido un
Espíritu que os hace hijos adoptivos y nos permite
clamar: «Abba», es decir, «Padre». Ese mismo
Espíritu se une al nuestro para dar testimonio de
que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también
somos herederos: herederos de Dios y coherederos
con Cristo, toda vez que, si ahora padecemos con él,
seremos también glorificados con él.

El Espíritu se une a nuestro espíritu.


Gloria la Padre, y al Hijo
y al Espíritu Santo.
Al que es, que era y que vendrá.
Ap
Ap 1,8
1,8
Los once discípulos fueron a Galilea, al monte
donde Jesús les había citado. Al verlo, lo
adoraron; ellos que habían dudado. Jesús se
acercó y se dirigió a ellos con estas palabras:
-Dios me ha dado autoridad plena sobre cielo y
tierra. Poneos, pues, en camino, haced discípulos
a todos los pueblos y bautizadlos para
consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
enseñándoles a poner por obra todo lo que os he
mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros
todos los días hasta el final de este mundo.
Mt 28, 16-20

Galilea

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