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MAGISTER EN GESTIÓN CULTURAL

Asignatura: Gestión Cultural


Profesor: Gabriel Matthey
Alumna: Gabriela Ferrada Acuña

ENSAYO “IDENTIDAD”

Identidad es un término que se emplea en muchos contextos. Dentro de aquellos contextos


recurrentes, es aquel que plantea que las personas en la adolescencia, están definiendo su rol en la
sociedad, su identidad propiamente tal, como si de antes esta identidad no hubiese existido, o fuera un
invento que llega a cierta edad y no que queda claro si después se transforma o desaparece. En otro
contexto, la gente para distanciarse o categorizarse frente otras personas o grupos de personas, utilizan el
término identidad, en el sentido de que las personas poseen una identidad distinta y a veces opuesta a la
del otro grupo de personas, siendo ésta a veces una identidad inocua, inofensiva y otras veces, una
identidad destructiva o dañina, como si la identidad fuese un territorio cargado de la moral y ética que
debe componer la vida de una persona. En uno y en otro caso, al cuestionarse del término en su totalidad,
las personas no definen objetivamente el término identidad, y queda como un término inconcluso,
subjetivo y que está sujeto a modificaciones, como si en el tiempo, éste término, fuese construyéndose o
deconstruyéndose bajo el pasar de ciertos paradigmas sociales, culturales, económicos y hasta políticos.
¿Debería tener esta realidad tan ajena, el término identidad? Hay algo que se debe fijar, conocer y
no denostar. Todos tenemos identidad desde que tenemos idea de nuestra existencia en el mundo. Y no
vamos a dejar de tenerla, aunque cambiemos nuestra cosmovisión de vida, puntos de vista o convivamos
con diferentes conjuntos de personas. El ya convivir con un grupo de personas, entre quienes haya algún
tipo de vínculo afectivo, económico o espiritual, ya repercute en el hecho, que en esta convivencia y/o
retroalimentación, se generen las pautas que definen nuestra propia identidad. Y es que la identidad no
sólo pasa por una relación física de aprendizaje de pautas cotidianas de vida con otras personas, sino
también pasa por las relaciones emocionales y racionales que nos permiten poner en sintonía con el
mundo interno y mundo externo de nuestro entorno y de las personas que se recrean en él.
Todas las personas poseemos identidad y esta identidad no es singular, es plural, porque la historia
de vida, sea esta del pasado, el presente o el futuro, nunca será homogénea. Esta historia nos permite
reconocer los elementos de los cuales sentimos pertenencia, elementos que nos son similares a nuestra
forma de ser o de querer la vida, y nos hacen vernos diferentes al resto de las personas. Por muy plural que
esta identidad pueda tornarse, es nuestra identidad, decorada de colores y energías diferentes.
Nuestra identidad como chilenos, no se construye básicamente en los elementos de país que Chile
hace distinguir al resto del mundo; nuestra identidad parte en nuestro hogar, con nuestra familia, nuestra
identidad familiar, aquella identidad que nos diferencia de nuestros abuelos y que nos diferenciará de
nuestros hijos. Identidad que es compartida, pero no siempre asimilada y vivida de la misma manera, lo
cual es ambiguo, porque aún así, no deja de ser una identidad familiar. Todas las personas comparten

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rasgos únicos con su propia familia: forma de ser, de hablar, de vestir, de comer, de divertirse, de enojarse,
de comunicarse, incluso cuando no existe la palabra o la escritura de por medio. Y esto no es excluyente,
niños y niñas que muchas veces nacen fuera de un núcleo familiar sanguíneo, comparten atributos de
identidad con las personas que los han criado y del mismo entorno que observan y viven en su
cotidianidad. La identidad es un atributo autónomo y puede que se le vayan sumando –y restando-
aprendizajes, conocimientos, gustos, pero no por ello, deja de ser nuestra propia identidad.
En un plano persona, al ser una persona de una ciudad alejada de Santiago –Chillán– jamás,
viviendo en mi ciudad me cuestioné cuál era mi identidad como chillaneja. Nunca fue un tema y tampoco
una preocupación, estaba segura que el resto de las personas que me rodeaba eran diferentes, que no
poseíamos una identidad común, pese a reconocer y convivir con los mismos patrones culturales,
históricos, tradición y patrimonio. Pero es estando fuera del núcleo familiar y local, es donde puedo
reconocer a ojos cerrados, los atributos que denotan y validan mi identidad como chillaneja. Esta visión y
reconocimiento interior no sólo se aplica en un plano individual, en contextos capitalinos como el metro,
las avenidas y la calle misma, me permiten reconocer la identidad de otras personas de Chillán, sin la
necesidad de conocerle previamente. Y así como yo puedo hacerlo, otros chillanejos también lo pueden
distinguir en mí. Y es que este pequeño ejemplo, permite visualizar que la identidad, además de ser un
atributo autónomo, funciona como una señal comunicativa con los otros, respecto a lo que uno es.
Así como en Santiago, hay una problemática al asumir la realidad interna, desde lo interno, desde
lo que ocurre alrededor de Chile, así también en Chillán hay una problemática en querer asumir la
identidad territorial en la cual se ha nacido: la identidad campesina y rural, que se marca en toda la ciudad,
desde la forma de comunicar, la forma de alimentarse, la forma de dar y recibir órdenes, entre otras
prácticas y que tienen que ver estrechamente con la historia de la ciudad, historia muy antigua, ya que
Chillán es una ciudad que lleva alrededor de 434 años 1 de existencia. No se puede negar lo evidente, la
mayor parte del comercio y sustento económico de Chillán, tiene su base en la ganadería y agricultura, el
mayor atractivo turístico, se basa en los asentamientos rurales, en donde está el patrimonio natural, las
leyendas y tradiciones, la alimentación, la cual es muy tradicional y llamativa especialmente para los
turistas extranjeros. En razón a ello ¿cuál es el problema de los chillanejos, al no asumir esta identidad
campesina? El no asumir y reconocer, ya sea por vergüenza o por miedo a que no se reconozca el
desarrollo urbano, como en las grandes ciudades, hace olvidar y dejar en el límite la energía humana que
dinamiza la cultura local de Chillán. Si no hay una vinculación con y para el entorno, se está negando el

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La ciudad de Chillán fue fundada el 26 de junio de 1580 por Martín Ruiz de Gamboa, capitán general y gobernador de Chile en
esos años, quien le dio el nombre de San Bartolomé, emplazándola en la ribera norte del río Chillán, lugar donde se encontraba el
Fuerte San Bartolomé. [http://es.wikipedia.org/wiki/Chillán]

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principio de base, que une a las personas en torno al patrimonio de Chillán. No por reconocer la identidad
campesina, se está olvidando o dejando de lado la identidad citadina que las nuevas generaciones han
podido levantar y construyendo elementos socioculturales nuevos, traídos muchas veces desde fuera, que
han tomado parte en la expresión identitaria de la cultura local. El reconocer la identidad campesina no
resta, sino más bien suma y otorga elementos que distinguen a la comunidad de Chillán fuera de ella y
justamente es fuera de la ciudad, del entorno familiar, donde esta identidad, más que separar a las
personas, permite unir, compartir y contribuir a estrechar lazos, con otras personas, con una identidad
cultural similar, estando dentro de un contexto y entorno diferente al cual nació y creció.
De esta manera, emplear bajo un criterio más pertinente el término de identidad, debe sumarse al
atributo que conecta y estrechar lazos con las demás personas. La identidad más que ser un factor que nos
diferencia y nos hace ser autónomos en nuestros micro y macro espacios de representación, es también la
puerta de entrada para que las demás personas, diferentes en su identidad, conozcan y se retroalimenten de
la historia y cultura que contiene una persona desde siempre. La identidad es nuestra llegada y trasciende,
independiente de la vida o de la muerte. Siempre y cuando haya consecuencia con nuestra identidad y no
reneguemos las raíces que nos han acompañado y en las cuales hemos crecido desde lo local, podremos
vincular y construir una sociedad más consecuente con su historia, orgullosa de lo construido y con
esperanzas positivas de desarrollo para el futuro. La identidad es lo que tenemos desde que nacemos y en
ello, es lo que no nos abandonará en ningún momento de nuestras vidas.

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