Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Los orígenes de esta institución cultural fueron muy accidentados. Un total de 1094.09
metros cuadrados de la finca nombrada “El Factor” perteneciente a la Compañía
Inversionista Conill S.A. y los 681.60 metros cuadrados del inmueble perteneciente a la
Sra. Cecilia Sarrá en el lugar conocido como “La Ermita de los Catalanes”, sumaron el total
de 1775.69 metros cuadrados concebidos por el ingeniero Manuel Febles Valdés,
entonces, Ministro de Obras Públicas y aprobados por el presidente de la República
“Carlos Prío Socarrás” en febrero de 1951 para llevar a cabo el proyecto de construcción
del Teatro Nacional de Cuba.
A principios de 1951 se inicia la compra por el Estado de los terrenos en el área
denominada Plaza Cívica José Martí para la construcción del que sería el Teatro
Nacional de Cuba, para la cual se convoca a un concurso de arquitectura en ese mismo
año. El 8 de agosto se entregan los premios y el proyecto ganador es el de Julio Conesa,
cuya autoría no es mencionada nunca más a tal punto de que no existe confirmación
documental –solo meras conjeturas más o menos argumentadas- de que el proyecto
ejecutado haya sido verdaderamente el que se premió.
El golpe de Estado de Fulgencio Batista en 1952 hizo cambios, no solo en los actores
gubernamentales del Ministerio de Obras Públicas, sino en la dirección de los trabajos de
la Plaza Cívica en construcción y en los integrantes del Patronato encargado de atender la
edificación del Teatro Nacional.
El 29 de julio de ese mismo año se colocó su primera piedra y, dos meses más tarde, se
firmó contrato con la compañía Purdy & Henderson como contratista civil y el arquitecto
Nicolás Arroyo como director técnico y facultativo de la obra. Inspirado en el Radio City de
Nueva York, el Teatro Nacional de Cuba tendría un moderno escenario con plataforma
automática para las orquestas; y contaría con tres salas: una grande para los espectáculos
de ópera y ballet, una pequeña sala para teatro dramático y una sala “experimental”, así
como con amplios locales para camerinos, talleres, biblioteca y academias. Sería el teatro
más grande Cuba y se esperaba concluir para julio de 1954, año en que se le bautiza
como Teatro Nacional “Gertrudis Gómez de Avellaneda” en virtud de una campaña de
prensa realizada por distinguidas damas del país que encabeza la poetisa Dulce María
Loynaz de Álvarez de Cañas.
La construcción marchó tan lenta y discontinua que el Gobierno Revolucionario encontró
una gran parte de la obra por hacer. En junio de 1959 se crea, pues, la institución del TNC,
como se le conoció después en una visible descendencia simbólica del TNP de Jean Vilar,
la cual, radicando en el propio teatro y subordinada al Ministro de Educación, debería
llevar a cabo la labor de fomento y desarrollo de la política cultural del Estado Cubano en
el ámbito de las artes escénicas, en lo que se refiere a teatro, música, ballet, ópera y
actividades artísticas en general.
Se intensifican entonces las obras de su terminación con el fin de inaugurar el teatro y se
contratan a artistas plásticos, quienes ejecutarían murales y esculturas en los jardines y en
el edificio: René Portocarrero, Raúl Martínez, Sandú Darié, Alfredo Lozano, Eugenio
Rodríguez, Roberto Estopiñán, Rolando López Dirube, Gabriel Sorzano, Tomás Oliva y
Rita Longa se encontraron entre ellos.
Se nombró como directora de esta institución a la Dra. Isabel Monal, pero es interesante
subrayar que ya en julio de 1959 la estructura que adopta el teatro desde el punto
organizativo estuvo conformada por cinco asesorías que, según la concepción del núcleo
fundador, funcionarían como departamentos: Folklore, Música, Artes Dramáticas, Danza y
Publicaciones e Intercambio Cultural, al frente de los cuales estarían con status de
directores respectivamente: Argeliers León, Carlos Fariñas, Fermín Borges, Ramiro Guerra
y Gregorio Ortega. Este último fue nombrado, aunque nunca ocupó el cargo por tener que
asumir otras responsabilidades estatales.
Este grupo de intelectuales decide nombrar como Sala Covarrubias a la pequeña sala y
dejar como el nombre de Avellaneda para la sala grande. Es ciertamente simbólica esta
denominación, por cuanto remite a una toma de conciencia expresa de vincular en la
actividad de esta institución las dos vertientes popular y culta del teatro cubano.
Desde agosto de 1959 la prensa insiste en anunciar distintas fechas para la inauguración y
que las obras quedarían concluidas a fines de ese año. Sin embargo, en enero de 1960 la
terminación ha sido nuevamente aplazada y se descarta el título de Baltasar de Gertrudis
Gómez de Avellaneda, que estaba siendo ensayado para la inauguración. Comienza un
trabajo acelerado para poner en funcionamiento la Sala Covarrubias: se consigue poner un
lunetario de sillas de tijera alquiladas, paneles acústicos, un tabloncillo, un equipo de aire
acondicionado, pintura, etc; y en febrero de 1960 la primera delegación cultural de músicos
soviéticos que visitaba a Cuba, el violinista Leonid Kogan y el compositor y director de
orquesta Aram Jachaturian son anunciados para la abrir esta sala.
De estos conciertos solo logró presentarse uno a los constructores del teatro, porque las
obras no habían podido finalizar a tiempo y la sala no reunía las condiciones mínimas
requeridas. Sin embargo, desde ese mismo mes el TNC ya se puso en marcha y se decide
hacer la “pre-inauguración” de la Sala Covarrubias con los espectáculos de Danza
Moderna dirigidos por Ramiro Guerra y Argeliers León poniendo por primera vez en
escena a los auténticos practicantes de la música y el folklore de origen yoruba.
Desde sus primeros espectáculos el TNC resonó y recibió una afluencia de público
inusitada y heterogénea a pesar del relativo aislamiento del lugar en esa época. Es cierto
que realizó amplias campañas de promoción empleando los más imaginativos métodos de
divulgación teatral y que se logró mantener así una programación variada que a menudo
llegó a ser de martes a domingo, cosa inusual para la vida teatral habanera de entonces.
En realidad, es muy difícil sintetizar la labor artística y social que el Teatro Nacional
desarrolló en apenas tres años. En marzo de 1960 se estrena en la Sala Covarrubias su
primera obra dramática: La ramera respetuosa de Jean Paul Sartre en un montaje de
Francisco Morín, un extraordinario éxito de crítica y de público y una gran sorpresa para su
autor que asistió a una función durante su visita a Cuba en ese año. Más de 16 mil
espectadores en unas 15 representaciones solo en La Habana era una cifra nunca antes
vista.
En abril hará una gira a Santiago de Cuba con iguales resultados en el Teatro Oriente de
esa ciudad. A partir de entonces el quehacer de la Sala Covarrubias es permanente. En
teatro dramático se suceden los estrenos: Santa Juana de América de Andrés Lizárraga
(premio del I Concurso Literario de la Casa de las Américas) dirigida por Eduardo Manet,
en mayo; Nuestro pueblito de Thornton Wilder, bajo la dirección de Julio Matas en junio; El
Retablo de Maese Pedro de Manuel de Falla, dirigida por Vicente Revuelta con el elenco
de Teatro Estudio, en agosto; El filántropo de Virigilio Piñera, en un montaje realizado por
Humberto Arenal, en agosto; Esperando al zurdo de Clifford Odets en un montaje que para
la Sala El Sótano había llevado a cabo María Ofelia Díaz, y que ahora se presentaba en
esta sala en septiembre; en octubre, Los fusiles de la Madre Carrar de Bertolt Brecht y Los
santos de Pedro Salinas, dirigidas respectivamente por Herberto Dumé y Julio Matas,
quienes los habían estrenado en el Palacio de Bellas Artes. En octubre Adela Escartín
estrena su montaje de Yerma de Federico García Lorca; y en diciembre de este año 1960
el TNC auspicia el estreno de El jardín de los cerezos de Antón Chejov bajo la dirección de
Modesto Centeno en el Teatro Auditórium.
En cuanto al teatro para niños, en marzo de 1960 Dumé estrena El lindo ruiseñor, versión
de José Martí de un cuento de Hans Christian Andersen, uno de los montajes más
hermosos e imaginativos que se han hecho en Cuba desde entonces. Además, en
diciembre estrena Pompín el fantasmita y La cucarachita Martina, en una contínua labor
teatral diseñada para el público infantil, tanto en como fuera del teatro.
En cuanto a Danza Moderna 1960 es el año de los grandes estrenos con un éxito
impresionante de crítica y de público, sorprendentes para una manifestación prácticamente
nueva para la inmensa mayoría de los espectadores cubanos: Mulato, Mambí, Estudio de
las aguas y La vida de las abejas, en el mes de febrero; Llanto por Ignacio Sánchez
Mejías, Concerto grosso, Ritual primitivo y El milagro de Anaquillé, en abril; Auto
sacramental y Suite yoruba, en junio.
Todas estas coreografías fueron realizadas por un conjunto de bailarines integrado por
personas, muchas de las cuales nunca antes habían bailado en un escenario y formado a
partir del mes de septiembre del año anterior. En julio de 1960 se presenta en Las
Mercedes, plena Sierra Maestra, el gigantesco espectáculo conmemorativo del 26 de Julio,
que pone por primera vez a casi dos mil personas –entre artistas, técnicos, obreros y
trabajadores de apoyo- a laborar intensamente para la representación en un vasto
escenario donde se unieron la danza moderna, el coro, la orquesta sinfónica, la actuación
y el folklore (la comparsa del Alacrán) para cientos de miles de campesinos que por
primera vez tenían oportunidad de ver un espectáculo teatral.
En cuanto al folklore, la labor del TNC no es menos intensa y profunda. Un primer ciclo
dedicado a Cantos, bailes y leyendas cubanas se estrena en febrero del 1960; Bembé, en
mayo; Abakuá, en agosto; Yímbula, en noviembre. Todos los espectáculos son ejecutados
por intérpretes-practicantes originales de las distintas vertientes del folklore cubano de
ascendencia africana. Asimismo, en 1960 comienza a funcionar el Centro de Estudios del
Folklore, patrocinado por el TNC, con sus publicaciones de textos y de las Actas del
Folklore y un seminario para la formación de investigadores en esta materia. En la música,
todos los meses se ofrecen conciertos y recitales de solistas cubanos y extranjeros,
además de la actuación de la Orquesta Sinfónica del TNC, la que acompaña también
todos los espectáculos de danza moderna. El cúmulo de espectáculos extranjeros
auspiciados y presentados por el TNC es impresionante para un año: el Conjunto Artístico
de China con la Ópera de Pekín, entre junio y julio; el Ballet Folklórico Georgiano, en junio;
el Conjunto Teatral Chileno, en julio; el Ballet Bashkar de la India, en septiembre; el Ballet
Nacional de México y el Conjunto de Bailes Folklóricos de la URSS en diciembre.
En 1960 también se inició el Seminario de Dramaturgia, con sus diferentes ciclos, donde
colaboraron Natividad González Freyre, José Antonio Escarpanter, Mirta Aguirre, Osvaldo
Dragún, Adolfo de Luis, Antón Arrufat, Rolando Ferrer y otros. De este seminario saldrá un
importante grupo de autores dramáticos que se destacarán ya desde la misma década del
sesenta dentro de la producción escénica cubana. Asimismo, en este año comienza la
experiencia pionera de la Brigada Teatral Revolucionaria, formada por el TNC como una
idea proyectada por Fermín Borges e Isabel Monal, que dirigió Jesús Hernández para
llevar espectáculos teatrales a las montañas, a las zonas campesinas, a centros de
trabajo, cooperativas y granjas agropecuarias en los más intrincados rincones del país
Especie de teatro itinerante que se desarrollará después las Brigadas de Teatro Francisco
Covarrubias a partir de 1962 y otros grupos en los años siguientes.
En septiembre de 1960 se funda en el propio TNC el departamento de Extensión Teatral,
dirigido por Irene Relova, el cual se encargará de atender la superación técnica y todo el
trabajo artístico de los. Grupos de aficionados al teatro, la danza y la música que
empezaron a surgir por todo el país y que tendrán su primer y exitoso Festival de Teatro
Obrero Campesino en marzo del año siguiente. Toda esta labor inmensa se acompaña con
la convocatoria de concursos de obras dramáticas con el fin de nutrir el repertorio de los
grupos que se van formando en todo el país. Se abrió una biblioteca especializada en
cuestiones teatrales en la propia instalación. Se fundaron los talleres de escenografía y
vestuario, donde se confeccionaron todos los elementos requeridos por las producciones
del Teatro y del movimiento de aficionados, origen de los actuales talleres. Y todo guiado
por una inteligente y constante política de promoción de público para el teatro y precios
irrisorios (25 centavos) en todos los espectáculos. Aunque todas estas iniciativas
generadas por el TNC se mantienen durante 1961, la estructura comienza a desintegrarse
al surgir el aparato del Consejo Nacional de Cultura.
Desde marzo de 1961 dejan de presentarse espectáculos en la Sala Covarrubias debido a
sus condiciones aún precarias y a la necesidad de cubrir la demanda de los teatros y
salas nacionalizados (Auditórium, Payret, Hubert de Blanck, etc.)
Todas las creaciones se incorporan y amplifican por el CNC, mientras el TNC permanece
nominalmente para la atención de los conjuntos profesionales y semi-profesionales de
teatro dramático y para niños que se fundan, para desaparecer para siempre a fines de
1962. La Sala Covarrubias, al no presentarse más funciones en ella, es destinada a servir
como local de ensayo de algunas obras y, posteriormente, tanto como la Sala Avellaneda
que no se había utilizado para espectáculos, para almacenaje de escenografías y
mobiliario.
Si bien no se abandona en estos primeros años la continuación de las obras constructivas
del Teatro, el trabajo sigue siendo lento a causa del bajo presupuesto en un período en
que se acomete la restauración de los grandes teatros provinciales en el país, así como
por dificultades surgidas con la instalación del equipamiento tecnológico adquirido en la
República Democrática Alemana.
Al parecer en 1964 se detiene por completo todo el trabajo constructivo. El edificio del
TNC, semi-construido, acogió en esta época, a más del Conjunto de Danza Moderna que
permaneció en él hasta la actualidad (ahora como Danza Contemporánea), los almacenes
y talleres teatrales de escenografía y herrería, hasta que estos se mudan para su sede en
la Autopista de Marianao, cuando el Ministerio de Cultura reemprende a partir de la
segunda mitad de la década del 70, la terminación del edificio y lo inaugura completa y
definitivamente el 3 de septiembre de 1979 con una función de gala para las delegaciones
asistentes a la VI Cumbre de los Países No Alineados celebrada en La Habana.
Un edificio de moderna arquitectura donde se conjugan armoniosamente lo utilitario y lo
estético es hoy el TNC, -Complejo Cultural y Recreativo que engloba diversas
manifestaciones artísticas-, en el cuál se brinda no sólo un repertorio teatral cubano y
universal de primera línea, sino infinidad de espectáculos y diversos programas colaterales
de todas las artes existentes.
Actualmente el TNC cuenta con dos grandes salas, la Covarrubias (806 capacidades en la
actualidad entre sus dos niveles de observación) nombrada así en homenaje a Francisco
Covarrubias (1775-1850), autor teatral considerado el primer caricato cubano y fundador
del Teatro Cubano, quien fue además un excelente actor y entre uno de los primeros
artistas en llevar a la escena los tipos, bailes y costumbres del país.
La Sala Avellaneda (2056 capacidades entre sus tres niveles de observación), lleva su
nombre por la figura femenina más excelsa de las letras románticas del siglo XIX en Cuba:
Gertrudis Gómez de Avellaneda. En su escenario se dan cita espectáculos de gran
producción artística para todas las artes.
Ambas salas poseen excelentes condiciones acústicas y están dotadas de modernas
tecnologías en iluminación, sonido y tramoya escénica, así como de diferentes servicios
(vestuario, maquillaje).
La instalación cuenta además con dos Galerías de Arte: “René Portocarrero” y
“Avellaneda”, que ocupan los espacios de los vestíbulos de las salas Covarrubias y
Avellaneda respectivamente. Ambas son dadas a la promoción y venta de las obras del
mundo de las Artes Visuales en el campo nacional e internacional, correspondientes a
creadores de excelencia y con ganado prestigio artístico.
Por otro lado el 9no piso, ubicado en la torre central del edificio es un espacio multiuso
utilizado mayormente para representaciones de teatro experimental, talleres y laboratorios
especializados de alto nivel, ensayos, grabaciones de videos y otros.
Los jardines, con una bella, exuberante y variada flora cubana, entre las que se destacan
las Palmas Reales (nuestro árbol nacional), alberga instalaciones escultóricas y cerámicas
de destacados creadores nacionales como: Rita Longa, Raúl Martínez, Roberto Estopiñan
y Alfredo Lozano entre otros y son sede de presentaciones de agrupaciones teatrales
infantiles.
Un Café Cantante (“Mi Habana”) y un Piano Bar (“Delirio Habanero”) se encuentran
también situados en el interior del teatro, donde se ofrece lo mejor de la música cubana en
vivo, acompañado de una exquisita coctelería y gastronomía así como otros eventos
sociales.
(Agradecemos la cortesía de poder contar con esta valiosa información histórica
ofrecida por el historiador Miguel Sánchez León)
De: http://www.teatronacional.cu/site/section/1
El arquitecto Raúl Alvarez se presentó en una de las salas del Teatro Tower, que se
colmó más allá de su capacidad con gente de pie en los pasillos y personas sentadas en
el piso, para escucharlo hablar de la arquitectura cubana de 1950 a 1959.
La más importante para Alvarez fue la Residencia Schulthess su primera obra apenas
graduado de la universidad. Los planos originales eran de Richard Neutra, para una casa
toda de madera, tanto la estructura como las paredes. “Pero el clima de Cuba la hubiera
destruido con el tiempo”, dijo Alvarez. “Por lo que hicimos nuevos planos en los que se
tradujo la pulgada al centímetro, y la madera al concreto reforzado”.
Pero la intención del arquitecto fue también hablar del movimiento arquitectónico en
general durante esa década. Para ello usó como texto el libro The Havana
Guide (Princeton, 2000), de Eduardo Luis Rodríguez –a quien entrevisté cuando estuvo
en Miami a fines de los años 90 y en el 2000. Este arquitecto historiador ha dado a
conocer a los desmemoriados en la isla de Cuba las cuatro décadas de desarrollo urbano,
de 1925 a 1965, que Alvarez calificó de experimentación y libertad artística, y que puso
a Cuba a la par con Brasil, México y Europa.
“Quedó atrás lo cubano, el patio, las persianas de madera, los pórticos, las tejas y los
pisos con cenefas”, dijo Alvarez. “Los techos fueron parte de la escultura en que se
convirtió tanto la casa, como el hotel, el casino, el hospital y otros proyectos. Se
soltaron las muletas y los bastones de la era colonial y se caminó, y hasta se corrió, con
la libertad de expresión y la aventura en el diseño. Así empezó un nuevo camino de la
arquitectura en Cuba”.
Algunos de los ejemplos que mostró, y de los que habló, fueron Tropicana de Max
Borges, Jr.; el Antonetti Hospital de Raúl Alvarez y Henry Gutiérrez, Medalla de Oro
1960; Seguro Médico de Antonio Quintana, premio Medalla de Oro; Habana Hilton, de
Welton Becket y Arroyo y Menéndez; una residencia de Sixto Navarro, Raúl Alvarez y
Henry Gutiérrez, una de las primeras de arquitectura postensionada, en la que tres
familias viven ahora. También mencionó el Palacio de Deportes. de Arroyo y Menéndez
y Jorge Mantilla, con rampas que dejaban vaciarse el edificio con rapidez.
El Teatro Nacional en la Plaza Cívica, en la que él trabajó con Arroyo y Menéndez, fue
presentado con lujo de detalles, y los nombres y obras de varios artistas plásticos que
colaboraron con el proyecto. Entre ellos, Roberto Estupiñán, Alfredo Lozano y René
Portocarrero.
De: https://www.elnuevoherald.com/ultimas-noticias/article2020615.html
La obra de Raúl Álvarez y Enrique Gutiérrez en los repartos del sur de La Habana
ABSTRACT:Within the urban growth of Havana between 1940- 1960 numerous residential
subdivisions constituted true laboratories of the architecture of the Modern Movement.
However, much of that universe remains ignored by specialized literature despite possessing
value attributes. It is striking that the authorship of many of these works fell on architects and
recognized firms of the time, such as Raúl Álvarez and Enrique Gutiérrez who, despite their
celebrity, remain undisclosed part of their production. This study explores, from the analysis of
documentary archival sources and fieldwork, part of his work at south of Havana with the
purpose of contributing to the knowledge and better understanding of the codes that
characterized the repertoire of the firm in Cuba, while promoting the dissemination of modern
Cuban heritage ignored by critics.
Introducción
Figura 2
Clínica Antonetti, El Vedado
Fuente: Álbum de Cuba, Volumen VI, 1957.
Por otro lado, si bien los eventos de DoCoMoMo Cuba y sus boletines han
constituido importantes vehículos de divulgación, aun su alcance es limitado.
La investigación que se presenta se ha guiado por la idea de que las obras
hasta ahora publicadas no son las únicas con valor, pues existe una notable
masa de edificaciones dignas de mérito, incluso de autores que han sido
reconocidos por sus proyectos en otros lugares de la ciudad. Los estudios
sobre la obra individual de los arquitectos del periodo son escasos, y los
realizados constituyen en su mayoría trabajos de tesis estudiantiles, cuya
visibilidad es limitada2.
A pesar de los esfuerzos por divulgar su valor, gran parte de estos inmuebles
han sido mutilados o transformados indiscriminadamente, a falta de una sólida
normativa para su protección, así como de la regulación de sus intervenciones,
fundamentalmente en el sector residencial.
Figura 3
Esquema de La Habana con la ubicación geográfica de los repartos La
Floresta, Buenos Aires, Víbora Park y Casino Deportivo.
Elaborado por Alejandro González, 2018.
Materiales y métodos
Resultados
Bajo esta rúbrica realizaron varios proyectos entre 1956 y 1957, entre ellos
la Casa de Alfred de Schulthess, junto al arquitecto austro-norteamericano
Richard Neutra. El interés por apropiarse de variantes volumétrico espaciales
que permitieran experimentar con libertad en soluciones estructurales alejadas
de las comúnmente vistas, los hizo asociarse con la firma cubana de
ingenieros de Roberto Cancio, Luis P. Sáenz y F. Martín, creada en 1948, y
surgió “Cancio, Sáenz, Martín, Álvarez y Gutiérrez, Ingenieros y
Arquitectos”, también identificada como SACMAG [20]. Incorporado a esta
firma, que realizaba trabajos de diseño de ingeniería para el propietario de
Bacardí, Gutiérrez colaboró con Mies Van der Rohe y Félix Candela en los
proyectos para sus instalaciones en México. [21]
Esta casa fue concebida para un pequeño lote en Buenos Aires, Cerro.
Desde su urbanización en 1954, como zona de costura entre tramas urbanas
anteriores, este reparto estuvo marcado por una diversidad poco común en su
trazado. La irregularidad en la geometría de sus manzanas generó una gran
desigualdad en las formas y tamaños de las parcelas, la mayoría con esquemas
trapezoidales, frentes estrechos y áreas muy diferentes. Esta diversidad se
mantuvo en la concepción de sus condicionales urbanas, con irregularidad en
la ocupación de manzanas y lotes, al mezclar atributos básicos de
parcelaciones de repartos urbanizados durante el siglo XX. Fue ocupado por
viviendas unifamiliares de pequeños propietarios, para obreros y edificios de
apartamentos especulativos7.
Figura 4
Residencia de José Alejandro Estúa, esquema volumétrico.
Elaborado por Victor M. Báez, 2016.
Figura 5
Residencia de José Alejandro Estúa, esquemas de plantas.
Elaborado por el autor, 2018.
Figura 8
Unidad apartamental de Lucía Lavastida, esquemas de plantas.
Elaborado por el autor, 2018.
El bloque secundario fue concebido para las habitaciones auxiliares, está
situado al fondo y se conecta con el principal a través de una galería cubierta.
La vinculación vertical de servicio se realizaba mediante una escalera
helicoidal -hoy inexistente-, que incorpora tímidamente la línea curva.
Figura 9
Unidad apartamental de Lucía Lavastida, detalle de carpintería interior.
Foto: Carina Marrero, 2007.
Figura 10
Residencia de Margarita Rodríguez Gutiérrez, imagen actual.
Foto: Rolando Lloga, 2006.
Figura 11
Residencia de Margarita Rodríguez Gutiérrez, esquemas de plantas.
Elaborado por el autor, 2018.
Este proyecto fue concebido para Víbora Park, actual municipio Arroyo
Naranjo, reparto urbanizado en la década de 1950 que asumió la forma
rectangular, estrecha y alargada para sus manzanas. Sin embargo, conformó
un trazado irregular con recorridos no ortogonales y curvos que
desaprovechan la topografía accidentada del terreno. Por lo anterior y según la
sinuosidad de sus calles, varían las dimensiones y forma de manzanas y
parcelas, fundamentalmente en cruces no ortogonales y bordes del reparto.
Los frentes de lotes alternan entre 10 y 15 metros y se extienden en
profundidad variable hacia la manzana, en algunos casos sorteando las
pendientes interiores.
Figura 13
Residencia de Amelia Méndez, esquema de planta.
Elaborado por el autor, 2018.
Este inmueble conserva aún su imagen inicial, en gran medida gracias a que
sus residentes actuales constituyen herederos de la familia que originalmente
encargó su construcción.
La que puede considerarse como una de las obras realizadas por la firma en
su último periodo en Cuba, resume conceptos que ya habían sido explorados
en proyectos anteriores. Mantiene la concepción de planta en H, ahora más
estilizada y con un estudio proporcional y diferenciado de la dimensión de sus
crujías. (Figura 16)
Figura 16
Residencia de Magin Maseda, esquema de planta.
Elaborado por el autor, 2018.
Figura 17
Residencia de Magin Maseda, detalle de losa de cubierta grecada.
Foto del autor, 2017.
Figura 18
Residencia de Magin Maseda, imagen actual donde se aprecia la adición
de una inapropiada cerca perimetral.
Foto del autor, 2016.
Discusión
Conclusiones
“Raúl Álvarez & Enrique Gutiérrez, Arquitectos”, fue una de las más
importantes firmas de profesionales de arquitectura desde su formación. Sin
embargo, su obra en Cuba, a pesar de los valores y códigos de identidad que
posee, es prácticamente desconocida, con excepción de la Casa Schulthess y
la Clínica Antonetti, premiadas en su momento y con cierta divulgación en los
medios especializados. Investigaciones como esta “re-descubren” otros
ejemplos ignorados hasta el presente y contribuyen a su conocimiento y
valoración, intentando llenar los vacíos históricos del periodo.
Referencias bibliográficas
[3] Rodríguez EL. The Havana Guide. Modern Architecture, 1925-1965. New York:
Princeton Architectural Press; 2000. ISBN 1-56898-210-0.
[4] Martín ME. Crímenes sin castigo. Carta de La Habana, Boletín del Grupo para el
Desarrollo Integral de la Capital. 2001;8(24):2-3.
[7] Rodríguez EL. Modernidad tropical. Neutra, Burle Marx y Cuba: La Casa de
Schulthess. La Habana: Embajada de Suiza en Cuba; 2016. 96 p.
[8] Leal Y. Historia urbana del sur del antiguo municipio La Habana. Bases para la
redefinición de su zona de valor patrimonial [Máster]. La Habana: Instituto
Superior Politécnico José Antonio Echeverría, ISPJAE; 2015.
[9] Rouco AJ, Báez VM. El reparto Casino Deportivo: una historia no contada.
Arquitectura y Urbanismo [Internet]. 2017 [consultado: 8 agosto 2017]; 38(1
enero-abril):[75-88 pp.]. ISSN 1815-5898. Disponible
en: http://rau.cujae.edu.cu/index.php/revistaau/article/view/450/422.
[14] Segre R. La vivienda en Cuba en el siglo XX: República y Revolución. 2da ed.
México: Concepto; 1980. 149 p.
[20] Cohen H. Falleció arquitecto cubano autor del edificio Bacardí. El Nuevo
Herald [Internet]. 14 de junio 2017 [consultado: 3 julio 2017]. Disponible
en: http://www.elnuevoherald.com/noticias/sur-de-la-
florida/article156198754.html.
[22] Historic and Environmental Preservation Board. The Bacardi Buildings 2100
Biscayne Boulevard. Designation report [Internet]. Miami: Historic and
Environmental Preservation Board; 2009. [consultado: 10 noviembre 2017]
Disponible en: http://egov.ci.miami.fl.us/Legistarweb/Attachments/60081.pdf.
[23] Quintana N. Arquitectura cubana ...una búsqueda de la verdad. Arquitectura
Cuba. 1959;27(310):166-73.
Notas
Notas de autor
De: https://www.redalyc.org/jatsRepo/3768/376858947003/html/index.html#B19