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El ministerio supremo: La familia

REY MATOS

El libro de Malaquías tiene un contenido histórico y


profético que es fundamental para unir perfectamente el Antiguo Testamento con el Nuevo
Testamento. Los propósitos de Dios para la humanidad se ven claramente confirmados en
ese momento de la historia donde se cumple la llegada del Mesías salvador. Se pasa la
antorcha de la revelación de Dios de mano de los profetas del Antiguo Testamento, a manos
del Hijo de Dios y del Espíritu Santo, que la llevarían hasta el fin de los tiempos.

Estas son, literalmente, las últimas palabras del Antiguo Testamento: “He aquí, yo os envío
el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. Él hará volver el
corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que
yo venga y hiera la tierra con maldición” (Malaquías 4:5-6).

Este versículo es contundente. Nunca imaginé antes de estudiarlo que la relación entre
padres e hijos pudiera ser tan significativa e importante para Dios. Como podrán notar en
este versículo, Dios ministrará su Palabra y enviará al Espíritu Santo para hacer tornar en
los últimos tiempos el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia
sus padres, tiempo en que más se necesitará.

Esto significa que el producto del avivamiento de los últimos días antes del Día de Jehová
—que será grande y terrible—provocará la reconciliación entre padres e hijos. En otras
palabras, habrá una revolución espiritual que afectará a toda la familia. Veremos el poder
de Dios derramado en los hogares que lo invoquen, y se estrecharán lazos de comunicación
entre padres e hijos. 

“No sea que yo venga y hiera la tierra con maldición”,continúa diciendo el texto. Si la
tierra no responde al propósito de Dios en cuanto a las relaciones paterno-filiales en la
familia, el resultado será maldición. Habrá serias consecuencias para aquellas familias
donde hay discordia, división, enojo, rechazo, griterías y falta de respeto entre padres e
hijos. La maldición consecuente de nuestras malas actitudes, sumada a la poca madurez y
sabiduría para tratar los conflictos de la familia, será inevitable.

Si Dios no encuentra un espíritu de amor y de comunión entre padres e hijos, la religión no


nos va a salvar, como tampoco lo hará todo lo que hayamos hecho para “salvar al mundo”.
La prioridad de Dios es tu familia. El otro eslabón que une el Nuevo con el Antiguo
Testamento son los cuatro evangelios. El Evangelio de Lucas detalla los eventos de este
mencionado eslabón histórico-profético que conecta ambos testamentos.
Veamos: “Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu
mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. Y tendrás gozo y alegría, y
muchos se regocijarán de su nacimiento; porque será grande delante de Dios. No beberá
vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre. Y hará que
muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. E irá delante de él con el
espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de
los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien
dispuesto”(Lucas 1:13-17).

Basado en todo el texto del pasaje anterior: “Y hará que muchos de los hijos de Israel se
conviertan al Señor Dios de ellos” (v. 16), podemos concluir que al entender las
dimensiones y la magnitud del llamado que Dios le hace a los padres, probablemente
decidas acercarte más a Dios. Comprenderás que necesitarás refrescarte espiritualmente
para suplir las más fundamentales necesidades de tus hijos, para que ellos crezcan
emocional, espiritual y físicamente saludables. Por mejores padres que tratemos de ser, sin
el Espíritu Santo es imposible formar a los hijos conforme a las expectativas de Dios.

Agrega que irá delante de él para hacer volver el corazón de los padres a los hijos y
viceversa (v. 17). O sea, que el impacto más importante que debe tener tu encuentro con
Dios es la restauración de la relación con tus hijos o el fortalecimiento de la comunión con
ellos. Finaliza diciendo: “para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto”. ¿Dispuesto a
qué? Dispuesto a imitar los frutos del carácter de Jesús. Esta es una de las dificultades más
grandes de los creyentes: su disposición de caminar con Jesús e imitar su estilo de vida. El
mayor anhelo de Dios es santificar nuestro carácter para que manifestemos los frutos de
Jesús. Su Espíritu ha sido enviado para impartir en nuestro corazón tanto el querer como el
hacer su buena voluntad.

¿Para qué otras cosas nos está preparando Dios? ¡Para su venida! El Señor está preparando
un pueblo que no será avergonzado en ese gran día. Desde el principio, el propósito de Dios
fue crear una raza de sacerdotes que fueran ministros en la iglesia más importante de la
tierra: el hogar.

Es decir, que independientemente de cuál sea tu composición familiar, madre o padre


soltero(a), primeras nupcias, segundas nupcias donde haya hijos de él, de ella o de ambos,
la voluntad de Dios es la misma y los principios de calidad de vida familiar son los mismos.
Los principios del Reino de Dios son eternos y no cambian. Si tenemos fe para creer en la
efectividad de la Palabra de Dios, viviremos vidas de plenitud y abundancia.

Este estilo de vida no es opcional en los últimos días antes de la segunda venida de
Jesucristo, sino que será requisito para entrar al Reino de Dios. Recuerden que lo contrario
a esto es maldición. Por lo tanto, no hay otro camino. 

―Tomado del libro ¡Señor, que mis hijos te amen! (edición revisada)  por Rey Matos.
Publicado por Casa Creación. Usado con permiso.

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