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EL ESTADO Y

LA REVOLUCIÓN
EN MESOPOTAMIA
EL ESTADO Y LA
REVOLUCIÓN EN
MESOPOTAMIA
¡BUEN CAMINO!

EDICIONES (DES)CONFINADAS
JUNIO 2020
¿Por qué la revolución soviética, que según el
programa esbozado en El Estado y la Revolución estaba
llamada a extinguir la forma Estado y abrir paso al
protagonismo de las masas en todas las esferas de su
vida, desembocó en un aparato burocrático-militar en
todo punto ajeno al proyecto comunista? ¿Por qué las
luchas de liberación nacional posteriores a la Segunda
Guerra Mundial no sólo no emanciparon al conjunto
de la nación, sino que generaron además nuevas
dinámicas de opresión nacional? ¿Por qué las
revoluciones socialistas del pasado siglo no fueron
capaces, además de apropiarse estatalmente de los
medios de producción, de emancipar a los
trabajadores de la alienación y la disciplina fabril del
proceso productivo, así como de articular la
organización social que controlase este proceso y lo
sometiese conscientemente a sus propias necesidades
de desarrollo humano? ¿A qué se debe la paradoja de
que las revoluciones pasadas detuviesen su impulso
emancipador a las puertas de las casas y de las
estructuras patriarcales que esclavizan a las mujeres,
pese a que éstas constantemente aparecen a lo largo
de la Historia como punta de lanza de estas
revoluciones?
El derrumbe del campo soviético y la integración del
Socialismo Real en el Sistema Capitalista no sólo
supuso la posibilidad de completar la contrarrevolu-
ción neoliberal que hoy es hegemónica a nivel global,
también sentenció un proceso de desarme ideológico
de generaciones enteras en todo el mundo, la pérdida
de una cosmovisión y un horizonte contrapuestos al
capitalismo realmente existente.
El desarrollo del paradigma ideológico de la
Modernidad Democrática formulado por Abdullah
Öcalan responde a la necesidad de reconstruir este
horizonte universal desde el punto de vista concreto
de la nación sin Estado kurda. El Partido de los
Trabajadores de Kurdistan (PKK), fundado en el 1978
como un partido marxista-leninista a imagen de los
movimientos de des-colonización y liberación
nacional de la época, evolucionó ideológicamente
dentro de este proceso global de crisis del socialismo,
elaboró su nuevo paradigma tratando de sintetizar las
lecciones históricas de los procesos de emancipación
que le precedieron y trató de explicarlos mediante una
investigación crítica y profunda de la forma Estado, y
más concretamente del Estado-nación moderno.

Öcalan afirma que “vincular el


derecho a la autodeterminación con la
visión de un Estado para cada nación
ha resultado clave para agravar el
problema” de los conflictos derivados
de la opresión nacional
Aproximación socialista a la cuestión del Estado
Si analizamos la historia del pensamiento socialista de
los últimos siglos, podemos decir que tanto el
anarquismo como el marxismo han constatado la
necesidad de liquidar el Estado en tanto que
institución separada de la sociedad, y que lo que los
ha enfrentado ha sido mas bien el análisis de las
condiciones en las que esta destrucción del Estado
podría darse. Para la tradición ideológica anarquista,
el Estado debe ser destruido en el propio acto de la
revolución: su abolición es la condición de posibilidad
de la política propiamente dicha. Para la tradición
ideológica marxista, en cambio, es la abolición de la
relaciones sociales capitalistas la condición que
permite la disolución del Estado, dentro de un
proceso de transición al comunismo en el que los
resortes estatales son necesarios para someter al viejo
orden que lucha por volverse a imponer, es decir, para
reordenar orgánicamente el conjunto de los elementos
de la vieja sociedad capitalista hacia la nueva sociedad
comunista.
Öcalan ha criticado de la tradición marxista una
insuficiencia teórica en su análisis del Estado, que se
ha tendido a concebir como una “fortaleza a tomar” o
una “máquina”, un mero instrumento al servicio de
una u otra clase o de uno u otro proyecto, y en último
término como el horizonte y el campo de lucha central
de la política transformadora. Para Öcalan el Estado
no es un aparato neutro ni tiene el rol de estabilizar el
conflicto de clases, sino que es la forma política de un
monopolio, una concentración de poder que se
organiza como una superestructura a través del uso
de diferentes herramientas ideológicas y coercitivas
para exprimir la plusvalía y la riqueza social1,
adquiriendo el carácter de un fetiche divinizado y
excluyendo/privando de la vida política al conjunto
de la sociedad. Esta forma de monopolio seria según
Öcalan el hecho determinante, al margen de quien
“controla” el Estado, o de las luchas y transforma-
ciones que se dan dentro de su campo. En este
sentido, el estato-centrismo en la tradición marxista
habría dificultado a las experiencias del Socialismo
Real poner el foco del proceso revolucionario en el
desarrollo de la iniciativa protagonista de las masas y
su plena autodeterminación política. En vez de
extinguir el aparato estatal, alumbraron un nuevo
monopolio sobre la gestión de los asuntos comunes.
Su concepción lineal y progresista del curso histórico,
así como su falta de crítica a la lógica del
productivismo, habrían llevado a priorizar el aumento
de la producción y el desarrollo técnico a expensas de
la superación de la alienación en el trabajo y el
sometimiento del proceso productivo por parte de los
propios productores, al fin de incrementar lo que en
otras latitudes se ha denominado como el Buen Vivir,
el potencial creativo de la sociedad y su relación
armónica con la Naturaleza.

1Capitalism: The Age of Unmasked Gods and Naked Kings. Manifesto for a
Democratic Civilization, Volume II., Abdullah Öcalan
Por otra parte, a la tradición del pensamiento
anarquista le atribuye haberse quedado en una
política centrada en la forma individuo, sin haber
logrado dotarse de una base social significativa y
desarrollar un sistema alternativo al Estado-nación
capitalista. En su opinión, el anarquismo “sabe muy
bien lo que hace el capitalismo, pero no sabe muy bien
qué hacer con él”, y “el hecho de que exigen que el
poder y el Estado sean eliminados de inmediato, es
utópico y un acercamiento que no tiene mucha suerte
de realizarse en la práctica.”2
Respecto a la cuestión nacional, Öcalan afirma que
“vincular el derecho a la autodeterminación con la
visión de un Estado para cada nación ha resultado
clave para agravar el problema” de los conflictos
derivados de la opresión nacional, criticando la
concepción moderna de un mundo partido en
fronteras que delimitan comunidades nacionales
homogéneas bajo la lógica “un territorio, una nación,
una lengua, una bandera, un Estado”. La situación del
pueblo kurdo y en general el escenario de crisis en
Oriente Medio es según Öcalan el resultado último de
este modelo, que fue impuesto de la mano del
colonialismo y las guerras de rapiña y reparto
interimperialistas sobre territorios y sociedades
extremadamente plurales y heterogéneas en sus
identidades, culturas y formas de vida. Sociedades en
las que por otra parte el proyecto liberal del
2 The Sociology of Freedom: Manifesto for a Democratic Civilization, Volume
III., Abdullah Öcalan
“ciudadano” atomizado ha resultado siempre un
hecho incompleto, debido a la densidad de los
vínculos y lealtades comunitarias opacas a las técnicas
de gobierno del Estado moderno. El intento de forzar
la coincidencia entre dicha lógica nacional estatista
con la realidad de estas sociedades “abigarradas”
resulta necesariamente en la opresión nacional, el
etnocidio y el genocidio, y un proceso de liberación
que siga encadenando los conceptos de la nación y del
Estado moderno como inseparables sólo puede
perpetuar esta dinámica.
En definitiva, el líder ideológico del movimiento
kurdo concluye que los marcos teóricos de
emancipación social precedentes no fueron capaces de
despegarse lo suficiente de las categorías de la
Modernidad que quisieron subvertir, y las propuestas
englobadas dentro de lo que ampliamente se llama
“posmodernidad” tampoco aportaron ninguna
alternativa seria, como mucho ayudaron a
desarticular parcialmente estas categorías.
En el período del “fin de la Historia” decretado por la
intelectualidad burguesa neo-liberal, la tarea de
Abdullah Öcalan será por tanto actualizar la tradición
revolucionaria socialista en un proyecto emancipa-
torio para el pueblo kurdo, con vocación internaciona-
lista y universal puesto que “no es la esencia del
socialismo la que ha colapsado, sino que han
fracasado viejas tácticas y estrategias, que no eran
apropiadas para la época actual”. Además, “ la
comprensión de esta revolución de la democracia se
desarrolla de lo local a lo universal y, por lo tanto, no
solo propone una solución a los kurdos, sino a todos
los pueblos que, como ellos, experimentaron opresión,
violencia y colonización.”3

Öcalan subraya ante todo el carácter


dinámico de la construcción nacional,
los procesos históricos mediante los
cuales las naciones desarrollan una
mentalidad común que las une en una
identidad compartida.

La política democrática contra el Estado


En el pensamiento de Abdullah Öcalan, los conceptos
de Estado y democracia son opuestos. Es preciso
remarcar aquí que el término democracia no hace
referencia -como en la teoría política burguesa- a unos
procedimientos formales en base a una igualdad
jurídica abstracta (que esconde relaciones de
explotación y opresión estructurales), sino al proceso
mediante el cual el conjunto de la totalidad social
desarrolla la capacidad concreta para intervenir en las
decisiones sobre su vida colectiva. El tiempo de la
doble revolución -industrial inglesa y política
francesa- que dio a luz al Estado-Nación capitalista y
a la democracia liberal burguesa, universalizó una
forma histórica y un imaginario político que en vez de
3Extracto de “Sosyalizmde Israr - Insan Olmakta Isrardir” (Insistir en el Socialismo
es Insistir en la Humanidad), Abdullah Öcalan
impulsar la democratización, reforzó el poder del
Estado extendiéndolo a todos los poros de la
sociedad, estableciendo la lógica del pueblo como un
conjunto de individuos identificables homogénea-
mente con la Nación, y de la Nación como sinónimo
del Estado.
Öcalan afirma que hablar de Estado democrático es
una contradicción en los términos: por muy
democrático que se auto-adjetive un Estado, no puede
haber democracia cuando la mayoría de la población
no tienen ninguna capacidad de decisión sobre la
riqueza social que producen, ni cómo o para qué la
producen; si su creatividad, fuerza, tiempo, y
productos de trabajo son secuestrados por un
monopolio con control absoluto sobre los mismos. No
puede haber democracia si los pueblos son
perseguidos o sujetos a procesos de asimilación,
negación y exterminio, si sus gentes son expulsadas
de sus tierras y privadas de su territorio y bienes
comunales. No puede haber democracia si las mujeres
son formalmente reconocidas como individuos libres
mientras en la práctica son esclavizadas bajo el
despotismo de la estructura y las normas patriarcales,
sometidas a un régimen de violencia y objetivación
permanentes tanto en el espacio público como el
privado.
Según Öcalan, Estado y democracia coexisten de
forma contradictoria a lo largo de la historia de la
Humanidad. De la misma forma que podemos
rastrear la presencia del Estado y del Capital en
períodos de hace miles de años pero solamente en la
era actual resultan ser las formas hegemónicas, la
historia de los pueblos no es ajena al socialismo
comunal y la organización democrática. Las pulsiones
emancipadoras que mantuvieron vivos y desarro-
llaron estos modelos organizativos llegan hasta
nuestros días, pero se expresan de forma dispersa y
fragmentaria, a menudo en una posición defensiva, de
resistencia aislada, sin articularse en una alternativa
sistémica a la altura de los desafíos de la época actual.
La tarea que se propuso el movimiento revolucionario
kurdo fue desgajar el concepto de Nación del
concepto de Estado, realizando una nueva síntesis de
los elementos de socialismo, liberación nacional y
democracia, para levantar una alternativa radical y
sistémica a la crisis estructural del Sistema capitalista
actual. La fórmula política que desarrolló para pensar
la emancipación nacional más allá del Estado-nación
capitalista fue el dúo conceptual de Nación y
Autonomía Democráticas.

I) Nación Democrática
A lo largo de su obra Öcalan reconoce la dificultad de
definir con precisión el concepto de Nación. De forma
amplia, lo ha caracterizado como una realidad social
en la que individuos que comparten rasgos culturales,
históricos y lingüísticos comunes se imaginan como
parte de una misma comunidad. El hecho de que este
fenómeno sea imaginado (en el sentido de que
trasciende los vínculos interpersonales directos e
inmediatos) no significa que sea una ilusión o un
engaño, o que no tenga un carácter social objetivo
ligado a efectos materiales determinantes. Öcalan
subraya ante todo el carácter dinámico de esta
realidad, los procesos históricos mediante los cuales
las naciones desarrollan una mentalidad común que
las une en una identidad compartida.
La cuestión clave es el contenido de este proceso de
construcción nacional. Las naciones que se construyen
como Estados-Nación tienden a validar el monopolio
político, a desarrollar identidades nacionales
homogéneas y excluyentes, a encubrir las relaciones
de explotación y opresión bajo la igualdad abstracta y
jurídica del “ciudadano”, y exacerbar una mentalidad
chovinista. Por contra, una vía de construcción
nacional democrática parte de la diversidad realmente
existente en la sociedad; no pretende homogeneizar
esta diversidad, sino unificarla entorno a una
mentalidad y un proyecto democrático común que
permita la expresión política de esta heterogeneidad;
desarrolla una identidad nacional abierta y no
excluyente, y promueve un proceso de politización y
auto-organización social en el que las clases
subalternas, las mujeres y las distintas comunidades
minorizadas se auto-instituyen como sujetos
protagonistas de la construcción de la nación. Las
instituciones populares de auto-gobierno surgidas de
este proceso articulan la Autonomía Democrática, la
forma política que permite la existencia de la Nación
Democrática.
II) Autonomía Democrática
Los procesos de autodeterminación que se piensan
desde la forma Estado tienden a concebir la liberación
nacional como la secesión del Estado-nación existente,
como un proceso de “desconexión” en el que las
instituciones territoriales correspondientes del aparato
estatal se autonomizan y adquieren el rango de
Estado propio. La Nación Democrática, por contra,
sitúa el punto de partido de su auto-gobierno en las
instituciones populares democráticas creadas por la
propia sociedad. La unidad mínima de estas
instituciones es la comuna, porque esta es la forma
política que permite la intervención democrática
directa de la totalidad social. En el desarrollo de la
Autonomía Democrática, las comunas se articulan
horizontal y verticalmente junto con consejos,
cooperativas, organizaciones de trabajadores, grupos
juveniles, academias, asambleas y casas de mujeres,
medios de comunicación popular, ligas de artistas,
escuelas,... construyendo:
a) una nueva gobernabilidad que va de la escala local
a la regional y nacional.
b) una Autoridad Democrática que escala sus
procesos de decisiones según el principio del poder
obedencial, esto es, en la coordinación entre delegados
y delegadas revocables que supeditan el plano de la
democracia representativa al plano de la democracia
directa local, bajo la consigna de “mandar
obedeciendo”.
c) el principio de la organización autónoma de las
mujeres en todas las estructuras, y de la co-
representación paritaria a todos los niveles, puesto
que la nación democrática no parte de una igualdad
formal y abstracta, sino de la historia concreta de
opresión de la mujer y su necesidad de voz propia e
independencia política. Öcalan ha enfatizado la
conexión entre el surgimiento del Estado y el del
Patriarcado, constatando que el desarrollo de la
propiedad privada y el monopolio estatal requirieron
desplazar y someter a la mujer en tanto que portadora
de los valores sociales y relacionales comunitarios.
d) estructuras políticas, culturales y militares propias
para cada comunidad nacional/étnica/religiosa, y
voz propia en las comunas y consejos.
e) una estructura confederal que trasciende las
fronteras de los Estados-Nación y se contrapone al
centralismo.
f) el principio del derecho a la autodefensa de la
instituciones populares democráticas en oposición al
monopolio de la violencia ejercido por el Estado,
puesto que no es posible abrir ninguna área de
libertad política si no se tiene tambien la capacidad
militar de defenderla.
g) la disolución de la apropiación privada de la
riqueza y el desarrollo de una económica socializada,
controlada democráticamente por la sociedad, que
tenga a esta sociedad como fin en si mismo y no como
medio de la valorización capitalista, y que se
desarrolle en armonía con la Naturaleza.
Un proceso de construcción nacional que se articule
de esta manera puede desarrollar una identidad
nacional kurda que gravite más entorno a una
mentalidad y valores democráticos que entorno a
unos rasgos étnicos-culturales homogéneos. A su vez,
permite articular esta sentimiento de pertenencia con
identidades nacionales más amplias en las que los
kurdos puedan reconocerse junto con otros pueblos
como parte de naciones democráticas compartidas.
Así, en el proceso revolucionario de construcción
nacional democrático, los pueblos y los individuos no
solo cambian sus condiciones de vida, sino que
necesariamente también se cambian a si mismos. La
nación democrática no es posible sin desarrollar una
conciencia y cultura democráticas opuesta al
individualismo y a una mentalidad basada en la idea
del interés propio, esto es, sin una conciencia basada
en el sentido de responsabilidad del individuo
respecto a su comunidad, y de la comunidad respecto
a sus individuos.
El reconocimiento por parte del Estado-nación
dominante de la Autonomía Democrática kurda es
según Öcalan el requisito mínimo para convivir bajo
un techo común. En caso de que estos Estados se
nieguen a aceptar la soberanía del auto-gobierno
democrático, “los kurdos no tendrán más remedio que
adoptar una movilización y una posición de guerra a
gran escala para proteger su existencia y vivir
libremente contra los ataques de uno o varios Estados-
Nación (principalmente Irán, Siria y Turquía). Los
kurdos no se contendrán a la hora de convertirse en
una nación democrática y de desarrollar todas sus
dimensiones y aspiraciones, poniendo en juego toda
su capacidad hasta que se llegue a un acuerdo o se
logre la independencia mediante la guerra.”4
Desde la adopción de la hoja de ruta de la nación y la
autonomía democrática, el movimiento de liberación
kurdo llevó a cabo tentativas diversas para validar en
una escala social significativa este proyecto nacional:
la construcción del campo de refugiados de Maxmur
(Irak) levantado en los años 90, el desarrollo de la
autonomía democrática en el Kurdistan Norte
(Turquía) que culminó en la llamada “Guerra de las
ciudades” de 2015, y la revolución de Rojava surgida
de la guerra civil siria que estalló en 2012.
En agosto del 2014 las recién creadas instituciones
populares declaraban formalmente la Autonomia en
las regiones de mayoría kurda del Norte de Síria. El
hielo se había roto, se daba paso a uno de los mayores
experimentos sociales de nuestro siglo. Un proceso
revolucionario que involucraría a millones de
personas y que en medio de un escenario de guerra
civil e interimperialista probaría la hipótesis de una
nueva alternativa socialista para la crisis del
Capitalismo y el modelo del Estado-Nación.

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