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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA EDUCACIÓN


UNIVERSITARIA
UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL RÓMULO GALLEGOS
ÁREA CIENCIAS DE LA SALUD
PROGRAMA DE MEDICINA

CULTU
RA
MEDIC
A Bachiller:
Bravo Lairet

Junio, 2020
INTRODUCCION

Los médicos son seres privilegiados. Sus pacientes comparten con ellos algunos
de los momentos más importantes de sus vidas. Los pacientes y sus seres queridos que
los médicos tienen delante se encuentran en una posición muy vulnerable y dependiente
y esperan encontrar en los médicos no solamente el nivel apropiado de competencia
técnica, sino también una actitud compasiva y empática.

Practicada de una manera humanística, la medicina es una de las profesiones


más nobles, junto con la docencia y el sacerdocio. La misión del médico es sagrada y no
podemos permitir que esta profesión sea degradada a un mero ejercicio técnico y frio,
sea en nombre de una objetividad científica mal entendida o debido a presiones
económicas. Hay que recordar siempre que los pacientes están pasando por momentos
de una vulnerabilidad extrema.

Es por ello que la cultura médica y el componente humanístico de la medicina


no es un extra opcional, sino una parte fundamental y absolutamente esencial de la
práctica médica y los médicos tienen una obligación moral absoluta de meterse dentro
de la piel del paciente en la medida de lo posible, para poder ofrecerle el tratamiento
competente y humanístico que merece.
1. CULTURA MEDICA. DEFINICIONES DE LITERATURA, POESIA Y
MEDICINA.

En un principio cada vez que se use el término cultura no sólo debe ser
definido, sino también ilustrado. En un sentido antropológico, cultura es,
simplemente, el conjunto de conocimientos, ideas, lenguaje, actitudes,
agrupación social, la forma y costumbres de vida y hasta rituales de una
sociedad, pero, por otra parte, también hay otras formas de cultura más
específicas y limitadas, por ejemplo, cultura literaria, cultura musical, entre
otros. También existe una cultura médica, que a su vez puede ser considerada en
dos aspectos, uno, relativamente poco usado, comprendiendo la totalidad de los
conocimientos médicos, reservado para los médicos y la gente de la medicina,
los epistemólogos y los historiadores, y otro más laxo, referido al común de la
gente, y que es al que nos referimos aquí. Esta cultura médica del común de la
gente entiende el conjunto de los conocimientos que la gente, cualquiera sea el
grado de sus conocimientos en general o ubicados en otras culturas en particular,
posee acerca de la medicina. Estos conocimientos son extremadamente variados,
y se centran principalmente en las enfermedades y los remedios.

Algunas personas poseen cierta facilidad innata para adquirirlos y


razonar sobre ellos y hasta para utilizarlos acertadamente, favorecidas por el
padecimiento previo de enfermedades propias o de atestiguar las de familiares,
por parentesco con médicos, o influidos por la difusión mediática ejercida por el
periodismo, los anuncios propagandísticos de las firmas farmacéuticas, y los
prospectos que acompañan a los medicamentos en sus envases. Esta cultura
médica se ve favorecida en personas cuya relación con la medicina es de
simpatía y benevolencia; en caso contrario se facilita la hostilidad, la
deformación y la ignorancia.

Los conocimientos integrativos de esta cultura médica no son fáciles de


enumerar, sus límites, profundidad y exactitud son inciertos, su enunciado es
confuso y con frecuencia van teñidos por el sentimiento y la emotividad. En
condiciones de stress que afectan el estado de ánimo, la cultura médica ayuda, a
veces, para sobrellevar la situación más favorablemente. Con o sin stress, se
pueden intercalar muchas otras circunstancias con las más finas graduaciones.

En realidad, la cultura médica abarca mucho más que las enfermedades y


los remedios, extendiéndose más allá de ellos, directa o indirectamente,
incluyendo la enseñanza universitaria, la actividad médica como ciencia y como
arte, los hospitales, las especialidades médicas, las investigaciones y las
instituciones donde se cumplen, los grandes problemas aún no resueltos, el alto
costo de la medicina moderna, las enfermedades endémicas, las enfermedades de
transmisión sexual, las vacunas, las nuevas enfermedades, las dificultades para
extender la aplicación de medicamentos y tecnologías terapéuticas y de
diagnóstico de alto costo, el trasplante de órganos, la terapia génica, la
fertilización asistida, los efectos nocivos del tabaco, el alcoholismo y las drogas,
la anticoncepción, el aborto, la mortalidad infantil, el hambre, la obesidad, el
cumplimiento de la voluntad definitiva en los enfermos terminales, y también la
ética médica y todas sus derivaciones, incluida la clonación, y choques con otras
culturas.

Dentro de esta cultura medica existe también la unificación de diferentes


definiciones las cuales existen para apoyar académicamente en diferentes
dimensiones esta cultura las cuales se tratan de lo siguiente:

 Literatura: es el «arte de la expresión verbal» (entendiéndose como


verbal aquello «que se refiere a la palabra, o se sirve de ella») y, por
lo tanto, abarca tantos textos escritos (literatura escrita) como
hablados o cantados (literatura oral). Ahora bien, existe una literatura
médica la cual resume la evidencia científica (en contraste con
revisiones narrativas que mezclan las opiniones y las evidencias)
están predominando cada vez más. Estas revisiones responden
preguntas de tratamiento, causalidad, diagnóstico o pronóstico. En
cada caso; las reglas para decidir si las revisiones son creíbles, y para
interpretar sus resultados, son similares.
 Poesía: Como definición principal tenemos que es una composición
literaria que se concibe como expresión artística de la belleza por
medio de la palabra, en especial aquella que está sujeta a la medida y
cadencia del verso.

En el telar de la historia medicina y literatura-poesía se han entretejido de todas


las maneras posibles. Tan es así que Arthur Conan Doyle proponía realizar una
memoria acerca del empleo de la medicina en la novela popular, memoria que en la
actualidad habría aumentado considerablemente de tamaño, dado que en el último
siglo la relación entre la enfermedad y la literatura es tal que hasta se ha llegado a
plantear que “hay un punto en el que son la misma cosa” (Juan José Millás), ya que
muchas veces la obra maestra surge ante situaciones límite de la vida, “dolorosas
encrucijadas en que intuimos la insoslayable presencia de la muerte” (Ernesto
Sábato).

Cabe destacar que La cultura médica del común de la gente puede prestar su
mejor servicio, es en la relación entre el médico y su paciente, y viceversa. Antes
esta relación era preponderantemente paternalista, el médico preguntaba, explicaba,
ordenaba, el paciente contaba, se dolía, escuchaba, contestaba, preguntaba -en
general poco-, cumplía lo ordenado, o no cumplía (dudando el médico si sí o si no),
Hoy, el enfermo, cualquiera sea la amplitud de sus conocimientos, ejerce su derecho
a preguntar cosas que antes no preguntaba, a aceptar o rechazar la propuesta del
médico, y acorde con su cultura, a discutir no sólo el tratamiento propuesto sino
también el diagnóstico, y hasta la etiología y la naturaleza de su enfermedad. Esta
plática antes el médico la podía eludir con su silencio o un leve mugido (en un
tiempo se llegó a decir «permanecer mudo como un buey»). La armonía y el
provecho de este diálogo ejerce una literatura hoy inevitable, es favorecido no sólo
por la cultura médica poseída por el paciente, sino también por los nuevos hábitos y
obligaciones médico-sociales respirados por la sociedad. La implosión del Internet
en el campo de la medicina permite la difusión de la información en una medida en
la que antes no se habría soñado. Sin embargo, una indiscriminada difusión de
referencias sobre enfermedades, enfermos individualizados y remedios, no siempre
resultará benéfica, pues un exceso de información sin el suficiente conocimiento y
razonamiento de cómo usarla y combinarla, lleva a la confusión, y es allí donde la
cultura médica significa el buen uso del notable avance tecnológico proporcionado
por el Internet.

Un aspecto que no se debiera eludir al hablar de esta cultura médica se refiere a


las dos clases de medicina que desde antiguo se disputan el dominio del tratamiento:
la medicina ortodoxa, o si se quiere «oficial», enseñada en la universidad y aceptada
por todos, y la medicina marginal, preconizada por grupos diferenciados y guiada
por sus propios principios y tecnología, incluyendo la homeopatía, la acupuntura, la
quiropraxia y posiblemente hasta otros cien entre otros. Lo lógico pareciera ser que
la gente supiera cuáles de estos procedimientos son aceptables y su real eficacia. La
situación se complica por la tendencia a la rehabilitación de algunos de estos
procedimientos, que pasaron de marginales a paralelos o complementarios, o por lo
menos, a someterlos a un reexamen crítico, empresa en la que están empeñados
algunos científicos que ostentan el premio Nobel. De cualquier modo, es función de
la cultura médica orientar al común de la gente en este permanentemente difícil
sendero.

Para los enfermos, (y desde luego no sólo para ellos), conscientemente, o


desplazado al fondo de la inconsciencia, existen dos mundos. El de los enfermos y el
de los médicos. Para algunos, ambos mundos viven distanciados, separados, pero en
armonía, con aproximaciones ocasionales. Para otros, existe hostilidad, ilustrada
despiadadamente en obras literarias de autores como Petrarca y Montaigne, para
nombrar sólo a dos entre los más famosos. Como en tantos procesos de las
relaciones humanas, la hostilidad, o sólo la separación o simple distanciamiento,
están resaltados por las diferencias del idioma, evidente, en este caso, en su
expresión más simple, en los intentos de traducir la caligrafía de las recetas, con el
rencor conservado latente desde el tiempo en que se escribían en latín y se
cuantificaban en onzas y granos. Si la gente se familiarizara en la lectura de textos
médicos el acceso a la cultura médica resultaría facilitado.

El idioma médico en que están escritos estos textos es nuestro mismo idioma, en
el que las dificultades son impuestas por la terminología, pero la gramática es la
misma, y la terminología queda relegada como cuestión de diccionario, lo demás es
solamente práctica. A diferencia que, para aprender un idioma, con la lengua médica
en el sentido restringido con que me estoy refiriendo aquí, sólo se trata de aprender
el texto que se tiene delante. No se trata de hablarlo, que expondría a un grave
riesgo. Mencionar otros aspectos de la cultura, y no sólo la específicamente médica,
en su proyección sobre la formación del médico, como son la cultura humanística y
literaria, que parecen haber perdido algo del significado que antes se les confería,
pero esto ya no es cultura médica del común de la gente, sino de la cultura del
médico común.

2. LA CARRERA DE UN MEDICO Y LA LITERATURA.


Dentro del mundo de los médicos que han escrito, sorprendentemente
son estos, entre todas las profesiones liberales, los que más escritores han dado a
la humanidad. Solo la clerecía ha producido en el pasado tantos escritores como
la medicina, quizás porque ha habido una constante comunicación entre Dios y
el hombre, y ha contribuido esto como material de inspiración.

En la sociedad primitiva, el médico fue un artista y por ello, médico y


artista tuvieron un tronco común histórico. Tal vez por eso Hipócrates comparó
el ejercicio de la medicina con un drama donde había tres comediantes: El
paciente, el médico y la enfermedad. Dichos actores han sido como
imperceptibles hilos que se han entrelazado con la literatura manteniendo una
unión imperecedera; pues ambas partes - literatura y medicina -se han
interesado en la vida y adversidades del hombre. En la sociedad primitiva, el
médico fue un artista y por ello, médico y artista tuvieron un tronco común
histórico. Tal vez por eso Hipócrates comparó el ejercicio de la medicina con un
drama donde había tres comediantes: El paciente, el médico y la enfermedad.
Dichos actores han sido como imperceptibles hilos que se han entrelazado con la
literatura manteniendo una unión imperecedera; pues ambas partes - literatura y
medicina -se han interesado en la vida y adversidades del hombre.
En el siglo XVII Voltaire se quejó: “Los médicos recetan fármacos de los
que saben poco para curar enfermedades de las que saben menos, en personas de
las que no saben nada.” Si viviera hoy, el pensador francés tendría que admitir
que los médicos han aprendido mucho sobre los fármacos que recetan y las
enfermedades que tratan con ellos. Los avances científicos en el campo de la
medicina han sido deslumbrantes. Los médicos actuales poseen conocimientos
mucho más exactos sobre los mecanismos de las enfermedades y tienen acceso a
fármacos potentes y eficaces que hubieran parecido milagrosos a los médicos de
la época de Voltaire.
A pesar de la larga relación entre ambas, es en la segunda mitad del siglo
XIX cuando la medicina, convertida ya en ciencia, comienza a ser objeto de un
tratamiento más riguroso y respetuoso por parte de la literatura, y cuando
algunos autores descubren en toda su dimensión la maravillosa tarea del médico,
no escatimando elogios a la encomiable labor de atender a la persona que busca
su ayuda, así como también el “poder literario” de la enfermedad y del hombre
enfermo. Antes, había sido Miguel de Cervantes el encargado de poner cierta
ecuanimidad a la hora de repartir críticas y elogios: mientras en El Quijote
afirma que “a los médicos sabios, prudentes y discretos los pondré sobre mi
cabeza y los honraré como a personas divinas”, en el Licenciado Vidriera se
refiere a los malos médicos, asegurando que “no hay gente más dañosa a la
república que ellos”.
La medicina y la literatura tienen algunas cosas en común: para
practicarlas bien, se necesita un estudio profundo de la naturaleza y la condición
humana. Personas que no son capaces de entender las emociones, necesidades y
sufrimientos humanos y el heroísmo y grandeza de que son capaces las personas
humanas nunca podrán practicar una medicina humanística ni escribir literatura
de categoría.
Los médicos tienen el privilegio único de observar de cerca y acompañar
a sus hermanos durante los momentos más importantes y dramáticos de sus
vidas. Los pacientes revelan sus secretos y sus sentimientos más profundos de
una manera que no hacen con nadie más, salvo quizás con sus parientes o
amigos más cercanos.
Si hay una necesidad real de humanizar o re-humanizar la medicina,
podemos explorar la posibilidad de intentar conseguirlo a través del estudio de
las humanidades. Siempre ha existido una relación interesante entre medicina y
literatura. El número de escritores importantes que a la vez eran médicos es
sorprendente. La lista es impresionante e incluye figuras cómo Pio Baroja,
Torcuato Luca de Tena, Chekhov, Rabelais, Somerset Maugham, Arthur Conan
Doyle, Tobias Smollett, John Keats, Oliver Goldsmith, A.J. Cronin y William
Carlos Williams. Otros famosos escritores estudiaron medicina sin terminar la
carrera, incluyendo James Joyce, Bertold Brecht y Henrik Ibsen.
Pues si vamos al caso de que un medico debe saber escribir de distintas
maneras, Dice el Dr. Felix Martí Ibañez ( Médico, Fundador de la revista MD
en Español) que " el médico tiene el deber de escribir, y para ello debe
aprender a meditar, teniéndose que alejar del tumulto para concentrarse en la
búsqueda de esa luz interior, casi extinguida actualmente por las luces
artificiosas de la ciudad " Por esta razón, escribir requiere soledad, siendo
así la más solitaria de las ocupaciones. Y este ocio creativo es un artículo de
lujo para el médico, a menos que sacrifique horas de su descanso o trabajo.

Hacer una buena historia clínica es prácticamente ser un novelista


clínico, pues al observar con detalle y describir con precisión, es hacer que
el lector inconscientemente se identifique con el enfermo, como un buen
novelista hace que el lector se identifique con el protagonista. Cierto número de
médicos en diferentes épocas, han dado salida tímidamente a una afición
secundaria, que ha sido escribir, pero esta, de pronto cobra grandes proporciones
y se torna arrolladora, impulsando al médico a un camino diferente al que había
seguido, convirtiéndose así la literatura en su verdadera vocación, dejando ya
de ser secreta e íntima. "Esta ha sido la razón para que varios hayan querido
divorciarse de la esposa – la medicina– para casarse con la amante y legalizar así
su “escandalosa" pasión por la literatura".

Con relación a las tendencias, el pensamiento médico ha influido sobre


los escritores, y por ende en la literatura en diversas épocas de la civilización.
En la antigüedad clásica, Homero mostró claramente en sus poemas como antes
de Alcmeón e Hipócrates, la medicina era empírica y mágica (Alcmeón fue el
iniciador de la “medicina fisiológica" e Hipócrates su verdadero
fundador).

En esta época de la Grecia clásica la poesía y medicina aparecieron


íntimamente ligadas entre sí, de ahí que uno de los primeros poemas europeos
es un himno a Apolo, dios de la poesía y la medicina. También por ese tronco
común el médico estudió y escribió sobre filosofía. De allí que la medicina
clásica haya nacido en los templos y además hubiera sido el lugar para la
meditación. Por esto los galenos clásicos se dedicaron a la filosofía en su tiempo
libre. Así lo hizo Aristóteles, que estudió medicina, aunque no la practicó.

La filosofía médica medieval sostenía que la enfermedad era un castigo


al pecado; esto se ve reflejado en la obra de Dante. Igualmente, siglos más tarde,
el Positivismo de Claude Bernard influyó en Emile Zolá. Este sostenía que cada
novela debía ser como la historia clínica de un caso, o un experimento
provocado. Entre la clase médica, el cultivo de la poesía en latín, fue una
tradición que duró cientos de años. La poesía había servido desde tiempos
remotos para educar la memoria, manteniéndose por esto viva a través de la edad
media y renacimiento, traduciéndose en verso tratados sobre venenos y
mordeduras ponzoñosas, cuyo autor fue el médico y poeta Túnico Nicardo. El
más celebre de los poemas didácticos medievales fue “el régimen sanitates
salernitanum", escrito por la escuela de Salerno entre los siglos XI y XIII.

Se ha observado también una actitud de los médicos y la medicina en


cada época de la historia, influyendo notoriamente en la literatura:

La edad media: fue una época de “colectivismo", por lo tanto, abundaron


enfermedades colectivas como la peste, Lepra o fiebres; por tal razón se
escribieron obras como "El Decameron" de Boccaccio, o “El diario del año de la
plaga" de Daniel Defoe.

El renacimiento: fue, al contrario, una época de gran "individualismo”,


por tanto, abundaron enfermedades contraídas individualmente como la
sífilis. Esta enfermedad fue tema de varios poemas y obras literarias, siendo
favorito de los escritores que la padecieron como Baudelaire, Maupassant y
Daudet.

En el Siglo XVIII: los médicos fueron blanco de sátiras, como puede


verse en la obra " El médico a palos" de Moliere. Este dejó un irónico estudio
de las enfermedades iatrogénicas. (Enfermedades producidas por descuido de los
mismos médicos).
En la época romántica: se observó un gran interés hacia el uso del
Laúdamo (medicamento que tiene como base el opio) por distintos artistas,
dándosele incluso el nombre de pócima del romanticismo.

En el Siglo XIX: la tendencia cambió un poco. Los médicos referidos por


Balzac en sus obras eran generalmente rectos e imparciales, modelos de
devoción y generosidad.

En el Siglo XX: A excepción de Bernard Shaw, los escritores presentan a


los médicos de manera heroica, luchando contra la ignorancia y tentaciones del
dinero y la carne.

En cualquier caso, tanto el escritor médico como el médico escritor


aportan a la tarea literaria la base científica, el rigor metodológico, la capacidad
de observación y ese plus de conocimiento del ser humano que llevan consigo el
estudio y el ejercicio de la medicina, como ponen de manifiesto algunos autores,
como Carl Gustav Carus, que sostenía que el médico debe conocer al hombre
“desde todas las dimensiones de su vida, en sus debilidades y en sus fuerzas, en
su prudencia y en su locura” y, en ese dominio, aseguraba que se podía sacar
más provecho de los libros de los poetas porque “con una auténtica mirada de
vidente, penetran en las profundidades de la naturaleza humana”, o como
Thomas Mann, quien afirmaba que: “Un médico que posea el arte del escritor
sabrá consolar mejor a aquél que se revuelca en la agonía: a la inversa, un
escritor que conoce la vida del cuerpo, sus jugos y fuerzas, venenos y facultades,
posee una gran ventaja sobre el que entiende de estas cosas”.
CONCLUSION

La literatura grande es más que un mero entretenimiento y su lectura


debería cambiarnos de alguna manera y enriquecer nuestra visión del mundo y
de la existencia humana. Nos permite ver dentro de las vidas de los demás. En
palabras de la escritora americana Dorothy Allison: “La ficción es la gran
mentira que nos dice la verdad sobre cómo viven los demás”. La ficción es una
mentira en el sentido de que no cuenta hechos reales, sino que es una invención
del escritor, pero nos dice verdades profundas sobre la condición humana. El
hecho de que meras palabras escritas sobre papel pueden permitirnos casi vivir
las vidas de los demás o, al menos, entender mejor las vidas de los demás,
independientemente de cómo de diferentes dichas vidas puedan ser a las
nuestras, es casi milagroso.

El estudio de la literatura no solamente puede ayudar a los médicos a


entender a los seres humanos que tienen delante con más profundidad y tratarlos
con más empatía, sino que les puede ayudar a hacer diagnósticos más precisos y
con más facilidad. La capacidad del médico de hacer un diagnóstico correcto
depende en gran parte de su habilidad de escuchar atentamente lo que el paciente
cuenta e interpretarlo correctamente.
BIBLIOGRAFIA.

http//Medicina-20y-20literatura-20-20hoyesarte.com.html
http// LITERATURA-20Y-20MEDICINA-20–20Crítica.html
http//Medicina20y-20literatura-20en-20la-20formación-20del-20médico-20residente-
20de-20medicina-20interna.html
http//La-20literatura-20en-20la-20medicina-20-20Olga-20Elena-20Martínez-
20Gómez.html
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