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INTRODUCCIÓN

El periodo medieval, que podemos enmarcar entre el descubrimiento de América y el


inicio de la Revolución Francesa, se caracteriza por el papel central que adopta la religión en
todos los aspectos de la sociedad. Este paradigma teológico, heredero del platonismo de la
antigüedad, catapultado por la figura de San Agustín y bajo las directrices de la escolástica,
generó una cosmovisión única del hombre y del mundo. Difícilmente podrían aparecer en el
seno de esa sociedad ideas como las que la Sra. Martorell evoca en su discurso.

Para que conceptos como conducta, adaptación al medio o supervivencia de especie


tomen sentido, debe haber habido antes un cambio profundo en las raíces de la sociedad. La
figura de Dios debe dejar paso al hombre como eje central de la sociedad. La visión escolástica
debe dejar de ser preponderante y el binomio racionalismo-empirismo debe ser el método
para abordar la realidad. Este último aspecto se consigue a partir del siglo XVI, no sin dificultad
y de forma desigual en diferentes lugares de Europa. No podemos olvidar la represión que
ejerce la iglesia durante los siglos de la Edad Moderna a través de la inquisición ante el desafío
de las ciencias. Servette o Galileo son desafortunados testigos de ella. ¿Debemos pensar en
unos científicos que de manera esporádica se les ocurrían ideas en un ambiente hostil? Más
bien creo que la sociedad estaba cambiando y daba pie a que aparecieran dichos científicos,
pese a que la iglesia se resistía al cambio de mentalidad. Pero, retomando el discurso, no
solamente debía cambiar la centralidad dios-hombre, sino que resultado de este cambio,
también sería indispensable un cambio en la concepción de la manera de hacer ciencia
perpetrada en el siglo XIX. Y es que si la filosofía metafísica centró el análisis epistemológico
durante los siglos XVI-XVIII, el siglo XIX se caracteriza por la influencia de disciplinas, como la
fisiología, como componentes del estudio de la mente. También, especialmente de nuestro
interés, aparecen en este siglo las corrientes evolucionistas que dan el adiós definitivo al
concepto religioso como eje de la explicación creacionista. Y es en ese contexto, como
veremos en los siguientes apartados, en el cual debemos situar el léxico i las ideas utilizadas
por la Secretaria General de Medio Ambiente.

Al principio he comentado la inviabilidad de las ideas que se desprenden de la red


semántica en el discurso de la secretaria en una sociedad medieval. Estas ideas nos llevan
inexorablemente a conceptos que emanan de las teorías decimonónicas de Darwin y el
evolucionismo. No quiero finalizar esta introducción sin preguntarme qué condiciones se dan
entonces en el siglo XIX para que sean aceptadas. En este sentido, Leahey, en una excelente
síntesis nos da la respuesta. En siglo XIX, la Inglaterra Victoriana estaba preparada para el
cambio definitivo que daba cobijo a la idea de que solo el mas fuerte sobreviviría. Desde la
economía “la mano invisible” de Adam Smith respaldaba el argumento; los descubrimientos de
fósiles en la construcción de infraestructuras también; por último, la teoría no entraba en
contradicción con visiones intelectuales conservadoras de la época como las de Edmund Burke.
Por lo tanto, el caldo de cultivo era el ideal para que la teoría evolucionista eclosionara con
éxito y que pensadores como Huxley fueran más lejos que el propio Darwin, haciendo al
hombre parte activa de la teoría evolucionista y utilizándola incluso para contradecir a la Biblia
(Leahey, 2005).
ANÁLISIS DE LOS CONTENIDOS

Leahey desarrolla dos condicionantes para que ocurra el cambio en la evolución: se


necesita que haya un motor del cambio, que una especie cambie respecto a la de sus
antecesores, y que haya el medio de conservación adecuado para mantenerlo, para que ese
rasgo se trasmita de generación a generación. La teoría evolucionista de Darwin se
fundamenta en que la selección natural es la lucha por la supervivencia, que “es el motor de la
evolución, donde sólo los mejores competidores tienen descendencia” (Leahey, 2005,
pág.188). Solo los fuertes y sanos sobrevivirán y tendrán acceso a la reproducción. De este
modo, los rasgos de estos individuos más válidos, se podrán reproducir y los que por la razón
que sea se muestren más débiles morirán y no transmitirán su legado genético. El medio de
conservación de este cambio, lo encontramos en la teoría darwiniana en la adaptación al
entorno. Los cambios se mantendrán sólo si son beneficiosos para que el individuo se
desenvuelva de manera más eficazmente al entorno, se adapte. Por lo tanto, el medio de
conservación referida por Leahey, la podemos identificar con la adaptación al medio. Si ese
medio cambia, el individuo deberá adoptar una conducta inteligente que le permitan
sobrevivir a las nuevas circunstancias. Darwin deduce este aspecto a partir de la observación
de la adaptación que habían realizado algunos pinzones en las Islas Galápagos en función del
hábitat (diferente en cada isla) en el que se hubieran tenido que adaptar. Es en este punto
cuando cobran sentido las palabras de la secretaria. En la comparecencia de ésta, aparecen
muchos de los conceptos mencionados en la teoría de Darwin, especialmente en la primera
mitad de la transcripción. La secretaria comenta cómo ha cambiado el hábitat del lince, que se
ha visto reducido a menos terreno debido a la influencia del hombre en el medio. Nos dice la
secretaria que “quizá una conducta inteligente del lince sería adaptarse a vivir en un menor
espacio”. Igual que los pinzones de Darwin, el lince debería adaptarse a espacio que le ha
tocado vivir, las nuevas circunstancias a las que también se hace referencia en el texto. Si no lo
hace, no sobrevivirá en condiciones naturales. Respecto a la conducta inteligente, “en
psicología, el darwinismo condujo a la psicología de la adaptación. Una vez asumida la
evolución, podemos preguntarnos cómo la mente y la conducta […] puedan ayudar a las
criaturas a adaptarse a su entorno” (Leahey, 2005, pág.191).

Otro aspecto que toma relevancia en el texto, hace referencia a la comparación entre
especies, concretamente a la comparación entre los humanos y el resto de animales. Y es que
comparado con el lince, como dice la secretaria, “el hombre, por suerte, es más inteligente y
es capaz de adaptarse”. La comparación entre las diferencias entre hombre y animal se
remontan a la antigüedad y en toda la historia ha sido un tema recurrente por parte de los
pensadores. Así, Platón nos diferencia el alma humana, racional, del alma animal, sensitiva. En
la misma línea Aristóteles atribuye a los animales memoria mecánica no racional. Mas tarde,
Descartes, define al lenguaje como una capacidad única der ser humano. El pensador
mecanicista La Mettrie ya en el siglo XVIII, argumenta que la diferencia hombre animal es el
lenguaje. Ya en el siglo XIX, en bajo el prisma de la psicología animal o comparada, es cuando
se empieza a debatir en los entornos científicos las diferencias entre hombre y animal. En este
sentido los conductistas, que basan sus teorías en el comportamiento animal para extrapolar
éstos al humano, defienden que los animales y los humanos pueden compararse
cuantitativamente, pudiendo así hacer comparaciones. En este enfoque es donde podemos
enmarcar las palabras de la ministra cuando dice que los linces son menos inteligentes que los
humanos. En el otro extremo encontramos a los humanistas, que entienden que la
comparación hombre-animal no es posible porque consideran que hay una diferencia
cualitativa muy grande entre ambos y que el hombre es el único ser libre y capaz
racionalmente de elegir. Luego, si los animales no pueden elegir, no pueden tampoco ser
juzgados o evaluados como mas o menos inteligentes (Hergenhahn, 2011).

En la comparecencia de la secretaria además también podemos apreciar cómo se hace


referencia a las capacidades innatas de los humanos y de los animales. Hace referencia a este
tema cuando nos comenta la velocidad que tiene el lince o su vista privilegiada. En este
aspecto, el del innatismo, debemos tener presente la teoría de Lamarck, así como las teorías
vitalistas. Lamarck, que basaba su tesis en el vitalismo, defendía que los individuos tienen de
por sí una fuerza innata que los diferencia de los seres inertes, donde toda especie tiende a
perfeccionarse a sí misma. Así, bajo su perspectiva, todos los seres hacen el esfuerzo innato de
mejorar y adaptarse al entorno en el que viven y transmiten los cambios producidos a sus
descendientes. Más tarde, Spencer, remarcó que la supervivencia se basa en el más apto para
sobrevivir. Esto lo extendió al humano y a la sociedad. Bajo este paradigma, caeríamos en una
lucha entre los seres de nuestra propia especie. Aunque, por otra parte, desmiente teorías
como los milagros, el espiritismo y toda religión que nos podrían llevar a otros desenlaces no
tan evolucionistas. Darwin acabó culminando toda duda demostrando que existen unas leyes
naturales y que el ser humano no es inmune a estas.

Pero, siguiendo con la comparecencia de la secretaria, es importante subrayar cómo


utiliza el término de “adaptación”. Nos explica que el lince necesita unas dimensiones de
hábitat bastante extensas y que los tiempos en los que vivimos está realizando muchos
cambios en el entorno a un ritmo muy elevado. Según la teoría darwinista, el lince realizaría los
cambios orgánicos necesarios y adaptaría sus rasgos constantemente, de un modo intra e
interespecíficamente. Darwin también comentó en su tesis, tal y como nos explica Leahey, que
“algunas especies se adaptan mejor que otras a la lucha por la supervivencia” (Leahey, 2005,
pág.189). Pero, la secretaria debería entender que el autor inglés también explicó que esos
cambios se producen poco a poco con pequeños cambios que pueden realizarse durante
eones. Por lo tanto, por mucho que se quiera correr y los cambios tecnológicos que el país
produce en su hábitat necesite que la especie del lince ibérico se adapte al entorno, hay que
explicar que necesita un tiempo para que se produzca y sea visible, puesto que ocurre
paulatinamente.

CONCLUSIÓN

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