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TALLANDO UNA CEJUELA DE

HUESO
 diciembre 3, 2014
Como ya he comentado en otras ocasiones, la cejuela, esa lámina que encauza las
cuerdas hacia las clavijas de afinación, tiene una importancia vital en el tono final de la
guitarra. Pese a todo es uno de los elementos más infravalorados a la hora de modificar
el instrumento en busca de una mejora en la voz de este. La cejuela no solo dirige las
cuerdas a los afinadores, sino que marca el principio de la escala y transmite las
vibraciones de las cuerdas al mástil; de ahí su importancia.

Las cejuelas que nos encontramos en los instrumentos de hoy en día son de muy
diversos materiales: plástico en los más económicos, marfil sintético, hueso sintético,
hueso auténtico, bronce, metálica con rodamientos… Cada uno tiene su propio timbre y
características, siendo el peor de todos, como os podéis imaginar, el plástico. No me voy
a poner a enumerar las cualidades tonales de cada uno, pues ya hay mucho información
en la web sobre ese asunto.

Los materiales más famosos que se han usado tanto en guitarras clásicas y acústicas
como eléctricas por sus cualidades sonoras, dureza y baja fricción (cualidad
indispensable para mantener la guitarra afinada) han sido el marfil (en los modelos más
lujosos y esperemos que sea algo que desaparezca por completo cuanto antes) y el
hueso. Como os imaginareis, la diferencia entre ambos es más de exclusividad que otra
cosa, de hecho, en Rockinger podéis encontrar incluso huesos de mamut ruso para tallar
vuestra cejuela.
Casi todas mis guitarras montan cejuelas de hueso sintético que funcionan muy bien y
ya venían precortadas a la medida, solo había que ajustarlas de altura. Nunca, hasta hoy,
me había atrevido a tallar yo mismo la cejuela, pues me parecía un trabajo bastante
complicado y que requería bastante experiencia. Sin embargo, tenía algunas piezas de
hueso que me regaló el gran luthier Vicente Carrillo y decidí que era hora de empezar a
adquirir esa experiencia.

La víctima no podía ser otra que mi Telecaster Jack & Danny de 100 euretes, que como
no, monta una cejuela de plástico, como corresponde a su precio. Es recomendable
practicar con guitarras baratas porque si metes la pata el disgusto es menor, y si tienes
éxito has mejorado el instrumento. Así que nos ponemos manos a la obra.
Como nunca he tallado una cejuela no tengo las herramientas necesarias, que serían un
tornillo de banco y un juego de limas de luthier del calibre concreto de las cuerdas. Las
limas son muy caras y existen alternativas a estas, el tornillo sin embargo se puede
encontrar por menos de 10 € y facilita la vida en futuros proyectos. A mi me pudo la
prisa y una sargenta que tenía por casa me sirvió bastante bien. El resto son
herramientas bastante fáciles de encontrar, como una segueta y lijas de diferentes
grosores.

Lo primero será medir la distancia desde la parte baja de la cuerda hasta lo alto del
traste 1. Esta medida es sumamente importante ya que si en la nueva cejuela nos
pasamos de profundidad en los surcos de las cuerdas, tendremos trasteos y lo contrario
nos dejará con una guitarra incómoda y difícil de ajustar.

Hecho esto debemos aflojar y retirar las cuerdas sin quitarlas. Puedes sujetarlas con un
poco de cinta a la trasera del mástil para que no molesten.

Con un papel y un lapicero hacemos un calco de la cejuela para asegurarnos de que si se


rompe al extraerla, tenemos la medida de los surcos.
Con la punta de un destornillador fino u otro objeto similar vamos levantando la cejuela
poco a poco y por ambos lados, con golpes suaves hasta que la podemos extraer del
todo. Una vez fuera limpiamos bien el pegamento y polvo que pudiese haber en el canal
del mástil, pues necesitamos que la nueva asiente perfectamente para que la superficie
de contacto sea la mayor posible.

Ahora podemos tomar el resto de las medidas de la cejuela, como longitud total, ancho
y distancia a la que se encuentran los diferentes surcos. En nuestro caso, están separados
por 7mm
Juntamos la cejuela con la pieza de hueso. Las sujetamos entre sí con un pedacito de
cinta de doble cara y dibujamos en el hueso la silueta de la cejuela original.

Sujetamos la pieza de hueso con el tornillo de banco (con sargenta en mi caso) y con la
segueta vamos cortando dejando un cierto margen por encima de la silueta que hemos
dibujado.

Una vez tenemos la nueva cejuela en bruto pasamos a darle la forma, lijando. Esto se
puede hacer a mano, frotando la pieza contra una lija apoyada en una superficie recta y
consistente, o bien sirviéndonos de un mini taladro tipo Dremel y sus accesorios. En
este punto, recomiendo encarecidamente el uso de gafas de seguridad y, sobre todo,
mascarilla, pues se genera una gran cantidad de polvo.

Aquí es simplemente echarle paciencia y hacerlo con cuidado para no pasarte de los
contornos dibujados. Una vez tengamos el contorno perfecto, queda rebajar el grosor de
la pieza. En mi caso, tenía que rebajar de 5mm a los 3mm que medía la original.
Volvemos a frotar la pieza, esta vez por ambos lados, contra la lija (yo usé grano 120).
Es importante que sujetemos la pieza firmemente para que el desgaste se produzca igual
por todos lados. Cuando creamos que nos vamos acercando al grosor deseado, vamos
probando en el canal del mástil hasta que entre justa, pero sin que haya que apretar
mucho.
El siguiente paso es darle a la base de la cejuela el radio del diapasón del mástil, para
que asiente perfectamente en el canal. Para ello, colocaremos una tira de lija en el
diapasón del segundo traste y frotaremos de nuevo para que nuestra pieza adquiera la
forma correcta

Una vez asentada en su lugar correctamente, pasamos a marcar la posición de los surcos
con las medidas que tomamos al principio. Hacedlo con un portaminas o un lápiz bien
afilado. Tras marcarlo, comprobamos con la cejuela original que los surcos están en el
mismo lugar
Extraemos la cejuela y la volvemos a sujetar firmemente con el tornillo de banco para
hacer los cortes de los surcos con la segueta. Mucho cuidado en este punto para que los
cortes queden rectos y no demasiado profundos.

Estamos ya en la recta final de nuestro proyecto. Montamos la cejuela en la guitarra y


colocamos las cuerdas en su sitio, sin apretarlas demasiado, solo para cerciorarnos de
que la distancia entre las cuerdas ha quedado bien y ni la 1ª ni la 6ª llegan a salirse del
diapasón.

Con una lima de cola de ratón (que se puede encontrar en cualquier ferretería),
comenzamos a agrandar el surco de la 6ª cuerda que hicimos previamente con la
segueta. Esta tarea requiere de mucha paciencia para hacerla poco a poco, comprobando
a menudo el progreso de nuestro trabajo colocando y apretando las cuerdas. Es por ello
que no desmontamos en su momento el juego de cuerdas viejo. Cuando lleguemos a la
altura aproximada que tenía la cuerda con la cejuela antigua, pasamos al siguiente surco.
Recordad que es mejor que quede un poco alta (siempre se puede retocar más adelante)
a que nos pasemos con el surco y la cuerda trastee cuando la pulsemos al aire.

Usad la lima de cola de ratón con las 3 cuerdas superiores (6ª, 5ª y 4ª). Esta lima tiene
un extremo más fino y se va ensanchando hacia el mango; usad únicamente la parte que
tenga el grosor de la cuerda que estéis trabajando.

Para las tres primeras cuerdas restantes, emplearemos un pedacito de papel de lija,
doblado por ambas caras y bien apretadas, para tratar de tener una lima bien fina que
aplicaremos para ahondar en el surco.

Esta es una de las partes más importantes del proceso, así que insisto en que tengáis
paciencia y mucho cuidado.
Una vez hemos conseguido la altura de las cuerdas correctas, colocamos las cuerdas,
afinamos y comprobamos que no hay trasteos, ni resulta incómoda de tocar, etc.

Si te has pasado haciendo el surco y no puedes repetir la pieza, una solución es tapar el
hueco fallido con polvo de limar el hueso y una gota de pegamento tipo Loctite. Déjalo
secar y comienza a hacer el surco de nuevo.

En la última fase, pondremos un poco de lija alrededor de una superficie lisa y dura (yo
usé un pedacito de madera) y lijaremos enérgicamente la parte superior, con las cuerdas
puestas hasta que dejemos la cejuela a ras de estas.

Hecho esto podemos repasarla suavemente con lijas cada vez más finas con el fin de
pulir la pieza y darle brillo.

Una vez la tengamos terminada, la fijaremos con una única y pequeña gota de Loctite en
el canal del mástil. Colocamos cuerdas nuevas, realizamos los ajustes normales de altura
y entonación… y listo! Hemos mejorado exponencialmente el tono de nuestra guitarra,
con más pegada y twang, definición y sustain. Ahora que eres un experto, a por el resto
de guitarras!!

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