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Dirección:
Noel Pérez Brey
www.perezbrey.com
perezbrey@gmail.com
Editorial.......................................................... 3
Consejo Editorial:
Vega Pérez Carmena Reseñas........................................................... 4
Noel Pérez Brey
Por último, el cuervo. Ítalo Calvino................... 5
Imágenes:
Portada: Glenn Arango La práctica del relato. Ángel Zapata................. 6
Contraportada: Hannia Bejarano
Contenido: Marco San Martín/Fuente: Flickr; Reseñas: Ensayos........................................................... 8
Yosigo/Fuente: Flickr; Estudios: McMorr/Fuente: Flic-
kr; Creación: Liroy Blacy/Fuente: Photobucket. Plumas: incapacidad para encarar el cambio y
simbología en la obra de Raymond Carver, por
Diseño: José Luis Fernández Pérez................................. 9
Noel Pérez Brey
Réquiem con tamales, por Jhon Benavides...... 20
El arte de emplatar un cuento. Cómo elegir un
Esta revista se edita desde Toledo (España) a través de la si- buen título, por Diana P. Morales.................... 27
guiente dirección:
www.visorliteraria.com Creación........................................................ 30
Puede ponerse en contacto con nosotros en la siguiente direc- Último convoy, por Carlos Piélago................... 31
ción de correo electrónico: La sombra de Nabokov, por Adolfo Marchena...
visorliteraria@gmail.com
............................................................................. 37
Hoy como ayer, por Alfredo Ruiz Islas............ 44
Todos los textos e imágenes publicados en este número son Estación Copilco, por Daniel López Monterrubio.
propiedad de sus respectivos autores. Queda, por tanto, prohi- ............................................................................. 52
bida la reproducción total o parcial de los contenidos de esta
publicación en cualquier medio sin el consentimiento expreso El beso, por Adrián Magro de la Torre............ 57
de los mismos. Por otro lado, esta publicación no se respon-
sabiliza de las opiniones o comentarios expresados por los Colaboraciones.............................................. 66
autores en sus obras.
EDITORIAL
El camino hacia
el relato
Lo primero que conviene dejar claro es que nuestra revista se centra en el relato
corto. Por supuesto, nos encanta la novela, el teatro, la poesía, pero el cuento pa-
rece presentarse casi de forma intrínseca con el habla en el ser humano. De hecho,
el relato, en sus orígenes históricos, deriva en principio de la simple conversación:
en el momento en que el hablante sorprende a su interlocutor con una historia,
con un repentino cambio en el curso normal de la vida, ahí tenemos el germen
de un cuento. Podríamos decir, obviando las enormes diferencias, que es en cierta
manera lo que hacemos cada día al detallar los hechos reseñables de la jornada a
nuestra familia, amigos o a cualquiera que tenga a bien escuchar. Aunque no hay
que confundir de modo alguno la simple anécdota con el cuento. Y esto es de capital
trascendencia. Todo relato supone siempre un cambio, presenta un conflicto, y el
autor busca producir una reacción en el destinatario de su obra. No obstante, esa
respuesta debe proceder a nuestro juicio de la misma narración, pues es la historia
lo que importa de verdad.
De ahí que hayamos denominado a la revista con el título de uno de los cuentos
más reconocidos de Raymond Carver, Visor, ya que entendemos que el lenguaje,
el estilo, los detalles deben estar al servicio del relato, y nunca considerase mera
excusa para mostrar la amplia cultura del artista, ni su extenso vocabulario o su
Reseñas
perfecto dominio del idioma. Un lenguaje claro, directo, sin estridencias innece-
sarias, nos hace prestar la debida atención a los personajes, a sus conflictos, a la
historia que necesitan contarnos.
Eso es lo que pretendemos compartir con nuestra publicación, cuentos atra-
yentes, rebosantes de literatura y personalidad, no cabe duda, pero en los que la
historia sea el principal foco de interés.
Por otra parte, tenemos presente que para alcanzar este objetivo, el autor ha
desarrollado un laborioso trabajo previo. Así explicamos nuestras distintas seccio-
nes. Todo escritor es desde luego un buen lector. Por ello, en las reseñas intenta-
remos acercaros no solo obras actuales, sino de cualquier época, siempre que estén
relacionadas con los distintos aspectos concernientes al relato corto. Asimismo,
consideramos que el artista debe profundizar en su arte, empaparse de las técni-
cas y las destrezas de aquellos autores a quienes admira, y ésa es la razón de los
ensayos. Nuestros artículos desgranarán, entre otros asuntos, los procedimientos
empleados por los maestros del género, los diferentes recursos narrativos, las
obras más influyentes. Lectura, estudio, trabajo. Éste es, en definitiva, el camino
a la creación de un cuento. Bienvenidos.
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RESEÑAS RESEÑAS
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RESEÑAS
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ENSAYOS
Introducción
Catedral (1983), tercer libro de relatos del norteamericano
Raymond Carver, al igual que otras de sus obras, nos mues-
tra con un estilo escueto y lacónico los terrores y amenazas de
unos personajes por otro lado comunes, individuos paralizados
ante el momento en que deben enfrentarse a un cambio en sus
banales existencias.
Este es el caso de Jack, protagonista y narrador de Plumas,
primer relato de nuestra colección, un personaje incompetente
no solo a la hora de localizar el punto de ruptura o transforma-
ción en la relación con Fran, su mujer, sino también de relacio-
nar el presente con el pasado o de ser capaz de verbalizar ese
proceso de cambio acaecido.
A este respecto, la reacción de Jack es típica de muchos de
los personajes de nuestro autor, incapaces de identificar el mo-
mento de inflexión entre la felicidad del pasado y la crisis pre-
sente. En Plumas, por tanto, Carver expresa ese desconcierto
sufrido por el personaje al encarar el inexplicable cambio, la
turbación de sentir su propia historia como un hecho ocurrido
a otras personas. Jack ha reflexionado no obstante sobre su si-
tuación, acerca de cómo ha llegado al punto en que se encuentra
en la actualidad, pero se muestra inútil para encontrar solución
alguna.
ortodoncista antes de arreglarle los se produjo en la cena con Bud y Olla más, la idea de los puros es de Olla, la paraciones aludidas entre ‘antes’ y
dientes a Olla, al tiempo que su mu- («(…) Fran recordaba aquella noche en mujer de Bud, como quizás también fue ‘después’, entre pasado y presente, es
jer muestra satisfecha su dentadura a casa de Bud como el principio del cam- idea suya tener al bebé. relevante señalar no solo los cambios
los invitados. En este sentido, el relato bio») (30), Jack rechaza que aquella no- «Yo no fumo puros, pero cogí uno de
que Jack observa en su relación, sino
es una cadena de ‘antes’ y ‘después’, de che fuera el comienzo de su situación todos modos.
también las transformaciones en el
originales y copias, que se ensamblan actual («Pero se equivocaba. El cam- —Coge un par de ellos —dijo Bud, sa-
personaje de Fran. Al principio, nues-
unos con otros (Runyon, 1992: 139-140). bio sobrevino más tarde») (30). Nuestro cudiendo la caja—. A mí tampoco me
tro narrador y su mujer se muestran
Asimismo, ese «antes y después» es narrador parece haber pensado seria- gustan los puros. Es idea de ella» (9)
comunicativos entre sí, comparten sus
una referencia significativa a la cultura mente sobre el asunto, pero no es ca- proyectos futuros frente al televisor,
popular, tan presenta por otro lado en paz de encontrarle explicación alguna En esta misma línea, es Bud quien quieren comprar un coche nuevo, viajar
la obra de nuestro autor, y alude a ese al deterioro de la relación con su mujer, inicia a su amigo en la vida “adulta”, a Canadá. Ahora, no obstante, simple-
tipo de anuncios “milagrosos” que pro- lo que plantea cierto problema crítico, quien guía a Jack hasta el camino de mente se sientan delante de la televi-
meten un cambio radical por el mero pues no se aclara por qué se produce la la paternidad: Bud entrega a su amigo sión y no dicen nada.
hecho de usar un producto determina- ruptura entre la pareja, aunque la vida un mapa hecho por él mismo para in-
«Pero no hablo de ello (…) Con ella
do. De este modo, la imagen del antes marital, el niño, la rutina parecen ser dicarle cómo llegar a su casa, señalada
aún menos. Hablamos cada vez me-
presenta siempre una figura endeble, las causas. en la hoja por una gran X. Bud vivía a
nos, ésa es la verdad. Por lo general,
pálida, con sobrepeso quizás, en defini- Sin embargo, Jack sí reconoce una las afueras, y aunque Jack y Fran no
lo único que hacemos es ver la televi-
tiva, un aspecto no deseado, mientras conexión: hasta aquella noche en casa se habían «dado ni una puñetera vuelta
sión» (31)
que, por el contrario, la imagen de des- de Bud, ni Fran ni él se habían preo- por el campo» (12), nuestro narrador
pués muestra el estado ideal, es decir, cupado nunca por tener descendencia lo describe de forma positiva, como si Por otro lado, el pelo largo y rubio
un cuerpo tonificado, sin grasa acumu- («No teníamos niños por la sencilla a priori sí estuviera dispuesto a darle de Fran, seña indudable de su atractivo
lada, bronceado en su justa medida. Es- razón de que no queríamos tenerlos») una oportunidad a la vida de su amigo, para Jack y que la hacía parecer una
tas dos proyecciones, además, aparecen (11), y como buena parte de los niños a la vida familiar que Bud y su entorno «sueca» a sus ojos, ya no es tal. Fran se
por regla general enfrentadas, eludien- que aparecen en los relatos de nuestro representan. Fran, por el contrario, en lo cortó después de tener al bebé. Ade-
do el tiempo que ha transcurrido entre autor, éste también conlleva una sepa- primera instancia no muestra el menor más, Fran se muestra al inicio del rela-
el odioso antes y el fabuloso después. Y ración entre los padres. interés, apenas se aclara con el mapa y to como una mujer independiente: tra-
tal como sucede en estos anuncios, el En este sentido, la imagen del bebé su impresión nada más ver la casa de baja fuera de casa, bebe whisky junto a
lapso entre el ‘antes’ y el ‘después’, en- aparece en nuestro relato desde el pri- Bud es que ésta «parece un campamen- Jack y Bud en el salón de éste mientras
tre el pasado y el momento actual, está mer momento, pues es el detonante de to de vagabundos» (12). Olla termina la cena y su aspecto es to-
ausente en nuestra historia, así como los problemas de la pareja, o al menos Pero es Fran, sin embargo, quien talmente diferente al de la mujer, que
en la mente de Jack, si bien en su caso de que estos empeoren. Jack, al aceptar propondrá tener un bebé al final a Jack, se nos presenta como una ama de casa
el cambio ha transcurrido a la inversa, la invitación a cenar de su amigo, sabía si bien es cierto que éste, tras la cena en un tanto anacrónica, regordeta, con el
desde una ilusión de felicidad —acaecida que éste tenía un bebé, pero no creía que casa de su amigo, se sentía tan «a gusto pelo recogido en un moño y las manos
en la noche de la cena en casa de Bud— ese hecho fuera a cambiar la relación con casi todo lo que había hecho en la bajo el delantal; en cambio, al final de
hasta su indeseada situación presente con su esposa. No obstante, la escena en vida» (29) que no puso ningún impedi- la narración, Fran ha dejado de traba-
(Amir, 2010: 13). que Bud reparte puros a sus compañeros mento a la proposición de su esposa: jar, se ha cortado el pelo, signo de su
En esta misma línea, nuestro narra- de trabajo para celebrar el nacimiento «—¡Cariño, lléname de tu semilla!
atractivo, como hemos dicho previa-
dor, como ocurre de forma habitual en de su hijo parece representar el paso a Sus palabras me llegaron hasta los
mente, y parece dedicarse en exclusiva
los personajes de Carver, es incapaz de la madurez del ahora padre, pues, por dedos de los pies, aullé y me dejé ir»
al bebé.
identificar el instante del cambio. No costumbre, son los señores los que fu- (30) «Fran ya no trabaja en la lechería, y
obstante, mientras Fran tiene perfec- man puros, y no los chicos jóvenes; de hace mucho que se ha cortado el pelo.
En relación asimismo con las com-
tamente claro que el punto de inflexión hecho, ni a Bud ni a Jack les gustan. Es Y también ha engordado. No habla-
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ENSAYOS
Fuente: www.nybooks.com
«En el jardín había una cuna y en el porche unos juguetes des-
perdigados (…) Entonces fue cuando oímos aquel horrible be-
rrido. Había una criatura en la casa, desde luego, pero el grito
era demasiado fuerte para ser de niño (…) Entonces, algo tan
grande como un buitre bajó de un árbol dando fuertes aletazos
y aterrizó justo delante de nosotros» (13)
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ENSAYOS ENSAYOS
pese a ser imágenes extremadamente tante presente. De hecho, Fran accede pavo representa ese paraíso de la vida —No es asqueroso, Bud —protestó
comunes (un bebé, un pavo, una moldu- a que su vida cambie, rendida ya a las familiar que Jack vislumbra en casa de Olla—. ¿Qué te pasa? A ti te gusta
ra de ortodoncia), se nos revelan como bondades de la maternidad. Y si cuando su amigo. Joey. ¿Desde cuándo has empezado a
extrañas, así como cargadas de simbo- llegó a la casa no parecían gustarle los «Oí hablar de un viejo que los criaba
llamarle así?
logía. niños, ahora es ella quien insiste a Olla en el condado vecino. Aves del paraí-
—(…) Pero te aseguro que a veces me
Por un lado, como decimos, nada tie- para ver al bebé. so los llamaba. Pagamos cien macha-
dan ganas de retorcerle el pescuezo a
ne de anormal un molde de dentadu- «Me gustaría ver al niño» (21) cantes por ese ave del paraíso» (24)
ese pajarraco. Ni siquiera vale la pena
ra, pero sí es más peculiar que alguien «—De todos modos, me gustaría verle «—No los llaman aves del paraíso sin
matarlo (…) No vale un pimiento» (23)
guarde ese molde en su casa y que, para —insistió Fran» (22) razón —comentó Bud» (28) No obstante, Bud permite al final en-
más inri, lo mantenga sobre el televi- trar en casa al pavo. Olla les preguntó
sor, como un recuerdo permanente del Ahondando en este simbolismo de Para corroborar dicho simbolismo,
previamente a sus invitados si tenían
indeseado ‘antes’. lo cotidiano, encontramos que el pavo, tengamos presente que, cuando la rela-
algún inconveniente con que pasara el
animal común donde los haya, no solo ción de Jack y Fran se ha ido al traste,
«Junto al florero, sobre el tapete, es- animal, pero una vez que Fran dice que
es la mascota de la familia, sino que su o ha cambiado al menos para peor, se
taba expuesta una de las dentaduras no le importa, equivale a afirmar que
modo de actuar y de jugar con el niño nos informa de que el pavo ha muerto.
más melladas y retorcidas del mun- desea tener un bebé, que ha aceptado la
más parece la forma de comportarse de «Una noche voló a su árbol y todo ter-
do. Aquella cosa horrible no tenía la- invitación de Olla. Es entonces cuando
una mascota más corriente, un perro, minó para él. No volvió a bajar» (30)
bios ni mandíbulas tampoco, eran solo pide a la mujer coger al pequeño Ha-
por ejemplo.
los viejos dientes de yeso metidos en Y si el pájaro representa en el rela- rold, «lo dijo como si Olla le hiciese un
algo semejante a gruesas encías de co- «—Ese pavo real está loco, eso es todo favor» (27), observa Jack, y empieza a
to la felicidad de la vida familiar, este
lor amarillo» (17-18) —dijo Bud—. El puñetero bicho no sabe decirle cosas al bebé, tumbado ahora
símbolo parece hacerse más evidente
que es un pájaro; ése es su principal en sus rodillas. Es significativo en este
En este sentido, la moldura parece en el personaje de Olla. Recordemos que
problema» (29) punto que, en cuanto el pavo entra en
representar la vida anterior de Olla, su la mujer desea el pavo porque lo vio de
En esta misma línea, y como indi- niña en una revista, pero solo lo consi- casa de Bud y Olla, a Jack se le viene
existencia antes de conocer a Bud, con
camos con anterioridad, la primera gue una vez se ha casado con Bud y ha a la cabeza la imagen de unas cartas
problemas económicos y un marido al-
vez que el pavo aparece en escena lo tenido al niño. Su anterior matrimonio barajándose, como si solo fuera cuestión
cohólico que no se preocupaba por ella;
hace inmediatamente después de la fue un desastre y tengamos en cuenta de suerte que la paternidad resultara
por eso se muestra tan orgullosa al en-
descripción de los juguetes de Harold. que fue Bud y no su padre quien pudo como pretendían.
señar sus nuevos dientes, pues en su
No obstante, el animal se nos muestra permitirse pagarle la ortodoncia, es de- Asimismo, no podemos olvidar la
vida actual ya no tiene nada de lo que
bramando y es confundido en primera cir, que su situación vital no se arregló imagen que Jack, como narrador, nos
avergonzarse, se ha casado otra vez, es
instancia con un buitre, claro signo de hasta su segundo matrimonio. presenta del niño de su amigo. En un
madre, y Bud goza de una posición eco-
los sentimientos de Jack y Fran frente Por otra parte, Bud, en contrapo- principio, a todos los bebés se les supone
nómica desahogada.
a su idea de la paternidad. Sin embar- sición a Olla, aunque parece también lindos y encantadores, pero nuestro na-
Del mismo modo, Olla, hasta ese
go, esa imagen al principio negativa del conforme con su vida en familia y, por rrador, por el contario, en consonancia
momento la «única madre de la casa»
pavo se va transformando a medida que tanto, con tener al pavo en la casa como con lo que piensa acerca de la paterni-
(15), parece mostrar a Fran con su si-
cambian los sentimientos de la pareja, símbolo de ello, a veces se dejar llevar dad al inicio de la velada, nos muestra
tuación lo feliz que ésta podría sentirse
y si bien parece mantener en todo mo- en cambio por el desánimo y muestra a un niño gordo y feo, es más, en el ori-
si fuera madre. A pesar de su triste si-
mento cierto tono de amenaza («Lleva- que no siempre esa idílica vida familiar ginal en inglés usa it (ello) para referir-
tuación antes de conocer a Bud, todo se
ba la cabeza erguida (…) con los ojos ro- que proyectan es tan maravillosa. se al bebé, tal como haría un espectador
ha arreglado con el tiempo, por lo que
jos fijos en nosotros») (28), éste es muy indiferente o si el hablante aludiera a
Fran, que parte en principio de una rea- «—(…) ¡Ese pájaro asqueroso y tu den-
velado al final de la narración. De he- un objeto, en vez de usar el más lógi-
lidad más aventajada, podría ser inclu- tadura vieja!
cho, son varios los momentos en que el co he (él) que utiliza el padre del niño
so más feliz de lo que ella es en el ins- (…)
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ENSAYOS
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ENSAYOS ENSAYOS
dad. Nada garantiza que ante la muerte fin de cuentas, somos un nadería en la para hablar del futuro… Pero su fu- disfuncionalidad orgánica. Desde el fi-
el hombre sólo es hombre y una figura teatralidad diaria. Pero esta preocupa- turo no existe ya. Lo he convertido en nal o hacia éste, la narratividad abre la
finita, que sin transcendencias, hace de ción principesca enmaraña hasta el fút- una cosa absurda» (30) esfericidad técnica del suspense y ex-
las relaciones con el más allá parte de bol donde los artificios del buró también Es el riesgo de la omnipresencia di- pone a una Paz cuya literalidad justi-
una manera particular de gracejo. Tal son alcanzados, al fin al cabo, a Bene- vina cuya tradición occidental no puede fica al asesino en el cuento. No obstan-
vez, como en Poe o Baudelaire alguien detti le interesa las anécdotas por ser sostenerse en América. Roberto Artl la te, la esfericidad que Cortázar sugiere
al final nos ríe. Pero sucede que, al vol- pequeños dramas que a la técnica del vuelve voz en el travesti o Sabines en como forma de construcción del cuento,
ver la muerte funcional, la tristeza go- escritor le viene bien como una forma el cadáver de Eva, en cambio, Benede- se abre peligrosamente en Benedetti y
zosa se vuelve taxonómica y geográfica. de ilustrar lo ajeno, pero y quizá sea su tti, lo vuelve el cuerpo en sí de lo om- en esta apertura con lo cotidiano nos
Así lo dice en Hoy y Alegría: estratagema, utiliza el coloquio sin es- nipresente. El mutismo es la muerte, anuncia que este tipo de lógica lastimo-
«En realidad, son pocos los días en que
tridencias ni búsquedas sacro profanas radicalmente expuesto a partir del sa- samente sucede aquí y ahora, siempre.
uno puede sentirse anticipadamen-
de una Latinoamérica con ganas de vi- crificio también nos expone a la eticidad El cumplimiento del logos divino en
te alegre, sin ruedas de café ni can-
sualizarse en el mundo. La muerte se le sacrificial de lo crístico en la cotidiani- boca del sacrificado es mierda y ya. Por
tos nauseabundos a la madrugada, ni
facilita pues es una llegada o final, que dad. Cual cuadro de Ensor (la llegada eso acude a las formas coloquiales po-
esa pegajosa, inconsciente tontería que
de tanto convocarla no trae nada de ri- de Cristo a Bruselas), todo se nos vuelve pulares pues encuentra la manera de
antes y después nos parece imposible;
tuales ni presentaciones. El amor igual, carnaval, exposición y éxtasis de cuerpo anunciar la muerte, por eso su simple-
alegre de veras, es decir, casi triste»
simple anécdota de un hombre someti- colectivo en la pompa. El ladrón (refe- za al mencionarla. Sucede y ya, todo el
(31)
do a la resignación de ser humano. Sin rente claramente bíblico) roba, es una tiempo. Es simple y llana, ni siquiera es
vergüenzas pero también sin epopeyas. figura alegórica y juega a lo compasivo. rítmica. Es altamente funcional y cum-
Esa casi tristeza nos remonta defini- Y para esto se apoya en lo bíblico. La ple su cometido. La alegría que debe-
Su asesino, que comparte su condición,
tivamente a la fiesta. Si el llanto pue- compasión utilizada no recuerda a Sa- ría desfantamizar su omnipresencia no
no contempla nada divino en su colega.
de convocar a lo sacro, la risa deses- bines y Artl, donde los personajes bíbli- acude a la narratividad, y es el lamento
Pero anticipa esta imposibilidad, pues
tabiliza la sacralidad y vuelve cercana cos se vuelve urbanos y ya en la ciudad, que sin risas ni llantos hace imposible
en la cotidianidad americana lo cristia-
la presencia de lo otro. Pero si la ale- se fragilizan y se vuelve otros más en el soportar lo inevitable.
no y su sacrificialidad son imposibles, y
gría solamente es la confirmación de bestiario citadino. La voz evangelizado- si lo son, es bajo la forma de sacrificio. «Un alarido atroz, irresistible. Porque
una estática, se vuelve obsesión sobre ra vuelve a Dios otro pequeño personaje, Es por eso que cierra el cuento Benede- soy un idiota y me castigo, y Amy, ro-
el fracaso diario. A Benedetti le preo- literalmente se presente a los hombres tti así: sada y húmeda, se asombra, se cono-
cupa la presencia de la rutina y de la como lo sugiere la credulidad, y si es ce, se desprecia, se escapa, mientras
muerte, como buen poeta que anida en forma de ladrón se somete al juicio. La «Dicen que su gente creyó reconocer
yo grito el grito de Jordán» (Inocencia,
las objetaciones diarias. E insistir, que ley de la calle le asesta el último golpe. una última bendición en su boca mila-
109)
es a partir de ésta, la sostenibilidad del Deicidio pero sin ídolos, pues el muerto grosamente muda, felizmente sellada
cuento se vuelve agonía pues el ritmo es otro más en el universo benedettiano, por mi crimen. Cuando me interroga- Voz de doppelgänger demasiado ocu-
marca esta naturaleza convencional y dios pequeño que se ha sometido a las ron, no tuve inconveniente en confir- pado con su culpa. Ya en el túnel que
cronológica. No es Walser que es capaz leyes de su propia escritura que de ser marlo. Entonces me pidieron que les conduce al premio del lujurioso, la ven-
de fragilizar el tiempo laboral y negar- tan sagrada se profaniza en la ciudad. transmitiera exactamente sus pala- triloquia sirve al narrador para explicar
lo a partir de una escritura de tacha. Hablo por supuesto del cuento Como un bras finales. En realidad, sus pala- la osadía adolescente. O es la desven-
Ni Kafka al volverlo asfixia y política ladrón, leamos el final: bras finales fueron tres veces “mier- tura del niño poco infantil que intenta
(una particular Cábala). La cuadratu- da” pero yo traduje: “Paz”. Creo que volverla parte de una condición natu-
«No quiero relatar como lo maté. De-
ra de cubículo atraviesa la narrativa de estuve bien» (30) ral. Leamos el final de La vereda alta:
cididamente me repugna. Resultó en
Benedetti haciendo que la vida sea in- La mierda supremamente peyorati- «Naturalmente todo quedó en una
realidad más atroz que lo más atroz
soportable y que sea vivible solamente va le permite entender la muerte como pierna rota y un arañazo de ladrillo.
que yo había imaginado. Me esperaba
por la duda en su estabilidad y porque al exposición del cuerpo a su funcional y Pero en aquel momento yo creí que
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ENSAYOS
estaba muerto. Que la muerte era algo. Que ese Algo era espan-
toso. Y que desde la altísima vereda hasta esa muerte mía de
dolor y de barro, el odio de mi abuela llegaba en bofetadas» (61)
Este niño cree entender la naturaleza de la muerte y la con-
tiene en el odio que siente hacia y de su abuela. La presencia
insana de la abuela es como la muerte se vuelve el espanto
mayor, cotidiano, siempre cercana a los amantes, pero que se
distancia con la condición de humor que sucede constantemente
en Dostoievski. Esta enrostración de la muerte en forma de
odio contamina toda forma de idilio en Benedetti, acudiendo a
lo cotidiano y a los ejercicios coloquiales del otro cuando mujer
y hombre al hablar de sus relaciones reconocen esta empresa
fallida, esta ilusión. Pues lo especular acude como estructura
narrativa. Digamos, esta triste condición humanada de juicio
sobre el cercano. O bajo la forma de piernas descorporeizadas
por la perspectiva del sentado, sea quien consume un café atento
alrededor o como cronista aséptico desde la distancia del otro.
Sea cual fuese el caso, las mujeres se asoman para sostener la
estructura especular que se vuelve visiblemente ficcionaria en
Benedetti. No es Balthus ni Navokov, no es la pederosis de una
Lolita o una Púber, es más bien, una servidumbre dispuesta con
su voluptuosidad darle un cromatismo popular a la narrativa.
El espejo entonces se sobredimensiona a partir de la ventrilo-
quia y reflejo como si se poseyera la idea de ubicuidad.
El erotismo ya no es posible porque ha sido anunciado desde
el comienzo.
Pero a partir de los ojos de un animal también se puede año-
rar mas no percibir. Fido, el perro que detestaba al amante de
su dueña, decide vengarse del descuido de ella al exponerla con
su novio, incomprensiblemente solo recibe de éste un patada en
el hocico. Entonces, es la forma más clara de amar al otro es
la traición y su exposición. Un perro demasiado fiel a las mi-
gas entiende igual al amante benedettiano, que el amor es por
pedazos, por sobras. Pero bajo la comodidad del juicio, espera
demasiado de su amante. El espejo, le sirve como obsesión.
Pero también como forma coloquial de la muerte, y es, a partir
de la abdicación del amante que se vuelve más tragicómico el
amor. El perro, que está demasiado amancebado, desconoce la
reacción del traicionado, pero sospecha de su ama y desprecia
su abandono.
No hay idilio realmente en Benedetti, y si el amor aparece se
expone con máscaras sacras y rituales, estéticos bajo la óptica de la comodidad nunciar, pues al volverla fenómeno na- El gato nada que agarra al perverso
en una extrema figuración de muerte. y la simpleza, u otra forma de sacri- tural, nada queda después ni antes de ratón. Vaya círculo de muerte que se
Simple, tan simple como un churras- ficio, de contrarrestar la presencia del ella. No es posible réquiem ni despedi- anuncia todos los días por televisión.
co, el cual utiliza como medida de tiem- otro con su vulgarización. Exponer la das, solo cierres y ritmos que marca-
po. E igual para la construcción de esta banalidad de lo banal para volverlo es- rían una técnica musical y poemática Fuentes
narratividad del diario. Así el calotito tética de lo aséptico, puede ser otra ma- del cuento. Y ya. El alarido del joven Benedetti, Mario, Todos los cuentos de
está armado para su funcionamiento nera de omnipresencia de Dios vuelto que reemplaza a su compañero en su Mario Benedetti, La Habana (Cuba):
«Trague saliva y simultáneamente,
voz narrativa pedido de auxilio se vuelve un modo Casa de las Américas, 1982.
me sentí feliz, me sentí miserable. El «A lo mejor usted no lo sabìa, o solo
circular de abrir lo fatídico.
calotito estaba realizado» (Los novios, sabía una parte, porque mamá era
202) muy callada y sobre todo no le gus-
taba hablar de sí misma. Ahora es-
El libro ajado del cual me sirvo tam-
toy seguro que hice bien. Porque usted
bién es una medida de tiempo, no como Jhon Benavides (Pasto, Colombia, 1972). Técnico profesional en Dibujo Publi-
está llorando, y, ya que mami está
celebración de muerte tal cual aconte- citario y Comunicación por la Academia de Dibujo Profesional de Cali, licenciado
muerta, eso es algo así como un pre-
ce en la cuentistica benedettiana, sino en Artes Plásticas y Magíster en Etnoliteratura por la Universidad de Nariño,
mio para ella, que no lloraba nunca»
de la espera. De ahí, la diferencia en- estudiante tercera cohorte de Doctorado en Antropología en la Universidad del
(Réquiem con tostadas, 260)
tre el asesino borgiano con el benedit- Cauca.
tiano, de ahí la diferencia mítica entre Lógica del sacrificado que, sin voz, Antiguo docente del Colegio Filipense Nuestra Señora de la Esperanza (Pasto),
Emma Zun y un simple sicario sacra- asume la naturaleza de su muerte. actualemte es titular de una cátedra en el Departamento de Diseño de la Facultad
lizado, pues sabe esperar y no justifica Pero que bajo la forma de cierre del de Artes de la Universidad de Nariño.
la muerte. No hace de ella un motivo cuento se entiende como parte del cons- Entre sus distintas ocupaciones, destaca la confudación de la revista de cómic Max
existencial ni fenoménico ni divertido. tructor narrativo. La muerte como pre- Turbo-Comics, así como la dirección de la revista literaria Manga y del taller de
La espera es una forma de carnosidad mio, es al fin de cuentas, lo que justifica escritores Tinta (2003, Pasto). Ha sido galardonado con distintas menciones a nivel
de lo ausente. Empero la asepsia bur- la singularidad anulada en el sacrificio. nacional e internacional en ilustración y literatura, y varias de sus obras han sido
gués lo entiende como resignación. Pues No es un réquiem por tostadas ni oda expuestas tanto de manera individual como colectiva.
para ella son los objetos y los apellidos por el golpe del macho en la hembra, ni
los que sostienen su vida y su ética, el una satisfacción por mirar diferente, lo
amor y la muerte pertenecen al mundo que permite que la escritura esté fue-
de lo popular y es ahí que se vuelven ra de su canonización. Escribir podría
anécdotas, metáforas por ignorancia, ser exponerse con el cuerpo dislocado
alegorías, o al menos eso es el sinsabor como ética que bordea la muerte. No
del pueblo en Benedetti. la preanuncia ni la prefigura. Si en el
«Después yo trataría de hallar la ver-
rostro del amado está la muerte, no es
dadera explicación, pero mientras
por un ritual sacrificial de la singulari-
tanto, en la capa màs insospechable
dad, sino por la excedencia de lo amo-
de mi conciencia, puse punto final a
roso, que hace difícil su pronunciación.
este malentendido. Porque en reali-
Por eso sigo viendo el gato de televisión
dad, yo estoy enamorado de la familia
mientras deshojo el tamal que a bien
Iriarte» (Familia Iriarte, 172)
me regaló doña Yolima dueña y señora
del libro.
El golpe del amante y su traición son Entonces ni la muerte se puede pro-
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ENSAYOS
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ENSAYOS
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CREACIÓN CREACIÓN
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CREACIÓN
siglo pasado e incluso un cartel publi- zos, recogió con la mano lo que quedaba caran de allí, arañó y pateó la superfi- con un hilo de voz. Estaba sucio y un
citario construido con azulejos, la ma- de la pantalla táctil, ahora partida por cie de metal como un animal encerra- rastro de sangre reseca manchaba su
yoría de ellos cubiertos por una costra la mitad, y la dejó caer. do. “Dejadme salir”, gimió. chaqueta.
de moho, en el que una mujer con ves- Más adelante se percató de una aber- No supo cuánto tiempo estuvo así –No sé cómo has llegado hasta ahí,
tido tradicional anunciaba una bombilla tura en la pared, como si hubieran de- hasta que alguien abrió la puerta y la chaval –el operario del ayuntamiento
de fabricación holandesa, “la mejor del rruido esa parte a golpe de martillo. Se luz del día le cegó. Máximo se desplomó se había arrodillado junto a él para to-
mundo”, se podía leer. Volvió a toparse acercó con precaución. Cuando alumbró en el suelo ante varios operarios que, marle el pulso–. Ya viene la ambulan-
con la señal que dejó con anterioridad. el interior, la luz mostró el esqueleto de sorprendidos, intentaron reanimarle. A cia.
Eso le obligaba a seguir una dirección: una persona. Dio un respingo y el me- su alrededor se había formado un corri- Máximo no contestó, se limitó a to-
la del pasillo más oscuro. Sacó su me- chero cayó al suelo, pero volvió a re- llo de gente. ser tendido sobre el suelo de la plaza,
chero y se armó de valor. La luz era cogerlo con rapidez para encenderlo de –Dios mío, pensaba que era un gato el apretando el botón contra la palma de
escasa, se encontró con un recodo a la nuevo y comprobar perplejo que seguía que armaba tanto escándalo –dijo una su mano. Con los ojos vidriosos pudo ver
derecha, luego otro a la izquierda; un ahí, tenía dos dedos entablillados y po- señora mayor con un carro de la com- una inscripción sobre la puerta recién
rumor llegó a sus oídos mientras cami- sado sobre la calavera había un gorro pra. abierta: “Compañía Metropolitana: re-
naba, el chapoteo de las gotas de agua grisáceo de toque militar, la mandíbula –¿Dónde estoy? –preguntó Máximo fugio 619 - 1937”.
se confundía con el sonido de ratas ara- colgaba conformando una sonrisa dia-
ñando el suelo y murmullos lejanos que bólica. Máximo propinó una patada con
no supo identificar. furia que hizo que el esqueleto se despa-
Sus ojos se acostumbraron aún más rramara, cada hueso por un lado. Aún
a la negrura. Pasó por encima de innu- resoplando, se fijó en los restos de la Carlos Piélago (Madrid, España, 1980). Ha trabajado en casi todo, y ha conse-
merables cascotes, en su recorrido tan- mano, entre los dedos huesudos yacía guido terminar los estudios de ilustración. Escritor de género, se siente cómodo es-
teó en la oscuridad por si hubiera posi- un botón, lo sujetó entre el índice y el cribiendo entre las fronteras de la realidad y la ficción, las cuales suele traspasar.
bles agujeros. Había caminado tanto que pulgar y se dio cuenta, con un estre- Ha participado en varias antologías de Escuela de escritores, también de Escuela
ya no tenía sentido darse la vuelta. mecimiento que hizo que el corazón se de fantasía, en la que, además, participó como jurado en las tres últimas ediciones.
Hasta que una ráfaga de aire apagó le congelara en el pecho, de que era el También ha sido seleccionado para el libro “Descubriendo nuevos mundos II”.
la llama del mechero. Al principio se suyo.
asustó, paralizado, pendiente de cual- En ese momento echó a correr por
quier ruido. Transcurrido un minuto fue el pasillo, la oscuridad le envolvió pero
en la dirección de donde procedía la co- siguió adelante sin detenerse, solo que-
rriente. ría huir de allí lo más pronto posible.
Al caminar golpeó algo con los pies La sangre galopaba en sus sienes, “¿Qué
que se trasladó varios metros. Lo alum- hostias era eso?”, se preguntó. Trope-
bró para descubrir que era una mule- zó y cayó varias veces pero enseguida
ta de madera. Esto le hizo ponerse en se incorporaba de nuevo. En una de las
guardia. Continuó por el pasillo. Ya no ocasiones se golpeó de bruces contra una
se parecía en nada a un túnel de su- plancha de metal dispuesta en el cami-
burbano sino que era más estrecho, con no. Sudando y tembloroso comprobó que
bancos dispuestos a los lados excava- era una puerta, que se abrió cuando giró
dos en la propia roca, a ratos aboveda- el pomo con rabia. Subió por unas es-
da. Algo crujió bajo sus zapatos, cuando caleras que llegaban hasta otra puerta,
iluminó el suelo de tierra descubrió su esta vez cerrada. Golpeó con todas sus
teléfono móvil esparcido y hecho peda- fuerzas gritando desesperado que le sa-
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CREACIÓN
La sombra de Nabokov
por Adolfo Marchena
todo, y no le confesé, que me pagaban de escribir ocho páginas al día mientras tento. Llegó en mano un sobre tamaño salía con un hombre mayor. Perorata
muy bien por aquellos meses que de- yo le dedicaba un párrafo. He de con- folio con un PERSONAL en tinta roja sobre la edad y los cambios de compor-
bía soportar de encierro y aislamiento. fesar en una primicia como de perros que se veía desde la mirilla de mi veci- tamiento de Lolita, que se maquillaba
Tampoco le dije que debía permanecer aullando, que tengo escritas dos nove- na; de la que he de hablar, supongo, en más, que algunas joyas le resultaban
allí seis meses, firmado en contrato, las. Sólo que, nadie lo sabe, nadie las mi novela. Firmé sobre la carpeta del nuevas, que la ropa de encaje se repro-
dícese vinculante, y que si abandonaba ha leído. Me digo para adentro que no, tipo que me trajo la carta y me recogí ducía en los armarios. Nabokov se mos-
antes, de los euros ni el canto, además no sé, que han de acogerse a un buen en el salón, para abrirla y leerla. Señor tró cansado, envejecido, promesa que no
de una penalización. repaso. Y así me sucede últimamente Amancio, y entonces caí en la cuenta. se cumple, interludio de las ofensas.
Por mi parte lo tenía claro. Bien es con todo lo que hago, que necesita de mi Aquel experimento era una putada, una Y qué pintaba yo en todo eso, ya dije
cierto que venía de vivir en una soledad aprobación, de mi exigencia, de todo lo sinrazón, un estercolero, lo peor de lo que no pretendía meterme en más líos.
compleja y habitable, en una soledad que aprendí y también de lo que no me peor. Y lo peor es que ya había firmado Su voz, sin embargo, hizo que me olvi-
de soles y mares, de buhardillas y mu- enseñaron. para ser cómplice de sus juegos migra- dara del experimento de la NSA, su voz
sicalidad en los tejados. Que ya había Se acercaba la fecha para ocupar torios, y me dije, bueno, al fin y al cabo, acaramelada, dulce, persuasiva. Noté
adquirido mis manías pero que, ante la aquella habitación de la NSA y mi vida la muerte no es otra que la de Marilyn que sudaba en exceso, perlaba su frente,
contra y todo, no era perro viejo, si no continuaba sin percances de renombre, Monroe; algo tenemos en común. movía los dedos, saltarines, inquietos,
un viejo perro que se adaptaba a la pre- sin alteraciones. No como sucedía an- Dispuesto a olvidarlo todo, a no re- mientras me miraba a los ojos, profun-
gunta, los barriles, las consecuencias y tes, antes de que cumpliese los cuaren- caer en la destemplanza, a soportar do, sincero, como si fuera un diestro de
las manías. No obstante, como en un ta. Entonces me sucedían cosas. Era las burlas, bajé al café Vivaldi para to- avatares y juicios.
juicio de faltas, me encontré frente a distinto. Me atrevía a hablarle al co- marme un café vienés doble, cubierto Me pagaría bien, me dijo, a tanto la
mi madre, escrupulosa y atenta, tra- chero, en Sevilla, cuando arrancamos con crema batida. Ojear la prensa, si hora más gastos. Me convertía de esa
tándome de convencer para que no me de la Plaza de España, cuando aburri- es que algo nuevo habría de aportarme, manera en el Philip Marlowe, de Ray-
adentrase, si cabía más, de lo que me do le dije, en confianza, llévame a un que todas las noticias son un filtro de la mond Chandler; en el Bernie Gunther,
había comprometido con la NSA. tablao, pero no para turistas, un tab- realidad que desconocemos y, al final, de Philip Kerr; en los Grave Digger Jo-
“Hijo, no me parece buena idea.” lao auténtico. Y allí me dejó el cochero, acabamos leyendo lo mismo. La fortu- nes y Coffin Ed Jonson, de Chester Hil-
“Sólo serán seis meses, madre.” después de que recogiéramos a una pa- na de un deportista que se desvanece en mes. Un sabueso que abre el cuaderno y
“No creo que aguantes uno. Además, reja de alemanes que también querían alcohol y drogas, el atraco a una far- anota las pautas, los horarios, las con-
qué se te ha perdido a ti allí.” vivir la noche de Sevilla. Hubo risas y macia, el estado de las carreteras. Un denas; que persigue al sospechoso y se
“Madre, seis meses alimentado, sien- yo me olvidé del paisaje urbano, hasta hombre achaparrado, vestido con traje disfraza con pelucas y bigotes postizos;
do objeto de estudio, viendo la televisión que el cochero detuvo el carruaje y me de sastre, sombrero de hongo, acodado que abre las puertas con un juego de
de los sesenta, o sea, aburriéndome, dijo que esperase un momento, sólo un en el otro extremo de la barra no dejaba ganzúas o una tarjeta.
pero con todo el tiempo del mundo para momento. Allí estuvo conversando con de mirarme. Parecía inquieto y su in- Le contesté que aquello no era posible
escribir mi novela.” un tipo grande, a la puerta de un garito, quietud comenzó a taladrarme la espi- y fue entonces cuando me mostró sus
“Cuántos años tienes, hijo.” hasta que regresó y me dijo: allí tienes na dorsal, volviéndome despistado, más fotografías, las de Lolita, una de la cara
“Son ya cuarenta y seis.” tu tablao, está todo arreglado. dispuesto a lo ajeno que a lo mío propio. y otra de cuerpo entero, vestida con
“Pues eso, eso es lo que llevas ya con Esta mañana las televisiones emi- En eso estaba, con esa molestia, cuando una corta falda de pliegues, los labios
tu novela y aún no me has leído nada.” tían desde el Congreso el velatorio por advertí que el hombre se me acercaba, carmesí. No pude evitar preguntarle si
Mi madre era muy escéptica con todo Adolfo Suárez. Es importante que lo hasta llegar a mí altura y presentarse, aquella era su hija, cuando sabía que así
aquello relativo a la novela. Y a veces cite porque otra muerte, me anuncia- pidiendo disculpas educadamente, por era, o lo intuía. Ni siquiera me contestó.
yo me lo planteaba, me preguntaba si ron desde la NSA, iniciaría mi ascenso si en algo me molestaba. Continuó hablando, exponiéndome has-
era un imposible, un dolor de envidia, a la gloria, a permanecer imperturba- Me confesó Nabokov, aquella madru- ta la última palabra, hasta que pensé,
viendo como otros sacaban sus textos al ble de por vida, a subsistir con la esen- gada nueva, que sospechaba de su hija hubo terminado. Pero no, fue entonces
mercado, viendo como otros presumían cia de los sesenta, a no morir en el in- menor y única, Lolita, intuía él que ella cuando me llamó por mi nombre de
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Las rodillas me tiemblan. Un poco me- su aroma por las tardes. Ese olorcillo rededor del comedor hasta que le sobre- Perdone mis culpas pasadas, presentes
nos. Como la cabeza aún me da vueltas, que invitaba a tocarla, a desnudarla len- vino el síncope. O sólo pensó y pensó en y futuras. Sobre todo, perdone mi fal-
me dirijo al cuarto de baño a cuatro pa- tamente y a hacerle el amor con frene- el destino que me aguardaba hasta que ta de compostura. No. No es el alcohol.
tas. Qué denigrante. sí. A encender luego un cigarrillo mien- la angustia acabó con ella. Mejor así. Duele, ¿sabe? Y mucho. Rece por mí.
Un sujeto con profundas ojeras me tras la contemplaba estirarse sobre las Al menos no la veo retorcerse de pena Ya que no puede cuidarme en persona,
mira desde el otro lado del espejo. La sábanas arrugadas. Ya no. En la salud cada que yo me retuerzo de dolor. hágalo al menos a la distancia. No creo
baba le sale de la boca y le ha man- y en la enfermedad, le dijo al cura. Y Quisiera que la vieja no me mirara que funcione, pero ése es otro cantar.
chado la camiseta. Una camiseta sucia, sólo aguantó cinco días de enfermedad. con tanto odio. La frase me viene a la Sigo sacando porquerías del cajón.
por cierto. Con enormes lamparones de Los cinco primeros días, cuando el mal mente cuando saco la foto de Mariela y Cada vez quedan menos. Dos peine-
grasa a la altura de la barriga. Está se limitaba a torcerme la cara y dejar- comienzo a romperla en pedacitos di- tas de mi abuela. Una postal de Nueva
completamente desgreñado. Me mira me desmadejado en un sillón al cabo de minutos. No te odia. Sí me odia. Nada York. Espantosa. Un calcetín que siem-
con unos ojos de alucinado en los que el diez minutos. Si entonces se desespera- de lo que hago le parece bien. Si eso pre creí perdido. Su compañero se fue a
cuándo y el cuánto más se adivinan al ba, se tiraba de los cabellos y a duras sucede ahora que no somos nada, ¿qué la basura hace largo tiempo. Tres cani-
instante. Con suerte, no mucho más. Me penas se contenía para no gritarme, no será cuando nos casemos? Pero no te cas azules. Dieciocho papeles ilegibles.
echo agua en la cara y trato de alisar la sé qué sería ahora. Posiblemente me odia. De verdad que no la odiaba. Solo Me demoro en revisarlos. Son lo último
revuelta pelambrera. Son sólo cinco pe- abofetearía. no simpatizaba con ella. Habrás de de- que queda ahí dentro. O casi. Listas del
los —es un decir—, pero quedan horribles Palpo un portarretratos. Los dedos cirle a esa niña que se cubra un poco. supermercado. Algunas. Otras, recados
así, todos levantados. Aspiro profundo. me traicionan y lo abren contra mi Parece maniquí de sostenes y panta- de Mariela. Notitas de amor eterno em-
Ahora viene lo bueno. voluntad. Al lado izquierdo, Mariela, letas. Mamá, es la moda. No creo que borronadas. Justo como su amor eterno.
La cama me seduce. Un sueñito me el día de nuestra boda. En el derecho, toda su ropa pese siquiera cien gramos. A la basura con ellas. Nada más resta
caería de perlas, pero no tiene el me- mi madre. Nunca he sabido por qué las Por favor. No la atormentes. Arranco la caja de madera. Qué remedio.
nor caso. Me siento en la orilla, abro puse juntas en este sitio. Por qué com- la cabeza a la fotografía. A colores. Deja La pistola está ahí. En perfectas con-
el cajón del buró y busco a tientas en parten ceñidamente estos pocos centí- ver con nitidez cada porción de piel ex- diciones. La última vez que la usé —o la
su interior. Me pico los dedos con tres metros cúbicos si jamás se soportaron. puesta, lo que ya es mucho decir. Ahora única, más bien— fue para asustar a un
pasadores. Y pienso en Mariela. ¿Dón- Cásate con Rita, hijo. Es buena. Pero yo corto una pierna, visible desde la panto- par de borrachos que insistían en que
de estará? Hace un año que se largó. amo a Mariela, madre. No me gusta. rrilla hasta la parte alta del muslo. Tal esta era su casa y querían entrar por
Justo cuando comenzaron los dolores. A quien tiene que gustarle es a mí. No vez mi madre tenía razón. una ventana. Fuera de aquí. El sonido
Me atendió lo mejor que pudo durante… me gusta. Tiene algo en la mirada que ¿Y Rita? En el convento. La madre de la explosión me hizo brincar más a
¿cuánto? ¿Cinco días? Vaya paciencia. no me gusta. A mí, si algo me gusta Rita. La vi hace unos meses, cuando mí que a ellos, pero tuvo el efecto de-
Cuánta abnegación. Para cuidar viejitos de ella, es eso. Su mirada. Mira a Rita. todavía tenía fuerzas y ánimos para seado. Huyeron lanzando maldiciones.
achacosos, mejor me regreso a mi casa. Es una buena muchacha. Y Mariela es salir de casa más a menudo. Rodea- Ya nos veremos, malparido. Parece que
Pero no. No regresó a su casa. Su padre una mujer buena. Muy buena. Especta- da de novicias. Creo que ni me recono- el susto aún les dura porque no nos he-
no sabe dónde está. O tal vez lo sabe cularmente buena. Supongo que no ha- ció. A quién quiero engañar. Supo bien mos vuelto a ver. De cualquier forma,
y me engaña. Déjala, Bonifacio. Olvída- blábamos de lo mismo, pero ya no tiene quién era ése que la miraba. Ése que se al menos sé que el arma funciona. Has-
la. Busca alguien que cuide de ti, que te importancia. agarraba a las paredes como si estu- ta donde recuerdo, el gatillo es suave.
quiera y que te valore. Y me cerró la Pobre de mi madre. Acudió a la boda viera ebrio mientras avanzaba con pa- Basta con acomodar el dedo, contraerlo
puerta en las narices. Vejete miserable. como si llegara a un funeral. Regresó a sos tambaleantes. Ése que levantó una súbitamente y pum. Fin de la historia.
Se habrá ido con algún camionero. O su casa, escribió una carta y se mató. mano para saludarla y al que ignoró Ya está. Dedo, en posición. El resto de
con el conserje del edificio, que también El médico dijo que no. Le falló el cora- con todo el desdén que le imprimían su la mano, también. Tal y como lo ense-
desapareció misteriosamente casi al zón. Pudo haberle ocurrido en cualquier toca y su escapulario. Al que motejó de ñan en las películas. Ahora, la pistola.
mismo tiempo. Que le aproveche. Ya no momento. Pero yo no me lo trago. Yo sé malviviente mientras hacía cruzar la Dudo entre metérmela en la boca, aco-
la extraño. Antes sí. Echaba de menos que algo hizo. Tal vez corrió y corrió al- calle a sus pupilas. Perdóneme, madre. modarla sobre mi pecho o apuntármela
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CREACIÓN
todas direcciones. No más. No otra vez. muy bien. Será por el disparo. Debe ser do echaría a correr nada más de verlo. través de la variedad —invariablemente
Estoy harto de arrastrarme por el sue- eso. La sangre me chorrea, forma pe- Con heridas a medio cicatrizar por todo estúpida— que sale del cristal líquido y
lo. De gemir y de gritar sin que nada ni queños ríos a ambos lados de mi cuello el cuerpo. Verdoso. Maloliente. Y aho- retrocedo tres canales. La escena no ha
nadie pueda hacer algo para brindar- y termina por escurrir a lo largo de mis ra, para colmo, con el cráneo a medio cambiado. Un fulano lucha contra otros
me aunque sea un poco de consuelo. De brazos. Forma dibujitos en la superficie volar. Buena la he hecho. Tendré que dos en el techo de un ferrocarril. Lleva
sentir que me muero a sabiendas de que de la cama. ¿Qué es eso? ¿Un perro? usar una gorra que me cubra hasta las las de perder pero, como es previsible,
eso nunca ocurre. De pensar que algo ¿Un automóvil? Estoy disparatando. Y orejas. De lo contrario, los repartidores termina por arrojar a los otros al vacío.
me come por dentro y que luego, satis- nada más cabe en mi mente, como no no volverán a aparecerse por aquí. Ni Se romperán todos los huesos. Estoy a
fecho, se detiene hasta que los órganos sea el desvarío y el dolor. Nada. Ni si- tampoco Alba. punto de estallar en carcajadas cuan-
se regeneran y puede reanudar su ban- quiera la frustración. Será más tarde. Me sirvo un trago y enciendo la te- do comprendo que ahí está la clave. Un
quete con mis tripas. Como cualquier El sufrimiento ha pasado. Tardó una levisión. Algo se me ocurrirá en medio tren. Me lanzaré a las vías del tren. Si
Prometeo, pero sin cadenas y sin que hora —y las mismas cinco pastillas, las de la estulticia a colores que me rece- logro que la máquina me corte exacta-
eso que me come —y que no es un águila, últimas que había en el frasco—, pero tan ciento cinco canales. Podría lan- mente por la mitad, longitudinalmente,
sino quizá algo repugnante— se contente se ha ido. Aún no pienso del todo bien. zarme por la ventana. No. Ya lo he he- todo habrá terminado. Al menos, eso
con comerme solo el hígado. Estoy har- Sin embargo, me doy cuenta de lo que cho. Fue lo primero que se me ocurrió quiero creer. No me imagino cómo po-
to. Verdaderamente fastidiado. ha sucedido. O sea, nada. Me di un tiro cuando comenzaron mis males. Anda. dría existir así, partido en dos pedazos,
Me pongo la pistola a un lado de la y nada. Rompo una ventana a puñeta- A volar. Solo conseguí fracturarme las con medio cuerpo arrastrándose por
oreja y encojo el dedo con violencia. Las zos de pura impotencia. Lanzo dos si- dos piernas. Es un milagro que usted arriba de la banqueta mientras la otra
fracciones de segundo que transcurren llas por los aires. Quiebro una puerta. siga vivo. Por poco ahorco ahí mismo lo hace por el arroyo. Tampoco creo que
a partir de este momento se descom- Me detengo cuando escucho a Facundo al paramédico. Lo hubiera hecho, pero pudiera coordinar lo suficiente como
ponen una a una. Oigo el clic del gati- golpear contra la pared. A ver si dejas también tenía dislocado un brazo. Tardé para que ambas mitades se movieran
llo. Luego, el chas del percutor. Zum. dormir, cabrón. Por supuesto. Disculpa. tres meses en sanar. ¿Qué vino luego? hacia el mismo lado, para que cascaran
Ahí viene la bala. Percibo con claridad Un tiro. Las opciones se me acaban. No recuerdo. No me agrada demasiado un huevo, para que una me frotara el
su desplazamiento a través del cañón. Me he ahorcado, acuchillado, cortado hacer un recuento de mis experiencias culo en la ducha y la otra me enjua-
Toca el hueso. Lo quiebra y entra en mi las venas, electrocutado, envenenado como suicida frustrado. gara. Vaya tontería. Ni siquiera podría
cráneo. Interrumpe abruptamente las y nada. Sigo vivo. He aquí el sueño de Un tipo asesina a otro en la televi- permanecer de pie, a menos que cada
funciones de miles de mis neuronas, cualquier mequetrefe fantasioso he- sión. Le atiza con un tubo en la cabeza parte le hiciera contrapeso a la otra o
cercena vasos sanguíneos, hace todo el cho realidad. Alcanzar la inmortali- hasta que los sesos lo salpican. Parece que marchara dándome un perpetuo
destrozo posible y choca contra el hueso dad. Qué importa que haya cuentas por fácil. Ya le enseñaría yo a ese. Me le- abrazo de orate. ¿Y cómo le haría mi
del extremo opuesto. También lo quie- pagar, qué importa que mi mujer se vantaría con todo y la testa destrozada corazón para distribuir la sangre? O,
bra. Sale y se estrella contra la pared. haya fugado con otro, qué importa que y le arrearía de lo lindo. Luego me fu- más interesante todavía, ¿cómo come-
Sólo ahora retumba el disparo. mi madre esté muerta, que los amigos maría un cigarrillo. Enciendo uno y me ría, con las tripas limpiamente seccio-
Duele. me hayan abandonado o que ni siquiera desplazo por los canales. Noticias. Un nadas? Tendría que ayudarme con las
Me duele la cabeza. Y el otro dolor, el pueda acostarme con Alba. Todo carece concurso idiota. Mujeres desnudas lu- manos. A ver. El bolo alimenticio va de
de verdad, no deja de crecer. Si pudiera de relevancia. Soy inmortal. Un inmor- chando en aceite. Un mago cretino. Un aquí para acá. Ahora, un poco de jugo
llegar al baño, me vaciaría por com- tal patético que quisiera morir porque comentarista de noticias también creti- gástrico. Una sacudidita, más o menos
pleto la caja de píldoras en la boca. Lo sufre. Porque vive recluido en un de- no. Un payaso más cretino aún. Carre- así, para que avance el mismo bolo. Ajá.
intento, pero no puedo. Siento náuseas. partamento mugroso donde casi nunca ras de autos. Un vaquero pelea con dos Omito las etapas posteriores del proce-
Muchas náuseas. Vomito sobre la col- entra el sol. Porque no encuentra con o tres fulanos mal encarados sobre el so. Son una porquería.
cha. Una mezcla de baba, bilis y sangre. qué sanar de las dolencias que lo aque- techo de un tren en movimiento. Tele- Me froto las manos. Todo parece cla-
Sobre todo sangre. Maldito dolor. Para jan. Un inmortal absurdo. Uno que no novelas. Pornografía. ro ahora. Un tren más un cuerpo bien
colmo, estoy mareado y no coordino puede salir a la calle porque todo mun- Detengo súbitamente mi tránsito a acomodado equivalen al fin. Aunque
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CREACIÓN CREACIÓN
siempre es posible que no lo sea, por- minan así, como si nada, con un tronco
que no escapa a mi entendimiento que arrastrándose detrás. Estaría de verse.
el tren bien puede pasarme por enci- Habrá que planearlo con cuidado y
ma y dejarme en calidad de caracol, arriesgarse. Sobre todo eso. No tengo un
con todo el esqueleto destrozado, pero periódico a la mano, pero ya me ente-
vivo. Vivo y en calidad de vegetal. O, raré de dónde pasan los trenes por aquí.
peor aún, consciente. Completamente. Tengo que hacerlo. Y pronto. Antes de
Peor aún si no alcanzo a acomodarme que el dolor me atrape y no pueda dar
y me parte por la cintura, o más abajo. un paso. Por si las dudas, me buscaré
Quedaría para película de terror. «Las un tren de carga. Pesan más. Uno de
dos mitades», le pondría como título al doble locomotora.
bodrio fílmico. Los transeúntes corren Será fenomenal.
despavoridos mientras dos piernas ca-
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CREACIÓN CREACIÓN
este malestar, cada vez más frecuentes video. Estaba en el punto más lejano de pocos minutos, antes de comprender lida de emergencia, misma que decidí
y largos, me dejan prácticamente sin mi recorrido cuando el terremoto azotó que una falla estructural lo dejó perma- explorar. Los mecanismos de apertura
aliento. Supongo que son un síntoma de la ciudad. Jamás en mi vida había yo nentemente clavado en su posición. De funcionaron correctamente y pude salir
asfixia. Paulatinamente los gases van sentido uno tan fuerte, largo, y violento. haberme encontrado en el interior; el del túnel. De acuerdo con mi reloj eran
derrotando a mis pulmones, y llegará el Fue tal la energía del sismo que en el cuarto de control hubiera sido la tum- entonces las cuatro de la mañana.
momento en que no podré respirar. De primer instante estuvo a punto de arro- ba donde habría sido sepultado vivo. Ya Salí a un mundo destrozado. La pri-
allí la urgencia de buscar alguna región jarme a las vías electrificadas del me- presa del pánico, me dirigí a la salida mera impresión que me golpeó al al-
con el aire menos contaminado. tro. Permanecí en el piso, en el mismo más cercana; pero las escaleras se ha- canzar la calle fue que el único sonido
Hasta hace tres días, de acuerdo con lugar donde caí; pues hubiera sido tan bían derrumbado. Además recordé que que escuchaba era el lejano crepitar de
el fechador de mi reloj de pulsera, me inútil como peligroso intentar ponerse yo mismo había supervisado que fueran incendios que no alcanzaba a ver. El
desempeñaba como velador de la es- en pie. Sentía las fuerzas atravesar mi cerradas con gruesos candados. humo y el polvo me provocaron el pri-
tación del metro Copilco; que está ubi- cuerpo, escuchaba los ruidos de crista- Me senté en el piso para examinar la mero de muchos accesos de tos. Mi lin-
cada en el barrio viejo de Coyoacán y les y plafones al despedazarse, el crujir situación con calma. Ya no tenía duda terna no podía penetrar esa combina-
es una de las más profundas del Siste- de muros, trabes, y castillos; miraba de que la estructura de la estación había ción de gases. Esperaba oír la expresión
ma de Transporte Colectivo Metro de el baile loco de las lámparas antes de sufrido daños mayores; y dada la mag- de angustia de una ciudad de 28 millo-
la ciudad de México. Empecé mi tur- que muchas de ellas se desprendieran nitud del seísmo cabía razonablemente nes de habitantes: sirenas, vehículos de
no aproximadamente a las cero horas de sus soportes y se hicieran pedazos esperar una replica que muy bien podría emergencia, bomberos, policías, solda-
del 13 de Abril; y nada me indicaba contra el piso. Pude ver cómo las vías terminar de derrumbar la maltrecha dos, millares de voluntarios dirigiéndo-
que fuéramos a tener algo excepcional del tren, a la sazón me encontraba en el estación. Se volvía urgente encontrar se diligentes y presurosos a las zonas
esa noche. Acompañé a un empleado andén oriente, se torcieron pasando de una manera de salir. Con las puertas más castigadas por el siniestro; pero
del metro para cerrar con candado to- ser rectas a formar una “S”. Fue en ese cerradas por candados, solamente po- solamente percibía el sordo rumor de
dos los accesos a la estación. Yo soy ¿o momento que la mayor parte del plafón día abandonar la estación caminado por incendios y explosiones lejanas.
era? empleado de un servicio privado que ocultaba el crudo cemento del techo las vías hasta la estación siguiente; un No estoy seguro de mi ubicación ac-
de vigilancia. Fui a mi puesto de tra- se desprendió, cubriendo de un polvo recorrido de unos tres kilómetros en la tual; pero cuando salí del túnel del me-
bajo, situado dentro de un cuarto blin- blanco todo lo que estaba abajo, dando más completa obscuridad que no resul- tro he de haber estado a unos 150 me-
dado y equipado con cinco pantallas de al aire un aspecto nebuloso. taba muy atractivo; pero no se me ocu- tros al norte del acceso a la estación de
televisión que me permitían observar Me resultó evidente que los daños in- rrió una mejor opción. Copilco. Con esta información en men-
los principales accesos del paradero, así fringidos a la estación ameritaban ac- Inicié la caminata rumbo al sur, es- te, y mi intuición como guía, empecé a
como los andenes. Protegido por muros cionar la alarma de sismo; y usar el te- perando llegar a la ciudad universitaria, desplazarme por una avenida bastante
de concreto armado de 50 centímetros léfono para alertar al puesto de control donde el metro deja de ser subterráneo; ancha; tuve la impresión de que era la
de espesor, puerta de acero, circuito ce- central de la avería en las vías. Me puse sin embargo, no llegué a recorrer más Avenida Universidad y me desplazaba
rrado de televisión, teléfono a la mano, en pie para ir al cuarto de vigilancia; que unos 150 metros antes de encon- rumbo al sur. Definitivamente quiero
y varios botones de llamado a agencias pero apenas había adelantado un par de trar que el túnel estaba totalmente co- abandonar la ciudad. Me resultó ex-
de emergencias como bomberos, poli- pasos cuando se cortó la electricidad. lapsado y no había manera de pasar. tremadamente fatigoso recorrer unos
cía, y protección civil. Yo siempre pen- “Y retiembla en sus centros la tierra”, Volví sobre mis pasos, pasé por la esta- pocos metros porque la visibilidad que
sé que hacer las rondas del velador era pensé, echando mano a la linterna que ción Copilco, y continué rumbo a Miguel tengo es muy limitada; y el terreno por
totalmente innecesario; pero eran parte por reglamento debía traer en el cin- Ángel de Quevedo. En esta dirección el que debo desplazarme sumamente
de mi obligación. turón. Caminé, sorteando todo tipo de los muros y techos del túnel se veían áspero. El polvo dificulta el uso de la
Unas dos horas más tarde salí del obstáculos, unos cincuenta metros para en mucho mejor estado, aunque había linterna; los cascotes desparramados
cuarto de vigilancia para echar un vis- llegar al cuarto de vigilancia; mas cuan- desprendimiento de materiales del te- por el suelo impiden una marcha regu-
tazo directo a aquellas zonas que no do quise abrir la puerta simplemente no cho en varios puntos. Unos trescientos lar. Además empiezo a acusar los efec-
estaban cubiertas por los sistemas de pude. Forcejé con el escotillón por unos metros más adelante encontré una sa- tos de estar aspirando humo y polvo.
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El beso
por Adrián Magro de la Torre
57 | visorliteraria.com © Disahi
Fuente: Flickr
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Con el maletín en una mano y la echasen: spots, artículos, newsletters... vez que Evaristo la veía desnuda, vul- que conformarse con el café y los ce-
corbata en la otra caminó largo rato, Pero lo que más le gustaba era escri- nerable. Como en ese momento, medio reales, mucho más sanos, pero a la vez,
mientras tosía, mientras estornudaba. bir películas, guiones para cine, guiones dormida, recién levantada. Pero hacía mucho más idiotas.
“¡Puto catarro!”, maldecía la voz de que nadie se paraba a preguntar por su meses que no follaban. Puede que ya no –Estás muy guapo, y parece que no
su mente. autoría. Algo que le frustraba, por otra le desease como antes, porque se estaba estés malo.
Caminó y caminó, sin rumbo, sin mi- parte; sabía que no tenía talento para el quedando calvo y había echado barriga; Las palabras siempre manaban de su
rar nada, sin mirar a nadie... Bastante género literario de los géneros literarios o que no pudiesen tener hijos por falta boca con un deje resplandeciente, una
tenía con mirarse a sí mismo para no por excelencia, pero sí para ése. Un gé- de medios, y eso hiciese que ya no le de- mezcla de dulzura y honestidad que po-
tropezar y perder la cabeza. nero menor. El suyo. sease como antes. cas veces había oído en otra persona.
El cielo también seguía en su con- Sin embargo, el éxito aún no había –¿Y tú? Era esa honestidad lo que más le asus-
tra y no paraba de amenazarle, incluso llegado por más que Evaristo había in- –No tienes fiebre –le dijo tocando su taba. Cualquier día podía transformar-
cuando encontró unos banquitos de ma- tentado salir a buscarlo. Contaba ya con rostro–. Dúchate tranquilo, y ensaya un se.
dera en una plazoleta. treintaitrés tacos viviendo a base de es- poco. Recuerda que el espejo te mira, –¿Y la pastilla? –preguntó ella.
“¡Que llueva! ¡Que lluevas si quieres! peranza, paciencia y trabajo. El proble- que son ellos. –¿A qué hora entras hoy?
¡Todo me resbala!”; y con el dedo cora- ma era que nada de eso le ayudaba a ¿Cómo podían continuar juntos?, me –La reunión se ha pospuesto un par
zón hacia arriba posó el culo y se sentó. traer suficiente dinero a casa, y claro, pregunto yo ahora. ¿Cómo una casua- de horas. Tengo tiempo.
A un lado los viejos se congregaban si hubiera seguido viviendo solo no ha- lidad había perdurado tantísimo en el Las conversaciones entre ellos dos
con sus migas de pan junto a las palo- bría tenido ese problema, pero compar- tiempo? ¿Cómo hacen dos personas que solían ser muy largas y apasionadas,
mas. Al otro lado unos jardineros pa- tiendo vida y gastos con Eva, todo, al se quieren para seguir sobrellevando lo con muchos puntos y muchas ramas. De
saban el cortacésped y podaban algunas final, era mucho más complicado: por que callan y a gritos dicen? hecho, era lo que más les había mante-
ramas. Caían y caían, la hierba se cor- más que el amor una al principio, a la Sí, ¿cómo? nido unidos. Hablar y hablar. Pero ese
taba y el viento la esparcía. El ruido de larga, siempre, el dinero acaba desu- Eva se puso una bata y unos calceti- día no. Y los días anteriores tampoco.
sus cachivaches era ensordecedor, pero niéndolo. nes y se fue a la cocina. Él deseaba irse y acabar cuanto antes.
a Evaristo le gustaba, le gustaba porque Por todo eso Evaristo no necesitaba Evaristo por su parte se encerró en Ella deseaba también que se fuese, y que
era el idóneo para aislarse y encontrar despertador. No tenía un trabajo. La te- el baño largo rato. Pero no ensayó como tuviese suerte, para luego tener éxito, y
el silencio. nía a ella. debía haber hecho. En su lugar, se hizo volver a hablar, y quién sabe qué más.
Lo que buscaba. De todas formas, esa misma mañana una paja sentado en el bidé. Mientras
no lo hubiera necesitado. Entre el cata- tosía, mientras sudaba por el placer y Evaristo empujó la puerta y entró en
Evaristo no tenía despertador. No lo rro y la presentación no había pegado el catarro; con los dos ojos bien cerra- el metro casi corriendo. Hacía frío en
necesitaba porque no trabajaba como un ojo. A las cuatro fueron los nervios, a dos, no fuese a verle su público. Lue- la calle, poco sol y algo de viento; pero
tipo normal, que se levantaba todos los las cinco los mocos, la tos, otra vez los go el agua de la ducha comenzó a caer aún no llovía, ni siquiera chispeaba. Se
días a la misma hora, que se duchaba nervios; a las seis las dudas, el calor, devolviéndole a la realidad, a ser Eva- quedó parado un instante, soplándose
y desayunaba siempre lo mismo, que los sudores, más luego la garganta, el risto, el guionista, una realidad que no las manos y mirando a su alrededor, a
cogía el coche y entraba en la oficina, picor, la maldita postura. Pero al llegar quería volver a conocer, ni asimilar. Y todos los que eran como él sin serlo. De
trabajaba y luego comía y volvía a tra- las siete ya todo eso le daba igual, por- todavía le faltaba vestirse el traje. un lado a otro. Que entro que salgo.
bajar, que salía, que volvía a casa y veía que quedaba atrás, en el pasado, y Eva, Le hubiera encantado fumarse un ci- Todos iguales, sin distinción.
a sus hijos, a su mujer, que cenaba y que también estaba despierta, como él, en garro, uno solo, y pensar tranquilo con Compró el billete, maldijo el precio, y
tras un poquito de tele, se iba a la cama el dichoso presente. él en la mano. Pero ya no fumaba. Y no con el maletín bien agarrado cruzó los
para volver a empezar, una y otra vez, –¿Has dormido algo? –le preguntó la por salud, sino por dinero, que es mucho tornos, viendo desaparecer el tren que
una y otra vez… mujer que seguía durmiendo a su lado. más triste. Eva ese capricho no iba a tenía que llevarle. En el andén sacó en-
Él escribía y escribía y escribía. Sin Su cuerpo, suave, tan carnal, era per- pagárselo, y Evaristo no iba a renunciar tonces los papeles, y con un lápiz en la
parar. De todo un poco, de lo que le fecto, perfecto para pegarse a él cada a su vida creativa por él. Por eso tenía mano, se puso a repasar, nervioso, por
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“¡El pitch, la presentación!” como cuando aquella mujer embaraza- Y entonces lo vio, en un momento dado decirlo.
La estación en la que tenía que bajar- da le había pedido su asiento. lo vio, distinguió el carbón entre la tie- Nada más cerrar la puerta encontró
se era una de las estaciones más concu- Aún temblaba por dentro cuando se rra, una luz brillante que señalaba el a Evaristo sentado en el sofá, práctica-
rridas de toda la ciudad. Muchos viaje- dio la vuelta para comprobarlo. oro, lo que tenía que hacer si quería se- mente a oscuras, ya que prácticamente
ros se apostaron enfrente de la puerta, guir adelante y poder salir de la mina: era de noche. No hacía nada ni tampoco
en una fila típica del metro, sin orden Todo lo que pasó después ocurrió den- la resolución del conflicto que era, en se movía. Únicamente estaba sentado.
ni control. tro de la cabeza de Evaristo… como si realidad, su propia vida. Ni parecía alegre ni tampoco triste…
Las puertas se abrieron súbitamente, dentro tuviese a un millar de mineros Como si fuese una gota más, se escu- Únicamente estaba sentado.
y el hormiguero echó a andar. golpeándole incesantemente las rocas rrió de debajo del toldo y echó a cami- Eva dejó el bolso en la entrada, jun-
Evaristo avanzó despacio, esperando del cráneo... nar bajo la lluvia. to al paraguas que también llevaba, y
su turno, y cuando llegó a la altura de Además, para su desgracia, ya no se Se mezcló con ella, se fundió con ella, con los brazos cruzados, se le acercó un
su observador, éste, totalmente quieto, encontraba con el culo pegado al ban- se hizo ella. poco, temerosa de lo que podía venir, si
le cogió del brazo que sostenía el male- quito de la plazoleta, en medio del si- Pero no le importaba, aunque volvie- es que al final venía algo.
tín… y puso sus labios sobre los suyos. lencio ensordecedor que tanto anhela- se a caer en la fiebre, no le importaba. ¿Felicidad? ¿Depresión?
Fue de una forma suave, casi mis- ba, sino que estaba de pie, debajo de un Solo necesitaba pensarlo un poco más, Notó enseguida que su pelo estaba
teriosa, como un primer beso, ése que toldo, con ruido de ciudad pegado a sus crear un discurso, una nueva presenta- más alborotado que de costumbre; ha-
siempre se recuerda… Tal vez por eso orejas, con otros tantos descuidados sin ción, poner en orden lo que debía decirle cía rato además que se había quitado el
Evaristo no reaccionó, ni se separó de un paraguas al que echar mano. a Eva para que saliese todo bien. traje.
él. Sólo supo cerrar los ojos, y dejarse Había empezado a llover… y los jar- Y sonar convincente. –¿Cómo ha ido? –preguntó seria. Las
llevar, movido por su calidez, olvidando dineros se habían ido, los viejos se ha- “Esta vez usa el tono solemne, seco. escenas anteriores habían sido pareci-
por unos segundos quién era. bían ido, las palomas se habían ido, y él, Es un drama, joder. Un drama de des- das.
El sonido del cierre de las puertas también había tenido que irse. cubrimiento. ¿O una comedia dramáti- –Después de cenar. Hablamos des-
hizo que el hombre joven se marcha- Su corbata era lo único que permane- ca? Puede ser. No sé, no sé. Luego lo pués de cenar.
se, que se separase de Evaristo y saliese cía en el banquito. Bajo la lluvia, en me- decidiré con Eva. En cualquier caso, –¿Y el catarro? –insistió Eva, un poco
justo igual que había entrado. dio de un charco. El maletín en cambio tiene que sonar igual. Transmite lo que desconcertada.
Sin un por qué, sin un adiós… seguía con él, aunque la reunión no se es”. –Bien, el catarro bien. Hablamos
Echó a andar con absoluta normali- hubiese celebrado, y su remanso de paz después de cenar, ¿vale?
dad, como si nada hubiese ocurrido, y también se hubiese hecho añicos por un Eva volvió de trabajar tarde, como ya A partir de ahí prepararon la cena
se perdió, como un (des)conocido más. poco de agua. era costumbre, con el alma en los pies, totalmente en silencio –filetes de pollo
Pero Evaristo no se bajó; no fue detrás Sin embargo, y pese a todo, había te- en sus ojos. Cada vez era más paten- a la plancha y una ensalada sencilla,
de él para ¿insultarle?, ¿partirle la nido tiempo suficiente para ver y ana- te que quería dejarlo, buscarse algo con de lechuga y tomate–, como dos (des)
cara?, ¿volverle a besar como se ha- lizar lo que sí que había ocurrido y sí menos responsabilidades, con muchísi- conocidos que se conocen desde hace ya
bían besado? Cualquier cosa le hubiese que le había gustado. Lo único que podía mo menos estrés. Pero no podía hacerlo, mucho tiempo. Sin roces ni caricias de
bastado, pero ni siquiera podía mover- salvar de todo aquello. aunque quisiese; no tenía otra cosa, y no ningún tipo. Como cualquier otro día.
se. Totalmente paralizado se quedó allí, Ese beso, ese beso, ese beso… estaba ella sola viviendo su vida, estaba Solo con miradas, miradas de soslayo,
en la misma postura en la que el hom- Único, tan cargado de todo, tan espe- con Evaristo, viviendo la suya también, por la espalda, nada que ver con las
bre joven le había dejado, sosteniendo cial. Y con un hombre. El primero que y necesitaba ambas cosas. Pese a que él miradas que se habían sucedido entre
el maletín, con la mirada perdida, sin se daba con un hombre… aún no lo supiese, cuando, por lo menos, Evaristo y el hombre joven por la ma-
mirar nada, sin mirar a nadie. Y pensó y pensó y pensó… debería haberlo intuido. ñana en el metro.
Se preguntó entonces si alguien le Y siguió dándole vueltas a la cabeza Así pues, entró en casa como siem- Sentados a la mesa, con la televisión
estaría mirando, si sería el centro de como si fuese la trama de un guión, o pre entraba en casa, tan guapa como encendida, cada uno en su sitio, cara a
atención de todas las miradas a la vez, las aristas de los diferentes personajes. se había ido, tan cansada que ni podía cara, y casi sin haber probado la cena,
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