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VINCULACIÓN
¿Quién pronunció esta frase? Saulo de Tarso, el eminente judío que reunía en sí,
características y atributos que llenarían de orgullo a cualquier hombre: su conocimiento de la
naturaleza del hombre, su habilidad natural para la estrategia, sus dotes en táctica militar y su
reconocido talento para influir ideológicamente en otros, le permitieron convertirse, sin lugar a
dudas, en el hombre más importante del primer siglo, más conocido en el mundo occidental como
Pablo. Pero este hombre que gozaba de grandes talentos, no se fio de sí mismo cuando tuvo que
desarrollar su ministerio, especialmente a los gentiles. Por el contrario, su autoconcepto y su
confianza los basó en la identificación con Cristo Jesús. Él escribió:
“Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más
alto concepto de sí que el que debe tener sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida
de fe que Dios repartió a cada uno.” (Romanos 12:3)
Y hay otros pasajes como estos, que nos indican cómo su autoconcepto y su confianza como líder,
los desarrolló sobre la base del concepto que Dios tenía de él, en Cristo Jesús.
Hemos venido hablando del visionario que cumple la visión y sabe de dónde viene su
provisión, Pablo es un ejemplo claro de este tipo de hombres, aprendió a conocerse a la luz
de Dios y supo dirigir a muchos a Dios y a cumplirle a Él.
Las siguientes son algunas características del hombre o mujer que desarrolla liderazgo sobre la base
de un sano autoconcepto, acrecentado en su identificación en Cristo Jesús.
La Palabra de Dios es una fuente de este tipo de dirección e instrucción, que muestra la voluntad
firme: “Andad en el Espíritu”; “Haced discípulos en todas las naciones”. Por esto, alguien dijo que la
Biblia es “el cayado del peregrino”, el “manual de vida del dirigente”.
Nadie va a seguir a una persona que se siente insignificante y que, ni siquiera sabe a dónde va. Si
estamos convencidos de nuestra misión, lograremos que otros nos acompañen.
Pablo, en la carta a los Filipenses, capítulo 3, versículo 13, dice: “Hermanos, yo mismo no pretendo
haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y
extendiéndome a lo que está delante”. En este versículo, enfatiza tres verbos: Olvidando,
extendiéndome y, por último, lo más importante: prosigo. Vemos el perfil de un hombre que
aprendió a vivir con la tensión. Necesitamos meditar en las enseñanzas que nos deja el pasado, pero
ya no vivir en él, ni de los triunfos, ni de las derrotas.
APLICACIÓN TEOTERÁPICA
Muchas veces crecemos en circunstancias difíciles que no nos permiten desarrollar confianza en
nosotros mismos. De la misma manera, si hemos enfrentado fracaso tras fracaso, o quizá un golpe
devastador, como un fracaso familiar, estudiantil o laboral, es muy probable que se dañe o destruya
nuestro sentido de competencia.
La opinión que Dios tiene de nosotros debe prevalecer sobre cualquier otra opinión. En la actual
crisis de liderazgo que azota a Colombia y al mundo, se necesitan esos hombres y mujeres que,
fruto de descubrirse a sí mismos, a la imagen y semejanza de Dios, se enciendan en coraje y, de
este modo, persuadan a otros a unir sus vidas, para traer el reino de Dios a esta tierra.
DETERMINACIÓN
Desarrolla profundas
convicciones personales
CONSAGRACIÓN
Llevar al discípulo(a) a orar con base a lo estudiado y pedirle a Dios que lo lleve a ser ese
visionario que sabe dirigir, pensando en lo que dice Hebreos 12: 2: “Puestos los ojos en Jesús, el
autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando
el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”. Llevarlo a hacer su propio compromiso con
Dios.
REPRODUCCIÓN