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Transcribió: Enrique Vilchis Benhumea GESTALT y PNL 1

Fuente: ESTO ES GUESTALT. John O. Stevens. Ed. Cuatro Vientos. Pág.121-128

EL PROCESO DE DESPEDIRSE.

Según mi experiencia, la mayoría de los pacientes fracasa de algún modo en el


proceso de despedirse o concluir alguna relación, ya sea por muerte, por divorcio,
por ruptura de un romance o por alguna otra razón. Esta reacción, que llamaré
reacción de “agarrarse” (estar pendiente, estar colgado), se presenta ante la
pérdida de personas emocionalmente significativas. Ni siquiera es importante que
la relación haya sido una relación llena de amor, por así decir. Incluso, la mayoría
de tales relaciones se han caracterizado más por riñas, peleas y resentimientos
mutuos que por amor.

La reacción adaptativa a la pérdida de una persona amada es un período bastante


largo de pena y dolor, seguido por un renacer del interés por las personas vivas y
las cosas en general. Presumiblemente, la reacción adaptativa a la pérdida de una
persona odiada sería una sensación de alivio. La reacción de “agarrarse” tiene por
objeto inhibir las emociones suscitadas por la pérdida y mantener presente a la
persona en la fantasía. En este artículo expondré las causas de la reacción de
“agarrarse” y la sintomatología que adquiere la persona que se “agarra”.

Causas de la reacción de agarrarse.

Una de las causas de la reacción de agarrarse la constituye la presencia de gran


cantidad de asuntos incompletos entre las dos personas, con anterioridad al
término de la relación. Al decir “asunto incompleto”, me refiero a una emoción
vivenciada una o más veces durante la relación, pero que por diversos motivos no
fue expresada. Un ejemplo sería el empleado que, sintiendo rabia hacia su patrón,
decide no expresarla por temor a ser despedido. Hasta que de alguna manera
exprese su rabia, permanecerá con la tensión física que es producto de la
impasse (momento “decisivo” que sirve para romper ese atascamiento donde
hay que tomar decisión y acción; es un momento de parálisis porque en vez de
decidir A ó B, el paciente preferiría A y B juntos, a cambio de evitar su propia
responsabilidad. Es también el eterno conflicto de la terapia interminable) entre la
excitación física de la rabia y la fuerza inhibitoria que suprime la emoción. Podrá
intentar enfrentar esta situación inconclusa de modos indirectos, por ejemplo,
fantaseando con cantárselas a su patrón o con que éste muera en un accidente, o
bien desquitándose con su mujer e hijos cuando retorna a su hogar. Haga lo que
hiciere, estará tenso y angustiado, y se siente molesto por no haber hecho lo que
debería haber hecho. Hasta no encontrar una forma directa de dar curso a su
rabia con su patrón, será incapaz de relajarse o comprometerse totalmente con
otra persona o en otra actividad. Además, la relación con su patrón se tensará aún
más.

Desde luego que ésta, es una situación menor que probablemente no traerá
mayores consecuencias. La mayoría de las personas que veo en terapia han
acumulado gran cantidad de situaciones inconclusas de mucha intensidad
emocional. Por ejemplo, un paciente que cuando niño fue humillado y disminuido

Rafael García Moreno 609 – 102 A Col. Cuauhtémoc.


Toluca, Méx. Cel. 7223 56 04 59
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constantemente por su padre. Expresar su rabia hacia su padre hubiera


significado su propia destrucción. Actualmente realiza continuos intentos de
concluir esta situación provocando a cualquier figura de autoridad a que lo
ataquen para luego contraatacar.

Los freudianos han discutido esta conducta neurótica y para prescribirla han
acuñado el término “repetición compulsiva”. Sin embargo, no se han ocupado de
los cambios físicos que se presentan. Además, la terapia freudiana, con su énfasis
en el pensamiento y en los interminables juegos de los por qué’s, refuerza este
aferrarse al pasado en vez de alentar su abandono. Por otro lado, el
conductismo, mientras trabaja por la eliminación de la tendencia a las respuestas
repetitivas, no da al cliente herramientas para prevenir futuras reacciones de
aferrarse.

¿Qué hacen las personas para no concluir estas situaciones? En primera, la gran
mayoría comienza desde la infancia suprimir emociones dolorosas o arrolladoras
mediante la contracción crónica de la musculatura lisa y esquelética, y la inhibición
de la respiración. Esto produce el entumecimiento de sus cuerpos; y cuando llegan
a ser adultos, su sensibilidad corporal está ya, seriamente disminuida. Y como
todos los sentimientos están localizados en el cuerpo, no logran percatarse de
ellos. Esta falta de capacidad de darse cuenta les imposibilita concluir situaciones
emocionales. Incluso, si llegan a percatarse de sus emociones, su tendencia es
suprimirlas; desde sus mentes reciben órdenes que dictan que no deberían
enojarse, que no deberían expresar amor, que no deberían sentirse tristes. Así
entonces, van silenciando los mensajes que su cuerpo les entrega y van
transformando la excitación emocional en dolor físico, tensión y ansiedad.

En segunda, las personas utilizan otra modalidad para evitar concluir


determinadas situaciones que consiste en otorgar un gran valor a alguna de las
ganancias secundarias que se obtienen de “agarrarse”. Cuando el presente no
les resulta excitante o se sienten incapaces de comprometerse con otras
personas, pueden dar alivio a sus sentimientos de soledad pensando en
relaciones pasadas. Podríamos suponer que estas situaciones del pasado fueron
placenteras; sin embargo, lo más probable es que hayan sido negativas. Por
ejemplo, “agarrarse” a un resentimiento puede utilizarse para sentirse santurrón o
para auto compadecerse, características que mucha gente está dispuesta a
adoptar. El resentimiento también puede ser usado como una excusa para no
acercarse al objeto del resentimiento.

Por ejemplo, en un grupo había una mujer que hablaba continuamente de lo


espantosa que era su madre. Siempre que alguien hablaba de su propia madre,
ella comenzaba a hablar muy dramáticamente de las “terribles” cosas que la suya
le había hecho. Cuando le pedí que imaginara a su madre en la habitación y le
hablara, la culpó por arruinarle su vida. Por supuesto, ella nunca enfrentaría
directamente a su madre con su resentimiento; su disculpa era que no quería
herirla y que “de cualquier manera, no serviría de nada”. Su verdadera razón para
no enfrentarla era que pensaba que no tenía recursos para cambiar su propia

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situación y su madre le servía como una pronta disculpa para todos sus
fracasos en la vida. Otro beneficio era que podía proyectar en su madre sus
propios rasgos indeseables; cuando le señalé que ella se asemejaba a su madre
en muchos aspectos, se estremeció y me rogó que no dijera eso porque odiaba
tanto a su madre.

A pesar de que sus quejas frente al grupo le permitieron expresar algo de su


resentimiento, la situación aún era incompleta para ella. Aún conservaba una
buena dosis de odio y resentimiento que aparecía -aun cuando no estuviera
hablando de su madre- en su tono de voz, en su postura y en sus gestos.

El virtuosismo o el ser normativo es un subproducto del agarrarse, particularmente


corriente en aquellos pacientes que evalúan todos los conflictos entre ellos y los
demás en términos de bueno-malo, correcto-incorrecto. Piensan que la única
manera de resolver el conflicto para una persona es admitir que es culpable, o
malo o estúpido. Ya que admitir estos juicios es humillante y degradante, mucha
gente se agarra de sus resentimientos con la esperanza de que el otro verá la luz
y se humillará admitiendo que estaba equivocado.
Con frecuencia vemos que aun cuando mucho antes que una relación termine,
suele haber una gran cantidad de asuntos inconclusos. Las cosas se complican
aún más cuando una de las personas se aleja por cualquier razón y la relación
termina.

Agarrase después del término de una relación.

Puede haber asuntos inconclusos entre padre e hijo, entre esposos, entre
amantes, entre amigos o entre cualquier otro par de personas que hayan tenido
una relación intensa y duradera. Hay muchos asuntos inconclusos en la relación
mientras ésta dura; cuando la relación termina –por muerte, divorcio, por
alejamiento de una persona, etc.-, la relación en sí misma queda inconclusa. El
individuo se halla aún cargado con mucha emoción acumulada y no expresada:
viejos resentimientos, frustraciones, antiguas heridas, culpas e incluso amor y
aprecio que no han sido expresados. La presencia de estas emociones
inexpresadas dificulta poner término a la relación, sencillamente debido a que la
otra persona ya no está cerca para escucharlas. Una de las formas en que puede
resolverse esto es que la persona exprese sus resentimientos en fantasía a la
persona que se ha alejado. Sin embargo, pocos de mis pacientes han hecho esto.
Hay una serie de razones de por qué no lo han hecho.

En primer lugar, algunas de las formas que las personas usan para evitar concluir
cosas y que han sido expuestas en la sección anterior también sirven para evitar
concluir la relación y despedirse. Muchos pacientes no se han percatado de lo que
sintieron al final de una relación. Por ejemplo, recuerdo a un joven, quien no se
daba cuenta para nada de la intensa culpa y pena que sintió al tener que matar a
su gato regalón, por estar éste muy enfermo.
También se obtiene una serie de beneficios al no despedirse. La mujer sola que
teme entablar nuevas relaciones con otros hombres puede usar su apego a su

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marido fallecido como excusa para no comprometerse o a su ex marido, ya


divorciado…

Muchos estadounidenses simplemente han perdido toda capacidad de largar a sus


muertos porque temen ese tipo de emociones –las que tienen que ver con
muertes-. El proceso del duelo, que en otras partes del mundo es considerado
algo natural y necesario, no ocurre con frecuencia en los Estado Unidos. Las
esposas de los Kennedy fueron elogiadas por no mostrarse emocionadas en
público luego que sus esposos fueron asesinados. Contrastando con esto, la viuda
de Tom Mboya, el político africano, fue retratada tratando de lanzarse a la tumba
de su esposo.

Otro ejemplo de esta incapacidad de hacer lo que es necesario para concluir


relaciones fenecidas es el de aquel individuo que ha sido engañado por su mujer.
En lugar de expresar sus sentimientos de ira y dolor, tiende a guardarlos para no
darle a la otra persona ninguna “satisfacción” por rechazarle. La reacción
adaptativa al divorcio y a la separación sería que cada uno expresara sus
sentimientos remanentes y cada cual partiera por su camino, en vez de esto,
muchos divorciados continúan enganchados en una especie de guerrilla,
especialmente cuando la alimentación y el cuidado de los niños se negocian por la
vía legal.

Otra razón de la incapacidad de mis pacientes para despedirse es su falta de


disposición a sentir el dolor que sentirá si soltaran las amarras. Probablemente
como una reacción al puritanismo americano, que enseñó que la vida no era más
que dolor, nos hemos transformado en una nación que cree que es erróneo sentir
cualquier tipo de dolor. Tan pronto las personas comienzan a sentirse
angustiadas, toman tranquilizantes o fuman marihuana; tan pronto entran en
conflictos con otros, tratan de darle término lo más pronto posible, ya sea evitando
al otro o intentando dominarlos o manipularlo y “ganar”. En vez de soltar las
relaciones muertas, mucha gente evita su vacío y su soledad “manteniéndose
ocupado”, encontrando una nueva relación lo más pronto posible o pretendiendo
que la persona muerta todavía ande por ahí.

Finalmente, muchas de las personas que evitan despedirse lo hacen porque


sienten que dejar ir, especialmente a los muertos, es un deshonor para con ellos.
La mayoría de mis pacientes ya no creen en una vida en el más allá y a menudo
sienten que la única clase de inmortalidad posible es la de ser recordado por los
vivos. No se dan cuenta que si realmente hubieran tenido una relación significativa
con la persona mientras aún estaba presente, si realmente hubiera dicho “hola”, se
habrían enriquecido y habrían ido cambiando continuamente a lo largo de la
relación. Entonces, la persona perdida hubiera realmente llegado a ser parte del
que quedó y viviría en una forma mucho más significativa -como una parte del ser
de esta persona- en vez de cómo un terrón de materia muerta introyectada que se
interpone entre la persona y su mundo.

Rafael García Moreno 609 – 102 A Col. Cuauhtémoc.


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Resultado de agarrase.

Una de las consecuencias del agarrarse son los síntomas físicos. Algunos
pacientes han identificado partes de sus cuerpos como representativas de
personas que se han ido. Vi a dos mujeres en terapia que mantenían a sus
madres en formas de úlceras. Otro ejemplo es una joven con la que trabajé en un
taller de fin de semana que tenía las manos crónicamente frías, mantenía una
actitud de reserva despreciativa hacia los demás y literalmente no los tocaba. Su
madre había muerto cuando ella tenía tres años y durante nuestro trabajo
(terapéutico) se había dado cuenta de que sus manos frías eran lazos con su
madre muerta y fría y también un símbolo de ella. Cuando fue capaz de
despedirse de su madre, sus manos se entibiaron repentinamente y por primera
vez en su vida pudo tener un contacto significativo con los demás.

Otras personas se identifican enteramente con personas fallecidas y tienen


aspecto de cadáveres ambulantes: sus rostros y sus voces son inexpresivos, sus
movimientos son controlados y mecánicos, y dicen sentirse físicamente
entumecidos.
En segundo lugar, los que han rehusado despedirse generalmente presentan
síntomas emocionales. Por ejemplo, aquellos que se han identificado con
personas fallecidas, están emocionalmente muertos. No me estoy refiriendo a
personas deprimidas; esta gente no siente depresión, no siente nada. Sin
embargo, también hay personas que, a causa de no haber completado su proceso
de duelo, presentan una forma atenuada de depresión crónica. Son de aspecto
abatido, apáticos y tienen poco interés real en la vida. Han estado deprimidos por
tanto tiempo que con frecuencia no se percatan de su depresión.

Otro resultado emocional bastante corriente de la reacción de agarrarse es una


actitud autocompasiva y quejumbrosa hacia sí mismo; y, hacia la persona que se
ha ido, una actitud quejosa y culpante. El quejumbroso a menudo usa a la
persona que ha perdido como una excusa para sus inadecuaciones: “Si mi padre
me hubiera querido más, mi vida no sería ahora este desastre”. El reverso del
quejumbroso es el que se agobia a sí mismo con culpas: “Si yo hubiera sido más
bueno con mi padre antes de que muriera, se hubiera sentido más feliz y ahora yo
estaría mejor. Ahora no hay forma de remediarlo”.

Un tercer síntoma es la incapacidad para establecer relaciones estrechas con


otras personas. El que está continuamente fantaseando con el pasado o con
relaciones con personas que se han ido, tiene poco tiempo para los que están
cerca. No ve, ni oye, ni siente lo que ocurre en el presente.

Mientras mayor es la capacidad de una persona para concluir situaciones en una


relación, más auténtica es la relación. No obstante, lo que sucede en la mayoría
de las relaciones íntimas es que después de un tiempo se han acumulado tantos
resentimientos y desengaños inexpresados que las personas cesan realmente de
ver, escuchar o sentir al otro en el presente. En contraste, las personas que
pueden despedirse con un buen “adiós” cuando se van temporalmente, son más

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capaces de comprometerse totalmente con el otro de una forma realista, fresca y


significativa cuando se encuentran nuevamente.

Así, resulta muy importante destacar que el despedirse del padre fallecido o del
esposo divorciado, es un proceso idéntico al expresar sentimientos a otra persona
y a dejarlo ir durante una ausencia temporal.

Trabajando la despedida con pacientes.

El primer paso para ayudar a despedirse a un paciente que está agarrado es


hacerlo tomar conciencia de su estar agarrado y de cómo hace esto. Por lo
general, es algo que el paciente dice o hace en terapia de grupo o individual, lo
que me hace sospechar que está en conflicto respecto a algún asunto
incompleto. A veces puede ser un sueño en que aparece la persona muerta,
otras veces es un simple gesto. Por ejemplo, en algunos pacientes que han
mirado hacia arriba cuando hablan, he descubierto que estaban mirando hacia el
“cielo”. A veces el paciente se muestra tan desvitalizado que tengo la corazonada
que se ha identificado con una persona fallecida.

Entonces le pregunto al paciente si tiene algún asunto inconcluso con alguien que
se ha marchado y si la respuesta es afirmativa, le pregunto si quiere despedirse.
En este momento muchos pacientes dirán que sí; si abiertamente afirman que no
desean soltarse del cadáver, trabajaré con ellos lo suficiente como para que se
percaten de sus objeciones a despedirse. Si después de descubrir sus objeciones
aún insisten en que no quieren desprenderse y que no tienen conflicto en ello, me
detengo ahí. Si un paciente desea trabajar en despedirse, entonces procedo con
el siguiente paso…

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