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Guía Devocional Familiar.

Semana del 6 de marzo al


12 de marzo de 2017.

Esta guía está basada en la predicación del


Domingo 5 de marzo de 2017,
Predicada por nuestro pastor Nicolás Cabrera B,
“El amor cristiano, mandamiento de Cristo.”

Amados hermanos deseamos que todos puedan


separar el tiempo para que diligentemente puedan
realizar este devocional con sus familias.
Lunes 6 de marzo de 2017.

El Dios que trascendió en amor


Juan 3:16

¿Cómo puede un Dios santo tener la capacidad de entender con ternura y afecto el dilema humano?
¿Cómo el Creador de todas las cosas se despojó de majestad y se vistió de humanidad para sufrir
una horrenda muerte en la cruz? ¿Cómo el omnipotente y poderoso Dios puede estar pendiente de
seres por naturaleza corruptibles al pecado? Procesar y experimentar que existe un Dios que siente
un profundo amor por nosotros no es algo fácil.

Los filósofos griegos percibían a Dios como emocionalmente distante de los humanos. Hay dos
grupos de estos que se mencionan en Hechos 17. Los Estoicos, un prominente grupo de
pensadores, consideraban que el principal atributo de Dios era Apatheia: un dios que tenía la
habilidad de no sentir nada. Su lógica decía que si Dios sentía algo, entonces podía ser influenciado
o hasta controlado por lo que podía sentir. Por su parte, los Epicúreos creían que los dioses vivían
en una especie de “limbo santo”, y que estaban totalmente desconectados de los problemas
humanos.

En ese momento la tradición judía hacía un énfasis marcado en la trascendencia y santidad de Dios,
en el sentido de que Él estaba totalmente separado del pecado. Por tanto, llegaban al extremo de
pensar que Dios era incapaz de compartir la experiencia humana. Fue entonces cuando vino Jesús y
trajo consigo algo que cambio para siempre la forma en que percibimos a Dios. Puedes imaginar a
un Dios que dejó su condición y se dispuso Él mismo el poder sentir emociones, dolor y debilidad
humana. “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras
debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza…”, Hebreos 4.15.

La trascendencia del afecto y amor de Dios, mostrados a través de su hijo Jesús, cambió dramática y
radicalmente la mentalidad religiosa hacia Dios, dándonos a nosotros la gracia, la misericordia y
sobre todo la certidumbre de un Dios cercano, que tanto necesitamos. ¿Qué tipo de relación
tenemos con Dios? Hoy más que nunca Dios desea que nuestros corazones estén confiados y
seguros en Él. Tenemos un Dios que entiende nuestra naturaleza humana, no uno que la condena;
un Dios que sabe de nuestra debilidad, más nos ama y no nos acusa. Dios no está emocionalmente
distante y separado de nosotros, sino que siente y tiene presente nuestra naturaleza.
Ese es el tipo de Dios en que podemos confiar, así que no importando la condición en que nos
encontremos, nuestro arrepentimiento constante a Él nos abre la puerta a su amor. Solo Dios tiene la
capacidad de entendernos. Es todo un misterio cómo un Dios santo puede sentir y comprender
íntegramente nuestros corazones y a la misma vez seguir conservando su santidad. Ese es el Dios
que amamos.

Que nuestros corazones sean afectados por el deseo del eterno Dios de tener una relación con
nosotros. Que nuestra búsqueda sea el resultado de ese amor. Busquemos transformar nuestro
entendimiento para reconocer que tenemos en nuestras manos el regalo más maravilloso que jamás
podamos tener. ¿Deseas tener una relación con Él? Por medio del sacrificio de su Hijo Jesucristo, Él
desea tener una relación contigo.
Martes 7 de marzo de 2017.

El amor: un nuevo mandamiento.


Juan 13:34

Jesús dice que este mandamiento es nuevo: “Les doy un mandamiento nuevo”.

¿Qué significa? ¿Acaso que se trata de un mandamiento no conocido?


No. Nuevo significa que es para los tiempos nuevos.

¿Y de qué se trata, entonces?


Trata acerca de que Jesús murió por nosotros. Es decir que nos amó sin medida.

¿Cómo era su amor?


Ciertamente no como el nuestro. Jesucristo nos amó tanto que dio su vida por nosotros y con ese
mismo amor es con el que nos ordena amarnos los unos a los otros. “Amar los unos a los otros
COMO yo os he amado”, esa clase de amor incondicional es al que Él se refiere.

Aprendamos a amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado.


Miércoles 8 de marzo de 2017.

La vanagloria nos acerca al orgullo


Daniel 4:29-37

Algunos cristianos cometen el error de enfrentar el amor contra la ley, como si fueran
mutuamente excluyentes. O tienes una religión de amor o una religión de ley. Pero tal
ecuación es profundamente antibíblica. Empezamos por el hecho de que “amar” es un
mandamiento de la ley (Dt. 6:5; Lv. 19:18; Mt. 22:36-40). Si animas a la gente a amar,
les estás dando ley. En cambio, si les dices que la ley no importa, pues tampoco importa
el amor, el cual es el resumen de la ley. Además, considera la íntima conexión que Jesús
hace entre el amor y la ley. Para Jesús no hay amor si no se guarda la ley (Jn. 14:15).
Pero dice más: Jesús conecta la comunión con Dios con guardar los mandamientos.
Cuando guardamos los mandamientos de Cristo, le amamos. Y cuando amamos a Cristo,
el Padre nos ama. Y la persona que es amada por el Padre, es amada por Cristo y Cristo
se le revela (Jn. 14:21). Por tanto, no podemos permanecer en el amor de Cristo si no
guardamos sus mandamientos (Jn. 15:10). Esto significa que no hay plenitud de gozo si
no buscamos la santidad (Jn. 15:11).
La ley de Dios es una expresión de su gracia. La ley es el plan de Dios para que su
pueblo santificado goce de una comunión con él. Es por esta razón que los Salmos están
llenos de declaraciones de deleite en referencia a los mandamientos de Dios. Incluso
después de haber pasado el pacto de Moisés, el salmista es un ejemplo certero para
nosotros. El hombre feliz se deleita en la ley del Señor y medita en ella de día y de
noche (Sal. 1:2). Los preceptos y reglas del Señor son más dulces que la miel y más
deseables que el oro (Sal. 19:10). Sí, la ley puede incitar al hombre natural al pecado
(Ga. 3:19, 22).
Pero los que son de Dios se regocijan en sus estatutos y contemplan cosas maravillosas
en su ley (Sal. 119:18). Ellos desean guardar con firmeza sus estatutos (v. 5). En los
ojos del creyente la ley es todavía verdadera y buena; es nuestra esperanza, nuestro
consuelo y nuestra canción. No tengamos miedo de abrazar la ley, no como el medio
para merecer la justificación, sino, como la expresión adecuada de haberla recibido.

La Escritura no tiene ningún problema con la expresión “por tanto, deja de hacer esto,
empieza a hacer aquello y obedece los mandamientos de Dios”. Las buenas obras
siempre deberían estar arraigadas en las buenas noticias de la muerte y resurrección de
Cristo, pero creo que esperamos demasiado que las cosas “fluyan”, sin hacer un
esfuerzo por enseñar que la obediencia a la ley - de un espíritu dispuesto, hecho posible
por el Espíritu Santo - es la respuesta correcta a la gracia.

Mediante su sacrificio, Jesucristo, terminó la “administración de la ley”, abriendo al


mismo tiempo una “nueva administración”, la administración de la gracia. Sin embargo,
muchas cosas que la ley dice siguen siendo válidas en la presente “administración”.
Jueves 9 de marzo de 2017.

El amor cristiano un estilo de vida


1 Corintios 13

Las palabras de Pablo en los primeros tres versículos del cap. 13 de su primera carta a los corintios
son muy elocuentes. Sin amor, lo más preciado del hombre se reduce a la nada; sus más grandes
logros se convierten en cero y los dones espirituales vienen a ser menos que nada. Y lo mismo
podemos decir de la benevolencia. ¿Qué puede ser más sublime que el entregar todos nuestros
bienes para dar de comer a los pobres?
Sin embargo, Pablo no sólo da a entender en el vers. 3 que es posible hacer algo como eso sin estar
movidos por el resorte del verdadero amor, sino que también enseña con toda claridad que de ser
así de nada sirve:
“Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena,
o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si
tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si
repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser
quemado, y no tengo amor, de nada me sirve” (1Cor. 13:1-3).

Si el amor no está detrás de todo cuanto hacemos, de acuerdo a la enseñanza de este texto a los
ojos de Dios eso no sirve para nada. De manera que el amor es central en la vida cristiana.

El amor es aquello que nos dispone a ejecutar todos nuestros deberes para con Dios y para con los
hombres.
Es el amor a Dios aquello que dispone nuestro corazón para honrar a Dios como es debido, adorar
Su grandeza, y someternos gozosa y voluntariamente a Su dominio. Por algo el Señor colocó el
mandamiento de amar a Dios a la cabeza de todos los mandamientos (. Mt. 22:34-38). De esta
fuente emana todo lo demás. Es el amor a Dios aquello que nos mueve a obedecerle , como la
obediencia que le dispensa el hijo al padre que ama.
Es el amor aquello que nos mueve a refugiarnos en Dios en tiempos de dificultad. Cuando viene la
aflicción queremos estar cerca de aquellos que amamos, y recibir el consuelo de su compañía. El
que ama a Dios se refugia en Dios en tiempos de necesidad.
Es el amor a Dios aquella virtud que dispone nuestro corazón a deleitarse en el hecho de que Dios
sea glorificado, aun cuando para ello tengamos que ser nosotros humillados. Es ese mismo amor
que guarda nuestras almas de poner en duda la Palabra de Dios, o de poner en duda la genuinidad
de Su amor para con nosotros cuando atravesamos en medio de alguna providencia aflictiva. El que
ama a Dios justifica a Dios, y está dispuesto a decir como Pablo: “Sea Dios veraz, y todo hombre
mentiroso” (Rom. 3:4). Todos nuestros deberes para con Dios son energizados por el combustible
del amor.
Pero lo mismo podemos decir en lo que respecta a nuestros deberes para con los hombres ( Rom.
13:8-10). Si amamos al prójimo nos guardaremos de hacer deliberadamente nada que pueda
dañarle. Más aún, nos ocuparemos activamente de hacerle bien. La compasión y la misericordia
emanan directamente del amor.
De igual manera es el amor la virtud que pondrá un cerco alrededor de nuestro corazón para que no
envidiemos al prójimo en su prosperidad; aquello que nos moverá a pensar caritativamente de sus
acciones; a moderar nuestras pasiones cuando tiendan a levantarse en medio de la ofensa, de los
malos entendidos, etc. En Pr. 10:12 está escrito que “el odio despierta rencillas; pero el amor cubrirá
todas las faltas”.
Viernes 10 de marzo de 2017.

Estilo de Vida Cristiano – Por dentro y por fuera


Mateo 23:27-28
¿Cuál es la evidencia exterior e interior de un estilo de vida cristiano? Usted puede mostrar una

apariencia exterior de santidad diariamente y al mismo tiempo no dar un buen testimonio cristiano
(Mateo 23:27-28). Para vivir como cristiano se requiere tener el carácter de Cristo. Una
transformación debe ocurrir, como resultado de que el Espíritu Santo more en nosotros (Gálatas
5:24-25).
Cuando practicamos verdaderamente un estilo de vida cristiano, la evidencia interior se vuelve obvia.
La gloria y el poder de Dios se derraman sobre los que están alrededor nuestro. Nuestra fe en medio
de tribulaciones fluye de un corazón entregado a un Padre amoroso. Cada aliento le lleva palabras
de compasión y apoyo a un mundo herido. Los que viven el estilo de vida cristiano, viven una vida
segura interior y exteriormente.
"Porque no tenemos un sumo sacerdote [Jesucristo] que no pueda compadecerse de nuestras
debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.
Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia
para el oportuno socorro" (Hebreos 4:15-16).
Estilo de Vida Cristiano –
¿Existen pautas específicas que constituyen un estilo de vida cristiano? ¿hasta qué punto
configuramos nuestras decisiones para mantener un estilo de vida cristiano? "No os conforméis a
este siglo, sino transformas por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que
comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios. . .” (Romanos 12:2). "¿Qué hizo Jesús?"
Se comunicaba continuamente con Dios (Mateo 11:25-26; Marcos 6:46, 14:32)
Reconocía la importancia del Espíritu Santo (Juan 14:16-17, 26)
Obedecía la voluntad de Su Padre Celestial (Lucas 22:42; Juan 6:38-39)
Resistía la tentación apegándose a la Palabra de Dios (Lucas 14:1-13)
Ayudaba a los que eran considerados como sin esperanza y pecadores (Marcos 2:15-16;
Lucas 19:5-9)
Servía a otros, humillándose ante Su Padre Celestial (Juan 13:3-5, 12-15)
Perseveraba en fe y amor (Juan 4:34, Juan 9:4; Juan 17
Sábado 11 de marzo de 2017.

Como vivir el estilo de vida cristiano


Filipenses 3:10

Esta epístola de Filipenses que vamos a investigar es altamente centrada en la guerra espiritual,
cómo practicamos y experimentamos una vida de victoria sobre el mundo y la carne, sirviendo al
Señor. Antes la había visto como una epístola de gozo. Y en un sentido, realmente es, porque cada
capítulo trata del gozo, utilizando esa palabra libremente.(1:4, 2:2, 18, 3:1, 4:1, 4). Por cierto hay
muchos otros temas entretejidos como el amor ferviente entre los hermanos, (1:8), difundiendo el
evangelio (1:14), la humildad y el sacrificio de sí mismo como hacía Jesús tomando forma de siervo
(2:7), y otro tema de nuestra santificación, eso es, el proceso de cambiar a nosotros para que
seamos como Jesús, “llegando a ser semejante a él”, según el capítulo 3. (3:10) Y sin duda eso de
‘cambiar’ es un proceso de toda la vida. Es que el Señor ha comenzado su buena obra en nosotros y
promete continuar perfeccionándonos hasta el fin de nuestros días. (2:6) Maravilloso es que el
creador de todo el universo quiera estar tan involucrado en nuestras vidas. De paso, siento algo
incómodo respecto a este concepto de “nuestras” vidas. Es una idea muy común, pero, ¿no es obvio
que el Señor nunca se había impresionado con la vida humana, o mejor dicho, la vida humana
aparte de él? Si alguien tiene un concepto exagerado de “su” vida, no entiende nada de la
vida cambiada, de la nueva vida en Cristo. No somos de nosotros; hemos sido comprados por
precio. (I Co. 6:20) Se acuerdan de las palabras de Jesús cuando dijo “si el grano de trigo no cae en
la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.” (Jn. 12:24) Si amamos este mundo,
el amor al Padre no está en nosotros. Esto que se le llama ‘el viejo hombre’ tiene que ser desechado
para vivir victoriosamente en Cristo, y para cumplir el plan de Dios en la vida cotidiana, en lugar de
los planes míos. El tema que queremos estudiar hoy es el estilo de vida cristiano. Y esto no es del
todo nuevo porque leemos en Josué 22:5, “…con diligencia cuidéis de cumplir el mandamiento…que
améis a Jehová nuestro Dios, y andéis en todos sus caminos; que guardéis sus mandamientos, y le
sigáis a él, y le sirváis de todo vuestro corazón y de toda vuestra alma.” La epístola a los Filipenses
tiene mucho que decir sobre este tema del servicio. Una cosa maravillosa acerca de esta epístola de
Filipenses es que está dirigida a ‘todos los santos.’ (1:1) El miembro común, mediano de la iglesia de
Filipos recibe el mismo llamado que Pablo, para vivir esta extraordinaria y vigorosa vida cristiana,
entregada plenamente a Cristo para adquirir todas
sus virtudes. ¡Es una vida radical! Estas amonestaciones e instrucciones no fueron solo para unos
pocos santos, unos tipos especialmente religiosos, sino para todos, todos, grandes y pequeños,
personas ordinarias como tú y yo. Y manifestado es que nuestras vidas terrenales no deberían ser
sólo rociadas con cristianismo o teñidas por fuera. Nosotros hemos de vivir la vida dinámica del
Cristo quien mora dentro de nosotros. Él es el impulso. Él es la fortaleza. No hay cabida para ‘el gran
yo,’ si me entienden, o el desgano o la apatía. El plan es que seamos transformados por el Espíritu
de Dios expresando su santa y revolucionaria vida mientras caminamos en estos cuerpos de carne.
Este es el propósito y la dirección, es la vida y la luz y el poder.. Realmente tenemos que ser tan
aferrados a lo que Jesús hizo por nosotros que le amemos de todo corazón, hasta el punto de que
todo lo que este mundo o la carne puedan ofrecernos, y estos valores del mundo, estimemos como
basura. En esta relación de amor Dios obrará una abundancia de buenas obras por medio de
nosotros que nunca podríamos haber imaginado, que nos llenarán de gozo.
Domingo 12 de marzo de 2017.

El amor cristiano un estilo de vida


1 Corintios 13

Cualquier cosa que hagamos que tenga apariencia de virtud no es más que hipocresía cuando es
ejecutada sin amor.
Si no es por amor que lo hacemos ya no hay sinceridad en nuestra actuación. Sea en el contexto de
nuestros deberes para con Dios, o de nuestros deberes para con los hombres; si el móvil que está
detrás no es el amor a Dios o el amor al prójimo, ¿cuál es, entonces? El amor a nosotros mismos; a
nuestra propia reputación, a nuestra propia comodidad. Queremos el aplauso y la buena opinión de
los hombres, para poder servirnos de esas cosas en el momento propicio. Así que mientras
aparentamos estar preocupados por la gloria de Dios o el bienestar del prójimo, en realidad estamos
preocupados por nuestra propia gloria y nuestro propio bienestar.
La Biblia enseña que la vida cristiana es una vida de fe, y que la fe obra por el amor.
Pablo nos dice en 2Cor. 5:7 que es por fe que andamos, “no por vista”. La vida cristiana es una vida
de fe de principio a fin. Entramos en ella por medio de la fe, permanecemos en ella creyendo. Ahora
bien, esa fe, dice Pablo en Gal. 5:6, “obra por el amor”. ¿Podemos concebir la vida cristiana sin fe?
No, de ninguna manera. Somos salvos por medio de la fe; vivimos por fe. ¿Podemos concebir la fe
sin amor? Tampoco, porque la fe que no obra es muerta en sí misma, dice Santiago, y Pablo aclara
que la fe obra por medio del amor. Por tanto, podemos concluir que tampoco se puede concebir la
vida cristiana sin amor, lo mismo que no podemos concebirla sin fe. Ambos elementos caminan de la
mano. Dios los juntó, y el hombre no puede separarlos.

El amor es central en la vida cristiana, el resumen de todas las virtudes cristianas, porque la Biblia
así lo declara de manera explícita (. Mt. 22:34-40). Por algo Pablo dice en Rom. 13:8 que el que ama
ha cumplido la ley.
A la luz de esta enseñanza bíblica, ¿qué debemos hacer ahora? En primer lugar, debemos
examinarnos a nosotros mismos. Dado que el amor es algo esencial a la vida cristiana, y no un
asunto que se encuentra meramente en la periferia, ¿puedo decir que el germen de esa virtud ha
sido implantado en mí por el Espíritu Santo? 1Jn. 3:14-19; 5:1.
En segundo lugar, dado que el amor ocupa este lugar de preeminencia en la vida cristiana, aquellos
que poseen la convicción de ser hijos de Dios, deben esforzarse por crecer y abundar en este amor
cada vez más y más (. 1Ts. 4:9-10). ¿Dices ser hijo de Dios? ¿Afirmas haber sido regenerado por el
Espíritu Santo? He aquí, entonces, algo en lo que debes estar ocupado todos los días de tu vida:
poner este amor en práctica, y abundar en ello más y más.

¿Puedes decir honestamente que tu amor por los hermanos es más fuerte hoy de lo que era antes?
¿De lo que era hace un año atrás? ¿Hace 6 meses atrás? ¿Cómo está tu involucración con los
hermanos, sobre todo en el contexto de sus aflicciones, de sus necesidades? ¿Hay hermanos en la
Iglesia que tienen razones para dar gracias a Dios por ti?

Que el Señor nos ayude a ser juiciosos y honestos al evaluar estas cosas, pero sobre todo que nos
dé un espíritu renovado de arrepentimiento, de modo que al evaluarnos a nosotros mismos no
desfallezcamos.

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