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EDUARDO PINOZAPATA. Historia de Temuco: Bioprafia de la capital de la Frontera.

Temuco:
Ediciones de la Universidad de la Frontera, 1998, 100 págs.

Ha entrado recientemente en circulación este pequeño libro que corresponde a la


segunda edición de un estudio realizado por el autor en 1967, que ahora éste ofrece
al lector en una edición revisada y adicionada de un excelente material gráfico y de un
cuadro estadístico sobre la evolución demográfica de Temuco entre 1885y 1992.
El libro cuenta con una presentación del Alcalde de Temuco don René Saffirio
Espinoza, en la que éste expresa: “Una ciudad que n o tiene clara su propia identidad,
que n o conoce su propia historia, es una especie de ente que pierde irremediablemen-
te una parte insustituible de su ser. Las ciudades son mucho más que cemento, madera
y luces. Son construcciones humanas en donde hay tradiciones, sentimientos, anhelos,
esfuerzos, sufrimientos y alegrías compartidas”.
La ciudad de Temuco se encuentra próxima a cumplir 120 años de existencia, es
la más importante del país al sur de Concepción y una de las más pujantes de Chile.
Sin embargo, no cuenta con una buena historia escrita, tal vez porque ella se encuentra
inserta en el devenir de toda la región de la Frontera, estudiado sí por diversos autores
contemporáneos. Entre los trabajos sobre la ciudad de Temuco, propiamente consi-
derada como tal, cabe mencionar la “Guía del Cincuentenario” preparada por Oscar
Arellano en 1931, algunas crónicas aparecidas en “El Diario Austral”, la tesis del
arquitecto Gustavo Navarrete acerca del crecimiento urbano de Temuco, y muy poco
más. De allí la importancia del trabajo de Eduardo Pino Zapata, quien se propuso
recorrer el pasado local desde los años previos a la fundación en 1881 y hasta
completar la primera mitad del presente siglo. En su trabajo se advierte su condición
de temucano, de hombre que ha vivido su ciudad, que ha disfrutado de sus éxitos y se
ha dolido de sus reveses. Allí está su principal mérito.
El libro se estructura en cinco capítulos. El capítulo primero trata del concepto de
frontera, la Araucanía y la Conquista, la Frontera en la época de la Independencia, el
Reino de Araucanía y Patagonia de Orelie Antoine de Tounens, la Pacificación y la
Fundación de Temuco. El 24 de febrero de 1881, el Ministro del Interior Manuel
Recabarren, que llega al lugar con las fuerzas expedicionarias que comanda el general
don Gregorio Urrutia, funda el Fuerte de Temuco. Le acompañan su secretario Pedro
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Mathieu, Matías Rioseco, intendente de la expedición, el cirujano Pedro Barrios, el


proveedor José Bunster, su hijo José Onofre, el ingeniero Teodoro Schmidt, los
coroneles Pedro Cartes y Evaristo Marín, soldados y cantineras. Un fortín de quinchas,
un muro de troncos y un foso, fueron la semilla que dio vida a la hoy progresista ciudad
de Temuco. La ciudad comenzó a desarrollarse en lo que fue un campamento militar.
La civilidad quedaba sujeta a las ordenanzas y disciplina de la vida castrense. El 3 de
noviembre del mismo año, 1.800 lanzas indígenas al mando del toqui Marina0
rodearon el fuerte e impusieron un bloqueo que fue roto el día 10 en una operación
combinada al mando de José Manuel Garzo y del mayor de Carabineros Bonifacio
Burgos. La guarnición recibió la ayuda de algunos indios amigos de los caciques
Coñuepán y Painemal. Los pobladores, pasado este suceso, continuaron desarrollan-
d o la villa. En 1885 llegan colonos alemanes, que se unen a los chilenos y franceses
procedentes de Traiguén. El capítulo segundo trata de los años de violencia, de la
acción del comandante Trizano para combatir a los matreros, de los primeros perió-
dicos, primer municipio y primeros servicios públicos. Temuco llega a ser capital de
provincia. El capítulo tercero se refiere a la vida urbana, vida social y entretenimientos.
El capítulo cuarto trata de enfermedades, crisis, miseria, inestabilidad social, rebelión
indígena, incendio de 1908, inundación de 1922, erupciones volcánicas y terremoto
de 1960, es decir, de las horas de prueba y del abandono por parte del nivel central.
El capítulo quinto contrasta con el anterior. Es el progreso material, la construcción
de edificios públicos, primer ferrocarril, luz eléctrica, automóviles, tranvías y microbu-
ses, la aviación, la radiodifusión, etc.
En el Epílogo el autor explica el criterio historiográfico que ha debido asumir en
la redacción de su trabajo. También señala algunas fuentes para la historia de Temuco.
Expresa que hasta ahora Temuco n o ha tenido tiempo de pensar en sí mismo, ni de
escribir su historia. Pero hay unos pocos autores que, en su opinión, han hecho aportes
Útiles, como Horacio Lara y su Crónica de la Araucanía (1889), Leandro Navarro y su
Crónica Militar (1919), la antes mencionada Guh del Cincuentenan'ode Óscar Arellano
(1931), Carlos Schmidt Quezada, autor de Recuerdos de Temuco (1951) y las Memon'as de
doña Teresa Schmidt de Montero (1959).
Se trata de un libro ágil y ameno, que llena un vacío.

Sergio Martínna Baeza

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