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6/4/2020 Revista Virtual del CIEC

Las pulsiones lacanianas

Para introducir el tema que voy a trabajar, me he dejado orientar por el Seminario de
“La Angustia”, particularmente en su cuarta parte. Es allí donde vamos a encontrar
desplegadas las cinco formas del objeto a, las tres freudianas: oral, anal y fálica; y las
dos lacanianas: escópica y vocal.
Este objeto pequeño a pone en cuestión el formalismo como tal, constituyendo un
límite interior a los poderes de este formalismo, y aparece como éxtimo en tanto
implica una lógica encarnada. Es lo que lo hace no totalmente natural y tampoco
totalmente formal. Es esa parte de nuestra carne que permanece necesariamente
atrapada en la máquina formal, para siempre e irremediablemente perdida.[1]
Allí donde Freud dice su fórmula: la anatomía es el destino, Lacan la torna verdadera al
dar al término anatomía su sentido estricto, etimológico: ana-tomía, poniendo de
relieve su función de corte, de borde, siendo los agujeros del cuerpo pulsional los
soportes de los objetos. Así da lugar a un nuevo estatuto del cuerpo. Ya no es el
cuerpo imaginario, sin órganos, del Estadio del Espejo, ni tampoco el cuerpo
mortificado por el significante que barra. Restituye al cuerpo sus particularidades
anatómicas. Es un cuerpo que pierde su unidad en beneficio de la fragmentación en
pedazos separables, en partes, en órganos. En piezas sueltas a las que les puede
encontrar un nuevo uso.
En este primer registro del objeto a, correspondiente a la lista de las pulsiones
diseñada por Freud y ordenada por Lacan, el goce es presentado como el objeto a de
la pulsión. En este caso, la pulsión invocante.

La voz

A diferencia del objeto oral y anal, que responden a la dialéctica de la demanda, la


mirada y la voz eluden esa dimensión de la castración, constituyéndose en objetos del

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deseo.
Y es la experiencia clínica la que ha llevado a Lacan a sumar a los objetos freudianos a
estos otros dos, la mirada y la voz. El objeto voz puede localizarse allí a través de las
voces extraviadas de la psicosis, y en los imperativos superyoicos de las neurosis.
Lacan presenta la voz, a la que da como soporte su evocación bajo una forma
separada, materializada en un objeto, el shofar. La introducción del shofar da lugar a la
voz bajo la dimensión propiamente vocal, una forma ejemplar en la que ella es, en
cierto modo, potencialmente separable. Es lo que ha venido planteando a lo largo de
este Seminario 10, la separación como lo que constituye el estatuto del objeto.
La voz no es vocalizada y se diferencia de la fonematización a la que nos tiene
acostumbrados la lingüística. Despojada de toda dialéctica, es aislable y separable.
Separada del significante, de la utilización que se hace de la palabra.
La voz lacaniana no solamente no es palabra, sino que tampoco es nada del hablar. De
la misma manera, no es la entonación, porque es esencialmente fuera de sentido.
El obstáculo principal para captar el lugar de la voz es el hecho de que estamos
obnubilados por la función del sonido, por la función fónica. Por el contrario, la voz
como objeto está hecha de un vaciamiento de la sustancia sonora. Al no tener
materialidad sonora, es á-fona. La voz se aleja así de la música como producción
sonora, de la retórica como modulación del significante sonoro, pero también de la
palabra como productora de sentido.[2]
Lacan señala en “De una cuestión preliminar…” que hay una función de la voz
esencialmente ligada a la cadena significante como tal, no sólo en tanto hablada y
oída, sino también en tanto escrita y leída. Su punto crucial es que la producción de la
cadena significante no está ligada a ningún órgano de los sentidos ni a ningún registro
sensorial.
La voz se puede definir como aquello que del significante, no converge con el efecto de
significación. Aparece como resto de la sustracción de la significación al significante. En
el grafo del deseo, Lacan ubica a la voz en el eje del enunciado, al pasar por el
segundo entrecruzamiento, más allá del Otro, y allí no operan ni el significante ni el
efecto de significación.
Si para nosotros la voz, indica Lacan, tiene importancia, es porque no resuena en
ningún vacío espacial. Resuena en un vacío que es el vacío del Otro en cuanto tal, el ex
nihilo propiamente dicho. Y es por eso que, separada de nosotros, nuestra voz se nos
revela con un sonido ajeno. Es por estructura que se constituye cierto vacío en el Otro,
el vacío de su falta de garantía. Al experimentarse como un eco en lo real, la voz
resuena como distinta de las sonoridades, no modulada sino articulada. Es la voz en
tanto que imperativa, reclamando obediencia o convicción.
Una voz no se asimila sino que se incorpora. Es lo que puede darle una función para
modelar nuestro vacío, para modelar nuestra angustia. Al modo del shofar, puede darle
a la angustia su resolución, mediante la introducción de otro orden.
Hay voz porque el significante gira en torno al objeto indecible. La voz como tal emerge
cada vez que el significante se corta por reencontrar ese objeto en el horror. Dice
Lacan que lo que es rehusado en lo simbólico vuelve a surgir en lo real. Se sitúa allí
donde la cadena se corta. Es lo que sucede en las alucinaciones verbales. Como en el

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caso de “Marrana”, en el que la paciente dice escuchar la injuria por parte de un


hombre con quien se cruzó en el pasillo, una palabra cargada de un sentido oscuro. La
carga libidinal de esa palabra es lo que no puede ser asumido por el sujeto y por lo
tanto se le atribuye al Otro. “Marrana” irrumpe en otro registro, ha sido oída en lo real.
En el lugar en que el objeto indecible es rechazado en lo real, se deja oír una palabra,
ocupando el lugar de lo que no tiene nombre.
O como el caso de una paciente en la que el ingreso a la pubertad produce un vacío de
significación que ella ha resuelto en principio, hablando con su yo. Cada vez que se
producía una situación que la confrontaba con el agujero de la sexualidad, recurría a
este parloteo incesante.

El destino de la pulsión

Miller señala que detrás de la pulsión de Freud está el sinthome de Lacan. La pulsión
freudiana es un concepto mítico, fronterizo entre lo anímico y lo somático y por lo tanto
está implicada necesariamente en estos dos campos, como un modo de aproximar
inconsciente y cuerpo, mientras que el síntoma lacaniano es la conexión real entre
significante y cuerpo. [3]
Como lo señalamos anteriormente, la formalización del objeto a comienza a elaborarse
en el seminario de La Angustia, hasta que, a través de las operaciones de la
constitución del sujeto, alienación y separación, en el Seminario 11, alcanza la forma
propiamente lógica.
En los Seminarios 16 y 17 Lacan incluye al objeto a en la estructura de los discursos.
Llegamos así al Seminario 20, en el que el objeto a, como señala Miller, es insuficiente
para dar cuenta del goce, que viene a inscribirse en medio de un triángulo como una
protuberancia informe. A partir de allí, Lacan deja de recurrir al formalismo que había
construido en los años precedentes, retomando la perspectiva planteada en el
Seminario 10.
¿Cómo ubicamos en este momento de su enseñanza la pulsión invocante? En el
Seminario 23 El sinthome, Lacan afirma que la oreja es el orificio más importante
porque es imposible de cerrar, y por eso el cuerpo resuena al ser allí sensible a la voz.
Y la pulsión no es sino el modo en que el cuerpo le hace de resonancia, es el eco en el
cuerpo del hecho de que hay un decir.

Referencias

1- Miller, Jacques-Alain. Los objetos a en la experiencia analítica. Presentación del tema del Congreso de la AMP. 2006.
2- Regnault François. La música no piensa sola en Revista Consecuencias Nº 5 Virtual del ICBA Buenos Aires 2010.
3- Miller, Jacques-Alain. Una nueva modalidad del síntoma. Virtualia Nº 1. Publicación virtual de la EOL.

Bibliografia

Lacan, Jacques. Seminario 10 La Angustia. Paidós. Bs. As. 2009.


Seminario 3 Las psicosis. Paidós. Bs. As. 1995.
De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis.
En Escritos 2. Siglo XXI editores. Bs. As. 1987.
Seminario 23 El sinthome. Paidós. Bs. As. 2006.
Miller, Jacques-Alain. Una nueva modalidad del síntoma. Virtualia Nº 1. Publicación
virtual de la EOL.

www.cieccordoba.com.ar/lalunula2/leermas17.html 3/4
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Jacques Lacan y la voz. En La voz. COL. 1997.
Los objetos a en la experiencia analítica. Presentación del tema
del Congreso de la AMP. 2006.
Papers del Congreso 2006 de la AMP.

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