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Manejo respetuoso de las pataletas

Entre los 2 y 4 años es frecuente, normal y esperable que los niños(as)


reaccionen con rabietas o pataletas al frente a situaciones que les provocan
rabia o frustración. A pesar de que esto suele ser muy desgastante para los
adultos/as, es una etapa muy importante para el desarrollo de los niños(as), a
través de la cual van aprendiendo a identificar estas emociones y conocer las
mejores maneras para expresarlas.
Los niños/as no generan pataletas con intenciones de dañar o molestar a los adultos/as sino que
son parte de su proceso de desarrollo y adaptación. Las pataletas pueden gatillarse por diferentes
razones: frustración cuando algo no les resulta, sentirse no escuchados o incomprendidos,
expresión de algún malestar, entre otros.
Es normal que cualquier persona sienta enojo o frustración cuando algo no resulta (¡nos ocurre
también a los adultos!). En estas edades los niños(as) se enfrentan muchas veces al día a estas
sensaciones porque:
– Aún están aprendiendo a usar los objetos a su alrededor.
– Dependen de los adultos para la mayoría de las cosas.
– Quieren hacer algo y no pueden o no los dejamos hacerlo
Además, los niños(as) no tienen las mismas herramientas que los adultos para comunicar lo que
sienten, necesitan y piensan. Las rabietas son una forma de comunicación y por lo tanto, al
ponerte en su lugar de tu hijo(a), tratar de comprender su reacción y ayudarlo(a) a entender lo
que le pasa, aprenderá gradualmente otras maneras de expresarse.
Por eso NO es posible evitar la aparición de todas las pataletas y no debemos sentirnos culpables
por eso. Se trata de la manifestación de emociones que los niños/as todavía no manejan de otra
manera y nuestro papel es ayudarlos/as en esa tarea. Los hijos/as de padres excesivamente
estrictos o permisivos tienden a tener más pataletas y por más tiempo. Por el contrario, los
hijos/as de padres que los acompañan día a día en el proceso de aprender a manejar la rabia, la
frustración o el miedo, suelen superar este período con mayor facilidad (¡y menor desgaste para
sus padres…!!)
Ten paciencia, las pataletas poco a poco irán disminuyendo su intensidad y frecuencia hasta casi
desaparecer entre los 4 y 5 años.
¿Cómo prevenir las pataletas de niños y niñas?
Rosa, gracias por aceptar nuevamente nuestro llamado. Lo que queremos preguntar primero es
¿qué es exactamente una pataleta y por qué se producen?

Una pataleta no es nada más que un deseo del niño enfrentado al mismo tiempo a un deseo del
adulto. Por ejemplo, un niño quiere un caramelo y el padre no se lo quiere dar, porque quiere que
el niño coma otra cosa. Más o menos es eso. Entonces en ese momento el niño no entiende el por
qué de lo que dicen los padres. Porque si lo entendieran no habría pataleta, normalmente. El niño
se ofusca, porque no entiende el por qué de esa negativa y entonces actúa como lo hace un niño
pequeño, que no tiene un razonamiento claro y no tiene un lenguaje como para poder establecer
allí un discurso con sus padres. Y lo hace entonces mediante esas pataletas.

Queremos desclasificar contigo esto que está tan asentado respecto de que las pataletas de los
niños se deben a que son malcriados o nos quieren manipular.

Es bueno que exista la pataleta. Que exista entre los dos y los cuatro años. Yo siempre digo que los
niños que entre esas edades no tienen pataletas debieran ser vistos por un psicólogo. A partir de
los dos años, entre los dos y los cuatro años, llega un momento en que los niños empiezan su
independencia. Y esa independencia y ese razonamiento, la única manera que tiene el niño de
probarlo es oponiéndose a lo que le dicen los padres. Es la manera que tiene de fraguar esa
independencia. Entonces las pataletas son buenas, en este sentido, porque nos indican que
nuestro hijo está empezando esa independencia. Los niños que no tienen pataletas suelen ser
niños demasiado sumisos. Nadie quiere un hijo sumiso que de mayor no sepa pedir un aumento
de sueldo, ni sepa pedir sus derechos, ni queremos una hija sumisa en su matrimonio de adulto.
Eso empieza en esta más tierna infancia. El niño tiene una idea opuesta a la de su padre y mientras
no entienda el porqué de lo que le dice su madre y su padre, él va a seguir manteniéndose con su
idea.

¿Qué los adultos piensen entonces que esta actitud de los niños de decir no y hacer una pataleta
es intencional o es para molestar o para manipular a las madres es algo errado?

Sí, sí es errado. Voy a poner un ejemplo. Imaginen que cinco minutos antes de comer, van a
comprar pan. Y en la panadería, tienen caramelos a la venta o cosas relacionadas. Y el niño pide a
su madre un caramelo. Su madre le dice entonces que no, porque van a comer y se le puede quitar
el hambre. El niño no entiende en ese momento por qué un caramelo, que es tan bueno, y que su
madre se lo ha dado muchas veces, que le gusta a los dos, por qué no puede comérselo en ese
momento. Y esto ocurre así, porque un niño de dos años no entiende de nutrición infantil. Y en ese
momento se va a producir una pataleta, porque el niño no entiende el por qué de su madre. En
cambio, él sigue pensando eso porque empieza su independencia y su propio razonamiento. Si a
ese niño se le dijera mira ya vamos a comer o ya te lo compro y lo comemos de postre, si
entendiera todo eso, y es difícil que entre los dos y los cuatro años lo entienda, si entendiera todo
eso la pataleta no se daría. Por eso en niños mayores, de cuatro o cinco años, con las
explicaciones, las pataletas se van. Es muy difícil que un niño de seis o siete años tenga una
pataleta. Puede tener una discusión con sus padres y puede que incluso les insulte. Pero la típica
pataleta que conocemos, aquella de un niño botado por el suelo, llorando, gritando y pataleando,
eso los mayores no lo hacen. Porque ya tienen otras armas como el lenguaje para discutir con sus
padres. Una pataleta es eso: un niño pequeño que no entiende una cosa que dicen sus padres
cuando él piensa otra.

¿Y cuál debiera ser la actitud de voz y el lenguaje corporal de los padres para tratar de suavizar
esta pataleta y calmarla un poquito. Nos puedes entregar algunos tips?

Les voy a dar una primicia por radio. Es una cosa que funciona en el 80 por ciento de las veces. En
el 100 por ciento, no. Si se hace bien, funciona en el 80 por ciento de los casos. Se trata de lo
siguiente. Cuando ya está la pataleta montada no sirve lo que voy a decir. Cuando el niño ya está
por el suelo, ofuscado y llorando, lo que se puede hacer es acercarse todo lo que el niño permita,
lo más suave que se pueda, con una actitud corporal suave, y decirle no me gusta que tú estés así.
Esto nos pasa, porque tú no te explicas y yo no te entiendo. Me quedo aquí y cuando se te pase
volvemos a intentar a ver si nos comprendemos. Con un lenguaje que pueda ser entendido por tu
hijo. Pero el mensaje sería ese. Esto, cuando la pataleta ya está establecida. Vamos a
tranquilizarnos. Tenemos un problema de comunicación y de comprensión. Cuando estemos al
100 por ciento de nuevo, vamos a intentar comunicarnos y comprendernos.

Pero hay veces en que los padres pueden saber muy bien cuándo puede ocurrir una pataleta. Por
ejemplo, Juanito ven a bañarte. No que estoy jugando. Ahí, si el padre obliga al niño a ir a bañarse,
puede que el niño monte una pataleta. ¿Cómo actuamos en ese momento para evitar las pataletas
y hacer que el niño haga lo que nosotros queremos? Son tres pasos: En primer lugar, hay que
comprender al niño. Tenemos un niño que empieza a hablar y a razonar, entre dos y cuatro años.
Antes no sirve, porque no hablan. Por lo tanto, le vamos a decir que tiene razón, que en su manera
de pensar puede tener razón. Entonces decimos “claro, cómo te vas a ir a bañar, con lo bien que te
la estás pasando en el juego, además de que si yo jugara tan bien como tú no querría irme a
bañar”. No cuesta nada quedar bien con una frase así que al niño le demuestre que é no está loco
y que también puede tener sus razones. Pero, segundo paso, los padres le van a explicar las suyas.
“Mira, cariño, todo el día has estado jugando con tierra. Tenemos que bañarnos antes de
acostarnos”. Por último, al niño se le deja elegir la solución al problema, de entre las alternativas
que su madre o su padre le propongan. Por ejemplo: ¿Cómo lo arreglamos? ¿Te baño rápido y así
te queda tiempo para jugar un poco más? ¿Quieres que ponga el cronómetro de la cocina o el
despertador y cuando pasen diez minutos ya te vienes a bañar? De estas dos alternativas, el niño
elige la que quiere. El niño se va a tranquilizar, porque le hemos dicho primero que tiene razón.
Luego, como le hemos argumentado lo que nosotros pensamos, intentará entendernos. Y por
último, como le dejamos elegir, esta solución es la perfecta.

Otro ejemplo. Vamos a comer y le ponemos verduras. “No quiero verduras, que quiero tallarines”.
Y le decimos “claro que sí, cariño. Mucho mejor los tallarines que la verdura hervida. Pero, el
segundo paso, en esta casa hay que comer verduras de cuando en cuando, porque son muy sanas.
¿Cómo lo arreglamos? ¿Te comes toda la verdura y te dejo elegir el postre, o te comes la mitad de
la verdura y te comes la fruta para compensar la fibra que no has tomado? Así de fácil.

Queremos compartir las consultas que nos llegan al programa vía mail. Isabel nos escribió y
pregunta lo siguiente: Mi hijo tiene dos años y de hace un tiempo se ha puesto muy lloroncito.
Hace muchas pataletas y no sé cómo manejarlo. Quisiera saber si está en una etapa en el
crecimiento de los niños o es algo propio de mi hijo.

Quiero decirle a esta mamá que es una etapa que tiene que ver con el crecimiento no sólo de su
hijo. En todos los libros de psicología, hay un capítulo que se titula la edad del no, la edad de las
rabietas, la edad del negativismo desafiante. En los países anglosajones le llaman la edad del TT,
Terrible Two, los terribles dos años. Es una cosa que está tipificada prácticamente en todos los
niños.

Rosa, ya sabemos que existe la opción de adelantarse a una pataleta. ¿Qué aconsejarías en ese
momento? Sabemos que son parte del desarrollo, no debemos reprimirlas, pero ¿cómo
deberíamos observar al niño para adelantarnos a la ocurrencia de la pataleta?

Cuando tú ves que hay una respuesta negativa, por ejemplo no quiero esto, que quiero otra cosa,
ese es un indicador de que vamos por un camino que terminará en una pataleta. Porque ya el niño
te está diciendo claramente que no comulga con tus ideas. En ese momento, si aplicamos lo de los
tres pasos, en un 80 por ciento se obtiene una respuesta favorable.

Queremos reforzar un tema que siempre recalcamos en el programa y que tiene que ver con el
control de la propia rabia de los padres. Puede ocurrir que muchas veces, un papá, una mamá o un
cuidador, al momento de una pataleta, puede estar en una situación de rabia personal y termina
descargándola, tal vez de mala manera con el niño. Nos gustaría tu opinión sobre este tema.

En primer lugar, hay una frase que me gusta mucho. Dice que quien castiga estando enfadado, no
castiga si no que se venga. Por lo tanto, si los padres están enfadados, en ese momento deberían
contar hasta diez, o hasta cien si hace falta, antes de hacer alguna actuación con el niño. Porque
podría ser que esa actuación no fuera educativa y se transformara sólo en una descarga de los
sentimientos de los padres. Entonces simplemente vamos a contar. No hay ningún padre perfecto.
Todos nos equivocamos. Se trata de equivocarnos lo menos posible. Y si en un momento
determinado le has gritado al niño, porque todos somos humanos, y después te das cuenta de que
le has gritado porque te ha ido mal en el trabajo, y no porque el niño se lo mereciera, debes pedir
perdón y ya está. Pero sí que es verdad que tendríamos que ir con mucho cuidado en cómo
castigamos o qué es lo que hacemos con nuestros hijos cuando estamos enfadados.

Yo soy contraria al castigo. Sobre todo al castigo físico para empezar. Pero también soy contraria a
otros tipos de castigo también. Porque no he encontrado todavía un caso, llevo 30 años
trabajando con niños, soy madre de dos, que si tú a un niño pequeño le acostumbras a hablar, a
explicar lo que pasa y varias veces a la semana te sientas con ellos, compartes cosas, yo no he
encontrado nada por lo que tengamos que castigar. Sí que hay cosas que hay que reconducirlas,
porque se portan mal en algunos momentos, claro que sí, todos lo hacen, pero se puede educar
sin castigar. Miles de padres, en cada ciudad, en cada país, en cada lugar de este mundo, lo están
demostrando cada día. Es posible educar sin castigar. Sólo hace falta que el educador sea un poco
más hábil. A veces el educador que castiga es porque no tiene otras herramientas. Pero las hay. Es
cuestión de buscarlas.

Rosa, tú dices que el castigo es el fracaso del educador. También señalas que la amenaza no es una
buena herramienta para enfrentar las pataletas. ¿Podrías profundizar un poco en eso?

Cuando un educador tiene que recurrir al castigo es porque no tiene más herramientas. Sí que es
verdad que los educadores que castigan o que se pasan todo el día castigando para obtener una
educación, tendrían que mirarse y decir que no saben hacerlo de otra forma. Y por lo tanto
debieran aprender. Eso es una cosa.

Hay ya un rechazo a la amenaza. Y esto porque además está en la convención de los derechos del
niño, recogidas en muchas normativas legales hacia el castigo físico a los niños. Pero hay otro tipo
de castigos que no se consideran castigo físico y que son igualmente nocivos. Uno de ellos es la
amenaza. La amenaza, los gritos, los insultos. Con las amenazas, por ejemplo, hay estudios que
demuestran que los niños que han sufrido más amenazas, el típico si dices palabras feas te voy a
lavar la boca con jabón, si vuelves a tocar eso te cortaré las manos, cosas así, está relacionado con
adolescentes y adultos más mentirosos. Porque lo que el niño aprende es que la gente miente,
debido a que las amenazas se quedan sólo en eso. En el caso de los gritos, por ejemplo, hay un
estudio muy bonito que se hizo en Barcelona de familias que gritaban. El resultado fue que las
familias que gritaban más, sus hijos tenían más dificultades en los estudios. Hay cosas que la gente
no considera castigo físico y que son igualmente nocivas para el niño.
A propósito del castigo, de las amenazas, ¿está bien si le decimos a un niño de dos a cuatro años
que su pataleta puede tener una consecuencia? ¿No será pedirle mucho? Por ejemplo, que con
una pataleta puede golpearse con un mueble o hacerse daño él mismo. ¿El niño puede entender
esa lógica de que su comportamiento va a tener una consecuencia?

En niños de dos a cuatro años es difícil. Imposible no y más hacia los cuatro años hay algunos que
pueden entender estas cosas. Si hay padres que todavía no calibran las consecuencias de sus
actos, imagínate los niños. En niños pequeños es muy difícil. Es algo que podemos ir
explicándoselo al niño, entre los dos y los cuatro años, y lo va a entender en el momento en que lo
entienda. Es como la idea de orden. Una cosa es que tú a tu hijo le puedas hacer recoger unos
juguetes. Niños de cuatro años pueden recoger los juguetes perfectamente. Pero tú entras en su
habitación, le preguntas si está ordenada o desordenada, y no lo saben. No tiene el concepto de
orden. Él, aunque vea juguetes por el suelo, te puede decir que está ordenada su habitación. Hay
conceptos que entre los dos y los cuatro años los niños no tienen. Y este que hablamos de las
consecuencias es uno de ellos. Intenta explicarle a un niño que no puede meter los dedos en el
enchufe por la corriente. No. Hay que cambiar el enchufe. Hay cosas que a ciertas edades los niños
no pueden entender. Y hasta que no superan la edad de los cuatro años hay conceptos que son
muy abstractos y no los van a entender, evidentemente.

Habrás muchos papás y mamás que dicen que si cada vez que el niño hace una pataleta y yo me
quedo allí se va a perder el respeto o el niño va a perder el sentido de los límites. ¿Podemos
explicar esa sutileza? ¿Cómo podemos ponerle algún tipo de límites a los niños, pero siendo
respetuosos con ellos?

Un niño, durante una pataleta, está sufriendo. Como dijimos, eso es algo evolutivo, relacionado
con su crecimiento, y no tiene nada de anormal. Sin embargo, el niño lo pasa mal cuando hay una
pataleta. Y cuando un hijo lo pasa mal, sus padres deben estar a su lado. Y hay que explicarles.
Esto pasa, porque tú no me has entendido, o no te has explicado y yo no me he hecho
comprender. No te preocupes. Yo me quedo aquí. Cuando se te pase, volveremos a intentarlo.
Volveremos a hablar. Volveremos a discutirlo. Es muy importante que al niño le quede siempre en
la memoria que cuando tuvo necesidad de sus padres, ellos estuvieron a su lado y no lo dejaron
solo.

En cuanto a los límites, a mí la palabra límites no me gusta. Yo siempre digo que cuando hablen de
niños intenten sacar del vocabulario la palabra límite. Estamos hablando de lo mismo, pero la
palabra no me gusta. Y sólo se usa en referencia a animales o a niños, porque está mal visto hablar
de limitar a la esposa, al marido o a los trabajadores de una empresa. Entonces no la usemos.
Vamos a decir que los niños no necesitan límites. Lo que necesitan son unas normas claras de
convivencia, unos valores que sus padres les tienen que inculcar, y unos modelos a seguir de los
padres. No le puedes decir a tu hijo, con un cigarro en la mano, que no fume. No puedes pegar al
niño, porque ha pegado a su hermana. Los padres somos el espejo en el que se miran los niños. No
puedo realizar una conducta y al mismo tiempo censurársela a mi hijo. Por lo tanto, son necesarias
unas normas de convivencia. Por ejemplo, en esta casa no se grita, en esta casa no se pega. Unos
valores y unos modelos de los padres igual que los que queremos que tengan los niños. La palabra
límite la podemos sacar.

Quizás esto que tú señalas tiene mucho que ver con la mirada que tenemos los adultos o la gran
mayoría. Por ejemplo, eso de pedirle perdón a un hijo no se vería bien y se arguye que no puede
ser, porque sería sólo un niño. Tal vez sea necesario un cambio de mirada, de la infancia, de los
niños.

Claro que sí. En principio, todo niño es un ser humano. Por lo tanto, para él sirven todos los
derechos de los seres humanos y todos los derechos amparados en todas las constituciones de
todos los países. Lo que no puedes hacer es actuar con los niños de una manera que tú nunca
actuarías con un adulto. Si a un adulto no le puedes pegar, no puedes pegarle a un niño. Si no
puedes insultar a tu vecino, no puedes insultar a tu hijo. Y si hay que pedir perdón, hay que pedir
perdón a quien haya que pedir perdón. Eso demuestra que somos humanos. Los niños tienen los
mismos derechos que sus padres, algunos más. Tienen los mismos derechos. No tienen menos.
Incluso tienen algunos más.

¿Cuándo podríamos decir que no se trata de una mera pataleta, normal en el desarrollo de un
niño, y que tal vez pueda tratarse de un problema de conducta que amerite pedir orientación
familiar o que puede ser una señal de que al niño o niña le sucede algo más complejo?

Como cada niño tiene una evolución diferente, es difícil precisarlo. Pero para ponerlo en una
media, un promedio, que no se lo tomen al pie de la letra, pero ese tipo de comportamiento
debieran terminarse alrededor de los seis años. La mayor parte de psicólogos de todo el mundo
suelen hacer diferenciaciones entre el niño de cero a dos, el de dos a cinco, y el de seis en
adelante. A partir de los seis años, Freud hablaba de la etapa de latencia. Piaget hablaba de las
operaciones formales. Hay muchos especialistas que hablan de que a partir de los seis años se
marca una etapa muy diferente de la niñez más primera. Todo depende de la evolución del niño.
Lo que pasa es que los padres confunden tener rabietas con un niño que no hace caso a su padre o
que tiene sus propias ideas. Eso es otra cosa. Si tú le dices a tu hijo de diez años haz los deberes y
no quiere hacerlo, entonces eso no es una rabieta, es una posición. Lo que hay que ver entonces
es preguntar el por qué de esa posición.
El rol de la rabia en el desarrollo

Pensar la rabia generalmente es terreno complicado, pues es una emoción culturalmente temida
y rechazada, que se nos ha enseñado históricamente a reprimir, negar y esconder. Es esa emoción
que se desearía mantener en el rincón oscuro de la casa, ese al que no es grato acercarse y que
sería deseable mantener en la oscuridad en pos de alcanzar un desarrollo social y cultural
“adecuado”. Sin embargo, no por mucho esconder, algo dejará de existir; más bien sabemos que
estará mucho más presente: he ahí el objetivo de esta columna: intentar iluminar esa parte oscura
de la casa, pues la rabia no sólo existe y nos constituye sino que juega un rol muy importante en el
desarrollo y en se sentido es importante integrarla.

La rabia emoción natural y válida / La agresión como expresión dañina y desadaptativa

Para comenzar, es relevante considerar que la rabia es una emoción que se manifiesta de forma
independiente de la cultura o sociedad en la que se sitúe a la persona; tiene una expresión facial
universal, lo que nos permite reconocerla en cualquier sujeto independientemente de la
mediación del lenguaje y aparece en el niño/a espontáneamente desde edades muy tempranas.
Es en este sentido, no es aprendida sino innata y por lo tanto, es considerada una emoción básica
del ser humano. Siguiendo esta lógica, cabe preguntarse: ¿si la rabia es un aspecto emocional
básico presente en nuestra constitución, por qué se le ha posicionado culturalmente como una
emoción negativa que deber ser reprimida o rechazada en el desarrollo de niños y niñas? Al
parecer, la respuesta residiría en la asociación de la rabia a una expresión necesariamente agresiva
y que por lo tanto implicaría siempre un daño físico o emocional a otra persona o a quién la
experimenta; sin embargo la rabia no es lo mismo que agresión y por lo tanto no siempre sentir
rabia estaría asociado a un acto agresivo o dañino. En este sentido, el distinguir rabia de agresión
(entendiendo a esta última solo como una de la amplia gama de alternativas de expresión al
momento de sentir rabia), nos permite comprender que si bien de la rabia no podemos “escapar”
pues es parte de nuestra constitución y porque sabemos que inevitable no sentir rabia frente a
una frustración o conflicto, si es evitable responder agresivamente. La rabia es una respuesta
natural, que solo se vuelve dañina cuando se expresa agresivamente generando un daño a uno
mismo o a otros; en este sentido, no es la emoción de rabia la que se debería reprimir o censurar
sino más bien la agresividad como forma de expresión de esa rabia: un abordaje adecuado ante la
rabia implicaría reconocer su valor y orientarla de una manera que no dañe al niño/a, o a otros.
Pensando en esto, en el momento en que por ejemplo le decimos a un niño o niña: “no debes
pegarle a tu compañero (amigo/a, hermano/a) porque le duele”, deberíamos necesariamente
incluir una alternativa constructiva que permita al niño expresar su rabia sin hacer daño. Si solo
decimos “eso no se hace” el niño/a se queda sin formas de expresar eso que siente.

La rabia en el desarrollo y el abordaje de las conductas agresivas


La mirada del desarrollo en este tema, implica una visión histórica del niño/a que debería
reconocer la rabia como una emoción “natural y válida” y que permitiría considerar que en las
primeras etapas del desarrollo de niños y niñas, la expresión de estas emociones generalmente se
expresa a través del cuerpo (con un golpe, inquietud, agitación, excesivo movimiento, mordedura,
etc.), solo con el pasar del tiempo, y en la medida que los adultos lo facilitemos, la palabra podrá
sustituir al actode golpear, morder, rasguñar, moverse, entre otros. Es decir, solo en una etapa
posterior, con ayuda de los adultos, en vez de un golpe o una mordedura, un niño/a podrá decir:
“tengo rabia… pena…no me gusta, etc.” aproximándose hacia una expresión más sana de esa
emoción.

Es importante transmitir que en el desarrollo, es positivo e incluso deseable que niños y niñas
puedan expresar su rabia, malestar, disentimiento y/o enojo, pues esto implica constituirse como
un sujeto con una voluntad, deseos y necesidades propias. Que el adulto pueda reconocer esto
permite la evolución psicológica y emocional. En este sentido, estos primeros enojos, rabias y
frustraciones que el niño/a experimenta, son ensayos de esa capacidad que en el futuro le
permitirá ser independiente, poner límites, decidir por sí mismo, y autorregular su vida.

Ahora bien, la forma en que los niños y niñas comienzan a expresar la rabia resulta un gran desafío
para los adultos porque muchas veces lo hacen de manera intensa y apasionada (con llanto, golpes
o mordeduras). Incluso a veces los adultos agravamos la situación perdiendo el control, gritando y
amenazando. En este sentido, es importante tener presente que niños y niñas necesitan:

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