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Mes: Agosto Valor: la Reparación

Docentes: Gladys Rodríguez – Yolanda Jaimes Vera

Vamos a leer….
¿QUE ES REPARAR?
El hecho de hacer enmienda, implica la intención de restaurar las cosas a su
condición de normalidad y pureza, a cómo estaban antes de que algo malo fuese
hecho. Se aplica generalmente a recompensar por las pérdidas sufridas o los
daños causados por una mala acción moral.

En el Antiguo Testamento se habla de reparar la Casa


de Dios, el Templo.

Cristo vino para restaurar los daños del pecado en la


casa de Dios que es su pueblo vivo.

Él se ofreció en reparación por todos nuestros pecados


en la Cruz.

Reparar es consolar el Corazón de Cristo y compensarle


por los ultrajes que recibe constantemente y además pedir misericordia por la
persona o personas que le ofenden
Veamos cómo JESÚS ES EJEMPLO DE REPARACIÓN….
El Hijo de Dios, Jesucristo fue el primer REPARADOR y ADORADOR del
Padre, que por obediencia y amor infinito a los hombres, consumó su vida en la
Cruz

Desde el Huerto de los Olivos, el Señor vive con tanta intensidad la


REPARACIÓN que suda sangre, y para llegar a esto, el sufrimiento por
nuestros pecados lo traspasó por entero. Ahora el Corazón de Jesús prolonga
su REPARACIÓN en inmortalidad en cada Eucaristía, y en cada Sagrario de la
tierra.

Entendamos cómo hacer reparación y confiar en Dios…

Todo pecado, desde el primero de nuestros padres hasta el último nuestro, es


una falta de confianza en Dios, el cual – según se piensa – quiere hacernos
competencia o perjudicarnos.

Por eso, toda auténtica reparación es seguir el camino inverso al del pecado, es
caminar por el sendero adecuado.

La reparación lleva consigo poner toda nuestra confianza en Dios por encima de
uno mismo y de toda otra persona humana, en cualquier circunstancia en que
nos encontremos, por más oscura, adversa y contradictoria, en la que nos
veamos inmersos y envueltos.

Ahora leamos con nuestra familia los pasos para hacer una
verdadera reparación e invitación a seguir estos pasos los 25 de
cada mes….

1ª Una absoluta, total y pronta confianza en Dios, nuestro Padre, que puede y quiere
ayudarnos, porque nos ama.

2ª Una confianza también en nosotros, y un


aprecio y valoración positivos de nuestra vida
y de nuestras posibilidades, por Dios y en
Dios, porque somos hijos suyos y somos un
don, que procede de su Corazón, muy valioso y
apreciado para Él, pues ha pagado por
nosotros el precio de su sangre redentora.
3ª Una confianza en las personas, que Dios ha puesto y pone en nuestro camino,
y en toda persona humana, y una confianza en su capacidad de cambiar, de
mejorar y de perfeccionarse, con el poder y la bondad de Dios y con la bondad
nuestra para con esa persona o personas.

4ª Una confianza en la Providencia amorosa de Dios, que dirige todos nuestros


acontecimientos personales, familiares y sociales, para nuestro bien y provecho
pleno y total, del alma y del cuerpo.

5ª Una confianza en la penitencia o confesión sacramental, como fuente de


nuestra renovación, de nuestra reparación, de nuestra regeneración y de
nuestra serenidad y paz, y, a través de nosotros, ya regenerados, una
confianza en la regeneración y renovación del mundo, en Cristo y en María, por
Cristo y para Cristo.

Conozcamos la historia de cómo la Madre Encarnación Rosal inicia el


ejercicio de las 10 lámparas y la reparación el 25 de cada mes.

Así se inicia el ejercicio de las 10 lámparas y la reparación de la Madre Encarnación


Rosal al Corazón de Jesús

La madrugada del Jueves Santo de 1857, la madre María


Encarnación Rosal del Corazón de Jesús se disponía a orar
en un apartado del Templo Beatas de Belén, eran las dos
o tres de la mañana, el silencio reinaba en la ciudad de
Guatemala, no existían los carros ni los celulares. Al
hincarse sintió que le halaron el velo y escuchó el dulce y
sutil sonido de una campana. No prestó atención y siguió
orando hasta que una voz interior le dijo: “No celebran los
dolores de mi corazón”.

La frase se le grabó en la mente y se lo comentó a


monseñor Bernardo Piñol. Pero no terminó todo ahí. Cuenta el historiador Gabriel
Morales Castellanos que días después, al comulgar, escuchó la misma voz. Ella le
contestó que, si quería que se promovieran los dolores de su corazón, por qué no se
valía de otras monjas, pero la voz interior le contestó: “Porque no hay otra más baja
que tú” (en relación a su humildad).

En julio de ese año se desató una epidemia del cólera. Murieron dos hermanas del
Beaterio de Belén y otras estuvieron muy graves. Sor Encarnación Rosal sintió
amargura en su corazón, como una agonía de muerte. Pensó en esos momentos
en promover la devoción de los dolores del Corazón de Jesús y se lo ofreció.
Todo volvió a la calma.

La amargura y agonía volvió a la noche siguiente. Le prometió a Jesús


comunicarlo a su confesor. Volvió a sentir paz. Comenzó a sentir los síntomas
del cólera y lo tomó como un castigo por haber dudado. Pidió perdón al Señor y
le prometió cumplir con lo ofrecido. La enfermedad cesó.

El arzobispo le otorgó la licencia el 25 de agosto y la amplió para los días 25 de


cada mes. Fue cuando la madre dijo que el Señor le había inspirado la imagen
que debería llevar un corazón con 10 dardos, siete alrededores y tres al fondo.
Éstos significaban los 10 mandamientos quebrantados y 10 particulares dolores
que sentía el amante Corazón de Jesús.

Por tanto, que se ofende a Dios, hagamos reparación y desagravio.


Pidamos perdón y misericordia.

ORACIÓN:

¡Oh dulcísimo Jesús, cuyo inmenso amor a los hombres no ha recibido en pago, de los
ingratos, más que olvido, negligencia y menosprecio! Vednos postrados ante vuestro
altar, para reparar, con especiales homenajes de honor, la frialdad indigna de los
hombres y las injurias con que, en todas partes, hieren vuestro amantísimo Corazón.

Mas recordando que también nosotros alguna vez nos manchamos con tal indignidad de
la cual nos dolemos ahora vivamente, deseamos, ante todo, obtener para nuestras
almas vuestra divina misericordia, dispuestos a reparar, con voluntaria expiación, no
sólo nuestros propios pecados, sino también los de aquellos que, alejados del camino de
la salvación y obstinados en su infidelidad, o no quieren seguiros como a Pastor y Guía,
o, conculcando las promesas del Bautismo, han sacudido el suavísimo yugo de vuestra
ley.

¡Oh benignísimo Jesús! Por intercesión de la Santísima Virgen María Reparadora, os


suplicamos que recibáis este voluntario acto de reparación; concedednos que seamos
fieles a vuestros mandatos y a vuestro servicio hasta la muerte y otorgadnos el don de
la perseverancia, con el cual lleguemos felizmente a la gloria, donde, en unión del Padre
y del Espíritu Santo, vivís y reináis, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.
S S PIO XI

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