Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
delas
razmnes
de eclttlcar
Temas de filosofía
de la educación
C arlos Ae Cullen
lo s
N T : 61
Adq : 2 1
Vol: 1
E j: 4
Gen er.
CRÍTICA DE LAS RAZONES
DE EDUCAR
LIBRO PROPIEIW) EXCLUSIVA DEL EiOBIERNO FtOERAL CON Fhit:S omAcncos
YGJLTUIW.E.S, PROHIBIDA SU VENTA O qePROOOCClóN TOTAL O P"1ROAL CON
RNES OE LUCRO, Al QUE lijFRINJA es·.ADISPOSICIÓ~ SE LE APUCAIWS LAS
SI\NOONES PREVISTAS EN LOS ARílCULOS 36i, 36~ BIS. 368 TER Y ~
APl ltABLE~ r EL CÓDIGO PE-.AL PAAI .:l OfSTRtTP i:r:DER>< ,. EN MATFA:A a»úl:
. YPARA TODA LA REPUBLICA EN MATERIA FEOEII,:
ISBN 950-12-6115-8
ÍNDICE
PRIMERA PARTE
EDUCACIÓN Y CONOCIMIENTO
SEGUNDA PARTE
EDUCACIÓN Y VALORES
EDU.CACIÓN Y CONOCIMIENTO
PR~SENTACIÓN:
LAS RELACIONES DE LA EDUCACIÓN
CON EL CONOCIMIENTO
educar".
La ilusión moderna, en cuya crisis queremos situamos para reflexio-
nar, consistió en la extraña construcción social de una educación reduci-
da a un método inmanente al proceso mismo del conocimiento, casi un .
mero "discurso del método'' y, recíprocamente, la construcción social de
un conocimiento reducido solamente a los procesos sociales de la edu-
cación, casi una mera "cultura escolar". Dicho de otra manera: la ciencia
se ilusionó con dominar los procesos sociales de la educación, y la edu-
cación se ilusionó con domesticar los procesos críticos del conocimiento.
Ni la ciencia, sin dejar de ser "autónoma", deja de estar relacionada
con los fines sociales del conocimiento, ni la educación, sin dejar de ser
"autónoma", deja de estar relacionada con la fuerza crítica del conoci-
miento.
En estas "contaminaciones" de discursos "autónomos" quisiéramos
reflexionar. Por de pronto, proponiendo una noción de educación más
comprometida con el conocimiento, y por otro lado, proponiendo una
noción de conocimiento más comprometida con la educación.
Esto s~ traduce en una serie de problemas que se intentan abordar en
los capítulos de esta primera parte: los fundamentos del currículo, la
noción de contenido educativo, las formas en que el debate epistemoló-
gico incide en la determinación de las competencias buscadas con la
Presentación: las relaciones de la educación con e l con ocimiento 29
1. Cfr. el excelente trabajo de Flavia Terigi, " Diseño, desarrollo y evaluación del
currículo", Buenos Aires, MEC.PTFD, 1993, donde se presenta la discusión actual sobre
el concepto.
32 CRÍTICA DE LAS RAZONES DE EDUCAR
3. Cfr. C. Cullen. ··La escuela como vigencia de lo público en la crisis del e stado",
Rev;s1a Latinoamericana de innovaciones Educativas, Buenos Aires, V ( 1993), págs. 1 J -
23, cap. l. parle segunda, de este libro.
Relaciones d e la educació n con e l c onocimiento p a ra p en sar e l c urríc ulo 37
el d el tn vwm, o saberes proped é uticos e ins trume nta les. y el quadrivium, o saberes
sustancia les, referidos o contenidos " impo rtantes".
7 . Cfr. J. H abermas, D e r philosophisch e Diskurs der M oderne, Frankfurt, Suhrkamp,
1991 .
40 CRÍTICA DE LAS RAZONES DE EDUCAR
sujeto cultural que lo sostiene; sostuvo, como criterio de control social para
la circulación del conocimiento, el "despojo" de s~beres previos (y con
ellos de contextos socio-económicos diferentes), y la consigna de la "neutra-
lidad" y de la "normalidad" de los saberes enseñables (y con ellos la
exclusión de la historicidad, el conflicto y la crítica); finalmente se ilusionó
pensando que con la adaptación a la sociedad unidimensional y a sus
valores hegemónicos se lograrian los fines sociales de la educación, que
una retórica repetida y ampulosa formulaba, y sigue formulando, como
4
'formación integral del hombre y del buen ciudadano".
Las afirmaciones:
Las preguntas:
son huellas y por momentos estar seguros de que son ~spejos. Y no son
ni una cosa ni la otra. Porque los nombres y los signos remiten a otros
nombres y a otros signos. Y caminar sobre el alfabeto no es lo mismo
que hacerlo sobre la tierra, y reflejar sombras no es lo mismo que reflejar
cuerpos.
Y sobre las desilusiones de la realidad esencial y· de la verdad cierta
puede instalarse la ilusión de la dispersión del sentido, del pensamiento
débil, de la ética indolora y, entonces, relacionarse con el conocimiento
de la única manera que lo hace imposible: escépticamente.
¿ Para qué enseñar en tiempos de escepticismo? Porque es difícil ser .
docentes en tie:mpos de la "realidad simulada virtualmente" y en tiempos
de la "verdad negociada pragmáticamente".
Dejemos las metáforas.
Creo que las relaciones de los docentes con el conocimiento necesitan
hoy revisar algunos supuestos:
Por de pronto, los resabios d e platonismo que podamos tener. Es
decir, no hay un mundo de ideas, un trasmundo, que haya fijado de una
vez para siempre el sentido de las cosas, sus esencias fijas e inmutables.
No hay una hiperrealidad que dé cuenta de esta realidad.
• Esto subyace a la ilusión de pretender relacionarnos con el conoci-
miento negando su historicidad, su condicionamiento social, los cambios
culturales en las relaciones con la riqueza, el poder, la información. No
podemos relacionarnos con el conocimiento ni ingenua ni dogmáticamente,
desde el supuesto de las ideas esenciales y, por supuesto, de nuestra
segura posesión de esas ideas esenciales. ·
Debemos aprender, parafraseando a Umberto Eco, que "antiguamente
la rosa estaba con su nombre, pero que nosotros, hoy, tenemos los nom-
bres desnudos".
Pero, en segundo lugar, revisemos también los resabios de Iluminis-
mo que podamos tener. Si la realidad no es el "sol", no nos ilusionemos
-para compensar- que nuestra -mente sea el "espejo". Es decir, no hay
una mente bruñida, por educada, que funcione como espejo seguro, que
tenga las certezas para educar al soberano y para garantizar criterios de
verdad y decidir cuáles son los e·s quemas ciertos· y cuáles no.
Esto subyace a la ilusión de pretender relacionarnos con el conoci-
miento, negando sus supuestos y sus condicionamientos, como si el su-
jeto seguro del saber, el espejo, no tuviera nada que ver ni con las
138 CRÍTICA DE LAS RAZONES DE EDUCAR
pasiones ni con los_poderes ni con los saberes previos, es decir ula tabula
rasa", esa ilusión del comienzo absoluto. Y, por supuesto, que nuestra
profesión nos garantiza la condición de espejos.
Debemos aprender, avanzando sobre lo de Eco, que ciertamente hoy
están los nombres desnudos, pero cuántos disfraces lo ocultan y qué
difícil es el contacto con su pieL
Sin embargo, creo que el desafío mayor en las relaciones del docente
con el conocimiento es el cómo quedamos, cuando nos animamos a
revisar tanto el autoritarismo dogmático como la soberbia iluminista.
Creo que a muchos les interesa que quedemos presa del escepticismo y
del desaliento.
No es cierto que no podamos enseñar, porque la realidad es menos
esencial de lo que creíamos, y la verdad menos cierta de lo que imagi-
nábamos. Tenemos que aprender a relacionarnos con el conocimiento sin
estas ilusiones. Se trata de tirar el agua sucia cuando bañamos al niño,
pero no tirar al niño.
Si detrás de las huellas no nos espera una realidad esencial, no quíere
decir que las huellas no existan ni que la realidad no tenga densidad. Que
detrás de los espejos no esté ni la seguridad ni la certeza de la interpreta-
ción única, no quiere decir que no haya espejos y que la verdad sea débil.
Que tengamos que aprender a transitar por huellas, que son señales, y a
reflejar representaciones, que también son señales, no quiere decir que no
haya direcciones, ni quiere decir que no haya distinciones.
Porque de esas distinciones y esas orientaciones dependen el recono-
cimiento de los derechos humanos, la equidad en la distribución de los
saberes, la autonomía en la producción del conocimiento, la justicia en
las relaciones, la libertad para pensar y expresarnos y gozar, las posibilidades
de trabajar y hacerlo creativa y solidariamente.
¿Para qué enseñar en tiempos de escepticismo, de pragmatismo, de
desocupación, de vacíos, de incertidumbres?
Para que el conocimiento nos oriente, nos pennita transformar la realidad,
nos permita construir subjetividades solidarias y felices. Sólo que ahora no
podemos hacerlo, como quien cuenta a los pobres ilusos, hipnotizados por las
sombras de la caverna, que ha visto el sol, la idea esencial. O como quien
cuenta a los pobres dubitativos del sentido común y a los primitivos del
salvajismo cultural, que encontró la certeza de la ciencia y el progreso o las
claves seguras de la 9iudadañ.ía moderna.
Las relaciones del docente con el c onoc imiento 139
· l. Cfr. Bateson, Pasos para una ecología de la mente, Buenos Aires, Lohlé, 1979.
Las relaciones del docente con el conocimiento · 141
4. Cfr. G . Bac he lard. La formació n d el espíritu cient(fico, Buenos Aires. Siglo XXI ,
1979, 7a. ed.
5 . Cfr. J . Bronowski. Los orígenes d el conocim iento y la imaginación , vBarcelona,
Gedisa, 1981 . La cita está e n la pág. 152.
Las relaciones del doceme con el conocimien10 143
En torno al ágora
tóteles, se funda en que nos relacionemos con los principios o las causas
de las cosas~ con su naturaleza esencial, sabiendo que la singularidad
sólo puede "señalarse", pero no enseñarse, y que las diferencias sólo
pueden enseñarse en tanto referidas ad unton, es decir a un orden de
principios que - por analogía o por proporción- las refieran a lo mismo.
E ste mundo de las ideas no es todavía el ámbito de lo público, pero
empieza a esbozarlo lentamente, al n1enos en dos sentidos:
En torno al mercado
De autopistas
los niños, tendrá a mano más información de la que tiene hoy cualquiera:
Creo que será precisamente esta disponibilidad de información la que
hará que se disparen la curiosidad y la imaginación de muchos. La edu-
cación se convertirá en algo muy individual". 8
Algunos pueden decir que llegamos a esta situación por haber sido
modernos, por habemos animado a transgredir y negar los órdenes esen-
ciales y naturales, por habemos rebelado, adolescentemente, frente a la
naturaleza y a Dios. Son los conservadores de siempre. Otros parece que
dicen que llegamos a esta situación por no haber sido lo bastante moder-
nos, por· no habernos animado a realizar plenamente la modernidad y
haberla dejado frustrada. Son los iluministas de siempre, que también
llaman adolescente a la crítica posmodema, a la que denuncia el falocen-
trismo y al logocentrismo, como diría J. Derrida.
Creo que el problema es otro. Algo está pasando en nuestra relación
con el conocimiento. Tenemos dificultades en conectamos profundamen-
te con el deseo de saber. Y no nos basta criticar su "naturalidad", desde
una pretendida razón moderna, desde un sujeto pretendidamente autóno-
mo. Necesitamos, además, criticar el control simbólico que sobre nuestro
deseo de saber y el de los alumnos ejerce el poder, a través del discurso
pedagógico mismo, el discurso social, las legitimaciones de las políticas
educativas. Coincido en esto con planteos como los de Bemstein y Giroux.9
Y o mismo vengo insistiendo reiteradamente en una necesidad de poner
a la docencia en la corriente misma del pensamiento crítico.
Relacionamos con el conocimiento, para construir el espacio social del
ágora, es legitimar una jerarquía natural que divide a los libres (que son
los ciudadanos) de los esclavos (que son los excluidos de la plaza), a los
varones, que son los que tienen que ocuparse de lo público, de las mujeres,
que son quienes deben reducirse al gineceo de lo privado, a los filósofos
que enseñan la verdad, de los poetas que amenazan lo común con sus
delirios e imaginaciones. Es cierto, lo real es potencialmente inteligible, y
la inteligencia es naturalmente y en potencia todas las cosas. Pero, ¡qué
8. Cfr. Bill Gates, Camino al futuro. Madrid. McGraw Hill, 1996, pág. 182.
9. Cfr. B. Bemstein, La estructura dpl discurso pedagógico, Madrid, Morata; La
Coruña. Paideia. 1994. 2a. ed.
Cfr. H. Giroux. Los profesores como intelectuales. Hacia una pedagogía crítica del
aprendizaje, Barcelona, Paidós-MEC, 1990.
150 CRÍTICA DE LAS RAZONES DE EDUCAR
los niños, tendrá a ·mano más información de la que tiene hoy cualquiera.·
Creo que será precisamente esta disponibilidad de información la que
hará que se disparen la curiosidad y la imaginación de muchos. La edu-
cación se convertirá en algo muy individual". 8
Algunos pueden decir que llegamos a esta situación por haber sido
modernos, por habemos animado a transgredir y negar los órdenes esen-
ciales y naturales, por habemos rebelado, adolescentemente, frente a la
naturaleza y a Dios. Son los conservadores de siempre. Otros parece que
dicen que llegamos a esta situación por no haber sido lo bastante moder-
nos, por· no habemos animado a realizar plenamente la modernidad y
haberla dejado frustrada. Son los iluministas de siempre, que también
llaman adolescente a la crítica posmodema, a la que denuncia el falocen-
trismo y al logocentrismo, como diría J. Derrida.
Creo que el problema es otro. Algo está pasando en nuestra relación
con el conocimiento. Tenemos dificultades en conectarnos profundamen-
te con el deseo de saber. Y no nos basta criticar su "naturalidad", desde
una pretendida razón moderna, desde un sujeto pretendidamente autóno-
mo. Necesitamos, además, criticar el control simbólico que sobre nuestro
deseo de saber y el de los alumnos ejerce el poder, a través del discurso
pedagógico mismo, el discurso social, las legitimaciones de las políticas
educativas. Coincido en esto con planteos como los de Bemstein y Giroux.9
Yo mismo vengo insistiendo reiteradamente en una necesidad de poner
a la docencia en la corriente misma del pensamiento crítico.
Relacionamos con el conocimiento, para construir el espacio social del
ágora, es legitimar una jerarquía natural que divide a los libres (que son
los ciudadanos) de los esclavos (que son los excluidos de la plaza), a los
varones, que son los que tienen que ocuparse de lo público, de las mujeres,
que son quienes deben reducirse al gineceo de lo privado, a los filósofos
que enseñan la verdad, de los poetas que amenazan lo común con sus
delirios e imaginaciones. Es cierto, lo real es potencialmente inteligible, y
la inteligencia es naturalmente y en potencia todas las cosas. Pero, ¡qué
8. Cfr. Bill Gates. Camino al futuro, Madrid, McGraw Hill, 1996, pág. 182 .
9. Cfr. B. Bemstein, La estructura dJd discurso pedagógico, Madrid, Morata; La
Coruña, Paideia, 1994, 2a. ed.
Cfr. H. Giroux, Los profesores como intelectuales. Hacia una pedagogía crítica d el
aprendizaje, Barcelona, Paidós-MEC, 1990.
Las relac io n es del docente con el conocimiento 15 l
.Pero, sin las ilüsiones· del intelecto ·p asívd; y ·su ,·búsquedá del nombre
-propio, ni del sujeto trascendental, y su búsqueda de la razón única. Sin
confynd.ir tampoco el espaciq_social de:lo público ni c·o n el ií.gora ·m con
él mercado ni con la autopista.
Sabiendo que conocemos atrav.esados,por el deseo, el lenguaje, .el poo~r,
la riqueza, y,. naturalm~:nte, 'POI el desgano, el silencio, la impotencia:y la
po\)reza. Porque no creemos que lo _p úblico sea el ágora de la polis hege-
mónica, ni el mercado de las naciones ,ricas, ni las autopistas de la sociedad
global. Porque todos· ellos excluyen, ocultan, qisimulan, legit:4Pail. injusti-
cias, y sencillamente mienten.
Se trata, ~ás. bien,, de una lucha por el reconoc~ento. Reconoc,i,mien-
to de que lo más. profundamente deseado al s~ber es .ser reconocidos
com,o deseo de ~prel}der y como poder· de enseñar. Es el udesdoblamien-
to" de· la -~onciencia pedagógica, que no se reduce a la ésclavitud de la
naturalidad-, pero .ta,inpoco
.
al señorío de
'
la racionalidad ilustr~da, y me-
,
10. Cfr. G . .Bachelard, El racionalismo aplicado. Buenos Aires, Paidós. 1979, págs.
26 y 29.
Segunda parte
EDUCACIÓN Y VALORES
158 CRÍTICA DE LAS RAZONES DE EDUCAR