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CARTA DE SANTIAGO
Santiago tiene un vocabulario que no se encuentra con frecuencia en el resto del NT:
“Padre de las luces” (1,17) – “la palabra injertada” (1,21) – “el curso entero de la
existencia” (3,6).
Este problema desaparece una vez que se reconoce que Santiago, como otros
numerosos documentos del NT, debió de tener su origen en un momento dado y
después fue editado y circuló con el nombre y la reputación de Santiago, principal
portavoz del judeocristianismo.
El texto original fue un sermón pronunciado por Santiago en los meses anteriores a
su martirio en Jerusalén. Después, a finales de la década de los 80 ó 90, editó y
distribuyo el sermón original de Santiago, esta vez al estilo de una encíclica. Esta
misiva fue enviada a las iglesias de la diáspora que estaban divididas internamente.
Periodo en el que la iglesia y la sinagoga se iban separando cada vez mas para
establecer o proteger sus identidades respectivas.
Aunque se encuentra algún fundamento para comparar Santiago con partes del
Pentateuco, y con partes de la literatura profética o sapiencial del AT, y aunque en el
NT existen paralelos sugestivos con ciertos aspectos del corpus paulino, isn
embargo, Santiago sigue sin tener un paralelo bíblico. Orece un raro vislumbre de
aquel tipo de cristianismo que, en opinión de algunos, dominó e movimiento
cristiano durante la mayor parte del siglo I.
La historia de la recepción
Capítulo 1
Tanto en las cartas tradicionales judías, como en las cartas privadas helenísticas, era
una práctica común que una carta inicie con el nombre del remitente.
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Santiago, con la expresión “pruebas de todo género” el autor denota los “mil
contratiempos naturales” o las tensiones que afectan a la vida diaria en difíciles
circunstancias socioeconómicas. Pero empieza recordando que la lucha y el dolor
pueden tener una finalidad redentora.
Vv. 2-4: La palabra griega que se traduce por “prueba” también significa puesta a
prueba o tentación. La idea de regocijarse en medio de las pruebas causa extrañeza.
Encontramos aquí estrategas clásicas de aguate, que tienen un objetivo espiritual.
Nótese la progresión: “pruebas, paciencia, perfección”. El objetivo de aguantar
así es demostrar el “carácter genuino” de la propia fe en la providencia fundamental
de Dios. Sin esto, el llamado creyente, permanece inmaduro, incompleto y, por
tanto, deficiente.
Vv. 5-8: En este punto, el cuarto paso de la progresión mental completa el consejo de
Santiago. Señala él aquí que, cuando la fe es deficiente, también hay otra carencia:
la “sabiduría” de uno es igualmente deficiente. Están fallando en la prueba de la fe,
porque carecen de sabiduría espiritual.
Sant 1, 6-8:
Contrapone “pedir con fe” y el acto de dudar, indicando que quienes hacen
peticiones de forma superficial o poco sincera son “de doble vida”. Desde la atalaya
de la aplicación de la hermenéutica, estos versículos formulan un problema
intemporal en la iglesia. El materialismo el consumismo moderno a menudo se
burlan discreta o cínicamente de la espiritualidad, la negación de la recompensa
material al yo solo sirve para provocar mas dudas sobre Dios. En gran parte, la
sociedad occidental, la religión se ha convertido en un “gran negocio”. Este hecho
llega a cegar a los cristianos ente la oportunidad de abrazar una espiritualidad que
defina sus propios intereses personales a través de las necesidades de quienes, en
algunos aspectos, pueden ser menos afortunados. Al consiguiente y generalizado
fenómeno de la tensión y el “quemarse”, Saniago parece ofrecer una antídoto
antiguo, a saber, redescubrir el tipo de fe que permite a uno “considerar como gozo
colmado” el afrontar pruebas insuperables en apariencia.
vv. 2-8, particularmente la invitación a “pedir a Dios” o la idea de “pedir con fe”, es
decir, la oración.
La rica herencia espiritual del pobre humilde que siempre recurre a un Dios que
puede exaltarlo aparece en muchos textos bíblicos, sobre todo en la oración de Ana
(1Sam 2,7; Lc 1,52) en las advertencias proféticas de Am 5,11-24 o Is 40,6-8 y 47,8-
11. Además, en textos sapienciales como Eclo 35,17-18, uno se encuentra con que
“la oración del humilde (tapeinos) atraviesa las nubes, y no para hasta alcanzar su
destino”, pues la oración llega hasta el Señor, que responde haciendo justicia contra
los soberbios adversarios del humilde. En Sant 4,10 el autor hace de nuevo
referencia al “humilde” en una aparente alusión a Prov 3,34 (LXX). Santiago
aparece muy familiarizado con estas tradiciones bíblicas y recurre a ellas como
emotivo recordatorio a los hermanos pobres que dentro de sus comunidades han
dado en desesperarse y quejarse en lugar de redoblar su vida de oración.
Mas conmovedor aun es el modo en que el motivo del “cambio radical de destino”
escatológico pasa la tradición de Jesús conservada en los sinópticos. Uno piensa
inmediatamente en las bienaventuranzas lucanas (especialmente Lc 6,20-25) o en la
parábola de Lázaro y el rico (Lc 16,19-31). Sin embargo, se equivocan quienes
interpretan que Santiago considera a los ricos incapaces de fe. Tanto en las
enseñanzas de Jesús como en las de Saniago, los ricos simplemente tienen que
resolver algunas cuestiones difíciles (cf Mt 19,16-26; Mc 10,17-31; Lc 18,18-30).
La inquietud añadida tiene que ver con su conducta personal y social, su engao a si
mismo y a otros.
Este fragmento final de la gran perícopa inicial vuele sobre el tema de soportar las
dificultades y tentaciones como “pruebas”; pero el enfoque se desplaza de la anterior
función y naturaleza de las tácticas para afrontarlas, a las recompensas intrínsecas de
la perseverancia fiel. La sección se abre con una bienaventuranza: “dichoso” es el
“hombre” que soporta una prueba o tentación (este en un raro ejemplo en Santiago
del término griego específico para denotar “hombre” de nuevo el referente
masculino se utiliza sin duda para recordar implícitamente al hombre Jesús, que
también las soportó. Se debe observar que en 2,14 Santiago es explícito acerca de su
inquietud general por el bienestar de hombres y mujeres.
El que Dios recompense a los fieles conduce a Santiago a un breve discurso relativo
a los infieles, que corren el riesgo de culpar a Dios de la lamentable situación de ser
incapaces de afrontar pruebas y tentaciones (vv. 13-16). El autor comienza con
observaciones acerca de la responsabilidad humana en el pecado, pero aquí en
pensamiento es diferente del dilema existencial de Pablo tal y como es planteado por
la relación entre ley y pecado, según aparece en Rom 714-25. Santiago es mas
básico, pues evidentemente tiene una perspectiva diferente sobre la ley (cf 2,1-13 y
4,11-12). En este fragmento, el creyente indisciplinado es responsable de su
vulnerabilidad ante seducciones pecaminosas.
Con frecuencia, en el análisis de Sant 1,13-16 se pasa por alto la compasiva nota
pastoral pronunciada en el v. 16, verbigracia “no os engañéis, mis queridos
hermanos”. Santiago esta ciertamente preocupado por las modalidades del auto-
engaño dentro de la iglesia, auto-engaño que complica la perseverancia fiel. Sin
embargo, quizá sea mas importante el hecho de una manera pastoral global. Por
contrariado que parezca estar con las faltas éticas personales y sociales dentro de la
comunidad, no pierde su religiosidad ni compromete su reputación de extraordinaria
rectitud manifestando repugnancia o amargura. Significativamente, aquí y en otros
lugares, llama a los creyentes trasgresores, pese a todo, “mis queridos hermanos”.
Ve en ellos un potencial que va mas allá de sus faltas manifiestas.
Una asocia enseguida esta imagen con Gn 1,15-16, que presenta a Yahveh como el
Dios creador de las “luces” celestes (compárese Sal 136,7) [LXX 137] “Al que hizo
las grandes lumbreras”;cf. También Jr 4,23) evidentemente, tradición judía
representada en la biblia hebrea esta en el trasfondo. Las fuentes judías extra bíblicas
ofrecen paralelos instructivos; por ejemplo, la denominación “Padre de las luces”
aparece en los apócrifos del AT (T.Abr;7,60) y a Dios se le llama “el príncipe de las
luces” en documentos del Qumrán (CD5,71-18).
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Para Santiago, Dios es más que el “Padre de las luces”, Dios es el dador de todo
bueno y perfecto, incluido el don de la salvación. Los matices distintivamente
cristianos continúan, por cuanto Sant 1,18a no sugiere que las personas creadas a
imagen de Dios (Gn1,26; 5,21), ni que simplemente hayan nacido de Dios (Dt
32,18). Más bien indica que Dios “NOS engendró”: “nos” no significa meramente
“seres humanos” sino evidentemente que los cristianos somos “dados a luz” por la
“palabra de la verdad” concreta (es decir el evangelio) cuando Dios así lo dispone.
Al concluir la perícopa entera con la salvedad del don distintivo de la vida cristiana
(cf. 1,12), Santiago recuerda a sus lectores su conversión original. Presumiblemente
tiene a la vista un momento decisivo de la historia de la salvación. Con esto,
Santiago ha sentado las bases para que esta “palabra de la verdad” reaparezca en la
perícopa siguiente como la salvífica “palabra injertada”.
La disposición que suelen adoptar muchas investigaciones para el equilibrio del cap
1 de Santiago sigue a Dibelius en interpretar los vv.19-27 como una sola perícopa
que contiene una serie de dichos que contiene sobre la escucha y las obras. Esa
opinión establece que el triple dicho de talante sapiencial del v.19b (diligente para
escuchar, parco para hablar y lento en a cólera) determina el carácter literario y el
contenido moral básicos de los vv.19-27.
Los autores del NT generalmente presentan la ira humana como una manifestación
de lo anti-divino. Santiago, aunque comparte esta opinión, parece ampliar ese
pensamiento al insistir en que la conducta cristiana debe ser guiada por tal justicia.
Supone una imitatio Dei. Varias tradiciones judías contienen a idea de que el
creyente puede y debe ser justo lo mismo que Dios lo es (Asi Gn 18,9; Sal 11,7);
pero la influencia determinante procede de la tradición de Jesús tal y como se recoge
en Mt 5,22.
semejante a 1 Clem 62,1 al hablar del cristianismo se debe tener presente que
Santiago abriga un propósito doble al hablar ahora de religiosidad.
Capítlo 2
Los vv.1-13 son la primera de las dos grandes unidades de que consta el cap 2. Para
los que ahora nos proponemos es útil subdividir el extenso pasaje en dos unidades:
El ejemplo de discriminación por razón de clase social puesto por Sant 2,2-4 nos
ayuda a darnos cuenta que Santiago conocía a personas ricas y pobres que
participaban en los servicios del culto. Existe hoy en día, la errónea concepción
popular de que la iglesia primitiva estaba formada solo por pobres, mujeres y
esclavos. Santiago destaca un problema social real entre sus lectores y condena sin
ambages el tipo de conducta discriminatoria que tiene a la vista. El cristianismo
moderno se ha vuelto bastante educado y fino en la sociedad occidental de clase
media. También en nuestro contexto, un indigente despeinado y maloliente tendría
muchas posibilidades de ser acompañado rápida y silenciosamente fuera de la iglesia
antes de tener oportunidad de sentarse siquiera en los últimos bancos. La ilustración
de Santiago en los vv.2-4 probablemente no solo era mordaz en aquella época, sino
que sigue siéndolo hoy.
Con este propósito fundamental, Sant 2,5 tiene una palabra de advertencia para los
miembros de la asamblea que discriminan a los pobres fieles que hay en medio de
ellos. El texto recuerda a esos cristianos nominales que manifiestan un prejuicio d
clase que están oprimiendo a una porción preciosa de elegidos por Dios. Las
tradiciones evangélicas, entre otras fuentes primitivas, hablan de la fe rica de
personas relativamente acaudaladas: desde las mujeres con recursos que ayudaba a
Jesús, hasta José de Arimatea. Por desgracia, el problema que se plantea en las
comunidades de Santiago es mas grave.
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Sant 2,6 recalca la censura completa a sus oyentes y lectores no solo por
menospreciar “al pobre [fiel]” sino para tratar de congraciarse con el rico. No
escatima ironía al llamar a atención, quizás sarcásticamente, sobre la imagen de los
ricos terratenientes que arrastran a los miembros de la iglesia ante el tribunal por
rentas impagadas. Los duros comentarios de Santiago en este pasaje, ponen de
manifiesto que las comunidades a las que se dirige se comportan prácticamente
como los miembros de las “sinagogas” en su ejemplo de los vv.2-4. Esta unidad se
cierra (en el v.7)con el recordatorio de que las personas mas acaudaladas, cristianos
incluidos han deshonrado el nombre de Jesús –ese hermoso nombre en el que fueron
bautizados-, añadiendo el insulto a la injuria. La situación es grave y lamentable,
pero ¿acaso resulta menos realista en la actualidad?
Sant 1,25 dice “la lay perfecta de la libertad”. Santiago usa esta expresión de nuevo
en el presente contexto (v. 12). El v. 8 proporciona una advertencia suficiente para
interpretar que el lenguaje legal del Santiago son vagas alusiones a la Torá. En
ningún otro lugar de la tradición judía ni cristiana se denomina Lv 19,18c (“Amarás
a tu prójimo como a ti mismo”) “la suprema ley”. Santiago hace referencia a este
precepto mediante la fórmula “según la Escritura” (es decir, el AT, los LXX), pero
también sabe que este precepto llegó a ocupar un puesto eminente, no en la Torá,
sino en las enseñanzas de Jesús.
Donde mas cerca llega Santiago a la ley como Torá es en el v.10, pero aun aquí ese
sentido queda mitigado por la tradición mateana de Jesús que dice prácticamente lo
mismo (Mt 5,17-20). Santiago respeta en gran medida la ley, cosa que resulta
comprensible e insiste en que se observen especialmente los aspectos morales del
decálogo. El v.11 tampoco plantea problemas, pues hasta Pablo cita la segunda
mitad del decálogo de manera parecida (Rom13,9). Santiago defiende una fe global
con una ética social fuerte y coherente: “Actuad y hablad como si van a ser juzgados
por una ley de libertad” (v.12) hay aquí una insinuación de la escatología inminente
de Santiago que este expondrá detalladamente mas tarde (5,1-9).
La clave para percibir este hecho radica en el uso habilidoso, y en cierto modo
único, que Santiago hace del sustantivo “obra” (ergon), por lo demás, ampliamente
asociado n el NT con “las obras de la ley”. Santiago muestra claros indicios de que,
en esta perícopa, por “obras” entiende dos cosas. En primer lugar, como queda
patente en 2, 14-17, los “hechos misericordiosos” de preocupación social por los
menos afortunados es convierten para Santiago en “obras”. Demuestran la
naturaleza unificada de la fe personal, indicando que el creyente toma en serio “la
suprema ley”, como se ha destacado en la perícopa precedente.
En segundo lugar, en 2,18-26 Santiago también indica claramente que por “obras”
entiende actos de fe que ponen de manifiesto en forma correcta que los hombres y
mujeres están personalmente abiertos a una relación espiritual nueva ( renovadora)
con Dios. Tras haber planteado la cuestión de la “misericordia” en 2,13, el autor
pasa a poner un ejemplo genérico notorio, quizá intentando con ello asegurarse de
que no lo malinterpreten… ni siquiera lo “oyentes que olvidan” (según la imagen
usada en Sant 1,25b).
Vv. 18-26: esta unida resitúa la terminología de “fe y obras” de tal manera que entre
ella y la ley se pone una distancia mayor. Solo cabe conjeturar que Santiago hace
esto por razones tácticas, más que teológicas; ¡después de todo él, a diferencia de
Pablo, tenía que seguir viviendo en Jerusalén! La unidad empieza y acaba con la
terminología explícita de “fe y obras”, y al parecer Santiago no solo intenta clarificar
la naturaleza de “las obras” aquí descritas, sino también explicar la relación entre fe
y obras.
El v.18 comienza con otro ejemplo de diatriba (usada igualmente por estoicos y
cínicos) en el que se discute con un interlocutor imaginario. Esta táctica es para
Santiago una forma eficaz de dramatizar su enseñanza de que la “fe” y los que él
entiende por “obras” son caras de la misma moneda; entre ellas existen una relación
11
El v.19 deja bastante claro que aquí (y antes en los vv.14.17) la “fe” entre muchos
los lectores se han debilitado hasta convertirse en retórica vacía en lugar de ser una
compresión dinámica de la total obligación personal y social de cada uno de poner
de manifiesto “la justicia de Dios” de acuerdo con los preceptos bíblicos. El primer
dogma del judaísmo tal y como se expone en el Shemá especifica que hay “un solo
Dios” (v.19ª). La afirmación de este precepto por parte de Santiago es rápida, pero
con una condición. Fuera del contexto de una fe global, incluso el Shemá, queda
desprovisto de significado. Aquí parece que el auditorio tiene un trasfondo judío
helenista. No obstante, en el v.19 Santiago alude inmediatamente, no a otro precepto
del judaísmo, sino de nuevo a la tradición de Jesús (muy probablemente Mt 8,28-34;
Mc 5,1-20; Lc 8,26-29) con la que también supone que están familiarizados sus
lectores. Así el v.19b: “…hasta los demonios y se estremecen”.
Capítulo 3
Asi mismo en la letanía de imágenes parece irse formando una lacónica estructura
conceptual: caballos (v.3), barcos (v.4), incendio forestal (v.5), l peculiar referencia
al “curso entero de la existencia” (v.6) y la panorámica global de las criaturas vienes
del aire, la tierra y el mar (v.7). Todo ello se pone al servicio de la reprensión a la
comunidad por los abusos de la lengua. Resulta inevitable imaginar que se ha
producido algún acontecimiento o circunstancia comunitaria apremiante que
justificaría tales imágenes plásticas y apasionadas. Así el pasaje, otra diatriba mas,
esta tan plagado de sorprendentes metáforas y ejemplos tomados de la naturaleza
que el autor parece extender su inquietud mas allá de los causes habituales de la
ética de la palabra personal. Algo esta provocando profundas divisiones y tensiones
adicionales dentro de las comunidades (cf 4,1-6). Parece que se necesita
urgentemente una lengua disciplinada.
Cap 4
Este pasaje inicial presenta una situación comunitaria horrible. Seria fácil y al
mismo tiempo consolador, considerar esa degradación humana en la forma en que
Santiago la pinta aquí, como debida, en gran parte a la hipérbole y al
desbordamiento de una justa indignación. A lo largo de los siglos la sociedad
educada siempre ha tenido dificultades para imaginar (admitir) que comunidades
llamadas cristianas pudieran degenerar hasta tales extremos. La sociedad educada
niega muchas cosas. Lo tristemente probable es que Santiago aborde problemas
reales que han reclamado su atención en una fase difícil y muy peligrosa del
judeocristianismo. La Biblia adquiere autoridad y significación perenne, no solo
debido a sus visiones espirituales, sino también por su realismo, es algo mas de
“ficción con ropaje histórico” como dan a entender demasiados especialistas
occidentales.
Sant 4,1-6 constituye la unidad inicial de este capítulo. Las severas reprensiones de
estos versículos pretenden establecer unas relaciones sociales armoniosas dentro de
un judeo cristianismo terriblemente extraviado. El tono fuerte de Santiago no debe
oscurecer el objetivo ni el papel de los pacificadores (3,18); ello explica su
adopción de terminología bélica en 4,1 al afrontar directamente los “conflictos y las
luchas” entre sus lectores. El uso figurado de imágenes militares es común en las
epñistolas del NT (2 Cor7,5; Ef6,22.13; 2Tim 2,23; Tit 3,9). Sin embargo, Santiago
aplica tales imágenes al vivir turbulento, las peleas y las pasiones hedonistas que han
convertido a los individuos “en campos de batallas”.
El celo de Dios ocupa un lugar destacado en la primera mitad del decálogo, pero,
aparte de eso, Santiago aduce la “supuesta” Escritura porque desea deliberadamente
contrastar las espantosas envidias humanas dentro de las comunidades con el celo de
Dios que busca la salvación de sus almas. Hay que recordar las referenciasen 1,21 a
“la palabra injertada”; aquí aparece de nuevo, pero trasformada: “el espíritu que
[Dios] ha hecho habitar [o ha injertado] en nosotros”, es decir, el evangelio.
Santiago habla aquí como el pastor irritado que constata que debe volver a empezar
todo de nuevo.
Así hace el llamamiento formal en 4,7: “Por tanto, someteos a Dios, pero resistid al
diablo…” la idea es establecer un contraste intencionado, semejante al ya viso en
1,21, “Por eso abandonad… acoged”, pero en este caso presentado al revés y
presentado a Dios y al demonio como opuestos y mutuamente excluyentes (como en
Sant 4,4).
A primera vista, el 4,8 es un desarrollo de 4,7a. Sin embargo, 4,9a introduce la idea
del juicio para quienes se nieguen a arrepentirse. Está claro que Santiago se dirige a
pecadores y personas de doble vida que se ha dedicado a hablar de forma
irresponsables, a adoptar valores falsos y a practicar una conducta reprensible para
con otros cristianos, incluidos ellos mismos. El llamamiento de Sant4,10
(“humillaos ante el Señor y el os ensalzará”) vuelve sobre el motivo de la exaltación
del humilde tal y como se vio en 1,9-11(pero aquí los ricos son omitidos por el
momento). Este llamamiento prefigura, además, el inminente cambio radical de la
situación del rico tal y como se presenta en Sant 5,1-6.
y emitir juicios injustos” sobre otros cristianos. Sant 2,2-4 se sitúa de nuevo en el
centro de atención que aquí no se limita a actos específicos de discriminación, sino
que se toma como una inquietud general. Santiago centra su atención en la
necesidad de la unidad y la paz, lo que probablemente explica que continúe
analizando aspectos de una ley que “no trata denimiedades”.
Capítulo 5
Los vv. 23-20 mencionan varios temas pastorales básicos, a saber, la oración, el
canto de himnos, la curación, el perdón, la confesión y la restauración de creyentes
lapsos o excomulgados. Sant 3,16c se ha convertido en buena nueva a muchos
afroamericanos desde la época esclavista de los Estados Unidos: “mucho puede la
oración insistente del justo”. Son palabras de aliento, consuelo y esperanza, sin
embargo, dado el completo caos social reflejado en el cuerpo del documento, nos
resulta muy difícil comprender cómo pude hacer el autor tales preguntas…“¿sufre
alguno entre vosotros?”, “¿está alguno alegre?”, “¿está alguno enfermo?” la
verdadera pregunta es cómo podrían no sufrir, obviamente, o no estar enfermos, o
cómo podía alguno estar alegre. No, más bien se manifiesta una vez mas que el
documento es una composición de material editado que ha sido elaborado
precipitadamente y puesto en circulación para atajar una crisis importante en el
judeocristianismo del siglo I.
Fuera cual fuera de hecho la situación, uno agradece estos “últimos ecos” ofrecidos
de Jesús nada mas y nada menos que por su estimado hermano, Santiago el Justo,
quien incluso ante nosotros hoy, se muestra digno de ser llamado “obispo de
obispos” a favor de la justicia social en el NT. Amén.