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La OMS definió el concepto de salud en 1948 como "un estado de perfecto (completo) bienestar físico,

mental y social, y no sólo la ausencia de enfermedad". Floreal Ferrara valoriza el esfuerzo de lograr
una definición integral que vaya más allá del marco físico y biológico, incluyendo aspectos mentales
y sociales. Pero también señala que el énfasis puesto en la idea de “bienestar” hace de la definición
una tautología. Su propuesta es la de hallar referencias que comprendan en sentido dinámico al
proceso salud-enfermedad, entendiendo a la salud como una búsqueda incesante de la sociedad para
encontrar solución a los conflictos que plantea la existencia. Señala también que concebir a la salud
como una adaptación completa equivale a renunciar a la creación individual y social y al
enfrentamiento de nuevos conflictos; en este sentido, la adaptación total estaría más próxima a la
enfermedad que a la salud.

Esta postura invita a comprender que lo patológico no es equivalente a conflicto, sino más bien al
bloque del conflicto, a la imposibilidad de su resolución. La salud entonces tiene que ver con el
continuo accionar de la sociedad y sus componentes para modificar, transformar, aquello que deba
ser cambiado, y permita crear las condiciones requeridas para el óptimo vital de esa sociedad. Esto
implica una dinámica, un ejercicio sostenido de acciones frente al conflicto, de transformación de la
realidad; un proceso incesante cuyo carácter es esencialmente histórico-social.

Ferrara también critica el uso de cierta terminología extendida que tiende a favorecer una concepción
ahistórica y abstracta de la salud. Esta forma de entender el proceso salud-enfermedad confina el
problema al individuo. Es particularmente observable en el lugar predominante que ocupa la
estadística, la cifra, las medidas, dejando de lado las razones y las causas que las determinan. En
otras palabras, se privilegia lo cuantitativo sobre lo cualitativo, y bajo esta lógica se desconoce que
los seres humanos no son sólo seres biológicos sino también encarnaciones de las relaciones de
sociales que genera el sistema productivo vigente. Este enfoque queda definido en el artículo como
“antropológico”.

Por el contrario, entender a la salud por su concepto conduce a que se dejen de enfocar los problemas
sanitarios como determinados por relaciones causales lineales, simples. Los problemas sanitarios son
el efecto de múltiples factores, entre los cuales no debe desestimarse el papel que juega el sistema
productivo y las relaciones sociales que de éste derivan.

Enfocándolo de esta manera, el concepto de salud debe elaborarse para cada modo de producción,
ahondando en las circunstancias histórico-sociales de las cuales emerge la definición del proceso
salud-enfermedad. La determinación, entonces, no es lineal ni única, sino que los fenómenos
sanitarios deben pensarse en su multicausalidad por parte de estructuras tanto propias como también
por la estructura total del modo de producción.

Haciendo un contraste entre los conceptos elaborados en el artículo con el contexto actual de
pandemia, se verifica que en esta situación emergente las políticas articuladas globalmente por los
distintos estados responden a concepciones de salud diversas. Tal como lo señaló Ferrara, la
estructura del sistema productivo es uno de los determinantes fundamentales para abordar el
problema de la salud. Esto fue particularmente visible en la demora de muchos gobernantes a la hora
de tomar las medidas necesarias para contener la propagación del virus, siguiendo el imperativo de la
productividad, de no frenar la dinámica de los mercados. Se puede condensar esto en un lema que se
hizo popular en uno de nuestros países vecinos: “Brasil no puede parar”; que lleva implícita la
predominancia del mercado sobre el tratamiento de la salud pública. Más allá de esta situación
emergente, de sus consecuencias globales, jerárquicamente se ha puesto por sobre todos los otros
factores al devenir del sistema productivo en la salud. Se verifica entonces la tesis de Ferrara, al
privilegiarse las exigencias del sistema productivo a la hora de tomar las políticas públicas en salud,
y a un nivel más fundamental, a considerar en qué consiste el pretendido “bienestar” que la
definición de la OMS enuncia.

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